Mito y poética en \"La hiedra\", de Xavier Villaurrutia

June 28, 2017 | Autor: Laura Farina | Categoría: Seneca, Poesía, Mitologia, Teatro, Euripides Hippolytus, Xavier Villaurrutia, Fedra, Xavier Villaurrutia, Fedra
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Descripción



Mito y poética en La hiedra, de Xavier Villaurrutia
Laura Farina
Resumen
En este trabajo intentamos, por un lado, mostrar cómo Xavier Villaurrutia reescribe el mito de Fedra, contextualizado en el México de la década de 1940 y cómo los lazos con la obra de Racine son más estrechos que con las tragedias de los autores clásicos. Por otra parte, consideramos que en el teatro del escritor latinoamericano se trasluce su estética, y proponemos una lectura de La hiedra a partir de su obra poética ya que entendemos que se ve enriquecida por el análisis intratextual.
Para esto, establecemos puntos de convergencia y divergencia con los autores influyentes en la obra y marcamos las innovaciones de Villaurrutia. Además, analizamos el poema "Nocturno de la estatua" perteneciente al poemario Nostalgias de la muerte en correlación directa con la obra teatral.
Introducción
En el presente trabajo analizaremos La hiedra, primera pieza teatral extensa del autor mexicano Xavier Villaurrutia, en tanto consideramos que forma parte de una larga tradición de obras que tienen como fuente el mito de Fedra/Hipólito. Si bien los textos de Eurípides y Séneca son los más antiguos a los que podemos hacer referencia, intentaremos demostrar que Villaurrutia toma como principal hipotexto la Fedra de Racine.
Por otra parte, pensamos que en esta obra teatral (en las elecciones léxicas, la puesta en escena, la estructura externa, entre otros aspectos) se manifiesta lo más característico del autor, y es inseparable de su obra poética, que ilumina las posibles lecturas del texto dramático.
La hiedra y sus hipotextos
La hiedra es una obra teatral del año 1941 ambientada en México, en la actualidad de su puesta. Es una obra en tres actos que muestra una trayectoria circular de los personajes (especialmente del de Teresa, nuestra "Fedra").
En el primer acto, presenciamos los preparativos de la casa para recibir a Hipólito, quien regresa de España (en donde se encontraba realizando sus estudios), presumiblemente a causa de la muerte de su padre, acontecida aproximadamente un mes antes. El padre de Hipólito se había casado en segundas nupcias con Teresa, una mujer mucho más joven que él. La sala de la casa, desde la muerte del padre, se mantuvo intacta y permanece en escena como una presencia muda de su espíritu.
De esta forma, en la primera escena se van delineando las relaciones entre los personajes. El triángulo conformado en los autores clásicos por Teseo, Fedra e Hipólito en Villaurrutia se expresa con un padre muerto (pero presente en la preservación de la sala) y sin nombre; Teresa y el homónimo Hipólito. Con el padre muerto, el autor mexicano lleva al extremo el viaje al Hades que Eurípides, Séneca y Racine tienen como punto en común.
En este primer acto también ingresa el personaje del Ama (a la que en ciertas ocasiones se la llama María), de sustancial importancia en las tragedias antes nombradas, con la función de Nodriza y con el nombre de Enona en la versión francesa. También, en un rol secundario, está la joven Elena, quien ayuda en los quehaceres a María.
Para completar el reparto, la obra agrega tres personajes más: Ernesto y Julia, hermanos del padre de Hipólito, y Alicia, la hija de Julia. Los dos hermanos están enfrentados por Teresa: mientras él la ama en secreto, ella (también en secreto) trama la forma de hacer sufrir a su cuñada: establece un vínculo afectivo entre el joven y su hija, Alicia, cuyo nombre remite inmediatamente a la Aricia de Racine. Éste, en el prólogo a su obra, comenta que el personaje de Aricia no es de su invención, sino que Virgilio ya hace referencia a él. Aunque no especifica su fuente, una posible referencia pertenece al libro VII de Eneida.
Al modo de los prólogos de las tragedias griegas, María y Elena ponen en situación a los lectores/espectadores, recuperan la historia y la relación entre los personajes: la diferencia de edad entre Hipólito y Teresa y el vínculo no sanguíneo que los une. A pesar de que Teresa es la madrastra, Elena manifiesta que siempre se ha referido a Hipólito como su hijo y, en efecto, en el primer encuentro entre ambos, ella le dice al verlo: "Hipólito. ¡Hijo mío!". De esta forma, Villaurrutia se aparta de la idea que encontramos en Séneca, cuando Fedra le pide a Hipólito que no la llame "madre" sino "hermana o esclava" (v. 611), instalando el tópico de servitium amoris. Teresa nunca, en toda la obra, se encuentra en la posición de esclava sino que siempre toma el rol de ama.
El primer acto está cargado de alusiones al frío, a la sombra y la oscuridad en relación con el luto que se está guardando en la casa por la muerte del padre. Sin embargo, en el segundo acto, ubicado temporalmente tres meses después, el clima cambia por completo: Teresa, por insistencia de Hipólito, deja el luto y toda la escenografía parece tener más luz y más vida. El vínculo amoroso entre ambos está declarado, pero aún no consumado, y el personaje de Alicia empieza a tornarse más dramático: toma más fuerza en tanto antagonista de Teresa. El compromiso de la joven con su primo se va disolviendo porque éste comienza a rehuir de ella, como en Racine él huye de la situación en la que se ve envuelto.
Uno de los dos momentos de mayor tensión o clímax de la obra se encuentra en este segundo acto, cuando Alicia va a la casa a reprocharle a Hipólito que la esté abandonando y olvidándose de ella, que no haya hecho público el compromiso que los une. En ese diálogo, Alicia se refiere a Teresa como la "madre" de Hipólito, a lo que él repone expresamente "Teresa no es mi madre", en un acto que pretende borrar el incesto que supone ese vínculo erótico. La estrategia de Julia y Alicia, que había consistido en enfrentar a Hipólito y a Teresa a pesar de la distancia, se les vuelve en contra, en tanto él no la entendería como una madre sino como una extraña que quiso aprovecharse de las riquezas de su padre y que ahora es su objeto de deseo.
En el tercer acto se plantea la posibilidad de que Teresa e Hipólito realicen un viaje. La consumación final del amor de ellos debe ser lejos de la casa del padre, de esa sala que lo mantiene vivo. Por otra parte, aumenta el dramatismo con una nueva aparición de Alicia, que en este caso va a dialogar con Teresa. En este encuentro se revela, aunque no se explicita sino hasta que Alicia se retira, que ésta está embarazada de Hipólito.
A partir de esta revelación, las dos últimas escenas de la obra devuelven a los personajes y el ambiente al estado en que se encontraban al principio: la escena se vuelve fría y sombría; Teresa repite gestos que había hecho en el primer acto, como acariciar el terciopelo del sillón o colocarse un chal sobre los hombros. Teresa vuelve a ver a Hipólito como un hijo y sus gestos maternales son rechazados, según ella expresa, como cuando él era un niño.
La obra se cierra con la separación definitiva de Hipólito y Teresa. La muerte de ella, de alguna forma, está implícita: a lo largo de la obra se remarca que vive a través de la voluntad de otras personas, que es una hiedra. Dice el personaje de Ernesto: "Teresa es como la hiedra: vive de lo que toca, de lo que abraza. Tu padre me lo decía con otras palabras: 'Siento que soy yo quien da vida, calor y fuego a esta criatura'" (195). Esta idea luego es remarcada por Alicia, cuando expresa: "Teresa tiene el don de hacer creer a los demás que la voluntad de ella es la de los demás" (206). Hacia el final, la misma Teresa refuerza esta idea general cuando opina en confidencia con el ama: "Ésa es la palabra, María, he renacido y, ahora que lo sé, no quiero, por ningún motivo, volver a morir" (216). Teresa renace con el amor y la vida que absorbe de Hipólito, pero cuando él se marcha y todo se vuelve frío y oscuro, de forma inmediata asociamos esa puesta a la muerte que le quedará a Teresa, irremediablemente. Por otra parte, la idea de Fedra como esclava de amor, se vería invertida por esta imagen de la hiedra que obtiene su vida a través de la vida ajena. Villaurrutia, al igual que Séneca y Racine, mantiene a su Fedra en escena hasta el final de la obra.
En cuanto a las relaciones de Xavier Villaurrutia con la tradición teatral, Octavio Paz comenta:
Todas las piezas –breves o largas, comedias o dramas- están regidas por la misma estética. Se inspiró en la tradición francesa: los grandes dramaturgos del siglo XVII y algunos modernos como Girardoux y Leonormand; siguió asimismo, hélas, a los autores realistas de principios de siglo y al teatro de boulevard. Extraño: no le interesó el teatro de vanguardia o no supo -¿no quiso?- aprovechar sus hallazgos. Procuró observar las tres unidades –tiempo, lugar, acción- y dentro de esos límites mover a sus personajes.

Más allá de las apreciaciones personales de Paz sobre la obra dramática de Villaurrutia, nos interesa destacar esta influencia francesa del siglo XVII que se refleja claramente en La hiedra: a pesar de que no se puede hablar de una estricta unidad de tiempo, el espacio es acotado (se desarrolla sólo en las dos habitaciones de la casa que presentan al principio de la obra) y respeta el centro del conflicto teatral. Además, consideramos que esta reelaboración de un tema mítico clásico surge a través de la lectura y la visión de estos autores franceses nombrados. El ingreso del personaje de Alicia es una innovación villaurrutiana y liga su obra estrechamente con la de Racine, ya que, entre los tres autores más importantes que han escrito y reescrito el mito de Fedra, es el único que da cierta relevancia a una antagonista para la madrastra. Creemos que tiene que ver con los objetivos de los autores: Racine expresa que quiso crear una obra más humana, en la que la virtud fuera ensalzada y las faltas (incluso en su intención), castigadas. Del mismo modo, y de nuevo siguiendo la perspectiva de Octavio Paz, Villaurrutia se preocupa por la sociedad de su época: "Sus obras están bien construidas, son inteligentes y algunas contienen pasajes admirables pero carecen de un elemento esencial: la teatralidad. Sin embargo, tienen un interés evidente: son un documento social". La falta de teatralidad, a nuestro juicio, se puede observar en que no hay una causa concreta que motive el cambio de Teresa para que pase de ser una viuda nostálgica en el primer acto a una amante renovada en el segundo. Las acciones identificadas con el páthos en Eurípides y el furor en Séneca no encuentran un correlato en la obra de Villaurrutia; los personajes de esta obra son introspectivos, con una profundidad psicológica que hace avanzar la pieza, más que la acción en sí misma.
Octavio Paz prosigue su crítica al teatro de Villaurrutia marcando sus debilidades y remarcando los temas recurrentes: las pasiones eróticas y la familia y, en este contexto, el adulterio y el incesto. Según el crítico y poeta mexicano, "el eje moral en torno al cual giran los personajes y que es el centro de casi todos los conflictos es la legitimidad". El tema de la legitimidad está muy explotado por Racine, ya que pone en escena el problema de la herencia del trono cuando todos creían muerto a Teseo, e incluso se dispone a la voluntad del pueblo que elijan si es Hipólito o el hijo de Fedra quien debe suceder al rey. En Villaurrutia, hallamos por ejemplo
Julia. – No creo haber cometido falta. Parece que se te olvida que, de cualquier modo, Teresa es de la familia.
Ernesto. – No de cualquier modo sino legítimamente por lo que toca al que fue su esposo, y desdichadamente por lo que a ti… y a mí se refiere. (185. Resaltado nuestro)
Por otra parte, nos parece interesante destacar que la voz auténtica del autor se encuentra en el personaje de Ernesto, un cínico como lo define Hipólito, un desencantado de la vida, frustrado por el amor no correspondido por su cuñada y atento al sufrimiento ajeno. Ernesto está convencido de que no hay forma de evitar el mal, por más que una persona se empeñe en hacer el bien, aunque lo imperdonable es hacer el mal con intención de dañar al prójimo.
La poética de Villaurrutia en La hiedra
Podría decirse que la lírica es el género más reconocido dentro de la obra de Xavier Villaurrutia, y que su libro más importante es el poemario Nostalgia de la muerte, publicado por la editorial argentina Sur, en el año 1938. Este es un libro compuesto por nocturnos y en ellos podemos reconocer gran parte de los rasgos característicos de su poética. Creemos necesario citar aquí uno de ellos, "Nocturno de la estatua", que a su vez es una síntesis de los aspectos que queremos resaltar y la fuente que nos permitirá iluminar y proyectar sobre la obra teatral analizada en este trabajo:
Soñar, soñar la noche, la calle, la escalera
y el grito de la estatua desdoblando la esquina.
Correr hacia la estatua y encontrar sólo el grito,
querer tocar el grito y sólo hallar el eco,
querer asir el eco y encontrar sólo el muro
y correr hacia el muro y tocar un espejo.
Hallar en el espejo la estatua asesinada,
sacarla de la sangre de su sombra,
vestirla en un cerrar de ojos,
acariciarla como a una hermana imprevista
y jugar con las fichas de sus dedos
y contar a su oreja cien veces cien cien veces
hasta oírla decir: "estoy muerta de sueño".

Con este nocturno ingresamos en un ambiente onírico, propio de la poesía de este autor, y encontramos en él muchos elementos que tendrán su correlato en el teatro: la estatua, el grito, el eco, el muro, el espejo, la sombra, la muerte.
La noche es el ámbito de la sombra y la oscuridad, donde la vista se anula y el oído es el sentido privilegiado, que se agudiza en esa ceguera transitoria. Son reiteradas las ocasiones en que se hace referencia en La hiedra a la sombra, en especial vinculada con la sala del padre, la cual está caracterizada también por el aislamiento. El aislamiento es otra clave de lectura dentro de su escritura.
El espejo es fundamental en La hiedra: los personajes se van oponiendo en un juego de reflejos en el que cada uno encuentra su opuesto complementario, en especial en la oposición Teresa/Alicia: Teresa es la madurez, Alicia la juventud; aquélla es estéril y con un hijo que no es de su sangre, ésta queda embarazada de un hombre que no la ama; una elige la soledad final, la otra expresa que nunca estará sola. La maternidad las opone, y por esto dice Ernesto, luego de que Alicia hace su confesión, que la joven ha hablado con la verdad, "La verdad que, puesta delante de nosotros como un espejo implacable, nos da miedo y nos hace gritar" (224). El grito, la voz en espejo, es el eco, que repite pero, a su vez, vacía de contenido y deja un hueco. Como afirma Manuel Martin-Rodriguez: "El eco es y no es palabra, porque ha perdido su condición real para no ser más que una repetición, un rebote, palabra errante desasida ya de su emisor". En el "Nocturno de la estatua" los versos se van configurando en una sucesión de ecos: cada verso está formado por dos términos, de los cuales el primero repite el último del verso anterior. En cuanto a la obra teatral, en varias ocasiones encontramos diálogos que van reproduciendo lo que otros personajes dicen, pero sin comprender. Por ejemplo, en el diálogo entre Ernesto e Hipólito, en el que el tío le dice a su sobrino que Teresa es como una hiedra, concluye reflexionando: "Hay seres enraizados fuertemente a la tierra; tu padre era uno de ellos: sólido como un árbol, como un muro…" e Hipólito repite, según indican las didascalias, "involuntariamente": "Como un árbol, sí, como un muro" (195).
Otro espejo de Teresa es María, el ama. Ya hemos mencionado que Teresa no se siente doblegada por el amor de Hipólito, así como tampoco de su anterior marido, el padre del joven. En el primer acto, en las didascalias, se señala que el Ama se comporta como la dueña de la casa y en el tercero, Teresa le dice: "Y me parece que tú, allí, frente a mí, silenciosa y siempre presente, eres mi conciencia en persona. Y que si no hablas ni aconsejas es porque me comprendes intensamente" (216).
Otra de las imágenes distintivas de la poética de Villaurrutia, y que encontramos en el nocturno citado, es precisamente la estatua. La estatua viene a ocupar el lugar del cuerpo: es materialidad, es forma aunque no es vida ni voluntad. También es una representación del yo que se desdobla en otro: la estatua "desdobla" la esquina y el yo la encuentra en el espejo, en su propio reflejo que no es más "yo", sino que es vacío: una imagen, reflejo o eco. En La hiedra, Teresa dice acerca de Alicia: "A pesar de que era yo la que estaba inmóvil, esperándola, ella pasó como una estatua que de pronto se echara a andar, viéndome sin mirarme, con la mirada vacía, como un objeto inanimado" (208). Alicia es un cuerpo sin vida y a su vez, como hemos mencionado, es la contrapartida de Teresa, es su yo en espejo.
Tanto el eco como el espejo o la estatua son expresiones del vacío, que remiten inmediatamente a la idea de soledad y muerte, explícitas en la estética del autor. El nocturno versa sobre el sentimiento de inasibilidad y frustración: el yo poético busca algo que, cuando lo encuentra y lo alcanza, desaparece. La "sombra", entendida en este caso como imagen poética, representa este sentimiento: la vemos pero no podemos tomarla. Como ya hemos señalado, la sombra está vinculada a la imagen del padre y su presencia en la habitación aislada e intacta como también en el uso del luto. Hipólito le dice a su tío: "El luto ensombrece no sólo el cuerpo sino el ánimo". El luto es sombra y la sombra es muerte, en una relación de identidad. La contrapartida, la luz, está ligada a la vida, principalmente en la expresión "dar a luz" que María emplea para referirse a Hipólito: "No se da a luz un hijo de veinticinco años" (180). Alicia también dará a luz mientras Teresa se aislará en la habitación sombría.
El ambiente sombrío completa su sentido con las referencias al frío, que abundan al principio y al final de la obra, reforzando la estructura cíclica que se comentó anteriormente.
Conclusión
Villaurrutia es un autor, que a nuestro entender, es profundamente clásico y al mismo tiempo, vanguardista. Las influencias de la metafísica de de Chirico en su literatura son claras, el ambiente onírico propio del surrealismo también es evidente, pero los motivos mitológicos y las dualidades antitéticas lo acercan a los autores clásicos del siglo XVII. En este sentido, hemos visto cómo la Fedra de Racine proporciona más elementos para un análisis intertextual, por lo cual hemos considerado su obra como principal hipotexto.
Además, la estética de Villaurrutia es muy definida y permite un análisis intratextual, considerando en él ciertos temas o tópicos recurrentes, que ilustran la visión de mundo del autor mexicano.
Bibliografía selecta
Eurípides Tragedias I. Alcestis, Medea, Hipólito, Andrómaca, Buenos Aires: Colihue, 2007
Granda Olmedo, María Nieves "Originalidad y mito en La hiedra de Xavier Villaurrutia", Teatro: revista de estudios teatrales, Nº 6-7, 1995, págs. 139-150
Martín Rodríguez, Manuel "El fondo angustiado de los 'Nocturnos' de Xavier Villaurrutia", Revista Iberoamericana 55/148-149, julio-diciembre, 1989, pp. 1119-1128
Paz, Octavio "Xavier Villaurrutia en persona y en obra" en Generaciones y semblanzas II. Modernistas y modernos, México: Fondo de Cultura Económica, 1989
Racine, Jean Fedra/Andrómaca, Buenos Aires: Centro Editor de América Latina, 1982
Séneca, Lucio Anneo Fedra, Buenos Aires: Losada, 2007
Villaurrutia, Xavier Poesía y teatro completos, México: Fondo de Cultura Económica, 1953


A partir de esta cita surge el título de la obra. Cabe remarcar la similitud fonética entre "hiedra" y "Fedra".
Es notable la influencia del artista plástico Giorgio de Chirico. La relación del poema citado con algunas obras pictóricas en las que aparecen estatuas (como por ejemplo "Piazza d'Italia") es bastante estrecha.
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