Más allá de las sombras -buscando la metafísica mexicana-

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Descripción

A propósito de Más allá de las sombras,
la nueva novela de Irma Miraceti.

Julio Broca

Agradezco a Irma Miraceti la invitación a decir unas palabras como lector de su libro.

Buscamos respuestas

Más allá de las sombras, aparece en el contexto de una sociedad mediatizada que espera con ansias la próxima temporada de The Walking Dead, al menos lo esperan 17 millones de personas que es el numero de fans rastreados por el rating. Aparece en una sociedad que espera con ansias algo más espectacular que el túnel de Chapo Guzmán. Los usuarios de internet en México prácticamente igualan ya la cifra de gente en pobreza extrema.
Nosotros, miembros de una sociedad hiperlenta, que resuelve con Ritalín y Prozac todo lo que le parece hiperactivo, nosotros que, paradójicamente consumimos taurina, cafeina y mucha azúcar para activarnos, nosotros que vivimos sentados, vaya, qué hasta sentados hemos encontrado al forma de sentir adrenalina, por ejemplo en un teleférico o en una tirolesa, somos los que esperamos con ansias frente a la pantalla las aventuras de unos personajes que no pueden dejar de caminar perseguidos por seres hiperlentos –walking deads-, que caminan llenos de rabia. Pero el zombie no es un personaje nacido de nuestra cultura mexicana. Esto es importante porque creo que hay una diferencia entre el miedo y el terror. El terror es el colapso de la razón que dice: no puede ser, y tiene dos caminos, la parálisis o la eliminación de la amenaza; por otro lado el miedo, el espanto, es como un temblor del ser, de nuestro ser, ante la posibilidad de cambiar para siempre o morir. Más allá de las Sombras no es una historia de zombies, ni de terror. Es algo más escalofriante. En algún momento de su lectura, comencé a leerme a mi mismo. Eso da miedo, porque a nadie tenemos más miedo que a nosotros mismos independientemente de que vivamos en un mundo aterrador o no.
Vivimos en una sociedad que nos permite ser todos para no ser uno mismo, todos somos fulano, perengano, todos somos 18, 45 o 132. La ingeniera del control social recortó la cuenta de los mas de setenta mil muertos de Calderón a 42. El ascenso de la indignación como paradigma contemporáneo, trajo consigo su frivolidad. Celebrando la pluralidad mediática que nos disuelve, disimulamos la huida de todo aquello que en la vida inmediata no podemos resolver.
Entonces, qué hacemos esperando con ansias la nueva temporada de una serie de zombies, de cuentos de hadas, y para ser más franco, porqué, con la misma ansiedad comencé a leer Más allá de las Sombras.
Supongo que es porque buscamos respuestas en aquellos lugares que el racionalismo ha llamado con desprecio, magia.
Todos estamos buscando respuestas. Buscamos respuestas a preguntas que el racionalismo no ha podido ni podrá contestar y peor aún, nos prometió contestar desde el discurso de la civilización, el progreso y la obediencia a sus leyes. Nos vamos dando cuenta de la mentira. Y mientras nos vamos dando cuenta de la mentira, también nos vamos dando cuenta de que el racionalismo y el progreso, en sus talleres ocultos, -algunos los llaman maquiladoras, de ropa deportiva o de intelectuales-, asesina o esclaviza culturas, cosmovisiones y ecosistemas. Buscamos respuestas y hoy más que nunca parecieran al alcance de la mano, o sea en el teclado, o sea en google, que siempre nos manda a wikipedia; parecieran las respuestas estar en el puesto de periódicos donde conviven la nota roja y la noticia, confundiéndose las dos, eso si, siempre junto a la alegría del futbol y los retoques de fotoshop a alguna cintura escultural.
Más allá de las Sombras tiene respuestas porque comparte un camino y nos expone, a plena luz de sombras, a su caminante, Abel, y los seres que lo acompañan. Él es un descarnado contemporáneo que intuye respuestas, que intuye que podría encarnarse, recordando lo que decidió olvidar por inservible. Busca siendo un escéptico absoluto, y su escepticismo suena más a resentimiento con lo que no comprende. Abel intenta, desde la primer página, diluir en alcohol sus visiones. Pero el alcohol no diluye, conserva.
El escepticismo es algo que nos enseñaron en la escuela al hablarnos de culturas avanzadas y atrasadas, de civilizados y salvajes, de superiores e inferiores, ciencia y magia, terroristas y héroes, putas y santas, dios y el diablo. El escepticismo es resultado de la edición selectiva, maniquea, instrumental de la historia, de la filosofía, y de la metafísica ni hablar, porque ya no figura.
Miraceti acaso siguiere que hay respuestas en el pensamiento mexicano, extraviado y caótico después de lo que podríamos llamar holocausto colonial, laberinto de soledad diría Paz, pero más angustiante aún: laberinto que no esta hecho de dudas. Angustiante porque un laberinto de dudas nos disculpa de extraviarnos, pero un laberinto de respuestas desordenadas a punta de espada y santa inquisición, nos parece un laberinto transparente, en el que se vislumbra la salida sin explicarnos porque no la alcanzamos; colibrí atrapado en un moderno y eficiente edificio de cristal. Me parece ver en la travesía de Abel entre México, Puebla y Veracruz, respuestas en el pensamiento mexicano, y me atrevo a decir que las hay como las hay en el pensamiento egipcio, hindú, oriental, maya, griego…

Más allá de lo que se puede explicar físicamente: Metafísica.

Meta no es solo un prefijo que significa más allá de. La Meta es el punto de llegada en una carrera en circuito y, que lógicamente, es también el punto de partida. En este sentido llegar a la meta es llegar, de nuevo, al origen. Solo hay una causa para el extravío metafísico, o sea para el extravío del alma, para el extravío del origen, y no es simplemente ignorancia, porque ser erudito no garantiza encontrarse. La causa del extravío metafísico es el olvido. Olvidar es traicionar lo que hemos vivido, es editar nuestra propia historia con la mejor de las intenciones –ni dudarlo- pero inevitablemente desemboca en la hipocresía. Y no juzgo aquí la hipocresía como algo bueno o malo, porque entiendo que es difícil ser honesto en una sociedad que hace de nuestra sinceridad una debilidad. Pero el olvido se ha vuelto una parte practica de la vida contemporánea, es decir, ¿para qué recordar si hoy todo caduca tan rápidamente? Lo nuevo envejece con una velocidad que hace imposible recordar todo. Recordar no es práctico, olvidar si. Olvidamos para no enloquecer. Los recuerdos nos enloquecen porque nos llaman desde un mundo que no puede ser explicado por las leyes de la física, ni por la razón, y nos llaman a otro mundo donde los relojes se vuelven caracoles moribundos. ¿De donde viene la palabra metafísica? Viene de Aristóteles, intentando buscar la causa primera de todas las causas. Hoy podríamos confundir esto con causalidad, pero Aristóteles no hablaba de la simple causalidad progresiva y lineal con la que se simplificó su visión de las causas. Mientras esta simplificación acontece en el paradigma "causa y efecto". No es este el momento de entrar en detalles sobre Aristóteles, pero no de puede hablar de metafísica sin hablar de él.
Más allá de las Sombras no es simplemente una novela metafísica, sino de metafísicas. El extravío de Abel acontece en el centro de la sinrazón y el dolor de la nota roja y lo lleva a buscar le origen de este extravío y lo encuentra internanose en el corazón de las antípodas de su escepticismo. El suyo es el extravío de un corazón que no puede ser engañado por la modernidad y el progreso. Por eso, desde la necedad, Abel se niega a utilizar la computadora y es un caos con el celular. Abel me hace sentir que todos tenemos una misión que insiste en jugar a las escondidas, un propósito que es obligado a la prostitución. La misión y los sueños se ven usurpados por el slogan publicitario, por la vacuidad de la verdad mediática, pero la denuncia la hace el corazón que no tiene más que sus latidos para hablar.

Abel y la nota roja

Lo bueno de tocar fondo es que conoces a las creaturas del abismo, quizá los únicos amigos de verdad. El abismo; donde todavía, debajo de la arenilla del fondo, podemos encontrar lo mejor de nosotros.
El aburrimiento, es decir, el extravío existencial, en este mundo, que según nos cuentan, es mejor que todos los mundos que han existido, puede llegar a ser tal, que no es mala idea animarse a tocar fundo. Pero Más allá de las sombras nos muestra que esto nunca es simplemente un paseo, ni tiene nada que ver con asustarse a través de la pantalla. Es, en todo caso, un viaje sin retorno donde el terror se vuelve pequeño frente al tamaño del espanto. Tenemos que decirlo con claridad, en este sentido Abel es un guerrero, extraviado, en busca de si, pero al fin y al cabo guerrero y no está solo.
Los sueños que Más allá de las sombras me provocó en la primer noche de lectura, me hicieron sospechar la profundidad de la novela. Y no es casual. Solamente, la fuerza de la primer página que leo y releo, es una síntesis brutal de un extraviado existencial buscando ahogar su empatía en el embrutecimiento alcohólico, callejón sin salida, medida precaria e insuficiente que Abel usa para calmar los dolores de los golpes en su piel que, por cierto, él no recibió, pero le duelen. Abel esta malditamente conectado a los otros con una profundidad que lo taladra y ha elegido la nota roja de un país bañado de rojo para tocar fondo, no con toda la premeditación del mundo, por cierto. Abel decide, a pesar de la empatía taladrándole el escepticismo, incrustarse en la nota roja, incrustarse precisamente en el camino que era la peor opción.

El país espantado
Hay lugares muy bonitos en los que no debemos olvidar dar gracias. Hay lugares que son terroríficos y con un poco de morbo pueden ser interesantes y otros que dan miedo. Nos toco nacer en un lugar, en un país, que ha transitado estos tres estadios y que parecen traslaparse como el humo de tres fumadores en la misma habitación. A veces es difícil saber, o incluso, creer en cuál estamos. Alguien sugirió a Irma Miraceti que su novela es una recomendación para que México se haga una limpia. No se si tiene esa intención. Lo que es cierto es que no es un disparate. Silenciosamente, casi imperceptible, el espanto es una argumento poderoso en la novela. Como Abel, estamos espantados. Nos hicieron espanto, nosotros con el mundo y el mundo espantado con nosotros. El espanto no nos permite ser, o dicho de otro modo, nos deja ser a medias y mientras medio somos nos preguntamos donde estará lo que nos falta, porque lo que se espanta es una parte de nosotros que se queda enganchada, extraviada por ahí. Medio dormidos y despiertos, mecánicamente entramos en el día protegidos por el enojo, la prisa, y llegamos por fortuna a la vigilia plena a salvo del pensamiento, la noche nos sorprende exhaustos, hiperinformados, para caer rendidos otra vez, a salvo del pensamiento, acurrucados en nuestros dogmas. El espanto es la materia del laberinto de respuestas del que hablamos anteriormente, es la transparencia del cristal con que se mira la salida. ¿Hasta que punto México se ha vuelto la experiencia gore, el turismo gore del mundo? Como Abel, estamos enganchados en la nota roja y nuestra alegría de pueblo que saber llorar riendo, no puede disimular que somos párrafos del relato rojo de un país bañando en sangre. En el fondo quizá, sabemos qué hay que hacer, desengancharnos, pasar el susto, pero cómo. Cómo romper el embrujo que nos paraliza teniendo la solución a la vista… creo que hay respuestas Más allá de las sombras.



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