\"Matías de Monteagudo y Honrubia\" en Diccionario de la Independencia

July 21, 2017 | Autor: Rodrigo Moreno | Categoría: Consumación de la independencia mexicana, Biografías, Independencia de México
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Descripción

DICCIONARIO DE LA INDEPENDENCIA DE MÉXICO Alfredo Ávila Virginia Guedea Ana Carolina Ibarra Coordinadores

UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO Comisión Universitaria para los Festejos del Bicentenario de la Independencia y del Centenario de la Revolución Mexicana

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mando de Francisco de Orrantia. El 11 de noviembre, por orden del virrey Liñán, el combatiente español fue fusilado. Por el aniquilamiento de la temida expedición y de su líder, recibió Juan Ruiz de Apodaca el título nobiliario de conde del Venadito. Fuentes citadas por H. G. Warren calculan que la invasión de Mina abarcó un territorio de más de 30 000 millas cuadradas y que causó un daño al real erario de un millón de pesos. Sin embargo, su efecto sobre el curso del proceso de independencia no fue grande. El momento tardío de esta empresa, cuando la insurgencia había sido vencida en muchos lugares, la falta de recursos materiales y humanos, las dificultades de operar en territorio desconocido fueron quizá algunos de los factores que llevaron al fracaso de la expedición del legendario guerrillero español en tierras mexicanas. Johanna von Grafenstein

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Orientación bibliográfica

Guzmán, Martín Luis, Javier Mina. Héroe de España y de México. México, fce, 1990. Lewis,William F., “Simon Bolivar and Xavier Mina: A Rendezvous in Haiti”, en Journal of Inter-American Studies, vol. 11, núm. 3, julio de 1969, pp. 458-465. Miquel i Vergés, José María, Mina. El español frente a España. México, Ediciones Xóchitl, 1945. Ortuño Martínez, Manuel, Xavier Mina, fronteras de libertad. México, Porrúa, 2003. Ortuño Martínez, Manuel, Xavier Mina. Guerrillero, liberal, insurgente. Pamplona, Universidad Pública Navarrensis, 2000. Torre Saavedra,Ana Laura de la, La expedición de Xavier Mina a Nueva España: una utopía imperial. México, Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, 1999. Warren, H. G., “Xavier Mina’s Invasión of Mexico”, en The Hispanic American Historical Review, vol. 23, núm. 23, febrero de 1943, pp. 52-76.

HONRUBIA, MATÍAS

Nació en Villagarcía del Llano, en la provincia castellana de Cuenca, España, en 1768.Tenía alrededor de quince años de edad cuando llegó a la Nueva España en 1783. Estudió en la Real y Pontificia Universidad de México en donde se graduó como Doctor en ambos derechos (Canónico y Civil).Ya como presbítero, se incorporó al claustro de la Universidad como catedrático de Clementinas y deVíspera de Cánones. Su habilidad en los litigios tanto eclesiásticos cuanto civiles lo llevó a encargarse de la defensoría de capellanías y a convertirse en abogado del fisco del Santo Oficio. Fue designado cura propietario de la SantaVeracruz, a la que renunció en 1801 para conver-

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tirse en prepósito de la congregación de San Felipe Neri, cuyo edificio sigue conociéndose como la Profesa. Fungió con eficacia como administrador de los bienes de dicha congregación, obteniendo significativas donaciones y gestionando con tino sus fondos de capellanías y obras pías. Se desempeñó como director de los ejercicios espirituales que se impartían tanto para hombres como para mujeres en el colegio de San Miguel de Belén. Como miembro respetado de la Universidad y de la congregación de la Profesa, participó activa pero cuidadosamente en la crisis política de 1808. Colaborador de la Inquisición, mantuvo una postura cercana a la soste-

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PERSONAJES

nida oficialmente por la Audiencia de México y contraria, por lo tanto, a las iniciativas propuestas por el Ayuntamiento. Participó en la Junta General que convocó el virrey José de Iturrigaray el 9 de agosto, que aglutinó a los principales individuos de las corporaciones y de la sociedad capitalina y firmó el acta de dicha junta en que se reconocía a la casa de Borbón como la dinastía gobernante en España y rechazaba al gobierno bonapartista. En la segunda junta preparatoria, celebrada el 31 de agosto, Monteagudo se manifestó por el reconocimiento a la Junta de Sevilla —cuyos emisarios acababan de llegar a la capital— con el argumento de que ésta facilitaría la firma del tratado de paz con Inglaterra, elemento decisivo en el conflicto contra el invasor francés. La recepción de los pliegos de la junta asturiana levantaron dudas sobre la autoridad de la de Sevilla y, presionado por los capitulares, Iturrigaray pidió a los asistentes de la tercera junta preparatoria sus votos por escrito. En su postura, enviada al virrey el 5 de septiembre, Monteagudo enfatizó la consideración de que la Junta de Sevilla había sido formada en nombre del rey y de la nación, con plenos poderes de las autoridades, y que además había sido ya reconocida por otras juntas en la península. Como es sabido, el virrey retiró el reconocimiento a la Junta de Sevilla y, favorable a la postura de los americanos, dispuso la convocatoria a una junta general de toda la Nueva España, pretensión que fue truncada por el golpe de Estado encabezado por Gabriel de Yermo, que provocó la aprehensión de Iturrigaray y de los principales impulsores de la iniciativa juntista. Monteagudo continuó fomentando la lealtad a Fernando VII y promovió que la Universidad ofreciera ayuda económica para la defensa del rey cautivo. Quizá como reconocimiento a su postura política, sostenida desde el estallido de la crisis, fue nombrado por la Regencia inquisidor honorario en 1810, car-

go del que tuvo que desprenderse momentáneamente cuando el régimen liberal de las Cortes de Cádiz decretó la extinción del Santo Oficio en 1813. No obstante, restablecida la Inquisición con el regreso absolutista de Fernando VII, Monteagudo retomó (siempre como inquisidor honorario) su intervención en algunos procesos. El más conocido fue el que se le formó a Morelos, con notables irregularidades, en noviembre de 1815. Acordó, junto con los consultores togados, las características de la sentencia (confiscación de los bienes, destierro y reclusión en cárcel perpetua en presidios africanos, en caso de que el virrey le perdonara la vida) y la degradación eclesiástica del líder insurgente. Intervino también en algunas juntas del proceso que el Santo Oficio le formó a fray Servando Teresa de Mier. Su permanente colaboración con la Inquisición y sus inclinaciones políticas lo ubicaban como desafecto al régimen constitucional que volvió a ponerse en marcha en 1820. Así lo confirmaron algunos diputados novohispanos en las Cortes de Madrid que publicaron un folleto (más tarde reimpreso en Puebla) que mencionaba, entre otros, a Monteagudo como reconocido enemigo de la Constitución y recomendaba su separación de cualquier puesto de mando debido a que claramente era contrario a la libertad. Los diputados argumentaban que si el gobierno metropolitano no resolvía con prontitud la situación de injusticia y privilegios prevaleciente en América, ésta optaría por una independencia absoluta. En efecto, la historiografía tradicional ha indiciado a Monteagudo como elemento fundamental de la llamada conspiración de la Profesa, movimiento servil o conservador que habría buscado en primera instancia impedir que se echara a andar el régimen constitucional en la Nueva España pero que, una vez que fracasó este objetivo, se habría decantado por la búsqueda de la independencia. De acuerdo con esta tradición, Monteagudo, como direc-

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tor de esa casa de ejercicios espirituales, habría invitado a Iturbide a las reuniones para involucrarlo en el plan. Debido a que no contamos con sustento documental de la conjura, es necesario consignar, por una parte, la importancia de la figura de Monteagudo en dicha coyuntura —no parece exagerada la opinión de Luis G. Cuevas, para quien el oratoriano “era el intérprete del alto clero y ejercía un predominio sin contradicción en todos los asuntos de la Iglesia”, más aún si tomamos en cuenta que a finales de 1820 había asumido el cargo de rector de la Real y Pontificia Universidad de México— y, por otra, su cercanía con Iturbide en los momentos en que se instrumentó la intención emancipadora. Con enorme probabilidad, Monteagudo fue consultado con respecto al plan y formó parte desde un principio del proyecto independentista. Cuando Iturbide publicó el Plan de Iguala, en febrero de 1821, también hizo circular una propuesta de individuos para integrar la Junta Provisional Gubernativa en la cual figuraba Monteagudo. A lo largo de ese año, el presbítero continuó su meticulosa labor política que preparó la independencia, sin descuidar los intereses de la Universidad. Muestra de la relevancia política que adquirió, fue electo diputado para las Cortes ordinarias de los años 1822 y 1823, pero la consumación de la independencia se antepuso y nunca llegó a realizar el viaje para jurar el cargo. Con el triunfo trigarante, fue ratificado como miembro de la Junta Provisional Gubernativa que quedó formalmente instalada el 28 de septiembre de 1821. Como integrante de ésta firmó el Acta de Independencia

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del Imperio Mexicano. Resulta significativo que en una de las primeras sesiones de la Junta, Monteagudo sugirió que los decretos del Imperio fueran encabezados con la leyenda “Fernando 1° Emperador”. Formó parte también de la comisión que estuvo encargada de convocar al primer Congreso. Tras su participación en la Junta Provisional, caído el Imperio no volvió a ocupar puestos públicos notables, quizá por su impronta iturbidista. Al parecer siguió viviendo en la congregación de San Felipe Neri, encargado de los ejercicios espirituales. Murió el 13 de octubre de 1841,en la ciudad de México,cuando tenía 73 años de edad. Carlos Cruzado Campos y Rodrigo Moreno Gutiérrez

Orientación bibliográfica

Cuevas, Luis G., Porvenir de México, 2 vols. Est. introd. de Juan A. Ortega y Medina. México, Conaculta, 1992. Ortiz Escamilla, Juan, “La ciudad amenazada, el control social y la autocrítica del poder. La guerra civil de 1810-1821”, en Relaciones, vol. 21, núm. 84, otoño, 2000, pp. 15-58. Rodríguez, Jaime E., “La transición de colonia a nación: Nueva España, 1820-1821”, en Historia Mexicana, vol. xliii, núm. 2, octubre-diciembre, 1993, pp. 265-322. Torres Puga, Gabriel, Los últimos años de la Inquisición en la Nueva España. México, Miguel Ángel Porrúa/Conaculta/inah, 2004.

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