¿Modernidad o modernidades en América Latina? Reflexión de una categoría problemática

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¿MODERNIDAD O MODERNIDADES EN AMÉRICA LATINA? Reflexión sobre una categoría problemática Por Ariel Darío Cruz Flores

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a categoría «modernidad» es una de las más recurrentes en las ciencias sociales; pero, su significado muchas veces pasa por alto. En este marco conceptual, se parte de la historicidad de la praxis humana; por lo tanto, en el quehacer epistemológico, el concepto moderni-

dad puede rastrearse y ubicarse en la historia del pensamiento; es decir, es posible conocer bajo qué circunstancias surge, qué alude, cómo ha sido utilizado y cómo se ha transformado. La comprensión de un concepto polisémico como éste consiste en delimitar el marco de referencia con el que se entiende. En esta sintonía, en la región latinoamericana existe una discusión dentro del ámbito académico y no académico, que, de igual forma, suscita una variedad filosófica amplia, divergente, conflictiva y ambigua. Esta tesis no abordará con amplitud este preciso debate. No obstante, usará como directrices generales las siguientes cuestiones con el objetivo de poder delimitar un marco de referencia útil para el tema que aquí compete: ¿cómo se ha comprendido la modernidad desde esta región? ¿Qué enfoque ha predominado? ¿Acaso se trata de un fenómeno histórico de larga duración? ¿O, quizá, de un enfoque epistemológico en crisis? Actualmente, autores como el chileno Jorge Larraín, el brasileño João Feres Junior y el colombiano Hugo Fazio Vengoa realizan análisis sobre el desarrollo histórico de tan volátil categoría. La pregunta raíz que se cuestionan es ¿qué es la modernidad? Para responderse, parten de la historicidad del concepto y analizan sus significados desde la sociología, la historiografía y la filosofía. Feres Junior habla sobre las dificultades epistemológicas del concepto «modernidad». Para ello, se ayuda de la historia conceptual y analiza el debate teórico que generan pensadores alemanes como Karl Löwith, Hans Blumenberg, Heinhart Koselleck, Hans Robert Jauss, Jost Schneider, Fritz Martini y Hans Urich Gumbrecht, quienes contribuyeron a estudiar el aspecto filosófico-histórico de «lo moderno» en Alemania.1

Feres Junior, João; Introdução a uma crítica da modernidade como conceito sociológico en Revista Mediações, Rio de Janeiro, Vol. 15, núm. 2, Julio-Diciembre, 2010, p.30. 1

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A través de los argumentos de Gumbretcht, Feres Junior destaca las acepciones históricas que se gestan alrededor de la categoría: lo presente, lo nuevo y lo transitorio. El sociólogo brasileño cita: «el primer significado es simplemente “presente”, en oposición a “anterior” o “previo”, y fue usado dentro de las tradiciones institucionalizadas donde las tendencias se sucedían temporalmente».2 Este primer significado se reconoce dentro del Renacimiento europeo del siglo XIV, XV y XVI. Los pensadores renacentistas se asignaron la tarea de interpretar los acelerados cambios que vivieron, y como resultado construyeron una serie de lecturas de su contemporaneidad. Esta noción de «modernidad» puede entenderse como el resultado de una valoración intersubjetiva del tiempo en la que el presente deja de situar su punto de referencia sobre el pasado cristiano-medieval-clásico para reposicionarlo en el futuro ilustrado, industrial y antropocéntrico. El sentimiento definitivo de superioridad del presente respecto al pasado gobernado por dioses fue enunciado dentro de una concepción temporal, evolutiva y lineal orientada por la idea de perfección, según lo plantea Feres Junior.3 La idea de lo nuevo perduró hasta el siglo XIX porque teóricos alemanes como Karl Marx, Max Weber o Charles Baudelaire contribuyeron a entender la modernidad como un «momento transitorio», explicado por la transformación radical de la sociedad medieval a una industrial capitalista. En este sentido, Kosellec y Bôer agregan que la «modernidad» de este momento conlleva algunos procesos constitutivos como «la temporalización», «la ideologización», «la politización», «la democratización», y «la nacionalización». Bajo estas ideas, poco a poco, el concepto fue entendiéndose como un presente que funciona como pasado de un futuro próximo y perfecto, cuya dinámica modificaba las instituciones y el Estado, a través de inéditas interacciones sociales en el tiempo y el espacio. Para finales del siglo XIX y principios del XX, agrega Feres Junior y Jorge Larraín, la hegemonía político-económica y la intensa justificación teórica desplegada por los intelectuales de la modernidad euro-americana condujeron a la asociación natural de «modernidad» con europeidad, blanquitud, civilización, industrialización. En consecuencia, se asimiló teórica y prácticamente, la idea de la existencia de un sólo proceso denominado modernidad; uno auténtico, verdadero, burgués, occidental y de corte nacionalista.4 Hugo Fazio Vengoa agrega que hasta la década de los 60, comienza una nueva construcción metodológica y epistémica interdisciplinaria sobre la modernidad: la «teoría de las múltiples moder-

Feres Junior, Op. cit., p.31. Feres Junior, Op. cit., p. 33. 4 Feres Junior, Op. cit. p.34 2 3

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nidades»5. Estas consideraciones ya no referían a una modernidad completa, transhistórica y monodireccional, cuyo programa epistemológico y científico sea omnicomprensivo y metahistórico, tal como afirmaba el liberalismo, el keynesianismo y el marxismo de principios del XX. En este sentido, las tesis posmodernas y su crítica a los grandes metarrelatos han abierto un nuevo panorama interpretativo.6 Dentro de esta perspectiva, es importante el análisis de la «historia del tiempo presente» que realiza Fazio Vengoa, pues enriquece algunas ideas aportadas por el debate de las múltiples modernidades. En síntesis, este autor incorpora, metodologicamente, al tiempo presente como el lugar en donde se construyen las interpretaciones de las múltiples trayectorias humanas. Ahora, bajo este planteamiento, la modernidad puede entenderse como un marco interpretativo del tiempo presente que contiene tensiones activas entre el pasado, el futuro y las instituciones o programas socioculturales y político-económicos: La modernidad [...] es un proceso que se realiza en el tiempo histórico a partir de las variadas maneras de relacionarse las “experiencias” con las expectativas”. En rigor, no hay un elemento único que le otorgue uniformidad a la modernidad, no existe un “ladrillo”, es decir, un fundamento que la sustente; más bien, la modernidad se construye en nuestro presente a través de la coexistencia de una infinidad de temporalidades relativas, o como gustaba decir a Koselleck, como una “contemporaneidad de lo no contemporáneo” (Geichzeitigkeit der Underglizeitgkeit). Es por ello que la historia en singular ha derivado con el tiempo en una dinámica menos europea y más contemporánea. Al dilatarse los horizontes de la historia y al multiplicarse las contemporaneidades se ha roto con la anterior unidad, que se cristalizaba en torno a una sucesión histórica con pretensión universal.7

Sin embargo, la tesis de las múltiples modernidades posee críticas.8 Fazio Vengoa expone que el pensamiento posmoderno ocasiona la pérdida de fundamentos y la direccionalidad del tiempo en el ejercicio epistemológico. Este razonamiento, permite asumir que en consecuencia, existen múltiples modernidades, dado que no existe una legítima, original e incomparable; por lo tanto, la misma idea de la «multiplicidad» vuelve inútil y vacía la categoría «modernidad» de todo contenido teórico reelevante: Larraín, Jorge; ¿América Latina moderna? Globalización e identidad, Lom, Santiago, 2005, p. 141 Fazio Vengoa, Hugo; La historia del tiempo presente y la modernidad mundo, en Historia Crítica, Bogotá,núm. 34, 2007, p. 200 7 Fazio Vengoa, op. cit., p. 199 8 Una crítica interesante es la que realiza María Cristina Reigadas, quien contrargumenta las tesis de las múltiples modernidades, pues considera, a través de los planteamientos de Jünger Habermas, la imposibilidad de negar la hegemonía económica que sigue afectando al desarrollo latinoamericano; además agrega que es muy cuestionable la capacidad autorreflexiva de las sociedades latinoamericanas. Asimismo, agrega que la propuesta de las multiples modernidades cae en una perspectiva culturalista olvidando la existencia de otros factores estructurantes. 5 6

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«[...] si las experiencias pueden ser en su actuación diacrónica, evoluciones tan dispares entre sí, entonces no se puede recabar en la existencia de ningún conjunto de elementos y contenidos que sustenten la noción misma de modernidad, pues, es evidente que lo que para unos quizá sea moderno puede no serlo para otros» 9

Es importante atender las consecuencias epistemológicas de la fractura de la modernidad (occidental, burguesa, capitalista, ascendente y futurista): ¿Hay múltiples modernidades o múltiples trayectorias de la modernidad? Si no existe un fundamento último de lo moderno, ¿para qué continuar hablando de modernidad? ¿Qué sucede en el escenario latinoamericano? ¿América Latina es moderna, transmoderna o premoderna? Bajo la propuesta teórica de la «multiplicidad», Jorge Larraín y Shmuel N. Eisenstadt intentan corregir y precisar los planteamientos de la teoría de las múltiples modernidades. En el trabajo de éste último, titulado América Latina y el problema de las múltiples modernidades, sostiene que hoy las sociedades del mundo están atravesadas, de una u otra manera, por procesos conjuntos que conforman lo moderno —la democratización, urbanización, individualismo, control racional de la naturaleza, modernización tecnológica, secularización de la política—. De igual manera, sostiene que estas trayectorias modernas son complejas porque son el resultado de «encuentros entre la apropiación variable de los programas políticos e institucionales de la modernidad y su continua reinterpretación a la luz de diversas tradiciones, crisis y ruptruas.».10 Eisenstadt confirma la difusión de una trayectoria moderna en la mayor parte del mundo — principalmente en sus versiones colonial e imperialistas—, pero, la cual no dio lugar a un patrón institucional único, a una civilización moderna única, sino al desarrollo de diversas civilizaciones o «patrones civilizatorios» modernos en constante transformación; es decir, trayectorias que poseen un núcleo asociado con la técnica y el control racional de la naturaleza. Las propuestas aterrizan en el análisis de América Latina, la cual es el escenario que manifiesta los encuentros, desencuentros y reelaboraciones de lo moderno. Jorge Larraín, por su parte, introduce una nueva categoría operativa: las «modernidades entramadas». La pertinencia de esta categoría obedece la intensificación de las tendencias globalizantes y su gran alcance, los nuevos circuitos espacio temporales globalizantes, por lo que se entrecruzan las trayectorias locales y globales de las naciones. Con esta concepción se opta por privilegiar los numerosos entrecruzamientos que registran las diferentes experiencias históricas, sus variadas superFazio Vengoa, op. cit., p.201 Eisenstadt, Shmuel N.; América Latina y el problema de las múltiples modernidades, en Revista Mexicana de Ciencias Polìticas y Sociales, México, núm. 218, UNAM, 2013, p.153 9

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posiciones, las que en un conjunto van definiendo el sentido que adquiere la modernidad. Demás está decir que en su naturaleza intrínseca, unas modernidades entramadas no pueden ser regionales, sino que tienen que realizarse globalmente. El proceso de convergencia de todas estas trayectorias ha sido denominado «globalización». Ésta, para este Fazio Vengoa, es el fenómeno del tiempo presente que inaugura una nueva modernidad: «la modernidad mundo».11 En palabras de él: «[...] no es una modernidad la que potencia la globalización, sino esta última la que sustenta la actual modernidad.»12 Es en este tiempo presente en expansión en el que convergen, sincronizan y resuenan las diferentes trayectorias modernas. Esta idea altera aquella otra que entiende a la globalización como producto imperativo de la modernidad occidental. Históricamente, las sociedades latinoamericanas han estado atrapadas en los dilemas y tensiones entre «lo tradicional» y «lo moderno»: las consideraciones que ven a la modernidad euroamericana como valor y meta en sí misma, y a la tradición como fuente de identidad que obstaculiza el desarrollo.13 María Cristina Raigadas, filósofa argentina, lo define así: Los latinoamericanos oscilamos entre la adhesión histórica al universalismo abstracto y el refugio en nuestra singularidad, un “propio” [un lo nuestro] escencializado en algun momento privilegiado del pasado [...] o el futuro. jEn todos estos casos, en los que pendulamos en el adentro y afuera, entre lo propio y lo ajeno, lo nuevo y lo tradicional, lo cercano y lo lejano nos hemos empobrecido, ignorando la riqueza de lo entrecruzado, heterogéneo y complejo.14

En conclusión a esta aproximación epistemológica al debate de la modernidad, es posible afirmar lo siguiente: la modernidad no es un concepto omnicomprensivo y metahistórico. Dado que los fenómenos que se han enmarcados dentro de ésta obedecen a criterios ideológicos-subjetivos concretos y pseudoconcretos, no hay un enlistado permanente de los fenómenos modernos; la contemporaneidad de la globalización es el horizonte temporal en el que se parte, y es en éste en donde la razón instrumentalista y el control de la naturaleza se identifica hoy como lo moderno. Así pues, la lectura de la modernidad que asume la linealidad y el sentido teleológico de la misma corresponde a una visión ideológica y epistemología deficiente. Fazio Vengoa, op.cit., pp. 195-196 Fazio Vengoa, op.cit., p. 200 13 Reigadas, María Cristina; ¿Una modernidad, modernidades múltiples? Más allá de la generalización y del método comparativo, Instituto de investigaciones en Ciencias Sociales “Gino Germani”, versión digital en http://www.catedras.fsoc.uba.ar/reigadas/pdf/Biblioteca/Textos/Reigadas_Una%20modernidad_varias%20modernida des.pdf 14 Reigadas, op. cit., 2 11 12

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Las contribuciones que realizan los pensadores sobre las múltiples modernidades convergen en un argumento de gran relevancia teórica: el desarrollo histórico es múltiple y no posee una lógica interna en sí misma. Además, son las interpretaciones de los sujetos interesados por lo moderno, quienes asignan un valor interpretativo a las coyunturas actuales. Por último, la interpretación de la modernidad está condicionada por un sujeto que ejerce una constante valoración ideológica concreta y una reinterpretación; lo que implica que este sea un debate que no puede ser superado. La identificación del contenido manifiesto de la ideología en los discursos sobre la modernidad permite realizar una reflexión sobre el dinamismo social. No es conveniente mantener categorías universalistas que no hacen otra cosa que eclipsar lo que pretende conocer. La idea de la multiplicidad de trayectorias de la modernidad posee sus dificultades epistemológicas; sin embargo, reconoce la imposibilidad de explicar la actualidad sin interconectar las áreas del conocimiento social. La crítica a este metarrelato tan conflictivo en América Latina, no significa la anulación de las condiciones actuales de las sociedades de este hemisferio, pero sí, la evolución de las maneras de explicarse y entender el mundo y su globalización.

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