Más allá del discurso de las juventudes

Hablar de las juventudes va más allá de una cuestión de edades. La juventud debe ser entendida como una experiencia de vida que se encuentra cada vez más determinada o condicionada por una serie de factores de carácter social, económico y cultural; sin embargo, también asume un papel creativo y transformador de las instituciones. Así, las juventudes se presentan también como un sector importante, portador de cambios vertiginosos; es decir, no solo son espectadoras pasivas, al contrario, se presentan como cuestionadoras de todo aquello que las generaciones pasadas veían como lo tradicional y, por lo tanto, lo incuestionable. Las juventudes adaptan, incorporan, crean y transforman su entorno social y cultural más íntimo, más inmediato. Además, en el imaginario social persiste la idea de que la etapa de la juventud debe estar acompañada por el acceso a la educación, al ocio, a la diversión, al empleo, a la cultura, a la libertad y, por ende, a estar en condiciones de poder contar con una movilidad socioeconómica ⎯dejando un lado la participación en asuntos públicos⎯ sin embargo, estas expectativas en muy pocos casos se pueden hacer realidad, pues en México cada vez menos personas jóvenes pueden acceder a estas oportunidades, y la experiencia cotidiana se caracteriza por los contextos de exclusión y de crecientes desigualdades. Hoy en día, partidos políticos, sindicatos, gobiernos, organizaciones internacionales e incluso la academia invocan a las juventudes como parte de un discurso de inclusión social de las minorías ⎯ junto con mujeres, indígenas, personas de la comunidad LGBTTTI, adultos mayores y migrantes⎯ a través de mecanismos estériles de incorporación sistemática en la toma de decisiones. El tema de juventudes corre el riesgo de crear una minoría donde no la hay. Es decir, las personas jóvenes no son minoría en términos cuantitativos ni históricos, la juventud es una etapa de todo ser humano que debe ser potencializada y resguardada para que sea vivida con plenitud. El sistema necesita renovarse y equilibrar esa exclusión con la energía y fuerza innovadora de las personas jóvenes. La igualdad generacional debe ser un derecho rector para lograr la refundación de las instituciones antes referidas.