Miguel Mañara y sus biografias: ¿un imposible discurso de la verdad?

June 8, 2017 | Autor: Olivier Piveteau | Categoría: MITOLOGÍA COMPARADA, Don Juan, Sevilla, Biografías, Miguel Mañara
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Descripción

Conferencia inaugural de las Jornadas de estudios sobre Miguel Mañara. Sevilla, Hospital de la Santa Caridad, Mayo de 2010.

Publicada en las actas del congreso: José FERNÁNDEZ LÓPEZ, Lina MALO LARA (eds.), Estudios sobre Miguel Mañara. Su figura y su época, santidad, historia y arte, Sevilla, Hermandad de la Santa Caridad, 2011, p. 15-41.

El cotejo de la docena de empresas biográficas dedicadas desde hace más de tres siglos a Don Miguel Mañara –desde el texto hagiográfico del jesuita Juan de Cárdenas a finales del siglo XVII, hasta un reciente ensayo polémico de Manuel Barrios– incita a una triple reflexión. Llama primero la atención la gran disparidad que caracteriza a esos textos, tanto desde el punto de vista de su enfoque metodológico como de su calidad científica. Tal heterogeneidad suscita luego una interrogación sobre las motivaciones que animan a cada uno de los biógrafos de Mañara, así como un análisis de los recursos adoptados por varios de ellos para realizar su proyecto. En otros términos, este estudio comparativo pretende ofrecer algunas claves para evitar que un discurso biográfico dedicado al fundador del hospital de la Santa Caridad se convierta en imposible « discurso de la verdad ».

Throughout more than three centuries a dozen biographies of Don Miguel Mañara have been published, from a hagiography by the Jesuit Juan de Cárdenas, at the end of the 17th century, to a recent controversial essay by Manuel Barrios. A comparative analysis of these works prompts three reflections. Firstly, one is surprised by the striking differences in their methodological approaches as well as in their scientific quality. Secondly, this heterogeneity leads one to enquire about the aims of Mañara’s biographers, and thence to analyse the ways and means used to achieve their goals. This comparative study sets out to provide some of the keys that serve to prevent a biographic discourse about the founder of the Hospital de la Santa Caridad from turning into an impossible ‘discourse of truth’.

MIGUEL MAÑARA Y SUS BIOGRAFÍAS ¿Un imposible discurso de la verdad?

In memoriam D. José Sánchez Dubé

Por muy paradójico que parezca, al emprender una reflexión sobre la manera cómo Miguel Mañara ha sido tratado por sus biógrafos, la primera imagen que se me ocurre es la figura de uno de los personajes de Jorge Luis Borges. Conocida es la maestría con la que el escritor argentino entrelazaba realidad y ficción, autenticidad e impostura, erudición vertiginosa y lúdicas construcciones de la imaginación. Buen ejemplo de ello tenemos con uno de sus relatos del Aleph (1949), titulado “Biografía de Tadeo Isidoro Cruz”, en el que compone un breve compendio de la vida de ese personaje, con visos de reseña biográfica auténtica, cuando se trata en realidad de un personaje ficticio, el sargento Cruz, figura secundaria que Borges toma prestada del poema narrativo Martín Fierro (1872) de su compatriota José Hernández. El paralelo es aparentemente una sencilla antítesis, siendo Cruz una criatura de ficción alzada maliciosamente al rango de personaje histórico, mientras que Mañara es un personaje histórico que la literatura ha convertido curiosamente en criatura de ficción1. Pero existe una profunda analogía entre ambos casos, si tenemos en cuenta la confusión relativa al estatuto de cada uno de esos dos personajes y, más precisamente, a esa forma de pacto de vericidad que parece establecido entre autor y lector cuando de biografía se trata. Si las infracciones de un Borges contra tales obligaciones de veracidad aparecen más bien como formas regocijadas de libertad creadora, no así de las extralimitaciones que se autorizaría un biógrafo respecto al conjunto de hechos y documentos que le permiten reconstituir la vida de un individuo. Pues al fin y al cabo, la dificultad con Miguel Mañara no es tanto el efecto de alteración de su imagen producido por la elaboración de su mito literario y la multiplicación de su avatares ficticios desde hace casi dos siglos, como el hecho de que la vida de esa figura compleja del siglo XVII nos viene transmitida a través de un corpus de biografías de muy variable fiabilidad. Al darnos como objeto de estudio las biografías de D. Miguel, sería probablemente excesivo plantearnos la cuestión de saber si narrar la vida de semejante personaje equivale a condenarnos a un imposible “discurso de la verdad”, o a adoptar la fórmula radical del 1

Véase PIVETEAU, O., El burlador y el santo. Don Miguel Mañara frente al mito de Don Juan, 2 tomos, Sevilla, 2007.

sociólogo francés Pierre Bourdieu, quien teorizó lo que dio en llamar la “ilusión biográfica” 2. Pero no podremos evitar una reflexión sobre las dificultades inherentes a ese género narrativo: la imposibilidad de restituir la riqueza y complejidad de la vida real, o al contrario la tentación de ponerlo todo en manifiesto, lo cual aparece a la vez como la ambición de cualquier biógrafo y una aporía que lo condena al fracaso. Recordemos sobre todo la sabia advertencia que le hace al bachiller Sansón Carrasco el escudero de Don Quijote, que nos viene como agua de mayo hablando de un candidato al cielo: Milagros o no milagros, dijo Sancho, cada uno mire como habla o como escribe de las personas, y no ponga a trochemoche lo primero que le viene al magín.3 Para pasar revista las biografías que se han escrito sobre Miguel Mañara desde hace más de tres siglos, efectuaremos tres etapas. Se tratará en primer lugar de hacer el inventario del corpus del que disponemos; en un segundo momento, nos preguntaremos cuáles son los objetivos perseguidos por los distintos autores; y analizaremos por último algunos de los recursos más característicos de varios de ellos.

I - ¿Quién nos cuenta la vida de Miguel Mañara? En el momento de proponer un inventario de las biografías dedicadas a D. Miguel, no será demás recordar que éstas constituyen una parte solamente de la bibliografía relativa al personaje y que distan mucho de representar la totalidad del discurso biográfico existente sobre éste. Es más: es obvio que la difusión del conocimiento de la personalidad de Mañara procede de fuentes múltiples y que sus biografías, por numerosas que sean, no gozan del monopolio de la autoridad sobre este punto. En ese sentido, queda claro que no se trata aquí de examinar todos los escritos destinados a divulgar la figura del fundador del hospital de la Santa Caridad, tarea que excedería los límites de nuestro propósito, sino de proponer una aproximación a los varios discursos biográficos vigentes sobre Mañara, mediante el ejemplo privilegiado de las obras que se consideran biografías propiamente dichas, las que merecen más que cualquier otro texto nuestra atención por su carácter monográfico centrado en una figura única y por su extensión de varios centenares de páginas.

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BOURDIEU, P., “L'illusion biographique”, en Actes de la Recherche en Sciences Sociales, núms. 6263, París, 1986, p. 69-72. 3 CERVANTES, M. de, Don Quijote de la Mancha, IIa parte, cap. 3.

Las biografías dentro de los múltiples discursos existentes sobre la vida de D. Miguel No hay que perder de vista que, fuera de una innegable influencia de la tradición oral, la difusión de la figura de Mañara se debe a un amplio conjunto de fuentes escritas, cuya circulación desde hace tres siglos y medio ha contribuido no poco a la elaboración de su imagen después de su muerte. Pensemos en primer lugar en los documentos autobiográficos (cartas, escritos, testamento, etc.), de tanta repercusión en la imagen póstuma de Miguel Mañara. Pensemos también en la aportación de los cronistas, analistas e historiadores que aluden en más de una ocasión a los episodios de su vida considerados como dignos de recuerdo. Uno de los casos más interesantes es el del cronista sevillano Diego Ortiz de Zúñiga que, en sus Anales eclesiasticos y seculares de Sevilla publicados en 1677, se refiere al ingreso de D. Miguel en la Hermandad de la Santa Caridad, estableciendo una correlación, más clara imposible, entre la muerte de la esposa, la mudanza de vida y su implicación personal en la Caridad : He reservado de propósito para este año la memoria particular del famoso Hospital y Cofradía de la Santa Caridad [...]. Comenzó a tener dicho auge, disponiendo la Providencia divina algunos sujetos que, desasidos de la vanidad humana, se aplicasen a este ejercicio santo y utilísimo a la República. Especialmente (aunque lo ha de reñir su modestia) a don Miguel Mañara Vicentelo de Leca, caballero de la Orden de Calatrava, Provincial de la Hermandad, a quien, negándole la sucesión, quitándole ilustre esposa y serenándole pensamientos bizarros, encaminó a este templo del desengaño.4 El carácter excepcional de este testimonio radica en el hecho de que Ortiz de Zúñiga escribe en vida de Mañara, no sin temor a la reacción del interesado, como él mismo confiesa de pasada; clara señal de la repercusión en la Urbe de la ejemplar dedicación caritativa del esclarecido caballero. Otros analistas continuarán la obra de Ortiz de Zúñiga, en la segunda edición de sus anales, como en obras análogas, tanto publicadas como inéditas (lo que no significa que no hayan sido objeto de consulta y explotación por otros historiadores). Podemos citar los nombres de Lorenzo Bautista de Zúñiga, de Antonio de Solís y de Arana de Varflora en el siglo XVIII 5, de Justino Matute, Félix González de León, Francisco Collantes

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ORTIZ DE ZÚÑIGA, D., Anales eclesiásticos y seculares de... Sevilla..., Madrid, 1677, pp. 766-767. Señalemos sin embargo que el cronista sitúa erróneamente este acontecimiento en 1661. 5 Véase ZÚÑIGA, L. B. de, y SOLÍS, A., Anales eclesiásticos i seglares de la M. N. i M. L. ciudad de Sevilla que comprehenden la Olimpiada o Lustre de la Corte en ella; con dos apéndices uno, desde el año de 1671 hasta el de 1728: i otro desde 1734 hasta el de 1746, Sevilla, 1748; ARANA DE VARFLORA, F., Compendio histórico descriptivo de la mui noble, y muy leal ciudad de Sevilla, metrópoli ínclyta de Andalucía. Recopilado de los mejores authoires que de dicha Ciudad tratan, Sevilla, 1766, pp. 43-44; ed. aumentada Sevilla, 1789; ed. facsímil de la anterior con prólogo de Alfredo J. Morales, Sevilla, 1978, p. 70; del mismo autor: Hijos de Sevilla Ilustres en Santidad, Letras, Armas, Artes o Dignidad, Sevilla, 1791, tomo IV, p. 33.

de Terán y Joaquín Hazañas y la Rúa en el siglo XIX 6, o de Manuel Méndez Bejarano en el siglo XX 7; diccionarios, enciclopedias y más recientemente internet han contribuido y siguen contribuyendo, desde hace un siglo, a proyectar la figura del venerable calatravo. Fuera de la propalación constante de un mismo discurso biográfico inspirado por lo esencial, como luego veremos, en la obra fundacional de Juan de Cárdenas, cabe subrayar el papel decisivo desempeñado desde hace más de un siglo por los historiadores, poniendo en evidencia varias facetas oscuras de la biografia de D. Miguel hasta entonces descuidadas. Bien se pueden mencionar aquí los abundantes documentos publicados como apéndices por José María Valdenebro y Manuel Gómez Ímaz en 1903, con motivo de la 4a edición de la biografía de Cárdenas, constituyendo el primer esfuerzo de publicación de fuentes inéditas relativas a los orígenes, al entorno familiar y a varios episodios de la vida de Mañara. Decisivas también las investigaciones de Celestino López Martínez, cuyos descubrimientos sobre D. Miguel y la Santa Caridad dejó recogidos en 1943 en una doble entrega aparecida en la revista Archivo Hispalense8, enriqueciendo notablemente nuestros conocimientos sobre su vida pública en lo relativo al ejercicio de sus cargos municipales y a la gestión de sus intereses financieros. Conocida y valiosísima también es la fidelidad a la familia de Mañara, desde hace un cuarto de siglo, de la historiadora sevillana Enriqueta Vila Vilar, especialista en el estudio del comercio de las Indias Occidentales en la época moderna. Coincidiendo con el trabajo precursor de Celestino López Martínez, las páginas que dedica a Miguel Mañara 9 contribuyen a corregir la visión a veces desencarnada, que se desprende incluso de las mejores biografías. Nadie ha sabido como ella invitarnos a reubicar a D. Miguel en la realidad de su medio social y a rectificar los trazos de su perfil biográfico, resaltando al mismo tiempo 6

MATUTE, J., Noticias relativas a la Historia de Sevilla que no constan en sus anales recogidas de diversos impresos y manuscritos [manuscrito inédito de 1828], ed. José Vázquez Ruiz, Sevilla, 1886; GONZÁLEZ DE LEÓN, F., Noticia histórica del origen de los nombres de las calles de esta M.N. M.L. y M.H. ciudad de Sevilla, en cuyas noticias se reunen las de las fundaciones de iglesias parroquiales, conventos, obras pías, casas más conocidas de títulos, y Mayorazgos : la de los monumentos de antiguëdad y bellas artes que en ellas se encuentran, la de los sucesos más memorables acaecidos en las mismas, con otras noticias curiosas, Sevilla, 1839; COLLANTES DE TERÁN, F., Los establecimientos de Caridad de Sevilla que se consideran como particulares – Apuntes y Memorias para su historia, Sevilla, 1886, pp. 51-122; HAZAÑAS Y LA RUA, J., Génesis y desarrollo de la leyenda de Don Juan Tenorio, Sevilla, 1893; del mismo autor: “Tenorio y Mañara”, en Revista Ilustrada Bética, Sevilla, 20 de noviembre de 1913, pp. 4-6. 7 MÉNDEZ BEJARANO, M., Diccionario de escritores, maestros y oradores, naturales de Sevilla y su actual provincia, Sevilla, 1923, t. II, pp. 14-17. 8 LÓPEZ MARTÍNEZ, “La Hermandad de la Santa Caridad y el venerable Mañara”, en Archivo Hispalense, revista literaria y artística, segunda época, 1943, n° 1 (pp. 25-48) y n° 2 (pp. 5-26). 9 VILA VILAR, E., Los Corzo y los Mañara: tipos y arquetipos del mercader con Indias, Sevilla, 1991 (sobre todo pp. 203-205); “Algo más sobre D. Miguel Mañara: el viaje a Madrid de 1664”, en Minervae Baeticae – Boletín de la Real Academia Sevillana de Buenas Letras, 2ª época, vol. XXVI, Sevilla, 1998, pp. 257281; introducción a la edición facsímil de la Breve relación... de Cárdenas, Sevilla, 2009, p. IX-XVI; “Don Miguel Mañara y el espíritu sevillano”, en ABC de Sevilla, domingo 6 de septiembre de 2009, p. 12.

la extrema complejidad de esta figura histórica. Si, por cierto, sus estudios no pretenden llegar al rango de biografías, no es menos evidente que sin la aportación constante de los historiadores, como bien lo demuestran estas jornadas de estudios, las biografías no tendrían en qué fundamentarse. Personalmente he tenido la oportunidad de confesar mi deuda y gratitud respecto a todos esos investigadores, cuyo trabajo de establecimiento de pruebas documentales permite dibujar cada vez mejor la silueta de Mañara y el cuadro de su entorno histórico. Otra fuente ingente de difusión de la figura de Mañara, desde el día de su muerte hasta nuestra época, está constituida también por la aportación de la Iglesia. Podemos mencionar a este propósito la documentación acumulada con motivo de los procesos diocesanos instruidos con vista a la beatificación del “siervo de Dios”10, según reza la terminología en uso en Roma: sabemos que se trata de documentos teóricamente confidenciales, pero por varios motivos me consta que su contenido ha sido divulgado desde el siglo XVIII. Esto es evidente en el caso de una parte de dicha documentación, es decir de los dos volúmenes in-folio sustraídos al archivo vaticano en tiempos de Napoleón y permanecidos en París, donde hoy en día todavía se pueden consultar. Parece probable también la divulgación de ese material hagiográfico en lo que toca a ciertos aspectos más o menos legendarios de la vida de D. Miguel, contenidos o aludidos en los testimonios de sus amigos, cuya difusión paulatina no se entiende, a mi parecer, sino por un acceso, sea mínimo, a los documentos custodiados en el archivo arzobispal hispalense durante el siglo XVIII. Otro modo de difusión ha sido el último proceso instruido en Roma, a finales de los años 70 y principios de los 80 del pasado siglo: los documentos elaborados por los consultores históricos y teólogos con vistas a la declaración de las virtudes heróicas de D. Miguel11 no son de fácil consulta, pero tienen el mérito de existir y de proponer entre lineas un perfil biógrafico renovado y profundizado del siervo de Dios, con una multitud de enfoques, siendo más de veinte los que en él intervienen. Vale tanto como decir que ese legajo, redactado mayoritariamente en italiano, sería de utilísima consulta para quienes quieran acometer la biografía espiritual que tanto se echa de menos de un candidato a los altares. 10

SACRA RITUUM CONGREGATIONE, Beatificationis & Canonizationis Ven. Servi Dei Michaelis de Magnara Vicentelo de Leca Equitis Professi Ordini Militaris de Calatrava, Roma, 1770-1778 (París, Biblioteca Nacional de Francia, sign. H 1258-1259). 11 SACRA CONGREGATIO PRO CAUSIS SANCTORUM, Beatificationis et canonizationis Venerabilis Servi Dei Michaelis Mañara, equitis de Calatrava et fundatoris nosocomii vulgo “de la Santa Caridad” († 1679). Positio super virtutibus ex officio concinnata (ed. en español), Roma, 1978; Relatio et vota sulla seduta dei Consultori dell’Ufficio Storico, Roma, 1979; Animadversiones Promotoris Generalis Fidei, Roma, 1981; Responsio Patroni ad Animadversiones Promotoris Generalis Fidei, Roma, 1981; Relatio et vota Congressus Peculiaris super Virtutibus, Roma, 1985; Decretum super heroicis Servi Dei virtutibus, Roma, 1985.

Fuera del legado siempre renovado de los historiadores y teólogos, conviene mencionar asimismo la aportación considerable de un sinnúmero de artículos en la prensa, de entradas en diccionarios, de capítulos enteros en libros, y ahora de ocurrencias en internet, que contribuyen a mantener vivo el recuerdo de Mañara y a difundir, para bien o para mal, los rasgos más destacados de su biografía o de su leyenda. Al actualizar en fecha reciente la bibliografía de los artículos y estudios dedicados a D. Miguel o a la Santa Caridad, me encontré con un total de más de 140, que está ciertamente muy por debajo de la realidad, y que el conjunto de textos propuestos por este mismo simposio no hará sino incrementar sensiblemente. No despreciemos tampoco el papel de la literatura en la proyección de la figura histórica de Mañara. No me refiero aquí a las obras de ficción que incluyen uno de los múltiples avatares novelescos o dramáticos inspirados por sus leyendas, sino a los ensayos o a los relatos de viaje que, al mencionar o evocar al fundador del hospital de la Santa Caridad, han divulgado aún más extensamente su fama. Remito al capítulo que ya he dedicado a ese tema de los escritores de visita a la Santa Caridad, cumpliendo una especie de peregrinación ambigua en busca de la figura de D. Juan y siguiendo un rito formalizado a finales del siglo decimonónico por el futuro cantor del nacionalismo francés: Maurice Barrès12. Existe, por último, otra vía de acceso a la figura histórica de Mañara, quizás la más activa hoy en día: quiero hablar de la aportación de la filología al conocimiento de D. Miguel. Queramos o no, fuera quizás del ámbito sevillano, es probable que la mayoría de los lectores de nuestros tiempos descubran a D. Miguel por el intermediario del mito de D. Juan. Si es verdad que le es difícil a la figura póstuma de Mañara librarse del sambenito donjuanesco que se le han colgado –¡se me perdone tan impía y paradójica metáfora!– lo es también que ya no parece posible dar cuenta del mito de D. Juan sin referirse a la hipótesis trasnochada del modelo mañaresco. La consecuencia es que muchos ensayos –y eso que existen miles de ellos– dedicados a los aspectos del mito de D. Juan traen a colación el consabido párrafo tópico sobre la supuesta vinculación entre D. Juan y D. Miguel, con este resultado ambivalente que al mismo tiempo dan a conocer a la figura del austero caballero calatravo, al par que aseguran la pervivencia de errores biográficos denunciados sin resultado desde hace más de un siglo y medio.

Los biógrafos de Mañara Pido disculpas por esa rápida panorámica del discurso biográfico entorno a Miguel

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Véase PIVETEAU, O., El burlador y el santo..., op. cit., t. 2, p. 9-72.

Mañara, pero me pareció necesario, antes de ceñirme a los estudios biográficos stricto sensu, hacer hincapié en el carácter polifacético de los relatos y ensayos dedicados a la figura histórica de nuestro personaje; es también necesario tener presente que, si bien constituyen vectores privilegiados de la divulgación de una existencia, las biografías no por ello gozan de la exclusividad de su difusión y popularización. Si, dentro de la amplia bibliografía relativa a Mañara, exceptuamos ahora los numerosos artículos y capítulos de libros, ¿cuáles son las monografías que nos quedan? La primera sorpresa nace del número de monografías con las que nos encontramos, nada menos que una docena de títulos dedicados exclusivamente a la vida del caballero sevillano, y que opto por enumerar en el orden cronológico de su publicación. De todas ellas, la biografía más conocida y también más frecuentemente reeditada, es la primera, debida al jesuita Juan de Cárdenas. El P. Cárdenas (1612-1684), nacido y muerto en Sevilla, fue profesor de retórica, filosofía y teología, Superior de la Casa de la Compañía de Jesús en Sevilla, más tarde Provincial de la Bética de esta orden. Fue autor de varios libros religiosos. Ignoramos qué grado de familiaridad tenía con Mañara, pero el P. Granero13 señala que Cárdenas fue durante veinte años el director espiritual y preceptor del primogénito del duque de Arcos (Francisco Ponce de León, futuro 5° duque, 1632-1673), con quien el suegro de Don Miguel, D. Diego Carrillo de Mendoza se fue de Granada a Nápoles, cuando el 4° duque llevaba el cargo de virrey. No parece muy descaminado imaginar que la relacion de D. Miguel con Cárdenas remontara a sus años mozos, y que el jesuita conociera personalmente a su esposa Da. Jerónima. Su biografía se titula Breve relación de la muerte, vida y virtudes del Venerable Caballero Don Miguel Mañara Vicentelo de Leca, Caballero del Orden de Calatrava, Hermano Mayor de la Santa Caridad. Aunque aparezca la fecha de 1679, tanto en la página del título como en la dedicatoria, es imposible que esta obra haya sido publicada antes de marzo de 1680, fecha de la licencia concedida para su publicación por el Provincial de la Compañía de Jesús. Se trata sin embargo de un texto de tempranísima elaboración y publicación, puesto en venta apenas un año después de la muerte del biografiado. Editado por primera vez en Sevilla, por Tomás López de Haro, en la calle de las Siete Revueltas, será reeditada en varias ocasiones, siendo la sexta y última una reimpresión reciente en fac-símil en la colección “Clásicos castellanos” del ayuntamiento de Sevilla14. En una amplia reseña 13

GRANERO, J. M., Don Miguel Mañara Leca y Colona y Vicentelo (Un caballero sevillano del siglo XVII) – Estudio biográfico, Sevilla, 1963, p. 11. 14 2ª ed.: Sevilla, Imp. Diego López de Haro, 1732, 172 pp., grabado de D. Miguel obra de Ballester; 3ª ed.: Sevilla, G. Alvarez y Ca, 1874, 159 pp. (comprende igualmente dos cartas, la lista de las cuestiones planteadas en el primer proceso de beatificación y una síntesis de la historia de la Causa); 4ª ed.: Sevilla, E.

dedicada a la biografia del Padre Granero, dictaminaba el abogado y escritor Santiago Montoto en 1963: Cuanto se ha escrito después con algún fundamento de crítica histórica está basado en esa obra [i.e. la de Cárdenas]. Poco de importancia se ha descubierto con posterioridad, y esto no ha alterado en sustancia el conocimiento de la vida del Venerable, ya que antecedentes familiares, como su ascendencia, patrimonio familiar y otras minucias no han variado una semínima la biografía del Venerable.15 Si bien aparece hoy día más que discutible la opinión de Montoto, si tenemos en cuenta todo lo que se ha descubierto desde hace un siglo sobre Mañara, no por ello se puede negar el papel modélico desempeñado por la obra del jesuita Cárdenas. Entre los biógrafos que se inspiran en ella, hay que destacar sobre todo al P. Blas Rufo, que publica de forma anónima en 1768 un resumen ampuloso y culterano de la Breve relación, titulado: Breve extracto o abreviado informe de la virtuosa vida, y preciosa muerte de [...]Don Miguel de Mañara Vicentelo de Leca16. La tercera biografía, a mediados del siglo decimonónico, es obra de una francés17. Profesor en un primer momento del Collège Bourbon y del Collège Henri IV en París, LouisAntoine Tenant de Latour (1808-1881) se convierte en preceptor de Antoine d’Orléans, duque de Montpensier (quinto hijo del rey Luis Felipe), al que acompaña en su viaje a Oriente. Después de la boda del príncipe con la infanta María Luisa Fernanda, hermana de la reina Isabel II de España, y al término de la Revolución de 1848, Latour sigue a Montpensier en su exilio en calidad de secretario y preceptor de los hijos de la pareja. Pasa veinte años con ellos en Sevilla, en el palacio de San Telmo, y publica varios estudios sobre España y Andalucía. Rasco, 1903 (ed. de José María Valdenebro, con la colaboración de Manuel Gómez Ímaz), 421 pp. (comprende, además de la Breve relación de Cárdenas, numerosos apéndices: I. “Algunos datos referentes al insigne fundador de la Santa Caridad de Sevilla”, de M. Gómez Ímaz (sobre la familia de Don Miguel); II. “Blanco lilio, azucena nupcial...” (epitalamio compuesto con ocasión de la boda de M. Mañara y J. Carrillo de Mendoza, Granada, 1648); III. “Solicitud del venerable D. Miguel Mañara...” (solicitud de admisión en la Caridad por D. Miguel, 1662); IV. “Relación de los maravillosos efectos que en la ciudad de Sevilla ha obrado una Misión de los Padres de la Compañía de Jesús...” (Sevilla, 1672) y “Descripción del solemne bautismo...”, de Diego de Robles Silíceo y Vicentelo (s.l., s.d.); V. “En la muerte del muy virtuoso caballero D. Miguel Mañara Vicentelo”, de Francisco Godoy (s.l., s.d.); VI. “Sermón fúnebre...”, de Manuel de Lemos (Sevilla, 1679); VII. “Inscripción de la lápida sepulcral del Venerable D. Miguel Mañara”; a estos apéndices hay que añadir el texto del Discurso de la verdad y un Post-Scriptum de J. M. Valdenebro; 5ª ed. : Sevilla, Artes Gráficas Salesianas, 1950, 173 pp. (idéntica a la 3ª ed. de 1874); 6ª ed.: fac-símil de la ed. original, con introducción de E. Vila Vilar, Sevilla, 2009. 15 MONTOTO, S., “Mañara”, artículo en tres entregas, en ABC de Sevilla, 9 y 21 de agosto, y 1 de septiembre de 1963. 16 El título completo es: Breve extracto o abreviado informe de la virtuosa vida y preciosa muerte de el venerable, humilde y caricativo siervo de Dios Don Miguel de Mañara Vicentelo de Leca, caballero del Orden de Calatrava, Hermano Mayor de la Santa Caridad de Sevilla, escrito por un humilde monje basiliano de la Provincia de Andalucía (Sevilla, 1768). 17 LATOUR, A. de, Don Miguel de Mañara. Sa vie, son Discours sur la Vérité, son testament, sa profession de foi, París, 1857.

Conoce bien la Caridad, de la que los duques de Montpensier son Hermanos. Puede observarse la presencia del sabio hispanista en un cuadro de José Roldán, conservado por la Hermandad, que representa la visita de la reina Isabel II en 1862 con motivo de su admisión como Hermana Mayor perpetua de la Caridad. En su biografía, Latour, hecho sevillano de adopción, alude en dos ocasiones a sus frecuentes visitas al hospital y a la iglesia de San Jorge: Cada vez que entro allí, me parece que me voy a encontrar con el augusto reformador, y, cuando veo abrirse una de esas puertecitas que dan acceso al hospicio, me da la sensación de que es él quien va a aparecer. La ilusión no se desvanece hasta que no leo sobre una losa, a la derecha del altar, el nombre de Mañara.18 No poco éxito debió encontrar la biografía de Mañara por Latour, publicada por primera vez en 1857. Pruebas de ello son su segunda edición en Francia, el año de 1860, su traducción al español por Pedro Galonié y su publicación en Sevilla, el año de 1862, y algunos ecos elogiosos en la prensa, como por ejemplo en 1859 en el periódico La Cruz, que podemos citar a continuación: La fama de este varon ilustre circula por Francia, donde lo ha dado a conocer Mr Latour, Srio. de los Srmos. Sres. Duques de Montpensier, que ha publicado la vida del venerable con el acierto y elegancia que caracterizan las obras de este escritor distinguido.19 De manera inesperada vino de Francia otro texto biográfico sobre D. Miguel a finales del siglo XIX, debido a la pluma de un escritor e historiador de origen corso, él también descendiente de los condes de Cinarca, antepasados de los Mañara: Raoul Colonna de CesariRocca (1864-1922); volcado a partir de 1890 en la historia de Córcega, publica en enero de 1896 un artículo en el diario parisino Le Journal, cuyas extensión, recepción crítica y múltiples reediciones justifican que se incluya entre las monografías dedicadas a Mañara20. A diferencia de Latour, que vive durante veinte años en Sevilla y conoce bien la Caridad,

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“Chaque fois que j’y entre, il me semble que je vais me trouver en face de l’auguste réformateur, et, quand je vois s’ouvrir une de ces petites portes qui donnent accès dans l’hospice, il me semble que c’est lui qui va paraître. L’illusion ne me quitte qu’en lisant sur une dalle, du côté de l’épître, le nom de Mañara.” (op. cit.., pp. 65-66). Véase también la página 33. 19 Artículo anónimo, “Proceso para la beatificación del Sr. D. Miguel de Mañara, caballero del hábito de Calatrava y fundador del Hospital de la Caridad de Sevilla”, en La Cruz, 1859, vol. II, p. 381. 20 COLONNA DE CESARI ROCCA, R., “La vie de Don Juan”, en Le Journal, París, sábado 18 de enero de 1896, p. 2; artículo recogido y aumentado con el título “Don Juan (Miguel Mañara) ; sa famille, sa légende, sa vie d’après des témoignages contemporains”, en Mercure de France, núm. CXIX, 1917, pp. 193-220; reeditado bajo la forma de opúsculo con el título Don Juan corse (Miguel Mañara). Sa Famille, sa Légende, sa Vie d’après des témoignages contemporains, París, 1917, 72 pp.; reeditado por último con el título Un Corse de légende : Don Juan, con prefacio de José Stromboni, Ajaccio, 2000, 61 pp.

Colonna de Cesari-Rocca descubre a Mañara desde fuera, posiblemente gracias al capítulo que Maurice Barrès ha dedicado a D. Miguel en Sangre, voluptuosidad y muerte (1894). Caso curioso, su reivindicación de Mañara como D. Juan de origen corso suscita en España una protesta violenta e inmediata: cinco días solamente después de la publicación en París del artículo del historiador francés, aparece en el Imparcial de Madrid otro artículo, que protesta contra la enajenación, no tanto de la figura de Mañara, que poco importaba al periodista anónimo, sino del mito español de Don Juan. No hay indicios de que esa polémica sobre la nacionalidad del Burlador haya cuajado en Sevilla; tampoco parece haber llegado hasta las orillas del Betis una información capital que Colonna de Cesari-Rocca sacaba a colación: la presencia en la Biblioteca Nacional de París de dos legajos importantes relativos a la causa de beatificación de D. Miguel, que tanta falta hacían para favorecer su reapertura. Lo cierto es que por aquel entonces en Sevilla se va creando una nueva dinámica entorno a la figura del fundador del hospital de la Caridad, primicias de una serie de esfuerzos continuos iniciados a principios del siglo XX y que desembocará en 1985 en el reconocimiento de la heroicidad de las virtudes de D. Miguel. Entre los primeros hitos que podemos señalar figuran dos biografías, una publicada en 1903 por el sacerdote José Avilés, Compendio de la vida de un ilustre sevillano: Don Miguel Mañara, y otra preparada por Ramón de Ibarra y González, Hermano Mayor de la Santa Caridad entre 1914 y 1925, obra que permaneció inacabada e inédita a la muerte del autor, pero cuyos borradores se conservan en el archivo de la Hermandad. Mientras en Sevilla se emprenden gestiones para alcanzar la canonización de Miguel Mañara, en Francia la vía abierta por Colonna de Cesari-Rocca atrae, varios decenios después, a dos escritores. En 1930, el escritor y periodista corso Michel Lorenzi de Bradi dedica a D. Miguel la mitad de su ensayo sobre D. Juan, su leyenda y su historia 21. Desarrolla la tesis de la identidad corsa de D. Juan, inventando hábilmente, para justificar la asimilación entre D. Miguel y D. Juan, la anécdota de Mañara asistiendo a una función del Burlador de Sevilla y jurando ser, de ahora en adelante, un D. Juan Tenorio. A esa pretendida tradición corsa, y a otras muchas que señalaré más adelante, dará todavía más repercusión una nueva biografía publicada en 1950 bajo el título El auténtico Don Juan: Miguel de Mañara22. Su autora, Esther Van Loo, es casi una desconocida. Según el catálogo de la Biblioteca del Congreso de Washington, habría nacido en 1890; ignoramos cuando murió. Publicó muy poco: alguna traducción del inglés; otra biografía breve dedicada a un desconocido escritor y poeta francés 21 22

LORENZI DE BRADI, M., Don Juan. La légende et l'histoire, París, 1930. VAN LOO, E., Le vrai Don Juan : Miguel de Mañara, París, 1950.

de origen armenio, Meroujan Barsamian. Parece haber sido sobre todo periodista; sabemos que colaboró de manera efímera en 1945 al semanal comunista La Tribune des Nations, portavoz de la Unión Soviética en Francia después de la Segunda Guerra Mundial. Por lo demás, sabemos que estuvo en Sevilla, que fue muy bien atendida en la Caridad, donde pudo visitar los llamados aposentos de D. Miguel, pocas veces descritos por los viajeros. Veremos más adelante que la Hermandad fue muy mal pagada por sus esfuerzos para favorecer una biografía francesa de Mañara. Además de la controvertida obra de Van Loo, es cierto que la mitad del siglo XX corresponde al momento en que más se escribe sobre Mañara. Ya en 1943 el periodista aracenés José Andrés Vázquez (1884-1960) –autor de varias biografías, entre las cuales destacan los nombres de Benito Arias Montano, Inés de Castro, Gustavo Adolfo Bécquer o Diego Velázquez– había publicado una amena evocación de D. Miguel, titulada sencillamente Miguel Mañara23, de la que el escritor y bibliófilo sevillano Miguel Romero Martínez dejó en el diario ABC una reseña muy halagüeña24. Menos conocido ha sido el estudio biográfico publicado quince años más tarde, en 1958, por Carlos Schlatter, fallecido en 2009 con 90 años, que parece no haber publicado más obras, pero ha sido hombre de radio durante medio siglo. El texto que ha escrito sobre Mañara fue publicado en un mismo volumen junto a dos novelas de otros autores, por esta misma razón ha tenido poca difusión, al parecer25. Más difundida ha sido la evocación poética de D. Miguel realizada en 1959 por una monja sevillana, Luz Tassara y Sangrán26. Su Mañara ha despertado la ironía de Antonio Burgos en uno de sus recuadros del ABC en 1986, cuando oponía “el almíbar monjil de su prosa mínima, como de dulce de torno”, a la obra de Juan de Cárdenas y a “la armonía de su prosa, que es como una fachada de la iglesia del Señor San Jorge”27. Obras modestas y sin pretensiones científicas, las tres biografías que se acaban de mencionar pierden al compararlas con el texto de referencia que ha constituido la publicación en 1963 de su estudio biográfico por el padre Jesús María Granero28. Mortificada por el texto 23

VÁZQUEZ, J. A., Miguel Mañara, Madrid, 1943. ROMERO MARTÍNEZ, M., “Un libro sobre Mañara”, ABC de Sevilla, 10 de febrero de 1944, p. 6; reed. en Homenaje a Miguel Romero Martínez. Con una antología de su obra, Sevilla, 1973, p. 110-112. Agradezco a la Dra. Enriqueta Vila Vilar haberme dado a conocer ese interesante artículo. 25 SCHLATTER, C., Don Miguel Mañara. Su época. Su vida. Su leyenda (junto a L. Sáez de Govantes, Los demonios bajan del monte, y a R. Córdoba Orejón, La otra herida), Madrid, 1958, pp. 13-259. 26 TASSARA, L., Mañara, Sevilla, 1959. 27 BURGOS, A., “Mañara y Don Juan (Belmonte)”, en el ABC de Sevilla, 2 de noviembre de 1986, p. 17. 28 GRANERO, J. M., Don Miguel Mañara Leca y Colona y Vicentelo (Un caballero sevillano del siglo XVII) – Estudio biográfico, Sevilla, 1963. Una versión abreviada de esta obra se ha publicado en formato de bolsillo con el título Muerte y amor. Don Miguel Mañara, Madrid, 1981. 24

disparatado de Esther Van Loo, la Hermandad de la Caridad había encargado hacia 1955 a un jesuita la tarea de elaborar un documento que pusiera fin a la confusión. Asegurar que haya alcanzado ese objetivo sería sin duda optimista; pero indiscutiblemente entregó una obra definitiva y monumental, que se funda esencialmente en una documentación hasta entonces inexplorada. La bibliografía del propio Padre Granero de por sí era una garantía de cualidad y preparación: varios textos de biografías espirituales (San Ignacio, Santa Teresa de Jesús, Madre Cristina de la Cruz, Madre Maravillas, Padre Tarín, etc.), pero también textos de teología ignaciana, de oraciones, ensayos sobre evangelio y pobreza o sobre la actualidad de la Iglesia. La impresionante investigación que ha dedicado a D. Miguel revela una gran capacidad de síntesis y una amplitud de ideas poco común; el Mañara de Granero sigue siendo hoy la biografía de referencia sobre nuestro personaje. Ha sido por cierto muy acertada la iniciativa tomada por la Hermandad de la Santa Caridad al volver a editarlo en 2008, pues hay que reconocer que habría muy poco que corregir y añadir en ese texto que sin embargo tiene ya casi cincuenta años. A esta obra por así decirlo insuperable vino a añadirse quince años más tarde un trabajo de gran interés en el plano histórico. Se trata de la Positio super virtutibus29, o síntesis biográfica realizada en 1978 a petición de la sección histórica de la Congregación vaticana para las Causas de los Santos, con vistas a un examen de los méritos de D. Miguel para la beatificación. Se confió su redacción en lo esencial a un sacerdote especialista en Historia de la Iglesia, el Padre Francisco Martín Hernández30. Para los profanos en la materia, su interés reside ante todo en la transcripción íntegra y minuciosa de más de un centenar de documentos auténticos, culminación de más de un siglo de esfuerzos para circunscribir de forma irrefutable una existencia que la leyenda y la literatura amenazaban con dispersar. Terminemos este repaso por las dos obras más recientes. La primera es una breve síntesis biográfica, bien documentada, debida en 2002 a la pluma de un sacerdote y periodista andaluz, Carlos Ros31, autor de numerosas obras, muchas de ellas relacionadas con la historia de Sevilla. La segunda, que es también hasta la fecha la más reciente de todas las biografías publicadas sobre Mañara32, se debe a la pluma de otro escritor y periodista, Manuel Barrios, 29

SACRA CONGREGATIO PRO CAUSIS SANCTORUM. OFFICIUM HISTORICUM (redactor principal : F. Martín Hernández), Beatificationis et canonizationis Venerabilis Servi Dei Michaelis Mañara, equitis de Calatrava et fundatoris nosocomii vulgo “de la Santa Caridad” († 1679). Positio super virtutibus ex officio concinnata, Roma, 1978. 30 Nacido en 1927; profesor de Historia de la Iglesia en la Universidad Pontificia de Salamanca. Ha publicado una versión abreviada de su trabajo en formato de bolsillo con el título Miguel Mañara, Sevilla, 1981. 31 ROS, C., Miguel Mañara, caballero de los pobres, Madrid, 2002. 32 BARRIOS, M., La verdad sobre Miguel Mañara, Córdoba, 2007.

autor de mas de 60 libros, miles de artículos en prensa y programas radiofónicos, y que suele abordar tanto el mundo del flamenco y la historia de Andalucía, como temas universales o temas históricos españoles. Su título, La verdad sobre Miguel Mañara, anuncia una empresa más bien insólita dentro de nuestro corpus, que constituye un ejercicio crítico destinado a poner en tela de juicio el discurso establecido sobre Miguel Mañara. Esa opción iconoclasta, que no tiene antecedentes, suministra al menos la prueba de la extrema variedad de los motivos por los cuales distintos escritores emprenden una investigación biográfica sobre un mismo personaje, como lo vamos a ver a continuación.

¿Por qué se escriben biografías de Mañara? Puede parecer extraño plantear semejante problemática, si consideramos como una evidencia que el hecho de emprender una narración biográfica se justifica de por sí por el carácter relevante de la personalidad del biografiado. Sin embargo, nunca se escribe una biografía sólo con la voluntad de profundizar el conocimiento del personaje. Siempre intervienen motivos más decisivos, más o menos explícitos: la proximidad íntima con el biografiado; la identificación personal con su figura; la novedad de hallazgos archivísticos que parecen legitimar una nueva aproximación al personaje; la postura justiciera, que quiere dejar una apreciación más exacta de la relevancia del biografiado en su tiempo; la voluntad de desmitificación de la leyenda en nombre de la verdad (contra la leyenda negra); la dimensión apologética, etc33. En algunos casos, es posible comprobar la coexistencia de varias finalidades en los proyectos biográficos. Esas inflexiones del proyecto biográfico se pueden percibir en los distintos volúmenes que vamos estudiando.

La perspectiva hagiográfica y apologética La primera obra que contemplamos, la de Cárdenas (1679), correspondería a la concepción primitiva de la biografía, heredada de la Antigüedad y de la Edad Media. Probablemente hay que remontar hasta la Antigüedad griega, a la elocuencia judiciaria (gran género retórico) para encontrar los orígenes de una narración de índole biográfica: se trataba entonces de componer el encomio o el vituperio de la persona acusada. Pero la biografía más tarde se vuelve subgénero de la historia en cuanto relato histórico. De sus probables orígenes 33

Para la reflexión sobre el généro biográfico, me fundaré en los siguientes estudios: MADALÉNAT, D., La biographie, París, 1984; LE SCANFF, Y., Le biographique, París, 2004; DOSSE, F., Le pari biographique. Écrire une vie, París, 2005.

judiciarios, conserva una orientación moral encaminada a edificar, a enseñar por la excelencia del ejemplo, adquiriendo por ende una finalidad didáctica evidente. Sabemos que esta orientación ética y educativa siguió dominando durante la Edad Media, en la que se compusieron sobre todo bio-hagiografías o vidas de santos, siendo la más famosa colección de éstas La leyenda áurea de Santiago de la Vorágine (hacia 1261-1266). Cuando, a raíz de la muerte de D. Miguel, el jesuita Juan de Cárdenas emprende redactar una vida del difunto, no se aleja de esa concepción tradicional de la biografía como exemplum. En esto realiza una de las recomendaciones del P. Tirso González, miembro él también de la Compañía de Jesús, al conde de Torrepalma, amigo de D. Miguel desde la adolescencia, tres semanas después de la muerte del venerable Hermano Mayor: Conviene escribir su vida para que sus ejemplos despierten a su imitación y poner en la Caridad un retrato suyo que conserve su memoria, que merece ser eterna, como lo será sin duda en los ojos de Dios. In memoria æterna erit justus.34 Juan de Cárdenas, se pone rápidamente a escribir una “breve relación” de su vida y virtudes, sin que lleguemos a determinar si es por propia iniciativa o a petición de la Caridad. Sorprende la rápida ejecución de este opúsculo: apenas tres meses después de la desaparición del protagonista, el autor informa ya al nuevo Hermano Mayor de que ha acabado el trabajo : Doy cuenta a V. S. cómo tengo escrita una Breve relación de la vida y virtudes del Sr. D. Miguel Mañara, que Dios tiene en su santa gloria. El suso [dicho] a fin de dar algún consuelo a los hermanos de la Santa Caridad y para que tengan delante de los ojos el espejo en que se deben mirar, para la imitación de sus virtudes y del modo de obrar que tenía en las funciónes de la Santa Caridad. He procurado que sea breve, para que se pueda leer y comprender con más facilidad.35 Los motivos aquí expuestos por el P. Cárdenas no reflejan quizás todos sus objetivos. Sin duda la obrita representa un texto elaborado para la ocasión, colección de piadosos recuerdos destinado a procurar consuelo; el hecho de que esté centrado casi exclusivamente en los años que D. Miguel pasó dirigiendo la Caridad puede explicarse igualmente bastante bien si estuviera escrito “a fin de dar consuelo, y enjugar las lágrimas a los Hermanos de la Santa Caridad”36, y para proponerles un modelo de conducta, una especie de guía del perfecto Hermano de la Caridad. Estos objetivos limitados no bastan sin embargo para justificar el muy especial plan elegido por Cárdenas para estructurar su propósito. El relato comienza con 34

Carta a D. Antonio Verdugo, fechada en Madrid el 30 de mayo de 1679, en Positio super virtutibus..., op. cit., p. 389. 35 Carta a D. Pedro Corbet, fechada el 1 de agosto de 1679, citada en Positio..., op. cit., pp. 397-398. 36 Dedicatoria al arzobispo Spínola, firmada por D. Pedro Corbet, por el marqués de Brenes y por el conde de Torrepalma, en P. Cárdenas, op. cit., [p. I].

la agonía y muerte edificante de Mañara, para resumir a continuación los hechos más significativos de su vida desde la muerte de Doña Jerónima; pero a partir del décimosexto capítulo, se empieza a pasar revista a lo largo de once capítulos a las características de su vida espiritual y a su práctica de las virtudes. Sin ser sistemática, esta exposición no deja de recorrer una tras otra las virtudes teologales, las morales y las anejas37. La narración vuelve luego sobre una evocación más detallada de la agonía y de la muerte (capítulo XXVII), así como del entierro y de las honras fúnebres rendidas al personaje (capítulo XXVIII). Unos meses más tarde, Cárdenas aprovecha el retraso en la publicación de su manuscrito para incluir un inventario de “algunas maravillas, que ha obrado el Señor por los méritos de su Siervo despues de su muerte” (capítulo XXIX), para transcribir el testamento y la “protestación de fe” de D. Miguel y para ofrecer un relato detallado de su exhumación en diciembre de 1679. Tanto por la exaltación de sus virtudes, que practicó según se asegura “en grado heroico”, como por su insistencia en reconocer las intervenciones de lo sobrenatural en su vida, el P. Cárdenas parece querer trazar claramente la vía para el examen de los méritos de Mañara con vistas a la beatificación y a la canonización. En ese sentido, se puede considerar que, más que biografía, la Breve relación de Cárdenas viene a ser una de esas “cartas edificantes” que la Compañía de Jesús, según indica Antonio Domínguez Ortiz, solía redactar sobre “las noticias de la vida y virtudes de ilustres jesuitas conforme iban pagando su tributo a la muerte”38. Sin embargo, en cuanto que primer testimonio publicado sobre D. Miguel, varios meses antes de la apertura de los interrogatorios de testigos para el proceso informativo diocesano, y modelo evidente de redacción de las preguntas seleccionadas para dichos interrogatorios, se puede considerar al mismo tiempo que el texto de Cardenas sirve para plasmar de manera decisiva un discurso coherente sobre el cristiano ejemplar que se desea elevar a los altares. De ahí que la Breve relación de Cárdenas aparezca al mismo tiempo como un modelo duradero (como lo decía Santiago Montoto) y una empresa claramente apologética, conforme al modelo judiciario de la Antigüedad: de hecho, prepara a nada menos que a una larga sucesión de procesos durante los cuales se tratará de escudriñar las virtudes y ejemplaridad del siervo de Dios. Esa coloración apologética constituye una característica frecuente dentro 37

Se pasa revista a las virtudes teologales: primero la caridad, por razones obvias (caridad hacia Dios, cap. XVI; caridad hacia el prójimo, caps. XXI a XXIV), pero también la fe y la esperanza (cap. XVII); de entre las virtudes cardinales (prudencia, justicia, fortaleza y templanza) se privilegian las dos últimas (cap. XIX, en el que se evocan sus mortificaciones, y cap. XXVI, en el que se habla de su entereza); por último, un importante lugar es adjudicado a las virtudes anejas: pobreza (cap. XXV), castidad (cap. XIX), obediencia (cap. XXVI) y humildad (XX). 38 DOMÍNGUEZ ORTIZ, A., Las clases privilegiadas en el Antiguo Régimen, Madrid, 1979, p. 274.

del conjunto de textos biográficos que manejamos. Es evidente en el siglo XVIII, en el caso del opúsculo ya mencionado del monje basiliano Blas Rufo, que aparece como un epítome del texto de Cárdenas. Pero se adivina también en la mismísima cronología de las ediciones o reediciones de textos biográficos. Sabemos por ejemplo que la segunda edición del texto de Cárdenas es de 1732 y que coincide con un momento en que la Hermandad de la Santa Caridad, cumplido medio siglo desde la muerte del siervo de Dios –lo que se estimaba un plazo necesario para ir ad ulteriora– solicita la prosecución de las diligencias y la búsqueda del legajo del proceso de 1680-1682; es decir que esa nueva edición de la obra de Cárdenas es señal de un periodo de intensa labor de promoción de la causa. Asimismo, el resumen biográfico del monje basiliano en 1768 interviene dos años antes de la apertura oficial de la causa en Roma, como para ofrecer un vademécum a los futuros testigos llamados a declarar ante los jueces eclesiásticos. Un siglo más tarde, la tercera edición del texto de Cárdenas, en 1874, no fue una respuesta a la publicación de la biografía de Latour, como sostiene erróneamente el P. Granero39, sino la primera protesta pública de los Hermanos de la Santa Caridad en contra del discurso prevaleciente en Sevilla sobre la figura de Mañara, y más concretamente un alegato contra una leyenda lírica de Manuel Cano y Cueto publicada y premiada el año anterior por la Real Academia Sevillana de Buenas Letras40. Lo mismo se podría decir de la 4a edición de la obra de Cárdenas, en 1903, con los apéndices de Valdenebro y Gómez Ímaz, el mismo año que la biografía del padre Avilés, en un momento en que el cardenal arzobispo Marcelo Spínola intenta promover una causa totalmente estancada. La biografía bastante ofensiva de José Avilés, la más apologética, y ciertamente la menos hábil de todas, se vuelve máquina de guerra en contra de todos los que contribuyeron a “desfigurar la bellísima imagen de nuestro Venerable fundador”41. Esa tónica sigue siendo la que anima las páginas del proyecto de biografía que preparaba a principios de los años veinte del siglo pasado Ramón de Ibarra, por aquel entonces Hermano Mayor de la Caridad. Se titula de manera muy significativa: Vida vindicatoria de la persona del venerable siervo de Dios D. Miguel Mañara, y constituye una 'cenérgica protesta contra lo que él llama una “campaña de difamación”. En el fragmento siguiente se puede observar de paso el léxico relativo a la epidemia, que sugiere bastante bien el carácter pernicioso y devastador del fenómeno : Y es más de lamentar, que [en] este desbordamiento de falsedades se hayan señalado, por su procacidad, los escritores y sobre todo los sevillanos, dando lugar 39 40

41

GRANERO, J. M., op.cit., p. 13. CANO Y CUETO, Don Miguel de Mañara, Sevilla, 1873. AVILÉS, J., op. cit., p. 11.

con esto a que se haya creado una atmósfera ficticia y deletérea que invadiéndolo todo llegó a inficcionar a Doctas Corporaciones, que al premiar ciertas poesías, parecen haber dado su asentimiento, a los insultos que contienen; a personas muy graves y significadas, y hasta a muchos hermanos de la Caridad, algunos de los cuales contribuyeron a su propagación con sus propios escritos.42 Si bien esa dimensión apologética, vinculada al esfuerzo plurisecular de la Hermandad para conseguir el reconocimiento oficial de la santidad de D. Miguel, ha perdido de su belicosidad durante el siglo XX, no se puede negar su pregnancia en el resto de la producción biográfica, aunque sea con otros criterios y otros métodos de argumentación, como veremos más adelante.

La defensa de la tesis donjuanesca Al margen del discurso hagiográfico encaminado a dibujar un perfil edificante de Mañara, sabemos que se ha desarrollado desde mediados del siglo XIX una interpretación muy distinta de su personalidad, considerada como la de un donjuán arrepentido y convertido. Esta tesis, que proliferó con tanto más facilidad cuanto que se sabía muy poco de la juventud de D. Miguel, surgió primero en el campo literario, pero acabó invadiendo también el campo histórico y biográfico. Fuerza es reconocer que en esto se propasaron varios historiadores y biógrafos franceses, no así los españoles, y todavía menos los sevillanos. Éstos últimos, probablemente cohibidos por las evidencias históricas, si bien se atrevieron a explorar las posibilidades que les brindaba el recién creado mito literario entorno a Mañara, nunca emprendieron una biografía en clave donjuanesca. Fue en Córcega donde la fábula de un Miguel Mañara burlador, e incluso incestuoso, cuajó con más intensidad, en los textos ya mencionados de Colonna de Cesari Rocca y luego de Lorenzi de Bradi. El postulado era sencillo y descansaba sobre el siguiente silogismo: Miguel Mañara es corso; Miguel Mañara es D. Juan; por tanto D. Juan es corso. En 1950 Esther Van Loo no fundamenta su falaciosa demostración en otro argumento. Basta con recordar los títulos de Colonna de Cesari-Rocca – “Don Juan (Miguel Mañara)”–, de Lorenzi de Bradi –2da parte: “Le vrai Don Juan: Don Miguel Magnara Vincentelo di Leca, sa sainteté”– y de Van Loo –Le vrai Don Juan. Don Miguel de Mañara– para comprobar como mezclan de entrada y asimilan Mañara a Don Juan. Por trasnochados y descabellados que parezcan sus razonamientos –ocasión tendremos más tarde de evocarlos con más precisión– nos equivocaríamos si considerásemos que estamos frente a biografías noveladas de poca monta. La de Van Loo, especialmente, no deja 42

IBARRA Y GONZÁLEZ, R. de, Vida vindicatoria de la persona del V. Siervo de Dios D. Miguel Mañara, biografía dactilografiada, inacabada e inédita, hacia 1920-1925, “Prólogo”, pp. 5-6.

nunca de ser una argumentación implacable, que convoca un sinnúmero de testimonios y supuestas pruebas documentales. El que dichas pruebas sean las más veces presentadas de manera capciosa o meramente falsificadas no es óbice a la sorprendente eficacia de la demostración, que sigue probablemente engañando a más de un estudioso hoy en día. Por su carácter sistemático y aparentemente riguroso, esta obra, una de las más eficaces máquinas literarias para despistar al curioso, responde ella también a la concepción apologética de la biografia: apología esta vez no de la santidad, sino del donjuanismo de Mañara.

La evocación biográfica y la tentación de lo novelesco Esta forma de falsificación de la verdad histórica puede aparecer como un caso extremo de perversión del género biográfico, si se toma en cuenta que, al par que existiría un pacto de sinceridad del autor respecto a su lector en el caso de los textos autobiográficos, se considera implícita la existencia asimismo de una forma de pacto entre un biógrafo y su lector y una exigencia de autenticidad, o vericidad, que supone que en una obra biográfica se dé cuenta de los elementos de una vida por una escritura que, si bien no busca necesariamente una verdad completa, no reivindica menos una total sinceridad en la expresión y en la interpretación de lo vivido. Esa doble limitación (imposibilidad de acceder a la verdad completa del biografiado y necesidad de optar por una interpretación a veces arriesgada) deja el campo libre para la escritura de biografías que, sin entrar en la dinámica apologética y tampoco en la lógica de una labor exigente de investigación crítica, proponen una visión personal de la figura biografiada, centrada en la unicidad y originalidad de su personalidad y amenizada por recursos de ornamentación y dramatización de tipo novelesco. A mi parecer, las publicaciones de José Andrés Vázquez en 1943, Carlos Schlatter en 1958, Luz Tassara en 1959 y Carlos Ros, mucho más recientemente en 2002, entran en esta categoría. Sin pretender ofrecer una aportación documental novedosa, estos textos se señalan por su fidelidad a la doxa biográfica establecida en su tiempo, recrean el entorno historico-social y optan por una interpretación profundizada de la vida psíquica del personaje. Es notable, por ejemplo, su esfuerzo por sintetizar la documentación recabada en su época, lo que se puede observar tanto en el caso de José Andrés Vázquez, que con toda probabilidad pudo acceder a los apuntes inéditos de Ramón de Ibarra anteriormente mencionados, como en el caso de Carlos Ros, cuya bibliografía aparece muy actualizada. Se observa al mismo tiempo la búsqueda de cierta amenidad literaria, rayando a veces en lo novelesco y en el efectismo dramático, que no sorprende si tenemos en cuenta que tres de los cuatro autores citados son también periodistas. En Vázquez y Tassara es donde más aparece la tentación de lo novelesco, la propensión a

rellenar los huecos biográficos apelando a la imaginación, fenómeno perceptible en la integración constante de escenas dialogadas, dignas de un guión de películas, que pueden molestar a un estudioso escrupuloso y poco indulgente respecto a ciertas artimañas de esta categoría de biografías. Otro punto común: estas obras, sin entrar en la lógica apologética extrema de un padre Avilés, no disimulan su deseo de “desfazer entuertos”, de rectificar la imagen falsificada de Mañara, e incluso de obrar en pro de su canonización. Así lo manifiesta Carlos Ros en su prólogo: Humildemente pretendo, en este libro, poner un granito más al esfuerzo de quienes han intentado purificar el ambiente en torno a la figura de Miguel Mañara. Contar con sencillez su vida y situar a un Mañara real en la historia de su tiempo. Un místico seglar en la Sevilla del siglo XVII. Y, si es posible, empujarlo a los altares...43 Cabe subrayar el acierto de ese estudio, que, sin pretensiones de novedad crítica, sabe mezclar de manera convincente y con sencillez, la erudición, o mejor dicho la divulgación de calidad, la creatividad literaria y la intuición psicológica.

La exigencia crítica Más allá de las pistas ya estudiadas –la biografía apologética, que presenta al personaje como un modelo (de santidad o de donjuanismo) o la biografía-evocación, que hace de él casi un héroe de novela– queda un espacio para otro proyecto, el estudio crítico, que opta por una aproximación científica al biografiado. El primero en haber manifestado la voluntad de analizar de manera racional la vida de Mañara me parece haber sido Antoine de Latour. Es costumbre considerar al sabio hispanista francés, secretario de los duques de Montpensier, como un detractor de la figura de Mañara, al frente de lo que Carlos Schlatter ha dado en llamar “la legión antimañarista”44. Nunca se le ha perdonado a Latour haber transcrito varias anécdotas de poca monta que corrían por la ciudad, y tampoco el que hubiera confesado su convicción de que Mañara, antes de los treinta años, fuera un calavera –lo que, dicho sea de paso, era el discurso común y corriente en Sevilla en la segunda mitad del siglo XIX. En eso se nota que la obra de Latour pertenece a una época en la que la biografía se ha vuelto un género literario-histórico menor, donde se refugia lo anecdótico, sin más ambición que seducir y atraer al lector. Sin embargo, es sensible el carácter exhaustivo de la investigación de Latour, que ha recabado toda la documentación disponible en su época, lo que era bien poco, a decir verdad, comparado con los adelantos del siglo XX; ha confrontado 43 44

ROS, C., op. cit., p. 8. SCHLATTER, C., op. cit., p. 241.

las fuentes escritas y orales, lo cual es también señal de una sensibilidad romántica por la literatura oral y una actitud más científica de lo que se imagina. Sobre todo, Latour ha sido el primero en alzarse contra lo que Francisco Márquez Villanueva ha calificado, en su ensayo sobre los orígenes y la elaboración del Burlador de Sevilla, de “absurda candidatura” de Mañara a la categoría de modelo histórico de Don Juan45. Paradójicamente fue Antoine de Latour quien proporcionó antes que el resto de los críticos el argumento cronológico decisivo que debería haber bastado para desterrar definitivamente este anacronismo. En ese sentido, el secretario del duque de Montpensier debe considerarse a la vez como el primer defensor de D. Miguel después de acceder al status de héroe literario, y como el primer teórico, probablemente sin él saberlo, de la tradición donjuanesca del personaje. Su biografía de Mañara comienza en efecto con estas líneas : Los que no se toman la molestia de contrastar las fechas han confundido a menudo a don Juan Tenorio con don Miguel de Mañara. Para no caer en este error mayúsculo, bastaba con observar que este último todavía no había nacido cuando Tirso de Molina, autor del primer Convidado de piedra, a su vuelta de Santo Domingo a España, pasó por Sevilla donde, sin duda, conoció la tradición popular que cuenta el trágico fin de don Juan.46 En su texto, evoca asimismo las pesquisas que ha hecho en archivos y bibliotecas para determinar cúales podrían haber sido los orígenes de la leyenda del Tenorio. De ahí que no parezca exagerado salir en defensa del erudito francés y afirmar que fue el primero en abordar la figura de Mañara con intención crítica. Otro ejemplo, incluso modelo de estudio biográfico crítico, es la obra voluminosa que nos ha dejado el jesuita Jesús María Granero en 1963. Destaca primero en ella su apabullante bibliografía de seiscientos títulos, de los cuales doscientos cincuenta eran entonces documentos inéditos, frutos de incansables investigaciones en los archivos sevillanos, madrileños y romanos. A este esfuerzo de documentación sin antecedente, se une un espíritu crítico excepcional del que el autor no se despoja nuca. Su proyecto, impregnado de un gran rigor y de una libertad de tono apreciable, proclama la ambición de mantenerse al margen de la “beatería hagiográfica”, sin tener otro propósito sino el de “narrar Historia, historia desnuda

45

MÁRQUEZ VILLANUEVA, F., Orígenes y elaboración de El Burlador de Sevilla, Salamanca, 1996,

p. 42. 46

“Ceux qui ne prennent pas la peine de rapprocher les dates ont souvent confondu don Juan Tenorio avec don Miguel de Mañara. Pour éviter cette grave méprise, il suffisait de remarquer que ce dernier n’était pas né encore lorsque Tirso de Molina, l’auteur du premier Convié de pierre, revenant de Saint-Domingue en Espagne, passa à Séville où, sans doute, il eut connaissance de la tradition populaire qui raconte la fin tragique de don Juan.” (LATOUR, A. de, op. cit., p. 1).

e implacable”47. No por ello pierde de su fuerza apologética, en el buen sentido de la palabra, que es la que corresponde al encargo que le había confiado la Hermandad. Al poco tiempo de publicarse ese estudio fundamental, Santiago Montoto saludó el evento por medio del larguísimo artículo ya aludido, de tres entragas en el ABC sevillano, en agosto-septiembre de 1963. Es interesante notar, retrospectivamente, las reservas del historiador sevillano respecto a la recién publicada biografía del jesuita, considerada como un sólido trabajo y una preparación excelente para... ¡una biografía definitiva48! A través de ciertas reticencias, adivinamos que la libertad de tono y las interpretaciones novedosas que caracterizan la obra de Granero, como lo veremos después, tuvieron que indisponer a ciertos lectores; dice el propio Montoto que el Mañara de Granero probablemente no les gustará a todos y pasa revista a todos los elementos que le parecen discutibles. De hecho, no habrá sido del gusto de todos el rechazo por el biógrafo de muchas explicaciones simplistas de sus antecesores, y tampoco la multiplicación de hipótesis con las que procura dar respuestas racionales y verosímiles a muchos interrogantes que subsisten en nuestra comprensión del personaje de Mañara. Cabe señalar que la Positio super virtutibus redactada en 1978 por el P. Francisco Martín Hernández ha adoptado la misma actitud crítica y propuesto una recopilación valiosísima de todas las fuentes documentales sobre la vida de D. Miguel; y en ese sentido encarna ella también esa vía crítica que vamos explorando. El redactor salmantino no pisó siempre las huellas de Granero, sin embargo, y en más de una ocasión prefirió, a las hipótesis atrevidas del jesuita, una visión quizás conformista, o si se quiere convencional de Mañara, que en algunas ocasiones le ha sido reprochada por los destinatarios de su trabajo, en el Vaticano49. Si a alguien no se le puede reprochar tal actitud conformista, ése es el más reciente biógrafo de Miguel Mañara, Manuel Barrios, en su libro titulado La verdad sobre Mañara. Como bien indica el título, más que de biografía, se trata de un ensayo encaminado a rectificar la imagen de Mañara, pero de una manera inédita: el autor no pretende librarlo de fábulas donjuanescas, sino proceder a un desmontaje sistemático de lo que él llama “la historia oficial”, “la historia convencioanl” o “las biografías convencionales”50. El objetivo declarado es poner de manifiesto las zonas oscuras de la vida de Mañara, buscando los puntos débiles de lo que considera como el instrumento más elaborado de idealización del personaje, 47

GRANERO, J. M., op. cit., p. XI. MONTOTO, S., art. cit. 49 SACRA CONGREGATIO PRO CAUSIS SANCTORUM, Relatio et vota sulla seduta dei Consultori dell’Ufficio Storico, op. cit., p. 5, 9, 12, 18, 22, 31; Animadversiones Promotoris Generalis Fidei, op. cit., p. 31; Relatio et vota Congressus Peculiaris super Virtutibus, op. cit., p. 30, 57, 67, 76. 50 BARRIOS, M., op. cit., p.15, 22, 25, 26, 73. 48

es decir precisamente la Positio super virtutibus vaticana, que le sirve al mismo tiempo de guía fundamental y de antítesis. Así es como escribe, en su “Introito”: El autor de la presente crónica –que nunca ha tenido nada en contra de la Religión ni de don Miguel Mañara– intenta esclarecer por qué el cabellero calatravo sólo ha alcanzado el título de Venerable, y no de Santo.51 Ese repaso de las distintas lacras que el autor imputa a D. Miguel y de los velos que se irían corriendo hipócritamente sobre ellas convierte este ejercicio crítico en panfleto claramente dirigido contra los promotores de la causa de beatificación: […] un reducto de biempensantes solariegos que se otorga a sí mismo voz y voto sobresalientes al saber que los demás acatan sus decisiones, quizás porque oponerse a ellas puede suponer lacra de subversivo.52 Por el registro polémico adoptado, Manuel Barrios sitúa su estudio fuera del campo biográfico tradicional, aunque su estructura se conforme aparentemente al orden cronológico habitual, y lo convierte en empresa de demolición que pretende arrasar con el dispositivo plurisecular edificado para alzar a Miguel Mañara hasta el cielo. Veremos más adelante con qué resultado lo ha hecho.

¿Cómo se escriben las biografías de Mañara? Entremos ahora en el laboratorio de los biógrafos, observemos cómo organizan el material biográfico, cuáles son los recursos de que se valen para plasmar su obra. Se tratará aquí de proponer tan solamente algunas pinceladas, excluyendo de entrada las biografías que no añaden nada nuevo al conocimiento y a la visión del personaje, y ciñéndonos a algunos casos más originales.

Claves de la lectura de Cárdenas De Juan de Cárdenas, poco hablaremos aquí. Recordemos sin embargo que existen dos claves esenciales, ya apuntadas, para analizar hoy ese texto –que por cierto ha sido poco estudiado–, las cuales son: su parecido con las cartas edificantes de los jesuitas y su impronta claramente hagiográfica. Esa doble naturaleza conlleva tres consecuencias. La primera es su carácter incompleto, muchas veces estigmatizado por los comentaristas53; con todo, parece

51

Ibid., p. 12. Ibid., p. 11. 53 REYNIER, G., « Les Origines de la légende de Don Juan », en Revue de Paris, XIII, 15 de mayo de 1906, p. 318; CHAVES NOGALES, M., La ciudad, Córdoba, 1921, p. 80; ANÓNIMO, Hijos ilustres de 52

vano reprocharle a Cárdenas tal opción, cuando queda manifiesto que su propósito era narrar la vida de Mañara en la Santa Caridad, y no la totalidad de su existencia, como se hubiera hecho en una biografía cabal. Otra consecuencia es la estructura específica de la Breve relación, sin duda poco conforme al orden cronológico, lo que no debería extrañarnos si tenemos en cuenta que se trata para Cárdenas, a todas luces, de preparar el examen sistemático de las virtudes del siervo de Dios en un proceso de canonización todavía en sus albores. Última consecuencia, la exaltación del personaje supone el recurso de una retórica efectista, de un registro maravilloso y de un enfoque providencialista, que hoy pueden aparecer molestos, pero que caben dentro de los cánones de la época. No por ello tenemos que desechar dicho texto, que sigue siendo una fuente de primerísimo orden; pero es un documento que por sus características genéricas debe manejarse con cautela y debe ser objeto de una interpretación crítica.

Defensa e ilustración de Latour En lo que toca a Antoine de Latour, tres elementos fundamentales merecen ser recalcados para apreciar su obra. Insistamos de entrada en el hecho de que se trata del primer escritor que haya cuestionado la fortuna póstuma de D. Miguel, haciendo un inventario sistemático de las leyendas que corren por Sevilla acerca de él54. Sabemos que semejante curiosidad no fue del gusto de todos y que, aliada a la convicción general de la juventud pecadora de Miguel Mañara, contribuyó a favorecer el auge del mito literario incipiente. Sin embargo, es posible ver en el texto de Latour un precursor de las formas contemporáneas de biografías, en las que se tienen en cuenta las fluctuaciones de la imagen del biografiado. Latour ha entendido antes de todos los demás que, para la comprensión de una figura como la de Mañara, era necesario fijar la atención en las alteraciones de sentido del personaje después de su desaparición física. Al hablar de D. Miguel, ya no podemos prescindir del estudio de su vida póstuma: el periodo después de su muerte se vuelve tan significante como el periodo de su vida, por las huellas que deja y por las múltiples inflexiones que adopta en la conciencia colectiva, bajo todas las formas de expresión. Llama la atención asimismo en la obra de Latour la distancia con la que el erudito francés analiza ciertos episodios de la vida de D. Miguel, anticipando de tal modo algunas observaciones del Padre Granero sobre su comportamiento, sea por ejemplo su actitud durante el famoso episodio del cierre de los

Sevilla.., 1851, p. 146-147; GRANERO, J. M., op.cit., p. 5; MÉNDEZ BEJARANO, M., op. cit., p. 15-16; Positio, op. cit., p. 44. 54 LATOUR, A. de, op. cit., p. 9-14.

corrales de comedias, que Latour asemeja a la de un inquisidor que iría por libre55, o el insólito magisterio que ejerció Mañara sobre las almas: Una virtud tan manifiesta, esta enérgica perseverancia en el bien, le supusieron a Mañara una autoridad moral que, como su caridad, pronto cruzó el umbral del hospicio, y llegó allí donde se sentía este irresistible amor por el prójimo. El ascendiente que le daban su apellido, su fortuna, su clase social, y del que, durante toda su vida, había luchado por despojarse, volvía a él en ese momento. Mero seglar, ignorante, y capaz de leer las Escrituras sólo en versión española, la admiración y el respeto de sus semejantes lo revestían, a los ojos de todos, de una especie de sacerdocio del que se servía con toda naturalidad, quizás sin darse cuenta y sin reservas, cuando de la salvación de las almas o del interés del cielo se trataba.56 No será demás traer a colación otro elemento distintivo en Latour, y es la referencia que hace a una insólita figura religiosa del XVII francés, el abad Armand Jean Le Bouthillier de Rancé, ahijado de Richelieu, frívolo arcediano que se convirtió poco después de la muerte de su amante, la duquesa de Montbazon. Ese exacto contemporáneo de D. Miguel (nació un año antes que él) fue conocido como el austero Abad de la Trapa y como un reformista importante, si bien no se trató nunca de beatificarlo. Además de un paralelo probablemente instructivo entre esas dos figuras espirituales que no carecen de parecidos, nos vendría bien un estudio profundizado sobre la influencia que pudo ejercer sobre Latour la Vida de Rancé, biografía publicada en 1844 por Chateaubriand a instancias de su director espiritual; en particular, merecería la pena poner de manifiesto la fascinación de Latour por el parecido entre esas dos existencias, pero también preguntarse hasta qué punto la obra de Chateaubriand no sirvió de modelo de escritura para la vida de Mañara redactada por Latour.

Avilés y la instrumentalización de la biografía A diferencia de la obra imperfecta, pero valiosa de Latour, el Compendio de la vida de Mañara que nos dejó el P. Avilés a principios del siglo XX aparece como un modelo de apología ramplona y retoque burdo de los datos biográficos, que en absoluto puede haber servido a los intereses de nuestro personaje. Se señala el eclesiástico autor por su empeño en negar ciertas evidencias, como por ejemplo la existencia de tradiciones legendarias relativas 55

“[…] un homme qui, malgré toute sa charité, a bien quelquefois l'air d'un libre inquisiteur” (ibid., p.

55). 56

“Un si grand éclat de vertu, cette énergique persévérance dans le bien, assurèrent à Mañara une influence morale qui, comme sa charité, passa bientôt le seuil de l’hospice, et arriva partout où se faisait sentir cet irrésistible amour du prochain. L’ascendant que lui donnaient son nom, sa fortune, sa situation sociale, et dont, toute sa vie, il avait travaillé à se dépouiller, lui revenait tout à coup dans l’occasion. Simple laïc, ignorant, et ne lisant l’Écriture que dans la version espagnole, l’admiration et le respect de ses semblables le revêtaient, aux yeux de tous, d’une sorte de sacerdoce dont il usait naturellement, peut-être sans s’en apercevoir et sans s’en défier, dès qu’il s’agissait du salut des âmes ou de l’intérêt du ciel.” (ibid., p. 48).

a D. Miguel antes de que Mérimée hiciera de él un modelo donjuanesco. Defensor radical de la tesis de una santidad íntegra del venerable caballero calatravo, no se molesta en aducir interpretaciones minimalistas, tratándose por ejemplo de las autoacusaciones de adulterio del testamento, reducidas al rango de sencillos pensamientos impuros. El celo apologético del autor llega hasta el extremo de falsificar las citas de las expresiones más contritas del penitente para restarles toda dimensión concreta. Otro elemento vuelve hoy totalmente obsoleta la obra de Avilés, y es su reductora instrumentalización de la figura de Mañara como modelo de vida aristocrática cristiana, en contraposición a las evoluciones sociales perceptibles desde el siglo XVIII. Esa lectura ideológica muy marcada del testimonio religioso de Mañara, cuando menos arcaica y poco sostenible hoy día, ha sido definitivamente superada por varios decenios de publicaciones relativas a la causa de beatificación, siendo de máximo interés, aunque de difícil localización, como ya lo he dicho, las “votaciones” emitidas hace treinta años por consultores históricos y teólogos del Vaticano, que incitan a emprender otra aproximación a su espiritualidad, especialmente en su relación con la pobreza.

Artimañas de Van Loo Más edificante aún resulta la metodología adoptada por la biógrafa francesa Esther Van Loo para su estudio publicado en 1950, encaminado a demostrar que D. Miguel sería el auténtico D. Juan. Artista de la reescritura biográfica, Van Loo no escatimó sus esfuerzos para realizar una vida falsificada perfectamente verosímil. Para ello, no se contentó con ensartar disparates históricos: un título condal para los Mañara, una quinta llena de rosas en el campo de Montejaque, un viaje de D. Miguel a Córcega, etc. Casi siempre se esmeró en acreditar sus alegaciones asociándolas a datos archivísticos auténticos. Pocas veces se habrá usado las notas a pie de página de manera más capciosa, como cuando recuerda el supuesto gusto de D. Miguel por las leyendas y los romances57, o su mirada de connivencia cuando se acusaba de sus pecados58, anécdotas que la autora pretende colegir de los testimonios reales de sus contemporáneos, donde por cierto no aparecen nunca; o cuando pretende acudir a fuentes de ella sola conocidas, como un misterioso diario íntimo que hubiera dejado un tal padre Agustín, supuesto portero de la casa de Mañara59, o el enigmático testimonio público del hijo de D. Justino de Neve, ¡cuando no el hijo de un canónigo hispalense 60! A pesar de su carácter fantasioso, la integración milimetrada de esas seudo pruebas en un conjunto de piezas 57 58 59 60

VAN LOO, E., op. cit., p. 311. Ibid., p. 85. Ibid., p. 315. Ibid., p. 62.

documentales de indiscutible autenticidad termina dotando a tan disparatada biografía de una tremenda fuerza de convicción, que no pocos estragos ha perpetrado en los círculos académicos.

Agudeza de Granero Frente a tal maquinaria retórica, no hacía falta menos que las excepcionales cualidades de investigador del P. Granero para contrarrestar tan funestos efectos. El rigor manifestado por el jesuita a lo largo de su voluminosa obra magna asegura la credibilidad de su empresa biográfica y le confiere el estatuto indiscutible de texto de referencia por antonomasia en el campo de los estudios dedicados a Miguel Mañara. No es que esté totalmente libre de errores y erratas, que Santiago Montoto, en el artículo previamente mencionado, se ha empeñado en inventariar61. Tampoco podemos negar la presencia de algunos elementos que pueden parecer hoy algo discutibles, como la indulgencia insólita con la que el escritor jesuita juzga la actuación de D. Miguel en el asunto de las comedias62, su visión de un joven Mañara reducido a la estampa de un señorito andaluz63 –imagen que ahora aparece desbaratada por las investigaciones a ese respecto de Enriqueta Vila Vilar– o su interpretación de la aparición casi espontánea de la leyenda de Mañara después de su conversión 64. Sin embargo las pocas reservas que se deben admitir pueden difícilmente mermar la credibilidad de una labor de investigación tan ingente. Otra fuerza indiscutible de ese trabajo es la agudeza del espíritu crítico manifestado por el biógrafo, que no se arredra nunca ante las rotundas certezas de los panegiristas de D. Miguel y reivindica el derecho a inventariar los componentes mejor establecidos de la hagiografía sobre el personaje. Así es como, lejos de sacralizar las declaraciones bajo juramento de los familiares y amigos de D. Miguel durante su proceso de beatificación, podemos comprobar su escepticismo e ironía ante el énfasis muy barroco de ciertos testimonios65 o ante el carácter muy general o convencional de ciertas declaraciones66. Lo vemos poner en tela de juicio lo acertado de ciertas disposiciones de Mañara, como la oración muy elaborada y exigente compuesta para los acogidos moribundos67, y desbaratar sin miramientos las interpretaciones puramente milagrosas de episodios legendarios, como el

61 62 63 64 65 66 67

MONTOTO, S., art. cit. GRANERO, J. M., op. cit., p. 513-520. Ibid., p. 144-145, 248-249, 264-265, 273-275. Ibid., p. 266, 567. Ibid., p. 153. Ibid., p. 145, 158. Ibid., p. 438.

de la calle del Ataud68, o la hipótesis simplista según la cual Mañara hubiera muerto por consunción mística69. Es más: para todos los puntos vidriosos de la vida de D. Miguel (sean precisamente los episodios de carácter sobrenatural70, las autoacusaciones71, la relación con la muerte72, etc.) propone páginas luminosas, donde consigue conciliar la exigencia de interpretación racional y la convicción de la labor secreta de la Providencia en el destino de D. Miguel.

Manuel Barrios y el espejismo de la verdad El caso de la biografía reciente de Miguel Mañara por Manuel Barrios es interesante porque representa en cierta manera el exacto contrario del método del P. Granero. Allí donde el jesuita había subordinado la interpretación de los hechos al manejo y análisis de un apabullante material recabado durante varios años, Barrios opta por formular una tesis –si Mañara no es santo todavía, por algo será– y por levantar varias controversias, antes de reunir los argumentos destinados a demostrar su tesis inicial. Si el conocedor o el especialista quedan defraudados ante el resultado, no por ello podremos negar la legitimidad del intento. De hecho, las preguntas planteadas por el autor son muchas veces acertadas y merecen ser estudiadas: ¿por qué no se pone un feliz desenlace a la causa de beatificación de Mañara? ¿cómo interpretar varios de sus rasgos sicológicos y comportamentales (lo que el autor considera como su necromanía, su mente enfermiza, sus mortificaciones, su ausencia en sus nupcias granadinas, el rechazo de los Hermanos de la Caridad en el momento de admitirlo en su cofradía, etc.)73? Pero, si bien parece sano adoptar semejante postura crítica, el problema radica en el que la argumentación que suministra el texto de Barrios para resolver esos casos se fundamenta muchas veces en errores o malas interpretaciones de los hechos 74. Se trata a veces de errores en la interpretación de las fuentes escritas, como la atribución a un autor de lo que ha escrito otro75; puede tratarse también de errores comprensibles, causados por erratas

68

Ibid., p. 155-157. Ibid., p. 586. 70 Ibid., p. 155-157, 398, 568. 71 Ibid., p. 152-155, 273-276. 72 Ibid., p. 272, 276-278, 556-562. 73 BARRIOS, M., op. cit., p. 115-127. 74 Ibid., p. 24-25 (instalación definitiva de Mañara en la Caridad y renuncia a sus bienes, fechadas erróneamente en 1662); p. 26 (argumentación fundada en un conocimiento insuficiente de la historia del hospital de la Caridad); p. 37 (argumentación contraria a lo establecido tanto por el P. Granero como por E. Vila Vilar); p. 87 (atribución a Mañara de apellidos que son de su esposa); p. 89 (confusión sobre la fecha de su elección como Hermano Mayor de la Caridad); p. 149-150 (mala interpretación de la historia de la causa de beatificación). 75 Ibid., p. 101 (atribución al padre Cárdenas de la anécdota del caballo de D. Miguel, supuestamente llamado Andador, lo cual es un invento de Manuel Halcón en el siglo XX). 69

presentes en la fuente utilizada (la Positio vaticana)76. Encontramos también confusiones entre hechos que distan a veces de varios siglos77, o entre personajes distintos, como sucede entre Mañara y el arcediano Mateo Vázquez de Leca78, o bien entre episodios legendarios distintos79. Son también problemáticas varias conjeturas inverificables, que se nos proponen como si fueran ciertas80, o demostraciones incomprensibles, como las supuesta ascendencia judía de Mañara81 –cosa a la que ni siquiera han aludido los suspicaces funcionarios del Consejo de Órdenes, encargados del expediente de hábito de caballero de Calatrava solicitado para D. Miguel. A todas luces, ese estudio es víctima de su escasa metodología de trabajo. Faltan muchas veces las referencias precisas que se podrían esperar 82. El autor no evita siempre las digresiones83, o la tentación de lo novelesco, como en la extraña escena en la que vemos al héroe contemplar el cadáver de su hermano primogénito Juan Antonio –episodio digno, por cierto, de una novela84. El libro carece sobre todo de una bibliografía actualizada, lo que podemos lamentar cuando comprobamos que, al parecer, su autor no conoce la biografía de Granero, y tampoco los trabajos más recientes sobre el tema de Enriqueta Vila Vilar85, lo que desvirtúa, en mi opinión muchos de sus análisis y resta interés a muchos interrogantes abordados, que han sido solventados tiempo atrás.

A modo de conclusión Ha llegado el momento de dar fin a ese recorrido por la galería de retratos de Miguel Mañara. De la diversidad de cuadros, de composiciones, de perspectivas, de coloridos y recursos pictóricos, podremos deducir la extraordinaria plasticidad y fuerza de inspiración del modelo. Quizás, por esa variedad desconcertante, uno podría convencerse de que cualquier proyecto biográfico sobre Mañara esté condenado al fracaso y se convierta en imposible discurso de la verdad. De hecho, si valoramos por igual obras a todas luces muy desiguales, 76

Ibid., p. 59 (error sobre la fecha de la muerte de la madre de D. Miguel); p. 149 (error de fecha: 1739, en vez de 1749). 77 Ibid., p. 12 (examen de la causa de beatificación, fechado erróneamente en 1679, el mismísimo año de la muerte de Mañara); p. 18 (resumen histórico que asocia hechos a veces distantes de medio siglo). 78 Ibid., p. 65. 79 Ibid., p. 76 (confusión entre el episodio de la calle del Ataud y episodio del encuentro con su propio entierro). 80 Ibid., p. 23-24 (sobre matrimonio de D. Miguel); p. 71 (sobre retiros de Mañara en el desierto de las Nieves); p. 74 (Mañara viendo a su propio entierro), p. 82 (deseo de ser sacerdote). 81 Ibid., p. 87-89. 82 Ibid., p. 23, 30-31, 41, 49, 78, 113 (citas sin referencias). 83 Ibid., p. 58 (escrito de la saludadora Antonia Sánchez); p. 95-96 (sobre la mancebía) 84 Ibid., p. 29-30. 85 Para ser más exacto, Barrios conoce uno de los artículos de E. Vila Vilar (« Algo más sobre D. Miguel Mañara: el viaje a Madrid de 1664”, art. cit.), pero le da una interpretación contraria a la demostración de la historiadora); no parece haber leído el estudio sobre Los Corzo y los Mañara.

corremos el riesgo de seguir favoreciendo la confusión. Desde este punto de vista, queda claro, por una parte, que es necesario seguir acudiendo al texto fundamental de Granero y que, por otra parte, serán valiosos todos los esfuerzos para actualizar la figura de D. Miguel. En esto, la advertencia que constituye el alegato polémico de Manuel Barrios puede ser provechosa, en el sentido de que nos avisa del peligro de perpetuar una visión demasiado desencarnada e idealizada del venerable caballero calatravo, como si se tratara de la representación de un santo medieval monolítico, santo desde el útero materno; en ese campo, cualquier idealización aparece sospechosa, y en todo caso, contraproducente. Necesitamos también aceptar cierta parte de misterio en la vida de Miguel Mañara, porque el enigma biográfico sobrevive siempre a la encuesta biográfica y queda abierto para otras lecturas ulteriores. Al fin y al cabo, cada uno de los que estamos interesados en su figura tendrá su visión de D. Miguel, una biografía virtual que llevamos en nosotros sin escribirla. Y todos, supongo, tendremos nuestras incógnitas en esa trayectoria vital tan poco común. Una de ellas, seguramente, será el momento en que el joven y riquísimo provincial de la Santa Hermandad se convierte definitivamente en un hombre en busca de Dios y en un apóstol laico de la caridad. Para ilustrar esa idea, recordaré a modo de colofón una frase de José Luis Borges, en su ya mencionada “Biografía de Tadeo Isidoro Cruz”: Cualquier destino, por largo y complicado que sea, consta en realidad de un solo momento: el momento en que el hombre sabe para siempre quién es.86

Olivier PIVETEAU

86

BORGES, J. L., El Aleph, Madrid, 1971, p. 58.

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