¿Minimalismo o Neominimalismo? Interrogaciones a la terminología arquitectónica

Desde hace unas décadas, tanto en publicaciones especializadas como en las más diversas formas que la arquitectura tiene para ser presentada al público, se insiste en la utilización de una categoría explicativa que, a fuerza de insistencia, logró convertirse en un lugar común aceptado -y a veces también celebrado- que refiere en modo amplio y ambiguo al “minimalismo” como una de las corrientes arquitectónicas que atravesaron con éxito el cambio de siglo. Sin embargo, al profundizar en los conceptos en los que debería sostenerse, a partir de la propia trayectoria del término, se hacen evidentes algunas dificultades generales que se aprecian en gran parte de la bibliografía de arquitectura y su insuficiencia para precisar la delimitación del encuadre de aquello que, en general, se define como “arquitectura minimalista”, terminología que en cierta medida resulta poco eficaz para obtener un registro acotado que permita fijar su autoridad clasificatoria.Tanto en sede académica como en la vulgata periodística, el término está instalado como una etiqueta, que presenta una sospechosamente cómoda definición a la cual echar mano, cada vez que se hace necesario explicar a algunas arquitecturas actuales.Revisar la pertinencia de tales etiquetas debería ser tarea inherente a la historia y la teoría de la arquitectura, y poner en suspenso los términos que recorren el mundo editorial antes de una decantación seria por parte de la crítica y la historiografía, una cuestión que hace a la responsabilidad docente.Tratar de desmontar el sentido de la acepción con la que se viene utilizando el término “minimalismo” para referir a una gran parte de las últimas arquitecturas, será el motivo en particular de este artículo, en tanto que llamar la atención sobre la producción y circulación de estos etiquetamientos como un modo pasivo e indulgente de resolver la enseñanza de la arquitectura, su propósito más general y, con seguridad, también más pretencioso.