Mito, utopía y verdad. La teoría aplicada al caso portugués (El Preste Juan, António Vieira, Pessoa y la revolución de abril)

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Descripción

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Mito, utopia y verdad

La teona aplicada al caso portugues

(EI Preste Juan, Antonio Vieira,

Fernando Pessoa

y la revolucion de abril)

Onesimo Teotonio Almeida

U

MBERTO Eco trae una nueva figura medievdl a la escena contemporanea. AllOra es la ocasion del Preste Juan, que aparece en su novela Baudolino, cuyo protagonista hace partfcipes a sus amigos de la redaccion de una carta, fingiendola enviada por el Preste a su padre adoptivo, Federico Barbarr~ja. Baudolino acaba emprendiendo un viaje para visitar el [amoso reino del Preste Juan. Sin embargo, la realidad que se encuentra nada tiene que ver con la imaginada. No hay excesiva invencion en este aspecto de la novela de Eco. La carta «autentica», esto es, la que se atribuye historicamen­ te al Preste Juan, fue a fin de cuentas una falsificacion, y Etiopfa, el maravilloso reino cristiano en las proximidades de la India que la misma describe no pasa de una invencion, pues en nada se co­ rresponde con la realidad mas tarde encontrada por los viajeros que 10 buscaron. El PresteJuan nUl1Ca ha desaparecido por completo de la esce­ na cultural portuguesa, gracias a su papel en los descubrimientos.

Figura de peso en el imaginario nacional que nos Ilevo a la India, no faltan estudios sobre su figura, incluso en ingles, aunque eso no haya 'conseguido granjearle un lugar historico central. Aunque quizas debi6 haber sido de otra forma, como espero sugerir en este texto. El historiador Joao Medina ha escrito en repetidas ocasiones que la historia de la cultura portuguesa esta desprovista de toda dimension ut6pica. Sin embargo, en una entrevista que di sobre ese asunto, publicada en la revista e-topia, del Centro de Literatura Comparada Margarida Losa, de la Universidad de Oporto, aludf a algunas manifestaciones del pensamiento ut6pico en el pen­ samiento portugues, y me referf especfficamente ados casos: Ant6nio Vieira y Fernando Pessoa. Bile tambien algunas conside­ raciones sobre el caracter ut6pico del pensamiento que aliment6 la revolucion del 25 de Abril. Mas recientemente, en un pequeilo articulo publicado en el1amal de Letras para conmemorar los 40 anos del 25 de Abril, yo mismo revisite ese acontecimiento en terminos ut6picos y mfticos. Reproduzco aqui ese escrito que titule «0 mito de luso -Genesis»: «El 25 de Abril fue un acontecimiento bfblico de cuya existencia real tenemos pruebas, a diferencia de la del Eden, el parafso terrenal descrito en el Genesis. Para mi, no obstan­ te, aque! presenta una importante semejanza con el caso bf­ blico: yo no fui testigo. Me encontraba lejos (bien lejos, para ser preciso, a ocho husos horarios, en California) y todo me lleg6 narrado con la ayuda de imagenes televisivas siempre en diferido. Cuando, dos meses mas tarde, lIegue a Lisboa, todo eI mundo me hablaba de 10 que me habfa perdido: algo 'inexplicable, indecible, irrepetible, inlransmisible, inefable. Es dedI': el 25 de Abril, la fiesta prolongada, celebrada en un crescendo de siete dias con su apogeo elIde mayo, eI septi­ mo dfa, habfa pasado definitivamente a la historia, transfor­ mada en mito. En su caso, un mito de genesis (en el sentido bfblico: 0, para contemponineos menos interesados en el Antiguo Testamento, en eI sentido de Piaget en su psicologfa genetica, que no es sinonimo de Richard Dawkins y de los neodarwinistas que 10 continuan), el mito de la creaci6n de un hombre nuevo, que no seria solo portugues. EI milo de los hombres anteriores al pecado de Adan, muy pr6ximo al del buen salvaje de Rousseau, recuperado por Marx y por el transformado para eI futuro, en una reinvencion terrena del parafso terrenal. Portugal se habia convertido en el Eden del

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317 hombre moderno finalmente purificado y ahora se a anunciar y rcvelar aI resto del mundo c6mo se vivfa cialismo original. Tom6 el eslogan ut6pico del Mayo del 68 -Seamos realistas, jpidamos 10 imposible!- y crey6 veras en esa posibilidad. La narrativa poetica (ot1'a sem~janza con el fui 1'ecibiendo de esos siete dras, y que c1'eo por millones de compatriotas, fue, mes tras mes, aIlo tras ailo, decada tras decada, identificandose con un pasado c£1da vez mas lcjano, mitificada £11 punto de hoy estar envuel­ ta en el manto diafano de una nueva saudade lusa y, para las generaciones nacidas posteriormente, asociada a un sen­ timiento nostalgico de gente ya cncanecida y casi siempre jubilada, en fase de descado retorno a una perdida edad de oro de 1£1 adolescencia. Y, no obstante, esas generaciones ya nacidas y crecidas en libertad, han tomado como derecho adquirido las conquistas de abril, sin por ello sentiI' la ne­ cesidad de agradecerles esa dadiva. No de otra manera las generaciones entierran a las precedentes. ~ POl' otra parte, todo 10 sucedido es natural: Freud 10 ex­ plicarfa como el triunfo del principio de realidad sobre el de placer, y los psicologos conocedores de la naturaleza huma­ na 10 identificarfan como un proceso normal de maduracion colectiva, puesto que si los seres humanos necesitan sueilos para vivir, la vida no es un sueilo; hay que vivir despierto y saber distinguir entre mito y realidad. Rousseau fue un poeta al que Robespierre se tomo en serio, y pOl' eso acab6 como acabo; en 1'1 British Library no quiso hacer caso de 10 que Ie enseilaban los psic6logos in­ gleses 0 incluso ese escoces llamado Adam Smith, mucho mas cerca del claroscuro, blanco y negro de Ia naturaleza humana que el, que nunca tuvo que preocuparse de ganarse eI pan pOl'que tenia sustento, en gran parte gracias a su me­ cenas Engels. Nada de esto justifica la pesadilIa en que Abril se trans­ formo para tantos portugueses. Y de ninglm modo es acon­ s~jable dar cuerda a la tendencia actual de caminar hacia eI extremo, el caos apocalfptico (para seguir la alegorfa bi­ bIica iniciaI). Mucho mtjor sera -mas reaIista- imaginar la travesia de un desierto, aunque sin perder de vista la Tierra Prometida de una so!-:iedad mejor donde ninguna Troika, Europa, Alemania 0 Mrica lusa tenga que llevarnos en bra­

zos. Abril debe animarnos, alentarnos en el dla a dia, pero

los pies en 1'1 tierra en movimiento hacia delante son la unica garantia de que no acabemos quemados en la arena ardiente del desierto,justo a la orilla del agua fresca del Atlantico que abraza '11 Rectangulo y a su extension insular en su regazo». N6tese la sinonimia que aquf establezco entre los conceptos de mito y utopia. En el presente ensayo, pretendo investigar las diferencias entre los dos conceptos, utilizando casos de historia de la cul­ tura portuguesa a tal efecto, en particular introduciendo el de Fernando Pessoa y su clasico Mensagern, sobre el que redente­ mente he publicado un volumen de ensayos bajo el titulo Pessoa, Portugal e 0 Futuro. No repetire aqui 10 que en ese libro he escrito sobre el mito en Fernando Pessoa, pero resumire 10 esencial para los que, des­ conocedores de este trab~jo, quieran acompaI'iar la argumenta­ cion que sigue. Pessoa usa el concepto de mito en un sentido muy particular, el concebido por Georges Sorel en RPjlexions sur hI violence, que alcanzo fama en su tiempo. He intentado demostrar la deuda de Pessoa para con Sorel, aunque aquf importe menos ese caso de intertextualidad. En Pessoa el mito surge siempre como una ex­ plicacion creativa, no referendal, esto es, no hist6rica ni empiri­ camente demostrable, de un estado de cosas, 0 del origen de ese estado. EI milO pessoano no surge pOI' 10 tanto como una explica­ cion del pasado, sino que se proyecta en el futuro como punto de mira, diana, horizonte capaz de atraer a los agentes historicos y hacerlos caminar en su direccion. Se trata de algo utopico, inacce­ sible {} inalcanzable, pero que tiene 1'1 capacidad de movilizar a los que creen en el para que sigan sus huellas. Estos, aunque como es logiC() no pueden materializar el suello utopico, consiguen por 10 menos permanecer en el camino del ideal. Yesjustamente en este punto donde los dos conceptos de mho y utopia se cruzan. Hay otro caso en la historia cultural portuguesa que merece escrutinio atento y que nos permite establecer diferencias entre los conceptos que nos hemos propuesto dilucidar. Se trata del ya mencionado Preste Juan y su reino. Como es sabido, el Preste Juan surge en la historia de Ocddente a traves de una carta escrita probablemente entre 1160 y 1190. No hay la menor duda sobre el canicter ficticio de la mis­ rna, aunque se desconozca '11 autor de esa invenci6n. Sin embar­ go, es sobradamente conodda la influencia que dicha carta tuvo sobre el Infante D. Henrique. De ello da cuenta Zurara al incluirla entre las cinco razones que impulsaron al Infante al proceso de

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exploraci6n maritima. Encontrar un de Oriente que pudiese reforzar el poderfo ot..t..luell musulmanes serfa una ayuda cruciaL Mas si cabe ria de alguien no solo poderoso sino tambien rico. 10 que hacia que la fascinaci6n aumentase. Todos sabemos 10 que sigui6. La creencia en la del prodigioso rey cristiano no solo no muri6, sino que se ref01'­ z6. Se acumulaban, mientras tanto, las dificultades en la explora­ ci6n marftirna, incluyendo el inesperado crecimiento de Afi-ica mas aIla de Guinea. Esto es, los navegadores constataron que el continente africano, en vez de acabarse allf -10 que permitirfa cir­ cunnavegarlo nnnbo al norte en direcci6n a Etiopfa, donde aca­ barfan por encontrar a su aliado-, continuaba hacia el sur, confir­ mando la teorfa ptolemaica de que eI oceano Indico era un lago, inaccesible desde el oceano Atlantico. Posteriormente, D. Joao II enviarfa a Pero da Covilha y a de Paiva ala busqueda del Preste Juan, yes bien sabido les sucedi6. Tiempo mas tarde D. Manuel, incluso des­ de que Vasco de Gama hubiese lIegado a Ia India, se man­ tenia firme en su cr~encia. Aun el, que habfa impuesto a Vasco de Gama el descubrimiento de cristianos, en momenta de­ bi6 convencerse de la realidad pura y dura de que los indios no eran cristianos. Esta es la raz6n par tierra una e~nbajada a Etiopfa de la que tormaba parte eI Padre Francisco Alvares, que hizo del viaje una extensa nanaci6n

- Verdadeira Ir~foT1n(U;iio das Terms do Presle1oiio das

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EI libro cuenta muchas miserias en paginas mon6tonas embargo, acaba constituyendo en su conjunto un objeto vallOSO que merece detenida reflexi6n crftica. En aquel fabuloso Preste Juan, descendiente de heresiarcas nestorianos que se ha­ bran separado de Roma, y que los cristianos medievales creian portentoso se60r con quien convenfa establecer una alianza anti­ islamica (todo habfa comenzado con la circulaci6n de la referi­ da carta, cuyo autor se decia scr el Preste, por Europa desde la segunda mitad del siglo XII), resulta a final de cuentas un pobre­ ton cuidad?samente descrito a 10 largo de esas paginas del Padre Francisco Alvares. En carta al de Portugal (par entonces ya D. que eI propio Francisco Alvares traduce, el Negus (Preste' o un sucesor suyo) acaba pidiendo todo aquello (y mucho que los reyes portugueses sicmpre habfan sofiado obtener de los cristianos SllnllP (en palabras del propio Pessoa)-, mien­ tras que el Preste Juan no es ni construcci6n racional ni mentira deliberada, sino una no verdad que funciona como si fuese ver­ dad y obtiene los resultados que conocemos. En Pessoa, estamos an te una verdad pragmatica, disellada ra­ cionalmente y que busca la cOl1struccion de realidades que no se concretan. Elmito de Pessoa funciona, pues, como mentira que no acaba produciendo resultados. En contrapartida, la creencia en el Preste Juan fue, para el Infante D. Henrique, D. Joao 11 y D. Manuel, una no verdad inocentemente crefda como verdad y generadora de resultados inconmensurables. En cuanto al Quinto Imperio de Antonio Vieira, no solo no se deriva de una tradicion legendaria, sino que se trata de una construccion racionaJ. As!, todos los indicios indican que Vieira cree en la «verdad» que ha creado. Por otro lado, tal como el mito de Pessoa, este no acaba produciendo efectos concretos (salvo el de ayudar al propio Pessoa a elaborar el suyo). Vieira crea una utopia, probablemente sin dudar de su viabilidad. En la estela de Tomas Moro, invenla una salida utopica para el Portugal decaden­ te -dictada pOl' sus creencias nebulosas pero reputadas reales-. Dirfamos que es una composicion del Infante D. Hcnrique, D. Joao II y D. Manuel sin consecuencias, pero que cae dentro de los lfmites del concepto tradicional de utopIa al estilo de Platon 0

de Tomas Moro. Pessoa es, de hecho, un caso apartc. Mucho mas lejano en el tiempo, suficicntementc distanciado Y en contacto con el mundo intelectual contemponineo que explotaba mas aHa de las puertas portuguesas, se une a el y de Cl trata de aprender aquell0 que pneda traer nuevas Indias a Portugal. En este contexto teorico, el 25 de Abril surge como utopia

forjada y alimentada por el marxismo, el mismo creador de la

mayor utopia del siglo xx. Portugal se embarca tardiamente en

su consecucion y se considera detentor de la capacidad colectiva

de materializar cl anunciado hombre nuevo, constructor de un

mundo igualmente nuevo. Recapitulando Y co n c1uyendo, dirfamos entonces que la his­ toria del Preste Jnan, por 10 menos en c1 contexto portugues, es nn mito que permite comprometer a los que creen en el en actos con grandes consecuencias. Vieira, cuando escribe sobre una rea­ lidad futllra de la que no se consigue distanciar, es, probablemen­ te, el creador de la mayor utopia portuguesa, pues cree verdade­ ramen te en ella. Pessoa crea un mito con caracterlsticas de utopia (tambien porque incluye elementos de Vieira) pero, sin embargo, no cree en el, aunque crea en la posibilidad de que esC mito ge­ nere adhesiones Y fructifique. No sera necesario anadir que no obticne resultados. Es mas, su propio creador no pasa nunca del mero anuncio a traves de un libro de poemas. Por su parte, Umberto Eco, en Baudolino, capta la fuerza y la tension de la creencia en una realidad que mueve a la accion (el descubrimiento del reino del Preste Juan), si bien es cierto que no redunda en ninglm efecto colateral. Mas suerte tuvieron el Infante D. Henrique, D. J6ao II y D. Manuel, meritos que ningu­ no de los proyectos de Vieira 0 de Pesso a consiguieron alcanzar. El 25 de Abril comparte con Antonio Vieira 1a creencia ingenua en la creacion de un Quinto Imperio, el del socialismo original. Leji:)s de alcanzarlo, el resultado sera el establecimiento de una democracia liberal, fortalecida Yasegurada por ese otro efecto se­ cnndario que ha sido la integracion europea. Todo esto, espero, dejara bien claro ellado confuso de con­ ceptos aparentemente tan distintos como son los de verdad, uto­ pia y mito. PresteJuan, Antonio Vieira, Pessoa y la revolucion de Abril nos han dejado a todos bastante confnndidos. Solo espero no haber contribuido a aumentar 1a confusion teorica. Traducci6n de Luis Marina

REVISTA CULTURAL / NUMERO 116

Ana Luisa Amaral Antonio Franco Alexandre Onesimo Teotonio Almeida Enrique Andres Ruiz Jose Agostinho Baptista Jorge Barreto Xavier Jose Bento Manuel Borras Francisco Brines Pedro Cabrita Reis Pureza Canelo Mario de Carvalho Yolanda Castano Jose Angel Cilleruelo Afonso Cruz Gastao Cruz Luis Alberto de Cuenca Rafael Chirbes Fernando Echevarria Almeida Faria Pablo Fidalgo Manuel de Freitas Antonio Gamoneda JA Gonzalez Sainz Manuel Gusmao Gonzalo Hidalgo Bayal Benooicte Houart Jose Jimenez Lozano Lidia Jorge Rafael Juarez Nuno Judice Jose Maria Lassalle Antonio Lobo Antunes Javier Lostale Eduardo Lourengo valter Hugo Mae Rosa Maria Martelo Joao de Melo Jose Tolentino Mendoga Joao Moita Candido de Oliveira Martins Jose Luis Pardo Ines Pedrosa Jose Luis Peixoto Fernando Pinto do Amaral Rui Pires Cabral Pedro Serra Pedro Tamen Goncalo Tavares Jose Tolentino Mendon Ventura

PREMIO NACIONAL AL FOMENTO DE LA LECTURA

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