Mercaderes de libros en la ciudad de México. Dos modelos distintos de comerciante: Tomás Domingo de Acha y Mariano de Zúñiga Ontiveros (1777-1811)

September 7, 2017 | Autor: Manuel Suarez Rivera | Categoría: History of the Book, Book History (History), Book trade History
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Descripción

El libro en circulación en la América colonial producción, circuitos de distribución y conformación de bibliotecas en los siglos xvi al xviii

Idalia García Aguilar Pedro Rueda Ramírez (Coordinadores)

Qu i v i r a México 2014

García Aguilar, Idalia; Rueda Ramírez, Pedro (coordinadores) El libro en circulación en la América colonial. Producción, circuitos de distribución y conformación de bibliotecas en los siglos XVI al XVIII / Presentación de Idalia García y Pedro Rueda / Prólogo de Antonio Castillo Gómez. 1a edición. México : Quivira, 2014 320 pp. ; 14 x 21.5 cm — Colección Artes del libro

Primera edición, 2014 © 2014 Los autores © 2014 Ediciones Quivira sobre el diseño de la edición Excelsior 239, 07870, México, D. F. Esta edición fue impresa gracias al apoyo de: Pedro Ángeles Jiménez. José Antonio Yañez de la Peña. Coalición de Libreros. Federación de Sindicatos de Editores. Jimena Manrique Eternod.

Se prohíbe la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio impreso o digital, sin el permiso escrito del autor y del editor. isbn 978-607-9153-16-8 Impreso y editado en México.

Mercaderes de libros en la ciudad de México. Dos modelos distintos de comerciante: Tomás Domingo de Acha y Mariano de Zúñiga Ontiveros (1777-1811)

Manuel Suárez Rivera Facultad de Estudios Superiores, Acatlán [email protected]

Para comprender el entorno cultural novohispano del siglo XVIII es necesario estudiar con detenimiento los mecanismos y condiciones que permitieron el intercambio mercantil de libros desde España hasta la ciudad de México. Se trata de una cuestión compleja que implica un acercamiento al marco legal del libro, así como del comercio general, al funcionamiento de las prensas locales, las librerías, los cajones de libros, los libreros peninsulares, los agentes de ventas, los comerciantes del Consulado que trataban con libros, los pequeños y medianos intermediaros, los intereses del consumidor potencial e incluso a los autores. El comercio del libro es un gran entramado que debemos intentar estudiar en su conjunto, ya que aún estamos lejos de comprender el cabal funcionamiento de un mercado tan relevante para el desarrollo cultural novohispano; tarea necesariamente colectiva e interdisciplinaria.

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Como muestra de su complejidad, basta saber que el comercio de libros en la ciudad de México durante el siglo XVIII involucraba a todos los estratos sociales. Hay evidencia documental que ubica a los mercaderes más poderosos de la Nueva España en redes que comprendían el trato con la palabra impresa, como Antonio de Bassoco –considerado quizá como el comerciante más rico de la Nueva España (García 1985, 35)– o Tomás Domingo de Acha –de quien hablaré más adelante. De igual forma, tenemos testimonios que demuestran que los sectores económicos más bajos de la sociedad también comerciaban con impresos, por ejemplo, en mayo de 1783 el Santo Oficio abrió un expediente en contra de Juan Suárez por blasfemo. En el documento se lee que Ignacio Rodríguez de Medina ocurrió a la ciudad de México a “despender algunos libros” y que era “sujeto vago y viandante” El expediente revela que Suárez se dedicaba al comercio de libros con un destino itinerante: “…aun traigo en la memoria que en el año próximo pasado de ochenta y dos, hallándose en este curato la persona de Dn. Juan Antonio de Urrueta, hablándole yo de ciertos libros que había comprado al mencionado Suárez me dijo: que también le había visto en la villa de Yacapistla, que andaba con el mismo [destino] de vender libros”.1 Este marcado contraste social entre las personas dedicadas al comercio del libro se desprende de su naturaleza misma, ya que podía adquirirse en cantidades mínimas y obtener ganancia de su venta en menor escala; incluso, un solo volumen podía ser objeto de lucro. Para su ejercicio, existían distintos mecanismos de venta como la consignación, el ambulantaje, los cajones y librerías establecidas o figuras como el tratante, mercader, librero, comerciante o incluso corredor de libros (Suárez Rivera 2013b).2 Al respecto, parece necesaria la construcción de una AGN, Inquisición, vol. 1312, f 107-110. La figura de “corredor de libros” no es muy clara, aunque hay documentos en donde se hace clara referencia a él. (Suárez Rivera 2013 b). 1 2

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tipología que permita facilitar la comprensión de un fenómeno tan complejo como el comercio de libros, ya que contaba con un número importante de agentes y figuras específicas, como acabo de destacar (Moreno 2009).3 Por ello, en este texto pretendo aportar información sobre dos personajes contemporáneos que fueron responsables de introducir en conjunto más de mil cajones de libros a la ciudad de México en un período de poco más de treinta años: Tomás Domingo de Acha y Mariano de Zúñiga y Ontiveros. Desde circunstancias muy diferentes, ambos comerciantes se preocuparon por surtir de impresos a la ciudad de México con materiales importados desde España, situación que me permite advertir dos modelos claramente diferenciados de personas dedicadas al comercio de libros entre Cádiz y la ciudad de México. Estas dos modalidades de participación en el comercio librario pueden ayudar a establecer algunas categorías y agrupar la enorme cantidad de personajes que utilizaron al impreso como mercancía, como ahora destacaré.

Mercaderes trasatlánticos de libros en la ciudad de México de finales del siglo XVIII: un panorama general Antes de estudiar con detalle el caso de Zúñiga y Acha, considero pertinente advertir que las redes mercantiles de distribución del libro desde Cádiz implicaron a una gran cantidad de personas que, en mayor o menor medida, tuvieron algún grado de especialización con respecto al abasto de materiales impresos para la Nueva España. A partir de un análisis de los pases de libros tramitados ante el Santo Oficio de la ciudad de México Olivia Moreno ha aportado información valiosa y realizó una propuesta interesante sobre una tipología de libreros en la ciudad de México (Moreno 2009). 3

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entre 1777 y 1811, es evidente que hay una gran variedad de comerciantes que se involucraron en algún momento en el envío de libros, incluso en una ocasión y con un sólo cajón. Tal es el caso de Francisco Espinosa quien en una nota sin fecha informa a las autoridades de la Inquisición que le “viene un cajón con la marca de marqués remitido por don José de la Lama compuesto de treinta ejemplares de libros de evangelio en triunfo para su venta en esta capital”.4 Evidentemente, el despacho contenía la afamada obra de Pablo de Olavide El evangelio en triunfo o historia de un filósofo desengañado, por lo que la nota de Francisco Espinosa debió ser posterior a 1798, año en que salió la primera edición de Olavide5 del taller de Joseph de Orga en Valencia. Hasta el momento no he encontrado otro despacho en el que esté involucrado Espinosa, por lo que es probable que sólo haya participado en el comercio de libros una sola ocasión; es relevante destacar que tampoco lo he ubicado como librero. En la misma situación se encuentra José Palacios, quien el 11 de abril de 1776 se dirigió al Santo Oficio para tramitar la liberación de un cajón de libros que le enviaba desde Veracruz el comerciante Antonio María Fernández, en esta ocasión no fue posible conocer el contenido del despacho.6 En algunos expedientes del Santo Oficio aparecen algunos homónimos de José Palacios, uno de ellos tramitó la liberación de unos libros traídos de Querétaro en 1811,7 otro fray José Palacios gestionó algunos volúmenes transportados desde algún convento de Zacatecas8 y finalmente, Manuel Cueto presentó la memoria de los libros que quedaron

AGN, Indiferente Virreinal, caja 5805, expediente 32. Pablo de Olavide y Jauregui, El Evangelio en triunfo ó Historia de un philosofo desengañado, 4 vols. En Valencia: en la imprenta de Joseph de Orga, 1799. 6 AGN, Inquisición, vol. 1100, f. 111. 7 AGN, Inquisición, vol. 1452, exp. 1, f. 3. 8 AGN, Inquisición, vol. 1325, exp. 6, ff. 114-115. 4 5

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por fallecimiento del Dr. D. José Palacios, en 1776.9 Resulta muy complicado establecer si existió alguna relación entre estas cuatro referencias; con todo, lo que me interesa destacar es que no hay registro de actividad regular de algún José Palacios en relación con la introducción comercial de libros a la ciudad de México, por lo que es posible establecer que fue otro de los muchos comerciantes que tuvieron una relación ínfima con el comercio de libros, quizá de una o dos ocasiones. Los casos de Espinosa y Palacios son representativos de personas que tengo detectadas con actividad muy reducida en el comercio de libros. No obstante, existió otro grupo de comerciantes que introdujeron con regularidad buenas cantidades de cajones a la ciudad de México. Por ejemplo, José Fernández Canel (activo en la ciudad de México por lo menos entre 1775 y 1777) tramitó en 1775 el permiso para liberar 26 cajones de libros e incluyó la lista de ellos, desafortunadamente el documento está incompleto.10 Dos años después recibió otros 16 cajones en donde se revela que el contenido eran de su propiedad.11 En realidad, ese año fue el más activo para Canel, ya que además de estos 16 cajones, existe registro de otros seis que le remitió de Veracruz Don Fernando Arenas Prieto12 y otro despacho que no especifica la cantidad, sólo se puede leer “fuera de los recibidos en los 18 cajones, de la que tengo presentada a este tribunal”.13 Por último, he localizado otro despacho de cinco cajones sin fecha, lo que me permite establecer que Canel introdujo a la ciudad de México, por lo menos, 71 cajones en un lapso de dos años. Como se aprecia, es una buena cantidad de libros que bien podría sugerir la existencia de una librería pequeña. Sin embargo, AGN, Inquisición, vol. 1333, exp. 18, ff. 344-348. AGN, Inquisición, vol. 1100, f 92v. 11 AGN, Inquisición, vol. 1147, exp. 23, f. 237. 12 AGN, Inquisición, vol. 1181, f. 146. 13 AGN, Inquisición, vol. 1100, ff. 245-246v. 9

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hasta el momento no he podido vincular directamente a Canel con un establecimiento abierto. Pese a ello, el último despacho lo vincula con Bernardino Fernández Pericón, comerciante español que se avecindó en la ciudad de México por lo menos desde 1762.14 Al parecer, su relación fue estrecha ya que Pericón fungió como testigo de la boda entre José Fernández Canel y María Ignacia Retana, efectuada en el Sagrario de la Catedral de México en 176615; para esa fecha, Pericón era “español y comerciante de 34 años” mientras que Canel contaba con 20 años. De acuerdo con otro documento, en 1784 la justicia localizó a Pericón y Canel para solucionar una sucesión de Juan de Retana, quien de acuerdo con el registro matrimonial, posiblemente se trataba de su cuñado.16 Es decir, la evidencia documental apunta a que ambos tenían una relación cercana y que probablemente se reflejó en el ámbito mercantil. Ahora bien, el documento clave para entender la importancia de Pericón data de 1771, se trata de una petición de pase de libros al Santo Oficio, en la carta se lee que poseía una librería y que la administraba Marcos de la Fuente.17 Hasta el momento no he podido encontrar más información sobre esta librería, sin embargo el dato permite reconstruir el mecanismo de funcionamiento de una pequeña librería en la década de los setenta del siglo XVIII: mientras que Bernardino Fernández Pericón era el dueño del negocio, José Fernández Canel tramitaba los permisos para la liberación de los libros que llegaban de España y Marcos de la Fuente fungía como el administrador. En ese año recibió un poder del comerciante español Gaspar Díaz Cobián, comerciante español que radicaba en el pueblo de Jalapa. Archivos Notariales de la Universidad Veracruzana, Jalapa, año 1762 al 1763, 2 de marzo de 1762, clave del acta: 27_1762_10013, foja 33v -35v. 15 AGN, Matrimonios, vol. 73, exp. 73, ff. 433-439. 16 AGN, General de Parte, exp. 201, ff. 161v-163. 17 AGN, Inquisición, Vol. 1100, exp. 6, f. 301. 14

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Por otro lado, también he registrado actividad mercantil libraria de los comerciantes novohispanos más acaudalados de la Nueva España. Me refiero a miembros de los estratos sociales más altos y que en algún momento fueron funcionarios del Consulado de Comerciantes de la ciudad de México. En este sentido, debo destacar el caso de Antonio Bassoco, quien como ya mencioné, es considerado como uno de los comerciantes más acaudalados de finales del siglo XVIII.18 Si bien su participación en el comercio de libros no fue muy activa, sí tengo registro de por lo menos cuatro peticiones muy específicas para liberar mercancía en el Santo Oficio. El primero data del 20 de noviembre de 1772 con 11 cajones y fue remitido de Veracruz por José Antonio Núñez y Rodríguez por medio del arriero Francisco de Aguilar.19 De acuerdo con la petición, los cajones sólo contenían dos obras “26 juegos de a seis tomos en cuarto … de la obra intitulada: Defensa de la declaración de la asamblea del clero de Francia de 1682 acerca de la potestad hecha por el ilustrísimo sr. Jacobo Benigno Bossuet obispo de Meaux traducida al español por el Dr. Dn. Francisco Martín Molés” y “68 juegos cada uno de a 4 tomos en octavo y en todos 408 juegos de la obra intitulada: Los intereses de la Francia mal entendidos, traducida por Dn. Domingo de Marcoleta”.20 En lo que respecta a la primera obra, sabemos que se imprimieron varias ediciones con las mismas características físicas y bibliográficas en Madrid –todas ellas durante 1771– en las oficinas de Pedro Marín, Blas Román, Manuel Martín y Antonino Mayoral. Resulta imposible saber exactamente cuál fue la edición que le llegó a Antonio Bassoco. Por su parte, la obra de Ange Goudar, Les intérêts de la France mal entendus,21 fue Ver nota 1. AGN, Inquisición, Vol. 1100, f. 258. 20 AGN, Inquisición, Vol. 1100, f. 258. 21 Ange Goudar, Les intérêts de la France mal entendus dans les branches de l’agriculture, de la population, des finances, du commerce, de la marine & de 18 19

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traducida al castellano por Domingo Marcoleta y sólo hay registro de una edición madrileña a cargo de Blas Román en 1772,22 lo que permite inferir que en realidad tanto la obra de Bossuet, como la de Goudar provenían del taller de Román y que fueron enviados al poco tiempo de su aparición. En septiembre de 1773, Antonio Bassoco recibió nuevamente dos cajones de libros provenientes de Veracruz, en esta ocasión remitidos por Sebastián Pérez, “cuyos títulos son Bossuet sobre la potestad y los intereses de Francia mal entendidos”.23 Es decir, Bassoco recibió un nuevo despacho con exactamente las mismas obras que el año anterior, lo que sugiere que el comerciante tenía un interés específico en que estos dos libros circularan en la ciudad de México, aunque no me ha sido posible conocer el destino de las copias introducidas. Probablemente los consignó en alguna librería o quizá los regaló a sus amistades, lo cierto es que Bassoco invirtió dinero en traer desde Madrid por lo menos dos despachos con más de 200 copias de estos dos libros específicos. Ambos envíos confirman que al año siguiente de su aparición en Madrid, las traducciones de Bossuet y Goudar ya circulaban en la ciudad de México. Ahora bien, a pesar de figurar en cuatro solicitudes de liberación en la Aduana y la Inquisición, me parece que no es posible ubicar a Antonio Bassoco como un comerciante regular de libros y tampoco tenemos evidencia que indique si contó con una librería. Un caso similar es el de Gaspar Martín Vicario (padre de Leona Vicario), quien también fue Cónsul Moderno del Consulado de Comerciantes de la Ciudad de México de 1799 a l’industrie par un citoyen, Amsterdam, Jacques Coeur, 1756, 372 p. 12. 22 Los intereses de la Francia mal entendidos: destierro de errores comunes en la agricultura, industria, comercio, población, y navegacion: plan de systema economico en que se descubren los vicios con que se manejan estos ramos, y se proponen los medios para poderlos reparar: tomo primero traducido del francés por D. Domingo de Marcoleta, Caballero de la Orden de Santiago, Madrid: en la oficina de Blas Román, 1772, [16], 357 p., [3] en bl. ; 8º. 23 AGN, Inquisición, vol. 1100, f. 208.

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1800 (Borchart 1984, 242) y que comerció con libros en algunas ocasiones. El número de cajones no es muy grande, sin embargo Martín Vicario firmó por lo menos cuatro solicitudes ante el Santo Oficio: en marzo de 1781,24 en 1791 dos veces25 y en mayo de 1793.26 En total, los cajones registrados ascendieron a cinco, por lo que podemos establecer que -al igual que Bassoco- Martín Vicario también comerció con libros, aunque sólo de manera ocasional. Las solicitudes no permiten inferir el contenido, por lo que tampoco puedo determinar la naturaleza de los envíos. No obstante, ambos casos dejan ver que también los más grandes comerciantes de la ciudad de México incursionaron -en mayor o menor medida- en el comercio trasatlántico de libros. Los ejemplos que he mencionado evidencian la enorme diversidad de personas que se involucraron en el negocio del libro en la ciudad de México durante la segunda mitad del siglo XVIII. Me parece que en términos generales no es posible establecer un modelo de comerciante dominante o una tipología que permita comprender las redes y mecanismos de distribución del libro hacia la ciudad de México. La característica más visible es precisamente la variedad de actores y agentes que hicieron posible el intercambio entre Cádiz, Veracruz y la ciudad de México. Pese a ello, sí existieron personajes concretos que podrían servir como modelo para comprender las distintas formas de acercarse al libro como mercancía y obtener un beneficio monetario a muy pequeña o gran escala. Se trata de dos grandes comerciantes que desde sus circunstancias particulares lograron introducir a la ciudad de México más de mil cajones entre 1777 y 1811, convirtiéndose en dos de los más importantes mercaderes de libros de la segunda mitad del siglo XVIII: Tomás Domingo de Acha y Mariano de Zúñiga y Ontiveros. AGN, Inquisición, vol. 1191, f. 325 v. AGN, Inquisición, vol. 1348, exp. 15, f. 9 y 26. 26 AGN, Inquisición, vol. 1348, exp. 15, f. 49. 24 25

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A pesar de que ambos personajes tuvieron en común la gran cantidad de cajones que introdujeron a la ciudad de México, hay una característica que los diferenció claramente: Tomás Domingo de Acha no tenía librería y Mariano Zúñiga sí. Me parece que aquí podemos encontrar un rasgo distintivo entre todos los agentes que participaron en el negocio de libros. No importa a qué estrato social hayan pertenecido o con qué frecuencia se involucraron en el comercio trasatlántico, todas aquellas personas que se dedicaron a la comercialización del libro lo hacían con dos intensiones muy claras; o contaban con librería y la querían surtir o simplemente estaban fungiendo como intermediarios. En el caso de Mariano Zúñiga, tenemos un ejemplo de impresor-librero que surtió su acervo desde Madrid sin la necesidad de intermediarios, mientras que Tomás Domingo de Acha, al no contar con establecimiento abierto, evidentemente estaba fungiendo como intermediario de algún -o algunos- negocios que se dedicaban a la comercialización de impresos. Bajo este razonamiento, estudiaré con mayor profundidad ambos casos. Mi objetivo es mostrar las redes mercantiles que les permitieron introducir más de mil cajones a la Nueva España y de qué manera coexistieron ambas figuras; por una parte el gran almacenero que seguía mercando con libros sin contar con librería, y por otra el librero con tienda abierta que pretendía eliminar intermediarios para surtir su acervo directamente desde Madrid. Ambos casos deben ser tomados como un modelo que permite explicar las muy diferentes formas por las cuales fue posible el flujo de ideas entre España y América.

Un comerciante de libros alavés en Nueva España: Tomás Domingo de Acha Tomás Domingo de Acha y Urruchi Larreu y Echaurren nació el 25 de diciembre de 1739 en Menoyo, un pequeño pueblo vasco

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del valle de Ayala, provincia de Álava.27 Fue hijo de dos familias con gran abolengo en la zona: los Acha de lado paterno y Urruchi por parte materna. Esta condición sanguínea determinó en gran medida el éxito de sus empresas; además, le facilitó el camino para ocupar varios cargos en el aparato burocrático novohispano y en algunas corporaciones religiosas (Suárez Rivera 2014).28 Hasta el momento no he podido determinar la fecha exacta de la llegada de Tomás Domingo a la Nueva España. El documento más temprano en el que aparece data de 1771, se trata de una petición a Juan José Orteyza y Vertiz para que le reciba 10 cargas de cobre de labor en la jurisdicción de Pátzcuaro.29 El 14 de noviembre del año siguiente se encontraba gestionando una petición al Santo Oficio para sacar de la Real Aduana un lote de libros.30 Hasta el momento tengo ubicadas 38 solicitudes al Santo Oficio firmadas por Tomás Domingo para liberar lotes de libros de la Real Aduana entre 1772 y 1801; en total, dichas peticiones suman 557 cajones comerciados en treinta años. La cantidad puede aumentar considerablemente si se incluyen los gestionados por Juan José Acha –su sobrino–, que evidentemente pertenecieron a la misma firma. En efecto, su sobrino rubricó 11 peticiones de libros ante el Santo Oficio entre 1793 y 1816, sólo una de ellas abarcó el período en que Tomás Domingo había fallecido. Los cajones despachados por Juan José sobrepasan los 100, por lo que se puede afirmar que en total Tomás Domingo introdujo a la Nueva España 657 cajones en 44 años.31 Esta cifra no puede tomarse AGN, Inquisición, vol. 1312, fs. 35-60 Para una referencia más amplia de la biografía, cargos burocráticos y redes mercantiles de Tomás Domingo de Acha ver Manuel Suárez Rivera, Caballero vasco y mercader de libros: Tomás Domingo de Acha, sus redes mercantiles y de distribución (1771-1814), en Estudios de Historia Novohispana 29 AGN, Indiferente virreinal, caja 4757, exp. 89. 30 AGN, Inquisición, vol. 1100, f. 257. 31 En esta investigación sólo incluiré los primeros 514 por cuestiones de espacio y por no ser necesario contemplar el total de cajones introducidos. 27 28

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como definitiva, se debe considerar que existieron registros de los que ya no tenemos noticia o se encuentran dispersos en los archivos. Aun así, el volumen de cajones mercados por Tomás Domingo es muy elevado considerando que en las dos últimas flotas que llegaron a Veracruz, en 1772 y 1776, el total de baúles transportados ascendió a 460 y 430 respectivamente (Gómez 2008, 634). Con base en las peticiones dirigidas al Santo Oficio para liberar lotes de libros en la Real Aduana, es posible reconstruir los contactos que Tomás Domingo de Acha tuvo en el puerto de Veracruz y en Cádiz. Los nombres de los mercaderes establecidos en Veracruz que formaron parte de la red de distribución de Acha fueron variando con el paso del tiempo y obedecieron a las circunstancias derivadas del cambio de régimen mercantil. De esta manera, en los envíos de libros bajo las dos últimas flotas se percibe claramente un vínculo familiar que facilitó el tránsito de mercancías desde Cádiz, mientras que con el cambio de sistema (navíos sueltos y libre comercio) se evidencia un grupo comercial heterogéneo que colaboró con él. A partir de 1777, los mercaderes que le remitieron a la ciudad de México los cajones de libros eran vecinos de Veracruz. Durante un período de tres años no se advierte un comerciante específico, sino que son varios los nombres que figuran como los intermediarios de Acha. Al parecer, durante el período de navíos sueltos (1776-1789) no logró conformar una red estable que se encargara de hacer las gestiones necesarias. No es sino hasta la década de los ochenta cuando aparece Miguel Ignacio Miranda, junto con Andrés Gil de la Torre, como los intermediarios más frecuentes.

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Mercaderes de libros en la ciudad de México

Cuadro 1 Cajones introducidos a la ciudad de México por Tomás Domingo de Acha entre 1777-1792. Fecha

Remite

Procedencia

Número de cajones

11 agosto 1777

Pedro Moreno

Veracruz

25

20 agosto1777

Santiago Domínguez

Veracruz

1

20 agosto 1777

Pedro Moreno

Veracruz

25

21 agosto 1777

Miguel Jiménez

Veracruz

1

Veracruz

1

Veracruz

1

de Miranda octubre 1777

Francisco Javier de Medina

29 octubre 1777

Francisco Javier de Medina

octbre 1777

Gabriel de Mendoza

Oaxaca

1

26 febrero 1778

Francisco de Torres

Veracruz

2

26 febrero 1778

Matías Manuel

Veracruz

1

Veracruz

44

Veracruz

44

Veracruz

8

Veracruz

49

de la Peña 21 julio 1778

Miguel Jiménez de Miranda

25 julio 1778

Miguel Jiménez de Miranda

27 julio 1778

Miguel Jiménez de Miranda

6 marzo 1779

Miguel Jiménez de Miranda

157

Manuel Suárez

28 septiembre 1779 J. Antonio Ruiz

Veracruz

1

Veracruz

29

Veracruz

34

Veracruz

45

Veracruz

22

Veracruz

11

de Alvarado 22 diciembre 1780 Ignacio Miranda y Andrés Gil 22 diciembre 1780 Miguel Ximenez de miranda 2 septiembre 1780 Miguel Ximenez de miranda 20 abril 1784

Miguel Ignacio Miranda

31 marzo 1784

Miguel Ignacio Miranda

14 julio 1785

Sebastián Pérez

Veracruz

1

12 mayo 1786

Miguel Ignacio

Veracruz

27

22 diciembre 1787 Andrés Gil de la Torre Veracruz

6

17 julio 1787

Veracruz

4

Veracruz

25

Veracruz

25

Veracruz

35

Veracruz

7

Veracruz

1

Veracruz

4

de Miranda

Miguel Ignacio de Miranda

29 marzo 1787

Miguel Ignacio de Miranda

29 marzo 1787

Miguel Ignacio de Miranda

7 abril 1788

Miguel Ignacio de Miranda

21 agosto 1789

Miguel Ignacio de Miranda

3 noviembre1789

Miguel Ignacio de Miranda

3 octubre 1789

Miguel Ignacio de Miranda

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Mercaderes de libros en la ciudad de México

30 junio1790

Miguel Ignacio

Veracruz

1

Veracruz

1

Veracruz

23

Veracruz

9

de Miranda 30 junio 1790

Miguel Ignacio de Miranda

14 marzo 1791

Miguel Ignacio de Miranda

30 julio 1792

Miguel Ignacio de Miranda

Fuentes: AGN, Inquisición vol. 1253, ff. 4-6; vol. 1406, f. 157; vol. 1100, ff. 95, 405, 261; vol. 1333, f. 380; vol. 1181, ff. 147, 153-155, 165-169; vol. 1352, f. 19; vol. 1333, ff. 305, 309; vol. 1183, f. 422; vol. 1210, ff. 224-228; vol. 1191, f. 102; vol. 1312, f. 274; vol. 1285, ff. 42-46; vol. 1107, f. 272; vol. 1118, f. 272; vol. 1231, ff. 323-325, 336; vol. 1211, ff. 280-284; vol. 1348, exp. 15, ff. 52-55; vol. 1310, f. 127; vol. 1223, exp. 12, ff. 159, 160; vol. 1252, ff. 267-269; vol. 1292, ff. 28, 39-40, 41-42; vol. 1159, f. 104; vol. 1124, ff. 325, 374; vol. 1023, ff. 74-77; vol. 1240, ff. 15-17, 18; vol. 1100, f. 257; vol. 1189, ff. 19-23; vol. 1124, f. 373; vol. 1213, f. 145.

En realidad, el año de 1777 fue el más activo en cuanto a número de envíos a la ciudad de México para Tomás Domingo. En total, hay registro de siete peticiones firmadas de su puño y letra para liberar lotes de libros con cinco remitentes diferentes. Esto no quiere decir que fuera el año que introdujo la mayor cantidad de libros, me refiero únicamente a los envíos gestionados ante el Santo Oficio (siete solicitudes y 56 cajones). Evidentemente el cambio de sistema significó una mayor actividad mercantil en comparación con la época de flotas. Los cinco remitentes distintos en un lapso de dos meses sugieren que Acha estaba en proceso de definir a sus nuevos colaboradores. Para 1778, Acha recibió en cinco despachos un total de 99 cajones entre febrero y julio. Los remitentes fueron tres: Francisco

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Manuel Suárez

Torres y Matías Manuel de la Peña en una ocasión y Miguel Jiménez Miranda en tres. Con los dos últimos ya había tenido relación comercial; de la Peña fue quien remitió los lotes de libros durante la última flota mercantil (muy probablemente también durante la penúltima) y Miguel Jiménez de Miranda había figurado en una ocasión durante 1777. Francisco Torres aparece por primera y última vez, ya que nunca más vuelve a ser incluido en los pases de liberación de libros firmados por los Acha. Al parecer, durante el segundo año después de haber expirado el régimen de flotas Tomás Domingo recurrió a gente con la que ya había trabajado antes. El volumen de libros importados también llama la atención, el aumento es mucho mayor que con respecto al año anterior y a las dos últimas flotas. El 26 de febrero de 1778 Tomás Domingo de Acha redactó y firmó dos requerimientos al Santo Oficio para liberar dos lotes pequeños de libros. Francisco de Torres envió dos cajones,32 mientras que Matías Manuel de la Peña sólo uno.33 Quizá los tres cajones llegaron en la misma fragata y las gestiones fueron realizadas por dos personas diferentes, lo cierto es que Acha los recibió el mismo día. Al respecto, Acha informa que “don Francisco de Torres me remite de Veracruz dos cajones de libros, cuyo título es el alma victoriosa en octavo y con el arriero Josef Manuel Muñoz”.34 Ahora bien, la obra contenida en los dos baúles que refiere Tomás Domingo es del jesuita Francisco Xavier Hernández y se titula El Alma victoriosa de la pasión dominante por medio del examen particular de la conciencia, de los ejercicios cotidianos y práctica de las devociones. Fue un libro que tuvo cierto éxito editorial, el Catálogo Colectivo del Patrimonio Bibliográfico Español da cuenta de por lo menos 10 ediciones entre 1759 y 1789. Ahora bien, si en AGN, Inquisición, vol. 1100, f. 95. AGN, Inquisición, vol. 1100, f. 261. 34 AGN, Inquisición, vol.1100, f. 95. 32 33

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Mercaderes de libros en la ciudad de México

febrero de 1778 Tomás Domingo de Acha se encontraba realizando las gestiones necesarias para introducir dos cajones de la obra de Francisco Xavier, lo más probable es que se tratara de la edición de 1777. En efecto, hay tres impresiones de 1777: dos en Madrid, una de Blas Román y la otra de Andrés de Sotos, y una en Valencia que salió de la imprenta de José de Orga.35 Las tres son en octavo y resulta difícil establecer cuál de ellas pudo ser la que despachó José Torres de Veracruz a la ciudad de México. Al margen de conocer cuál de las ediciones era, lo relevante es que para febrero del año siguiente en que el título fue producido en España, ya se encontraba circulando en la ciudad de México, lo que demuestra nuevamente que la dinámica del mercado posibilito la circulación inmediata de las más novedosas obras europeas en la Nueva España; además, esto nos habla del beneficio que trajo para el mercado librario la libertad de comercio. De otra forma El alma victoriosa hubiera tenido que esperar quizá dos o tres años a que la siguiente flota zarpara de Cádiz y circular en la Nueva España. Para 1779, Tomás Domingo recibió únicamente dos lotes de libros de Veracruz; uno enviado por Miguel Jiménez Miranda el 6 de marzo36 y otro por Juan Antonio Ruiz de Alvarado hasta el 28 de septiembre.37 Por el intervalo de medio año que hay entre las dos remisiones es evidente que se trataba de dos cargamentos independientes, sin embargo lo que llama la atención es que el primero de ellos constaba de 49 cajones de libros, mientras que el segundo sólo de uno. De hecho, la cifra más alta de libros que recibió Acha en una sola remesa durante toda su trayectoria como comerciante de libros es precisamente la del 6 de marzo de 1779. Esta diferencia tan marcada entre la cantidad de libros recibidos en lotes consecutivos permite plantear algunas reflexiones en Consultar el Catálogo Colectivo del Patrimonio Bibliográfico Español. Disponible en: . 36 AGN, Inquisición, vol. 1181, fs.165-169 37 AGN, Inquisición, vol. 1352, f. 19. 35

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Manuel Suárez

torno a los mecanismos del comercio de libros en la ciudad de México. Una porción tan grande de ejemplares debió tratarse de un pedido ex profeso que realizó Tomás Domingo en España a través de su red mercantil familiar establecida en Cádiz. En ese sentido, Miguel Jiménez de Miranda fungió como intermediario entre el puerto de Veracruz y la ciudad de México: recibió el cargamento, efectuó los trámites correspondientes y contrató un arriero dispuesto a trasladar una carga de gran volumen a la ciudad de México en tiempos de secas (de hecho consiguió a José Rosete, vecino de Nativitas). En 1780, los envíos de libros para Tomás Domingo suman tres: dos de Miguel Jiménez de Miranda de 45 y 34 cajones respectivamente y uno de Miguel Ignacio Miranda (en conjunto con Andrés Gil de la Torre) de 29, todos ellos desde Veracruz. Este año representa el inicio de una relación mercantil fructífera que duró hasta la muerte del alavés. En efecto, Miguel Ignacio Miranda fue el comerciante que tuvo mayor actividad en los negocios del libro de Tomás Domingo de Acha con un total de 21 envíos; la primera colaboración data del 22 de diciembre de 1780.38 Entre el 22 de diciembre de 1780 y el 31 de marzo de 1784 no existen registros documentales que den cuenta de actividad mercantil atlántica. Ello se debió a que “en 1779 otra guerra entre Inglaterra y la alianza franco-española provocó que la siguiente flota no zarpase de Cádiz para Veracruz y entre 1779 y 1783 los navíos de registro volverán a encargarse del comercio con la Nueva España” (Walker 1979, 275-276). En efecto, es un lapso de tres años y tres meses que coincide con la declaración de guerra de España y Francia a la Gran Bretaña mediante la “Convención secreta de Aranjuez” firmada el 12 de abril de 1779 y la paz de Versalles de 1783 (Roura 2002).39 AGN, Inquisición, vol. 1252, fs. 267-269. Como resultado del ingreso efectivo de España al conflicto entre Inglaterra y sus colonias, la Corona sólo recuperó Florida y Menorca, por lo que no pudo 38 39

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Mercaderes de libros en la ciudad de México

Desde la perspectiva de los intereses de Acha, el tráfico de libros entre España y América no sólo se vio disminuido, sino que ni siquiera existió durante el conflicto bélico. No es sino hasta 1784 cuando Tomás Domingo recibió de nuevo 33 cajones de libros en dos envíos, ambos despachados por Miguel Ignacio Miranda. El primero de ellos fue gestionado en la ciudad de México por Acha el 31 de marzo40 y el segundo el 20 de abril.41 Debido a la cercanía de las fechas, se puede deducir que ambos lotes llegaron al puerto de Veracruz en la misma fragata. La diferencia entre uno y otro despacho pudo deberse a cuestiones logísticas, como por ejemplo la imposibilidad de conseguir un arriero que transportara 33 cajones en una sola recua. El envío de marzo estuvo a cargo de José de Vega con 11 cajones, mientras que el de abril tuvo a Vicente Carrasco como responsable de los 22 restantes. Para 1785, Acha sólo recibió un cajón de libros de Veracruz que contenía “cuatro cuadernos de rezo en pasta y seis tomos de Bonet”. El remitente fue Sebastián Pérez y como he destacado, se trató del único envío que no involucró a Miguel Ignacio Miranda en casi treinta años de actividad mercantil. Al año siguiente, el volumen de libros importados por Acha a la ciudad de México aumentó, aunque no de manera significativa. Miguel Ignacio Miranda remitió 27 cajones, mismos que fueron liberados de la Real Aduana el 12 de mayo de 1786.42 Se puede apreciar un restablecimiento efectivo en la frecuencia de envíos tras la guerra de Independencia de Estados Unidos y la participación quedarse con Gibraltar. Cfr. Luis Roura I. Aulinas, “Expectativas y frustración bajo el reformismo borbónico” en Ricardo García Carel (coord.), Historia de España siglo XVIII: la España de los borbones, Madrid, Cátedra, 2002, 411 pp., pp. 167-222 40 AGN, Inquisición, vol. 1292, ff. 39-40. 41 AGN, Inquisición, vol. 1292, ff. 41-42. 42 AGN, Inquisición, vol. 1285, ff. 42-46.

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francoespañola hasta después de 1787. Las fuentes documentales dan cuenta de un total de 60 cajones en cuatro despachos, todos ellos involucran a Miguel Ignacio Miranda y Andrés Gil de la Torre como los remitentes. Los primeros dos lotes fueron liberados en la Inquisición por Tomás Domingo el mismo día en solicitudes independientes;43 en ellas, Acha se presenta como “vecino y almacenero del comercio de esta ciudad”.44 En este caso, se trata de dos porciones diferentes de 25 cajones cada una, ambas transportadas por el mismo arriero: Sebastián Sánchez. Resulta extraño que los 50 cajones hayan sido divididos en dos partes iguales siendo que fueron manejados por el mismo arriero y que llegaron a la ciudad de México el mismo día. Las peticiones entregadas por Tomás Domingo al Santo Oficio dan cuenta de dos facturas diferentes y esta es quizá la razón por la que tuvo que redactar dos peticiones distintas, a pesar de ser un cargamento que llegó en la misma fragata y transportado en una entrega por sólo un arriero; evidentemente se trataba de dos pedidos diferentes posiblemente para dos libreros distintos. El 17 de julio del mismo año Acha recibió de parte de Miguel Ignacio Miranda otros cuatro cajones y finalmente en diciembre otros seis. La distancias entre las fechas de entrega hacen pensar que el almacén del alavés fue surtido de libros europeos por lo menos en tres ocasiones durante 1787, con un total de 60 cajones. La mayor parte de los ejemplares contenidos en el envío de julio son libros de música, lo que revela la diversidad en cuanto a mercancía libraría que recibía Acha. Durante 1788, Tomás Domingo sólo recibió un despacho desde Veracruz por medio de Miranda, se trató de un lote de 35 cajones de libros.45 De nueva cuenta, para liberar la mercancía de Ambas del 29 de marzo de 1787. AGN, Inquisición, vol. 1191, f. 102 y vol. 1211, ff. 280-284. 44 AGN, Inquisición, vol. 1191, f. 102. 45 AGN, Inquisición, vol., 1210, fs. 224-228. 43

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la Real Aduana, Acha tuvo que entregar dos peticiones diferentes al Santo Oficio a pesar de que se trataba del mismo cargamento. Esto sugiere que probablemente el comerciante adquiría diferentes lotes de libros en España y que le eran enviados en un solo cargamento. Así, al momento de realizar los trámites pertinentes, debía entregar la lista de cada una de las facturas por separado. Como se advierte, para principios de la década de los ochenta del siglo XVIII la red mercantil de Tomás Domingo gozaba de una estabilidad que sólo había tenido bajo el régimen de flotas. Muestra de ello es que luego de un período de tres años de no tener actividad mercantil relacionada con el libro, en el lapso de que va desde 1784 y 1788, Acha recibió de Cádiz 142 cajones de libros; todos ellos remitidos desde Veracruz por Miguel Ignacio Miranda. El ritmo de importaciones de libros bajó considerablemente a partir de 1788, aunque esto no quiere decir que la mercancía dejara de llegar a Veracruz. De hecho, hay evidencia que indica que en 1789 Tomás Domingo recibió tres cargamentos diferentes con un total de 12 cajones: el 21 de agosto con siete,46 el 3 de octubre con tres47 y el 3 de noviembre sólo uno.48 Como era constante desde 1780, todos ellos despachados por Miguel Ignacio Miranda. La cantidad de ejemplares importados es menor en relación con años anteriores, aunque la frecuencia de la recepción de cargamentos siguió en un nivel alto. Dicha situación sugiere que Tomás Domingo tenía constante contacto con el mercado de libros en España, pero no siempre mandaba pedir porciones copiosas de ejemplares. La década de los noventa marcó el ocaso de la actividad mercantil directa con los libros en la ciudad de México de Tomás Domingo de Acha. Entre 1790 y 1792, sólo tengo evidencia documental de cuatro cargamentos recibidos de manos de AGN, Inquisición, vol., 1231, fs. 323-325. AGN, Inquisición, vol., 1107, f. 272. 48 AGN, Inquisición, vol., 1223, exp. 12 fs.159-160. 46 47

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Manuel Suárez

Miranda. En total suman 33 cajones: dos en 1790,49 23 en 179150 y nueve en 1792.51 Como se aprecia, el lote de 1791 es bastante voluminoso y es el último de más de 20 cajones que tramita él personalmente ante la Inquisición. Por su parte, el 30 de julio de 1792 es el último registro que he ubicado en el cual Tomás gestionó un pase por un despacho proveniente de Veracruz. A partir de 1792 inició una etapa de relevo familiar en donde su sobrino Juan José de Acha comenzó a firmar los documentos inquisitoriales. Ahora bien, con base en la gran cantidad de libros que introdujo Tomás Domingo de Acha y sabiendo que no contó con librería, la pregunta es ¿dónde colocó tantos ejemplares? Al respecto, hay un dato que es clave para entender el papel de Acha en el comercio interatlántico de libros. En abril de 1790, el importante impresorlibrero José Fernández de Jáuregui elaboró su testamento ante el notario José Antonio Burillo.52 En el documento se nombra como tercer albacea precisamente a Tomás Domingo de Acha, lo que sugiere una relación entre el almacenero y el librero. El vínculo entre Acha y Jáuregui podría explicar en gran medida el camino que finalmente siguieron la mayoría de los cajones que introdujo a la ciudad de México. De acuerdo con Ana Cecilia Montiel, Tomás Domingo fue amigo de la familia Jáuregui y a decir de Fray Manuel Jáuregui (hermano del librero) el éxito de su librería se debió en gran medida a que tuvo la oportunidad de financiarse a través de los almaceneros Acha y Juan Dosamantes (Montiel 2009, 119-120). Cabe destacar que el inicio de la actividad más intensa en cuanto a la introducción de cajones de libros por parte de Acha AGN, Inquisición, vol., 1231, f. 336 y vol. 1310, f. 127. AGN, Inquisición, vol., 1348, exp. 15 fs. 52-55v. 51 AGN, Inquisición, vol., 1312, f. 274. 52 Testamento de José Fernández de Jáuregui, Archivo General de Notarías, notario 84 José Antonio Burillo, vol. 537, año 1790, ff. 94v-97. 49 50

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Mercaderes de libros en la ciudad de México

coincide plenamente con el inicio del notable crecimiento que tuvo la librería de José Fernández de Jáuregui tras el fallecimiento de su tío José de Jáuregui Barrio, el 6 de febrero de 1778 (Montiel 2012). Otro elemento que confirma la teoría de que buena parte de los libros introducidos por Acha se ofertaron en la librería de Jáuregui es el contenido de ellos. Por ejemplo, mencioné que el envío de julio de 1787 transportaba en su mayoría partituras musicales y ahora sabemos que uno de los lugares en donde se podía comprar todo lo relativo a la música era precisamente en la imprenta de los Jáuregui, al parecer sin competencia de otro establecimiento tipográfico (Montiel 2009, 132). El destino de la totalidad de libros importados por Tomás Domingo resulta imposible de conocer. A la distancia es imposible determinar si colocó esa mercancía únicamente con José Fernández de Jáuregui –como parece indicar la información disponible- o si logró distribuir hacia otras ciudades del virreinato. Los cajones llegados de Veracruz eran depositados en su casa, que fungía como almacén y vivienda y posteriormente eran distribuidos; sin embargo, aún no sabemos a qué ritmo ni a qué libreros.

Impresor, librero e importador de libros: Mariano Zúñiga y Ontiveros La relevancia de Mariano de Zúñiga y Ontiveros en el panorama general del negocio del libro novohispano radica en que fue un comerciante que se involucró tanto en la importación, como en la producción local y heredó una trayectoria empresarial familiar exitosa. Mariano Zúñiga fue un librero que consiguió los medios para eliminar casi por completo algunos intermediarios, ya que surtía su acervo directamente desde las librerías madrileñas y un gran porcentaje del total de libros de manufactura doméstica salían de su taller. Evidentemente, estas ventajas lo posicionaron

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Manuel Suárez

como uno de los comerciantes de libros más exitosos de la capital virreinal. Hasta el momento, su faceta más visible ha sido la de impresor, difícilmente se puede disociar la figura de Mariano Zúñiga con la imprenta en la Nueva España a finales del siglo XVIII. Sin embargo, está claro que su papel en el mundo de la palabra impresa fue mucho más complejo de lo que hasta el momento se ha asentado. El caso de Mariano Zúñiga permite comprender el papel que algunos libreros tuvieron en el comercio atlántico de libros al querer eliminar intermediarios y surtir sus estantes con mercancía comprada en Europa a través de un agente, en este caso Gabriel de Sancha, en Madrid. Esta situación no fue exclusiva de Zúñiga, hay evidencia que revela a Sancha negociando con Francisco de Sales Quintero (Montiel 2009, 149), José Ayarzagoitia53 y Manuel Antonio Valdés. Sin embargo, en las páginas siguientes estudiaré únicamente el caso de Zúñiga, lo que permitirá comprender de qué forma algunos impresores y libreros lograron eliminar la necesidad de recurrir a intermediarios como Tomás Domingo de Acha. La imprenta de los hermanos Cristóbal y Felipe de Zúñiga Ontiveros fue inaugurada en 1762 (Suárez Rivera 2013), sin embargo la oficina no contó con librería sino hasta 1768, cuando se abrió una “tienda de devocionarios” en compañía con Manuel Antonio Valdés. Esta tienda fue el antecedente de la librería de Mariano Zúñiga. El negocio funcionó tan bien, que en 1785 Felipe decidió heredarlo en vida a su hijo Mariano: “esta librería en el pie de 6 mil pesos se la cedí a mi hijo D. Mariano Jph en cuenta de su legítima para que la comercie de su cuenta desde junio de 1785.”54 El inicio de la administración de Mariano Zúñiga significó una nueva etapa en donde la librería surtiría su mercancía con 53 54

AGN, Inquisición, vol. 1419, exp. 5 ff. 259-260. “Notas sobre el establecimiento de una imprenta…”, documento citado.

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Mercaderes de libros en la ciudad de México

libros importados desde Madrid y con producción editorial de Puebla y la ciudad de México. Esta situación es confirmada por los documentos inquisitoriales, en donde a partir de 1788, Mariano Zúñiga aparece firmando las liberaciones de los lotes de libros que mandaba traer desde Madrid a través de Gabriel de Sancha. En efecto, el documento más antiguo que revela a Zúñiga como importador de libros de la ciudad de México data de febrero de 1788, donde pedía autorización para liberar un lote mediano de nueve cajones enviados desde Madrid.55 En total, en ese mismo año tengo registradas otras dos peticiones, que en conjunto suman 18 cajones. El período que va de junio de 1785 a febrero de 1788 comprende el tiempo en que Mariano heredó la librería y recibió el primer lote de libros proveniente de Madrid del que tenemos certeza documental.56 Sin embargo, también sabemos que durante esos tres años la librería ya funcionaba y gozaba de los beneficios publicitarios de anunciarse en un medio de difusión como lo fue la Gazeta de México de Manuel Antonio Valdés. En efecto, en el ejemplar número 40, correspondiente al 21 de junio de 1785 se puede leer: En la casa de la oficina de este impreso se ha abierto un almacén de libros nuevamente venidos de la Europa con un escogido surtimiento y copia de rezo que comprendían 75 cajones; y se vende por mayor y menor57

Es muy significativo que Felipe Zúñiga haya heredado a su hijo Mariano la librería en junio de 1785 y el 21 del mismo mes ya se anunciara la apertura del negocio con 75 cajones venidos de Europa. Hasta el momento no he podido encontrar referencia AGN, Inquisición, vol. 1107, ff. 372-375. El pase de libros más antiguo tramitado por Mariano Zúñiga data de febrero de 1788. Ver: AGN, Inquisición, vol. 1107, ff. 372-375. 57 Gazeta de México, núm. 40, miércoles 21 de junio de 1785, p. 328. 55 56

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Manuel Suárez

documental que revele quién le mandó a Mariano un lote de libros tan importante. Probablemente se trató de una compra que hizo la familia Zúñiga a Gabriel de Sancha meses antes de la apertura del almacén, ya que el anuncio revela que son “nuevamente venidos de la Europa”. Con todo, es claro que el negocio de los Zúñiga diversificó su oferta con libros importados y pudo posicionarse no sólo como una imprenta con “Tienda de devocionarios”, sino ya como una librería bien surtida a partir de junio de 1785, gracias a los 75 cajones de libros. Asimismo, el aviso de la gaceta sugiere otro dato interesante: Mariano pretendía que los consumidores potenciales de su “almacén de libros” fueran no sólo los compradores ocasionales que visitaban su tienda, sino también otros centros libreros; así lo indica la frase “se vende al por mayor y menor”. Esta situación debe ser analizada con detenimiento, ya que la distribución comercial de la Gazeta de México alcanzaba el interior del reino. Es decir, los Zúñiga aprovecharon su posición de productores de la única publicación periódica del momento y se anunciaron como distribuidores de libros no sólo para negocios de la ciudad de México, sino de cualquier provincia novohispana. La publicidad que dio la gaceta de Valdés a la librería de Mariano pudo contribuir a su éxito económico (Suárez Rivera 2014b). Al realizar una búsqueda minuciosa de los pases para liberar libros de la Real Aduana en los volúmenes de la Inquisición, he localizado 51 peticiones diferentes tramitadas para la librería de Mariano Zúñiga entre los años 1788 y 1818. El volumen de libros involucrado en dichos pedimentos asciende a 437 cajones provenientes de Madrid, Cádiz y Puebla. Es importante destacar que dicha cantidad se refiere a los cajones de libros que he ubicado en el AGN y que fueron tramitados en el Santo Oficio, por lo que se debe considerar que probablemente la cifra total debió ser

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Mercaderes de libros en la ciudad de México

mayor (Gómez 2008, 627-638).58 Las solicitudes estaban firmadas por dos personas diferentes: Mariano José de Zúñiga y Ontiveros en 20 ocasiones y Francisco Sedano con 31 rúbricas. Desde esta perspectiva, la mayor actividad burocrática la tuvo Sedano, lo que resulta lógico ya que era el cajero de la librería.59 Sin embargo, si comparamos el volumen de mercancía tramitada por el dueño y por el cajero, advertimos que fue Mariano quien gestionó la mayor parte de los libros para su negocio, ya que Zúñiga liberó un total de 229 cajones y Sedano 208. Al margen del número de cajones, lo que más llama la atención es que las peticiones que tramitó Zúñiga son en su mayoría las que contienen los libros provenientes de Madrid, mientras que Sedano se ocupaba de la mercancía que llegaba de Puebla; son dos enlaces diferentes con ediciones de distinto tipo. Es decir, se percibe una clara división del trabajo en donde el dueño se encargó de las importaciones y el cajero atendió los envíos menos voluminosos que llegaban del interior del reino.

El tamaño de un cajón de libros variaba, aunque al parecer predominaba el denominado de “medio porte”. Según estimaciones de Cristina Gómez a cada cajón de medio porte le cabían un aproximado de 108 volúmenes. 59 De acuerdo con el Diccionario de la lengua castellana, en que se explica el verdadero sentido de las voces, su naturaleza y calidad, con las phrases o modos de hablar, los proverbios o refranes y otras cosas convenientes al uso de la lengua, Madrid: imprenta de Francisco del Hierro,1729, el cajero es “en la tesorería y casas de hombres de negocios […] la persona que está destinada para hacerse cargo del dinero que entra en ellas y pagar lo que se le manda”. Cf. Diccionario de autoridades, Madrid: Gredos, 1990, p. 243 del tomo II. 58

171

Manuel Suárez

Cuadro 2 Cajones introducidos a la ciudad de México por Mariano Zúñiga Ontiveros 1777-1792 Fecha

Firma

7 feb. 1788 1788

Mariano Zúñiga Mariano Zúñiga 22 dic. Mariano 1788 Zúñiga 5 mzo. Mariano 1790 Zúñiga 30 sept. Mariano 1790 Zúñiga 26 feb. Mariano 1791 Zúñiga 1791 Mariano Zúñiga 1791 Mariano Zúñiga 1792 Francisco Sedano 1793 Mariano Zúñiga 1793 Sin firma 1794 1794

Francisco Sedano Mariano Zúñiga

Remite

Procedencia

Gabriel de Sancha Gabriel de Sancha Gabriel de Sancha Gabriel de Sancha Gabriel de Sancha Gabriel de Sancha Gabriel de Sancha Gabriel de Sancha Sin remitente Gabriel de Sancha Gabriel de Sancha Sin remitente Manuel García Herreros

172

Número de cajones

Madrid

9

Madrid

3

Madrid

6

Madrid

23

Madrid

20

Madrid

22

Madrid

4

Madrid

18

Puebla

5

Madrid

18

Madrid

Sin datos

Puebla

5

Veracruz

6

Mercaderes de libros en la ciudad de México

1794 1795 1795 1796 1796 1796 1799 1799 1799 1800 1802 1802 1803 1803 1804 1805

Mariano Zúñiga Francisco Sedano Francisco Sedano Francisco Sedano Francisco Sedano Francisco Sedano Francisco Sedano Francisco Sedano Mariano Zúñiga Francisco Sedano Francisco Sedano Francisco Sedano Francisco Sedano Francisco Sedano Francisco Sedano Francisco Sedano

Gabriel de Sancha Sin remitente Gabriel de Sancha Sin remitente Gabriel de Sancha Sin remitente Sin remitente Sin remitente Sin remitente Sin remitente Sin remitente Sin remitente Sin remitente Sin remitente José Ayarzagoitia Sin remitente

173

Madrid

26

Veracruz

8

Madrid

13

Cádiz

7

Madrid

16

Puebla

4

Puebla

1

Puebla

1

Veracruz

29

Puebla

3

Veracruz

12

Veracruz

36

Veracruz

16

Veracruz

17

Madrid

36

Puebla

2

Manuel Suárez

1805 1805 1808 1808 1808 1811 1811 1811

Francisco Sedano Francisco Sedano Francisco Sedano Francisco Sedano Mariano Zúñiga Mariano Zúñiga Mariano Zúñiga Mariano Zúñiga

Sin remitente Sin remitente Sin remitente Sin remitente Sin remitente Sin remitente Sin remitente Sin remitente

Puebla

1

Puebla

2

Puebla

1

Puebla

1

Puebla

1

Puebla

1

Veracruz

10

Veracruz

17

Fuentes: AGN, Indiferente Virreinal, caja 3967, exp. 49; Inquisición, vol. 1109, ff. 441-443; vol. 1107, ff. 372-375; vol. 1268, ff. 179-181; vol. 1314, ff. 2-5; vol. 1348, ff. 11-16; vol. 1314, ff. 13 y 24; vol. 1382, ff. 83 y 85; vol. 1348, ff. 7-8; vol. 1264, ff. 261-265, 391-393, 375-380, 359, 361; vol. 1382, ff. 106-107 y 116; vol. 1281, ff. 87-92, 106; vol. 1390, f. 368; vol. 1314, ff. 1-6; vol. 1357, f. 19; vol. 1354, ff. 97 y 90; vol. 1401, f. 422; vol. 1411, ff. 139-141, 223-226; vol. 1419, ff. 146, 372-373; vol. 1423, ff. 14-16; vol. 1429, ff. 28, 113, 170; vol. 1440, ff. 119, 257, 284; vol. 1453, ff. 109, 110, 124, 179; vol. 1458, f. 182.

La estrategia comercial inicial de la librería de Mariano Zúñiga es clara: compra directa de libros desde Madrid, eliminación de intermediarios, fuerte inyección de capital en los primeros seis años, publicidad a través de la Gazeta de México, amplia gama de títulos y venta al mayoreo y menudeo. El volumen de impresos

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Mercaderes de libros en la ciudad de México

importados en esta primera etapa confirma el plan que ideó Mariano para posicionar rápidamente su negocio en el mercado del libro novohispano: entre 1785 y 1791 adquirió, por lo menos, 180 cajones provenientes de Madrid, más de una cuarta parte de los que recibiría en 30 años y tan sólo dos años (1790-1791) recibió 87 cajones de libros. Es importante destacar que en esta primera etapa, las fuentes documentales evidencian a Gabriel de Sancha como su único proveedor de libros. A partir de 1792 la librería de la calle del Espíritu Santo entró en una nueva etapa debido a que la presencia de libros enviados por Gabriel Sancha parece disminuir y es en realidad el primer año en el que Mariano asumió el control del negocio, debido al fallecimiento de su padre. En efecto, en las series documentales se aprecia una leve disminución en la frecuencia del arribo de lotes importantes (más de 20 cajones de libros). Otra característica de este periodo es la incorporación de Pedro de la Rosa, impresor poblano, entre los proveedores de la librería de la calle del Espíritu Santo, así como la aparición de Francisco Sedano, quien a partir de 1792 se presenta como “cajero de la librería de Mariano Zúñiga y Ontiveros”. Esto sugiere un crecimiento de la librería y la necesidad de contar con un empleado de confianza que tuviera alguna experiencia en el medio de la palabra impresa. De esta forma, a partir de 1792, es Sedano quien aparece con mayor frecuencia en los documentos en torno a la librería como gestor de liberación de libros ante la Inquisición. La segunda etapa inicia en 1792 y presenta una actividad intensa en cuanto a peticiones de liberación de libros en el Santo Oficio (15), aunque en realidad el volumen total de cajones registrados es menor que en los primeros años con tan sólo 142. Entre 1796 y 1802 sólo se localiza una petición para liberar mercancía llegada de Cádiz, esto demuestra que existió un lapso de seis años en los cuales el acervo de la librería no recibió libros europeos. El vacío fue ocasionado por el conflicto

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entre España y Gran Bretaña en el que se afectó seriamente la navegación entre Cádiz y América. El punto más alto llegó con la declaración de guerra por parte de España y Francia a Gran Bretaña mediante el tratado de San Ildefonso el 18 de agosto de 1796. Así, debido a guerras europeas entre 1796 y 1802, la librería de Zúñiga disminuyó significativamente el ritmo de adquisiciones bibliográficas por primera vez en 11 años. Sedano confirma dicha situación en una petición de 1802, declara que “me vienen de Veracruz 36 piezas que son 35 cajones y 1 fardo que contienen libros y romances puestos en Madrid en los años 1796, 97 y 1800 detenidos en Cádiz por la guerra”.60 Es decir, en 1802 llegó un despacho de libros para la librería de Zúñiga que habían sido adquiridos desde 1796, sin embargo no pudo cruzar el Atlántico debido a conflictos bélicos. Por ello, advierto el final de esta segunda etapa de consolidación y el inicio de otra en 1802, cuando la Paz de Amiens entre Gran Bretaña y Francia y sus aliados liberan los envíos de libros y demás mercancías a América. De acuerdo con la evidencia documental, durante este lapso de seis años (1796-1802), el acervo de Zúñiga sólo recibió una vez un lote de 29 libros europeos y nueve cajones de Puebla, todos ellos con mercancía de Pedro de la Rosa, quien poseía desde el 16 de julio de 1783 el privilegio “para imprimir en todo este reino de Nueva España el catecismo de la doctrina cristiana y todo lo perteneciente a su explicación; como asimismo los libros y oraciones de los estudios menores”.61 Al respecto, las peticiones arrojan información interesante en torno al ejercicio de los privilegios de impresión. Ciertamente, a partir de 1792, Zúñiga comenzó a recibir mercancía producida por AGN, Inquisición, V. 1411, f. 223. Santiago de Zamora, Explicación de la sintaxis, Puebla, impreso por Pedro de la Rosa, 1785, citado en José Toribio Medina, La imprenta en la Puebla de los Ángeles, México: UNAM, 1991, p. XXXIX. 60 61

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Pedro de la Rosa, pero también enviaba sus almanaques a la Angelópolis. En varias ocasiones, Sedano tramitó los permisos para sacar de la aduana los “catones, catecismos, cartillas y relaciones” poblanos, pero también intentaba recuperar fardos con “calendarios de 18º invendidos”.62 Esto quiere decir que existió un intercambio de mercancía con privilegio entre impresores: debido a que Zúñiga no podía imprimir cartillas y catecismos, colocaba en su librería los de Rosa, mientras que el impresor poblano estaba impedido para producir almanaques, por lo que comercializaba los de Ontiveros; una relación comercial de beneficio mutuo. Por otro lado, la Inquisición novohispana cesó sus funciones por decreto de las Cortes el 8 de junio de 1813, restituyéndose hasta el 4 de enero de 1815 para quedar bajo el concepto de “absoluta extinción” a partir del 14 de junio de 1820 (Medina 2010, 487-537). Dicha situación necesariamente se reflejó en la serie de datos sobre los libros que entraron a la tienda de Zúñiga, por lo que algunos años quedaron completamente ocultos. En ese sentido, la decadencia y eventual desaparición de la Inquisición afectó seriamente el control de pases de salida de libros que llegaron a la aduana de la ciudad de México y con ello la serie estadística que utilicé para analizar el ritmo de abasto para la librería llegó a su fin.

Consideraciones finales De acuerdo con la información que he presentado en este texto, es posible diferenciar dos modelos de comerciantes de libros en la ciudad de México. A pesar de que las redes mercantiles que posibilitaron la introducción del libro a la Nueva España son 62

AGN, Inquisición, v. 1401, f. 422.

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muy complejas e involucraron a una gran cantidad de personajes en ambos lados del Atlántico, es claro que la participación de ellos se puede dividir en aquellos que sí contaban con librería o algún punto de venta (libreros-comerciantes) y entre aquellos que financiaron y facilitaron la introducción de libros a quienes no contaban con las relaciones mercantiles o el dinero para soportar un abasto directo desde España (intermediarios). Los casos de Tomás Domingo de Acha y Mariano Zúñiga Ontiveros pueden servir para comprender mejor la distribución de aquellos quienes, en mayor o menor escala, utilizaron al libro como mercancía y medio para obtener una ganancia. Acha no tenía librería, por lo que simplemente fungió como intermediario entre los que no podían financiar una importación o no formaban parte de la red mercantil interatlántica. Como se vio, una posible vía de introducción de libros fue a través de su amigo José Fernández de Jáuregui, con quien estableció una relación personal y comercial fructífera que permitió a la librería de la familia Jáuregui posicionarse como una de las mejores surtidas de la Nueva España. Por su parte, Mariano Zúñiga no era miembro del Consulado y nunca se caracterizó por ser un mercader de la Carrera de Indias, sin embargo estableció una relación comercial con Gabriel de Sancha. Zúñiga contaba con el capital suficiente para eliminar intermediarios y mejorar la librería que heredó de su padre. De hecho, pasó de ser una tienda de devocionarios a una librería bien surtida con despachos traídos desde Madrid con una regularidad muy estable. A partir de estos dos casos, puedo sugerir que la participación en el comercio atlántico de libros se dio bajo estas dos modalidades: intermediarios y libreros-comerciantes. Evidentemente el volumen de mercancía suministrada por Acha y Zúñiga a la ciudad de México sobresale del promedio, sin embargo el modelo funciona incluso para aquellos comerciantes ocasionales del libro, como

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Antonio Bassoco, quien al parecer fungió como intermediario de algún librero que se interesó en ofertar dos títulos de autores franceses o Gaspar Martín Vicario, de cuya actividad se infiere su papel de intercesor ante algún librero que pretendía contar con mercancía novedosa proveniente de España. El caso de los libreros que tuvieron la oportunidad de eliminar intermediarios debe ser estudiada con mayor detalle, ya que por el momento sólo cuento con algunas referencias que me permiten establecer su trato directo con agentes madrileños. Por ejemplo, el mismo José Fernández de Jáuregui no sólo recurrió a Tomás Domingo de Acha, sino que estableció relaciones comerciales directas con España (Montiel 2012, 854). Es decir, existió una relación dinámica entre los mercaderes de libros, debido a que siempre buscaron el mayor beneficio para sus negocios y el mejor margen de utilidad. Al parecer, los casos de libreros-comerciantes que tuvieron la oportunidad de eliminar intermediarios son muy escasos. Sabemos que en la ciudad de México existieron por lo menos 45 librerías, de las cuales 39 son nuevas en relación con los que ya existían antes de la segunda mitad del siglo XVIII (Moreno 2009, 129). Es decir, se registró un incremento significativo en el número tanto de librerías, como de personas dedicadas a su comercialización directa al público. Desafortunadamente aún estamos lejos de saber cuáles fueron los mecanismos por los cuales se abastecieron dichos establecimientos. ¿Cuántas de esos negocios utilizaron intermediarios? ¿Cuántos pudieron establecer una línea de abasto directo con España? Estas preguntas deberán ser objeto de estudio de otros trabajos. En lo que respecta a esta investigación, mi objetivo es llamar la atención hacia dos modelos de comerciantes claramente diferenciados que desde sus especificidades contribuyeron –en gran escala– a la circulación de libros entre España y la Nueva España.

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