Menudencias de imprenta. Producción y circulación de la literatura popular (Valencia, siglo XVIII), Valencia, Alfons el Magnànim, 2015

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MENUDENCIAS DE IMPRENTA

ESTUDIS UNIVERSITARIS 138

JUAN GOMIS COLOMA

MENUDENCIAS DE IMPRENTA PRODUCCIÓN Y CIRCULACIÓN DE LA LITERATURA POPULAR (VALENCIA, SIGLO XVIII)

2015

Este libro se ha realizado en el marco de los proyectos de investigación HAR2011-26129 y HAR2014-53802-P, financiados por el Ministerio de Economía y Competitividad.

© Juan Gomis Coloma, 2015 Imagen de cubierta: Ciegos (aveugles) à la porte de la Seu (cathédrale) de Valence, Charles Davillier y Gustave Doré, Voyage en Espagne, 1862. Diseño: Juan Nava © De la presente edición: Institució Alfons el Magnànim Diputació de València, 2015 Director: Vicent Ribes Director del Aula de Historia: Antonio Mestre I.S.B.N.: 978-84-7822-655-9 Depósito legal: V-1549-2015 Impresión:

ÍNDICE

AGRADECIMIENTOS 9 INTRODUCCIÓN 11 I. LA LITERATURA DE CORDEL, UN GÉNERO EDITORIAL 29 1. Materialidad de los impresos 39 2. Contenidos: géneros literarios y temas 55 3. Producción y difusión 100 II. UN EMPORIO DEL GÉNERO DE CORDEL: VALENCIA EN EL S. XVIII 147 1. La literatura de cordel en el contexto ilustrado 147 2. Imprenta y librería en la Valencia del XVIII 162 3. Agustín Laborda y sus menudencias de imprenta 178 III. CIEGOS, LIBREROS Y PAPELES 275 1. La cofradía de la Vera Creu de Valencia 275 2. Ciegos vs. libreros e impresores: primer asalto. 288 3. “Todos nuestros caudales consisten en papeles”: el duelo de la hermandad con Laborda y Granja 318 4. “Huir el cuerpo al trabajo”: a la caza de falsos pobres y estropeados 343 5. La reinvención del monopolio 362 6. La orden de 1774: ¿un intento político de control sobre la difusión de papeles? 380

IV. LA LITERATURA DE CORDEL Y SUS PÚBLICOS: ALGUNOS INDICIOS 399 1. Menudencias para un público lector en expansión 399 2. Género heterogéneo, públicos dispares 413 3. ¿Impresores cultos, impresores populares? 439 4. Los usos de la literatura de cordel 450 IMÁGENES 491 FUENTES Y BIBLIOGRAFÍA

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INTRODUCCIÓN*

Se acaban de cumplir los 45 años desde la publicación del Ensayo sobre la Literatura de Cordel de Julio Caro Baroja.1 Uno de los méritos de esta obra pionera, que acuñó el término “literatura de cordel”, fue otorgar la categoría de objeto de estudio a un conjunto de humildes impresos que, hasta entonces, sólo habían merecido el olvido o el desprecio de los investigadores, procedieran estos de la filología, de la historia o del folclore. Exceptuando el interés que ciertos pliegos sueltos, excepcionales por su rareza y antigüedad (de finales del XV o del XVI), despertaban entre los bibliófilos, la masa impresa constituida por romances de ciego, relaciones de comedias, historias, almanaques, estampas o relaciones de sucesos permanecía ignorada en los fondos de archivos y bibliotecas. Caro Baroja reconocía en el Ensayo que había heredado la atracción hacia los pliegos de cordel de su tío, Pío Baroja. Este dedicó al tema algunos artículos y llegó a conformar una importante colección de impresos, que sería utilizada por Caro para elaborar su estudio. Otros escritores de la generación del 98 compartieron con Pío Baroja su aprecio por la literatura de cordel: Valle-Inclán tomó de los romances abundante materia prima para su esperpento, y Unamuno les dedicó elogiosas palabras en su novela Paz en la guerra: * Este libro se ha realizado en el marco de los proyectos de investigación HAR201126129 y HAR2014-53802-P, financiados por el Ministerio de Economía y Competitividad. 1   Julio Caro Baroja, Ensayo sobre la literatura de cordel, Madrid, Revista de Occidente, 1969 (en adelante citaré la obra según la edición de Istmo, Madrid, 1990).

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Aquellos pliegos encerraban la flor de la fantasía popular y de la historia; los había de historia sagrada, de cuentos orientales, de epopeyas medievales del ciclo carolingio, de libros de caballerías, de las más celebradas ficciones de la literatura europea, de la crema de la leyenda patria, de hazañas de bandidos, y de la guerra civil de los siete años. Eran el sedimento poético de los siglos, que después de haber nutrido los cantos y relatos que han consolado de la vida a tantas generaciones, rodando de boca en oído y de oído en boca, contados al amor de la lumbre, viven, por ministerio de los ciegos callejeros, en la fantasía, siempre verde, del pueblo.2

La sensibilidad demostrada hacia la literatura de cordel por estos y otros autores del cambio de siglo rompió con una postura común de desdén manifestada por la crítica erudita durante el XIX. La exaltación de lo “popular” por parte del movimiento romántico, que interpretó las manifestaciones del “auténtico pueblo” como las esencias de la nación, dio lugar en España a la sistemática recopilación y estudio del romancero tradicional, de origen medieval. Sin embargo, estos mismos estudiosos despreciaron los romances y demás pliegos sueltos publicados desde finales del siglo XVI, caracterizándolos como los “vestigios de una civilización degradada”, producidos no ya por el “antiguo pueblo ignorante” sino por el “nuevo vulgo humillado y envilecido”.3 Buen ejemplo de este desprecio es la opinión que le merecía el romancero vulgar a Agustín Durán, el principal compilador de romances del siglo XIX, que veía en él un “cenagal de corrupción, de falsa ciencia y de fe extraviada”. Esta opinión gozó de fortuna en estudios posteriores e incluso tiene resonancia aún hoy. Frente a ella, recogiendo la nueva inclinación mostrada por la generación del 98 para “sentir por lo popular sensaciones distintas, de cierta solidaridad o simpatía por lo menos”, Caro   Miguel de Unamuno, Paz en la guerra, en Obras Completas, Madrid, Turner, 1995, vol. I, p. 26. 2

  Agustín Durán, Romancero General, o colección de romances castellanos anteriores al siglo XVIII, Madrid, Rivadeneyra, 1851, t. I, p. XXXII. 3

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Baroja se propuso redescubrir las composiciones difundidas en pliegos de cordel, entendidas como “expresión perfecta del gusto popular”.4 Otra importante contribución del Ensayo fue ofrecer una imagen de conjunto de la literatura de cordel, acogiendo en su seno diversidad de géneros y materiales unidos por un formato similar y por su venta ambulante. Romances, piezas teatrales, composiciones en prosa, cartelones y aleluyas recibieron en la obra de Caro Baroja un tratamiento unitario y sistemático, donde la consideración del conjunto como “género de cordel” servía para cohesionarlo. La óptica del estudio no se centraba en el verso o la prosa, en unos u otros temas o en determinada época, sino en la fórmula editorial forjada con el paso de los siglos para ofrecer a bajo precio innumerable cantidad de materiales impresos. De este modo, Caro Baroja no sólo rescataba del olvido la literatura de cordel como objeto de estudio: también le otorgaba una coherencia que ha orientado las investigaciones posteriores sobre el tema. El antropólogo se adelantó así, según veremos, a la actual noción de género editorial, que ha sido precisamente aplicada por Jean-François Botrel a los dispares pliegos de cordel. Desde la publicación del Ensayo, el campo de estudio de la literatura de cordel se ha ampliado considerablemente, multiplicándose las investigaciones al respecto. Buena muestra de su actual vitalidad son tanto la celebración del 1er Coloquio Internacional sobre la Literatura de Cordel (1999) como las numerosas tesis doctorales dedicadas al tema en los últimos años.5 4

  J. Caro Baroja, Ensayo..., pp. 28 y 20.

  Los trabajos presentados en el coloquio fueron publicados en Luis Díaz G. Viana (coord.), Palabras para el pueblo. Vol. I. Aproximación general a la Literatura de Cordel, Madrid, CSIC, 2000. Entre las tesis dedicadas al género de cordel en los últimos años, cabe citar: María Ángeles García Collado, “Los libros de cordel en el siglo ilustrado. Un capítulo para la historia literaria de la España Moderna”, Universidad del País Vasco, 1997; Nieves Pena Sueiro, “Repertorio de relaciones de sucesos españolas en prosa impresas en pliegos sueltos en la Biblioteca General Universi5

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Podemos diferenciar tres grandes líneas de trabajo en los estudios dedicados a los pliegos sueltos. En primer lugar, se ha desarrollado un sistemático proceso de búsqueda, catalogación y crítica de ejemplares dispersos por bibliotecas, archivos y colecciones privadas. En esta labor merece ser destacado el inmenso trabajo de Antonio Rodríguez-Moñino, precursor de muchos estudios posteriores y cuya principal aportación en el campo de la literatura de cordel fue su Diccionario bibliográfico de pliegos sueltos poéticos (siglo XVI).6 Siguiendo su estela, numerosos investigadores han rastreado las huellas de los pliegos de cordel, tratando de reconstruir al menos en parte un panorama editorial que permanecerá siempre incompleto, dado el carácter efímero de los impresos, de inmediato consumo y fácil deterioro. Como indicó el propio Rodríguez-Moñino: por desgracia, en su propia entraña de popularidad llevaban el germen de la destrucción: doblados en varios cruces para mejor caber en la faldriquera, la rotura era normal; el manoseo, que acaba por desgastar las esquinas de recio papel, es herida de muerte para las pocas hojillas. (…). El tiempo las ha hecho muy escasas y son poquísimos ejemplares los que subsisten de los muchos millones que debieron de estamparse.7

taria de Coimbra (siglos XV-XVIII)”, Universidad de A Coruña, 2000; María del Mar Fernández Vega, “La poesía de los pliegos sueltos catalanes (siglos XV y XVI). Diccionario y apuntes para un estudio sociológico”, Universidad Complutense de Madrid, 2004; Eva Belén Carro Carbajal, “Los pliegos sueltos poéticos religiosos del siglo XVI: edición y estudio”, Universidad de Salamanca, 2005; María Sánchez Pérez, “Las relaciones de sucesos en pliegos sueltos poéticos del siglo XVI. Estudio cultural y literario”, Universidad de Salamanca, 2006; Claudia Verónica Carranza Vera, “Lo maravilloso y lo fantástico en la literatura de cordel del siglo XVIII español: estética, ideología y sociología de un género”, Universidad de Alcalá, 2008.   Antonio Rodríguez-Moñino, Diccionario bibliográfico de pliegos sueltos poéticos (siglo XVI), Madrid, Castalia, 1970 (en adelante citaré este trabajo por la nueva edición, corregida y ampliada, a cargo de Arthur L.-F. Askins y Víctor Infantes, Nuevo diccionario bibliográfico de pliegos sueltos poéticos (siglo XVI), Madrid, Castalia, 1997). 6

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  A. Rodríguez-Moñino, Nuevo diccionario bibliográfico..., pp. 16-17.

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De ahí que, en buena medida, los pliegos sueltos conservados procedan de colecciones particulares formadas por individuos cuya afición bibliófila les llevó a adquirir y encuadernar varios ejemplares, lo que explica su actual dispersión por bibliotecas de toda Europa. Los repertorios de pliegos sueltos que se han elaborado hasta la fecha han sacado a la luz y catalogado centenares de títulos que cubren un período de cinco siglos, contribuyendo así a conformar un mapa de la producción impresa de literatura de cordel indispensable para acometer su estudio.8 Junto a la necesaria catalogación, los varios proyectos que hoy en día se encaminan a difundir la reproducción de ejemplares en facsímil, representan un paso más en el proceso de conocimiento y acceso a los pliegos sueltos. Las ediciones digitales emprendidas por el equipo de investigación que dirige Sagrario López Poza en la Universidad de La Coruña, o por investigadores independientes como Santiago Cortés Hernández, ponen al alcance del estudioso catálogos en línea con numerosas reproducciones de pliegos de cordel.9 Este es, asimismo, el objetivo del ambicioso proyecto que Alison Sinclair dirige desde la Universidad de Cambridge.10 En segundo lugar, a partir de la recuperación y localización de ejemplares, otro importante grupo de investigaciones ha desarrollado, desde múltiples perspectivas, el análisis de los contenidos difundidos por los pliegos sueltos. Para ello, se han elaborado diversas clasificaciones temáticas dirigidas a ordenar la disparidad de textos, ateniéndose a determinada época, género literario o material impreso. La organización de las composiciones permite   Remito a la bibliografía final para dar cuenta de los repertorios bibliográficos de literatura de cordel, cuyo número excede el espacio que permite una nota a pie de página. 8

  Sagrario López Poza, “Grupo de investigación sobre relaciones de sucesos (siglos XV-XVIII) en la Península Ibérica”, http://rosalia.dc.fi.udc.es/relaciones/ (acceso el 10-5-2013); Santiago Cortés Hernández, “Literatura de cordel y teatro en España (1675-1825)”, http://www.pliegos.culturaspopulares.org/ (acceso el 10-5-2013). 9

  Spanish Chapbooks in the Cambridge Digital Library, http://cudl.lib.cam.ac.uk/ collections/ spanishchapbooks#553 (acceso el 15-11-2014) 10

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extraer conclusiones sobre sus temas y personajes, sobre la estructura literaria adecuada a cada asunto, sobre las filiaciones textuales existentes entre los pliegos de cordel y otros soportes. Los estudios se centran en la cuestión literaria, como el importante trabajo de Joaquín Marco sobre los pliegos sueltos de los siglos XVIII y XIX, o establecen conexiones de tipo sociológico con el contexto histórico en el que vieron la luz los ejemplares estudiados. El indispensable libro de Mª Cruz García de Enterría, Sociedad y poesía de cordel en el Barroco, desarrolló este enfoque, que por otra parte fue también el escogido por Julio Caro Baroja en su estudio pionero.11 Con uno u otro tratamiento, este tipo de trabajos constituye el grueso de las investigaciones sobre la literatura de cordel, como tendremos ocasión de comprobar en las páginas que siguen. Por el contrario, la tercera línea de estudio que diferencio no cuenta, ni mucho menos, con tantos cultivadores. Si la primera centra su atención en la recuperación de ejemplares y la segunda en los textos de que son portadores, un tercer tipo de investigaciones tratan de reconstruir las prácticas culturales que dieron vida a los impresos que hoy albergan las bibliotecas, desde los mecanismos de creación y producción de los pliegos sueltos hasta su venta y consumo por parte de sus públicos. Se trataría de comprender los textos no sólo en función de su análisis, sino también a partir de los procesos en los que tales textos se encarnaron: desde los desvelos creativos de su autor al ruido de las prensas que estampan el pliego, desde el voceo del ciego

  Joaquín Marco, Literatura popular en España en los siglos XVIII y XIX. (Una aproximación a los pliegos de cordel), Madrid, Taurus, 1977; Mª Cruz García de Enterría, Sociedad y poesía de cordel en el Barroco, Madrid, Taurus, 1973. Caro Baroja dejó clara la orientación de su estudio desde el mismo prólogo: “he estimado cosa importante, primordial, ilustrar el trabajo con algunas consideraciones de tipo sociológico e histórico, respecto a los autores de romances y relatos, los temas y el público, eludiendo, en cambio, el estudio de rarezas bibliográficas y curiosidades por el estilo” (Ensayo..., p. 32). 11

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vendedor del impreso a la lectura en alta voz que lo da a conocer en los corrillos. Esta perspectiva bebe de los progresos que viene desarrollando en los últimos años la historia de la cultura escrita, un ámbito de investigación especialmente dinámico dentro del marco general de la historia cultural. Heredera de la historia de la lectura y de la paleografía, el objetivo de la historia de la cultura escrita sería el conocimiento de las funciones, prácticas y usos del escrito en una sociedad, abarcando todos los aspectos relacionados con la escritura y la lectura12. Se sitúa así, como ha señalado Gimeno Blay, en una encrucijada “que une a una sociedad determinada con los textos, de cualquier naturaleza que sean, que ella produce, usa y conserva en su diario existir. Se trataría, en definitiva, de captar lo que una sociedad entera escribe o lee”.13 En esta encrucijada, que da a conocer los procesos de construcción de sentido de los textos, tres son las perspectivas básicas que los estudios deben tener en cuenta: la materialidad de los objetos gráficos (puesto que el soporte en el que se inscribe el texto condiciona su lectura), las estrategias y las formas textuales (puesto que dirigen la lectura y pueden revelar los lectores que están implícitos en un texto), y las prácticas culturales mediante las que el lector hace suyos los textos (puesto que las múltiples variables implicadas en el acto de leer condicionan el acceso a la palabra escrita). De este modo, el concepto de apropiación de los textos por parte del lector, de producción de sentido, constituye un centro de interés fundamental para una interpretación   Sobre el desarrollo de la historia de la cultura escrita, véase Francisco Gimeno Blay, De las Ciencias Auxiliares a la Historia de la Cultura Escrita, Valencia, Universitat de València, 1999, así como SCRIPTA MANENT. De las Ciencias Auxiliares a la Historia de la Cultura Escrita, Granada, Universidad de Granada, 2008; Antonio Castillo y Carlos Sáez, “Paleografía versus alfabetización. Reflexiones sobre la historia social de la cultura escrita”, SIGNO. Revista de Historia de la Cultura Escrita, I (1994), pp. 133-168; Roger Chartier, Libros, lecturas y lectores en la Edad Moderna, Madrid, Alianza Editorial, 1994, pp. 13-40; Robert Darnton, “Historia de la lectura”, en Peter Burke (ed.), Formas de hacer historia, Madrid, Alianza, 1993, pp. 178-208. 12

  F. Gimeno Blay, SCRIPTA MANENT. Materiales para una Historia de la Cultura Escrita, Valencia, Universitat de València, 1998, p. 10. 13

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más profunda de la cultura escrita. En el campo de estudio de la cultura popular permite superar esquemas apriorísticos que identifican mecánicamente determinadas producciones y determinados públicos como “populares”, incurriendo en el error tanto de considerar la cultura popular como un todo homogéneo y claramente separado de la “alta cultura”, como de tomar los productos culturales como socialmente puros, consumidos exclusivamente por un determinado sector de la sociedad14. Al contrario: más que caracterizar como “populares” ciertos objetos culturales o los sujetos supuestamente destinatarios de tales producciones, los estudios deben centrarse en los modos de apropiación de esos objetos, es decir, en las condiciones y procesos que determinan las operaciones de resignificación, de producción de sentido. Son los usos de los objetos culturales los que les otorgan un significado en función de las expectativas, formación y experiencias de su lector o consumidor. En este sentido, el estudio de Carlo Ginzburg sobre las “aberrantes” lecturas del molinero Menocchio resulta paradigmático: partiendo de los interrogatorios inquisitoriales a los que fue sometido, Ginzburg rastrea las apropiaciones que Menocchio hizo de diversos textos, los nuevos significados que les otorgó en función de una “clave de lectura”, de un “tamiz que Menocchio interponía inconscientemente entre él y la página impresa”.15 La recepción del texto, por tanto, no implica la mera reproducción del mismo, sino que genera, mediante el acto de apropiación, nuevos significados que   Véanse al respecto las reflexiones de R. Chartier, Culture populaire. Retour sur un concept historiographique, Valencia, Eutopías, 1994, y de Jacques Revel, “La culture populaire : sur les usages et les abus d’ un outil historiographique”, en Culturas populares. Diferencias, divergencias, conflictos. Actas del coloquio celebrado en la casa de Velázquez (nov-dic.,1983), Madrid, Casa de Velázquez/Universidad Complutense, 1986, pp. 223-240. 14

  Carlo Ginzburg, El queso y los gusanos. El cosmos según un molinero del siglo XVI, Barcelona, Península, 2001, p. 86. Véase también, en referencia a ese espacio de apropiación del lector , el estudio de Manuel Peña Díaz, “Libros permitidos, lecturas prohibidas (siglos XVI-XVII)”, Cuadernos de Historia Moderna. Anejos, 1 (2002), pp. 85-101. 15

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pueden desviarse de su intención originaria. De ahí la importancia de estudiar los usos que se efectúan sobre los bienes culturales, esa “cacería furtiva” con la que Michel de Certeau designó a la lectura, entendida como un proceso de creación encubierta, de reciclaje a partir de los materiales dados.16 Por tanto, el conocimiento de los procesos de producción y circulación de la literatura de cordel, de las prácticas que dieron uso a los pliegos, es considerado esencial para una comprensión más profunda del género. Sin embargo, como decía, son pocos los estudios dedicados a este ámbito. Desde la publicación de los conocidos trabajos de Jean-François Botrel sobre la impresión y venta de pliegos sueltos, sólo alguna aportación ocasional ha emergido de un vacío casi absoluto.17 Así lo indica José Simón Díaz en el prólogo del volumen que recogió, ya en 1993, los citados artículos de Botrel: Las sugerencias anteriores nos conducen a una triste conclusión: el espléndido libro del profesor Botrel pone en evidencia lo mucho que todavía nos falta. Al ofrecernos la completísima historia de una editorial, nos vienen a la memoria las muchas de las que no sabemos casi nada; la minuciosa revisión del pasado de un gremio madrileño, evoca la penumbra que rodea a los de otras ciudades de España y así sucesivamente.18

  Michel de Certeau, La invención de lo cotidiano, México D.F., Universidad Iberoamericana, 2000, vol. I, pp. 177-192. 16

  Jean-François Botrel, “Les aveugles, colporteurs d’imprimés en Espagne. I. La confrérie des aveugles de Madrid et la vente des imprimés, du monopole à la liberté du commerce (1581-1836)”, Mélanges de la Casa de Velázquez, IX (1973), pp. 417482; “Les aveugles, colporteurs d’imprimés en Espagne. II. Des aveugles considérés comme mass-media”, Mélanges de la Casa de Velázquez, X (1974), pp. 233-271; “Aspects de la littérature de colportage en Espagne sous la Restauration”, en L’infra-littérature en Espagne au XIXème siècles. Du roman feuilleton au romancero de la guerre d’Espagne, Grenoble, Presses Universitaires de Grenoble, 1977, pp. 103-121. En adelante los citaré por sus traducciones al español, recogidas en Libros, prensa y lectura en la España del siglo XIX, Madrid, Fundación Germán Sánchez Ruipérez, 1993, pp. 13-175. 17

  J.-F. Botrel, Libros, prensa..., p. IV.

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La tesis que en 1997 defendió Mª Ángeles García Collado sobre la prosa de cordel en el XVIII vino a llenar parte de este vacío.19 Mediante el análisis de la estrategia editorial del impresor Manuel Martín, su trabajo sacó a la luz la labor productiva de un humilde taller madrileño, basada en la literatura de amplia circulación. Entre otros materiales, Martín publicó una colección de historias (pliegos de cordel, en prosa) que ya era conocida por la crítica desde antaño; sin embargo, sólo con la aparición de esta investigación hemos podido comprenderla a la luz de la hábil gestión de su impresor, profundizando en su significado. A pesar de ello, la senda retomada por García Collado no fue seguida por nuevos estudios, quedando su trabajo como una aportación aislada, a añadir a las hechas por Botrel. En línea con lo afirmado por Simón Díaz, recientemente varios autores han seguido destacando tal ausencia: Luis Díaz G. Viana apunta en su aportación al mencionado coloquio sobre literatura de cordel a la necesidad de estudios sobre imprentas concretas, para que “nos hagamos preguntas sobre el funcionamiento y difusión de la Literatura de Cordel que sólo desde dentro del propio fenómeno podemos hacernos”.20 Por su parte, Pedro M. Cátedra, en el estudio más destacado de los últimos años sobre este aspecto, ha reiterado esta carencia bibliográfica, que subraya en concreto el desinterés que los historiadores han mostrado por el estudio de la literatura de cordel.21 En este sentido, cabe destacar que, efectivamente, los pocos trabajos que han indagado sobre los procesos de producción y difusión de los pliegos sueltos han procedido del campo de la filología, mientras que la disciplina histórica se ha mantenido ajena al tema, y a la literatura de cordel en general. En esta 19

  M. A. García Collado, “Los libros...”

  L. Díaz G. Viana, “Se venden palabras: los pliegos de cordel como medio de transmisión cultural”, en L. Díaz G. Viana (coord.), Palabras..., pp. 15-38 (cita en p. 33). 20

  Pedro M. Cátedra, Invención, difusión y recepción de la literatura popular impresa (siglo XVI), Mérida, Editora Regional de Extremadura, 2002, p. 22. 21

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indiferencia han jugado un papel importante, en mi opinión, las reservas que en España ha mantenido la historiografía más tradicional hacia los textos literarios entendidos como fuentes históricas válidas, frente a la “seguridad” que ofrecería la documentación de archivo. El pretendido carácter “menor” o “vulgar” de la literatura de cordel no haría sino intensificar la desconfianza del historiador, cuya atención a los pliegos sueltos no suele pasar de la nota curiosa o anecdótica. Buen ejemplo de las dudas que el género de cordel ha suscitado en la historiografía son las palabras que el hispanista Albert Dérozier le dedica en su contribución a la Historia de España dirigida por Manuel Tuñón de Lara, justificando su desinterés por el mismo: En el curso de esta progresión, no hemos hablado de literatura popular. Efectivamente, no merecen esta denominación los folletos de la guerra de la Independencia, ni los del Trienio constitucional: su descuidada elaboración no es un indicio de “popularidad”. Son escritos polémicos sobre política, religión, Estado, nobleza, ateísmo, “filosofismo”, etc. Tampoco es “popular” la infraliteratura de los acontecimientos, importantes o ínfimos: canciones patrióticas, décimas, etc. Su relativamente escasa cantidad no puede provocar una “popularidad”.22

La cita es ilustrativa sobre las reticencias mantenidas por la historiografía frente a la literatura de cordel, surgidas en gran parte del continuado menosprecio suscitado por sus composiciones. Este desdén se manifiesta con frecuencia en la negación del atributo “popular” a los pliegos sueltos, como reminiscencia de la citada crítica romántica. La ausencia de estudios históricos que aborden el análisis de los textos difundidos en pliegos de cordel (y que tanto contrasta con otras tradiciones historiográficas, como la francesa en torno a la Bibliothèque bleue) condiciona, obviamente, el desinterés de los historiadores hacia las   Albert Dérozier, “Visión cultural e ideológica”, en Emiliano Fernández de Pinedo, Alberto Gil Novales y A. Dérozier, Centralismo, Ilustración y agonía del Antiguo Régimen (1715-1833), Barcelona, Labor, 1980, pp. 323- 444 (cita en p. 436). 22

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prácticas culturales vinculadas a su circulación. Si se niega o minimiza la validez de la literatura de cordel como fuente histórica, ¿para qué profundizar en el conocimiento de sus procesos de producción, difusión y consumo? El impulso inicial de esta investigación provino precisamente de la constatación de este vacío historiográfico. En 2006 desarrollé un estudio sobre las representaciones de la feminidad en la literatura de cordel del siglo XVIII, con el objetivo de analizar cómo se plasmaba la diferencia de los sexos en este tipo de impresos breves, baratos y muy consumidos.23 Para ello centré mi trabajo en las nutridas colecciones de pliegos sueltos que albergan los fondos “Nicolau Primitiu” (Biblioteca Valenciana) y “Serrano Morales” (Archivo Histórico Municipal de Valencia). En el curso del mismo, me percaté de que mi análisis de los textos carecía de una base sólida acerca de los procesos que los pusieron en circulación: cuántos ejemplares se producían, cuáles eran sus vías de difusión, quiénes sus lectores. Más allá de los datos proporcionados por Botrel o por García Collado, lo ignoraba todo sobre las lecturas que habían otorgado sentido a los textos. Esta oscuridad era absoluta para la literatura de cordel publicada en la Valencia del XVIII, lo que contrastaba con el dinamismo tipográfico que los especialistas atribuían a la ciudad en relación al género. Así lo expresa el propio Caro Baroja: “Romanços de cego” y, en general, literatura de “canya i cordill” existen abundantes en Cataluña y Valencia. Puede decirse que en Valencia, capital, donde las artes gráficas florecieron tan pronto, se dieron los ejemplos más ilustrativos de ella; historias, sucesos más o menos verdaderos, narraciones fabulosas en castellano o en valenciano, salieron de prensas conocidas y estudiadas por los bi  Juan Gomis Coloma, “Mujeres en los pliegos. Representaciones femeninas en la literatura popular del siglo XVIII”, Universitat de València, 2006 (un resumen del trabajo en “Porque todo cabe en ellas: imágenes femeninas en los pliegos sueltos del siglo ilustrado”, Estudis, 33 (2007), pp. 299-312). 23

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bliógrafos de aquella ciudad. [...] Valencia para el estudio de la literatura de cordel en español o castellano es importante”.24

Mi primer trabajo con los pliegos sueltos evidenciaba en concreto la preponderancia de una imprenta valenciana, la dirigida por Agustín Laborda, con respecto a su producción (la inmensa mayoría de ejemplares analizados procedía de sus prensas). Por ello me sorprendió la inexistencia de estudios sobre este taller, más aún cuando numerosos trabajos afirmaban su protagonismo en el campo de la literatura popular impresa en la España del XVIII. Ante tal ausencia, emprendí una búsqueda de fuentes documentales a través de los archivos valencianos con el fin de reconstruir la evolución de la imprenta Laborda desde sus orígenes. Se trataba de complementar un estudio bibliográfico de su producción con algún dato procedente de los archivos, quizá noticias sobre licencias de impresión o sobre encargos de mayor enjundia que los pliegos sueltos. La empresa se antojaba ardua: buscaba información sobre un humilde artesano que no había destacado por sus costosas y esmeradas ediciones, ni por ostentar el cargo de impresor de alguna institución, por lo que no partía de ningún indicio firme para seguir su rastro. Sin embargo, el esfuerzo tuvo su premio: conseguí localizar una importante documentación notarial relativa a Agustín Laborda y a sus sucesores, que me permitió recomponer algunos fragmentos de su hábil estrategia editorial, basada en los pliegos sueltos. Podía darme por satisfecho: estas informaciones daban bastante luz a la oscura figura del impresor y a los procesos de producción de literatura de cordel impulsados desde sus prensas. Pero la búsqueda me reservaba un nuevo e inesperado hallazgo: en el Archivo del Reino de Valencia di con la referencia de un proceso de intendencia en el que estuvo implicado Laborda. La lectura del documento fue toda una sorpresa, pues se trataba de un pleito entre varios   J. Caro Baroja, Ensayo..., p. 33.

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libreros e impresores de la ciudad con una cofradía de ciegos, de la que no tenía noticia, precisamente sobre la cuestión que me venía inquietando, la impresión y venta de los pliegos de cordel. La investigación dio entonces un nuevo giro. El binomio ciegos/impresos ha sido repetidamente subrayado tanto por referencias literarias como por la bibliografía especializada, y gracias a los trabajos de Botrel sabía de la existencia de la hermandad de ciegos madrileña, muy activa desde finales del siglo XVII en el comercio de papeles. Sin embargo, de la cofradía de la Vera Creu aparecida en mi documentación apenas se tenía noticia alguna. Decidí seguir la pista del proceso de intendencia entablado entre ciegos e impresores, dado que, según parecía, una de las partes enfrentadas había presentado recurso ante el Consejo de Castilla. Una intensa búsqueda en el Archivo Histórico Nacional confirmó este hecho y me permitió sumergirme entre centenares de folios relativos a la impresión y circulación de la literatura de cordel. Así pues, la concatenación de indicios fue iluminando aspectos múltiples sobre este ignoto terreno, de modo que el tema terminó por cobrar entidad propia, convirtiéndose en mi principal objeto de estudio. El volumen y la calidad de la documentación trabajada, unidos a la citada ausencia de investigaciones sobre el tema, me decidió a asumir como centro de mi trabajo las prácticas culturales vinculadas a la producción y difusión de los pliegos sueltos, con el fin de profundizar en el conocimiento de esta literatura de amplia circulación. Entendida como artefacto cultural sometido a prácticas cambiantes, la literatura de cordel pierde su apariencia de conjunto impreso cerrado, compacto e imperturbable a lo largo de los siglos, para dejar paso a una imagen dinámica, de cambio continuo, plasmada en los textos que entran y salen del corpus, en los procesos de producción, en las vías y formas de distribución, o en los usos a que fueron sometidos los impresos. La mirada

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diacrónica se vuelve indispensable para una adecuada comprensión de la evolución del género y para situar con precisión cualquier estudio concreto, centrado en determinados materiales, épocas o lugares. Por este motivo, en el primer capítulo de este libro desarrollo un análisis global de la literatura de cordel, atendiendo a las transformaciones que entre los siglos XV y XIX afectaron a sus formas, contenidos y modos de producción y difusión. La síntesis y actualización bibliográfica desarrollada en este apartado reúne un fragmentado y disperso conjunto de trabajos, especializados en su mayoría en determinadas épocas y materiales (son escasos los estudios sobre los pliegos de cordel en su conjunto) y no demasiado conocidos por los historiadores, al proceder fundamentalmente del ámbito filológico. Por otro lado, esta revisión bibliográfica se ha visto complementada por mi propio análisis de los impresos, cuyo conocimiento me ha permitido ilustrar los procesos descritos por la crítica con referencias directas a los textos. Finalmente, he tratado de no quedarme en la mera descripción temática de los contenidos, para incidir especialmente en las prácticas culturales vinculadas a los impresos a lo largo de los siglos. La consideración de la literatura de cordel como género editorial, abarcador de dispares materiales textuales e iconográficos, en el que la figura del impresor-editor cobra un papel esencial para la progresiva configuración del conjunto, constituye un elemento básico para fijar nuestra atención en el terreno de las prácticas. En el segundo capítulo me centro en la labor de producción de pliegos sueltos desarrollada a mediados del siglo XVIII por Agustín Laborda. Analizo tanto el proceso de especialización que protagonizó el tipógrafo en la impresión de menudencias, absorbiendo sucesivamente los distintos materiales que componen el género, como diversos aspectos relativos a su gestión del taller de la calle Bolsería (alianzas familiares, relaciones con otros libreros e impresores, volúmenes de producción). Su estrategia editorial, basada en la producción sistemática de literatura de cordel, le proporcionó beneficios muy superiores a los que

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JUAN GOMIS COLOMA

podríamos atribuir a priori a la venta de humildes impresos. Este carácter lucrativo que manifiesta el negocio de cordel explica los dispares intereses congregados en torno al mismo, así como los enfrentamientos desencadenados con frecuencia entre impresores, libreros, vendedores ambulantes y ciegos. El tercer capítulo aborda precisamente estas tensiones profesionales. El proceso judicial desencadenado en 1749 entre los cofrades y varios impresores y libreros de la ciudad (entre los que destaca Laborda), a causa del comercio de menudencias, destapa numerosos aspectos relativos a la producción y difusión de los pliegos sueltos: la diversidad de centros de impresión y vías de distribución, los mecanismos de venta, o la intervención de las autoridades civiles en el control de los papeles en circulación, son temas a los que dedico una especial atención. Por último, el cuarto capítulo es, tal vez, aquel en el que los interrogantes que me planteo chocan en mayor medida con la reserva de las fuentes a propósito de una cuestión crucial: la de las prácticas de lectura con que culminaban los procesos de producción y circulación de los impresos y, aún más allá, la de los significados que los lectores u “oidores” otorgaban a los textos difundidos en pliegos sueltos. Si ya es complicado hallar fuentes sustanciosas sobre la producción y difusión de los pliegos sueltos, los testimonios acerca de sus públicos todavía resultan más esquivos. En cuanto a los significados que los textos pudieron tener para sus públicos, mis fuentes callan, dejando en la sombra este interrogante, por otra parte, siempre de difícil respuesta en el ámbito general de la historia de la lectura. No obstante, a pesar de estas dificultades, no he querido dejar de lado la huidiza cuestión sobre los lectores de los pliegos de cordel, sino que, a través del examen de numerosos datos espigados en la documentación, sugiero algunas conclusiones sobre los altos niveles de producción, la amplia circulación de los papeles, los grupos sociales de los que procederían sus lectores, o la diversidad de usos y apropiaciones de que fueron objeto los impresos, teniendo como

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telón de fondo el cuestionamiento de la tradicional distinción entre cultura de elite y cultura popular. En suma, presento una investigación histórica que aúna un objeto de estudio tradicionalmente ligado a la filología con una perspectiva cultivada por la historia cultural: el análisis de la literatura de cordel desde el punto de vista de las prácticas vinculadas a su invención, producción, difusión y lectura, puede contribuir a la mejor comprensión de este objeto cultural, consumido masivamente durante siglos.

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