Mario Fabregat_Suicidios de extranjeros en la Provincia de Santiago a comienzos del siglo XX: una aproximación desde el estudio de caso

July 15, 2017 | Autor: S. La Locura | Categoría: Inmigracion, Santiago de Chile, Suicidio, Modernización y Modernidad
Share Embed


Descripción

Nuevo Mundo Mundos Nuevos Nouveaux mondes mondes nouveaux - Novo Mundo Mundos Novos - New world New worlds Colloques  |  2014 La  Locura.  Historia,  prácticas  e  instituciones.  Siglos  XIX-­XX  –  Dossier  coordinado  por  Silvana  Vetö  y  María José  Correa

MARIO FABREGAT PEREDO

Suicidios  de  extranjeros  en  la Provincia  de  Santiago  a comienzos  del  siglo  XX:  una aproximación  desde  el  estudio de  caso [16/09/2014]

Résumés Español English El presente trabajo da cuenta del suicidio de un grupo de extranjeros en la ciudad de Santiago de Chile, ocurridos las primeras dos décadas del siglo XX. Se acompaña de una estadística del período para luego desarrollar una descripción microhistórica de catorce casos, con el objetivo de mostrar la evolución de los acontecimientos a partir de los sumarios judiciales que se iniciaron. Aunque el hecho de ser inmigrante pudo agudizar los “problemas de la vida”, se dejan abiertas una serie de preguntas que despliegan el horizonte del suicidio como otra de las expresiones de las complejidades del comportamiento humano. This paper explores the suicide of a group of foreigners in the city of Santiago de Chile by the first decades of the twentieth century. The study presents a statistical analysis of the period and a micro-historical description of fourteen cases, in order to illustrate the development of the events from the court records perspective. Although the study shows that being an immigrant could intensify the "problems of life", it also opens several questions on suicidal practices as another expression of the complexities of human behaviour.

Entrées  d’index Keywords  : suicide, foreign, immigration, modernization, Santiago Palabras  claves  : suicidio, extranjeros, inmigración, modernización, Santiago

Texte  intégral

Introducción 1

2

Una de las tantas expresiones de la modernización que vivió Occidente, sobre todo a partir del siglo XIX, fue el explosivo aumento de la migración. Durante aquél siglo, la fuerza del proceso explicó la llegada de millones de inmigrantes a Sudamérica, dentro de los cuales una cantidad de ellos, no comparable al volumen que llegó a Argentina, Uruguay y Brasil, llegó también a Chile, sobre todo a lugares que funcionaron como polo de atracción económica, como el norte salitrero, los puertos de Valparaíso y Concepción, y también a ciudades como Santiago, territorio metropolitano y capital del Estado. Los inmigrantes, después de haber emprendido un viaje de miles de kilómetros en algunos casos, de sólo unos cientos, en otros, se movilizaron por expectativas personales y también presionados por la contingencia económica o material, haciendo uso en mayor o menor grado de cierta autonomía y libertad. Sin embargo, en una parte de este proceso, “algo” ocurrió en sus vidas que “decidieron”, en una tierra todavía extraña, quitarse la vida. A partir del estudio de caso, analizaremos los suicidios de extranjeros que se asentaron en Santiago las primeras dos décadas del siglo XX. Por medio de lo que se define como “descripción densa”, intentaremos, con la información siempre precaria y sesgada de los sumarios judiciales encontrados en el Archivo Nacional de Chile, explicar las motivaciones y contradicciones de una parte de sus vidas, que tuvieron alguna conexión con la determinación suicida. Tal vez, y adelantándonos a una respuesta, uno de los aspectos centrales en el desarrollo de este fenómeno fue el escenario de la expectativa, el que siendo afectado negativamente, podía venir a amplificar conflictos derivados de las enfermedades, los problemas económicos o los amores contrariados, que en otras circunstancias podrían haber sido sostenibles, pero que ahora se desplazaron campantes en medio de la angustia, la desesperación o simplemente el hastío vital. Entenderemos, por tanto, que estos extranjeros fueron “portadores”, por su ejercicio migratorio, de la mentalidad de un tiempo nuevo, proceso modernizador que paralelamente vivía Santiago a medida que se urbanizaba.

Aproximación  estadística 3

Muchos de los extranjeros que habían llegado a Chile, a fines del siglo XIX y principios del XX, en medio de procesos definidos como “cadenas migratorias”, tendían a formar pequeñas comunidades que los ayudaban a combatir el desarraigo. Se habían trasladado con sus oficios, los que comenzaban a desarrollar en aquellos lugares donde llegaban -herrero, mecánico, vidriero, grabador, comerciante. Las comunidades surgieron en torno a los núcleos de extranjeros más numerosos, que tenían conceptos de familia más arraigados, tal vez por ser, algunos de ellos, católicos

4

y provenir de entornos campesinos. En general, estaban formadas “… por el panadero español, el tendero levantino, el almacenero italiano…, ellos y sus descendientes tendieron a unirse con mujeres de los grupos medios y bajos chilenos”1. Se expondrán, en primer lugar, los resultados de la reconstrucción estadística obtenidos desde los Anuarios de la República de Chile2. Esta información se ordenó y complementó, elaborándose un cuadro estadístico para la Provincia de Santiago, durante la primera década del siglo XX (entre 1902 y 1910)3, desde la precaria pero única fuente oficial que se disponía. Esto, nos permitió dimensionar cuantitativamente el fenómeno suicida en general y, específicamente, los suicidios cometidos por extranjeros. Se pudo establecer que el total de casos registrados fue de 200, de los cuales 155 correspondieron a chilenos (77.5%) y 45 a extranjeros (22.5%), siendo este último porcentaje relevante proporcionalmente, debido a que esta población no superaba el 4% de los habitantes; según los datos del Censo, la Provincia de Santiago para entonces contabilizaba casi 20.000 extranjeros, representando el 3.8% de la población total. Los inmigrantes españoles eran los más numerosos, llegando a 6.565, lo que representaba más del 25% de toda la población extranjera4. En cuanto a los suicidas, sobresalen los alemanes y franceses, con 10 casos cada uno, y los españoles, con 8 casos. Cuadro  1.-­  Suicidios  en  Santiago,  1902-­1910  (Anuarios  Estadísticos)5 Nacionalidad



%

Alemanes

10

5.0

Argentinos

2

1.0

Austriacos

1

0.5

Chilenos

155 77.5

Españoles

8

4.0

Ecuatorianos

1

0.5

Franceses

10

5.0

Italianos

7

3.5

Norteamericanos

1

0.5

Peruanos

1

0.5

Suizos

1

0.5

Turcos

1

0.5

Uruguayos

1

0.5

Otras  nacionalidades 1

0.5

Total 5

200 100

Por otro lado, de los 110 sumarios judiciales iniciados por “suicidio”, “envenenamiento” o “intento de suicidio” en la Provincia de Santiago que se

encontraron en el Archivo Nacional de Chile, en un período de 21 años (19001920)6, se encontraron sólo 74 causas sumarias en donde las personas efectivamente terminaron con su vida, lo cual dista enormemente de las estadísticas obtenidas desde los Anuarios que, como se señaló, sólo para el período 1902-1910, alcanzaron los 200 casos. Una estimación somera y una proyección rápida nos permitirían señalar que para todo el período (1900-1920) al menos deberían haber ocurrido más de 500 suicidios. Más allá de esto, y con algunas diferencias, la información de archivo mantiene la tendencia de los Anuarios. La cantidad de suicidios cometidos por extranjeros es proporcionalmente relevante, llegando a 12 casos (16.2%), lo que porcentualmente representa una cifra menor que el registro de los Anuarios, mientras que los suicidios de chilenos (62) hacen elevar su incidencia porcentual (83.8%). Cuadro  2.-­  Suicidios  en  Santiago,  1900-­1920  (Archivo  Nacional)7 Nacionalidad Frecuencia Porcentaje Porcentaje  válido Porcentaje  acumulado Turcos

6

7

1

1,4

1,4

1,4

Argentinos 1

1,4

1,4

2,7

Austriacos

1

1,4

1,4

4,1

Chilenos

62

83,8

83,8

87,8

Válidos Españoles

4

5,4

5,4

93,2

Estadouni

1

1,4

1,4

94,6

Franceses

1

1,4

1,4

95,9

Italianos

3

4,1

4,1

100,0

Total

74

100,0

100,0

En esta última información, a la cual se le sumarán dos casos de “intento de suicidio”, será donde nos detendremos para analizar las prácticas suicidas de catorce extranjeros. En este punto empezaremos a mirar por el otro lado del telescopio, operación que intentará enfocar más de cerca el objeto de estudio. El propósito es lograr “… una descripción más realista del comportamiento humano,…” por efecto de la reducción de la escala de observación, pero sin pretender sacar conclusiones de largo alcance, establecer regularidades, ni menos aún, hacer generalizaciones8. La evolución diacrónica de los 14 casos que estudiaremos se distribuyó de la siguiente manera: un caso en 1914, uno en 1916, cuatro en 1917, tres en 1918, cuatro en 1919 y uno en 1920. En siete de ellos (50%) se utilizó arma de fuego, en cuatro se usó veneno (en todos ellos sublimado), uno se arrojó al río, otro se ahorcó y otro se cortó el cuello con una navaja. En solo dos casos los suicidas sobrevivieron. La mayoría fueron hombres, encontrándose una sola mujer de nacionalidad estadounidense, cinco españoles, tres italianos, dos argentinos, un turco, un francés y un austriaco. Sus edades fluctuaron entre los 19 y 58 años, la mayoría de ellos comerciantes (en 9 casos, entre los cuales encontramos a un farmacéutico y un joyero), un albañil, un masajista, una dueña de casa y dos empleados. En la mayoría de los casos (10) los suicidas ejecutaron sus actos en sus domicilios particulares, en

dos casos en sus lugares de trabajo y dos en la vía pública. De acuerdo a los sumarios judiciales, las razones que tuvieron para suicidarse fueron de distinto tipo, presentándose de manera importante los problemas económicos o en el trabajo (5 casos), luego los problemas afectivos (3 casos), enfermedad (2 casos), ebriedad (1 caso), muerte de un hijo (1 caso), e ignorándose en otros dos. En varios casos se mencionó el consumo de alcohol como posible causa detonante del comportamiento suicida. Ocho de ellos eran casados, cinco eran solteros y uno se ignora. En la mayoría de los casos, la investigación judicial duró sólo algunos meses (en 9 de ellos), siendo la más extensa, dos años, aquella que terminó siendo “intento de suicidio”, cometido por un hombre de nacionalidad argentina.

Aproximación  densa:  cuando  la  muerte restaña  la  herida  lacerante 8

9

10

11

Así como diversas son las personas, diversas también son las motivaciones suicidas. Alguna vez Albert Camus señaló que “… lo mismo que los suicidios, los dioses cambian con los hombres. Hay muchas maneras de suicidarse, pero lo esencial es saltar”9. Gregorio Peñaloza, albañil de 41 años de edad, casado, de nacionalidad argentina, “…, se disparó un tiro de revolver en el parietal derecho, que le ocasionó la muerte instantaneamente”10. El hecho ocurrió a las 5:20 de la tarde. Según la esposa de Peñaloza, Rosario Martinez Santander, 26 años, de Antofagasta, éste “… habia estado bebiendo esta tarde i momentos antes de ocurrir el hecho lo habia sorprendido besandose con su vecina Amandina Carrasco [costurera, de 17 años de edad, de Los Angeles]…i que se encontraba de visita. Por lo cual le llamo la atencion con palabras hirientes que a él lo exasperaron i le indujeron posiblemente a suicidarse”11. Interrogada María Bruna, niña de diez años que vivía con ambos a quienes llamaba padres pero no lo eran, señaló que éstos habían tenido un disgusto momentos antes “…, i que él le manifesto a ella ‘tu papá se va a morir’, dicho esto se fue a su dormitorio y sintieron la detonacion del balazo”12, cuyo proyectil, según el informe de autopsia, “… penetró al cráneo, atravesó la base de los lóbulos frontales del cerebro, volvió a atravesar los huesos del cráneo en la sien izquierda y se encontró alojado por debajo de la piel”13. Más adelante, la esposa señaló que Peñaloza “era un bebedor consuetudinario, pues lo tenía dominado este vicio” y que momentos antes discutieron por esta situación por lo que, señaló, “mi esposo trató de dispararme a mi, pero yo arranqué y una vez afuera sentí la detonación que le produjo la muerte”14. Interrogada nuevamente la hija adoptiva de ambos, señaló que instantes antes de que se diera muerte le dijo “… se te vá a morir tu papá”15. Al ser interrogada Amandina Carrasco, manifestó que fue a comprar vino al negocio de Peñaloza quien “… me dió sorpresivamente un abrazo y un beso, lo que puse en conocimiento de su mujer…”16. Agrega que Peñaloza “… estaba bastante ebrio, porque como vecina que soi, lo vi que tomo durante todo el día”17 situación que la autopsia comprobó en parte, ya que “En el estómago había licor alcohólico”18. Amandina también dejó en claro que “Jamás tuve amistad con él de ninguna naturaleza. Ignoro lo demás que haya ocurrido”19. Tras la cadena trágica de acontecimientos se podía observar que el hilo de Ariadna conducía a un punto nodal: de las cuatro personas involucradas, tres de ellas eran inmigrantes: Peñaloza que

12

13

provenía de Argentina y las dos mujeres, migrantes nacionales, una del norte, Antofagasta, y la otra del sur, Los Ángeles. La cuarta persona que aparece, la niña de diez años, integraba la familia sin ser hija de ninguno de los que ella llamaba “padres”, por lo cual, de alguna manera formaba parte de los procesos de dispersión y soledad que se desarrollaban en las ciudades. Pero la fragilidad que estremecía a las personas en medio de los desiertos urbanos también habían afectado a un compatriota de Peñaloza, Ricardo Blanco, masajista, soltero, de 26 años, quien el 29 de junio de 1919, fue remitido a la Asistencia Pública a las 6:30 de la mañana debido a “… que se bebió una dósis de mercurio en su piezahabitacion en donde es pensionista”. En las primeras declaraciones prestadas a la policía por Alfonso Lefrac, dueño de la casa en donde Blanco era arrendatario, señaló “que el habia bebido mercurio con el objeto de suicidarse, pues, se encontraba aburrido de la vida”. Además, para dar cuenta de lo que Blanco había hecho antes de envenenarse, Lefrac expuso que “Este joven estuvo anoche en la casa de prostitucion de ‘Infante 1443’ donde tiene una amiga”20. Estos primeros indicios de lo ocurrido, que quedaron registrados en el parte policial, concluían con una singular afirmación: “según diagnóstico de la Asistencia Pública, Posta Central, el señor Blanco se retiró a su domicilio en grave estado”21. Si estaba tan grave ¿cómo era posible que hubiese dejado el recinto asistencial por sus propios medios? Esto daba cuenta, más que de la precariedad de la atención médica, de la situación de aislamiento de aquellos que habían llegado desde otros lugares. Esto quedó establecido en parte también porque nadie lo fue a buscar y se retiró solo. Como huellas del suceso la policía dejó en poder del tribunal las, hasta ese momento, pruebas inculpatorias de un crimen “… un papel que escribió el señor Blanco antes de tomar el veneno i una taza con un resto de mercurio”22. El escrito, hecho con lápiz grafito en un papel de cuaderno, con letra regular explicaba las razones por las cuales había intentado suicidarse: “Yo he tomado veneno por mi propia voluntad. yo estoy cansado de sufrir Ricardo Blanco Co”23.

14

15

No hay que olvidar que, como muchos otros extranjeros, Blanco vivía como pensionista y completamente solo. Nadie sabía, y él tampoco, cuánto tiempo estaría en Santiago, ni cuánto podría tolerar aquella condición que había confesado: “cansado de sufrir”. Tal vez por eso es que, como corolario afortunado de esta historia “El joven Blanco se fué a la Arjentina una ves que mejoró.-”24. Allá, al menos, al dejar de ser inmigrante, recuperaría alguna certeza. Pero este caso judicial se mantuvo abierto por dos años, demasiado comparado con otros, como el de una ciudadana norteamericana que había resultado muerta. Hesse Feldman, ciudadana norteamericana de 33 años, que vivía con su marido en las cercanías del Club Hípico de Santiago, lugar de trabajo de su esposo que se desempeñaba como “jokey”, fue llevada la madrugada del 16 de enero de 1918 a la Asistencia Pública “…, con intoxicación, mui grave a causa de haberse tomado como remedio unas pastillas, al parecer de sublimado por equivocacion segun lo manifestó su marido Martin Michalls Himes,…”, quien agregó que su esposa “… sufria del estomago”25. Días después, en otra declaración de Michalls a la policía, en donde intentaba esclarecer lo ocurrido “… manifestó que el dia 16 del presente [enero] como a las 11 P.M. en circunstancias que yá se encontraban recojidos, su esposa se levantó a obscuras por no dispertarlo a él, con el fin de sacar de su pequeño botiquin unas

16

17

18

19

pastillas que tomaba como purgante, tomando equivocadamente las de sublimado que tambien guardaba ahí, las que se tomó i solo vino a notar la equivocacion cuando sintió los efectos del veneno”26. La situación comenzó a complicarse cuando Hesse Feldman, a las pocas horas de haber ingresado a la Asistencia Pública, será retirada por su marido, quien la condujo a su domicilio “…, donde la siguió atendiendo el Dr. Julio Eastman,…”27. El envenenamiento era muy grave lo que implicó que, finalmente, ocho días después, Feldman falleciera en el Hospital de San Borja. No se habló de hijos, ni de otros familiares, y menos de amigos estadounidenses, pero al parecer, se sumó a la agonía dolorosa, la carga del perjuicio y la vergüenza, por lo que se hacía urgente despejar toda duda de suicidio. Para probar que la mujer había fallecido producto de un envenenamiento accidental, su marido y todos aquellos que intervinieron en su atención, pusieron sus declaraciones y sus firmas al servicio de la “verdad” decente. “Tanto en la Asistencia Pública, el Dr. Eatsman i el Estadístico del Hospital de San Borja a quienes se ha interrogado estan de acuerdo que la señora Feldman se tomó equivocadamente el sublimado, cuyo desinfectante tenia para otros usos externos”28. El informe de autopsia concluyó que “… la causa precisa y necesaria de la muerte es intoxicacion aguda con dejeneracion intensa de los órganos”29, pero como era obvio, no se podía establecer si hubo o no intención en la ingesta de la sustancia deletérea. En una segunda declaración, el ahora viudo Martin Michaels, ratificó lo expuesto en la primera, señalando que su esposa confundió el purgante con el sublimado, tomándose “… tres o cuatro [pastillas] porque no encendió luz por no molestarme a mí”. Luego agregó, “Debo hacer presente que durante el tiempo que permanecimos casados jamas tuvimos el menor disgusto… De modo, que, la muerte de mi esposa se ha debido a una desgraciada equivocación”30. Tal vez, una de las declaraciones más importantes para la investigación, y que apoyaban la tesis del accidente, es la que entregó el Dr. Eastman Amenabar, quien asistió a la mujer una vez que su esposo la retiró del centro de salud: “Al examinar a la enferma constaté que se trataba de un envenenamiento por sublimado i segun la declaracion del marido i de ella misma, habia sido tomado por equivocacion”31. La declaración del policía que llevó a cabo la investigación también confirmaba la hipótesis del accidente, situación por la cual, se tomó la determinación de no continuar con las indagaciones, por lo que la fiscalía solicitó sobreseerla temporalmente, decisión que la mayoría de las veces significaba el sobreseimiento definitivo. En este caso particular, la causa caratulada como “Envenenamiento de Hesse Feldman de Michaels”, fue sobreseída el 24 de mayo de 191832, a sólo cuatro meses de su muerte, sellando con ello una verdad judicial que construía un accidente. En otros dos casos, quizás -porque siempre pisamos sobre el terreno de lo probable- las penurias de la enfermedad agudizadas por la distancia llevaron a atentar contra sus vidas a un español y un italiano. El primero, Maximiliano Sánchez, casado, de 58 años, fue enviado a la Asistencia Pública a las 6:10 de la mañana, debido a que “… intento degollarse con una navaja de barba en su domicilio… infiriéndose una herida cortante de carácter grave en el cuello,... ”33. Su esposa, Rita Breton, 56 años, española, dueña de casa, analfabeta, señaló a la policía que Sánchez le comunicó que “… dado el estado de su enfermedad habia intentado quitarse la vida…”34. Agregó que su esposo “… hacia unos ocho años que sufria una cruel dolencia incurable que en los últimos cuatro meses lo tenia postrado en cama”. Relató a la policía que temprano en la mañana salió al patio a tender unas sábanas de la cama de su marido “…, y de pronto sintió un grito ahogado que me decia: ‘adios

20

21

Rita’…”35, lo que la hizo ir en su auxilio, constatando que se había inferido un profundo tajo en la garganta. Interrogada otra mujer, también española, que presenció los hechos, señaló que cuando acudió a los pedidos de auxilio de Rita Breton, alcanzó a preguntarle a Sánchez porqué se había cortado el cuello, contestándole que “su enfermedad lo tenia aburrido”36. Maximiliano Sánchez falleció en la Casa Central de la Asistencia Pública, dos días después de haber ingresado con una herida de catorce centímetros en el cuello. Aunque, extrañamente, como intentando soslayar el suicidio, para el médico que practicó la autopsia “Las afecciones del corazón fueron la causa precisa y necesaria de la muerte de este individuo”. Un conjunto de males detectados en el examen de la muerte, fueron los que finalmente lo mataron. El corte en el cuello fue casi insignificante. Moriría de todos modos. Aburrido de esperar, denigrado en la postración, Sánchez descargó las últimas reservas de energía para matar la enfermedad y apurar un desenlace inexorable debido a una “… hipertrofia del corazón, una miocarditis y una nefritis crónica, una cirrosis atrófica bivenosa del hígado y una arterio esclerosis mui avanzada de la aorta”37. En el caso del italiano Antonio Capurro, de 41 años, a diferencia del caso anterior, faltaba la esposa y “sobraban los hijos”. Estos vivían en medio de la pobreza y la enfermedad de su padre. Tenía dos hijos pequeños y una hija de 15 años, la misma que debió sobreponerse para exponer los hechos a la policía: “Soy hija lejítima del occiso Antonio Capurro, quién se suicidó en la tarde de ayer, despues de haber estado mucho tiempo enfermo de colico intestinal y ademas era enfermo del corazon. Ayer como a las cuatro de la tarde me mando mi padre a votar las aguas sucias quedando él solo en la pieza y mientras efectuava esa delijencia senti un disparo de revólver y en el acto corrí a la pieza y encontré a mi padre que yacia en la cama presentando una herida a bala en la frente que le ocasionó una muerte casi instantánea. El único motivo que ha tenido mi padre para suicidarse, es la enfermedad que lo aquejaba”38. La hija de Capurro no entendía el italiano de su padre, probablemente había nacido en Chile y ya formaba parte de esta cultura, de allí que ella misma señalara que “En un libro que preferentemente tenia para leer, encontró la carta en italiano escrita por él, pero que no puede traducir”39. No podía traducir la carta de su padre, ahora convertido en suicida. Más difícil aún le sería traducir sus emociones, sus sentimientos, su lugar de postración y dolor, pudiendo, incluso, encontrar sólo contradicciones, las que no se atenuarían con las manifestaciones de preocupación y amor que éste dejaba ver en su escrito, un amor bañado en sangre y convertido en tragedia40. Capurro y sus hijos vivían en un conventillo, arrendando, pobre y hacinado, al igual que la mayoría de la población de las grandes ciudades de la zona central de Chile. En su pieza, rodeada de cuartos oscuros que compartía con sus vecinos, construcción precaria que ayudó a multiplicar el estruendo del disparo, se encontró en su poder, y escrita con más de un mes de antelación, la carta dirigida a su hermano, Constancio Capurro. Nos permitiremos reproducir una parte de ella para silenciar la descripción y recuperar al protagonista: “Querido hermano. Te escribí dos cartas en las cuales te daba a conocer mi desesperada situación; en la última medio te insinué de mi enfermedad al estómago i de los nervios i que me daban fuertes ataques. Te pedia una ayuda tanto para poder mejorar, como para trabajar en algo mas i así tener mas dinero para hacer frente a mis gastos; ni siquiera me as contestado. comprendo que estaras bastante cansado de mi, pero creí por lo meno que al comunicarte mi enfermedad me hubieras ayudado.... Tu habras creido que el dinero que yo te pedia era para invertirlo en otras cosas. Como me siguen los ataques, es decir

mi enfermedad, tengo la idea que de un momento a otro me sobrevenga una desgracia i pueda morirme... A nuestra madre hágale saber que yo siempre pensaba en ella i que si no la he ayudado como yo hubiera querido, es porque no tenia medios para hacerlo”41. 22

23

De otros extranjeros que, aparentemente, no tenían problemas que se pudiesen atribuir a algún grado de anomia social – debido a que contaban con su familia y gozaban de una situación económica estable –, se puede señalar que sus suicidios pasaron a formar parte del espacio aún más intraducible de las decisiones humanas. Tanto así que sus mensajes, dirigidos a quienes sobrevivirían a duras penas a su desgracia, sólo podían hacer cundir el desconcierto, aquél que surgía, por ejemplo, frente a la confesión de un inefable “Muero feliz”42. Este joven de nacionalidad turca confesaba un absurdo, aquél que retrataba ferozmente el divorcio entre la vida y la felicidad. Precisamente se era “feliz” porque se abandonaba la vida. Menos misterioso porque el drama despuntaba con potencia fatal, fue el suicidio de un comerciante catalán, que como su esposa señaló a la policía, se disparó en la cabeza a la salida del hospital “…, por no haber podido resistir el dolor que le causó la muerte de su hijo Fausto”43. El niño era pequeño, como pequeña era su comunidad: su esposa y un amigo que vivía en su casa, también español. Tal vez queriendo atenuar este déficit es que mantenía entre sus objetos personales “… una insignia para el ojal con los colores españoles,…”44, señal inequívoca de su identidad y sentimiento de pertenencia. Para este extranjero, que ya había contemplado un paso por Argentina, la muerte de su hijo Fausto resultaba lapidaria. El universo eterno de este hombre, de este padre, perdía con la muerte del hijo su parte más sustancial. Y cómo no compararla con la muerte de miles de párvulos que en Chile, a fines del siglo XIX y comienzos del XX, elevaban las tasas de mortalidad a niveles terroríficos, producto de la miseria fraguada como desecho de la urbanización45.

Aproximación  densa:  la  nostalgia como  argumento  ontológico 24

25

Al parecer muy solo -¡quién puede decir cuál es la medida de la soledad!- estaba el ciudadano austriaco Juan Schneider Limick, pues probablemente había llegado a Chile con la familia de austríacos que le arrendaba una pieza, o se había contactado con ellos por intermedio de conocidos. Lo concreto es que el 25 de septiembre de 1919, llegó hasta la comandancia de policía de San Miguel, Francisco Bezenek, para dar cuenta que alrededor de las cinco y media de la mañana “… al levantarse, encontró en el interior de su sitio a su arrendatario Juan Schneider, ahorcado con un cordel y colgado de un durazno; ignorando los motivos que lo indujeron a tal determinacion”46. Schneider, “… natural de Austria, soltero y no tiene familia…”, de 29 años, arrendaba una pieza en la calle Arturo Prat 530, pues era trabajador de la fábrica de vidrio de propiedad de los padres de Bezenek. Este último señaló a la policía que la noche anterior “… estando bueno y sano estuvo el jugando al naipe con los dueños de casa, sin que se hubiese notado ninguna anormalidad en Schneider.Que dicho juego termino como a las nueve de la noche, habiendose retirado cada cual a su dormitorio”47. Francisco Bezenek declaró al tribunal que Schneider “bebía mucho i creo que en un trastorno mental ha atentado contra su vida ahorcándose, pues este era una persona tranquila que no tenia enemigos”. La madre de Bezenek, también austriaca,

26

27

confirmó lo señalado por su hijo: “Yo tambien tengo la misma conviccion i que Schneider puso fin a su existencia estando talvez con sus facultades mentales perturbadas, porque era un ebrio consuetudinario”48. Por cierto, ya han recaído sobre Schneider las “acusaciones” que lo inculpaban a la vez que exculpaba a los cercanos. Condenado por el alcohol, lo despojaban de su “razón e inteligencia”, al mismo tiempo que le quitaban su pertenencia cuando declaraban que “no tenía familia”, porque dependía de otros austriacos que le daban trabajo y casa, desempeñando su oficio de vidriero a cambio de su tiempo, de su soledad, de la distancia de la patria. En este, como en otros procesos se dejó en claro, para validar los testimonios, que éstos fueron tomados de manera separada, incluso aquellos dados por los propios policías que estuvieron a cargo de los procedimientos. Además, dado el contexto de la época, no existía una policía que investigara de manera “científica” las muertes violentas, por lo que, de manera habitual, los cadáveres no eran periciados en el lugar. Así se desprende de la declaración de uno de los policías que llegó al lugar: “Recojimos el cadáver i lo mandamos a la morgue i por las averiguaciones que practique me forme la idea que no habia crimen i que se trataba de un suicidio”49. Es más, otro policía que declaró, señaló que tenía la misma convicción “…, porque a Schneider lo conocia desde algun tiempo i era mui bebedor”50, lo que de paso contenía una afirmación implícita: los alcohólicos son potenciales suicidas. La autopsia ratificó el suicidio señalando como causa de muerte “asfixia por suspensión”51. En otro caso, la ponzoña de la acusación había hecho su trabajo con el joyero francés Enrique Campaña Clerisseaux. Se había casado en 1891 con la chilena Clorinda Acevedo Celis, cinco años mayor que él y de “profesión rentista”. Veintiséis años después, en 1917, ya separado de su esposa, ingirió una fuerte dosis de sublimado corrosivo que le causó la muerte. Tenía cuarenta y nueve años, vivía solo y arrendaba una pieza. Pero Campaña amaba a una mujer, la misma que diariamente le daba la menestra (almuerzo y cena), aunque sentía que lo maltrataba porque no le correspondía su amor. Como testimonio de su afecto hasta la muerte, cuando la policía lo encontró tirado sobre su cama, junto a él conservaba “… una fotografia de Maria Muñoz,…”52. Así como las promesas de amor se fueron gestando, también se fueron rompiendo, promesas tal vez desarrolladas como ilusión y esperanza de afecto y cariño, pero alejadas de la realidad, entre otras cosas, porque María Muñoz estaba casada. Su ánimo comenzó a menguar luego de que, a la frustración amorosa descrita, se le sumaran las acusaciones de algunas personas que requirieron sus servicios como joyero y relojero, una de las cuales afirmaba que éste se había quedado con algunas pertenencias, situación por la cual la policía lo había comenzado a investigar “… por no devolver objetos que se le habrian dado para composturas hacia algun tiempo i habia la creencia de que los hubiese enajenado, defraudando a sus clientes,…”53. De acuerdo a algunos testigos, Campaña comenzó a sentirse humillado y maltratado públicamente, pues había sido encarado en la calle, siendo acusado de ladrón, situación que no solamente presenciaron distintas personas, sino que también María Muñoz, la mujer que él quería, por lo que la vergüenza de lo ocurrido aumentaba peligrosamente. Esta misma mujer fue la que dio cuenta del escarnio público al que fue sometido Campaña “… habiendo sido apremiado por uno de sus clientes por la no devolucion de un reloj de oro que se le habia dado en composturas i amenazado de hacérsele una acusacion criminal por el mismo hecho,…”. La situación humillante que vivió Campaña, y las intenciones suicidas que albergaba, las relató María Muñoz en una segunda oportunidad al

28

29

30

señalar que días antes de su muerte “… Campaña había tenido un disgusto con… Pedro Castro, que vive al frente, por un reloj que este le habia mandado componer a aquel i el cual le había sido robado, que el Sr Castro injurió a Campaña, lanzándole… bofetadas, hasta botarlo al suelo; que Campaña, la última vez que estuvo en su pension le había dicho que en vista del incidente que tuvo con el Sr. Castro, tomaria una resolucion seria”54. El altercado con este cliente no fue el único que Campaña tuvo, pues en un cruce de acusaciones, señaló que quien efectivamente había robado el reloj había sido otro cliente que lo visitó, y que mientras él se ausentó por unos momentos mientras lo atendía, aquél aprovechó de robarle. De todo esto, los testimonios fueron en general derivando hacia comentarios que cuestionaban la vida del relojero, con un decantamiento crítico que tendía a su descalificación, como por ejemplo, que “llevaba una vida desordenada”. En la misma dirección apuntaba lo declarado por un peluquero que conversó con él días antes de su muerte quien señaló: “…, noté que sus facultades mentales estaban algo perturbadas pues yo sabia que pasaba siempre embriagado…”55. Resultó muy interesante una de las declaraciones realizada por el mismo Pedro Castro, con quien Campaña había tenido el altercado, el cual, intentando dar una explicación científica del comportamiento suicida, señaló: “Campaña tenia la monomania del suicidio, siempre manifestaba estar aburrido i pasaba todos los días embriagado i yo creo que atentó contra su vida estando con sus facultades mentales perturbadas”56, lo que daba cuenta de cierto grado de conocimiento desarrollado y transmitido por los alienistas. Pero, más allá de esta supuesta vida disipada y de un consumo inveterado de alcohol, se podía advertir que Campaña era un hombre de negocios, un comerciante, ordenado, organizado en sus cuentas personales, pues todo lo anotaba con regularidad y detalle, por lo que no ha de extrañar que entre sus pertenencias se encontraran listados que mostraban, por ejemplo, los diversos productos que le había solicitado María Muñoz, todos ellos convertidos a valor monetario, con su precio respectivo, teniendo muy claro lo que se le adeudaba. De allí que en el encabezado de una lista se leyera: “Maria Muñoz me pidio lo que sigue con promesa de volvermelo en dinero”57. El orden era parte de las singularidades propias de muchos extranjeros que habían levantado sus negocios lejos de sus tierras de origen y que, como una coincidencia fatal, identificamos en otro francés, compatriota de Campaña, que tres años antes, en 1914, había sido asesinado en la paquetería de su propiedad cuando le intentaron robar58. A través de los escritos de Campaña, el universo emotivo de lo ocurrido y su distribución sentimental interna asumen, aparte de un sentido, un hálito de comprensión para los demás. En una de las cartas que redactó, y en una especie de movimiento desesperado por limpiar su nombre de la acusación criminal, se dirigió al juez en los siguientes términos: “S. J. L. del C. El reloj Pedro Castro me fue robado. Mis sospechas Rafael Tapia i ami go de él vino buscar reloj Omega negro i gargantilla medallita virjen esmaltada el dia 4 del presente. Fue descuido de mi parte mientras fui a mi pieza. La resolución que tomé muerte es desesperación Ya me han robado tres veces con la presente…. Tapia se fué sin pagarme los 8 [aparece tarjado] 4de la compostura de las especies. S. Campaña C.”59

31

Dirigiéndose al juez, sacando cuentas, precisando clientes, refiriendo pertenencias, identificando a los morosos, de manera ordenada, como el comerciante que era, así

32

33

se retiró del mundo Enrique Campaña, pero solo, muy solo. En otros casos, la distancia con la patria y la familia resultaron ser extremadamente violentos para algunos extranjeros. Les sucedió a dos jóvenes españoles que, lejos de sus comunidades, debían trabajar en una tierra extraña. Pompilio Abril, de 20 años, lo hacía en el restaurante Lion D’Ors, ubicado en la calle Estado, en el centro de Santiago, y propiedad de su cuñado. La mañana del 23 de octubre de 1917, en la casa que habitaba, también de su cuñado, Juan Russiñol, bebió una dosis de ácido fénico por estar “aburrido de la vida”. De acuerdo a lo declarado por Russiñol “…, [Pompilio] Abril tiene a sus padres en España y estos le han encargado la custodia de su hijo…” y, queriendo explicar lo ocurrido, señaló que “… estima que su pupilo padece de demencia.-”60. El argumento de la “demencia” permitía explicar, sino todo, casi todo, simplificando las investigaciones judiciales. De todas maneras los interrogatorios “al delincuente”, como fue definido por la policía Pompilio Abril, continuaron, señalándoles “… que el desea volver a casa de sus padres en España…”61, agregándoles que sufría constantes malos tratos por parte de su cuñado, que no le pagaba, que lo hacía trabajar demasiado y que se aprovechaba de él, situación que ya no soporta y lo tenían absolutamente desesperado. Sin embargo, y como prueba de su debilidad y dependencia frente a quien estaba a su cargo en Chile, tal vez temiendo que su situación empeorara, días después, en una segunda declaración, cambió absolutamente sus dichos, explicando que sus malestares no tenían ninguna relación con un “supuesto mal trato de su cuñado”. Ratificó estar aburrido de la vida y que intentó quitársela “…pero tomé esta resolución solo por mi voluntad expresa, por encontrarme aburrido de la vida sin ningun motivo, pues es justo que deje constancia por lo que se expresa en el parte ya mencionado en cuanto a que resolviera suicidarme por maltratos de parte de mi apoderado o porque no me pague sueldo, eso no es exacto, pues no tengo motivos de queja en su contra.-”62. Pompilio tenía muchos motivos para sentirse agobiado y ese “sin ningún motivo” de su declaración, quería decir en verdad que nadie más que él era responsable de su malestar y que debía resarcir su irracional conducta. De hecho, parte de esto ya lo había realizado al abandonar abruptamente, al cuarto día, el hospital en el que estaba internado después de haberse envenenado, contraviniendo el diagnóstico médico que prescribía treinta días de tratamiento63. Al menos, Pompilio Abril había sobrevivido a su intento, situación que no ocurrió en el caso de otro joven, español al igual que él, y que afrontaba adversidades muy similares, pues deseaba volver a España, pero tampoco podía. Dependía, al igual que Pompilio, de un pariente, su tío, Timoteo García. Trabajaba como empleado en su negocio, una agencia (casas de préstamo y empeño), en el sector norte de Santiago, en la calle Independencia. En aquél lugar, de improviso, como una ráfaga de furia, “… en circunstancias que ambos se encontraban solos, pues los demas empleados se encontraban almorzando…”, Maximino Lombardo descerrajó un tiro de carabina sobre su tío que se encontraba cerca del mostrador y luego se disparó en la cabeza, falleciendo los dos en el interior de la ajencia La Riojana64. Tanto los testigos como los informes policiales coincidían en señalar que Lombardo padecía de “histeria”, que manifestaba síntomas de alguna “enfermedad nerviosa” y tenía “constantes ataques de locura”. Todos estos antecedentes daban cuenta de su desesperada situación, la cual serviría para concluir de manera irrefutable que “…ha sido el autor ‘del drama’”65. Lombardo se había convertido en un extranjero homicida y suicida a la vez, doblemente culpable, expresión de la multiplicación de los pesares derivados de la trufada en que se había convertido su vida lejos de España.

34

35

36

Así como alguna vez el viaje de ida alimentó las mayores expectativas de los inmigrantes, muchos también albergaron, después de un tiempo, la esperanza del regreso, sobre todo cuando sus planes fueron devorados por la contingencia urdida en el desamparo y la pobreza, y el nuevo mundo se revelaba en su dimensión de fata morgana. Fue lo que le ocurrió al italiano Daniel Perroni, que como uno de sus cercanos, también italiano, señaló “… últimamente habia pensado irse en las reservas a la Guerra a Italia, de lo que se desistió recordando a sus cuatro hijitos”66. Por cierto, ya no era fácil regresar. Su esposa de apellido Manfredi, su amigo de apellido Noreci e incluso uno de los vecinos que concurrió a prestar auxilio alertado por el estruendo, Mariano Lafuente, de nacionalidad española, formaban un círculo de inmigrantes que no fueron suficiente contención para alivianar su sufrimiento. Su amigo mecánico Mario Noreci manifestaba que la esposa de Perroni “… sabia hacerle a su marido llevaderas las angustias de su pobreza y enfermedad”67. Llevaban más de diez años casados, habían tenido ocho hijos, de los cuales cuatro habían muerto. Probablemente sentía que las calamidades que la pobreza distribuía en su vida y la de su familia, ya eran suficientes. Los cercanos daban cuenta que el ánimo de Perroni iba siendo minado permanentemente, que sus “nervios” no respondían y que su comportamiento irascible se hacía incontrolable, el mismo que finalmente lo condujo a dispararse en el abdomen y terminar con su vida, quedando de espalda en el umbral de la puerta de su dormitorio, frente a sus hijos, frente a su esposa. Como una especie de latido bronco, oscuro, fatal, la vida de este italiano desde algún tiempo coqueteaba con la muerte. Y como una mezcla de sentimiento y razón, de emoción y control, Perroni intentaba entender su dolor como expresión de una “enfermedad”, de un mal extraño pero existente, la neurastenia, incomprensible para él pero no para la medicina, aunque esto último no serviría de nada, porque había males incurables, aquellos alimentados por el pensamiento y la expectativa. Parte de todo esto quedó expuesto en la declaración que su amigo Noreci realizó a la policía el 14 de abril de 1916: “… conocía al occiso Perroni cinco años y medio,… habia antes gozado de una situacion holgada y en el último tiempo su condición pecuniaria era tan estrecha que llevaba una vida de verdadera miseria. Según él mismo hacían ocho años que sufria una aguda neurastenia que lo tenia enfermo constantemente y con su última situacion se habia agravado en su dolencia. A causa de esta su carácter era violento y ajitado a ratos causa por la cual nunca quise componerle el revólver que le causo su muerte, porque deduje que en un momento de crisis nerviosa, podría cometer algo grave”68. En este caso, como en otros, se observaba el comportamiento gregario de algunos extranjeros que tendían a formar vínculos relacionales entre ellos, habitando espacios adyacentes o casas vecinas, intentando mantener comunidades culturales con el objetivo de apoyarse y socorrerse, situación que fue inestable para Augusto Orcucci, también italiano, que había llegado a trabajar a Valparaíso con su compatriota Clemente Torretti, pero que, buscando nuevos rumbos, había llegado a Santiago, en donde comenzó a vivir solo, como pensionista, en una pieza de hotel. Él mismo habría señalado que ya no podía soportar su pobreza y lejanía de su esposa, la que se encontraba viviendo en Bolivia, estado de desesperación que lo habría llevado a arrojarse a las aguas del río Mapocho, siendo encontrado su cadáver el 19 de septiembre de 1920. En la solitaria pieza que ocupaba Orcucci, se encontró una carta escrita en italiano, fechada dos días antes y dirigida a Torretti, en la que, aparte de dejarle algunas de sus pertenencias, le explicaba su determinación, diciéndole que “… un inexorable i fatal destino me obliga a terminar con mi vida…”69. Utilizando el mismo método pero disparándose en el corazón –“sobre la tetilla del lado izquierdo”-

acabó con su vida el comerciante español Exequiel Llorente, del cual no poseemos mayores antecedentes personales. Era un hombre que tenía un mayor capital, manejaba algo de dinero, y mostraba ciertos grados de integración social en el ámbito financiero, ya que entre sus pertenencias se encontraron “…, cuatro libretas de cheques del banco Español, teniendo dos cheques por jirar…”70. En una de las cartas que escribió, explicaba las razones de su decisión y sólo le interesaba dejar en claro que fue un acto voluntario, por lo cual no se debía molestar a nadie71. Sobre las motivaciones que lo indujeron a tomar la decisión, se especuló entre los cercanos que tenía problemas económicos. Indicios lejanos de su malestar –y casi absurdos porque no decían nada- quedaron registrados en la declaración de un compañero de trabajo quien señaló que “… el día anterior había sido para él de muchos trajines i… le dolía la cabeza”72.

Conclusión 37

Revisitando lo expuesto en el desarrollo de este trabajo y sin pretender hacer generalizaciones, sólo nos atrevemos a señalar que los inmigrantes, devenidos en extranjeros, fueron representativos de un grupo de individuos que esperaban “ciertas cosas” y que desarrollaron “ciertas expectativas”. Pero, al mismo tiempo, al haber salido de sus grupos de pertenencia y dado que la mayor movilidad implicaría mayor aislamiento social, configuraron en su entorno una atmósfera de mayor exposición y riesgo que en aquellos que no emigraron. Sin embargo, jamás podremos saber cuánto contribuyó la condición de inmigrante a que, en un momento de sus vidas, se produjera el estallido suicida.  ¿Se habrían suicidado si no hubiesen viajado a Chile u otro destino? ¿Traían el “impulso” suicida o se fue gestando? La enfermedad, la pobreza, el desamor ¿eran más insoportables con la distancia? Los extranjeros ¿no habrían llegado al suicidio si es que hubiesen logrado desarrollar sus vidas con sus familias en condiciones materiales satisfactorias? Tampoco sabremos en qué medida los malestares propios de la existencia diluidos en la vida, pudieron adquirir en un proceso acumulativo detonado por la distancia, una urgencia devastadora y fatal. Al parecer, la mayoría de los suicidas habían percibido, en algún momento de su existencia, el indicio de una fractura entre ellos y el mundo, fractura capaz de destruir aquella gavilla de posibilidades que si bien, como todo lo humano, estaban imposibilitadas de asegurar un destino, tenían un sentido que nutría el esfuerzo que demandaba la existencia. Sin embargo, en un momento fugaz de la vida, la imposibilidad se impuso como constatación. Nos quedamos, por lo tanto, con el hecho de que un grupo de personas que emprendieron un viaje, un día, en un momento, terminaron con todo.

Bibliographie Material primario ANHCH, Archivo Judicial de Santiago, Tercer Juzgado del Crimen. [Suicidio  de  Maximino  Lombardo] aparece destruida la hoja que da cuenta de la Materia. 22 de noviembre de 1914. Homicidio  de  Pedro  Capdeville, 2 de octubre de 1914. Muerte  de  Daniel  Perroni, 13 de abril de 1916.

Suicidio  de  Enrique  Champaña, 13 de marzo de 1917. Intento  de  Suicidio  de  Pompilio  Abril, 23 de octubre de 1917. Suicidio  de  Jafra  Jené, 29 de septiembre de 1917. Suicidio  de  Antonio  Capurro, 25 de octubre de 1917. Envenenamiento  de  Hesse  Feldman  de  Michals, 16 de enero de 1918. Suicidio  de  Gabriel  Rabi, 26 de octubre de 1918. Suicidio  de  Ricardo  Blanco, 29 de junio de 1919. Suicidio  de  Gregorio  Peñaloza, 20 de septiembre de 1919. Suicidio  de  Maximiliano  Sanchez, 23 de septiembre de 1919. Muerte  de  Juan  Schneider, 25 de septiembre de 1919. Suicidio  de  Exequiel  Llorente, 22 de noviembre de 1919. Suicidio  de  Augusto  Orcucci, 17 de septiembre de 1920. Literatura secundaria Anuario   Estadístico   correspondiente   al   año   1909, Santiago de Chile, Sociedad Imprenta y Litografía Universo, 1910. Anuario  Estadístico  1910, Santiago de Chile, 1910. Burke, Peter, Formas  de  hacer  Historia, Madrid, Alianza, 1999. Camus, Albert, El  mito  de  Sísifo, Buenos Aires, Losada, 1999. Censo  de  Población  de  la  República  de  Chile,  levantado el 15 de diciembre de 1920, Santiago de Chile, Soc. Imp. y Litografía Universo, 1925. Fabregat, Mario, “Reconstruyendo el ánimo suicida en la Provincia de Santiago (1900-1920): huellas radicales de la existencia a través de cartas y escritos”, inédito, 2014. Grez, Sergio, La   “Cuestión   Social”   en   Chile.   Ideas   y   Debates   Precursores   (1804-­1902)”, Santiago, DIBAM, 1995. Memoria   presentada   al   Supremo   Gobierno   por   la   Comisión   Central   del   Censo,   Santiago, 1907. Mir, Conxita, “La violencia contra uno mismo: el suicidio en el contexto represivo del franquismo”, AYER, 38, 2000, p. 187-210. Salazar, Gabriel; Pinto, Julio, Historia   Contemporánea   de   Chile   II, Actores,   identidad   y movimiento,  Santiago, LOM, 1999.

Notes 1 Salazar, Gabriel y Pinto, Julio, Historia Contemporánea de Chile II, Actores, identidad y movimiento, Santiago, LOM, 1999, p. 78. 2 “Sobre recuentos y falacias estadísticas” es el título del capítulo I de un trabajo sobre el suicidio en España que nos “alerta” sobre la información en este tipo de estudios (Mir Curcó, Conxita, “La violencia contra uno mismo: el suicidio en el contexto represivo del franquismo”, AYER, 38, 2000, p. 187-210, p. 190). 3 No existen datos oficiales posibles de trabajar para otras fechas. 4 Cf., Memoria presentada al Supremo Gobierno por la Comisión Central del Censo, Santiago, 1907, p. 468. 5 Reconstrucción propia a partir de la información de Suicidios anotados por la Prefectura de Policía de Santiago entre los años 1902 y 1909 incluidos en el Anuario Estadístico correspondiente al año 1909, Santiago de Chile, Sociedad Imprenta y Litografía Universo, 1910, pp. 208-209-210. Para el año 1910 la información proviene del Anuario Estadístico 1910, Santiago de Chile, 1910, p. 434. En la distribución de casos por años, el resultado es el siguiente: 16 para 1902, 24 para 1903, 20 para 1904, 22 para 1905, 26 para 1906, 24 para 1907, 24 para 1908, 20 para 1909 y 24 para 1910.

6 Para entonces, la Provincia de Santiago estaba dividida administrativamente en tres Departamentos, Santiago, Victoria y Melipilla. Contaba, para 1907, con una población de 516.870 habitantes (Memoria presentada al Supremo Gobierno por la Comisión Central del Censo, Santiago, 1907, p. 406). Para 1920 la población llegaba a 685.358 habitantes e incluía una nueva provincia, San Antonio, con 24.918 habitantes (Censo de Población de la República de Chile, levantado el 15 de diciembre de 1920, Santiago de Chile, Soc. Imp. y Litografía Universo, 1925, p. 1). 7 Cuadro construido con SPSS versión 19. 8 Cf., Levi, Giovanni, “Sobre microhistoria” en Burke, Peter, Formas de hacer Historia, Madrid, Alianza, 1999, p. 21. 9 Camus, Albert, El mito de Sísifo, Losada, Buenos Aires, 1999, p. 52. 10 Archivo Nacional Histórico de Chile, Archivo Judicial de Santiago (en delante ANHCHS), Suicidio de Gregorio Peñaloza, 20 de septiembre de 1919, foja (en adelante f.) 1. 11 Ídem. 12 Ídem. 13 22 de septiembre, f. 5. 14 23 de septiembre de 1919, f. 2. 15 Ídem. 16 25 de septiembre, f. 3. 17 Ídem. 18 22 de septiembre, f. 5. 19 25 de septiembre, f. 3. 20 ANHCHS, Suicidio de Ricardo Blanco, 29 de junio de 1919, f. 2. 21 29 de junio, f. 2. 22 Ídem. 23 Ibíd., f. 1. 24 21 de junio de 1920, f. 9. 25 ANHCHS, Envenenamiento de Hesse Feldman de Michals, 16 de enero de 1918, f.1. 26 Ibíd. 30 de enero de 1918, f. 2. 27 Ídem. 28 Ídem. 29 Ídem. 30 2 de febrero, 1918, f. 4. Si la mujer había ingerido tres o cuatro pastillas, era muy difícil que se hubiese equivocado, entre otras cosas, porque era extraño tomarse tal cantidad de purgantes, si es que eso era lo que creía estar haciendo. 31 24 de abril, 1918, f. 5. 32 Ibíd., f. 7. 33 ANHCHS, Suicidio de Maximiliano Sanchez, 23 de septiembre de 1919, f. 1. 34 23 de septiembre, f. 1. 35 26 de septiembre, f. 2. 36 Ídem. 37 26 de septiembre, f. 5. 38 ANHCHS, Suicidio de Antonio Capurro, 25 de octubre de 1917, f. 3. 39 Ídem. 40 Cf., Fabregat, Mario, “Reconstruyendo el ánimo suicida en la Provincia de Santiago (19001920): huellas radicales de la existencia a través de cartas y escritos”, inédito, 2014,  p. 10-11. 41 Suicidio de Antonio Capurro, 6 de septiembre de 1917, f. 6.

42 ANHCHS, Suicidio de Gabriel Rabi, 26 de octubre de 1918, f.1. 43 ANHCHS, Suicidio de Jafra Jené, 29 de septiembre de 1917, fs. 11-12. 44 29 de septiembre de 1917, f. 3. 45 Esta realidad hacía afirmar al médico Augusto Orrego Luco: “Están irrevocablemente condenados esos hijos del azar, que sus padres ven nacer sin placer y ven morir sin dolor… En el bajo pueblo la muerte del hijo es una fiesta” (Orrego Luco, Augusto, “La cuestión social” en La “Cuestión Social” en Chile. Ideas y Debates Precursores (1804-1902)”, recopilación y estudio crítico de Grez, Sergio, Santiago, DIBAM, Centro de Investigaciones Diego Barros Arana, 1995, p. 324). 46 ANHCHS, Muerte de Juan Schneider, 25 de septiembre de 1919, f. 1. 47 25 de septiembre, f. 2. 48 2 de octubre, f. 6 49 Ídem. 50 Ídem. 51 26 de septiembre, f. 9. 52 ANHCHS, Suicidio de Enrique Champaña, 13 de marzo de 1917, f. 9. 53 12 de marzo, f. 1. 54 13 de marzo de 1917, f. 9. 55 16 de marzo de 1917, f. 10. 56 Ibíd., fs. 11-12 57 Ibíd., f. 6. 58 El detallado informe de autopsia señalaba, con respecto a su muerte, lo siguiente: “El señor Capdeville recibió fuertes i numerosos golpes en la cabeza, especialmente en la rejion frontal i oxipital,…; a consecuencia de estos traumatismos, sobrevino una conmocion cerebral que ha sido la causa precisa i necesaria de la muerte” (ANHCHS, Homicidio de Pedro Capdeville, 2 de octubre de 1914, f. 55). 59 Ibíd., f. 3. 60 ANHCHS, Intento de Suicidio de Pompilio Abril, 23 de octubre de 1917, f. 1. 61 3 de noviembre de 1917, f. 2. 62 8 de noviembre de 1917, f. 3. 63 “El facultativo que suscribe certifica que Pompilio Abril ingresó al Pensionado el 23 de octubre con síntomas de envenenamiento, ocasionado segun él por la injestion de acido fénico. Permanecio hasta el dia 27 del mismo mes, dia en que se fué sin pedir su alta. El estado del paciente era de cierta gravedad, pudiendo mejorarse en el termino de un mes” (9 de noviembre de 1917, f. 5). 64 ANHCHS, aparece destruida la hoja que da cuenta de la Materia. 22 de noviembre de 1914, f. 1. 65 29 de noviembre, f. 17. 66 ANHCHS, Muerte de Daniel Perroni, 13 de abril de 1916, f. 11. 67 Ídem. 68 14 de abril de 1916, fs. 10-11. 69 ANHCHS, Suicidio de Augusto Orcucci, 17 de septiembre, f. 7. La carta estaba escrita en italiano y el párrafo citado es de traducción propia. 70 ANHCHS, Suicidio de Exequiel Llorente, 22 de noviembre de 1919, f. 1. 71 Cf., Fabregat, Op.  Cit., p. 12. 72 Suicidio de Exequiel Llorente, 22 de noviembre de 1919, f. 3.

Pour  citer  cet  article

Référence  électronique

Mario  Fabregat  Peredo,  «  Suicidios  de  extranjeros  en  la  Provincia  de  Santiago  a  comienzos del  siglo  XX:  una  aproximación  desde  el  estudio  de  caso  »,  Nuevo  Mundo  Mundos  Nuevos [En  ligne],  Colloques,  mis  en  ligne  le  16  septembre  2014,  consulté  le  01  octobre  2014.  URL  : http://nuevomundo.revues.org/67206  ;;  DOI  :  10.4000/nuevomundo.67206

Auteur Mario  Fabregat  Peredo Magíster  en  Historia,  Universidad  Metropolitana  de  Ciencias  de  la  Educación. [email protected]

Droits  d’auteur ©  Tous  droits  réservés

Lihat lebih banyak...

Comentarios

Copyright © 2017 DATOSPDF Inc.