MODELADO, APRENDIZAJE Y ESPACIO SOCIAL: UNA REFLEXIÓN DESDE LA TECNOLOGÍA CERÁMICA

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MODELADO, APRENDIZAJE Y ESPACIO SOCIAL: UNA REFLEXIÓN DESDE LA TECNOLOGÍA CERÁMICA García Rosselló J.1 RESUMEN Siguiendo las recientes propuestas de la escuela francesa de techniques et culture, así como algunos conceptos provenientes de la teoría de la agencia, pretendemos profundizar en las interconexiones existentes entre la tecnología cerámica y las dinámicas sociales en la alfarería del centro de Chile. Se propone que el modelado ha sido la fase de la secuencia de fabricación cerámica menos permeable a los cambios, mientras las formas y las decoraciones presentan un mayor dinamismo tecnológico. Planteamos que el papel social y la transmisión del conocimiento técnico han sido determinantes en el proceso de montaje, hecho que ha permitido el mantenimiento de una misma tradición técnica de modelado. Mientras que las formas y las decoraciones han estado más imbuidas en las trasformaciones sociales que han sufrido los grupos alfareros. Palabras Clave: Tecnología, Cerámica, Identidad, Aprendizaje, Etnoarqueología.

ABSTRACT Following the recent proposals of the french school of techniques et culture, and some concepts from the theory of agency, we try to deepen the interconnections between ceramic technology and social dynamics in the pottery of central Chile. It is proposed that modeling pottery has been the stage of the sequence of pottery making less permeable to the changes, while the forms and decorations have a greater technological dynamism. We express that the social role and the transmission of technical knowledge have been crucial in the assembly process, a fact that has kept the same tradition modeling technique. While the forms and decorations have been more imbued with the social transformations that have affected potters groups. Keywords: Technology, Pottery, Identity, Learning, Ethnoarchaeology.

I.- INTROUDCCIÓN En el presente trabajo pretendemos reflexionar sobre las dinámicas sociales que intervienen en el mantenimiento de algunos elementos de la producción cerámica que se han venido desarrollando entre las alfareras del centro de Chile. En otros estudios creemos haber demostrado el origen indígena de las poblaciones alfareras de Pomaire, Pilén y Quinchamalí, situadas al norte del río Bío Bío, en el territorio que entre los siglos XV y XIX formó parte de la Capitanía General de Chile (García Rosselló 2006a, 2008, 2009a, 2010a). A partir del estudio de las cadenas operativas de fabricación (Calvo et al. 2004, García y Calvo 2010) realizadas en la actualidad en estos lugares, junto con la información aportada por diferentes autores2, se puede hablar de una misma tradición tecnológica entre estas poblaciones y los grupos mapuches.

1 Grupo Arqueobalear. Universitat de les Illes Balears. Ctr. Valldemosssa Km. 7,5. CP: 07012. Palma de Mallorca. Baleares. España. Email: [email protected]. 2 Avila 2001, Britto 1960, Coña, 1930, Graham 1822, Joseph 1931, Lago 1952, 1971, Litto 1976, Larrain et al. 1992, Manzini 1936, Montecino 1986, Pérez 1973, Valdés 1991, Valdés y Matta 1986, Valenzuela 1955, 1957.

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García Rosselló J. Pero, a su vez, se observan variaciones en algunas estrategias técnicas, las formas y las decoraciones (García Rosselló 2008, 2009a y 2009b). Al mismo tiempo, el estudio desde una perspectiva diacrónica de las estrategias productivas nos ha permitido documentar la trasformación de unidades productivas con una baja orientación comercial a otras con una mayor dependencia económica (García Rosselló 2006a, 2008). Sin embargo, pese a las trasformación en los sistemas de organización del trabajo y en la orientación comercial de los productos -que lógicamente han afectado a las estrategias de distribución de la cerámica- la alfarería indígena del centro de Chile siempre ha sido de carácter femenino, producida de forma manual dentro del ámbito doméstico y en un contexto familiar. Esta dinámica, presente en la actualidad en diferentes poblaciones, se mantuvo hasta los años 70 del siglo XX en la población de Pomaire, cuando se inició la introducción progresiva del torno y del género masculino en la producción alfarera, sin que ello haya supuesto que unas pocas alfareras continuáran con una cadena de fabricación de tipo manual (García Rosselló 2009b). A esta alfarería manual y de marcado carácter femenino es a la que nos vamos a referir en el presente trabajo. Dejando de lado las modificaciones en los sistemas de organización del trabajo y en la base subsistencial de las alfareras, que han supuesto una especialización a diferentes niveles (García Rosselló 2008), nos centraremos en las estrategias de modelado que han sido las operaciones y procesos técnicos más estables y resistentes a la introducción de nuevas ideas dentro de las cadenas operativas de fabricación. Si bien es cierto que en el centro de Chile existe una misma tradición tecnológica en la fabricación cerámica (García Rosselló 2008, 2009a), se constata que son los procesos técnicos vinculados con el modelado los más resistentes a los cambios (Calvo y García Rosselló 2011). Mientras que las estrategias de preparación de las materias primas y de cocción presentan algunas variaciones. Sin embargo, son las formas y las decoraciones las que muestran un mayor dinamismo tecnológico, al ser más flexibles y permeables a la introducción de nuevas ideas. Una vez mostrada brevemente la homología y variabilidad en las estrategias técnicas, nos centraremos en las dinámicas sociales que han intervenido en el mantenimiento de un mismo sistema de modelado entre las diferentes poblaciones estudiadas. II.- CAMBIOS Y CONTINUIDADES EN LA PRODUCCIÓN CERÁMICA DEL CENTRO DE CHILE Retomando las ideas planteadas en la introducción y de acuerdo con otros autores3, las poblaciones de Pomaire, Pilén y Quinchamalí habrían surgido durante el periodo Colonial, dentro del sistema de encomiendas, en un momento en el que parte de la población local fue concentrada en los denominados “pueblos de indios” (León 1991, Mellafe 1986). A su vez querríamos insistir, para el caso de Pilén y Quinchamalí, en que su vinculación con unos orígenes mapuches parece evidente4. Sea como fuere, tanto las poblaciones estudiadas situadas al norte del Bío-Bío, como las claramente mapuches ubicadas al sur conservan una misma tradición tecnológica en la producción cerámica (García Rosselló 2009a). Dicha tradición tecnológica puede ser reseguida a partir de unas cadenas operativas de fabricación coincidentes entre los diferentes grupos. Pese a esta cierta homología en las cadenas operativas de las diferentes poblaciones, que entroncan con una misma tradición tecnológica de origen indígena, 3 Para el caso de Quinchamalí se puede consultar: Valenzuela 1957: 52; Montecino 1986: 14. Para Pomaire: Perez 1973, Borde y Góngora 1956; Valdes y Matta 1986: 21-2. Para Pilén: Aravena 1993, Ávila 2001, Yáñez 1985.

4 Valenzuela (1957: 28) en referencia a Quinchamalí comenta: “…durante la época colonial una reducción de indios Pehuenches o Mapuches que dejaron sentada fama de hábiles alfareros”. Refiriéndose a la misma población, Montecino (1986: 14) escribe “los escasos datos históricos nos permiten conocer la existencia de un pueblo de indios y pos extensión su coexistencia con el sistema de encomienda”. En el caso de Pilen, el topónimo, según Aravena (1993) significaría lugar de neblina en mapungdung. Para el caso de Pomaire, en el censo de la propiedad presentado por Borde y Góngora (1956) se observa como en el mapa predial del año 1690 aparecen terrenos pertenecientes al “pueblo de los indios de Pomaire”.

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las formas y las decoraciones han sufrido un proceso de trasformación a lo largo de los años, hasta que cada población ha adoptado unos tipos formales y decorativos propios, que coexisten con los tipos tradicionales. Esta heterogeneidad formal y decorativa, ligada al producto final, coincide con variaciones parciales y no estructurales en las técnicas adoptadas por los diferentes grupos (García Rosselló 2009b) que estarían interconectadas con trasformaciones en la organización de la producción y la base subsistencial (García Rosselló 2006a y b). Los procesos técnicos principales que definen las cadenas operativas adoptadas entre las alfareras del centro de Chile presentan las siguientes características: 1.- Obtención y preparación de materias primas: Las arcillas se recogen en remansos y esteros en estado húmedo y se mezclan de diferente forma según las características geológicas de las vetas de arcilla. El tipo de arcillas utilizadas, así como su sistema de preparación, están profundamente ligados al territorio. En este sentido, las variaciones que se establecen deben vincularse con la disponibilidad de materias primas en la zona de fabricación, pero también con los gustos y el saber hacer de cada grupo. Es por ello que documentamos la utilización de arcillas cribadas a las que añaden gravas y arenas en Quinchamalí, mientras que las alfareras mapuches añaden inclusiones minerales y trituran la arcilla, como ocurre en Pilén. No obstante, estas dinámicas, aunque obedecen a principios culturales, también pueden relacionarse con el agotamiento de las minas tradicionales de arcilla. En Quinchamalí, por ejemplo, en 2006, ante la imposibilidad de abrir otras minas de arcilla y el agotamiento de la que se había explotado, debido a la privatización y cultivo de los terrenos, se ven obligadas a utilizar la arcilla procedente de la población alfarera de Santa Cruz de Cuca, a unos cuatro kilómetros y medio de distancia. Según Delma Figueroa, el cambio obedece a la mala calidad de la greda, que hacía aumentar el número de vasijas fracturadas durante la cocción. La nueva arcilla es mucho menos plástica, por tanto más difícil de modelar y se encuentra a mayor distancia, en cambio elimina la necesidad de mezclar diferentes tipos de arcillas y mejora la resistencia de la pasta al choque térmico. 2.- El modelado y los tratamientos primarios de superficie: Nos referimos aquí a los procesos relacionados con el levantado y adquisición de la forma de la pieza. El modelado se caracteriza por la utilización de la técnica de urdido mediante colombinos superpuestos y ensamblados por arrastrado o la técnica de golpeado y arrastrado (denominado alado por las alfareras). Según la forma y el tamaño de la pieza se utiliza una u otra técnica. Por ejemplo, para fabricar piezas abiertas y bajas se aplica la técnica de alado, mientras que para las piezas altas y de boca estrecha se adopta el urdido. Dentro de los tratamientos de superficie, la superficie interior de la pieza se homogeniza por raspado, mediante una herramienta cóncava que tradicionalmente era una valva de macha en el caso Mapuche y un mate en el caso de la alfarería situada al norte del Bío-Bío. Sin embargo, en la actualidad, junto a estas herramientas se están generalizando las cucharas metálicas. En la superficie exterior, dependiendo de las características formales de la pieza, y no del centro productor, se lleva a cabo un compactado (menos frecuente entre las alfareras mapuches) y posteriormente un pulido por toda la pieza. Para ambas operaciones se utiliza un canto rodado. A su vez, cuando la vasija está en estado semi-seco se homogeneíza el labio utilizando un cordobán (trozo de cuero), lo que permite conseguir un grosor uniforme y una boca regular. En este sentido, resulta significativa la repetición de todas las operaciones técnicas sin observarse variaciones técnicas y utilizando herramientas claramente parecidas, sino iguales. 3.- Tratamientos finales de superficie y sistemas decorativos: Son procesos y operaciones técnicas que determinan el aspecto final de la pieza, es decir, la manera en que va a ser vista por el consumidor. Para este caso, distinguiremos dos operaciones distintas: 1.- Las operaciones de tratamiento final de superficie que tienen un destino tanto funcional (tapar poros, dar lustre…) como decorativo (brillantez, superficie más pareja…). 2.- Las operaciones puramente decorativas.

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A.- Tratamientos finales de superficie. Los procesos adoptados de forma generalizada consisten en la aplicación de un engobe, normalmente rojizo, por toda la superficie y un bruñido posterior con un canto rodado. Los engobes obtenidos tienen diferente procedencia según las poblaciones, sin embargo, en todos los casos de trata de vetas de arcilla que contienen pigmentos naturales y que tan sólo se disuelven en agua hasta conseguir una textura de barbotina. De esta manera, se mantienen las técnicas tradicionales pero se han ido desarrollando variaciones y prestamos entre las diferentes poblaciones: - El ahumado o negreado consiste en una cocción reductora final cuando las vasijas ya están cocidas. Para ello, cuando las piezas están aún calientes son introducidas en paja o bostas de equino trituradas durante unos minutos. Este proceso es característico de la población de Quinchamalí. Sin embargo, antiguamente sólo era aplicado a las piezas que salían manchadas de la cocción a causa del contacto con el fuego. Desde los años cincuenta la totalidad de la producción fue sometida a este proceso (Brito 1960: 88). A partir de los años noventa del siglo XX este tratamiento de superficie se fue extendiendo entre otras poblaciones, aunque sin llegar a afectar a la totalidad de la producción. - Aplicación de una capa de grasa antes de la cocción de la pieza. Una operación similar fue documentada por Valenzuela (1969:10). entre las poblaciones mapuches de principios de siglo XX, constatando que se aplicaba muday caliente en el interior de algunas vasijas. En la población de Quinchamalí esta estrategia ha continuado de forma parcial empapando las vasijas con una capa de grasa por toda la superficie. Actuación que también han adoptado alfareras de otras comunidades posteriormente.

B.- Técnicas y sistemas decorativos. Respecto a las técnicas y sistemas decorativos cabe destacar distintos comportamientos entre los centros productivos. Quinchamalí se caracteriza por una decoración incisa-pintada sobre fondo negro. Para realizar la incisión se utilizaban, primero espinas o puntas de madera y posteriormente se adoptó la punta de vitrola. Una vez cocida la pieza se rellenan las incisiones con un engobe blanquecino (colo blanco). A diferencia de otros tratamientos de superficie, la decoración incisa-pintada no se ha ido generalizando en otros centros productivos de forma masiva, pero sí en la población de Quinchamalí. Tengamos en cuenta que hasta los años cincuenta, junto a estas técnicas decorativas, se empleaban otras, como por ejemplo la aplicación de un engobe rojizo formando dibujos antes de que la pieza pasará a ser cocida. De hecho, en los tratamientos finales de superficie y los sistemas decorativos es en los que podemos observar un mayor dinamismo tecnológico, donde la población de Quinchamalí ha funcionado como un verdadero motor de estos cambios, generándose diferentes fenómenos de préstamo y copia en las estrategias técnicas. 4.- Cocción: Para llevar a cabo el proceso de cocción se realiza un calentamiento previo de las vasijas cerca de la estructura de combustión. Como combustible siempre se han utilizado bostas de vacuno y en menor medida de otros animales y leña de diferente procedencia, según la disponibilidad existente en el territorio de cada centro productor. Esta estructura puede ser de superficie o en hoyo. No obstante, se caracteriza por ser una simple hoguera donde combustible, comburente y vasijas cerámicas están en contacto. Si bien existe una estrategia común en la utilización de unas mismas estructuras de cocción pueden establecerse dos sistemas: En Pilen y Quinchamalí se cuecen las cerámicas en hogueras de superficie, mientras que en Vichuquén, en Pomaire hasta la introducción de las hornillas (Valenzuela 1955, Lago 1971) y entre las alfareras mapuches (Valenzuela 1969) se puede realizar la cocción en hoyo, aunque también se utiliza la cocción en superficie ( Joseph 1931).

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Es en los sistemas de secado donde se observan las mayores variaciones, ya que mientras las alfareras mapuches calientan las cerámicas sobre las brasas, en Pilén se calientan colocándolas cerca del fuego, igual que ocurría en Pomaire hasta 1950. En Quinchamalí, en cambio, se emplea una cesta metálica colgada sobre el fuego, que originalmente era de mimbre. En un principio las cestas eran suspendidas sobre un brasero o el hogar de la casa, pero con el tiempo se ha generalizado la misma estructura de combustión para ambos procesos (secado y cocción).

Formas cerámicas y patrones decorativos Las formas y patrones decorativos de la alfarería del valle central presentan una mayor variabilidad entre poblaciones que la existente en la cadena operativa de fabricación. Pero además de esta alta variabilidad, los procesos de innovación formal a lo largo de los últimos siglos también han sido más intensos, pudiéndose establecer diferentes etapas (García Rosselló 2008). En un primer momento (siglos XVI-XX), tras la conquista española, al norte del Bío-Bío las formas cerámicas se adaptan a las necesidades y tradiciones culinarias de la población ocupante, fabricándose tipos eminentemente utilitarios. Durante este periodo se confeccionabam ollas coloreras, cántaros para el agua, grandes tinajas, callanas, fuentes y lebrillos (Valenzuela 1955), manteniendo a su vez que se mantienen algunos tipos indígenas5. Sin embargo, a partir del siglo XIX, aparecen nuevas formas cerámicas de carácter ornamental-utilitario en Quinchamalí y Pomaire. En este sentido, Graham (1822: 186) hace referencia a “pequeños artículos como mates, azafates, platos, y jarras que suelen adornar con cabezas y brazos grotescos” en su visita a la población de Pomaire. Igualmente, Mazzini (1936:17) observó ya en la década de los años treinta del siglo XX formas cerámicas que representaban “a mujeres campesinas en acto de cantar o de tocar el arpa y la guitarra”. Es en este momento cuando aparece una cerámica utilitaria con aplicaciones plásticas, que con el tiempo pasará a tener una función exclusivamente ornamental. Esta cerámica será de tipo escultórico en la población de Quinchamalí (cantaoras, huasos, chanchos de tres patas) y miniaturizada (juguetería) y con aplicaciones plástico-decorativas marcadamente ornamentales en Pomaire. En la actualidad, se puede observar la fabricación de tipos utilitarios tradicionales en todas las poblaciones, combinados con otros ornamentales que presentan unas características específicas en las poblaciones de Pomaire y Quinchamalí. Sin embargo, los tipos ornamentales cada vez están más extendidos entre las diferentes poblaciones, si bien cada una de ellas mantiene ciertas especificidades. III.- TECNOLOGÍA Y ESPACIO SOCIAL De todo lo expuesto hasta aquí se deduce una marcada homología en la mayoría de operaciones técnicas vinculadas con el levantado de la pieza. Un fenómeno distinto se puede documentar en relación a aquellos aspectos más visibles de la producción cerámica (la forma, la decoración o los tratamientos finales de superficie) y, en menor medida, en otras etapas de la cadena operativa, como la preparación de las materias primas y los sistemas de cocción. No cabe duda que algunas de estas trasformaciones, principalmente las vinculadas a las estrategias económicas del grupo, deben enmarcarse en la introducción de estas comunidades alfareras en la economía de mercado. No obstante, este proceso está igualmente condicionado por las dinámicas sociales existentes, los aspectos identitarios y la contingencia histórica. Llegados a este punto, nos interesa adentrarnos en los mecanismos sociales que han supuesto el mantenimiento de algunas estrategias técnicas, principalmente las relacionadas con el modelado.

5 Para el caso de Quinchamalí, Mazzini (1936:17) documentada en la década de los años treinta del siglo XX “tipos indígenas de tipo naviforme, supuestamente de origen araucano” que podrían relacionarse con el Ketrumetawe o Metawe mapuche.

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García Rosselló J. Partimos de la idea de que ninguna técnica debe ser concebida como un mero gesto, sino que siempre es una representación física de elecciones y esquemas mentales aprendidos a través de la tradición tecnológica donde están inmersos y, a su vez, están relacionados con la manera de trabajar del grupo y su contexto social (Lemonnier 2004). A su vez, la dimensión social de la tecnología debe ser tenida en cuenta para interpretar las dinámicas tecnológicas que van adoptando los diferentes grupos, pues, junto a las soluciones técnicas, herramientas y materiales utilizados, los procesos tecnológicos también deben ser concebidos como un medio para expresar, reafirmar y contrastar cosmovisiones y valores sociales (Dobres y Hoffman 1994, Dobres 2000). Como ha expuesto Lemonnier (1992) son un gesto social sobre la materia, donde la acción técnica trasmite significados sociales, porque la acción misma está imbuida por el universo de comportamientos sociales establecidos. En este sentido, la tecnología no es sólo el significado material de la fabricación de artefactos, es también un fenómeno de dinámica cultural inserta en la acción social, en la visión del mundo y en la reproducción social (Dietler y Herbich 1989). La tecnología influye en la sociedad y ésta, a su vez, participa en los sistemas de fabricación, por lo que está totalmente integrada en los sistemas de manifestación cultural a través de las elecciones y los valores (Gosselain 2002). Las personas dan un determinado significado y, en parte, transforman su mundo a partir de las experiencias socialmente constituidas que se generan cuando, en el quehacer cotidiano, trabajan un determinado material con el fin de fabricar y usar un objeto (Dobres 2000). Los objetos pueden funcionar, al igual que las personas, como auténticos agentes estructurados y estructurantes y que, a través de ellos, nosotros creamos, modificamos y concebimos una determinada visión del mundo. Por ello, la cultura material debe ser considerada también como parte activa en la reproducción, mantenimiento o cambio de una sociedad (Calvo y García Rosselló 2011, García Rosselló y Calvo 2011). De esta forma, si asumimos las interconexiones entre las dinámicas sociales y la tecnología, esta última resulta extremadamente útil, a través de conceptos y propuestas como el habitus Bourdiano, la social agency o la teoría de la estructuración de Giddens, para analizar las dinámicas sociales e identitarias que pueden visualizarse por medio de la identificación de las estrategias técnicas en las diferentes comunidades estudiadas. Siguiendo este planteamiento, entendemos que donde se dan el grueso de las interacciones entre tecnología y sociedad es dentro de un espacio social determinado y, sobretodo, en el quehacer cotidiano de la práctica tecnológica. Es esta rutina cotidiana de fabricación, uso e intercambio de los objetos cerámicos, repetida por las alfareras desde la infancia hasta la madurez, la que confiere esa gran capacidad estructurante y estructurada que le otorgamos al proceso tecnológico y a través del cual podemos adentrarnos en la compleja práctica social donde se insertan los esquemas de racionalidad, las praxis sociales, las relaciones de poder, las bases económicas o los patrones identitarios (Calvo y García Rosselló 2011). Desde esta perspectiva, dos son los conceptos básicos sobre los que estructurar todo el andamiaje interpretativo vinculado con la tecnología cerámica presente en el centro de Chile: por una parte el carácter estable y resistente al cambio y a la penetración de nuevas ideas de ciertos procesos tecnológicos como el modelado y, por otro, la dialéctica existente entre homología y cambios, entre estabilidad y dinamismo tecnológico (García Rosselló y Calvo 2010, Calvo y García Rosselló 2011) en otras estrategias técnicas. En este trabajo nos centraremos en los mecanismos que han supuesto el mantenimiento de unos mismos sistemas de modelado, a la vez que este fenómeno no ha ido acompañado de un mantenimiento de las formas, las decoraciones y los tratamientos finales de superficie. IV.- MODELADO Y APRENDIZAJE El modelado, quizás más que otras fases de la secuencia de fabricación cerámica, está totalmente integrado en los sistemas de manifestación cultural a través de las elecciones y los valores (Gosselain 1992). 68

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La comparación a lo largo de varias décadas de los procesos de fabricación en el centro de Chile nos ha permitido establecer la presencia de un sistema de aprendizaje similar entre las diferentes poblaciones desde la llegada de los españoles, con un sólo hito importante de cambio. Desde finales del siglo XIX, la comercialización temprana de la cerámica pomairina condicionó algunas modificaciones en los sistemas de aprendizaje, debido a la trasformación de las estrategias productivas vigentes en respuesta a un incremento en la demanda de cerámica local. Con el tiempo este fenómeno supuso la introducción de nueva infraestructura tecnológica como las hornillas y el torno y el desplazamiento de la mujer a favor del hombre en este tipo de actividad (Valdes y Matta 1986). En todos los casos estudiados las alfareras aprendieron en un contexto familiar (García Rosselló 2008). La transmisión del oficio y el conocimiento de las técnicas y operaciones cerámicas son un asunto familiar, por lo que se aprende en la casa como parte del resto de las actividades de la vida cotidiana (Vidal y García Rosselló 2010). En este sentido, en contextos de producción doméstica, el conocimiento técnico se trasmite generación tras generación, a través de un aprendizaje dentro del grupo familiar. Desde niña, la alfarera aprende a fabricar cerámica mediante “el saber hacer” trasferido por la madre, la hermana, o una pariente cercana, que a la vez aprendieron de sus madres, y así sucesivamente durante generaciones (García Rosselló 2008, Calvo y García 2011). Generalmente, las alfareras del centro de Chile aprenden el oficio de sus madres por imitación, intentando reproducir lo más exactamente posible las formas cerámicas, las operaciones técnicas y su gestualidad. Por norma general, los procesos tecnológicos son aprendidos dentro de las familias, por lo cual las niñas se dedican a aprender observando e imitando a las otras niñas mayores o a las mujeres adultas de su unidad doméstica, en un contexto donde el control de todo el proceso productivo está en manos de la alfarera de más edad (Montecino 1986, Vidal y García Rosselló 2010). La producción de las niñas suele restringirse en un primer momento a la elaboración de piezas pequeñas (juguetería y miniaturas) de rara utilidad funcional posterior. Al llegar a la adolescencia, ayudan en la producción familiar fabricando ellas mismas las piezas o bien asistiendo a la madre en algunas acciones poco especializadas pero con una importante inversión de tiempo, como el bruñido. Al ser una producción exclusivamente manual, es necesario que las alfareras adquieran una habilidad especial en las manos para modelar. Durante todo el proceso, adquieren las habilidades motoras necesarias mediante la práctica. Pero además de aprender el proceso técnico, para lograr una buena calidad en el producto final, es necesario realizar una práctica continuada, que las niñas y jóvenes llevan a cabo colaborando permanentemente en la producción. Se invierte durante un largo periodo de tiempo en la formación de las futuras alfareras con el fin de desarrollar las habilidades motoras necesarias para el modelado de cerámica a mano. Este periodo se inicia en la niñez y se puede alargar durante unos ocho o diez años. Para ello, las niñas aprenden imitando a los mayores realizando las fases productivas más sencillas, o confeccionando piezas pequeñas y fáciles de modelar, como las miniaturas y juguetes. En el aprendizaje de las técnicas de modelado existe un control social sobre determinados gestos técnicos. La transmisión de los conocimientos técnicos se basa en la cercana interacción entre profesor y pupilo, lo que permite la transmisión de los esquemas físico-motores necesarios para adquirir el saber hacer relacionado con el modelado de la cerámica. Debemos tener en cuenta que esta fase de aprendizaje dura hasta que las operaciones manuales, fruto de la práctica cotidiana se vuelven casi automáticas, y se consigue un preciso programa psicomotriz adquirido y memorizado por el cerebro del aprendiz. En este contexto de transmisión de conocimientos y de práctica continuada, la innovación gestual no puede aparecer durante el aprendizaje, pues cada gesto realizado de forma no adecuada al patrón propuesto por el maestro es inmediatamente corregido. A través de la práctica repetida de la actividad, estos gestos llegan a ser gradualmente incorporados como un esquema psicomotor inconsciente. En este 69

García Rosselló J. momento, la innovación o la adopción de otras técnicas es virtualmente imposible, ya que requeriría un “desaprendizaje” compensado con un proceso de “reaprendizaje”, siendo difícil de imaginar si no existe ningún factor para tales medidas drásticas (Gosselain 1992, 2000). Sin embargo, dicho proceso debe concebirse a nivel social, en tanto que lo que se trasmite no es únicamente el saber hacer del maestro, sino que engloba el conocimiento tecnológico que tiene el grupo. Por lo tanto, no se trasmite un conocimiento tecnológico individual, sino el conocimiento tecnológico social e identitario. En este proceso de aprendizaje dentro del ámbito doméstico, la transmisión de conocimientos técnicos se combina internamente con otros aprendizajes, tanto tecnológicos (conocimiento de las prácticas culinarias, agricultura, recolección, etc.) como sociales, así como con los valores éticos y la cosmovisión que tiene el grupo. En todos ellos, los fenómenos de habitus actuarían significativamente a la hora de fijar prácticas, conocimientos y valores (Calvo y García Rosselló 2011, García Rosselló y Calvo 2011). Tengamos en cuenta que el oficio se trasmite exclusivamente por vía femenina: los modelos a imitar son la madre, la tía o la abuela. La producción cerámica es una tarea doméstica, y en estas poblaciones la figura femenina continúa anclada en el espacio doméstico y, por tanto, es además la encargada de la siembra y recolección, además del cuidado de los hijos y las labores domésticas. Por su parte, la niña colabora en todas las tareas domésticas en las que la fabricación de cerámica tan sólo es una más de estas actividades. De esta forma, la aprendiz no distingue la actividad alfarera de todo un conjunto de actividades que le muestran una determinada forma de estar en el mundo y de adquirir su propia identidad dentro del grupo. El aprendizaje se realiza según la tradición, como se hizo por generaciones, copiando gestos desde pequeña: “Yo, de diez, doce años le ayudaba a bruñir a mi mamá, después dije: Voy a ayudarle a pintar. Después ya me dejó pintar, ya empecé a locear, agarraba greda, aprendí ligerito” (Praxedes Caro, citada en Montecino 1986). La niña imita el modelo que ve, desde la práctica cerámica hasta otros aspectos sociales asociados a la actividad. Cuando se deja de imitar el modelo social o artesano, la frágil cadena de transmisión de las prácticas tradicionales se rompe. En este sentido, el aprendizaje del oficio permitirá también la sociabilización de la niña. A través de la reproducción de los pasos de su madre, familiares y vecinas irá adquiriendo un papel social en la población, un rol que la identifique como mujer y como alfarera y le otorgue una identidad (García Rosselló 2010b). De hecho, las redes sociales de las que forman parte las personas tienen una contingencia histórica y pueden contraerse o expandirse, como ha ocurrido entre las poblaciones del centro de Chile. Sin embargo, de esta forma se acumulan una amplia gama de habilidades, estrategias, gustos y costumbres que conforman las diferentes facetas de su identidad. Este bagaje afecta también a los contextos en que los comportamientos técnicos se construyen y reproducen, y corresponden a las mismas redes de interacción social en el que se construyen y reproducen las identidades (Gosselain 2000). Además, la forma particular y propia que tienen las personas de fabricar y consumir los objetos puede significar un símbolo de diferenciación respecto a “los otros” y, a la vez, de pertenencia al grupo. Sin embargo, los individuos juegan un papel activo en la construcción de dicha identidad (Hogg y Smith 2007) dentro de un proceso de negociación permanente. Los artefactos y las cadenas operativas, igual que los individuos y los grupos sociales, no están claramente delimitados y no son unidades monolíticas, más bien son construcciones dinámicas y en permanente transformación. Por ello, las tradiciones técnicas pueden incorporar elementos de múltiples orígenes, mientras otros se trasmiten dentro del grupo social. Pero además, no todos estos elementos y comportamientos evolucionan de la misma manera (Gosselain 2010). Algunos, como las operaciones de modelado pueden ser más difíciles de modificar, al ser menos visibles socialmente, mientras otros, como las decoraciones y las formas cerámicas, mucho más visibles, son más receptivos a los prestamos y a la innovación al estar fuertemente condicionados e influidos por modas e intereses sociales. Estos aspectos de la cerámica más visibles socialmente están influidos, tanto por el conocimiento de las “otras” producciones que tienen 70

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las alfareras, como por los intereses de los consumidores, al contrario que las operaciones técnicas de modelado que tienen un carácter mucho más privado y, por ello, un conocimiento más restringido. Esto no tiene porqué suponer una trasformación completa del reconocimiento identitario que a través de las cerámicas cada comunidad alfarera articula (Calvo y García Rosselló 2011). Es en este contexto que debemos entender el proceso por el cual, mientras los sistemas de aprendizaje y el contexto social de las alfareras han supuesto el mantenimiento de los sistemas de modelado durante siglos, las formas fabricadas y las decoraciones utilizadas puedan haber variado significativamente a lo largo del tiempo. El sistema de aprendizaje adoptado en el centro de Chile favorece la perduración de rasgos y técnicas, pero también denota variaciones que reflejan la impronta familiar donde se realizó el proceso. Fijémonos, por ejemplo, en el caso de Quinchamalí. En esta población el sistema de transmisión del prestigio artesano merece ser destacado. La hija hereda el prestigio de la madre, junto con los puntos de distribución y de venta de las vasijas, como también la especialización en determinados tipos formales. Las familias son reconocidas por vía materna, condicionando que tanto el apellido como el prestigio artesano pase de madres a hijas, con lo cual las vasijas se personifican adquiriendo el nombre familiar: “Las vasijas son designadas ‘Las Caro’, ‘Las Vielma’, ‘Las García” (Montecino, 1986). Este fenómeno puede ser reseguido en la actualidad entre algunas alfareras de Pilén como Delfina Aguilera o Teresa Muñoz en Pomaire. Es evidente que las estrategias tecnológicas del centro de Chile no surgen al azar y no están en constante trasformación. Sin embargo, los procesos de aprendizaje y la transmisión de conocimientos no deben entenderse como algo cerrado que determina invariablemente el comportamiento de las personas. Sino, más bien, como un proceso continuo y dinámico, vinculado con las dinámicas sociales, donde a través de las experiencias posteriores al aprendizaje la alfarera puede reorganizar y trasformar algunos aspectos de la fabricación de cerámica, si estos tienen cierta aceptación por parte del resto del grupo social. Juegan aquí un papel importante las formas, las decoraciones y algunos procesos técnicos. Su modificación resulta sencilla al no necesitar de un largo proceso de experimentación o de aprendizaje y al ser visibles socialmente y más fáciles de imitar sin la necesidad de conocimientos técnicos profundos. Por este motivo, los diferentes grupos de alfareras pueden ser más permeables al préstamo y a la copia. En cambio, el largo camino en la adquisición de unas habilidades específicas, junto con la transmisión de otras tradiciones sociales y una menor conocimiento de otros sistemas técnicos de fabricación, que recordemos no tienen una clara visualización social, harán que las alfareras necesiten un mayor esfuerzo y sean más reacias a modificar los sistemas de modelado aprendidos V.- CONCLUSIONES En el presente trabajo hemos querido mostrar una visión de la tecnología alfarera inserta en sus propias dinámicas sociales. El carácter estable de algunos procesos técnicos ha permitido visualizar una misma tradición tecnológica en la alfarería del centro de Chile, pero es en las estrategias técnicas de modelado donde se observa una mayor estabilidad, tanto en las operaciones técnicas, como en las herramientas utilizadas. Por el contrario, son los procesos técnicos destinados a dar la apariencia final de la pieza, las formas y las decoraciones, donde se observa un fenómeno más evidente de préstamo, innovación y trasformación, en definitiva de dinamismo tecnológico. Fenómenos estos vinculados a la poca visibilidad social de algunos procesos como el modelado y a la alta visibilidad de otros relacionados con el aspecto final de la pieza y más influenciados por las demandas y modas sociales, en definitiva, más imbuidos en las trasformaciones sociales que han sufrido los grupos alfareros del centro de Chile. Diferentes trabajos (Gosselain 1992, 2000, Petrequin y Petrequin 1999) han demostrado cómo algunos estadios del proceso de manufactura, como el modelado, aparecen de forma más sobresaliente que otros por ser insensibles a la innovación y encontrarse fundamentados en patrones de aprendizaje específicos. Por ello, a pesar de que la técnica de modelado suele ser compartida por numerosos grupos, 71

García Rosselló J. ésta distribución espacial puede ser más restrictiva que otros estadios, además de estar vinculada con los procesos históricos. Así pues, en el centro de Chile se observa cómo los fenómenos técnicos de estabilidad se hacen especialmente visibles en los procesos relacionados con la configuración de la pieza cerámica. Por su parte, las estrategias técnicas, que junto a la forma y la decoración acaban configurando las características visuales de la pieza pueden presentar variantes mucho más dinámicas. Hemos querido insistir en la idea de que las actividades productivas están condicionadas por principios culturales. En este sentido, el análisis de los procesos de fabricación, en especial el estudio de las estrategias de modelado, por su imbricación con los procesos de aprendizaje y la adopción de dinámicas psicomotrices, nos abren vías interpretativas para aproximarnos al significado de la producción cerámica dentro del espacio social. La gestualidad, fuertemente interiorizada, de los gestos motores asociados a las técnicas de modelado durante el proceso de aprendizaje, participa de marcadas dinámicas de hábitus, que genera un carácter fuertemente estable al proceso de modelado, con una baja permeabilidad a cambios, préstamos, modas e innovaciones. Al analizar las tradiciones técnicas nos podemos encontrar con una heterogeneidad de comportamientos que no tienen ni el mismo origen, ni la misma evolución histórica, se encuentran en perpetua transformación y se desarrollan a diferentes ritmos y de acuerdo a distintas modalidades. De igual modo, la fabricación cerámica, igual que otras actividades, no existe independientemente de otras prácticas y sistemas de valores y, por ello, no funciona de forma aislada a las dinámicas sociales (Gosselain 2010). Es en este contexto donde debemos insertar el carácter estable del modelado entre las poblaciones alfareras del centro de Chile. Una estabilidad fuertemente vinculada con los sistemas de aprendizaje, los contextos domésticos de fabricación, la transmisión del oficio por vía femenina y en el seno de la familia. Una estabilidad donde las dificultades para adoptar nuevos hábitos motores y la vinculación del aprendizaje artesanal con otros conocimientos que facilitan las transmisión de la “visión del mundo de la comunidad” han limitado el interés de las alfareras por adoptar mejoras tecnológicas. En definitiva, una estabilidad ligada al mantenimiento de la estructura ideológica y a los aspectos más arraigados y duraderos de la identidad del artesanado. AGRADECIMIENTOS La presente comunicación es parte de la transferencia de conocimientos del proyecto de investigación “Producir, consumir, intercambiar. Explotación de recursos y relaciones externas de las comunidades insulares baleáricas durante la prehistoria reciente” (HAR 2008-00708), financiado por el Ministerio de Ciencia y Tecnología”. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS Aravena, G. 1993. Historia de Cauquenes. CEDEM. Santiago de Chile.

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FIGURAS Figura 1: Poblaciones alfareras del valle central situadas al norte y sur del río Bío-Bío

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