Miguel Hidalgo (o Domingo Periñón) en Los pasos de López: la desmitificación carnavalesca del mito en la nueva novela histórica

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Descripción

Miguel Hidalgo (o Domingo Periñón) en Los pasos de López: la desmitificación carnavalesca del mito en la nueva novela histórica Todo nacionalismo procede de una mitificación y todo mito es en esencia una exageración, un desbordamiento, un producto imaginario bueno para la defensa y apto para el ataque si se necesita. -JUAN JOSÉ REYES En el mundo mediterráneo el mito lo precede todo, la épica lo trasciende y lo prolonga también en la acción del héroe. Pero al demostrar la falibilidad heroica, la epopeya se revela ella misma como tránsito, puente hacia la tragedia. El dolor infinito del héroe vencido, dice Nietzsche, ejerce una influencia benéfica sobre su sociedad: el héroe épico, convertido en hombre trágico, crea con sus acciones «un círculo de consecuencias superiores capaces de fundar un nuevo mundo sobre las ruinas del viejo». -CARLOS FUENTES

Como dijo David Miklos, en esta época de centenarios, desde el siglo XX hasta el nuestro, el XXI, donde bicentenarios y biografías revivir

noveladas,

historias

la

del

voz

de

Ibargüengoitia

efemérides

mexicanas

surge y,

para

también,

carcajadas dentro del carnaval literario. O, también, “como un oasis de permanencia ante la fugacidad coyuntural de las obras de los siempre oportunistas y efímeros mercachifles, esa cínica rebaba de la Historia” (Miklos 2010: 155). En

este

subcapítulo

se

narra

biografía

de

Jorge

Ibargüengoitia y desarrolla el análisis literario de Los pasos de López, junto a una reflexión en torno a la nueva novela histórica

y

las

características

que

comenzó

a

asumir

esta

corriente literaria a partir de los años 60s del siglo XX, esto

último como complemento al tercer apartado del capítulo primero. Jorge Ibargüengoitia Antillón nació en 1928 en Guanajuato, pero sólo vivió allí tres años, ya que la muerte de su padre determinó que se avecindara en la Ciudad de México. Ahí, dinero y posibilidades no escasearon para su formación. Cuando

hubo

terminado

sus

estudios

preparatorios,

Ibargüengoitia comenzó a estudiar la carrera de ingeniero en la Universidad Autónoma de México (UNAM). Sin embargo, pese a la oposición familiar, abandonó la carrera y se fue a administrar un rancho con unos familiares de San Roque, donde desarrolló sus habilidades en la agronomía durante tres años. El

espíritu

Ibargüengoitia

artístico,

comenzó

a

estilístico manifestarse

e

intelectual

durante

los

de años

cincuenta, lo cual lo llevó a escribir textos donde realiza fuertes críticas a la sociedad de su tiempo tanto como a la historia de México. Sin embargo, esto no era mera crítica por la crítica, sino la respuesta a los tiempos turbulentos en que él vivió en México, cuando el partido hegemónico creaba una falsa imagen de México como país moderno y progresista, cuando en realidad se creaba una burbuja que ocultaba y/o distorsionaba las contradicciones económicas, sociales y culturales del país. Desafortunadamente,

Ibargüengoitia

muere

en

un

accidente

en

1982, a poco de haber publicado Los pasos de López, una ácida sátira sobre la independencia de México.

En las obras de Ibargüengoitia pareciera que sus textos se entregan totalmente a la comedia; incluso si se leen sus obras sin otro afán que el del divertimiento, se puede afirmar que la comicidad es su fuerte y sus relatos están hechos solamente para el entretenimiento, como si se tratara de un humorista. Aunque cuando

se

profundiza

en

la

lectura

de

Ibargüengoitia,

puede

advertirse que sus argumentos responden a una particular visión crítica del mundo: una visión antitrágica, antiépica, mordaz, donde

hay

“levedad”

para

desmitificar

íconos

nacionales,

chauvinismos, y de este modo humanizarlos (Domenella 2011: 14). No obstante, Ibargüengoitia, el autor de las novelas Maten al León y de, una de las novelas nucleares en esta tesis, Los pasos de

López,

refuta

la

declaración

que

es

un

comediante

en

su

literatura, sea por sus lectores y comentaristas, declara que “no

le

interesa

hacer

reír;

sostiene

que

sus

libros

son

el

producto de su modo personal de ver la realidad” (Domenella 2011:

13).Sobre

el

estilo

humorista

y

satírico

de

Ibargüengoitia, Jaime Castañeda Iturbide dice lo siguiente: [leer a Ibargüengoitia] siempre era soltar la carcajada; pero por supuesto, luego venía la reflexión, porque no se trataba solamente de hacer reír, sino de desnudar la realidad, de trivializar en anécdotas aparentemente absurdas lo trascendente, de poner en evidencia una serie de cuestiones significativas (Domenella 2011: 98).

La novela Los pasos de López está presentada por un narrador personaje

con

tragicómicamente

nombre sobre

Matías la

historia

Chandón, de

la

quien

habla

revolución

de

independencia Hidalgo texto,

en

que

el

Chandón

anécdotas

que

inició

universo se

Domingo

carnavalesco

impone

disfrutó

Periñón

como y

de

ibargüengoitiano-.

testigo

sufrió

–nombre

con

fiel

de

las

Periñón,

Miguel En

el

varias

importante

personaje polémico, aportando una visión del mundo y perspectiva muy humana en situaciones que se le presentan, desmitificando hechos que según él la historia oficial posterior tergiversó, al mismo tiempo que aportado su humor peculiar ante enredos que poco a poco se van entretejiendo en la trama de la novela. Todos los nombres de personajes y lugares son alterados por otros algunos por calambures, muy típico de la picardía mexicana-, ya que esencialmente la historia de la novela está basada en las múltiples versiones y teorías sobre cómo fue de aquel primer levantamiento independentista de 1810, así como también sobre la vida de Miguel Hidalgo y sus compañeros más cercanos. De esta forma, Los pasos de López incursiona en el género de la nueva novela histórica. En Los pasos de López vemos lo que es una característica del estilo ibargüengoitiano: el motivo central está puesto en el aligeramiento,

en

el

acercamiento

humorístico,

en

la

satirización de la historia mexicana, o, en otras palabras, en darle la vuelta a las caras de los personajes históricos de México; de esto se puede decir que Los pasos de López se efectúa una

“recreación

y

comicidad,

obras

logradas

en

las

que

la

Historia, revestida de ficción, muestra sus verdaderos matices” (Miklos 2010: 148).

De esta manera vemos a Ibargüengoitia como

ser que todo lo ve, todo lo refuncionaliza, que se para y mira un rato a México con el filtro de su visión del mundo, de su perspectiva, distinto al de una historia o literatura solemne, “ajeno

al

tono

(Reyes

2004:

paralizante,

5).

Empecemos

fuera con

de

esta

emblemas cita

y

que

arquetipos”

introduce

la

historia que cuenta Matías Chandón sobre Domingo Periñón: Periñón contaba que de joven había pasado una temporada en Europa y aludía con tanta frecuencia a su viaje que sus amigos llegamos a conocer de memoria los episodios más notables, como el de la vaca que lo cornó en Pamplona, la trucha deliciosa que comió a las orillas del Ebro, la muchacha que conoció en Cádiz llamada Paquita, etc. El viaje había comenzado bajo buenos auspicios. Cuando estaba en el seminario de Huetámaro, Periñón, que era alumno excelente, ganó una beca para estudiar en Salamanca. Como era pobre, varios de sus compañeros y algunas personas que lo apreciaban juntaron dinero y se lo dieron para que pagara el pasaje y se mantuviera en España mientras empezaba a correr la beca. Periñón decía que en el barco conoció a unos hombres de Nueva Granada y que durante una calma chicha pasó siete días con sus noches jugando con ellos a la baraja. Al final de este tiempo había ganado una suma considerable. Comprendió que las circunstancias habían cambiado y le pareció que ir a meterse en una universidad era perder el tiempo. Ni siquiera se presentó. Durante meses estuvo viajando, visitando lugares notables y viviendo como rico. "Hasta que se me acabó el último real". (Ibargüengoitia 1986: 7)

Cuando

más

arriba

nos

referíamos

al

humor,

lo

hacíamos

aludiendo a la comicidad que se enfrenta con la solemnidad, entablando ambas perspectivas una tensión narrativa a lo largo de alguna obra literaria, sin eliminar alguna de las dos en algún punto, para que entre la comicidad y solemnidad surja un

diálogo, una síntesis de los dos elementos antitéticos, dando un resultado interpretativo, donde, aparte de contener un discurso de sublevación, también se interprete el pasado de una manera peculiar: destruyéndolo, construyéndolo, otra vez destruyéndolo. De esta manera, poco a poco se bajan de un pedestal los héroes para traerlos al terreno humano, donde se cometen errores y algunos aciertos. Así, en la novela Los pasos de López se hace una versión alternativa de lo ocurrido en los momentos previos a la gesta independentista, trasladados los personajes reales de la afrenta a las criaturas que Ibargüengoitia bautizó con nombres fruto de su sabio humor negro. (Miklos 2010: 148)

De este modo, Ibargüengoitia incursiona en la reescritura de la Historia, desmitifica y desacraliza el discurso oficial por medio

del

carnaval,

del

humor

ibargüengoitieano,

que

da

la

ilusión de una parodia. Sin embargo, esto no fue tarea sencilla, ya que Ibargüengoitia tuvo que leer casi todo tipo de documento historiográfico

sobre

la

vida

del

cura

Hidalgo.

En

adición,

Fernando Aínsa habla sobre este tema en específico: El Padre Hidalgo es rescatado de la retórica y la demagogia de los pedestales y monumentos erigidos en su memoria [como sucede en Gil Gómez, el insurgente, según vimos en el capítulo anterior]. Su figura, usada y abusada en manuales escolares y en la utilización “acartonada” e “irreal” de discursos y emblemas oficiales, se recupera afectivamente. Al despojarse de la imagen de “mármol y bronce” con la que aparece generalmente envuelta, el Padre Hidalgo se humaniza a través de la ficción. (Aínsa 2003: 101)(El subrayado es mío)

Con lo que se ha visto, se puede señalar que el elemento más importante de la nueva novela histórica es la de caracterizar al

individuo sin una retórica solemne: a humanos que se comunican entre sí, dialogan entre ellos con distintos discursos que se repelen o conforman una dialéctica, o que, simplemente, sienten la

vida

y

“están

perdidos

entre

las

ruinas

de

una

historia

desmantelada por la retórica y la mentira” (Aínsa 2003: 101), y al encontrarse con su ser, se ensalza esa figura, ese ícono, para

vislumbrar

pensamientos

y

comportamientos

que

antes

no

fueron investigados, incluso concebidos por su nivel profano o vulgar. Por otro lado, un punto destacable de Los pasos de López es pensar

que

puede

ser

una

novela

tanto

histórica

como

experimental. ¿Por qué experimental? Porque desde el título de la novela se evoca el teatro del Siglo de Oro español, donde Los pasos de Lope de Rueda se asemejan a un elemento que oscila entre lo kitsch y lo canónico, por un lado porque puede ser de una excelente estética del mal gusto por la inclusión del vulgo y elementos hiperbólicos, y por otro porque es una obra esencial para la novelística histórica;

también no es poco decir que la

dramaturgia es un ingrediente esencial en la novela, ya que la comedia de enredos se desarrolla desde principio a fin en la trama, como también los diálogos que rememoran lo picaresco, a Lope de Rueda, a Lope de Vega y su comedia nueva, donde un ingenio jocoso se realiza perspicazmente.

De igual manera, está el personaje de Domingo Periñón –o entre

comillas

Miguel

Hidalgo-,

que

a

veces

hace

pensar

al

lector que se trata de un tartufo, aunque esté lejos de serlo. También, algo elemental en Los pasos de López es que en la conjura ensayan obras de teatro de siglo XVIII; aquí vemos la de La precaución inútil –sin duda es el Barbero de Sevilla-, que es una

prolepsis

al

desenlace

del

final

de

la

novela:

por

más

precauciones que se manejen, todo intento por llevar a cabo una ordenada revolución sin ser delatados será inútil1. Hasta aquí se puede ver básicamente que la originalidad e innovación de Los pasos de López se encuentran integradas a la preocupación

histórica

y

antropológica

del

pasado

hacia

el

presente y viceversa, recolectando signos para resignificarlos o eliminarlos de la psique social. En este sentido, puede decirse que

la

literatura

mexicana

de

mediados

del

siglo

XX

se

preocupaba por crear nuevos sentidos lingüísticos y estéticos (Aínsa

2003:

53),

buscar

nuevas

direcciones

para

resolver

y

entender significados e interpretaciones del pasado que se han venido arrastrando al paso de los años, todo lo cual conduce a la

desmitificación

trascendidos

por

de los

los

mitos

rancios

planteamientos

que

han

posmodernos

sido y

contemporáneos. 1

En adición está el cambio de narración que es más bien teatral en las páginas 104-6.

Por

consiguiente,

los

narradores

parecieron

estar

convencidos de que la literatura era y es capaz de plantar con mayor libertad y franqueza lo que no quiere o no puede postular la historia pese a su pretendida cientificidad; por eso optaron por

la

ficción,

deficiencias

de

la

por

señalar

desde

historiografía

este

marco

tradicional,

la

aquellas cual

era

considerada anticuada, desactualizada y perjudicial al punto del hastío (Aínsa 2003: 93). Otros aspectos relacionados a la conexión historioliteraria son aquellos que coinciden con lo que sea a escrito con la crítica de la Historia, específicamente la historia mexicana, donde encontramos a un Hidalgo enmascarado de Periñón en un carnaval de signos, tropos y dialogismos; sólo Por dar algunos ejemplos: Miguel Hidalgo aborrecía a la clase peninsular tanto por cuestiones personales y sociales, y Domingo Periñón, esta vez se quita la máscara, o se pone otra, una

metamáscara o

paramáscara,

“Mientras

la

de

Hidalgo,

donde

afirma

que

los

españoles no se vayan o sean enterrados no vamos a quedar en paz” (Ibargüengoitia 1986: 52) (el subrayado es mío); de ahí está

el

espíritu

de

mortal

aversión

hacia

los

españoles,

retratando a aquel retrato alternativo de Miguel Hidalgo que permitió

la

muerte

de

miles

de

peninsulares

por

un

torero

llamado Marroquín; cuando Adarviles dice que “no era correcto que un sacerdote compusiera canciones de amor” (Ibargüengoitia

1986: 59); o, en su carácter rebelde, cuando siembra vides y éstas nunca salen bien, se le pregunta “¿Por qué las siembras, entonces?”

y

él

responde

“Porque

está

prohibido

cultivarlas”

(Ibargüengoitia 1986: 75); o los famosos gusanos de seda que nunca supo manipular (Ibargüengoitia 1986: 76); o, por último, lo más relevante tanto en la (antigua) historia oficialista y la (nueva; crítica a ala) historia antioficialista es el respeto que

le

tienen

compadece,

los

comprende

indígenas y

al

hasta

se

cura, sabe

como su

también lengua

él

los

autóctona

(Ibargüengoitia 1986: 77). Por último, Los pasos de López es una novela digna de ser estudiada desde la perspectiva de la historia oficial, pues ella representa el punto en el que convergen el arte y la ciencia, donde lo ceremonioso se convierte en carnaval, donde la realidad y la ficción se aúnan para crear una obra más para la corriente del

género

de

nueva

novela

histórica,

donde

el

presente

se

conjuga con el pasado histórico. Y como Jorge Ibargüengoitia apunta: Lo que me interesa al escribir es presentar la realidad según la veo. De eso se trata: es la vida lo que me fascina. Es fascinante, por ejemplo, que en La Bombilla, un restaurante muy agradable que estaba donde ahora está el monumento a Obregón, se le haga una comida al Presidente de la República y llegue un tipo, se meta al banquete y haga caricaturas durante toda la comida (porque hubo sopa y luego cabrito y luego frijoles y la trompeta) y a la hora de los frijoles le de siete balazos. Eso puede ser maravilloso. Pero al mismo tiempo estoy hablando de un mundo que ya no existe, porque México no sólo ha cambiado rápidamente sino que se ha perdido. Es un país que no está

escrito. Francia, por ejemplo, lo está. Es un país que tiene obras como las del Marqués de Saint-Simon, que era un viejo ridículo que se molestaba porque alguien pasaba delante de él en un coche y lo escribía. Nosotros no tenemos nada. El problema de México es que no tiene historia2. (Miklos 2010: 147)

O en otras palabras: las historias de la Historia no se escriben solas, se escriben por medio de psiques, no de máquinas, no de manera automática; la historia de México no ha sido escrita como literatura desde antaño hasta casi a la fecha, y esto va de México al mundo, nomás en esta parte del mundo, ya que, al final todo termina siendo una trama de la Historia, un argumento, no la verdad como la Verdad absoluta.

2

Tomado de una entrevista con Aurelio Asiain y Juan García Oteyza, aparecida en el número 100 de Vuelta, allende marzo de 1985, aunque realizada en 1978 y aparecida, originalmente, en el octavo y último número de la revista Guernica.

Bibliografía: Aínsa, Fernando. Narrativa hispanoamericana del siglo XX: del espacio vivido al espacio del texto. España: Prensas Universitat Zaragoza, 2003. Domenella, Ana. Jorge Ibargüengoitia: ironía, humor y grotesco. “Los relámpagos desmitificadores” y otros ensayos críticos. México: Colegio de México, 2011. Ibargüengoitia, Jorge. Los pasos de López. México: Océano, 1986. Miklos, David. “Jorge Ibargüengoitia y la edición de la historia”. México: Usos de la Historia, 2010.

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