“Modelando la militancia: Prácticas políticas y matrices identitarias en el radicalismo tucumano (1942-1958)

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Descripción

María Celia Bravo y Sandra Fernández (coordinadoras)

Formando el espacio público: Asociacionismos y política. Siglos xix y xx

Editorial de la Universidad Nacional de Tucumán (EDUNT) 5

Formando el espacio público: Asociacionismos y política. Siglos XIX y XX / María Celia Bravo ... [et.al.] ; coordinado por María Celia Bravo y Sandra Fernández. - 1a ed. - San Miguel de Tucumán : EDUNT, 2014. 272 p. ; 20x14 cm. ISBN 978-987-1881-52-9 1. Historia Política Argentina. I. Bravo, María Celia II. Bravo, María Celia, coord. III. Fernández, Sandra, coord. CDD 320.982

© EDUNT María Celia Bravo, Directora Mirta Hillen, Editora responsable Aldo Cocheri, Diagramador responsable Mirta Hillen y Aldo Cocheri, Diseño de tapa Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita del titular del copyright, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo públicos. © EDUNT Crisóstomo Álvarez 883. 4000 S. M. de Tucumán, Argentina Tel-fax: 0381-4523140 / 4226686 e-mail: [email protected] www.edunt.unt.edu.ar Queda hecho el depósito que marca la ley Nº 11.723 Impreso en Argentina - Printed in Argentina ISBN 978-987-1881-52-9 6

ÍNDICE

Prólogo

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1. Filantropía, visibilidad y participación. Sociedad de Beneficencia de Rosario, 1854-1890 María Celia Fraga Romina Noelia García

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2. El mutualismo y la compleja relación con el gremialismo (Tucumán, 1877-1914) María Celia Bravo Vanesa Teitelbaum

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3. Entre el orden científico y la beneficencia. La expereriencia del Hospital e Instituto de Enseñanza Médica del Centenario. Rosario, 1910-1929 Sandra Fernández

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4. Completar la Nación, regenerar la República. La Liga Patriótica Argentina y el Congreso General de Territorios Nacionales de 1927 Lisandro Gallucci

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5. Gramáticas híbridas. Interacciones de las bibliotecas populares y la cultura de masas. Rosario en la entreguerra Diego Roldán

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6. Los exiliados republicanos y sus vinculaciones con el movimiento asociativo étnico: El caso de la Federación de Sociedades Gallegas de la Argentina Laura Fasano

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7. Prácticas asociativas e identidades: El empresariado industrial metalúrgico rosarino, la conflictividad laboral y la organización obrera en la etapa formativa del peronismo Silvia Simonassi

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8. Modelando la militancia: Prácticas políticas y matrices identitarias en el radicalismo tucumano (1942-1958) Leandro Lichtmajer

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Fuentes Bibliografía general

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8 Modelando la militancia: Prácticas políticas y matrices identitarias en el radicalismo tucumano (1942-1958) Leandro Lichtmajer*

La producción historiográfica sobre los partidos políticos argentinos desarrolló durante los últimos años una ampliación de la agenda de problemas y una apertura de nuevos horizontes temáticos. En ese sentido, tópicos clásicos como los perfiles ideológicos de las organizaciones partidarias, las disputas entre sus grupos internos y las bases sociales de sus dirigentes y seguidores dialogaron con miradas receptivas de las formas de construcción del poder a nivel de las bases y la articulación, a través de los espacios de sociabilidad, con las comunidades en las que se desenvolvieron. El énfasis en el componente reticular de la acción de los partidos llevó a concebirlos como actores insertos en un marco territorial determinado, que pusieron en juego un sistema de relaciones sociales imbricadas con las prácticas a nivel local.1 *

Instituto Superior de Estudios Sociales (CONICET-UNT). Desde el campo historiográfico pueden subrayarse, entre otros, Devoto, Fernando y Ferrari, Marcela (comps.), La construcción de las democracias rioplatenses: proyectos institucionales y prácticas políticas. 1900-1930, Biblos, Buenos Aires, 1996; Acha, Omar, «Sociedad civil y sociedad política durante el primer peronismo», en Desarrollo Económico, vol. 44, núm. 174, 2004; Camarero, Hernán, A la conquista de la clase obrera. Los comunistas y el mundo del trabajo en la argentina, 1920-1935, Siglo xxi, Buenos Aires, 2007; Barry, Carolina, Evita Capitana. El Partido Peronista Femenino 1949-1955, Universidad Nacional de Tres de Febrero, Caseros, 2009; Quiroga, Nicolás, La dimensión local del Partido Peronista. Las unidades básicas durante el primer peronismo, Mar del Plata (1946-1955), Tesis doctoral, Universidad Nacional de Mar del Plata, Mar del Plata, 2010; Mauro, Diego, Los rostros de la política. Reformismo liberal y política de masas. Santa Fe, 1921-1937, Tesis doctoral, Universidad Nacional de Rosario, Rosario, 2009; Valdéz, María José, «Prácticas electorales en Buenos Aires, 1912-1930», en http://historiapolitica.com/datos/biblioteca/valdez.pdf (consultado el 2/2/2010); Pérez Branda, Pablo (comp.), Partidos y micropolítica. Investigaciones históricas sobre partidos políticos en la Argentina del siglo XX, Suárez, Mar del Plata, 2011. Perspectivas provenientes de otros campos disciplinares, como la sociología y la antropología en Auyero, Javier, La política de los pobres. Las prácticas clientelistas del peronismo, Manantial, Buenos Aires, 2001; Frederic, Sabina y Soprano, Germán (comps.), Cultura y política en etnografías sobre la Argentina, Universidad Nacional de Quilmes, Bernal, 2005; Rosato, Ana y Balbi, Fernando Alberto (eds.), Representaciones sociales y procesos políticos. Estudios desde la antropología social, Antropofagia, Buenos Aires, 2003; Levitsky, Steven, La transformación del justicialismo. Del partido sindical al partido clientelista, 1983-1999, Siglo XXI, Buenos Aires, 2005. 1

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Las prácticas de la UCR a nivel de las bases recibieron temprana atención en un trabajo publicado por David Rock a comienzos de la década de 1960.2 En busca de explicar la solidez electoral de la UCR entre 1916 y 1930, Rock exploró los intersticios de la «máquina radical», estructura política cuyo mote daba cuenta de su efectividad a la hora de competir en los comicios. A tono con esta orientación, los abordajes posteriores privilegiaron las coyunturas de crecimiento y triunfos electorales por sobre las de crisis y retracción al centrarse en el período comprendido entre comienzos del siglo xx y el golpe de Estado de 1930.3 Como contrapartida, las prácticas a nivel de las bases ocuparon un lugar marginal en los trabajos sobre el primer peronismo, contexto diametralmente opuesto en el que el radicalismo quedó relegado a un rol minoritario.4 2 Rock, David, «Machine politics in Buenos Aires and the argentine radical party, 1912-1930», en Journal of Latin American Studies, vol. 4, núm. 2, noviembre de 1972, pp. 233-256. 3 Rock, David, El radicalismo argentino, 1890-1930, Amorrortu, Buenos Aires, 1977; Ansaldi, Waldo, «¿Un caso de nomenclaturas equivocadas? Los partidos políticos después de la ley Sáenz Peña, 1916-1930», en Ansaldi, Waldo (et al.), Argentina en la paz de dos guerras 1914-1945, Biblos, Buenos Aires, 1993, pp. 19-63; Vidal, Gardenia, Radicalismo de Córdoba 1912-1930. Los grupos internos: alianzas, conflictos, ideas, actores, Universidad Nacional de Córdoba, Córdoba, 1995; Alonso, Paula, Entre la revolución y las urnas. Los orígenes de la Unión Cívica Radical y la política argentina en los años ’90, Sudamericana, Buenos Aires, 2000; Persello, Ana Virginia, El partido radical: gobierno y oposición (1916-1943), Siglo XXI, Buenos Aires, 2004; Horowitz, Joel, «Patrones y clientes: el empleo municipal en el Buenos Aires de los primeros gobiernos radicales (1916-1930)», en Desarrollo Económico, vol. 46, núm. 184, enero-marzo de 2007, pp. 569-596; Ferrari, Marcela, Los políticos en la república radical: prácticas políticas y construcción de poder (1916-1930), Siglo XXI, Buenos Aires, 2008. Perspectivas sobre la década del treinta en Gutiérrez, Leandro y Romero, Luis Alberto, Sectores populares, cultura y política. Buenos Aires en la entreguerra, Siglo XXI, Buenos Aires, 2007; Valobra, Adriana María, «Acción y sociabilidad políticas de radicales feministas en La Plata de los ’30», en Ferrari, Marcela y Quiroga, Nicolás (comps.), Historias políticas de la provincia de Buenos Aires, Archivo Histórico «Dr. Ricardo Levene», La Plata, 2009, pp. 57-83. 4 García Sebastiani se refirió a la multiplicación de instancias de debate y difusión doctrinaria (congresos, ateneos, institutos) que se observó a partir de 1949 en la provincia de Buenos Aires. Por su parte, Persello subrayó la creación de comisiones de prensa y bibliotecas públicas en los comités del partido a partir del liderazgo de Arturo Frondizi (1954). García Sebastiani, Marcela, Los antiperonistas en la Argentina peronista, Buenos Aires, Prometeo, 2005; Persello, Ana Virginia, Historia del radicalismo, Buenos Aires, EDHASA, 2007, cap. 4. Véase también Lichtmajer, Leandro, «La UCR tucumana frente al triunfo peronista. Centralización partidaria, declive de los comités y depuración de las prácticas políticas (1942-1951)», en Pérez Branda, Pablo (comp.), Partidos… cit., pp. 133-165. Los trabajos sobre el radicalismo durante la «Revolución Libertadora» no atendieron esa dimensión de análisis.

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En efecto, si hasta el golpe de Estado de 1943 todavía existían razones para concebir a la UCR como la expresión partidaria mayoritaria de la Argentina, la emergencia del movimiento comandado por Perón la desplazó hacia los márgenes de la escena política y abrió un proceso de profundas transformaciones en su interior. En ese contexto, los radicales revisaron su perfil ideológico, modificaron su estructura organizativa y asistieron a una reformulación de la correlación interna de fuerzas, que dio preeminencia a nuevos planteles dirigentes. Este proceso se vivió con singular intensidad en Tucumán, distrito en el que los contrastes entre la experiencia previa al golpe del 4 de junio y los gobiernos peronistas fueron particularmente marcados. A diferencia de la mayoría de las provincias, Tucumán fue gobernada por la UCR hasta los albores del golpe de 1943. Sin embargo, la profunda reformulación de las lealtades políticas desarrollada durante los gobiernos militares sentó las bases para que el movimiento liderado por Perón cosechara el porcentaje de votos más alto del país en las elecciones de febrero de 1946. En ese sentido, la emergencia del peronismo se reveló como un punto de inflexión en el derrotero del radicalismo tucumano, que pasó sin escalas del centro a los confines del mapa político. Tomando en cuenta esas consideraciones, este artículo tiene como objetivo analizar las transformaciones de las prácticas radicales a nivel de las bases durante un período signado por el desalojo del gobierno, el desplazamiento electoral en manos del peronismo y el retorno al poder luego del golpe de 1955. Con ese fin, se propone explorar la fisonomía y actividades de los centros y comités, principales entidades partidarias a esa escala, y proponer una interpretación sobre sus ciclos de expansión y retracción. En particular, nos interesa indagar sobre los mecanismos que entablaron para sustentar su arraigo territorial, ponderando su rol de articuladores de demandas locales hacia el Estado y las formas de vinculación 219

con sus zonas de influencia, como así también el lugar que ocuparon en la estructura partidaria. El período de análisis obedece al ritmo político provincial. Se inicia en las campañas electorales de marzo y octubre de 1942, últimos comicios previos a la intervención federal que enajenó al radicalismo el gobierno provincial, y culmina en el triunfo electoral de la Unión Cívica Radical Intransigente en febrero de 1958. Se argumenta que los organismos de base combinaron la articulación de las demandas locales hacia el Estado y el mantenimiento de redes clientelares con la puesta en marcha de mecanismos de sociabilidad recreativa. Tanto estos rasgos como los cambios en su lugar en la estructura partidaria pautaron sus ciclos de expansión y retracción. Mientras que hasta 1943 sustentaron un denso entramado de movilización y reclutamiento, el golpe de Estado y la irrupción peronista socavaron en gran medida su presencia en el territorio provincial, panorama que se revirtió luego del golpe de 1955. Con el fin de explicar dichos vaivenes subrayamos la pérdida del Estado provincial y el proceso de centralización emprendido por las autoridades partidarias a fines de los años cuarenta.

La dinámica interna del radicalismo tucumano entre 1942 y 1958: De la crisis a la recomposición y el retorno al poder La irrupción del peronismo supuso el desplazamiento de la UCR tucumana a un rol minoritario inédito desde que había llegado al poder en 1917 (si se excluyen los períodos de intervención federal y proscripción electoral). En efecto, después del levantamiento de la abstención electoral (1934) Tucumán formó parte, junto a Córdoba y Entre Ríos, del conjunto de provincias con gobiernos radicales en un país dominado por la Concordancia. Este cuadro se mantuvo 220

hasta febrero de 1943, cuando una intervención federal decretada por Ramón Castillo puso fin a la experiencia abierta en 1934, abriendo un interregno conservador que culminó en el golpe de Estado del 4 de junio. El radicalismo llegaba a esa instancia atravesado por una profunda atomización interna, a pesar de lo cual mantenía el arraigo electoral que lo había caracterizado desde mediados de la década previa. Entre 1943 y 1946, a las querellas heredadas del período de gobiernos radicales se sumaron las pujas entre unionistas e intransigentes,5 que dividieron el mapa partidario a lo largo del país, y el constante alejamiento de dirigentes y afiliados como fruto del panorama de crisis y el paso a las filas del emergente movimiento liderado por Perón. Estas tendencias socavaron el frente interno y sentaron las bases para la derrota más significativa en la historia del radicalismo. En febrero de ese año la UCR obtuvo menos del 25 % de los votos, lo que puso en evidencia la pérdida de apoyos que había sufrido en los departamentos del interior provincial, sobre todo en las zonas rurales vinculadas a la agroindustria azucarera. Esto no pudo ser contrarrestado con los votos obtenidos en el 5

Ambos bandos se enfrentaron en torno a la estrategia para enfrentar a Perón en las urnas y se diferenciaron por la composición de sus planteles dirigentes y los ejes discursivos-programáticos que priorizaron de cara a los comicios de 1946. Los unionistas auspiciaron el ingreso del radicalismo a una alianza pluripartidaria cifrada en el ideario antifascista. Lideraron sus filas los núcleos provenientes del tronco alvearista hegemónico durante el período cerrado el 4 de junio y pusieron énfasis en el programa del arco político-asociativo opositor al gobierno militar que se configuró a partir de 1943. Este subrayó la defensa de las instituciones republicanas y las tradiciones liberales-democráticas de la Argentina frente a un régimen interpretado como una expresión local del fascismo. Por su parte, los intransigentes postularon la estrategia de presentarse a los comicios sin el concurso de los demás partidos. Se nutrieron de los sectores minoritarios que se opusieron al liderazgo de Alvear desde 1935 en adelante y, aunque compartieron el diagnóstico que atribuyó al gobierno militar una filiación fascista, centraron sus discursos en la renovación de los componentes sociales y económicos de la plataforma partidaria, aspectos sobre los que mostraron una postura de mayor receptividad al proceso de transformaciones sociales y crecimiento en la intervención estatal en la economía llevados a cabo por el gobierno entre 1943 y 1945. 221

departamento Capital, principal distrito de la provincia, de perfil eminentemente urbano.6 De ese modo, en un lapso de cuatro años el radicalismo tucumano pasó de controlar el poder político a representar una fracción minoritaria de la oposición, lo que provocó intensas transformaciones en los diferentes ámbitos de la vida partidaria. La magnitud de la irrupción peronista en el escenario tucumano planteó a la dirigencia radical el desafío de sostener una acción política sostenida a lo largo del tiempo y difundida en la totalidad del territorio provincial. En ese sentido, luego de la derrota se paralizaron sus organismos directivos y se potenció el desmembramiento del entramado partidario, procesos que limitaron sus posibilidades de hacer frente a un peronismo en ascenso. Como producto del éxodo de dirigentes y la desarticulación interna, la presencia del radicalismo se redujo a una mínima expresión al limitarse sus actividades y desgranarse sus filas. Tal era el panorama cuando en enero de 1948 se realizaron los comicios internos que definieron las nuevas autoridades del radicalismo tucumano y señalaron el ascenso de la dirigencia intransigente, que desplazó a un unionismo deslegitimado por la derrota electoral y la posterior falta de respuestas. En consonancia con los rasgos identitarios 6

De acuerdo al censo general de 1947 Tucumán era el sexto distrito más poblado del país. Contaba con un total de 593.371 habitantes diseminados en los once departamentos que conformaban su estructura política. Su superficie total era de 27.000 km², configurando una densidad de 22 habitantes por km², distribuidos de manera uniforme en las zonas urbana (50,4 %) y rural (49,6 %). El perfil urbano del departamento Capital, sede de la ciudad de San Miguel de Tucumán, le otorgaba una fisonomía singular que permitía diferenciarlo con respecto al interior provincial, donde se observaba una preeminencia de la población rural dedicada a las actividades agrícola-ganaderas y agroindustriales. Entre estas últimas se destacaba la producción azucarera, principal engranaje económico desde el último tercio del siglo xix, cuyos períodos de auge y crisis modelaron el devenir político y social de Tucumán. Campi, Daniel y Bravo, María Celia, «Aproximación a la historia de Tucumán en el siglo XX. Una propuesta de interpretación», en Orquera, Fabiola (comp.), Ese ardiente Jardín de la República: formación y desarticulación de un campo cultural (Tucumán 1880-1975), Alción, Córdoba, 2010, pp. 13-44. 222

que desplegaron desde su surgimiento a comienzos de los años cuarenta, los intransigentes rodearon su acceso al poder con una impronta «purificadora» que fue presentada como la vuelta a los orígenes y el resurgimiento del «verdadero radicalismo».7 Este se definió en oposición a los núcleos conservadores del partido y buscó reconstruir una fisonomía receptiva de las demandas de los sectores populares provinciales. Asimismo, en sintonía con los argumentos que los llevaron al poder, impugnaron la conducción anterior asociándola con las «caducas direcciones partidarias» anquilosadas en poder.8 Al triunfo intransigente en los comicios internos le siguió una dura derrota electoral en marzo de 1948, cuando los radicales perdieron la segunda minoría en manos de una escisión del peronismo provincial y resignaron una gran cantidad de votos en el distrito Capital merced al crecimiento del desprendimiento conservador Defensa Provincial Bandera Blanca. El caudal electoral de la UCR se redujo a menos de la mitad de la cosecha de 1946, abarcando un porcentaje inferior al 12 %. De ese modo, al paupérrimo escenario visible en los departamentos del interior se sumó el descenso en el principal distrito provincial, en el que los radicales pusieron buena parte de sus expectativas. Las elecciones de 1948 expresaron que el peronismo había llegado para quedarse y que la pérdida de protagonismo radical de antaño tendía a pro7

Las demandas de «depuración» fueron esgrimidas recurrentemente por los sectores minoritarios del radicalismo desde finales de los años treinta y se convirtieron en un eje central de las disputas identitarias luego del golpe de 1943. Transitaron por diferentes significados. Remitieron, por un lado, al recambio de los planteles dirigentes dominantes durante los años treinta, impugnados por su supuesta connivencia con los gobiernos conservadores a nivel nacional. Asimismo, plantearon el alejamiento del grupo de industriales azucareros que militaban en el radicalismo como condición necesaria para que este pusiera en marcha reformas económicas y sociales profundas. Finalmente, plantearon una democratización de las prácticas internas, a lograrse mediante la representación de las minorías en los organismos partidarios, el voto directo en las elecciones internas y una batería de medidas tendientes a lograr un mayor control sobre los afiliados. 8 La Gaceta, 30/01/1948. 223

fundizarse. Sus desastrosos resultados encendieron la luz de alarma, revelando los límites del optimismo con el que los intransigentes rodearon su ascenso en el plano interno. A contramano de la retórica de ese sector, centrada en una supuesta rectificación de los errores del pasado a fuerza de una renovación de las estructuras y las personas, su acceso al poder fue sucedido por un contundente fracaso electoral. A partir de 1949 este cuadro comenzó a revertirse, proceso al que contribuyó el dinamismo de los jóvenes planteles intransigentes. Estos recuperaron la iniciativa a través de un despliegue importante de actividades proselitistas, la reactivación de organismos y la reformulación de las bases organizativas, proceso que, como veremos más adelante, repercutió en las prácticas a nivel de las bases. El mayor dinamismo en el plano interno fue acompañado por un repunte en el desempeño electoral (la UCR recuperó el lugar de primera minoría) y un incremento en la representación legislativa. La vitalidad del partido se recompuso paulatinamente y, hacia comienzos de la décda de 1950, los radicales tucumanos estuvieron en condiciones de desarrollar una labor sostenida en buena parte del territorio provincial. De ese modo, durante el segundo período presidencial de Perón los radicales tucumanos se afianzaron como la principal alternativa política al gobierno, a pesar de lo cual estuvieron lejos de representar una real amenaza desde el punto de vista electoral. Entre los sectores dirigentes se consolidó la figura de Celestino Gelsi, cuyo liderazgo alcanzó proyecciones nacionales en el seno del frondizismo y mantuvo el control del partido sin demasiados sobresaltos hasta los estertores del gobierno peronista. Si bien los sectores unionistas se organizaron para competir en contra de la hegemonía intransigente en las elecciones internas de 1951 y 1955, no obtuvieron los apoyos suficientes para alcanzar la minoría y quedaron desplazados en el mapa interno de poder. La restricción de los espacios institu224

cionales y la limitación a sus opciones estratégicas como fruto del giro autoritario que dio el peronismo durante la década de 1950 achicaron los márgenes de acción de la UCR, que desde 1952 ocupó buena parte de su energía en denunciar la hostilidad del gobierno y apoyar veladamente las iniciativas golpistas gestadas entre la oficialidad antiperonista. Así, el golpe de Estado de 1955 encontró a los radicales tucumanos en una posición minoritaria pero expectante. Merced al derrocamiento del peronismo, el retorno al poder que las urnas le habían negado durante casi una década apareció como una posibilidad concreta. La perspectiva de volver al poder y las pujas por definir una estrategia frente al peronismo y el gobierno militar potenciaron las líneas de fractura a nivel de las cúpulas. En ese marco se produjo el cisma partidario nacional de 1957. Los grupos alineados con Celestino Gelsi y Arturo Frondizi se nuclearon en la UCR Intransigente(UCRI) mientras que los sectores disidentes, acaudillados en la provincia por Ángel Pisarello e identificados con la línea nacional de Ricardo Balbín y Amadeo Sabattini, se encolumnaron en la UCR del Pueblo (UCRP). Sus intentos de hacer frente al liderazgo de Gelsi y de socavar la estructura que consolidó su poder durante los años peronistas resultaron infructuosos. La UCRI se erigió en expresión mayoritaria del radicalismo de la provincia en los comicios de julio de 1957 y, luego del pacto con Perón, de febrero de 1958.

Los organismos radicales de base. Sociabilidad recreativa y articulación de demandas locales hacia el Estado La presencia territorial del radicalismo se nutrió entre 1942 y 1958 de un universo complejo de entidades, cuyo denominador común fue la identificación con el partido y la realización de actividades orientadas a movilizar a los afiliados y captar apoyos en la sociedad en general. Aunque 225

la forma predominante durante todo el período fueron los centros y comités, se sumaron a estos una miríada de expresiones tales como las brigadas, juntas, subcentros y ateneos. Las brigadas y las juntas se crearon durante las campañas electorales con el fin de desarrollar tareas proselitistas concretas. En el primer caso puede mencionarse la «Brigada juvenil» formada en 1956 por simpatizantes de entre 13 y 18 años, cuyo objetivo fue involucrar en las tareas de campaña a los simpatizantes cuya edad los excluyó de la estructura partidaria. Con ese fin visitaron las casas de San Miguel de Tucumán dejando votos y propaganda.9 Entre las segundas se destacaron las juntas centrales de propaganda, que coordinaban las tareas preelectorales (apertura de centros, cronograma de actos, lista de oradores, obtención de fondos para la campaña) y, en menor escala, las juntas de circuito. Por su parte, los ateneos funcionaron independientemente de las campañas electorales y tuvieron un perfil cultural-doctrinario que se amoldó a la orientación «depuradora» señalada por la conducción intransigente (lo que explica su florecimiento a partir de 1949). Usualmente liderados por afiliados jóvenes, organizaron ciclos de conferencias y cursos sobre temas diversos, editaron publicaciones periódicas y fundaron bibliotecas. Tal fue el caso del «Ateneo Radical Moisés Lebensohn», entidad proyectada en 1951 por la Junta de Gobierno, que apeló a la dirigencia juvenil para su activación y sostenimiento. Orientadas hacia los miembros del partido y al público en general, las actividades del Ateneo buscaron galvanizar la faz programática al interior de sus filas y llamar la atención de individuos ajenos al partido, alentando el ingreso de cuadros a partir de una identificación programática. Esta doble orientación se percibió en los objetivos 9

La Gaceta, 30/05/1956.

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planteados por sus organizadores y en el carácter de sus actividades.10 Las organizaciones de mayor difusión a nivel de las bases fueron los centros y comités, cuya vasta y capilarizada11 estructura configuró el engranaje central de la matriz de la movilización y el reclutamiento radical. La fisonomía de los centros y comités siguió un patrón estable durante el período (Comisión Directiva de siete miembros y un número variable de vocales). Paralelamente se nombró una comisión honoraria, formada por los referentes departamentales con los que se identificaron los integrantes del comité y el candidato que apoyaron en las elecciones. Este esquema se combinó usualmente con una comisión de propaganda, de estructura similar a la de la Comisión Directiva, que comprendió un número variable de miembros (usualmente eran cerca de veinte personas, aunque encontramos casos donde eran más de cien). Es interesante resaltar que los integrantes de las diferentes instancias no se repitieron entre sí, por lo que los comités involucraron, de acuerdo al modelo general, entre 30 y 50 integrantes. Por otro lado, los ciudadanos movilizados por estas entidades no se restringieron a los afiliados pertenecientes a las comisiones directivas y comisiones de propaganda, ya que en algunos casos tuvieron decenas de inscriptos. Amparadas bajo el amplio paraguas de la identidad radical, estas instancias colaboraron en la consolidación de las redes partidarias y la inserción de la UCR en la 10

Se establecieron como finalidades del Ateneo el «estudio, discusión y difusión de la doctrina partidaria» junto a «la solución de problemas económicos, sociales y políticos del país y de la provincia conforme con dicha doctrina». Su principal actividad fue la organización de conferencias públicas sobre temas de carácter social, político y económico, en las que alternó la presencia de dirigentes de renombre nacional con la de referentes provinciales del partido y miembros del comité de la juventud. Estas actividades se combinaron con cursos para instruir a los fiscales partidarios, la formación de una biblioteca orientada a los afiliados y el público en general y la publicación de un boletín con artículos redactados por los miembros del comité de la Juventud. Las actividades del Ateneo se centraron originalmente en San Miguel de Tucumán pero, con el crecimiento en sus filas, fundó filiales en las principales localidades del interior. La Gaceta, 15/09/1952. 11 Mauro, Diego, «Los rostros…», cit., p. 25. 227

sociedad. Durante los meses previos a las elecciones la actividad más frecuente fue la realización de actos con la asistencia de algún referente del partido. Se trató de concentraciones políticas donde pronunció un discurso el dirigente invitado y el presidente de la entidad, o algún afiliado de relevancia de la zona. Usualmente, los organismos encargados de la campaña electoral proyectaron las líneas programáticas que debían priorizar los referentes partidarios en los actos organizados por los centros y comités, a la par que les distribuyeron el material de propaganda. Los temas tratados por los dirigentes retomaron estos «ejes de campaña», adaptándose a los perfiles y demandas de los vecinos de la zona. En ese sentido, en las localidades rurales pobladas por productores azucareros se observó el planteo de problemas vinculados a las necesidades de ese sector, mientras que en los barrios suburbanos de San Miguel de Tucumán priorizaron temas de infraestructura y servicios públicos de la ciudad. La combinación de dirigentes de influencia local, provincial y nacional estableció «niveles» diferentes de preocupaciones, que procuraron acercar al votante a los problemas inmediatos sin perder de vista las cuestiones más generales.12 A medida que avanzaba la campaña electoral, las autoridades de los centros y comités mantuvieron informado al partido sobre la labor en sus zonas de influencia y recomendaron las acciones a seguir. Durante los días previos a los comicios los organismos encargados de la campaña proporcionaron los padrones electorales y designaron 12

Obsérvese al respecto la descripción de un acto en la localidad de Los Pereyra, zona rural del departamento Cruz Alta: «Inició el acto [el dirigente local] Juan Maxud, quien en un brillante discurso puso de manifiesto los ideales del radicalismo de Los Pereyra y las necesidades de los pobladores de la zona. A continuación ocupó la tribuna [el diputado nacional] Ramón Paz Posse, quién arengo a la concurrencia abundando en conceptos de orden político-económicos para hacer resaltar los valores que sustenta el radicalismo y su preocupación por los problemas fundamentales de la provincia. Le siguió en el uso de la palabra [el candidato a diputado nacional] Roque López, quién esbozó los problemas de interés general que serán su principal preocupación si el electorado le lleva a la banca nacional». La Gaceta, 22/02/1942. 228

fiscales electorales, mientras que los centros y comités se dedicaban a movilizar votantes hacia los actos de cierre de campaña y llevarlos a las mesas el día de la elección. En ese sentido, aunque la fundación de los organismos señalados no fue privativa de los períodos proselitistas, su actividad se centró fundamentalmente en estos. Una dimensión insoslayable de la acción de los centros y comités fue la conformación de clientelas políticas y la movilización de afiliados mediante la distribución de incentivos selectivos,13 aspecto resaltado en los trabajos que exploraron los organismos de base durante las primeras presidencias radicales.14 Como ha sido detallado por Marcela Ferrari, los comités eran el ámbito primordial de iniciación de las trayectorias partidarias. Al otorgar posibilidades de inserción a quienes quisieran hacer carrera política en el radicalismo y, eventualmente, acceder a algún puesto en la administración pública, representaron un canal privilegiado para el reclutamiento de dirigentes a nivel local.15 En efecto, el mantenimiento de la red de organismos de base precisó el manejo de un volumen importante de recursos materiales y humanos, para los cuales el acceso al Estado cumplió un rol significativo. En virtud del derrotero seguido por el radicalismo tucumano hasta 1943 puede afirmarse que el control de 13

Los conceptos de incentivos colectivos y selectivos, formulados en la década de 1950 por el sociólogo estadounidense Mancur Olson con el fin de explicar las lógicas de la acción colectiva, fueron utilizados en las perspectivas organizativas de los partidos políticos para dar cuenta de las causas que aglutinan y contienen a sus miembros. Los incentivos selectivos refieren a las promesas de futuros beneficios, servicios u oportunidades por los cuales un individuo está dispuesto a dar tiempo, esfuerzo o recursos a una organización determinada. Por su parte, los incentivos colectivos se vinculan a la creación de identidades partidarias, la configuración de solidaridades entre los miembros y la adhesión a un bagaje ideológico común. Panebianco, Ángelo, Modelos de partido. Organización y poder en los partidos políticos, Alianza, Madrid, 1995, cap. I. 14 Rock subrayó los pequeños favores que erigían a los caudillos en intermediarios entre los individuos y el gobierno: reparto de cargos públicos, servicios de caridad, pequeños créditos, distribución de bienes determinados (ropa, comida barata) desarrollados en la ciudad de Buenos Aires. Rock, David, El radicalismo…, cit. 15 Ferrari, Marcela, Los políticos…, cit. 229

las administraciones provincial, municipal y comunal le dio un margen de maniobra importante y aceitó el funcionamiento de la estructura de movilización que consolidó su poder político. Entre los dirigentes que lideraron estas instancias y las comunidades que los acogieron se generó un mecanismo de retroalimentación. Los comités y centros fortalecieron el poder de los referentes locales al tiempo que su peso en el partido o el Estado redundaron en beneficios para los vecinos de sus zonas de influencia. En ese sentido, paralelamente a las tareas de reclutamiento y movilización los comités cumplieron un rol primordial en la canalización de demandas hacia el Estado. La difusión territorial y el carácter de interlocutores dentro del partido permitieron a los organismos radicales recibir y dar cauce a numerosas exigencias locales, reforzando los canales de comunicación entre el Estado y los ciudadanos. Naturalmente, la factibilidad de que esas demandas se concretaran fue sustancialmente diferente si se tenía o no «llegada» al gobierno provincial, lo que se hizo patente durante los años de oposición al peronismo. Así, mientras que en períodos de gestiones afines fueron comunes los pedidos de mejora en los servicios públicos —reposición de lámparas del alumbrado público, ampliación de las líneas de ómnibus hacia zonas determinadas, arreglo de caminos rurales—, durante los años 1943-1955 estos se observaron en algunos casos aislados (volveremos sobre este punto más adelante). En su doble carácter de entidades orientadas a la movilización de clientelas y articulación de la UCR con la sociedad, los centros y comités no solo consolidaron las redes clientelares alimentadas desde el Estado sino que también generaron espacios de sociabilidad en los que simpatizantes, afiliados y dirigentes se vincularon a partir de actividades diversas. En efecto, estas entidades acompañaron sus labores de reclutamiento con un amplio abanico de tareas de índole recreativa (torneos deportivos, proyecciones de 230

películas, festivales musicales, recitales, bailes, etc.). Al igual que los ejes discursivos de los actos, estas se adaptaron a los perfiles de sus zonas de influencia. En el ámbito rural las actividades predominantes fueron los asados criollos. Realizados para celebrar la apertura del comité, celebrar la visita de algún dirigente de peso o cerrar la campaña electoral, los gastos corrían por cuenta de la organización, que proveía los medios de movilización necesarios para trasladar a los afiliados de las zonas alejadas. Los asados duraban desde el mediodía hasta el atardecer e involucraban a un público eminentemente masculino. Junto a la degustación del menú (carne, empanadas, chorizos) y el consumo de bebidas alcohólicas, se practicaban entretenimientos populares como el juego de la taba y se hacían «guitarreadas» de música criolla, en las que se bailaban gatos y chacareras. Al finalizar el almuerzo, el referente partidario agasajado y el líder político de la zona pronunciaban discursos sobre temas de interés partidario. Orientados hacia un público popular y masivo, los asados criollos armonizaron la camaradería y el fortalecimiento de los lazos entre dirigentes y afiliados con el proselitismo propiamente dicho. Esta figura predominante se combinó, en los pueblos del interior de la provincia, con el desarrollo de competencias deportivas tales como carreras de ciclistas o torneos de fútbol.16 Este tipo de actividades no fueron privativas del ámbito rural, observándose igualmente en las ciudades. No obstante, en el medio urbano los organismos de base complementaron el perfil popular y masivo de los asados y las competencias deportivas con la apelación a otros públicos. En ese sentido puede mencionarse la «velada cultural y política» auspiciada en 1942 por el centro «Defensores del Pueblo», el comité de la juventud y la unión juvenil universitaria radical de la ciudad de Tafí Viejo. Esta velada se inició con un número de recitado, seguido por 16

La Gaceta, 09/02/1942. 231

la presentación de un cuadro denominado «La Libertad», la ejecución de la «Serenata de Schubert» y de canciones regionales en el piano. Continuadamente, pronunciaron discursos el presidente del centro mencionado y dirigentes del partido, para dar cierre al acto con el reparto de caramelos a los niños.17 Perfiles similares asumió una «reunión danzante» organizada durante la campaña electoral de 1957 en un local de San Miguel de Tucumán, a cuyo cierre se sirvió chocolate caliente a la asistencia infantil. Destinadas a un público culto, mediante estas actividades el partido procuró trascender el perfil masculino y popular del asado criollo apelando a sectores sociales diversos, no restringidos al electorado propiamente dicho, tales como las mujeres y los niños.

Los vaivenes en la presencia territorial del radicalismo Entre 1942 y 1958 las entidades radicales de base siguieron un derrotero oscilante desde el punto de vista cuantitativo, al que podemos dividir en fases marcadas por los comicios desarrollados en la provincia.18 Las elecciones de marzo y octubre de 1942 ilustraron una matriz extensiva signada por la situación general del radicalismo. Como ha sido señalado, se observó allí un partido hegemónico que controló el Poder Ejecutivo y gozó de una amplia representación a nivel provincial, departamental y municipal. En ese marco, la labor del radicalismo a nivel de las bases se amparó en una nutrida red de dirigentes que recurrieron a la formación de centros y comités para cimentar su arraigo territorial. La cantidad y alcances geográficos de estas entidades revelaron una presencia territorial sobre la que cabe detenerse. En las campañas para los comicios de marzo 17

La Gaceta, 29/09/1942. La información referida a la cantidad y difusión geográfica de los centros y comités se incluyó al final del artículo. 18

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y octubre de 1942 (últimas pruebas electorales previas al golpe del 4 de junio) funcionaron alrededor de 350 organismos de este tipo, ampliamente diseminados a lo largo del territorio provincial. En efecto, estos abarcaron la totalidad de los departamentos de Tucumán, involucrando decenas de localidades (cuya cantidad osciló entre 89 y 63 entre marzo y octubre, respectivamente). En un territorio reducido y densamente poblado como el tucumano, la influencia de la red de centros y comités fue central durante las campañas electorales. Si se tiene en cuenta que estas entidades involucraron, aproximadamente, un promedio de 40 integrantes, una cifra aproximada del total de ciudadanos movilizados asciende a 14.000, lo que representó un 10 % del padrón total de la provincia. Aunque puede haber representado un caso excepcional, el circuito rural de «El Timbó» puede servirnos de ejemplo para vislumbrar la influencia de los organismos radicales de base a nivel local. En las elecciones de gobernador de 1938 los centros políticos de las localidades de «El Timbó Viejo» y «El Timbó Nuevo» (departamento Burruyacu, ubicado en el extremo noreste de la provincia) tuvieron 238 miembros, lo que representó un 40 % de los votantes del circuito. Dicho de otro modo, cuatro de cada diez ciudadanos que participaron en las elecciones formaron parte del centro radical de su localidad en carácter de miembros de las comisiones directiva o de propaganda. La matriz extensiva visible en los comicios de 1942 se modificó sustancialmente durante los gobiernos peronistas. Aunque en la campaña que culminó en febrero de 1946 estas entidades mantuvieron cierta presencia territorial (abarcando un total de 29 localidades en todos los departamentos, a excepción de Burruyacu) los comicios posteriores no hicieron más que reafirmar la tendencia descendente. Atribuimos este declive a la irrupción peronista y a la crisis interna, que hicieron mella en el otrora hegemónico radicalismo tucumano. En efecto, la pérdida 233

del control del Estado provincial, la desarticulación de la red de dirigentes que nutrieron su labor a nivel de las bases y el desgranamiento de sus filas contribuyeron a socavar la difusión de los centros y comités. A pesar de la progresiva recomposición de sus filas y el repunte electoral a partir de 1949, en los comicios desarrollados hasta el derrocamiento del peronismo se observaron pequeñas modificaciones en la cantidad de centros y comités. En efecto, si damos crédito a la información sobre el devenir del partido a nivel de las bases contenida en la prensa y en los documentos partidarios,19 en las elecciones de 1950, 1951 y 1954 la cantidad de centros y comités se estancó, manteniéndose por debajo de los niveles de marzo de 1948. Estos se centraron en los dos principales núcleos urbanos de la provincia (San Miguel de Tucumán y Tafi Viejo), revelando que el florecimiento de la vida partidaria y la revitalización de la dirigencia departamental no se extendieron reticularmente al nivel local. Esta divergencia puede explicarse a partir de dos factores. En primer lugar, la centralización de funciones de la Junta de Gobierno, que fortaleció los mecanismos de control y buscó encuadrar a los centros y comités dentro del proceso de depuración de las prácticas llevado a cabo por la conducción intransigente. En efecto, los nuevos planteles dirigentes materializaron una centralización de funciones en la Junta de Gobierno que dio al organismo ejecutivo del partido un mayor control sobre las instancias inferiores. En una serie de reformas desarrolladas a partir de 1949 este amplió sus prerrogativas en desmedro de los organismos departamentales y de circuito.20 En el primer caso redujeron sus funciones, 19

Las cifras sobre centros y comités a partir de 1950 se basaron en la información sobre la actividad proselitista del radicalismo publicada en el diario La Gaceta, única fuente periodística disponible, y en las actas de la Junta de Gobierno de la UCR de Tucumán. 20 Los circuitos eran la unidad electoral más pequeña de la provincia. Entre 1934 y 1943 existieron 134, ampliándose esa cifra a 145 a partir de 1946. Se organizaban en base a un criterio geográfico, abarcando un amplio rango de votantes (las cifras oscilaban entre 90 y 5.000 de acuerdo a la densidad poblacional de la zona). 234

su cantidad de integrantes y ampliaron los requisitos para ingresar y presentar listas de candidatos.21 En el segundo caso quitaron prerrogativas y eliminaron organismos.22 Los cambios en el plano formal acaecidos desde 1949 en adelante quitaron peso a la dirigencia local del partido, proceso cuya puesta en práctica generó resistencias contra la Junta de Gobierno. Así se desprendió de los comunicados que destinó a los afiliados que buscaron fundar comités sin encuadrarse en las nuevas disposiciones23 y las valoraciones positivas respecto a los organismos que siguieron los procedimientos establecidos en la Carta Orgánica.24 21

Las autoridades modificaron la fisonomía de los Comités Departamentales y redefinieron sus pautas de funcionamiento. Cambiaron su denominación por la de «Juntas Departamentales», redujeron su cantidad de miembros y les quitaron una porción importante de sus prerrogativas, que pasaron a ser patrimonio de la Junta de Gobierno. Si hasta 1949 las atribuciones de la Junta con respecto a los organismos departamentales eran solamente «resolver las cuestiones elevadas por estos», en la reforma de noviembre de 1949 se estableció que aquella debía «inspeccionarlos e intervenirlos en el caso que sea necesario» y adoptar todas las medidas tendientes a «desarrollar el interés por la acción cívica, mantener la disciplina partidaria y afianzar el espíritu de solidaridad entre los afiliados». Asimismo, trasladó la potestad de aprobar la formación de centros y comités de base a la Junta de Gobierno, enajenando a las Juntas Departamentales una herramienta clave para encauzar la labor de los referentes locales, que pasaron a depender directamente del organismo central del partido. A la reducción de las prerrogativas de las entidades departamentales se sumó la ampliación de los requisitos para ser miembros de las mismas. De exigirles como única condición ser afiliados al partido se pasó a requerirles ser nativos de la provincia o tener dos años de residencia en ella, ser vecinos del departamento y tener un mínimo de seis meses de afiliación a la UCR. Finalmente, se incrementaron los avales necesarios para presentar listas de candidatos, que pasaron de 10 afiliados en 1946 a 20 en 1949 y a 150 en 1951. Unión Cívica Radical de Tucumán, Carta Orgánica de la Unión Cívica Radical de Tucumán sancionada el 27 de noviembre de 1949, Talleres Gráficos Alfredo Baaclini, San Miguel de Tucumán, s/f. 22 Los Comités de Sección y los Subcomités Departamentales fueron eliminados de la estructura formal del partido. De ese modo, a fines de la década de 1940 permanecieron vigentes solamente la Convención Provincial, la Junta de Gobierno y las Juntas Departamentales. 23 «La Mesa Directiva de la Junta de Gobierno hace saber a las Juntas Departamentales, comités y afiliados que actúan en algunos distritos que es la Junta de Gobierno la autoridad que reconoce y autoriza la creación de comités, según el artículo 14 de la Carta Orgánica». La Gaceta, 19/02/1950. 24 Tal fue el caso del comité «Roque Coulin», de San Miguel de Tucumán. Cuando en junio de 1950 esa entidad solicitó el uso de la sede del partido para realizar una reunión política, su pedido fue aceptado «teniendo en cuenta que se trata de un comité reconocido y autorizado por el partido conforme a la Carta Orgánica» y se recomendó al presidente de la Junta que proceda de igual manera en casos similares, «no así cuando se trate de personas que no sean afiliadas o que siéndolo invoquen organismos, centros, comités o designaciones no reconocidas». Volveremos sobre este comité más adelante. Unión Cívica Radical de Tucumán, Libro de actas de la Junta de Gobierno (1945-1951).

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Junto a la centralización de funciones en la Junta de Gobierno el contrapunto entre la dinamización interna y el estancamiento de los centros y comités puede atribuirse a la imposibilidad de la dirigencia local de canalizar las demandas hacia el Estado como fruto del desplazamiento que sufrieron en manos del entramado asociativo peronista. Ciertamente, el desaliento de las cúpulas a la expansión reticular del partido confluyó con las limitaciones derivadas del lugar subsidiario que ocupó la UCR en el orden político, que obstaculizó la transmisión de demandas locales hacia los poderes públicos. Como precisó Omar Acha, la sociabilidad política sufrió una fuerte mutación durante el primer peronismo, contexto en el que se forjó un denso entramado de instituciones oficialistas dotadas de una fuerte capacidad de interpelación frente al Estado.25 Esta red se alimentó de las Unidades Básicas, organizaciones locales (entidades culturales o fomentistas) y redes informales de sociabilidad que se articularon en torno a la identidad política peronista y reforzaron su implantación local, tendencia profundizada a partir de 1950. Al absorber gran parte de las demandas locales hacia el Estado, este proceso ocluyó la posibilidad de que los organismos de base del radicalismo tucumano acompañaran el florecimiento de la vida partidaria. El clima de movilización y politización que protagonizaron las filas radicales durante los estertores del gobierno de Perón y las perspectivas que abrió su desalojo del poder apuntalaron el importante florecimiento de organismos de base visible luego del golpe de Estado.26 La apertura de entidades comenzó a observarse a fines de 1955 y se mantuvo en forma sostenida hasta los comicios presidenciales. En efecto, si se toman en cuenta las campañas de convencio25

Acha, Omar, «Sociedad…», cit. Las cifras de participación en las elecciones internas confirman el crecimiento de las bases de sustento del radicalismo entre 1955 y 1958. Así, mientras en 1948 y 1951 votaron alrededor de 4.000 afiliados, esta cifra creció en las elecciones de marzo de 1955 a 5.600 y en las de enero de 1956 a 7.900. Durante los meses subsiguientes el número de afiliados creció exponencialmente, como lo expresan las cifras de participación que obtuvo en diciembre de 1957 la UCRP (13.600). 26

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nales constituyentes (julio de 1957) y las de autoridades provinciales y nacionales (febrero de 1958), la cantidad y difusión geográfica de los centros y comités alcanzó cifras mayores a las que se observaron durante los gobiernos radicales previos a 1943. Consideramos que, en contraste con el cuadro visible durante los años finales del gobierno peronista, el golpe del 16 de septiembre mejoró sensiblemente las perspectivas de los radicales para canalizar demandas hacia los poderes estatales. Por sus posibilidades de encarnar una alternativa al movimiento comandado por Perón, la UCR se fortaleció al calor de un gobierno militar que buscó clausurar la etapa cerrada en 1955 apuntalando los partidos no peronistas. En ese sentido, el acceso de algunos sectores de la UCR al Estado, las perspectivas favorables para el retorno al poder y la reducción de los obstáculos desplegados durante los años finales del peronismo contribuyeron a crear un clima propicio para formar centros, comités y ateneos radicales. La revitalización de la actividad partidaria desbordó los márgenes proyectados por la Junta de Gobierno en 1949, que intentó en vano mantener el control sobre la multiplicidad de expresiones que pugnaron por ganar espacios al interior del partido. Esta situación se dirimió con el cisma partidario de comienzos de 1957. En efecto, una vez separados del partido los grupos disidentes nucleados en la UCRP, la Junta de Gobierno de la UCRI adoptó una estrategia favorable al desarrollo de los centros y comités. Autorizó que las Juntas Departamentales aprobaran su formación, contrariamente a lo realizado durante los años peronistas, y convocó públicamente a los afiliados que dispusieran de locales para formar estas entidades (octubre de 1957).27 De 27

La Junta de Gobierno desarrolló esta tendencia sin dejar de lado los mecanismos de control visibles desde comienzos de la década. En noviembre de 1955 expulsó al dirigente Ángel Pisarello acusándolo de liderar un «plan de alzamiento y divisionismo» por constituir centros políticos sin su autorización, circunstancia en la que reiteró a los afiliados las reglamentaciones vigentes al respecto. La Gaceta, 26/11/1955. Las advertencias sobre este tema dirigidas a los afiliados se repitieron en octubre de 1956 y agosto de 1957.

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ese modo buscó canalizar el creciente apoyo popular obtenido por el partido en un clima de movilización al interior del campo político opositor al peronismo.

Un caso de «supervivencia exitosa»: El comité Ciudadela Si bien el panorama interno del radicalismo durante los años peronistas evidenció un declive de la actividad a nivel de las bases, en algunos circuitos electorales de la provincia los dirigentes desarrollaron mecanismos de adaptación que les permitieron mantener una vida partidaria activa, plasmada en una labor sostenida de los centros y comités. Consideramos que el comité Ciudadela, populoso barrio ubicado al suroeste de la ciudad de San Miguel de Tucumán, representó uno de esos casos.28 El referente político de la UCR en el circuito era Pascual Tarulli, comerciante del principal mercado de frutas y verduras de San Miguel de Tucumán (el «Mercado de Abasto»), ubicado en ese barrio. Hijo de un dirigente radical, Tarulli inició su participación en las filas juveniles del partido en la década de 1930. Militó en las filas intransigentes desde su surgimiento hasta convertirse, en 1945, en uno de sus principales referentes a nivel provincial. En ese marco erigió al barrio Ciudadela en una importante base de sustento para esa fracción durante los comicios de fines de 1945 y comienzos de 1946, cuando sus huestes vencieron a las del dirigente unionista Amadeo Rizzato.29 El desgranamiento de las filas radicales desarrollado luego de la derrota ante el peronismo no se hizo sentir en ese barrio, ampliando su peso comparativo frente a los 28

Los límites del barrio Ciudadela eran en 1946 las avenidas Leandro N. Alem (Este), Cristóbal Colón (Oeste), Fernando Mate de Luna (Norte) y Julio Argentino Roca (Sur). Correspondía al circuito electoral Nº 8, que abarcaba un total aproximado de 2.700 votantes. 29 La Gaceta, 23/01/1946. 238

demás circuitos. De ese modo, en las elecciones internas de enero de 1948 se concentraron en Ciudadela un 25 % de los votantes del distrito Capital, lo que equivalía al 12,5 % del total provincial.30 A lo largo de los años peronistas el barrio mantuvo un peso significativo desde el punto de vista cuantitativo y simbólico, ya que constituyó un núcleo radical importante en la ciudad de San Miguel de Tucumán. El ejemplo de Tarulli reveló el mantenimiento de un tipo de construcción política sustentada territorialmente en un contexto general de repliegue de la labor del radicalismo a nivel de las bases.31 Aunque no le alcanzó para doblegar al peronismo en las urnas,32 el arraigo de Tarulli en su circuito le otorgó un capital político considerable que, junto a su temprana militancia en las filas intransigentes y su cercanía a Gelsi, le allanaron el camino para ocupar posiciones expectantes en los cuadros directivos de la UCR (entre 1948 y 1955 fue miembro de la Junta de Gobierno, convencional provincial y delegado al Comité Nacional) y ocupar una banca en la Legislatura provincial (diputado por el departamento Capital entre 1950 y 1955). El derrocamiento del peronismo proyectó su figura al plano nacional al ser electo convencional constituyente en 1957 y diputado nacional entre 1958 y 1962. 30

La Gaceta, 27/01/1948. La importancia del barrio Ciudadela en el diseño político de la intransigencia llevó a bautizar a la lista que triunfó en los comicios internos como «Gelsi y los 40 intransigentes del Mercado de Abasto». 31 En Ciudadela el radicalismo mantuvo una presencia permanente de centros y comités durante el período analizado. Las cifras oscilaron de manera acorde al ritmo general. Marzo de 1942: 12; octubre de 1942: 14; 1946: 3; 1948: 2; 1950: 2; 1951: 1; 1954: 2; 1957-1958: 11. 32 En las elecciones de 1946 y 1948 el radicalismo fue derrotado en Ciudadela, a pesar de lo cual obtuvo mejores resultados que en otros barrios de la capital. En marzo de 1950, con Tarulli como candidato a diputado provincial, los radicales obtuvieron el mejor resultado del período al perder por 70 votos. Esta tendencia ascendente languideció con la incorporación del voto femenino (1951). En ese marco, aunque los radicales hicieron una buena elección entre los hombres del circuito, el peronismo arrasó en el padrón de mujeres. Si bien la preeminencia del peronismo en el electorado femenino formó parte de una tendencia general, cabe señalar que las mujeres de Ciudadela recibieron escasa atención por parte del radicalismo. Sobre las estrategias del partido frente a las mujeres véase Valobra, Adriana, Del hogar a las urnas: Recorridos de la ciudadanía política femenina Argentina, 1945-1955, Prohistoria, Rosario, 2010. 239

El comité «Roque F. Coulin»33 del barrio Ciudadela mantuvo una actividad no circunscripta a las campañas electorales.34 De acuerdo al esquema planteado más arriba, en su seno se combinaron las tareas inherentes a la consolidación de las redes clientelares y la articulación de las demandas locales hacia el Estado con la sociabilidad a nivel barrial.35 Las sucesivas sedes que ocupó el comité durante los años peronistas tuvieron un denominador común en la cercanía con el Mercado de Abasto, ubicación cuyas ventajas eran naturales. Aparte de ser el lugar de trabajo de Tarulli, se trataba de un ámbito de sociabilidad vertebral del barrio, en el que se daban cita miles de potenciales votantes o colaboradores del partido.36 Desde el punto de vista logístico, el modus operandi del comité Coulin recordaba las faenas desarrolladas durante los gobiernos radicales de la década de 1930. En ese sentido, las tareas de afiliación y canalización de las demandas locales fueron realizadas por una red de dirigentes designados por el referente barrial, cuya labor consistía en visitar periódicamente a los vecinos consultando sus necesidades y llevar el registro de los afiliados de su zona de influencia. Esta

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Coulin fue un dirigente intransigente santafecino que falleció en 1945. La reconstrucción de la vida partidaria en el barrio Ciudadela fue realizada en base a la prensa escrita y la entrevista oral realizada al dirigente Dardo Raúl Jatip. Nacido en 1931, trabajaba en un puesto del Mercado de Abasto cuando comenzó su militancia en las huestes juveniles de Tarulli. 35 «El comité tenía vida propia. Los dirigentes se juntaban a leer, a jugar a las cartas… era el lugar de reunión (…) Tarulli y yo caíamos al comité tipo 6 ó 7 de la tarde a ver qué pasaba, salíamos del Mercado e íbamos. Me decía, por ejemplo: turco esta noche vamos a hacer un asado. Me daba plata y me decía: andá a comprar buena carne». Entrevista a Dardo Raúl Jatip realizada por el autor, San Miguel de Tucumán, 08/12/2008. 36 «En el Mercado, con Tarulli mangueábamos [sic] la plata para el teléfono del comité. Íbamos y les decíamos a los amigos poné diez pesos, poné dos pesos. Y la gente ponía. Nosotros teníamos ahí 20.000 personas todos los días (…) en el Mercado teníamos 4 ó 5 puesteros que ponían plata y nos ayudaban con el alquiler y la cuenta del teléfono». Entrevista a Dardo Raúl Jatip realizada por el autor, San Miguel de Tucumán, 08/12/2008. 34

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información era remitida al comité central del barrio, que llevaba un registro propio.37 Los pedidos eran diversos y abarcaban desde cuestiones particulares (zapatillas para los alumnos de la escuela del barrio, pintura para el frente de las casas, ayuda para la realización de trámites, asistencia por problemas de salud) hasta preocupaciones comunes a los demás vecinos, que requerían de gestiones más complejas. En este sentido, buena parte de los proyectos presentados por Tarulli durante su gestión como diputado provincial refirieron a demandas vinculadas al barrio, revelando un interés por elevar al ámbito legislativo cuestiones de interés vecinal.38 La amplificación de las demandas barriales vinculó al comité Ciudadela con instituciones extrapartidarias, evidenciando la existencia de un entramado asociativo que trascendió las fronteras de la UCR. Así lo expresó el acto en rechazo a una ordenanza municipal organizado en marzo de 1949 por el comité junto al Centro Vecinal Ciudadela y la articulación con el club y la biblioteca popular que funcionaron en el barrio.39 En consonancia con el esquema planteado más arriba, estos gestos encontraron fuertes obstáculos durante los años finales del gobierno peronista.40 37

«Nosotros organizábamos un comité por circuito. Ese comité tenía la facultad de fundar subcomités, que dependían de él, y recibía la información de aquellos (…) El presidente del comité central del circuito venía con toda la información recogida (…) Como vos afiliabas tenías un cuaderno donde estaban todos los afiliados tuyos (…) Tarulli ponía en una hoja tu nombre y los afiliados que vos le afiliabas, cada uno con su nombre, apellido, domicilio, n° de documento, todo. Entonces, cuando él abría el cuaderno, sabía de quién era cada afiliado». Entrevista a Dardo Raúl Jatip realizada por el autor, San Miguel de Tucumán, 08/12/2008. 38 Proyectos de ampliación y remodelación del Mercado de Abasto, instalación de teléfonos públicos, construcción de plaza pública, instalación de una planta frigorífica y fábrica de hielo, entre otros. Legislatura de Tucumán, Diario de Sesiones de la Cámara de Diputados de Tucumán, Imprenta de la Cárcel Penitenciaria de Tucumán, Tucumán. 39 Trópico, 08/03/1949. De acuerdo al testimonio de Jatip, en el barrio funcionaban la biblioteca popular «Mariano Moreno» y el club de fútbol «Sargento Cabral», que nucleaban a los jóvenes radicales de la zona. 40 «La biblioteca venía de antes (…) después se metió ahí el sindicato de los papeleros y destruyó todo (…). En el club los peronistas también pecharon [sic]. Se creían los dueños». Entrevista a Dardo Raúl Jatip realizada por el autor, San Miguel de Tucumán, 08/12/2008. 241

Consideraciones finales Entre 1942 y 1958 el radicalismo tucumano transitó un derrotero cambiante en el que pasó de disfrutar las mieles del poder a representar una fracción minoritaria de la oposición y, finalmente, retomar las riendas del Estado provincial. Este proceso tuvo como correlato una serie de transformaciones en la dinámica partidaria a nivel de las bases. Con el fin de proponer una interpretación de dichas mutaciones, en este artículo exploramos la fisonomía, actividades y difusión geográfica de los centros y comités, principales entidades de la UCR a ese nivel. En diálogo con las investigaciones previas sobre el tema, circunscriptas al período 1916-1930, nos interrogamos sobre las formas de articulación de dichos organismos con sus zonas de influencia, las interacciones con el Estado y el lugar que ocuparon en la estructura partidaria. Los centros y comités del radicalismo tucumano se constituyeron fundamentalmente en los períodos preelectorales. Desarrollaron actividades diversas con el fin de movilizar las filas de la UCR a lo largo del mapa provincial y asentar sobre bases sólidas su presencia territorial. Los organismos de base cubrieron necesidades propias de la dinámica intrapartidaria —reclutar afiliados, organizar la campaña electoral, galvanizar la faz identitaria— y articularon al radicalismo con sus zonas de influencia mediante la apelación al Estado y la realización de actividades recreativas. En ese sentido, se pueden definir a partir de un carácter bifronte, que combinó la construcción de clientelas y la canalización de demandas a los poderes estatales con la configuración de ámbitos de sociabilidad política que se amoldaron a los rasgos de sus zonas de influencia. El rumbo zigzagueante del radicalismo, signado por la pérdida del Estado provincial y el desplazamiento a los márgenes del escenario político, repercutió en la difusión y alcances de estos organismos. En los comicios de 1942 242

los centros y comités tuvieron un amplio arraigo a lo largo del mapa provincial e involucraron a miles de ciudadanos en sus comisiones directivas. Conformaron una matriz extensiva de reclutamiento y movilización, amparada en una nutrida red de dirigentes y en el control de los recursos del Estado, en manos de los radicales desde mediados de la década previa. Los rigores del proceso iniciado en 1943 con la intervención federal a la provincia y profundizado a partir del triunfo peronista quebraron esa matriz. Ciertamente, el importante declive cuantitativo de los centros y comités fue un signo característico del radicalismo luego de 1946. (Veáse tablas 1 y 2). La pérdida del Estado provincial y la crisis que arrastró el partido a lo largo de la segunda mitad de la década de 1940, traducida en una desarticulación de la red de dirigentes y la paralización de la estructura interna, contribuyeron a socavar la difusión de los centros y comités. Sin embargo, si el declive de los organismos de base corrió paralelo a la disgregación que sufrió el radicalismo tucumano luego de la derrota, su estancamiento contrastó con la revitalización liderada por los planteles intransigentes a finales de la década de 1940, plasmada en la reactivación de la dinámica partidaria, el incremento en el caudal electoral y la reformulación de las bases organizativas. Este contrapunto puede atribuirse, en primer lugar, a la consolidación de la presencia peronista en el entramado asociativo, proceso que la historiografía sobre el tema ubicó a comienzos de la década de 1950. Alimentada por las Unidades Básicas, las organizaciones locales y las redes informales de sociabilidad articuladas en torno a la identidad política peronista, la sólida presencia oficial concentró las demandas locales hacia el Estado y compitió exitosamente con la presencia radical. En segundo lugar debe tenerse en cuenta la centralización de funciones de la Junta de Gobierno, desarrollada al calor de las reformas a la estructura de la UCR. Esta buscó 243

encuadrar a los organismos de base en un proceso más general de «depuración» de las prácticas. En oposición a la experiencia cerrada en 1943, desde los círculos dirigentes se buscó fortalecer la labor doctrinaria en los centros y comités con el fin de otorgarles una nueva fisonomía y liberarlos de la carga peyorativa que heredaron del período cerrado en 1943. De ese modo, las cúpulas circunscribieron los centros y comités a un diseño organizativo que consolidó su poder y desalentó los focos de conflicto, lo que se plasmó en el incremento de los requisitos para formar organismos de base y la limitación a sus prerrogativas. En ese marco, el caso del comité Ciudadela expresó la convivencia de diferentes estrategias de adaptación de los dirigentes locales de la UCR. En contraste con otros circuitos electorales de la provincia, Ciudadela sostuvo una activa vida partidaria y se erigió en uno de los núcleos más importantes de concentración de radicales durante los años peronistas. Aunque no le alcanzó para doblegar al oficialismo en las urnas, el arraigo territorial otorgó al referente del comité Ciudadela un capital político considerable en una época de retracción de la actividad a nivel de las bases. El derrotero de este organismo reveló los límites del discurso de «depuración», teniendo en cuenta que sus formas de construcción política priorizaron un perfil más cercano al que primó durante la experiencia cerrada en 1943, cifrado en la canalización de demandas locales hacia el Estado y la consolidación de las clientelas políticas, que al carácter «doctrinario» proyectado por la intransigencia. En cierto modo, su caso expresó que para mantener la presencia territorial convenía apelar a las recetas conocidas por sobre las innovaciones. También expresó que, a pesar de las transformaciones a las que asistió globalmente el radicalismo, las prácticas a nivel de las bases continuaron una tradición previa y que, al menos en ese caso, las permanencias prevalecieron sobre los cambios. 244

Luego del golpe de Estado los organismos de base de la UCR florecieron a un ritmo febril, revelando una vitalidad que permaneció en estado latente durante los años finales del peronismo. Una vez activada, esta desbordó los márgenes proyectados por las autoridades y llevó a una revisión de las reformas plasmadas a finales de los años cuarenta. De ese modo, en un contexto permeado por la posibilidad de retornar al poder, las actividades de reclutamiento, movilización y articulación del partido con la sociedad vehiculizadas a través de los centros y comités cobraron un nuevo impulso.

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Tabla 1: Cantidad de comités y centros radicales en las elecciones desarrolladas en Tucumán (1942-1958). Distrito Trancas Graneros Leales Burruyacu Tafí Río Chico Chicligasta Monteros Famaillá Cruz Alta Capital Totales

marzo de 1942

octubre de 1942

febrero de 1946

0 2 17 10 18 17 9 18 17 45 197 350

1 8 6 16 16 7 31 7 8 12 220 332

1 2 1 0 6 2 5 5 9 7 30 68

marzo de 1948 0 1 1 1 0 1 2 2 0 0 18 26

diciembre de 1948 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 2 2

marzo de 1950 0 2 0 0 4 3 1 2 0 2 8 22

noviembre de 1951 0 0 0 0 11 1 0 0 0 0 8 20

abril de 1954 0 1 0 0 7 0 7 0 1 0 5 21

julio de 1957-febrero de 1958 7 13 22 12 36 30 19 20 31 53 149 392

Fuente: Diario La Gaceta (1942-1958) y Trópico (1947-1950). Unión Cívica Radical de Tucumán, Libro de actas de la Junta de Gobierno (1945-1951). Elaboración propia. Nota: En las elecciones que el partido se presentó dividido se contempló la suma de las diferentes fracciones. Las cifras correspondientes a las campañas electorales de convencionales constituyentes (julio de 1957) y de presidente (febrero de 1958) se incluyeron en una sola columna debido a que se evidenció una continuidad en la labor de los centros y comités.

Tabla 2: Cantidad de localidades con centros o comités en las elecciones desarrolladas en Tucumán (1942-1958). marzo de 1942

octubre de 1942

febrero de 1946

marzo de 1948

diciembre de 1948

marzo de 1950

noviembre de 1951

abril de 1954

julio de 1957 febrero de 1958

89

63

29

8

1

12

9

7

160

Fuente: Diario La Gaceta (1942-1958) y Trópico (1947-1950). Unión Cívica Radical de Tucumán, Libro de actas de la Junta de Gobierno (1945-1951). Elaboración propia. Nota: En las elecciones que el partido se presentó dividido se contempló la suma de las diferentes fracciones. Las cifras correspondientes a las campañas electorales de convencionales constituyentes (julio de 1957) y de presidente (febrero de 1958) se incluyeron en una sola columna debido a que se evidenció una continuidad en la labor de los centros y comités.

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