Migración e infancia en el Budi

September 8, 2017 | Autor: Natalia Caniguan | Categoría: Infancy, Migración
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Descripción

INFANCIA MAPUCHE Y MIGRACIÓN EN EL BUDI

Natalia Caniguan Velarde Resumen

L

a actual pobreza material en territorio mapuche, producto de la subdivisión y usurpación de tierras, de la invisibilización y discriminación y de la marginalización de su cultura, generan en estas comunidades una alta migración hacia la ciudad. Las familias de seis o 10 hijos necesariamente deben hacerlos migar; migración que conlleva dejar su historia y pasar a conformar la historia de la marginalidad urbana. En esta migración, sostenida desde hace varias generaciones como mecanismo de sobrevivencia, quedan los “viejos y niños” en el campo, los adultos, padres jóvenes y madres adolescentes migran, como mano de obra joven y flexible demandada para trabajos de baja calificación. En este contexto, es necesario profundizar sobre lo que ocurre con estos niños y niñas abandonados o dejados al cuidado de abuelos u otros familiares, vecinos o simplemente “regalados” a quien pueda hacerse cargo de ellos.

Contextualización El pueblo Mapuche es el pueblo indígena con mayor presencia numérica en Chile, constituye el 5% de la población nacional. Habitan mayoritariamente la región de la Araucanía, representando el 23% del total de habitantes de dicha región, asimismo, es en esta zona donde se concentra el mayor número de comunidades indígenas.1 Del total de habitantes mapuche de la región, el 50.7% son hombres, y el 4.9% corresponde a población infantil menor de 9 años. Por otro lado, el 60.3% de los indígenas de la región corresponde a población mapuche rural. La población mapuche de la región de la Araucanía se distribuye entre las 32 comunas que existen, dentro de éstas se encuentra la de Saavedra, lugar que concentra la mayor cantidad de comunidades indígenas del país y la región con alrededor de 100 comunidades mapuche; el Estado ha delimitado este territorio como Área de Desarrollo Indígena, lo que implica una focalización de políticas públicas en dicha zona para mejorar la calidad de vida de esta población. Antropóloga Social por la Universidad Academia de Humanismo Cristiano (UAHC). Diplomada en Políticas Sociales: Desarrollo y Pobreza por la Universidad Alberto Hurtado. Actualmente Directora del Centro de Documentación Étnico, Rural y Pesquero. Desde 2005 trabajando en diversas temáticas e investigaciones con comunidades mapuche del Territorio del Budi. Contacto: [email protected]. Creadas bajo el amparo de la Ley Indígena 19.253, promulgada el año 1993, lo que hace que no necesariamente respondan a lógicas de comunidades parentales o de antiguas organizaciones presentes en el territorio como el lof. 1

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En términos numéricos y con base en datos censales del 2002 la comuna de Saavedra posee una población de 14.034 habitantes, de ellos 80.91% habita el sector rural, los dos centros urbanos que existen son habitados por tan solo 2.679 personas, una clara minoría poblacional, en su mayor parte mestiza, que en sus orígenes correspondieron a colonias de migrantes traídas por el Estado chileno para “civilizar y pacificar” estas tierra. Este territorio se constituye en uno de los principales centros actuales de concentración de población mapuche, el 64.3% del total comunal adscribe a tal condición y se reconocen –aunque no necesariamente se manifiestan– como tal. Coincidentemente, la población rural e indígena es la que refleja los mayores índices de pobreza e indigencia; 40% de la población vive en dichas condiciones. En lo que respecta a características demográficas, la población indígena habita en un 92.7% el sector rural, de ellos 5 980 son varones y 5 375 mujeres. Si esta información la desagregamos por rangos etáreos podemos observar cómo aumenta la cantidad de hombres sobre mujeres en el rango de los 16 a 49 años de edad –población en edad de trabajar o denominda “económicamente activa”–. En dicho rango de edad la población masculina que habita el sector rural es de 2 065 personas, mientras que la femenina alcanza un total de 1 865; este dato se constituye como un primer indicio que da cuenta de la emigración de las mujeres, tema que más adelante buscaremos explicar. Datos referidos a la composición familiar2 señalan que el tamaño promedio del hogar es de 3.6 personas, rompiendo con los antiguos patrones de familia extendida, existente hasta hace unas décadas atrás. Por otra parte, el promedio de edad del jefe de hogar oscila entre los 54 años, lo que da cuenta de de hogares conformados por personas de edad avanzada. Solo el 33% de dichas jefaturas corresponde a una femenina. En lo que respecta a la población femenina podemos señalar que a nivel regional la comuna de Saavedra presenta la mayor tasa de embarazo adolescente3, con 18%, un promedio de 15 embarazos adolescentes al año aproximadamente.4 En cuanto a la población infantil –entre 0 y 14 años– , la cantidad de menores de edad que habitan el sector rural es de 2 891 niños y niñas, 50.3% varones y 49.7% niñas. Por otra parte se ha detectado que el 96% de los niños de tres años de edad presentan rezago en su lenguaje, en gran parte por la falta de motivación y estimulación de quienes están a su cargo. En el aspecto económico, es necesario tener presente que al ser un sector eminentemente rural las familias desarrollan una agricultura de subsistencia, en algunos casos con pequeños excedentes que es posible comercializar. La comuna no cuenta con industrias ni empresas capaces de solventar la demanda de trabajo existente, principal razón para el éxodo hacia las ciudades. En términos de salud y educación podemos señalar, en el primer ámbito, la existencia de 15 postas rurales que atienden a la población mapuche, éstas se encuentran bajo la administración municipal y funcionan por medio de un sistema de rondas médicas y de especialistas (matrona, psicólogo, dentista, entre otros). Además en el mayor centro urbano de la comuna existe un hospital que acaba de integrar un módulo de salud mapuche para quienes deseen atenderse con machi o lawentuchefe.5 La educación por su parte, es cubierta en gran medida por la presencia de escuelas rurales tanto municipales como de administración privada –en el territorio existen alrededor de 50 escuelas–. Éstas son de carácter gratuito para las familias y ofrecen servicios de traslado e internado en algunos casos. En estas escuelas es posible cursar hasta el sexto u octavo año de educación primaria. La educación secundaria debe realizarse en Puerto Saavedra (centro urbano) o en otras ciudades cercanas. Dentro de este contexto es que se desarrollan las comunidades y la población mapuche. Si bien son un sector con altos índices de pobreza, también cuentan con Datos Encuesta CASEN. Entendiendo el embarazo adolescente como aquel que se produce en jóvenes que han vivido su menarquía (13 a 15 años), hasta los 19 años de edad. 4 Datos obtenidos de información de trabajo del Departamento de Salud I. Municipalidad de Saavedra. 5 La palabra Machi hace referencia a una suerte de curandera del sector, designada como tal por medio de sueños y ser parte de su genealogía familiar. Lawentuchefe por su parte hace mención a quienes realizan remedios por medio del uso de hierbas medicinales. 2 3

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políticas y ayudas de corte asistencialista por parte del Estado, quien les otorga pensiones, subsidios y becas, en una suerte de política de discriminación positiva y de restauración y recompensación por su historia pasada de violencia y despojo.

Recuerdos sobre la crianza mapuche La crianza mapuche se ha visto afectada por los cambios sociales que ha sufrido este pueblo, la antigua organización del lof 6 y la familia extendida –existía la práctica de la poligamia– ha dado paso a la constitución de comunidades a la usanza occidental y a la nuclearización de la familia. Las tierras que poseen no permiten la mantención de un mayor número de integrantes en los hogares. Tradicionalmente en esta comunidad la crianza de los pichiche –persona pequeña– se encontraba en manos de toda la familia, cumpliendo un rol significativo el laku o abuelo paterno, quien aconsejaba a los menores de edad y guiaba su crianza para convertirlos en un che –persona–, la máxima aspiración de todos, que consiste en tener una conducta intachable, ser respetuoso con los mayores y la comunidad, y lo más importante, ser una persona íntegra. Sin embargo, las secuelas que dejó la ocupación militar de este territorio, ejercida con violencia, fue mermando los cimientos de la comunidad; los despojos y muertes cometidas marcaron fuertemente a las generaciones antiguas, se rompió y corrompió un sistema hasta entonces armónico, se quebraron las bases sociales existentes, se les negó su cultura y creencias, se les quitó lo material y lo subjetivo, teniendo que recrear su cultura y mundo ahora en un contexto de marginalización y discriminación. En este nuevo espacio la patriarcalidad asume un rol de liderazgo absoluto que se va conjugando con la violencia. Los menores de edad continúan siendo educados en sus hogares, el consejo y la conversación son los pilares de dicha educación, no obstante, se vuelven comunes y naturalizados los castigos físicos hacia los menores de edad. La violencia en el hogar –que también afecta a las mujeres– se naturaliza y se convierte en una costumbre mal adquirida, al contrario de lo que algunos afirman de ser parte constitutiva de la cultura. Otro elemento de las antiguas formas de crianza de los menores de edad fue su integración a las actividades de la comunidad, así como al trabajo. Una vez que los menores de edad obtenían cierta autonomía –a los 3 o 4 años– dejaban de estar constantemente al lado de la madre y comenzaban a ayudar a su padre en labores agrícolas menores, por lo general les tocaba realizar el cuidado del ganado. Estas labores eran realizadas principalmente por los hijos varones, las hijas seguían acompañando a su madre y aprendiendo labores de telar y todo el trabajo doméstico. La inclusión de los niños y niñas en las tareas y espacios de los adultos fue un elemento socializante fundamental para el menor de edad, éste aprendía a desarrollarse y a participar en diversas instancias y era considerado como una persona más dentro del grupo, apoyando de esta manera su desarrollo psicosocial. Esta infancia participe de las actividades adultas dejó menos tiempo a la “diversión infantil”, en este sentido, muchos adultos mayores y adultos de hoy recuerdan sus infancias como bastante difíciles, además de con pocas actividades propias de la niñez. Los recuerdos evocan una infancia triste y de alta pobreza, que se expresa en la constante alusión por “andar descalzos”. No obstante, pese a la reestructuración social sufrida, la distribución de roles en el hogar se encontraba claramente delimitada, así en un hogar mapuche, los abuelos paternos apoyaban la crianza de los niños y niñas por medio de consejos, del canto, la conversación y los cuentos. La madre les acompañaba inseparablemente durante sus primeros años de vida, donde el kupulwe¸7 se convertía en un elemento fundamental para esta tarea; desde su nacimiento el menor de edad observaba y acompañaba las labores de la madre durante todo el día. El padre por su parte, El lof se refiere a la antigua forma de organización comunitaria que agrupaba por lo general un grupo de parentesco patrilineal. 7 Palo largo que servía para amarrar al menor de edad, sostenerlo de pie pegado a la pared de la “ruca” --casa-- o bien por la mano de la madre. 6

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acompañaba esta primera infancia, no obstante, su rol protagónico dentro de la crianza lo adquiría una vez que los hijos varones comienzaban a acompañarlo y ayudarlo en su trabajo. El padre es quien fijaba las reglas y normas del hogar, por tanto es quien se encargaba de los regaños y sanciones cuando era necesario. El acceso a la educación formal para las generaciones hoy adultas no era masivo, por las pocas escuelas existentes así como por la mayor importancia que se le daba al trabajo familiar (y las responsabilidades que ésto representaba)sobre la educación escolar. La escuela era un espacio de fuerte violencia y discriminación, en tanto, se les prohibía hablar en mapudungun, lengua de este pueblo, y se les imponía el castellano, además eran duramente castigados por no rendir como se esperaba y se les cuestionaba su cultura, forzándolos a una integración de la “chilenidad”. Hoy en día muchos aspectos de esta crianza se han modificado, las familias nucleares pasaron a ser, en muchos casos, monoparentales, afectando la distribución de roles en el hogar y la crianza de los niños como veremos más adelante.

Migración en la población mapuche

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La población mapuche residente en los sectores rurales de la VIII y IX región de Chile, han debido constantemente migrar de sus territorios. La política de colonización y posterior radicación de sus tierras generó una merma considerable de sus territorios, que les impide desarrollarse con base en la agricultura o ganadería extensiva como en antaño. Tal como lo señala Nicolás Gissi, “... la radicación y sus derivados recortó los espacios de producción y reproducción, concluyendo en una manifiesta carencia de tierras: cinco millones de hectáreas entre el Malleco y Valdivia fueron rematadas y a los mapuche se los encerró en menos de quinientas mil. Tales hechos, unidos a los sucesivos procesos de reconversión de la economía de la IX Región, que pasó del trigo a la ganadería y de ésta a la forestación, haciendo menos rentable el sector agrícola tradicional, ha significado menos trabajo temporal en la región, rebajándose el suplemento del ingreso predial” (2004:6). Esta situación ha sido la principal explicación y motivación para las diversas oleadas migratorias que se han producido desde territorio mapuche. Las primeras generaciones de migrantes se sitúan en la década de los 30, sin embargo, la mayor oleada migratoria se produjo durante la década de los 50. Estos éxodos se caracterizaban por ser migraciones masculinas, por lo general primero partía alguno de los hijos mayores del hogar y una vez que se asentaba –por lo general trabajaban en panaderías, donde además se les daba el alojamiento– mandaba a buscar a sus hermanos, quienes llegaban a ocupar un puesto de trabajo donde se encontraba su hermano o algún otro pariente. La migración femenina también se produjo en estos años aunque en menor medida, por lo general las hijas habían contraído matrimonio y se marchaban a vivir a las tierras del esposo o quedaban al cuidado de los mayores. No obstante, cuando la migración femenina se produce las mujeres buscan emplearse como asesoras domésticas en la urbe. Esta generación migrante se fue poco a poco instalando en los barrios y sectores marginales de la ciudad de Santiago, comenzaron a hacer uso de espacios públicos que se significaron como lugares de encuentro, siendo uno de éstos el parque Quinta Normal, permitiendo mantener el contacto así como la continuidad de matrimonios entre mapuches aún en la ciudad. Estos migrantes poco a poco se adaptaron e integraron a la ciudad, volviendo al sector rural sólo en temporadas estivales o de vacaciones, formando sus hogares y familias en la ciudad, lugar donde nacieron sus hijos (asentándose de manera definitiva). Desde los años 80 hasta nuestros días se produjo una nueva estampida migratoria. En los últimos años las condiciones en el sector rural han empeorado en cuanto a las posibilidades de acceso al trabajo y mantención económica de los hogares. En algunos casos esta nueva migración ha tomado una posición más pasajera o temporal, pues no todos están dispuestos a quedarse en las ciudades. Otro fenómeno importante es la migración asociada al estudio, donde jóvenes mapuche salen de sus territorios con el objetivo de estudiar carreras universitarias,

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para luego volver a desempeñar su profesión dentro de su territorio, cabe señalar que la cantidad de jóvenes que regresa una vez concluidos sus estudios es muy baja. Está presente de igual manera la migración temporal o migración de la fruta, ésta se produce en los tiempos de cosecha y en ella población masculina como femenina se traslada hacia la zona central de Chile –zona productora de fruta– para emplearse durante los meses de cosecha –temporada estival– en labores de cosecha o más bien llamadas de temporeros. Esta migración dura aproximadamente tres meses, luego los jóvenes regresan a sus hogares de origen con el dinero que lograron obtener durante este tiempo de trabajo. Observamos también una feminización de la migración, en especial de mujeres adolescentes que han sido madres solteras y como tal salen en busca de trabajo para la mantención de sus hijos, sin embargo, dicha migración la realizan solas, los menores de edad son dejados al cuidado de los abuelos, familiares, vecinos u otras personas, como veremos a continuación.

Migración de la madre y crianza con los abuelos Actualmente el escenario de las migraciones, continúa siendo una imagen cotidiana dentro del territorio del Budi. Las condiciones de pobreza persistentes son el principal foco de la migración, la gente en edad de trabajar debe necesariamente salir del territorio para poder encontrar trabajo y así obtener ingresos económicos. A pesar del paso de los años y las constantes oleadas migratorias, aún hoy la población que se traslada a las ciudades continúa empleándose en trabajos de baja calificación y ocupando espacios marginales en la ciudad. Como señalamos anteriormente, unido al fenómeno de la migración encontramos la feminización de ésta y el consecuente cambio en los patrones de crianza y cuidado de los niños y niñas que queda habitando en los sectores rurales. La debilitación de los patrones sociales y familiares han producido una desintegración de la familia y los modelos patriarcales y patrilocales de convivencia. Actualmente, la juventud se muestra reticente de continuar los modelos de la cultura mapuche, más bien reproducen en espacios rurales lo visto en visitas realizadas a la ciudad de Santiago y que corresponden a patrones de espacios marginales de la metrópolis. Disminuye el respeto hacia los mayores y los padres, aumenta el alcoholismo entre la población, así como el embarazo en las mujeres adolescentes. El territorio del Budi presenta la mayor cantidad de embarazos adolescentes de la región, lo que sin duda repercute en las estructuras sociales de la comunidad. Dichos embarazos suelen producirse sin la existencia de una relación estable, lo que lleva a que en muchos casos los varones no asuman sus responsabilidades. Por otra parte, al no existir la alianza o matrimonio entre los jóvenes ya no se replica el modelo de patrilocalidad mapuche, en donde la mujer el contraer matrimonio se iba a vivir a las tierras del hombre. Hoy en día la mujer continúa viviendo en casa de sus padres, asumiendo los abuelos maternos un rol en la crianza del niño o niña. Una vez que se produce el nacimiento de los niños, las jóvenes permanecen con ellos durante el tiempo del amamantamiento, luego deberán migrar en busca de trabajo para poder ayudar de esta manera a sus padres en la mantención del hogar y los nuevos gastos que implica la crianza de los hijos. Como ya señalamos la imagen paterna no existe. Esta salida de la mujer significa una serie de reestructuraciones que incidirán directamente en la vida del niño o niña. Así, la madre abandona el territorio y con ello rompe el vínculo que se comenzaba a gestar con su hijo o hija. El niño comienza a ser criado por sus abuelos maternos –en caso de que éstos no asuman dicha responsabilidad quedará a cargo de algún otro familiar, algún vecino o finalmente un hogar de menores– . Para este menor de edad la imagen de la madre será una figura esporádica que lo visita en tiempos de vacaciones o estivales. Suele ocurrir que a mayor juventud de la madre son mayores las probabilidades de que ésta no regrese más al territorio, desligándose de su rol y vínculo de madre. Los abuelos criaran al niño desde la lógica en que ellos fueron criados y como lo hicieron con sus hijos, será una responsabilidad obligada, la afectividad será

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demostrada al estilo de los ancianos, por medio de la comida –abundante– y la integración del menor de edad en las actividades agrícolas; también participará de las conversaciones cotidianas de la familia, a nivel intrafamiliar se sentirá acogido y cuidado por sus abuelos, no obstante, sin querer ofenderlo, será común oír que se le refiera como del “huachito” (expresión que alude a no tener padres o estar solo). Los abuelos o quien cuide a los niños apoyarán su crecimiento, alimentación y cuidados de salud. Sin embargo, no existirá una motivación ni una estimulación para que se desarrollen plenamente en cuanto a sociabilidades y desarrollo psicosocial. Esta falta de estimulación será una de las principales causas de las altas tasas de rezago en el lenguaje (que referimos al comienzo). Los niños no hablan porque no se les habla. Tampoco habrá un apoyo a sus estudios, no importando la asistencia de éstos hacia los colegios, así como tampoco se le apoyará en su rendimiento dentro de la escuela, en gran parte por la baja o nula escolaridad de los abuelos, que lleva a tener una lejanía con el modelo escolar formal y a su vez restringe el apoyo que puedan prestar en el cumplimiento de las tareas escolares, asistencia a reuniones de apoderados, entre otros. Estos menores de edad crecen con un vínculo roto, donde reina la desprotección materna y paterna. Se vuelven ariscos y reticentes de lo social, a su vez bloquean sus emociones y sentimientos, y emanan rabia hacia las imágenes de autoridad. No existe una figura paterna que delinee los límites de su actuar y la figura materna es ambivalente en tanto se presenta y ausenta constantemente. La figura de la madre se representa a través del dinero que envía y los regalos o bienes que adquiera para el hogar donde se encuentre su hijo. Los abuelos esperan que estos niños y niñas cuiden de ellos más adelante por lo que la importancia de la crianza se centra en la enseñanza del trabajo agrícola, así se forja una relación utilitaria por parte de los abuelos. El menor de edad cumple así un rol que antiguamente era atribuido al hijo menor de la familia, quien por lo general supeditaba su vida al cuidado de los padres cuando los demás hijos ya habían migrado o constituido sus familias. Cuando se produce el regreso de la madre el menor de edad se siente lejos de ella, pero también tiene la necesidad de tenerla cerca, hay una ambivalencia de sensaciones y sentimientos hacia la madre. En ciertas ocasiones las mujeres que se han asentado y estabilizado laboralmente en la ciudad, vuelven al campo a buscar a sus hijos para llevárselos a vivir con ellas e integrarse a las familias que allá han formado, no obstante, suelen sucederse problemas de convivencia entre los hijos y la nueva pareja o los nuevos hijos de su madre, lo que en algunos casos los lleva a volver al campo a cuidar de sus abuelos. Existen también casos en que la madre no logra “hallarse” en la ciudad, esto sucede, con mayor frecuencia, cuando la mujer que ha migrado sobrepasa los 30 años de edad. A su regreso ella vuelve a la casa de sus padres, reasumiendo la crianza de su hijo o hija, no obstante, el vínculo y apego se encuentra demasiado resquebrajado y debilitado como para olvidar y dejar de lado lo ya vivido. Por medio de su nueva presencia y el apoyo de los abuelos se reconstruye un nuevo vínculo y apego. La madre asume un rol activo en la educación formal del menor de edad, regularizándose la asistencia de éste al colegio; la presencia de la madre también significa una mejora económica en el hogar, pues con el dinero que logró ahorrar en la ciudad, busca tener más acercamiento con sus hijos por medio de regalos y la compra de útiles necesarios.

Conclusiones El apego del menor de edad hacia su madre y su primera infancia sientan las bases para el desarrollo psicosocial que éste o ésta pueda tener, estas primeras impresiones y sensaciones llevan al niño o niña a modelar su forma de ser y comportarse en el mundo. La figura materna se ha desarrollado, por excelencia, como la primera imagen a la que todo ser humano se apega y en quien fija su protección y seguridad, sin embargo, cuando dicha imagen se ausenta o se ve debilitada se producen consecuencias de diversos tipos.

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Así, la migración femenina y el abandono de los hijos, como una de sus principales consecuencias, genera y define formas particulares de desarrollo en los menores de edad, que se reflejan en la forma en que el niño o niña se vincula y relaciona con la sociedad. En términos psicológicos, los tipos de vínculos de crianza emergentes, en el contexto que hemos descrito, se caracterizan por ser ambivalentes y evitativos, en ambos la singularidad es que la madre mantienen vínculos inestables con sus hijos (se aproxima entregando en forma inestable respuesta a las necesidades del niño o niña), estos procesos, en el desarrollo emocional y cognitivo, producen en la estructura mental de los niños inseguridades generales: miedo, odio, rabia, ira, etc., también otras expresiones como la inhibición de su conducta, un retraimiento y posterior reacción explosiva, asociada a adicciones u otros mecanismos compensatorios, etc. Esta infancia alejada de su madre y de la imagen paterna, carga con un trauma por el abandono sentido y vivido, que se vuelve necesario intentar revertir. Las carencias vividas generan vacios emocionales que condicionan su actuar en la adultez, donde muchas veces repiten patrones de violencia y alcoholismo (este último suele actuar como desinhibidor de todas aquellas emociones contenidas y no expresadas). La falta de referentes les hace ser incapaces de demostrar sentimientos y afectos, lo que los conduce a un circulo que es necesario romper, en pos del desarrollo de una infancia plena y segura. Sin embargo, no todo resulta tan desalentador para estos menores de edad. Los abuelos –a su modo– buscarán paliar sus necesidades emocionales, asimismo, en aquellos casos en que existan otras figuras de apoyo --tíos, comunidad, pertenencia grupos religiosos, etc.– se buscará brindar una mayor protección y disminuir la angustia que produce en éstos la ausencia de la madre. Estos menor de edad viven una infancia más de “campo” donde replican sus modelos familiares, diferentes a las de sus compañeros que viven en el mismo entorno. Los que son criados por sus abuelos tendrán una crianza similar a la de sus padres, habrá una mayor inocencia en su visión y una mayor cercanía con su cultura y lo agrícola. En términos materiales también existirán diferencias, pues la madre procurará solventar los gastos generados por éste, así como también suplir su ausencia por medio de regalos materiales. En una situación óptima de desarrollo para los niños y niñas será vital el establecimiento de un hogar donde puedan tener referentes paternales y de autoridad que sean lo más cercanos a ellos y ellas y donde sientan la protección y seguridad que deben entregar los padres. Sin embargo, muchas veces factores externos hacen que dichos modelos y patrones no se puedan cumplir y se busque la mejor manera de solucionarlos y de esta forma paliar los efectos sobre la infancia.

Referencias TORRES, Alicia (Coord). Infancia Indígena en Migración. Derechos en riesgo y tramas culturales. Flacso. AECID. UNICEF. Ecuador 2010. Pautas de crianza mapuche. Estudio. Significaciones, actitudes y prácticas de familias mapuches en relación a la crianza y cuidado infantil de los niños y niñas desde la gestación hasta los cinco años. Centro Interdisciplinario de Estudios de Género CIEG. Facultad de Ciencias Sociales. Universidad de Chile. Departamento de Salud Pública, CIGES, Universidad de la Frontera. 2006. HILGER, M. Inez. Araucarian child life and its cultural background. Investigación realizada en las zonas de Alepué. Panguipulli. Coñaripe y Boroa. 1957. INSTITUTO Nacional de Estadísticas (INE). Programa Orígenes (Mideplan – BID). Estadísticas Sociales de los Pueblos Indígenas en Chile. Censo 2002. Santiago de Chile. 2005. GISSI, Nicolás. Los Mapuche en el Santiago del siglo XXI: desde la ciudadanía política a la demanda por el reconocimiento., en: http://www.cultura–urbana.cl .Núm 1. Agosto. 2004. INSTITUTO Nacional de Esatdísticas (INE). Datos Censo de Población y Vivienda año 2002. Disponible en http://www.ine.cl. MINISTERIO de Planificación Social (MIDEPLAN). Datos Encuesta de Caracterización Socioeconómica –CASEN–. Disponible en http://www.mideplan.gob.cl. Estadísticas Internas Atención Rural Departamento de salud I. Municipalidad de Saavedra.

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