MInisterio ordenado y carisma

August 3, 2017 | Autor: Adriana Ochoa | Categoría: Priesthood, Nuevos Movimientos Religiosos, Misionología, Eclesiología
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INSTITUTO SUPERIOR DE ESTUDIOS ECLESIASTICOS TEOLOGIA DEL ORDEN

El Ministerio Ordenado de los Religiosos en la Iglesia: El reto de la integración entre ministerio ordenado y carisma

Adriana G. Ochoa Reynoso Matrimonio Misionero Verbum Dei Islas Filipinas, Diciembre 2014

I.- INTRODUCCIÓN En el Concilio Vaticano II se verificó una verdadera renovación teológica, en relación al sacerdocio, se supera una visión exclusivamente eucarística del ministerio y se vuelve a considerar su aspecto dinámico como determinante: el sacerdocio ministerial es para la misión, en continuación con el envío de los apóstoles por Cristo. La Iglesia ya no es entendida en el tradicional concepto piramidal, sino como Pueblo de Dios, como espacio de comunión, como Cuerpo de Cristo. En él, el ministerio ordenado tiene un papel determinante, pero entendido como servicio. A un momento de tan intensa luminosidad como fue el Concilio, sucedió un período de gran perturbación como el surgir de teorías que explican los ministerios en la Iglesia naciente desde el aspecto sacramental, sino más bien desde el aspecto funcional. La primera consecuencia de estas dudas sobre el verdadero sentido de la naturaleza y misión del sacerdocio ministerial fue el doloroso abandono del ministerio por parte de gran número de sacerdotes en el tiempo postconciliar, y el consecuente retroceso de las vocaciones sacerdotales. Actualmente, a pesar de haber disminuido drásticamente el número de sacerdotes, la Iglesia católica todavía cuenta en el mundo con un ejército de 410.593 clérigos. Un gran número en sí mismo, pero insuficiente para cubrir las necesidades eclesiales. La mies es mucha y los obreros siguen siendo pocos. A esta crisis de identidad como sacerdotes ministeriales, añadamos un reto más. La tercera parte de los sacerdotes pertenecen a comunidades religiosas de la Iglesia católica y participan de un carisma fundacional propio1. Es decir, a la crisis propia de la vida sacerdotal, se suma otra: ¿Cómo integrar el reto de ser sacerdote y el reto de vivir el carisma propio al que ha sido llamado por Dios? Desde hace 20 años, mi esposo y yo somos un matrimonio misionero, miembros de un Instituto eclesial de vida consagrada fundado en 1963 y que ha recibido aprobación pontificia en el año 2000. La Fraternidad Misionera Verbum Dei es un Instituto de vida consagrada integrada por sacerdotes misioneros, misioneras célibes y matrimonios misioneros consagrados. Desde esta realidad eclesial, cada rama intenta ser fiel a la vocación que ha recibido como estado de vida y a la vez, a la vocación común porque las tres ramas participamos de un mismo carisma.2

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En ocasiones el lenguaje de las cifras resulta clarividente. Según la cifra oficial recogida en el Anuario Pontificio de 2011, los presbíteros en la Iglesia eran 408.024. De ellos 272.431 son seculares y 135.593 (33%) pertenecen a Órdenes, Congregaciones religiosas, Sociedades de vida apostólica o Institutos seculares. Creo que se trata de un dato significativo. Más de un tercio de los sacerdotes de todo el mundo son consagrados tengan o no a sus espaldas un cargo pastoral. 2 “La Fraternidad Misionera Verbum Dei, fundada por el Rvdo. P. Jaime Bonet Bonet en Mallorca Espana en el ano 1963, es un Instituto de vida consagrada de derecho pontificio, aprobado con el Decreto del 15 de abril del ano 2000 y formado por dos Ramas de consagrados célibes –la Rama femenina de Misioneras Verbum Dei y la Rama masculina clerical de Misioneros Verbum Dei- integradas también por una Rama de

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Como forma nueva de vida consagrada, cada rama tiene muchos retos de cara a nuestra identidad y misión. En este ensayo de la materia de Teologia del Orden, compartiré mis reflexiones de cara al sacerdocio religioso en nuestro Instituto. He sido testigo de los retos que viven nuestros hermanos sacerdotes en la búsqueda por encontrar su lugar en la Iglesia como ministros ordenados y de los retos de encontrar su lugar también en una comunidad eclesial misionera que trabaja en los cinco continentes. Nuestro carisma es desde su origen de “naturaleza eclesial”: “La eclesialidad se fundamenta en la en la íntima inserción en la vida y en la misión de la Iglesia universal. Parte de la igualdad fundamental del Bautismo que nos hace a todos hijos e hijas de Dios, así como discípulos y apóstoles de Cristo. El sentido específico de la eclesialidad en la Fraternidad se expresa integrando en una única forma institucional compuesta por tres Ramas de los diferentes estados de vida en la Iglesia. Cada Rama en comunión con las otras, proyecta su dinamismo apostólico”.3 Este es un ideal muy grande, sin embargo es un reto difícil porque nos supone romper con los modelos que hemos aprendido para empezar a “aprehender”4 a vivirnos y entendernos como Pueblo de Dios.5 Quisiera dedicar este ensayo a nuestro fundador el P. Jaime Bonet Bonet y a mis hermanos sacerdotes misioneros Verbum Dei, en los que he visto la búsqueda constante por vivir su vocación sacerdotal-misionera desde un fuerte amor a Cristo. Queridos hermanos misioneros: Ustedes, con sus vidas entregadas y en comunión misionera con las otras dos ramas de la Fraternidad y la entera Familia Misionera Verbum Dei, van abriendo en la Iglesia caminos nuevos para comprender el otro rostro del sacerdocio ministerial: ¡Vivir su carisma es el mayor don que pueden dar a la Iglesia!

matrimonios misioneros Verbum Dei. Todos los miembros de la Fraternidad, según su propio estado de vida, consagran su vida por la practica de los consejos evangelicos de pobreza, castidad y obediencia y se dedican a la evangelización por medio de la oración y el ministerio de la Palabra” Congregazione per gli Instituti di vita consacrata e le societa d vita apostolica. 27 de febrero de 2012. 3 Constituciones de la Fraternidad Misionera Verbum Dei n. 2 4 Aprender: asimilar, memorizar, estudiar, instruirse, cultivarse, formarse, adquirir el conocimiento de una cosa. Lleva una actitud pasiva de escucha y asimilación. Aprehender: coger, prender, capturar, apresar, aprisionar, hacerlo mío, lo construyo, formo parte del resultado, se queda, tiene sentido para mí, he sido activo, el resultado compromete la vida. 5 El Vaticano II acude al esquema del pueblo de Dios para exponer la doctrina del >sacerdocio común de todos los creyentes (LG 10), sacerdocio ejercido en los sacramentos (LG 11), el sentido de la fe (>Sensus fidei) y los >carismas (LG 12). Desarrolla una rica noción de la catolicidad (>Católico) de la Iglesia: su difusión universal en la unidad, su diversidad en los distintos pueblos, estados y funciones dentro de la Iglesia, en las diferentes tradiciones y en la común participación en los recursos (LG 13). La cuestión de la >pertenencia a la Iglesia se plantea en términos de incorporación plena o parcial: los católicos en estado de gracia («en posesión del Espíritu de Cristo») están plenamente incorporados (LG 14); los otros cristianos están unidos a la Iglesia de diversos modos (LG 15; cf UR 3, 14-23); los no cristianos, especialmente los judíos y los musulmanes, y todos los que creen en Dios, están ordenados al pueblo de diversos modos, como también lo están de hecho todos aquellos que, sin falta por su parte, no han podido llegar a un conocimiento explícito de Dios (LG 16). Finalmente la Iglesia tiene una misión de cara al mundo (LG 17). El Código de Derecho canónico de 1983 titula «El pueblo de Dios», tratando en él de todos los fieles, laicos, jerarquía y religiosos.

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II.- DESARROLLO: a) Dos formas históricas de comprender el ministerio ordenado El ministerio ordenado ha tenido siempre dentro de sí mismo una tensión polar en la que no siempre se ha reparado. Es la tensión -que ya apreciamos en los orígenes- entre un ministerio ordenado más espontáneo, menos institucionalizado, menos atado a un lugar y a unas tareas específicas y regulares (como era el ministerio de Pablo, de Bernabé) y otro mucho más ligado al lugar y a la vida de una comunidad cristiana (Santiago de Jerusalén, Ignacio de Antioquía). Emerge de nuevo esta tensión cuando algunos grupos de presbíteros deciden vivir “monásticamente” tratando de integrar dos realidades que de suyo son distintas, el ministerio ordenado y el monacato (Eusebio de Vercelli, Agustín), o vivir la “vita apostolica” (canónigos regulares). Juan Crisóstomo ordenó a monjes para que ejercieran el ministerio como misioneros de primera evangelización. Los benedictinos acogieron la ordenación de algunos de ellos para atender a las necesidades pastorales del ministerio, pero sin que la figura del ministro ordenado fuera decisiva en la configuración del monasterio, llamado por san Benito “ecclesiola”. Hubo un tiempo en que fueron ordenados presbíteros los mejores monjes, no tanto para concederles un título de honor, cuanto para enriquecer el cuerpo de los ministros ordenados con la presencia en él de personas tan santas y cualificadas. 6 En el segundo milenio aparece una vida religiosa que siente la necesidad de expresarse en el ministerio ordenado y que no puede ser concebida sin él. Así sucede en la Orden de Predicadores. Se saben auténticos ministros ordenados, pero no configurados por una parroquia o una diócesis, sino por la predicación itinerante y en pobreza de la Palabra de Dios. Algo semejante acontece en las demás órdenes mendicantes. Pero es, sobre todo, en el renacimiento cuando surgen institutos religiosos para los cuales el ministerio ordenado es constitutivo: los llamados “clérigos regulares”. Para ellos la vida religiosa no es un sustantivo y el ministerio ordenado un adjetivo: ambas realidades son sustantivas y se reconfiguran mutuamente. Desde entonces hasta hoy ésto ha seguido aconteciendo en no pocos institutos masculinos, con diferentes matices carismáticos.7 b) ¿Tendencia a “Diocesanizar” a los sacerdotes religiosos? En las características del ministerio ordenado según Praebyterorum Ordinis8 se deja fuera de su perspectiva a los presbíteros religiosos, o al menos a no pocos de ellos. Además, la figura paradigmática del cura de Ars -propuesta en el año sacerdotal- no refleja del todo, al ministerio ordenado que ha ido surgiendo a lo largo de la historia en la vida religiosa y hoy se mantiene. 6

C. R. García Paredes, Ministerio ordenado en la vida religiosa. Memoria, perspectivas, desafíos, en MOR, p. 174. 7 García Paredes José. El ministerio ordenado religioso. Ecología del Espíritu. Artículo publicado el 5 de enero 2010. 8 DECRETO PRESBYTERORUM ORDINIS SOBRE EL MINISTERIO Y LA VIDA DE LOS PRESBÍTEROS. 7 de diciembre de 1965.

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Aquí surge la tensión. Una postura radical podría ser esta: o el ministro ordenado se “diocesaniza” y hace prioritario en su vida y ministerio el servicio a la Iglesia diocesana, o no tiene razón de ser. Otra postura radical, por el lado opuesto, podría ser : el ministerio ordenado del religioso es un ministerio ordenado profético, sometido fundamentalmente a las exigencias del carisma congregacional; se caracteriza, por lo tanto, por su carácter supra-parroquial, supra-diocesano; se trata de un ministerio más libre y liberado. 9 c) Ministros ordenados en función de la Iglesia universal: Para salir de estas alternativas fijemos ahora nuestra mirada no en las iglesias particulares, sino en la Iglesia en su totalidad, la iglesia mundial o universal. Se trata de aquella Iglesia a la cual el libro del Pastor Hermas contemplaba como una “anciana”. Expresaba con esta imagen que, a pesar de la relativa juventud de la Iglesia, ésta existió desde siempre. La iglesia trasciende los lugares, los tiempos. Es la comunidad en la cual se hace válida y visible la Alianza de Dios con el cosmos, con la tierra, con los pueblos de la tierra. Esa Iglesia es “sacramentum mundi”, es “mysterium salutis”. Su unidad queda expresada en el ministerio del sucesor de Pedro. La Iglesia así concebida se expresa en una permanente metamorfosis o cambio de forma, pero al mismo tiempo integra todo lo nuevo en lo antiguo. La iglesia universal genera también su propia y peculiar ministerialidad. Es una ministerialidad que tiene que ver con la tradición, pero también con el proceso de globalización al cual la Iglesia está atendiendo en este momento. Esa peculiar ministerialidad que expresa la unidad de todas las iglesias particulares y el conjunto en su conexión con la tradición y el futuro es, ante todo, el Papa. Él es obispo de una iglesia particular, la iglesia de Roma, pero es al mismo tiempo el obispo que ha recibido el primado y la responsabilidad por todas las Iglesias. Esta sede primacial se denomina, sede de Pedro y de Pablo. Contiene en sí misma dos aspectos: el más institucional (el de Pedro, cabeza del colegio de los Doce) y el más carismático (el de Pablo, que no perteneció a los doce). Entre las instancias ministeriales ordenadas al servicio de la Iglesia se encuentra el ministerio ordenado religioso. Este ministerio ordenado nunca se ha sentido exento de la Iglesia. Ha sido siempre y desea ser un auténtico ministerio eclesial, sin exención alguna. Lo que se llama inadecuadamente exención, es la capacidad concedida a este ministerio de ser supra-diocesano, supra-parroquial. Se trata de un ministerio itinerante, de servicio a la interconexión, a la comunión de los diferentes, de búsqueda de lo perdido, de atención a lo desatendido. Es un ministerio que no tiene puestas sus raíces en un lugar particular, que ni siquiera atiende a un templo o una iglesia, o un territorio parroquial. Es un ministerio de vigilancia, de atención a necesidades que surgen, de presencia allá donde el Evangelio ha de ser proclamado, guardado, atendido. Es un ministerio al servicio de la creatividad, de la “plantatio ecclesiae”. Es un ministerio fugaz, transeúnte, fundante, pero que no se ancla en lo ya fundado.10

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Prado Ayuso Fernando. El ministerio ordenado de los religiosos en la Iglesia. Estudio de la cuestión en el Postconcilio. Publicaciones Claretianas. 2012. 10 MARTINEZ CARLOS. ARTICULO DE LA REVISTA VIDA RELIGIOSA. 28 DE MAYO DEL 2010. El Año Sacerdotal

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Por su misma razón de ser, este ministerio ordenado dice una especial relación con el Romano Pontífice y con las necesidades de la Iglesia universal. Por eso, los “tria munera” del ministerio son realizados en este tipo de ministerio presbiteral según las exigencias del carisma congregacional y de las necesidades eclesiales a las que atiende. Por esa, razón, es un ministerio ordenado en cierta medida más desclerizado que otras formas, menos institucional, más carismático y profético. En un momento puede tener en su ejercicio más importancia el ministerio de la Palabra que el ministerio sacerdotal-sacramental, o el ministerio de la caridad pastoral que los otros ministerios. Este tipo de ministerio ordenado no es tan reconocible por los templos a los que atiende, o por los horarios regulares de ministerio propiamente sacramental, cuanto por su presencia carismática que en un determinado momento puede requerir poner en acto los servicios más cualificados del ministerio. Estas características del ministerio ordenado religioso no hacen al ministro ordenado un extranjero en la iglesia diocesana. Como han resaltado los últimos documentos eclesiales, él también forma parte de la familia diocesana y necesariamente ha de ejercer su ministerio en una u otra diócesis. En cada diócesis en que se haga presente ha de insertarse, entrar en comunión, establecer relaciones de fraternidad, respetar al máximo el misterio de la iglesia particular y su entramado ministerial y carismático. Ha de tratar de compartir la espiritualidad diocesana y sentirse miembro del pueblo de Dios allá presente. Es así cómo su ministerio resulta gracia para los demás y los demás enriquecen su ministerio y su vida. En su momento se dio una controversia al respecto, de los entonces Card. Kasper y Card. Raztinger. Este último resaltaba la trascendencia y prioridad de la iglesia universal respecto a las iglesias particulares.11 d) Reto: Matrimonio entre Sacerdocio y vida consagrada desde tres prismas La identidad, la comunión y la misión.12 1.- IDENTIDAD: La afirmación de que «entre el sacerdocio y la vida religiosa hay grandes afinidades» no es novedosa, pero tiene muchos retos prácticos. En la Exhortación postsinodal Vita Consecrata dice: “En cuanto a los sacerdotes que profesan los consejos evangélicos, la experiencia misma muestra que el sacramento del Orden encuentra una fecundidad peculiar en esta consagración, puesto que presenta y favorece la exigencia de una pertenencia más estrecha al Señor. El sacerdote que profesa los consejos evangélicos encuentra una ayuda particular para vivir en sí mismo la plenitud del misterio de Cristo, gracias también a la espiritualidad peculiar de su Instituto y a la dimensión apostólica del correspondiente carisma. En efecto, en el presbítero la vocación al sacerdocio y a la vida consagrada convergen en profunda y dinámica unidad” 13 . La reflexión teológica 11

El Ministerio Ordenado de los Religiosos en la Iglesia. Estudio de la cuestión en el postconcilio. Fernando Prado Ayuso 12 MARTINEZ CARLOS. ARTICULO DE LA REVISTA VIDA RELIGIOSA. 28 DE MAYO DEL 2010. El Año Sacerdotal 13 Cf. JUAN PABLO II, Los religiosos sacerdotes (15-II-1995), en Juan Pablo II, maestro y profeta de la vida consagrada, Publicaciones Claretianas, Madrid 2003, 107-110.

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postconciliar, si bien no se puede decir que haya descuidado el tema, tampoco parece que se haya prodigado en él. Hoy seguimos teniendo la necesidad de pensar sobre esta realidad tan inseparable como enriquecedora y fecunda. 14 Una de las cuestiones fundamentales será, por tanto, preguntarnos sobre cuál es la aportación de la vida religiosa al ministerio sacerdotal. ¿Qué aporta de específico la vida consagrada al ministerio instituido? Ante estas cuestiones podemos responder que, «aunque la ordenación sacerdotal conlleva una consagración de la persona, el acceso a la vida religiosa predispone al sujeto para aceptar mejor la gracia del orden sagrado y para vivir con más plenitud sus exigencias». Juan Pablo II afirma que la formación impartida en los Institutos religiosos ayudan a una mejor recepción de las gracias provenientes de la ordenación sacerdotal. El objetivo es llegar a un buen «matrimonio» entre ministerio ordenado y vida consagrada. 15 No cabe duda de que la relación entre «vida consagrada» y «sacerdocio ministerial» es siempre delicada. El problema se plantea a nivel de praxis y es existencial porque existe el peligro de una polaridad, sacrificando uno u otro de los componentes del binomio consagrado-presbítero. 16 Superada la doble perspectiva del ontologismo y el funcionalismo, la reafirmación del carácter sacramental, carismático y ministerial de toda la Iglesia ayuda a ubicar el problema aunque, obviamente, continúa abierto. Para salir de este callejón sin salida el problema debería ser afrontado de manera que se pudiera responder a la siguiente pregunta: “¿Cómo se ubica el sacerdocio ministerial en el proyecto evangélico concreto presente en el carisma del Fundador?”17 La respuesta requiere remitirse a la historia de los diversos institutos, profundizar en su patrimonio carismático y espiritual y tener en cuenta, obviamente, la renovación que ha tenido lugar en la Iglesia, ya sea en lo que respecta a la vida consagrada o lo que respecta al ministerio presbiteral: “Los institutos no son clericales porque asumen tareas pastorales, sino porque el fin propuesto por el fundador y aprobado por la Iglesia es ejercer el ministerio sacerdotal como servicio a la comunidad cristiana universal”18.

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Cf. A. Bocos, El religioso presbítero en la Iglesia particular, en MOR, p. 293. la delineación de las diversas figuras de presbíteros en una Iglesia particular deba proceder, más que desde un punto de vista funcional, desde los diversos tipos de espiritualidad y desde los dones espirituales que marcan y caracterizan su sacerdocio. A la luz de esta clave se podría distinguir la figura del presbítero diocesano (secular), de los presbíteros consagrados o miembros de una sociedad de vida apostólica y los miembros de una prelatura personal” (MAURIZIO COSTA, Tra identitá e formazione. La spiritualitá sacerdotale, Ed. ADP, Roma 2003, 205). 16 Cf. V. GAMBINO, Risposta alla relazione di Mons. Velasio di Paolis, en A. MONTAN (dir.), “La situazione del Religioso Presbitero nella Chiesa oggi”, Atti del seminario di studio Roma, 31 de marzo 2005, Il Calamo, Roma 2005, 161ss. 17 Ibidem. 18 Bocos, Ministerio ordenado y vida religiosa en sus diversas formas carismáticas. Situación, cuestionamiento y búsqueda, en MOR, p. 57. 15

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Del religioso presbítero se destacan cuatro rasgos especialmente característicos de cada uno de cara a profundizar en su identidad: 1) la unificación de su sacerdocio desde la espiritualidad carismática propia de cada instituto, donde cada consagrado enraíza y alimenta su vocación y enriquece al conjunto de la Iglesia encarnando en una situación concreta el don del Espíritu Santo recibido por el fundador y compartido con toda la familia religiosa; 2) el servicio incondicional de disponibilidad y su carácter de universalidad al servicio de la Iglesia; 3) el ser constructores de comunión fraterna y eclesial y 4) una misión coloreada por la creatividad, la innovación, la vanguardia apostólica y los compromisos más audaces. 19 En los sacerdotes religiosos lo que más cuenta no es lo que hacen, sino lo que son como personas consagradas. No sólo son con las palabras como anuncian el Evangelio. Su mayor fuerza está en su modo de vivir. Por tanto, la reflexión por la identidad sacerdotal supone una profundización en la identidad de todos los consagrados que ha de estar siempre en continuo proceso de actualización en fidelidad evangélica y eclesial.20 2.- COMUNIÓN Al comienzo del tercer milenio, Juan Pablo II expresaba: “Hacer de la Iglesia la casa y la escuela de la comunión: éste es el gran desafío que tenemos ante nosotros en el milenio que comienza, si queremos ser fieles al designio de Dios y responder también a las profundas esperanzas del mundo (…)hace falta promover una espiritualidad de la comunión, proponiéndola como principio educativo en todos los lugares donde se forma el hombre y el cristiano, donde se educan los ministros del altar, las personas consagradas y los agentes pastorales, donde se construyen las familias y las comunidades. Espiritualidad de la comunión significa ante todo una mirada del corazón sobre todo hacia el misterio de la Trinidad que habita en nosotros, y cuya luz ha de ser reconocida también en el rostro de los hermanos que están a nuestro lado” 21 La integración entre sacerdocio y carisma solo será posible desde una Espiritualidad de la comunión. Esta espiritualidad es la capacidad de ver ante todo lo que hay de positivo en la propia vida, el Instituto, la Iglesia local y universal; para acogerlo y valorarlo como regalo de Dios: un « don para mí », además de ser un don para el hermano que lo ha recibido directamente. Espiritualidad de la comunión es saber « dar espacio » al hermano, llevando mutuamente la carga de los otros (cf. Ga 6,2) y rechazando las tentaciones egoístas que continuamente nos asechan y engendran competitividad, ganas de hacer carrera, desconfianza y envidias. “No nos hagamos ilusiones: sin este camino espiritual, de poco servirían los instrumentos externos de la comunión”22.

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Bocos, o.c., pp. 63-70. En la catequesis de Juan Pablo II sobre los religiosos sacerdotes (15-II-1995) se despliega la forma en que los votos ayudan a vivir el ministerio ordenado del religioso y cómo, a su vez, interpelan, ayudan y estimulan al resto de los miembros de la Iglesia con su testimonio de identificación con Cristo. 21 JUAN PABLO II. CARTA APOSTÓLICA NOVO MILLENNIO INEUNTE n. 43. 2000 22 Ibidem 20

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En las comunidades religiosas se está reflexionando mucho sobre la comunidad local, provincial (de zona) y universal. Se sabe cada vez más y cada vez mejor lo que es vivir la comunión en la diferencia nacional, continental, cultural, etc. Y no sólo en el ámbito geográfico, sino en la riqueza de hacer brotar y encarnar un carisma en medio de la metrópoli más vertiginosa o el rincón más recóndito de nuestro querido planeta. En frase de Juan Pablo II, «se pide a las personas consagradas que sean verdaderamente expertas en comunión, y que vivan la respectiva espiritualidad como testigos y artífices de aquel proyecto de comunión que constituye la cima de la historia del hombre según Dios» 23. El presbítero religioso tendrá que ir afirmando su identidad, en el progresivo desvelamiento del misterio de la Iglesia que se explicita en una red de relaciones cada vez mayor desde la vivencia de su carisma. En esas relaciones entran todos los miembros de la Vida Consagrada llamados a edificar la comunión eclesial, construir fraternidad, crear vínculos, sostener relaciones ad intra, dentro de la propia Familia carismática, y ad extra con el resto de los que forman la Iglesia particular: obispo, presbiterio, otros consagrados y los laicos. 24 La comunión en la Iglesia no puede reducirse cuestiones meramente organizativas ni estrategias de acción pastoral, sino que ha de animar y ofrecer el fundamento espiritual para unir la amplia pluralidad de dones, carismas y ministerios que se dan en la Iglesia. La comunión con los hermanos se manifiesta en la gozosa acogida de las distintas formas de la vida consagrada reconocidas por la Iglesia. Los sacerdotes que pertenecen a estos Institutos, por su parte, han de contribuir con sus carismas y ministerios específicos a enriquecer el presbiterio cuando tienen un nombramiento diocesano, y a vivir, desde su presencia en la Iglesia particular, su apertura a la Iglesia universal en comunión filial con su Pastor supremo, el obispo de Roma, el Papa “ 25 3.- MISIÓN Es tiempo de refrescar y hacernos de nuevo conscientes de las palabras del Concilio: “Hay en la Iglesia unidad de misión, pero pluralidad de ministerios” (AA 2). La autocomprensión que tiene la Iglesia como misterio, comunión y misión, como comunidad de carismas y ministerios y la percepción de las relaciones que median entre Iglesia universal e Iglesia particular hacen que los sacerdotes religiosos se encuentren incorporados de manera inequívoca al presbiterio de una diócesis. 26 El religioso es colaborador en el ministerio del Obispo, en comunión responsable aportando su propia peculiaridad carismática en el desarrollo de su ministerio. También de acuerdo con el 23

Vita Consecrata, n. 46. Ibidem. 25 Cf. CD 35, 3.4; VC 46)” 26 La Exhortación Vita Consecrata, partiendo de la Iglesia como comunión y misterio y sobre las Iglesias particulares resalta «la importancia que reviste la colaboración de las personas consagradas con los obispos para el desarrollo armonioso de la pastoral diocesana. Los carismas de la vida consagrada pueden contribuir poderosamente a la edificación de la caridad en la Iglesia particular». Y añade: «Una diócesis que quedara sin vida consagrada..., correría el riesgo de ver muy debilitado su espíritu misionero, que es una característica de la mayoría de los institutos (cf. AG 18)» (VC 48). 24

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Concilio, los religiosos están más profundamente comprometidos al servicio de la Iglesia, en virtud de su consagración, que se concreta en la profesión de los consejos evangélicos (cf. LG 44). Este servicio consiste sobre todo en la oración, en las obras de penitencia y en el ejemplo de su vida, pero también en la participación “en las obras externas de apostolado, teniendo en cuenta el carisma de cada instituto” (CD 33). El religioso presbítero se encuentra enraizado en la Iglesia particular. Vive y ejerce el ministerio sacerdotal en ella y “pertenecen de manera especial al clero de la diócesis” (CD 34) y, por consiguiente, “deben ejercer su ministerio como colaboradores... de los obispos” (CD 35,1), pero conservando “el espíritu de su instituto y permaneciendo fieles a la observancia de su regla” (CD 35, 2). “El Espíritu realiza la missio Dei a través de su acción misteriosa y carismática” 27 y todos los consagrados cumplen esta misión compartida desde su peculiaridad carismática. Superada la visión del funcionalismo de las obras apostólicas que llevan adelante los religiosos, la Vida Consagrada habrá de estar en ese proceso de revisión de sus compromisos misioneros quizá desde esas claves: fidelidad creativa, innovación que responda a los desafíos de los tiempos, audacia en las repuestas, por supuesto que siempre en diálogo con el obispo. Esta misión configurada por el discernimiento carismático-eclesial enriquece, vivifica y construye la misión de la Iglesia universal dentro de la Iglesia particular. Los areópagos misioneros que Vita Consecrata señalaba (nn. 96-99) y el compromiso con los diferentes diálogos (nn. 100-103) siguen siendo retos permanentes y configuran la misión de todos los consagrados que quizá no siempre encajan en las ya definidas estructuras diocesanas, pero que aportan algo imprescindible a la vida y santidad de la Iglesia. Pensemos en esos ministerios más itinerantes de la Palabra, el ministerio de la interioridad y la oración, el ministerio misionero ad gentes, el ministerio de la solidaridad, el diálogo con la cultura y las cuestiones sociales acuciantes. III.- CONCLUSIÓN El nacimiento de nuevas formas de vida consagrada en la Iglesia nos plantea nuevas reflexiones teológicas y estructuras apostólicas para comprender mejor la relación entre ministerio y vida religiosa. Es tiempo de recoger la reflexión producida en el tiempo postconciliar, pero también tiempo de formular las preguntas más candentes fruto de la búsqueda a la fidelidad creativa a la vocación recibida. En nuestro caso, como Fraternidad Misionera Verbum Dei, es tiempo de registrar los avances fruto de la acción del Espíritu en nuestros intentos de plasmar un carisma 27

“El Sínodo, al tiempo que reconoce y estima los diversos carismas que los miembros de la vida consagrada aportan al conjunto de la vida cristiana en la Archidiócesis, desea promover el conocimiento de los distintos Institutos, sociedades de vida apostólica y otras formas de consagración y fomentar las vocaciones a las mismas. Los miembros de los diversos Institutos de vida consagrada que tienen encomendadas parroquias e instituciones por el Obispo en la Iglesia que peregrina en Madrid, han de acoger el proyecto pastoral y las líneas de acción de la Archidiócesis y participar en su realización, desde su identidad, visible también exteriormente, y desde su carisma propio” (A. Mª ROUCO VARELA, Vida y ministerio de los presbíteros de la archidiócesis de Madrid. Instrucción Pastoral para la aplicación de las Constituciones y Decreto General del III Sínodo Diocesano, n. 15, Arzobispado de Madrid, Madrid 2007, 23).

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eclesial, desde diferentes estados de vida. Este momento de tantos retos es una llamada a mirar lo “nuevo” que Dios está haciendo en la sociedad y en la comprensión de nosotros mismos como Iglesia: “He aquí, hago algo nuevo, ahora acontece; ¿no lo percibís? Estoy abriendo un camino en el desierto y ríos en la tierra estéril” (Is. 43,19) Como esposa, madre de cuatro hijos adolescentes y desde mi vocación como matrimonio misionero Verbum Dei experimento una fuerte llamada a descubrir nuestra identidad, pero no de manera individual. Solo encontraremos nuestra identidad desde nuestro ser “Familia” y por “naturaleza eclesial” porque somos expresión de la Trinidad que habita en nosotros. Una de las claves para vivir nuestra identidad y misión como Iglesia la encontramos en el deseo de Jesús expresado en Juan 17,21: “Sean uno para que el mundo crea”. Sólo desde una espiritualidad que favorezca siempre la comunión misionera podremos encontrar quienes somos, sin pretender realizaciones personales o rivalidades entre los diferentes estados de vida en la Iglesia. La evangelización es un reto común que tenemos como bautizados, como Iglesia y especialmente en nuestro caso como Familia Misionera Verbum Dei porque es la llamada esencial de nuestro carisma: Formar apóstoles de Cristo, desde los medios propios como son las escuelas de apóstoles y los ejercicios en completo retiro. 28 “Las tres ramas, con la especificidad propia de cada una de ellas, se complementan mutuamente en su peculiaridad fidelidad al carisma, mostrando asi la realidad de “una muchedumbre reunida por la unidad del Padre y del Hijo y del Espiritu Santo” 29 Desde mi vocación como matrimonio misionero también puedo comprender su matrimonio entre el sacerdocio y carisma. El matrimonio es un don y una tarea permanente, se hace al andar. Puede haber etapas en el compromiso sacerdotal, como las hay en la vida matrimonial. Por ejemplo, algunos autores explican las etapas en el matrimonio como: enamoramiento, decepcion, lucha de poder, aceptación y amor gratuito. Algo muy similar podemos encontrar en el matrimonio entre sacerdocio y carisma. Muchos matrimonios se dan por vencidos en las primeras etapas de la vida matrimonial, sin comprender que lo mejor se va preparando para las etapas de mayor madurez: Cuando el amor es autenticidad, misericordia y gratuidad. Como en las bodas de Cana, el “vino bueno” llega al final. Los caminos para integrar sacerdocio y carisma son nuevos, pero hay que recorrerlos. Su vocación como sacerdotes en la Iglesia es “vino nuevo en odres nuevos”30, los modelos y las estructuras anteriores que nos presentaba la Iglesia para vivir el sacerdocio ministerial ya no son suficientes. Es necesario buscar y construir juntos, como Familia Misionera, esos “odres nuevos” porque nuestro carisma es de naturaleza eclesial. Nuestra Madre Maria, nos invita a hacer “lo que El nos diga” Jn. 2,5. 28

Constituciones de la Fraternidad Misionera Verbum Dei n. 50 Ibidem no. 130 30 Marcos 2,22 29

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BIBLIOGRAFIA: - Anuario Pontificio de 2011. - García Paredes, Ministerio ordenado en la vida religiosa. Memoria, perspectivas, desafíos, en MOR, p. 174. - García Paredes José. El ministerio ordenado religioso. Ecología del Espíritu. Artículo publicado el 5 de enero 2010. - DECRETO PRESBYTERORUM ORDINIS SOBRE EL MINISTERIO Y LA VIDA DE LOS PRESBÍTEROS. 7 de diciembre de 1965. - Prado Ayuso Fernando. El ministerio ordenado de los religiosos en la Iglesia. Estudio de la cuestión en el Postconcilio. Publicaciones Claretianas. 2012. -MAURIZIO COSTA, Tra identitá e formazione. La spiritualitá sacerdotale, Ed. ADP, Roma 2003. - V. GAMBINO, Risposta alla relazione di Mons. Velasio di Paolis, en A. MONTAN (dir.), “La situazione del Religioso Presbitero nella Chiesa oggi”, Atti del seminario di studio Roma, 31 de marzo 2005, Il Calamo, Roma 2005, 161ss. -Bocos, Ministerio ordenado y vida religiosa en sus diversas formas carismáticas. Situación, cuestionamiento y búsqueda, en MOR, p. 57. - Catequesis de Juan Pablo II sobre los religiosos sacerdotes (15-II-1995) - JUAN PABLO II. CARTA APOSTÓLICA NOVO MILLENNIO INEUNTE n. 43. 2000

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