Mientras no tengamos rostro: una narración sobre el volverse subjetivo

June 8, 2017 | Autor: María Rufiner | Categoría: Kierkegaard, C.S. Lewis
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Descripción

Mientras no tengamos rostro: una narración sobre el volverse subjetivo


Lic. María Sol Rufiner
[email protected]
UCA-UCALP
"(…) creer, es sumergirse en Dios
a través de la propia transparencia,
siendo uno mismo y queriendo serlo."
Johannes Anticlimacus
"Me dí cuenta porque los dioses
no nos hablan de manera
directa, ni nos dejan contestarles(…)
¿Cómo podríamos encontrarnos
cara a cara con ellos,
mientras no tengamos rostro?"
Orual

"¿Cómo podríamos encontrarnos cara a cara con ellos [los dioses], mientras
no tengamos rostro?"[1] Esta es la conclusión que la reina Orual saca, en
la versión del mito de Psique y Eros escrita por el autor Británico C.S.
Lewis. En esta versión del clásico mito, aparte de ser una narración desde
el punto de vista de la hermana mayor de Psique, hay un cambio fundamental
que Lewis realiza, y esto es "(…) hacer que el palacio de Psique sea
invisible a los normales, mortales… (…)" [2] Este cambio hace que la
historia, no solo se centre en el amor entre Cupido y Psique sino que
también, gire en torno al problema de la fe y de lo que se requiere para
tenerla. El nombre de la novela nos da una pista, (así como también lo hace
la conclusión a la que arriba la protagonista): No nos podemos, encontrar
con lo Divino hasta que tengamos un propio rostro. En otras palabras, el
encuentro no es posible hasta que no nos hayamos convertido en nosotros
mismos y queramos serlo. Este planteo enseguida hace Eco con las palabras
de Kierkegaard: "La subjetividad es la verdad. La subjetividad es la
realidad"[3]No podemos tener fe hasta que no nos hayamos vuelto subjetivos
porque: "(…) creer, es sumergirse en Dios a través de la propia
transparencia, siendo uno mismo y queriendo serlo."[4]De este modo, en el
presente trabajo analizaremos la novela de C. S. Lewis, a la luz del
pensamiento Kierkegaardiano, siguiendo los pasos de la desesperada reina
Orual, y esperando volvernos, así más nosotros mismos.

Una reina velada y una princesa sacrificada
La narración comienza con el descargo de la reina, que sabiéndose vieja
ya no le teme a los dioses, ni a su ira: "Soy vieja ya y la ira de los
dioses no me inquieta demasiado. No tengo ni esposo ni hijo ni un amigo
siquiera a quien puedan hacer daño. (…) Libre, pues, de temor, voy a
escribir en este libro lo que nadie en posesión de la felicidad se
atrevería a escribir. Acusaré a los dioses; especialmente al dios que
habita la Montaña Gris. Voy a contar, en fin, desde el principio, todo lo
que me ha hecho, como si expusiera mis cargos ante un juez"[5] Ya desde el
comienzo nos encontramos con una historia en clave existencial, que nos
hace eco con las palabras del Danes : " (…)llega el desafío que, en el
fondo, es desesperación gracias a la eternidad, y en la cual el desesperado
abusa desesperadamente de la eternidad inherente al yo para ser él
mismo.(…) En esta forma de desesperación, se tiene de más en más conciencia
de su yo y, por lo tanto, de más en más sobre lo que es la desesperación y
de la naturaleza desesperada del estado en que uno se encuentra; aquí la
desesperación tiene conciencia de ser un acto (…)"[6] De este modo Orual
nos comienza a relatar su triste historia y su querella con el dios de la
Montaña Gris. Una de sus primeras denuncias, contra el poder que la
planteó, tiene que ver con su Fealdad:
"—¿Van a llevar velo las muchachas,o no?
—¡Qué pregunta! —contestó el rey con una de sus grandes carcajadas,
señalándome con el pulgar—. ¿Acaso crees que voy a permitir que mi reina se
asuste de lo que vean sus ojos? Claro que llevarán velo. Y bien tupido, por
cierto.
Una de las muchachas dejó escapar una risita; creo que aquélla fue la
primera vez que comprendí que era fea. Esto me hizo temer a la madrastra
más que nada. Pensé que iba a tratarme con mayor crueldad que a Redival por
culpa de mi fealdad."[7]
Es la fealdad de Orual la que se irá metiendo de a poco en su corazón,
echando raíces y tocando todo lo que ella ama. ¿Cómo puede ser entonces
que un atributo físico defina tanto a una persona y a su desesperación? La
respuesta está en el amor, es el amor desordenado y desesperado el que
anclará raíces en el interior de la reina sumiéndola en la oscuridad. Y
¿cuál es ese amor? En la versión original del mito de Cupido y Psique es la
envidia de las hermanas ante las riquezas de Psique lo que hace que Psique
caiga, en la versión de Lewis, será el amor el que lo haga. En esta
adaptación la naturaleza del vínculo entre ambas hermanas será tal, que una
será para la otra, como dos caras de una misma moneda. Pero más aún de
parte de la reina quien dirá: "Quería estar casada para ser su madre
verdadera. Quería ser un chico para que se enamorara de mí. Quería que
fuese mi hermana entera y no sólo mi media hermana. Quería que fuese mi
esclava para darle la libertad y hacerla rica."[8] Así la suerte estaba
sellada para Orual dado que Psique le iba a ser arrebatada. La noche del
sacrificio Orual se presentó frente a ella esperando encontrar a una niña
desconsolada y se encontró con que era ella la que estaba siendo consolada:
"Poco a poco me di cuenta de que, durante todo este tiempo, había terminado
siendo yo la mimada, la consolada, como si yo fuese la niña, yo la víctima.
Aun en medio de aquella gran angustia, esta circunstancia originó su propia
y sutil corriente de dolor. Era como el reverso de aquel amor que
disfrutábamos en nuestros mejores días."[9] De este modo, del lado de la
reina, Lewis nos da a entender que los seres humanos no podemos hacernos
felices mutuamente por mucho tiempo, no porque no estemos hechos el uno
para el otro, sino porque nuestro amor se marchitará tarde o temprano, pues
su medida no puede ser con algún mortal, que su medida es infinita. Esto
se debe a lo que dice Kierkegaard : "El hombre es una síntesis de infinito
y finito, de temporal y eterno, de libertad y necesidad, en resumen, una
síntesis. La discordancia de la desesperación no es una simple
discordancia, sino la de una relación que, refiriéndose íntegramente a sí
misma, es planteada por otra; así, la discordancia de esta relación,
existiendo en sí, se refleja además al infinito en su conexión con su
autor."[10] De este modo era preciso que la reina perdiera a Psique para
encontrarse a sí misma y encontrarse con sus autores. Así la alegría llama
a su puerta el día mismo que va en busca de los supuestos despojos de su
hermana sacrificada: "La humedad y el frescor que sentía en torno a mí
(desde antes de mi mal no había visto, a lo largo de los meses, más que
cosas secas y marchitas) me hicieron pensar que había juzgado mal al mundo;
parecía amable, y risueño, como si su corazón también se agitara de
alegría. Incluso mi fealdad era algo en lo que no podía acabar de creer.
¿Quién puede encontrarse fea cuando el deleite se asoma a su corazón? Era
como si, en algún lugar, por dentro, por debajo de una fea cara y un cuerpo
todo hueso, una pudiera ser lozana, delicada, ligera y deseable. Nos
habíamos detenido en la cima sólo un momento. Pero (…) el combate se
prolongaba. ¿Acaso no me asistía la razón al luchar contra aquel talante
ebrio de felicidad? Me lo exigía, aunque sólo fuese eso, la pura decencia.
No podía ir riendo al funeral de Psique."[11] Así la reina desecha el
llamado de la alegría que toca a su corazón, la conciencia de que su
hermana de alguna manera está bien y el ancho mundo la espera. Sin embargo,
esta no es la primera vez que la alegría llamará a su puerta, los dioses
autores de la reina no la dejaran desamparada y le darán al menos dos
oportunidades más para curar su desesperación.
En esta segunda oportunidad de la que vamos hablar aquí ya que
dejaremos la tercera y última para la conclusión, la reina se reencuentra
con Psique, pero el encuentro no sucede como la reina se esperaba, porque
de nuevo en vez de encontrar a su hermana errante y amargada por los años
y la vida a la intemperie, la encuentra feliz, y dichosa:
"Bronceada por el sol y el viento, vestía tan sólo unos harapos, pero
reía, y sus ojos eran como dos estrellas, sus miembros redondeados y
flexibles, sin indicio alguno (a no ser por los harapos) de infortunio o
mendicidad."[12] En este lugar es donde se pone de manifiesto como dijimos
en la introducción, el pequeño juego de Lewis, ya que para escándalo de
Orual su hermana le muestra un palacio que ella no puede ver: "Supongo que
lo primero que pensé fue: «Está loca». En cualquier caso, mi corazón entero
se cerró inmediatamente ante algo que se estaba desenvolviendo de un modo
monstruosamente aberrante, a toda luz inaceptable. Y se determinó a seguir
cerrado. Quizá estuviese luchando para no volverme loca yo también."[13]
Así dice la reina opta ante lo paradójico de la situación por el escándalo,
que es la cerrazón de la razón y del corazón.
Antes de continuar, recordemos que la paradoja implica un alto a la
razón; esto es que, el encuentro con ella por parte de la razón implica un
freno al continuo devenir del pensamiento. Pero este freno, no se produce
de manera delicada, sino que lo paradójico al ser un alto a la razón
implica un choque entre la razón y la paradoja. Así la reina Orual se ve
enfrentada con el peor escenario posible, la locura y la felicidad de su
hermana Psique. Ahora bien, nos dice Johannes Climacus acerca de una de las
posibilidades de este choque: "Si el choque no se realiza en la
comprensión, entonces la relación es infeliz y a este amor infeliz de la
razón (…), podemos llamarlo con más precisión: escándalo."[14] Más
correctamente, el escándalo es el tropiezo de la razón con la piedra de la
paradoja y su consiguiente caída. Esto es lo que le sucede a la reina al
contemplar a su hermana feliz pero harapienta, sola pero casada con un
dios. Sin embargo ¿Por qué es que se produce esta caída? ¿Por qué la reina
no puede simplemente creer a Psique, la historia que ella le esta
relatando? En primer lugar, para responder a esta pregunta que implicará,
no sólo este aspecto, sino también la desesperación; comenzaremos por decir
con Johannes Anticlimacus que el escándalo al ser la relación infeliz de la
razón con la paradoja es en un principio una "(...) Admiración desgraciada,
emparentada pues con la envidia, pero con una envidia que se dirige contra
nosotros mismos, y más aún que contra nada se encarniza tanto como contra
ella misma. En su mezquindad, el hombre natural es incapaz de otorgarse lo
extraordinario que Dios le destinaba: por eso se escandaliza."[15] De este
modo, al haber perdido el amor de su hermana de una manera tan trágica
Orual no se puede rendir ante el hecho de que su hermana está viva, pero
que ya no es de ella. Así su amor desordenado por su hermana se transforma
en una envidia que la corroe, pero no de sus riquezas como dice el mito
original, sino de su fe. De este modo se lamenta y se entristece, puesto
que no posee aquello que la otra sí posee. Esa tristeza causada por la
envidia se va convirtiendo con el correr del tiempo en odio, que la llevará
a escribir su denuncia ante los dioses dado que: "La admiración es un feliz
abandono de uno mismo; la envidia una desgraciada reivindicación del
yo."[16] Pero la reina en su desafío irá aún más allá, y así como en un
mito todo es simbólico la reina usará un velo para cubrir su verdadera
desesperación.


El dios de la montaña y la humilde muchacha
Así como Orual es la imagen del escándalo, Psique es la imagen de la fe,
en ella se representa la historia que planteara Kierkegaard en las Migajas
de Filosofía: "(…) Había una vez un rey que se había enamorado de una
doncella del pueblo"[17] Tanto en el mito original como en la versión de
Lewis, Psique es la mortal de la cual el dios del amor queda prendado. Esto
plantea algunas dificultades para la pareja de amantes ya que cuentan ambos
con una desigual naturaleza: "—Oh, Maia, todavía no entiendes nada. Esta
vergüenza nada tiene que ver con que fuesen hombres o mujeres. Es la
condición de ser mortal; la condición de ser, ¿cómo lo diría?…
insuficiente."[18] De este modo como nos recuerda Johannes Climacus, el
dios de la montaña como el rey de Migajas se encuentra con un terrible
dilema, si el amor es aquél que es capaz de volver iguales a los que son
distintos, "(…) porque éste es victorioso cuando une a los iguales"[19],
entonces ¿cómo el dios podría conquistar el corazón de la amada sin
anularla en su singularidad y a la vez hacerla igual a él? La primera
sugerencia sería que le mostrase su divinidad y que ésta, cayendo rostro en
tierra, lo amase por la sola generosidad de fijarse en ella desde su
condición divina. "Pero esto no podía satisfacer al rey, porque él no
quería su propia glorificación sino la de la doncella, (...)"[20] entonces
¿cómo podrá el dios hacerse del corazón de su amada y que ella siga siendo
la humilde doncella de la cual el dios se enamoró? Si no puede elevarla a
la misma condición deslumbrándola, entonces el camino para nuestro dios es
el abajamiento; será él quien se anonade a la condición de siervo para
conquistar el corazón de la doncella. Y así velado por la noche el dios del
amor descendía al lecho de su amada Psique, sin embargo para que su unión
se realizara, exigía de ella una sola condición y esta era la de la fe, la
cual " (…) No necesita demostraciones, es más las ha de tener por enemigas.
Cuando la fe comienza a tener vergüenza de si misma, cuando como una amante
no se contenta con amar, sino que ladinamente se avergüenza del amado y
entonces encuentra conveniente poner a prueba al amado, para demostrar que
este es cualquier cosa de especial; cuando por lo tanto la fe comienza a
perder su pasión, entonces la fe deja de ser fe. Entonces la demostración
comienza a ser necesaria (…)"[21] Pero si bien a Psique debido a su amor
las demostraciones no eran necesarias para Orual que desde el escándalo
miraba de reojo a la fe de su hermana y odiaba al dios por arrebartarsela,
sí lo eran. Así la reina inconmovible pide la prueba de que su hermana no
está siendo violada por un monstruo ni por un rufián, no es Psique en esta
versión la que desconfía sino que es la reina desesperada quien obliga a su
hermana a jurar a costa de su vida que mirará el rostro de su marido a la
luz de la lámpara: "—E incluso en estos momentos —dijo Psique— sé lo que me
hago. Sé que estoy traicionando al más excelso de los amantes, y que quizá,
antes de que salga el sol, toda mi felicidad haya terminado para siempre.
He aquí el precio que has puesto a tu vida. Está bien, si tengo que
hacerlo, lo pagaré."[22] El precio por la salvación de su hermana era su
propio castigo y Psique por amor lo acepta. De este modo comienza su
peregrinar errante por el mundo en busca de redención por haber
desobedecido al dios. Pero ¿ambas hermanas estaban condenadas a la
enfermedad mortal llamada desesperación?
Conclusión
El sacrificio de Psique había surtido efecto, la intercesión para que su
hermana finalmente viera había sido escuchada. Es en este momento a la hora
de concluir que nos encontramos con el destino de las dos hermanas. Así
vemos la tercera y última aproximación de los dioses para con Orual,
aproximación que la llevará a quitarse el velo y aceptar quien se encuentra
bajo toda esa carne. Frente al estrado de los dioses Orual se presenta y
le es concedido escuchar su verdadera queja "La raptasteis para hacerla
feliz, ¿eso hicisteis? ¡Pero si cualquier rufián que seduce con sus mimos,
sus sonrisas, su paso gatuno, a la mujer, al esclavo o al perro de otro
hombre podría decir lo mismo! Un perro, sí. Esto viene como anillo al dedo.
Os agradeceré que me dejéis a mí sola alimentar a los míos: no necesitaba
golosinas de vuestra mesa. ¿Alguna vez os parasteis a pensar de quién era
ella? Era mía. Mía: ¿sabéis lo que significa esta palabra? ¡Mía! Sois unos
ladrones, unos seductores. He aquí mi error."[23]
La querella de Orual está basada en la desesperación desafío aquella que
clama al cielo planteando su queja contra su autor, sin embargo "La
querella era la respuesta. Haberme oído a mí misma formularla era la
respuesta. Muy a la ligera hablan los hombres de decir lo que quieren
decir. (…) Cuando a uno le llega la hora en que por fin se ve obligado a
pronunciar las palabras que durante años ha cobijado en los entresijos del
alma, las que, en todo ese tiempo, no ha hecho más que repetir y repetir
como un idiota, uno no halla gozo alguno en las palabras. Comprendí muy
bien por qué los dioses no nos hablan abiertamente ni nos dejan responder.
Mientras esas palabras no puedan sernos arrancadas, ¿por qué iban a prestar
oídos a la cháchara que creemos querer decir? ¿Cómo van a mostrarse ante
nosotros cara a cara mientras no tengamos rostro?"[24] Así la reina se da
cuenta de algo que el danés siempre nos señala el yo es una relación de
síntesis con lo eterno y no estaremos completos ni tendremos rostro hasta
que nuestro corazón no descanse en una relación verdadera con Aquél autor
que nos planteó.

Bibliografía:
o C.S. Lewis, Mientras no tengamos rostro, Santiago de Chile,
1996
o C.S. Lewis, Till we have faces, in C.S. Lewis Selected Books,
London, Harper Collins, 2002
o Søren Kierkegaard Postilla conclusiva non scientifica alle
Briciole di filosofía, en Kierkegaard opere, a Cura di Cornelio
Fabro, Firenze, Sansoni, 1993.
o Søren Kierkegaard Tratado de la desesperación, Bs.As, Leviatán,
2005
o Søren Kierkegaard, Migajas filosóficas o un poco de filosofía,
edición y traducción de Rafael Larrañeta, Editorial Trotta,
Madrid, 1999.


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[1] C.S. Lewis, Till we have faces, in C.S. Lewis Selected Books, London,
Harper Collins, 2002, p. 615 "How can they meet us face to face till we
have faces?"
[2] C.S. Lewis, Ibídem, p.446 "(…) consists in making Psyche's palace
invisible to normal, mortal eyes"
[3] Søren Kierkegaard Postilla conclusiva non scientifica alle Briciole di
filosofía, en Kierkegaard opere, a Cura di Cornelio Fabro, Firenze,
Sansoni, 1993. p. 448 "La soggettività è la verità; la soggettivitta è la
realtà"
[4] Søren Kierkegaard Tratado de la desesperación, Bs.As, Leviatán, 2005,
p. 113.
[5] C.S. Lewis, Mientras no tengamos rostro, Santiago de Chile, 1996. p.13
[6]Tratado de la desesperación, pp.92-93.
[7] Mientras no tengamos rostro, p21
[8] Mientras no tengamos rostro, p32
[9] Ibídem, p. 73
[10] Søren Kierkegaard, ibídem, pp.19-21
[11] Mientras no tengamos rostro, p. 100
[12] Ibídem, p. 106
[13] Ibídem, p. 119
[14]Migajas filosóficas o un poco de filosofía, p. 61
[15]Søren Kierkegaard, Tratado de la desesperación, Leviatán, Bs.As., 2005,
p. 119.
[16]Ibídem, p. 120.
[17] Søren Kierkegaard Briciole di filosofía, en Kierkegaard opere, a Cura
di Cornelio Fabro, Sansoni, Firenze, 1993. p. 213. "(...) una volta, c'era
un re che si era inamorato di una ragazza del popolo"
[18] Mientras no tengamos rostro, p.117
[19]Ibídem, p.214 "perché se è vittorioso l'amore quando unisce gli uguali,
(...)"
[20]Ibídem, p.215 "Ma questo non può soddisfare il re , poiché egli non
vole la propria glorificazione ma quella della ragazza, (...)"
[21] Søren Kierkegaard Postilla conclusiva non scientifica alle Briciole di
filosofía, en Kierkegaard opere, a Cura di Cornelio Fabro, Firenze,
Sansoni, 1993. p.275 "A vantaggio di chi mai si porta la dimostrazione? La
fede non ne ha bisogno, anzi la deve tenere per propria nemica. Quando
invece la fede comincia ad aver vergogna di se stessa, quando come un'
amante che non si accontenta di amare; ma astutamente si vergogna
dell'amato e quindi trova conveniente di provare che l'amato è qualcosa di
eminente: quando pertanto la fede comincia a perde la sua passione, quindi
quando la fede comincia a cessare di essere fede, allora la dimostrazzione
diventa necessaria (...)"
[22] Mientras no tengamos rostro, p. 165
[23] Ibídem, p. 285
[24] Ibídem, p. 287
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