Mirando con lupa a la Unión Europea

Generalmente se afirma que la creación de la Unión Europea se inició con un proceso de integración de los Estados europeos, como medio para evitar otro conflicto bélico de grandes dimensiones, tales como las dos Guerras Mundiales. Dicha " unión " o integración, se basaba en el desarrollo de una economía de posguerra a través de un mercado único entre los países más poderosos del bloque capitalista, con una frontera común protegida con aranceles. Partiendo de esta idea, podría considerarse la UE como un experimento político que verifica la posibilidad de un proceso democrático a nivel supranacional, o en otras palabras, a un nivel en que todos los Estados miembros se ven afectados de la misma forma por las decisiones tomadas democráticamente. O no tan democráticamente… A partir de la década de los 80s comenzaron a surgir dudas entre euroescépticos y expertos, y a desarrollarse críticas relacionadas con las excesivas delegaciones de poderes económicos, políticos y de defensa, que los Estados miembros han ido confiriendo a las instituciones europeas. A su vez, la separación institucional de poderes (ejecutivo, legislativo y judicial) responde de forma horizontal ante las mismas instituciones, siguiendo el principio de pesos y contrapesos políticos, pero que reducen el papel del ciudadano europeo a votante sin voto, o mejor dicho, el ciudadano sí tiene voto, pero poco tiene que ver con la Unión Europea y los resultados políticos que produce. Esta estructura tiene como principal consecuencia que el sistema político y económico de la UE tiene grandes capacidades en la toma de decisiones (autorizadas previamente en los tratados), pero independientes al apoyo directo de los gobiernos. Como bien se ha mencionado anteriormente, el voto que el ciudadano europeo emplea para escoger a los parlamentarios no guarda ninguna relación con la elección (oficialmente indirecta) del presidente de la Comisión Europea, ni tampoco con los resultados políticos que el Parlamento produce junto con el Consejo de la UE. Al no existir un rendimiento de cuentas a favor de la ciudadanía, los incentivos de los miembros del Parlamento Europeo responden en mayor medida a las exigencias de su partido que a la de los propios electores, sumado al hecho de que los electores disponemos de una información deficiente sobre la actividad política de los parlamentarios, por lo tanto podemos afirmar que las elecciones no solo son irrelevantes para la Unión Europea, sino que la actividad política es sustancialmente opaca y los ciudadanos no tenemos opción de " castigar " o " premiar " con el voto a los políticos electos. La Comisión, por su parte, es un arma de doble filo: por un lado tiene un consentimiento previo para ejercer sus funciones sin necesidad de un control por parte de los Estados, y por otra parte es útil para emprender acciones políticas impopulares sin que la ciudadanía o los propios medios de comunicación, sepan exactamente a quién culpar. (No olvidemos que la Comisión está compuesta por funcionarios con un poder delegado, y que no han sido escogidos ni democráticamente ni tienen que rendir cuentas ante ningún electorado). Además, las funciones de la Comisión, dividida por temas o departamentos, se