Mirada revisionista al concepto de populismo en América Latina

July 15, 2017 | Autor: P. León Palacios | Categoría: History, Political Sociology, Political Science, Populism, Latin American History, History of History
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Descripción

Mirada revisionista al concepto de populismo en América Latina Autor: Paulo César León Palacios (Sociólogo, Doctor en Historia por El Colegio de México, experto en historia transnacional)

Siguiendo a Michel De Certeau 1 cabe preguntarse si el populismo es uno de esos lugares desde donde se hace la historia (o el comentario “histórico” sobre algo), sin que necesariamente se conozca su fundamento social y político2. Ciertamente, el concepto se institucionalizó3 como una de las alternativas para organizar las realidades de América Latina; sin embargo, se puede proponer una larga lista de preguntas que aún no han tenido una respuesta suficiente. ¿Cómo entender la velocidad del cambio histórico organizado bajo el concepto de populismo, si se compara con el reformismo europeo? ¿cómo articular las dimensiones económica y política de los “populismos”? ¿cómo eran las masas de los movimientos “populistas”? ¿es el populismo una estructura que se repite cíclicamente? ¿el populismo es inherente a cualquier práctica política? ¿es el “populismo” un acontecimiento o un modelo? Tal vez el uso reiterado del concepto se deba a que aún sirve para solucionar problemas, o tal vez al hecho de que se tienen muy buenas posibilidades de éxito en la comodidad de su uso. Si no hay razones para descartarlo en tanto problema histórico, sí las hay para relativizarlo. Si vamos a hablar de populismo qué podría significar investigarlo históricamente. Ese es el tema de este ensayo.

1

De Certeau, La escritura, pp. 67, 71, 75, 81.

2

Para imaginar la realidad teórica de la discusión sobre el populismo se puede partir de dos posturas. El concepto de populismo es de origen europeo, pero ha sido apropiado y elaborado constantemente en América Latina (Quattrocchi-Woisson, Les populismos, pp. 164-5, 171); desde esta óptica hablaríamos de un patrimonio común a las ciencias sociales -y a la historia- que ha sido heredado limpiamente. El populismo no ha sido una identidad sino una construcción analítica (Palacios, Presencia , pp. 331); desde esta óptica hablaríamos de una categoría arbitraria y limitada. 3

La historización del propio concepto de populismo en América Latina revela que el concepto ha llegado a institucionalizarse en Latinoamérica gracias a Gino Germani y a la teoría de la dependencia (Braun, Populismos, pp. 386, Moisés, 1978, Quattrocchi-Woisson, Les populismos, pp. 171), y también a que hubo posteriormente decenas de trabajos históricos que buscaban describir los regímenes “populistas” latinoamericanos. 1

1. Tiempo histórico y comparatividad El populismo es un hecho que se define por su comparación con la “democracia europea”. Según esta postura -sostenida, entre otros, por Di Tella- en Europa el reformismo fue producido por el concurso del liberalismo, las clases medias, y un movimiento obrero centrado en los sindicatos, mientras en América Latina hubo populismo, pues no se produjo un movimiento obrero que canalizara a las masas, ni el reformismo domesticó la inconformidad de las clases medias, ni el liberalismo reformista era parte de las tradiciones políticas4. El punto de vista de Knight es similar. Pone de presente que el nexo colonial con Europa explica la centralidad del liberalismo y el republicanismo en América Latina (que serían

referentes centrales para comprender el populismo, por ejemplo, en

comparación con Asia y África)5. No obstante, y quizás pensando pragmáticamente en las necesidades historiográficas, Knight pondera su visión y simplemente entiende por populismo regímenes y movimientos que fueron progresivos, nacionalistas, reformistas y ‘democráticos’6. La tipología de Panizza y Miorelli7 también supone una comparación con el liberalismo constitucional europeo:

4

Di Tella, Populismo y, pp. 392-397.

5

Knight, Democratic, pp. 158 y passim.

6

Knight, Democratic, pp. 166.

7

Panizza y Miorelli, Populism and, pp. 41-2. 2

Tipología de Panizza y Miorelli

liberalismo constitucional populismo Tensión mayorías – minorías Individualismo, balance de Derechos colectivos poderes, pluralismo antagonismo perpetuo Representación política Democracia representantiva Participación directa Cómo se es depositario de la Individualismo, pluralismo, C o l e c t i v i z a c i ó n y soberanía mecanismos de democracia enfrentamiento contra el representantiva status quo

El modelo de Sanch -centrado en la economía- es afín a esta postura. Sanch considera que el ciclo de política económica populista se produce en América Latina porque no se logra controlar la conflictividad social. En el marco de economías que se componen de un sector exportador de bienes primarios y un sector de bienes no transables, el populismo económico subió los ingresos de los grupos pobres, pero a un costo de alta inflación, crisis en la balanza de pagos, deterioro fiscal y crediticio, y finalmente crisis8. El modelo de Sanch supone una comparación con países donde la estabilidad social habría permitido una política económica no expansionista (aunque omite precisamente la comparación con países desarrollados con política “expansionista” que colapsaron en los setentas porque la productividad no compensó los salarios altos). No obstante, el modelo es sugerente en términos de que vale la pena preguntarse por los efectos cíclicos de una política económica populista 9. La idea de Vilas de que el populismo es una “estrategia de acumulación” para consolidar al capital industrial con respecto al sistema agroexportador y las masas trabajadoras10, encaja plenamente en el mismo perfil. Aquí, en la suposición de un

8

Sanch, Social conflict, pp. 5-6, 12-14. El autor considera que este modelo de conflicto social y bajo desempeño económico es constante en Latinoamérica y causa en el mediano palazo un pobre desempeño económico. 9

¿Cómo explicar en un modelo de este tipo el surgimiento de un Prebisch, que 1948 ataca la teoría de la ventaja comparativa (cf. Love, Economic ideas, pp. 412), brindándole un buen sustento al populismo económico? 10

Vilas, El populismo, pp. 338, 34. 3

modelo marxista en el que la burguesía industrial usa el Estado para acumular capital11, se da por sentado que el populismo es mutatis mutandis la manera como un régimen burgués industrial (europeo) se puede dar el Latinoamérica. La política contemporánea también ha inspirado a los historiadores a producir comparaciones entre los populismos de mediados del siglo XX y los “neopopulismos”. Por ejemplo, Knight ha propuesto tres constantes: oposición popular, presión de la elite y presión internacional por una democratización y la tendencia de estas sociedades a la democracia 12. Sin embargo, esto no soluciona el problema de cómo construir el tiempo histórico del “populismo”, y en todo caso carece de la investigación empírica y teórica apropiada. No sorprende que el tema de lo urbano-popular haya sido una manera de pensar la diferencia de Latinoamérica con el modelo de clase obrera europeo. ¿Cómo comprender que lo popular en Latinoamérica no se define en el siglo XX como se definió en el siglo XIX europeo: por la formación de la clase obrera?13. Hay que retomar a Braun, quien se pregunta qué significa que -a pesar de que tenía base popular- el populismo no fue producto de identidades de clase o instituciones obreras14, como –debemos suponer- sucedió en varios capítulos de la historia obrera europea. Entonces, ¿quiénes eran los seguidores de los movimientos populistas? pregunta Braun. El descentramiento que implica este tipo de pregunta puede conducirnos a un enfoque no etnocéntrico del populismo, es decir, un enfoque abierto a la comparación sin que ello implique que el populismo latinoamericano se defina por su diferencia con la historia política europea.

11

“A través de las nacionalizaciones, las expropiaciones y la inversión en infraestructura, energía y combustibles, acero, cemento y similares, el Estado creó las condiciones para una mas acelerada y amplia formación de capital en el sector privado”. No hay ‘estado populista’, hay regímenes populistas que operan desde Estados capitalistas (Vilas, El populismo, pp. 340, 350). 12

Knight, Democratic, pp. 177-179.

13

cf. Moisés, Clases, pp. 1433. Esta inquietud tiene su precedente en la teoría de la dependencia de Cardozo y Faletto, donde se intentó explicar el populismo como una expresión de clase (Moisés, 1978: 1436) e incluso Germani y Weffort, quienes plantearon que la emergencia de las clases populares fue producida por la crisis de la democracia liberal-oligárquica del periodo agroexportador (Moisés, 1978: 1437). 14

Braun, Populismos, pp. 388. 4

¿Qué debería tenerse en cuenta en la construcción de un tiempo histórico comparado? Uno, En Latinoamérica la secularización es diferente que en Europa; dos, las clases populares ha sido un universo culturalmente más autónomo que el de las clases bajas europeas (así lo ha postuló García Canclini a propósito del concepto de “cultura popular”) y con formas peculiares de mestizaje; tres, tenemos el problema de las vías liberales y socialdemócratas de reforma europeas comparadas con las reformas “aceleradas” del populismo latinoamericano y la mayor estabilidad / inestabilidad de las instituciones políticas: tal vez resultaría más útil un concepto de evolución histórica que no parta de un modelo lineal y etnocéntrico que se organiza en etapas de estabilidad / inestabilidad, o estática / dinámica, y que, además, asume a “Europa” en tanto referente originario de estructuras con respecto a las cuales se evalúa el “populismo” latinoamericano como variación. Se podría buscar una teoría en la que las posibilidades de cambio se leen desde los criterios evolutivos del propio proceso, y la estructuración (institucionalización) de algunas de esas posibilidades desde las características propias de estabilización de cada sociedad. Esto conduce a explicaciones complejas donde tanto Europa, Estados Unidos o América Latina pueden verse como diversos casos del modo cómo los sistemas sociales organizan el poder, la economía, la democracia15. 2. La noción historiográfica de acción política Knight cuestiona cuatro características que se le atribuyen al populismo. Se ha considerado que el populismo fue la contraparte política del esfuerzo industrializador que algunos países latinoamericanos emprendieron entre la Primera Guerra Mundial y los años 1970, pero excluye países o periodos donde no hubo una industrialización fuerte pero sí hubo populismo -por ejemplo, de la Haya en Perú o Velasco en Ecuador-. 15

Una de las betas para los estudios del “populismo” es el problema de la evolución de las sociedades y el modo como probablemente la expresión “populismo” señala en el fondo una “estructura”, es decir una forma de regulación de la comunicación en las sociedades complejas, referida a la constante diferenciación y a la relación compleja entre la esfera cotidiana y la esfera del Estado y el gobierno. En ese sentido valdría la pena revisar la teoría de la evolución de Niklas Luhmann, así como el trabajo de Magoroh Maruyama y Francis Heylighen (cf. Luhmann, La sociedad, pp. 352, 342, 376). 5

Además, se le ha atribuido al populismo un carácter urbano y multiclasista, pero esto no permite entender casos como el del Cardenismo mexicano -con su base rural- o al Peronismo -con su base electoral de trabajadores-. Por el contrario, Knight considera que es esencial al populismo la apelación al pueblo, la movilización popular y el liderazgo personal (mientras aspectos como el reformismo, la constitución multiclasista y la base urbana casuísticos) 16. En otras palabras, define el problema desde la historia política (por supuesto, apoyado en un modelo teórico weberiano). Para Weyland -afín a Kinght- el concepto de “populismo económico” no sirve porque amalgama cosas tan disímiles como la política económica de un marxista -Allende- con la de un populista clásico -Perón-. El “populismo político” –insiste el autor- es más adecuado porque define el populismo por el objetivo básico de todo líder populista: ganar y ejercer el poder, mientras lo económico y lo social se usan como medios17. Empero, hay autores que han buscado trascender la centralidad de lo político. Prud´homme ha sostenido que circunscribir así el populismo le da poco alcance explicativo al propio concepto, y recorta las posibilidades de reflexión teórica 18. E n caso de la

el

Anapo César Ayala ha caracterizado el populismo como un fenómeno

“integrador”, propio de la conformación de nación. Con esto asoma el tema desde la esfera política a la esfera de la estabilización social y la comunicación política 19 (aunque la amplitud de la definición y el propio alcance de su investigación no permiten ir más allá) 20. Se puede traer a colación la tesis de Margaret Canovas según la cual el populismo puede ser una forma de autocorrección de la brecha entre discursos políticos y las

16

Knight, Populism and Neo-Populism, pp. 239, 224-232.

17

Weyland, Clarifying, pp. 11 y ss.

18

Prud´homme, Un concepto, pp. 2002: 48.

19 Ayala,

El populismo atrapado, pp. 22 y passim.

20

El autor ha incursionado en un terreno relativamente nuevo para las investigaciones sobre el populismo, esto es, la construcción comunicativa del populismo en los medios de comunicación (cf. La investigación mas reciente del autor en este ámbito Ayala, 2006b).

6

realidades de las democracias (aunque con toda razón Prud´homme21 diría que así no se explica por qué el populismo tiene acogida en las masas) 22. Así, se vislumbra otra betas para los estudios del populismo. ¿Cuál es la relación entre el populismo, la cultura local y lo “informal”?23. Si hablamos de populismo ¿por qué restringirlo a la esfera de las grandes fenómenos políticos y económicos? Finalmente, el populismo es un hecho constituido por personas; ¿qué nos puede decir la vida cotidiana, la vida privada? ¿Cómo surge ese interés de las masas por integrarse a la política, y -aún si se partiera de un líder carismático-, cómo se sintió, como se vivió esta nueva disposición a la política, cómo se articuló el populismo con la vida de estos grupos? Empíricamente, ¿a qué nos referimos con “masas” 24? ¿No serían necesarias decenas de monografías históricas desde la perspectiva de la educación, oficios, gustos, costumbres y posición económica de los seguidores de estos movimientos? ¿Pero, no menos importantes, qué pasa con los que no siguen? En un fenómeno político es tan importante estudiar a los que participan como a los que no participan. 25 Igualmente, serían necesarias monografías y nuevas biografías26 que permitan comprender cómo era realmente la vida cotidiana de estos movimientos por dentro en términos de sus estructuras internas, sus fracciones, sus dinámicas de cambio (poco se fijan algunos autores en que el concepto de carisma en Economía y Sociedad está íntimamente ligado con los conceptos weberianos de magia, ritual y habitus). Para ajustar el debate a los dominios de la historia, hay que recordar la idea de que el concepto de mentalidad es necesario en casi toda investigación histórica, pero en

21

Prud´homme, Un concepto, pp. 54-56.

22

Y en esto no basta traer el psicoanálisis para decir que las masas tienden a usar conceptos como pueblo para alcanzar simbólicamente el mito de la plenitud (Cf. Laclau, 2005: 148-151). 23

cf. Prud´homme, Un concepto, pp. 61.

24

Con razón criticaba E. P. Thompson esta “visión espasmódica de la historia popular” que, con ocasión de la Revolución Francesa (¿un escenario “populista”?) pasa por alto que en el siglo XVIII, en casi todas las acciones de masas hubo una “noción legitimadora” relativa a la defensa de algún derecho o costumbre, por ejemplo, el consumo de pan (producida en un ámbito muy concreto de la vida cotidiana -y privada- de las “masas”, Thompson, 1990: 213-216). 25

Bourdieu, La distinción, pp. 408.

26

Hay autores que hablan como si ya estuviera descartado que los populistas desarrollistas realmente no creían en el desarrollo, como si todo fuera un asunto de manipulación calculada (cf. Weyland, 2001: 14). 7

especial en aquellas donde ciertas manifestaciones simbólicas dejan perplejos a los investigadores27 . La crítica a los franceses historiadores de las mentalidades también sería útil para los estudios del “populismo”: no hay que tratar las mentalidades como fuerzas impersonales, por encima de las individualidades28. Los Estados Unidos Siempre es útil observar ejemplos historiográficos. Y que mejor ámbito que la historia de los Estados Unidos, donde el populismo sólo ha sido visto por algunos29. A finales de los 1750s los The Stamp Acts despertaron la resistencia al consumo de mercancías británicas en las colonias angloamericanas. De ese modo, costumbres triviales (por ejemplo que las damas usaran guantes) adquirieron un significado político y público. No usar guantes o prendas importadas se convirtió en uno de los primeros eslabones sociales que transformarían un esquema en el que los ingleses exportaban manufacturas y los colonos las consumían 30. En general el movimiento de no importación no tuvo un peso significativo estadísticamente hablando en el comercio entre Inglaterra y los colonos; su significación estuvo en la formación de nuevos valores (para un mayor impacto político, los colonos tendrían que buscar nuevas formas de movilización 31, que probablemente compartirían varios rasgos del “populismo” 32). Se puede extraer un segundo ejemplo de la historiografía reciente sobre la Guerra Fría, un evento que posee muchos ingredientes “populistas”: masas homogeneizadas,

27

Burke, Formas de, pp. 215.

28

cf. Burke, Formas de, pp. 216-221.

29

Braun ha planteado que se han ignorado las conexiones entre los populismos de América Latina y Estados Unidos (Braun, 2008: 389-391), a propósito de la investigación de Michael Kazan. 30

Breen, The market, pp. 2004: 200.

31

Breen, The market,, pp. 234.

32

Si se aplicará esto en el caso de los “populismos” latinoamericanos podríamos resolver dilemas abstractos como el siguiente: “El Estado (populista) invertía capitales gigantescos (…) lo que las elites tradicionales consideraban un vano intento de producir en el país lo que se podía comprar en el extranjero, más barato y de mejor calidad” (Braun, 2008: 378). 8

invención de políticas que responden a “crisis”, líderes carismáticos, apelación a lo emocional y a la manipulación como vías paralelas a las instituciones democráticas, etc. En 1946 el famoso Telegrama Kennan sentó un precedente de la diplomacia norteamericana en la Guerra Fría con la idea de la ‘contención’ sobre la URSS. Sin desconocer que el pensamiento expresado en el documento fue uno de los referentes ideológicos del lado norteamericano de la Guerra Fría, Costigliola ha propuesto que este documento no se ha examinado desde la relación de lo escrito con las experiencias de su autor en la URSS 33 desde 1933. Costigliola demuestra que la gestión diplomática norteaméricana estuvo muy influida emocionalmente por una atmósfera carnavalesca, en la que “los funcionarios norteamericanos ganaron la oportunidad de cruzar los límites de ideología, clase, sexualidad, rango, convención y racionalidad” (en la época de la “luna de miel” entre Estados Unidos y la URSS algunos diplomáticos norteamericanos llegaron a hablar de la “Stalin´s NEP” o New Erotic Policy) 34. La homosocialidad presente en los encuentros entre los diplomáticos norteamericanos y soviéticos, así como los conflictos de identidad sexual de Kennan se expresaron definidamente tanto en sus textos diplomáticos como en sus escritos personales. Ahora ¿esta conexión entre lo privado y lo público35

pone en cuestión la

causalidad de la Guerra Fría? Al menos es claramente una manera de ayudar a releer las fuentes y la explicación misma del hecho36 , y es una inspiración novedosa para llegar a miradas más complejas sobre el “populismo”. 3. El “populismo” como fenómeno comunicativo Se tiende a sumar atributos extractados de diferentes experiencias en “conceptos acumulativos” que no necesariamente resuelven problemas37 . Por ejemplo, Braun 33

Costigliola, Unceasing, pp. 1310-11.

34

Costigliola, Unceasing, pp. 1317.

35

Que trasciende la mirada anecdótica de los biógrafos sobre la vida privada.

36

Costigliola, 1997: 1339.

37

Weyland, Clarifying, pp. 5, 8. Prud´homme ha hablado de particularismo (circunscribir, tipos ideales) y “minimalismo” universalista (atributos esenciales) (Prud´homme, 2002: 38-40). 9

encuentra que las elites se oponían a la desnaturalización de su liderazgo, implicada en la emergencia del populismo. La observación es sugerente. Pero se tramita de la siguiente manera: “De la noche a la mañana se incorporaron a la política un lenguaje y un estilo nuevos” 38. Knight (con su mirada “nominalista”) plantea que un concepto de populismo es útil sólo si nos ayuda a organizar la realidad empírica de una investigación. Por eso sería mejor construir el concepto “en base a procesos históricos más bien que de convergencias historiográficas”, pues las teorías “sofistican” pero no cumplen el criterio de la “fidelidad histórica” 39. ¿Pero qué pasa cuando la realidad empírica es vista de modo trivial (o no es vista) por la falta de una reflexión teórica sofisticada 40? Knight defiende en últimas un modo de conseguir fuentes y un modo de leerlas que le ha proporcionado un lugar en la historiografía latinoamericana (en especial la mexicana). Pero ¿qué decir de Braun? Ve el problema del populismo como comunicación, pero a la vez le pasa por encima, no está nada lejos de la percepción del sentido común, en la que el populismo es demagogia 41. El aporte más valioso en esta área es hasta el momento el de Laclau, quien advierte la gran incapacidad de entender cómo los movimientos populistas totalizan el conjunto de su experiencia política a través de la comunicación42. El populismo explica Laclau- se caracteriza por la elevación de una reivindicación particular a la calidad de “nodo”, un vínculo que hegemoniza a las demás demandas sociales contra el orden establecido, comportándose como una “equivalencia”, un elemento que es consubstancial a todas ellas y que, en esa medida, las representa. La legitimidad de este “nodo” permite que los grupos sociales y políticos puedan sentirse e identificarse globalmente como pueblo, y lo representen a través de un símbolo (el “nodo”). Por eso 38

Braun, Populismos, pp. 382, 376.

39

Knight, Populism and Neo-Populism, pp. 225, 237, 243.

40

Se trata del mal hábito de confundir la defensa del ethos o la “identidad” historiográfica con disolver la investigación teórica en la investigación empírica. 41

Panizza y Miorelli, Populism and, pp. 39. Incluso Di Tella llegó a ver en el lenguaje populista una ideología o un “estado emocional”, que actuaba como instrumento amplio de control y movilización (Di Tella, Populismo y, pp. 397-8). 42

Laclau, La razón populista, pp. 16. 10

un “nodo” elevado a símbolo de pueblo, no puede tener ningún significado concreto, es un “significante vacío”, pues de lo contrario no puede comportarse como algo consubstancial a la diversidad de demandas que ha de hegemonizar 43. Todo esto se engloba en el concepto de catecresis44. ¿Para qué podría servir toda esta “sofisticación”? El concepto de Laclau analiza una serie de propiedades vagas que se le atribuyen al populismo y que normalmente se estancan en la suposición de una esfera emocional, secreta, privada, indocumentable. Tal concepto eleva las posibilidades de comparación pues reúne el requisito de aportar una mirada profunda sobre el populismo, que no es etnocéntrica, pero señala algo común a diversos casos. No se trata de una fórmula arbitraria, sino de un concepto abierto, inacabado, susceptible de investigación teórica y empírica, que se puede indagar desde la esfera de la política económica, el discurso de los líderes y la difusión de los medios de masas. Un concepto así puede integrarse a otros conceptos desde la perspectiva de la vida cotidiana del populismo, e implica un reto para la pesquisa histórica pues demanda una lectura de fuentes en la cual se examine la posibilidad de que el discurso populista o sus diversas expresiones comunicativas pueden no ser fuentes de verdad y realidad del populismo; a la vez se abre la posibilidad de que éstas sean construcciones comunicativas catacréticas, que más que informar sobre la realidad del populismo nos informan sobre la realidad misma de su operación simbólica. Todas éstas son posibilidades. Un concepto es útil si inspira posibilidades para solucionar problemas que otros conceptos no solucionan

43

Laclau, La razón populista, pp. 96. En la óptica de Laclau, esto explica la eterna ambigüedad de la palabra “pueblo”, cualquiera que sea su uso. 44

La catacresis, explica Laclau, es una sinécdoque, valga decir una operación donde se significa el todo por la parte, que responde a la imposibilidad de reemplazar un término figurativo (pueblo) por uno referencial. Esto es en esencia lo que sucede con el uso de la palabra “pueblo” en los discursos populistas: es una imagen que funciona nominativamente, pero no denotativamente; no puede referirse a nada en concreto, pues pierde su valor ritual en la política, o si lo hace, es precisamente sobre algo que ha sido pasado a través de un proceso catacrético. 11

4. Conclusión Se pueden resumir las posibilidades propuestas en este escrito para el estudio del populismo en lo siguiente: 1) profundizar la reflexión historiográfica sobre los conceptos de evolución necesarios para estudiar el problema, en especial en el modo comparativo. 2) jugar con nuevas concepciones de tiempo y causalidad. 3) relativizar la mirada comparativa de los enfoques etnocéntricos. 4) quitarle relevancia a la comparación con regímenes contemporáneos por considerarse un alto riesgo de presentismo (y “populismo académico”). 5) investigar el populismo como fenómeno de la vida cotidiana y de la vida privada, relativizando la historia política del populismo. Esto aumentaría la comprensión de cómo eran las masas populares, sus líderes, sus organizaciones intermediarias, etc. 6) involucrar conceptos de comunicación en la investigación sobre el populismo. 7) ampliar el concepto de fuente y los modos cómo se leen las fuentes sobre el populismo.

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