Más allá de la obediencia y la irreverencia: Jóvenes y esfera pública en León, Guanajuato

June 8, 2017 | Autor: J. Hernández Guti... | Categoría: Youth Studies, Civil Society and the Public Sphere
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Descripción

ÍNDICE

INTRODUCCIÓN

01

1. Antecedentes

03

2. Delimitación del objeto de estudio y perspectiva metodológica

09

Marco contextual

13

Los jóvenes de León

15

4. Organización temática

18

20

PRIMERA PARTE I.

Lo público y sus transformaciones 1. Diferentes acepciones de lo público

23

1.1 Lo público como lo estatal

24

1.2 Lo público como comunidad política

28

1.3 Lo público como lo político ampliado

32

1.4 Lo público como espacio de sociabilidad

37

1.5 ¿Un solo público?

41

2. Transformaciones recientes en la esfera de lo público

45

2.1 Cambios acelerados y explicaciones que les pisan los talones

48

Crisis de los marcos de referencia común

49

El debilitamiento de las instituciones modernas y el énfasis en el individuo

50

2.2 Nuevas formas de vincularse con lo público y con sus integrantes

53

El espacio virtual

54

Transformaciones en las relaciones con el “otro”

56

Formas contemporáneas de vincularse con lo público

57

2.3 El espacio privado como refugio

60

2.4 Transformación en los límites entre lo público y lo privado

60

65

II. Los jóvenes en lo público

i

1. Transitar… ¿hacia dónde? Unas palabras sobre la condición liminal en la actualidad

69

2. Diferentes formas de concebir al joven

71

2.1 El joven como menor

73

2.2 El joven como problema

75

2.3 El joven como futuro

78

2.4 El joven como ciudadano

79

2.5 El joven vinculado a sus manifestaciones culturales

82

2.6 El joven como consumidor

84

3. El “otro” desde la mirada de los jóvenes

86

3.1 Los jóvenes y la sociedad

89

3.2 Los jóvenes y las instituciones La escuela y el trabajo

90

3.3 Los jóvenes y sus pares

92

4. Acciones referidas a lo público en (algunos) jóvenes

96

5. Reflexiones conjeturales sobre los jóvenes, lo público y la relación entre ambos en la actualidad

101

SEGUNDA PARTE

104

III. Al encuentro de “ese algo que es de todos y que todos pueden ver”

105

1. Estrategia metodológica

105

Sobre los datos recabados

105

Sobre el proceso de análisis

108

2. ¿Qué más sabemos de ellos?

110 ii

3. La definición de lo público según los jóvenes: primera aproximación

116

4. ¿Se interesan o no se interesan en lo público?

121

4.1 El privilegio del ámbito privado

122

4.2 Reacciones ante lo público

123

Sobre la política y la sociedad

128

Después de enterarse, ¿actúan?

133

5. La concepción de sí mismo ante lo público

137

5.1 La pertenencia a lo público como joven y como adulto

138

5.2 La pertenencia a microesferas públicas

142

5.3 La pertenencia a lo público independientemente de la edad

151

IV. Más allá de la obediencia y de la irreverencia

154

1. Las distintas formas de entender lo público y de actuar con orientación a éste

156

1.1 Granitos y semillitas: Formas de acción orientadas a lo político ampliado 156 1.2 Siguiendo la corriente: Formas de acción orientadas al espacio de sociabilidad

161

1.3 Empezar por lo que está en sus manos: Formas de acción orientadas a microesferas públicas

165

1.4 El simultáneo respeto y descrédito a la norma: Formas de acción orientadas a lo público-estatal

169

1.5 De sueños y lejanas intenciones: Formas de acción orientadas a la comunidad política

175

2. “…porque son la levadura”

183

191

CONCLUSIONES iii

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

203

ANEXOS

214

1. Guía de entrevista

214

iv

INTRODUCCIÓN

Asumiendo que la realidad tuviera sólo dos extremos, ir de un lado al otro supondría un camino largo; sin embargo, su recorrido podría resultar sencillo y, la ruta, predecible. La realidad, sin embargo, nos sorprende; entre el “aquí” y el “allá” nos reta con sus pasadizos, callejones cerrados y, sin duda, con sus excepciones. Más allá de un punto y otro encontramos que la realidad social, en su diversidad y dinamismo, nos obliga a replantear constantemente los caminos para comprenderla. Si a pesar de todo nos proponemos encontrar un “aquí” y un “allá”, como puntos de referencia, habrá que tener presente que quizás haya algo que no podremos captar: aquello que está en medio, por arriba o por debajo. Para comprender la manera en que la juventud se vincula con los asuntos públicos ya se han establecido algunos “nortes” en el mapa social. En este trabajo nos proponemos recorrerlos, ir del “aquí” al “allá”, pero deteniéndonos en lo que está en el medio y apostando, también, por salirnos un poco del camino para mirar qué más pudiera haber. Nuestros puntos de referencia son la “obediencia” y la “irreverencia”, características con las que frecuentemente en la sociedad, e incluso en el debate académico, se define a las acciones de la juventud relacionadas con la esfera pública. Resumimos con la palabra “obediencia” a aquellas acciones vinculadas con lo público que se apegan a la norma y a los

procesos formales de involucramiento en este ámbito (participar de la manera que el Estado lo indica, afiliarse a algún partido, contraer un compromiso explícito con alguna asociación, etc.); con la palabra “irreverencia” nos referimos, por el contrario, a la transgresión del orden público, no únicamente con intención de contravenir la ley sino, también, de mostrar un desacuerdo o de ser desafiante con el statu quo, aun de manera simbólica. En este trabajo quisimos encontrar, entonces, qué pudiera haber dentro y más allá de la obediencia y de la irreverencia de los jóvenes estudiantes (de nivel medio superior y superior) de la ciudad de León, en cuanto al lugar que tienen en lo público y a las acciones que llevan a cabo en torno a esta esfera. La intuición inicial de este trabajo fue que las acciones de los jóvenes no siempre pueden entenderse con la idea de disciplina ni con la de subversión; por tanto, prestamos particular atención a lo que ocurre con aquellos jóvenes que no se identifican con ninguna de estas dos etiquetas. 1

Consideramos que para los jóvenes (imposible hablar del “joven” en singular, ni aun del “joven estudiante”), pudiera haber diversas maneras de actuar frente a lo público, posibilidades que algunos pueden elegir, pero no todos. La particularidad que tiene la juventud, con relación a su actuación en esta esfera, se encuentra en que, aun con las ambigüedades e inexactitudes que suponga la definición de esta etapa de la vida, puede observarse una distinción entre jóvenes y adultos (niños y ancianos, también) respecto a la posibilidad de involucrarse en cuestiones públicas. Los jóvenes, en algunos casos, necesitan de permisos y del reconocimiento de alguien más para poder formar parte de la “obra colectiva”, entrar a la discusión y tomar la palabra; en otros casos, sin pedir autorización, se muestran y se hacen visibles. Con todo y lo imprecisa que es la definición misma de juventud y el debate que hay al respecto, proponemos partir de la idea de que se trata de un momento particular de la vida en el que se encuentran limitadas algunas formas de acción en el ámbito público (y también en el privado), sin embargo se transita por esta etapa con la promesa de que, a futuro, se tendrán más posibilidades. En un contexto como el nuestro, en el que el logro de la independencia, la satisfacción de las necesidades materiales y la adquisición de una voz para opinar no están garantizados para todos los ciudadanos (aunque sean adultos), se vuelve necesario enriquecer la discusión respecto a las diversas formas de manifestación y de involucramiento que tienen actualmente los jóvenes en la vida pública; pues ellos, por su edad, pueden encontrarse aún más limitados. Los jóvenes, que fueron niños, crecieron (y lo siguen haciendo) en sociedad, pero no necesariamente han tenido una participación activa dentro del espacio público. Hablar de que hay un más allá de la obediencia y de la irreverencia nos lleva a considerar diversas maneras de concebir lo público, de acuerdo con sus límites y con las posibilidades que tienen sus miembros para actuar en él. En algunas definiciones de lo público, para entrar en él o, más precisamente, para intervenir dentro de él, se puede hablar de un “antes” y un “después”; no cualquiera es “naturalmente” un miembro y a los individuos jóvenes puede limitárseles la participación, teniendo que esperar a convertirse en adultos para hacerlo. En cambio, en una definición más flexible de lo público, el ser joven o el ser adulto pueden no ser criterios para abrirle o cerrarle la puerta de la participación a alguien, aunque pudiera haber otras limitantes.

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Dedicamos este trabajo a las tensiones vinculadas con esta “entrada” y con la invisibilización que en muchos casos pueden tener los jóvenes en el ámbito público, observando las diferentes formas en las que, de acuerdo con los propios jóvenes, les proponen entrar y participar los adultos, las instituciones y la sociedad en general, así como las diversas maneras que pudieran tener ellos mismos de abrirse paso. Todo ello, dado que la heterogeneidad en la juventud así lo demanda, se observará privilegiando el punto de vista de los propios jóvenes, para poder dar cuenta de las distintas maneras en las que, en la práctica, acceden a lo público y se desenvuelven en él. Buscamos descubrir, según su perspectiva, si se entra por la puerta principal o por la puerta de atrás, si se prefiere entrar por la ventana, entrar gritando, entrar de incógnito, entrar sólo a veces o, simplemente, no entrar. El objetivo del trabajo es, pues, descubrir cómo perciben los jóvenes su pertenencia a la esfera pública y de qué manera(s) se involucran en ésta, en el caso concreto de los jóvenes estudiantes del nivel medio superior y superior de la Ciudad de León, Guanajuato.

1. Antecedentes

Algo que tanto en el debate público como en las reflexiones académicas ha caracterizado a la juventud de esta época es su aparentemente escaso involucramiento en asuntos públicos, particularmente hablando de lo relativo a la participación política formal o a todo aquello vinculado con el Estado. El sentimiento de desafección por la política hecha “desde arriba”, puede ir más allá del descontento e incluir el alejamiento y la desconfianza hacia los actores y las formas estatales de representación (Fernández Poncela, 2011). Hay que decir que esta situación, aunque quizás esté más acentuada en los jóvenes, es actualmente un sentimiento compartido por toda la población y en diversas sociedades (Touraine, 2006; Krotz y Winocur, 2007). Existe un cierto consenso, pues, respecto a que los jóvenes latinoamericanos buscan alejarse de aquellas formas de asociación que proponen las instancias estatales y los partidos políticos e, incluso, de las organizaciones formales que exigen una afiliación y compromiso más fuertes, y que tienen a adultos como mediadores (Krauskopf, 2000a;

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Tejeda y Reis, 2008). Para comprender un poco más por qué se ha llegado a tal consenso, expondremos algunos datos a continuación; no obstante, lo importante es señalar que después de dicho consenso las investigaciones han establecido diferentes rumbos y, asimismo, han sido diferentes las posiciones que se han tomado en el debate público respecto a quiénes son los jóvenes actualmente. Hay quienes, tras tacharlos de “desobedientes”, buscan regresarlos al camino del “deber ser” y, también, hay otros que observan que su aparente indiferencia es más bien irreverencia, es decir que los jóvenes buscan alternativas para incidir en lo público y hacerse presentes, aunque éstas frecuentemente choquen con lo establecido. Volviendo a la exposición del alejamiento de la juventud respecto de la participación política formal, observamos que esta situación se ha confirmado y reconfirmado en los últimos años para el caso de México. En la Encuesta Nacional de Juventud 2010 (IMJUVE, 2011), así como en las versiones anteriores de la misma, los jóvenes mexicanos, de todas las regiones del país y de todos los estratos socioeconómicos, suelen participar poco en agrupaciones: sólo uno de cada diez jóvenes participa en alguna organización y, en esos casos, la mayoría lo hace en asociaciones de tipo deportivo, religioso o estudiantil. La participación en organizaciones políticas o en asociaciones civiles es mínima. En esta misma encuesta se señala que la mayoría de los jóvenes tiene poca confianza en que los partidos políticos ayuden en algo al funcionamiento de la democracia. Las instituciones en las que confían más son los organismos de salud, la escuela y las universidades públicas; le asignan al gobierno, a los partidos y a la policía una bajísima calificación en cuanto a confianza. En la edición de 2005 de la Encuesta Nacional de Juventud (IMJUVE, 2005) se señalaba, además, que la mayoría de los jóvenes afirmó que participaría en política sólo cuando fuera obligatorio hacerlo, dejando muy atrás la intención de actuar en el momento en que se presentara alguna injusticia o el participar sólo por sentir la responsabilidad de hacerlo (Fernández Poncela, 2011). Por otra parte, según el Estudio Internacional sobre Conocimiento Cívico y Ciudadanía 2009 (ICCS, por sus siglas en inglés) (Schulz et al., 2011), los jóvenes mexicanos de nivel Secundaria confían menos en las instituciones que el resto de los jóvenes latinoamericanos y, de acuerdo con este mismo estudio, es de destacar que menos

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de la mitad de los jóvenes mexicanos confía completamente en la gente en general. Numerosos trabajos en ciencias sociales sobre juventud aluden a una reducción de la participación y del interés de los jóvenes en los asuntos público-institucionales, a diferencia de lo que ocurría en décadas anteriores con este mismo grupo poblacional (véase por ejemplo Kelly, 2009; y, Reguillo, 2010). Hasta aquí, podríamos decir que los jóvenes son “poco participativos”. En ese punto es donde los caminos se bifurcan: hay quienes se proponen indagar más a fondo en la relación entre juventud y esfera pública desde la mirada institucional (lo que englobamos dentro de la perspectiva de la “obediencia”), mientras que otros la cuestionan y buscan visiones alternativas (la perspectiva de la “irreverencia”). En la primera perspectiva encontramos varios trabajos que parten de la “socialización política” (ver Dudley y Gitelson, 2003; Flanagan y Levine, 2010; Kahne et al., 2006; Kelly, 2009), los cuales se mantienen generalmente del lado de la política formal y abordan el tema teniendo como eje la ciudadanía legal (caracterizada, entre otras cosas, por la mayoría de edad), por lo que omiten el hecho de que algunos jóvenes (menores de edad), en el presente, pudieran tener injerencia directa en cuestiones públicas; en este sentido, se enfocan en la educación que la juventud pudiera recibir en el presente para contribuir, en el futuro, al buen desempeño de la democracia. Varios de estos trabajos parten de la visión del capital social, del compromiso cívico y de la confianza social como elementos fundamentales para contribuir al orden público, mismo que, en última instancia, remite a marcos legales de referencia común (aquello que delimita el Estado) y, por tanto, permanecen apegados a una concepción un tanto estrecha de la participación. En nuestra opinión, estos trabajos probablemente continúen llegando a la conclusión de la “apatía” política juvenil, aunque es de reconocer que hay aportes recientes que parten de esta perspectiva y llegan a resultados diferentes, por ejemplo en cuanto a que las redes de amistad entre pares, el trabajo comunitario o las prácticas de voluntariado representan maneras en que los jóvenes, a pesar de su edad, contribuyen al beneficio colectivo y muestran empatía por los asuntos públicos (McFarland y Thomas; 2006; Ream y Rumberger, 2008); no obstante, sobresale la idea de que esto sólo les dotará de una formación idónea para ser “buenos ciudadanos” en el futuro.

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El otro gran cúmulo de investigaciones se enfoca en la perspectiva de la “irreverencia” pero, insistimos, más que apuntar a que la juventud se ubica en contra del interés público, visibiliza a una juventud que reacciona a las formas convencionales de participar y de involucrarse. Para esta perspectiva ha sido preciso cuestionarse, primero, cómo se ha concebido tradicionalmente el término de “participación” en el debate público y académico. Revisando la literatura en ciencias sociales al respecto, encontramos que este término se utiliza principalmente para referirse a la acción vinculada con el comportamiento electoral, la asistencia a manifestaciones, la realización de demandas a las autoridades o la afiliación formal en organizaciones de tipo político o en asociaciones de servicio comunitario, por ejemplo (Espinoza Valle, 2008; Kahne et al., 2006). De acuerdo con Krotz y Winocur (2007), actualmente presenciamos un vaciamiento de sentido de conceptos tales como “participación” y “ciudadanía”, reduciéndolos a cuestiones relativas a la política institucional y, por tanto, alejándolos de la vida cotidiana de la gente, de sus intereses y sus prácticas. En las encuestas sobre cultura política, por ejemplo, la gente asocia poco el término “participar” con prácticas de cooperación comunitaria o con acciones que no encajan dentro de la deliberación conjunta y racional para solucionar algún problema de interés colectivo (Ibíd.). Aguilera (2010) sugiere, al respecto, cuestionar los tiempos y espacios “exclusivos” de la política, ir más allá de aquellas prácticas o concepciones sobre la participación que se limitan únicamente a los momentos electorales, a los espacios institucionales y que recaen solamente en manos de los políticos “expertos”. La política y la participación trascienden esto; pueden encontrarse, también, en el día a día, y son particularmente los jóvenes quienes han hallado nuevas formas de “participar”, aunque no siempre lo reconozcan así (ni ellos mismos ni las demás personas). Entonces, al cuestionar la aparente apatía por lo público de los jóvenes, algunos autores han encontrado que varios de ellos tienen, de hecho, formas alternativas de participación y de agrupación. Desde nuestra perspectiva, esta vía de investigación también ha llegado a cierto consenso: su aporte ha sido indispensable para visibilizar a diferentes grupos y sectores de la juventud, así como para dar cuenta de la problemática social en la que se encuentran inmersos. De acuerdo con algunos de estos autores (Reguillo, 2003; Valenzuela, 2009; entre otros), aquello que moviliza a los jóvenes en la actualidad puede ser cambiante, más flexibles los lazos existentes en sus agrupaciones y más efímeras sus

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intervenciones; sin embargo, participan. Se interesan por cuestiones que trascienden lo local y que atiende, en buena medida, a reivindicaciones culturales, como el feminismo, la paz, la ecología, el reconocimiento a los pueblos indígenas y los derechos humanos (Tejeda y Reis, 2008; Aguilera, 2010). Cuando participan en la política institucional, frecuentemente lo hacen de forma pragmática y sin involucrarse demasiado, como en el caso del voto; y algunos otros buscan, por su parte, nuevos referentes colectivos y nuevos espacios en donde sentirse identificados (Reguillo, 2003; Valenzuela, 2009). Una forma de acción que resalta en varias investigaciones sobre los jóvenes en Latinoamérica es la referida a las expresiones culturales o a los modos “performativos” de vincularse políticamente (Aguilera, 2010; Medina, 2009; Urteaga, 2010). Se propone que, a través de la música que se escucha o que se compone, de los estilos al vestir o del uso que se le da a los medios de comunicación, los jóvenes se muestran a sí mismos y expresan críticas o posicionamientos ante la sociedad y ante los demás. Dado que para los jóvenes se encuentran limitadas distintas vías de participación formal, estas acciones representan una alternativa para manifestarse e involucrarse en la esfera pública, aunque esto nos obligaría a extender el concepto de lo público a un espectro que rebase, sin omitirlo, lo público estatal e institucional. Las perspectivas de la “obediencia” y de la “irreverencia”, entonces, son aquellas que encontramos más presentes dentro del debate académico actual; no obstante, aparte de todo esto, en la literatura encontramos algunos elementos que nos sugieren la existencia de “algo más” en cuanto a la relación de la juventud con los asuntos públicos. El trabajo de Harris (et al., 2010), por ejemplo, coincide en que hay pocos jóvenes vinculados con la política institucional, aunque sugiere que no todos adoptan como alternativa las manifestaciones culturales ni se muestran tan interesados en expresar un posicionamiento crítico ante la sociedad y las formas institucionales de participación; esto no significa que su actitud sea apática, sino que llevan a cabo formas de actuar en lo público aún más “modestas”, acciones aparentemente insignificantes dentro de su vida cotidiana. Además de esto, de acuerdo con Le Breton (2007), también es posible que algunos jóvenes ni siquiera quieran ser vistos, replegándose en lo más íntimo y alejándose de las miradas acechantes de una sociedad que, en ocasiones, pudiera exigir demasiado a algunos de ellos (conseguir un

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diploma académico, encontrar un buen empleo, tener el teléfono celular más moderno, poseer una figura corporal esbelta, etc.). Estas posibilidades dan muestra de la heterogeneidad en la juventud, por lo que parecería posible encontrar en los jóvenes, todavía, el reconocimiento a instancias políticoestatales, aunque la vinculación con éstas pudiera ser de alejamiento, rechazo o pragmatismo. Asimismo, del otro lado de las cosas, los jóvenes parecen encontrar alternativas que rompen completamente con el orden esperado y que, además, obligan a cuestionar el propio concepto de la participación y del espacio público. En medio de estas alternativas opuestas pudieran encontrarse acciones más sencillas, que ni expresen convicción ni contengan una propuesta innovadora de participar; y, por fuera de todo esto, también puede manifestarse un alejamiento de lo público, o el deseo de pasar desapercibido en este ámbito. Para tratar de comprender el complejo vínculo de los jóvenes con la esfera pública se vuelve necesario, por tanto, mantener presente la idea de la heterogeneidad de esta población, pero también resulta indispensable cuestionar y abrir el propio concepto de lo público. Considerando lo anterior y nuestra intención de observar un amplio espectro de posibilidades, de proyectos y de alternativas de vinculación con lo público que pueden existir en la práctica, quisiéramos proponer otra manera de abordar la relación de los jóvenes con esta esfera, que involucre una forma más abarcadora de concebir el propio ámbito de lo público (que trascienda a lo político, sin excluirlo) y, a partir de esto, descubrir (desde la perspectiva de los jóvenes) qué tan pertenecientes se sienten a esta esfera y cuáles son las diversas maneras de vincularse con ella, considerando desde la afiliación más comprometida hasta el mero hecho de sentirse parte de una colectividad. Para poder abordar lo que está más allá de los parámetros tradicionales y alternativos de participar, de lo formal e informal, y de la obediencia y la irreverencia, consideramos indispensable indagar, para empezar, en lo que otras investigaciones sugieren sobre las diferentes maneras en que se puede conceptualizar lo público y qué formas de implicación de los individuos están envueltas en cada una de ellas. Posteriormente, exploramos distintas concepciones que existen en la sociedad sobre la juventud, considerando que cada definición pudiera implicar o sugerir una manera específica en que los jóvenes y lo público deben relacionarse. Tras contar con estos elementos teóricos

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emprendimos un acercamiento empírico con jóvenes estudiantes de la ciudad de León, con lo que logramos descubrir cómo ellos perciben la esfera pública, cómo se conciben a ellos mismos dentro de este ámbito y de qué manera se suelen involucrar en éste o, si no lo hacen, cómo imaginan que podrían hacerlo.

2. Delimitación del objeto de estudio y perspectiva metodológica

El objeto de estudio de este trabajo son las percepciones que tienen los jóvenes estudiantes de nivel medio superior y superior, de la ciudad de León, respecto a su pertenencia a la esfera pública, así como las maneras en que se involucran en ésta. Concretamente, la pregunta que guía este trabajo es la siguiente: ¿Cómo perciben los jóvenes estudiantes de León su pertenencia a la esfera pública y de qué manera(s) se involucran en ésta?1 Como complemento a la pregunta principal de la investigación buscamos responder a las siguientes preguntas específicas: -

¿Cuál es la percepción/definición que tienen los jóvenes estudiantes leoneses del espacio público? ¿Cuáles son los límites que ellos perciben para demarcar la esfera de lo público? ¿Cuál es el lugar que ellos ocupan dentro del espacio público, según su propia perspectiva? ¿Cuáles son las acciones que los jóvenes llevan a cabo y que pudieran manifestar un involucramiento en lo público?

En la primera pregunta buscamos descubrir cómo definen los jóvenes la esfera pública, para contrastarla con las distintas acepciones que lo público tiene según las ciencias sociales, mismas que expondremos en el apartado teórico sobre esfera pública. En la segunda pregunta, muy en sintonía con la primera, buscamos profundizar en la definición que ellos tienen de lo público, si es que los límites de esta esfera son claros o difusos y si para ellos este ámbito se reduce a lo local, a lo nacional o no tiene fronteras definidas (no sólo hablando en términos territoriales); además indagamos en quién resguarda y delimita lo que es público, quién entra y quién sale de él, según los jóvenes. Con la tercera, se pretendió

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Utilizamos el término “involucramiento” dado que, como expusimos, la palabra “participación” suele referirse primordialmente a maneras formales e institucionalizadas de actuar en el espacio público. El término “involucramiento”, consideramos, deja un margen más amplio para pensar diferentes vínculos de los jóvenes con lo público.

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descubrir cuál es el lugar que ellos ocupan dentro de la esfera pública (considerando sus distintas definiciones), según su propia perspectiva; lo que buscamos, específicamente, fue descubrir si sienten que forman parte o están excluidos del ámbito público y si acaso, en alguna medida, esto pudiera relacionarse con el hecho de ser jóvenes. Finalmente, con la última pregunta, indagamos en qué tanta importancia le otorgan los jóvenes a lo público y qué tan implicados se sienten en cuestiones públicas; y, acompañando a lo anterior, prestamos atención en detectar cuáles son las acciones concretas orientadas a lo público que los jóvenes llevan a cabo en la práctica. Para responder la pregunta principal y las preguntas específicas, consideramos indispensable partir del relato de los propios jóvenes, dado que hay diversas instancias que han configurado un discurso sobre la juventud desde un punto de vista adultocéntrico, alejado de lo que los propios jóvenes son y hacen. Estos discursos han propiciado una visión apática de la juventud o excesivamente optimista, en cuanto a su involucramiento en asuntos públicos; en este sentido, escuchar a los propios jóvenes e intentar reconstruir su propia visión de las cosas y de las posibilidades de acción que tienen en el ámbito público, nos ha podido dar otra perspectiva de su realidad. El trabajo se realizó bajo una metodología cualitativa y considerando primordialmente la “perspectiva del actor”, es decir que intentamos reconstruir la realidad a partir del punto de vista de los propios jóvenes. Desde esta perspectiva se concibe a los individuos como sujetos activos en la construcción del universo de referencia compartido, en el cuál se basan para ejercer determinadas prácticas y otorgar sentidos a la realidad (Guber, 2005). La validez hermenéutica de esta perspectiva, entonces, recae en que otorga la posibilidad de que el investigador comprenda la situación sin imponer su punto de vista, sino considerando una visión de la realidad a través de los actores que participan en ella y quienes, además, la construyen y la reconstruyen. De acuerdo con nuestro objetivo de investigación, esta perspectiva resulta idónea puesto que nos interesa conocer qué dicen los propios jóvenes del lugar que la sociedad les otorga y del que ellos mismos consideran que tienen. Esta perspectiva centrada en los actores, sin embargo, debe considerar todo el tiempo el contexto en el cual éstos se desenvuelven, dado que a pesar de ser sujetos activos, construyen la realidad partiendo de un momento y un lugar específico; se vinculan con su

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contexto de manera práctica y lo reconfiguran ajustándose al marco de posibilidades que éste les ofrece (Ibíd.). Proponemos recuperar el conocimiento que los jóvenes tienen de su entorno, tomándolos a ellos como punto de partida para conocer su perspectiva de las cosas, lo que representa una forma subjetiva de conocer, vinculada con sus experiencias y vivencias (Galindo Cáceres, 1997). Debe destacarse que la perspectiva del actor busca ir más allá de una visión etnocéntrica de la realidad, es decir que no basta con transcribir el punto de vista de los sujetos involucrados, sino que es preciso trascender sus relatos y leer entre líneas. Para tal fin es necesario tener presente que es el investigador el que reconstruye las cosas y no es el informante, por lo que el análisis de la realidad debe confrontar la visión del actor con esquemas teóricos que permitirán no sólo reproducir el discurso de los actores sino trascenderlo, detectar contradicciones entre su relato y sus prácticas, encontrar relaciones entre distintos aspectos de la realidad social y, en última instancia, hallar explicaciones (Guber, 2005). En un inicio buscamos enfocarnos en la población juvenil en general o, más específicamente, en lo que “cualquier joven” nos pudiera decir respecto de su visión sobre lo público y su vinculación con él. Por el objetivo de nuestra investigación fue necesario delimitar un espacio amplio en donde pudiéramos localizar a nuestros informantes; esto significa que se evitó intencionalmente acudir con organizaciones juveniles, con agrupaciones formales como lo pudieran ser las juventudes de los partidos políticos, las asociaciones civiles, etc., y, asimismo, se evitó buscar a los jóvenes teniendo como parámetro la pertenencia a una subcultura o a algún otro tipo de agrupación juvenil informal. Optamos, tras resultarnos la opción más viable dentro del tiempo del que dispusimos para realizar el trabajo empírico, por enfocarnos en jóvenes estudiantes, independientemente de sus afiliaciones o pertenencias a algún grupo en particular.2 Esto significa que los informantes podrían formar parte, o no, de alguna agrupación específica, y tener, o no, algún tipo de compromiso público. Consideramos que los jóvenes estudiantes

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Decidimos concentrarnos en los estudiantes dado que, el acceso a las escuelas, nos resultó la opción más viable para acercarnos a una población más o menos diversa de jóvenes. La condición de estudiante, ciertamente, ya otorga un sesgo particular a la población que elegimos. Se trata, pues, de jóvenes “integrados” a una institución, lo que sí se deja entrever en algunos de los resultados de la investigación, como lo expondremos en el capítulo de análisis de la información empírica.

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son una población heterogénea en buena medida, lo que nos permitiría encontrar datos significativos y un panorama más o menos amplio de la realidad juvenil. Los estudiantes, si bien pueden considerarse privilegiados, conectados e institucionalizados, de acuerdo a la categorización de Reguillo (2010:416) de los diferentes jóvenes del país, pueden constituir en sí misma una población diversa, volviéndose relativa la posición aparentemente favorecida de algunos de ellos. La constitución de nuestra muestra pudiera ser generalizable a otros jóvenes estudiantes (leoneses, por lo menos), dado que se buscó representar a la heterogeneidad de este universo siguiendo el criterio de variación máxima que propone Patton (1990), es decir que se eligieron informantes pertenecientes a distintas posibilidades educativas institucionalizadas, a saber: escuelas tanto públicas como privadas, de educación media superior y superior, de sistema escolarizado y semiescolarizado y, de educación general y tecnológica. Acotamos el universo de jóvenes estudiantes a aquellas personas, de ambos sexos, residentes de la ciudad de León, que tuvieran entre 15 y 22 años de edad, debido a que nos interesa conocer tanto la situación de quienes ya han superado la mayoría de edad como de quienes son menores, dado nuestro interés por ir más allá del involucramiento en lo público de formas institucionalizadas. Siguiendo estos criterios en cuanto a la edad, restringimos la búsqueda de informantes a aquellos que cursaran la educación media superior (Preparatoria) y superior (Licenciatura o carrera técnica); la manera en que nos contactamos con ellos fue a través de sus escuelas, por medio de directores o profesores. Con cada informante realizamos una entrevista cualitativa semiestructurada.3 La elección de León, Guanajuato, se sustentó en el hecho de que es ciudad mediana de nuestro país, y es de destacar que al realizar una indagación bibliográfica encontramos escasos trabajos sobre juventud referidos a este tipo de contextos. Se trata, además, de una ciudad con escasa participación ciudadana dado que, al menos de manera colectiva y organizada, la gente se manifiesta poco en público (Tellez Valencia, 2012). Por tanto resultó un lugar particularmente sugerente para indagar en prácticas institucionales y no institucionales de involucramiento público de los ciudadanos, para contrastar unas con otras y para encontrar rasgos específicos de las acciones de sus habitantes jóvenes pues, en

3

Al inicio del apartado de resultados (en la segunda parte de este trabajo) precisaremos los elementos de la estrategia de colecta de datos, así como del análisis de los mismos.

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comparación con los jóvenes de otros contextos, particularmente aquellos de la capital el país (ver Rochín Virues, 2002), la juventud leonesa pareciera públicamente invisible, a excepción de la visiblización que adquieren con el fenómeno del pandillerismo, problema actual reconocido por la población y por las autoridades de municipio (Mata, 2012).4 Esta investigación pretende abonar a la discusión en torno a la diversidad de formas en que la juventud se relaciona con el ámbito público, hablando desde el caso de los jóvenes estudiantes de León. Consideramos que, a pesar de dedicarnos a un sector específico de la juventud y en un contexto delimitado, los resultados de este trabajo podrían ir más allá de este caso de estudio, dado que se busca visibilizar a un sector de la población joven que ha sido poco estudiado en el país: los jóvenes estudiantes (“integrados”)

de ciudades

medianas. Aunado a esto, como hemos insistido, se apostó por encontrar maneras de involucrarse en lo público que puedan ir más allá de la “obediencia” y de la “irreverencia”, las cuales se encuentran retratadas en la mayoría de los estudios sobre juventud y participación. Es necesario subrayar que en este trabajo sí se ahondará en esas dos posibilidades (observando de qué manera están presentes en nuestro universo de estudio) pero, también, se busca contribuir a la comprensión de formas de involucramiento en lo público inéditas o, por lo menos, poco documentadas.

3. Marco contextual

Esta investigación se enfoca, pues, en los jóvenes de León. Decidimos trabajar en este contexto dado que es una ciudad en la que hay escaso trabajo respecto a la juventud que la habita, en comparación con el que existe en zonas urbanas de mayor tamaño o en entornos rurales. En el tema específico de jóvenes y esfera pública no encontramos ningún otro trabajo de investigación realizado para el caso de la ciudad de León. León cuenta con un total de 1, 436 480 habitantes (INEGI, 2010), lo que la convierten en la ciudad más poblada de Guanajuato y en la séptima a nivel nacional (Gómez Vargas, 2010). Se caracteriza por ser una ciudad industrial desde el siglo pasado; hacia mediados del mismo proliferaron las empresas encargadas de actividades textiles, de

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Ahondaremos, en la siguiente sección, en rasgos más específicos de la ciudad de León.

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calzado y de curtiduría, mismas que en su mayoría eran pequeñas fábricas y talleres familiares. Las organizaciones empresariales en el estado, muy particularmente en León, se convirtieron en importante influencia para determinar el curso que ha seguido la ciudad, en cuanto a su desarrollo económico (Blanco et al., 2000). Desde los años noventa se presentó un fortalecimiento del sector económico de servicios en esta ciudad, correspondiendo en gran medida a la aceptación de nuevos patrones de consumo por los habitantes. Esta situación se puede ejemplificar con la llegada de nuevas tiendas departamentales y restaurantes de cadenas tanto nacionales como internacionales, además de la aparición de nuevas ofertas para el entretenimiento (Gómez Vargas, 2004). Cabe añadir que esto se desarrolló al tiempo en que nuevas tecnologías para la comunicación se han adoptado, haciendo de ésta una ciudad mediática. Todos estos elementos pueden dar muestra de que León ha cambiado y que se ha acoplado, en muchos aspectos, al ritmo de la globalización, como propone Héctor Gómez Vargas (Ibíd.). La vida pública en esta ciudad, en concreto, se muestra con algunas particularidades. Por ejemplo, de acuerdo con López Levi (2002), León tiene la característica de que su población tiende a ser conservadora y poco participativa políticamente, en comparación con otros lugares del país. Esta ciudad ha mantenido, desde hace un par de siglos, una postura más conservadora que la propia capital de la entidad, la ciudad de Guanajuato, cuya élite política e intelectual ha tenido más influencia liberal y anticlerical (Rionda, 1998). En toda la entidad, sin embargo, la aparición de fuerzas políticas se ha caracterizado principalmente por representar identidades de grupos particulares y no por proponer reivindicaciones sociales, políticas o económicas; el Estado de Guanajuato, además, tampoco se ha caracterizado porque florezcan o impacten en él movimientos progresistas o de izquierda (Ibíd.); probablemente, las movilizaciones sociales más representativas de la región sean las apegadas a la iglesia católica, tales como el sinarquismo de principio del siglo pasado (Gómez Vargas, 2003). Actualmente, de acuerdo con Tellez Valencia (2012), la participación ciudadana en León se organiza, las más de las veces, en modalidades “oficiales”, es decir, se conforman asociaciones civiles que, en su mayoría, resultan compuestas por la élite empresarial o profesional, convocando poco a otros sectores de la población. Estas asociaciones buscan evaluar el trabajo del gobierno municipal e incidir en su gestión, aunque desde principios

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que este autor denomina como “tecnócratas”. Sin embargo, se expresa poca inconformidad o indignación en la población en general, así que la ausencia de manifestaciones públicas y la escasa presencia de movimientos de demanda ciudadana, pudieran hablar de formas particulares de vincularse con el espacio público en los leoneses y queda la duda de si las nuevas generaciones compartirán, o no, esas características. La identidad leonesa, apegada fuertemente a la familia, a la religión y a la moral católica, sigue manteniéndose fuertemente arraigada (Gómez Vargas, 2003). A pesar de las transformaciones implicadas en los procesos de modernización y crecimiento urbano en León, éstos se han ajustado a la historia e identidad locales (Valencia, 1998). Destacan, como parte de las características más marcadas de la ciudad, los valores católicos (que impactan en otras esferas, tanto públicas como privadas), pero también la alta valoración de la propiedad privada y la ética del trabajo (Ibíd.). Luis Leñero (1993) señala que, a pesar de las grandes desigualdades que persisten en todo Guanajuato, la población en general valora muy positivamente el trabajo, sin embargo esto no redunda en una conciencia de desarrollo colectivo, por lo que son frecuentes las actitudes de desinterés ante la colaboración y la participación; en concreto, la gente prefiere no meterse en asuntos que consideran “ajenos”. A pesar de que es difícil hablar de una identidad uniforme tanto para guanajuatenses como para leoneses (Gómez Vargas, 2003), algunos de los rasgos anteriormente descritos nos ayudarán a leer de forma más precisa los datos empíricos de esta investigación y a mantenernos muy dentro del contexto del cuál hablamos.

Los jóvenes de León

Respecto a los jóvenes en León, a pesar de presentarse una disminución reciente en los patrones de fecundidad, el grupo poblacional que abarca a niños y jóvenes (de 0 a 29 años) sigue siendo el más numeroso. En 2010, la población de 12 a 29 años fue de 488,173, lo que corresponde aproximadamente al 34% de la población total; este porcentaje está

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ligeramente por encima del correspondiente a nivel nacional, en el que los habitantes de 12 a 29 años representan el 32% (INEGI, 2010).5 El Instituto Mexicano de la Juventud, con la Encuesta Nacional de Juventud del año 2000 (IMJUVE, 2000), planteó como hipótesis que los jóvenes de esta época no tienen una trayectoria de vida lineal, en cuanto a las diferentes etapas a recorrer para convertirse en adulto, sino que esta secuencia se ha ido fragmentando debido a cambios en la esfera macrosocial; por tanto, proponían como algo necesario conocer las maneras en que los jóvenes adaptan su vida a las condiciones estructurales.6 Al respecto, Gómez Vargas (2003) destaca que, en una revisión de los resultados para el caso de Guanajuato, aún persisten diversos elementos en la vida de los jóvenes que evocan las trayectorias lineales de décadas anteriores. Analizando los datos, este autor considera que a pesar de ciertas rupturas con el pasado persisten muchos rasgos de una mentalidad conservadora en los jóvenes de la entidad, relacionada con la ética católica, con la concepción del rol de la mujer como pilar de la familia nuclear, del hombre como único sostén económico de la misma, entre otros ejemplos. En su reflexión, Gómez Vargas (Ibíd.) explica cómo los espacios culturales (universidades, centros comerciales, restaurantes, discotecas, etc.) que se han abierto para jóvenes a partir de los años setenta, en la ciudad de León, han podido contribuir a que este grupo se vuelva más visible ante la sociedad. Esto no implica, como ya mencionamos, que haya habido una total fractura con el punto de vista conservador que aún prevalece en muchos leoneses, aunque el autor sugiere que esto ha contribuido a redefinir a los jóvenes de la ciudad. En una investigación reciente sobre la ciudad de León, Gómez Vargas (2010) encuentra que los lugares en donde más suelen reunirse los jóvenes con otros jóvenes es, en el siguiente orden, en las discotecas (“antros”), la escuela, la casa y la calle. Por otra parte, los jóvenes encuestados mencionaron que son los padres con quienes más platican sobre política y problemas sociales, mientras que son los amigos con quienes conversan más sobre la escuela, el sexo, los sentimientos y las adicciones. Este investigador observa que

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Aquí tomamos en cuenta la delimitación de la población joven realizada por el Instituto Mexicano de la Juventud, misma que comprende a quienes se encuentren entre los 12 y los 29 años de edad. 6 Con “trayectoria lineal”, nos referimos a estudiar, encontrar un trabajo, unirse en pareja y tener hijos, en ese orden.

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las agrupaciones juveniles impactan para configurar la forma de ser de esta población y contribuyen a marcar diferencias respecto a las generaciones precedentes; no obstante, la familia sigue teniendo gran presencia en su vida. Para comparar datos regionales con nacionales, en cuanto a las actitudes de los jóvenes en la esfera de la vida pública, contamos con la Encuesta Nacional de Juventud 2005 (IMJUVE, 2005), aunque hay que resaltar que en ésta no se presenta desglosada la información para cada entidad ni municipio, por lo que nos aproximaremos a conocer la realidad de Guanajuato mediante los datos agrupados para la región Centro-Occidente del país, en comparación con los datos nacionales. Algunos contrastes relevantes se muestran, por ejemplo, al preguntarles en qué tipo de organización participan; como lo mencionamos anteriormente sólo 1 de cada 10 forma parte de alguna agrupación a nivel nacional y, de quienes lo hacen, la mayoría participa en organizaciones deportivas, religiosas o estudiantiles. Estos resultados coinciden con la región Centro-Occidente; no obstante, resalta el hecho de que en dicha región participan en menor proporción en agrupaciones culturales, sindicales y barriales, respecto al resto del país. En cuanto a qué tanto se interesan en política (probablemente entendida, únicamente, en términos institucionales), una amplia mayoría de ellos optó por responder “poco” o “nada”, por lo que los resultados para la región Centro-Occidente coinciden con los nacionales. De igual manera coinciden los resultados de la pregunta de en qué ocasiones es necesario participar en política; como lo dijimos anteriormente, en México los jóvenes opinan que se debe hacer principalmente cuando sea una obligación, y de igual forma lo creen en la región que nos compete. Este es el panorama respecto a la juventud en León y a algunas de las características de la ciudad y de la región a la que pertenecen. Este marco contextual que presentamos representa únicamente una breve mirada del lugar del que partimos y, aunque algunos de los datos aquí presentados pudieran ayudarnos a comprender más a fondo los resultados de esta investigación o propiciar algunas intuiciones para ahondar en el tema en futuros trabajos, es necesario aclarar que en esta investigación no se desarrollarán a fondo las peculiaridades de la sociedad leonesa o guanajuatense, pero es necesario mantener presente que la elección de la ciudad de León como contexto de nuestra investigación pudiera conducir a resultados específicos respecto de la vinculación de los jóvenes con lo público.

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4. Organización temática

El presente trabajo se compone de dos partes. En la primera, dividida en dos capítulos, se expone la estructura teórica de la investigación y los conceptos principales que guiaron el acercamiento empírico y el análisis de la información. El primer capítulo aborda diversas discusiones teóricas sobre la definición de lo público que se han dado en las ciencias sociales; el segundo, comprende los debates sobre la concepción de la juventud, cuestiona la existencia de una única “condición juvenil” y aborda las diversas maneras de vincularse de los jóvenes con lo público, según algunas investigaciones realizadas, sobre todo para el caso de México y Latinoamérica. Finalizaremos la primera parte del trabajo con algunas conjeturas que nos llevaron a plantear la forma de mirar la realidad empírica. La segunda parte también se divide en dos capítulos (el III y el IV) y, después, se presenta el apartado de conclusiones. Entonces, en el capítulo III, al comienzo, se precisa la estrategia de colecta de información y de análisis del contenido; después, se hace una exposición “dejando hablar” principalmente a los propios datos e intentando encontrar elementos sugerentes para realizar, en el siguiente capítulo, un contraste más detallado de la información con el marco teórico-conceptual que propusimos. Finalmente, en el apartado de conclusiones, se realiza una síntesis de todo el trabajo y de los hallazgos, además de que discutiremos sobre las implicaciones que los resultados encontrados pudieran tener. La investigación, en sí misma, pretendió abrir diversos caminos, empezando por expandir la discusión sobre la esfera pública y haciendo énfasis en la existencia de diversas formas de ser joven. A pesar de dejar abiertas muchas puertas intencionalmente, para mostrar que los jóvenes de alguna u otra manera sí se vinculan con lo público (nuestra apuesta desde el inicio), tratamos siempre de mantener un límite, marcado en gran medida por la teoría. Abrimos varias posibilidades para observar la realidad a partir de los conceptos y, con esto en mente, nos enfrentamos a una realidad que sabíamos que sería amplia y diversa. Naturalmente, los relatos de los jóvenes rebasaron nuestro ya de por sí amplio marco conceptual, lo reestructuraron y le dieron varias vueltas. Es por ello que este trabajo contiene diferentes resultados: muchas puertas que estaban abiertas, se utilizaron;

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otras, se cerraron; algunas más tuvieron que ensancharse pero, en ocasiones, esto no fue suficiente puesto que, en definitiva, la realidad también insistió en entrar por las ventanas.

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PRIMERA PARTE

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I. LO PÚBLICO Y SUS TRANSFORMACIONES

En el presente capítulo se expondrán y contrastarán diversas maneras de concebir la esfera de lo público dado que, en apego a nuestro objetivo de investigación, buscamos descubrir cómo los jóvenes perciben su pertenencia a este ámbito y cómo se vinculan con él. Proponemos, entonces, mirar de cerca diferentes acepciones teóricas de lo público, sus posibilidades y sus límites, con el propósito de encontrar, en el relato de los jóvenes, algunas coincidencias que nos orienten a comprender lo que significa para ellos la esfera pública y las maneras de pertenecer e implicarse en ésta. Esta investigación se ubica dentro de las discusiones de la sociología y la sociología política, concretamente en torno a la vinculación del individuo con ámbitos de la sociedad que rebasan su entorno inmediato; no obstante, tomaremos algunos elementos de la filosofía política y la teoría política en este capítulo para enriquecer la discusión conceptual. El capítulo se divide en dos secciones: la primera, destinada a profundizar en las diferentes concepciones teóricas de “lo público” y, la segunda, enfocada a dar cuenta de las transformaciones recientes de esta esfera. La primera sección parte de la consideración de que existen múltiples definiciones de lo público en las ciencias sociales, así como pueden encontrarse diversas representaciones de este ámbito en el sentido común. Se puede hablar de lo público como un “espacio”, una “esfera” y un ámbito de la “vida” específico; conviven en el lenguaje cotidiano términos como “sector público”, “interés público”, “publicidad”, entre otros, aludiendo frecuentemente a realidades diferentes que pueden empero trastocarse en algún punto. En este trabajo el espacio público, la esfera pública y la vida pública se tomarán, si bien no como sinónimos, como conceptos que aluden, a grandes rasgos, a una misma realidad: aquella que evoca a lo colectivo, a lo común y compartido; a lo que ocurre fuera del ámbito doméstico y de la individualidad.7 Es necesario hacer énfasis en que nos interesa contrastar, entre sí, distintas maneras de comprender lo público; no es nuestro objetivo mostrar las diferentes definiciones de lo 7

Además de la referencia a lo colectivo, como opuesto a lo individual o lo particular, Nora Rabotnikof (2005) señala dos elementos más de distinción clásica de lo público: aquello que alude a lo manifiesto –o publicitado– en oposición a lo oculto, y lo referente a la condición de apertura del espacio público, distinguiéndose de los espacios cerrados.

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público respecto a distintas definiciones de lo privado. Si consideramos lo público, a grandes rasgos, como aquello que se comparte y que atañe a una colectividad, podemos decir que lo privado resulta, por tanto, lo concerniente a los fines personales y que se aleja de las cuestiones y los bienes públicos y de cualquier asunto de interés común (Calhoun, 1997). En la primera sección proponemos, entonces, abrir diferentes posibilidades para comprender lo público, considerando que todas ellas implican, para el individuo, maneras particulares de pertenecer y de vincularse con otros en torno a cuestiones que van más allá del interés personal o del entorno más inmediato. A pesar de que esta investigación contempla únicamente la manera de vincularse del individuo con la esfera pública, a lo largo del capítulo podrán encontrarse algunas referencias a la esfera privada cuando éstas contribuyan a exponer algún aspecto específico de la acepción de lo público que estamos definiendo. La definición de algo público es posible, en definitiva, dada la existencia de algo privado; la diferenciación de estas dos esferas puede rastrearse desde la antigüedad, observándose desde el tiempo de los griegos y los romanos una distinción nítida entre cada ámbito (Rabotnikof, 2005). En el pensamiento griego era clara la distinción entre la vida del hogar (oikos) y aquella que podía considerarse una “segunda vida”, de acuerdo con Hannah Arendt (2011:52), la referente a los asuntos de la polis. En el ámbito doméstico se debían resolver aquellos asuntos relacionados con los aspectos primordiales de la reproducción de la vida, lo más indispensable para la sobrevivencia; mientras que fuera del hogar se encontraba la posibilidad de ir más allá de las necesidades biológicas y realizar acciones que trascendieran la reproducción para abarcar el ámbito de la producción, es decir, que contribuyeran a “la escritura de la historia”. Con el paso de los siglos, aquellos espacios de la vida que apelan a lo público, así como aquellos que refieren a lo privado, se han transformado; los límites entre uno y otro se han trastocado, traspasado o difuminado en épocas recientes. En el segundo apartado buscamos, entonces, dar cuenta de las transformaciones recientes de la esfera pública, respecto no sólo a sus límites con lo privado, sino también en cuanto a otros ámbitos de referencia común que han determinado qué es lo colectivo y dónde comienza y dónde acaba la “cosa pública”, así como la determinación de quiénes forman parte, junto con uno, del destino que se comparte. Finalizaremos el apartado cuestionando si es posible hablar de la

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coexistencia de diferentes formas de concebir lo público en la sociedad, y si acaso un individuo pudiera sentirse parte de más de un ámbito de referencia común. La intención de fondo en todo el capítulo será abrir la mirada respecto a lo público y comprender, en la época actual, qué tanto los individuos se muestran proclives a involucrarse en un destino compartido con otros; de qué manera se vinculan, se desvinculan, se comprometen o se aíslan. Buscamos exponer, en el capítulo, distintos caminos o posibilidades que nos lleven a comprender de qué manera, en la esfera pública, los lazos entre individuos persisten, sean estos fuertes, débiles, difusos o invisibles.

1. Diferentes acepciones de lo público

En este apartado buscamos recuperar desde las visiones más acotadas de lo público, como aquellas que apelan al ámbito de lo político institucional, hasta las perspectivas más flexibles en las que se considera como público a casi cualquier cosa que refiera a un “nosotros” y a la idea de que algo, aunque vago, se comparte diferentes individuos. La propuesta que realiza Jeff Weintraub (1997), sobre diferentes formas en que se ha definido lo público, fue particularmente sugerente para comenzar nuestro recorrido teórico, dado que su interés, tanto como el nuestro, ha sido mostrar diferentes posibilidades respecto a lo público. En su clasificación se abarcan concepciones de lo público vinculadas tanto con lo político como con lo social, así como visiones tanto muy apegadas como muy desvinculadas a las instituciones. En las próximas páginas, valiéndonos de la posibilidad que presenta Weintraub (Ibíd.) de considerar espectros muy diferentes de la realidad para comprender lo público, expondremos de manera detallada diferentes acepciones de este concepto. Además de las corrientes y autores mencionados por él, agregaremos elementos propuestos por otros teóricos que, igualmente, desarrollan consideraciones sobre el tema. Cuando resulte pertinente, expondremos algunas de las definiciones sobre la esfera privada y cuestiones relativas a la relación entre lo público y lo privado. En este apartado proponemos considerar, entonces, cuatro acepciones de lo público: lo público como lo estatal, lo público como la comunidad política, lo público como lo 23

político ampliado y lo público como espacio de sociabilidad. En cada una de ellas intentaremos distinguir cuál es el marco de referencia común, es decir, cómo se define lo público y cuáles son sus límites, además de qué tipo de membresía implica y cuáles son las formas de participación en él. Se busca, pues, contrastar cada una de estas acepciones entre sí, tomando en cuenta estos tres ejes propuestos. En un último apartado cuestionamos la existencia de “un solo público”, aludiendo a que, de acuerdo con algunos autores, es necesario hacer visible la existencia de diversas “microesferas públicas” que coexisten en una misma sociedad. Únicamente para tenerlo presente, queremos recordar que nuestra apuesta, al presentar un abanico de posibilidades para mirar lo público, es contemplar diferentes alternativas para comprender a qué concepciones de lo público pudieran apelar ciertas acciones de los jóvenes y qué nivel de implicación en la esfera pública éstas les permiten o exigen.

1.1 Lo público como lo estatal

Tanto en éste como en los dos próximos apartados sobresaldrá la cualidad política de lo público. En esta primera acepción, sin embargo, se considera lo público como lo concerniente a aquellos ámbitos o bienes sobre los cuales impera la administración estatal, así como los procedimientos legales e institucionales que existen para participar en el espacio público desde la función gubernamental o con reconocimiento de ésta. En oposición a esto, es decir, lo que constituye lo privado de acuerdo con esta visión de lo público, se encuentra lo relativo a la economía de mercado y la propiedad privada (Weintraub, 1997). Lo público, entendido como lo estatal, define lo que es de todos y lo que es individual con referencia a preceptos legales; puede distinguirse esta concepción de lo público por la dirección ejercida estatalmente para la consecución de metas y la toma de decisiones colectivas y, para lograr esto, el Estado puede hacer uso legítimo de la coerción (Ibíd.). Al recaer en el Estado la responsabilidad de organizar a la nación en torno a metas colectivas (en supuesta representación de los intereses de todos o de la mayoría), la acción

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de los gobernados referida a cuestiones públicas se vuelve, en gran parte, obligatoria. De tal suerte que el pago de impuestos o el acatamiento de las reglas de tránsito, por ejemplo, son promovidas por el gobierno como acciones que contribuyen al bien público y, de no realizarse, serán motivo de una sanción. Resaltamos, pues, que un elemento que pudiera caracterizar el tipo de lazos entre los individuos, dentro del espacio público-estatal, es la obligación. De acuerdo con Jürgen Habermas (1981:43), a partir de que la sociedad burguesa comenzara a exigir derechos y que éstos fueron garantizados por una entidad superior, el Estado, se crearon e institucionalizaron los canales para la participación de la gente, en adelante denominada “ciudadanía”, para que mediante el voto y algunas formas de participación se involucraran en los asuntos que competen a toda la nación; el debate público, en este sentido, está mediado por el Estado.8 Dado que por medio del Estado de Derecho se institucionaliza lo concerniente a la esfera pública, podemos considerar que los límites de ésta, como marco de referencia común, están establecidos legalmente y aluden, entonces, a un territorio, a una población y a un orden jurídico específico, administrado por autoridades legitimadas para ello. Lo que es común en esta acepción, es decir, lo que es público, no es sólo equivalente a la entidad gobernante, sino a todo lo que se encuentra demarcado y garantizado por el Estado e integrado simbólicamente en la idea de nación (Rabotnikof, 2008). La membresía al espacio público, resguardada por el Estado, está determinada, también, por marcos legales. Para ser miembro se debe ser ciudadano y, como tal, apegarse a obligaciones y derechos establecidos por ley; para el caso de este trabajo, resulta particularmente importante el requisito de tener la mayoría de edad para adquirir formalmente la ciudadanía. Las formas de participación en lo público, concebido de esta manera, pueden variar de acuerdo con el apego a tendencias más liberales-individualistas o cívico-republicanas que cada Estado pueda tener (Fraser, 1999). En el primer caso, el bien común podría igualarse a la suma de todos los bienes individuales, por lo que los asuntos relativos a los

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La aportación de Habermas respecto a la definición de lo público critica el hecho de que el debate y la deliberación colectiva estén controlados por el Estado. Sin embargo, utilizamos su descripción de las instituciones estatales en vinculación con lo público puesto que, esto mismo, nos servirá como punto de partida en el siguiente apartado, “lo público como comunidad política”, en el que se acomoda mejor la apuesta de este autor, misma que coloca a la propia sociedad como reguladora del debate público.

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intereses privados podrían discutirse en público. El segundo caso, en cambio, implica la existencia de un bien común independiente de los intereses particulares, por lo que los asuntos públicos deben referir únicamente a cuestiones comunes, dejando fuera lo particular. No obstante, independientemente de lo que se ponga en juego y de la postura más activa o pasiva que adquiera el ciudadano, en cuanto a su participación en el ámbito público, es necesario contar con el aval estatal para hacerlo, e involucrarse, entonces, en los canales institucionales establecidos para ello (como los foros de consulta ciudadana, los partidos políticos, el voto, etc.). Si los individuos llevan a cabo acciones referidas a lo público fuera de las opciones que el Estado abra para participar en cuestiones públicas (a pesar de que no se trate de acciones ilegales), entonces rebasaríamos la definición de lo público como lo estatal para pasar a la concepción de lo público como comunidad política (la que veremos en el siguiente apartado), puesto que a pesar de que el individuo tiene cierta capacidad de incidencia en lo público-estatal, ésta se encuentra limitada por las vías institucionales y, por tanto, la acción del individuo con orientación a lo público termina siendo, si no totalmente pasiva, sí con pocas posibilidades de innovación y de contestación al Estado. Una forma distinta de vincularse con lo público, que se vuelve particularmente clara en esta acepción, puede ser por medio de una transgresión a esta esfera. Si entendemos lo público como lo estatal, las formas de transgresión posibles se encuentran delimitadas, igualmente, por el marco legal, y es el Estado quien, por medio de la policía y el ejército, controla y castiga los actos infractores. El transgresor o “delincuente” es considerado como tal por atentar contra el bien público o privado; la seguridad tanto de lo colectivo como de lo individual es pública, en el sentido de que es el Estado la única instancia legalmente capaz de procurarla y, de ser necesario, hacer uso de la fuerza. Como un intento de equiparar el espacio público del pensamiento clásico con las concepciones modernas, consideramos que el tipo de reconocimiento que espera obtener el ciudadano de la participación en lo público nos puede hablar del significado y del valor que tiene la vida pública para la sociedad. En la tradición grecorromana, de acuerdo con Arendt (2011), el espacio público era el único lugar en el que los hombres podían demostrar quiénes eran, distinguirse de entre el resto e intentar sobresalir. Sólo en lo público, expresa la autora, los hombres pueden trascender su condición humana, aspirar a ser inmortales. Las

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virtudes, señala Habermas (1981) recordando a Aristóteles, sólo se pueden reconocer y preservar si se hacen públicas. En las concepciones modernas de espacio público no parece existir el deseo de un reconocimiento tan importante como el que documenta Arendt (2011) para las civilizaciones antiguas, sin embargo, la obtención de reconocimiento público pudiera, aun en estos tiempos, contener cierto valor y representar motivación para la participación. Ser reconocido por el Estado, entendiendo a lo público como lo estatal, puede ocurrir al obtener alguna función “pública”, o bien, al recibir algún tipo de mención por parte de las autoridades estatales. Ya sea que se busque participar en lo público por fines meramente individuales o que se espere, con ello, contribuir a algún tipo de beneficio colectivo, la recompensa o el reconocimiento que se obtenga será a través de medios estatales. Desde la perspectiva de lo público-estatal, podríamos preguntarnos qué tan público es lo público si para participar en él existen barreras tan claras como las establecidas en un marco legal. La exclusión de aquellos que no cumplen con los requerimientos de la ciudadanía es evidente y, a pesar de los lineamientos formales, pueden existir en la práctica algunas otras formas de exclusión, siendo la esfera de lo público tan reducida. En este sentido, Nancy Fraser (1999) presenta una crítica a este tipo de concepciones de lo público, por limitar la participación a unos cuantos y por funcionar “como si” no existieran diferencias entre ciudadanos, considerando que cualquiera será escuchado de la misma manera y tendrá el mismo peso en la toma de decisiones. La crítica pone énfasis en la invisibilidad que ciertos sectores de la población han tenido en la esfera pública, como lo muestra la historia para el caso de las mujeres, los esclavos y los considerados inferiores por su raza. Abonando a este argumento, podríamos pensar en otros actores que han sido excluidos del espacio público, como pueden ser los inmigrantes o los niños y jóvenes. Por otra parte, la ineficacia que estados como el mexicano han mostrado, en distintos momentos, para resguardar los bienes públicos, así como el abuso de poder de las autoridades y las limitaciones evidentes para constituir efectivamente una nación democrática, han hecho que la figura del Estado cayera en crisis y que nuevos actores de la sociedad surjan para cuestionar su autoridad en diversos ámbitos (Rabotnikof, 2008). Pensar desde la exclusión que implica la ciudadanía legal y las limitaciones efectivas que se encuentran en su ejercicio, y al considerar la incapacidad del Estado para 27

representar verdaderamente a la comunidad que conforma la nación, exige ampliar el concepto de lo público y encontrar otras formas de entender lo que es común. La siguiente acepción de lo público, a pesar de continuar vinculada a lo político, nos hablará de otra forma de comprender lo colectivo, así como de maneras más abiertas de involucrarse en el destino compartido.

1.2 Lo público como comunidad política

Si consideramos que dentro del espacio público puede existir más de una instancia que tenga influencia en lo que ocurre dentro de él, nos acercamos a la idea de que las cuestiones públicas se pueden disputar entre diferentes actores, quienes buscan cuestionar la definición misma de lo público (Minteguiaga, 2009). Al definir a lo público como algo independiente de lo estatal y, asimismo, del mercado, nos encontramos con la esfera de la comunidad política, misma que comprende una visión amplia de lo político que trasciende lo institucional, que coincide con la concepción republicana a la que alude Arendt (2011) y que está delimitada y resguardada por la sociedad civil. La delimitación de lo público como lo relativo a la sociedad civil y sus intereses, surgió no sólo como algo distinto sino en clara oposición a lo estatal, como ente autónomo (Cohen y Arato, 2002). El marco de referencia común, según esta acepción de lo público, se constituye por la pluralidad y el asociacionismo (Rabotnikof, 2005), con lo que surgen formas de acción colectiva independientes de los organismos estatales y que representan, también, intereses públicos o intereses específicos a un grupo. Resulta elemental recalcar que, al constituirse una “bisagra” entre Estado y sociedad, se pretendía dar pie a la creación de una comunidad política, que se construyera y se reconstituyera a sí misma y que no fuera, por tanto, una comunidad preconstituida e impuesta de acuerdo con los preceptos legales que articula el Estado-Nación ni que se basara en la tradición o en elementos étnicos-religiosos (Rabotnikof, 2008:41). La comunidad política, como espacio público, resulta de la acción inédita de la sociedad civil, de cuando germinan en ella proyectos colectivos y vinculantes entre los individuos que participan en ella.

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El origen de la concepción de lo público, como algo externo a lo estatal, se relaciona con el surgimiento de la sociedad burguesa en Europa, misma que se constituye como entidad autónoma respecto a la entidad gobernante (Habermas, 1981). La sociedad burguesa emergió de la confrontación con el poder monárquico pero, al resurgir la noción de “república” en la Ilustración y, más adelante, tras haber implementado instituciones gubernamentales democráticas, el conflicto que mantiene la sociedad con el Estado ha tomado diferentes formas. Actualmente, la relación de la sociedad civil con los poderes estatales puede reducirse al voto, a la vigilancia constante y la espera de rendición de cuentas; o bien, pueden presentarse acciones más comprometidas con las cuestiones públicas y, en ocasiones, mostrar una postura contestataria respecto al Estado. Dado que, en este sentido, la sociedad jamás cede ni delega por completo su poder al Estado, la concepción habermasiana de lo público coincide más con la idea de comunidad política que con la que identifica a lo público con estatal, pues la visión de este autor comprende a una sociedad involucrada en el tratamiento de los asuntos públicos. Durante el siglo pasado y, particularmente desde la década de los setenta, surgieron en diversas partes del mundo iniciativas ciudadanas y movimientos sociales de todo tipo, manteniendo en común su posición de crítica al Estado; es entonces cuando se experimenta una resurrección de la sociedad civil (Minteguiaga, 2009). Esta posición emerge, entonces, por el cuestionamiento de parte de la población hacia la noción del “bien común” defendida por algunos gobiernos. De acuerdo con esta crítica, la administración estatal parece inadecuada y los canales de participación pública por las vías institucionales resultan insuficientes, por lo que es necesaria la acción ciudadana para incidir de manera más activa y directa en lo público. En Latinoamérica se ha mostrado evidente la necesidad de encontrar rutas alternativas que ayuden a conformar una comunidad, dado que los mecanismos tanto del mercado como del Estado no han hecho más que excluir sistemáticamente a grandes sectores de la sociedad, de acuerdo con Rabotnikof (2005). Esta misma autora cita a autores como Norbert Lechner (1991) y Juan Carlos Portantiero (1989), como algunos de los primeros en hacer patente el hecho de que había una dimensión poco visibilizada en la esfera nacional latinoamericana, dominada anteriormente tanto por el Estado como por el mercado; de acuerdo con ellos, se trataba de la dimensión de “lo

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público”, en la que la sociedad, de manera autónoma, intentaba participar e incidir en el rumbo del país. Para pertenecer a lo público, entendido como comunidad política que trasciende los límites institucionales, no es necesario contar con un reconocimiento legal, como lo es el estatus de ciudadano, sin embargo sí se exige un posicionamiento activo y cierta participación comprometida en formas de acción colectiva, mediante, por ejemplo, la afiliación a una organización no gubernamental o la asistencia en una manifestación. Lo que motiva principalmente la acción referida a lo público, dentro de la comunidad política, es la solidaridad, de acuerdo con Weintraub (1997:12), pues nada puede obligar legalmente a que los individuos se involucren, por lo que la conformación de esta esfera de lo público es posible únicamente por el ejercicio voluntario de la “virtud republicana”. Este autor encuentra que el resurgimiento de la conciencia civil de la antigüedad se puede observar al final de la Edad Media, con la emergencia de ciudades autónomas que, por medio de la participación de sus integrantes, tomaban las decisiones de forma colectiva y autónoma. Queremos resaltar que la acción en forma colectiva parece ser indispensable en diversas concepciones de sociedad civil (véase, por ejemplo, Oxhorn, 2001; 2003), por lo que en esta acepción de lo público se dejan fuera las acciones individuales que buscan incidir en lo público. Para que se constituya la comunidad política es necesario, de acuerdo con Habermas (1981; citado por Calhoun, 1997), el ámbito privado, particularmente respecto a una vida familiar que prepara al individuo a desempeñarse de manera autónoma y racional dentro de la esfera pública y, en este mismo espíritu, es indispensable el respeto a la propiedad privada, misma que posibilite el empoderamiento de los individuos para actuar de forma independiente en cuestiones públicas. Esto nos lleva a la imagen de un individuo que, ante lo público, se representa a sí mismo, que es autónomo y, por tanto, capaz de participar en la toma de decisiones colectivas, considerando tanto sus propios intereses como los colectivos. Desde nuestra perspectiva, esta imagen puede ser más o menos similar en varias acepciones de lo público y resulta particularmente relevante para nuestra investigación, dado que en todas es necesario que al individuo se le reconozca públicamente como alguien capaz de desenvolverse en el ámbito público y de contribuir con la transformación o el

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mantenimiento del mismo; en este sentido, los individuos jóvenes pueden encontrar ciertos límites para la participación.9 Respecto a la “virtud republicana” o al mero hecho de sentirse parte de una colectividad y responsable por lo que le ocurra a ésta, Calhoun (1997) pone énfasis en que este sentimiento o compromiso se construye “sobre la marcha”; solamente es posible gracias a la continua participación de la sociedad en temas públicos y de ninguna manera es algo previo a esto. La comunidad política, entonces, no es algo que se constituya de manera obligatoria ni forzada, por lo que está animada por la solidaridad; de acuerdo con Calhoun (Ibíd.) se crea de manera paulatina al encontrar vías democráticas de participación colectiva y se fortalece por la propia experiencia del debate público. Esto sugiere que la existencia de un público como comunidad política no siempre es fácil de constituirse, además de que puede ser más o menos eficiente en términos de la toma colectiva de decisiones y no siempre representa un espacio cohesionado. Además, al otorgar tanta importancia a la participación activa y a la experiencia dentro de debates públicos para el fortalecimiento de la comunidad política, así como a un mayor involucramiento de los individuos dentro de la misma, podemos toparnos con límites a la membresía que, si bien no restringe aparentemente a nadie la posibilidad de actuar dentro de la esfera pública, esta oportunidad es menor para aquellos individuos que tengan poca experiencia o escasa facilidad para desenvolverse en público. Un elemento clave para la definición de “esfera pública burguesa” en Habermas (1981) debe ser, idealmente, la capacidad de participación en la misma de cualquier individuo, dado que dentro de ella todos se relacionarían como iguales. El elemento de inclusión universal en esta idea de lo público es también es criticado por Fraser (1999) al mostrar que, tanto en concepciones de la sociedad civil republicanas como liberales han existido formas de exclusión. Los republicanos, por su parte, han propuesto un ideal público hegemónico que deja fuera otros discursos y visiones de la realidad, mientras que una participación en lo público de tipo liberal, como lo han sido las redes, asociaciones y clubes, tampoco ha estado abierta para todos puesto que, en muchos casos, estos grupos se constituyeron sólo por varones que disputaban, unos con otros, su capacidad de liderar.10

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Esta discusión será retomada en el siguiente capítulo. Cabe anotar que la crítica de Fraser (1999) apunta, concretamente, a la exclusión de las asociaciones civiles por razones de género, a pesar de que el argumento puede extenderse a otros tipos de segregación. 10

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En esta acepción de lo público, las formas de transgresión cambian, respecto a la visión de lo público como lo estatal. Al ser la sociedad civil quien custodia lo público, se vuelve vigilante de los actos transgresores del bien común. Podríamos considerar que, al cuestionar el desempeño estatal en el tratamiento de los asuntos públicos, para la sociedad civil el Estado mismo podría representar, en determinados momentos, un transgresor de lo público, a lo que puede responder con acciones de crítica y protesta, de mayor o menor intensidad. Además del gobierno, cualquier individuo puede constituir un transgresor de acuerdo con la sociedad civil, si atenta contra algo que se considera público o colectivo; sin embargo, al carecer de la competencia que tiene el Estado para hacer uso de la fuerza, la sociedad civil debe conformarse con exigir a éste último que juzgue y castigue a quien transgrede. En este sentido, la sociedad civil está en interlocución con el Estado, siendo crítica del mismo o colaborando con éste a favor de la vigilancia del bien común. Reflexionando sobre la sociedad civil en la actualidad, Rabotnikof (2005:14) cuestiona qué tanto este ámbito está pudiendo representar, verdaderamente, los intereses colectivos. El ámbito público al que refiere esta noción es exigente en cuanto a que implica cuestiones de compromiso y asociacionismo y, reflexionando sobre algunos casos concretos, en algunos momentos el intento de posicionar una única idea de “bien común” ha llevado a la guerra de todos contra todos o a la exacerbación de las demandas particulares, alejadas de intereses colectivos. En este sentido, la autora considera que, si bien la sociedad civil ha sido, en distintos momentos, la única entidad representante de los asuntos públicos, en la actualidad no siempre parece estar cumpliendo esta promesa.

1.3 Lo público como lo político ampliado

En las posturas anteriores, consideradas como acepciones más relacionadas con lo cívico (Weintraub, 1997), subyace la presencia de una ciudadanía activa y de la toma de decisiones de manera colectiva, a través de canales más o menos institucionalizados. En este apartado quisiéramos continuar comprendiendo las formas de involucramiento en los asuntos públicos pero, ahora, en forma de acción individual o privada. En el esquema de Jeff Weintraub (Ibíd.) nos parece ausente una concepción de lo público que vaya más allá

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de los límites institucionales que supone el Estado, así como de la referencia a un mismo territorio, necesario para la existencia de la sociedad civil (Oxhorn, 2001). Consideramos ausente, pues, una noción de lo público que, trascendiendo estos elementos, continúe aludiendo a la solidaridad, a la noción de destino compartido y al compromiso con éste. Buscamos una definición de lo público que incluya, concretamente, aquellas formas de implicarse en lo público que permitan las acciones cotidianas, espontáneas y no necesariamente colectivas que, a pesar de todo, mantengan una dimensión política (véase, por ejemplo, Lechner, 1988; y Scott, 2011). Más que una acepción específica como tal, encontramos que esta concepción de lo público surge de la crítica a la rigurosidad tanto para definir sus límites como para pertenecer y participar en el ámbito que abarca. Para sintetizar lo que la esfera de lo público ampliado contiene, utilizamos varios argumentos teóricos que critican las formas clásicas de hacer política por ser excluyentes o por el descrédito que las instituciones políticas suscitan actualmente en gran parte de los ciudadanos (ver, por ejemplo, Fraser, 1999; y Lechner, 1988). El marco de referencia común que representa lo público como lo político ampliado es difuso, pero persiste la noción de algo compartido e, incluso, de un bien común, mismo que no está a resguardo ni del Estado ni de la sociedad civil; remite, más bien, a las relaciones cercanas (Lechner, 2000), aunque podríamos agregar que puede trascender la dimensión de lo local para apelar a cuestiones concebidas como patrimonio de todos los seres del planeta, como pueden ser los recursos naturales. Las primeras dos acepciones de espacio público limitaban la participación al involucramiento en discusiones organizadas, asumiendo la existencia de un “nosotros”, lo que excluía las propuestas surgidas de intereses individuales (Fraser, 1999:64). La membresía, desde un punto de vista más incluyente, puede tener escasos elementos para su definición, pues únicamente es necesaria, en el individuo, la noción de pertenencia a una colectividad y el involucramiento en asuntos públicos. Las formas de participación, en este sentido, pueden incluir colaboraciones en la comunidad o, incluso, el ser un ‘buen vecino’ (Lechner, 2000; citado en Krotz y Winocur, 2007). De acuerdo con Jordi Borja (1998), las maneras de participar incluyen la actuación en proyectos u organizaciones culturales y sociales, en donde se busca actuar en lo público y hacerse visible en él no sólo por medio de las manifestaciones políticas tradicionales. Desde estas perspectivas, la propia noción se

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ve ampliada, de manera que incluye tanto los actos individuales como colectivos relacionados, de alguna manera, con algún cambio respecto a la sociedad en la que se vive (Vromen, 2003:82-83; citado en Harris et al., 2010). Esta forma de entender lo público, a diferencia de las anteriores, permite considerar formas de participación de tipo cotidiano, es decir, acciones ordinarias o informales referidas a lo público (Harris et al., 2010). Desde la definición de lo cotidiano, estas formas de acción se alejan totalmente de las transformaciones revolucionarias, dado que son acciones tendientes principalmente a la reproducción (León, 2000) o, si acaso, a la innovación a nivel de prácticas individuales (Lindón, 2000). A pesar de todo, en ciertas acciones cotidianas puede permanecer la intención de colaborar con lo público, aunque sea de forma mínima o a pequeña escala. Al igual que en la definición de lo público como comunidad política, podríamos considerar que la solidaridad también está implicada en las formas de acción orientadas por esta forma amplia de concebir lo público pero, igualmente, se trata de una solidaridad ampliada, es decir, que rebasa los límites formales y territoriales, así como las membresías oficiales. Esto no significa que necesariamente se exprese solidaridad por cualquier individuo, puesto que se puede mostrar antipatía y egoísmo con alguien próximo y, al mismo tiempo, solidaridad con alguien de un país lejano, por ejemplo; el énfasis es, pues, en que la solidaridad expresada en esta esfera de lo público va más allá de los límites formales y de la cercanía o lejanía (espacial, estructural o ideológica) con el otro. Para mencionar algunos ejemplos sobre prácticas cotidianas vinculadas con lo público, podemos considerar el argumento de Michel de Certeau en “La invención de lo cotidiano” (1996). Este autor propone que todos aquellos que no tienen un lugar propio o que son excluidos y que, por tanto, en lugar de producir sólo se limitan a consumir lo que otros crean (símbolos, normas, etc.), tienen, por lo menos, la posibilidad de utilizar aquello que otros producen de una manera particular, es decir, inventar un nuevo modo de usarlo. El elemento central de esta idea es que los consumidores o practicantes, como él los denomina, no son siempre pasivos, sino que demuestran cotidianamente formas de resistencia a pequeña escala (Abal Medina, 2007) y de sacar las más ventajas posibles de su situación, pero sin escapar de ella o buscar transformarla por entero. Estos argumentos pueden resultar sugerentes para comprender el vínculo de los jóvenes con lo público dado

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que, al carecer frecuentemente de voz y voto en algunos espacios, es decir, de capacidad de producción (en términos de De Certeau), pueden reaccionar haciendo usos particulares de los espacios, normas y todo tipo de productos que otros imponen. En la propuesta de James Scott (2011), en el ámbito público puede relacionarse el discurso visible de los poderosos y el discurso “oculto” de los dominados, quienes emplean prácticas sutiles y disfrazadas (frecuentemente de tipo cotidiano, como los cuentos populares o los chismes) para criticar al poder y expresar insubordinación; estas formas de acción, de acuerdo con el autor, pueden considerarse “infrapolíticas”, sin embargo son insinuaciones públicas de descontento y, si bien no buscan directa o inmediatamente una transformación de la sociedad, son formas de resistir al poder. Al hablar de lo cotidiano, Lechner (1988) refiere a que, en este ámbito, pueden llevarse a cabo acciones “prepolíticas”, en el sentido de que no influyen directamente en la conformación del orden social; no obstante, son indispensables para asumir eventualmente decisiones políticas, dado que es a partir de lo cotidiano que se establece un parámetro entre lo que es habitual y lo que puede resultar novedoso y problemático, chocante con la realidad de todos los días. Es por tal motivo que las acciones cotidianas adquieren relevancia para comprender las grandes transformaciones. Por otra parte, el trabajo de Anita Harris (et al., 2010) propone una crítica a la idea de que sólo la afiliación típica a partidos u organizaciones, así como las formas de activismo cultural o posmoderno, son las únicas formas de participación posibles. Su investigación se concentra en otras posibilidades de participar, más vinculadas con la acción individual, cotidiana e informal, es decir, formas sencillas que demuestran interés por lo que ocurre en el entorno (Ibíd.). En dicho trabajo se propone que la acción tiende a ser individual cuando, por ejemplo, se argumenta que cada quien tiene que “hacer su parte” para contribuir con un “mundo mejor”; por otra parte, la acción puede ser cotidiana, como en el caso del uso del internet y de las redes sociales virtuales, en las cuales la acción puede estar más orientada a lo social y no tanto a lo político; sin embargo se busca, en estos medios, una voz y una audiencia, para vincularse con otros. Ambos ejemplos resaltan por ser formas de acción carentes de mediación, es decir, son acciones directas y buscan salir de los constreñimientos externos, particularmente de aquél que suponen los adultos o las instituciones gubernamentales.

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Así como en las anteriores acepciones, esta noción de lo público también permite la idea de transgresión al mismo. Al concebir a lo político como algo amplio, son amplias también sus formas de transgresión y, por consiguiente, se puede repartir entre más entidades la responsabilidad de vigilar lo público y de juzgar este tipo de actos. Si hablamos, por ejemplo, de un daño ambiental, las reacciones de crítica pueden venir desde el Estado, organizaciones civiles o individuos particulares. No obstante, así como en la acepción anterior de espacio público, el uso de la fuerza para juzgar y castigar ciertos actos transgresores sólo compete al Estado o, en algunos casos, a organismos internacionales. De acuerdo con Arendt (2011:70), a partir de la modernidad se buscó hacer anónima la excelencia, con lo que se celebraron más los logros de la humanidad que de los hombres en particular; en este sentido, podríamos considerar que el reconocimiento obtenido en esta noción de lo público está más relacionado con la satisfacción individual que con el reconocimiento de muchas personas. La contribución a un bien de toda la humanidad, como en el ejemplo de los recursos naturales y su conservación, puede buscar también cierto tipo de recompensa, relacionada igualmente con la satisfacción personal por haber contribuido, más que con el reconocimiento público. Quisiéramos recalcar que, a pesar de que el reconocimiento puede ser más personal que público, esta acepción implica una noción de bien común, de algo que se comparte. En la primera acepción, la vinculación con los demás y, por lo tanto, con los asuntos públicos, parece ser más una obligación de su condición de ciudadano que una intención voluntaria de involucrarse, junto con los demás, en aquello que se comparte. En la segunda y tercera acepción, la participación en lo público parece ser un hecho más voluntario. Lo político, sin embargo, permanece en las definiciones de lo público expuestas hasta el momento en cuanto a que todas ellas involucran la consideración del conflicto, el antagonismo y la decisión como formas de vincularse con los asuntos públicos, cuestiones elementales para definir lo político según Chantal Mouffe (1999). Las tres acepciones tratadas hasta el momento implican diferentes formas de participación política y una intención explícita de intervenir, colaborar, transformar o aportar, de alguna manera, al bien común, de formas colectivas e individuales y de maneras comprometidas e informales o espontáneas. En contraste con estas ideas se encuentra la cuarta acepción de lo público que proponemos. De acuerdo con Weintraub (1997), además

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del compromiso y del deseo de contribuir a un bien común, y más allá de la intervención en la toma de decisiones que atañen a una colectividad, es también posible participar en un espacio compartido por medio de la sociabilidad, forma de vínculo que no busca explícitamente la conservación de este espacio ni aspira a un cambio dentro de él.

1.4 Lo público como espacio de sociabilidad

Ya advertía Hannah Arendt (2011) que en la modernidad es imposible encontrar ámbitos de tan clara distinción como lo fueron lo público y lo privado en el pensamiento clásico. El surgimiento de un nuevo ámbito, “lo social”, instalándose entre una y otra esfera, complejiza esta relación al punto en que puede hablarse de una tricotomía de las esferas de la vida, en lugar de una dicotomía como la que existía en la época antigua (Wolfe, 1997). Una de las características indispensables de lo público, comoquiera que se lo defina, es la pluralidad, esto es, la consideración de que existen diferencias entre los integrantes de una misma comunidad o sociedad y que, a pesar de ello, existen elementos que los vinculan. Desde la época clásica se asumió que existía algo que separaba a los hombres, pero que al mismo tiempo los conectaba, por lo que era posible hablar, entonces, de un marco de referencia común (Rabotnikof; 2005). Con la modernidad y el surgimiento de las ciudades, la distancia entre la gente se volvió más evidente; sin embargo, aún era posible la persistencia de un orden y una coexistencia civilizada, basada, justamente, en la existencia de distancias con el otro y en el respeto de las mismas (Sennett, 2011). Si bien en el caso de Latinoamérica la naturaleza del lazo social es muy particular (Martuccelli, 2010), dado que se sustenta más en la sociabilidad misma que en instituciones propiamente dichas, tampoco se caracteriza por la cohesión de los vínculos comunitarios tradicionales; la presencia de relaciones jerárquicas y de dominación en nuestros países, en diferentes ámbitos de la vida, puede mostrar que, incluso en esta región, existen distancias entre los individuos. La posibilidad de mantener un cierto orden demuestra, entonces, la existencia de algo común y compartido, pero de naturaleza distinta a la confrontación manifiesta o a la intención de cambio y que se limita, quizás, a aquellos arreglos sociales no siempre

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explícitos que hacen posible la convivencia (Weintraub, 1997). De manera metafórica, Weintraub (Ibíd.) señala que mientras el marco de referencia común de lo público, en la concepción política, es la polis griega, si aludimos al espacio de sociabilidad este marco estaría representado por una ciudad distinta, la ciudad cosmopolita, en donde no existen como tal los ciudadanos, dada la heterogeneidad que la compone; esto supondría que la presencia en la ciudad es apolítica, al menos en el sentido jurídico del término “ciudadanía”. El autor recurre a este ejemplo para mostrar que hay algo en común entre aquellos individuos que, aparentemente, comparten poco, únicamente la coexistencia en el espacio público (territorial, en este caso) y los intercambios efímeros y cotidianos entre ellos. La ciudad moderna, además de referirse al espacio de conglomeración física de una población, remite a las relaciones entre individuos que en ella se llevan a cabo, es decir, no sólo evoca a la noción romana de urbs, sino de civitas (Weintraub, 1997). El marco de referencia común de esta acepción de lo público, como espacio de sociabilidad, está constituido por el conjunto de pautas de civilidad y valores compartidos, es decir, las normas y acuerdos que existen para relacionarse con cualquier otro individuo, por más desconocido que sea, que habite en la misma ciudad.11 Cualquier individuo o grupo que se encuentre sumergido en las normas, valores y creencias que componen su sociedad, es capaz de notar cuando alguien se sale de estos parámetros, por lo que el mantenimiento del espacio de sociabilidad es responsabilidad de todos, pues son todos capaces de juzgar y excluir al otro, de denominarlo un desviado, raro o diferente, es decir, no miembro. Los parámetros para la membresía, de acuerdo con esta acepción, consisten en el conocimiento y acatamiento de estas pautas comunes de convivencia. De acuerdo con Erving Goffman (1971), el dominio de las impresiones provocadas a los demás, aunado a la capacidad de definir y redefinir las diversas situaciones con las que uno se enfrenta y al actuar acorde a ellas, son elementos básicos para desenvolverse en lo social. Este autor establece, entonces, la existencia entre dos regiones particulares, el escenario y la que se

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Algunas de las propuestas de lo público como espacio de sociabilidad pueden hacer alusión al espacio público urbano, es decir, a la infraestructura que existe en la ciudad para que se lleven a cabo encuentros entre cualquiera de sus habitantes, dado que son abiertos para todos. Es necesario señalar que no es objetivo de este trabajo tratar el tema del espacio público en este sentido; nos resulta sugerente adoptar la acepción de espacio de sociabilidad porque, en nuestro entender, va más allá de estos espacios físicos urbanos y comprende relaciones sociales diversas independientemente del lugar en donde se lleven a cabo.

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encuentra detrás de éste, la que corresponde al espacio privado y que sirve como lugar de preparación para la actuación en público. Ariès (1998) remarca la importancia de la formación de los niños y jóvenes para participar en lo público según diferentes épocas de la historia; lo que resalta de su propuesta, en este momento, es el hecho de que los individuos requieren un aprendizaje específico para desenvolverse en lo público, aprendizaje que puede ser tanto formal como informal pero que resulta indispensable para integrarse al juego social. De acuerdo con esta acepción de lo público es difícil considerar que existen maneras explícitas de participación. Consideraremos, entonces, que en lugar de “participación”, en el espacio de sociabilidad pueden encontrarse diversas maneras de “vinculación” con los otros y que contribuyen al mantenimiento de las relaciones que se llevan a cabo en dicho ámbito. Según Richard Sennett (2011) en la ciudad es necesario llevar una máscara, lo que hace alusión a la actitud de reserva y apatía que Georg Simmel (1986) identificara como propia de los urbanitas; ambas acciones refieren a la desconfianza, al no mostrarse por completo ante el desconocido y mantener con él una mera relación formal, sin mayor involucramiento. Es civilizado, entonces, el que logra contener los rasgos propios de su personalidad en el ámbito privado y, por el contrario, incivilizado es quien manifiesta aspectos afectivos en público, quien se muestra, por ejemplo, enojado y violento a la vista de todos. La descripción que Danilo Martuccelli (2010) hace de la sociedad latinoamericana merece destacarse en este momento. Desde su perspectiva, la poca efectividad de las instituciones para articular la sociedad y la contingencia que esto supone, ha llevado a que el propio lazo social se autosustente, es decir que gracias a las propias capacidades interactivas de los individuos, a los arreglos informales, se puede sostener la sociedad en países como el nuestro. Por tanto, podríamos considerar que en Latinoamérica, más que en otras sociedades, la vida social es posible gracias al saber ordinario de los individuos, quienes saben manejarse cotidianamente en un espacio atravesado por estructuras verticales y horizontales, es decir, por organizaciones jerárquicas y aspiraciones igualitarias (Ibíd.:143). Quien no participa en el juego social, en el mantenimiento cotidiano de las estructuras que se lleva a cabo en esta “puesta en escena” de saberes ordinarios, podría

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considerarse alguien incivilizado. El incivilizado, en este sentido, es transgresor del espacio de sociabilidad. También lo son los “desviados” sociales, particularmente aquellos que, de forma voluntaria, rechazan las normas de la sociedad y actúan de forma divergente a éstas, de acuerdo con Goffman (2006).12 La desviación, así entendida, es una forma de rechazar el lugar que la sociedad les otorga, manifestado en acciones subversivas, sin acato a las normas y escapando tanto de los constreñimientos institucionales como de las pautas sociales informales. La transgresión, por tanto, puede ser más o menos inofensiva, pues en algunos casos sólo provoca la exclusión del desviado y no siempre supone un peligro para el mantenimiento del orden; no obstante, para Goffman (Ibíd.) el desviado también puede ser un delincuente, y en este caso podría hablarse de una forma más agresiva de transgresión. Una vinculación que requiere tan poco involucramiento pareciera estar exenta de cualquier tipo de reconocimiento público; y tampoco se obtiene, en este espacio de sociabilidad, distinción alguna, salvo quizás el ser notado por los otros, reconocimiento limitado a la mirada pero que, en todo caso, representaría algo superfluo y efímero (ver Joseph, 1988, respecto al “espacio del anuncio” o “espacio del look” de Goffman, 1971). Algo que supondría una amenaza para la esfera de lo público, en cualquiera de sus acepciones, podría ser la indiferencia o el rechazo hacia la diversidad, cuestión que atentaría no sólo contra la idea de “bien común” sino contra el propio orden de una sociedad. El espacio de sociabilidad, así como cualquier otra forma de concebir lo público, se conforma por cierto grado de heterogeneidad que, al mismo tiempo, lo hace posible; sin embargo, una remarcada diversidad (léase “desigualdad”) entre sus miembros o entre los intereses de los mismos, puede llevar a una total transformación de la esfera pública (y privada). En un espacio público en que, por la razón que sea, no se acuerden formas de concebir e incluir las diferencias particulares y no se logre definir colectivamente lo que supone el bien común, las consecuencias podrían ir desde la pérdida de identificación de los miembros y el alejamiento del destino común, hasta el colapso del ámbito público y la

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Para este trabajo resulta más pertinente considerar las “desviaciones” voluntarias de las normas sociales que las involuntarias. De acuerdo con Goffman (2006), la posesión de una característica estigmatizante puede ser, también, involuntaria, como ocurre en el caso de alguna malformación corporal. Para comprender el vínculo de los jóvenes con lo público, entendido como el espacio de sociabilidad, resulta más oportuno considerar sólo las acciones voluntarias, que expliciten un deseo de relacionarse con lo público o presentarse ante él de acuerdo con lo establecido o en su contra.

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fragmentación de la sociedad en guetos que actúen como refugio ante las amenazas del “otro”, o bien, a la orientación de la propia vida hacia metas e intereses únicamente individuales.

1.5 ¿Un solo público?

Habermas (1981; citado en Fraser, 1999) remarca que para la existencia de una “cosa pública” es necesaria la presencia de un ámbito privado; y, para que fructifique la deliberación colectiva sobre los asuntos públicos, es necesario que aquello que atañe a la vida privada se deje fuera de la esfera de discusión en pleno. Si, a pesar de las diferencias, los individuos encuentran temas que atañen a la colectividad entera, parece pertinente dejar los asuntos particulares para ser tratados en otros ámbitos y concentrarse únicamente en aquello que sí compete a todos; no obstante, cuando las diferencias e intereses entre los individuos son grandes y no se puedan condensar en una única noción de “bien público” (como ocurre la mayoría de las veces) y, además de eso, cuando ni siquiera el espacio de deliberación se muestra abierto para incluir la participación de toda la gente, cabe cuestionarse seriamente la existencia de “lo público”. Exponiendo distintos argumentos, Nancy Fraser (1999), John Keane (1997) y Alan Wolfe (1997), entre otros autores, proponen considerar la idea de no una, sino múltiples “esferas públicas”. La primera autora retoma estudios historiográficos que demuestran que, a la par del surgimiento de la esfera pública burguesa que menciona Habermas (1981), también emergieron diversos “contra-públicos” que podían congregar a gente con ciertos aspectos en común, por lo que la definición puede incluir a grupos de campesinos o mujeres de élite, por ejemplo (Fraser, 1999:147). Estas “microesferas” rivalizan con la esfera pública dominante que es respaldada por las instituciones estatales. Al proponer la consideración de contra-públicos, Fraser (Ibíd.) busca cuestionar algunas premisas elementales de la concepción burguesa de la esfera pública, como el hecho de que los integrantes puedan efectivamente hacer a un lado sus diferencias. Critica, también, la idea de que la inexistencia de una esfera unificadora y, por el contrario, la existencia de diversos públicos, sea incompatible con la democracia y, en este sentido, se

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cuestiona también el imperativo de que las cuestiones particulares deban ir fuera de la deliberación sobre el bien común. La consideración de múltiples esferas estaría a favor, y no en contra, del ideal democrático, de acuerdo con la autora, a pesar de que ella misma reconoce que no todos los contra-públicos tienen una organización democrática ni que estén a favor de un diálogo con otras esferas. Más adelante, en su argumentación, propone el concepto de “contrapúblicos subalternos”, mismo que refiere a aquellos escenarios discursivos paralelos (Ibíd.: 156) en los cuales se crean y circulan discursos opuestos a los hegemónicos y se enfocan en la construcción de su propia noción de “bien común”. Al proponer lo anterior, la autora distingue estas esferas de aquellos enclaves que, en lugar de buscar el diálogo hacia el exterior y la ampliación de su discurso, se encierran en sí mismos, como suele ocurrir con grupos separatistas. Su conceptualización de la idea de “públicos” incluye la distinción entre “públicos débiles” y “públicos fuertes”, siendo los primeros espacios de agrupamiento y de formación de opiniones, a diferencia de los segundos que, además de esto, implican la participación del grupo en la toma de decisiones colectivas a mayor escala, así como una posición más activa ante los discursos hegemónicos. La idea de contra-públicos subalternos, como públicos fuertes, implicaría la oposición al público hegemónico, además de la aspiración a hacer trascender sus ideas y ponerlas a consideración de otros públicos. La propuesta de John Keane (1997), en la interpretación de Ramírez Kuri (2009), difiere de la anterior en cuanto a que sugiere que la proliferación de diversos espacios públicos es un fenómeno reciente y no toma como referencia el surgimiento de la sociedad burguesa como el momento en que aparecen, a la par de un público hegemónico, este tipo de esferas autónomas. Propone que han aparecido un conjunto diverso de esferas que van más allá de los límites del Estado-nación como marco de referencia de lo público, y que puede hablarse de la existencia de diferentes esferas a nivel micro, meso y macro. Winocur (2001), al retomar esta propuesta para hablar de las comunidades virtuales, muestra que otra de las características de los nuevos públicos es su duración variable y su constante reconfiguración. La existencia de estas esferas obligaría a reconsiderar, además, los límites entre lo público y lo privado (Ibíd.). Una esfera pública “micro” requeriría únicamente que cierto número de gente se reuniera (física o virtualmente) para intercambiar opiniones respecto a un interés

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compartido (Keane, 1997); en este sentido, cualquier asunto que funcione como eje unificador del intercambio de ideas es válido para constituir una microesfera pública y no necesariamente debe involucrar acciones políticas o la aspiración de trascendencia de su objeto de discusión, así como tampoco implica la búsqueda del reconocimiento más allá de los límites que los constituyen, a sí mismos, como un público. Esta definición, por tanto, deja abierta la puerta a la consideración de formas de interés e involucramiento de poca o larga duración, de menor o mayor compromiso, y que se enfocan en asuntos más o menos precisos, sin que la participación en ellos signifique, forzosamente, una acción orientada a un ideal de “bien común” general al que se espera llegar, ni en cuanto a la noción interna de bienestar comunitario, ni a la que pudiera imperar en un público más amplio. Una tercera propuesta respecto a la existencia de más de una esfera es la que propone Wolfe (1997), quien considera que entre el ámbito de lo público y de lo privado existe una tercera esfera, la esfera de los públicos. Estas colectividades estarían compuestas por familias o redes de parentesco, grupos étnicos, comunidades lingüísticas, o cualquier agrupación con una identidad, creencias e intereses compartidos, e involucraría la existencia de normas compartidas y la capacidad de imponer sanciones a sus integrantes (Ibíd.:196). A pesar de que se muestran tan abiertos en cuanto a aquello que los articula como en la definición de esferas públicas de Keane (1997), en esta última propuesta se considera que la duración de los públicos suele ser prolongada, pues se busca la conservación de ellos mismos como grupo. Al hablar de públicos, más que profundizar en las características de esta “tercera esfera”, el objetivo de Wolfe (1997) es cuestionar las delimitaciones tajantes entre lo público y lo privado y propone, entonces, que el discurso dicotómico puede invisibilizar cuestiones importantes y dejar de abarcar ciertos ámbitos de la vida de la gente. Sin hacer un tratamiento exhaustivo del tema, Isaac Joseph (1988:76) menciona que para hablar de “público” basta que exista una simultaneidad de convicciones, idea que abriría aún más el concepto y las posibilidades de que cualquier colectivo, sin importar su tamaño o duración, pueda considerarse un público; únicamente es necesario que se compartan las mismas creencias y deseos en un momento dado. Para hablar de “los públicos” el autor retoma las propuestas de Georges Tarde, pensador francés del final del siglo XIX que relacionaba el surgimiento de estas esferas con el surgimiento de la prensa,

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de la imprenta e, incluso, con la popularización de las conversaciones en salones o cafés. Esos espacios que, de forma similar a la idea de Wolfe (1997), constituirían una instancia intermedia entre lo público y lo privado, no refieren necesariamente a una identidad compartida (con lo que serían sólo comunidades culturales) y se caracterizan, principalmente, por la constitución desde el interior de creencias y deseos. Hasta el momento observamos diferentes formas de conceptualizar aquellas instancias que cuestionan la existencia de un único lugar de lo común. Todas ellas convergen en que un único público no basta para incluir todas las identidades, creencias, discursos e intereses, sin embargo difieren en las maneras de implicación de los miembros dentro de la propia microesfera y fuera de ella, con relación a otros públicos o a un público hegemónico. Al hablar sobre el auge de los comunitarismos, Sennett (2000; 2011) y Bauman (2008) podrían argumentar que, de acuerdo con la propuesta de Fraser (1999), las microesferas de identidad e intereses compartidos sí tienden muchas veces a convertirse en enclaves, ya sea como una forma de resistencia al público totalizador o de defensa contra otros públicos “micro”. Lo que es evidente para estos autores es que la tendencia actual a constituir comunidades (ancladas fuertemente en elementos culturales) lleva a cerrarse más que a abrirse al diálogo con cualquiera que no pertenezca a su esfera, lo que los alejaría de la aspiración a proponer o formar parte de un proyecto más allá de sus propios límites. De acuerdo con Sennett (2000), el capitalismo moderno ha hecho renacer el deseo de comunidad, al intentar reavivar la importancia del lugar y de una identidad y pertenencia que se pretende “auténtica”. Como mencionamos anteriormente, Touraine (2006) y otros autores sugieren que, tras la crisis de las instituciones y de los roles e identidades asociados a ellas, una de las fuertes tendencias en la actualidad puede ser el buscar en elementos locales y culturales un lugar de pertenencia y un nuevo eje articulador para la vida. El deseo de uniformidad y de preservación de algunas comunidades contemporáneas pueden ser tan grandes que en lugar de admitir la individualidad se intente homogeneizar la identidad y las creencias de sus miembros, por lo que más que la promoción de un nuevo microespacio de discusión libre y de creación conjunta de discursos, podría tender a convertirse en todo menos que un “público”, entendiendo a éste como el lugar en el que convergen individualidades auto-representadas (Habermas, 1981) que comparten intereses con un conjunto de personas. Este tipo de comunidades, a las que alude Bauman (2008), puede

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llevar al rechazo al “otro” e, incluso, a reacciones intolerantes entre los propios miembros que las constituyen. Consideramos importante tener en cuenta esta última discusión para tener clara la diferencia entre una microesfera pública y cualquier agrupación de individuos con intereses en común. El comunitarismo exacerbado estaría, por tanto, lejos de constituir un público, lo que reflejaría más bien un rechazo a lo público, comoquiera que se entienda, y tendería más bien a la fragmentación de cualquier instancia de consenso y de proyecto de destino común. La creación o reforzamiento del sentido comunitario puede ser sólo una muestra del debilitamiento de los pactos sociales, nacionales, institucionales, etc.; sin embargo, en la actualidad pueden existir otras maneras de actuar con relación a lo público y de intentar reparar o reforzar los lazos rotos que la nostalgia por las relaciones comunitarias o las instituciones modernas no han logrado subsanar.

2. Transformaciones recientes en la esfera de lo público

A pesar de sus diferencias, cada una de las formas de concebir lo público anteriormente descritas suscita una misma inquietud, relacionada con la persistencia en la actualidad de una noción de público suficientemente amplia como para conjuntar a todos los integrantes de una sociedad o, por lo menos, para agruparlos en microesferas públicas; además, queda abierta la pregunta respecto al sentido de pertenencia en los individuos de la época actual, es decir, de dónde se sienten parte y qué tan amplios son los marcos de referencia común en la sociedad contemporánea. Ya sea que se defina lo público con relación a parámetros institucionales o a normas no escritas, lo cierto es que la mayoría de los autores que expone el tema de lo que es público deja la advertencia, clara o implícitamente, de que los marcos de referencia común se encuentran, si no en declive, por lo menos en evidente transformación. La existencia de una “cosa pública” implica una distancia entre individuos, es decir, cuando se habla de público se remite a la existencia de cierta individualidad y no a una masa uniforme que se mueve por inercia en el curso de la historia. Desde la época clásica, como lo muestra Hannah Arendt (2011), lo público existe por la necesidad de que los 45

participantes en el ágora discutan y lleguen a resoluciones colectivas, además de que el ámbito público es el único espacio en donde el individuo puede mostrar su individualidad y ser reconocido. La libertad de auto-representación individual es, para Habermas (1981), condición necesaria para la conformación de un espacio público. En el transcurso de la historia se observa, entonces, cómo poco a poco esa masa uniforme de comunidades primitivas se transforma, por medio de la implementación de distancias entre individuos y grupos, en un colectivo cada vez más diferenciado, hasta llegar a la noción de sociedad en la que, a pesar de reconocer la pérdida del sentido comunitario, sigue habiendo lazos entre la gente. Entre contratos escritos y no escritos, normas formales e informales, se han constituido aquellos arreglos por los que es posible la coexistencia en una sociedad cada vez más heterogénea y que, sin embargo, mantiene un orden. De acuerdo con Richard Sennett (2011), lo público existe como espacio de vínculos entre personas que no están unidas por lazos familiares o afectivos, para crear formas de asociación y compromiso entre ellos y, de alguna manera, “obligarlos” a estar juntos. Si bien es cierto que las relaciones entre la gente se hicieron más frías, utilitarias y seculares, para Simmel (1986) carece de sentido el lamentarse por la lejanía entre las personas, pues se había constituido una sociedad moderna y, con ella, una noción de lo colectivo aún lo suficientemente fuerte como para hacer partícipe a cada individuo, a pesar de sus diferencias. Poco duró sin fracturarse, diría Sennett (2011), esta noción de colectividad. El debilitamiento de las instituciones modernas, la incapacidad de incluir a todos y otorgar a cada uno voz y voto, además del impulso cada vez mayor del individuo de ser reconocido como único y diferente, hacen considerar la idea de un declive de lo público, es decir, de aquello que, a pesar de las diferencias, unía. Primero se debilitó el Estado (en Latinoamérica, por lo menos) y el referente compartido al que éste remitía para crear unidad; entró en crisis por distanciarse de la población y actuar en contra de la idea de “bien común” que supuestamente representaba. En muchos casos, además, las acciones autoritarias estatales fueron detonantes claves de la búsqueda de otro “lugar” común (Rabotnikof, 2008), por lo que se encontró un nuevo referente común en la sociedad civil, y lo que tiene de “común” es el impulso antiestatal, por lo que se organiza de maneras más o menos formales y se muestra, con relación al Estado, de formas más o menos contestatarias. Queda en duda el hecho de que la sociedad

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civil, en la actualidad, pueda sostener una idea de “bien común” que aglutine y sea fuerza para resistir, demandar y proponer de manera colectiva. El espacio público como espacio de sociabilidad, aun sin remitir a marcos formales de referencia común, también se ha debilitado. Si la civilidad podía entenderse por la capacidad de convivir con extraños (Sennett, 2011) y presenciamos una época en la que la exclusión sigue vigente y en la que existe siempre cierta sospecha del “otro”, al punto en que se vuelve una obsesión el elevar muros para sentir seguridad (Bauman, 2008), entonces se vuelve indudable un debilitamiento también en esta forma de entender lo común y sentirse parte de él. La existencia de algo público, en cualquiera de sus acepciones, se pone en duda; lo demuestran, por ejemplo, el debilitamiento de los marcos de referencia comunes, la transformación de las instituciones modernas (Estado, escuela, familia, etc.) y la tendencia a priorizar la individualidad y a pensar en respuestas y soluciones individuales ante todo tipo de problemas experimentados. Estos son algunos elementos compartidos que autores de distintas tradiciones y disciplinas exponen para reflexionar en las transformaciones recientes de las sociedades de todo el mundo y sus consecuencias. Aunado a estos cambios parece existir, no sólo en las reflexiones académicas sino en toda la gente, cierto miedo a perder la unidad que, por precaria que fuera, ha mantenido una idea de “nosotros” en el transcurso de los tiempos. El miedo, en concreto, podría representarse en la imposibilidad de interpretar una situación en la vida cotidiana y, por tanto, no saber cómo actuar y relacionarnos con el otro, de acuerdo con Goffman (1971); por otra parte, también puede experimentarse cierta angustia al preguntarse qué pasaría si, al caer, no hubiera nadie que quisiera levantarnos, como lo expresa Ulrick Beck (2006) al tratar de descubrir hasta qué punto el individuo puede volverse egoísta en la sociedad contemporánea; y, finalmente, los sentimientos respecto a estos cambios pueden también demostrarse mediante la creciente sospecha y temor al “otro”, como lo expresan autores como Bauman (2008). Para Alain Ehrenberg (2000) no se trata, necesariamente, de la desaparición de lo público sino de un cambio en los referentes compartidos y en las formas de acción política, reconfigurándose en torno a la idea de individualidad. Ya sea que estas reflexiones se muestren pesimistas, esperanzadoras o con nostalgia hacia el pasado, lo cierto es que en diversos autores está presente la urgencia por comprender un cambio acelerado y por 47

presentar la crónica de las fragmentaciones que ocurren ante sus ojos y la mirada de todos. Lo social, en países como México, también se ha debilitado; de acuerdo con Sergio Zermeño (2007) todavía pueden encontrarse en nuestro país valores y actitudes comunitarias, pero al mismo tiempo se observa a una sociedad debilitada por la desigualdad y la violencia. Al preguntarnos por las maneras en que los jóvenes perciben su pertenencia a lo público, y las maneras de actuar en él, resulta necesario, en primer lugar, reflexionar sobre la persistencia de algo público en esta época. Hablar de lo público es hablar de un objeto en movimiento, en transformación, y lo mismo es hablar de los jóvenes, sujetos que pueden definirse, entre otras cosas, por su cualidad liminal y por su inacabada e indefinida inclusión a los marcos sociales y políticos. Veremos, a través de la teoría, si es posible tender puentes entre estos dos objetos de reflexión en movimiento e intentaremos comprender qué tanto la transformación del espacio público y qué tanto la propia “condición juvenil” pudieran explicar las formas en que los jóvenes conciben su participación en lo público en la actualidad. A continuación nos detendremos un poco más en algunos de los “síntomas” del cambio y en las explicaciones que diversos autores han dado al respecto.

2.1 Cambios acelerados y explicaciones que les pisan los talones

El debilitamiento de lo público, de acuerdo con Sennett (2011), ha sido progresivo a partir de la formación de la cultura capitalista, secular y urbana. En la práctica, los marcos comunes de referencia y las instituciones que los respaldan siguen existiendo, es decir, no se trata de la desaparición completa de los mismos sino de su decaimiento y de la falta de confianza en ellos como unificadores de la sociedad; por tanto, las instituciones apegadas a las formas tradicionales de pertenecer, más que haberse extinto, se vuelven vacías (Ibíd.) y se perciben como actividades obligatorias o que requieren poca implicación, como en el caso del voto en las democracias representativas (Béjar, 1995). En general se deshace la idea de sociedad moderna y se empieza a pensar en nuevos nombres para lo que vivimos, como modernidad radical, posmodernidad, etc.; y, a pesar de que la reflexión que se hace al

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respecto a veces carece de gran rigor, como señalan Araujo y Martuccelli (2010), en tales definiciones sobresale la sensación de incertidumbre y contingencia, manifestada por la ruptura entre los vínculos de libertad individual y la eficacia colectiva, a lo que Alain Touraine denomina “desmodernización” (2006:33). A pesar de la rapidez con la que están ocurriendo estos cambios, ya es frecuente escuchar sobre la crisis de los referentes compartidos, el declive de las instituciones modernas y la priorización de la acción individual por sobre la colectiva; reflexiones al respecto se pueden encontrar dentro y fuera de la academia, en opinión de algunos autores (Araujo y Martuccelli; 2010; Touraine, 2006). A continuación presentaremos algunos de los cambios recientes en la sociedad (crisis de los marcos de referencia común, debilitamiento de las instituciones modernas y énfasis en el individuo), mismos que, de acuerdo con la literatura revisada, se muestran como transformaciones aún sin concluir y, por lo tanto, se vuelve difícil hablar con certeza sobre sus efectos; se trata de cambios o rupturas en diversos ámbitos que continúan en mutación acelerada, por lo que obligan a sus estudiosos a mantener un paso acelerado para aproximárseles lo más posible.

Crisis de los marcos de referencia común

Aunado a la “desmodernización”, para Touraine (2006:47) ocurre también una “desocializaicón”, caracterizada por el debilitamiento de roles, normas y valores compartidos que ordenaban a la sociedad. A esta serie de decaimientos debe sumársele la “despolitización”, también expuesta por este autor, la cual se caracteriza por la crisis de representación política en la que lo político deja de ser fundamento del orden social, con lo cual no sólo la idea de Estado-nación decae sino, además, se pone en duda la idea de que los movimientos populares (sobre todo aquellos que están sujetos a instituciones en crisis, como los sindicados) puedan promover un orden social nuevo. Según Bauman (2008), el momento en que la competencia (consecuencia de la mercantilización en diversos ámbitos de la vida) sustituye a la solidaridad, las personas no tienen más que dedicarse a sus propios asuntos y proteger sus propios recursos, siendo el consumo, en su interpretación, la vía privilegiada para integrarse. Al respecto, es

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importante considerar lo que propone Helena Béjar (1995:19) en cuanto a este viraje hacia lo individual, mismo que de acuerdo con ella no corresponde a un predominio de los valores clásicos liberales sobre los republicanos, sino más bien a un auge del individualismo que traiciona los mismos ideales liberales en tanto que los individuos restan importancia a la acción pública, así sea desde el asociacionismo o el sufragio, y se muestran, más bien, como actores narcisistas que se relacionan con otros siempre con temor. La relación entre el auge de la economía de mercado y la crisis de marcos de referencia común relativos al Estado-nación es clara. La globalización y el flujo de mercancías e información a nivel internacional pone en jaque, también, la referencia a una colectividad anclada en el territorio; la economía mundializada y el surgimiento de nuevas tecnologías de comunicación orillan al establecimiento de nuevos parámetros para definir qué es y dónde se encuentra lo público (Beck; 2006; Touraine, 2006). En el caso de la comunicación, al posicionarse la televisión, la radio y el internet en medio de lo privado y lo público, al llevar directamente al hogar lo que ocurre afuera, el individuo deja de tener necesidad de salir del ámbito doméstico para participar o para enterarse, siquiera, de los asuntos públicos (Violi, 2008; Winocur, 2001), lo que ha supuesto un fuerte golpe al ideal de opinión pública, elemento clave para algunas concepciones del espacio público, como aquella expuesta por Habermas (1981). La acción social se sustituye, entonces, por el estar informado acerca de ésta (Ortega, 2006). Transformaciones económicas, políticas, sociales y culturales se encuentran vinculadas estrechamente con la crisis de los marcos de referencia comunes que orientaban la vida social de la gente en décadas anteriores. Más adelante veremos si es posible la creación de nuevos referentes comunes y, en dado caso, en torno a qué cuestiones se articularían. Por ahora, para completar el cuadro, exploraremos la situación de las instituciones en la actualidad y cómo su transformación también ha repercutido en la desvinculación del individuo con la sociedad.

El debilitamiento de las instituciones modernas y el énfasis en el individuo

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Como parte de la desmodernización, de acuerdo con Touraine (2006), se debilitan las normas que orientaban anteriormente la acción del individuo y que lo hacían perteneciente a una colectividad. En cuanto a las instituciones políticas, además de la crisis del Estado como entidad representante, está la poca incidencia real que algunos individuos han constatado en los mecanismos de participación democrática de sus países, lo que ha llevado al sentimiento de desafección por la política (Lechner, 2000) y, en términos más generales, a la decepción y falta de participación en lo público-político, al menos por los canales formales (Béjar, 1995). Por otra parte, se presenta incoherente la formación que proporcionan las instituciones educativas y la situación de inserción laboral en nuestros días, por lo que dichas instancias han perdido su eficacia y credibilidad (Touraine, 1996). El excesivo interés por lograr la uniformidad en distintas instituciones, y la poca tolerancia a la diversidad (Ariés, 1998), comenzó a sentirse sofocante, por lo que se ha clamado, de diversas formas, por un orden que realmente sea incluyente. El debilitamiento de las instituciones contribuye a la pérdida de identificación del individuo con las mismas, respecto al rol que cumple en una estructura; cada vez menos son la ciudadanía y el trabajo los que definen la pertenencia de los actores, llevando como consecuencia que éstos últimos busquen definirse más por el “ser” y no por el “hacer” (Touraine, 2006:39). Las instituciones persisten, aunque es frecuente el conflicto entre el apego a las normas y la autonomía (Ortega, 2006) y, en diversos ámbitos, se ha procedido a definir a los actores ya no por su implicación pública (el “ciudadano”) sino a considerarlos más allá de los constreñimientos institucionales y de su identificación con alguna instancia colectiva, denominándolos simplemente “individuos”. Tras este cambio, desfase o alteración en la sociedad, todo parece conducir al posicionamiento del individuo como referente, a cuestionar la existencia de un único “bien común” para dar prioridad a la consideración subjetiva de la realidad. Para Guy Bajoit (2003; citado en Muñoz Tamayo, 2006) asistimos a una mutación cultural que tiene como eje al individuo, aunque más que olvidarnos de la existencia de referentes comunes, lo que ocurre es un viraje de lo social a lo individual como centro y articulador. La defensa de la subjetividad parece ser un elemento unificador y compartido por todos, por lo que la crisis de los antiguos marcos de referencia común y de las instituciones no lleva, como podría suponerse, a la desconexión absoluta, sino a un deseo compartido por mostrarse único e,

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incluso, por medio de la acción colectiva se puede clamar por el derecho a ser diferente. De acuerdo con Ehrenberg (2000) se constituye un nuevo espacio público, basado en la subjetividad común y no en la objetividad de intereses comunes, lo cual, de ser así, dejaría abierta la entrada a cualquier individuo, independientemente de su raza, sexo, clase e, incluso, edad. El llamado en este nuevo modelo deja de ser una “razón social”, según Bajoit (2003; citado en Muñoz Tamayo, 2006), para posicionar a la autorrealización personal como el principal objetivo en la época contemporánea. El nuevo imperativo deja de ser, pues, la búsqueda del bien común y la adhesión a un ideal colectivo; sin embargo, en esta fuerza que conduce al individuo a ser sí mismo, lo “libera” a tal punto de dejarlo un poco a la deriva. Tanta aparente libertad puede conllevar algunas tentaciones y peligros relativos a la necesidad de conformar una identidad propia, tales como la necesidad de apegarse a sentimientos comunitarios y/o el dejarse llevar por el consumo (Touraine, 2006). El individuo, para convertirse en sujeto, es decir, el único guía de su propia vida, debe permanecer al margen de los comunitarismos y rechazar la integración a través del consumo, de acuerdo con Touraine (Ibíd.). Para Bajoit (2003; citado en Muñoz Tamayo, 2006), estas formas de integración tan promovidas actualmente pueden ser, en la práctica, nada más que meras ilusiones, pues invitan a cualquiera a participar pero persiste la pobreza, la desigualdad y la falta de canales de representación autónoma. De cualquier manera, los individuos ya parecen haber adoptado el discurso de actuar siguiendo sus propias necesidades y deseos, y de ser ellos mismos quienes definan sus pertenencias. La necesidad compartida de “ser uno mismo”, además de llevar al individuo a nuevas formas de atadura, hacen pensar en un mundo social con individuos tan desvinculados que se mueven únicamente por acciones egoístas y, también, en el rompimiento de todo tipo de pacto entre ellos y a la imposibilidad de pensar en nuevos proyectos colectivos. De acuerdo con Beck (2006), la tendencia a la individualización ha llevado, no obstante, a un mayor respeto entre cualquier individuo, a pesar de no compartir con él sus formas de pensar o actuar; aunado a esto, las cifras respecto a la ayuda comunitaria prestada entre la gente de diversos países sugiere que el auge del individualismo no conlleva, necesariamente, a la pérdida de solidaridad.

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A diferencia de lo que podría pensarse, las sociedades contemporáneas no son apáticas o individualistas, menciona Bajoit (2003; citado en Muñoz Tamayo, 2006). El individualismo podría implicar una fractura completa de los lazos sociales y lo que ocurre, sin embargo, es una mutación en el referente articulador de la sociedad (de lo social a lo individual), pero persisten relaciones solidarias, de conflicto y de búsqueda de consenso. Las responsabilidades del individuo con la sociedad, por su parte, también persisten (Ibíd.) Otras lecturas al respecto se muestran menos optimistas, tal es el caso de Bauman (2008) o Sennett (2011), quienes consideran que las barreras entre individuos se muestran más altas que nunca, empobreciendo la capacidad de diálogo y confianza. En este mismo tono, Béjar (1995:243) denomina como “efímero voluntarismo” a aquellas acciones de cooperación con el otro, así como “anacronismo ingenuo” al reavivamiento de las identificaciones nacionales o comunitarias. Por dondequiera se mire, pareciera que la idea subyacente es que no hay vuelta atrás en cuanto al decaimiento de los referentes colectivos propuestos por el Estado y ciertas instituciones modernas. De volver a imponerse la aceptación y sumisión a estos marcos de referencia se trataría únicamente de construcciones falsas relacionadas con ánimos populistas o fundamentalistas, apuntando a formas autoritarias de constituir un orden basado en la erradicación de las diferencias culturales (Touraine; 2006). Para Ehrenberg (2000), a pesar de la falta de referentes comunes y de espacios de identificación (lo que, dicho sea de paso, puede llevar al individuo hasta la depresión, según este autor), los individuos en la actualidad pueden preferir un orden caracterizado por la incertidumbre con respecto a regímenes sustentados en la asfixia de las subjetividades, elemento que encontraremos presente, también, en una de las características que comparten los jóvenes contemporáneos: el rechazo a ser algo diferente a sí mismos, a ser “uniformados”.

2.2 Nuevas formas de vincularse con lo público y con sus integrantes

Si insistir en volver a ubicar lo público con base en referentes institucionales carece ya de todo sentido, de acuerdo con Touraine (2006), se requieren nuevas formas de concebir los vínculos entre los individuos; no obstante, diferentes autores más que hablar de nuevas

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posibilidades hablan únicamente de lo público como lo que ya no es, a cuya descripción siempre acompañan términos como: desprendimiento, desafección, descreimiento, desconexión, etc. Rabotnikof (2008), sin embargo, propone que los antiguos referentes pueden aún mantenerse vigentes, incluso en el contexto de la globalización y la consecuente transformación de las fronteras; su propuesta se orienta, más bien, hacia una reconsideración crítica respecto a tantos cambios y sugiere tomar en cuenta que aún persisten los marcos institucionales resguardados por el Estado. Esta invitación nos sugiere considerar, entonces, que diferentes concepciones de lo público en la actualidad pueden coexistir, es decir que, por ejemplo, en un individuo puede estar al mismo tiempo arraigada la pertenencia a una nación, a una agrupación local y a una comunidad internacional. Dejando esto como una cuestión para no olvidar, exploraremos algunas de las nuevas formas en que se ha intentado definir lo colectivo.

El espacio virtual

Con relación a la propuesta de Rabotnikof (Ibíd.), Ortega (2006) propone que quizás lo público no es lo que cambia sino las maneras de implicarse en él, siendo las nuevas formas de participar de poca duración y menor compromiso. Por otro lado, según este autor, otras maneras de integrarse a un marco social son las relativas a los medios de comunicación y, de entre esos, las posibilidades que ofrece el internet merecen especial atención. Una de las características del internet como esfera pública virtual, a diferencia de las acepciones de lo público descritas en apartados anteriores, es que la perdurabilidad de este espacio, como lugar de encuentro, es más limitada, así como más flexibles son los vínculos entre sus participantes (Violi, 2008; Winocur, 2001). La membresía a éste, aunque restringida, se muestra más abierta que otros espacios para la participación de algunos sujetos excluidos, entre ellos los jóvenes, quienes pueden encontrar por este medio una manera de hacerse escuchar. PatriziaVioli (2008) se pregunta, sin embargo, si es posible denominar como “público” al conjunto de voces que resuenan en la red pero que no siempre encuentran un auditorio amplio para ser oídos, además de la falta de interlocutores con los que se pueda

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construir un diálogo y una propuesta en común. En el caso de los blogs que existen en toda “la red”, de los cuales la mayoría son de contenido personal, se puede reflejar el deseo de construir comunidad y participar dentro de ella, aunque esta comunidad frecuentemente se reduzca a unos pocos lectores habituales que, además, puedan ser gente cercana con quienes ya se tiene un contacto en el mundo real y en el entorno local (Ibid.; Winocur, 2009). De acuerdo con Violi (2008), el uso de los medios virtuales, particularmente en el caso de los blogs, no busca ser de tipo político, sino más bien se busca la expresión de uno mismo; en esta misma línea, Sibilia (2009:321) propone que se busca hacer pública la vida privada ante unos espectadores que se muestran, asimismo, ansiosos por curiosear en vidas ajenas. En estos ejemplos, el público virtual pudiera relacionarse más con la definición de espacio de sociabilidad que describimos, dado que más que poner en discusión temas colectivos, tomar decisiones en conjunto y tratar de cambiar determinados aspectos de la realidad, se busca expresar la propia individualidad o reforzar los lazos sociales preexistentes, creados en el mundo real y en el ámbito local (Winocur, 2009). De acuerdo a nuestro esquema de acepciones de lo público las comunidades virtuales establecidas por la gente pueden apelar a un público amplio en varias ocasiones (como se ha observado recientemente en protestas masivas a nivel internacional, organizadas a través de las “redes sociales”), sin embargo también suelen reducirse a microesferas públicas compuestas por sus propios conocidos o por una red estrecha de gente que comparta los mismos gustos. Lo que queremos argumentar es que, a pesar de que el uso del internet ya puede constituir, en sí mismo, una manera de intervención o aparición en la esfera pública, no siempre se busca impactar directamente en un público amplio y, de hecho, en ocasiones, se prefiere mantener un círculo virtual cerrado a unos cuantos.13 De acuerdo con Winocur (Ibíd.) no se puede pensar que los espacios virtuales debiliten o reemplacen las tradicionales formas de encuentro y de sociabilidad, sin embargo sí contribuyen a reforzar las relaciones creadas en el mundo real e, incluso, a volver a 13 De acuerdo con el objeto de esta investigación consideramos necesario distinguir si las comunidades creadas y recreadas en la esfera tanto real como virtual buscan intencionalmente un impacto público amplio, o si únicamente se concentran en públicos reducidos (a pesar de que indirectamente esto pudiera repercutir en un escenario más grande). Esto nos interesa dado que buscamos contrastar qué tanto los jóvenes se perciben como miembros de la esfera pública (en cada una de sus acepciones) y qué tanta posibilidad de injerencia consideran que tienen en ésta; si consideran que tienen capacidad de agencia o si únicamente piensan que la tienen en públicos reducidos.

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conectar a quienes, en la realidad, se encuentran alejados. Consideramos, pues, que el espacio público virtual, en este sentido, más que una nueva acepción de lo público representa una poderosa alternativa para mantener y transformar las esferas colectivas preexistentes, desde las más rígidas e institucionalizadas hasta las más informales y momentáneas.

Transformaciones en las relaciones con el “otro”

Los referentes públicos persisten, a pesar de sus transformaciones, fragmentaciones y recomposiciones. En este momento veremos si dentro de los marcos comunes de referencia también se han modificado, recientemente, las maneras de definir quién es un miembro y quién es un extraño, así como las formas de inclusión y exclusión. Ya mencionamos la dificultad que representa la convivencia con extraños en la época actual, ocasionada por el miedo, la desconfianza y la sensación de compartir poco con ellos (Sennett, 2011). Al extraño se le considera como alguien amenazante y, por tanto, se tiende a restringir el contacto con él y, de ser necesario, a cerrarle todas las puertas. Los círculos, por tanto, se vuelven más privados y es cada vez más difícil encontrar aspectos en común con otros individuos, así vivan en la misma colonia. Si el individuo se concentra más y más en su propia vida, la relación con el “otro” puede girar en torno a la indiferencia o a la necesidad (Béjar, 1995). El valor al mérito propio, la autorrealización y, si acaso, el reconocimiento por parte de los más cercanos o de los pares, parece superar en importancia al ser reconocido públicamente. Coincidiendo con esta interpretación un tanto fatalista, Paula Sibilia (2009) propone que, en la época actual, sí se busca la mirada del “otro” y cierto reconocimiento de su parte, pero sólo en los casos en que el individuo se expone a sí mismo a manera de espectáculo, lo cual es frecuente en esta época en la que puede confundirse el “ser” con el “parecer”. En palabras de Sibilia (Ibíd.), la subjetividad se vuelve alterdirigida, lo que puede experimentarse en contextos en donde cada quien tiene la consigna de constituir su propio rumbo e identidad, la cual puede relacionarse, como ya hemos visto, con el consumo y con diferentes formas de manifestación cultural (fuertemente vinculadas a la imagen corporal).

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La invitación es a diferenciarse del otro, tanto en acciones como en apariencia física; no obstante, si esta distinción se encuentra anclada en el consumo, el riesgo estriba en que el mercado busca, por el contrario, homogeneizar a la población en cuanto a estilos de vida (Bajoit, 2003; citado en Muñoz Tamayo, 2006). Respecto a la reavivación de las pertenencias culturales, al ser ya difícil identificarse con respecto a una nacionalidad o a la actividad laboral desempeñada, y al existir una aparente apertura ante la diversidad en muchas de sus formas, el individuo puede tender a definirse por su etnia, género o religión (Touraine, 2006). Llevando más allá este argumento, retomando la propuesta de Sibilia (2009), podemos preguntarnos por la autenticidad de estas identificaciones, pues las formas de pertenecer pudieran consistir en identidades adquiridas libremente, no adscritas como en el pasado. Para concluir lo expuesto en los últimos párrafos tomaremos la consideración de Winocur (2001) respecto al cambio de la figura del “otro” en el espacio virtual, que pudiera aplicar, también, para otros ámbitos, desde nuestro punto de vista. Si se otorga especial importancia al “parecer” y no sólo al “ser”, y si la figura del “otro” se limita a ser una especie de cliente o mero espectador, el “otro” se vuelve un ente despersonificado, es decir, deja de ser alguien en particular para convertirse en “no importa quién” (Le Breton, 2007). Aquél necesita de uno de la misma manera en que uno necesita de él; aquél puede aparentar ser algo de la misma manera en que uno aparenta, por lo que poco importa de quién se trate y si acaso hubiera algo en común entre ambos.

Formas contemporáneas de vincularse con lo público

De acuerdo con Arendt (2011), el espíritu revolucionario y la aspiración por la inmortalidad se han perdido; he ahí una de las expresiones de la crisis del espacio público. Ya no es en lo público en donde cada individuo espera encontrar reconocimiento y, mucho menos, trascendencia, pasando a ser lo privado el lugar al que se han volcado, desde hace varios siglos, sus afectos y su compromiso. Si se considera el espacio público como la esfera de lo político, dentro y fuera de lo institucional, es comprensible la tendencia al alejamiento de

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los objetivos colectivos y de la participación activa para la consecución de los mismos (Lechner, 2000; Warren, 2002). Lo que pudiera simplemente tomarse como apatía por los asuntos públicos, según Mark Warren (Ibíd.:680) debería denominarse, más bien, desafección, pues implica un posicionamiento de rechazo hacia lo político. Según este autor, esta actitud procede de expectativas incumplidas de las instituciones democráticas y es la decepción lo que lleva a la desconfianza hacia el Estado y sus gobernantes, y a juzgarlos incompetentes y corruptos. Según Béjar (1995), la razón de ese ambiente de decepción en la población puede relacionarse con la limitada participación que implica la democracia representativa, pues las acciones mediante la militancia partidista y el sufragio son insuficientes para lograr verdaderos cambios. La gente parece ya poco dispuesta a involucrarse y entregarse como antes a la acción política (Ibíd.), al menos no por las vías institucionales y quizás tampoco a favor de un proyecto colectivo de amplio alcance. De acuerdo con Touraine (2006:43), en el siglo XIX la economía se convirtió en política y ese fue el objeto de luchas y movilizaciones. Actualmente, en cambio, parece ser lo cultural lo que exige terreno dentro de las discusiones públicas y, por tanto, prolifera un gran número de demandas de reconocimiento y respeto a la subjetividad, relacionadas por ejemplo con la legalización del aborto o con la exposición de la vida privada en los medios masivos de comunicación. Lo privado, en cierto sentido, se ha vuelto público o, para algunos otros autores, lo político se ha psicologizado (Béjar, 1995). En palabras de Lechner (2000), asistimos a una “socialización de la política”, por definir al ciudadano no sólo respecto a la política institucional sino a aspectos más amplios de su vida social, y por tratarse de la lucha por nuevas formas de concebir, vivir y participar en la política, más vinculadas con la resolución de problemas particulares. Para Lechner (2000; citado en Krotz y Winocur, 2007), además, las formas de acción política en la época actual podrían relacionarse con dos formas distintas de concebir a la población dentro del espacio público (político), a partir de una “ciudadanía instrumental” o una “ciudadanía activa”. Esta última podría remitir a aquellas formas de implicación colectiva que aluden a valores posmaterialistas (como algunos de los mencionados en párrafos anteriores) y, además, a las acciones del quehacer diario que buscan mantener los lazos sociales, desde una relación cordial con los vecinos o el dar los

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buenos días al toparse con alguien en la calle. La ciudadanía activa podría tener como referente de lo público no a la esfera político-estatal, sino a la sociedad en sí, con énfasis en lo local y en la proximidad (Krotz y Winocur, 2007). Por otra parte, la “ciudadanía instrumental” implica un distanciamiento de la política institucional respecto a la vida propia del individuo y éste, por tanto, se evade de la participación o el compromiso en la construcción de un destino compartido; no obstante, tiene conocimiento de los derechos que le corresponden por ley y reclama su cumplimiento, exige eficiencia a los gobiernos. Es de destacar, en esta definición de ciudadanía, que el marco común de referencia o, más concretamente, el público al que alude su sentido de pertenencia, tampoco es el ámbito delimitado por el Estado sino lo que Fraser (1999), Keane (1997) y Wolfe (1997) denominarían una microesfera, más vinculada con intereses privados y con las personas con quienes se organiza la socialidad cotidiana, como grupos los clubes, las organizaciones deportivas, etc. (Krotz y Winocur, 2007:202). Cuando lo político instrumental deja de ser efectivo y carece de las condiciones que le permitan a los individuos concentrarse en sus intereses privados y sociales, podría existir la posibilidad de una movilización o, más abiertamente, algún tipo de reacción en contra del régimen político, por limitar su desenvolvimiento ya no sólo en el ámbito público sino también en el privado (Ortega, 2006). En este sentido, en situaciones críticas, el individuo puede buscar un mayor vínculo con lo público y hacerse de una voz que sea escuchada; mientras tanto, de no presentarse estas crisis o de no percibirse capaz de incidir en ellas, el alejamiento entre el actor y el sistema puede continuar acrecentándose. Otras interpretaciones respecto al distanciamiento del individuo del destino común pueden ser las que propone Bauman (2008) al hablar sobre el mercado y el consumo como las principales vías de integración en la sociedad contemporánea. En el ejemplo de la falta de empleo en la época actual, este autor nos habla de la sensación de “ser superfluo” que puede invadir a un individuo, de ser excluido e internalizar su posición de ser sobrante, innecesario para la sociedad. Al experimentar tal cosa, la impotencia que pudiera provocar el reconocerse a sí mismo frente a un sistema en el que “no hace falta”, pudiera llevar a la inacción pública y al sentimiento de incoherencia entre las instituciones y la vida del actor (Touraine, 2006). Las consecuencias de esta situación pueden ser varias (y derrotistas,

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muchas de ellas), aunque la búsqueda de un refugio dentro del espacio privado puede ser una de las principales.

2.3 El espacio privado como refugio

Las crisis de lo público, el utilitarismo en las relaciones que dentro de este espacio se tejen, las inconsistencias entre la identidad individual y la sociedad pueden conducir a la necesidad de refugiarse, de encontrar seguridad e, incluso, felicidad, en el ámbito privado. De acuerdo con Arendt (2011) la persistencia de una esfera pública es únicamente posible al existir, en equilibrio, con una esfera privada que le sirva de sustento; la clave para el mantenimiento de cada una de estas esferas radica, precisamente, en no sacrificar una por otra, lo que rompería la armonía que las sostiene. La balanza entre estas dos esferas, en el mundo occidental, ha estado en constante vaivén desde nada menos que la época de los romanos, quienes fueron los primeros en sacrificar la vida pública por otorgar mayor peso a lo privado (Ibíd.). La búsqueda de un refugio, desde entonces, no ha cesado. La existencia de varios “públicos” y la demanda por reconocimiento dentro de ellos podría interpretarse, en este sentido, como una muestra de la urgencia por pertenecer a un espacio más pequeño y manejable, alejado del barullo de la sociedad contemporánea y sus inconsistencias, en donde la multiplicidad de voces no permite escucharse unos a otros. El volcamiento hacia el espacio privado o hacia las microesferas conllevaría la delimitación de marcos de referencia a pequeña escala, la modificación del sentido de pertenencia hacia elementos culturales (identidades “reavivadas” del pasado o adquiridas “libremente”) (Touraine, 2006), la búsqueda la autorrealización y la valoración de los éxitos personales por sobre las victorias colectivas (Béjar, 1995). En consecuencia, se tendería al alejamiento del “otro”. De acuerdo con Sennett (2011), a partir de la concepción moderna de familia que, por cierto, surge en paralelo con la idea del público burgués que define Habermas (1981), se comienza a otorgar un mayor peso moral a la vida privada, a encontrar en la familia la seguridad material que la vida pública no provee y a identificar en ella el lugar donde pueden desplegarse los afectos y las individualidades, sin temor a ser juzgado o excluido. 60

Lo privado, compuesto por la familia, los amigos y la vida de uno mismo, se convierte poco a poco en el espacio de las responsabilidades y los compromisos; es hacia lo más próximo, más que a ningún otro lado, a donde se encaminan los proyectos y se determina lo que es importante, prioritario (Béjar, 1995). La atribución de tanto peso a esta esfera, tal como lo expresa Bauman (2008), no está exenta de peligros, pues el exceso de localismo y fundamentalismo puede terminar con cualquier pacto establecido entre la sociedad, aumentar la hostilidad hacia cualquiera que se considera “extraño” y reducir la posibilidad de diálogo. En concordancia con este argumento, Sennett (2011) denomina “tiranía de la intimidad” al resultado de un cierre enfático hacia sí mismo que llegue al punto del alejamiento con los mismos prójimos. Tanto para dicho autor, como para Béjar (1995) se ha procedido, igualmente, a la búsqueda de refugio en sí mismo y ya no sólo en la familia o en pequeños grupos, de quienes ha buscado separarse y distinguirse de igual forma. A lo largo del siglo XX la familia también fue transformándose, para constituir cada vez menos el espacio que condensaba los intereses comunes de sus integrantes, por lo que intereses y deseos individuales también se separan de los de la propia familia (Kumar, 1997). El individuo, de acuerdo con Béjar (1995), se ha vuelto su propio juez, es decir, falto de parámetros y modelos a seguir, experimenta la necesidad de probarse a sí mismo y de poner la autorrealización como uno de sus principales objetivos. Un ejemplo de esto último puede ser, según esta autora, la autoimposición de “regímenes” dietéticos y de ejercicio físico para “sentirse bien con uno mismo”. La esfera de lo público, según Arendt (2011:84), se ha convertido en el sostén de lo privado, sierva de su beneficio, mientras que lo privado se erige, paradójicamente, como lo único que interesa a todo el mundo, lo único en común que resta. Tras haberse roto el equilibrio que les daba sentido tanto a una como a otra esfera, esta autora nos propone considerar la desaparición de lo público y de lo privado, al menos en cuanto a sus límites tradicionales.

2.4 Transformación en los límites entre lo público y lo privado

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La existencia de algo público se define a partir de su ámbito opuesto, lo privado. Las diferentes corrientes teóricas convergen en considerar, de acuerdo con Rabotnikof (2005), que lo público es el lugar de lo común, de lo visible y de lo abierto, y termina ahí donde comienza lo particular, lo oculto y lo cerrado o restringido. He ahí sus tradicionales límites y, tras exponerlos, la invitación de esta autora, y de otros más, es cuestionar qué tanto se mantienen en la época contemporánea. El equilibrio que mantenía estos límites, como mencionamos anteriormente, se rompió desde hace tiempo. Lo privado, en estricto sentido, se vuelve público cuando, por ejemplo, el Estado interviene en la propiedad privada, en asuntos respecto al ámbito familiar y en cuestiones de credo (Béjar, 1995). Por otro lado, la historia ha dado muestras de que lo público también puede volverse privado, como ocurre con la corrupción, el patrimonialismo y clientelismo (Rabotnikof, 2008), cuestiones que, dicho sea de paso, han contribuido a la crisis del Estado, que aún sigue considerándose como el guardián del “bien común”. En el caso de lo público como lo estatal, esta situación contribuye a difuminar el límite entre lo común y lo particular (Ibíd.). Lo público puede volverse privado, además, en cuanto al territorio urbano, como puede ocurrir con la proliferación de colonias cerradas y el levantamiento de muros que impidan el paso a “extraños”, con lo que se atenta contra la idea de civilidad que hacía concebible la relación entre individuos desconocidos en una misma ciudad (Sennett, 2011). El desarrollo de las nuevas tecnologías de comunicación ha contribuido a que las fronteras entre público y privado se vuelvan aún más borrosas, traslapándose o invirtiéndose uno con otro. Como mencionamos ya, el hecho de que la información sobre lo que ocurre afuera pueda ya obtenerse sin salir de casa, puede ser un ejemplo más de cómo lo público se convierte en privado, en el caso de que la información se quede ahí y que no existan reacciones públicas a los mensajes recibidos (el problema no son las paredes, sino el retener en casa la comunicación que pudiera hacerse con el exterior). Con la llegada del internet, empero, se reabren canales al diálogo que la radio o la televisión habían cerrado (Winocur, 2001), dado que el “ciberespacio” invita más a la interlocución y no solamente a la recepción pasiva de mensajes. La participación pública por medio del internet puede requerir menor inversión de tiempo y compromiso, por lo que podría constituir otro espacio de sociabilidad, sin sustituir a los tradicionales (Ibíd.); resulta, pues, una nueva forma de

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involucrarse en lo público, afín a las características de la sociedad contemporánea y sus actores. A través de esta red, asuntos privados e íntimos pudieran hacerse visibles y, con ello, dejar de ser privados, como puede ocurrir en el caso de los blogs que cuentan la vida de sus autores como si fuera un “diario”, según Violi (2008). En este caso, sin embargo, la forma de involucramiento en lo público se aleja de una intención política y, de acuerdo con esta autora, se vuelve mero espectáculo en muchos casos, lo que recuerda las “tentaciones” que para Touraine (2006) suponen el consumo y la constitución de la identidad con referentes culturales, tentación puesto que supone una falsa vía de integración a la discusión política y a la cooperación (aunque esto ya no suponga un interés compartido por todos los individuos). Sibilia (2009) propone que esta invitación a la definición de sí mismo y a la presentación de sí en el espacio público se reduce, en muchos de los casos, a cuestiones de apariencia, como si se tratara de una identidad confeccionada al antojo de cada uno pero, ciertamente, siguiendo el patrón que las reglas del consumo imponen. El internet parece ser un buen espacio para hacerse ver y escuchar, aunque no deja de contener puertas falsas a la integración. De cualquier manera, las formas de actuar en internet, a partir de un blog, una página personal o la participación en una encuesta, pueden abrir la posibilidad de que sujetos excluidos en otros ámbitos o en espectros públicos hegemónicos adquieran una voz. De acuerdo con Violi (2008), al respecto, es interesante ver que las autoras de blogs con contenido personal son, primordialmente, mujeres jóvenes, lo que atendería a la crítica de Fraser (1999) respecto a que ciertas instituciones, en la práctica, son excluyentes por razones como el género, la raza, la etnia y, como hemos expuesto nosotros, también la edad. En el trabajo de Harris et al. (2010) se propone, no obstante, que las voces que, en la realidad, encuentran poco eco, en el espacio virtual pueden hallarse unas a otras en espectros muy amplios pero, también, pueden reducirse a pequeñas comunidades, que podrían ser entendidas, entonces, como contra-públicos (utilizando justamente la categoría de Fraser), lo que estos autores observan que ocurre sobre todo en los usos del internet de mujeres jóvenes. Por otra parte, sugieren que por medios virtuales se pueden llevar a cabo acciones con sentido político, aunque primordialmente parece ser un espacio para la sociabilidad y, en algunos casos, para la expresión de la intimidad.

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Finalmente, nos encontramos con un panorama de traslapes, porosidades y reajustes entre la esfera de lo público y lo privado y entre las diferentes fronteras (insistimos: espaciales y no espaciales) de las diferentes concepciones de lo público, obligadas a redefinirse a partir de la relación local-global y real-virtual. No desaparecen, sin embargo, las figuras que alguna vez contribuyeron a determinar sus límites, como el Estado, las referencias comunitarias, las plazas públicas urbanas, etc. Como lo ha sugerido Rabotnikof (2008), los marcos de referencia común que afianzaban la pertenencia a una colectividad anteriormente puede que estén en crisis, que se hayan transformado, pero no han desaparecido por completo. El Estado, la sociedad civil, las nuevas formas transnacionales de pertenencia y los asuntos catalogados como de interés global parecen coexistir, a pesar de que propongan visiones distintas de lo común, frecuentemente antagónicas. En la vida de los individuos, aludiendo a la identidad como “mosaico” sugerida por Touraine (2006), parece posible la presencia y la reproducción de diversos discursos sobre lo público, así como también puede pensarse en múltiples espacios de pertenencia y en el mantenimiento de distintas formas de vinculación y compromiso con varias instancias. Consideramos, pues, que la gente puede tener más de una forma de concebir lo público, así como también es posible que actúe con referencia a varios micropúblicos. Tanto en las reflexiones teóricas, como en la vida cotidiana, parece predominar la sensación de cambio, por lo que lo único que se vislumbra de manera nítida puede ser la incertidumbre, en diferentes ámbitos. El sentido de lo público se encuentra en movimiento y, a este mar de inconsistencias, se sigue convocando a los jóvenes para su incorporación.

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II. LOS JÓVENES EN LO PÚBLICO

Desde hace varias décadas, en las ciencias sociales se ha debatido sobre la complejidad que encierra el concepto de juventud, más específicamente, sobre las imprecisiones que implica el hablar de una sola juventud, cuando dicha fase del ciclo de la vida implica pocos rasgos psicobiológicos esenciales y la mera cuestión etaria se vuelve relativa, terminando por definirse e interpretarse sólo a partir de un contexto específico (Urteaga, 2010). El paradigma reciente que las ciencias sociales han construido para hablar de esta etapa de la vida, al que han contribuido en gran medida autores latinoamericanos, se inclina por resaltar las diferencias, para lo cual resulta indispensable reconocer la existencia de “juventudes”, en lugar de una sola juventud (Duarte, 2000) e, incluso, de “condiciones juveniles” particulares (Valenzuela, 2009). En este trabajo adoptaremos la concepción sociocultural de la juventud que se hace desde las ciencias sociales, misma que considera que esta etapa se puede definir únicamente de manera relacional, es decir, adquiere sentido a partir de la vinculación entre los jóvenes con otros actores de la sociedad, además de que, para comprender lo que sucede con algún sector particular de la juventud se debe tener en cuenta su relación con cuestiones de género, clase, etnia u otras pertenencias (Urteaga, 2010), así como el conjunto de sucesos históricos que pudieran dar forma a su especificidad (Valenzuela, 2009). En síntesis, para entender cuestiones sobre la juventud en nuestro espacio y tiempo es necesario evitar generalizaciones; hay diversas formas de ser joven, incluso en el aquí y en el ahora. En este capítulo intentaremos encontrar algunas características que comparte la juventud actual, especialmente en México y en Latinoamérica. Realizaremos una exploración particular en cuanto a las diversas maneras en que se ha concebido a la juventud en diferentes instancias y a las formas en que los propios jóvenes han buscado presentarse a sí mismos. El eje que guiará este recorrido será la relación de los jóvenes con lo público, por lo que la vinculación de este sector de la población con el ámbito privado, como pueden ser los padres o la familia en general, se dejará un poco de lado y se retomará únicamente cuando resulte pertinente. Antes de comenzar con los objetivos propios del capítulo, señalaremos algunas maneras en que la juventud ha sido concebida en diferentes

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momentos de la historia y en contexto específicos, haciendo notar que, a pesar de las diferencias, algunos rasgos quedan en nuestras representaciones de la juventud actual. A pesar de que la juventud, desde el lugar en que se enuncie, puede definirse de forma distinta, es posible detectar que en muchas sociedades se ha establecido una etapa liminal de mayor o menor amplitud, la cual ha servido de transición o preparación para pasar a un momento de la vida en que se adquieren mayores responsabilidades. Desde las sociedades tradicionales se han establecido etapas transitorias con mayor o menor duración, así como determinados ritos de paso a la edad adulta (Feixa, 2008). Al transitar por la etapa liminal, los jóvenes permanecían en un momento de invisibilidad estructural (Turner, 2007) y se les limitaba su participación social, por lo que no podían desenvolverse en el espacio público. A partir del siglo XX los jóvenes obtuvieron cierto reconocimiento social y proliferaron en diversos países las instituciones que se encargarían de ellos, tales como escuelas públicas, tribunales de justicia para menores y servicios de bienestar especializados; esta situación se vincula, pues, con el modelo de Estado de bienestar y la importancia que las nuevas generaciones supusieron para los proyectos nacionales (Feixa, 2008). Michel Fize (2004) propone que la juventud es una creación de la sociedad burguesa, para asegurar el control de sus hijos (varones, principalmente) sobre el saber y los bienes materiales; en esta consideración se destaca que la distinción de esta etapa de la vida fue obra de los adultos de cierta clase y con un fin determinado y, desde entonces, a los jóvenes se les consideró, públicamente, como individuos a los que habría que proteger y encaminar. El Estado estableció algunos ámbitos en los cuales habría de tutelar a los menores, tales como la educación, la salud, etc. (Reguillo, 2003), por lo que estas instituciones, junto con los padres, han sido (y lo siguen siendo, en gran medida) quienes aseguran ser los únicos en saber lo que es bueno y lo que es malo para los niños y jóvenes, dejando a ellos poca capacidad de elección y escasas posibilidades de participación en el ámbito público y de expresión, en esta esfera, de sus propias demandas. Existen, además, algunas otras razones para comprender el papel que los jóvenes han tomado en la sociedad contemporánea. Un factor muy importante es el aumento de la esperanza de vida, aunado a las transformaciones vinculadas con el proceso de industrialización y la urbanización en el siglo pasado (Mier y Terán, 2005). Si a causa de 66

esto los adultos comenzaron a retirarse más tarde de sus empleos, convenía posponer la inserción de los jóvenes al mercado laboral, tiempo que podría ser utilizado para una mayor especialización profesional (Reguillo, 2000). A los jóvenes no se les permitió, pues, reemplazar en el empleo a sus mayores en edades tan tempranas, por lo que se fortalecieron las instituciones que garantizaban un mayor control y protección de los jóvenes, como las instituciones educativas, que entre otras cosas fueron pensadas para que los jóvenes pasaran más tiempo y para concentrarlos en un mismo lugar o, como dice Pérez Islas (2010), confinarlos en un espacio de control. Al prolongar la escolaridad se aplazó, también, la posibilidad de insertarse en la vida laboral y obtener independencia, y si el trabajo constituye tradicionalmente una de las principales transiciones a la vida adulta en el ámbito público (Ibíd.), la posibilidad de ser considerado públicamente como alguien apto para involucrarse y colaborar en acciones colectivas también tendría que esperar un tiempo más. En la segunda mitad del siglo pasado, los jóvenes ya no sólo fueron reconocidos como un sector particular de la población, mismo que requería de protección, formación y control, sino que adquirieron cierto protagonismo y comenzaron a expresarse, a tomar una participación más activa en el escenario público (Feixa, 2008). Las manifestaciones juveniles estuvieron acompañadas de la emergencia de los medios masivos de comunicación y del surgimiento de un mercado específico para este sector de la población, con lo que se logró distinguir aún más a los jóvenes en el discurso público y se hizo posible que éstos pudieran encontrar elementos de identificación con sus coetáneos (aun con aquellos de otras clases o razas) (Ibíd.). Los jóvenes, entonces, podían distinguirse ellos mismos del resto de la población y, como nunca antes, comenzaron a observarse formas particulares de acción, de apropiación del espacio público y de participación en los jóvenes, muchas de las cuales se consideraron como reacciones contraculturales y transgresoras del orden público (Rodríguez, 2002). Algunas formas de expresión representadas en la moda, el arte, la música, etc., demostraban que la juventud comenzaba a desencantarse de las promesas a futuro y del camino que los adultos y las instituciones trazaban para ellos; buscaban “auto-representarse” en la esfera pública, formulando y expresando, ellos mismos, sus demandas (Reguillo, 2001). La efervescencia de las manifestaciones juveniles de la segunda mitad del siglo pasado se ha transformado poco a poco. Actualmente, en lo que Carles Feixa (2008)

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denomina la “era digital”, lo que le ocurra a los jóvenes, así como sus formas de expresión y participación, debe leerse desde las inconsistencias propias de la sociedad posmoderna. En esta época, los jóvenes siguen distinguiéndose del resto de los grupos etarios, sin embargo, sus formas de vinculación con lo público pueden volverse más ambiguas, relacionadas con la pérdida del sentido de la etapa liminal y con la falta de cumplimiento en las promesas de incorporación social a futuro (a causa de las crisis económicas, en gran medida). Se ha empleado el término “Generación X” para hablar de la actitud pasiva y desencantada que los jóvenes mostraron, a partir de los años noventa, respecto al mayor involucramiento y participación que tuvo la juventud de décadas pasadas (Ibíd.). Cabe tener en cuenta que las nuevas tecnologías de comunicación y el proceso de globalización son elementos claves para entender el contexto en el que viven los jóvenes de la actualidad y, respecto a su vinculación con la sociedad, estos individuos pueden mostrarse más individualistas pero, también, más conectados entre sí y con conciencia de pertenecer a una colectividad más grande, que puede trascender las fronteras locales (Reguillo, 2010). En el caso de México, es de resaltar que la generación actual de jóvenes en nuestro país, y en toda América Latina, ha vivido marcada por una crisis económica prolongada y ha visto afectado, notoriamente, su nivel material de vida; por otra parte, conoce bien el discurso de las autoridades y ha dejado de creer en él, en sus promesas de desarrollo (Valenzuela, 2009). Al respecto, menciona Pérez Islas (2010) que dado que las desigualdades se mantienen e, incluso, se acrecientan, en cuanto a la posibilidad de acceso a la educación, empleo, ingresos, etc., es ahora más difícil que antes definir quiénes son los jóvenes, pues las posibilidades que tienen algunos de obtención de todo esto está negada para buena parte de la población en la región, por lo que la trayectoria tradicional de llegada a la adultez es desigual entre unos y otros. Algo que podría caracterizar a buena parte de los jóvenes contemporáneos, de acuerdo con este autor, es el riesgo, pues aunque siempre han existido desigualdades, cada vez se vuelve más patente la inconsistencia entre la escolaridad y el trabajo; en la actualidad los jóvenes que culminan sus estudios universitarios y que, en algunos casos, cuentan con posgrado, también están expuestos al desempleo. La secuencia ideal educación-empleo contribuía (junto con otros cambios en la vida privada) a fijar un límite más o menos claro entre la juventud y la adultez; ahora, en un

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entorno de incertidumbre y flexibilidad laboral cada vez presente, se vuelve más difícil hablar de transiciones (Ibíd.), por lo que se vuelve más impreciso el propio concepto de juventud. A la escasa presencia que los jóvenes habían tenido históricamente en el espacio público, por considerarse “naturalmente” inmaduros y, por tanto, no aptos para la toma de decisiones propias ni a favor de la comunidad, debe sumársele en nuestro país la pobreza, la pertenencia étnica e, incluso, la propia apariencia física, como otros elementos limitantes (Reguillo, 2003). A pesar de todo, sigue persistiendo la consideración de que los grupos juveniles y los propios jóvenes son, como dice Valenzuela (2009:38), “productos perecederos”. Por una parte, el individuo no puede evitar el transcurrir biológico de su propia vida y, por otra, en la actualidad se observan formas de adscripciones identitarias cada vez más momentáneas y menos rígidas que las que establecían algunas instituciones que han caído en descrédito actualmente (el Estado-nación, la escuela, etc.). Siendo así, resulta aún pertinente la problematización de la cualidad “pasajera” de la juventud, aunque trayectoria individual y oportunidades no coincidan en nuestro contexto y a pesar de todos los desfases y estancamientos que se encuentran en la práctica respecto de las transiciones idealmente lineales y progresivas. En medio de los cambios de una sociedad acelerada por la flexibilización laboral y por las innovaciones tecnológicas y, a la vez, en medio de tantas cosas que se resisten a cambiar, como la situación desigual entre unos y otros, vale la pena preguntarse qué tan válido resulta hablar, en este momento, de la juventud como una etapa transitoria.

1. Transitar… ¿hacia dónde?: Unas palabras sobre la condición liminal en la actualidad

Así como sucede en la sociedad contemporánea descrita, entre otros, por Touraine (2006) y Bauman (2008), en los jóvenes de la actualidad un rasgo definitorio parece ser la incertidumbre; en su caso, sin embargo, la tensión específica está entre el sentirse listo para tomar responsabilidades y el no permitírseles participar en diversas esferas. Además de esto, lo que por mucho tiempo definió a aquellos que no son niños y tampoco son, aún, adultos, fue su estatus liminal y la promesa de que, en el futuro, transitarían hacia otra 69

etapa; la trayectoria ideal de vida, a la que hemos hecho referencia, comprendía cuatro condiciones necesarias que delimitaban el fin de la juventud y el comienzo de la adultez: independencia económica, autoadministración de los recursos, autonomía personal y constitución de un hogar propio (Pérez Islas, 2010:75). Algunas de estas condiciones pueden desfasarse actualmente y no seguir la secuencia establecida, o puede ocurrir que algunas de éstas nunca se alcancen del todo. Si ser joven era ser el transeúnte entre un momento y otro, pero han dejado de existir rutas claras y se han bloqueado las entradas típicas a la adultez, la juventud, como tal, puede estar desapareciendo (Feixa, 2008); o, quizás, puede simplemente mantenerse así, eterna caminante sin alcanzar un destino. Dadas sus condiciones de vida y su incompleta emancipación, algunos pueden permanecer jóvenes indefinidamente; sin embargo, una posibilidad más trágica es que la juventud, para algunos, sea extremadamente breve, como es el caso de quienes viven en entornos de riesgo, en los que se puede conducir a muchos a realizar actividades ilegales, o bien a aceptar empleos que supongan un excesivo desgaste físico y cuenten con poca seguridad, como pueden ser las duras jornadas en las maquilas (Pérez Islas, 2010). El riesgo, como mencionamos, puede ser parte de la vida de muchos jóvenes y no sólo de aquellos marginados o con bajo nivel de escolaridad; esto significa que la trayectoria de vida para algunos puede ser lineal por algunos momentos y verse truncada en otros, dado que hay pocas garantías de estudiar y encontrar un empleo o, si se logra, conservarlo (Ibíd.). Pero, ¿qué consecuencias puede tener todo esto en la vinculación de los jóvenes con los asuntos públicos? En el capítulo anterior sugerimos que, así como existe la exclusión del espacio público por razones de género, expuesta por Fraser (1999), también podría hablarse de exclusión por causa de la edad. La juventud (o por lo menos la juventud con posibilidades de educación y de inserción al mercado laboral) parece ser el único grupo cuya exclusión de lo público es temporal y a quienes se les promete que, eventualmente, podrán insertarse y participar activamente, entendiendo a lo público vinculado con lo político (institucional y no institucional). En este orden de ideas, si las promesas se incumplen y la inclusión se posterga indefinidamente, ¿qué posibilidades quedan para que los jóvenes se involucren en lo público?

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Pareciera que, para algunos, las expresiones culturales constituyen una alternativa de hacerse oír (Reguillo, 2000). Para otros, tal vez, lo que corresponda al espacio público resulte tan lejano respecto de la propia vida que la integración por las formas tradicionales pasa a segundo plano, así como pierde importancia el aval que el “otro” les otorgue sentirse parte de lo público (Le Breton, 2007). Con el imperativo de ser “uno mismo”, alejado de las identificaciones que proveían las instituciones modernas y viéndose obstaculizado en su transitar, el individuo joven puede comenzar a buscar reconocimiento y refugio en otros públicos, más pequeños o indefinidos, quizás; o, tal vez, él mismo se convierte en el único referente ante quien vale la pena ponerse a prueba, transitando por ritos de auto-iniciación y dejando de buscar, fuera de él, la aceptación (Ibíd.) En el siguiente capítulo continuaremos con algunas de estas ideas y presentaremos diferentes formas en que se ha concebido a la juventud, mismas que incluyen una idea particular respecto a la transición a la adultez y a la manera en que, como jóvenes, pueden (o no) vincularse con lo público. Como veremos, diferentes representaciones sobre la juventud coexisten en la actualidad y, frecuentemente, se encuentran en disputa las concepciones que otros hacen de ésta con las maneras en que ellos mismos, los jóvenes, buscan mostrar de sí mismos (Valenzuela, 2009).

2. Diferentes formas de concebir al joven

Desde el punto del que queremos partir en este trabajo, la juventud es un concepto que se construye en procesos de negociación y tensión entre hetero y autopercepciones que se producen en ámbitos relacionales (Valenzuela, 2009). Como ya hemos mencionado, con el fundamento de que los jóvenes son “naturalmente” inmaduros (Reguillo, 2003), varias instancias han tomado su tutela y han definido desde el propio concepto de la juventud hasta qué debe hacer y qué papel le corresponde a un joven en la sociedad. Bourdieu (1990) propone, al respecto, que las clasificaciones por edad, así como las relativas al sexo o la clase, son formas de imponer límites y de excluir a algunos de la repartición de poder; en este sentido, al establecer la juventud como la edad del aprendizaje y preparación, los adultos determinan que este grupo de edad debe hacer “lo que le corresponde” dada su falta

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de madurez, prometiendo que un día, al convertirse en adulto, se le otorgarán derechos como la voz y el voto en los asuntos públicos. No obstante, en varios espacios de la vida en la actualidad, los jóvenes suelen estar invisibilizados (Krauskopf, 2000b). En la literatura revisada, encontramos varias formas de concebir al joven, ante las cuales los autores que las exponen buscan detectar de dónde provienen y qué limitaciones implican para la acción y visibilización de los jóvenes en lo público. Nos detendremos, a continuación, a describir las siguientes formas de definir al joven: como menor, como problema, como futuro de la sociedad, como ciudadano, en vinculación a sus manifestaciones culturales y, finalmente, como consumidor. En las primeras dos definiciones subyace la idea de tutela y de que el joven es incapaz de representarse a sí mismo en el espacio público; las últimas cuatro definiciones implican, aparentemente, mayor posibilidad de que el joven se exprese y auto-represente ante los demás, aunque la capacidad efectiva de realizarlo puede ponerse en duda. Antes de comenzar con la descripción de cada concepción, es necesario mencionar que, aunque cada una de ellas surgió en un momento específico de la historia, es posible que todas ellas coexistan en la actualidad; desde la mirada institucional o desde ciertas disciplinas, se puede privilegiar determinada representación de la juventud, mientras que en otras áreas pueden predominar otras concepciones. Reguillo (2000) y Feixa (2003) proponen, por ejemplo, que las instituciones como la escuela, la iglesia o el trabajo, aun en esta época, pueden concebir al joven como alguien inmaduro y con necesidad de protección y formación; asimismo, el Estado ha establecido un modelo de ser joven vinculado a un “deber ser”, un único camino para integrarse socialmente que tiene como fundamento el “proyecto de modernidad” (Medina, 2009). El mercado y algunos medios de comunicación, por su parte, dan la impresión de que el joven tiene una voz propia y es capaz de expresarse y crear, aunque, en gran medida, siguiendo las pautas que ellos les imponen. Veremos pues que, efectivamente, la concepción de juventud permanece en disputa entre diferentes actores de la sociedad actual. En los propios jóvenes puede haber distintas maneras de mirarse a sí mismos e, incluso, algunos de ellos pueden haber asimilado las concepciones que los definen como “enemigos sociales” o como un problema para el contexto en el que se desenvuelven, o como individuos con poca capacidad de agencia, dada su supuesta condición de inmadurez (Reguillo, 2003).

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2.1. El joven como menor

De acuerdo con Krauskopf (2000b), hablar de “adolescencia” remite a un paradigma en el que, bajo sustento biológico y psicológico, quienes transitan por esta etapa pueden ser vistos ya no como niños, pero tampoco como adultos. Resalta la necesidad de preparación para poder alcanzar la madurez y el control que se debe ejercer sobre ellos dado que, desde que se delimitó esta etapa en Europa en el siglo XVIII, quienes transitan ésta se encuentran en un momento turbulento y lleno de peligros, por lo que se vuelve urgente la necesidad de controlarlos (Musgrove, 2008; Keniston, 2008). La psicología, la pedagogía y la medicina, bajo este paradigma, se consideran como las únicas disciplinas a las que les ha correspondido la comprensión y el tratamiento de la etapa adolescente, asumiendo que este momento es experimentado universalmente por los individuos. La sociología clásica, por su parte, se deslindó del tema, considerando desde una visión durkheimniana que los niños y jóvenes no eran aún seres sociales, puesto que todavía no han adquirido obligaciones colectivas (Fize, 2004). Ciertas corrientes de la sociología, como el funcionalismo, han tratado el tema de los jóvenes pero a partir de la idea de socialización o la asimilación de roles y expectativas sociales (Ortega, 2006), tomando al adulto como parámetro de comparación por considerar que éste ha llegado a un momento de la vida en la que ya no crece más y ya no cambiará su estatus social. La idea de socialización, de acuerdo con Fize (2004), ha perdido eficacia para comprender a fondo la realidad de los jóvenes, debido a las crisis de sentido que experimenta la sociedad en la actualidad. De acuerdo con Duarte (2000), el paradigma del joven como menor resulta inconsistente al observar que el alcanzar la adultez no sólo es consecuencia de la madurez física y mental que “naturalmente” le llegará a cada individuo, sino que este tránsito depende de las posibilidades estructurales que la sociedad le presente para insertarse. La concepción del joven como menor, por tanto, ignora las desigualdades que pueden existir entre uno y otro joven, además de que reduce la concepción de esta etapa a cualidades primordialmente biológicas.

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A pesar de las inconsistencias de este paradigma, diferentes instituciones se siguen empeñando en mantener estas ideas y en continuar proponiendo los típicos canales de transición a la adultez para los jóvenes, a pesar de que, más que antes, se encuentran éstos llenos de obstáculos. Es debido a que este paradigma aún sigue vigente en algunas instancias (a pesar de que el proceso de socialización es cuestionable) que consideramos imperante tenerlo presente para comprender las formas de vinculación de los jóvenes con algunas de las instituciones. El origen del paradigma del joven como menor, en nuestra interpretación, puede remontarse a la antigüedad; coincide con la imagen cíclica de la vida y de la sociedad que, de acuerdo con Margaret Mead (2006), existía en las sociedades tradicionales. Esta representación remite a la repetición que cada generación realiza, tomando como base a las generaciones precedentes. Consideramos que las características elementales de este paradigma son la protección y la educación, lo que implica que, siguiendo las pautas establecidas, cumpliendo con los ritos de paso estipulados y evitando salirse del camino, la sociedad reconocerá, eventualmente, que el joven ha llegado a la adultez. La idea del joven como menor y de que, por tanto, es un ser “incompleto” o es “insuficiente” para ciertas cosas, es asimilada por algunos jóvenes, quienes en la actualidad pueden justificar que se les excluya en algunos ámbitos y reconozcan su propia inmadurez y se asuman, también, como irresponsables (Duarte, 2000); estos elementos son claves para observar cómo, algunos jóvenes, explican su falta de derechos (Reguillo, 2010). Como consecuencia del mantenimiento de este paradigma, entonces, se puede postergar la atribución de derechos, dado que se les considera (tanto ellos mismos como desde afuera) como inmaduros e inexpertos (Krauskopf, 2000b). Por tal motivo, las instituciones que trabajan con la visión de los jóvenes como menores le niegan el reconocimiento a éstos como sujetos sociales, haciéndolos dependientes y limitando su participación (Ibíd.). Krauskopf (2000a) propone que, al comenzar a participar en la reproducción de la sociedad, el individuo deja de ser considerado joven, tanto por el otro como por él mismo, e independientemente de su edad. Esta idea implica que, a todo aquél que no pueda integrarse, por cualquier razón, se le considerará como “joven”, lo que contribuirá a mantener una visión negativa de la juventud y a justificar que esta etapa, así como su exclusión en ámbitos públicos y privados, pueda prolongarse indefinidamente.

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Otra clara contradicción se observa entre el ejercicio de la ciudadanía por parte de los jóvenes (siempre de modo restringido) y la posibilidad que tienen de ser sujetos de castigo, de acuerdo con Reguillo (2003). En el discurso estatal prima la consideración de que los jóvenes deben estar bajo tutela, a quienes se debe de conducir sin tomar demasiado en cuenta su opinión. El problema es que, de unos años a la fecha, se ha avanzado considerablemente en cuanto a la posibilidad de juzgar a individuos cada vez más jóvenes en caso de cometer un crimen; no obstante permanece estancada la discusión respecto a los jóvenes como sujetos de derechos, siendo aún limitada su posibilidad de participar activamente en la esfera pública, desde las instituciones políticas.

2.2. El joven como problema

Muy apegado a la concepción del joven como menor se encuentra el paradigma del joven como problema, es decir, aquél que lo representa como rebelde, agresivo, trastornado y con necesidad de corrección. De acuerdo con Fize (2004), la llamada “crisis” de los adolescentes, que se considera propia de la edad, es el resultado de la tensión entre la capacidad de pensar y la incapacidad de decidir; por tal motivo, según este autor, la crisis es una mera invención social que intenta disfrazar la dominación de los adultos sobre los jóvenes y los obstáculos que existen para que éstos se integren a la sociedad. Fize (Ibíd.) y otros autores, que tratan el tema desde las ciencias sociales, le restan importancia a los factores psicológicos y biológicos que pudieran impactar en el carácter de los jóvenes y en su forma de vincularse con la sociedad. Al respecto, Feixa (2008) sugiere que la idea de juventud apareció en la segunda mitad del siglo XX, distinguiéndose de la adolescencia por referirse a individuos activos en la esfera pública, no como individuos pasivos, controlados o bajo tutela. Esta concepción posibilitó la distinción de los jóvenes “alineados” y los jóvenes “problema”, como los “rebeldes sin causa” que surgieron en países occidentales después de la segunda guerra mundial (Ibíd.). Estas últimas agrupaciones, como los teddyboys o los rockanrolleros, rompían con el ideal que los educadores buscaban imponer y actuaban de manera inconforme y cuestionadora. A partir de entonces surge la imagen del joven no sólo como 75

problema, sino como sujeto activo y capaz de cuestionar y transformar su entorno, lo que rompió con la idea de la juventud como mera reproductora de roles y pautas de las generaciones anteriores. La visión de los jóvenes como problema se puede ver materializada en las culturas juveniles que, desde hace algunas décadas, han aparecido en la escena pública y han sido sujetas de atención por parte de los medios de comunicación, al representarlos como una amenaza. Rockeros, rastas, hippies, skinheads y otros comenzaron a ser emblema de la juventud-problema, siendo considerada como desestabilizadora del orden moral y una molestia para el orden político, en especial algunos grupos que buscaron, explícitamente, confrontar lo establecido (Furlong y Cartmel, 2001). En el caso de México, emergen con fuerza en los años ochenta algunas agrupaciones juveniles que exigieron adoptar nuevas miradas de investigación y nuevas posturas respecto al sujeto joven; estas agrupaciones son, por ejemplo, los chavos banda, fresas, cholos, punks; con ellos, se vuelve necesario el cuestionamiento de las perspectivas funcionalistas y psicobiológicas respecto a la concepción de la juventud en nuestro país (Medina, 2009). Lo que para unos puede ser un joven-problema, para otros puede interpretarse como el reconocimiento de sí mismo como sujeto con capacidad de agencia, es por eso que en esta perspectiva pueden incluirse movimientos juveniles de distinto tipo, con la consideración de que buscan, de alguna manera, modificar algún aspecto de la sociedad, resistir a él o presentar su propia visión de las cosas. Los movimientos estudiantiles también han sido emblema de la acción política juvenil, a partir de los años sesenta, pasando por las huelgas universitarias de fines de los noventa y observándolas en épocas recientes, en países como España, Chile y México. Respecto a los movimientos estudiantiles, cabe tener cuidado en reducir la acción política juvenil a estas formas de manifestación, lo que representaría una visión sesgada e invisiblizadora de otras maneras de acción en los jóvenes contemporáneos, de menor espectacularidad y fuerza (Ibíd.). Regresando a la concepción del joven como problema, otros elementos que alimentan esta definición son su vinculación con la delincuencia, la drogadicción, los embarazos no deseados, la deserción escolar y las pandillas (Krauskopf, 2000b). En este sentido, más o menos a partir de los años ochenta, la juventud se concibió como un problema (Reguillo, 2010); el gobierno, entonces, bajo esta perspectiva, comenzó a 76

emprender políticas de prevención y atención a estas situaciones, con lo que los jóvenes se convirtieron, para las instituciones estatales, en sujetos estigmatizados e individuos que debían ser controlados y vigilados (Krasukopf, 2000b). Acompañando a esta visión estatal, los medios de comunicación también han jugado un importante papel en constituir la imagen del joven problema (Furlong y Cartmel, 2001). En el imaginario de América Latina y el Caribe, señala Reguillo (2001), impera la idea de que los jóvenes son “así”, y poco se vinculan sus acciones divergentes (cuando así lo son) con las condiciones socioeconómicas en las que viven. Postula, esta autora, que las crisis estructurales están fuertemente vinculadas con la problemática juvenil y con las acciones violentas y transgresoras; sin embargo, al persistir este paradigma en las instituciones estatales, es difícil que se replanteen políticas que atiendan de fondo las necesidades y demandas de los jóvenes. La exclusión y marginación que vive gran parte de ellos puede asumirse como parte de la identidad de algunas agrupaciones juveniles, quienes buscan formas de “visibilización aterrante” (Krauskopf, 2000a) para mostrarse en la sociedad, obtener poder y reconocimiento, basado en acciones más o menos transgresoras o violentas (Reguillo, 2001). Si coincide la percepción del otro y la autopercepción de los jóvenes en la idea de “problema”, es decir, si estos últimos terminan por creerse la idea de que son ellos los que están mal y a quienes corresponde desempeñarse acorde a los establecido e integrarse en la estructura socioeconómica, podríamos mantenernos en un círculo sin salida en la que jamás se mejorará la situación de los jóvenes. En este paradigma, por parte de las autoridades, poco se toca el tema de la exclusión, la pobreza y la falta de oportunidades educativas y laborales, por lo que la integración a la sociedad se vuelve mera responsabilidad individual (Monsiváis, 2006) y, los problemas juveniles, se pueden atribuir a la “naturaleza” inmadura y rebelde del joven. Para cerrar este apartado, queremos hacer notar que al concebirse a sí mismo como un sujeto activo y con capacidad de agencia, el joven puede emprender acciones para la transformación de aspectos de la realidad, para mostrar resistencia ante diversas situaciones o, incluso, para transgredir el propio espacio público. Al concebir al joven como problema, sin embargo, algunas instituciones han limitado aún más las formas de acción de éste y endurecido las acciones correctivas.

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2.3. El joven como futuro

La identificación de los jóvenes con el futuro de la sociedad coincide con la consideración de la historia como proceso lineal y progresivo, ya no como un ciclo, y con la promesa de que el futuro será cada vez mejor. Estas ideas modernas son producto, en gran medida, del capitalismo industrial y de la confianza en el progreso que lo acompaña (Feixa, 2003). A partir de entonces, la educación de los jóvenes se enfocó ya no sólo a la reproducción de la sociedad, sino a la mejora de la misma; los jóvenes pueden ser entendidos, bajo este paradigma, como una metáfora del cambio social (Ibíd.), sin embargo se espera un cambio gradual y controlado, no una ruptura completa con las instituciones ni con las generaciones precedentes. A partir de épocas más recientes, la brecha generacional y el conflicto entre jóvenes y mayores se ha acentuado; en el mejor de los casos, los adultos reconocen que es la juventud la que le trazará el camino para lograr cambio, a lo que Margaret Mead (2006) ha denominado una captación “prefigurativa” del futuro, a la que tienen mayor acceso los jóvenes, como ocurre con el manejo de las modernas tecnologías de la información (Feixa, 2003). En otros casos, sin embargo, el conflicto entre generaciones puede dificultar la posibilidad de diálogo y conducir a formas de control adultocéntricas (Krauskopf, 2000b). Vinculado al paradigma del joven-futuro está la concepción de la juventud como agente del desarrollo, lo que apunta a una visibilización positiva de este grupo etario (Krauskopf, 2000a). Los jóvenes se convierten en agentes estratégicos del cambio respecto a la reestructuración socioeconómica, por lo que organizaciones como el Banco Mundial han recomendado la inversión en la educación de los jóvenes, con el fin de fortalecer el capital humano que habrá de contribuir al crecimiento de los países, a futuro (Ibíd.). De acuerdo con Pérez Islas (2010), desde los trabajos de la Escuela de Birmingham, en la mitad del siglo pasado, se ha posicionado en el discurso académico la figura del joven como futuro; se adjudicó a los jóvenes la condición “natural” de innovadores y se comenzó a difundir el estereotipo de la juventud como portadora del cambio. Esta perspectiva, así como cualquier otra definición de la condición juvenil, debe evitar generalizaciones pues,

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de lo contrario, volveríamos a hablar de jóvenes con características esenciales y, en este caso, caeríamos en la trampa de vincular acríticamente a cada uno de los jóvenes con la misión de “salvar el mundo” (Duarte, 2000). Desde nuestra perspectiva, la concepción del joven como futuro puede conducir a dos caminos diferentes. El primero, desde la perspectiva adultocéntrica y apegado a instituciones como la escuela y el Estado, considera al joven como ser inacabado, pero prevalece la promesa de que éste, con cierta formación, contribuya al ideal de la sociedad que los adultos mismos han planteado; se les permite a los jóvenes, pues, cierta capacidad de innovación mientras que no se alejen del ideal propuesto y no lo cuestionen. Por otro lado se encuentra la idea de que los jóvenes serán quienes cambien las cosas y rompan con varios aspectos del statu quo para proponer un nuevo proyecto civilizatorio (Valenzuela, 2009). El primer camino limita las posibilidades creativas de los jóvenes, al impedir que se salgan de las formas establecidas y simplemente reproduzcan y mantengan el mismo orden en el futuro; el segundo camino podría significar un compromiso excesivo para algunos jóvenes, esperando que ellos conduzcan transformaciones revolucionarias en un momento en que las propias formas de movilización y de expresión política han cambiado (Galland, 2004). Krauskopf (2000b) señala que, dado el contexto socioeconómico y político del final del siglo pasado, las promesas hechas a los jóvenes de que constituirían ellos el futuro de la sociedad ha caído en crisis. En la práctica, por lo menos, no se observa que los jóvenes tengan tantas oportunidades y capacidad de acción; sin embargo, el discurso de que ellos son la esperanza del mañana se mantiene, aunque como un lema de campaña con el que ya pocos se identifican. La creencia de que el futuro traerá una vida mejor ha decaído en la sociedad a nivel general; la incertidumbre impera y, para los jóvenes, por tanto, adquiere mayor valor la vivencia del presente y la satisfacción inmediata (Krauskopf, 2000a; Le Breton, 2007). La noción de futuro, en estos jóvenes, pierde un poco su sentido, por lo que resulta irónico que se les defina como la esperanza del mañana.

2.4. El joven como ciudadano

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En sintonía con la visibilización positiva de la juventud, es decir, con el reconocimiento de los jóvenes como sujetos activos y capaces de participar en la sociedad, se encuentra la idea del joven como ciudadano. Este paradigma se estableció, formalmente, con la firma de la Convención de los Derechos del Niño por diferentes países, en 1989. Al respecto, Krauskopf (2000a) menciona que se comenzó a considerar que, aun antes de la mayoría de edad legal, los individuos podían exigir derechos, aunque es de resaltar que, en dicho tratado, no se haga diferencia entre los niños y los jóvenes, por lo que tampoco supone un estatus específico de la juventud en cuanto a derechos y obligaciones. Al concebir al joven como sujeto de derechos y como alguien capaz de intervenir y participar en el ámbito colectivo, se cuestiona la representación de la juventud como problema (Krauskopf, 2000b). Considerando a los jóvenes como ciudadanos se enfatiza su posibilidad de auto-representación en el espacio público (Reguillo, 2001), es decir que se abre la posibilidad a que, de alguna forma, puedan obtener una voz propia y puedan expresar, por ellos mismos, sus propias demandas. Hablando de la juventud, sin embargo, Sandoval (2000) nos propone recordar la distinción entre la ciudadanía política y la ciudadanía social; en la primera, el individuo tiene derecho a ejercer un voto y a participar activamente en la práctica política; la segunda se refiere al derecho a tener una vida digna y a poder cubrir sus necesidades básicas. Para los niños y jóvenes menores de 18 años, en contextos donde es difícil acceder a lo mínimo requerido, es aún más complicado pensar en que puedan ejercer, verdaderamente, una participación activa y hacer uso efectivo de su voz (Ibíd.). Pueden distinguirse varias visiones del joven como ciudadano, de acuerdo con Durston (1999; citado en Sandoval, 2000), aunque es más frecuente encontrar, en la práctica, aquellas que resultan poco efectivas y que implican cierto descrédito de las instituciones políticas por parte de los jóvenes. Este autor propone, pues, la ciudadanía denegada, la ciudadanía de segunda clase y la ciudadanía despreciada como las formas más recurrentes. La primera implica el impedimento del ejercicio efectivo de los derechos de los jóvenes; la segunda, por su parte, impone barreras y diferencias entre jóvenes y adultos, discriminando a los primeros; y, la tercera forma de ciudadanía, ocurre cuando hay un explícito rechazo o indiferencia de los jóvenes hacia los derechos y obligaciones que implica el ser ciudadano, aun cuando las instituciones digan concederles este estatus. La

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ciudadanía de tipo latente, por su parte, ocurre cuando los jóvenes no parecen dispuestos a participar de manera activa en los asuntos públicos (aunque quizás sí busquen verse beneficiados por los derechos sociales) y, finalmente, la ciudadanía construida, es en la que el joven es sujeto activo, formula sus demandas y reivindica su propio estatus de ciudadano (Sandoval, 2000). Al mostrar estas distinciones, Sandoval (Ibíd.) expresa que las instituciones políticas y las formas que proponen para participar atraen poco a los jóvenes y, a pesar de que pudiera concedérseles realmente la oportunidad de involucrarse en los asuntos públicos y de expresar sus propias necesidades, la juventud puede rechazar la invitación. Para los jóvenes, este tipo de propuestas poco concuerdan con su forma de vida, y tienen aun menor impacto si sus derechos sociales no están satisfechos. Hablar de ciudadanía juvenil coloca el dedo en la llaga respecto a problemas sin resolver, en cuanto a las condiciones de vida y de participación de los jóvenes que el Estado no ha podido brindar en países como el nuestro, debido a que, en el ejercicio de la ciudadanía civil, los menores de edad resultan excluidos por las instituciones políticas. En la ciudadanía política se restringe la participación de los jóvenes en la toma de decisiones; y, respecto a la ciudadanía social, el Estado no ha logrado paliar las condiciones de marginación en las que vive gran parte de la población juvenil (Reguillo, 2003). Con el concepto de “ciudadanía cultural”, Reguillo (Ibíd.) menciona que se podría visibilizar a sectores de la población como la juventud, quienes podrían adquirir mayores derechos y capacidad de incidencia en consideración de sus condiciones específicas de vida. Con ello, se esperaría que los menores de edad pudieran fungir como interlocutores reales con el Estado y sea posible la expresión de sus propias demandas; y, para los mayores de edad, se buscaría que su participación política fuera más allá de las prácticas políticas formales, mismas que no logran convocarlos o que, frecuentemente, son llevadas a cabo de manera pragmática y poco razonada, como es el caso del voto. A pesar de que, de acuerdo con la Encuesta Nacional de Juventud 2005 (IMJUVE, 2005), gran parte de los jóvenes mayores de 18 años han acudido a votar (Valenzuela, 2009), es evidente el rompimiento entre la política tradicional y los intereses ciudadanos, no sólo en el caso de la juventud. Para acudir a votar, de acuerdo con Alejandro Monsiváis (2005; citado en Medina, 2009), los jóvenes pueden tener diversas motivaciones: una 81

orientación cívica o verdadera confianza en la democracia, por lo que asumen el voto como un deber; una orientación expresiva, es decir que sólo buscan mostrar su opinión; y, una orientación irreflexiva, para quienes realmente no tienen ninguna motivación más allá de que lo perciban como obligación o lo hagan por inercia, sin otorgarle mayor importancia. Observamos, entonces, fuertes tensiones entre las posibilidades que ofrece el Estado para los jóvenes, para que se desarrollen tanto en lo privado como en lo público. La imagen del joven como ciudadano, si bien sigue presente en los discursos políticos y, sobre todo, en las campañas dirigidas a ellos por parte del mercado electoral, es por ahora una imagen falsa, que no logra expresar ni dotar de sentido a las experiencias e intereses de los jóvenes.

2.5. El joven vinculado a sus manifestaciones culturales

Como hemos visto hasta el momento, gran parte de las formas de concebir al joven le otorgan pocas posibilidades de acción y de auto-representación en el espacio público; las expresiones culturales, en cambio, constituyen un medio privilegiado por el cual los jóvenes pueden visibilizarse como sujetos activos y superar su condición de exclusión (Reguillo, 2000). Entonces, por medio de la forma de vestir, la música que escuchan y la toma de espacios públicos a través de manifestaciones artísticas, por ejemplo, ayudan a configurar una identidad propia, además de constituir una manera de presentarse en la sociedad (Ibíd.; Morduchowicz, 2003). Los jóvenes adoptaron particulares formas de expresión cultural a partir de que adquirieron conciencia de que podían tener un papel activo en la sociedad y que podían constituir un agente creador, no sólo reproductor. Las culturas juveniles que han sido consideradas como problema y amenaza al orden social, en gran medida buscaron plasmar sus discursos por medio de manifestaciones artísticas, muchas veces calificadas como contraculturales (Rodríguez, 2002). Marcial (2010) indica que en México han existido diferentes grupos que, por medio de expresiones musicales, han buscado expresar una disidencia política; entonces, si bien la mayoría de los jóvenes no busca una participación política por medio de las vías institucionales, algunos de ellos pueden mostrar sus posicionamientos respecto a la sociedad a partir de lo cultural.

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De acuerdo con Roxana Morduchowicz (2003), la forma de relacionarse de los jóvenes con la sociedad tiene un gran componente cultural, en el cual las formas de utilizar el cuerpo se han vuelto muy presentes. El cuerpo, para los jóvenes, puede utilizarse como el espacio privilegiado en el que se expresa la propia identidad, dado que muchas otras formas de manifestación se encuentran limitadas para ellos (Collingnon y Rodríguez, 2010). Para David Le Breton (2007) el cuerpo en los jóvenes puede ser un medio de vinculación con los pares y de búsqueda de inclusión; al respecto menciona, como un ejemplo, la vergüenza que puede suponer para un muchacho el usar ropa que no sea de marcas reconocidas. Este último ejemplo, como vemos, implica que algunos jóvenes buscan apegarse a un patrón de consumo específico, lo que puede estar alejado de formas de expresión más auténticas. En otros trabajos, como el de Aguilera (2010) observamos que, por el contrario, varias de las manifestaciones culturales en los jóvenes expresan el deseo por mostrarse diferentes y alejarse de patrones culturales establecidos, como puede ejemplificarse en los sellos discográficos independientes. Las manifestaciones culturales de algunos jóvenes pueden interpretarse como prácticas performativas de participar en la esfera pública y, en muchos casos, pueden concebirse como acciones políticas, a pesar de que no sean reconocidas como tales por los propios jóvenes (Ibíd.). En este sentido, se apuesta por ver más allá de las meras expresiones musicales, de vestimenta o de uso del lenguaje para encontrar en ellas la manera en que los propios actores se imaginan y describen a sí mismos (Urteaga, 2010); lo que demuestra que, en el terreno de lo cultural, se pueden llevar a cabo disputas por la definición misma de la juventud, en donde, sobre todo, se resalta el hecho de que los jóvenes evitan ser encasillados en una sola masa o grupo de edad homogéneo y buscan, más bien, mostrar su individualidad. Las expresiones culturales de los jóvenes no siempre pueden implicar una intención política ni una crítica explícita a la sociedad pues, como mencionan Furlong y Cartmel (2001), muchas veces lo que pudo comenzar como una manifestación contracultural puede ser recuperada por el mercado y los medios de comunicación masiva para difundirla como un objeto de consumo, simbólico o material, con lo que se vuelve una simple moda. Ejemplo de esto lo constituye la cultura punk y algunos de sus elementos, mismos que surgieron como una crítica al mercado y, tiempo después, aparecieron comercializados y al alcance de cualquier joven que quisiera adoptar el mismo estilo. La rebeldía juvenil, en 83

algunos casos, puede encontrarse a la venta, por lo que consideramos que hay que tener cuidado en diferenciar las expresiones culturales con intencionalidad política, las manifestaciones que sólo buscan presentar rasgos de la propia identidad y las expresiones culturales o estéticas que responden más a la moda y están vacías de cualquier otro contenido. Cuando las propuestas culturales se convierten en objetos de consumo, o cuando éstas provienen de los medios de comunicación o del mercado, la juventud vinculada a sus expresiones culturales se vuelve mero espectáculo, se convierte en mercancía y se le limita la voz (Avelló y Muñoz, 2002). La cultura juvenil, difundida y compartida a nivel mundial, a través de los medios de comunicación masivos, puede arrebatar la capacidad creadora de las expresiones de los jóvenes y, con ello, el potencial de auto-representación pública que esto supone, para constituirse en un elemento más de control y de manipulación de esta población.

2.6. El joven como consumidor

En la segunda mitad del siglo XX, en algunos países, el número total de jóvenes aumentó considerablemente, así como su capacidad adquisitiva; se constituyó, entonces, un mercado exclusivo para la juventud, reforzado por los medios de comunicación de masas que, como ya mencionamos, lograron homogeneizar los gustos e intereses de gran parte de los jóvenes (Feixa, 2008). El consumo, al concentrarse en los jóvenes como presente y no como futuro, ha logrado atraer a los jóvenes y ofrecerles un espacio sólo para ellos; representa una manera de obtener logros y bienes de forma inmediata, así como un camino para la integración (Krauskopf, 2000a; Reguillo, 2000; Furlong y Cartmel, 2001). La identificación por medio del consumo se busca, principalmente, con los pares, es decir, con otros jóvenes, al lado de los cuales un muchacho puede sentirse más seguro y aceptado si posee determinados bienes (Furlong y Cartmel, 2001; Le Breton, 2007). Para algunos, entonces, la obtención de bienes materiales puede ser la única manera de encontrar aceptación, a pesar de las “trampas” que puede suponer la inserción por medio del consumo y de elementos culturales, como ha mencionado Touraine (2006). En el caso de los jóvenes 84

de bajos recursos, la presión por el consumo puede considerarse como una forma de esclavitud en la que, además de la exclusión financiera a la que se ven confinados, la falta de bienes materiales valorados por sus pares los puede conducir a cierto rechazo cultural, lo que puede forzarlos a buscar formas desesperadas de obtener dichos bienes, algunas veces ilegales (Furlong y Cartmel, 2001). El mercado, entonces, propone una forma específica de ser joven y un discurso que se basa, en gran medida, en la apariencia física, en el que existe fuerte presión por verse “perfecto”, esbelto, atlético, etc. (Le Breton, 1995). La concepción del joven consumidor, tanto de bienes simbólicos como materiales, contempla a un individuo acrítico, conformista e individualista, cuyas acciones colectivas pasan a segundo plano y, también, su posibilidad de retroalimentación o de acción creativa (Sandoval, 2000). En el mercado, el joven consumidor es un ente reproductor, carente de voz. Finalmente, haciendo un balance de las diferentes concepciones de la juventud aquí expuestas, podemos señalar, siguiendo a Krauskopf (2000b), que en la actualidad coexisten, de acuerdo con heteropercepciones, formas de visibilización negativa, positiva y pseudovisibilizacion de los jóvenes contemporáneos. Las formas positivas de concebirlos, como aquellas que los consideran como motor del desarrollo, se quedan más en discurso que en la práctica; las visiones negativas persisten, sobre todo en aquellos jóvenes marginados; mientras que la pseudovisibilización se puede manifestar en las vinculaciones de la juventud con el consumo o con sus expresiones culturales, cuando éstas son más reproductoras que acciones creativas surgidas de los mismos jóvenes. Por parte de la autorepresentación, sin embargo, se muestran intenciones claras de expresar la propia subjetividad, por parte de los jóvenes; se manifiestan, además, posturas críticas que muestran que ellos mismos, de manera individual o colectiva, buscan participar y hacerse visibles en los espacios públicos y privados. El problema que observamos es que, las autopercepciones y heteropercepciones sobre quiénes son los jóvenes, no siempre se presentan en el mismo escenario, por lo que consideramos que frecuentemente no se encuentran ni se confrontan. Las instituciones políticas, por ejemplo, permanecen frecuentemente ciegas y sordas ante las manifestaciones juveniles y, por parte de los jóvenes, tampoco existen siempre formas de confrontación directa e intencionada con estos actores. En este sentido, los jóvenes y el resto de la

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sociedad (incluso, a veces, sus coetáneos), parecen caminar sin voltearse a ver, evitándose, evadiéndose y, cuando se topan frente a frente, pocas veces se logra un diálogo. A continuación exploraremos cómo se concibe al “otro” por parte de los jóvenes, de acuerdo con el objetivo de investigación de observar, desde la percepción de los propios jóvenes, cómo es que conciben su lugar en el ámbito público y qué tan proclives pudieran mostrarse a vincularse, directa o indirectamente, con asuntos y problemas de esta esfera.

3. El “otro” desde la mirada de los jóvenes

En páginas anteriores expusimos las diferentes maneras en que otros, ya sean determinadas instituciones o los propios discursos académicos, han mirado a los jóvenes; ahora, por el contrario, trataremos de comprender cómo los jóvenes visualizan a los demás, qué tipo de relaciones entablan con ellos y, en general, qué representa la alteridad para ellos. Esperamos, con esto, aproximarnos a la definición de lo público que pudieran tener los jóvenes y a la descripción que hacen de los individuos e instituciones que componen esta esfera. Proponemos al lector mantener presente que lo público, independientemente de la manera en que se defina, se encuentra en una transformación, volviéndose más relativa, si no es que más débil, su capacidad de vincular a los individuos entre sí. La relación entre lo público y lo privado, como vimos anteriormente, igualmente se transforma; y, si seguimos la consideración de Ariès (1998) de que la barrera entre lo público y lo privado se erigió, en gran medida, para alejar a los niños y jóvenes de la vida de los adultos (la vida pública), entonces el vínculo entre los jóvenes y lo público también debe transformarse respecto de aquél que tenía la juventud de épocas pasadas.

3.1. Los jóvenes y la sociedad

En el contexto actual, algunos autores han propuesto que, por las necesidades de los individuos, se han buscado nuevas formas de expresión política y ha cambiado, en sí

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mismo, el contenido de las demandas, vinculándose más que antes con reivindicaciones culturales; sin embargo, aún pueden apegarse a visiones de totalidad, es decir, todavía persiste una idea de un público amplio (Bajoit, 2003; citado en Muñoz Tamayo, 2006). Otros autores, como Sandoval (2002; citado en Muñoz Tamayo, 2006), postulan que las ideas de totalidad se han debilitado debido a la dualidad individuo/mercado que prima en la sociedad actual; por tanto, la acción colectiva y la producción conjunta de la sociedad podría dejar de tener sentido. La dificultad para hacerse escuchar, como hemos remarcado, desmotiva a los jóvenes para intentar vincularse con lo público (principalmente por vías institucionales), por lo que se concentran en su vida privada (Sandoval, 2000). Carecen de legitimidad, para ellos, la política y el Estado, debido a su incapacidad de proveer seguridad social; el mercado, por su parte, se muestra como una vía más eficiente de inclusión y de consecución de logros, mientras que los medios de comunicación sí muestran interés en involucrar a los jóvenes, a pesar de ofrecerles poco espacio para la retroalimentación. Finalmente, el internet, puede fungir como otro espacio de inclusión para los jóvenes; Ortega (2006) propone que, dado el escaso índice de participación en asociaciones y organizaciones sociales “reales” en los jóvenes, las formas de reunión virtuales pueden estar convirtiéndose en una alternativa para ellos, en cuanto a sus formas de integrarse y participar socialmente; no obstante, hay que tener en cuenta que las redes virtuales no sustituyen al espacio público real, pues muchas de las vinculaciones que se realizan a través del internet se hacen con gente conocida y para fortalecer o recrear escenarios reales (Wincour, 2009). Observamos, entonces, que la inserción y la participación de los jóvenes en un colectivo amplio son limitadas, por lo que no sorprende su tendencia a concentrarse en lo cotidiano y en el ámbito privado o, por lo menos, en entornos o públicos reducidos. Krauskopf (2000a) habla de la fragmentación social vinculada al logro de metas personales promovido por el neoliberalismo; en este sentido, no es extraño que los jóvenes se sientan ajenos a los “individuos anónimos” que forman parte de la sociedad, por percibir que se comparte poco con ellos. De acuerdo con Avelló y Muñoz (2002), los jóvenes expresan mucha mayor lealtad por sus amigos o sus iguales (como los compañeros del colegio) y se

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muestran responsables dentro de las agrupaciones de pares; para estos autores, entonces, el joven no es cívico, pues no asume un compromiso ciudadano propiamente dicho. En síntesis, las formas en que los jóvenes conciben a la sociedad y el privilegio del ámbito privado sobre el público coinciden con el individuo de la sociedad actual que describimos en el capítulo anterior, en el contexto de las transformaciones recientes de la esfera pública. Si a los jóvenes, además, se les mantiene como un grupo excluido en varios ámbitos de la sociedad, sus motivaciones para involucrarse en acciones que incluyan a toda la sociedad pueden resultar aún más escasas. Los jóvenes, así como el tipo ideal de individuo moderno, otorgan mayor peso al reconocimiento propio que al reconocimiento público, excluyendo al colectivo y alejándose de las prácticas tradicionales de participación social (Krauskopf, 2000a). Podemos decir, entonces, que los jóvenes son conscientes de la existencia de la sociedad, entendida como el espacio amplio en el que se desenvuelven. Pinilla y Muñoz (2008) proponen que la juventud comparte, en cierta medida, la definición de Hannah Arendt sobre lo público, como espacio de pluralidad en el que los participantes se reconocen como iguales; sin embargo, reconocen el trato desigual que se les da, por lo que advierten una contradicción entre el discurso social sobre lo público y su propia experiencia. Por tanto, los jóvenes muestran mayor interés en otros espacios, en otras pertenencias que pueden ser múltiples y complejas, como podrían ser las agrupaciones entre pares (Reguillo, 2010), con lo que podrían apelar a otros marcos de referencia común, a buscar su membresía en públicos reducidos, a alcanzar el reconocimiento en ellos y a actuar en su favor. Esta situación, considerando que las pertenencias en esta época pueden ser múltiples, puede coexistir con la idea propuesta por Olivier Galland (2004), según la cual los jóvenes de esta época todavía buscan integrarse a los cuadros tradicionales que marcan la integración en la sociedad, como son la vía escolar y laboral. Esta intención denotaría la permanencia de valores colectivos en la juventud, aunque con la particularidad, respecto a épocas pasadas, de que su adhesión a la sociedad por estos caminos puede perseguir metas individuales y privilegiar la subjetividad, aunque esta acción continúe enmarcada en la idea de sociedad. En este sentido, tal como se sugirió en el apartado sobre la transformación reciente de la esfera pública, los jóvenes pueden buscar el reconocimiento propio y la

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consecución de logros personales pero sin alejarse de la sociedad, aunque claramente pasaría a segundo plano (si es que pasa) la intención de dedicar su vida al servicio a la comunidad.

3.2. Los jóvenes y las instituciones

Bajo el panorama descrito, ¿cómo conciben los jóvenes a las instituciones? Después de lo que se ha expuesto en este capítulo, resulta plausible la idea de que la percepción de los jóvenes de las instituciones es negativa, o bien, que gran parte de ellas han caído en descrédito, como la escuela, los partidos políticos y los sistemas de procuración de justicia en el caso de la juventud mexicana (Valenzuela, 2009); a pesar de que se puede buscar vincularse a ellas con objetivos pragmáticos que no impliquen mucho compromiso, así como lograr el reconocimiento institucional para objetivos apegados a las metas individuales, pues aún siguen siendo estas vías las consideradas como legítimas (Sandoval, 2000). Todo esto, hay que decirlo, no es exclusivo de los jóvenes. El valor que la juventud actual confiere a las instituciones es resultado de la transmisión de la decepción que éstas han provocado en las generaciones mayores; también se ha heredado la poca disposición hacia la acción política y, en general, a cualquier forma de acción colectiva (Ortega, 2006). Para los jóvenes marginados, así como para sus padres, gran parte de las instituciones (como las estatales o educativas), pueden considerarse instancias que atienden únicamente las necesidades de otros y, la inclusión por medio de la ciudadanía, vislumbrarse como una falsa promesa (Durston, 1999; citado en Sandoval, 2000). Muchos jóvenes pueden percibir discrepancias entre las ofertas existentes y las posibilidades reales de llegar a ellas y, las invitaciones a participar, a través de las instituciones, pueden considerarse como imposiciones más que como derechos (Krauskopf, 2000a). A pesar de todo, los jóvenes siguen valorando positivamente a algunas instituciones, como aquellas vinculadas con la democracia (Ortega, 2006). Siguen acudiendo a votar y esperan mucho del Estado aun cuando, como mencionamos ya, la figura del gobernante carece de credibilidad para ellos. La relación de los jóvenes con las instituciones es, pues, 89

ambigua; y, a pesar de que Ortega (Ibíd.), en su investigación, reconoce que cierta instrumentalidad puede imperar en la vinculación de los jóvenes (principalmente los estudiantes) con las instituciones, también considera que algunos pueden mostrar una postura apática hacia las mismas (sobre todo los desempleados) y escasa búsqueda de alternativas para manifestarse en público. De acuerdo con este autor, la integración por medio de las instituciones puede considerarse como objetivos o inercias culturales, pero no como logros reales. Por tanto, los jóvenes y la sociedad en general pueden ya no creer en las instituciones, sin embargo seguir embarcándose en sus cauces para lograr insertarse y adquirir ciertas certezas y, esta tendencia, puede coexistir con la búsqueda de otras formas de inserción y de constitución de la identidad.

La escuela y el trabajo

Dado que la escuela y el trabajo constituyen elementos claves de la transición a la adultez en el ámbito público (Pérez Islas, 2010) o, por lo menos, idealmente así lo ha sido, nos detendremos un momento a reflexionar sobre las instituciones escolares y laborales, y respecto a lo que pueden significar para los jóvenes al día de hoy. De acuerdo con Valenzuela (2009), la educación formal ya no constituye un elemento infalible de movilidad social para los jóvenes en México, aunque sigue persistiendo la premisa de que, al tener una mejor educación, será posible ganar más dinero y tener una mejor vida. En este sentido, podemos observar que la escuela sigue siendo teniendo cierta importancia dado que la mitad de los jóvenes en México, según la Encuesta Nacional de Juventud 2005, está insatisfecho con el nivel de escolaridad que posee y buscaría elevarlo (Ibíd.). Los jóvenes, a diferencia del pasado, están mejor preparados en términos académicos, sin embargo las oportunidades laborales son menores y exigen mayor flexibilidad a los individuos (Hopenhayn, 2004; citado en Medina, 2009; y Pérez Islas, 2010). Como se mencionó anteriormente, el riesgo de estar desempleado está presente incluso para quienes concluyen el nivel superior de estudios y, de igual forma, las buenas condiciones de empleo no están garantizadas en función del nivel de escolaridad. De acuerdo con Pérez Islas (2010), los jóvenes en México son conscientes de las condiciones 90

de sobreexplotación y competencia que priman en el medio laboral, por lo que saben que hay miles de personas en busca de empleo y, de conseguirlo, deberán aceptar las condiciones impuestas por su empleador; asimismo, saben que un título académico puede ayudar, pero no asegura la obtención de un mejor trabajo. A pesar de estas condiciones, respecto al tema del trabajo, los jóvenes pueden vivir entre el temor y la culpa (Ibíd.), puesto que, por un lado, se encuentran en tensión permanente por conservar su trabajo, mismo que saben que, en cualquier momento, podrían perder; y por otro lado consideran que, a pesar de todo, la culpa de no obtener un buen empleo es de ellos mismos, más allá de las condiciones socieconómicas y estructurales del país. Al respecto, de acuerdo con la Encuesta Nacional sobre Discriminación en México (ENADIS) del año 2010, la mayoría de los jóvenes de 12 a 29 años considera que los “ninis” no estudian ni trabajan porque no quieren, asumiendo que el hecho de no realizar estas actividades es una decisión meramente individual (CONAPRED, 2011). En esta misma encuesta se señala que el hecho de no encontrar empleo se debe a la preparación insuficiente, a la falta de experiencia o, incluso, a la apariencia física; estas tres son las respuestas más frecuentes, correspondientes a más de la mitad de los jóvenes de 12 a 29 años que fueron consultados. Resalta, sin embargo, el hecho de que mencionan que uno de los principales problemas que enfrentan los jóvenes es la falta de oportunidades de empleo. Podríamos considerar, entonces, que son conscientes del entorno en el que viven y de las dificultades que éste supone para encontrar un trabajo; no obstante, la solución a esto sigue siendo individual, al menos respecto a lo que la encuesta señala. Si bien la escuela y el trabajo ya no representan instituciones que articulen la biografía, para los jóvenes siguen siendo importantes, pero no resultan suficientes para sentirse seguros ni representan el único camino para integrarse al mundo adulto. El alejarse de las instituciones, para cualquier grupo de la población y no sólo los jóvenes, puede suponer una crisis de certezas (Reguillo, 2000) o, visto de otra manera, un sentimiento de mayor libertad para orientar la propia vida (Muñoz Aguilar, 2006). Si el sujeto queda frágil, inmerso en la incertidumbre, ¿qué le queda? De acuerdo con Ortega (2006), en los medios de comunicación y la familia que son, asimismo, instituciones, el individuo puede encontrar una forma de sostenerse. Hablando particularmente de la familia, debe decirse que también ésta ha estado sometida a cambios y se ha vuelto más flexible la vinculación

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entre sus miembros; sin embargo, persiste su importancia en la socialización de los individuos. La transmisión de conocimientos y valores de las generaciones precedentes persiste, aunque desde hace varias décadas las agrupaciones de pares representan, para los jóvenes, una alternativa para definir, por ellos mismos, su pertenencia.

3.3. Los jóvenes y sus pares

En este apartado se entenderá como “pares” de los jóvenes a sus coetáneos, y buscaremos descubrir qué tanto, los propios jóvenes, pueden considerar que entre ellos existe un marco de referencia común e, incluso, si se puede hablar de micropúblicos constituidos por agrupaciones juveniles. Pinilla y Muñoz (2008) señalan que, como una reacción al control que se percibe por parte de los adultos, la juventud reacciona con actitudes de “jovencentrismo”, con lo que buscan un distanciamiento de las generaciones mayores. La desvinculación con los adultos, de las instituciones y de la sociedad en general puede conducir hasta la configuración de nuevas pertenencias, que funcionen como refugio a la exclusión o que proporcionen un sentido común con el que, de verdad, se identifiquen (Reguillo, 2000). Las agrupaciones juveniles parecen constituir una alternativa para buscar inclusión. De acuerdo con Valenzuela (2009), el grupo proporciona elementos de identificación entre pares, respecto a intereses pragmáticos, ideológicos, religiosos, etc.; y, al mismo tiempo que existe identificación hacia el interior, se configura la distinción con el exterior. Los grupos juveniles, sin embargo, pueden tener muy diferentes propósitos y exigir un mayor o menor compromiso a sus miembros. De acuerdo con Reguillo (2000), a partir de la segunda mitad del siglo pasado se comenzó a reconocer a las culturas juveniles, agrupaciones que, a pesar de ser distintas entre sí, suelen compartir una visión pesimista del futuro y reaccionar a las inconsistencias de la sociedad actual y a la incertidumbre en cuanto a las trayectorias de vida. Pinilla y Muñoz (2008), en cierta medida, cuestionan qué tanto las agrupaciones juveniles cumplen efectivamente con estos propósitos y resultan un referente identitario tan fuerte para los jóvenes de la actualidad. Expresan que, en su investigación con jóvenes 92

estudiantes, los referentes colectivos y los vínculos sociales (con la sociedad, en general y, entre pares, en particular) tuvieron poco peso; se encontró, en cambio, un mayor énfasis en la subjetividad, poca referencia explícita a inclinaciones ideológicas y a identificaciones grupales. De acuerdo con la propuesta de Le Breton (2007) los adultos dejan de tener legitimidad para constituirse en modelo a seguir, sin embargo los pares no llenan realmente este vacío ni proporcionan la seguridad perdida, es decir, se vuelven más testigos que figuras reguladoras (como lo son los adultos o las instituciones) y, por ejemplo, las acciones típicamente consideradas como transgresoras, entre pares, tienen un sentido inverso: pueden ser fuente de diversión y suponer el reto de romper los límites. Lo importante a rescatar de este argumento es que para los jóvenes de la actualidad la propia idea del “otro” cambia, por lo que, siguiendo esta consideración, ni el contacto con los pares puede proporcionar la misma legitimidad y seguridad que alguna vez pudieron representar las instituciones encargadas de la socialización.14 La membresía a las agrupaciones juveniles de la actualidad tiende a ser laxa y en privilegio de la subjetividad, antes que conformar grupos homogéneos; a diferencia de las agrupaciones juveniles de décadas anteriores o de lo que ocurre en algunas instituciones. Los jóvenes de esta época sienten un gran respeto por la individualidad, por lo que el grupo no busca anular la identidad de cada quién en pro de lo colectivo (Reguillo, 2000; Krauskopf, 2000b). En ocasiones, estos grupos pueden permitir dos tipos de pertenencias: simbólica y presencial (Reguillo, 2000), en donde, a diferencia de la segunda, el individuo no necesita tener una membresía formal e, incluso, puede no conocer a otros miembros, pero puede asumirse como parte de un determinado grupo al adoptar algunos de sus principios y formas de expresión. Las agrupaciones juveniles, en el sentido de que constituyen espacios de encuentro y de interacción, además de que comparten intereses y valores (Valenzuela, 2009), pueden considerarse como “públicos”, tal como los definen autores como Fraser (1999). Estas

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Consideramos que la figura del “otro” deja de ser reguladora en cuanto a la visión del joven como menor, como futuro, como problema y como ciudadano; mismas que requieren un aval mayor e institucional para legitimar su inserción a la adultez (y a los roles que esto implica). El “otro” como regulador podría persistir, de alguna manera, en las visiones del joven como consumidor o vinculado a sus manifestaciones juveniles; los adultos, los pares, los medios de comunicación e, incluso, la sociedad en general, pudieran vigilar que, por lo menos, los jóvenes cumplan con lo que se exige en estos ámbitos, tales como la adquisición de marcas de moda, el cuidado de la apariencia física, etc.

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agrupaciones podrían constituir contra-públicos subalternos, si mantienen una contraposición explícita respecto al público hegemónico; o, por el contrario, podrían ser espacios autónomos sin intenciones de impactar en colectivos más amplios. Al respecto, Reguillo (2000) distingue varias modalidades: el grupo (que suele ser informal y con poca organización); el colectivo, cuyo eje vinculante es un proyecto determinado; el movimiento juvenil, mismo que mantiene un conflicto con la sociedad o con otro grupo y que lleva su discurso hasta el espacio público; y, por último, las identidades juveniles, cuya membresía se vincula principalmente a la adopción de elementos culturales y puede trascender la localidad (como la identificación con la propuesta punk o “gótica”, por ejemplo). En este sentido observamos, por tanto, que las agrupaciones juveniles pueden, o no, impactar en mayor o menor medida en lo público y, asimismo, lo público puede entenderse de distintas maneras, acorde con las diferentes acepciones que propusimos en el capítulo anterior. Algunos grupos juveniles, además, pueden estar más vinculados con las instituciones, mientras que otros pueden resultarles incómodas a éstas e, incluso, ser rechazados o perseguidos (Valenzuela, 2009). Muñoz Tamayo (2006) cuestiona qué tanto las agrupaciones juveniles podrían, en caso de que se busque, proponer proyectos totalizantes y que impacten en toda la sociedad; o si, por el contrario, representan una fragmentación tal de lo social que pudiera devenir en una multiplicación de guetos cerrados que dificulten, aún más, la conformación de un proyecto colectivo. A esta pregunta, él mismo proporciona la respuesta tentativa de que, a través de la historia, se ha visto que los grupos o movimientos pueden fluctuar entre ideas particulares e ideas de totalidad, por lo que no resulta indispensable que exista un proyecto a nivel macro o que se tenga la intención expresa de impactar a gran escala. La aparente fragmentación, por tanto, no implica necesariamente que la idea de sociedad desaparezca. Ahora, antes de concluir estas reflexiones, proponemos reflexionar sobre la idea de que los “pares” de los jóvenes son todos aquellos que tengan su misma edad. Gran parte de la literatura sobre la juventud otorga énfasis en las agrupaciones de jóvenes para, a partir de ahí, hablar de este grupo de edad, de sus necesidades, demandas y de las respuestas que tienen a los diferentes tipos de exclusión que experimentan. Desde este punto de vista, pareciera que subyace una suerte de solidaridad coetánea en la que, a los ojos de un joven, cualquier otro joven es merecedor de confianza y resultaría posible encontrar, en él,

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elementos o intereses en común. Si esto fuera así, por más disímiles que fuesen sus contextos, adscripciones de clase, género o raza, los jóvenes podrían mostrarse incluyentes con otros jóvenes; sin embargo, ponemos en duda que esto ocurra siempre así, pues como lo muestran López y Parra (2009) en un estudio sobre prejuicios en la juventud, uno de cada cinco jóvenes se ha sentido discriminado por sus propios compañeros de clase, porcentaje que es mayor al de quienes se han sentido discriminados por la policía o por otros actores. En el mismo estudio, además, se señala que gran parte de los jóvenes manifiesta intolerancia o actúa con indiferencia hacia aquellos jóvenes que expresan la pertenencia a una “tribu urbana”. Considerando esta idea, proponemos abrir la pregunta respecto a qué tanto los micropúblicos, constituidos por los jóvenes entre sí, pueden tener un proyecto totalizante; asimismo, dejar abierta la cuestión respecto al nivel de implicación que un joven puede tener con la sociedad y con su propia agrupación en tiempos en que, como tanto se ha mencionado, se busca enaltecer lo individual por sobre lo colectivo. El individuo joven, así como cualquier otro individuo, a pesar del cobijo de las agrupaciones en las que se integre (si es que está integrado en una), puede permanecer solo, por lo que el único refugio que le quedaría es el sí mismo. Si así fuera, ¿qué consecuencias podría tener para la implicación en el espacio público y el sentimiento de pertenencia a éste? De acuerdo con Le Breton (2007), el mundo deja de ser una responsabilidad para convertirse en una estructura formal que únicamente se muestra como escenario para el desenvolvimiento de uno mismo. El “otro generalizado” desaparece en su función de ser la instancia ante la cual se deben rendir cuentas, para convertirse, en ocasiones, en cómplice de la subjetividad individual, o en una especie de testigo mudo que no emite juicios. Así, parece difícil hablar de espacios donde la propia voz encuentre eco o lugares en donde los recorridos se crucen con el otro, aun siendo de la misma edad, familia o localidad. Si bien este panorama puede resultar extremo, al dejar poco lugar para la construcción de algo colectivo que implique el compromiso de cada uno, conviene contemplarlo como una posibilidad con la que, quizás, algunos de los jóvenes realmente se identifiquen.

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4. Acciones referidas a lo público en (algunos) jóvenes

De acuerdo con la pregunta de esta investigación, nos interesa particularmente descubrir qué concepción(es) de lo público pudiera tener la juventud y qué tan pertenecientes se pueden sentir a esta esfera, así como qué tan posibilitados consideran que están para involucrarse en lo público y de qué manera lo hacen. Hemos visto que, a partir de las sociedades tradicionales y hasta hace algunas décadas del siglo pasado, fueron instancias externas al individuo quienes que avalaban la inclusión del joven a la sociedad adulta, así como a participar más activamente en ella (Turner, 2007; Feixa, 2008). De un tiempo a la fecha, las instituciones encargadas de la socialización, como la familia y la escuela, perdieron su exclusividad para otorgar al joven el “pase” hacia la vida adulta y las responsabilidades sociales que ésta implica; comenzaron a tener peso el mercado y los medios de comunicación en la inclusión social de los jóvenes. A todas estas instancias se suma, en la actualidad, el papel del sí mismo como fuente de legitimidad para fijar nuevas metas y vigilar el cumplimiento de las mismas (Béjar, 1995). A continuación intentaremos relacionar las formas de actuar en lo público de algunos jóvenes con las diferentes formas de entender lo público que mencionamos en el capítulo anterior. Hacemos énfasis en que estas formas de interesarse o involucrarse en lo público corresponden a “algunos” jóvenes y es difícil hablar de acciones generalizadas, pues los casos que mencionaremos corresponden a grupos específicos de jóvenes que han sido analizados por algunos autores; sin embargo, cuando así lo sugiera la literatura, especificaremos que se trata de una tendencia general. Entendiendo a lo público como lo estatal, Valenzuela (2009) y otros autores destacan la escasa tendencia de los jóvenes a participar por las vías políticas institucionales, como lo son los partidos políticos. Esta tendencia sí parece generalizada en la juventud; no obstante, de acuerdo con este mismo autor, la mayoría de los jóvenes mexicanos cumple con sus derechos ciudadanos. Ortega (2006) destaca, sin embargo, que una tercera parte de los jóvenes de su estudio (realizado en España) afirma que sí participaría en la política por vías institucionales, pero falta que existan las facilidades para hacerlo (vinculadas con los propios procedimientos institucionales o, añadimos nosotros, con la llegada a la mayoría de

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edad).15 Finalmente Krauskopf (2000a), así como otros autores, sostiene la idea de que los jóvenes se muestran cada vez más alejados de la política institucional; no obstante, al observar que existen en ellos otras formas de ejercer una “participación social” (como la llama ella, para distinguirla de la participación política tradicional), puede hablarse de que en la juventud persiste un interés por lo público. Partiendo de otra forma de entender lo público, vinculado a la idea de comunidad política, Feixa (2008) muestra que, desde hace varias décadas, los jóvenes han mostrado un activismo político y compromiso social a partir de la sociedad civil. Han existido diferentes agrupaciones juveniles, desde aquellas que, aunque son autónomas, no cuestionan ni atacan al orden político (como los Boy Scouts), hasta aquellas más contestatarias y contraculturales. Estas últimas agrupaciones y las acciones que emprenden se acercarían a la idea de comunidad política debido a que, siguiendo a Valenzuela (2009), remiten a una construcción colectiva de sentido, en torno a la cual buscan incidir de diferentes formas (en ocasiones, cuestionando a la organización hegemónica y cuestionando su legitimidad). Las acciones que mantienen la noción de comunidad política pueden no sólo alejarse de las instituciones políticas, sino de cualquier adscripción formal, como lo es la acción por las vías sindicales (Ortega, 2006). Recordemos que, como hemos mencionado ya, los jóvenes han buscado formas de manifestación política distintas a las tradicionales y, en gran parte, las han encontrado en las expresiones culturales, como lo muestra Marcial (2010) en la posición explícita de disidencia política en la que se ubican algunas agrupaciones de rock en México. Respecto a formas alternativas de tomar parte en la comunidad política, Ortega (2006) menciona que las cifras de jóvenes vinculados a organizaciones de la sociedad civil no son muy altas en España; y, en el caso de que sí lo estén, su participación suele ser de poca duración. Este autor señala, además, que la participación en movimientos sociales en los jóvenes suele terminar en sentimientos de decepción y en consideraciones sobre la inefectividad de la acción colectiva. De acuerdo con el paradigma contemporáneo para analizar las organizaciones juveniles que propone Krauskopf (2000a), anclado en una visión posmoderna de la sociedad, los jóvenes pueden sentirse poco atraídos por las 15 Ortega (2006) sugiere distinguir las acciones de las intenciones de acción de los jóvenes. Nada asegura, pues, que de mejorarse las posibilidades de participación por las vías institucionales, estos jóvenes efectivamente participarían.

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agrupaciones burocráticas, de trato vertical y que invitan a la acción colectiva masificada; se prioriza, en su lugar, a las organizaciones poco institucionalizadas, horizontales, con fines a corto plazo y que posibilitan la acción individual. Considerando lo anterior, las formas de orientarse a lo público de los jóvenes pudieran vincularse mayormente con una concepción ampliada de lo político. En esta acepción de lo público, sin embargo, los objetivos cambian, volcándose hacia consideraciones de lo colectivo que trascienden los límites territoriales y vislumbrando las acciones cotidianas e individuales con referencia a un eventual cambio en la sociedad. Acorde al paradigma contemporáneo de Krauskopf (Ibíd.), mismo que coincide con esta concepción de lo público, las formas de acción pueden orientarse hacia una visión de la identidad referida a parámetros ético-existenciales, por lo que trascienden las estructuras socioeconómicas y político-ideológicas. En este sentido, las acciones individuales cotidianas de los jóvenes australianos en el estudio de Harris (et al., 2010), como el reciclar basura o dejar de consumir productos de una determinada marca comercial, pueden considerarse formas alternativas de involucramiento en lo público, más modestas que una denuncia directa o que una crítica explícita; se trata, en muchos casos, de acciones individuales o que se llevan a cabo desde el entorno privado pero orientadas a problemas públicos. De acuerdo con Reguillo (2000), los jóvenes demuestran, de unos años a la fecha, una conciencia de pertenencia global, además de que otorgan prioridad a la acción cotidiana y a pequeña escala para incidir en una transformación a gran nivel; al mismo tiempo, sus demandas o expresiones pueden dirigirse tanto a autoridades locales como a instancias trasnacionales. Analizando la postura de esta autora, Muñoz Tamayo (2006) apunta que estas acciones pudieran considerarse formas de política “balbuceante”, mismas que, a pesar de no ser reconocidas como políticas, aun por los propios jóvenes, demuestran que no son apáticos y que, considerando sus expresiones musicales, sus innovaciones en distintos ámbitos y su pertenencia (presencial o simbólica) a movimientos con reivindicaciones posmaterialistas, hay acciones en ellos referidas a esta forma amplia de concebir lo público. La apuesta de Reguillo (2003) por observar la “culturalización de la política” sugiere observar muy finamente las manifestaciones y expresiones culturales, pues frecuentemente se encuentran en ellas nuevas formas mirar y hablar de lo político. Urteaga (2010) habla de

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relaciones en formas “lúdicas” de interacción en las que los jóvenes pueden inventar, crear e innovar, muy vinculadas a las expresiones culturales. Se trata, también, de alternativas para construir lo real y, por lo tanto, señala la autora, para obtener capacidad de agencia, puesto que son formas en las que las culturas juveniles, como espacios subalternos, pueden impactar y transformar aspectos de la cultura hegemónica. A la par de todas estas posibilidades, los jóvenes, agrupados o individualmente, pueden tener una manera de vincularse con lo público que excluya la intención de transformar algo en esta esfera, es decir que puedan referirse más bien a formas de mostrar la propia subjetividad; por tanto, pueden encontrarse, sus acciones, más referidas a la concepción de lo público como espacio de sociabilidad. Le Breton (2007) nos muestra, por ejemplo, la difusión del yo a través de espacios virtuales, en donde algunos jóvenes buscan mostrarse realizando hazañas riesgosas (un nuevo tipo de heroísmo), acciones que hagan reír o buscando provocar a la audiencia (misma que no se sabe, claramente, por quiénes se compone). A través de los medios de comunicación, particularmente el internet y la telefonía móvil, los jóvenes han creado nuevos lenguajes y constituido comunidades (Medina, 2009). El uso que puedan darle a estos canales puede ser diverso y puede vincularlos tanto a espacios públicos amplios como reducidos, por lo que estas formas de acción resultan de especial relevancia para comprender las formas de vinculación de los jóvenes con otros actores. Pinilla y Muñoz (2008), entre otros autores, perciben cierta evasión por el debate en los jóvenes, privilegiando formas de comunicación que no implican la voz.16 De acuerdo con estos autores, la concepción de lo público en la que éste se construye a través de la discusión y la deliberación colectiva (como en Arendt y Habermas), está ajena a la vida de los jóvenes de la actualidad. La alta valoración que tiene en la sociedad la apariencia física y las expresiones estéticas, de acuerdo con Krauskopf (2000b), coincide con esta priorización de la mirada por sobre la expresión oral; muestra de ello pueden ser algunas formas de “apariencia provocadora” que algunos jóvenes mantienen, como el uso de tatuajes o de ciertas formas de arreglarse. En este sentido, podemos considerar que, más que una confrontación explícita, estas expresiones pudieran fungir como armaduras para

16 Puede ser que los jóvenes elijan no usar su voz; aunque recordemos que, como lo hemos expuesto, diversas instancias han preferido que ellos enmudezcan.

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proteger la individualidad y resistirse a ser encasillado en un molde. Entonces, más que ser ofensivas, cierto tipo de acciones pueden representar una defensa ante el espacio público, es decir, no buscan ni atacar ni demuestran indiferencia. De acuerdo con Muñoz Tamayo (2006), se han olvidado los ideales revolucionarios y se han concentrado, las agrupaciones juveniles, en la lucha por defender su identidad; el conflicto, entonces, es más bien simbólico, además de que no se tiene un objetivo a largo plazo, sino que la pertenencia a la agrupación, al reivindicar una identidad, es un fin en sí mismo. Para el caso de individuos no agrupados suele haber una tendencia similar, según Pinilla y Muñoz (2008); en este sentido, los jóvenes pueden mantener, respecto a su entorno, una postura crítica (es decir, reflexionan y cuestionan), sin embargo se niegan, en muchas ocasiones, a participar en un conflicto sobre las cosas que no les parecen correctas, prefiriendo acciones estratégicas dentro de las posibilidades disponibles para ellos y manteniendo una apariencia indiferente. De acuerdo con estos autores, se prioriza lo privado y se busca impedir una invasión de la individualidad por parte del exterior; no obstante, la resistencia se realiza de manera silenciosa, con actitudes defensivas que evaden la confrontación explícita. Desde este punto de vista, acorde con la idea de Sandoval (2000), estaríamos ante una juventud que se aleja de la integración política, sobretodo aquella vinculada con lo institucional; sin embargo, tampoco se trataría de una ruptura con la noción de lo público. Pareciera, más bien, que las acciones de los jóvenes tienden a una “autonomía social”. Expusimos, en este apartado, algunas de las formas en que, según diversas investigaciones, los jóvenes tienen de vincularse con lo público. Cabe destacar que, a pesar de que en las formas de vinculación con lo público de los jóvenes puede primar el paradigma contemporáneo que presenta Krauskopf (2000b), pueden coexistir, en la realidad, desde las formas de vinculación con lo público más institucionales hasta las maneras menos comprometidas de mostrarse en lo social; y, además de esto, es posible encontrar acciones que sí reflejen una “retirada apática” (Ortega, 2006), así como otras que, comoquiera que se entienda lo público, representan una transgresión al mismo. La acción transgresora en los jóvenes se vincula, en gran medida, con la concepción del joven como problema y no necesariamente se trata de transgresiones reales, sino de prejuicios que se tienen a su participación (Krauskopf, 2000a). Ante la exclusión, como ya

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vimos, los jóvenes pueden reaccionar transformando su estigma en identidad, y en sus expresiones físicas o de lenguaje pueden dramatizar aún más su condición (Reguillo, 2001). Algunas transgresiones, como hemos mencionado, se realizan con el fin de establecer límites a la propia acción (Le Breton, 2007); no obstante, las acciones que buscan directamente atacar la integridad de una persona o de una propiedad, son escasas entre los jóvenes, así como lo son las manifestaciones explícitas de violencia; como lo menciona Ortega (2006), pocos están dispuestos a brincar esa barrera.

5. Reflexiones conjeturales sobre los jóvenes, lo público y la relación entre ambos en la actualidad Tras habernos aproximado a diferentes discusiones sobre los jóvenes y la esfera pública, desde la mirada de los otros, de ellos mismos y de sus acciones, podemos concluir diciendo que la juventud se encuentra, de diferentes maneras, vinculada a lo público, lo quiera o no, lo busque o lo evite. Los jóvenes reaccionan a los eventos que se suscitan en la esfera pública y expresan alguna postura al respecto, así sea de indiferencia o de resistencia a emitir un juicio o a adoptar una posición determinada. La juventud no es inmune a lo social y, aunque esto parezca evidente, nos resulta un buen punto de partida para interpretar el relato de los jóvenes en los datos empíricos. La dificultad para comprender su sentido de pertenencia a lo público y las maneras en que se interesan e involucran en este ámbito, al momento de realizar el análisis de esta investigación, estribará en que, tal como lo sugiere la mayoría de los autores que mencionamos en este capítulo, coexisten actualmente diversas formas de pertenecer y diferentes instancias en las que, al mismo tiempo, se puede estar involucrado. Múltiples son, también, las formas de implicarse en el espacio público, con intención de transformarlo, de mantenerlo, de resistir a él, de mostrarse en él o de transgredirlo; asimismo, esto se puede hacer de manera directa o indirecta, y de forma individual o colectiva. Intentar comprender lo que ocurre con la juventud, asimismo, parece exigir la apertura de muchas puertas, con la esperanza de incluir, si es posible, a las muy variadas y complejas formas de ser joven en la actualidad.

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En el capítulo anterior abrimos varias posibilidades para comprender lo público, con el fin de ampliar, lo más posible, el espectro de lo observable en la información empírica. En este capítulo, igualmente, buscamos expandir la mirada respecto a las distintas maneras de concebir a la juventud que existen en lo público y con las que, ellos mismos, pueden identificarse. Ahora, considerando los elementos que componen nuestro marco teórico, es momento de recordar nuestra pregunta de investigación para ver a qué conjeturas nos lleva. La pregunta de investigación es: ¿Cómo perciben los jóvenes estudiantes de León su pertenencia a la esfera pública y de qué manera(s) se involucran en ésta? Entonces, respecto a la primera parte de la pregunta, podemos pensar que si se parte de concepciones institucionales o formales de concebir el espacio público y la membresía a éste, los jóvenes se verán a sí mismos relegados o poco tomados en cuenta para incidir o en este ámbito. Sin embargo, partiendo de visiones menos institucionales de lo público, es decir, de un marco de referencia común más vinculado con el espacio de sociabilidad o con una perspectiva amplia de lo político, los jóvenes pudieran mirarse a sí mismos como individuos capaces de presentarse y de involucrarse en este ámbito, pues la membresía no es tan restrictiva y las posibilidades de acción son más abiertas. No obstante, algo que debemos considerar es que los jóvenes, a pesar de sentirse más pertenecientes a estos ámbitos colectivos, pudieran no reconocer que tienen prácticas que contribuyan en algo al beneficio comunitario o que representen alguna aportación, dado que, como señalan algunos autores (Krotz y Winocur, 2000; Lechner, 2000), los individuos en general ha asimilado tanto las concepciones institucionales de participación que pueden pensarse a sí mismos con poca capacidad de agencia en cuestiones públicas. Por tanto, será necesario hacer un análisis minucioso de la información recabada, dado que las primeras reacciones en cuanto a lo público y a su actuación en él pueden remitir al sentido generalizado de desafección, pero en su relato pudieran presentarse, también, elementos que nos remitan a otras concepciones de lo público y a una participación más activa vinculada con ello. La segunda parte de la pregunta nos lleva a indagar en cómo se involucran en lo público los jóvenes, de qué maneras lo hacen. Para responder a esto nos basaremos en las distintas acepciones de lo público que expusimos en al capítulo anterior, dado que cada una de ellas implica formas particulares de actuar en torno a éste. Lo público, entendido como 102

lo político estatal y como la comunidad política, exige vías más formales de actuación, ya sea por medio de canales institucionales o a través de la acción colectiva organizada. Dadas las características de la población actual y las particularidades del contexto de León, podríamos considerar que estas dos visiones de lo público estarán menos presentes en los jóvenes estudiantes. Proponemos que el espacio público, entre más institucional se muestre y cuantos más requisitos y compromisos exija para participar dentro de él, puede sí ser mencionado por los jóvenes, pero quizás no en sus prácticas o aspiraciones; una visión de lo público menos formal y que exija, al menos aparentemente, menor compromiso, pudiera presentarse no sólo en su discurso, sino en sus prácticas y en la expresión de sus intereses. Entonces, de acuerdo con las otras acepciones de lo público, consideramos que los jóvenes estudiantes pudieran apegarse más a los marcos de referencia común que representan el espacio de lo político ampliado, el espacio de sociabilidad y, asimismo, las microesferas públicas. Esto debido que los límites de lo público son menos estrictos, así como lo es la membresía; y, en el caso de las microesferas, pudiera tratarse de colectividades a las que ellos eligieron integrarse o en las que, por ser de menor escala, pudieran tener mayores posibilidades de ser vistos y escuchados. Las formas de acción que los jóvenes tendrían con referencia a estos marcos, entonces, tenderían a ser de tipo individual, cotidiano, de poco compromiso explícito y de incidencia indirecta. En la siguiente sección exploraremos qué tanto es así, en el contexto de los jóvenes estudiantes de la ciudad de León. La información empírica recabada (que presentaremos en los siguientes capítulos) se contrastó de manera sistemática con estas conjeturas, comenzando con un proceso de operacionalización que nos posibilitó llegar de la estructura teórica al establecimiento de dimensiones que pudieran encontrarse en la realidad, las que se convirtieron en códigos para ayudarnos a leer los datos. Fue entonces que pudimos arribar a los resultados que exponemos en la segunda parte de este trabajo.

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SEGUNDA PARTE

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III. AL ENCUENTRO DE “ESE ALGO QUE ES DE TODOS Y QUE TODOS PUEDEN VER”

Después de haber realizado el recorrido teórico y, con ello, haber abierto las posibilidades para observar distintas vías de vinculación de la juventud con la esfera pública, es momento de presentar la información empírica que nos hará contrastar la pregunta de investigación con la realidad. La presentación de los resultados está dividida en dos capítulos; en éste comenzaremos con una primera aproximación a los datos y descubriremos, para comenzar, algunos aspectos de la vida cotidiana de los jóvenes, de sus intereses, compromisos y preocupaciones; después, ya enfocándonos en la vinculación que tienen con la esfera pública, presentaremos la manera en que definen a lo público y qué reacciones les provoca lo que ocurra dentro de este ámbito; y, finalmente, indagaremos en cómo conciben su pertenencia y su capacidad de incidencia en lo público, considerando qué papel podría jugar en esto su condición de jóvenes. Antes de comenzar, es preciso señalar algunas consideraciones respecto de la forma en que colectamos la información empírica y de cómo se realizó el análisis de la misma.

1. Estrategia metodológica

Sobre los datos recabados

Esta investigación, como expusimos al inicio, es de corte cualitativo y buscó dar cuenta del punto de vista de los propios jóvenes. En apego a nuestro objetivo de descubrir la percepción que los jóvenes estudiantes de la ciudad de León tienen de su pertenencia a la esfera pública y las maneras en que se suelen involucrar en ésta, optamos por la realización de entrevistas cualitativas, pues la información a la que buscábamos acceder implicaba profundizar en ciertos aspectos de la vida de los informantes, a los que hubiera sido difícil llegar con otro tipo de técnicas. Las entrevistas cualitativas, de acuerdo con Patton (1990), buscan dar cuenta de los puntos de vista y de la complejidad de las percepciones individuales; además, son el elemento propicio para no forzar a que el entrevistado ajuste 105

su conocimiento y experiencias a las categorías establecidas por el investigador, como podría ocurrir con un cuestionario en el debiera adaptar su respuesta a las posibilidades establecidas. Se realizaron entrevistas cualitativas semiestructuradas, es decir que tuvieron preguntas abiertas en un orden determinado previamente y se incluyó, además, la petición de que el informante relatara algunos aspectos específicos de su experiencia de manera más libre, en diversos momentos de la entrevista. En este sentido, a pesar de haber dispuesto una guía de entrevista y una secuencia predeterminada para abarcar la mayoría de los temas, buscamos posibilitar cierta flexibilidad por si el relato mismo lo requería, pero sin dejar de considerar todos los aspectos propuestos previamente por nosotros. Patton (Ibíd.) propone que, en la práctica, las investigaciones suelen considerar modelos mixtos de entrevista, es decir que muchas de las veces se opta por instrumentos que combinen preguntas de diferente tipo, con mayor o menor estandarización y especificidad; en nuestro caso, entonces, utilizamos entrevistas cualitativas de tipo semiestructurado pero incluimos preguntas y temas más amplios al inicio de la entrevista (como la petición de relatar las actividades de un día normal en su vida) y dejamos abierta la posibilidad de que, si la entrevista nos conducía a ello, se trataran algunos otros temas o se profundizara en algunos aspectos específicos de la experiencia del informante. Además de parecernos un tipo de entrevista propicio para el tema que tratamos, lo elegimos dadas las ventajas que presenta en cuanto a la facilidad para sistematizar la información recabada posteriormente; aunado a esto, resulta un instrumento que permite más fácilmente la comparación entre las respuestas de los distintos informantes, dado que respeta una cierta secuencia (Ibíd.). Finalmente, debemos señalar que dado el poco tiempo con el que contamos para realizar el trabajo de campo, optamos por entrevistas de este tipo, puesto que una conversación más libre con los informantes nos hubiera llevado a profundizar ciertos aspectos en una segunda etapa (o más) de aplicación de entrevistas y a afinar, estando en campo, el instrumento mismo, así como a delimitar “sobre la marcha” los temas que nos fueran resultando relevantes. En términos de viabilidad nos resultó más pertinente realizar el esfuerzo de tener una guía de entrevista, lo más acabada posible, al momento de comenzar el trabajo de campo; este instrumento, inevitablemente, se fue

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ajustando durante las primeras entrevistas, aunque se mantuvieron todos los temas que habíamos planteado inicialmente.17 Antes de comenzar el trabajo de campo, habíamos contactado ya a las autoridades escolares (directores y profesores de las mismas), quienes nos permitieron acceder a sus instalaciones y aplicar entrevistas a algunos de sus estudiantes. Por tanto, antes de acercarnos a las escuelas, habíamos delimitado el número de entrevistas a realizar, haciendo un muestreo de tipo selectivo (Guber, 2005); esto significa que buscamos que nuestra muestra fuera generalizable por medio de criterios distintos a la representatividad numérica, optando en cambio por el criterio de “variación máxima” (Patton, 1990). Este proceso de selección toma en cuenta el mayor número de posibilidades existentes de ser, en nuestro caso, un estudiante de nivel medio superior y superior de la ciudad de León, para tener un universo lo más variado posible de la población que cumpliera con estos criterios. Por lo anterior, en este capítulo, damos voz a 16 jóvenes leoneses; todos ellos estudiantes de entre 15 y 22 años y, en igual proporción, mujeres y hombres. Se eligieron 8 instituciones educativas de dicha ciudad, en las cuales se entrevistó a dos de sus estudiantes, escogidos al azar (esa fue nuestra petición) por profesores, directores o personal administrativo de la escuela; en algunas ocasiones, sin embargo, se nos pidió a nosotros que eligiéramos a los estudiantes. La selección de las escuelas consideró los siguientes criterios: 4 instituciones de educación media superior y, otras 4, de educación superior; en ambos niveles educativos se eligieron 2 instituciones públicas y dos instituciones privadas. Del total de las instituciones públicas, así como de las privadas, se buscó que la mitad ofreciera programas educativos de modalidad escolarizada y, la otra mitad, de modalidad semiescolarizada y/o de educación tecnológica.18 Todas las entrevistas se realizaron de manera presencial y dentro de las instituciones educativas a las que pertenece cada informante, pero en un espacio en el que se nos permitió estar alejados de las autoridades escolares y de otros estudiantes. Las entrevistas se 17

Sobre todo modificamos la secuencia de algunas preguntas y se buscó profundizar en algunos temas que fueron resultando de mayor relevancia en las primeras entrevistas aplicadas; sin embargo, la guía de entrevista no tuvo cambios sustantivos. En la sección de anexos se presenta esta guía. 18 No consideramos a los estudiantes de modalidad educativa no escolarizada, ni a los de modalidad a distancia, dada nuestra intención de aplicar las entrevistas dentro de las instalaciones de la escuela, para efectos de viabilidad. Las escuelas en donde se realizaron las entrevistas son: Preparatoria Sigma, Escuela del Nivel Medio Superior de la Universidad de Guanajuato, Preparatoria C.E.C.A., C.B.T.i.s 225, Universidad de León, Universidad de Guanajuato (División de Ciencias de la Salud), Universidad Tecnológica de León y Universidad Iberoamericana León.

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llevaron a cabo durante el mes de septiembre de 2011 y se utilizó una grabadora de voz en todas ellas para, posteriormente, dedicarnos a transcribirlas. Con el fin de mantener la confidencialidad de los informantes, se solicitó a cada uno mencionar el pseudónimo con el que querría ser nombrado, al momento de hacer referencia explícita a su relato. En este y el siguiente capítulo, cuando resulte pertinente, se presentarán fragmentos de las entrevistas a modo de ilustración.

Sobre el proceso de análisis

Respecto al análisis de la información colectada, consideramos la propuesta de Gibbs (2007) en cuanto a que, si se busca ir más allá de la mera descripción de los datos, se debe proceder a realizar comparaciones constantes y a tratar de establecer relaciones entre diferentes factores involucrados en el fenómeno estudiado, con lo que podremos aproximarnos a la identificación de explicaciones. Estas comparaciones se realizan mediante un proceso de codificación y decodificación de información, lo que conduce al establecimiento de categorías; esto contribuye a sistematizar el material analizado y a encontrar en él no sólo elementos explícitos, sino contenido latente y no verbalizado (Quivy y Campenhoudt, 2005) En las investigaciones cualitativas, además, el efectuar comparaciones es indispensable para mostrar la validez del trabajo (Gibbs, 2007).19 Ahora, ¿qué se compara con qué? En principio, nuestra estrategia fue comparar la teoría con los datos empíricos, pero también los datos con los propios datos, es decir, las distintas respuestas de los informantes, para descubrir elementos recurrentes y, también, elementos que discreparan tanto de la teoría como de los demás casos. Para realizar esta tarea nos ayudamos del programa electrónico Atlas.ti, el que nos permitió trabajar con los documentos de texto de las entrevistas transcritas. Este programa nos facilitó la categorización y la realización de comparaciones entre las experiencias de distintos informantes; además, nos posibilitó realizar una organización jerárquica de los

19 Otro elemento que contribuye a la validez de la investigación, de acuerdo con Gibbs (2007), es la presentación de citas textuales que sean extractos de las entrevistas realizadas.

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códigos y categorías creados, para tener un mayor orden en la presentación de los resultados. Ahora, tomando en cuenta que la investigación es un constante “ir y venir”, debemos señalar que nuestro proceso de análisis consistió en varias sesiones de ida y vuelta entre las dimensiones teóricas que buscábamos contrastar, producto del proceso de operacionalización, y los códigos y categorías que fueron surgiendo de la propia “realidad”, es decir, dejando a los datos “hablar” por ellos mismos. A continuación presentamos una tabla de datos básicos sobre los informantes, considerando ciertos elementos que podrían ayudar a comprender mejor el lugar desde el que nos hablan, en lo general y en lo particular.

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1. Datos básicos de los informantes Pseudónimo

Edad

Sexo

Escuela

1. Zazú

17

F

2. Fernando

18

M

3. Majo

16

F

4. Pollo

17

M

5. Carelizzia

17

F

6. Arpad

18

M

7. Jonática

15

F

8. Miguis

16

M

9. Pilarica

21

F

10. Güero

21

M

Universidad privada, modalidad semiescolarizada

11. Gabriel

22

M

12. Rambo

18

M

13. Estela

21

F

Universidad privada, modalidad escolarizada Universidad privada, modalidad escolarizada Universidad pública tecnológica, modalidad escolarizada

14. Jaras

21

M

Universidad pública tecnológica, modalidad escolarizada

15. Paula

20

F

16. Duckyswift

21

F

Universidad pública, modalidad escolarizada Universidad pública, modalidad escolarizada

Preparatoria privada, modalidad escolarizada Preparatoria privada, modalidad escolarizada Preparatoria privada, modalidad semiescolarizada Preparatoria privada, modalidad semiescolarizada Preparatoria pública, modalidad escolarizada Preparatoria pública, modalidad escolarizada Preparatoria pública tecnológica, modalidad escolarizada Preparatoria pública tecnológica, modalidad escolarizada Universidad privada, modalidad semiescolarizada

Programa que estudia Preparatoria (5º. Semestre) Preparatoria (3er. Semestre) Preparatoria (1er. Cuatrimestre) Preparatoria (4to. Cuatrimestre) Preparatoria (5to. Semestre) Preparatoria (5to. Semestre) Preparatoria (1er. Semestre) Preparatoria (3er. Semestre) Lic. en Psicología Organizacional (1er. Semestre) Lic. en Psicología Organizacional (1er. Semestre) Lic. en Arquitectura (5to. Semestre) Ingeniería Civil (1er. Semestre) Ingeniería en Desarrollo e Innovación Empresarial (10mo. Cuatrimestre) Ingeniería en Sistemas Productivos (10mo. Cuatrimestre) Lic. en Psicología (6to. Semestre) Lic. en Nutrición (5to. Semestre)

Trabaja actualmente No No No Sí No No No Sí (sólo los sábados) Sí

Sí (esporádicamente)

No Sí (sólo los sábados) Sí



No No

2. ¿Qué más sabemos de ellos?

Antes de comprender la relación de estos jóvenes con la esfera pública, presentaremos un poco sobre su vida cotidiana, para hacernos una más clara idea de quiénes son y de las situaciones que enfrentan. Además de estudiar, todos comparten la característica de vivir con sus padres (o por lo menos con uno ellos), hermanos y, a veces, abuelos y sobrinos;

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ninguno de ellos tiene una vivienda independiente ni cohabita con su pareja.20 El día a día de los jóvenes con los que nos acercamos está marcado fuertemente por la escuela y el trabajo (en el caso de algunos), por los horarios que estas actividades les imponen y el tiempo que les queda libre para dedicarse a otras cosas.21 De quienes únicamente estudian, algunos mencionan que las clases y los trabajos escolares les absorben casi todo el día, por lo que no tienen tiempo de hacer nada más. Gabriel (22 años), estudiante de Arquitectura, y Duckyswift (21 años), estudiante de Nutrición, mencionan que se encuentran cursando los semestres más complicados, por lo que apenas les alcanza el tiempo para terminar sus tareas (sin embargo, Duckyswift menciona que tiende a combinar la tarea con el internet, mismo que utiliza sobre todo para comunicarse con amigos por medio de Facebook). “Más que nada, este semestre, han sido muchísimos trabajos y pues me la paso trabajando en la computadora; en las tardes, sobre todo. Y así, de salir mucho de paseo, es muy raro.” (Duckyswift) “Aquí [en la universidad] como que siento que no me he involucrado mucho en actividades de los alumnos, por la carga de la carrera. Hay días en que no dormimos y ni mis mismas cosas, a veces, las puedo terminar, como para empezar a ver otras.” (Gabriel)

Paula (20 años) y Zazú (18 años), estudiantes de licenciatura y preparatoria, respectivamente, no mencionan que la escuela les ocupe todo el día; sin embargo, consideran necesario tomar cursos extras para complementar su formación, con el fin de estar mejor preparadas para el futuro. Zazú menciona, por ejemplo, que toma clases de matemáticas por las tardes, fuera de la escuela, considerando que así será más fácil pasar el examen de ingreso a la universidad; y, Paula, por su parte, toma clases de inglés al salir de clases, además de que busca formas de ir avanzando en su formación como psicóloga en actividades extraescolares. “[…] hace un año me metí a hacer una investigación con una compañera y un profesor, y resultó todo muy bien; hicimos un instrumento de medición y resultó súper bien, siendo que éramos como muy inexpertas y así como que el “profe” nos cobijó muy bien. Y en México fuimos reconocidas en el congreso porque… o sea, el instrumento está muy bien; falta validarlo y así, pero, o sea, si queremos,

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Es de resaltar que la mayoría de los jóvenes mexicanos (74.9%) vive, por lo menos, con alguno de sus padres; en un menor porcentaje se encuentran quienes han constituido su propio hogar (IMJUVE, 2011). 21 A partir de este momento, al mencionar “los jóvenes” nos referiremos, particularmente, a los jóvenes entrevistados. Cuando nos refiramos a algún dato de la juventud en general, así lo especificaremos.

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podemos hacerlo, y se nos reconoció en ese momento allá. Fuimos al D.F. a exponer el trabajo.” (Paula) “Me levanto como a las 6:30 porque vivo cerca [de la escuela]. Desayuno y ya me vengo para acá, más o menos antes de las 7:30, porque es el horario de clases. Ya aquí, en la escuela, tomamos las clases, todo normal. Ahí me junto con mis amigos, platicamos y ya; después, terminando las clases, me voy a mi casa. Y ya, dependiendo de qué día sea, voy a clases de matemáticas para reforzar el conocimiento o, si no, estoy ahí en mi casa haciendo tareas o adelantando trabajos, o cosas así.” (Zazú)

Arpad (18 años) y Carelizzia (18 años) no trabajan ni mencionan que los trabajos escolares les requieran demasiado tiempo, no obstante sus horarios de clases en la preparatoria son tan cambiantes, durante mañana y tarde, que no les queda más que pasar todo el día ahí, aprovechando sus horas libres para comer o convivir con otros compañeros. Considerando sus horarios, mencionan que entre semana casi nunca ven a sus amigos que están fuera de la escuela y, al salir de clase, buscan actividades recreativas que puedan hacer desde casa. “Pues como mi horario no coincide con el de mis amigos más cercanos de los grupos, pues me voy a mi casa [al salir de clases]. Muy rara vez me voy caminando, a menos que encuentre con quién porque, en la noche, pasamos Santa Clara y todos esos lugares, y prefiero no arriesgarme. […] Llegando a mi casa, ceno, prendo la computadora… me dejan poca tarea y a veces la hago; a veces, no. Me pongo en contacto con amigos a través del Facebook o el chat, escucho música o leo temas de mi interés personal.” (Arpad) “Vengo a la escuela y la mayor parte del día la paso aquí; y pues aquí, aparte de las clases, tengo muchas… bueno, no muchas, pero las horas libres que tengo las paso en la biblioteca, en la tarea, o en los pasillos, platicando con mis amigos o comiendo, o algo así. O en las canchas también, haciendo algo. Después, cuando me voy a mi casa… por lo general llego medio tarde; veo la televisión, a veces; como, hago tarea o algo, si tengo qué hacer. Y pues, después, platico un rato con mi papá, mis hermanos y ya me duermo. Cuando llego muy tarde (hoy salgo tarde), pues es prácticamente llegar, comer y dormir. […]” (Carelizzia)

A los que las responsabilidades escolares les absorben gran parte de su día se les suma Güero (21 años), quien tiene el compromiso de entrenar baloncesto todos los días con el equipo representativo de su universidad, dado que es por esta actividad que ha obtenido una beca completa para poder estudiar. Son pocas las horas de clase que tiene al día, sin embargo la asistencia a los entrenamientos y a los partidos le ocupa varias horas durante la semana. Menciona que le gusta mucho hacer deporte y ha jugado baloncesto gran parte de su vida, sin embargo no le satisface del todo la carrera que está cursando y sólo lo hace porque la beca que le otorgaron le posibilita estudiar en una universidad privada; no ha podido ingresar en la licenciatura que a él le gustaría (Licenciatura en Nutrición) que se encuentra dentro de una institución pública, puesto no aprobó el examen de admisión. 112

“Los compromisos que ahorita tengo más en la mente sería terminar la licenciatura; quizá el hecho de, también, poder ingresar a la universidad en la que no quedé al inicio, que era la Licenciatura en Nutrición; quiero intentarlo una vez más. Y pues terminar mi carrera y dedicarme al entrenamiento.” (Güero)

Güero tiene, además, un empleo esporádico; comenta que participa ocasionalmente como “animador” en una agencia de mercadotecnia, en donde lo llaman para promocionar marcas y hacer campañas publicitarias en algunos lugares de la ciudad. A diferencia de él, hay quienes sí trabajan todos los días y, de hecho, eligieron la modalidad educativa semiescolarizada para poder compatibilizar su necesidad de trabajar con sus estudios. Pollo (17 años) nos cuenta que acude a la preparatoria durante tres horas por la mañana, para poder irse a trabajar el resto del día. En su caso, se tornó más necesario su compromiso laboral a raíz del nacimiento de su bebé, ocurrido pocos meses antes del momento de la entrevista.

“Bueno, nosotros [él, y su novia y bebé] ahorita vivimos, como quien dice, cada quien en sus casas, por lo mismo de que ahorita… la quería llevar a vivir conmigo pero ¿de qué voy a mantenerlos? Por eso me voy a esperar. Ya que esté mejor preparado y que tenga un mejor trabajo, ya voy a poder pensar en llevármelos a vivir. Pero ahorita, mientras, trabajo; aporto lo que tengo que aportar para el bebé; y, si me sobra para mí, bueno, y si no, pues ya ni modo.” (Pollo)

En el caso de Estela (21 años) y Pilarica (21 años), el trabajo es indispensable para mantenerse estudiando en la universidad y aportar dinero a su casa. Los horarios escolares y laborales apenas resultan compatibles, por lo que deben hacer un gran esfuerzo para llegar a tiempo a uno y otro espacio. Estela comenta que casi todos los días calienta su comida en el trabajo, come en el autobús y llega a la universidad puntualmente a las 3 de la tarde, para comenzar las clases. Menciona que en su escuela les ofrecen talleres culturales, por lo que desde hace un par de años participa en el curso de danzas polinesias y, además de que le gusta, le sirve para relajarse. Pilarica dejó de estudiar tres años después de terminar la preparatoria; y, ahora que regresó a estudiar (un mes antes del momento de la entrevista), dejó de hacer ejercicio, convivir con su familia y ver a su novio entre semana, por lo que estas son actividades que trata de hacer durante los fines de semana.

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“Pues mira, ahorita estoy trabajando en la mañana. Me levanto, me baño, el día anterior yo busco mi ropa, para levantarme al siguiente día. Me meto a bañar, desayuno, tomo el camión para llegar a mi trabajo. Desde un día antes revisamos unos pendientes que nos hayan quedado en el trabajo; comenzamos a laborar y, después de ahí, termina el medio día y me vengo para la universidad.” (Estela) “[…] sí me siento un poco admirada por otros, por muchas cosas, por todo lo que llevo… ‘¿Cómo le haces para manejar desde tu trabajo, tu casa, y para estar en la escuela?’. Como que sí siento como que hay personas que dicen: ‘Tú tienes algo raro o tienes otra capacidad que los demás no tienen, porque tú puedes hacer muchas cosas’.” (Pilarica)

Jaras (21 años) trabaja por las mañanas y estudia por las tardes. El caso de Jaras es un poco distinto, pues aunque trabaja todos los días (e, incluso, fines de semana), se refiere a esta actividad más bien como una “ayuda” a sus padres, pues se dedica a atender la tienda de abarrotes de la familia y a cobrar las rentas de algunas propiedades de sus padres y hermanos. En su caso resalta el hecho de que se denomina a sí mismo como el “principal apoyo” que tienen sus padres (a quienes ya considera como adultos mayores), pues es el único de sus hijos que aún vive en su casa y, al mismo tiempo, se concibe como un fuerte soporte para sus hermanos mayores, dado que varios de ellos emigraron a trabajar a Estados Unidos y él representa su principal contacto con México y con los asuntos familiares.

“Lo que pasa es que mis hermanos, bueno, la mayoría, están en Estados Unidos. Yo tengo 7 hermanos, de los cuales 4 son hombres y 3, mujeres; y pues hasta hace como un mes, aproximadamente, vivían en Estados Unidos 3 hombres y 3 mujeres, nada más que, hace poco, se vino una hermana de allá. Y mi hermano el otro, el que está aquí conmigo, él ya está casado, pero casi no nos ayuda ahí en la tienda, vive aparte. Y yo, casi desde ese tiempo, he estado con mis papás y soy el único apoyo que tienen ellos, y por eso les ayudo.” (Jaras)

Hay quienes, además de estudiar, tienen algunas otras actividades o compromisos cotidianos a los que se dedican, como en el caso de Rambo (18 años). Él acude, varias veces por semana, a las juntas organizadas por la asociación civil en la que participa (“Un techo para mi país”), misma que se dedica a mejorar aspectos de la vida de quienes viven en extrema pobreza, particularmente mediante la construcción de viviendas. A diferencia de algunos de los informantes, él menciona que hace poca tarea durante las tardes y no sugiere que la escuela le ocupe demasiado tiempo fuera de clases. Hay que decir, sin embargo, que Rambo también trabaja, aunque su actividad consiste en acudir algunos sábados a la constructora de su padre, en donde, más que trabajar para ganar dinero, aprende, pues él se dedicará a lo mismo en un futuro (actualmente es estudiante de Ingeniería Civil).

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“Estoy en “Un techo para mi país”. […] Y, no sé, a veces tengo junta o tengo que hacer unas cosas ahí en la oficina [de la organización], y a veces no voy al gimnasio por eso pero, después de clases, la mayoría del tiempo, voy una hora o dos ahí a la oficina. Ya después me regreso, ceno, hago un poco de tarea y veo la tele, un rato.” (Rambo)

Miguis (16 años) también acude con su padre al trabajo, pero él sí lo hace cada sábado. Algunas veces, después de acompañar a su padre en la tenería en donde trabaja, también acude con él a jugar beisbol, a los partidos de su liga. Y, los jueves por las noches, se reúne con un club de “tuning” (autos modificados) en donde, a pesar de no tener un auto, observa los vehículos y platica con los dueños.

“Todos los jueves vamos [él y sus amigos] al club en Plaza Mayor. Hay varios, pero el de nosotros es ese. Nos juntamos en el estacionamiento. Ya, los domingos, a veces hacen eventos de tuning y nos invitan.” (Miguis)

Las dos actividades que Fernando (18 años) realiza todos los días, fuera de casa, son asistir a la preparatoria y visitar a su novia. Menciona que diario se levanta a las 6 de la mañana, se alista para llegar a tiempo a estudiar (tiene su propio auto, que fue un regalo de sus padres) y pasa medio día ahí; después, llega a comer a su casa, hace tarea y, sin falta, pasa con su novia todo el resto de la tarde. A diferencia de hace algunos años, Fernando menciona que la escuela ya es algo que le importa mucho y se siente orgulloso porque, tras haber obtenido muy bajas notas en el pasado, ha mejorado bastante últimamente. “[…] lo que me importa mucho, en este momento, es la escuela, mi novia, y mi familia. Lo demás, realmente, no es relevante. Que si salgo, que si no salgo, que si hablan de mí… no, realmente a mí no me afecta. Lo que me importa a mí es mi relación con mi familia, mi relación con mi novia y las calificaciones. Eso es en lo que estoy enfocado en este momento.” (Fernando)

Majo (16 años), así como Pollo, toma muy pocas horas de clase por día en la preparatoria, sin embargo ella no tiene ninguna otra actividad que considere un compromiso. A pesar de esto, todas las tardes acude al gimnasio y, al regresar, dedica su tiempo a distraerse, viendo programas o series en televisión; menciona que a veces se conecta a internet, pero que no es algo que le guste mucho. Tampoco Jonática (15 años) considera que tenga algún otro compromiso cotidiano, además de acudir a la escuela y ayudarle a su mamá en los quehaceres domésticos; resalta que para ella es muy importante terminar la preparatoria puesto que, después, quisiera prepararse para ser educadora de nivel preescolar.

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“Entro a la escuela a las 8. Salgo a las 11. Entonces salgo y, no sé, si me dejan tarea, ya la hago; ya después como, con la familia. En la tarde me voy al gimnasio; regreso, me baño, veo una serie y ya.” (Majo) “Quiero estudiar porque quiero ser educadora. Entonces yo quisiera terminar todos mis estudios para… pues para poder ser alguien en la vida.” (Jonática)

Ya conocimos un poco de la vida de cada uno de ellos. Vemos que, a pesar de que todos son estudiantes, su situación familiar y laboral cambia, además de que son distintas sus aspiraciones y preocupaciones. Ahora, es momento de descubrir cómo definen lo público y su relación con este ámbito. En lo que resta de este capítulo daremos pie a que sea su propio relato el que ordene la discusión; en el siguiente, por el contrario, haremos un contraste más detallado de los datos con las distintas acepciones de lo público que expusimos en el apartado teórico. Estas dos estrategias nos servirán para aproximarnos, al final de este trabajo, a una reflexión más precisa sobre las formas que los jóvenes tienen de vincularse con lo público, lo que pudiera estar detrás de esto y las implicaciones que pudiera tener.

3. La definición de lo público según los jóvenes: primera aproximación

Para poder descubrir cómo perciben los jóvenes su pertenencia a la esfera pública, es preciso entender, primero, cuál es el marco de referencia común al que ellos aluden al hablar de lo público. En esta primera aproximación buscamos descubrir cuál es la definición que los jóvenes tienen de la esfera pública, en sus propias palabras; asimismo, exploramos la relación que lo público pudiera tener con lo privado de acuerdo con ellos, e indagaremos en su descripción respecto a los límites que demarcan a la esfera pública. Se buscarán también, en su relato, elementos que nos sugieran que existe un proyecto común o colectivo, es decir, qué tanto pudiera estar en ellos la noción de un “nosotros” y a quiénes incluiría, en todo caso, esa denominación. Antes de entrar en detalle sobre qué tanto las distintas acepciones de lo público aparecen en el relato de los jóvenes, queremos mostrar lo que nos respondieron al preguntarles, de manera abierta, por lo que para ellos era lo público, por la diferencia entre lo público y lo privado, y por las acciones que harían y las que no harían en público; 116

también expondremos algunos casos en los que, en otros momentos de la entrevista, mencionaron explícitamente una manera de definir lo público. “Público es aquello que todo el mundo puede saber o que todo el mundo sabe; y privado es algo personal, que pues podrías [decir] pero es tu decisión, no tienes por qué decirlo, o nadie lo sabe, porque tú así lo decides.” (Carelizzia) “Pues cuestiones públicas… no es algo privado, no vas a decir: ‘esto es privado, no quiero que nadie lo sepa’. […] Y privado, pues yo creo que… es que puede ser tan público como tú lo quieras ver; o sea, puedes estar hablando de tus mismos sentimientos o tus mismas ideas, pero depende de los temas.” (Duckyswift) “Yo digo que lo público sería como, no sé, como la manera de desenvolvernos con personas que igual y no conozco o así, y también lo que puedes llegar a enseñar de ti a cualquier persona. Y lo privado, cuando estás con gente de confianza […].” (Gabriel) “Bueno, lo privado es lo que tú consideras algo que… no es que no quieras, sino que no te gustaría que las demás personas se enteraran. Lo público es lo que haces cotidianamente, que no se sale fuera de la rutina de la sociedad. Y lo privado es lo que haces tú, personalmente; que no te gustaría que se enteraran los demás.” (Fernando) “Por público yo entiendo que mucha de la gente lo puede ver, lo puede observar o puede saber algo sobre ti. Y privado es algo que, nada más, a las personas que tú les tienes confianza son las que lo pueden saber. O sea, nada más las personas de más confianza.” (Jonática) “¿Qué es público? Algo de lo que se pueden enterar todos. Y que todos lo pueden ver. Y lo privado, pues que tú si lo quieres, lo enseñas y, si no, no lo enseñas.” (Miguis) “Lo privado… mi vida privada, ¿no? O sea, lo que pasa en mi familia, con mi bebé o con mi novia, o cosas así yo creo que es más lo privado. Ya lo social es la gente, amigos y todo lo que pasa con tus amigos: salimos, en lo que nos involucremos, vamos por ahí, porque ya es más lo social.” (Pollo) “Pues lo público es lo que pueden ver, o sea, lo que, no sé, por ejemplo, en una persona, como tú te explayas, la forma como convives, es como lo público; pero tu pensamiento y lo que tengas, así, es cosa tuya. Por ejemplo, no sé, puedes saludar a una persona y la ves feliz, pero no sabes los problemas que tiene en sí, qué está viviendo en ese momento, la situación.” (Rambo) “Pues lo público es como algo, así, que puedes comentar con todas las personas, pero sin que afecte a otras. Y lo privado ya sería como tu vida personal, tus pensamientos, ya muy internos, como tuyo, tuyo.” (Zazú)

En estas citas, varios de ellos remiten a que lo público es aquello que se puede mostrar y decir a toda la gente; lo privado, en contraste, es lo que uno mismo decide ocultar o callar, porque así se debe hacer o simplemente porque ellos así lo quieren. Esto coincide con una de las principales definiciones de lo público que propone Rabotnikof (2005). Es de destacar el hecho de que Fernando y Pollo, al hablar de lo público, lo asemejen con la “sociedad” o con “lo social”. En el caso del primero, al sugerir que la actuación en público es algo que no debe romper la “rutina” de la sociedad, pareciera

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remitir a la existencia de cierto orden o determinadas reglas, mismas que opta por no transgredir. Al asociar lo público con “lo social”, Pollo más bien alude a aquellas actividades de convivencia o recreación que se llevan a cabo fuera de la casa y, frecuentemente, con amigos o conocidos; en este sentido, parece definir lo público y, a su vez, lo social, con lo que en el sentido común se denomina “vida social”, lo que significaría que, a primera vista, la más importante forma de vincularse con otras personas fuera de su ámbito privado es la sociabilidad pero, particularmente, con fines de convivencia y recreación. En otras de las citas expuestas resulta sugerente el hecho de que varios de ellos remiten a que existe posibilidad de elegir si las cosas se muestran o se dicen, es decir, ellos consideran que pueden decidir en todo momento qué enseñar, qué decir, qué compartir; ellos escogen, por tanto, si determinado aspecto de su vida debe llevarse a la vida pública o al ámbito privado. En contraste con esto resalta el hecho de que algunos buscan restringir cosas de sí mismos ante personas conocidas y no necesariamente ante toda la gente; en este sentido, lo público no es tan público y, su definición de lo privado, podría consistir en cuestiones primordialmente íntimas.

“Para mí, lo público es lo que cualquier persona puede ver; y, lo privado, es, por decir, lo de una persona, lo que realmente uno tiene dentro. Ahora sí que, realmente, aunque tengamos confidentes o tengamos personas que nos escuchan, yo, al menos, percibo que hay cosas que nos tenemos que… o sea, hacerlas para nosotros mismos. Es en eso como yo pienso; hay tantas personas que: ‘¿Qué tienes? ¿Qué tienes?’ y yo siento que a veces no es tanto que uno no quiera decir las cosas, sino que hay eso interno que, a veces, uno tiene que guardarse para sí mismo.” (Estela)

En la siguiente cita presentamos lo que Pilarica nos respondió al preguntarle qué sería algo que no le gustaría que se hiciera público. En ese caso, como veremos, lo público lo componen sus propios padres. “Mmm… no porque me afecte a mí, sino porque le afectaría a mis papás, es el saber que su niña ya no es ‘señorita’ [virgen]. Eso es lo que no me gustaría que se supiera, como que… que no se enteren mis papás, porque va a ser algo muy feo para ellos.” (Pilarica)

Algunos otros sí se refieren a lo público como una esfera compuesta, sobre todo, por gente ajena, de tal suerte que evitan mostrarse agresivos con otras personas a la vista de todos y,

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también, reservan para los espacios privados las conductas que pudieran ser castigadas por ley, tales como el consumo de drogas o las acciones consideradas como faltas a la moral. “Lo público, lo que permito que los demás conozcan sin ninguna restricción; y, lo privado, lo que permito que se mantenga en mi círculo o simplemente no externarlo, por diferentes consecuencias. […] pues, en sí, lo público y lo privado se basan en las reglas; no te permiten hacer algunas cosas. Por ejemplo, como platicábamos hace rato, lo del sexo, en la Constitución no se permite, a pesar de que es permitido en lugares más privados. O, por ejemplo, el consumo de sustancias psicoactivas, no se permite en público; en privado es otra cosa. Si lo mantienes en tu círculo, no pasa nada, a menos que en tu círculo haya algún soplón.” (Arpad) “Sí haría en público… pues no sé, soy así como muy extrovertida; haría todo [lo dice en tono de broma]. No, no es cierto. No haría como… desnudarme en público o maldecir a alguien como muy fuerte en público. Y sí haría… pues sí me enojaría con alguien, sí podría exponer mi punto de vista; podría hasta cantar y actuar en una obra de teatro, o exponer algo.” (Paula)

Algunos entrevistados mencionan que lo público es definido por aquellos bienes que son de todos, cuyo mantenimiento y vigilancia se encuentra a cargo del gobierno. En este sentido, nadie puede impedirle a otros usar un bien público o ingresar en un lugar abierto para todos, mientras que el acceso a bienes privados sí es restringido.

“Yo entiendo que lo público es para enseñar, que cualquiera puede, no sé, tal vez, acceder. Lo privado es para ciertas personas de distinto… ay, ¿cómo se dice?, nivel social, por así decirlo; o sea, gente distinguida. […] de lo público, por ejemplo, una deportiva, tal vez; una deportiva pública, ahí puede tener acceso cualquier persona, siempre y cuando pague esa cuota de 6 pesos o 5 pesos. Algo privado es como un club, por ejemplo el club Britania; si no eres asociado o no pagas cierta cantidad al mes, o no cumples cualquier otro requisito, no puedes.” (Güero) “Algo que es público… pues creo que el tránsito es algo público, ¿no? O sea, de que, no sé, quieras pasar por algún lugar y te digan: ‘No, sabes qué, no puedes’, pero tú sabes que es algo público, que nadie te puede privar.” (Jaras) “Lo público es algo que toda la sociedad tiene acceso, pero igual está como monitoreado o forma parte de algún grupo en especial, pero todos tenemos acceso. Y lo privado es algo que es propiedad personal de alguien, de una persona física o de varias personas, pero es de ellos y ellos deciden el acceso, si lo permiten y si cobran.” (Paula) “Lo público yo lo entiendo, más o menos, como todo lo de gobierno, que se supone que debería de ser transparente, pero en realidad no, no es cierto. Pero lo relaciono, más o menos, con eso.” (Pilarica)

A la pregunta sobre cómo definiría lo público y cuál sería la diferencia entre lo público y privado, resalta el hecho de que Majo mencionó que no sabía responder; sin embargo, sí habló de lo que haría y no haría en público. Además de expresar que suele no gritar o llamar la atención en público, dice lo siguiente:

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“Pues, por ejemplo, tirar basura. No, eso no lo haría. Lo que sí haría, por ejemplo, que veo algo tirado y, no sé, algo que esté sucio, lo pongo en su lugar.” (Majo)

Esta respuesta es la única que sugiere que el público es un espacio en el que debe de contribuir para su bienestar. Al responder la pregunta de qué cosas no harían en público, todos remiten más bien a reglas no escritas que buscan mantener un orden. Siendo así, ninguno de ellos se mostraría desnudo en público; la mayoría menciona que evitaría comportamientos considerados “ridículos” o que llamen demasiado la atención. Se busca, pues, mantener en público un comportamiento y una imagen de sí mismo que no moleste o incomode a los demás. Hay algunos casos que, no obstante, sí expresan la intención de romper un poco con lo esperado (aunque sin representar fuertes transgresiones al orden), como puede apreciarse en las siguientes citas:

“Algo que sí haría en público, mi creencia en Dios; independientemente de lo que digan o lo que piensen de… porque no es normal que un joven lea la Biblia, habría críticas. Lo haría en público, o sea, no negaría mi creencia.” (Güero) “En público, ¿qué no haría? Pues es que soy un sinvergüenza. ¿Qué no haría en público? […] Es que, por ejemplo, no tengo pena y no sé, la mayoría del tiempo me quito la playera y todo, y pues mucha gente no lo haría. […] Y pues ya, lo qué sí haría, quitarme la playera; soy un poco exhibicionista… y pues gritar, con todos.” (Rambo)

A pesar de que en este trabajo no se busca profundizar en las concepciones sobre lo privado, debemos destacar que en muchos sentidos los jóvenes hablan de una barrera clara entre lo público y lo privado y no remiten, como cierta literatura lo sugiere (Bejar, 1995; Sibilia, 2009), a un traslape o invasión de una esfera a otra. De manera general pareciera que los entrevistados se apegan a la conducta esperada en lo público y no infringen la ley, no alteran el orden, no interfieren en la vida del otro y no muestran “de más”. En algunos casos pueden hacer cosas en contra de lo esperado, sin embargo parecen tener claros ciertos límites.

“En público no me gustaría besarme con mi novia… pero bueno, hay de besos a besos, ¿no? Un beso moderado, pues no hay ningún problema. Yo soy, en lo personal, muy alegre y me gusta reírme de muchas cosas; y si me río fuerte a mí no me importaría si los demás dicen: ‘Este se ríe mucho’ o ‘Ay no, grita mucho’, no, o sea, lo haría en público, me reiría mucho, gritaría…” (Fernando)

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Esta primera aproximación a los significados que lo público tienen para los jóvenes nos muestra que, en su definición, predominan las consideraciones de lo público como un espacio regulado en el que se debe actuar de una manera particular, evitando mostrar algunos rasgos de sí mismos y reservando algunas acciones para el ámbito privado. Por otro lado, es recurrente también la mención a lo público como lo que compete y demarca el Estado, considerando que hay bienes que pertenecen a todos, pero que dicha instancia es quien se encarga de regular el acceso. Observamos que, en esta primera lectura, las visiones sobre lo público que más resaltan son las que definen a lo público como “ese algo que es de todos” (pero que el Estado controla) y como “aquello que todos pueden ver” (siempre y cuando uno así lo desee). Sin embargo, a lo largo de las entrevistas y en un análisis más detallado de las mismas, encontramos que lo público y la vinculación con esta esfera están presentes en muchas más formas que las anteriormente descritas, en el discurso de los jóvenes; poco a poco, en este capítulo y en el siguiente, pretendemos acercarnos a resultados más minuciosos.

4. ¿Se interesan o no se interesan en lo público?

Hasta este momento hemos visto que los jóvenes sí perciben la existencia de un marco de referencia común; ahora trataremos de comprender qué tanto ellos se sienten implicados por lo que pasa en el ámbito público y si consideran que, de algún modo, están comprometidos con éste. Es momento de descubrir, entonces, si los acontecimientos públicos les importan de alguna manera y si creen que tienen algún tipo de repercusión en sus vidas. Antes de comenzar a exponer los resultados recordemos que, de acuerdo con autores como Kelly (2009) y Krauskopf (2000a), a los jóvenes les importan cada vez menos las cuestiones públicas (entre más formales sean), si éstas suponen la participación por la vía institucional o algún tipo de compromiso explícito como parte de la sociedad civil. En este apartado veremos si esto es realmente así y si, en todo caso, pudieran interesarse en asuntos relativos a otras maneras de entender lo público (más informales y no políticas) o si, sencillamente, lo que ocurre en lo público es algo que, más allá de notarlo, no les llama mayormente la atención.

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4.1. El privilegio del ámbito privado

Comenzaremos exponiendo lo que ellos manifiestan que es importante en su vida y lo que, para ellos, carece de interés. Sobresale en su discurso la consideración de que lo más importante en su vida son cuestiones relativas al ámbito privado, particularmente su familia y la conclusión sus estudios. Respecto a lo que no les interesa, varios de los jóvenes mencionan aspectos del ámbito público, resaltando sobre todo el hecho de que no les importa, por un lado, la política (institucional) y, por otro, los chismes, es decir, lo que pueda criticar la gente de ellos.

“Digamos que, la parte política, como que no, ni me viene ni me va. […] Sí, o sea, la política; los diputados, el Presidente, los problemas, como que no me interesa.” (Rambo) “Pues ahorita, más que nada, pues mi bebé y mi novia. Son las cosas que más… bueno, y mi familia, obviamente. Son las cosas en las que más me baso. Algo que no me importe pues, ¿qué será?, yo creo que más las críticas, de gente que dice… bueno, a mí me molesta que la gente me empiece a decir: ‘No, es que ya arruinaste tu vida’, y cosas así, por el estilo. Y pues, obviamente… bueno [el haber tenido al bebé], sí me ha cambiado muchas cosas, salidas con los amigos, pues no sé; pero vale la pena, después, el esfuerzo. Lo recompensará después la vida. Y sí, es lo que más… comentarios y malas expresiones, y cosas así, no me importan.” (Pollo)

Al solicitarles que relataran sucesos positivos que hayan ocurrido para ellos o su familia, en el último año, todos ellos remitieron a cuestiones personales o privadas; lo mismo ocurrió al pedirles hablar de sucesos negativos. En sus respuestas, no parece percibirse una relación entre estos acontecimientos con cuestiones públicas, a pesar de que pudiera existir, como en el caso de quienes mencionaron problemas económicos o de desempleo. Los jóvenes cuentan que se enamoran, se enferman, reprueban exámenes, se preparan para acudir a la universidad, planean su futuro, sufren la pérdida de seres queridos y se alegran ante la llegada de nuevos miembros a su familia. Eso representa, sin discusión, lo más importante en sus vidas mientras que, las cuestiones públicas, dado que muchas de ellas se perciben tan lejanas y desvinculadas con su propia vida, no representan algo que les quite el sueño. Hasta aquí, pareciera que los jóvenes viven sin pensar demasiado en lo público y su propia vida se percibe por encima de eso; se vive dentro de lo público pero, al mismo tiempo, al margen; no obstante, en otros momentos de la entrevista, manifiestan no sólo estar

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enterados de cuestiones públicas sino francamente molestos o impactados por algunos sucesos que se presentan fuera de su entorno más próximo.

4.2. Reacciones ante lo público

No es de extrañar que los jóvenes, entonces, acorde con la idea del individuo moderno (Touraine, 2006), se encuentren desapegados de las cuestiones públicas y, a pesar de participar en redes y relaciones que exceden el entorno privado, se hallen en gran medida desvinculados de la vida de otros miembros de la sociedad (aparentemente). Quizás lo que pueda preocupar a quienes consideran a los jóvenes como “el futuro del país”, a las instancias que desean acercarlos a las instituciones estatales u organizaciones civiles, es que los jóvenes parecen dejar el compromiso público no para segundo plano, ni para tercero ni cuarto, sino que acaso se encuentra en algún lugar recóndito de sus preocupaciones. Veremos ahora, por el contrario, que los jóvenes reaccionan fuertemente ante ciertos aspectos de lo público y se sienten interpelados por lo que ocurre fuera de su entorno inmediato. Antes de continuar con las reacciones que les provocan los problemas públicos, quisiéramos mostrar lo que los entrevistados sugieren respecto a cómo es que han construido la imagen que tienen de la esfera pública y cómo es que se mantienen enterados y configuran su opinión sobre lo que ocurre en ella. Adoptamos el argumento de Araujo y Martuccelli (2010) respecto a que la socialización no es el único proceso posible por el cual un individuo aprende a vivir en sociedad; desde su perspectiva, la socialización corresponde a una visión y a un momento de la sociedad en la que las posiciones estructurales se mantenían más o menos fijas, a las cuales los individuos se apegaban y, a partir de ahí, constituían su concepción del mundo y su relación con él. Actualmente, por el contrario, en un mundo caracterizado por la incertidumbre y la contingencia, aun en sociedades como la nuestra (Martuccelli, 2010), los individuos actúan “siendo más y otra cosa que aquello que se supone les dicta su posición social” (Araujo y Martuccelli, 2010:80), pero no por ello dejan de estar influidos por su contexto y las posibilidades que éste les abre o les cierra.

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Siendo así, estos autores proponen considerar un proceso de “individuación”, que consiste en una aproximación sociohistórica para comprender cómo, en la actualidad, los individuos se constituyen socialmente. Desde esta perspectiva se considera que, si bien siguen existiendo ciertos referentes ideales en la sociedad (como lo pudiera ser la trayectoria lineal de transición a la adultez), los individuos enfrentan distintas “pruebas” para llegar a apegarse a los ideales, dada la característica contingente de la sociedad actual. Es por ello que, para comprender cómo un individuo se construye, es necesario tomar en cuenta estos ideales y las experiencias individuales en torno a ellos, además de considerar las pruebas que el contexto les impone y la manera en que actúan ante ellas. En este sentido, esa propuesta concibe que el individuo debe hacer cierto “trabajo” para constituirse como sujeto, aunque apegado siempre a las condiciones externas (Ibíd.).22 El apegarnos a la idea de individuación, en este trabajo, se aúna a la crítica expuesta al inicio del documento respecto al enfoque de la “socialización política”, el cual resulta insuficiente para comprender en su totalidad la situación actual de los jóvenes en torno a la esfera pública; además, de acuerdo a la ya señalada reflexión de Fize (2004), el concepto de socialización ha perdido su eficacia para explicar la problemática de la juventud contemporánea. La individuación, en cambio, no expresa la de idea de un inicio y de un fin en cuanto al aprendizaje de lo social, e intenta rebasar además la connotación normativa del término socialización (Araujo y Martuccelli, 2010), por lo que se muestra más abierta a considerar que un individuo no cesa de adaptarse a lo social al llegar a determinada edad, sino que puede construir y reconstruir, indefinidamente, su percepción de las cosas y de su lugar en la sociedad. Sirva esta digresión para mostrar nuestra postura respecto al concepto de socialización, además para expresar nuestro cuestionamiento respecto a que el ser un joven “integrado”, habitante de una sociedad conservadora (como la leonesa, en cierta medida), automáticamente lo lleve a una visión determinada e inmutable del mundo y a actuar conforme a ésta. Indudablemente, empero, existen factores estructurales y contextuales que pudieran darnos algunas sugerencias de por qué nuestros informantes piensan lo que piensan. A continuación expondremos algunos datos al respecto, sin embargo proponemos tomar esta información con cautela, puesto que para reconstruir la manera en la que ellos 22

El trabajo que los autores realizan adopta elementos de la teoría de Alain Touraine, así lo manifiestan.

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han formulado su visión del mundo, así como sus opiniones sobre la esfera pública, deberíamos hacer una revisión muy profunda tanto del contexto como de su propia biografía, incluyendo las “pruebas” con las que se enfrentan y se han enfrentado. Entonces, al hablar de la influencia del contexto sociohistórico en su percepción sobre lo público, más que dar resultados podemos mencionar algunas “sugerencias”; y, la primera de ellas, es la relativa al entorno familiar. Como ya señalamos, todos los informantes habitan, por lo menos, con uno de sus padres. Al llegar de clases o en otros momentos, señalan que conviven con los miembros de su familia y conversan con ellos; sin embargo, hay quienes muestran que sus opiniones difieren sustancialmente de las de sus familiares, mientras que otros consideran que su forma de pensar es muy similar a la de ellos. Aquí presentamos algunos ejemplos; los dos primeros manifiestan discrepancia entre la forma de pensar de ellos y sus padres; los últimos, expresan que sus familiares tienen mucha influencia en ellos.

“Mis papás son como de la ‘antigua escuela’, aparte que son viejitos y pues yo tengo como ideas completamente diferentes. No sé, mis papás no están innovados, por decir, de la tecnología, y yo sí; o con cosas que se tienen que hacer de una manera, yo pienso como tratar de facilitar esa cosa, hacerla de otra manera.” (Rambo) “…ambos son muy buenas personas [sus padres], y pues ellos tuvieron condiciones económicas diferentes a las mías, tuvieron que trabajar de jóvenes y no terminaron, ninguno, la escuela, más que la primaria completa; mi padre se salió de la secundaria. Así que pues ellos, obviamente, tienen experiencia superior a la mía, en cuanto al trabajo y la calle. Pero, por lo mismo, la sociedad antes era otra y ellos han tenido otras experiencias, pero hay cosas que yo he experimentado y que ellos no; y, por lo mismo… son buenas sus intenciones, no son de molestarme. Tienen esquemas diferentes a los míos, como en cuanto a la religión y la familia; ellos son católicos y yo no quiero tener hijos ni eso.” (Arpad) “Puedo llegar a tomar decisiones, aunque a lo mejor pueden ser bastante precipitadas todavía. Para mi edad y todo eso, pueden llegar a ser precipitadas. Cuando tengo una decisión, mejor la platico con mi mamá; si tengo una decisión o un problema, me gusta escuchar consejos de un mayor que, obviamente, ya vivió más que tú […]; y a lo mejor dice: ‘O sea, está bien tu idea, bien planteada, pero mejor hazlo de esta forma’.” (Pollo) “[…] mis papás siempre habían votado por ese partido político [PAN]; pero yo también lo elegí porque los demás no me gustaban, la verdad. Los candidatos no me gustaban, y me hubiera gustado participar en la de Presidente, porque de Presidente Municipal no supe tanto, pero de Presidente sí supe, sí me involucré más y vi los debates políticos. […]. No me involucré tanto como en su ideología, sino como en la costumbre [en la tradición familiar de votar por el PAN] y, de los otros partidos… bueno, a mí el PRD, en lo personal, no me gusta por cómo es, cómo maneja el D.F., por ejemplo […].” (Duckyswift)

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Esta última cita muestra la influencia que los padres tuvieron en Duckyswift, en cuanto a la preferencia partidista que ella expresó en las elecciones de 2009, a pesar de que manifiesta que sí le interesa informarse y construir una decisión más autónoma. Es de destacar que, en una misma entrevista, los jóvenes pueden hablar de que se identifican con sus familiares en algunos aspectos, pero en otros son muy distintos. Estos ejemplos nos dan una idea de que los jóvenes pueden diferenciarse de sus padres por pertenecer a una generación distinta (como el caso de Rambo), aunque, por esa misma razón, algunos pueden considerarlos una autoridad y acudir a pedirles consejos (como menciona Pollo). Otro elemento a destacar es que la escolaridad de los padres también es un factor que puede hacer que se identifiquen más o menos con ellos; Arpad sugiere que sus padres son más conservadores que él, dada su falta de educación formal. A veces, aunque no se refieren específicamente a sus padres, mencionan que tienen una manera de pensar distinta a la de las generaciones anteriores. Varios de ellos señalan que han sido sus padres o abuelos quienes les han contado cómo eran las cosas anteriormente y, en contraste con esto, ellos mencionan que varias cosas han cambiado para bien, aunque, otras, han cambiado para mal.

“Quizá que la gente ya es de mente más abierta, ¿no? Por dar un ejemplo, lo que es el tema en cuanto a los gays, antes era de: ‘¡No manches!’; era raro, tal vez; eran discriminados. Ahora no, incluso los apoyan, lo ven más abiertamente. Ya no es algo anormal, por así decirlo.” (Güero) “La mayoría son cosas que nos afectan pero… como que, si nos vamos a hace mucho tiempo atrás, pues la mujer cambió mucho; la mujer era dominada por el hombre y ahora ya no. Eso es algo que nos benefició a todas las mujeres, nos llevó a adquirir mucha, yo creo, confianza, y nos hizo darnos cuenta de que la mujer vale, la mujer no es para estar siempre en su casa. Una mujer es una persona, no es una sirvienta que tiene que servir al hombre, como realmente se manejaba antes; una mujer no tenía derecho ni de pensar, y yo creo que eso es algo bueno en lo que cambió, porque se le está dando más libertad a la mujer.” (Pilarica) “[…] a veces mi abuelita cuenta anécdotas. También, antes era más seguro. También cuando pues mi… bueno, gente como de la edad de mi papá, como de cuarenta y tantos años, pues cuenta que cuando era niño se salían a la calle, era tranquilo. Y también… a veces, cuando veo cómo se trata la gente mayor, pues yo veo una diferencia drástica.” (Carelizzia)

Vemos, pues, que han percibido algunos cambios en la sociedad; en ocasiones lo notan por lo que sus familiares les cuentan pero, además de eso, es clara la influencia que ejercen sus profesores, y las clases que toman, para construir su opinión de las cosas.

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“Creo que desperdiciar el agua no… y sí, de repente, ves a gente que tira mucha agua… de hecho, el otro día, un maestro nos estaba comentando que aquí en León, principalmente, pues se está acabado el agua; y pues sí, hay que preocuparse, también, por ese aspecto.” (Jaras) “Bueno, la vez pasada, el maestro nos estaba contando que hace 10 años León era muchísimo más seguro; por ejemplo en la fecha que acaba de pasar, el ‘Combate de rosas’, antes era más seguro. Tenían una convivencia sana con las demás personas; ellos te daban una rosa y no te faltaban al respeto. Y, en cambio ahorita, en la actualidad, hay muchas personas que te faltan al respeto.” (Jonática) 23

Otra fuente de información para ellos la constituyen los medios de comunicación masiva. Ver o leer las noticias es algo que todos realizan, aunque pocos de estos jóvenes las siguen todos los días. Por medio del internet, algunos de ellos acceden a la información sobre los sucesos públicos; es interesante el hecho de que, quienes lo hacen, no necesariamente buscan fuentes periodísticas en internet, sino que es a través de las redes sociales virtuales en donde se han enterado de algunos sucesos.

“Por donde yo vivo secuestraron a un niño de 4 años, pero no iban por el niño; iba el señor con su familia, con sus dos hijos, y le apuntaron a mano armada, querían quitarle la camioneta. Se la quitaron, pero nada más alcanzó a bajarse un hijo. Se llevaron la camioneta con todo y el hijo, que tenía 4 años. Y sí, no sé, a 2 cuadras o 3 de mi casa, y a plena luz del día, que fue a las 2:30 de la tarde. […] Lo vi en Facebook; o sea, me enteré porque un amigo puso: “Ayúdenos a apoyar a esa familia porque secuestraron al hijo de 4 años, en el semáforo de la esquina del Miraflores, en León.” (Rambo)

Esto que Rambo menciona tiene varias implicaciones. Primero, el hecho que ya señalamos de que se informe de cuestiones públicas a través de sus amigos, por medio de las redes sociales en internet, y no a través de páginas específicas de noticias. Por otra parte, y acorde con la relativización de los límites entre lo público y privado, y entre lo local y lo global, es sugerente el hecho de que haya tenido que acceder a internet (una red global) para enterarse de un suceso que ocurrió tan cerca de su casa. Otro aspecto a resaltar es que, a través del internet, se puede hacer una selección de los temas públicos de los que quieren enterarse, es decir que, a diferencia de los programas televisivos de noticias, en internet puede decidir uno mismo cuáles son los temas de interés. “Pues, de repente, me meto a ¿cómo se llama? Al Youtube, para ver videos; de hecho, ahí fue cuando vi lo de la nave especial que regresó a Estados Unidos. De repente me meto ahí. Tampoco me gusta

23 El “Combate de rosas” es un evento realizado en plazas públicas o parques en el que los hombres le dan rosas a las mujeres, sin conocerse.

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mucho estar en la computadora, porque me empiezan a doler los ojos; entonces, más que nada, el internet lo uso para la escuela.” (Jaras)

Volviendo a los elementos que nos sugieren cómo han construido su percepción de lo público, también debemos mencionar aquello que, por experiencia propia, ha marcado su pensamiento. Vemos a continuación cómo Fernando ha percibido, por él mismo, un incremento en la inseguridad en la ciudad; también, presentamos una cita en donde Gabriel, a raíz de participar como “misionero” en una comunidad rural, una actividad organizada por su escuela anterior (de orientación católica), pudo comparar otros contextos con el suyo, lo que lo llevó a reconsiderar su perspectiva de las cosas.

“Obviamente, como pasa el tiempo, hay cambios; pero también, antes, cuando yo estaba más chiquito, digamos de 10 años, 8 años, pues salía a la calle y, a los 12 años, ya más grandecito, sales más, ¿no? Pero antes salías a la calle y jugabas futbol o equis cosa; ahora ya en pocas colonias se ve eso. Ya los niños chiquitos ya no salen tanto a jugar en la calle, porque a sus papás ya no les da confianza, ya no saben si les va a pasar algo o no. Entonces sí veo… yo, en lo personal, noté eso de que ya ves muy pocos niños jugando en la calle, en los parques. A lo mejor los fines de semana es cuando hay más, pero entre semana, que era la típica “cascarita” de 2 horas, ya no la ves, ya es raro donde ves eso.” (Fernando) “Entonces empecé a ir a las juntas y ya, fui a misiones… o sea, como que dije: ‘Bueno, por experimentar’; pero no, la verdad no me he arrepentido. La gente de allá es muy… de verdad, mis respetos, porque si ellos tenían 10 pesos, te los querían dar; y, aunque no tuvieran luz, pero te querían dar todo, hasta el día en que nos venimos. […] Como que valoré mucho la manera en que reaccionaban esas personas. Sí me gustó, la verdad.” (Gabriel)

Como lo señalamos, estas pueden ser algunas sugerencias de cómo han construido su percepción de las cuestiones públicas. Más adelante seguiremos presentando algunas ideas al respecto, aunque a continuación es momento de enfocarnos a las reacciones que los jóvenes expresaron en cuanto a la política y a la sociedad en general, mucho de lo cual suscita en ellos enojo o inconformidad.

Sobre la política y la sociedad

La mayoría de los jóvenes entrevistados expresa una crítica ante las autoridades gubernamentales, misma que remite principalmente al manejo de los problemas de seguridad y a la manera en que se utilizan los recursos públicos. Se considera, además, que

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los gobernantes no toman en cuenta la opinión de los ciudadanos y que actúan por su propia conveniencia. En opinión de varios jóvenes, la administración debería hacerse de otra manera y atender, verdaderamente, a las necesidades de la gente. Esto menciona Zazú, al hablar sobre algo de la sociedad que le gustaría que cambiara: “Los políticos cuando, entre comillas, hacen algo bueno, afectan mucho a la sociedad. Por ejemplo, con lo del calzado que se tiene ahora, con China, eso va a afectar mucho, pero sinceramente mucho, a las personas que trabajan en eso. Estábamos comentando un día que eso va a hacer que las personas tengan que buscar otro trabajo; pero, si desde hace años la familia ha trabajado en eso, no saben otra cosa qué hacer, entonces eso va… dice el gobierno que va a fomentar la economía, pero sinceramente la va a disminuir mucho.” (Zazú)

En concordancia con lo señalado en el capítulo teórico sobre las investigaciones en juventud desde las ciencias sociales, observamos que en nuestros informantes es frecuente la crítica, el descrédito y el rechazo hacia las instituciones público-estatales; en este sentido, no nos sorprende que la referencia a lo público como lo estatal suscite tantas reacciones negativas a lo largo de todas las entrevistas y que la participación en lo público, por medio de estos canales, provoque desconfianza. Sin embargo, los jóvenes manifiestan interés por otras formas públicas de acción para cambiar aspectos de la realidad; varios informantes imaginan como algo posible y deseable que toda la gente se organice y que exija al gobierno una solución real a los problemas del país, mismos que ya se comienzan a vislumbrar como algo urgente y sugieren que es momento de que la gente ponga un alto. “[…] de Muamar Gadafi, en Libia, si no me equivoco, ¿sí es en Libia? Bueno, es algo que la gente no quería; no quería su régimen, no quería su gobierno, entonces la gente dijo ‘hasta aquí’. Eso es lo que la gente de México debería de decir, ‘¡hasta aquí!’, decir ‘hasta aquí, no más’. Eso me marcó a mí mucho porque me reflejó, en México, que sucediera eso, es decir, ‘hasta aquí, no más, ya no queremos más’. Eso fue lo que se dio; lo consiguieron, sacaron a este hombre del país y dijeron ‘ya no más’.” (Fernando)

En muchos sentidos, consideran que los problemas públicos son culpa del gobierno y es a éste, de acuerdo con los entrevistados, a quien corresponde la solución, bajo presión de la sociedad civil si es necesario. No plantean, por el contrario, una salida completamente desvinculada del Estado, ni tampoco hablan de iniciativas de la sociedad civil que funcionen como alternativa a lo que el Estado no puede proporcionar o proteger. Finalmente, en este aspecto, es de resaltar que ellos hagan referencia a la acciones emprendidas por la sociedad civil sólo en momentos críticos (como sugería Ortega, 2006), 129

es decir que únicamente, al percibirse un verdadero “caos”, le corresponderá a ésta manifestarse; y, a pesar de que los temas de inseguridad en el país ya son percibidos por todos ellos como algo aterrador, están lejos de involucrarse en iniciativas colectivas y organizadas para tratar de cambiar esto. Estos jóvenes reaccionan y critican problemas fuertes que el país está viviendo, aunque más allá de esto no buscan participar activamente en un cambio, al menos por el momento. Respecto a otras cuestiones públicas, más referidas a la relación entre los miembros de la sociedad, las críticas también son recurrentes y, en muchos sentidos, enérgicas. La mayoría de ellos se muestra en contra de algunos aspectos de la sociedad en general y de su manera de ser. Remiten, por ejemplo, a que la gente es egoísta, cerrada, envidiosa, irrespetuosa, además de que es difícil confiar en el otro; por otra parte, algunos también consideran que la gente es muy superficial, poco tolerante y tiende a criticar o señalar a los demás. Los jóvenes, entonces, coinciden con varias de las descripciones referidas a la crisis de los marcos de referencia común, señalados por Touraine (2006) y Sennett (2011), entre otros autores. A partir de estas representaciones de la gente y la relación entre los individuos dentro de un espacio de sociabilidad, los jóvenes mencionaron qué cambios les gustaría observar. A continuación, un ejemplo: “Para empezar, menos crimen y más abierta en cuanto a tolerar a la gente. A tolerar indígenas, homosexuales, cosas así. O sea, libertad de expresión. Simplemente que cada quien esté en sus cosas, pero sin molestar a otros. Respetar es mi concepto de justicia.” (Arpad)

Al hablar de los demás, de las reacciones de otros ante un problema público o un problema ajeno, expresan una opinión marcadamente negativa. De acuerdo con la pregunta de qué opinan que harían los demás ante una inundación en una colonia que no es la suya, o al darse cuenta de una llave de agua que se dejó abierta, consideran que les importaría poco, que no ayudarían ni buscarían involucrarse.24 En opinión de la mayoría de los jóvenes, la gente está demasiado preocupada por sus propios asuntos y, a pesar de notar problemas públicos o problemas de otros, y de referirse a los que los padecen como “pobrecitos”, hacen poco por ellos. En contraste con esto, en la pregunta acerca de qué harían ellos

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Dentro del guión de entrevista se incluyeron algunas cuestiones que planteaban escenarios específicos en los que se les preguntaba cómo reaccionarían a ellos y cómo creen que lo harían los demás; sin embargo, eran preguntas abiertas, es decir que no establecían previamente una serie de respuestas. Un ejemplo de esto es la pregunta respecto a qué harían si se inunda una colonia cercana a la suya.

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mismos en las situaciones mencionadas, la mayoría afirma, sin dudar, que buscaría alguna manera de ayudar, aunque fuera con acciones mínimas; algunos reconocen que, a pesar de que les importen los problemas públicos o ajenos, quizás no harían nada, pero no por falta de interés, sino porque a veces sus circunstancias les impiden involucrarse mucho. “Sinceramente como que no podría ayudar mucho; no de tanto apoyo de parte mía. También por los recursos; si pudiera apoyar, conseguiría alimentos, en caso de inundación o pérdida, para tratar de ayudar a esas personas. No podría conseguir eso porque no tengo dinero.” (Zazú) “Creo que algunas personas, que tienen la posibilidad de apoyar, sí apoyarían a otros; algunos no, por lo mismo del egoísmo, que dicen: ‘Bueno, mientras que yo esté bien y mi familia esté bien, lo demás no me importa’. Entonces sí creo que, como te comentaba, de repente sí hay que dar un vistazo a ver cómo está el otro.” (Jaras)

Aparentemente ellos sí han asimilado la idea de un “nosotros” y de colaborar con cuestiones que a éste grupo le atañen, mientras que a los demás los consideran egoístas y poco proclives a la cooperación. En relación con esto, es interesante la percepción de algunos sobre que la gente, en general, tiene dificultades para organizarse en torno a proyectos colectivos; en opinión de Carelizzia, la sociedad y, también, los compañeros de su escuela, podrían hacer más cosas juntos para mejorar sus condiciones, sin embargo no lo hacen y, por el contrario, ellos mismos obstaculizan a quienes proponen acciones de este tipo. Pilarica remite a algo similar, aunque va más allá y considera que le gente no sólo impide los proyectos colectivos, sino que puede poner trabas el desarrollo individual de otras personas. “[…] me ha pasado que… tengo amigos y les digo: ‘Ay, vamos a hacer esto, vamos a hacer otra cosa’, o ‘¿Te imaginas qué padre equis situación?’, y dicen: ‘Ah, tú y tus ideas’, ‘sí, como tú quieras’. Como aquí en la ‘prepa’, a veces tú ves algo que piensas que está mal… eso es lo que he visto que le pasa a la Sociedad de Alumnos, como que ellos hacen un proyecto y dicen: ‘Queremos hacer esto, ayúdanos por favor’, y les dicen los alumnos: ‘No’, o les dicen: ‘Sí, pero hazle como puedas, nosotros no te vamos a ayudar’. Incluso en, bueno, ya en un contexto más general, de la sociedad, siento que mi opinión, la mía, siento que no sería de tanta importancia, como: ‘Lo que diga la mayoría, y si la mayoría está conforme…’ o más bien, si la mayoría no dice nada y no se queja, no porque esté conforme sino porque no actúa, entonces me dirían: ‘¿Tú qué? ¿Tú qué tienes que ver?’.” (Carelizzia) “[…] como que nos gusta estarnos fregando la vida entre nosotros; somos como los cangrejos, que nos estamos jalando, que están en una pecera, están todos en una pecera y, en lugar de que se estén ayudando para salir de la pecera, se van jalando, y no dejan que nadie salga; entonces yo creo que así somos los mexicanos, entonces creo que es algo que sería genial si cambiara porque no podemos… somos envidiosos y no podemos ver que una persona sobresale porque nos da envidia.” (Pilarica)

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En el relato de los jóvenes, además, el “otro” (que frecuentemente es alguien desconocido) se muestra como alguien de quien hay que desconfiar y como alguien con el que no se identifican (ya sea alguien de su propia colonia o ciudad). “Si uno sale a un lugar o así, ya uno va con el temor de que vaya a suceder algo o lo que fuera. Porque pues, también, estamos con mayor inseguridad y como que todo es como hermético, no sabes qué va pasar. […] Siento que somos muy desconfiados.” (Estela) “Antes, me daba mucha confianza la gente de León; o sea, no al cien por ciento, pero aunque no los conocieras era así de… más accesibles. Pero ahorita ya no sabes ni a quién le estás hablando; si ves a un policía te da miedo que sea, también, delincuente. Entonces yo creo que, ahorita, ya no tanto.” (Duckyswift)

En las entrevistas es constante, como ya se ha sugerido, la mención a cuestiones de inseguridad y al deterioro de los lazos sociales, en comparación con épocas pasadas. Debe resaltarse, al hablar del marco de referencia común que tienen los jóvenes, que la idea de algo público está presente en ellos, pero pareciera una imagen alejada de la noción de comunidad o del “nosotros”; no porque ellos se muestren en desacuerdo con un proyecto colectivo, sino porque con el “otro” no se puede contar por completo. El ámbito público, para ellos, es una realidad; sus acciones están fuertemente delimitadas por referentes colectivos, pero entre los individuos que lo conforman observan grandes barreras. Hay un marco público, y sus límites, aunque sean meramente formales, se vislumbran de manera más o menos clara; sin embargo, aquello que contiene el marco, lo que está adentro, se muestra como deteriorado, con lazos rotos y, siendo así, nos preguntamos qué tanto es posible que estos jóvenes lleven a cabo, en colaboración con otros, proyectos orientados hacia lo colectivo, cuando desde su perspectiva al “otro” no le importa lo que ocurra fuera de su propia vida. Se observa, pues, que para ellos es evidente un marco, una colectividad, y se perciben cosas compartidas con otros, por más desconocidos que sean; no obstante, se concibe al “otro” como ensimismado o, incluso, transgresor de lo público. En el intento de proponer una imagen de lo que significa lo público para los jóvenes, podemos hablar de un espacio que enmarca, pero cuya composición se encuentra fragmentada, es porosa y poco homogénea, aunque por lo menos cumple la función de vincular a unos con otros y de relacionarlos, a ellos mismos, con algo que trasciende a su contexto más próximo.

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Después de enterarse, ¿actúan?

Al hablar de uno o varios cambios que les gustaría ver en la sociedad, los jóvenes demuestran que lo que ocurra en el ámbito público sí les interesa, de alguna manera. Es recurrente en su discurso la indignación respecto a la inseguridad y violencia en México actualmente y, aunque también es frecuente la alusión a que en León “todavía no se ve mucho”, se muestran solidarios con lo que otras personas, de otras ciudades, han sufrido al respecto; es decir, se ponen “en los zapatos” de las víctimas y de los familiares de éstas, aunque en su relato se deja entrever que esas situaciones se siguen percibiendo lejanas, y que esas personas, de igual manera, son ajenas a ellos. “Sobre lo del narcotráfico, es algo de lo que me gusta hablar… no es que me guste el tema. O sea, estaba viendo en el periódico que habían colocado ‘narcomantas’ en León, Guanajuato; que ha habido en Querétaro, en Zacatecas y, ahora, en León. Es de lo que yo, más que nada, me involucro en decir: ‘No se vale que León sea una ciudad muy tranquila y que vengan a hacer su relajo.’ Yo vi que las ‘narcomantas’ decían que iban a ir sobre todos los que tuvieran fábricas y empresas. […] le van a dar en toda la torre a León; no va a haber empresas, van a cerrar, va a haber desempleo en León. Eso es lo que he escuchado últimamente.” (Pollo) “[…] lo más reciente fue lo de los cuerpos en Veracruz, que dejaron como en un puente. Que eran así como, también, delincuentes, pero aparecieron ahí muertos en la noche. Y eso me provocó como: ‘¡No inventes!’ La gente pasa por ahí, los niños van a la escuela y van a ver esa escena. No se me hizo nada bien.” (Paula)

El sentimiento de solidaridad y empatía es expresado por todos ellos en varios momentos, refiriéndose a las víctimas de la violencia e inseguridad o a otros problemas; notamos, sin embargo, que este sentimiento no incluye necesariamente una acción para cambiar las cosas que afectan a otros sino que, por el contrario, dicha situación pareciera tan alejada de su vida y de su capacidad de injerencia que lo único que queda es decir, como lo hace mucha gente, “pobrecitos”. Lo que queremos mostrar con esto es que los jóvenes se interesan, conocen de los problemas del país y hablan de ellos; en ocasiones, además, se muestran indignados. La solución a estos problemas, o el sentirse comprometido con arreglar las cosas, es algo que mencionan poco. Pareciera que conocen algunos posibles remedios para el problema, sobre todo imaginan vías “desde arriba” para incidir, desde las instituciones; sin embargo, ante problemas como la inseguridad, el mal desempeño del gobierno y la

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desconfianza entre la gente, no vislumbran que ellos mismos, en este momento de su vida, pudieran hacer algo.

“Yo sé que no es fácil decir que les des empleo [como gobierno], o sea, obviamente sé que es difícil. Darles más… o escuchar más a la gente, o sea, escuchar sobre sus propuestas: ‘Pues que dar más al campo’, o ‘dar más acá’. Yo me iría más con la gente pobre y con la gente de menos recursos.” (Pollo) “Como cambiar la educación de las personas, porque si te dicen que… bueno, también por la forma en que ves todo esto. Si vives en un lugar como de mucha violencia, la persona va a salir como violenta. Pues sería, más bien, como la forma de pensar, o sea, tratar con la educación de fomentar que sean buenas personas y que no sólo robando puedan conseguir dinero, sino de diferentes formas.” (Zazú) “Que no hubiera tanta violencia. Siento que se están resolviendo las cosas en el país con demasiada violencia, yo creo que por ahí no va la cosa. Como que en lugar de… esto, tanto, de los narcos y que el gobierno, y demás… está bien que luchen y que traten de acabar con la inseguridad y demás, pero siento que, entre más violencia y más violencia, más violencia; o sea, se ponen en un estado agresivo, defensivo, que no se puede… Entonces, me gustaría poder trabajar en algo, no sé, más diplomático o no sé, llegar a acuerdos. Pero es que sí es difícil negociar con personas que se dedican a eso, pero me gustaría hacer algo por ese lado; una vida más diplomática, con menos violencia.” (Duckyswift)

Ninguno de ellos tres pretende, ni ahora ni después, trabajar en el gobierno, ni tener alguna responsabilidad como la que ellos imaginan en estas citas. Esto pudiera reflejarnos, entonces, que ellos no serían quienes, directamente, vayan a actuar por estos cambios; quizás se deba a que la problemática social se concibe todavía como algo lejano y que no los ha alcanzado a afectar todavía (como el caso de la inseguridad), pero lo cierto es que no sienten un compromiso por actuar para solucionar este tipo de cuestiones de índole pública. Siendo así es importante notar que los jóvenes tampoco sienten algún tipo de “obligación” en torno a lo público, aunque esta idea de no sentirse obligado a nada es algo que caracteriza otros aspectos de su vida, no únicamente lo relacionado con la esfera pública. En ciertas ocasiones los jóvenes proponen que, más que por obligación, varias de las cosas en las que participan las hacen por gusto; de igual manera, las agrupaciones a las que pertenecen algunos no parecen imponerles a la fuerza una membresía ni la realización de determinadas acciones, sino que todo es por voluntad propia y porque encuentran algún beneficio o satisfacción en llevarlas a cabo. Por tal motivo, consideramos que una característica a resaltar en todas las entrevistas es el énfasis en que pocas veces se sienten obligados a algo; las principales responsabilidades que tienen, que se consideran como tales, son la familia, la escuela y el trabajo (los que están empleados), y cualquier elemento

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distinto que esté presente en su vida se caracteriza por haberse elegido voluntariamente y actuar en torno a éste, de acuerdo con ellos, por gusto. En la siguiente cita se ilustra cómo lo que hace Rambo, dentro la asociación civil a la que pertenece, es algo que disfruta: “Ah, es que, por ejemplo, cuando eres voluntario permanente hay diferentes áreas, y yo platiqué con una encargada que estaba allá, de permanente, y le dije: ‘A mí me gusta como convivir con la gente, te puedo reunir mucha gente’, y me dijo: ‘Bueno, eso concuerda con el área de Formación del voluntariado’. Y ahí se encargan de hacer actividades, juntar la gente y todo.” (Rambo)

En nuestra opinión, algunas de sus actividades vinculadas con lo público se realizan por diversión, porque les parecen lo más correcto o porque les aportan algo positivo que se considera “extra”, pero no les suponen un sacrificio. Para varios de ellos, esto es lo que los motiva o lo que los motivaría a llevar a cabo acciones de beneficencia o de colaboración en cuestiones comunitarias; no obstante resalta el hecho de que el cumplimento de otras tareas, o aquello que la sociedad les demanda dentro de una trayectoria lineal de transición a la adultez, se realiza también por gusto o convicción, pero nunca por obligación, en el caso de varios de ellos. En la siguiente cita vemos cómo Carelizzia parece convencida de querer ingresar a la universidad y tener una trayectoria tradicional de transición a la adultez pero, sobre todo, considera que no se trata de “estudiar por estudiar”, sino que tanto ella como sus compañeros deberían ser quiénes elijan qué estudiar, sin apegarse a las imposiciones de sus padres o de otras personas. “También tengo amigos que quieren estudiar tal cosa, que realmente es su pasión, lo aman, pero su familia no quiere, dicen: ‘No, es que no va a hacer eso.’ Se me hace como… va en contra de la libertad, va en contra del raciocinio porque ¿entonces qué eres? ¿Un títere o qué? Se me hace denigrante. Si a mí me hicieran eso yo lloraría, me escaparía de mi casa, no sé qué haría pero yo estudiaría lo que yo quisiera. Pero me llega a molestar muchísimo que… quizá por eso no podría hacer nada, pero que la gente se autodevalúe y no siga su camino, se calle lo que piense y que no sirve para tal cosa… tal vez no puedo hacer mucho, pero sí me da mucho coraje.” (Carelizzia)

Detectamos un fuerte interés por mostrarse como individuos que no son sometidos a nada, que si bien tienen ciertas responsabilidades, éstas se llevan a cabo por convicción o, por lo menos, de manera pragmática (aludiendo a lo señalado por Galland, 2004; y Sandoval, 2000), es decir, porque se sabe que se obtendrán ciertos beneficios y se evitarán problemas al cumplirlas. Percibimos que, en relación con esto, algunas veces pareciera que sí están obligados a realizar ciertas cosas o que hay quienes ejercen una cierta presión sobre ellos, sin embargo no se dan cuenta o prefieren no reconocerlo. La propia convicción que la 135

mayoría expresa, respecto al cumplimiento de la trayectoria “ideal” de vida y de transición a la adultez pudiera ser una imposición fuerte por parte de la sociedad hacia ellos, sobre todo siendo estudiantes y estando sobre ellos la promesa aún vigente de que, de continuar con la educación formal, podrán lograr sus metas y, como dicen algunos, “ser alguien” o “triunfar en la vida”. “Pues al ser joven estás todavía como en el proceso. Estás formando tu camino para, cuando seas adulto, ya tengas como, o sea, una meta alcanzada que determine como el resto de tu vida. O sea, ya acabaste tu carrera, ya tienes tu maestría y, si te vas a casar, pues ya te estás casando y, si no, estás viendo qué onda. Es como el camino a ser ya lo que vas a ser el resto de tu vida.” (Paula) “Yo tengo metas, y para que yo pudiera pensar en tener hijos, tendría que tener primero todo lo que yo quiero. Ya cuando tenga hijos no me voy a poder enfocar tanto en poder conseguirlo, y quiero tener mi casa, mi carro, quiero tener mi carrera terminada, mi trabajo seguro, y ya podría pensar en tener un hijo. Creo que [tener un hijo pronto] sería algo no malo, pero sería algo que sí me complicaría un poco más mi camino y me tomaría un poco más de tiempo.” (Pilarica)

Para este apartado interesa rescatar, sobre todo, el hecho de que las propias formas de interés e involucramiento con lo público parecen tener la característica de hacerse por gusto, por convicción o por la obtención de algún beneficio, pero no por obligación ni por imposición. Se interesan por lo público pero quizás, si no está en sus manos la ejecución de alguna acción para involucrarse de forma más activa o si ésta los saca del camino ideal en su trayectoria de vida, o si se vislumbra muy alejada de sus posibilidades, podrán quedarse con las manos cruzadas, viendo algunas veces las noticias, enterándose de lo que ocurre en otros estados de la República o en su propia colonia, y discutiendo en clases sobre lo que pasa en el “mundo real”, pero sin hacer más. Al comienzo del apartado dijimos que los jóvenes privilegian lo privado; luego que, a pesar de todo, se preocupan y reaccionan ante ciertas cuestiones públicas. De acuerdo con esto consideramos que varios de los hechos que se presentan en la esfera pública se perciben como lejanos, inmensos y fuera de sus posibilidades para poder cambiarlos, aunque se desee hacerlo. Pareciera que, mientras sea esto así, atenderán sólo aquello que sí está en sus manos y, algunos de ellos, esperarían que con esto pudiera realizarse alguna contribución, aunque de forma mínima e indirecta (profundizaremos en esto en el siguiente capítulo). Respecto a los cambios que les gustaría ver en la sociedad resalta la resolución de los problemas de inseguridad y la mayor tolerancia y respeto entre la gente; valoran el 136

poder tomar sus propias decisiones y critican el hecho de que la gente señale o imponga ciertos patrones y formas de pensar. Dentro de lo muy apegados que ellos puedan estar a la trayectoria “ideal” de vida, aprecian el tomar, dentro de ella, su propia ruta; hablan de hacer cosas por gusto y no por obligación, tanto en su vida privada como en su relación con cuestiones públicas. Se muestran como individuos interesados por lo que ocurre en la esfera pública, aunque alejados de sus soluciones. Sobresale, aparentemente, una concepción liberal de lo público, en la que cada quien es responsable de su propia trayectoria y se encuentra poco comprometido con la colectividad; resalta, también, una sensación fatalista de sí mismos ante la magnitud de los problemas públicos. En el siguiente apartado veremos qué tanto estas perspectivas pudieran responder al lugar que consideran que tienen, como jóvenes, en el espacio público, así como a la capacidad de agencia con la que creen que cuentan, en estos momentos, para incidir en el ámbito público.

5. La concepción de sí mismo ante lo público

En este apartado presentaremos los resultados obtenidos sobre la manera en que los jóvenes perciben su pertenencia a la esfera pública. Una de las apuestas de este trabajo es que la juventud pudiera tener una vinculación particular con lo público y que, a pesar de formar parte de éste, su forma de pertenecer es distinta a la de de otros grupos poblacionales (particularmente respecto a la de los adultos). Hemos visto ya que hay distintas formas de definir a la juventud, sin embargo, la condición transitoria de esta etapa (por más relativa que pueda volverse en la actualidad) es una de sus características elementales. Los jóvenes, eventualmente, cambiarán de estatus ante la sociedad, para convertirse en adultos. Se puede analizar, por ejemplo, la participación particular de los indígenas o de las mujeres en el ámbito público, pero hablar del caso de los jóvenes obliga a hacer referencia a su supuesta cualidad transitoria y considerar, por tanto, que de acuerdo con las promesas que les hacen a los jóvenes algunas instancias, sólo es cuestión de tiempo para que la vinculación de éstos con lo público cambie, a diferencia de la relación de otros grupos minoritarios con lo público.

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En este sentido, otorgaremos especial atención a la consideración temporal presente-futuro en este apartado. La pregunta específica que buscamos responder aquí, es: cuál es el lugar que ellos ocupan dentro de la esfera pública, según su propia perspectiva. Nos interesa descubrir si se sienten parte de lo público como jóvenes, si eso cambiará al ser adultos y, además, explorar la capacidad de incidencia en lo público que ellos creen tener al ser jóvenes, la que consideran que tienen los adultos y aquellas cuestiones referidas a lo público que, de acuerdo con ellos, son independientes de la edad.

5.1 La pertenencia a lo público como joven y como adulto

En las entrevistas se menciona frecuentemente que el compromiso que tienen los jóvenes con el marco de referencia común cambiará a medida de que se conviertan en adultos. Algunos de ellos consideran que, a futuro, tendrán mayor responsabilidad con la sociedad entera, es decir, con un público amplio; mientras que otros opinan que sí aumentará el compromiso, pero únicamente en esferas reducidas, por ejemplo en el medio laboral o en la colonia en donde vivan. Los resultados reflejan que son conscientes de su condición transitoria en cuanto a lo público; el convertirse en adultos significa, más allá del aumento en edad, la obtención de un título profesional, de dinero y de independencia respecto de sus familias.

“Porque con las gentes que están, así, como en la ciudad, piensan que un estudiante no tiene mucho fundamento, hasta que ya tiene un título y ya es mayor. Este, pues no, como que no les agrada mucho; pero no sé, ponle, en 6 años, ya teniendo carrera de Ingeniería civil, ya puedo meter un proyecto que haga… que favorezca a la ciudad.” (Rambo)

La mayoría de edad legal, los 18 años, no representa para ellos un cambio sustantivo en cuanto a la adquisición de un mayor compromiso con la sociedad; ciertamente significa, para casi todos los jóvenes, la posibilidad de ser más libre, entrar a lugares que antes no eran permitidos para ellos y llevar a cabo algunas acciones sin tener que pedir autorización. Varios de los entrevistados relacionan más el estatus legal de adulto con mayores responsabilidades para consigo mismos y para con su familia o su entorno inmediato; no obstante, en el caso de varios de ellos, el incremento en independencia y responsabilidades 138

se presenta de forma relativa, pues reconocen que, de seguir viviendo en casa de sus padres, seguirán sujetos a varias de las decisiones que ellos tomen. “[…] A veces digo… a veces sí me da de: ‘Ah, ya voy a cumplir 18 y voy a hacer lo que yo quiera’. Pero me da miedo, pues implica muchas responsabilidades; a veces lo medito y así como que, bueno, tal vez, ahora, si no me dan permiso de hacer algo en mi casa, digo: ‘Está bien, pero ya cuando tenga 18…’, voy a decir que ya tengo 18 y puedo hacer lo que yo quiera, y probablemente me contestarían: ‘Pues mientras sigas aquí [viviendo en la casa de su padre], va a ser lo que yo diga, o te vas’. Y ¡No!, me imagino que me dicen eso y siento así como una estaca clavándoseme.” (Carelizzia)

Es interesante que ella misma, al pensar sobre las cosas para las que ya se siente lista, remita a cuestiones públicas (institucionales), tales como el emitir el voto; no obstante, no se siente preparada para tomar ciertas decisiones de tipo personal. Varios de los jóvenes comentan, de manera similar, que son suficientemente maduros como para trabajar (lo que constituye una actuación pública), pero no para casarse, por ejemplo. “No me siento grande para vivir sola. Me siento suficientemente grande para votar, para eso sí. No para tomar decisiones como imprevistas, que son decisiones de cosas importantes.” (Carelizzia) “Para tomar decisiones, ahorita, yo creo que ya me siento en una etapa de mi vida en la que sí puedo tomar una decisión responsable. En la que no, ahorita no me siento capaz de, tal vez, mantener una familia o casarme, ya ‘sentar cabeza’, por así decirlo, no; todavía no lo consigo y no quiero.” (Güero)

Respecto a la capacidad de injerencia que perciben tener en lo público, encontramos que poco se percibe que se tengan menores posibilidades como jóvenes que como adultos. Zazú está entre quienes así lo expresan, remitiendo a la imagen del joven-rebelde que algunas instituciones tienen y, por la cual, existe el prejuicio de que la gente de esta edad es incapaz de pensar de manera racional. Pareciera, además, que ella misma ha asumido este prejuicio.

“Pues yo opino que, también, por la forma de pensar, somos como medio irracionales en algunas cosas, como que no se toma tanto en cuenta. O por la forma, también, de pensar… así, religiosa, de que: ‘Ah, son jóvenes, están alocados, como que todavía no piensan bien’. A lo mejor por eso no me considerarían mucho.” (Zazú)

No obstante, la capacidad de agencia directa en lo público, particularmente de formas institucionales y organizadas, no parece tener tanta relación con el ser joven o adulto, de acuerdo con la mayoría de ellos. La cuestión del ser joven parece un determinante mayor para impedirles la participación en decisiones en ámbitos familiares y en espacios como,

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por ejemplo, su colonia; esto es así porque, según lo comentan ellos, son sus padres quienes representan a toda la familia, y quienes tienen la última palabra. “Una vez sí [asistió a una junta de colonos], cuando llegaron al acuerdo de lo del salón de fiestas; fui con mi papá. Pues más que nada son puros hombres en la sociedad de colonos, son puros hombres. […] yo más que nada, lo que pensaba, le decía a mi papá para que lo dijera. Me daba pena como que hablar, era el único chavo que estaba ahí.” (Pollo) “Como que hay veces que llego yo de aquí, de la escuela, y tengo un poquito más tiempo de platicar con ellos [con su familia], pero realmente en las decisiones que se toman en mi casa, pues yo no influyo, yo creo que nadie de mis hermanos, los que deciden son mis papás. Las decisiones las toman entre ellos o, rara vez, las decisiones de: ‘Vamos a ver si vamos este fin de semana a al parque’, eso lo decidimos todos, si vamos o no, pero son decisiones así como que muy leves; las decisiones fuertes se toman entre mis papás.” (Pilarica)

Acorde con las citas de las últimas páginas, resulta particularmente sugerente el hecho de que los jóvenes se sientan listos para votar y para trabajar, además de que se les permita. Sin embargo, tienen menor incidencia en asuntos familiares y de la colonia, puesto que en estos continúan bajo la tutela de sus padres, sin importar si ellos trabajan, aportan dinero a su casa o, en el caso de Pollo, no consideran el hecho de que él ya sea padre. Observamos pues que, hasta el momento, poco se asocia el paso a la adultez con una mayor capacidad de agencia (directa) que repercuta una esfera pública amplia. Si los jóvenes encuentran un obstáculo para participar, por el hecho de ser jóvenes, ocurre más bien en espacios reducidos. Pese a lo anterior, hay algunos elementos expuestos por los informantes en los que se hace una distinción entre la manera de vincularse con lo público amplio de los jóvenes y de los adultos. Al solicitarles que nos mencionaran algo que a los adultos les interesa y que a ellos no les interesa (por ahora), la mayoría propone que lo más importante para los adultos es el trabajo, pues gracias a éste se puede cumplir con la responsabilidad de atender las necesidades de la familia (lo que, en última instancia, es el principal compromiso de los adultos, de acuerdo con los jóvenes). Los adultos, además, se encuentran en una posición en la que no pueden equivocarse, en su vida personal ni en su trabajo, de lo contrario, las consecuencias serían graves; los jóvenes, en cambio, se consideran a sí mismos en un proceso de prueba, de experimentación y, además, reconocen que cuentan con pocas obligaciones reales en su vida.

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“La responsabilidad, el grado de responsabilidad que tienes. Pues sí, más que nada eso, porque adulto como tal pues, si ya no estás estudiando, pues ya de ti dependen tus pacientes; no es así de: ‘Ay, estoy aprendiendo y a veces me equivoco, mañana checo un libro y ya lo aprendo’. Igual y te equivocas y ya está en tus manos un paciente.” (Duckyswift) 25

A diferencia de los adultos, los jóvenes se muestran mayormente proclives a establecer nuevas relaciones, conocer gente y hacer amigos. De acuerdo con la mayoría de los entrevistados, los jóvenes se preocupan por expandir su círculo social, conocer otras culturas y abrirse a lo público. Esto significa que, en estos aspectos, los jóvenes tienen una relación mucho más fuerte que los adultos con el ámbito público, entendiéndolo como el espacio de sociabilidad. En este sentido, de acuerdo con ellos, los adultos tienden más a cerrarse al ámbito privado o a micropúblicos; la mayoría de los jóvenes ven a los adultos como personas que prefieren estar en su casa que afuera, además de que observan que las relaciones entre ellos suelen ser utilitarias, de competencia y, en resumen, más frías que las relaciones establecidas por los jóvenes. “Pues a ellos les interesa mucho, por ejemplo, si tienen dinero, bienes, que qué van a hacer de comer y todo eso.” (Jonática)

Acorde al relato de los jóvenes, los adultos están más interesados en problemas “reales” que ellos; están mucho más al pendiente de las noticias y se preocupan por cuestiones públicas, mientras que ellos pueden seguir viviendo al margen de esto. Entre otras cosas, algunos mencionan que a los jóvenes prefieren los canales de televisión que tratan temas de fantasía, mientras que los adultos se interesan por programas “serios”. Paradójicamente, entonces, los adultos tienen menos interés en el espacio público en términos de sociabilidad, sin embargo sí están involucrados (o, por lo menos, enterados) en lo público, entendido en sus acepciones más políticas.26 Consideramos, entonces, que la vinculación de los jóvenes con lo público, de acuerdo con su propia perspectiva, es de tipo “lúdico” (en sintonía con lo expresado por

25 Duckyswift menciona que se dedicará a la nutrición en un futuro, por lo que hace referencia a sus futuros pacientes. 26 A pesar de que rebasa nuestro objetivo de investigación, resulta sugerente esta concepción del adulto que se encuentra interesado por cuestiones públicas-políticas y, al mismo tiempo, absorto en su medio laboral y en el ámbito privado. En este sentido nos surge la pregunta de qué tanto sus obligaciones y actividades les permiten, a los adultos que trabajan, incidir de manera activa en problema público por el que se interesen. Esta cuestión se relaciona con la sustitución que Ortega (2006) plantea que, en la actualidad, se ha sustituido la acción pública por el estar informado de ésta.

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Urteaga, 2010, pero yendo más allá de la acción performativa) es decir, sin implicar un compromiso u obligación explícita con lo público. Ser joven, según su discurso, es experimentar, probar, errar sin mayores consecuencias pero, al mismo tiempo, es tener el tiempo e interés en vincularse con nuevas personas, llevarse bien con mucha gente y relacionarse con otros en actividades de ocio o en temas alejados de las actividades productivas (como el trabajo). Observamos pues que, según nuestros resultados, los jóvenes se pueden sentir parte de lo público en maneras distintas y pueden tener mayor o menor capacidad de injerencia en distintos ámbitos, dada su “condición juvenil”. La concepción de una limitante para participar de manera directa en ámbitos públicos de decisión, únicamente por el hecho de ser joven, se encuentra poco en los informantes, sin embargo, está presente en algunos de ellos. Resulta más claro que para ellos está limitada la voz en ámbitos como la familia o la colonia, en donde sí se consideran bajo la tutela de los padres. En algunos espectros de lo público, como lo es el espacio de sociabilidad, los jóvenes sí tienen una mayor vinculación con lo público, dado que de acuerdo con ellos tienden más a relacionarse con cualquier tipo de gente que los adultos, así como a mantener una fuerte convivencia con otros. Poco a poco nos vamos aproximando más a comprender el lugar que los jóvenes perciben que tienen en el espacio público. Dado que, a primera vista, no parece que se sientan demasiado excluidos de los ámbitos públicos amplios, por el hecho de ser jóvenes, veremos qué ocurre en el caso de públicos reducidos, particularmente en aquellos constituidos por pares. Veremos si en éstos, acaso, se pudieran sentir más incluidos y comprometidos.

5.2 La pertenencia a microesferas públicas

En este trabajo indagamos en si concebían explícitamente alguna pertenencia a grupos reducidos o a algún entorno que pudiéramos considerar un micropúblico, en los términos de Keane (1997) y Fraser (1999). La mayoría no forma parte ni se identifica con agrupaciones específicas, particularmente con alguna cultura juvenil; tampoco participan en organizaciones más formales. Los pocos casos en los que sí se reconoce alguna 142

identificación, se relacionan con agrupaciones de tipo informal y, dado que están involucrados de forma poco comprometida a éstas, podríamos considerar que su pertenencia es de tipo “simbólico”, es decir, distinto a una membresía oficial y a la participación de manera presencial (Reguillo, 2000). Entre estos casos que, insistimos, atañen a pocos de los entrevistados, se encuentra, por ejemplo, la participación esporádica de Paula en eventos relacionados con el budismo tibetano o el seguimiento que Duckyswift realiza en Twitter de algunos de sus artistas o equipos deportivos favoritos. Esta vinculación les exige poco compromiso y únicamente ejercen esta “pertenencia” de manera ocasional y por recreación.27 El caso de Miguis requiere una atención especial, pues a pesar de ser el único que está relacionado con una agrupación cultural particular que se reúne frecuentemente y comparte conocimientos y expresiones en una esfera muy específica, no lo reconoce como parte de su identidad y prefiere considerarse a sí mismo como alguien “normal”, es decir, la relación que tiene con su grupo de autos “tuneados” no lo hace particular o distinto a cualquier otro individuo de la sociedad. Miguis se presenta, pues, como alguien “normal”, un individuo y un joven sin alguna característica particular. En el caso de Güero y Carelizzia, la organización religiosa de la que forman parte también les supone cierto compromiso, aunque ambos mencionan que lo hacen por gusto y nunca se les obliga a nada dentro de ella. Por tal motivo, consideramos que, a pesar de que algunos tengan cierto apego a alguna agrupación o público particular, no lo asumen como una obligación y tampoco lo reconocen como algo que les provea una identidad particular, en contraste con la importancia otorgada al grupo de pares que se expone en otros estudios sobre jóvenes (Valenzuela, 2009).

“No, digo, el grupo en el que estoy pues son de diferentes grupos, igual, y clases sociales, y todo eso. Y no soy mucho de identificarme, yo me pongo como normal, o sea, ni de hippies ni de fresas. No, sino lo normal.” (Pollo)

Así como Pollo, la mayoría de los entrevistados parece rechazar las “etiquetas”. Hablan de las culturas juveniles, de las agrupaciones formales y de distintos tipos de identidades

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Nos resulta interesante el hecho de que Duckyswift construyó su pseudónimo utilizando el apellido de su cantante favorita: Taylor Swift. De igual manera, aunque no habla de una pertenencia explícita a una comunidad de fans ni nada parecido, Jonática utilizó este pseudónimo dada su afición por el grupo musical Jonas Brothers.

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específicas, como algo más bien negativo o, por lo menos, algo de lo que ellos buscan mantenerse al margen. Mencionan, de manera despectiva, a agrupaciones de cholos, marihuanos, pandilleros, fresas, gente que no estudia, jóvenes que consumen drogas e, incluso, rechazan a otros jóvenes por sus gustos musicales como el reggaetón, la cumbia o la música electrónica, lo que se apega a los resultados de las recientes encuestas sobre discriminación en México respecto a que los mismos jóvenes muestran intolerancia ante la pertenencia de otros a determinadas culturas juveniles (López y Parra, 2009). Si bien las agrupaciones de pares con énfasis en lo cultural resultan un elemento clave de las pertenencias de muchos jóvenes, Reguillo (2000) menciona que éstas tienen la característica de respetar la individualidad, como algo altamente valorado en el actualidad; los jóvenes entrevistados sí comparten este respeto, sin embargo parecen mostrar cierto rechazo a que se les defina a partir de una agrupación o cualquier otro tipo de adscripción, atendiendo a la idea de Pinilla y Muñoz (2008), quienes por cierto también realizan un trabajo sobre jóvenes estudiantes de clases medias (en Colombia) y no sobre agrupaciones juveniles específicas. En cuanto a la manera de vestir que suelen tener los informantes, también manifiestan un apego a la “normalidad” y sencillez, a nada que llame demasiado la atención. Es recurrente, al describirse como alguien “normal”, la mención a ser personas que “se adaptan a todo” o que se pueden llevar bien con cualquier persona, lo que resulta contradictorio al escucharlos hablar de tantos tipos de gente con los que prefieren mantener una distancia y al considerar que el “otro”, el desconocido, aparece en su discurso como alguien egoísta y que se preocupa sólo por sus propios problemas. Los entrevistados tampoco parecen identificarse con la mayoría de los jóvenes en sí; desde su propia perspectiva, éstos son irresponsables, no les importa nada, fuman, toman y usan drogas. La imagen del “joven rebelde” parece estar asimilada por casi todos los entrevistados, por lo tanto es sugerente el hecho de que ellos, a pesar de considerarse a sí mismos como jóvenes (todos se mencionan como tales, en algún momento de la entrevista), son distintos a esta mayoría de jóvenes “insensatos”. La principal diferencia entre éstos y ellos es la responsabilidad y la importancia otorgada al futuro. Siendo responsables y, más o menos, sensatos, como afirman ser, ¿qué tan “jóvenes” son? Dado que “la mayoría” de

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los jóvenes son distintos a como son ellos, ¿no serán ellos, más bien, los “anormales”?, o, ¿qué podría significar el ser “normal” desde su perspectiva? “A veces pienso que estamos desconectados […], no sé si soy yo la anormal o, ellos, los anormales jaja. Es que sí, yo soy como muy [de] pensar antes, o sea, como muy tranquila, no soy de andar de antros, no soy de tomar alcohol, no me gusta el alcohol. No soy de ir a fiestas donde se ponen ‘hasta atrás’, no, no me gusta. O pensar todo el tiempo en novios o así, no. Igual y por ahí puede ser que sí seamos diferentes y no me identifique. O, por ejemplo, me gusta estudiar muchas cosas […], como que sí me gusta mucho ser como responsable, hasta ese punto que a veces exagero y me fijo demasiado en mí. Pero no, más nada es en eso en donde puede haber diferencias.” (Duckyswift)

El “ser normal”, considerando su relato, podría consistir en cumplir con una trayectoria de vida ideal, dentro de la que se encuentra el término de la formación escolar y la inserción en el mercado laboral, como los principales elementos de su reconocimiento público como adultos. Todos ellos, al hablar de cómo se ven en 15 años, remiten a la imagen del adulto como trabajador. En el caso de Arpad, quien pudiera diferir un poco de esta visión, se imagina igualmente como un empleado que cumple con su papel en una empresa, es decir, no rompe totalmente con esta visión de la adultez, aunque tampoco parece asimilarla totalmente; pareciera, pues, una aceptación pragmática de la trayectoria típica. La concepción del “ser normal” también pudiera vincularse con una presentación de sí mismo, ante lo público, que pase desapercibida, es decir, que no transgreda o rompa con lo establecido, pero que tampoco conlleve un compromiso fuerte o que busque algún tipo de reconocimiento positivo por parte del público. Pareciera, pues, que estos jóvenes buscan mantener una vinculación más bien pragmática con lo público, concentrarse primordialmente en su propia vida y no involucrarse de más con éste, para bien ni para mal. Además de la imagen del “joven rebelde” que ellos reproducen en su relato, los entrevistados parecen vincular el ser joven con las manifestaciones culturales, puesto que de manera muy automática relacionan a la juventud con su afición por la música y por tener una manera de vestir distinta a la de los adultos. Aparte de todo esto, existe otra concepción de los jóvenes que es recurrente en su relato: los jóvenes como futuro. En este sentido, la posibilidad de estudiar, de planear, de plantearse metas personales y profesionales y, eventualmente, cumplirlas, también define a la juventud, de acuerdo con la mayoría de los

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entrevistados.28 Esta imagen no se encuentra del todo peleada con la idea del “joven rebelde”, de acuerdo con ellos; esto significa que para cualquier joven se permite cierto grado de inmadurez e irresponsabilidad para consigo mismo y para con los demás; y, los jóvenes que entrevistamos, sienten que cumplen en cierto modo con este perfil. No tener responsabilidades, entonces, no implica per se el ser irresponsables; ellos se apegan más a la imagen del joven como futuro y el grado de “insensatez” que se permiten es mínimo. “Con la mayoría, me siento muy diferente; ya que la mayoría, a veces, se está viendo en todo eso que se drogan, son alcohólicos, son fumadores. Y con la menor parte me siento así, bien, ya que llevan una vida saludable y se divierten saludablemente.” (Jonática) “Sí percibo que, a veces, no soy como muchos de mis amigos. Quizá como por las cosas que han pasado en mi vida, me han hecho ser así, como más seria, pero pues yo siento que igual me aloco a veces, bueno, muy seguido me aloco. No hago cosas demasiado tontas, pero sí, a veces hago tonterías y me equivoco y… pues me siento muy similar a todos los demás, me siento normal.” (Carelizzia)

Respecto a la definición del joven como problema, del joven como menor y del joven como futuro, atendiendo a que los entrevistados parecen haber adoptado estas formas de definir a la juventud y, en parte, a sí mismos, destaca el hecho de que se trate de concepciones formuladas desde la hetero-representación. Esto puede indicarnos que, al menos en una primera mirada, se concibe que la juventud en general tiene poca capacidad de agencia, por lo que debe estar tutelada de alguna manera antes de llegar a la adultez. Por otro lado, si bien han asimilado, igualmente, la imagen del joven vinculado con sus manifestaciones culturales, los entrevistados no mencionan que tengan algún tipo de expresión particular al respecto, solamente que escuchan música “como todos los jóvenes” y que, al igual que ellos, se visten de forma parecida, pero sin preocuparse demasiado por eso ni por tener un único estilo que los defina y busque manifestar algo de sí. En este sentido, esta concepción de juventud no implica, para ellos, una alternativa de autorepresentación. En general, podríamos decir, para ellos la juventud en general no parece tener gran capacidad de agencia y de auto-representarse a sí misma; por suerte ellos se sienten un poco distintos a la mayoría de los jóvenes, así que quizás, en su muy particular forma de ser joven, haya ideas o deseos de auto-representarse en lo público.

28 Claramente estos jóvenes mantienen una postura optimista ante el futuro, en contraste con la que manifiestan otros jóvenes (véase Reguillo, 2000).

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De estas ideas resalta, para comprender la relación de ellos con lo público, el hecho de que la responsabilidad para con ellos mismos y para con la sociedad resulta ser algo “extra” (no incluido en las anteriores concepciones de la juventud), una cualidad positiva y especial, pero no obligatoria. Pareciera ser, pues, que el seguimiento más o menos convencido de la trayectoria ideal de vida que hacen ellos ya resultase algo especial y algo por lo que habría de reconocérseles (puesto que no son tan rebeldes, como se podría esperar); por otro lado, cualquier otro tipo de responsabilidad, fuera de esta trayectoria y fuera del ámbito privado, se percibe como algo opcional, por “gusto” o por voluntad propia, lo que en cierta medida explicaría que nada los ate a vincularse de manera permanente con alguna agrupación, formal e informal, y, además, que nada los fuerce a llevar a cabo alguna otra tarea y, tampoco, alguna acción de mayor impacto en la esfera pública. Entonces, los resultados nos sugieren que ellos han aceptado ciertas concepciones de la juventud, no obstante tienden a considerar que, contra todo pronóstico, ellos son un poco distintos en cuanto a que en ocasiones dan un “extra” respecto de lo que se esperaría de ellos, en el aspecto público y privado. Sin embargo, más allá de ello, ¿podemos decir que en su relato se encuentre la noción de un “nosotros los jóvenes”? Nuestra respuesta es que no. Se asumen como jóvenes, todos ellos, a pesar de que algunos tengan un empleo o ya sean padres; no obstante, no expresan en ningún momento la existencia de algo que pudiera parecerse a una “comunidad juvenil”, así como tampoco detectamos en su relato reivindicaciones en torno a lo que necesita la juventud en general. Al hablar sobre cómo definen a la juventud, en las entrevistas, ocurren dos cosas distintas; o bien remiten a la idea de rebeldía, o bien circunscriben su definición a lo que ellos viven como jóvenes (al ser estudiantes, primordialmente), olvidando por completo a los “otros jóvenes”, no sólo a los marginados, sino a los que únicamente se dedican a trabajar o a los que no estudian ni trabajan. Paula, al escucharse hablar de esto, se corrige inmediatamente y hace la precisión de que hay otros jóvenes de los que, a veces, se olvida. “Pues me siento parecida [a los jóvenes] y muy similar en cuanto a aspiraciones o cosas que queremos, porque supongo que la mayoría queremos como triunfar en la vida y estudiar, y así… pero también está otra gran parte que no tiene oportunidad. Entonces me siento como agradecida e identificada con los que sí tenemos la oportunidad de estar estudiando y trabajando para lograrlo. Con esa parte me siento identificada; con la otra parte pues igual en, pues no sé, en actitudes o en cosas que hacemos como jóvenes, pero no tanto como en aspiraciones y así.” (Paula)

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Al mencionar eso, le pedimos precisar en qué quería decir con “cosas que hacemos como jóvenes”, a lo que nos respondió lo siguiente: “Pues salir, tener amigos, tener una pareja; ese tipo de cosas que buscas en la juventud.” (Paula)

En la revisión de las entrevistas nos damos cuenta, entonces, de que no se habla de que “todos los jóvenes” necesiten algo, ni siquiera hablan de que, como jóvenes, sea necesario que la sociedad les otorgue más voz y más voto. En realidad, aquello que demandan o las críticas que emiten, no tienen relación con la problemática específica de la juventud, sino con situaciones que afectan a toda sociedad, tales como la inseguridad, la corrupción o la pobreza. Comprendemos, pues, que la juventud no conforma una microesfera pública como tal. Dado que todos los informantes son estudiantes, nos preguntamos si acaso este estatus pudiera hacerlos sentir parte de una comunidad; si acaso existiera, de acuerdo con ellos, un “nosotros los estudiantes”. Al respecto, lo que encontramos es que en sus escuelas, la mayor parte de ellos, sí conforman una comunidad, en el sentido de que se sienten pertenecientes y colaboran en actividades en torno a ésta; esto ocurre, en menor medida, en quienes asisten a escuelas de modalidad semiescolarizada; sin embargo, en general, podemos considerar que para los informantes la comunidad estudiantil conforma un micropúblico. “Hicimos una colecta para una compañera, hace como un año. No había alcanzado, ella, a pagar su colegiatura; entonces a veces nos dan como un tiempo o más, pero es con los recargos y todas esas cosas. Entonces pues ahora sí que anduvimos de salón en salón y fue lo que hicimos, para que ella pagara su colegiatura.” (Estela) “Quisieron asaltar la escuela y el guardia como que no los quiso dejar y le dispararon; según yo, fue a la pierna, pero se desangró y se murió. Pero la reacción de los estudiantes fue así como, o sea… para la familia, hay una alcancía para dejarle dinero, a la familia del guardia […], y pusieron veladoras y todos nos vestimos ese día de blanco. Como que ese día me gustó la reacción de todos.” (Gabriel)

No todos se sienten parte importante en su escuela ni, tampoco, los convocan los problemas y actividades que ocurren en ellas. Algunos nos comentan, por ejemplo, que se les dificulta hablar en debates en clase o que no están interesados en acudir a fiestas o convivencias organizadas dentro o con relación a la escuela (ni en aquellas organizadas por los propios alumnos, sin intervención de las autoridades). A continuación vemos qué tanto consideran, Jonática y Jaras, que su opinión ha sido tomada en cuenta por sus compañeros y, después,

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exponemos lo que Duckyswift y Arpad mencionan sobre algunos eventos relativos a la “comunidad estudiantil”. “Pues en la otra [escuela] no mucho, ya que no me expresaba fácilmente con ellos; en algunas cosas no coincidía mucho con todos los del salón. […] Porque había una que otra persona a la que tampoco le caía bien, y pues yo me juntaba con un grupito pequeño de chavos; a los demás como que ni les hablaba.” (Jonática) 29 “[…] Siempre trato de expresar mi decisión, lo que yo pienso, pero sí hay veces que no, que dicen: ‘Tú no’.” (Jaras) “No sé por qué en el área de Salud [de la universidad] hay más incidentes como de alcohol o algo así, como que todo el tiempo es fiesta y tiene que haber alcohol. Y así como que yo no voy a esas cosas, la verdad. Me dicen: ‘Es que va a ser (como le dicen) peda’, o algo así, y yo no voy. Sí digo: ‘A mí ni me avisen de esas cosas porque pues no, no me gustan’.” “[…] prefiero irme con mis amigos a otro lado, porque si hay una kermesse imagino que habrá día libre. Me voy con ellos o a mi casa. En la última, me aburrí.” (Arpad)

A pesar de que casi todos se identifican con el micropúblico escolar, no podemos hablar de que, para ellos, exista una comunidad que englobe a todos aquellos individuos de la sociedad que se dediquen a estudiar ni que su pequeño público exteriorice algo de sí mismo o exponga demandas a la sociedad, como parte de la comunidad estudiantil de una escuela determinada; en este sentido, se trataría de un “público débil”, según Fraser (1999). Hay elementos, eso sí, que a ellos los hacen identificarse con los estudiantes en general (una pertenencia simbólica, en términos de Reguillo, 2000); no obstante, más allá de esto, tampoco expresan demandas específicas a favor de todos los estudiantes (a nivel local ni nacional). Aquí proponemos algunos extractos del testimonio de quienes remiten a una identidad estudiantil. En el siguiente ejemplo, Arpad habla de algunas ciudades caracterizadas por estar habitadas por una gran cantidad de estudiantes, lo que no es un elemento particular de León. “[…] en la ciudad Guanajuato y en Jalapa la gente es tranquila; en los cafés hay tipos que aquí vemos extraños y allá son los comunes, por lo mismo de que son estudiantes y tienen su propia percepción de las cosas, tienen su propia percepción de sí mismos.” (Arpad)

29 Relata lo sucedido en su escuela anterior dado que, al momento de la entrevista, se acababa de cambiar a su escuela actual, por lo que todavía no podía evaluar bien su relación con los nuevos compañeros.

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En el siguiente ejemplo, Rambo expresa que en la organización civil en la que participa se tiene el proyecto de invitar que otros estudiantes, particularmente universitarios, se adhieran a sus campañas. “Somos, la mayoría, puros universitarios, porque se considera que los universitarios son los que sacan adelante al país… y ahí mismo nos reunimos y, no sé: ‘Ustedes dos, que son de la Ibero, son los encargados (y hay muchísimos más voluntarios en la Ibero); y ya, se ponen de acuerdo con ellos y van jalándonos gente…’, y así. También hay en la UNIVA y estamos viendo si lo metemos en el ‘Tec’ y en la mayoría de las ‘prepas’.”

Con estos dos ejemplos vemos que los estudiantes se caracterizan por ser personas críticas, reflexivas y “fuera de lo común” (de acuerdo con Arpad), y con el ser “el futuro del país” (como menciona Rambo). En la siguiente cita Carelizzia expresa su reflexión en torno a que la tendencia de los jóvenes de su colonia a ser “conflictivos”, se debe a que no estudian, o a que sus padres no estudiaron, lo que nos indicaría que los estudiantes podrían caracterizarse, de acuerdo con ella, con ser más proclives al mantenimiento del orden público.

“[…] los muchachos de mi calle… bueno, en mi calle no son tan conflictivos, pero sí se juntan con muchachos de bandas y eso. Cuando éramos niños [ella y sus hermanos] sí les hablábamos bien, pero crecimos y no les hablo; y la mayoría de las personas que viven por ahí, bueno, los jóvenes, la mayoría no estudia, sólo trabaja. A veces me he puesto a analizarlo; por lo general sus papás no tienen una carrera o, quizá, la secundaria también [sic] ni siquiera la acabaron. Es que donde vivo… vivimos en la casa de mi abuelita, entonces pues se conocen todas las familias y demás; y mis tíos y mi papá fueron a la universidad, eran más serios, más apartados de ellos […]. Entonces siento que esa parte influyó en nuestra personalidad como, tal vez… un poco más de cultura, o algo así, nos hace no juntarnos tanto con ellos; les hablamos y todo, pero no convivimos.” (Carelizzia)

Las implicaciones que todo lo anterior podría tener pueden encarrilarse en varios sentidos. En primer lugar, los jóvenes muestran que, como jóvenes, no hay algo que demanden al Estado, a la sociedad civil o ninguna otra instancia; insistimos en que los informantes critican y exigen cosas, pero no se trata de reivindicaciones que favorezcan sólo a los jóvenes y, tampoco, demandas específicas para la población estudiantil. En segundo lugar, no obstante, sí existe una forma particular en que los jóvenes estudiantes se relacionan con lo público, puesto que se percibe que la sociedad les exige aportar algo (a futuro, sobre todo) y, además, se espera de ellos un comportamiento acorde a alguien que tiene cierta “cultura”, como exponen los informantes. El ser estudiantes, más que jóvenes, los posiciona y compromete de una manera particular con el espacio público. Por último, 150

observamos que la responsabilidad que les confiere el ser estudiantes no requiere la acción colectiva de todos cuantos se asuman como tales, puesto que la comunidad estudiantil a la que pertenecen se circunscribe a su microesfera pública escolar; además, el ser estudiante, implica más bien la puesta en marcha de una relación particular con lo público que parta de lo individual, es decir que se exige, sobre todo, un aporte personal a la sociedad, a través de la aplicación de lo aprendido, tanto en su trabajo a futuro, como en un comportamiento que refleje “buena educación” y capacidad de reflexión, en el presente. Las últimas ideas nos hacen pensar que para ellos la juventud, o la juventud estudiante, no constituyen un “sujeto político”, es decir que por mucho que existan características que identifican a quienes se incluyen dentro de estos sectores de la población, para ellos no implican una identidad política; en contraste, por ejemplo, de los movimientos feministas, quienes se han presentado ante el público y han articulado sus demandas con una postura a partir del “sujeto mujer” como “sujeto político” (Ergas, 2000; Tarrés, 2007). Siendo así, si bien reaccionan ante varios problemas públicos, no es como jóvenes ni como estudiantes (de forma individual o colectiva) que van a demandar un mayor reconocimiento o un cambio, ya sea a favor de toda la sociedad o sólo de los jóvenes. Su postura ante los problemas públicos, más bien, parece ser independiente de su edad; esto no implica, empero, que dado que se dan cuenta de las cuestiones públicas de la misma forma que cualquier otro individuo de la sociedad, tengan posibilidades reales de incidir en ellas.

5.3 La pertenencia a lo público independientemente de la edad

Si bien los jóvenes remiten poco a que la edad suponga una manera particular de mirar las cuestiones públicas esto no significa que tengan abiertas las puertas para participar sino, por el contrario, indica el hecho de que hay algunas cuestiones públicas que presentan límites para la participación de cualquier individuo, ya sea joven o adulto, de acuerdo al discurso de los jóvenes. En menor medida, reconocen que hay espacios en los que todos son miembros y a todos se otorga cierta voz, sin importar edad. Veremos, a continuación, en

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qué momentos o definiciones de lo público la membresía se encuentra restringida o abierta para todos, independientemente de los años que se tengan. Al hablar sobre qué tanto consideran que se tomaría en cuenta su opinión en la ciudad, resalta primero el hecho de que todos aludieron a las autoridades municipales y no mencionaron a la población o a la sociedad civil, por lo que la posibilidad de participar en iniciativas populares casi no se considera; las vías estatales parecen seguir siendo las principales formas de involucrarse, aunque susciten desconfianza en todos los entrevistados. Al respecto, se muestra evidente la escasa consideración de uno mismo como agente de influencia en las instituciones políticas y la exclusión que perciben para casi cualquier individuo del ámbito público-estatal. A todos ellos les parece que el gobierno no los tomaría en cuenta (ni siquiera al votar), o por lo menos no lo haría fácilmente. La mayoría de los jóvenes considera que las autoridades sólo ven por sus intereses y escasamente atienden las demandas ciudadanas; para algunos entrevistados éstas serían escuchadas únicamente si se siguen los procedimientos establecidos, si se escriben oficios formales o se acude con las instancias competentes; la posibilidad de actuar de forma contraria a las vías institucionales les resulta menos efectiva que la acción formal o como algo difícil de llevar a cabo. Asimismo, las posibilidades de ser escuchados podrían aumentar si el individuo es alguien reconocido públicamente, si tiene dinero o se muestra con un título universitario o algo que avale su posibilidad de aporte. La mayoría considera que, tanto para acudir con autoridades escolares, municipales o, incluso, en una reunión de colonos, la gente sólo los escuchará si tienen buenos argumentos y una propuesta viable, de lo contrario, si sólo tienen quejas o comentarios sin fundamento, no servirá de nada. La membresía activa en el espacio público-estatal se percibe, para cualquier ciudadano, como limitada. “Sinceramente no tengo confianza [en las autoridades]. Ya no. Como que en algún tiempo tenía, de repente, así, la vendita [en los ojos], pero ya siento que no. Siento que todo se mueve como por palancas, porque: ‘Si tú me das más, yo hago por ti’ […]. Veo mucho… cuando fue el accidente de mi hermano lo vi mucho por ese lado, y en otras situaciones más, pero como que fue en la que más sentí que fue así como que si tienes el dinero, o si tienes el medio, bueno; si no, no.” (Estela) “Siento que podría tener algún impactillo, depende de la manera en que yo decidiera expresar mi opinión; porque si fuera… no sé, expresar tu opinión en una pancarta, sería como: ‘Mira, ¿quién te crees?’, pero podría tener algún otro motivo, ¿no? O no sé, hacer un oficio más serio y llevarlo con la persona adecuada, podría tener impacto. También depende de la idea.” (Paula)

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Hay algunas situaciones en las que, sin embargo, los jóvenes parecieran mucho más involucrados en cuestiones públicas de tipo informal, pero que son independientes de la edad que tienen y, por tanto, al convertirse en adultos, podrán seguir vinculados en ellas. Se trata de acciones voluntarias y, en algunos casos, cotidianas, en las que pareciera que no necesitan una membresía formal ni una obligación para aparecer dentro de lo público. Al mencionar si han hecho algo por lograr los cambios que les gustaría ver en la sociedad, la mayoría responde afirmativamente, remitiendo a acciones que, aunque reconocen que son mínimas, pueden considerarse un aporte.

“Pues realmente, como ahorita no he trabajado en algunas cosas, pues así como muy impactante, no. Pero en la escuela, cuando se trata de algo que se está viendo… que se está haciendo una injusticia, aunque no sea para mí, yo ahí voy de abogada. O con mis cosas en la vida, pues sí trato de ser, con mis decisiones, lo más justa posible.” (Duckyswift)

Esta situación puede relacionarse con su presencia dentro de lo público y con el hecho de que ellos, efectivamente, sí se sienten parte de esta esfera. A pesar de que puedan mantenerse alejados de lo público en algunos temas, en otros no lo hacen; y, aunque en algunos casos su membresía a lo público pueda verse limitada, considerando, o no, su edad, lo cierto es que los jóvenes sí se perciben a sí mismos dentro de una o varias colectividades, amplias o reducidas, en la que pueden tener mayor o menor injerencia.

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IV. MÁS ALLÁ DE LA OBEDIENCIA Y DE LA IRREVERENCIA

En esta segunda parte de la presentación de los resultados nos dedicaremos a contrastar la información obtenida en las entrevistas con las distintas acepciones de espacio público descritas en el apartado teórico; en este sentido, el capítulo representa un intento por desmenuzar y clasificar todas las evocaciones a aspectos relacionados con lo público que los jóvenes hicieron a lo largo de su discurso. El capítulo anterior ha sido una mirada más amplia de los datos, mientras que éste busca elementos más específicos, vinculados con las siguientes acepciones de lo público: lo público-estatal, la comunidad política, el ámbito político ampliado, el espacio de sociabilidad y, además, la consideración de públicos a nivel micro. La indagación empírica se apegó a estas posibilidades y, por tanto, la información obtenida se analizó, en esta segunda parte, bajo estas diferentes formas de definir lo público, con la intención de mantener una perspectiva abierta de lo que pudieran considerar como público los informantes pero, al mismo tiempo, mantenerla apegada a la discusión teórica que ha sido el eje de este trabajo. Es de resaltar que todas estas definiciones de lo público se encuentran, de alguna manera, en el discurso de cada uno de los entrevistados, sin embargo cambia el énfasis con el que se refieren a ellas y la manera particular de vincularse con cada una. Descubriremos, a continuación, de qué forma está presente cada acepción de lo público en ellos y las maneras en que actúan con referencia a éstas, explorando las acciones que pudieran efectivamente realizar o, por lo menos, imaginar, para involucrarse, manifestarse, mostrarse y pensarse a sí mismos dentro del ámbito público. Observaremos, entonces, que algunas concepciones de lo público se encuentran tanto en su imaginario como en las acciones que llevan a cabo efectivamente, mientras que otras concepciones están presentes en su discurso pero, en la práctica, no se vinculan con esos públicos (al menos por ahora), o lo hacen en forma de rechazo, evasión o manteniéndose al margen. Veremos, también, que las acciones orientadas a las diferentes formas de concebir lo público pueden cambiar de intención, buscando en algunas transformarlo o, por el contrario, mantener las cosas como están; además, pueden resistir a lo público, transgredirlo, simplemente hacerse visibles o pasar desapercibidos dentro de él.

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En la segunda sección del capítulo se presentan algunas formas de vincularse con lo público que resultaron de especial relevancia para el trabajo, dado que se muestran transversales a varias acepciones de lo público, porque pueden suponer formas de acción muy vinculadas al contexto en el que se mueven estos jóvenes y puesto que, de alguna manera, resultan sugerentes para ser contrastadas con la literatura sobre juventud en ciencias sociales, en el sentido en que se apegan fuertemente a lo que varias investigaciones han presentado o, por el contrario, expresan posibilidades contrarias. La principal manera de analizar las diferentes formas de acción orientadas a lo público se hizo de acuerdo con el ámbito de impacto y, al hablar de ámbito, nos referimos al marco de referencia común implicado en cada concepción de esfera pública. No obstante, además, utilizamos otras formas de clasificación, referidas a si la acción o la iniciativa es de tipo individual o colectivo, al tipo de compromiso que representa para quien las realiza (de acuerdo a si suponen una responsabilidad a largo o corto plazo, o si se trata de una acción realizada cotidiana o esporádicamente) y a la intencionalidad que se pretende al realizarlas (si se busca transformar la esfera, mantenerla o mostrarse en ella; o bien resistirse o transgredir algún aspecto público). Aunque el análisis de los datos se ha hecho de forma cualitativa, hay ciertas cifras que no quisiéramos pasar por alto. Encontramos alrededor de 90 formas distintas de vinculación de los jóvenes con lo público (mencionadas, cada una, por uno o varios informantes), de las cuales 70 representan acciones efectivamente realizadas y 20 son intenciones de acción. En una primera mirada a estas cifras y a una lista de acciones orientadas a lo público que creamos a partir de las entrevistas, observamos que, tal como lo propusimos al inicio de la investigación, en la vida de los jóvenes se presentan muy diversas acciones vinculadas con lo público, desde las más institucionales y formales hasta aquellas que, a pesar de buscar poco impacto público, demuestran el hecho de sentirse parte de una esfera colectiva. En contraste con un fuerte discurso presente en el sentido común, los medios de comunicación y algunas otras instancias, consideramos que, en principio, estas cifras representan una acentuada consideración hacia lo público en la vida de los jóvenes, por lo que decir que este grupo poblacional no se interesa, no se vincula y vive ajeno a lo público resulta, claramente, debatible. Veremos, a continuación, por qué la

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relación de los jóvenes con la esfera pública debe mirarse, por su complejidad, desde diferentes ópticas.

1. Las distintas formas de entender lo público y de actuar con orientación a éste Como lo señalamos, al contrastar las distintas acepciones de lo público con la información empírica obtenida descubrimos que los jóvenes, en general, reconocen la existencia de varias formas de describir este ámbito. Decir que ellos sugieren la existencia de un públicoestatal, una comunidad política, un espacio político ampliado y un espacio de sociabilidad carece de importancia si desconocemos que, con cada uno de estos ámbitos, tienen maneras muy particulares de relacionarse. Conforme a nuestras conjeturas, vemos que los jóvenes se involucran mayormente con el espacio público de lo político ampliado y con el espacio de sociabilidad, es decir, esferas de lo público que tienen una membresía menos restringida, que implican maneras de actuar menos formales y que se caracterizan, sobre todo, por realizarse de forma cotidiana. Presentaremos los resultados, entonces, de acuerdo al énfasis con el que aparecieron en las entrevistas de los jóvenes. Empezamos, pues, por exponer lo concerniente al marco de lo político ampliado y del espacio de sociabilidad. Luego, presentaremos lo que encontramos en cuanto a su vinculación con microesferas públicas, puesto que representan espacios colectivos en los que los jóvenes expresan un fuerte compromiso. Después, profundizaremos en la manera en que se vinculan con el espacio público de lo político estatal y de la comunidad política, puesto que también aparecen en su discurso, pero su relación hacia estos se vislumbra más lejana, indeseable o irrealizable.

1.1 Granitos y semillitas: Formas de acción orientadas a lo político ampliado Aunque de manera más ambigua que en otros marcos de referencia común, esta posibilidad de concebir lo público también tiene límites, representados por ciertos ámbitos y formas de acción. Tal como se expuso en la revisión teórica de esta investigación, lo público como lo político ampliado va más allá de los límites territoriales (pudiendo vincularse con lo local o 156

lo global) y, además, dentro de esta acepción, se considera que lo público no está resguardado ni por el Estado ni por la sociedad civil (cuando ésta se vincula a un territorio delimitado). El límite de esta concepción de lo público lo determina, entonces, una definición amplia de lo político, es decir, puede incluir todo aquello que conlleve conflicto, antagonismo y decisión (Mouffe, 1999), pero que se encuentre menos vinculado con las instituciones y las normas escritas. Se puede considerar, en este sentido, que éste se caracteriza por ser el ámbito de lo “prepolítico”, de acuerdo con Lechner (1988), relacionado con acciones cotidianas de impacto en el ámbito público principalmente de tipo indirecto, pero intencionado. Se busca contribuir con algo que favorezca a una colectividad, aunque de formas sencillas, tal como propone en el estudio de Harris et al. (2010). Para comenzar esta sección intentamos encontrar, en el relato de los entrevistados, concepciones de algo público que escape a los límites estatales y de la comunidad política, que vaya más allá de la acción político-institucional y de la acción colectiva organizada de la sociedad civil y, por lo tanto, que permita la acción individual, cotidiana y de poco impacto o de impacto indirecto respecto a un cambio deseado en la sociedad, pero que, no obstante, mantenga la noción de algo que se comparte con cualquier individuo, desde el más próximo al más lejano (cuestionando las distancias espaciales, estructurales o ideológicas). El marco de referencia común que supone esta noción de lo público sí está presente en el discurso de los jóvenes. A pesar de que los límites son poco claros en esta esfera se expanden las posibilidades para formar parte de este marco y, de igual manera, se vuelve más flexible (aparentemente) la exigencia que este marco tiene con el individuo, así como más relajado puede devenir el compromiso (dado que no exige una membresía formal o el apego a una normatividad explícita). A continuación mostraremos algunas de las maneras en las que los entrevistados parecen remitirse a una esfera de lo público que escapa a los límites territoriales e institucionales. De quienes aluden a esta noción de lo público, algunos se refieren a un marco de referencia que va más allá de los límites territoriales, aludiendo, por ejemplo, a “la humanidad” o al “planeta” como algo que vincula a todos, o a las consecuencias que nuestros actos pueden tener, se quiera o no, en el vecino o en cualquier individuo desconocido.

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“Me siento, pues, como uno solo, o sea, porque podemos tener las diferencias y todo pero, en sí, vivimos en la misma ciudad, país, en el mismo planeta. Como que todos tenemos la posibilidad de salir adelante mutuamente, ayudándonos unos a otros. Me siento como uno igual.” (Rambo)

A partir de acciones cotidianas que algunos entrevistados llevan o desearían llevar a cabo, podemos observar que se asume la existencia de un público político amplio, dentro del que se ven contenidos y en el que podrían participar en cambios o en la construcción de algo en común. En este punto podemos observar que no es claro quiénes conforman el público, sin embargo se asume la existencia compartida con otros; y, la pertenencia a este marco, no se restringe a una agrupación o nacionalidad específica, sino que puede considerarse que cualquier individuo puede ser parte, junto con uno, de la misma esfera de lo público.

“Sí, que fuera más justa [la sociedad], porque siento que a veces, por el egoísmo ni te das cuenta; lo haces como por cotidiano, cometes muchas injusticias e involucras a otras personas que, igual, pueden ser afectadas por tus decisiones, llámese desde políticos hasta lo que sea. Puedes afectar por egoísmo y hacer injusticias; yo creo que por ahí. Si dejáramos de pensar tanto en nosotros mismos, si pensáramos, equitativamente, tanto en nosotros como en otros, podría ser cambiar [sic] las cosas.” (Duckyswift)

Los marcos que definen lo público, entonces, parecen susceptibles de expandirse más allá de los límites territoriales o institucionales, están más lejos o más cerca de eso. Esto no implica una disminución en el interés por cambiar algún aspecto de la sociedad o la desvinculación del destino compartido con otros. Ante la concepción de uno mismo tan involucrado en el cumplimiento de su propia trayectoria y tan insignificante en comparación con el tamaño de los problemas del país, como el narcotráfico, la violencia, la pobreza o la corrupción en las instituciones, tomamos en cuenta las acciones más “modestas” que reflejen, en los jóvenes, interés por lo público y que, a pesar de tener un bajo o indirecto impacto en la gran esfera colectiva, se piensen como una contribución y denoten cierto compromiso con “ese algo que es de todos”. La esfera de lo público como lo político ampliado tiene la característica de abarcar aspectos tanto muy cercanos como muy lejanos al individuo, pero implica el interés por contribuir, de alguna manera, a la vida de todos o, al menos, a la vida del otro, que puede ser desde el peatón con el que se comparte la banqueta hasta cualquier habitante del planeta, si se considera que, también con éste, existen elementos compartidos. El decir que esta forma de entender lo público va más allá de lo establecido de manera institucional, no 158

significa que el Estado o la sociedad civil estén en contra de estos marcos “alternativos” de referencia común, ni que promuevan acciones diferentes a las que se desarrollan en ellos; por el contrario, frecuentemente el gobierno y diversas organizaciones civiles intentan implementar acciones que trascienden el interés de sus propias jurisdicciones, como el cuidado al medio ambiente. La diferencia es que, al mencionar de manera concreta ciertas acciones que llevan a cabo, los entrevistados emiten un discurso alejado de las instituciones y apelan, más bien, a una convicción propia, a cuestiones del sentido común o a valores universales. En la siguiente cita vemos cómo Gabriel, a pesar de la falta de información por parte de las autoridades, tiene ciertas prácticas de cuidado al medio ambiente. También vemos cómo, en el caso de Fernando, está presente cierto compromiso al conducir.

“Como muchas campañas que hacen [el gobierno], o sea, hasta con lo de las pilas (en los Oxxos hay botecitos donde echas las pilas que ya no sirven); pero nunca hay demasiada publicidad. Por ejemplo, yo voy con compañeros y hay gente que ni sabe, como para ir a dejar tus pilas, y no saben cuánto contaminan. Lo mismo de separar la basura, como que no, no ha habido como la suficiente iniciativa del gobierno para inculcar esa cuestión en la gente. [...] Como que no ponen mucho de su parte. […] de las pilas, las vamos guardando en mi casa y ya. ‘Mamá, voy al Oxxo. –Ten, llévate las pilas.’ O aparatos electrónicos, porque también hay otro contenedor de aparatos […], y vas y lo dejas en un contenedor que está en Soriana. Hay gente que lo ignora por lo mismo que no sabe, y cómo van a saber si tampoco dan información.” (Gabriel)

“En la calle, por ejemplo, manejando, o cuidando a alguien o, no sé, algo así que digas: ‘Es mi responsabilidad’. Por ejemplo, traer a alguien en tu coche, pues es tu responsabilidad, y si algo pasa por las calles, al final de cuentas, si tú tienes un accidente y algo le sucede a esa persona, tú eres responsable; y decir: ‘Ay, no pasa nada’, no, eso no. Y, por ejemplo, cuando salgo a fiestas, que tomo o algo así, busco no traer mi coche, sino que más bien me voy en taxi o algo así, porque no me gustaría que, por andar en mis loqueras, pueda suceder un accidente y matar a alguien, o sea, es algo que a mí, en lo personal, me da mucho miedo. No me gusta tomar cuando traigo mi coche; me gusta, más bien, hablarle a un taxi, o a mis papás decirles: ‘Sabes qué, papá…’ Digo, si sucede un caso: ‘Sabes qué, papá, ¿puedes venir por mí, por favor?’. Es algo que, bueno, en cuento a eso, pues soy muy responsable, muy responsable.” (Fernando)

Las formas de acción que encontramos en las entrevistas, respecto a esta acepción de lo público, son mencionadas una o varias veces por la mayoría de los jóvenes; resalta el hecho de que casi todas responden a acciones que efectivamente se han llevado a cabo, a comparación de lo que veremos en las otras secciones de este apartado, en donde las formas de actuar en torno a otras acepciones de lo público se conocen, pero no se han realizado ni intentado realizar. Por tanto, las acciones referidas a lo político como lo político ampliado, se encuentran entre las que más realizan los entrevistados (junto con orientadas a lo público 159

como espacio de sociabilidad); esto debe resaltarse dado que se trata de acciones “sencillas”, sin embargo denotan un interés e involucramiento efectivo en lo público y llevado a cabo en el día a día, todo lo contrario a la aparente “apatía” pública en los jóvenes. Respecto a las acciones específicas que se han llevado a cabo, todas ellas son de iniciativa propia y se han realizado de manera individual o en compañía de familiares o gente cercana. Por la naturaleza de esta concepción de lo público y su menor vinculación con lo institucional, las acciones se efectúan, en su mayoría, de forma cotidiana; no son acciones que busquen expresamente el cumplimiento de una meta clara ni que se consideren influencia de alto impacto en la solución de algún problema público, y tampoco son acciones muy especiales o llamativas; sin embargo, quienes las desarrollan encuentran una relación entre un aspecto del ámbito público y la ejecución cotidiana de algunas acciones que pudieran influir en éste. “O sea, como que siento que yo, con proponerme lo que yo quiero hacer, y cumplírmelo, como que yo digo que ahí yo ya estoy cambiando. O sea, y también, lo de las drogas me desespera demasiado, o sea, no me gusta que la gente lo haga; yo ni siquiera las he probado, entonces como que digo: ‘Yo ya estoy poniendo mi granito de arena’.” (Gabriel) “[…] trato como de sembrar esa semillita en los demás, de que no, o sea, no te van a dar las oportunidades en la mano, ve y búscalas, trabaja, lucha por lo que quieres.” (Paula)

A pesar de que ellos mismos consideran que estas acciones representan una aportación mínima, que son “granitos y semillitas” que pudieran, posiblemente, impactar, y que muchas veces se limitan al hacer, cada uno, “lo que le corresponde”, nos parece destacable el hecho de que vinculen esto con el “bien común” o con la creencia de que sus acciones redundarán en un beneficio para todos. En la última cita de Gabriel vemos que, además de acciones efectivas, se puede evitar hacer o decir ciertas cosas, y de esta forma podrán, si bien no necesariamente “actuar a favor” de algo, tampoco complicarían alguna situación pública, como el problema de la venta de drogas. Además de estos ejemplos, podemos encontrar que los entrevistados mencionan acciones como las siguientes: ayudar a alguien a encontrar una dirección, relatar sus propias experiencias para que otros no sufran lo que ellos vivieron, tratar de que sus decisiones no afecten a otros, ayudar a los discapacitados a desplazarse, entre otras cuestiones. Hay 160

acciones vinculadas con el espacio público de lo político ampliado y que, no obstante, merecen especial atención; son aquellas en las que los informantes señalan que, por medio del estudio y del trabajo, en su desempeño cotidiano, podrán realizar alguna contribución de impacto mayor, aunque indirecto. Proponemos un ejemplo a continuación aunque, por la relevancia que tiene para ellos la escuela y el empleo, abordaremos el tema en el segundo apartado de este capítulo, a mayor profundidad. “Pues yo pienso que el compromiso es de ser estudiante; de, con eso, lograr que, al finalizar los estudios, esa persona sea como una persona de bien y que ayude a aumentar la economía.” (Zazú)

Las acciones que englobamos con el nombre de “granitos y semillitas” se caracterizan, en su mayoría, por pretender un cambio en las situaciones del presente y resalta la intención de influir en el entorno más próximo para que, de alguna manera, se pueda lograr algo a nivel más amplio; asimismo, resulta importante la apelación a la tolerancia y al respeto al otro, así como la abstención de realizar algunas acciones para evitar molestar al otro. Esta forma en que se presenta lo público, a diferencia de otras, es ambigua, pero tal como lo pensamos desde un principio, representa una alternativa de vinculación con una colectividad, sin exigencia u obligación explícita, alejada de lo institucional y, por ende, mucho más acorde con las prioridades y posibilidades reales que los jóvenes perciben según su papel dentro de lo público y su capacidad de injerencia.

1.2 Siguiendo la corriente: Formas de acción orientadas al espacio de sociabilidad En esta subdimensión, correspondiente a lo público como espacio de sociabilidad, se encuentran aquellas normas y pautas (particularmente aquellas no escritas) que, al ser compartidas por los miembros de una determinada sociedad, limitan la acción llevada a cabo dentro de la misma y constituyen un orden. La noción de que, en el espacio público, se espera una determinada acción del individuo y una manera específica de conducirse en él, orientada por valores y normas compartidos, da forma al espacio de sociabilidad (Weintraub, 1997). En esta concepción de lo público, como hemos expuesto en el apartado teórico, no se contempla una idea de “bien común” ni se busca, de manera explícita, una

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transformación de esta esfera; además, las normas y valores no se encuentran establecidos ni resguardados por alguna instancia en particular, sino que están en “lo social”, es decir, en aquél espectro inasible que va más allá de los individuos y la suma de éstos. En síntesis, este marco de referencia común no contiene un objeto claro al cuál resguardar ni un responsable con el cuál disputar su control o al cuál culpar por su deterioro. La noción de lo público como espacio de sociabilidad puede implicar, no obstante, la necesidad de mantener el orden pero, más allá de eso, no exige ni invita al individuo a tener un mayor involucramiento o compromiso, a diferencia de las anteriores acepciones de lo público. A través de los datos obtenidos podemos observar que, en todos los entrevistados, es posible encontrar la apelación a un marco de referencia común que remite al espacio de sociabilidad, es decir, todos ellos reconocen desenvolverse dentro del marco de lo social. Al preguntar sobre algo que no harían en público, dejando abierta la forma de entender lo público, todos remitieron a aspectos vinculados con las normas y valores del espacio de sociabilidad. “Pues quitarme la ropa, creo que nunca lo haría. Y algo que no me importe hacer en público, pues, hablar en público o pararme en un escenario, o algo así. A veces sí me dan nervios, pero no me importa hacerlo.” (Carelizzia)

Observamos que este marco común de referencia también puede encontrarse, en el relato de los entrevistados, al remitirse a posibles transgresiones al orden social. Dentro de esta esfera, como se expuso en el apartado teórico, se busca evitar el conflicto y mantener, si bien no una relación de proximidad, un mínimo de cordialidad. Al respecto, una transgresión pudiera ser la manifestación explícita del conflicto en lo público, lo que algunos de los entrevistados buscan evitar. “Pues hacer bromas en público, más que nada bromas en público, pero que no se vayan a sobrepasar de mis límites o vaya a haber algún problema. O sea, saber lo que haces y con un límite para los demás, que no vaya a ser molesto o cosas así.” (Pollo)

En esta manera de concebir lo público, como vimos con autores como Goffman (2006) y Sennett (2011), resaltan elementos como el mantenimiento de un orden y la contención de sí mismo, adecuando la acción individual a una situación específica y a un marco de expectativas de los demás. Al manifestar tanto deseo de mantenimiento, como de 162

contención, podemos observar que en los entrevistados se encuentra arraigada esta versión de marco común de referencia; se respeta el orden y se actúa de la manera esperada en éste y, por otra parte, se reservan algunas cuestiones para el ámbito privado, como el comportamiento violento o el consumo de alcohol y drogas; asimismo, se reconoce que en lo público muchas veces se muestra una cara que expresa algo distinto a lo que en realidad se siente o se piensa. Además, en el espacio de sociabilidad la gente puede mostrar un comportamiento acorde con ciertas pautas y, tal vez, exaltar algún aspecto de sí mismo para esperar ser notado dentro de la sociedad o, por el contrario, para pasar desapercibido y no romper con las expectativas; estas formas de acción son llevadas a cabo de diversas maneras por todos los entrevistados. En relación con esta forma de concebir lo público, algunos refieren a vestirse de manera peculiar para expresar algo de sí mismos o simplemente para no romper con lo “esperado”, como en este caso: “Pues no sé… por decirlo, si te vas a arreglar, tienes que ver como para la ocasión; si es así, un día normal, pues te vas a vestir equis. Entonces como que también hace que vean a las personas… o sea, lo que piensen de ti. […] dependiendo la ocasión, te arreglas mucho o poco.” (Majo)

Son también frecuentes las apelaciones al cantar, bailar o actuar en público sin que les dé pena, aunque en general no podemos decir que estos jóvenes se caractericen por emplear, habitualmente, expresiones culturales muy específicas, como pudiera ser el caso de muchos de los jóvenes, de acuerdo con algunos estudios (Morduchowicz, 2003; Rodríguez, 2002). Miguis es el único que pudiera vincularse con este tipo de expresiones, dada su afición por los autos modificados; es de destacar que él sea el informante que muestra menor interés por cuestiones públicas, menor vinculación de su propia vida con la esfera pública y poca facilidad (como el mismo lo manifiesta) para expresarse verbalmente en su casa y en su escuela; además de que considera que sería muy difícil que en la ciudad lo tomaran en cuenta, pues argumenta que no tiene los conocimientos para poder aportar algo. Lo que se busca con el “tuning”, de acuerdo con él, no implica ningún mensaje específico para la sociedad, aunque sí se espera obtener atención, al mostrar algo diferente a lo habitual.30

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Miguis, como ya mencionamos, no tiene auto. Aspira, en un futuro próximo, a comprar un auto, modificarlo y mostrarlo.

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“[…] o por decir, lo del tuning, que los morrillos se den cuenta de tu carro, que tu carro es chido, diferente a los demás.” (Miguis)

En lo público como espacio de sociabilidad, las acciones de los jóvenes son más de tipo individual que colectivo; se llevan a cabo de manera cotidiana y, en algunos casos, de forma esporádica o cuando así lo amerita la situación, como en el caso que mencionan Pilarica y Fernando, de detener un pleito entre dos personas en la calle. La intención que predomina en las acciones mencionadas por todos los entrevistados es de mantenimiento, es decir, se busca conservar y no interferir en el orden social; sin embargo, esta definición de lo público permite llevar a cabo acciones que denoten otras intenciones, tales como la mera expresión de sí mismo o la transgresión, elementos que están presentes en algunos informantes. “Pues últimamente me desabrocho el pantalón cuando me siento, porque soy un poco sensible. A veces eructo, pero tal vez esto ya no lo hago tan seguido.” (Arpad)

Así como en el apartado anterior, las formas de acción orientadas al espacio de sociabilidad son mayormente acciones que sí han sido llevadas a cabo, por lo que en menor medida se trata de intenciones de acción que sólo estén presentes en su imaginario. Destaca el hecho, además, de que estas formas de acción son las que se encuentran con mayor frecuencia en todos los entrevistados, a diferencia de las vinculadas a las acepciones de lo público como algo político.31 Esta situación se apegaría a la idea de que los jóvenes encuentran más abiertas las posibilidades para participar en este ámbito, dado que no se exige una membresía formal, tener una edad determinada, ni un compromiso extra, únicamente el conocimiento de las pautas sociales y, a partir de esto, actuar. No son frecuentes en los entrevistados las formas de expresión que pudieran contener algún mensaje o que busquen manifestar algo más o menos específico. Aparecen en los entrevistados, principalmente,

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Lo que distingue a esta acepción de la visión de lo público como lo político-estatal, la comunidad política y lo político ampliado es que carece del elemento político. No obstante, se mantiene muy cercana, sobre todo, a la noción de lo político ampliado, dada la ambigüedad de sus límites; la diferencia analítica que proponemos nosotros es que, en esta última, sí se busca explícitamente incidir en algún tipo de beneficio para la colectividad (aunque de forma “mínima” o indirecta), mientras que en la noción de lo público como “espacio de sociabilidad”, atendiendo a la propuesta goffmaniana, lo que rige la actuación de los individuos y permite el orden social son normas no escritas y determinadas formas de acción conocidas por casi todos los participantes de la “obra” colectiva. En este sentido, lo único que se busca explícitamente es seguir el “guión” o causar un determinado impacto (controlado) en los demás, al ser notado por ellos o transgrediendo manifiestamente la actuación esperada.

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formas de acción nuevamente sutiles, que reflejan más la aceptación del orden público que el interés por su transgresión y, más que en ningún otro marco de referencia común, en este parecieran tener una aceptación completa por los demás y ejercer plenamente una pertenencia.

1.3 Empezar por lo que está en sus manos: Formas de acción orientadas a microesferas públicas Uno de los puntos de partida de este trabajo ha sido que lo público puede concebirse de diferentes formas e, incluso, que un mismo individuo puede orientar su acción con miras a más de una esfera de lo colectivo. Si se considera lo público como una microesfera se está hablando de una agrupación que, sin remitirse específicamente a límites territoriales, considera a una colectividad reducida y, a diferencia de la visión de lo público como lo político ampliado, aquí lo público tiende a cerrarse y a ser excluyente (sin ser, necesariamente, hostil con el exterior), así como a delimitar sus propios proyectos colectivos y actuar en torno a éstos. Los jóvenes expresan reacciones ante las grandes esferas de lo público, pero no siempre demuestran demasiada relación con ésta y, mucho menos, el apego a un fuerte compromiso. A través de la consideración de autores como Keane (1997) y Fraser (1999), respecto al reconocimiento de micropúblicos dentro o fuera de una esfera más amplia, decidimos indagar en qué formas de acción pudieran llevar a cabo los jóvenes que refirieran a contextos públicos reducidos. Todos los entrevistados llevan a cabo acciones orientadas a microesferas públicas; en el caso de algunos, se considera que un público extenso no logrará involucrarlos en la misma medida que lo hará un público reducido, como es el medio laboral en el que se van a desenvolver en un futuro; algunos otros, por su parte, reconocen que pertenecen a una esfera reducida de otra índole, por lo que ciertos proyectos, actividades o metas, se orientan fuertemente por éstas, constituidas por ejemplo, como es el caso de Güero, por una agrupación religiosa. “Sí, o sea, lo típico es… como cristianos, como un cristiano normal, tenemos que leer, tenemos que estar en la mañana, un tiempo, con Dios. No se te pide nada, es independiente, la salvación es personal; pero por ejemplo, bíblicamente, el domingo es el día del Señor; tienes que descansar, tienes

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que ir a la mesa, alabar a Dios. O sea, no es a fuerza, si puedes y quieres; no se te obliga, no se te regaña; tenemos qué tener como vida de Iglesia, o sea, visitarnos… no necesariamente se tiene que leer la Biblia, pero sí un apoyo mutuo, ¿me entiendes? O sea, reunirnos para platicar, ver un tema, quizá de la Biblia, leer, ir a predicar, compartir.” (Güero)

Como vimos en el capítulo anterior, pocos de ellos reconocen la pertenencia a agrupaciones específicas y, por el contrario, tienden a rechazar la identificación con algunos determinados grupos o con subculturas juveniles. No obstante, la mayoría de ellos participa, por lo menos, en actividades organizadas dentro de la escuela o en acciones en favor de lo que podríamos llamar la “comunidad estudiantil”. Las formas de acción que señalan respecto a contextos reducidos son mucho más numerosas que las referidas a las otras formas de entender lo público (rebasan a cada una de ellas por separado, pero no a la suma de una con otra). Del total de posibles acciones, observamos una división equitativa entre iniciativas individuales o colectivas; un ejemplo de las primeras puede ser el presentar una queja a las autoridades escolares, mientras que del segundo tipo podemos encontrar la participación en grupos de estudio, organizados por los propios estudiantes. Dentro del ámbito escolar, además, han participado en colectas para ayudar a la escuela, en debates en clase y, algunos de ellos, han sido parte de sociedades de alumnos. Algunos de los entrevistados han fungido, además, como líderes, dentro de algunas de las acciones llevadas a cabo de forma colectiva.

“Pues depende de qué tan buena sea mi opinión, pero supongo que si fuera una buena opinión, sí tendría respuesta buena; o sea, conozco a muchos de mis compañeros, entonces sí habría… como que podría mover más gente en esa sociedad.” (Paula) “[…] soy mucho de, si alguien no le entiende, de mis compañeros, les digo: ‘¿A qué no le entienden?’ e, incluso, a veces los fines de semana, si los tengo libres, les digo: ‘Pues les ayudo a estudiar’, y se van a mi casa; desde la ‘prepa’ iban a la casa y ahí les enseñaba a estudiar, bueno, la materia en que tuvieran las dudas o así. Incluso alguna vez, en ‘prepa’, varias veces de hecho, en cálculo, me quedaba ahí; salíamos a la 1:30 y en el salón nos quedábamos. Yo ahí, en el pizarrón, yo bien feliz, escribiendo mis ecuaciones y demás. Y era por el lado en el que les ayudaba yo.” (Duckyswift) 32

Es interesante observar que algunas acciones se pueden trasladar, de acuerdo con ellos, del público amplio al público reducido, ya sea porque se trata de asuntos que competen a los

32 Es interesante que ella, para las actividades académicas, sí se involucre con sus compañeros y hasta les ofrezca su apoyo para estudiar; sin embargo no participa en fiestas o actividades recreativas, como lo expresó con su rechazo a las borracheras organizadas por la gente de su escuela.

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individuos de distintos ámbitos (macro o micro) en los que se desenvuelven, o bien porque en el público amplio resultan difíciles de hacer, por lo que, en el mismo sentido de hacer alguna aportación “modesta”, se comienza con algo de impacto a nivel micro. “El semestre pasado, o el año pasado, subió la tarifa del transporte público y todo el mundo se quejaba, yo también me quejaba porque no me parecía justo, porque no daba los requerimientos del transporte. Y bueno, quizá sí sea de calidad, pero uno que lo usa pues te das cuenta que no; o quizás sea bueno, pero no es de acuerdo a las necesidades de aquí. E hice una colecta de firmas de todos los de la ‘prepa’ para… pues reclamar, pero no nos hicieron caso. […] El director me ayudó. Hicimos una carta; la íbamos a publicar en el periódico pero no sé por qué no la publicamos. La llevamos a Presidencia, pero bueno… la Sociedad de Alumnos debió apoyar un poco más en eso…” (Carelizzia) “Ahorita va a haber un simulacro de las Naciones Unidas en el Tecnológico de Monterrey, y a mí me tomaron en cuenta, de la escuela, como un delegado, como un representante de la escuela y de un país [para presentar y defender, de manera informada, la posición de dicho país].” (Fernando)

Al preguntarles sobre si alguna vez han hecho algo por alguien, son frecuentes las referencias a los amigos o a los compañeros de escuela con los que se llevan más. Podemos discutir si ellos constituyen un micropúblico o si forman parte, más bien, del ámbito privado; de cualquier manera, nos parece importante destacar que los jóvenes se muestran muy apegados y comprometidos con sus amigos, además de que tienen la certeza de que éstos los escucharán y podrán contar con ellos. Jonática, por ejemplo, quien se muestra en desacuerdo con el hecho de que los jóvenes en general consuman alcohol en exceso, quizás no pueda impedir que lo sigan haciendo, sin embargo menciona que aconseja a sus amigos y compañeros cercanos (quienes, al igual que ella, son menores de edad) a que no lo hagan y a que, en su lugar, opten por otras formas de diversión. Quienes pertenecen a microesferas más específicas, cumplen con mayores requerimientos dentro de éstas; Güero y Carelizzia, por ejemplo, están comprometidos a colaborar con sus comunidades religiosas y a mirar por sus integrantes. Miguis menciona, que, además de acudir regularmente a las reuniones del club de autos “tuneados”, está pendiente de las publicaciones en internet al respecto y participa en una red social virtual en donde suben fotos y hablan de las modificaciones realizadas a los vehículos. Las microesferas de estos jóvenes constituyen más bien, un grupo cerrado al exterior; no buscan expresamente tener algún impacto en la esfera pública amplia y, de hecho, en el caso de Güero, los valores de su comunidad cristiana lo han hecho sentirse muy desvinculado de de la sociedad en general.

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Hablando de grupos en internet, debemos mencionar que todos los entrevistados dicen tener Facebook y, la mayoría de ellos, señala que pasar tiempo en esta red social es la principal actividad que realizan en el espacio virtual. En dicha red social, sólo incluyen a personas conocidas, amigos y familiares; casi todos bloquean su página personal de tal manera que la gente desconocida no pueda ver aquello que “publican”. A diferencia de lo que mencionaba Siblia (2009), estos jóvenes no desean hacer pública su vida privada a través del internet, únicamente suelen vincularse con individuos que no son tan ajenos a ellos en la vida real. En este sentido, podemos hablar de que para ellos el Facebook constituye un micropúblico; lo que hablan y comparten dentro de éste refiere a cuestiones personales o privadas (aunque no muy íntimas), y pocas veces tratan temas que superan la propia microesfera y tocan aspectos relativos al público amplio, como pudiera ser la discusión de algún problema del país, por ejemplo. “En Facebook publico, tal vez, algo que no sea tan íntimo. O sea, mi creencia, por ejemplo; sí pongo versículos de la Biblia, lo que creo… pero así, cosas sentimentales, no se lo digo a cualquiera. No publico con otros mi relación, de que tengo problemas con mi pareja o que estoy triste por esto; no, no soy tanto de expresar eso.” (Güero) “O sea, no tengo a gente que en realidad no conozca; no vas a agregar a un desconocido que no sabe nada de tu vida. Más que nada, en el ‘Face’, familiares y amigos que en realidad conozco bien, bien, bien.” (Pollo)

Duckyswift es la que muestra mayor relación, a través de internet, con un público amplio, pues además de participar en algunas “comunidades” de Twitter sobre temas públicos de su interés o sobre sus artistas favoritos, ha subido videos suyos en Youtube y están a la vista de cualquier persona. “Nos gusta grabar canciones o irnos a karaokes, o así. Entonces un amigo se lleva así como su equipo a la casa e instala un estudio, como de audio, con computadora y todo; y sí hay dos canciones en Youtube mías, subidas, pero se escucha nomás la voz, y la pista, pues.” (Duckyswift)

Dentro de las microesferas, los jóvenes pueden tener un compromiso mayor y a más largo plazo que dentro de asociaciones o actividades vinculadas con el público amplio; pero también pueden tener vínculos más laxos como los que Duckyswift tiene por medio de Twitter. La intencionalidad que pudieran tener ellos al participar en acciones orientadas a los contextos reducidos a los que pertenecen son, primeramente, de modificación a algún aspecto que pudiera mejorarse dentro del mismo, pero también se busca el mantenimiento

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de la esfera, aunque en muchos casos no se busca mayor objetivo que la convivencia y el disfrutar un buen rato todos juntos. Los jóvenes también se interesan por las microesferas públicas en las que participan y se muestran más comprometidos con ellas que con el público amplio, quizás porque se percibe algo más próximo y se sienten mayormente pertenecientes y aceptados en esas esferas. Es de destacar el hecho de que frecuentemente son ellos los que reconocen que, si bien el público amplio es algo lejano (que, sin embargo, los incluye y les interesa), el participar con algo, dentro de las microesferas de las que forman parte, el contribuir en ellas, ya es una manera de mostrar que están involucrados en algo más que su propia vida. A continuación nos enfocaremos en las acepciones de lo público en las que los jóvenes no desean involucrarse, consideran que no pueden o, si lo desean, vislumbran esta posibilidad como lejana.

1.4 El simultáneo respeto y descrédito a la norma: Formas de acción orientadas a lo público-estatal Al concebir a lo público como lo estatal, sus límites se encuentran determinados por la estructura legal y, a su vez, resguardados por las instituciones políticas. Lo público, por tanto, refiere a aquellos bienes que pertenecen a toda una nación pero que se encuentran vigilados o administrados por el Estado; asimismo, alude al orden que debe imperar en un territorio y, por tanto, se protege de cualquier acción que atente contra éste. Al respecto, encontramos que todos los entrevistados aluden, en algún momento, a lo público como lo estatal; es decir, reconocen su existencia y, además, la influencia que, de alguna u otra manera, este marco de referencia común tiene en su vida. A diferencia de otras acepciones de lo público, si se ignoran los límites de la esfera público-estatal los individuos podrán ser sancionados legalmente, además de que la ley pesará sobre ellos independientemente de su conocimiento de la misma o de su conformidad o inconformidad con ésta. La mayor parte de los informantes refiere a lo público en términos de lo prohibido y lo permitido por la ley; escasamente refieren, por ejemplo, a la participación ciudadana o a alguna contribución para la ciudad o el país, por medio de instituciones estatales. Para descubrir en qué medida, en su relato, se encuentra la 169

visión de lo público delimitado por el Estado, se indagó específicamente en lo que significaba para ellos la llegada a la mayoría de edad y en la posibilidad de ejercer un mayor compromiso con la sociedad, a partir del estatus de ciudadano. A pesar de que todos reconocen el marco de referencia común vinculado con el Estado, muy pocos relacionan directamente la mayoría de edad con un mayor compromiso con lo público. La mayoría de ellos asocia los 18 años únicamente con la adquisición de mayor libertad para salir, adquirir bebidas alcohólicas y tabaco, independizarse (relativamente) de las decisiones familiares y hacerse responsable de la propia vida.

“De hecho fui a sacar mi credencial como 3 meses antes de cumplir 18 y no me dejaron. Pero luego volví a ir como un mes antes y ya la saqué. Pero yo estaba muy emocionada […]. No tanto por el poder votar y esas cosas, pero como por poder entrar a los antros, ir a lugares. Eso me provocaba mucha emoción.” (Paula)

Es de resaltar la relación que varios informantes hacen entre la mayoría de edad y la posibilidad que se abre de ir a la cárcel. Antes que mayores oportunidades para involucrarse en los asuntos públicos de manera formal (votando, por ejemplo), se señala que se incrementa para ellos el riesgo de ser encarcelados, por lo que al cumplir los 18 años la gente pasa a ser objeto de mayor vigilancia en ciertos aspectos, aunque también se les retirará la custodia para acciones tales como el consumir alcohol. Aunque el tema de la cárcel y el castigo lo mencionan varios entrevistados, Miguis, Rambo y Arpad son los únicos que han tenido experiencias vinculadas con esto. El primero de ellos menciona, por ejemplo, que el año pasado fue arrestado injustamente, pues se le acusaba de haber “graffiteado” una pared y era falso; Rambo, por su parte, también fue arrestado (antes de cumplir 18 años), pero en su caso sí confiesa haber lanzado huevos a algunos vehículos que transitaban por la calle. Curiosamente Miguis primero, aun siendo inocente, debió permanecer varias horas en los separos, hasta que le levantaron el castigo; sin embargo Rambo se libró de ello al pagar una fianza. Consideramos que fue debido a las posibilidades económicas familiares el hecho de que uno haya podido pagar la fianza y el otro no, pero en ambos casos resalta que se sepan sujetos vigilados, percepción que comparten varios informantes, aunque no hayan tenido este tipo de experiencias. En el caso de Miguis podría cumplirse el prejuicio de que, al ver a algunos jóvenes juntos en la calle, las fuerzas del orden tiendan a sospechar y culparlos sin razón por algún 170

delito, a pesar de que la ENADIS 2010 (CONAPRED 2010) sugiere que esa idea no prevalece tanto en la juventud; no obstante, algo que sí se muestra en los resultados de dicha encuesta es que una amplia mayoría de los jóvenes mexicanos concibe que la gente está insuficientemente protegida en contra del abuso de autoridad y que una buena parte de ellos teme a ser víctima de una injusticia cometida por parte de la policía. Arpad nunca ha sido arrestado, sin embargo ha sido asaltado y golpeado algunas veces por delincuentes y le preocupa que, si pretende defenderse o hacer justicia por su propia mano en una próxima ocasión, lo puedan encarcelar. En el caso de Rambo ahora ya sabe las consecuencias que puede haber si continúa lanzando huevos a los vehículos con sus amigos, sin embargo confiesa que lo continuará haciendo, pero cuidando que en las siguientes ocasiones no lo atrapen. Miguis: Cuando me arrestaron por algo que no hice. […] Por graffitear, según, una casa. Entrevistadora: Y, ¿cómo se arregló eso? Miguis: Cumplí las horas y ya me dejaron libre. Entrevistadora: ¿Y qué sentimiento te hizo eso? Miguis: Coraje y preocupación de qué me iban a hacer. Entrevistadora: ¿Y tus papás qué hicieron o qué pensaron? Miguis: Nada, normal. Entrevistadora: ¿Y con la policía? Miguis: Pues sí preguntaron que por qué, y pruebas, pero nada.

“Pues se dio una vez porque… bueno, yo suelo manejar rápido y sé manejar muy bien y, no sé, un día se nos ocurrió aventar huevos. Íbamos saliendo de la tiendita y yo traía dos (en ese caso, un amigo iba manejando), y yo lo aventé a una camioneta. Y pues en la camioneta se prenden las luces, y nos empieza a perseguir, y todo; y pues ya, cuando nos alcanzó, yo me bajé y le dije: ‘Yo fui’. Y nos llevaron a los separos y, pues ya, ahí, como todavía era menor, no me pueden meter a la cárcel; pero como fue considerado vandalismo, pues nada más fue pagar la fianza y ya, nos fuimos. Pero sí, también nos explicaron que, si hubiera sido mayor [de edad], era derechito a los separos y era quedarme ahí 24 horas.” (Rambo) “Pues, primeramente, sacar la credencial, ni siquiera estoy seguro de si sacarla o no. Por ejemplo, si me asaltan, si es un lugar muy obscuro y ya muy despoblado, y tengo que matar a alguien por defensa propia… ya ves cómo están las leyes de los criminales… pues, por ejemplo, por eso. O, por ejemplo, si estoy con alguna jovencilla que me guste… por ejemplo a los 17, si empiezas a besarla apasionadamente y te pasas un poco de más, a los 17 te golpean; a los 18 te acusan de una violación sexual. Me daría miedo.” (Arpad)

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Sólo en el caso de Rambo podemos hablar de una transgresión explícita al orden público que regula el Estado. En el caso de Arpad, Miguis y de otros informantes, se puede interpretar más bien como una necesidad de ocultarse de la vigilancia que ejercen las fuerzas del orden dado que, independientemente de que cometan alguna infracción, consideran que están en riesgo de ser castigados, sobre todo después de haber cumplido 18 años. Al preguntar sobre si les interesa votar para elegir a los representantes políticos, la mayoría de ellos respondió que sí y, además, parecen convencidos de que hacerlo es importante. Pocos fueron quienes dicen que no lo harían y, en este sentido, resalta el hecho de que éstos ya tienen 18 años o más, es decir que ya les ha tocado votar o están por experimentarlo. En este sentido, pareciera que el tener 18 años o más no implica, necesariamente, un mayor interés por ejercer el voto, ni una mayor participación en cuestiones públicas a través las instancias estatales. En general critican la manera en que el Estado desempeña su papel como administrador de los bienes públicos y, la mayoría, expresa desconfianza hacia las instituciones políticas y hacia los servidores públicos. Varios de ellos, a pesar de que manifiestan interés por ejercer el voto, consideran que el gobierno no atiende a las demandas de los ciudadanos y que toma decisiones en apego únicamente a sus propios intereses; en algunos casos, además, se considera que las autoridades están manipuladas por gente de mayor poder económico o por las redes de narcotráfico. La relación con el Estado y el ejercicio de sus obligaciones como ciudadanos legales parece llevarse a cabo de manera pragmática, tal como señala Reguillo (2003). El marco de referencia común limitado por el Estado parece ser una realidad para todos los entrevistados; puede cambiar su opinión respecto al impacto que estos límites tienen en su propia vida o en cuanto a su capacidad para custodiar el orden y proteger los bienes públicos. Del marco público-estatal, aun siendo jóvenes, los individuos no pueden escapar; en cualquier momento, lo quieran o no, están pisando su terreno (al usar el transporte público, al cruzar la calle, al evitar ser arrestados) y, por tanto, están obligados, en gran medida, a definir una posición ante este público y a actuar conforme a sus normas.

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De acuerdo con la literatura revisada (Sandoval, 2000; Valenzuela, 2009) y, como lo hemos mostrado ya en este capítulo, los jóvenes expresan fuerte desconfianza ante el Estado, sus procesos y sus funcionarios; esperaríamos, pues, que las formas de acción vinculadas a lo público, entendido como lo que es de todos pero que se encuentra a cargo de esta entidad, fueran escasas o que demostraran más obligación que convicción al momento de llevarse a cabo. Lo primero que encontramos es que las formas de acción que los jóvenes mencionan, vinculadas con lo público-estatal, se presentan en menor medida que las acciones relacionadas a otra manera de entender lo público; son señaladas pocas posibilidades y no todos los informantes las mencionan, aunque sí la mayoría; además, resalta el hecho de que cuando se señalan éstas, corresponden más a intenciones de acción que a acciones realmente llevadas a cabo. En el imaginario de los jóvenes se encuentra, por ejemplo, la afiliación a partidos políticos y la presentación de quejas en instituciones estatales; pareciera, pues, que están al tanto de algunas formas de participación en lo público-estatal y, aunque en algún momento podrían llevarlas a cabo, se perciben como posibilidades lejanas o poco efectivas, por lo que, quizás, jamás se involucrarán en ellas. En el siguiente ejemplo vemos como Duckyswift, dada la influencia de su familia y gente cercana, ha configurado su visión sobre la inefectividad de las fuerzas del orden. Proponemos recordar, en este momento, que ella misma, en el capítulo anterior, expresa que el gobierno podría (y debería) poner un alto al problema de la violencia y el narcotráfico de manera diplomática. Esto muestra, entonces, que su postura es, simultáneamente, de respeto y descrédito por las instituciones estatales.

“No creo que sea tomada en cuenta; la verdad, no. Por ejemplo ayer, en el cristalazo que le dieron a mi conocido afuera de la cochera, decían unos: ‘Pues repórtenlo, que al Ministerio, que la denuncia para que quede el antecedente’. Y yo digo: ‘Sí, hay que hacer la denuncia y todo’, pero mis papás, por lo mismo que comentaba, dijeron: ‘No, es que no pasa nada, no te escuchan’, y demás. De hecho, nos comentaban los vecinos: ‘Es que les hemos dicho varias veces y no nos escuchan, y somos varios’. Y no me van a escuchar; me encantaría que me escucharan, pero no creo.” (Duckyswift)

Las acciones referidas a este público que sí han llevado a cabo son, por ejemplo, la denuncia anónima de crímenes que han visto en la calle y el respeto de la ley en todo momento, conscientes de que, al ser mayores de edad, podrían ir a la cárcel. De acuerdo al total de formas de acción que mencionan en el ámbito de lo público-estatal, en igual medida se trata de iniciativas individuales o propias (como el presentar una queja a las autoridades)

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y de obligaciones colectivas (como el ejercicio del voto). Respecto al tipo de compromiso que supone la mayoría de las formas de acción que señalan, éstas son responsabilidades que se llevarán a cabo una sola vez o a corto plazo, es decir, principalmente se trata de acciones que buscan la solución inmediata a algún problema específico. En cuanto a la intencionalidad que demuestran tener estas formas de acción predomina el propósito de cambio; en menor medida las formas de acción mencionadas sugieren el mantenimiento del público tal como está y del orden que el Estado vigila. Consideramos, por tanto, que las acciones orientadas a lo público estatal legitiman, primero, al Estado como regulador de algunos aspectos de la esfera colectiva y, de alguna manera, aceptan los procedimientos e instituciones de esta institución (a pesar de criticarlos y considerarlos poco efectivos). Únicamente encontramos el caso de Rambo, expuesto anteriormente, en el que de manera manifiesta se busca transgredir el orden público y cuya represalia correspondería al Estado; este joven, hay que destacar, tampoco está interesado en votar y, además de contar con la credencial de elector, la otra forma que menciona de vincularse con lo público-estatal parece ser la transgresión. Esto es lo que Rambo nos respondió al preguntarle si le interesaría votar:

“No mucho. Como que pues es otro tipo ahí que va a tener, según esto, decisiones buenas y todo. Pero pues mientras deje trabajar a la gente, pues con eso basta. No me interesaría mucho. […] va a ser como que, si me levanto, pues voy; o, si no hay mucha fila, pues ya, lo hago.” (Rambo)

Observamos, pues, que a pesar de que haya desconfianza hacia el Estado y sus instituciones, se reconocen, en general, los procedimientos y, eventualmente, varios de los entrevistados han hecho o harían uso de éstos para llevar a cabo una acción relacionada u orientada con esta instancia. En general, se apegan a la ley, son “obedientes”, aunque esto no les impide ser críticos; se vinculan a ésta conforme a lo mínimo necesario y no buscan un mayor involucramiento. La manera de vincularse con esta forma de entender lo público, sin embargo, no parece ser muy fuerte ni suscita demasiado interés entre los jóvenes, en comparación con las formas de participar en otros marcos de referencia común. A continuación, veremos qué tanto pudieran actuar en torno al espacio público representado por la comunidad política.

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1.5 De sueños y lejanas intenciones: Formas de acción orientadas a la comunidad política A diferencia de lo público como lo estatal, la noción de un marco de referencia común vinculado con la comunidad política no se impone por ley ni por ninguna otra instancia. Se reconocen estos límites únicamente si se asume la postura de que la sociedad civil, es decir, una entidad distinta del Estado y compuesta por individuos de un mismo territorio, es capaz de resguardar el orden y los bienes públicos o, por lo menos, exigir al gobierno que los administre y custodie de manera correcta. Lo público, en este sentido, va más allá de lo establecido por la legislación y la voluntad de las autoridades, sin embargo está en interlocución con el Estado y, de alguna manera, pelea por obtener influencia en el control del destino compartido. Para la mayoría de los entrevistados es concebible la idea de un público vinculado con la comunidad política, vigilado por la sociedad civil pero en interlocución con el Estado. Independientemente de si ellos pertenecen o quisieran involucrarse en la comunidad política, consideran que el rumbo del país es responsabilidad de la sociedad y, particularmente, que por medio de la acción colectiva es posible conseguir un cambio. Esta aspiración, aunque está presente en varios de ellos, se concibe como un sueño, como algo lejano que, de realizarse, repercutiría favorablemente en la nación y representaría un cambio radical a cuestiones que les desagradan; sin embargo, casi ninguno se ha involucrado activamente en alguna acción de este tipo, es decir, se concibe la idea de comunidad política pero no actúan dentro de ella, al menos por ahora, como en el caso de Estela respecto a su interés en que la sociedad se movilice en contra del aborto, interés que puede deberse a sus creencias religiosas y a su experiencia familiar. “Pues sí, así como las marchas de la paz y todo eso. Y yo creo que, también, a veces, así como se hacen esas marchas para la paz, la guerra, que lo hagamos también por la vida; porque no, o sea, lo veo de una forma tan cercana, ahora que mi hermana tuvo a su bebé. Y así como que lo veo y todo, convivo con mi sobrina y es como que… y lo pienso y me quedo: ‘¿Quitarle la vida a un ser humano que tiene una o dos semanas?’ Las que sean, no se me hace justo.” (Estela)

La acción de los movimientos sociales, asociaciones civiles, manifestaciones y protestas (contra el Estado o contra otro sector de la sociedad) parece algo indispensable para mantener el orden o para buscar un cambio, en el relato de varios entrevistados. Algunos otros, a pesar de reconocer la existencia de una comunidad política conformada por los

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ciudadanos, critican la acción de estas organizaciones, por lo que, por lo menos en su caso, parecieran poco interesados en formar parte de esta noción de lo público. “Pues vi una manifestación cerca de un pueblo, creo que está en Jalisco, que van a usar parte del pueblo para que pase una carretera o algo va a pasar, que van a pasar por en medio del pueblo, y lo va como a destruir. Entonces la gente, mayormente como campesinos o así, estaban afuera de Presidencia, así como con sus pancartas, y yo: ‘¡Ay Dios!’, creo que no son maneras, pero también supongo que no las conocen [las otras maneras], pero son como tan pocas personas que ha de ser difícil que su voz se escuche […].” (Paula)

En la mayoría de los jóvenes está presente, pues, la noción de lo público como comunidad política, aunque en menor medida que la idea de lo público-estatal, pues hay que decir que algunos no mencionan nada al respecto. Según Calhoun (1997) la intención de participar en organismos de la sociedad civil, así como la propia identidad política, son productos de una esfera pública verdaderamente democrática y no condiciones previas a ésta; de tal suerte que, si la esfera no funciona de esta forma y cierra las puertas a la participación de los ciudadanos, en ellos puede no surgir la idea de que, de forma colectiva, sea posible modificar sus condiciones de existencia. En este sentido, si los jóvenes no tienen experiencia en vincularse dentro de la comunidad política y tampoco señalan que sus padres o su allegados lo hagan con frecuencia, es posible que conciban la actuación en la esfera pública como algo inviable e, incluso, imposible. En la ciudad de León, como se mencionó al inicio de este trabajo, la presencia de movilizaciones populares ha sido escasa históricamente (Rionda, 2008; Tellez Valencia, 2012). Todo esto pudiera explicar que, en cierta medida, los jóvenes aludan menos a este marco de referencia común y que lo vislumbren, en todo caso, como algo lejano y ausente en sus vidas. La comunidad política, constituida por la sociedad civil, puede llevar a cabo acciones a favor del bienestar público a través de organizaciones o diferentes formas de movilización colectiva; como lo describimos en el apartado teórico, tomamos una definición de comunidad política que se caracteriza por estar alejada del Estado pero que actúa en interlocución con éste, colaborando o disputando con él diversas cuestiones de carácter considerado como público. De acuerdo con la línea anti-organizacional que parecen seguir los jóvenes entrevistados y en coincidencia las conjeturas planteadas, tampoco en esta acepción de lo público encontramos muchas evidencias de que se lleven a cabo, realmente, formas

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colectivas de participación y que exijan un compromiso más o menos fuerte. En este sentido, se observa en los datos que son pocos los informantes los que han ejercido acciones relacionadas con esta forma de entender lo público; y, quienes mencionan intenciones de acción vinculadas con este ámbito, se imaginan su participación en la comunidad política tan lejana como un sueño, mismo que, por su forma de expresarlo, pareciera algo que es poco probable que lleven a cabo.

“[…] creo que toda la gente nos quejamos: ‘Que el gobierno no hace esto. Que el gobierno no hace algo por mejorar esto’, pero no hacemos nada; entonces digo: ‘¿Qué pasaría si un día de elecciones nadie acudiera a votar?’ Que nos pusiéramos todos así como que en huelga: ‘Es que yo no estoy de acuerdo con esto’, ¿qué pasaría? Es una pregunta que… ¿qué harían? […] Por lo menos lograr que pensaran un poco en que ya la sociedad no está de acuerdo con todo lo que ellos están haciendo. Que ya, yo creo que es muy, muy… sería una forma de rebelarnos, de ya no permitir todo lo que están haciendo; de que lo están haciendo por beneficiarnos pero a la mera hora nos terminan dando en toda la torre, y pues que de algún modo pensaran más en el ser humano, que ya no se interesaran nada más por estar ganando dinero, sino que pensaran en la sociedad, que pensaran en lo que realmente necesitamos. Que todo lo que están prometiendo se llevara a cabo, no nada más se quedara en planes. Sería como que una forma de darles un escarmiento, estaría bien. O que el día del ‘grito’ no fuera nadie, que diera el grito ahí el presidente solo, a ver qué hace ese señor.” (Pilarica)

Quienes han participado en formas de acción orientadas con lo público como comunidad política, señalan cuestiones como la participación en alguna colecta de dinero o bienes para donación, el involucramiento en alguna demanda o queja colectiva realizada hacia las autoridades y, en el caso de Rambo, la afiliación formal a una organización civil de apoyo a la gente de bajos recursos; destaca el hecho de que él mismo, recordemos, es el único que manifiesta realizar, en ocasiones, transgresiones explícitas a lo público-estatal.33 Quienes imaginan posibles formas de actuar, en favor de la comunidad política, aunque sólo sean aspiraciones lejanas, mencionan la colaboración en campañas de apoyo en situaciones de desastre, la participación en alguna protesta y el ser simpatizante, aunque no miembros activos, de algún movimiento social. Como mencionamos en momentos anteriores, lo que motivaría a los jóvenes a efectivamente llevar a cabo acciones orientadas a esta forma de entender lo público es percibir una situación social excepcional, más crítica y fatal de lo que hasta el momento les ha tocado vivir; queda la duda de qué es exactamente lo que

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A diferencia de Rambo, quien pertenece a una organización civil que busca salir a lo público e incidir en él, las agrupaciones a las que pertenecen Güero y Carelizzia (de tipo religioso) y Miguis (de expresión cultural y recreación) no buscan trascender sus propios límites y llevar, a otros públicos, sus intereses, gustos o formas de vida; por tal motivo, no fueron incluidas dentro de las acciones orientadas a lo público como comunidad política, que se caracteriza, entre otras cosas, por buscar un impacto de amplio alcance en la esfera pública.

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tendría que pasar para que ellos se movilizaran, pero pareciera que se concibe que las cosas, aún, no han llegado al punto de que ellos se sientan con la responsabilidad y la capacidad de actuar de esta manera. Mencionan también, algunos de ellos, que algún día podrían estar interesados en integrarse a alguna organización de la sociedad civil, de tipo más o menos formal; sin embargo, algunos hacen alusión a que uno mismos puede poner de su parte sin tener que pertenecer a alguna asociación. “Es que muchas cosas las veo y digo que, pues, la verdad, son bien intensos, y digo: ‘No, mejor no me meto’. Porque digo, puedes ayudar desde afuera tú.” (Gabriel)

Por el propio carácter de esta concepción de lo público, en el que la acción vinculada a éste es primordialmente colectiva, las formas de acción mencionadas por los jóvenes al respecto son, efectivamente, de iniciativa colectiva. Una de las informantes, Carelizzia, no sólo ha participado en acciones de este tipo, sino que ha fungido ella misma como líder en el proyecto y, por tanto, ha sido representante de los intereses de varias personas. La mayoría de las acciones o intenciones de acción que se mencionaron respecto a la comunidad política implican un compromiso a corto plazo o que busque la solución de un problema concreto; en menor medida se señalaron formas de vinculación a largo plazo, como la participación en organizaciones civiles que exijan mayor presencia y responsabilidad. Finalmente, todas las formas de acción mencionadas en este ámbito tienen o tendrían como objetivo la modificación de algún aspecto de la sociedad que no les gusta y que el gobierno, presionado por un movimiento o, la propia sociedad civil, de manera organizada, pudiera cambiar. Consideramos, pues, que para la mayoría existe la posibilidad de participación en la esfera pública a partir de acciones que impliquen a la sociedad civil; algunas de estas acciones están presentes en su imaginario y son mencionadas como posibilidades, aunque se conciben como lejanas e, incluso, como una de las últimas cartas que podría jugar la ciudadanía cuando la situación esté realmente grave.

“No sé. Si ya estuviera muy caótico el país, bueno pues manifestarse por… que ya se pare todo esto. Que los niños tengan la seguridad porque también he escuchado que van los jóvenes a las escuelas y que en el camino los secuestran, o terminan muertos, decapitados, entonces es triste ver que suceda eso. Entonces como para darle un alto y llamar como al gobierno.” (Zazú) “O cambiamos esto, o dejamos que le país se vaya, totalmente, a la basura. Si de por sí ya está empezando a… con todo esto que está sucediendo. Pues es lo que a mí, bueno, me gustaría hacer; ya decir: ‘¡Hasta aquí, ya, por favor!’. Aquí en León no hay mucho problema, pero levantar a la

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sociedad de México, donde hay lugares que sí son críticos [en cuanto a violencia], y decir: ‘¡Ya, ahora sí, hasta aquí!’. No solamente hacer marchas por la paz, porque eso realmente… demuestra que quieren paz, pero no afecta, a los delincuentes no los afecta. Entonces decir: ‘¡Hasta aquí, ya no más!’; al gobierno, a todos los corruptos, sacarlos; limpiar, así, todo, todo, y poner a alguien que sí trabaje, que sí busque terminar con eso. Eso fue, bueno, mi pensamiento, cuando escuché lo de Veracruz [una noticia sobre asesinatos en tal entidad].” (Fernando)

De alguna manera la “irreverencia”, además de la transgresión, también remite a las acciones efectuadas por la sociedad al “levantarse”, al quebrantar el orden y la rutina con el fin de lograr un cambio. En este sentido, la “irreverencia” estaría reflejada en una falta de respeto justificada, por decirlo de alguna manera. Hay otras “faltas de respeto” a lo establecido en el espacio público que pueden ser más bien simbólicas, como la provocación por medio de determinadas expresiones culturales. Al respecto, ninguno de los entrevistados manifestaron haber hecho algo así; únicamente Zazú menciona una posibilidad que alude a lo anterior, aunque resulta un tanto difícil para ella llevarla a cabo, por temor a críticas y represalias por parte de sus padres y de otras personas.

“En algún momento pensé vestirme toda de negro, pero por diferentes razones no he podido. […] Por cómo piensan mis papás sobre eso. Porque si me ven toda de negro, me ven de: ‘Ah, rara’. Pero, también, he leído algo así, o escuchado sobre ellos, y es como un… bueno, lo que dicen de los darks, que es una forma como tranquila de manifestarse de toda la sociedad, por todas las muertes y todo eso. Entonces a mí como que me gustaría expresar eso, mi inconformidad sobre eso, pero por diferentes causas no he podido.” (Zazú)

Si bien Zazú no llega a ubicarse en la “irreverencia”, consideramos que tampoco está, del todo, del lado de la “obediencia”, puesto que demuestra una reflexión y una crítica ante los sucesos públicos y, de alguna manera, la perturban. Hasta el momento vemos que, a pesar de la pasión con la que algunos hablan del cambio que el país necesita y de que la solución está en la gente, no parecen interesados, por el momento, en colaborar con alguna acción colectiva de este tipo ni en informarse más sobre las posibilidades que existen para contribuir directamente. Pareciera que ellos no se sienten parte de la solución; no son parte (porque no parece urgente serlo) de la gente involucrada en el cambio. Más que desinterés, consideramos que la preocupación que suscita el cumplimento de sus responsabilidades en el ámbito privado, y de todas las exigencias que la sociedad parece tener hacia los jóvenes estudiantes (al verlos como el “futuro del país”), aunado a la consideración de los

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problemas públicos como algo tan difícil de solucionar, puede ser lo que los lleva a buscar otras formas de involucrase en la esfera pública, más viables y realistas en su opinión. Durante el análisis del material empírico quisimos mantener la atención ante cualquier elemento que nos sugiriera apatía o franco desinterés por algo, tanto público como privado, con tal de constatar si aquellas actitudes imputadas a la juventud estuvieran presentes entre quienes nos compartieron su relato o si, por el contrario, ellos mostraran actitudes contrarias. Lo que descubrimos es que no podemos hablar, por lo menos en nuestros informantes, de una actitud indiferente y, de hecho, los momentos en los que expresan poco interés por alguna cuestión pública, son escasos. Al hablar de temas públicos, ciertamente, algunos manifiestan que, al menos por el momento, no pueden o no creen poder involucrarse más, sin embargo, algunas veces esto puede verse compensado, de acuerdo con nuestra interpretación, por el interés que muestran por asuntos referidos a otras acepciones de lo público; en el caso de Güero, por ejemplo, se manifiesta un claro alejamiento de cuestiones público-institucionales, sin embargo expresa un particular interés por actuar a favor de su comunidad religiosa y en llevar afuera un poco de los valores que ahí se le han enseñado, aunque considera que en esto tendría poco éxito.

“Es que pues, como te digo, soy una persona que todo lo basa en Dios; independientemente del gobernador que esté, para mí, en la política hay poder, hay dinero, ha corruptos; hagas lo que haces, digas lo que digas, va a ser así siempre; y no, no me importa nada, no tengo interés en ese tipo de cosas.” (Güero) “Yo creo que sería irrelevante lo que hiciera. Somos muchos y, quizás pueda ayudar de alguna manera, pero no, la verdad no. No creo que sea relevante lo que yo vaya a hacer o lo que esté haciendo por la sociedad. Por lo mismo que no pienso tanto como ellos.” (Güero)

Jaras, por su parte, habla de cierta desconfianza ante la acción organizada de la sociedad civil, como manera de incidir en un problema público, no obstante denota interés por cuestiones consideradas dentro de lo político ampliado, mencionando que para lograr un cambio basta con que cada quien cumpla con su parte y que mire, de vez en cuando, a ver cómo está “el de al lado”. “Pues, tanto así [como un compromiso con toda la sociedad], no; pero, un compromiso conmigo mismo, sí. De ser algo, o sea, de hacer algo que, en realidad, haga un cambio, porque pues no podemos seguir haciendo lo mismo que se ha hecho en años pasados, esto es en base a la tolerancia, eso es lo que te comentaba. Tenemos que ser más tolerantes porque no todos pensamos igual, o sea, entonces tenemos que trabajar en eso.” (Jaras)

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Los jóvenes refieren a más de un marco de referencia común, pueden vincularse o involucrarse en éstos en mayor o menor medida, pero, en todos los entrevistados, hay acciones orientadas por ellos que, de alguna manera, expresan interés por lograr un cambio o por mantener el orden compartido y, sólo en escasas situaciones, denotan cierta transgresión y apatía. En comparación con los demás informantes, Miguis y Majo señalan menos ideas en torno a lo público, por lo que aparentemente se muestran más apáticos. Tampoco es nuestra intención dar por hecho que los jóvenes piensan todo el tiempo en la colectividad y buscan que sus acciones tengan siempre una repercusión positiva en este ámbito; ellos dos señalan que les importa ser notados por los demás (como en el caso del ‘tuning’, en Miguis), o bien mantener limpios los espacios comunes en los que se mueven (tal como señala Majo). Miguis, además, expresa críticas respecto a las autoridades municipales y, a pesar de que no articula un discurso tan claro y enérgico como muchos de los entrevistados, manifiesta que algunas cuestiones públicas repercuten negativamente en su vida. Miguis: A veces [los candidatos] exageran en sus propuestas y no las cumplen. Que hagan algo que cumplan y que no sea tan tardado. Entrevistadora: ¿Te acuerdas de alguna que tú digas: ‘Ah, pues esto habían dicho y yo no veo…?’ Miguis: Sí, pues a veces dicen que nos van a pavimentar y no. […] Pues hasta ahorita están en eso y no hay respuesta clara de cuándo lo van a empezar.

Es cierto, también, que no todos se mantienen tan informados de los sucesos locales o nacionales, que tales acontecimientos en ocasiones se perciben, ciertamente, lejos de sus intereses. Al pedirle a Majo que nos contara algún suceso reciente del que se acordara, remitió a un evento en la ciudad de Monterrey, al incendio provocado en un casino y en el que fallecieron más de 50 personas, en agosto de 2011. Es de resaltar que, sin embargo, ella nos cuenta el acontecimiento de manera tergiversada, habla de que fue una bomba lo que ocasionó el siniestro y no un incendio, además de que no dio más detalles al respecto, por lo que observamos que no se mantiene tan informada de las noticias. Esto, en cuanto a los propósitos de nuestra investigación, nos dice mucho; nuestra intención de abrir tanto las posibilidades de comprender lo público, y de involucramiento en éste, tuvo como fundamento la consideración de que, bajo parámetros cerrados y conceptos tan comunes en

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la reflexión académica, como lo son la “participación”, la “ciudadanía” o la “sociedad civil”, no siempre es posible encontrar un reflejo en la realidad; la vida de los jóvenes, así como la de cualquier individuo, no se ajusta siempre a la teoría y, en definitiva, ante este desfase, sería ofuscado y poco ético emitir un juicio respecto a la actuación de los individuos legos. Bajo la perspectiva tradicional de la participación, de la ciudadanía y de la sociedad civil es imposible leer la acción de Majo en cuanto a lo público, salvo para decir que es una joven apática; sin embargo, si vamos más allá, observamos que lo público-estatal no la convoca, así como tampoco el público referido a la comunidad política; la convocan, sin embargo, otras maneras de comprender lo público y, además, muestra su compromiso ante microesferas públicas. Entrevistadora: Cuéntame, por favor, qué sería algo que a ti te haría reclamar y luchar. Majo: Cuando hacen menos a las personas, eso sí como que no me gusta. Eso de que les digan, por ejemplo, cosas. Entrevistadora: ¿Te ha pasado ya que lo hayas escuchado? Majo: A una amiga, sí. Otro amigo siempre le decía cosas. Y pues ya, yo la defendía.

Este trabajo ha buscado abrir puertas para la comprensión de los jóvenes con lo público con la intención ir más allá de los estudios tradicionales y de visibilizar a una juventud que, en ocasiones, pudiera hacerse olvidar, dado que no se hacen visibles ni por medio de la “obediencia” ni de la “irreverencia”. Nuestro objetivo no fue comprobar, de alguna u otra manera, que la juventud es participativa; más bien, apostamos por evidenciar diferentes ámbitos de la vida individual (tanto en lo público como en lo privado) y diferentes “tiempos” en la vida social (considerando la sugerencia de Aguilera, 2010), en atención a que un mismo individuo se puede encontrar enmarcado por muchos espectros colectivos y puede concebir en la realidad un itinerario amplio de eventos, por ejemplo aquellos “oficiales”, “cotidianos” o “extraordinarios” y, cada uno de ellos, puede atravesar las distintas concepciones de lo público y hacerse presente, de alguna manera, en la vidamosaico de los individuos en la actualidad.34 En los entrevistados vemos diversas facetas de uno mismo ante lo público, a pesar de que no necesariamente manifestaran, de manera explícita, que su vida estuviera enmarcada al mismo tiempo por distintas nociones de lo 34

Se retomará esta discusión en el apartado de conclusiones.

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colectivo; el siguiente ejemplo, por el contrario, muestra cómo Paula sí expresa que su vida se compone de distintos momentos y de diferentes compromisos que, no obstante, conforman una unidad para ella. “Pues es que abarca hasta mi vecino, hasta el hecho de que yo barra mi calle y no le ponga mi basura a mi vecino[…]; desde eso hasta que vaya a votar; o que me desempeñe bien en mi trabajo y sea responsable de mi gente y les dé sus derechos.” (Paula)

Para finalizar el apartado resulta necesario resaltar que los jóvenes, de manera abierta (es decir que nosotros no establecimos respuestas previas), propusieron diversas formas de acción con las que es posible relacionarse con lo público, amplio o reducido. Aunque sean más frecuentes las alusiones a que han realizado determinadas acciones en cuanto al ámbito de lo político ampliado, al espacio de sociabilidad y a alguna microesfera, sugieren formas de acción para cada una de las acepciones de lo público que consideramos en este trabajo. De las acciones que ya han sido llevadas a cabo por ellos, resaltan aquellas que son de iniciativa individual, que persiguen algún cambio en lo público o, por lo menos, contribuir indirectamente en su mantenimiento; la mayoría se lleva a cabo como resultado de acciones cotidianas, o bien, se realiza de forma esporádica, lo que se aleja de compromisos explícitos, formales y a largo plazo.

2. …porque son la levadura35

Antes de realizar la colecta de información empírica, no habíamos planeado cuestiones relacionadas con el tema del empleo, pues preferimos dejar que los entrevistados hablaran libremente de las distintas maneras en que, de acuerdo con ellos, puede un individuo vincularse con la colectividad. Sorpresivamente, para nosotros, en el trabajo de campo fueron recurrentes las menciones sobre el trabajo y la escuela; por tal motivo, dedicamos un apartado especial a profundizar en ello. Al realizar el análisis del material recabado observamos que todos los jóvenes otorgan gran importancia a estas actividades; el trabajo y el estudio son algunos de sus

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Pensamos, aquí, en la canción “Me gustan los estudiantes”, de Violeta Parra

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principales compromisos actualmente y conforman sus metas a largo plazo. Aunque no siempre lo mencionaron de forma explícita, a estas actividades parecían encontrarles una vinculación significativa con la esfera pública, rebasando los efectos meramente individuales y privados del desempeño escolar y laboral, a los que alude Galland (2004). Como lo hemos mencionado recurrentemente, vemos que la mayoría de los jóvenes reconoce que, al menos desde maneras indirectas, puede tener una participación activa en el espacio público, tanto ahora, como jóvenes, como en el futuro, siendo adultos. En este sentido, consideramos que en el presente se conciben, a sí mismos, como “la levadura del pan que saldrá del horno con toda su sabrosura”, utilizando la metáfora de Violeta Parra; saben, pues, que su formación académica les está dotando de elementos, experiencias y oportunidades para aportar algo a la sociedad, al “pan” colectivo. No obstante, la especificidad con los jóvenes entrevistados es que parecen remitir a acciones indirectas como formas de contribución, es decir, por medio del (buen) desempeño de su trabajo y de su actividad escolar actual podrán aportar un “granito de arena”. La acción directa orientada a lo público y, sobre todo, de forma colectiva, no se involucra con el estudio y el trabajo; se piensa en otros momentos y otros espacios, como ya lo señalamos, para la acción directa y colectiva. “[…] tratar de salir adelante yo. Yo creo que es muy importante, por decir, en una organización, entender que somos un equipo de trabajo, que estamos todos ahí, que tenemos un fin en común, que es salir adelante como empresa y, si la empresa sale adelante, también nosotros; pero no nos damos cuenta que la gerente le está poniendo el pie al [encargado] de información, o equis cosa. Entonces como que he creado yo otro tipo de ambiente; lo más importante es que el ambiente esté tranquilo y pues tienes que convivir con gente; entonces yo con las personas que conozco es lo que trato… así como de: ‘Hay que ser así, porque te va a ayudar a ti, y me vas a ayudar a mí; yo te voy a ayudar a ti y, si te ayudo a ti, vamos a ayudar a todos, salimos adelante todos’. Yo creo que eso es como la pequeña parte en que estoy contribuyendo para poder cambiar esto; es difícil, pero si empezamos poco a poco, yo creo que se puede lograr.” (Pilarica)

En cuanto a su percepción sobre la pertenencia a lo público de los jóvenes y de los adultos, resalta la importancia que todos otorgan al aspecto laboral como elemento definitorio de la adultez y como oportunidad para expandir los espectros sociales en los que se desenvuelven actualmente. A futuro se relacionarán, pues, con la empresa, los clientes, el gremio laboral y, además, se presentarán a sí mismos ante la sociedad como profesionistas (lo que les otorga en su opinión, como ya se mencionó, una cierta voz). En este sentido, al ser un joven de su edad (entre 15 a 22 años y sin haber egresado de una carrera), sí consideran limitada

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su pertenencia a determinados públicos, y su capacidad de acción actualmente, por ende, también tiene que ver con el estatus que tienen. “[…] quizás porque ahorita no me muevo en muchos contextos, estoy muy enfocada en la escuela, y pues realmente lo que hago es para mi escuela o para mis compañeros y gente cercana. Y, con los tiempos de los trabajos… no es justificación pero pues no tengo… ahorita no me siento capaz de hacer algo como más impactante. Yo, por eso siento y quiero, cuando acabe la carrera, que tenga como más herramientas y más tiempo de poder hacer algo más impactante; poderme contactar y poder moverme en diferentes contextos y poder hacer algo más. […]” (Duckyswift)

Todos observan que, algo que los caracterizará dentro de algunos años, será el tener un empleo, frecuentemente vinculado con los estudios que se encuentran cursando y, quienes ya tienen un trabajo, consideran que a futuro tendrán uno mejor, ya más vinculado con sus intereses personales y profesionales. Buena parte de los jóvenes reconoce que aquello que realicen dentro de su ámbito laboral repercutirá de manera positiva, aunque indirecta, dentro de la esfera pública de nivel “macro”, como en los siguientes ejemplos. “[…] voy a estar trabajando y voy a tener como toda una nueva gama de compromisos y responsabilidades con la sociedad, tanto en lo administrativo como de las mismas personas, de sus derechos y cosas así; entonces creo que va a crecer como esta importancia. […] O sea, en mi empresa, en mi trabajo y en todos los aspectos porque ya, o sea, te relacionas como con más personas en otros ámbitos que no te relacionabas antes.” (Paula) “Antes sí pensaba como: ‘quiero ser periodista y quiero que todo el mundo me conozca. Quiero tener una columna en el periódico para todo el país, y escribir libros, y que todos los vean’, pero de un tiempo para acá como que ha cambiado esa mentalidad y, de hecho, hace poco pensé que no. Bueno, sobre eso del periodismo, quiero estudiarlo porque me gustaría despertar en la gente el interés por analizar las cosas, por tener una reflexión propia, una crítica propia, pero no nada más por criticar sino con fundamentos válidos, como ayudar a que sean mejor las cosas. Y también pensé, bueno, si quiero lograr eso… siendo realista, muy pocas personas, a comparación de todos los que somos, leen un periódico o leen un libro y lo meditan, lo comparten. Y pues, sí quiero hacer eso todavía, pero también pensé que me gustaría dar clases de algo, bueno, clases aquí [en su preparatoria]… me gustaría volver aquí a dar clase de literatura, porque, bueno, yo lo he experimentado, con mis maestros, y siento que… no tanto por formar un pensamiento, sino ayudar a que la misma persona se forme un pensamiento, pero desde ahí, ¿no?, desde la educación. Y bueno, ya no me importa si me reconocen o no me reconocen; si me reconocieran, pues sí sería muy gratificante, pero si no me reconocen, pues yo voy a tener la satisfacción de que estoy haciendo lo que yo buscaba o pretendía.” (Carelizzia)

Algunos otros observan que se podrá impactar principalmente dentro de una esfera reducida, es decir, el gremio laboral y la empresa en la que laboren. “Sí, yo digo que, al mismo tiempo que ser adulto, es así como para lo que nos preparamos toda la vida, pero… yo digo que, ahorita, mi compromiso es estudiar, como para ser un buen profesionista. Yo digo que, en el futuro, ya siendo profesionista tienes que ser como muy congruente, porque en tus

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cosas, o sea… es como si yo me estuviera burlando de la gente, no sé, un producto te lo voy a comprar a 3 pesos, y le estoy sacando 3 pesos, y 3 pesos, y 3 pesos, nada más por mi bien […]. Yo siento que ese es el tipo de compromiso: cumplir con lo que les prometiste.” (Gabriel)

Resulta de especial relevancia que algunos mencionen que, a futuro, les gustaría poner una empresa y generar empleos, pues esto último redundaría en apoyo para algunos individuos de la sociedad o en una contribución a la economía. La ética “emprendedora” se encuentra arraigada en varios de ellos, independientemente del nivel que se encuentren estudiando, de la actividad laboral a la que quieren dedicarse y de si su escuela es pública o privada. Tal vez esta aspiración pueda relacionarse con la alta valoración que ha tenido en León, históricamente, la propiedad privado y el trabajo, en sí mismo (Valencia, 1998); y, además, con las políticas públicas dirigidas al fomento y desarrollo de “microempresas”, aplicadas por las recientes administraciones estatales (a nivel local y a nivel de la entidad). “Pues en 15 años… quiero todavía obtener o, tal vez, dejarme descansar un año de estudios, o medio año, pero tengo en puerta un negocio, más o menos, que esperemos sí se dé bien. Esperemos que, a los 15 años, ese negocio esté dando los frutos que deben de dar. […] Precisamente tiene que ver, mucho, con lo que practico ahorita [danzas polinesias]. Es una comercializadora […]. De esa comercializadora, como en León casi no hay muchas distribuidoras o comercializadoras que traigan, ya sea, materia prima o productos que utilicen las personas que se dedican a este tipo de danzas, tienes que estar haciendo pedidos a Guadalajara, a México o la frontera de Chihuahua, o todas esas cosas. Me gustaría tenerlo aquí, más al alcance de las personas que están aquí, en León.” (Estela) 36 “[…] Generar empleos para que la gente no ande en la calle buscando qué hacer ni cómo vivir; porque obviamente si no tienes dinero, si no tienes un buen trabajo o, ni siquiera eso, si no tienes trabajo, pues vas a buscar comer de cualquier forma, y vas a empezar a robar o a asaltar gente, o a meterte al ‘narco’, o pues vas a acabar haciendo cosas que no son correctas. Entones, para mí, generar empleos es algo importante; ese, para mí, es el compromiso de ayuda a la sociedad.” (Fernando) “Bueno, ahorita, terminar los estudios; y ya, a futuro, tratar de conseguir un trabajo o apoyar a las demás personas. […] al tener tú una empresa, apoyar a las personas que no tienen. Como darles trabajo o algo así.” (Zazú)

Cuando planteamos esta investigación no pensábamos que los jóvenes otorgaría tanta importancia al empleo, debido a que algunos estudios sugieren que la juventud se muestra escéptica al trabajo como vía de integración en la sociedad, particularmente aquellos que se consideran a sí mismo como marginados (Reguillo, 2001). Al respecto, hay que decir que los jóvenes entrevistados no se asumen como tales, sino que se piensan, independientemente de su condición económica, como privilegiados, por el mero hecho de

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Más adelante, Estela señala que su intención es, además, generar empleos a partir de su empresa.

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estar estudiando.37Además de concebirse como la “levadura”, sienten de algún modo asegurado el futuro, aunque son conscientes de que la situación tampoco es fácil. “[…] algo bueno fue seguir con mi estudio. Porque acabé el TSU [obtuvo un diploma de “Técnico Superior Universitario”] que son 2 años. Entonces, me esperé un año, porque pues sí estaba un poco aburrido del estudio, pero… porque yo fui a varias entrevistas de trabajo, para meterme a trabajar y todo, entonces le daban preferencia a personas que ya estaban tituladas, ¿no? Entonces fue cuando yo decidí no quedarme ahí, seguir estudiando, para tener mi ingeniería, ¿no? Porque… tampoco creo que un papel te haga, pero sí te ayuda para hacerlo. Entonces, para mí, el suceso importante fue volver a tomar mis estudios.” (Jaras)

Respecto a la trayectoria establecida como ideal y, en contraste con la teoría, estos jóvenes parecieran haberla asimilado completamente; a pesar del alto índice de desempleo juvenil en México, correspondiente al 10% del total de este grupo poblacional y constituyendo, por tanto, el doble que el de los adultos (Muñoz Ríos, 2012), ellos se muestran convencidos y confiados en que encontrarán un empleo (y de tipo formal, hay que remarcar), a partir del cual podrán cumplir otros objetivos de su vida.38 ¿Por qué se muestran, todos ellos, tan confiados? Partiendo de la idea de que en la sociedad contemporánea se atribuye al individuo la gran responsabilidad (y se le vende como una “posibilidad”) de elegir sus condiciones de vida y de asimilarse a los ideales socialmente establecidos, tanto tradicionales –como las trayectorias lineales de vida– como contemporáneos –vinculados a los ideales de consumo– (Sennett, 2000; Bauman; 2008; Araujo y Martuccelli, 2010), podemos entender que los jóvenes estudiantes sientan que depende de ellos, y de nadie más, la consecución de sus metas. Estos individuos, aun sabiendo que se mueven en un contexto adverso para cumplir con su objetivo (respecto al desempleo en el país, por ejemplo), al tener una educación formal saben que cuentan con una “carta” que no tiene toda la gente, pueden concluir que son privilegiados y, tal como algunos lo hacen, sentirse agradecidos con sus padres o con quienes les han posibilitado continuar con sus estudios.39

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Todos los entrevistados se consideran pertenecientes a la clase media; tan sólo dos de ellos se asumen como de clase media alta. A pesar de esta aparente homogeneidad, observamos bastantes diferencias económicas entre ellos, de acuerdo con su forma de vida; algunos, además, hacen referencia a las fuertes carencias que han padecido en otras épocas. No ahondaremos más al respecto, únicamente queremos expresar que el hecho de ser estudiantes, si bien los hace sentir como jóvenes no marginados, no implica que tengan todos la misma posición económica ni que estén libres de experimentar carencias materiales. 38 Es importante señalar que no encontramos diferencias entre la importancia otorgada al trabajo entre hombres y mujeres; para ambos supone algo de alto valor y todos ellos se vislumbran laborando en un futuro. 39 A pesar de que valoran altamente la educación formal, la mayoría también reconoce que será indispensable para sus vidas el conocimiento obtenido de manera no formal, por medio de las experiencias.

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“Lo que pasa es que, en semestres pasados, yo quería comprarme mis libros [relativos a su carrera] y pues, económicamente, no podía, y los necesitaba mucho. Ahorita, yo no sé qué hubiera hecho si no me hubiera ganado esa beca. […] Es como esa satisfacción de, mi esfuerzo, se está viendo reflejado en algo que voy a ocupar siempre, mis libros los voy a ocupar siempre.” (Duckyswift)

Además de sentirse privilegiados y con una ventaja por sobre quienes no pueden estudiar, tienen otras razones para estar confiados de que podrán “salir adelante” en lo económico. Algunos cuentan que sus padres, a pesar de no haber estudiado, han podido encontrar un trabajo y mantener a su familia, o, en otros casos, que sus padres tuvieron condiciones más difíciles que ellos y, sin embargo, lograron insertarse en el mercado laboral. En este sentido, tienen ejemplos de “éxito” muy cercanos y, en todos los informantes, se trata de jóvenes que tienen mejores condiciones económicas que sus padres o, por lo menos, las mismas que ellos tuvieron. Se trata, sin duda, de casos en los que la realidad les ha mostrado que es posible cumplir ciertos “sueños”. “Lo admiro mucho (a mi padre) por lo que ha hecho y por lo que ha logrado. Mi papá, cuando era niño, no tenía muchos recursos, era poco lo que tenía; y él, a lo largo del tiempo, ha mejorado, y se ha esforzado por lograr lo que él quiere.” (Zazú) “[…] porque, a pesar de que [su papá] no terminó su preparatoria, es alguien que se ve que tiene muchas ganas por el trabajo y le gusta mucho lo que hace. Yo quisiera ser así, de que estoy trabajando en algo y me guste de verdad lo que estoy haciendo, y quisiera pues, en un futuro, que me guste de verdad lo que hago.” (Jonática)

Hasta el momento vemos, entonces, que los jóvenes consideran que a futuro podrán aportar algo a la sociedad, aunque sea de forma indirecta; además, también será a futuro que podrán tener mejores condiciones de vida, independizarse económicamente o alcanzar ciertas ventajas materiales. Es momento de profundizar en el hecho de que, en el presente, también la educación puede ubicarlos en una posición determinada en cuanto a lo público. Siendo estudiantes, los jóvenes se sienten “en el lugar que deben de estar”, como jóvenes que son. Han asimilado el ideal de que la gente de su edad debe integrarse a la escuela, en lugar estar afuera y “causar problemas”, tal como lo expusimos en el apartado teórico para hablar de la concepción del joven-menor, a partir de la que se crearon ciertas instancias para controlar los impulsos “naturales” de la juventud (Keniston, 2008; Musgrove, 2008). Su discurso nos deja ver que, al ser estudiantes, creen que están haciendo “lo correcto” para la sociedad, de acuerdo con su edad; si bien al ser estudiantes el impacto en la esfera

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pública puede ser escaso e indirecto, algunos de ellos interpretan el acudir a clases como un pequeño aporte en el presente a la esfera pública.

“Sí. La verdad a mí me da tristeza porque pues, ahorita más que antes, sí se dan más oportunidades de estudio, ¿no? De que ya ahorita el gobierno te da becas y todo, de hecho yo tengo mi beca. Pues creo que nunca hay un pretexto para decir: ‘No, yo no estudio porque esto o lo otro’; entonces pues tal vez si esos chavos se pusieran a pensar que hay otra forma de hacer las cosas; aparte de que muchos de ellos, en lugar de hacer algo productivo, están viendo a ver a quién roban o algo, entonces creo que no es por ahí, pero tal vez ellos no se dan cuenta o no se quieren dar cuenta.” (Jaras)

El ser estudiante, además de posicionarlos ante la sociedad como individuos “de bien”, de acuerdo con su propia perspectiva, también los hace adquirir una visión de las cosas distinta (más crítica, más informada) respecto de la que tiene la gente que no ha estudiado y diferente, particularmente, de la de los jóvenes que no estudian (a quienes se vincula frecuentemente con el pandillerismo o la drogadicción). Recordemos, al respecto, la opinión que expresaron Arpad y Carelizzia (expuesta en apartados anteriores), y veamos ahora lo que comenta Estela, respecto a que el estudio la ha hecho ser más abierta ante las expresiones homosexuales.

“[…] yo siento que, en esa parte, la población de León no está al ‘cien’ para aceptar lo que realmente una persona siente, lo que quiere hacer, lo que quiere externar. […] yo digo que, a la mejor, el estudio, nos está llevando a una cultura, a una apertura de ver las cosas muy diferentes. Y pues, para mí, si veo dos personas, dos chavos, dos chavas, como pareja, a mí no me incomoda en lo más mínimo.” (Estela)

En el presente, además, el ser estudiantes los ha hecho verse distintos ante los demás (particularmente su propia familia), sobre todo en el caso de quienes están cursando el nivel superior. Los saberes que han adquirido e, incluso, la mera condición de “estudiantes universitarios”, les han otorgado cierta voz y reconocimiento.

“No sé qué onda con su vida, pero cuando entré a psicología siempre fue como… cualquier opinión que tenga, sí la toman mucho en cuenta […]. Por lo mismo de la carrera, pero sí me siento tomada en cuenta [por su familia].” (Paula)

Entrevistadora: ¿En dónde podrías decir que te sientes alguien indispensable? ¿Con quiénes o en qué lugares?

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Güero: Pues no sé, tal vez en mi familia. O sea, tal vez por el hecho de que soy el primero de mis hermanos que… por ser el primero en la universidad; y porque tengo una manera de ser extrovertida y trato de decirles: ‘todo va a estar bien, no se preocupen’. 40

Entonces, tanto para el presente como para el futuro, la escuela y el trabajo representan una manera particular de pertenecer a la esfera pública. Los elementos que expusimos anteriormente se encuentran, en general, en todos los jóvenes entrevistados; no encontramos diferencias sustanciales entre un caso y otro salvo, quizás, en el hecho de que los estudiantes de preparatoria tienen menos clara su actividad laboral a futuro. Tampoco se muestran discrepancias en el discurso de quienes pertenecen a escuelas públicas y a escuelas privadas, en cuanto a su valoración por el estudio y su confianza en que, a futuro, podrán encontrar un empleo que cubra sus necesidades. Respecto al ser estudiantes, queremos señalar de nuevo nuestra interpretación en tanto a que esta condición no les hace sentir parte de una comunidad que englobe a todos aquellos individuos que realizan esta actividad, salvo a los compañeros de su misma escuela. Siendo así, el ser estudiantes y, a futuro, trabajadores, implica el desempeño de una actividad primordialmente individual, no colectiva; el aporte que como tales pueden o podrán hacer a la sociedad será, sobre todo, a partir del desarrollo cotidiano de las tareas que le competen a un estudiante o a un trabajador. En el discurso de los entrevistados, pues, está ausente la expresión de reivindicaciones de tipo estudiantil o laboral; esto significa que, como jóvenes, como estudiantes y como trabajadores, no le piden nada al público y, si algo le demandan, es más bien como ciudadanos, más allá de su edad y más allá, también, de su formación u ocupación. Aquello que les hace reaccionar y sentirse afectados es lo mismo que, según ellos, afectaría a cualquier otro leonés o mexicano, es decir: la inseguridad, la violencia o la corrupción, por ejemplo. No es la escuela ni el trabajo lo que los dotará de una bandera para luchar por algún cambio que quieran ver; sin embargo (y por eso son “la levadura”) sí vemos que en su opinión les proporciona habilidades y oportunidades para aportar algo a la sociedad y, además, les asigna un fuerte compromiso para hacerlo, aunque sea a partir de su trinchera y de forma individual.

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Güero señala, además, que sus padres no concluyeron la secundaria.

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CONCLUSIONES

De acuerdo con la pregunta general de investigación, en este trabajo se buscó descubrir cómo perciben la pertenencia a la esfera pública los jóvenes estudiantes de León, así como la manera en la que se involucran en ésta. A continuación realizaremos una síntesis en torno a dicha pregunta, pero comenzaremos con explorar lo relativo a las preguntas específicas de investigación que también nos planteamos. En cuanto a la percepción o definición que tienen de lo público debemos decir que ellos sí tienen la idea de un marco de referencia común en el que se ven envueltos. En una primera aproximación observamos que predomina en su discurso la consideración de que lo público es lo que cualquiera puede ver o saber; al respecto generalmente se refieren a aquél espectro exterior al ámbito doméstico en el que existen ciertas reglas sobre la manera en que uno mismo debe aparecer y desenvolverse en él. Una segunda idea que dan de lo público es que éste es el espacio que pertenece a todos, particularmente a aquellos individuos que comparten una misma ciudad o nación; y, el resguardo de los bienes colectivos, se encuentra bajo responsabilidad del gobierno. En ambas concepciones de lo público, los jóvenes se sienten parte de lo público. En una aproximación más fina observamos que, si bien no siempre lo mencionan de manera explícita, ellos también remiten a marcos de referencia comunes que van más allá de aquello que “es de todos” y de lo que “todos pueden ver”. Las representaciones que tienen de lo colectivo pueden ser varias, aun para un mismo individuo; en este sentido, encontramos alusiones tanto a lo público-estatal, a lo público como comunidad política, al espacio público de lo político ampliado (con limites difusos a nivel local y global), al espacio de sociabilidad y, también, detectamos alusiones a microesferas públicas de pertenencia. Siendo así, respondiendo a otra de nuestras preguntas específicas, lo público para ellos puede tener diferentes límites, algunos más formales, otros más ambiguos. En síntesis, es posible observar que lo público está presente en cada uno de ellos de diferentes maneras, abarca diferentes espacios y momentos, y cambia la forma específica en la que se involucran en ellos. En apego a otra de las preguntas específicas, analizamos el lugar que ellos ocupan en el espacio público (en cualquiera de sus acepciones), desde su perspectiva. Ello significó

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que indagamos en las autopercepciones que tienen del ser joven y en si acaso se concebían con capacidad de agencia dentro de lo público. La respuesta, de acuerdo con los resultados, debe ser observada en dos vías: en cuanto a los espacios públicos más formales y en cuanto a los menos formales. En la primera posibilidad observamos que, en muchos casos, han tendido a asimilar las hetero-representaciones que los adultos o algunas instituciones han difundido sobre lo que es ser joven y, de igual manera, han acatado el lugar que aquellos les confieren en la esfera pública. Vemos, pues, que en espacios públicos más formales (como el Estado o las organizaciones de la sociedad civil), así como en ámbitos de decisión familiar o en su propia colonia, los jóvenes sí conciben poca capacidad de injerencia por el hecho de ser jóvenes. No obstante, el “hecho de ser joven” va más allá de la edad en estos casos, pues al hablar de las instancias públicas formales la limitante que consideran que tienen es, sobre todo, la falta de experiencia, de recursos o, incluso, de un título profesional que los avale; y, “el hecho de ser joven” dentro de la familia o de la colonia, significa que la limitante es que tienen escasa representación propia, es decir que se encuentran bajo tutela de sus padres, pues éstos últimos tienen la última palabra en las decisiones que competen a toda la familia y son la única voz en las juntas vecinales, por ejemplo. Encontramos algunas excepciones de casos en los que se les posibilita más la participación a los hijos, pero debe resaltarse que en general los padres toman las decisiones en estos ámbitos, independientemente de si el joven tiene un empleo (y aporta dinero al hogar) o si éste ya también tiene hijos. Eso significa que, mientras siga viviendo bajo el techo familiar, el joven verá limitada su auto-representación en ciertos ámbitos (sobre todo vinculados con el espacio privado o con microesferas públicas, como la colonia). Ahora bien, debemos destacar que el ser joven no siempre incide en que se perciban, (o no) como parte de lo público y que consideren que tienen (o no) capacidad de injerencia. De acuerdo con ellos existen algunas instancias, particularmente las vinculadas con lo público-estatal, en las que a pesar de que abarcan a todos los ciudadanos, se le impide la participación a la mayoría; esto significa que, independientemente de la edad, la población en general no es escuchada ni invitada a colaborar en proyectos colectivos, de acuerdo con el discurso de los informantes. Siendo así, observamos que la pertenencia a lo público o la falta de ésta no necesariamente se relaciona con el ser joven.

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La segunda vía para observar los resultados respecto a la concepción de la pertenencia al espacio público atiende a lo que ocurre con espacios públicos menos formales. Observamos que, en algunos momentos, los informantes no refieren a que el ser jóvenes los limite a involucrarse en otras esferas colectivas. En marcos de referencia comunes tales como el espacio político ampliado o el espacio de sociabilidad parece que, sin importar la edad, cualquier individuo puede pertenecer, dado que no existen limitantes legales ni de recursos, además de que no hay autoridad que lo impida. En general vemos que si los jóvenes deciden involucrarse en el espacio público, en cualquiera de sus acepciones pero, particularmente, en aquellas de límites menos formales, pareciera que conciben para sí mismos, por ser jóvenes, una manera más lúdica de participación, vinculada con expresiones culturales (como vestirse de cierta manera para mostrar su personalidad) o con conocer a nuevas personas simplemente por hacer más amigos. Por otro lado, su relación con lo público se distingue porque no les parece un compromiso real, sino algo que se hace de manera opcional, que se hace por gusto, si hay tiempo o si tienen las posibilidades. Los adultos, en cambio, son vistos por ellos como individuos con una mayor obligación para con lo público y con mayores responsabilidades en general, por lo que la vinculación de los adultos es “real”, no es un juego, a pesar de que en la práctica también se concibe al adulto como alguien que se relaciona poco con desconocidos y con gente externa al ámbito doméstico; además, los adultos les parecen personas más conservadoras e intolerantes con el “otro”, sobre todo con el “diferente”, en comparación con los jóvenes. La “condición juvenil”, entonces, no siempre limita su participación sino al contrario, además sí influye en la manera en la que se involucran en ciertas cuestiones públicas, invitándolos a participar de formas más lúdicas y que se conciban más por “gusto” que por obligación. La última de nuestras preguntas específicas nos llevó a indagar en las formas de acción determinadas en las que los jóvenes pudieran manifestar un involucramiento con lo público, en cualquiera de sus acepciones. Al respecto, en su discurso encontramos que realizan acciones que pueden ir desde las más formales, tales como el ejercicio del voto, hasta ciertas formas de transgredir el orden público, aunque éstas se presentan escasamente en los informantes. Entre uno y otro extremo se encuentra, sin embargo, la mayoría de las acciones de los jóvenes; detectamos una amplia gama de posibilidades de actuar con

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referencia a lo público, lo que nos permite afirmar que ellos están muy lejos de la apatía que diferentes instituciones le han imputado a la juventud. Hay mucho que decir respecto a las acciones de los jóvenes orientadas a lo público, particularmente respecto a cuáles son las que predominaron en su discurso y las implicaciones que esto tiene para comprender su vínculo con esta esfera. Antes de profundizar en eso, sin embargo, quisiéramos detenernos en una serie de elementos que resultaron sugerentes al analizar la información y que, sin lugar a dudas, tienen implicaciones para comprender por qué estos jóvenes se orientan más a unas que a otras formas de acción y por qué se apegan más a determinadas acepciones de lo público, evitando o postergando indefinidamente la vinculación con determinados espectros de lo colectivo. Vemos, por ejemplo, que se otorga un alto valor a lo privado y a lo personal, por parte de los jóvenes; asimismo se percibe poca vinculación de su vida con sucesos públicos y poca relación de sus problemas personales con problemas colectivos. En este sentido se muestra que los jóvenes no siempre vislumbran su vida como afectada por lo que suceda en lo público (aunque de hecho sea así), por lo que consideran que la responsabilidad de solucionar sus problemas compete únicamente a ellos; ello pudiera explicar el hecho de que, al hablar de lo público, poco remiten a que “necesiten” de él de alguna manera. Lo que ocurre en el ámbito privado es, en definitiva, lo más importante en sus vidas, de acuerdo con ellos; y, las cuestiones de la esfera pública, por más presentes que estén en su discurso y en sus preocupaciones, pasan a un segundo plano. En diversos momentos de su relato detectamos, además, cierta preferencia por “contener” en lugar de “contender”. Vemos que mantienen una barrera más o menos clara entre lo público y lo privado, a diferencia de quien pudiera argumentar que los jóvenes son más “extrovertidos” o que han encontrado ciertos espacios, como el internet, para externar cuestiones privadas o íntimas. Esta barrera que se mantiene puede ser una especie de protección contra un ambiente público que se percibe, actualmente, como violento o inseguro (incluso en el espacio virtual), o contra un “otro” que, por estas razones, se concibe como alguien de quien hay que desconfiar. Otra posibilidad es que este “otro” esté muy encerrado en sí mismo y que, de acuerdo con ellos, sea difícil que con éste se puedan llevar a cabo proyectos en conjunto. Estuvieron muy presentes en ellos las alusiones a que México y, poco a poco también, la ciudad de León, están volviéndose cada vez más

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afectadas por el problema del narcotráfico y la inseguridad; en este sentido, el momento preciso que está viviendo el país puede ser la razón por la que, en algunos casos, opten por “contenerse” en lugar de mostrarse. Por otro lado, tampoco expresan ser individuos que tiendan a “contender”, en el sentido de combatir, en el espacio público; hablan, por ejemplo, de que evitan ofender a otros en público o mostrarse agresivos y, para arreglar algún problema con las autoridades (escolares o estatales), aceptan los procesos institucionales y preferirían acudir con las instancias competentes antes que expresar, de manera reaccionaria, una demanda. Aunque desconfían de varias instituciones y son críticos (particularmente hablando del Estado), expresan de algún modo que prefieren “portarse bien” y hacer las cosas “por la buena”, si llegara el momento de presentar alguna queja o demanda ante las autoridades, por ejemplo. Esto es lo que dicen que harían, sin embargo tampoco les parece la “mejor opción” porque consideran que quizás “no serviría de nada” presentar una queja (eso piensan o eso les han dicho); algunos sí lo han hecho y, efectivamente, no han obtenido lo que esperaban. No obstante, la intervención en asuntos públicos por medio de las instancias oficiales debe intentarse antes que la acción contenciosa, de acuerdo con ellos. Otro elemento sugerente es que muestran rechazo a ser “etiquetados” por la pertenencia a alguna agrupación y a estar identificados con una particular forma de ser. Participan escasamente en agrupaciones formales o informales, rechazan identificaciones con estas y rehúyen a la pertenencia a grupos que les supongan una obligación explícita o poca libertad. Estos elementos, presentes en todos ellos, los llevan a concebirse, más bien, como “normales”, según sus propias palabras. Tanto en orientación al ámbito público como al privado, prefieren actuar y decidir desde sus propias posibilidades y ser autónomos; se definen a sí mismos como individuos libres y reconocen poco que haya elementos que los sujetan o constriñen, aunque efectivamente existan. Resalta, también, que a pesar de que todos ellos se conciban como jóvenes, no se identifican con lo que para ellos es la mayoría de la juventud, a quienes definen como irresponsables, viciosos y transgresores (la imagen del “joven rebelde”). En lo único que pueden identificarse es en su interés por la música, en la forma de vestir o en el salir a divertirse, elementos que también caracterizan a todos los jóvenes, de acuerdo con ellos (la imagen del “joven vinculado a sus manifestaciones culturales”). Se identifican un poco más 195

con los jóvenes que son estudiantes, como ellos; sin embargo, no sugieren que haya algún proyecto o alguna “lucha” que trascienda a la comunidad estudiantil de su propia institución, ni que haya algo que “todos los jóvenes estudiantes” o, simplemente, que “todos los jóvenes” necesiten y demanden a la sociedad. En este sentido, sus reacciones, quejas y demandas hacia la esfera pública no aluden a que la juventud (ni la juventud estudiante siquiera) sea un sujeto político, sino que todo ello lo emiten siendo ellos un “ciudadano más”, afectado en este momento por cuestiones de inseguridad, violencia y corrupción, entre otras cosas. Hablando de las críticas y enojos que al respecto expresan, se muestran solidarios y empáticos con la gente que está padeciendo tales problemas más directamente, es decir que son sensibles a los problemas ajenos. Se interesan, pues, en aquello que atañe a la esfera pública amplia y, respecto a varios aspectos concretos, muestran un deseo de cambio, sin embargo éste se percibe como un sueño o, por lo menos, algo lejano que no está en sus manos y en el que sólo podrán incidir con pequeños aportes y, particularmente, de manera indirecta. El involucramiento en esto, de forma directa, parece únicamente destinado al momento en que la situación se muestre extremadamente “caótica”. Hasta el momento, a pesar de que varios de ellos señalan que la situación del país es aterradora, parece faltar todavía una chispa para que la gente, y ellos mismos, “estallen”. Los resultados nos sugieren que, a pesar de las ideas que están presentes en los jóvenes sobre qué es lo público (como marco de referencia común) y sobre las formas de acción referidas éste, apelan a todas las concepciones de lo público que han sido el eje de este trabajo; las acciones que llevan a cabo efectivamente y que se presentan con mayor frecuencia se caracterizan por hacerse desde lo cotidiano y desde lo individual. “Poner un granito de arena” (de acuerdo con el espacio de lo político ampliado) o “seguir la corriente” (con relación al espacio de sociabilidad), pueden sintetizar la vinculación principal que, en la práctica, los jóvenes llevan a cabo en orientación con la esfera pública (así es en el presente y lo será en el futuro). El ser estudiante y, posteriormente, trabajador, son ejemplos recurrentes de la manera en que, a partir del de ejercicio cotidiano, se puede impactar en el ámbito público, aunque de manera indirecta. Tras exponer las sugerencias que el análisis de la información nos ha proporcionado, es momento de profundizar en las acciones de los jóvenes orientadas a lo 196

público y, particularmente, de preguntarnos por qué aquellas de tipo indirecto, realizadas desde lo cotidiano, parecen predominar, en la práctica, en la vida de los jóvenes. Las sugerencias anteriormente descritas nos dan pistas para entender esto. Se debe dejar claro que la mayor presencia de estas acciones no obedece a que, por realizarse día a día, o por poderse realizar cualquier día, sean llevadas a cabo más veces que aquellas otras que, por su naturaleza, no pueden hacerse a diario, como el ir a votar. Hablamos de mayor presencia de las acciones cotidianas porque, en comparación con acciones que se realizan en tiempos “oficiales” o en tiempos “extraordinarios”, éstas sí se llevan a cabo, mientras que tiende a haber un manifiesto rechazo o una postergación indefinida en cuanto a las acciones propias de tiempos tanto “oficiales” como “extraordinarios”. Aguilera (2010) llama tiempos “excepcionales” a aquellos que marcan la acción de la política institucional y, en contraposición con éstos, se encuentra la vida cotidiana. Su sugerencia nos resulta pertinente para comprender la tendencia de los jóvenes por preferir algunas acciones referidas a lo público por sobre otras y, también, nos adscribimos a su crítica en cuanto a que la política institucional ha dejado de ser significativa para los individuos y, en particular, para los jóvenes, dado que se ha promovido que ésta puede llevarse a cabo única y exclusivamente en momentos y en lugares determinados, alejados por completo de la realidad y de las experiencias cotidianas que viven. Tomamos su propuesta de analizar la particularidad de los jóvenes en cuanto a tiempos de la realidad distintos, sin embargo nos resulta más pertinente realizar una propuesta propia en cuanto a lo que cada tiempo específico implicaría; además de que, partiendo de nuestros resultados, observamos tres momentos distintos y no sólo dos, como este autor lo describe. De acuerdo con nuestra interpretación, en el discurso de los jóvenes encontramos referencia a tres tiempos distintos. Los tiempos “oficiales” estarían delimitados por las instituciones, particularmente el Estado; actuar según los tiempos “oficiales” tendría impacto concretamente en el espacio de lo público-estatal (por ejemplo al participar en las elecciones) o en el espacio de la comunidad política (mediante las acciones llevadas a cabo por medio de instancias fijas, es decir, de asociaciones de la sociedad civil que tengan una agenda establecida para el tratamiento de asuntos públicos). Respecto al Estado y a las asociaciones, puede existir también la posibilidad de vincularse a ellas de manera cotidiana, como lo que ocurre con la gente que labora en el gobierno, con la que se ve beneficiada por

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algún programa estatal y con la que está afiliada a partidos políticos o a organizaciones civiles. Los jóvenes que entrevistamos, sin embargo, no conciben esa idea de participación cotidiana, pues relegan la vinculación pública institucional a los tiempos “oficiales”; es por ello que, por ejemplo, al hablar de lo que la mayoría de edad significa para ellos, la respuesta que predomina remite a cuestiones ajenas a lo público (evocando a una “mayor libertad” individual para hacer “lo que quieran”). De manera cotidiana, pues, los jóvenes no reconocen una relación con estos ámbitos; señalan que se dirigirán a instituciones estatales, por ejemplo, sólo cuando haya necesidad de hacerlo (como para presentar una queja o para ir a votar), aunque el descrédito que tiene esta instancia para ellos lleva a que, quizás, ni siquiera se acerquen a él cuando tengan una demanda a la que a éste le competa responder. Los momentos “oficiales” y los “cotidianos” pudieran representar, de alguna manera, periodos ordinarios, oponiéndose a los tiempos “extraordinarios” de vinculación con la esfera pública. Consideramos que la relación de los jóvenes con lo público como comunidad política se llevaría a cabo particularmente en tiempos “extraordinarios”, es decir, en aquellos momentos en los que la población se vea obligada a actuar de una manera distinta a la habitual dado que la situación del país, o de la ciudad, se encuentra en un estado de caos, como ellos mismos lo sugieren. Los sueños que expresan respecto a que México cambie y las referencias que hacen a que la sociedad debería de actuar para incidir en ello, parecen relegarse al tiempo de lo “extraordinario”, al cual todavía no se llega (pero falta poco, de acuerdo con algunos). Puede ser, además, que se conciban a sí mismos muy pequeños (no necesariamente por la edad) en comparación con el tamaño de los problemas del país; es entones que se puede pensar, como algo más “realista”, en el sembrar sólo una “semillita” o un “granito”, sin imaginarse cultivando campos enteros. Cuando no aluden al caos ni al momento en el que se presente una necesidad determinada, la posibilidad de vincularse con lo público-estatal o con la comunidad política puede ocurrir en algún tiempo, más bien, “indefinido”. A esta lejana intención de vinculación remiten cuando las instancias no les provocan realmente desconfianza, pero tampoco parecen llamarles demasiado la atención. Hay quienes, por ejemplo, no descartan la posibilidad de colaborar con el Estado en algún momento de su vida, o de afiliarse a alguna organización civil de beneficencia, por ejemplo; no obstante, no es muy claro cuándo ni por qué motivo lo harían, únicamente resalta el hecho de que si llegaran a hacerlo

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sería, como todos los compromisos que adquieren (los que no les imponen), por gusto, no por obligación. Ahora bien, las acciones referidas al espacio público como lo político ampliado y como espacio de sociabilidad sí son susceptibles de realizarse desde lo cotidiano. Aquella alusión a “sembrar una semillita”, mediante el desempeño diario de su trabajo, o a “pasar desapercibido”, así sea por el mero hecho de usar ropa y, por tanto, no andar desnudo por la calle, son elementos mencionados por los jóvenes en los que encontramos un mayor involucramiento con el espacio público de forma cotidiana. Nada parece impedirles o limitarlos a realizar estas acciones; en estas acepciones de espacio público se puede actuar más libremente, aunque no siempre son conscientes de que se está teniendo un impacto en la esfera pública por medio de estas acciones, o bien consideran que el impacto es mínimo. Sin embargo, al abrir el concepto de lo público a estas posibilidades y, asimismo, al intentar ir más allá del concepto de “participación”, encontramos que estas acciones sí representan una forma en la que los jóvenes se relacionan con lo público, mismas que efectivamente llevan a cabo (y seguirán haciéndolo, a futuro) y no únicamente se encuentran en su imaginario de posibilidades. Además de desmenuzar las formas de acción orientadas a lo público conforme al ámbito de involucramiento (los distintos marcos de referencia común) y en cuanto las temporalidades en las que ocurren, también optamos por mirarlas bajo otros prismas. A continuación nos detendremos en exponer lo que encontramos en cuanto a otros ejes de análisis, concretamente en cuanto a la primacía de la acción individual por sobre la colectiva y, también, en cuanto a la intencionalidad que detectamos en sus vinculaciones con lo público. Como ya se sugirió, la acción individual aparece de manera más constante en aquello que los jóvenes, en la práctica, llevan a cabo en torno a lo público. La consideración de que el “otro”, particularmente el desconocido, tiene poco interés en las cuestiones colectivas, puede llevar a que estos jóvenes encuentren pocas razones para asociarse por un fin común, por lo que cuando llevan a cabo acciones de manera colectiva lo hacen, sobre todo, en microesferas públicas a las que pertenecen, como por ejemplo en su propia escuela. La acción colectiva, además, podría implicar un compromiso que pocos de ellos quisieran o podrían tomar en este momento de sus vidas, por lo que, como varios

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de ellos lo señalan, la acción individual puede ser una alternativa a sus ganas de hacer algo por la sociedad, pero sin que esto implique una responsabilidad formal. Hay acciones colectivas que pudieran ser más “espontáneas” y que, por tanto, no impliquen un compromiso a largo plazo, como podría ser la participación en una marcha; no obstante, ninguno de ellos refiere a que haya realizado este tipo de acciones; algunos de ellos señalan que lo harían en algún momento, mientras que otros parecen optar por otras posibilidades para actuar (dada su tendencia a “contener” en lugar de “contender”). La escasa participación de ellos en actividades públicas de este tipo, además, pudiera deberse a la poca tradición que estas acciones tienen en la ciudad de León, algo que ellos mismos observan con relación a otros lugares. Finalmente, en el eje analítico de la intencionalidad de las acciones referidas a lo público, observamos que los jóvenes tienden mayormente a actuar con el propósito de transformar o de mantener algún aspecto presente en la esfera pública; en menor medida suelen actuar con la intención de transgredirla, de “mostrarse”, o de resistir a algún aspecto de ésta que, de acuerdo con ellos, los perjudica. Las reacciones que los sucesos públicos provocan en ellos y el deseo de que las cosas fueran diferentes pueden llevar a que, efectivamente, buena parte de sus acciones tengan la intención de contribuir en algo (aunque de forma indirecta y desde su trinchera) con el cambio que desean ver en la sociedad. También son recurrentes las intenciones de mantener algo del espacio público o, más bien, de no perturbarlo; observamos que, por ejemplo, en el espacio de sociabilidad, optan por seguir la corriente más que por romper con ésta; mencionan que tienen un trato cordial con la gente (como con sus vecinos) o, a veces, un poco indiferente (como cuando la gente que les dice “buenos días” y ellos, por desconfianza, prefieren no responder), pero no buscan romper con la norma de civilidad y prefieren, más bien, seguir el “guion”. Las transgresiones, las resistencias (como el pasar desapercibido o el cuidarse de ser llevado a la cárcel) o el mero “mostrarse” y ser notado (por medio de expresiones culturales, pero sin mayores intenciones) se presentan poco en el discurso de los jóvenes entrevistados. Hasta el momento vemos que, en atención a las conjeturas que planteamos con la revisión teórico-conceptual, los jóvenes sí aluden (no siempre de forma verbalizada) a más de una manera de concebir lo público; además, observamos que, efectivamente, la acción 200

de los jóvenes orientada a esta esfera tiende a ser de manera informal, cotidiana, individual e indirecta; alejándose de los compromisos explícitos y a largo plazo, de la acción colectiva y de los caminos formales. Con esto último, suponíamos que los jóvenes se vinculaban mayormente con el espacio público de lo político ampliado y del espacio de sociabilidad, sin embargo no podíamos asegurar que se alejaran del todo de otras maneras de concebir lo público. En nuestra apuesta, entonces, no alcanzábamos a ver de qué manera, a pesar del declive de las instituciones públicas modernas, del privilegio del ámbito privado como refugio a lo público, y del descrédito de los jóvenes hacia las formas tradicionales de hacer política, pudieran ellos todavía sentirse parte de (y, quizá, interpelados por) los marcos de referencia común representados por lo político-estatal y la comunidad política. Tampoco podíamos entonces vislumbrar exactamente cuáles eran las acciones de tipo informal, cotidiano, individual e indirecto que los jóvenes pudieran ejercer respecto de lo público, ni por qué podrían preferir éstas, en comparación con las más formales y tradicionales. Podemos decir, entonces, que si bien nuestra conjetura resultó acertada, la realidad nos sorprendió y nos llevó más lejos, exigiéndonos mirar las cosas de manera más minuciosa y encontrar más pistas. Observamos que el involucramiento de los jóvenes con lo público, en general, se encuentra más allá de la obediencia y de la irreverencia, aunque estas posibilidades también se llevan a cabo en ocasiones o, si no, por lo menos se conocen, se reflexiona en torno a ellas y se sabe que, en algún momento, podrían llevarse a cabo. Para llegar a estos puntos fue necesario poner en duda la existencia de una sola forma de entender lo público, considerando que la acción de los jóvenes requería concebir a esta esfera desde distintos marcos de referencia común posibles, dentro de los cuales ellos pudieran sentirse parte. Por otro lado, también, fue indispensable cuestionar la propia concepción del ser joven, para apegarnos, más bien, a la idea de “juventudes”. Respecto a la primera de estas tareas, el ensanchamiento del concepto de lo público fue necesario porque observamos que la acción de los jóvenes no tiende solamente a ser política (y, mucho menos, política formal), sino social; para observar esto fue indispensable la propuesta de Weintraub (1997). Los jóvenes, con referencia a la esfera pública, no únicamente llevan a cabo acciones que implican conflicto, antagonismo o decisión, elementos de la concepción de lo político de Mouffe (1999); tampoco se trata de luchar por 201

conseguir un objetivo o de participar en la dirección de la sociedad, en el sentido de Weber (2003). Ambas concepciones de lo político pueden incluir formas de acción tanto institucionales como no institucionales, pueden llevar tanto a la obediencia de la norma como a la transgresión, explícita o simbólica, a la misma. Decir, pues, que lo político puede incluir ambos polos (la obediencia y la irreverencia) ya es abrir bastante las posibilidades de encontrar que los jóvenes, de alguna manera, se involucran en lo público; no obstante, en este trabajo apostamos por considerar que, además, entre una y otra pueden encontrarse formas “sutiles” de participar. Apostamos, también, por pensar que era posible encontrar algo fuera de todo esto, es decir, algo referido a lo social, al conocimiento y manejo de las expectativas de los demás (en el sentido goffmaniano) y al actuar conforme a esto; a la conciencia de que, por ejemplo, aparecer desnudo por la calle podría tener un determinado impacto en la colectividad. Así pues, únicamente abriendo conceptualmente las posibilidades de comprender lo público fue posible ver qué había dentro y más allá de la obediencia y de la irreverencia. Ahora bien, este estudio fue enfocado en un tipo de jóvenes determinado que, por su estatus de “integrados” a la sociedad, por medio de la institución educativa, pudiera hacernos pensar que, en principio, no eran totalmente “irreverentes”, aunque no por ello, según nuestra apuesta, resultarían completamente “obedientes” en cuanto a todo aquello que es prescrito por las distintas formas de entender lo público. Al encontrar que los jóvenes de nuestro estudio se ubican más allá de una y otra posibilidad, es necesario recalcar que ellos no constituyen una especie de “tribu” ni un caso paradigmático, puesto que fueron individuos que, por la forma en que constituimos la muestra, pueden representar a más jóvenes, por lo menos a otros jóvenes estudiantes de la ciudad de León. Siendo así, con este trabajo esperamos haber visibilizado a un sector de la juventud (leonesa, por lo menos) que, bajo la óptica de la “obediencia” y de la “irreverencia”, puede ser pasado por alto: aquellos que pasan desapercibos y que, no obstante, constituyen a la mayor parte de los jóvenes. Respecto a las formas de involucramiento en lo público, también esperamos haber hecho notar que puede haber otras posibilidades que las formas de participación política tradicionales, y distintas, también, de las expresiones propias de otros jóvenes, llevadas a cabo desde el ámbito de lo cultural. Las posibilidades que nosotros detectamos, sin embargo, no se pueden considerar formas inéditas de implicación en lo público inventadas

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por ellos ni exclusivas de algunos sectores de la población juvenil, sin embargo son formas que se muestran viables dadas las posibilidades de injerencia que consideran que tienen y la manera en que perciben su pertenencia en distintos marcos de referencia común. Reconocemos que puede verse como excesivamente esquemática nuestra sugerencia de que, a cada acepción de lo público, corresponden determinadas maneras de actuar conforme a él. Analíticamente nos resultó necesario concebirlo así; pero, centrándonos en la propia forma de ver la realidad de los jóvenes estudiantes, observamos simplemente que ellos se saben dentro de algo público: lo reconocen, lo dicen. En su vida poco importa esclarecer los límites de la nación, de la sociedad civil, de la localidad, de todo el planeta, de la sociedad o de la propia escuela, lo que importa es que fuera de su propia vida y del ámbito privado hay algo más y, con referencia a esto, se actúa. Ciertamente algunos de estos espectros de lo colectivo los convocan a involucrarse más que otros; es innegable, también, que en ocasiones a los jóvenes se les permite poco hablar y que ellos mismos han asimilado la falta de voz como algo propio de la edad, o han desarrollado cierta resistencia a ejercerla por el temor a decir una “tontería”, también acorde a su supuesta inmadurez. No obstante demuestran que lo que ocurre en la esfera pública o (apegándonos a sus propios términos) lo que le pasa a “los demás”, los interpela, los preocupa, y por tal motivo suelen llevar a cabo ciertas acciones para mejorar aquello que atañe a todos o, por lo menos, para no perjudicarlo. En este sentido, desde sus posibilidades, los jóvenes se asumen presentes en la esfera pública, con o sin invitación, de una forma u otra.

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ANEXOS

1. GUÍA DE ENTREVISTA

Preguntas introductorias: 1. Relato de un día típico en tu vida. Relato de un fin de semana normal 2. ¿Cuáles son los compromisos o responsabilidades que tienes actualmente? 3. Dime una o varias cosas que te importen mucho y una o varias cosas que no te importen. 4. ¿Hay alguna actividad o interés que te gustaría desarrollar, pero que en este momento no haces? 5. ¿Hay algún hobbie u ocupación extra que realices, además de tus actividades cotidianas? I. Percepciones de lo público en general 6. Pedir algunos ejemplos de algo que no haría en público y de algo que sí haría. 7. ¿Para ti cuál es la diferencia entre lo público y lo privado? 8. Respecto a lo que has escuchado o visto sobre la gente de otras ciudades, ¿notas alguna diferencia respecto a la gente de León? Si es así, ¿cuál(es)? 9. ¿Qué tan identificado te sientes con… (los miembros de tu familia, tu colonia, los jóvenes en general, compañeros de escuela)? 10. ¿Te sientes identificado con algún grupo o movimiento? (musical, religioso, deportivo, etc.) 11. ¿Alguna vez has hecho algo por ayudar a alguien? Si es así, cuéntame alguna(s) experiencia(s) 12. Menciona a alguien que admires. ¿Por qué lo admiras? 13. ¿En qué te gustaría que cambiara la sociedad en la que vives? 14. Y tú, ¿qué podrías hacer o qué has hecho respecto al cambio que te gustaría ver en la sociedad? 15. Si hubiera un desastre en una colonia de León que no es la tuya ¿qué reacción te provocaría? (averiguar si se interesaría e involucraría) ¿Y qué reacción le provocaría a otros? 16. ¿Cuál podría ser tu reacción al ver que hay una fuga de agua en un parque y se está tirando mucha? ¿Cómo crees que reacciona normalmente la gente con eso? 17. ¿Qué tanto sueles involucrarte en eventos que organizan en tu escuela, por ejemplo en una fiesta o kermesse? ¿Y qué tanto se involucran los demás compañeros? 18. ¿De dónde podrías decir que te sientes parte indispensable? 19. ¿Para quién(es) podrías decir que eres alguien importante? ¿Para quién(es) no? 20. ¿Qué sentimiento te provocaría el ser reconocido socialmente por algo? ¿te gustaría? Si sí, ¿en qué o por qué?

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II. Aspectos concretos del involucramiento en la esfera pública 21. Cuéntame, por favor, algún suceso reciente (en la ciudad, país o mundo) del que te hayas enterado. Y, ¿cómo lo sabes o en dónde te enteraste? ¿Te afecta en algo? 22. ¿Participas o has participado en alguna asociación o agrupación (escolar, política, religiosa, virtual, organización no gubernamental, etc.)? (Si es así, pedir que cuente sobre ella, cómo se integró y cuál es su papel o actividad en ella. Si no, preguntar sobre el interés que tendría en formar parte de alguna agrupación). 23. ¿Qué sería aquello por lo que reclamarías y lucharías? 24. (En esta pregunta, diferenciar si son menores o mayores de edad) ¿Qué pensaste y sentiste al llegar a la mayoría de edad? ¿algo cambió en tu vida? / ¿Qué piensas y sientes sobre convertirte en mayor de edad? ¿Qué crees que cambiaría en tu vida? 25. (Considerar edad) ¿Has votado?/¿Te interesa votar? ¿Cómo tomaste la decisión de por quién votar?/Cuando te toque votar, ¿cómo tomarías la decisión de por quién votar? 26. ¿Qué tanto consideras que se toma en cuenta tu opinión, en este momento, para tomar alguna decisión en… (tu familia, agrupación, escuela, colonia, ciudad)? (Pedir ejemplos) 27. Los amigos que tienes, ¿en dónde los conociste y qué compartes con ellos? 28. ¿Con quién o con qué tipo de persona no crees que podrías llevarte para nada? ¿Por qué? 29. ¿Qué tan fácil te resulta relacionarte con desconocidos? 30. ¿Qué tanta confianza crees que existe entre la gente de… (tu escuela, colonia, ciudad)? ¿Por qué? 31. Y tú, ¿qué tanta confianza depositarías en… (compañeros de escuela, vecinos, autoridades escolares y políticas, cualquier ciudadano)? 32. ¿En qué momentos (lugares, o con personas específicas) podrías decir que eres “tú mismo”? ¿En cuáles no? 33. ¿Cómo consideras que eres visto por los “demás”? Y, ¿quiénes son los “demás”? 34. La visión que tienen los demás sobre ti, ¿qué tanto coincide con la que tú mismo tienes sobre ti? 35. Tu imagen y tu forma de comportarte, ¿cambia dependiendo de dónde y con quién estés? Si es así, ¿en qué consiste el cambio?/¿Qué crees que tu imagen pueda expresar de ti? III. Relación público-privado. Transformaciones recientes en ambas esferas 36. ¿Qué cambios notas en la sociedad respecto al pasado (años, décadas)? ¿Y cómo lo sabes o cómo lo observaste? 37. Un suceso muy bueno que te haya pasado en el último año; ¿a qué se debió? (averiguar a qué se lo atribuye). Ahora un suceso muy malo que te haya pasado el último año: ¿a qué se debió? Y, ¿cómo se solucionó? 38. ¿Qué cosas de ti no te gustaría que se hicieran públicas? ¿Y cuáles cosas sí te gustaría? ¿Por qué? (Averiguar “quién” es ese público) 39. ¿Qué programas de televisión sueles ver con más frecuencia? ¿por qué te gustan?

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40. ¿Tienes o has tenido un blog, Facebook, una página en MySpace o algo así? (Averiguar si tiene alguna participación en internet en algo que la gente desconocida pueda ver, y no sólo amigos o conocidos) Si sí, cuéntame la experiencia y qué sentimiento te provocaría el que la gente desconocida pueda saber de ti.

IV. Sentimiento de preparación para participar en lo público 41. ¿Qué te ves haciendo en 15 años? (Distinguir nivel de escolaridad actual) 42. ¿Cuál dirías tú que es la diferencia entre ser joven y ser adulto? 43. Dime algo que a los adultos les interese y que a ti no te interese. 44. ¿Para qué cosas podrías decir que te sientes ya suficientemente grande y para cuáles no? 45. ¿Qué tan grande consideras que te ven los demás (adultos)? 46. ¿Qué tan preparado te sientes para tomar decisiones sobre lo que ocurre en tu… (familia, escuela, colonia, ciudad)? Si no estás preparado, ¿qué te faltaría para poder estarlo? 47. Como joven ¿Sientes algún tipo de compromiso u obligación con la sociedad? Y cuando seas mayor, ¿qué compromiso crees que tendrás?

Datos del informante: -Edad -Sexo -Escolaridad -Pseudónimo

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