Misioneras de la patria: las mujeres de Acción Católica durante el primer franquismo (1936-1951)

July 23, 2017 | Autor: Claudio Hernandez | Categoría: Religion, Franquismo, Catolicismo, Nacionalcatolicismo, Franco's Regime
Share Embed


Descripción

MISIONERAS DE LA PATRIA. LAS MUJERES DE ACCIÓN CATÓLICA DURANTE EL PRIMER FRANQUISMO (1936-1951) Claudio Hernández Burgos* Universidad de Granada – University of Leeds

Desde el comienzo de la Guerra Civil el 18 de julio de 1936, los integrantes del bando sublevado tenían claro que su levantamiento se producía contra una idea de nación que, para ellos, representaba todo lo contrario a lo que España debía ser. Por ello, junto a los combates librados en las trincheras contra quienes se consideraba como “enemigos de la patria”, resultaba necesario desarrollar todo un programa de renacionalización que sepultara otras concepciones nacionales alternativas. Para ello, los ideólogos del nuevo Estado tomaron toda serie de medidas tendentes a desprestigiar y anular todo cuanto tuviera alguna relación con la II República, el liberalismo, el comunismo, la masonería, los nacionalismos y, en definitiva, con cualquier manifestación considerada como perteneciente a la categoría de anti-España, que tan útil iba a resultar para la movilización del bando insurgente. Al poco de iniciarse la contienda, la Iglesia ofreció su inquebrantable apoyo a los rebeldes, al entender que lo que se iniciaba no era una guerra civil, sino una “Cruzada” en la que no solo corría peligro la independencia de la nación, sino la propia presencia de la religión católica. El soporte dado por las jerarquías eclesiásticas al derribo de la II República y la democracia en España estaba a juicio de éstas justificado no sólo por el proceso de laicización al que había sido sometido España, sino especialmente porque en la zona dominada por el bando republicano se estaban produciendo ataques contra la religión que evidenciaban que, quienes empuñaban las armas al otro lado de las trincheras eran “enemigos de Dios”.1 Con la llegada de la “Victoria” en abril de 1939, los sectores católicos que habían apoyado a los sublevados estaban llamados a jugar un papel decisivo en la construcción de la “Nueva España”, Junto a la reconstrucción material y a la *

El autor es beneficiario de un contrato posdoctoral financiado por la Universidad de Granada. Frances LANNON: “La Cruzada de la Iglesia contra la República”, en PRESTON, Paul (coord.): Revolución y guerra en España, 1931-1939. Alianza, Madrid, 1984, pp. 41-58. Hilari RAGUER: La pólvora y el incienso. La Iglesia de España y la Guerra Civil Española (1936-1939). Península, Barcelona, 2001; y Glicerio SÁNCHEZ RECIO: De las dos ciudades a la Resurrección de España: magisterio, pastoral y pensamiento de Enrique Pla y Deniel. Alicante, Instituto de Cultura Juan Gil – Albert D., 1995. 1

1

socialización patriótica de los ciudadanos, se puso en marcha una intensa tarea de recatolización tanto en la esfera pública como en la privada. Para llevar a cabo esta tarea, el régimen de Franco contó con la activa colaboración de las altas jerarquías religiosas, que no dudaron en dar sustento ideológico a la política ensayada por el Estado. Pero de igual o mayor importancia incluso resultó la acción emprendida en el ámbito local por los sacerdotes, las órdenes religiosas o las organizaciones seglares católicas. Entre ellas, sin duda alguna, destacó por su importancia y desarrollo Acción Católica. En concreto, en esta comunicación se analiza la actuación de las ramas femeninas –mujeres y jóvenes– de esta organización durante las dos primeras décadas de vida del franquismo. Atendiendo al papel desempeñado por las integrantes de Acción Católica, trataré de esbozar el modelo de mujer que intentaron inculcar entre la ciudadanía. Del mismo modo, parece conveniente calibrar el arraigo que la organización alcanzó entre la sociedad, especialmente en el marco local, pues fue en los pueblos y las ciudades donde las españoles corrientes entraron en contacto de una forma más directa con las ideas y proyectos propuestos por la Acción Católica. En definitiva, si tenemos en cuenta la posición subordinada que las mujeres españolas ocuparon durante toda la dictadura franquista, parece necesario dirigir la mirada hacia aquellos espacios que el régimen abrió para participara en la construcción del Estado y valorar su papel en la construcción de una nación acorde con los preceptos ideológicos de la dictadura. La “vuelta de España”: la recatolización de la sociedad en la posguerra La inmediata definición de la Guerra Civil como “Cruzada salvadora” implicó que la lucha fuera concebida como una batalla entre el Bien (representado por el bando de los sublevados) y el Mal (encarnado por el bando republicano). Bajo estas premisas, los ideólogos del bando rebelde defendieron una concepción orgánica de la nación en la que España aparecía representada como una “patria enferma”, cuyos miembros corrompidos debían ser amputados por medio del sacrificio y la violencia. Una concepción a la que rápidamente se le sumó una retórica salvífica y purificadora, que consideraba los sufrimientos del campo de batalla y de la retaguardia como el amargo pero inevitable trance que la sociedad española debía afrontar para sanar el maltrecho

2

cuerpo nacional. 2 A juicio de los sublevados, el “castigo divino” de la guerra era la consecuencia esperada por la “desnacionalización” y “descristianización”, producidos como consecuencia de la entrada de “ideas extranjeras” a lo largo de todo el siglo XIX y, especialmente, en los cinco años de vida de la II República: Uno de los baluartes de la fe católica ha sido y será siempre nuestra querida y doliente España, la víctima propiciatoria –tal vez por ser la más amada del Señor– en los momentos presentes, que sufre como su divino Maestro toda clase de vejámenes y torturas para redimir a los malos españoles que quisieron entregarla en manos del sanedrín de Moscú, vendiéndola por treinta dineros para después ser sacrificada. […] El año malhadado de 1931, en fecha infausta para los españoles comenzó su “Vía Crucis” cuando, desprendiéndola alevosamente de la corona de reina que legítimamente ostentaba, la encasquetaron el exótico y estrafalario gorro frigio, verdadera corona de espinas que ha sobrellevado más de un lustro con una paciencia y una resignación sin límites hasta que las manos piadosas de sus hijos la han librado de soportar tan infamante yugo.[…] Con estos latigazos que España recibía en sus espaldas se iba desangrando poco a poco, se iba debilitándolo y hubiera perecido en una de estas caídas si no hubiera surgido un cirineo (José Antonio) que, con su verbo cálido y saturado de españolismo, ayudó a la madre común a soportar la cruz de su desgracia, inyectando optimismo en los corazones y en los cerebros de todos los buenos españoles. Hasta que Él cayó también, víctima de los masones y judíos que decretaron su muerte y con su sangre generosa redimió a Espada y la hizo vibrar de patriotismo, evitando de ese modo que se consumara en ella el horrible crimen de sacrificarla, entregándola previamente a los crueles sicarios del infierno moscovita.3

En la configuración del discurso expiatorio y redentor manejado por los propagandistas del bando insurgente la Iglesia católica no jugó un papel secundario. Para una considerable proporción del clero español la guerra era ante todo un castigo enviado por Dios para redimir a los españoles de sus pecados. Las autoridades religiosas se encargaron de propagar desde los púlpitos que el enfrentamiento bélico era una consecuencia directa del nivel de descristianización al que se había llegado en España, del que si bien la mayor parte de la responsabilidad era atribuible a las medidas tomadas por los dirigentes republicanos, una parte de la culpa era del conjunto de la sociedad española. “Nos hemos descuidado en cumplir nuestros deberes de un verdadero espíritu de sacrificio, rehusando llevar esa pequeña cruz y ahora tenemos que soportar una cruz más pesada”, reconocía un párroco granadino en 1936. El arzobispo de Granada, el cardenal Agustín Parrado, señalaba a sus feligreses que “los garfios de ese azote” bélico

2

Michael RICHARDS: Un tiempo de silencio. La Guerra Civil y la cultura de la represión en la España de Franco, 1936-1945. Barcelona, Crítica, 1999. 3 Ideal, 25-3-1937.

3

que padecía España eran la manera que tenía Dios de demostrar su amor por los ciudadanos, “pues no es Padre el que no corrige a sus hijos” y, al mismo tiempo, les advertía de que “cada pecado y cada escándalo” que cometieran era “una bala más en los cañones de los enemigos que apuntan contra vuestros seres queridos”.4 Estas eran, en esencia, las bases de un discurso redentor dirigido al conjunto de la sociedad, pero, en especial, a la población femenina, considerada como la salvaguarda de la religión los hogares españoles. Bajo tales premisas se inició, todavía en plena guerra, la recatolización del pueblo español en aquellas zonas donde había triunfado el “Alzamiento Nacional” y en las que iban siendo “liberadas” del “yugo marxista”. Sin embargo, fue a partir del 1 de abril de 1939 cuando la ofensiva por devolver la religión a un lugar preferente adquirió sus mayores dimensiones. La coincidencia de la “Victoria” con la Semana Santa, le brindó al franquismo una oportunidad de trazar paralelismos entre Cristo y España, al entender que la secuencia pasión-muerte-resurrección respondía perfectamente a lo sucedido en los últimos años en el país.5 Como proclamaban las jerarquías eclesiásticas y los propagandistas “católicos”, pese a que se había logrado la “salvación” nacional, era menester “hacer acto de arrepentimiento por los pecados cometidos y propósito firme de enmienda”.6 Los templos, las calles, el trabajo e, incluso, el hogar fueron los escenarios escogidos para emprender el proceso recatolizador que tan necesario era para afirmar el nuevo régimen político en el país. Inmediatamente, se llevó a cabo la reconstrucción de las iglesias, imágenes religiosas y cruces que habían sido destruidas, se repusieron los crucifijos y se restableció la enseñanza religiosa en las escuelas, se multiplicaron las ceremonias y festividades de carácter católico y se trataron de reorientar los comportamientos y actitudes de los españoles para adecuarlos a la más férrea ortodoxia cristiana. 7

4

Las citas pertenecen respectivamente a Ideal, 25-3-1937 y a “Lecciones de la tragedia presente”, Boletín Oficial del Arzobispado de Granada, 1-1-1937. Otro ejemplo en Isidro GOMÁ: La Cuaresma en España. Carta pastoral sobre el sentido cristiano-español de la guerra, Pamplona, Gráficas Bescansa 1938; Véase también Zira BOX: Secularizando el Apocalipsis. Manufactura mítica y discurso nacional franquista: la narración de la victoria”, Historia y Política. Ideas, procesos y movimientos sociales, 12 (2004), pp. 133-160. 5 Zira BOX: España: año cero. La construcción simbólica del franquismo. Madrid, Alianza, 2010, pp. 6 Ideal, 27-10-1940. 7 Giuliana DI FEBO: Ritos de guerra y victoria en la España franquista. Bilbao, Desclée, 2002; Gregorio CÁMARA VILLLAR: Nacionalcatolicismo y escuela. La socialización política del franquismo (19361939), Madrid, Hesperia 1984; y Alicia ALTED VIGIL: “Education and Political Control” en Helen GRAHAM y Jo LABANYI (coords.) Spanish cultural studies: an introduction. Oxford, Oxford University Press, pp. 151-162.

4

Sin embargo, tales actos de recatolización no hubieran tenido ningún sentido sin que una importante parte de los ciudadanos y, en especial las mujeres, hubieran asumido la retórica expiatoria de la posguerra y lo evidenciaran mediante manifestaciones externas de penitencia y desagravio. Arrodillarse al paso de un trono de Semana Santa, santiguarse abiertamente durante un acto de carácter político o llevar una mantilla negra y un rosario mientras se asistía a una misa en honor de los “caídos” fueron comportamientos habituales entre las mujeres católicas durante la posguerra.8 De una parte, la existencia de estos gestos denota un claro solapamiento de las esferas de lo político y lo sagrado, como consecuencia de la identificación entre Estado e Iglesia durante toda la dictadura franquista.9 Y, de otra, muestran una aceptación de la culpa y de la penitencia necesaria para la redención por parte de aquellos que los llevaban a cabo. Pero, ¿qué papel les correspondía jugar a las mujeres en ese proceso de recatolización de la patria? La respuesta se encontraba en el propio modelo femenino defendido por el franquismo que, lógicamente, guardaba importantes relaciones con modelos de épocas anteriores a la República, pero que se terminó de fraguar durante la Guerra Civil. Desde la propaganda franquista se atacó duramente el hecho de que hubiera mujeres combatientes en el bando republicano, dibujando una imagen de las milicianas como “arpías desgreñadas y sucias” que habían perdido todo atisbo de bondad y que exhibían comportamientos especialmente ordinarios y crueles. 10 Frente a ello, las mujeres del bando rebelde permanecían en la retaguardia, cuidando de su familia y hogares y colaborando en cuanto se les demandaba para el sostenimiento de la “Cruzada” –donación de sus joyas, confección de prendas de abrigo para los soldados…–. Las mujeres encuadradas en la Sección Femenina de Falange Española fueron las encargadas de lavar la ropa de los combatientes, confeccionar vendas, camisas o prendas de abrigo para los soldados o visitar a los enfermos en los 8

Mary VINCENT: “Expiation as Performative Rethoric in National-Catolicism: The Politic of Gesture in Post-Civil War Spain”, Past and Present, 203 (2009), pp. 235-256. 9 Giuliana DI FEBO: “La Cruzada y la politización de lo sagrado. Un Caudillo providencial” en Javier TUSELL et al. (coords). Fascismo y Franquismo cara a cara: una perspectiva histórica, Madrid, Biblioteca Nueva, pp. 83-97. Michael RICHARDS: “‘Presenting arms to the Blessed Sacrament’: civil war and Semana Santa in the city of Málaga, 1936–1939”, en Chris EALHAM y Michael RICHARDS (eds.). The Splintering of Spain. Cultural History and the Spanish Civil War, 1936-1939, Cambridge University Press, Nueva York, pp. 159-176. 10 Xosé Manoel NÚÑEZ SEIXAS:¡Fuera el invasor! Nacionalismos y movilización bélica durante la guerra civil española (1936-1939), Barcelona, Marcial Pons, 2006. Mary NASH: Rojas: las mujeres republicanas en la Guerra Civil. Madrid, Taurus, 1999; Juan DE CÓRDOBA: Estampas y reportajes de la retaguardia. Sevilla, Ediciones Españolas, 1939.

5

hospitales.11 Por su parte, las integrantes de Acción Católica colaboraron en servicios análogos como el Taller del Soldado, el “Día del Plato Único” o el “Día sin Postre”. 12 Pero, las mujeres pertenecientes a esta última organización combinaron su papel de asistencia a la “Causa Nacional” con otras acciones que favorecieran la recatolización social. Las Jóvenes de Acción Católica de Granada se mostraron francamente activas en la organización de triduos, rogativas, viacrucis, rosarios, comuniones, salves, cruzadas de oración y penitencia y un sinfín de actos religiosos destinados a implorar el perdón divino y el cese de la guerra.13 De lo dicho, se puede deducir que las dos culturas políticas integrantes del régimen de Franco –la fascista representada por Falange y la nacionalcatólica encarnada por la Iglesia y los sectores “católicos” del régimen– estaban básicamente de acuerdo en el modelo de mujer que debía imperar en la “Nueva España”. Y, en efecto, todos ellos coincidían en aspectos esenciales como, por ejemplo, la centralidad que debía ocupar la maternidad.14 Pero también diferían en otros puntos no menos esenciales. Mientras que el catolicismo apostaba por la reclusión de la mujer en su casa y su apartamiento de toda tarea pública –desempeño de un trabajo, participación política, desarrollo de una actividad artística o intelectual…– los fascistas postulaban una mujer que, sin abandonar los cometidos “propios de su sexo”, ejerciera una función mucho más activa, aunque siempre destinada a la defensa de su posición subordinada respecto al hombre. Fue, por tanto, un discurso contradictorio que, si por un lado les ofrecía a las mujeres espacios para su actividad más allá de la esfera privada, por otro exaltaba sus deberes y funciones dentro del hogar.15

11

BOE, 145, 25-5-1939. Un ejemplo en s/a: Delegación Nacional de Asistencia a Frentes y Hospitales: 22 meses de labor, 1937-1939. Pontevedra, 1939. 12 Cristina GÓMEZ CUESTA: “Entre la flecha y el altar: el adoctrinamiento femenino del franquismo: Valladolid como modelo, 1939-1959”, Cuadernos de Historia Contemporánea, 31 (2009), pp. 297-317.; Kathleen RICHMOND: Las mujeres del fascismo español: la Sección Femenina de Falange (19341959). Madrid, Alianza Editorial, 2004. 13 El resumen pormenorizado de estos actos en las parroquias granadinas en Archivo de Acción Católica Española (en adelante AACE), “Memoria de la Unión Diocesana de las Jóvenes de Acción Católica de Granada”, curso 1936-1937. 14 Matilde PEINADO RODRÍGUEZ: “Iglesia y Falange: encuentros y desencuentros en el ámbito de la educación femenina”, en Lucía PRIETO BORREGO (ed.): Encuadramiento femenino, socialización y cultura en el franquismo. CEDMA, Málaga, 2010, pp. 151-165. 15 Rosario SÁNCHEZ LÓPEZ: “Mussolini, los jóvenes y las mujeres. La lisonja como estratagema”, Historia Social, 22 (1996), pp. 19-43; Carme MOLINERO: “Mujer, fascismo, franquismo, la clausura forzada en un ‘mundo pequeño’”, Historia Social, 30, (1998), pp. 97-117. Cristina GÓMEZ CUESTA: “La Sección Femenina y su modelo de mujer: un discurso contradictorio”, Actas del V Encuentro de la Asociación de Historia Contemporánea, Valencia, PUV, pp. 31-38.

6

En líneas generales, el franquismo dibujó un modelo de mujer en el que ésta aparecía definida en su doble papel de esposa y madre. De una parte, el matrimonio fue presentado como la “salida natural” y única aspiración de las jóvenes españolas de cara a formar un hogar, donde serían las encargadas de procurar el bienestar de su marido, “haciéndoles agradable la vida y grata y apacible la convivencia familiar”. De otra, como contribución a la regeneración y recatolización nacionales, las mujeres debían aceptar su misión de “proporcionar hijos a la Patria” y comprometerse en educarles en base a la doctrina católica. De este modo, la maternidad quedó convertida en la principal función social de las mujeres durante la dictadura franquista. De ella se derivarían otra serie de rasgos propios de las mujeres –la sumisión, abnegación, los sentimientos-…– contrapuestos a los de los hombres –valentía, honor, intelecto…–.16 Todo ello colocó a la mujer en un estatus de “eterna menor” a todos los niveles, con claras restricciones en el ámbito laboral, jurídico o moral, en virtud de las cuales les estaba vetado desde viajar solas sin permiso de su marido hasta adquirir un inmueble. 17 Suponía, en fin, la adopción de toda una serie de medidas en diversos ámbitos que tenían como objetivo fundamental la cancelación del programa igualitario de la II República y la implantación de un modelo femenino y social basado en la familia católica y tradicional. 18 En la extensión del modelo de mujer deseado por el franquismo y el desarrollo de la labor recatolizadora jugaron un papel fundamental las organizaciones de encuadramiento femenino. Sección Femenina y Acción Católica se erigieron rápidamente como las dos únicas grandes posibilidades que les quedaban a las mujeres al margen de su permanencia en el hogar. Muchas de ellas decidieron desentenderse por completo de estas organizaciones o prestarles su colaboración sin llegar a afiliarse. Pero otras, vieron en su pertenecía a Acción Católica o a la Sección Femenina la manera de contribuir a la consolidación de la “Nueva España”, de impulsar una nación cimentada 16

María del Carmen AGULLÓ DÍAZ: “Azul y rosa: franquismo y educación femenina” en Alejandro MAYORDOMO. (coord.): Estudios sobre la política educativa durante el franquismo. Valencia, Universitat de València, 1999, pp.; Rebeca ARCE PINEDO: “De la mujer social a la mujer azul: la reconstrucción de la feminidad por las derechas españolas durante el primer tercio del siglo XX”, Ayer, 57 (2005), pp. 247-272. María Virtudes NARVÁEZ ALBA (2010). “Maternidad, patriotismo y religión: pilares de un ideal femenino”, en Lucía PRIETO BORREGO (ed.): “Encuadramiento femenino…”, pp. (251-268). 17 Sonia GONZÁLEZ GARCÍA (2008): “La situación jurídica y legal de las mujeres en la España contemporánea: las mujeres como sujeto de Derecho”, en María Encarna NICOLÁS MARÍN y Carmen GONZÁLEZ MARTÍNEZ (coords.). Ayeres en Discusión: Temas Clave en la Historia Contemporánea Hoy. Actas del IX Congreso de la Asociación de Historia Contemporánea. Murcia, Universidad de Murcia y Marcial Pons, 2008, cd-rom. 18 Inmaculada BLASCO: “Sección Femenina y Acción Católica: la movilización de las mujeres durante el franquismo”, Gerónimo de Ustáriz, 21 (2004), pp. 55-66.

7

sobre los principios patrióticos o religiosos en los que creían o de implicarse con el franquismo más allá de la educación de sus hijos y la asistencia a sus maridos. Las “mujeres de la Iglesia”: la contribución de las ramas femeninas de Acción católica a la consolidación del régimen franquista

A pesar de que Sección Femenina y Acción Católica rivalizaron por el control de las mujeres españolas –aun defendiendo un modelo de mujer similar durante estos primeros años–, son mayores los estudios que han abarcado la evolución de la rama femenina de Falange. Y, sin embargo, la influencia de las “católicas” fue, por momentos, superior a la ejercida por las falangistas. Entre otras razones, porque tras una etapa de profunda “fascistización” del régimen de Franco, el fracaso de las intentonas del Partido por incrementar su influencia en el Estado y el posterior declive de las potencias del Eje en Europa, inauguraron una etapa de claro predominio nacionalcatólico, que organizaciones como la Acción Católica pudieron aprovechar para la extensión de su apostolado.19 Paradójicamente fue el clima de libertad propiciado por la II República el que posibilitó la politización de Acción Católica. Su movilización durante el periodo estuvo dirigida a la defensa de un orden social tradicional y católico que veían en peligro a tenor de las medidas laicizadoras impulsadas por el nuevo régimen. Como ha señalado Inmaculada Blasco, lo novedoso de su actuación fue que, al contrario de cómo hubieran obrado en otros tiempos, estas “católicas” no limitaron su influencia al ámbito doméstico, sino que, valiéndose del nuevo escenario político abierto por la República, reclamaron un papel fundamental y público en la defensa de sus postulados.20 Esta movilización se mantuvo en niveles elevados durante la Guerra Civil, dado que el franquismo consideró que su ayuda también podía ser útil para la obtención de la victoria. Pero fue, tras abril de 1939, cuando la labor de la organización resultó esencial para conseguir la ansiada recatolización de España. En primer lugar, las mujeres de Acción Católica también tuvieron contacto con el fenómeno represivo. El delegado diocesano de la organización en Granada comentaba 19

Ismael SAZ: “Paradojas de la historia, paradojas de la historiografía. Las peripecias del fascismo español”, Hispania, LXI, 207 (2001), pp. (143-176. 20 Inmaculada BLASCO: “‘Tenemos las armas de nuestra fe y de nuestro amor y patriotismo pero nos falta algo’: La Acción Católica de la Mujer y la participación política en la España del primer tercio del siglo XX”, Historia Social, 44 (2002), pp. 3-20.

8

cómo “en el terrible momento de estar las reclusas en la capilla”, las afiliadas eran las encargadas

de

acompañarles

“inspirándoles

sentimientos

de

resignación

y

arrepentimiento” antes de ser ejecutadas.21 A ello hemos de añadir el papel que tuvieron dentro de las prisiones franquistas, donde asumieron la tarea de “salvar las almas” de los reos. Las cárceles pronto se convirtieron en espacios para castigar y convertir a los reclusos. Y en este último ámbito, las mujeres de Acción Católica fueron unas grandes colaboradoras de los capellanes de prisiones, demostrando que su labor iba más allá de rezar por los condenados a muerte y dispensar sentimientos de perdón. 22 Dentro de los muros de las cárceles comenzaba la tarea de la recatolización formando a las jóvenes para un futuro casamiento, realizando matrimonios eclesiásticos de parejas que hasta ese momento habían vivido amancebadas o bautizando a los hijos de las reclusas. A lo cual se sumaba toda una labor asistencial que, beneficiándose de la desesperada situación económica de las presas y de las condiciones infrahumanas en las que se encontraban, lograba un estrecho control sobre las reclusas tanto dentro del recinto como una vez obtenida su libertad: La Delegada tiene catequesis semanal e instruye por separado a jóvenes para su formación y a las casadas de los deberes que tienen para con los hijos. Ha conseguido se realicen 27 matrimonios de amancebados. Se bautizarán 17 niños mayores. Organizó trabajos anuales para los presos con objeto de distraerlas y que se ayudasen en la parte económica, proporcionándoles hilos, sedas y lanas con las que confeccionar verdaderos primores que venden a las señoras catequistas a particulares y comercios. Semanalmente se les viene entregando a las presas 350-400 pesetas y a veces hasta 500 pesetas, producto de estas ventas. Al salir de la cárcel se ha colocado a muchas en fábricas y talleres de costura, a otras se las ha establecido puestos de verduras e industrias análogas. Se sigue el contacto con ellas y se las lleva a los Centros de Madres y a las solteras al Servicio doméstico. En las bodas el obsequio al marido con tabaco y en los bautizos con comida y algunos dulces para el nuevo cristiano.23

21

AACE, Caja 1-1-3, “Memoria de la Unión Diocesana de las Mujeres de Acción Católica de Granada”, Curso 1941-1942. 22 Mariano Redondo escribió en su diario que en una de las visitas de estas “beatas” a la Prisión de Baza (Granada) donde se encontraba preso, una de ellas les dijo: “Yo sé que todos vosotros sois delincuentes, que habéis cometido horribles crímenes, pero a mí, que solo soy un alma eso no me concierne. Para castigar vuestro crímenes, el Generalísimo, salvador de España, inspirado en la divina providencia, ha instituido unos honorables tribunales que señalarán con justicia la pena terrena que tendréis que pagar por vuestros delitos”: Mariano REDONDO: En otros patios de Granada. Cátedra del Exilio y Fondo de Cultura Económica, Madrid, 2010. 23 AACE, Caja 1-1-4, “Memoria de la Unión Diocesana de las Mujeres de Acción Católica de Granada”, 1942-1943.

9

Pero la acción de estas mujeres no quedaba reducida a la asistencia sobre las reclusas, sino que se extendía a su familia. A este fin, Acción Católica organizó grupos de visitadoras que llevaran a cabo una “misión moral” sobre éstas, entregándoles desde comida a subsidios económicos de los que tan necesitados estaban dada su condición de vencidos. Las Mujeres de Acción Católica en Granada se felicitaban por haber “colocado en sus colegios a 220 niños y 130 en (las Escuelas de) el Ave María”. De esta manera, al igual que la Sección Femenina, la organización católica aprovechaba sus escuelas para dar acogida a las hijas de los vencidos, iniciando su temprano adoctrinamiento

e

impidiendo

que

recibiesen

una

educación

donde

el

nacionalcatolicismo de la “Nueva España” se encontrara ausente.24 La segunda aportación a la recatolización nacional la realizaron mediante la defensa de un modelo de esposa y madre tradicional que remediara el estado de descristianización que, a su juicio, había sufrido España y ahora padecía el mundo. Su concepción giraba por completo en torno a la existencia de la familia, considerada como primera esfera donde se producía la socialización política de los hijos y el aprendizaje necesario para la configuración de las actitudes y los comportamientos de los españoles. La familia aparecía definida como la primera institución a través de la cual el Estado franquista aspiraba a crear “buenos católicos” y “buenos patriotas”:

Si hoy urge restaurar la vida cristiana de la sociedad y los pueblos, ningún camino mejor que la reconquista del hogar y de la familia y por tanto de la madre. La relajación social ha desandado el camino de veinte siglos de cristianismo. Hoy nos encontramos con un mundo paganizado y hay que empezar a construir de nuevo desde los cimientos. […] El hogar es la entraña y raíz del problema. Buenas madres de familia, cristianas, rectas, bien orientadas y con energía suficiente para resistir las corrientes modernas. […].La formación de la madre es de una gran importancia pues nunca podrá transmitir virtudes de las que ella carezca ni obtener resultados con sus amonestaciones y consejos, si su ejemplo no concuerda con sus palabras […]. Si una madre no educó a su hijo desde la niñez en la práctica de la religión y las virtudes cristianas, muy difícil lo logrará más tarde. […] Las madres cumpliendo sus deberes de educar a sus hijos e imponerse a sus rebeldías de libertad y de independencia. La madre es la base de la reforma de las

24

Al respecto véanse AACE, Caja 1-1-3, “Memoria de la Unión Diocesana de las Mujeres de Acción Católica de Granada”, Curso 1941-1942; y Caja 2-1-2, “Memoria de la Unión Diocesana de Mujeres de Acción Católica de Granada”, Curso 1944-1945. Una función parecida cumplieron los Hogares de la Sección Femenina que si bien contaron con el respaldo oficial para la formación de las mujeres, no poseían las infraestructuras de las que podía disponer la Acción Católica.

10

costumbres y la recristianización de la vida. Y esto desde su hogar porque el hogar es la célula de la sociedad.25

Pero las mujeres de Acción Católica también contribuyeron a la consolidación del modelo de feminidad franquista en el plano de la moralidad. En efecto, el franquismo estableció un férreo control moral sobre los comportamientos públicos y la vida privada de las españoles. Pero fueron las mujeres las más afectadas por la rigidez impuesta en este campo. Y, en ello, resultó fundamental el papel desempeñado por la Iglesia Católica, los organismos de propaganda y, por supuesto, las organizaciones de encuadramiento falangista y católicas. Desde la prensa se invitaba a las mujeres a no hacer uso de las “faldas modernas” dado que la que “pase inadvertida será siempre la más admirada”. “Las mujeres –sostenía un sacerdote granadino– pecan con más facilidad que los hombres, ya que estos se condenan por ellas”.26 Los bailes, las modas y las influencias y comportamientos extranjeros se consideraron como el verdadero origen de las desviaciones morales de las mujeres españolas. El papel de Acción Católica fue muy relevante en este ámbito. En mayo de 1945, por ejemplo, el Arzobispo de Granada, Agustín Parrado iniciaba una “Cruzada pro modestia y austeridad” a sugerencia de los Consejos Nacionales de las ramas femeninas de esta organización. Sus palabras reflejaban claramente los objetivos políticos y nacionalizadores que se escondían tras el mantenimiento de la moralidad bajo la estricta ortodoxia católica:

¿Queremos que España vuelva a ser España? pues queremos que la mujer española vuelva a ser española. ¡Fuera todos aquellos usos y modas y modos copiados del extranjeros, introducidos en España para pervertir a la mujer española, para corromper por medio de ello nuestras costumbres […] La impiedad moderna ha ido más allá, no cuidándose de ocultar sus planes… Los impíos de hoy se llaman descaradamente a sí mismos ‘sin Dios y contra Dios’… Su empresa es, a las claras, la guerra directa contra Dios.27

Sin embargo, el control de la Iglesia y las organizaciones católicas se extendió a otros muchos aspectos. El Secretariado de Moralidad de Acción Católica fue el

25

Juan Carlos MANRIQUE ARRIBAS: “La familia como medio de inclusión de la mujer en la sociedad franquista”, Hispania Nova, 7 (2007), http://hispanianova.rediris.es/7/articulos/7a009.pdf; la cita en: AACE, Caja 1-1-3, “Memoria de la Unión Diocesana de las Mujeres de Acción Católica de Granada”, Curso 1941-1942. 26 Ideal, 25-1-1940 y Patria, 16-9-1945. 27 La cita pertenece al Boletín Oficial del Arzobispado de Granada, “Exhortación pastoral sobre la moralidad de las costumbres”, Diciembre de 1945.

11

encargado de velar porque los contenidos cinematográficos que consumían los españoles fueran adecuados a la doctrina y moral que quería inculcarse a los españoles. Pero, sobre todo, su labor recatolizadora tuvo como campo de actuación preferencial la sexualidad de los ciudadanos. Serian las Mujeres y Jóvenes de Acción Católica las encargadas de legitimar las uniones matrimoniales, convirtiendo los amancebamientos en matrimonios eclesiásticos y acercando a los españoles a la Iglesia para apartarlos de los “focos de inmoralidad”. En 1943, las Mujeres de Acción Católica de Granada se mostraban “muy satisfechas” de su trabajo dado que se habían celebrado “101 matrimonios muchos de parejas que vivían desde hace más de treinta años amancebados dándose la circunstancia de que tres varones celebraron al mismo tiempo la boda y la primera comunión”. 28 Sin embargo, las “católicas” dedicaron una parte muy importante de su apostolado a combatir lo que consideraban una de las más importantes lacras que afectaba a la sociedad española: la prostitución.29 Dado su carácter legal en la España franquista hasta el año 1956, la práctica de la prostitución fue una importante preocupación para la Iglesia y las organizaciones católicas. La creación del Patronato de Protección de la Mujer en 1941 buscó minimizar el alcance de la prostitución y reducir el número de “mujeres caídas” o, como se indicaba en el propio decreto de su creación, “impedir su explotación, apartarlas del vicio y educarlas con arreglo a las enseñanzas de la Religión Católica”. 30 En el “Informe sobre la Moralidad Pública en España”, elaborado en 1943, las dirigentes de la institución realizaban un completo análisis de la extensión de la prostitución en España, señalando los motivos que contribuían a ello: “la ola de materialismo, escasez de medios de vida; el fenómeno del estraperlo; la poca o ninguna modestia de la mujer en la vida pública; la promiscuidad en las colas, las lecturas, el cine; las revistas teatrales; los frecuentes cantos inmorales en la radio…”.31 Evidentemente, esta situación en un Estado que se proclamaba como un firme defensor de la ortodoxia católica y que tenía en la figura de Franco a un “paladín de la cristiandad”, motivó grandes enfrentamientos entre los “católicos” y las autoridades 28

AACE, Caja 1-1-4, “Memoria de la Unión Diocesana de las Mujeres de Acción Católica de Granada”, Curso 1942-1943”; y Caja 1-1-14, “Memoria de la Unión Diocesana de las Jóvenes de Acción Católica”, curso 1948-1949. 29 Jean-Louis GUEREÑA: La prostitución en la España contemporánea. Marcial Pons, Madrid, 2003; y Mirta Núñez DÍAZ-BALART: Mujeres caídas. Prostitutas legales y clandestinas en el franquismo, Madrid, Obrerón, 2003. 30 BOE, 224, “Decreto por el que se organiza el Patronato de Protección de la Mujer” 20-11-1941. 31 Assumpta ROURA: Un inmenso prostíbulo. Mujer y moralidad durante el franquismo. Barcelona, Base, 2005.

12

civiles. En 1951 el Arzobispo de Granada trasmitió al Gobernador Civil la inquietud del párroco de la iglesia de San José en el Albayzín por los “escándalos en las casas de mala nota” que se estaban produciendo en la zona. La respuesta de la primera autoridad provincial, Servando Fernández-Victorio y Camps, no debió satisfacer de todo ni al párroco ni al Arzobispo, puesto que, a pesar de cerrar algunas casas clandestinas, le comunicaba que en el resto, “por estar autorizadas”, no podría “hacer otra cosa que extremar la vigilancia”. 32 Claramente, el franquismo ofrecía un discurso de doble moral en el que, al mismo tiempo que manifestaba un tono condenatorio hacia el lenocinio, lo toleraba y controlaba como un mal necesario para el mantenimiento del orden moral, la salvaguarda de la virginidad femenina y la tranquilidad de las familias católicas. No obstante, las Mujeres de Acción Católica, en línea con las jerarquías eclesiásticas, mantuvieron siempre una posición de firme oposición al fenómeno. Desde la institución se organizaron grupos de mujeres encargadas de disuadir a las prostitutas de continuar ejerciendo tales prácticas, vigilar que las madammes no emplearan a menores en sus burdeles y presionar cuanto podían para evitar la extensión de los mismos. Durante el año 1942, las Mujeres de la Acción Católica granadina reflejaban que: “a una muchacha de 15 años que dio a luz se le ha obtenido el perdón de sus padres y que siga de nuevo en su casa, evitándole continuar su mala vida. A dos mujeres se las socorrió y procuró albergue”. Un año más tarde, desde la misma rama, se congratulaban de la “gran cantidad” de jóvenes “colocadas” y “preservadas”. 33 A partir de ahí, las organizaciones católicas ejercían una importante labor de vigilancia y control de estas jóvenes, encargándose de su reeducación y formación como “buenas españolas”.34 Era lógica la satisfacción que sentía la Delegada de Acción Católica en Granada al ver los frutos de su trabajo: “¡Cuántos pecados mortales evita este secretariado y cuantas mortificaciones ignoradas que no pueden reducirse a cifras!”.35 Al fin y al cabo, no solo luchaban contra un fenómeno contrario a su manera de entender España, sino que su labor tenía un claro tinte político, dado que muchas de las que se prostituían eran 32

La correspondencia entre el Prelado granadino y el Gobernador Civil, puede verse en Archivo Histórico Diocesano de Granada, Caja 265-F, 12-2-1951 y 19-5-1951. 33 Véanse AACE, Caja 1-1-3, “Memoria de la Unión Diocesana de las Mujeres de Acción Católica de Granada”, Curso 1941-1942 y Caja 1-1-4, “Memoria de la Unión Diocesana de las Mujeres de Acción Católica de Granada”, Curso 1942-1943” 34 Beatriz CABALLERO MESONERO: “Nosotras, las decentes. La salvaguardia de la moralidad femenina en una ciudad de provincias” en Justo BERAMENDI, Justo y María Xesús BAZ (coords.). Memoria e identidades. Actas del VII Congreso de la Asociación de Historia Contemporánea, Santiago, Universidad de Santiago de Compostela 2004, cd-rom. 35 AACE, Caja 2-1-2. “Memoria de la Unión Diocesana de Mujeres e Acción Católica”, Curso 19441945.

13

vencidas o familiares de vencidos, que tenía en las mancebías su único medio de subsistencia. Por último, y en íntima relación con las funciones de control y vigilancia que realizaban, las mujeres de Acción Católica dedicaron una especial atención a la “cuestión social”. En este ámbito, las “católicas” debieron competir no solo con la Sección Femenina, sino con el Auxilio Social. Aunque las acciones llevadas a cabo por estas organizaciones contribuyeran al alivio de la miseria de muchos ciudadanos, esta labor de “justicia social” fue, sin lugar a dudas, otro método de control de los vencidos. Los hogares, las escuelas y los comedores populares se convirtieron en lugares de obligada asistencia buena parte de los vencidos, tras haber sido desposeídos de sus trabajos, incautados sus bienes y estigmatizados socialmente. 36 En todo ello, el papel de Acción Católica resultó fundamental. Las mujeres y jóvenes de la organización pusieron en marcha comedores asistenciales, elaboraron ficheros de pobres en las parroquias, repartieron comestibles y vestido entre los más necesitados, visitaron hospitales, asilos y casas de las familias más modestas y establecieron consultas médicas y dispensarios farmacéuticos para los humildes. Una labor asistencial que fue siempre acompañada de otra espiritual, pues en sus visitas no dejaban de inculcar a los asistidos la necesidad de asistir a misa, recibir los sacramentos o educar a sus hijos de manera cristiana. 37 Esta doble vertiente –asistencial y moral– se mantuvo a lo largo de toda la posguerra, pero fue especialmente desde finales de los cuarenta y principios de los cincuenta cuando tuvo mayor influencia entre las familias. Es entonces cuando empezaron a manifestarse en la sociedad española las primeras voces críticas hacia la situación de prolongada miseria en la que muchos ciudadanos venían viviendo. Y, en este contexto, determinados sectores de la Iglesia católica comenzaron a manejar un discurso social en el que demandaban una mejora de las condiciones de vida de los españoles. Gente como el obispo de Málaga, Herrera Oria o el de Canarias, Pildaín, pero también algunos sectores de las organizaciones de apostolado seglar, fueron los puntales de este renovado giro social de la Iglesia Católica.38 Pero era un discurso con claras limitaciones. Por ejemplo, ante los pavorosos problemas que afectaba al campo andaluz 36

Muchos de los asistidos por las organizaciones del régimen recibieron con agradecimiento la caridad, pero otros se sintieron humillados tras su paso por los comedores de Auxilio Social o los Hogares de la Sección Femenina. Al respecto véase: Ángela CENARRO: Los niños de Auxilio Social. Madrid, Espasa, 2009. 37 AACE, Caja 3-1-4, “Memoria de la Unión Diocesana de las Mujeres de Acción Católica de Granada”, Curso 1950-1951; y Caja 1-1-15, “Memoria de la Unión Diocesana de las Jóvenes de Acción Católica”, Curso 1949-1950. 38 William CALLAHAM: La Iglesia Católica en España (1875-2002). Barcelona, Crítica, 2002.

14

–paro estacional agrícola, bajos salarios, incultura, viviendas infrahumanas…–, los miembros de Acción Católica mostraban una “profunda preocupación” por la situación de miseria en la que vivían muchas familias rurales, pero especialmente por las consecuencias morales de “la promiscuidad de los sexos y aún de las criaturas y animales compartiendo el mismo recinto”.39 Beneficiadas por el ocaso falangista tras la caída de los fascismos europeos en 1945, las organizaciones católicas multiplicaron su presencia entre los españoles desde mediados de los años cuarenta. El discurso social, unido a la centralidad de la religión en la vida cotidiana del pueblo, reforzó su influencia sobre las costumbres, actitudes y comportamientos de muchos ciudadanos. Baste recordar que en 1955, las Mujeres de Acción Católica contaban con 172.290 afiliadas.40 El cauce abierto por estas organizaciones para la participación pública de las españolas a través de la religión, fue muchas veces más atractivo que la vía política ofertada por la Sección Femenina. Tras años de repetición machacona de que la política “no traía nada bueno” –tomando como ejemplo la etapa republicana–, buena parte del pueblo asumió que el mejor camino para colaborar con el régimen era el religioso. Además, la mayor religiosidad existente entre el sexo femenino, catapultó la influencia de las Mujeres de Acción Católica a través de las parroquias, la caridad y el asesoramiento espiritual a las mujeres españolas. A lo largo de los cincuenta, algunos sectores de Acción Católica empezaron a despegarse del colaboracionismo con la dictadura y a censurar la falta de libertades y de “justicia social” existentes, pero no sería hasta la siguiente década cuando esta separación comenzaría a ser visible y representativa.41

Conclusiones

El acercamiento a la realidad de las Mujeres de Acción Católica ha merecido menor atención por parte de los especialistas que, por ejemplo, la labor desarrollada por la Sección Femenina de FET de las JONS. Sin embargo, su papel fue de igual o mayor importancia que el desempeñado por otras organizaciones de encuadramiento femenino. El afán recatolizador que se marcó el régimen desde sus inicios dotó de mayor 39

ACCIÓN CATÓLICA: Los problemas sociales del campo andaluz. Córdoba, 1953. Mónica MORENO SECO.: “Religiosas y laicas en el franquismo: entre la dictadura y la oposición”, Arenal, 12, (2005), pp. 61-89.. 41 Feliciano MONTERO: La Iglesia: de la colaboración a la disidencia (1956-1975). Madrid, Encuentro, 2009. 40

15

protagonismo a estas asociaciones cuyas raíces llegaban hasta la última ciudad y pueblo. Ello, unido a la centralidad de la religión en la vida de los españoles, convirtió a los afiliados y afiliadas de Acción Católica en una institución enormemente poderosa durante un considerable periodo de tiempo. Como se ha visto, las Mujeres y las Jóvenes de Acción Católica desarrollaron funciones en el campo de la moral, la caridad o la religión que tendieron en buena medida a la implantación de un modelo de mujer acorde con los postulados del nacionalcatolicismo imperante. Luchando contra la prostitución, abogando por la modestia de las costumbres o ejerciendo una intensa labor asistencial, fueron dando forma a mujeres católicas y tradicionales. Pero, como también se ha tratado de demostrar, sus acciones no quedaron reducidas a la inculcación de la doctrina católica, sino que también persiguieron claros fines políticos. Al atacar los principios de una educación republicana y laica, al involucrarse en la conversión de los presos en las cárceles franquistas y al asistir espiritual y económicamente a las familias de los vencidos, las Mujeres y Jóvenes de Acción Católica extendieron el control del régimen sobre la sociedad e impulsaron la influencia de la Iglesia. Cuando, a finales de los años cuarenta, el régimen alcanzó su posición más consolidada, podía estar agradecido a muchos factores. Pero, no cabe duda, de que la labor de estas “misioneras de la patria” contribuía decisivamente a su estabilidad.

16

Lihat lebih banyak...

Comentarios

Copyright © 2017 DATOSPDF Inc.