Max Weber: racionalización, politeísmo y tragedia

August 8, 2017 | Autor: Pedro Lacour | Categoría: Sociology, Sociology of Religion, Max Weber
Share Embed


Descripción

Max Weber: racionalización, politeísmo y tragedia Pedro Lacour

“El politeísmo es la única metafísica apropiada a nuestra situación de la razón” 1. Esta frase enunciada por Max Weber, el autor que nos convoca al momento de escribir estas líneas, puede ser considerada como aquella que mejor define su recorrido intelectual. No solo por dejar sin efecto cualquier tipo de acusación a su pensamiento de reduccionista –siendo tachado de “cientificista” por unos, a la vez que, por otros, de excesivamente hermenéutico–, sino por el hecho de sintetizar el despliegue que tuvo el proceso de racionalización a lo largo de la historia y sus efectos en el estado del presente. Ese presente que era el de Weber pero que también es el de nosotros, el que a grandes rasgos puede denominarse como modernidad. Es en su Excurso, escrito en 1916, donde Weber pone en evidencia las tensiones que se dan en el mundo moderno entre esferas de valor (política, económica, intelectual, religiosa, estética, erótica) u órdenes de vida con lógicas propias, ya que la unidad que era otorgada tradicionalmente por la religiosidad ha sido perdida, a su entender, de forma definitiva. Teniendo en cuenta que ello constituye una de las piedras angulares de su conceptualización, es pertinente hacer ciertas especificaciones en torno a lo que entiende el autor por “razón”. Lo “racional” puede ser comprendido desde su atributo fundamental, el de la “coherencia lógica o teleológica”. Éste, a su vez, puede ser entendido en un doble sentido: como “coherencia interna” y como “falta de contradicción”. En relación al primero de ellos, el influjo de la ratio permite la “deducción teleológica de los postulados prácticos” pudiéndose entender esto como “una toma de postura teórico-intelectual o ético-práctica”2. Se sientan, de esta manera, las condiciones de posibilidad para la confección de formas de “máxima coherencia” interna de una conducta práctica deducible de supuestos firmes; es decir, la forma más idónea de acceder a determinados fines disponiendo de determinados medios. Las éticas religiosas con pretensión de racionalidad (como creaciones de y por intelectuales) están, de este modo, “intensamente sometidas al imperativo de la coherencia”3. En dicha apreciación, tan simple como sugestiva, se esconde la justificación Citado en Ruano de la Fuente, Yolanda, “La libertad como destino. El sujeto moderno en Max Weber”, Biblioteca Nueva, Madrid, 2001, p. 161. 2 Weber, Max, “Excurso. Teoría de los estadios y direcciones del rechazo religioso del mundo”, en Ensayos sobre Sociología de la Religión, Tomo I, Taurus, Madrid, 1987, p. 437-8. 3 Weber, Max, ob. cit., p. 438. 1

1

de la necesidad del estudio sistemático de las religiones universales de salvación y, sobre todo, del por qué de ir a buscar allí los inicios de un proceso que el autor vislumbra como plenamente desarrollado en la actualidad. Así, coherencia y falta de contradicción son la clave explicativa de todo proceso racional. Resulta fundamental no perder de vista que los procesos de racionalización no son exclusivos de este particular momento histórico ni de occidente en sí mismo, más aún, se han dado en todas partes y de diversos modos, afectando todas las esferas de la vida. Como señala Eduardo Weisz, la intelectualización “determinó, utilizando este término en un sentido laxo, el proceso por el que surgieron las religiones universales, pero esa determinación abstracta se topó, en cada caso, con tendencias que lo favorecieron o contrarrestaron, con fuerzas que, ante condiciones específicas o históricamente determinadas, propiciaron o inhibieron su accionar”4. Weber reconoce, de esta forma, distintos estadios del “rechazo del mundo” en relación con el creciente proceso de racionalización. De menor a mayor nivel de complejidad: la estructura social de vecindad; la sociedad de patriarcado y, por último, el advenimiento de la modernidad. La búsqueda místico-contemplativa de la salvación, característica de la interpretación mágica del mundo, se racionaliza derivando en la ascética de las religiones de salvación 5. Luego de la “desmagificación” que esto conlleva, el creyente deja de ser mero receptáculo, cultivador de la humildad y el anonimato, para pasar a transformarse en instrumento de la voluntad divina comprometido activamente con lo que lo rodea. Ya no debe mantenerse callado para “dejar hablar” a Dios –quien continúa siendo supra-mundano, aunque deja atrás su impersonalidad–; la acción pasa a formar parte del centro de la escena. La ética protestante y el puritanismo son el claro ejemplo de una búsqueda ascético-activa de la salvación, fundamental ésta para que exista la afinidad electiva –relación asociativa, no necesaria, entre los elementos– entre ella y el, así denominado por Weber, “capitalismo moderno”6.

Weisz, Eduardo, “Max Weber: la racionalización del mundo como proceso histórico-universal”, Reis. Revista Española de Investigaciones Sociológicas, núm. 134, abril-junio, 2011, p. 122. 5 Weber coloca al judaísmo antiguo como iniciador del proceso de racionalización. Ver Weisz, Eduardo, “El judaísmo antiguo. Propósitos del estudio weberiano”, en Max Weber y las paradojas de la modernidad, Löwy, M. (coord.), Nueva Visión, Buenos Aires, 2012. 6 “Considerada en sí misma, la riqueza es una tentación. Resultaba de ahí que, por desgracia, el ascetismo actuaba entonces como aquella fuerza «que siempre quiere lo bueno y siempre crea lo malo» (lo malo en su sentido: la riqueza y sus tentaciones); en efecto, de acuerdo con el Antiguo Testamento y de modo análogo a la valoración ética de las «buenas obras», no solo vio en la aspiración a la riqueza como fin último el colmo de lo reprobable y, por el contrario, una bendición de Dios en el enriquecimiento, como fruto del trabajo profesional, sino que (y esto es más importante) la valoración ética del trabajo incesante, continuado y sistemático en la profesión, 4

2

El progreso de la esfera intelectual desencanta definitivamente al mundo, transformándolo en un dispositivo meramente causal. “Allí donde el conocimiento racional empírico realiza consecuentemente el desencantamiento del mundo –nos dice Weber–, aparece por fin la tensión contra el postulado ético de que el mundo es un universo ordenado por Dios y que, por tanto, se rige por un sentido ético”7. Siguiendo a Yolanda Ruano, es el monoteísmo cristiano, “instalado en una metafísica que afirma la unidad del ser, de la razón y del sujeto”, el que jerarquiza todos los valores a partir de un valor supremo que es el que en última instancia determina el criterio de validez de la acción en todos los órdenes de la vida, disolviendo, de este modo, cualquier posible conflicto8. En la modernidad, la religión es desplazada del reino de lo racional al de lo arracional o irracional, perdiendo así la centralidad que tenía como fundamento del orden social, al tiempo que le cede a la ciencia y al progreso teórico-cognitivo el único espacio en que la realidad puede ser tratada racionalmente9. La voluntad unificadora del pathos monoteísta cristiano nos cegó durante todo un milenio del hecho de que junto a los valores ético-religiosos hay otros muchos valores que mantienen entre sí una contienda irresoluble, cuestión que recién se nos da como evidente en momentos en que la representación racionalizada de signo científico-técnico pasa a tener predominancia. Paradójicamente, en el momento histórico de mayor intelectualización, el Olimpo se vuelve a poblar. “Sucede, en fin, como si la razón describiera así un movimiento pendular desde el politeísmo al monoteísmo. Y desde aquí, de nuevo hacia el politeísmo, ahora de nuevo cuño, moderno, en el que la sabiduría trágica puede recuperar su espacio perdido” 10. Hay en Weber una preocupación por la toma de posición ética, por el sentido del que el mundo de por sí carece, problemas acerca de los cuales la ciencia no tiene nada para decir ya que está habilitada para tratar con lo que es, no con lo que debe ser 11. Sucede

como modelo ascético superior y como comprobación absolutamente segura y visible de regeneración y de autenticidad de la fe, tenía que constituir la más poderosa palanca de expansión de la concepción de la vida que hemos llamado «espíritu del capitalismo».” (Weber, Max, “La ética protestante y el espíritu del capitalismo”, Sarpe, Madrid, 1984, p. 213) 7 Weber, Max, “Excurso. Teoría de los estadios y direcciones del rechazo religioso del mundo”, en Ensayos sobre Sociología de la Religión, Tomo I, Taurus, Madrid, 1987, p. 459. 8 Ruano de la Fuente, Yolanda, “Modernidad, politeísmo y tragedia: una interpretación weberiana”, en La vigencia del pensamiento de Max Weber a cien años de “La ética protestante y el espíritu del capitalismo”, Aronson, P. y E. Weisz (ed.), Buenos Aires: Gorla, 2007, p. 2. 9 Ruano de la Fuente, Yolanda, “La libertad como destino. El sujeto moderno en Max Weber”, Biblioteca Nueva, Madrid, 2001, p. 131. 10 Ruano de la Fuente, Yolanda, ob. cit., p. 226. 11 Weber, Max, “La ciencia como vocación”, en El político y el científico, Ediciones Libertador, Buenos Aires, 2008, p. 104.

3

que en “la vida, en la medida en que descansa en sí misma y se comprende por sí misma, no conoce sino esa eterna lucha entre dioses” 12. Es aquí, politeísmo mediante, donde la sabiduría trágica weberiana cobra real dimensión: el conflicto no puede ser excluido de la vida, “puede adoptar diferentes figuras, puede producirse entre individuos en la esfera pública o privada, o desarrollarse incluso –o sobre todo– «en el alma misma del individuo». Pero a su naturaleza le conviene la eternidad. Y sobre su contienda decide –como dioses que son– el «destino», no una «ciencia»"13. No se llega a Dios mediante el trabajo científico, como en algún momento se pensaba. No obstante, no lo invalida en absoluto en tanto herramienta al servicio de la toma de conciencia de nosotros mismos y del conocimiento de determinadas conexiones fácticas. La ciencia, lejos de aconsejarnos cómo debemos actuar o cómo debemos organizar nuestras vidas, se auto-legitima exclusivamente como “instancia comprensiva de nuestro modo presente de validar el sentido”; en otras palabras, como nuestro modo presente de instituir los criterios de validez racional de toda actividad, sin olvidar los criterios constitutivos y reales de un sujeto cognitivo, ético, político, estético y erótico que es el sujeto que hoy somos 14. La vocación de las ciencias humanas es la de procurar la autocomprensión de lo que somos, crear claridad y sentimiento de responsabilidad. No podemos estar más en desacuerdo, si somos coherentes con lo que venimos diciendo, con la consideración de Ricoeur al respecto de que existe en Weber un prejuicio para con la racionalidad, al tiempo que una consideración positiva del Estado burocrático y una falta de reflexión acerca de sus males 15. El desgajamiento de la razón, la pérdida irrecuperable de la totalidad, debe ser vivida para el pensador alemán no tanto como contemplación de la miseria de la razón, sino como una liberación. “No interroga Weber – como tampoco Kant– al presente desde la perspectiva de su comprensión como tiempo de caída, de decadencia o de pérdida por relación a un pasado mejor, ni como momento de inauguración de una futura perfección” 16. No hay una actitud nostálgica hacia formas de racionalidad pre-modernas que ya no tienen posibilidad de ser, tampoco abandono a la contemplación escéptica de lo dado.

12

Weber, Max, ob. cit., p. 118. Ruano de la Fuente, Yolanda, “La libertad como destino. El sujeto moderno en Max Weber”, Biblioteca Nueva, Madrid, 2001, p. 228. 14 Ruano de la Fuente, Yolanda, ob. cit., p. 145. 15 Ricoeur, P, “Ideología y utopía”, Gedisa, México, 1991. (Caps. 11 y 12), p. 225 y 232-3. 16 Ruano de la Fuente, Yolanda, ob. cit., p. 145. 13

4

La intelectualización, en la modernidad, devino mitología17. Sería pertinente para Weber una reactivación de la ilustración en el sentido más originario, haciendo nuestra la expresión de Ruano, que exija una teoría de la ciencia que desvele el carácter ideológico de la conversión de la racionalidad científica en dogmática cosmovisión con pretensiones de validar toda acción y discurso. No quedarse de brazos cruzados cuando la teoría social se transforma en tecnología social, abandonando el mundo a su mera manipulación calculística18. Sin embargo, cabría preguntarse si es posible, en un mundo completamente racionalizado en todas sus esferas de acción, concebir algún atisbo de libertad que permita esperanzarse con el futuro. Y si la respuesta es afirmativa, a través de qué medios. Weber es claro: es el sujeto abandonado a sí mismo el único que puede fundar el sentido de toda práctica vital19. Nos dice Ruano: “Emprende Weber una vuelta a Kant pero a través de lo aprendido, con todo, del historicismo: sin desestimar entonces el arraigo de nuestros criterios materiales de racionalidad valorativa en nuestras creencias e intereses epocales, plurales y cambiantes, defiende, al tiempo, un tipo de racionalidad procedimental-formal que al igual que tiende a discriminar la objetividad científica de la pura ideología, quiere hacerlo entre una vida propiamente humana y una vida indigna de ser así llamada” 20. El politeísmo moderno estaría presidido por el valor de la libertad, o la búsqueda de ella, como auto-determinación capaz de inmiscuirse en los intersticios de la inminente burocratización. Weber nos invita a permanecer en la experiencia desgarrada. Aglutinar todas las esferas en una, como lo pretende a su entender el marxismo “escatológico”21, significaría la vuelta a un nuevo monoteísmo ya superado.

“Como los mitos ponen ya por obra la Ilustración, así queda ésta atrapada en cada uno de sus pasos más hondamente en la mitología. (…) cuanto más desaparece la ilusión mágica, tanto más inexorablemente retiene al hombre la repetición, bajo el título de legalidad, en aquel ciclo mediante cuya objetivación en la ley natural él se cree seguro como sujeto libre. El principio de la inmanencia, que declara todo acontecer como repetición, y que la Ilustración sostiene frente a la imaginación mítica, es el principio del mito mismo.” (Horkheimer, Max; Adorno, Theodor W., “Dialéctica de la Ilustración. Fragmentos filosóficos”, Editorial Trotta, Madrid, 2009, p. 67. 18 Ruano de la Fuente, Yolanda, ob. cit., p. 149. 19 Ruano de la Fuente, Yolanda, ob. cit., p. 180. 20 Ruano de la Fuente, Yolanda, ob. cit., pp. 204-6 21 “Sólo estas sectas antirreligiosas disponen de una capa intelectual declasée la cual supo ser la portadora, por lo menos temporal, de una creencia de tipo religiosa en la escatología socialista. (…) el inevitable desengaño producido por la glorificación casi supersticiosa de la ciencia como posible productora o, por lo menos, profetiza de la revolución social, violenta o pacífica, en el sentido de redimirse de la dominación de clase.” (Weber, Max, “Economía y sociedad”, Fondo de cultura económico, México, 2012, p. 410) 17

5

En este nuevo Olimpo repoblado, como antiguamente ocurría, el sacrificio ante el altar de uno de los dioses arranca la ira de todos los demás. Juan Carlos Portantiero, en Los escritos políticos de Weber: la política como lucha contra el desencantamiento, afirma que, para Weber, “el camino de la política no es el más indicado para «la salvación del alma», porque la ética que debe regirlo es la de la responsabilidad, no como negación abstracta de las convicciones sino como capacidad madura para evaluar

las

consecuencias”. La política, como drama, transcurre en medio de ese difícil equilibrio, entre una ética de la responsabilidad “que se preocupe por (y busque prever) las consecuencias de su acción" y una ética de la convicción, “evangélica, absoluta, solo preocupada por los fines últimos”22. Todo proyecto se sostiene desde el conocimiento de que toda elección tiene un punto ciego de indeterminación, incluso de inevitable fatalidad, en la medida en que la elección subjetivamente fundada no puede sino ser realizada atendiendo al daímon interior de cada cual. Éste representa la no-elección de la elección, aquello que podríamos decir que más que elegir nosotros, “nos elige”23. “No hay una teleología que me protege y me absuelve: no es cierto que «lo bueno» produzca inevitablemente «el bien». La historia no obedece a un solo dios sino que es el resultado de un «politeísmo de valores»”24. “La lógica de las paradoja de las consecuencias” se vincula con la “irracionalidad ética del mundo”, por la cual el resultado de una acción puede guardar una relación absolutamente inadecuada, y frecuentemente incluso paradójica con su sentido originario 25. Las mejores intenciones pueden derivar en los peores resultados. No obstante, no es que Weber postule una suerte de “ley objetiva de la maleficencia” operante en el mundo y en la historia, por la que lo bueno produciría a la larga o a la corta necesariamente lo malo. Es que, como bien insiste Ruano, no hay teleología oculta alguna ya que “en el mundo rigen la lógica del interés, el sufrimiento gratuito y la injusticia inmerecida, la lucha sin tregua por la existencia: los llamados “demonios” desde cualquier perspectiva ético-religiosa; y lo mismo puede ser que el mal resulte el bien, como lo contrario” 26. El ejemplo de la burocracia es contundente: nacida como instrumento preciso y eficaz al servicio de una mayor libertad Portantiero, Juan Carlos, “Los escritos políticos de Max Weber. La política como lucha contra el desencantamiento”, en Desarrollo Económico N°87, Buenos Aires, 1982, p. 435. 23 Ruano de la Fuente, Yolanda, “Modernidad, politeísmo y tragedia: una interpretación weberiana”, en La vigencia del pensamiento de Max Weber a cien años de “La ética protestante y el espíritu del capitalismo”, Aronson, P. y E. Weisz (ed.), Buenos Aires: Gorla, 2007, p. 14. 24 Portantiero, Juan Carlos, ob. cit. 25 Weber, Max, “La política como vocación”, en El político y el científico, Ediciones Libert ador, Buenos Aires, 2008, p. 81. 26 Ruano de la Fuente, Yolanda, “Modernidad, politeísmo y tragedia: una interpretación weberiana”, ob. cit., p. 15. 22

6

individual, termina convertida en una “máquina viva” capaz de forjar el espacio de una futura servidumbre a la que los hombre van en camino a someterse, impotentes e indefensos. En palabras de Merleau-Ponty, quien inspirado en estas reflexiones escribe su Humanismo y terror, “Max Weber se niega a elegir. Se niega a sacrificar la moral de la fe, él no es un Maquiavelo. Pero también se niega a sacrificar el resultado, sin el cual la acción pierde su sentido”27. Son aquellos estudiantes revolucionarios, asistentes a su conferencia de 1919 en Munich, quienes reciben, de parte de Weber, inquietantes palabras: afirma que le gustaría saber qué sería de ellos de allí a una década 28. En qué se habrán convertido interiormente, se pregunta. “El intelectual beberiano29 -nos dice Horacio González- se exhibe como un ser que se prepara a soportar el paso de la historia. Su sabiduría consistirá en conocer lo que el mundo tiene de despiadado. Pero mientras soporta, aguante y vive “descarnado”. (…) Beberianamente, sólo podemos formularnos un problema, advertir sobre la transitoriedad de toda efusión intensa y tratar de imaginarnos héroes que no cometan excesos y desmesuras, verdaderos héroes armoniosos y resignados”. Y finaliza: “El intelectual beberiano, bebe del doble dolor de no poder imaginar cómo sigue esta historia y de no poder dejar de asombrarse por las almas excitadas, “en trance”. Ambas imposibilidades lo convierten en auténtico intelectual. Ha bebido del drama de una historia que sin apasionados es nada y a la que los apasionados impiden progresar”. Qué es esto, si no, la experiencia de vivir y sobrevivir inmerso en la sabiduría trágica.

Merleau-Ponty, Maurice, “Humanismo y terror”, La pleyade, Buenos Aires, 1968, p. 34. Weber, Max, “La política como vocación”, en El político y el científico, Ediciones Libertador, Buenos Aires, 2008, p. 82. 29 González, Horacio, “Beberianas”, en El lenguaje libertario, (comp. Chiristian Ferrer), Ed Nordam Comunidad, Montevideo, 1991. 27 28

7

Bibliografía -

Portantiero, Juan Carlos, “Los escritos políticos de Max Weber. La política como lucha contra el desencantamiento”, en Desarrollo Económico N°87, Buenos Aires, 1982

-

Ruano de la Fuente, Yolanda, “Modernidad, politeísmo y tragedia: una interpretación weberiana”, en La vigencia del pensamiento de Max Weber a cien años de “La ética protestante y el espíritu del capitalismo”, Aronson, P. y E. Weisz (ed.), Buenos Aires: Gorla, 2007.

-

Ruano de la Fuente, Yolanda, La libertad como destino. El sujeto moderno en Max Weber, Madrid: Biblioteca Nueva, 2001.

-

Weber, Max, “Excurso. Teoría de los estadios y direcciones del rechazo religioso del mundo”, en Ensayos sobre Sociología de la Religión, Tomo I, Taurus, Madrid, 1987.

-

Weber, Max, “La ciencia como vocación”, en El político y el científico, Ediciones Libertador, Buenos Aires, 2008.

-

Weber, Max, “La política como vocación”, en El político y el científico, Ediciones Libertador, Buenos Aires, 2008

-

Weber, Max, “Economía y sociedad”, Fondo de cultura económico, México, 2012.

-

Weber, Max, “La ética protestante y el espíritu del capitalismo”, Sarpe, Madrid, 1984

-

Weisz, Eduardo, “Max Weber: la racionalización del mundo como proceso histórico-universal”, Reis. Revista Española de Investigaciones Sociológicas, núm. 134, abril-junio, 2011

8

Lihat lebih banyak...

Comentarios

Copyright © 2017 DATOSPDF Inc.