Mas alla de ellos

July 24, 2017 | Autor: Sara Tettamanti | Categoría: Migrants, Migración, Economía Política Cultural Crítica, migración, subjetividad
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Descripción

MÁS ALLÁ DE “ELLOS”

El tema de la migración es un asunto muy amplio y complejo, es transversal y multidisciplinario, se puede abarcar según distintos niveles de análisis y existe desde siempre. Desde que se tiene conocimiento en todos los lugares del mundo ha habido migración. La literatura ha definido en distintas ocasiones: “La migración es una de las fuerzas históricas que han moldeado el mundo”; “La migración siempre ha sido parte de la conducta humana”; “La migración es un fenómeno natural tan viejo como la historia misma”. En el tiempo han habido migrantes de cualquier faceta: desde los refugiados, asilados, desplazados internos, por desarrollo, personas traficadas, migrantes económicos y ambientales, legales, ilegales, documentados, indocumentados, apátridas, retornados, turistas, viajeros, expatriados, de nacionalidades, sexos, edades, condiciones económicas y profesionales distintas. Desde la época pre-histórica, la gente se desplaza, invade, emigra o peregrina por el mundo. La primera migración fue la que sacó a nuestros ancestros de su patria originaria en África, en diversas oleadas para expandirse por el mundo. Desde África y Europa hubo migraciones hacia Asia y América y de allí en todas direcciones: Norte - Sur, Sur - Sur, Sur - Norte, Norte - Norte, tanto como a nivel intrarregional. La migración existía desde mucho antes del nacimiento del Estado nación, antes de la creación de las fronteras políticas y los confines geográficos, antes de la construcción de las identidades nacionales, antes de la invención de las políticas securitistas, de las fronteras inteligentes, del control del estatus de los llegantes, antes de la seguridad nacional, de la soberanía, del riesgo de invasión y contaminación, antes de una visión unilateral y hermética de los gobiernos de turno, antes de la institucionalización del racismo. La separación entre “nosotros” y “ellos” ha surgido para justificar la existencia de un espacio seguro, donde la seguridad coincide con el nacionalismo, con la ausencia de una miscelánea de culturas y con la consecuente creación de una identidad “pura”, lejana, distinta, separada del “otro” que viene a ser usado solo como alter ego para reforzar esta identidad. Esta catalogación del otro, como separado, distinto, lejano a nosotros porque tiene costumbres, creencias, tradiciones diferentes, porque habla otro idioma, come otra comida, escucha otra música, viste otras vestimentas o reza otros Dioses, sigue siendo vista como negativa.

No obstante hayan cambiado los tiempos, las causas, los contextos, las realidades y las categorizaciones, esta distinción se ha quedado en el tiempo. Hemos arrastrado esta separación hasta hoy en día y es la principal causa de una visión problemática del fenómeno migratorio. Como dice un proverbio africano “Por cuanto un trozo de madera se quede en el río, nunca se transformará en un cocodrilo”. Es verdad, a un africano en Europa no se le blanqueará su piel por cuanto pueda vivir allí por generaciones, a un asiático en Estados Unidos no le cambiará el corte de sus ojos, un sudamericano no medirá más altura si se muda a Australia, a un europeo de igual forma no se le ennegrecerá su pigmento por cuanto se quede a vivir en el Sur del mundo. La sociedad civil sigue siendo dividida sobre este punto: ¿La migración es un hecho positivo o negativo? ¿Por qué todavía cuando en el mundo se cuenta con 214 millones de migrantes, cuando solo un 3% de la población mundial puede definirse estática, seguimos viendo este hecho como un problema? Si en vez de debatir sobre cómo contener o controlar este fenómeno tan resistente y natural, se empezara a encontrar una o más formas para aprovechar experiencias, establecer y desarrollar lazos, tener una mirada distinta hacia las experiencias diferentes de la nuestra; si se empezara a ver más allá de los rasgos físicos, de las aparentes diferencias; si se empezara a ver al migrante no como un peligro, un bicho raro, un invasor, un colonizador, un indecente en cuanto no digno de recibir nuestra acogida; si empezáramos a ponernos en la lógica del migrante (cual migrantes somos), si empezáramos a ponernos en nuestros zapatos entendiendo que todos somos nosotros y no otros, que todos somos huéspedes y nadie es el amo de la casa, el patrón del mundo, de un Estado, una región, un pueblo, tal vez se empezaría a razonar. ¿Hasta cuándo no entenderemos que todos somos seres humanos y que vivimos en el mismo mundo? ¿Hasta cuándo no reconoceremos la libertad de vivir como seres humanos y con la libertad de desplazarnos? No solo para viajar por diversión o aventura, para buscar realidades distintas, sino también para tener el sacro derecho a escaparse de las bombas, las guerras, las persecuciones, los cambios climáticos, el terrorismo, las violaciones y los maltratos, la falta de condiciones beneficiosas económica, social y políticamente o por cualquier razón que sea. Solo cuando banal y estúpidamente habremos entendido esto, esteremos listos para hablar de cómo desarrollar políticas que valoren los seres humanos y podremos empezar a hablar de ciudadanía universal.

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