Mito del surgimiento de las cabras

Hace unos 10,000 años, en la Edad de Piedra, por el centro-oeste asiático, se decía que había unos animales místicos y exóticos. Estas misteriosas criaturas poseían el cuerpo de un equino, pero con un raro cuerno en la frente, que, al parecer, contenía muchas propiedades mágicas. Pero la más prominente, era que al tener contacto con este inusual cuerno, este curaba cualquier enfermedad. Durante años, los humanos trataron de capturar a estos animales, a quienes bautizaron como unicornios, pero estos eran muy astutos y siempre iban un paso más adelante que los humanos, pues se creía que poseían el don de la premonición. Los humanos agotaron sus estrategias tratando de capturar a los unicornios sin éxito alguno. Pero un hombre, llamado Mánkas, conocido por su astucia y ambición, se dispuso a capturar a la tan deseada criatura. Mánkas clamó al dios Hermes, que además de ser el dios mensajero del Olimpo, era el dios ladrón y del pensamiento de astucia. Hermes, consciente de lo que para el hombre parecía un acto heroico para el pueblo, en realidad sería el fin de la especie, aceptó a ayudar a Mánkas. Crearon un plan que consistía en no dejar ninguna escapatoria o salida a los unicornios. Y así fue. Mánkas, junto con la ayuda de Hermes, lograron poner a los unicornios en cautiverio, o al menos, a la mayoría de ellos. Los humanos le cortaron el cuerno a los unicornios para quedarse con ellos, pero se dieron cuenta que al haber cortado el cuerno del animal, este queda nulo de poder. La mayoría de los unicornios adultos murieron, pero por alguna razón desconocida, los unicornios pequeños, sobrevivieron. Los cuernos, al resultar inservibles para el humano, los desecharon. Pasado casi ya un milenio, quedó la especie de los unicornios al borde de la extinción, Pan, el semi-dios de los pastores y rebaños, se apiadó de la moribunda especie, y decidió salvarlos pero sin el riesgo de que fueran explotados hasta la muerte otra vez. Así que tomo los cuernos, inservibles y desechados, y les incrustó dos a cada uno, dándoles una nueva esperanza de vida. Pan bautizó a las criaturas con un nuevo nombre, y son a las que conocemos hoy como cabras.