MIRADA FEMINISTA EN EL DESPLAZAMIENTO DEL OBJETIVO DEL DESARROLLO EN LOS AÑOS 90: ¿Añada mujeres y agite? Un ejercicio de reflexión feminista sobre el Enfoque de Desarrollo Humano

June 29, 2017 | Autor: E. Apilánez Piniella | Categoría: Feminism, Feminismo, Cooperación Internacional Para El Desarrollo
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Elena Apilánez Piniella

Julio, 2015

MIRADA FEMINISTA EN EL DESPLAZAMIENTO DEL OBJETIVO DEL DESARROLLO EN LOS AÑOS 90 ¿Añada mujeres y agite? Un ejercicio de reflexión feminista sobre el Enfoque de Desarrollo Humano

El mundo en el que viven las mujeres, no es el mundo, es una parte administrada de él. Amelia Valcárcel, 2012. El avance de la mujer y el logro de la igualdad entre mujeres y hombres son una cuestión de derechos humanos y una condición para la justicia social, y no deben encararse aisladamente como un problema de la mujer. Únicamente después de alcanzados esos objetivos se podrá instaurar una sociedad viable, justa y desarrollada. Plataforma Beijing, 1995.

RESUMEN Los principales enfoques sobre los problemas del desarrollo surgidos en los años 90 suelen partir (con algunas diferencias) de un supuesto erróneo: considerar que “las personas” o “la gente” define un conjunto sociocultural y económico homogéneo. Este punto de partida implica que las diferentes posiciones de género que resultan en relaciones de poder jerárquicas -producto de seculares construcciones patriarcales- entre hombres y mujeres1 pasen desapercibidas en las propuestas teóricas sobre el desarrollo que emergen con fuerza en los años 90 y, por tanto, no logren sobrepasar suficientemente el corte masculinista más presente en enfoques y doctrinas previas (principalmente centradas en las visiones economicistas). Además, las visiones tradicionales, si bien dan cuenta de la influencia de las relaciones coloniales internacionales en los desequilibrios entre países, no sitúan las mismas con suficiente profundidad en el centro de los análisis. Se presentan, entonces, dos supuestos teóricos y un breve ejercicio de análisis, desde la perspectiva feminista, del Enfoque de Desarrollo Humano impulsado, principalmente, por Mahbub UlHaq y Amartya Senn en el marco de Naciones Unidas en la primera mitad de los años 90. Palabras clave: sistema patriarcal, dicotomías jerarquizantes, Enfoque de Desarrollo Humano, teorías feministas

I. Primer supuesto: los tres sistemas de dominación La mayor parte de las teorías del desarrollo propuestas desde América Latina entre los años 50 y 90 –tanto en el marco de la academia cuanto en los enfoques de los organismos financieros internacionales- han tomado como centro principal de su elaboración teórica el binomio (no contrapuesto pero sí jerárquico) crecimiento económico=desarrollo; esta opción epistemológica implica la supremacía del análisis del sistema capitalista como determinante en los procesos de cambio nacionales e internacionales orientados hacia mejores condiciones de vida. En este sentido, las reflexiones han estado vinculadas a varias cuestiones: las relaciones entre la fuerza de trabajo, su división de tareas, la creación de empleo y la productividad, los procesos de

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Cuando se utiliza el concepto “mujeres” ( para todo el documento), se consideran las siguientes aclaraciones: la totalidad de su ciclo de vida en función de sus necesidades específicas (niñez, adolescencia, juventud, madurez y adultez mayor), sus diferentes adscripciones, origen y auto-identificaciones culturales, sus opciones sexuales diversas y su posición social, política y económica en función de sus capacidades diferentes.

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acumulación del capital y la riqueza, la importancia determinante de las innovaciones tecnológicas en el proceso productivo y su relación con las anteriores, los modos en los que se distribuye la riqueza y el papel de las principales instituciones en el desarrollo económico (Estado, Mercado y Comunidad), la estructura de las relaciones económicas internacionales y, en menor medida, la relación entre la economía y otras ciencias sociales para las elaboraciones explicativas de las diferentes condiciones y posiciones de los países en las relaciones económicas internacionales. Algunas de estas teorías han abordando (aunque sin suficiente profundidad) la desigualdad interna en los países y las desiguales relaciones de poder entre países producto de relaciones coloniales. Entre los años 70 y 80 irrumpen en la academia latinoamericana posiciones críticas a los clásicos enfoques del desarrollo aunque lo hacen desde otros ámbitos académicos alejados de la Economía: los estudios postcoloniales ubican el análisis del sistema colonial en el centro y, en este caso, el núcleo argumentativo se basa en la crítica a la razón moderna y en cómo ésta se instaló secularmente en algunos binomios jerarquizados que, de forma directa o indirecta, han influido en la estructura de las relaciones internacionales: poder/subalternidad, modernidad/primitivismo, civilización/barbarie u occidente/otredad. En este caso, se evidencia críticamente el carácter geopolítico de las propuestas teóricas sobre el desarrollo y se aboga por la consideración de la existencia de una estructura de relaciones coloniales de dominación mediadas por el capital transnacional. Las teóricas feministas que, ya desde los años 70 se acercaron a los debates en torno a las teorías del desarrollo en América Latina –tanto desde la academia cuanto desde el movimiento feminista y, aunque de forma minoritaria, desde los organismos de cooperación internacional-, lo hicieron postulando la centralidad explicativa del sistema patriarcal cuyo eje de análisis se centra en las relaciones de dominación en razón de género. La crítica se desarrolla y profundiza a partir de evidenciar la existencia de bases estructurales de carácter económico, cultural o político que dan forma a la opresión patriarcal: su desarticulación será la que lleve a las sociedades latinoamericanas a procesos de cambio radicalmente democráticos que, por ende, favorezcan el bienestar de los colectivos humanos (en su máxima extensión y profundidad). Mi planteamiento, entonces, es que son tres los sistemas -que llamo “de dominación” (capitalista, colonial y patriarcal)- los que ordenan las relaciones socioeconómicas en, entre y de América Latina con los países y regiones “desarrolladas” y que, por tanto, los tres deberían de gozar de un suficiente y equilibrado estatus epistemológico en las teorías sobre el desarrollo ya que se evidencian ciertas similitudes y simultaneidades en los modos en los que operan éstos y sus consecuencias en la estructuración jerárquica y desigual de las sociedades latinoamericanas. El análisis de cada uno de los sistemas y su imbricación epistemológica podría dar lugar a formas de concebir el desarrollo que tuvieran en cuenta, no solo las relaciones de dominación en términos macro (internacionales/extra) y micro (nacionales/intro), sino también la profundización de las relaciones históricas existentes tanto entre países y regiones del mundo cuanto al interior de éstos, trazando un continuum analítico que permitiera contemplar de forma más compleja las desigualdades en el desarrollo teniendo en cuenta, por ejemplo, los siguientes aspectos:

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Cuadro 1 Los tres sistemas de dominación     

Sistema Capitalista CLASE 

Relaciones genéricas de dominación Crítica a la razón patriarcal Espacio público /espacio privado División sexual del trabajo

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Sistema Patriarcal

Sistema Colonial

GÉNERO

ETNIA

   

Relaciones económicas de dominación División social del trabajo Acumulación de capital Distribución de riqueza Papel de las instituciones

Relaciones coloniales de dominación Crítica a la razón moderna División colonial del trabajo Poder/subalternalidad

Fuente: elaboración propia.

En las próximas páginas me centraré en explicar las dos principales dicotomías jerarquizantes que constituyen las bases fundamentales del sistema patriarcal y que, particularmente, son elementos sustantivos para la crítica feminista a las teorías del desarrollo (principalmente a las producidas en la primera mitad de los años 90 que centraban su atención en las “personas”): la diferenciación espacio público y espacio privado (invariante estructural) y la división sexual del trabajo (trabajo productivo y trabajo reproductivo). Por otro lado, como es preciso delimitar el alcance del análisis, excluyo del mismo dos cuestiones: por un lado, la fructífera producción feminista en torno a los orígenes y desarrollo del Sistema Patriarcal previo a la constitución de los Estados-Nación, tal y como ahora los conocemos y, por otro, los procesos mediante los cuales el patriarcado español-europeo se hibrida con los diversos sistemas de sexo-género (o, al decir de algunas teóricas feministas postcoloniales, los patriarcados de baja intensidad) existentes en las sociedades latinoamericanas en los primeros momentos del impacto colonial.

II. Segundo supuesto: las dos principales dicotomías jerarquizantes Espacio público/Espacio privado: la invariante estructural2 Es de sobras conocido que las mujeres fueron expulsadas del pacto social o contrato original3 generado por los varones en el marco de la construcción de las sociedades y los Estados-Nación que hoy conocemos4. De más 2

En la breve descripción de la primera dicotomía jerarquizante parto del momento constitutivo –así teorizado por las feministas- en el que se comienzan a gestar los fundamentos del patriarcado moderno. Este momento constitutivo coincide con el proceso revolucionario en la Francia de fines del siglo XVIII. 3 Releyendo a Celia Amorós –quien, a su vez, sigue a Pateman (1995)- se puede decir que podría considerarse el patriarcado como una especie de pacto interclasista, meta-estable, por el cual se constituye en patrimonio del genérico de los varones en cuanto se auto-instituyen como sujetos del contrato social ante las mujeres –que son en principio -.

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está recordar cómo a las mujeres no se les permitió la entrada en los espacios de discusión popular en plena Revolución Francesa, cuando se afinaban los conceptos de libertad, igualdad y fraternidad5 que sentaron las bases de la primera Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano en 1789. En esta Declaración convergen, de forma expresa, las premisas de la Ilustración que tenían como ejes fundamentales, entre otros, los conceptos de emancipación y de ciudadanía y ello significaba el reconocimiento de una serie de derechos por parte del Estado, así como la posibilidad de que los ciudadanos (hombres) obtuvieran la presencia deseada en el espacio público (el espacio de la sociedad civil, de los iguales, de la fraternidad) y lograran la participación plena en éste por medio del ejercicio de dichos derechos. En todos estos procesos ilustrados de pactos y contratos sucesivos6 las mujeres fueron deliberadamente excluidas, siendo, en todo caso, “las pactadas”: en la Ilustración, por lo tanto, la manera de evitar desde el punto de vista ideológico que a la mujer le lleguen en toda su radicalidad las implicaciones de las premisas ilustradas, consistirá en habilitar un espacio, tanto conceptual como ideológico –el espacio privado- y acuñar conceptualidades diferenciales para situar en él a la mujer (Amorós, 2001: 47). El análisis de la diferenciación entre lo privado y lo público ha sido una constante en las teorías feministas y ha sido fundamental para avanzar en sus revisiones críticas a las conceptualizaciones de lo ciudadano y la ciudadanía en la tradición de las teorías políticas clásicas y contemporáneas (de elaboración masculina, fundamentalmente). Celia Amorós –siguiendo los aportes de Rosaldo- afirma que lo privado y lo público constituyen lo que podríamos llamar una invariante estructural que articula las sociedades jerarquizando los espacios: el espacio que se adjudica al hombre y el que se adjudica a la mujer (2001: 24). Siguiendo a la misma autora, en este caso, las actividades que se desarrollan en el espacio público suponen el reconocimiento y éste está íntimamente relacionado con lo que se llama el poder (…). Es el espacio de los que se autoinstituyen en sujetos del contrato social, donde no todos tienen el poder, pero al menos pueden tenerlo y son percibidos como posibles candidatos o sujetos de poder (2001: 25-26). Por su parte, el espacio privado, en oposición al espacio de los pares o iguales, yo propongo llamarlo el espacio de las idénticas, el espacio de la indescernibilidad, porque es un espacio en el cual no hay nada sustantivo que repartir en cuanto a poder ni en cuanto a prestigio ni en cuanto a reconocimiento, porque son las mujeres las repartidas ya en este espacio (2001: 26). Por tanto, la lógica del sistema patriarcal moderno ha articulado históricamente dos espacios bien definidos y asignados a los hombres y a las mujeres de forma diferenciada: el espacio público y el espacio privado. De esta forma, las mujeres son excluidas de las premisas ciudadanas y no se sentirán formando parte de los pactos estatales hasta mucho tiempo después (ni aún hoy, siquiera, en muchas partes del mundo). Posteriormente, el discurso de la modernidad y de la construcción científica durante los siglos XIX y XX contribuye a legitimar esta dicotomía, haciendo de lo privado el espacio no-estatal y, por lo tanto, el espacio donde las normas reguladoras de la vida en sociedad no entran a regir las relaciones inter-genéricas. De esta forma, las promesas de la modernidad sólo regirán para los varones, en el sentido de que éstos son los que ocuparán el espacio de lo público y de la participación en la esfera política.

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Las teorías clásicas de la Historia (masculinas) sitúan el nacimiento del pacto social o contrato original en las dos grandes revoluciones burguesas: la francesa y la estadounidense. Sucesivamente, los grandes teóricos políticos y los grandes filósofos (hombres todos) fundamentan el pacto interclasista entre varones en el natural infantilismo de las mujeres que les impide poseer las dotes suficientes para razonar y, por lo tanto, para llevar adelante una vida autónoma. Posteriormente, los filósofos románticos del s. XIX profundizan la misoginia hasta extremos inenarrables. Y, finalmente, el s. XX perfecciona las ideas sobre “La Mujer” y construye el ideal del Ángel del Hogar que llega hasta el s. XXI. 5 El ideal de la fraternidad es uno de los que mejor describe el pacto original interclasista entre varones. Frente a este ideal, un nutrido grupo de feministas declara la sororidad como símbolo de los pactos entre mujeres que enfrenten al sistema de pactos patriarcales interclasistas que sostienen el sistema de opresión. Pateman (1995:109 y siguientes), al ofrecer una breve secuencia histórica del origen del contrato sexual, hace unas muy interesantes reflexiones acerca de la concepción moderna de fraternidad que sigue siendo concebida como lazo masculino. 6 La tesis de T.S. Marshall respecto a la sucesiva consecución de los derechos ciudadanos describe detalladamente esta sucesión de pactos interclasistas entre varones.

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Posteriormente, según interpreta Amelia Valcárcel, se construye el pensamiento misógino dominante7 que, interesado desde el primer momento este discurso en excluir a las mujeres de la naciente ciudadanía, argumentó la exclusión recurriendo a categorías demasiado generales. Creó una esencialidad femenina fantasmática y mantuvo que tal esencialidad era precívica. Una mujer pasó a ser una hembra, una hembra de la especie humana (2004:26). La autora insiste en que, de forma paralela al proceso de individuación de los varones como sujetos universales, se construye lo otro “mujer” esencializado como un todo abstracto, sin fisuras y, a lo largo de dicha construcción, se sustenta su contenido en un discurso laico y pretendidamente científico (2004:28) que acabó por redondear el andamiaje conceptual (2004:28) en el que se sustentan los sistemas patriarcales modernos:

Cuadro 2 La primera dicotomía jerarquizante: espacio público/espacio privado

Contrato Sexual (s.XVIII) hombres "sujetos" mujeres "objetos"

Exclusión de las mujeres del principio de ciudadanía

Discurso laico y científico sustenta la esencia "natural " de las mujeres

Dicotomía jerarquizante: espacio público/espacio privado

ESPACIO PÚBLICO

• Esencialmente masculino: son los sujetos del contrato social • Espacio de los pares • Espacio de lo estatal por excelencia • Espacio de la razón • Distribuye el poder y los poderes y regula la ciudadanía • Funcionamiento económico-productivo y político

ESPACIO PRIVADO

• Esencialmente femenino: son los objetos del contrato sexual • Espacio de las idénticas • Espacio de lo no estatal por excelencia • Espacio de la naturaleza • Distribuye el sometimiento y regula la maternidad • Funcionamiento reproductivo y doméstico

Fuente: elaboración propia.

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En palabras de la misma autora, para excluir a las mujeres de la esfera de la igualdad, la esfera política por excelencia, fue preciso naturalizarlas. Y ese camino, comenzado por Rousseau y seguido con matices por Hegel, fue rematado por Schopenhauer (Valcárcel, 2004:37).

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División sexual del trabajo: trabajo productivo/trabajo reproductivo La segunda dicotomía jerarquizante que define las relaciones de poder entre los sexos está íntimamente relacionada con la anterior y es la que describe el papel diferenciado de éstos en la generación de valor y bienes materiales: los hombres producen y las mujeres reproducen. Por división sexual del trabajo se entiende la diferenciación que hace un grupo social y cultural, geográfica e históricamente determinado, sobre las actividades que pueden y deben de realizar mujeres y hombres. Por tanto, la división sexual del trabajo está basada en la construcción histórica de los géneros en cuanto a sus quehaceres productivos y reproductivos; el liberalismo y el capitalismo contribuyeron decisivamente a profundizar las enormes brechas en las responsabilidades de sobrevivencia y, hasta hoy, esta diferenciación continua presente en casi todas las sociedades conocidas del mundo, si bien en algunas con mayor flexibilidad que en otras. El trabajo reproductivo es aquel que aglutina a todos los quehaceres destinados al cuidado del hogar y de la familia abarcando todas las actividades relativas al mantenimiento de la infraestructura del hogar y las derivadas de la atención y cuidado (en su más amplia acepción) de los miembros de la familia (Carrasquer, Torns y Tejero, 1998). Este tipo de trabajo se diferencia del trabajo productivo en que supuestamente no produce bienes ni servicios, ni genera valor. Si bien el trabajo reproductivo no es reconocido ni económica ni socialmente, es necesario comprender que las actividades desarrolladas en este espacio (frecuentemente el correspondiente al espacio privado), contribuyen de manera notable al funcionamiento social y de la vida misma. La crítica feminista contribuye a evidenciar que el trabajo reproductivo no es producto natural de la dedicación de las mujeres sino fruto de la construcción socio-histórica y económica de las diferencias de género fundamentadas en lo que se ha llamado la invariante estructural. La heteroasignación de las mujeres al trabajo reproductivo se vincula, en gran medida, al enclaustramiento de éstas en el espacio privado. Los avances teórico-prácticos que las propuestas feministas han desarrollado sobre la economía del cuidado y el trabajo reproductivo y doméstico y sus relaciones con el espacio público-político-productivo son muy significativos. Según Laura Pautassi, bajo esta denominación se incluyen el conjunto de actividades, bienes y servicios necesarios para la reproducción social y cotidiana de mujeres y varones, especialmente a partir de vincularlo con el desarrollo económico de los países y las relaciones sociales de género (2007:43). Pautassi indica que la calificación de cuidado que acompaña al sustantivo amplía la visión respecto a las actividades domésticas y reproductivas al nuclear en su concepto el conjunto de las actividades socialmente útiles que no son monetariamente remuneradas, pero que también generan bienes y servicios para el consumo directo de los miembros del hogar (2007:44). Los aportes de la economía feminista ofrecen algunas explicaciones acerca de cómo las mujeres acceden al espacio público-productivo claramente definido por sesgos androcéntricos muy marcados y, por lo tanto, basado en relaciones jerárquicas de género como principio básico estructurante de las relaciones económicas en los espacios micro y macro. Dichos aportes se basan en las vertebraciones entre el sistema económico capitalista (ordenamiento económico hegemónico) y el sistema patriarcal (ordenamiento simbólico, social y cultural hegemónico). Lourdes Benería indica, al respecto, que las específicas características del trabajo productivo de las mujeres tienen su origen en las funciones específicas que éstas asumen para la reproducción de la fuerza de trabajo y supone que la participación de la mujer en la producción, la naturaleza de su trabajo y la división del trabajo por sexos se consideran resultado de sus actividades reproductoras, resultado condicionado también por la naturaleza del proceso productivo y por las exigencias de un sistema determinado de crecimiento y acumulación (1981:1). Reconocer este vertebramiento entre lo privado y lo reproductivo es especialmente importante para entender las formas específicas que adquiere el trabajo productivo de las mujeres en los espacios públicos; de hecho, Benería indica que, al papel de reproducción biológica inevitablemente asignado a las mujeres, se le unen otros dos aspectos fundamentales de la reproducción de la fuerza de trabajo, a saber, el cuidado de los hijos y el

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complejo de actividades asociadas con el mantenimiento diario de la fuerza de trabajo dentro de la unidad doméstica (1981:6), aspectos éstos que no deberían situarse en el espacio de la mera reproducción biológica sino en un marco más amplio de reproducción social, en el cual se insertaría la reproducción de la fuerza de trabajo. En este sentido, las amplias funciones reproductoras asignadas a las mujeres más allá de la concreta función biológica determinan, en buena parte, las posiciones de poder -respecto a los varones- concretas e históricas que éstas adquieren en las diversas sociedades y, por ende, en el mundo público-productivo. De hecho, para Benería, el control sobre la actividad reproductiva de las mujeres tiene mucho que ver con las posibilidades de éstas para asumir otras funciones desvinculadas de esta asignación, entre las que se encuentra, sin lugar a dudas, la asunción de tareas productivas en el espacio público mercantilizado; así, el control impuesto sobre la actividad reproductora de la mujer tiene dos consecuencias básicas. Una es que el hogar se convierte en el foco del trabajo de la mujer dado que en él se concentran las actividades dedicadas a la reproducción física (…). La segunda consecuencia es la restricción a la movilidad de la mujer que impera en la mayoría de las sociedades, aunque con diferentes grados de intensidad (1981:12):

Cuadro 3 La segunda dicotomía jerarquizante: división sexual del trabajo

Espacio Público: productivo y político

DIVISIÓN SEXUAL DEL TRABAJO Espacio Privado: reproductivo y doméstico

TRABAJO PRODUCTIVO

TRABAJO REPRODUCTIVO

• Esencialmente masculino • Genera valor, riqueza, bienes materiales y servicios disponibles en el mercado • Contrato social + producción • Espacio público-político-económico

• Esencialmente femenino • Genera cuidados y reproducción de la vida así como ciertos servicios disponibles en el hogar • Contrato sexual + amor • Espacio privado-doméstico-improductivo

Fuente: elaboración propia.

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III. ¿Añada mujeres y agite? Un ejercicio de reflexión feminista sobre el Enfoque de Desarrollo Humano La propuesta de Desarrollo Humano, desarrollada por Mahbub UlHaq y Amartya Sen –más profundamente por este último- en el marco del Sistema de Naciones Unidas (SNU) entre fines de los años 80 y primera mitad de los años 90, da como resultado una serie de Informes Mundiales8 que tienen como fin evaluar cuantitativamente9 las condiciones de vida en los países (que forman parte del SNU) a partir de un descentramiento del objeto del desarrollo: las personas, sus posibilidades de elección y la expansión de sus libertades para ello pasan a ser el centro nuclear y filosófico del Enfoque de Desarrollo Humano. El desarrollo es visto, entonces, como un proceso en el cual cada persona tiene la libertad para escoger (oportunidad) una serie de alternativas válidas y positivas (opciones) que propicien una vida digna, saludable y humanamente valiosa (salud y educación) teniendo en cuenta su acceso a una suficiente cantidad y calidad de recursos materiales (ingresos) a partir de sus posibilidades de participación política para la definición del ambiente concreto en el que poder definir las condiciones colectivas para ello. Las opciones o alternativas válidas y suficientes para la vida digna y valiosa de las personas se concretan en funcionamientos (estados y condiciones del ser que cada persona elije y valora) y capacidades (combinaciones de funcionamientos de las personas en condiciones reales de libertad de elección): el núcleo principal del proceso de desarrollo es, entonces, facilitar a todas y cada una de las personas (individual y colectivamente) la posibilidad de poder hacer o poder ser a partir de las opciones a las que se tiene acceso en condiciones de libertad de elección. Uno de los elementos conceptuales básicos del Enfoque de Desarrollo Humano es, por tanto, el de libertad, extensamente desarrollado por Amartya Sen (2000) en su libro Desarrollo y libertad: libertad entendida no solo como un medio sino como un fin en sí mismo, como un objetivo sublime del desarrollo (2000:16). Desde esta perspectiva, entonces, el Enfoque de Desarrollo Humano se aleja considerablemente (en términos filosóficos) de las propuestas teóricas previas (y, en algunos casos, posteriores) en las que se da preeminencia al binomio crecimiento económico=desarrollo -ya mencionado al inicio de este ensayo- y sostiene la necesidad de ahondar los esfuerzos sobre aquellas condiciones y situaciones concretas que imposibilitan, limitan o, en el mejor de los casos, mediatizan la expansión y el ejercicio de las libertades individuales. Unidas al disfrute de las libertades se encuentran dos cuestiones fundamentales; por un lado, los derechos individuales como marco necesario para la expansión de las oportunidades y para permitir el libre ejercicio de las capacidades humanas (que, normalmente, propician las instituciones -entre ellas, el Estado-) y, por otra, la agencia, término ampliamente utilizado en el Enfoque de Desarrollo Humano y que refiere a la capacidad individual para actuar y producir cambios en función de sus propios valores y objetivos (Sen, 2000:35). Las dos cuestiones ampliamente tratadas por Sen (libertad y agencia) forman parte estructurante de la filosofía del Enfoque de Desarrollo Humano y abren interesantes posibilidades analíticas desde las propuestas feministas; de hecho, el Capítulo 8 del libro Desarrollo y libertad se centra en La agencia de las mujeres y el cambio social (Sen, 2000:233 y siguientes) donde se hace referencia a la discusión en torno a los enfoques 8 El primer Informe de Desarrollo Humano del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) fue publicado en 1990 y coordinado por Mahbub UlHaq (participó en los mismos hasta su fallecimiento en 1998). Amartya Sen formó parte del grupo de consultores y consultoras del cual también formó parte una única mujer: Frances Stewart, destacada economista del desarrollo. La frase con la que inicia el Capítulo 1 del Informe resume el giro conceptual que asume el Sistema de Naciones Unidas en las mediciones del desarrollo: La verdadera riqueza de una nación está en su gente (PNUD, 1990:31). En el Informe de 1995 que, como mostraré más adelante, se centró en la igualdad entre mujeres y hombres, el número de mujeres que formó parte del grupo de consultoras y consultoras fue significativamente superior. 9 Si bien la filosofía que subyace en el Enfoque de Desarrollo Humano va más allá de las consideraciones cuantitativas del desarrollo, el mecanismo mediante el cual se concreta su medición (Índice de Desarrollo Humano) ha de optar por seleccionar una serie de dimensiones que puedan medirse gracias a sistemas estadísticos nacionales y oficiales y que, principalmente, puedan ser comparables para el conjunto de países que forman parte del Sistema de Naciones Unidas. De esta forma, se eligen tres componentes para su medición que den cuenta de tres elementos esenciales de la vida humana: longevidad, conocimientos y niveles decentes de vida (PNUD, 1990:36).

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predominantes en la llamada, por ese entonces, cuestión de las mujeres en el desarrollo. Aunque Sen (2000) en este capítulo logra acercarse a una reflexión sobre las manifestaciones de las dos principales dicotomías jerarquizantes que fundamentan el sistema patriarcal (aún en condiciones históricas y culturales muy diversas), principalmente a la segunda de ellas (división sexual del trabajo), éstas son estructuradas a partir, todavía, de la visión del ser para otros: las mujeres en la familia y su aporte para la modificación de sus condiciones (más bien materiales y de bienestar), las mujeres en la educación y su relación con la supervivencia de hijos e hijas, las mujeres y sus comportamientos diversos en cuanto a su fecundidad y la reducción de las tasas (por ejemplo, no se hace ninguna referencia al papel reproductivo de los hombres en la reducción de la fecundidad), etc. Para las teóricas feministas, la inclusión de estas cuestiones en la filosofía del Enfoque de Desarrollo Humano representa un avance sustantivo respecto a teorías del desarrollo basadas principalmente en el análisis del sistema capitalista si bien no logran profundizar en las causas estructurales que sustentan el sistema patriarcal y, más bien, se acercan a lo que Maxine Molyneux y Caroline Moser clasifican como necesidades prácticas de las mujeres. En el Informe sobre Desarrollo Humano publicado por PNUD en 1990, Naciones Unidas se hacía eco de las desigualdades nacionales en función del sexo analizando, entre otros, aspectos relacionados con mortalidad infantil diferenciada, mortalidad materna, salud, educación y trabajo (incluyendo el trabajo reproductivo y su invisibilización en las cuentas nacionales), principalmente. Si bien la referencia a las disparidades entre los sexos (PNUD, 1990:75 y siguientes) y la evidencia de la importancia de la reducción de brechas fue novedosa, en ese momento, en términos de medición del desarrollo, quedaban aún muchas aristas por explorar y, sobre todo, era fundamental reorientar los enfoques de las políticas nacionales e internacionales sobre lo que se llamó la cuestión de las mujeres en el desarrollo. El Informe de 1990 y los siguientes no logran profundizar sus análisis en torno a las causas estructurales que mantenían (y mantienen) la subordinación de las mujeres y más bien centran su atención en las manifestaciones de las mismas que, al decir de algunas feministas, no dejaban de ser análisis superficiales que no lograban superar el enfoque predominante de “Mujeres y desarrollo”. Un hito importante en el acercamiento del Enfoque de Desarrollo Humano a las propuestas feministas y a las reflexiones vinculadas a la cuestión de las mujeres en el desarrollo se da, por primera vez, en el Informe de Desarrollo Humano 1995 titulado genéricamente “La revolución hacia la igualdad en la condición de los sexos” (PNUD, 1995). De forma paralela, el Sistema de Naciones Unidas estaba impulsando, ese mismo año, la IV Conferencia Mundial sobre La Mujer en Beijing (China) y, como parece que no podía ser de otra forma, el Informe Anual habría de concentrarse en la disparidad en la condición de los sexos (PNUD, 1995:iii) partiendo de la siguiente premisa: es preciso que en el desarrollo humano se incorpore la condición de los sexos (PNUD, 1995:iii). En efecto, en este Informe se desarrolla una revisión del Enfoque de Desarrollo Humano y se integran dos concepciones fundamentales que tienen como fin ampliar su mirada; por un lado, la cuestión de la sostenibilidad del desarrollo y, por otro, la cuestión de la igualdad de condiciones entre los sexos. El Informe de 1995, además, es especialmente interesante desde la perspectiva feminista porque integra en su análisis algunas de las recomendaciones surgidas de la Plataforma de Acción de Beijing (1995) y logra desarrollar un análisis cuantitativo y cualitativo de diversos aspectos vinculados a las desiguales condiciones de las mujeres nunca antes realizado por un organismo internacional cuya razón de ser es, precisamente, el desarrollo. Tres son los aspectos más innovadores del Informe: en primer lugar, la inclusión de la Violencia contra las mujeres por razón de género; en segundo lugar, el análisis de la desigual condición jurídico-legal de las mujeres respecto de los hombres en muchos países del mundo. Y, en tercer lugar, la propuesta de medición de la desigualdad a partir de dos índices que, en informes posteriores, serán depurados y modificarán su denominación: el índice de desarrollo relacionado con la mujer (IDM) –posteriormente pasará a llamarse índice de desarrollo humano relativo al género (IDG)- y el índice de potenciación de la mujer (IPM) –posteriormente pasará a llamarse índice de potenciación de género-.

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El IDM es un reflejo del Índice de Desarrollo Humano (IDH)10 con un ajuste en la desagregación por sexos y la inclusión de una penalidad a la desigualdad (PNUD, 1995:81) mientras que el IPM mide si las mujeres y los hombres están en condiciones de participar activamente en la vida económica y política y en la adopción de decisiones (PNUD, 1995:81). En este caso, si bien estos índices suponen un adelanto para las mediciones estadísticas, el propio Informe de 1995 da cuenta de los límites y condicionantes a los que se enfrentan, principalmente referidos a la necesidad (al igual que ocurre con el IDH) de contar con fuentes estadísticas nacionales oficiales. Por otro lado, si bien el Informe de 1995 da cuenta de algunos elementos importantes en el análisis de las condiciones de desigualdad entre los sexos, ambos índices no logran reflejar algunas cuestiones fundamentales en las vidas de las mujeres como es, por ejemplo, el impacto de la Violencia por razón de género en las posibilidades y oportunidades para la mejora de las condiciones de vida de éstas. Los análisis feministas posteriores sobre el Enfoque de Desarrollo Humano dieron lugar a una prolífica literatura especializada que ha indagado tanto en la crítica a la perspectiva filosófica del enfoque como en las posibilidades de ampliación de las mediciones teniendo en cuenta, de forma simultánea, la mejora de los sistemas estadísticos nacionales para la medición de las condiciones de vida de las mujeres ocurrida en las dos últimas décadas a partir de las recomendaciones emanadas de diversos instrumentos internacionales para la ampliación de los derechos de las mujeres. En este sentido, los cuadros siguientes ofrecen un esbozo, a modo de síntesis, de dichos aportes tanto en términos de oportunidades analíticas cuanto en propuestas de mejora y ampliación del enfoque. En el primero de ellos, se toman como referencia los conceptos fundamentales del Enfoque de Desarrollo Humano mientras que, para el segundo de ellos, se introducen los aportes de Caroline Moser (quien, a su vez, amplía las definiciones de Maxine Molyneux) en cuanto a las definiciones de necesidades prácticas y necesidades estratégicas; de forma previa a éste, se introduce un cuadro explicativo de las propuestas de Moser (1995): Cuadro 4 Síntesis de oportunidades analíticas del Enfoque de Desarrollo Humano desde la perspectiva feminista Funcionamientos

Capacidades

Libertades y agencia

(Estados del ser o condiciones del ser)

(Combinaciones de funcionamientos en libertad)

(Opciones y Oportunidades)

• Posibilita el análisis de las estructuras sociales (prejuicios, normas, costumbres) como inhibidores de estados y condiciones del ser. •Posibilita el reconocimiento de la existencia de espacios diferenciados y relaciones de poder entre los hombres y las mujeres que los transitan. •Posibilita el análisis de la situación y posición de las mujeres (tanto objetivas –estados- como perceptivas -condiciones-). •Posibilita la evaluación de brechas de participación y poder entre mujeres y hombres en los espacios públicos.

•Posibilita el análisis de las estructuras sociales (prejuicios, normas, costumbres) como inhibidores de capacidades. •Posibilita un cierto grado de análisis de las condiciones estructurales de desigualdad al centrarse en la expansión y potenciación de capacidades individuales. •Posibilita (aunque insuficientemente) la inserción de la violencia contra las mujeres por razón de género como inhabilitante para el desarrollo de capacidades.

Posibilita el análisis de las relaciones de poder en la toma de decisiones (opciones). •Posibilita evidenciar las brechas entre las libertades de iuri y las libertades de facto (oportunidades). •Posibilita evidenciar las transformaciones institucionales (Estado-Mercado-Sociedad) en pro de la igualdad y de la libertad. •Introduce la medición de dos índices: IDG e IPG que desagregan los valores del IDH e introducen las variables de "capacidad" y "oportunidad". •

Fuente: elaboración propia en base a De la Cruz (2007), Iñiguez (1998) y Zabala (2001).

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El Índice de Desarrollo Humano (IDH) se comienza a medir en 1990 y es la materialización cuantitativa y estadística de las propuestas del Enfoque de Desarrollo Humano. Está compuesto por tres dimensiones: vida larga y saludable (medida en esperanza de vida al nacer), educación y conocimientos (medidos en tasas de alfabetización y tasas de matriculación) y nivel de vida digno (medido en ingresos promedio).

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Julio, 2015

Cuadro 5 Caroline Moser: intereses estratégicos de género y necesidades prácticas y estratégicas

Necesidad Práctica (Medio para…)

Ámbito de la teorización INTERÉS de Género (Preocupación práctica/estratégica)

Ámbito de la planificación Necesidad Estratégica (Medio para…)

Ej. (MOSER, 1995): Interés: Sociedad Igualitaria Necesidad Estratégica: supresión división sexual del trabajo

• Se identifican con actividades, estados y condiciones (objetivas) de

NECESIDAD PRÁCTICA

las mujeres •Son históricas y culturales •Se relacionan, principalmente, con condiciones materiales de vida

• Se

NECESIDAD ESTRATÉGICA

identifican en función de la posición subordinada de las mujeres •Son históricas y culturales •Se relacionan, principalmente, con división sexual del trabajo, poder y dominación

Fuente: elaboración propia a partir de Moser (1995).

Cuadro 6 Propuestas de mejora y ampliación del enfoque desde la perspectiva feminista Necesidades Prácticas

Necesidades Estratégicas

(Estados del ser o condiciones del ser)

(Combinaciones de funcionamientos en libertad)

• Incorporar puntos de partida críticos en cuanto a los diferentes estados y condiciones objetivas del ser que responden a estructuras de género jerarquizadas •Incorporar las relaciones coloniales y su impacto diferenciado en las condiciones de vida de hombres y mujeres (incluir el componente étnico)

•Incorporar críticamente el valor del trabajo reproductivo y de cuidado que realizan las mujeres y su determinación para la expansión de las capacidades de éstas en el mundo público-político-productivo •Incorporar críticamente el análisis de las condiciones estructurales de violencia en la que viven las mujeres como factor determinante en la libre combinación de estados y condiciones del ser

Ética de la Justicia y Ética del Cuidado (interés) (Opciones y Oportunidades) •Incorporar el discurso centrado en la justicia y en los derechos de las mujeres e incluirlo como pre-condición para el proceso de desarrollo y expansión de las libertades del conjunto de la sociedad •Profundizar la fundamentación filosófica en torno a la Igualdad que contemple las diferencias entre hombres y mujeres basadas en las relaciones de género en el acceso y disfrute de opciones y oportunidades •Ampliar y/o desagregar los componentes del IDG y del IPG en términos de ética de la justicia, ética del cuidado y derechos de las mujeres (incorporar el principio de Igualdad y mejorar la metodología de su medición)

Fuente: elaboración propia.

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Julio, 2015

IV. Conclusiones Una de las cuestiones que se ha quedado en “el tintero” ha sido la exposición de las diversas posturas tomadas por los organismos internacionales antes y después de la década de los años 90 para resolver la llamada cuestión de las mujeres en el desarrollo y que, de manera muy directa, expresan las relaciones entre las Teorías del Desarrollo y las Teorías Feministas, principalmente a partir de 1995 con la celebración de la IV Conferencia Internacional sobre La Mujer (Beijing). En efecto, el impacto de los diversos enfoques del desarrollo sobre la vida concreta de las mujeres ha sido analizado en una prolífica producción feminista (y no tanto) en las últimas dos décadas y ha dado lugar a teorizaciones de suficiente calado como para comprender mejor el fenómeno del desarrollo en muchas regiones del mundo, especialmente en América Latina donde la producción ha sido especialmente intensa y, en muchos casos, novedosa. No me detendré más en este punto, si bien es preciso volver a señalar que, en general, las Teorías del Desarrollo (no sólo hasta los años 90) han obviado (¿intencionalmente?) la existencia de un sistema de dominio patriarcal en sus argumentaciones explicativas y su relación estructural con los otros sistemas de dominación que, con mayor o menor intensidad, aparecen en las mismas. En el primer punto de este ensayo hago una muy breve referencia a este argumento que, obviamente, requeriría de un desarrollo mucho más extenso de lo que es ahora posible. Si bien los enfoques sobre la teorización del desarrollo surgidos en los años 90 presentan un giro conceptual de interés para las propuestas feministas, no es menos cierto que éstos siguen acuñando expresiones con riesgos homogeneizantes (“la gente”, “las personas” y otras) y no logran desgranar las relaciones de poder patriarcal que, directa o indirectamente, están mediando y condicionando las posibilidades de vida de mujeres y hombres en contextos históricos y culturales diversos. Las propuestas feministas que se han acercado a la crítica de las Teorías del Desarrollo, por tanto, hacen especial hincapié en la necesidad de ubicar en el centro mismo de los análisis a las relaciones patriarcales y en cómo éstas se entretejen con los otros dos grandes sistemas de dominación económica y colonial, principalmente en América Latina. Es decir, no es simplemente “añadir mujeres y agitar”, sino posibilitar un equilibrio epistemológico que integre en su totalidad la suficiencia explicativa de la categoría de género y evidenciar, así, el complejo mundo de relaciones de poder mediadas por múltiples condiciones de dominación que, a su vez, están impidiendo o posibilitando condiciones de vida dignas para unos y otras.

BIBLIOGRAFÍA Amorós, C. (2001).- Feminismo. Igualdad y Diferencia. Colección Libros del PUEG. Universidad Nacional Autónoma de México. México (México). Benería, L. (1981).- Reproducción, producción y división sexual del trabajo. En Revista Mientras Tanto nº 6. Barcelona (España). Carrasquer, T. y Tejero (1998) (Paper).- Treball i vida quotidiana. En Revista de Sociología, N° 55 01/1998. OAI. España. De la Cruz, C. (2007).- Género, Derechos y Desarrollo Humano. Ed. PNUD. San Salvador (El Salvador).

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Iñiguez, J. (1998).- Desarrollo y experiencias de Género. Apuntes desde la perspectiva de Sen. Ediciones de las Mujeres, 27, Isis internacional. Santiago de Chile (Chile). Moser, C. (1995).- Planificación de género y desarrollo. Teoría, práctica y capacitación. Ed. Red Entre Mujeres/Flora Tristán Ediciones. Lima (Perú). Pateman, C. (1995).- El contrato sexual. Ed. Anthropos, Barcelona (España) en co-edición con Universidad Autónoma Metropolitana, Iztapalapa (México). Pautassi, L. (2007).- ¡Cuánto trabajo mujer! El género y las relaciones laborales. Ed. Capital Intelectual, Colección Claves para Todos. Buenos Aires (Argentina). PNUD (1990).- Informe de Desarrollo Humano. Ed. PNUD/Tercer Mundo Editores (Edición en español). Bogotá (Colombia). PNUD (1995).- Informe de Desarrollo Humano. La revolución hacia la igualdad en la condición de los sexos. Ed. PNUD/Harla S.A. de C.V. (Edición en español). Ciudad de México (México). Sen, A. (2000).- Desarrollo y libertad. Ed. Planeta Argentina. Buenos Aires (Argentina). Valcárcel, A. (2004).- La política de las mujeres. Ed. Ediciones Cátedra, Madrid (España). Zabala, I. (2001).- El desarrollo Humano desde una perspectiva de género, en Ensayos sobre el Desarrollo Humano. Ed. Icaria. Barcelona (España).

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