María José Correa_Electricidad, alienismo y modernidad: The Sanden Electric Company y el cuerpo nervioso en Santiago de Chile, 1900-­1910

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Electricidad, alienismo y modernidad: The Sanden Electric Company y el cuerpo nervioso en Santiago de Chile, 1900-1910

Nuevo Mundo Mundos Nuevos Nouveaux mondes mondes nouveaux - Novo Mundo Mundos Novos - New world New worlds Colloques  |  2014 La  Locura.  Historia,  prácticas  e  instituciones.  Siglos  XIX-­XX  –  Dossier  coordinado  por  Silvana  Vetö  y  María José  Correa

MARÍA JOSÉ CORREA GÓMEZ

Electricidad,  alienismo  y modernidad:  The  Sanden Electric  Company  y  el  cuerpo nervioso  en  Santiago  de  Chile, 1900-­1910 [09/06/2014]

Résumés Español English Este artículo estudia la electroterapia con el objeto de analizar algunos aspectos de la medicina moderna en Chile. A través del análisis de los discursos publicitarios de los cinturones magnéticos comercializados en el país en la primera década del siglo XX por la Casa Sanden, aborda el diálogo que se gesta entre la modernidad urbana, el ideario médico y el mercado de productos terapéuticos. En esta conversación, el cuerpo surge como destino de las dinámicas entregadas por la modernidad y de los temores y promesas ofrecidos por el mercado médico. This articles focuses on electrotherapy in order to interrogate some of the features of Chilean modern medicine. It explores the exchange between urban modernity, medical ideals and the therapeutic market throughout the analysis of magnetic belts advertising -which were sold in Chile in the first decade of the 20th century by Sanden Company. In this dialogue, the body was identified as the main destiny of the dynamics provided by modernity and the fears and promises offered by the medical market.

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Entrées  d’index Keywords  : Chile, electrotherapy, body, modernity, medical advertisement Palabras  claves  : Chile, electroterapia, cuerpo, modernidad, publicidad médica

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"La electricidad aplicada al debilitado ser humano es como las lluvias sobre los terrenos áridos"1 titulaba hacia 1908 un aviso publicitario que prometía curar una serie de condiciones de origen nervioso2. El mensaje presentaba a la electricidad, empleada en el "cuerpo humano débil, dispéptico, reumático, paralítico, nervioso" y falto "de vigor y fuerza vital", como "el alimento" necesario para la "revivificación" del organismo y como la fuerza que gobernaba el funcionamiento de todos los órganos del sistema nervioso. "La electricidad es la gran restauradora de la naturaleza: sin su ayuda los nervios motores no responderían á nuestro mandato, los nervios censores no tendrían sensibilidad, el corazón cesaría su funcionamiento, la sangre no circularía en las arterias y el ser quedaría muerto"3. La electricidad ocupó un lugar privilegiado en la publicidad médica de fines del siglo XIX e inicios del XX. Encarnada en imágenes de cuerpos y rostros vigorosos, en aparatos modernos, en relatos de ánimos restituidos y en novedosas rutinas higiénicas, anunció su éxito y aplaudió su modernidad. Como parte de la oferta de establecimientos termales, instituciones hospitalarias, baños públicos, institutos de mecanoterapia, clínicas particulares y casas comerciales que ofrecían productos terapéuticos, enseñó sus funciones y movilidad, pero por sobre todo, su vigencia para el tratamiento de enfermedades mentales y nerviosas. Pero la presencia privilegiada de la electricidad no se restringió solo al espacio publicitario. En 1900 numerosas prácticas, artes y ciencias habían sido tocadas por esta forma de energía, y como reconocían muchos, esta representaba una de "las conquistas más preciosas que el genio del hombre ha logrado alcanzar en el presente y pasado siglo"4. Ese mismo año se había inaugurado la primera central productora de energía eléctrica de la capital. La Central Eléctrica Mapocho, propiedad de The   Chilean   Electric   Tramway   and   Light   Company, se levantaba en los arrabales con la promesa de iluminar la ciudad y de modificar el sistema de transporte público por medio del reemplazo de los carros de sangre por modernos tranvías5. Junto a la central Mapocho se elevaron centrales hidroeléctricas y de transmisión que contribuyeron a la producción y distribución de electricidad, la que gradualmente fue desplazando a otras formas de energía. Con el tiempo, el fluido eléctrico se apoderaría material y simbólicamente del espacio urbano santiaguino, cruzando sus calles y activando nuevos ritos cotidianos. Sus silenciosos impulsos acallarían el compás de los latigazos de los cocheros que dirigían los carros urbanos, sus vastos cables telegráficos acelerarían las formas de comunicación y sus metáforas magnéticas modificarían el lenguaje penetrando expresiones, sentires y creencias. La electricidad también se introdujo en el saber y en las ciencias, particularmente en la física y en la medicina 6. Fue presentada en las aulas, fue argumento de congresos, fue soporte de las nuevas especializaciones y fue hilo conductor en trabajos, tesis e informes. En el ámbito de la ciencia médica, desde mediados del siglo XIX que los facultativos chilenos se habían interesado en su estudio, desplegando una extensa literatura que inicialmente consideró, enmarcada en el ámbito de la llamada "jeografía médica", los fenómenos eléctricos y sus resultados sobre la población. Se interesaron en estos procesos imbuidos de un ideario que enseñaba que la electricidad presente en las

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variaciones atmosféricas incidía en la salud de la población. Como señalaba el doctor Cortés, esta normaba la energía, la actividad muscular y también las facultades intelectuales, llevando a disponer "al hombre, según sus hábitos, al ejercicio de altas virtudes o a la perpetración de grandes crímenes"7 . El desarrollo de la tecnología eléctrica, hacia fines de 1860, amplió los ámbitos de acción de la electricidad. La importación de nuevos productos y las experimentaciones realizadas en el país, impulsaron la exploración en torno a las posibilidades terapéuticas de nuevos sistemas y aparatos, dando a conocer los beneficios de la faradización, de la metaloterapia y de la electro-anestesia en patologías uterinas, nerviosas y dérmicas8. Estos rápidamente poblaron con nuevos movimientos, sonidos, velocidades y colores las instituciones, dejándose ver y sentir por médicos y pacientes. Pese a la centralidad de las nuevas tecnologías y su incidencia, la historiografía chilena orientada a la historia cultural de la medicina no ha abordado mayormente su expresión9. Historiadores de otras latitudes han revisado este despertar eléctrico atendiendo a su vinculación con el proyecto moderno. Investigadores como Carolyn Thomas de la Peña mostraron la confianza que médicos y electricistas tuvieron hacia las nuevas terapéuticas industriales y atribuyeron este hecho al eclecticismo de las teorías higiénicas y energéticas vigentes entre 1850 y 1950 en Estados Unidos y Europa 10 . Como ha planteado Mark Jackson para el contexto victoriano, este tiempo se caracterizó por la formulación de explicaciones científicas que incidieron en las lecturas etiológicas de las patologías nerviosas. Entre estas destacaron las leyes de conservación de la energía de Julius Robert von Mayer (1814-1878) y Hermann von Helmholtz (1821-1894), que promovieron una visión maquinista del cuerpo humano por medio de la reinterpretación de sus procesos y funciones. Bajo esta lectura, respaldaron la utilidad de la electroterapia al sostener que "la aplicación de corrientes eléctricas sobre la cabeza y la espina" aceleraba el proceso de "reparación, promovía el sueño y el apetito y desarrollaba los músculos", ayudando a restaurar la "fuerza vital"11. Para Takahiro Ueyama estas ideas alcanzaron una mayor difusión gracias a un proceso de modernización del consumo que impulsó la comunicación de los nuevos idearios científicos, profesionales y tecnológicos. Ueyama posicionó a los productos electromagnéticos, comercializados por emprendedores y casas comerciales, como elementos privilegiados para explorar el imaginario patológico y los ideales modernos, así también, para revisar nociones de autoridad científica y profesional de quienes se vinculaban directa e indirectamente con la medicina 12. Así como Ueyama asignó importancia a las nuevas tecnologías terapéuticas y al mercado, otros historiadores mostraron los nudos que estas tecnologías establecieron con el cuerpo, particularmente el del ciudadano urbano. En esa dirección, trabajos como los de Iwan Rhys Morus mostraron como el cuerpo humano comenzó a leerse y a tomar sentido desde las ideas que sostenían el desarrollo industrial y desde las doctrinas de conservación de la energía. Así las máquinas y los nuevos aparatos eléctricos proporcionaron "una manera concreta de articular y dar sentido a las nuevas relaciones entre las economías naturales y políticas, entre el trabajo humano y las fuerzas de la naturaleza, aprovechadas, cada vez más, para alimentar el progreso industrial" y en este recorrido, se transformaron en metáforas de la modernidad y en herramientas para entender el cuerpo moderno: sus usos, significados, valores, prescripciones, riesgos, enfermedades y posibilidades13. Considerando estas propuestas, este trabajo aborda la electroterapia con el objeto de revisar aspectos de la colonización científica del cuerpo y examinar la circulación de principios médicos en el circuito comercial y publicitario. Para ello caracteriza a The Sanden   Electric   Company, introduce al contexto electroterapéutico del periodo y analiza las promesas higiénicas y los temores patológicos insertos en la retórica

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publicitaria de la electroterapia del Santiago de inicios del siglo XX.

1.  The  Sanden  Electric  Company  y  la Faja  Eléctrica  del  Dr.  Sanden 9

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El 16 de abril de 1902 se concedió a Albert T. Sanden el privilegio exclusivo para comercializar en Chile, por un término de nueve años, una faja eléctrica que tenía por objeto "suministrar al cuerpo humano la electricidad galvánica de su invención"14. El doctor Eduardo Moore, quien participó como perito según exigía la Ley de Privilegio Exclusivo, certificó que la faja Sanden, en tanto batería galvánica, generaba electricidad constante y permitía a los enfermos que necesitasen de esta energía "entregarse a sus quehaceres, sin asistir al gabinete de un médico en el que gastaría varias horas de estadía"15. El doctor Moore aprobaba la faja y el uso terapéutico de la electricidad galvánica, siguiendo un ideario médico que confirmaba sus beneficios en el tratamiento de la hemiplejia cerebral, parálisis, poliomielitis, miopatías, atrofias musculares, parestesias, tabes, esclerosis, neuritis, neuralgias, espasmos y contracturas, neurastenia, histeria, epilepsia, corea, bocio, tetania, asma, espermatorrea y psicosis, entre otras condiciones16. Como sus contemporáneos, el perito veía en este producto un recurso terapéutico capaz de imprimir sobre los sistemas musculares, circulatorios y cerebrales sus poderosos efectos, y bajo estos presupuestos validó la petición de exclusividad que levantaba la compañía norteamericana The Sanden  Electric  Company, dirigida por el médico y electricista norteamericano Albert Sanden. Al alero de una ideología médica que celebraba la electricidad y de disposiciones legales que desde 1840 regulaban la propiedad exclusiva de artes, manufacturas, máquinas, instrumentos y preparación de materias, la Casa Sanden operó por al menos una década en Chile y ofreció sus productos electromagnéticos por medio de una potente publicidad que cubrió periódicos y magazines y que se construyó sobre las fragilidades del cuerpo y de la mente enfrentados a las paradojas de la modernidad17 . La ley de privilegio exclusivo ubicó a la Casa Sanden como representante oficial de los cinturones electromagnéticos, respaldó la publicidad de sus productos en tanto artículos patentados "a fin de que se sepa lo que es de dominio público" y lo "que cae dentro del dominio particular del inventor", y avaló su funcionalidad al considerar el peritaje de un especialista y al aceptar la descripción entregada por su creador. Al mismo tiempo, protegió de la apropiación fraudulenta del producto por parte de terceros y de la divulgación detallada de sus componentes, en un mercado que crecía significativamente y que para 1900 contaba con un importante número de solicitudes de derechos exclusivos de invención, distribución y comercialización18. Bajo estas regulaciones Albert Sanden introdujo en Chile "un nuevo medio para suministrar al cuerpo humano la electricidad Galvánica, por medio de una faja, cinturón u otro aparato similar"19, y especificó autoría de todo aparato similar que cumpliendo la misma función "se le aparezca en su conjunto". La faja correspondía a una batería galvánica formada por barras o láminas de zinc, cobre u otro material absorbente, unidas por medio de un alambre metálico. Esta batería estaba envuelta en una franja de tela que tenía en su exterior tres discos metálicos, dos traseros y uno al frente. Se activaba al sumergirse en vinagre u otra solución ácida y una vez seca producía corriente galvánica continua y completa que prometía tonificar y fortalecer el sistema nervioso y sexual de "la criatura más endeble" y del "hombre más fuerte"20 .

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Cinturón  del  Dr.  Sanden.  En  Dr.  Sanden,  Los  hechos  me  justifican,  Santiago,  Imprenta  Barcelona, http://nuevomundo.revues.org/66910

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1902,  s/n. 12

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La difusión de este objeto respondió, en parte, al desarrollo de un mercado médico que validó la producción en serie de nuevos productos terapéuticos y que permitió, en palabras del historiador I. R. Morus, no solo la masificación y estandarización, sino también la portabilidad de los aparatos médicos eléctricos21. Para el caso chileno, podemos plantear que la emancipación de esta tecnología de los establecimientos públicos y la producción de aparatos eléctricos portables, facilitó su llegada a un nuevo público consumidor y a nuevos espacios, como el doméstico. Esto posiblemente se tradujo en una extensión de la electricidad médica a círculos no profesionales, en un crecimiento de sus posibilidades comerciales y en la ampliación del público receptor de sus discursos. Ahora bien, las acciones de la Casa Sanden se insertaron en un contexto particular que acompañó el posicionamiento de los aparatos eléctricos y que vinculó lo sucedido en Chile con las estrategias desplegadas en otras latitudes. Sus diligencias estuvieron antecedidas, y luego fueron acompañadas, por las acciones de aquellas casas comerciales que comercializaron productos electroterapéuticos y que apoyaron el posicionamiento de la electroterapia como un importante recurso terapéutico y como un lucrativo negocio. Así, pese a la apropiación creativa realizada por Sanden, ciertamente, hacia fines del siglo XIX, varias empresas se encontraban desarrollando y distribuyendo este tipo de productos. La empresa británica The   Medical   Battery   Company, fundada en Londres por Cornelius Bennett Harness en la década de 1880 y conocida por su extendido y atractivo negocio de productos eléctricos que consideraban ropa, fajas y cinturones, fue una de las primeras firmas en alcanzar popularidad internacional22. Utilizando eslóganes como "el germen de toda vida es la electricidad" y sugerentes imágenes para ilustrar los efectos de la electricidad en el cuerpo, la compañía mostró la eficacia de estos recursos terapéuticos en asociación a ideales de sanidad y de género. A través de una sugerente estrategia publicitaria vinculó la buena salud a la apariencia, proyectando el dialogo que la modernidad establecía entre el cuerpo saludable y la tecnología. Su cartera incluía productos como el cepillo eléctrico Dr.  Scott’s  Electric  Hair  Brush que no solo prometía curar la calvicie, sino además los dolores de cabeza nerviosos y la neuralgia, y el corset Dr.   Scott’s   Electric   Corset, que incorporaba la electricidad en las rutinas femeninas de cuidado personal23. Con la adquisición en 1889 del Zander  Institute de Oxford Street, que seguía la terapia mecánica suiza creado por Gustav Zander (18351920), Harness había asegurado la reputación terapéutica de la compañía y ampliado las fronteras de sus servicios eléctricos24. Junto a Harness existieron otras compañías que participaron de este circuito comercial, como Richardson  Electro-­Galvanic  Belt  Co. of   Ludgate   Hill, Magneto-­Electric   Battery   Co. y Electropoise   of   Oxford   St, y que compitieron por posicionarse comercialmente en pos de los suculentos resultados económicos que prometía la venta de estos productos, que para el caso de la Casa Sanden habrían alcanzado el millón de dólares hacia 1914, tras más de 20 años de existencia de la empresa 25. Así, al momento de instalarse en Chile, The  Sanden  Electric  Company ya vendía sus cinturones en distintas partes del mundo y era parte de un lucrativo y competitivo mercado de productos electroterapéuticos. La empresa se había formado en Estados Unidos a fines del siglo, patentando su cinturón en noviembre de 1899, once años después que lo hiciera Cornelius Harness en dicho país26. En la siguiente década Sanden penetraría en mercados tan diversos como Canadá, Inglaterra, Francia, Suecia, Alemania, Polonia, Finlandia, Brasil, Argentina, Chile y Japón y alcanzaría reconocimiento y éxitos económicos27 .

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En Chile, pese a que The   Sanden   Electric   Company no compitió formalmente con empresas similares, debió enfrentar las características y condiciones del mercado médico local. Los productos Sanden hicieron su aparición en Chile durante un periodo de crecimiento comercial. Como señala Jacqueline Dussaillant, desde fines del siglo XIX Santiago enfrentó un marcado incremento poblacional que estimuló el comercio y que resultó en el aumento de los negocios y de la oferta y en el desarrollo de novedosos mecanismos de venta 28. Este contexto apoyó el despegue del mercado médico, visible en el crecimiento de la publicidad, de las boticas y droguerías, de las marcas comerciales inscritas bajo la Ley de Marcas (1874) y de las solicitudes de patentes. Decenas de casas comerciales, vendedores, boticarios y droguistas ofrecieron un creciente número de productos y servicios para mejorar la salud y combatir las afecciones nerviosas, apoyándose en una de las tribunas más influyentes, la prensa y sus espacios publicitarios. Así, la prensa capitalina ofreció los más variados recursos, los que consideraban las Cápsulas Anti-Neuráljicas de Vial, las Tabletas Bayer de Aspirina y Cafeína, las Píldoras de Blancard y las Cápsulas de Nervalina, y también reconstituyentes como el Jarabe del Dr. Zed, la Solución Anti-Nerviosa de Laroyenne, el Tónico Iperbiotina Malesci, el Preparado Tisphorine, el Tónico Bioforina, la Solución Somatose Líquida Ferruginosa y el Vino Désiles. Se ofrecían ungüentos, sales y cremas, así también preparados, artefactos y folletos que "en sobre cerrado y lacrado" prometían soluciones "eficaces" pero privadas. El comercio médico se apoyó en la distribución, pero por sobre todo en una abultada publicidad que, posada sobre las leyes de derechos exclusivos y de protección de nombres comerciales y marcas y bajo la ausencia de mayores regulaciones que limitaran el contenido promocional, comunicó la "autoridad científica" de los productos patentados29. En esta comunidad de productos y servicios se instalaron los cinturones de la Casa Sanden, haciéndose eco de un discurso que enfatizó la importancia del sistema nervioso como eje de sanidad y de enfermedad, complementando una discusión paralela que, plasmada en revistas y textos especializados, insistió en la responsabilidad de los nervios en el desajuste mental y corporal de los chilenos.

2.  Electricidad  y  modernidad terapéutica 18

La presencia de aparatos electromagnéticos en Chile, tanto a nivel material como discursivo, no fue un fenómeno aislado. Estos circularon en un momento en que la medicina, como planteábamos inicialmente, celebró las propiedades curativas de la electricidad, particularmente en personas que sufrían afecciones nerviosas. Pedro Lautaro Ferrer (1869-1937), facultativo abocado a la higiene pública, explicaba hacia 1889 que en perturbaciones funcionales como la histeria los procedimientos electroterápicos eran la norma si se buscaba "fortificar el sistema nervioso, tonificar la economía entera" y "regularizar el funcionalismo desorganizado de los centros medulares y encefálicos"30 . Como sus contemporáneos, recomendaba la faradización general, los baños eléctricos, la galvanización del cerebro y de la columna vertebral no solo en histerias, sino también en insomnios, vértigos y debilidades nerviosas, así también en "las perturbaciones psíquicas" de época reciente - como "los estados psicopáticos incipientes, vagos o incompletos", "en la ansiedad mórbida, con insomnios y alucinaciones", "en las neuropatías", "en los ataques de psicosis" -, y en las avanzadas como "las melancolías acentuadas", "la excitación maníaca" y " las

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psicosis histero-epilépticas"31. La electroterapia, considerada como un agente terapéutico físico o psico-físico, similar al agua y al hipnotismo, fue recomendada frecuentemente por médicos y prácticos, en consultas y hospitales, e infaltable, como indicaban los alienistas, en un espacio asilar. Así lo mostraba el moderno gabinete de electricidad inaugurado a fin de siglo en la Casa de Orates, el que se sumaría a las cámaras existentes o por inaugurarse en instituciones públicas y privadas de la capital32. Así también lo respaldaban los jóvenes médicos comisionados por el gobierno para especializarse en Europa en nuevas técnicas terapéuticas, entre estas, las eléctricas33. Y por sobre todo, lo permitía un discurso médico que presentó a la modernidad urbana como semillero de las más variadas afecciones nerviosas y al cuerpo enfermo como un organismo posible de tonificar y revivificar. Desde mediados del XIX que los médicos nutridos de la itinerante tradición europea habían posicionado al sistema nervioso como coordinador de las leyes corporales y como rector de la "organización humana"34. Apoyados en este paradigma, enseñaron que el despertar de una enfermedad no dependía únicamente de entidades patológicas específicas que colonizaban el cuerpo, sino de una disposición individual, en la que actuaba el sistema nervioso, el temperamento y la herencia. En un periodo en el que la lesión y el localismo ganaban terreno en la tarea diagnóstica y en que las enfermedades nerviosas se concebían como condiciones difíciles de localizar, atadas a la red de nervios que recorrían y administraban la estabilidad del cuerpo, las ideas sobre el temperamento y la herencia, así también el hábito y la costumbre surgieron como importantes coordenadas de lectura. Bajo este marco, los médicos no tuvieron problemas en combinar libremente en los diagnósticos de las enfermedades mentales y nerviosas los síntomas psicológicos, como los delirios y las alucinaciones, con los somáticos, como los temblores, la taquicardia, la anemia y los problemas digestivos o cutáneos, y con la historia personal y familiar de los enfermos. Tampoco tuvieron problemas para asignar a la electricidad propiedades específicas para la recuperación del sistema. El temperamento aludía a una base constitucional compartida por una comunidad. Si bien, los médicos determinaron tempranamente un arquetipo chileno - temperamento linfático-nervioso - y aseguraron su disposición a las enfermedades nerviosas, explicaron que este se regulaba con el tipo de temperamento individual a cada persona, el que teóricamente, ayudaba a conocer las inclinaciones del sistema corporal y los tipos de desórdenes que podían afectarlo con más facilidad, representando un "lente" por medio del cual observar "los desórdenes mórbidos" e identificar algunos de los agentes que afectaban la estabilidad individual35. La electricidad fue presentada como un recurso capaz de incidir en las bases constitucionales del organismo y de modificar uno de los agentes determinantes de esta, la herencia. Esta, comenzó a instalarse hacia 1880 como nuevo pie para explicar el surgimiento de patologías y afecciones nerviosas, ampliando el debate entre las características heredadas y adquiridas36. Para los médicos de fines del XIX, era innegable que las personas recibían "la constitución física y moral de sus padres" y que su expresión podía traer resultados nefastos para los individuos y su sociedad37 . Las consecuencias de la herencia se explicaban en periódicos, estudios y en la propia publicidad terapéutica. Se mostraban en la estadística de la Casa de Orates, así también eran debatidas por médicos y autoridades, quienes en varias ocasiones demandaron la aplicación de medidas profilácticas que iban desde evitar el matrimonio entre personas de mala constitución o con vínculos cercanos de parentesco, hasta el diseño de un estilo de vida que permitiera reducir la disposición heredada para el desarrollo de ciertas patologías38. Así, en ciudadanos expuestos continuamente a problemas nerviosos y en una ciudad

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cargada de casos de hipocondria, dispepsias nerviosas, histeria, clorosis y manía, la oferta eléctrica y sus discursos no se hicieron esperar. La electroterapia, al igual que otros agentes terapéuticos físicos, fue ofrecida en instituciones públicas como hospitales y asilos, en consultas de especialistas y en instituciones privadas como termas, institutos gimnásticos y el hogar. Por medio de este recurso se buscaba domar las causas del despertar nervioso: temperamentos desviados, herencias viciosas o hábitos que habían destruido el equilibrio del sistema. Médicos como Ramón Araya, Guillermo del Sol o Augusto Orrego Luco recomendaron y ofrecieron estas soluciones a sus pacientes. Del Sol, por ejemplo, tras diagnosticar a una joven de 17 años con una histeria recomendó "alimentacion abundante, jimnastica, duchas progresivamente frías, ejercicio a grande aire, faradizacion cutánea i tonicos”39. Ramón Araya ofreció por medio de la electroanestesia alivio a enfermedades mentales y nerviosas, y pese a que este tratamiento resultaba costoso y reiterado, pues debía ser aplicado "de tiempo en tiempo" para alejar el peligro de toda recaída, tuvo un importante y constante número de pacientes tanto de la capital como de provincia 40 . Estas prácticas no pasaron desapercibidas para la población. La publicidad de la época adscribió al paciente un discurso que aplaudió el consumo de estas tecnologías innovadoras y efectivas, en tanto reflejo no solo de curación y salud, sino también de modernidad y de poder adquisitivo. Ciertamente que la electroterapia, ubicada a un paso de lo asombroso, atraía y atrapaba, en un momento en que no todos los pacientes estaban familiarizados con estos procedimientos. Por un lado, la electroterapia aludía al misterio y a la magia. Como recordaba Martina Barros, esposa de Orrego Luco, algunos pacientes consideraron los éxitos obtenidos al aplicar la "máquina eléctrica" como "una brujería" que incrementó la "fama" de su esposo "de tal manera que no se alcanzaba a atender a todos los enfermos que se presentaban a diario" a la consulta que tenía en la Alameda 41. Pero por otro lado, la electroterapia reflejaba el futuro y el progreso, la mayor de las veces ajeno. distante y complejo. Como advertía Greeve, en el caso de la electricidad franklínica, a la novedad se sumaba "lo imponente de la máquina, lo complicado de su mecanismo y construcción, los accesorios cuyo uso le es tan enigmático, los cordones, electrodos, etc., el movimiento de la máquina, el ruido de las chispas, estas mismas y los demás fenómenos luminosos", que hacían al usuario sentirse "atemorizado ante tal despliegue de aparatos y fenómenos raros"42. La electroterapia comunicaba sus beneficios en un momento de crecimiento del mercado médico y de recelo hacia la variedad y cantidad de productos en circulación. La explosión de panaceas y propuestas higiénicas y el reconocimiento, como indicaba Ramón Araya, que los sistemas y los médicos tenían "como los trajes y los usos" una temporada de moda "hasta que el desencanto de los que pensaron que iban a recobrar el vigor y la juventud con la píldora nueva o el frasco desconocido, los obliga a ceder su puesto y su popularidad a otros, y después a otros"43, sembraba una sombra de sospecha sobre muchos de los productos en tránsito, particularmente los más nuevos. En este contexto de competencia y desconfianza, la electroterapia pese a ser reconocida como una terapia de moda, fue ubicada por los mismos médicos como un recurso idóneo para la recuperación del cuerpo nervioso. El posicionamiento de la electricidad como una terapia de la modernidad fue respaldada también por la conformación de un ecléctico discurso que advirtió sobre la dirección que tomaba "la civilización", un doble y paradójico camino que enfrentaba los procesos de desarrollo y degeneración que la modernidad industrial y urbana imprimía sobre los cuerpos ciudadanos. Advertido por hombres y mujeres de distintos movimientos y formaciones, la ciudad moderna constituyó un espacio contradictorio que congregaba los beneficios del progreso con sus peligros y dificultades. Esta última

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mirada se vio influenciada por los problemas de la vida citadina, la pobreza, los altos niveles de mortalidad infantil, así también por la estigmatización de las clases trabajadoras como peligrosas e insalubres44. Símbolo de este proceso atávico y decadente fue la prevalencia de problemas mentales y nerviosos en las grandes ciudades y la acuñación de nuevas patologías como la neurastenia o la degeneración45. Así, el crédito dado a la electricidad no se basó solo en la terapéutica, sino también en los nuevos modos de entender los cuerpos sometidos a las contradicciones de la vida moderna. La vida en las grandes ciudades y en los centros productivos supuso enormes atractivos, pero también expuso a hombres y mujeres a innumerables pesares que mermaban las energías corporales. Mientras algunos autores han considerado estos problemas como motores de la organización obrera y elementos reestructuradores del espectro político, otros los han posicionado como contextos significadores de los cuerpos, del saber científico y del mercado médico, apoyados por el feroz diagnóstico que comunicaba el ideario médico de fines del XIX e inicios del XX46. La correspondencia entre el cuerpo y la máquina, impulsada por la idea que la energía derivaba de un proceso productivo interno, alimentó estas lecturas. El cuerpo fue medido y cuantificado; también fue intervenido y dirigido, por proyectos específicos y desde recursos retóricos que, como han planteado varios autores, sirvieron para explicar públicamente los nuevos conceptos de la energía y para exponer nuevas formas de organización social47 . La teoría médica consideró que el frenético ritmo urbano, las nuevas velocidades introducidas por ferrocarriles, tranvías y automóviles, así también por telégrafos y teléfonos, y los problemas de higiene derivados de la densidad urbana, entre varios otros, incidían directamente en la capacidad que tenían los cuerpos de producir energía y favorecían "impresiones morbosas" que derivaban en afecciones que iban desde el agotamiento nervioso a las neurosis traumáticas48. Las rutinas laborales neurastizaban a los empleados y el trabajo industrial ponía en riesgo la integridad física de los obreros. Mientras tanto los médicos incorporaban en sus diagnósticos nuevos conceptos que buscaban describir con mayor precisión los dolores y pesares, configurando una etiología que revelaba la profunda ambivalencia de la civilización moderna. Así, el nuevo contexto tecnológico e industrial favoreció el entendimiento del cuerpo humano como una máquina que operaba en base a la doctrina de la conservación de la energía. La publicidad cultivó esta mirada, alimentando miedos sobre el agotamiento de la energía y el despertar de la fatiga, y promoviendo al mismo tiempo la fantasía productivista de un cuerpo infatigable por medio del consumo de ciertos ritos higiénicos y terapéuticos. Como plantea Morus, este argumento llevó a que se le atribuyeran al cuerpo propiedades y comportamientos eléctricos específicos que convirtieron a los aparatos eléctricos en uno de los recursos más adecuados para recuperar sus energías y capacidades49. Este fue el escenario que enmarcó el uso de la electroterapia y que reforzó el vínculo entre las enfermedades mentales y nerviosas y la fatiga atribuida a la vida moderna.

3.  Temores  y  promesas  de  la electroterapia:  el  Caso  Sanden 29

Las imágenes y textos que acompañan la difusión de los productos "electroterápicos" muestran un potente discurso en torno al cuerpo y la salud que consideramos contribuyó a formar el imaginario patológico y médico de fines del siglo XIX e inicios

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del XX. Pese a que, en este texto no queremos profundizar ni amplificar la responsabilidad de la publicidad en la formación de actitudes culturales hacia la medicina, consideramos que esta representó un espacio privilegiado para la difusión de las afecciones nerviosas, de su prontuario de síntomas y de sus formas de administración; así también de nuevas nociones en torno al cuerpo, sus posibilidades y límites. Movilizó un sugerente lenguaje que situó a la fatiga y al cansancio como los principales peligros de la vida urbana y ubicó a la energía y el vigor eléctrico como posibles soluciones terapéuticas. Así, registró miedos y elevó promesas, posicionando la vigencia de lo nervioso y de la electricidad, en un contexto en el cual los desórdenes nerviosos llamaron escasamente la atención de las autoridades -frente a epidemias y otros problemas higiénicos que resultaban más urgentes y evidentes. Hacia 1900 cientos de avisos ilustraban los medios impresos -como periódicos, revistas médicas, magazines y boletines-, los interiores de los tranvías y las fachadas de las casas comerciales y desplegaban una batería de productos que iban desde las pastillas y tónicos, hasta los aparatos y máquinas50 . En este escenario, la Casa Sanden presentó sus cinturones eléctricos, en competencia con la variedad de servicios y productos que aferrados a la electricidad aseguraban mejorar la salud: baños eléctricos, aparatos de rayos x, luces y aplicación de temperatura, entre otros. Como otras casas comerciales hizo uso de lo nervioso y de sus síntomas e identificó una variada cantidad de signos patológicos de los cuales casi ningún individuo podía sentirse ajeno. Las dificultades y especificidades diagnósticas que los médicos narraban en sus casos clínicos parecían no tener cabida en su publicidad. El doctor Sanden establecía signos inequívocos de enfermedad: postración nerviosa, presentimientos tristes, agotamiento de la vitalidad, pesadez, decaimiento, impotencia, insomnio, sequedad del vientre, apatía, melancolía, mareo y dolor del cerebro, entre otros, que luego eran enmarcados en categorías y trayectorias patológicas específicas: neurastenia, histeria, melancolía, dispepsia, etc. La Casa Sanden, en armonía con los procesos de patologización del cuerpo sano expresados en estos tiempos, ofreció también sus productos a individuos saludables. La prensa, los manuales de medicina doméstica y los mismos médicos advertían que no se debía llegar al extremo de obrar con "nervios hiperestesiados o enfermos", sino por el contrario, para lograr la salud se debía "ejercitar, flexibilizar y dominar el sistema nervioso" sano, de forma similar a como se educaba el sistema muscular. Apoyados por este contexto, los cinturones eléctricos se ofrecieron no solo a sujetos exhaustos y consumidos, sino también a todos quienes temían y enfrentaban los peligros y riesgos de la modernidad. La publicidad de Sanden proyectó un discurso que apostó por lo que Seltzer ha llamado "la patologización del cuerpo natural" y contribuyó a la naturalización de las enfermedades mentales y nerviosas como condiciones propias de los nuevos cánones urbanos51.  A través de la retórica de la debilidad y de la fragilidad nerviosa patologizó los cuerpos ordinarios y comunes y posicionó sobre ellos la acción fortificante y estimulante de las nuevas tecnologías eléctricas. Instaló la fatiga corporal y mental, el estado neurasténico del hombre moderno y propuso a su producto estrella, el cinturón eléctrico, como el elemento necesario para luchar contra los avatares de la vida citadina. Como Sanden insistía, "La debilidad nerviosa es la enfermedad característica de los tiempos modernos. Su desarrollo durante los últimos diez años ha sido alarmante, y ha exigido experimentos y vastas investigaciones entre la profesión médica"52. Así, entre 1903 y 1913 y por medio de una publicidad que apareció principalmente en los magazines de moda del periodo, Sanden comunicó una retórica que entrelazaba el ambiente oscuro de fin de siglo con el ideal de progreso indefinido que empujaba la modernidad53. En su argumentación textual y visual aludió a una cultura científica que permeaba la sociedad chilena urbana y que dejaba ver la sutil

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influencia de teorías vinculadas al darwinismo, a la termodinámica y al alienismo.

Publicidad  del  Dr.  Sanden  en  Revista  Zig  Zag.  2  de  agosto  de  1908. 32

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La "pérdida de la vitalidad", "la condición débil y arrastrada del sistema" y "la debilidad nerviosa (...)" fueron presentadas como elementos constitutivos de los "tiempos modernos". Las fuerzas individuales no podían derrocharse sin generar consecuencias, advertía el Dr. Sanden, pues los "fondos de reserva" que disponía cada persona no eran inagotables. Cuando un joven, por ejemplo, "después de ocuparse en quehaceres activos durante todo el día, se entretiene con botellas y barajas hasta las cuatro de la mañana (...) la naturaleza abusada empieza a igualar las cosas". De igual modo, cuando una joven, "con la constitución fuerte de salud perfecta" recorre "las tiendas haciendo compras toda la mañana, recibe y entretiene visitas toda la tarde, y baila desde las 9 p.m. hasta las 3 a.m., retira de su cuenta con la naturaleza la vitalidad que fue depositada para asegurarle comodidad en su edad avanzada"54. Junto con presentar miedos y riesgos que rodeaban a hombres y mujeres, Sanden comunicó, a través de textos e imágenes, los innumerables beneficios de utilizar los aparatos eléctricos. La promesa tenía que ver con la posibilidad de recuperación, pero también con las capacidades atribuidas a la electroterapia.  "La electricidad es el único remedio que la Naturaleza manda emplear. Ella renueva la vida: hace jóvenes a los viejos, dando fuerza y vigor a todos. Hace ya treinta años que, con los mejores resultados estoy tratando por medio de la electricidad, las enfermedades nerviosas, debilidad vital, parálisis y todas las molestias que vienen de la falta de fuerza nerviosa"55. Pese a que las promesas de la Casa Sanden se orientaron a hombres y mujeres, su retórica publicitaria privilegió a un público masculino, en un mercado fuertemente regido por constructos de género. El interés hacia los hombres siguió los lineamientos desarrollados por las compañías electroterápicas norteamericanas cuya publicidad, fuertemente orientada al consumidor masculino, contrastó, según Carolyn Thomas de la Peña, con la presentada por las casas comerciales inglesas que orientaron sus cinturones a un público mixto. Bajo esta influencia la Casa Sanden reforzó la insuficiencia del hombre para cumplir con las demandas de la modernidad y para

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mantener la vitalidad de su masculinidad. El propio nombre del cinturón, "Herculex" en alusión al héroe de la mitología romana y a "la ley de resistencia y vigor varonil", explicaba que la causa de la debilidad nerviosa radicaba en la pérdida de la "virilidad" "a sabiendas o ignorantemente" producto de excesos sexuales y laborales56. La postración de los centros nerviosos era atribuía a orígenes diversos: vicio, indulgencia y trabajo legítimo. Sin embargo, no había mayor factor que destrozara los nervios y a sus centros como "la masturbación, otras costumbres contrarias a la naturaleza y el coito excesivo", dado que en el "fluido seminal" se decía se encontraba "el poder vital necesario para desarrollar" un ser humano57 . La función de la energía sexual y las causas de su drenaje fueron claramente explicadas en los libros publicados por la compañía, distribuidos por correo a los consumidores interesados en conocer con mayor profundidad las posibilidades terapéuticas de los aparatos Sanden. En ellos se abordó con mayor detención y también discreción la relación entre los desórdenes nerviosos, la virilidad y el comportamiento sexual. Las consecuencias patológicas de estas conductas se expresaban primero en la espermatorrea y la impotencia, para más tarde afectar a la totalidad de la máquina humana y a la descendencia, por medio de condiciones de origen nervioso que iban desde la neurastenia a la locura y desde la dispepsia a las enfermedades del corazón. En estos mismos soportes la compañía aseguró que los usuarios de sus productos alcanzarían "el estado natural" prometido a cada individuo y, a través de alegorías, ofreció redimirlos y transformarlos en hombre fuertes, robustos y viriles.

Conclusiones 35

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Uno de los principales cambios en la conceptualización de las enfermedades mentales durante el siglo XX fue el remplazo del sistema nervioso por el cerebro como eje de entendimiento patológico. El desvanecimiento del sistema nervioso como marco epistemológico de los desajustes mentales se debió, en parte, a la "psicologización" de condiciones consideradas anteriormente orgánicas, tras el surgimiento del psicoanálisis y de la psicología; y también se apoyó en la dificultad para encontrar las lesiones físicas que explicaban las enfermedades y en los insuficientes resultados de la oferta terapéutica. Junto con estos contextos, la disolvencia de la era nerviosa implicó el descrédito de condiciones como la histeria y la melancolía, el surgimiento de nuevas patologías y paradigmas curativos. Las actividades de la Casa Sanden en Chile se ubicaron en un periodo inmediatamente anterior a este proceso, cuando lo nervioso continuaba siendo protagonista en la significación de un gran número de enfermedades y en su administración terapéutica. En este sentido este estudio considera al alienismo y a las enfermedades mentales y nerviosas como elementos centrales para comprender el mercado médico y al mercado como un espacio privilegiado de difusión y permanencia de lo nervioso. Así también considera un proceso dialéctico entre el ideario médico y el comercial en donde las nociones de cuerpo y de enfermedad se construyeron desde una escena mixta formada por médicos, electricistas y comerciantes, por imágenes y textos científicos y publicitarios, y por usuarios y consumidores. Thomas de la Peña señala que el llevar un cinturón eléctrico representó para muchos hombres norteamericanos de principios del siglo XX una de las experiencias tecnológicas más íntimas y frecuentes58. Pese a que desconocemos aún la demanda chilena por este tipo de aparatos, la cotidianeidad de su publicidad en los magazines de principios de siglo y la vigencia de la electricidad como terapia permiten suponer que

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estos productos fueron conocidos y consumidos por un grupo importante de la población de Santiago y Valparaíso, al menos por quienes tenían los recursos para costear su valor, que comenzaba en los 20 pesos. También las advertencias sobre falsificaciones y la constante invitación a comprar los cinturones oficiales patentados, dan cuenta de la existencia de un mercado subterráneo en donde circulaban otros aparatos de electroterapia, desconocemos si producidos localmente o importados59. Su consumo implicaba una colonización tecnológica del cuerpo que no se limitaba solamente al uso del cinturón - y a los efectos de los "electroides positivos" sobre la parte delgada de la cintura, lugar desde donde se proyectaba al resto del cuerpo - sino también abarcaba diferentes artefactos. Se ofrecían piezas secundarias que vinculadas al cinturón trabajaban directamente sobre las partes afectadas. Así, los aparatos eléctricos se ubicaron sobre rodillas, tobillos o muñecas para combatir reumatismos, sobre "la parte delantera o posterior del pescuezo" en afecciones bronquiales, sobre las mejillas en ataques de neuralgia, bajo la planta de los pies en problemas de los mismos, sobre el abdomen y bajo el ombligo en complicaciones del hígado, riñones, vejiga, ovarios o útero, entre otros, comunicando "un calor natural y cómodo" según las propias las "leyes" de la naturaleza. Los productos eléctricos fueron presentados por el discurso publicitario como elementos constitutivos de la modernidad. Su presentación consideró no solo la difusión de una imagen médica, sino también estética, elegante y a la moda, en armonía con las más diversas situaciones de la vida contemporánea. Estos esfuerzos muestran el interés de transformar estos artefactos médicos en artículos de primera necesidad y consecuentemente en posicionar la energía, la eficiencia y el vigor no solo como un ideal o esperanza, sino como un requisito de la vida moderna y de la masculinidad sana. Esta aspiración, visible también en otro tipo de productos higiénicos, regresa a una pregunta que ha recorrido este texto y que tiene que ver con el rol del mercado en los procesos de medicalización de la sociedad chilena. Si la medicalización, en términos generales, remite a un proceso por medio del cual prácticas e ideas, comenzaron a ser vistas e interpretadas médicamente, resulta necesario, y más aun considerando el contexto contemporáneo, imperativo, preguntarse por el rol del mercado y de sus recursos en la construcción de lo médico y de lo científico.

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Notes 1 Parte de esta propuesta, en versión preliminar, fue presentada en el Seminario de la Locura organizado el año 2013 en el Museo Benjamín Vicuña Mackenna, Santiago de Chile. 2 Revista  Zig  Zag, 27 de septiembre de 1908. 3 Revista  Zig  Zag, 27 de septiembre de 1908. 4 Poirier, Eduardo, Chile   en   1908, Santiago, Imprenta, Litografía y Encuadernación Barcelona, 1909, p. 60. 5 Para visualizar algunos de estos cambios sugerimos visitar el sitio www.lugaresdeciencia.cl 6 Gutierrez, Claudio y Gutierrez, Flavio "Física: su trayectoria en Chile (1800-1960)", Historia, vol. 39, núm. 2, 2006, p. 466-496. http://nuevomundo.revues.org/66910

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7 Cortés, M., "Influjo del temperamento de la Serena sobre las enfermedades mas comunies a esta ciudad", Anales   de   la   Universidad   de   Chile, 1854, p. 22. Véase también Correa, María José, "Exceso Nervioso, Locura y Ciencia Médica en Chile urbano (1840-1860)", en Anales  de Historia  de  la  Medicina, núm. 18, 2008, p. 151-167. 8 En la literatura primaria encontramos numerosos estudios, por ejemplo: Rojas, Nicanor, "De la aplicación de la electricidad en las dislocaciones del útero", Rev.  Med.  Ch., t. IV, nov. 1875, p. 170-178; Mazzei, Ernesto, "La Metaloterapia", Rev.  Med.  Ch.,  t. IX, feb. y abril 1880-81, p. 225231 y p. 289-295 y Araya, Ramón, "La Electroterapia", Rev.  Med.  Ch.,  t. X, jun. 1881-1882, p. 440-453. Destacan los estudios y tratados de Alfredo Moraga y los trabajos surgidos de las instancias de especialización internacional de jóvenes médicos como Germán Greve. 9 Correa, María José, "Medicina, vigor y virilidad. Las tecnologías terapéuticas frente a la debilidad masculina del Chile urbano (1870-1910)", en Undurraga, Verónica y Gaune, Rafael, Formas   de   control   y   disciplinamiento.   Chile,   América   y   Europa,   siglos   XVI-­XIX, Santiago, Uqbar editores, Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, Instituto Riva-Agüero PUCP, 2014, (En prensa).Véase también Araya, Claudia y Leyton, César, "Atrapados sin salida: terapias de shock y la consolidación de la psiquiatría en Chile, 1930-1950", Nuevo  Mundo  Mundos  Nuevos, Debates, 2009. En http://nuevomundo.revues.org/52793. 10 Thomas de la Peña, Carolyn, The  Body  Electric.  How  Strange  Machines  built  the  Modern American, New York, New York University Press, 2003. 11 Jackson, Mark, The   Age   of   Stress.   Science   and   the   Search   for   Stability, Oxford, Oxford University Press, 2013, p. 26. 12 Ueyama, Takahiro, Health  in  the  Marketplace.  Professionalism,  Therapeutic  Desires,  and Medical   Commodification   in   Late-­Victorian   London, California, The Society for the Promotion of Science and Scholarship, 2010, p. 60. Véase también del mismo autor, "Capital, Profession and Medical Technology: The Electro-Therapeutic Institutes and the Royal College of Physicians, 1888-1922", Medical  History, 1997, 41, p. 150-181. 13 Morus, Iwan Rhys, "The Measure of Man: Technologizing the Victorian Body", Hist.   Sci., xxxvii, 1999, p. 249. 14 "Privilejio esclusivo.- Se concede a Don Albert T. Sanden", Boletín  de  las  Leyes  i  Decretos del  Gobierno, Libro LXXII, Segundo Trimestre, año 1902, Santiago, Imprenta Nacional, 1902, p. 582-583. 15 Dr. A.T. Sanden, La  Salud  en  la  Naturaleza, Santiago, Imprenta Barcelona, 1902, p. 4. 16 Moraga, Alfredo, Tratado  Práctico  de  Electroterapia  General  y  Especial.  Galvanoterapia, Santiago, Imprenta del Centro Editorial La Prensa, 1900. 17 Para una entrada a la Ley de Propiedad Exclusiva y al Registro de Marcas véase Instituto Nacional de Propiedad Intelectual,   Historia   Gráfica   de   la   Propiedad   Industrial   en   Chile, Santiago, Inapi, 2010. 18 Entre 1810 y 1881 se habrían otorgado 384 derechos exclusivos los que habría aumentado a 575 entre 1896 y 1900. Goicoolea, Arturo, De   la   Propiedad   Industrial, Santiago, Escuela Tipográfica Salesiana, 1902, p. 47. 19 Archivo  Inapi, Memoria Descriptiva, 1902, p. 1. 20 Archivo  Inapi, Memoria Descriptiva, 1902, p. 2. 21 Morus, Iwan Rhys, "The Measure of Man", p. 253. 22 Loeb, Lori, "Consumerism and Commercial Electrotherapy: The Medical Battery Company in Nineteenth-Century London", Journal   of   Victorian   Culture, vol. 4, num. 2, 1999, p. 252275. 23 El cepillo contenía una pieza magnética en el mango y como otros artefactos no estaban literalmente electrificados, dando cuenta de un discurso publicitario que juega con la confusión pública sobre magnetismo y electricidad. 24 Correa Gómez, María José, The   Plague   of   Nerves.   Medical   Advertisements   &   Victorian Society,   1880-­1910, Tesis no publicada para optar al grado de Master in Arts, Medicine, Science and Society, Birkbeck College, 2007. 25 Lewiston  Evening  Journal, June 23, 1914, 8. 26 Google Patents, A.T. Sanden. Electric Belt, US Patent 638,148. Patented Nov. 28, 1899 y C.B. Harness. Electric Belt, UC Patent 380,568. Patented Apr. 3, 1888. 27 En Japón llevaría el nombre de Sanden   Denki   Shokai y desplegaría estrategias http://nuevomundo.revues.org/66910

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Electricidad, alienismo y modernidad: The Sanden Electric Company y el cuerpo nervioso en Santiago de Chile, 1900-1910

publicitarias similares a las llevadas a cabo en Estados Unidos y Chile. Sin embargo a diferencia de Chile, se apropiaría de conceptos locales como "genki" (energía) para comunicar ideas tales como "fuerza nerviosa". Véase Ito, Akiko, "How electricity energizes the Body: Electrotherapeutics and its analogy of life in the Japanese Medical Context", Gunergun, Feza y Raina, Dhruv, Science   between   Europe   and   Asia.   Historical   studies   on   the   transmission, adoption  and  adaptation  of  knowledge, London, Springer, 2011, p. 252. 28 Dussaillant, Jacqueline, Las  reinas  de  Estado.  Consumo,  grandes  tiendas  y  mujeres  en  la modernización   del   comercio   de   Santiago   (1880-­1930), Santiago, Ediciones UC, 2011, p. 29. Véase también de la misma autora, Breve   historia   de   los   avisos   publicitarios   en   los principales   periodicos   chilenos   1850-­1920, Tesis no publicada para optar al grado de Licenciatura en Historia, Santiago, Universidad Católica de Chile, 1993. 29 Instituto Nacional de Propiedad Intelectual,  Historia  Gráfica  de  la  Propiedad  Industrial, p. 33. 30 Ferrer, Pedro Lautaro, "Electroterapia especial de las enfermedades del cerebro", Revista Médica  de  Chile, tomo XVIII, 1889-1890, p. 339. 31 Pedro Lautaro Ferrer, "Electroterapia especial de las enfermedades del cerebro", p. 347. 32 Museo Enrique Laval, Correspondencia Casa de Orates, Santiago 4 de agosto de 1898. 33 Sobre el envío de Greeve ver Diario   Oficial, 13 de enero de 1893, 2. Los efectos de la electricidad en Carta de Germán Greeve a Augusto Orrego Luco, 25 de mayo de 1894, en Greve, Germán, La  Electricidad  Estática  y  sus  aplicaciones  en  medicina,  Santiago, Imprenta Cervantes, 1895, p. 42. 34 Correa, María José, "Exceso Nervioso, Locura y Ciencia Médica en Chile urbano (18401860)", Anales  de  Historia  de  la  Medicina, Vol. 18, 2008, p. 151-167. Los índices de la Revista Médica (1872) dan cuenta de una constante presencia de lo nervioso entre 1872 y 1910. Mendiburu, Antonio María, "Memoria sobre el Sistema Nervioso-Ganglionar", AUCh, Santiago, 1848, p. 447-484. 35 Hacia 1869 el Diccionario   de   la   Real   Academia presentaba al temperamento como el grupo de características que definía a cada individuo, remplazando la antigua definición de 1822 que seguía la aproximación galénica del temperamento como la disposición de los humores del cuerpo. Con el paso del tiempo, el concepto de temperamento continuaría acuñando nuevos significados y para fines del XIX lo encontramos descrito como la constitución particular de cada individuo que resultaba de la predominancia de un sistema, como el nervioso o el sanguineo, o de un humor, como la bilis o la linfa. 36 Para el contexto europeo revisar Dowbiggin, Ian, Inheriting  madness.  Professionalization and   Psychiatric   Knowledge   in   Nineteenth-­Century   France, California, University of California Press, 1991, p. 2. 37 Bermúdez, Godofredo, Cartilla  de  Higiene  y  Profilaxis  de  las  Enfermedades  Contagiosas, Valparaíso, Imprenta y Litografía Central de Antonio J. Escobar, 1897, p. 34. 38 Este tipo de debate continuaría vigente en las siguientes décadas, alcanzando una mayor articulación y visibilidad entre 1920 y 1930 con la circulación del paradigma eugénico. Algunos trabajos recientes han dado cuenta de la transversalidad del discurso eugénico. Véase por ejemplo su influencia en el ámbito educativo en Cabrera, Josefina,  "La salvación de la patria y la raza: discursos y políticas médico educacionales en torno a la figura de Pedro Aguirre Cerda", Cuadernos  Chilenos  de  Historia  de  la  Educación, núm. 2, Santiago, 2014, p. 69-85 y los trabajos de Marcelo Sánchez. 39 Del Sol, Guillermo, “Edema histerico”, El  Progreso  Médico, núm. 2, 1890, p. 30. 40 ANHCh, Archivo Judicial de Santiago, Cobro   de   Pesos, A 282, s/número. Especialistas como Alfredo Moraga, autor de varios tratados sobre el tema y de un Boletín  especializado en neuropatología, dermatología y electroterapia, se preocuparon de comunicar a sus pacientes los diferentes casos en los que la electricidad había permitido curar una enfermedad o paliar sus síntomas. En un caso de neurastenia Moraga recomendaba electricidad estática, comenzando por baño y soplo y una vez sobrevenida la tolerancia aplicar chispa. Moraga, Alfredo, "Un caso típico de neurastenia", Boletín  de  la  Policlínica  Especial  del  Dr.  A.  Moraga P, año II, num. 6, septiembre, 1894, p. 285. 41 Barros de Orrego, Martina, Recuerdos  de  mi  Vida, Santiago, Ediciones Orbe, 1942, p. 232. 42 Carta de Germán Greve en Greve, Germán, La  Electricidad  Estática  y  sus  aplicaciones  en medicina,  Santiago, Imprenta Cervantes, 1895, p. 42. http://nuevomundo.revues.org/66910

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43 Araya, Ramón, "Proemio", en Araya, Ramón,  Leyes  y  Aplicaciones  de  la  Electro-­Anestesia. Descubierta   y   Demostrada, Santiago, Imprenta, Litografía y Encuadernación Barcelona, 1899, p. 5. 44 Por ejemplo el estudio de Palacios, Nicolás, La   Raza   Chilena, Valparaíso, Imprenta y Litografía Alemana, 1904. 45 Como planteaba el médico legista Federico Puga Borne hacia 1896, los degenerados aquellos individuos afectados por influencias mórbidas que impedían el desarrollo regular del sistema nervioso - eran desafortunadamente muy numerosos y su presencia se debía, desde las doctrinas de los alienistas franceses Bénédict-Augustin Morel (1809-1873) y Valentin Magnan (1835-1916), a factores mayormente hereditarios y a las condiciones impuestas por el cotidiano urbano. Ver Puga Borne, Federico, Compendio   de   Medicina   Legal   adaptado   a   la legislación  chilena, Santiago, Imprenta Cervantes, 1896, p. 594-595. Sobre degeneración ver el ya clásico trabajo de Pick, Daniel, Faces   of   Degeneration.   A   European   disorder,   c.   1848-­ 1918, Cambridge, Cambridge University Press, 1989, p. 44. 46 Algunos trabajos señeros han abordado el vínculo entre las condiciones de la vida moderna, el paradigma higiénico y la ley. Véase por ejemplo Veneros, Diana, “Aspectos médico, legales y culturales tras el trabajo industrial de obreros y obreras en un contexto de modernización. Chile (1900-1930)”, Historia  Crítica 46 (2012), p. 132-153 y Ortúzar, Diego, "Legislación y medicina en torno a los accidentes del trabajo en Chile 1900 – 1940", Nuevo  Mundo  Mundos Nuevos, 2013. 47 Sobre termodinámica véase el trabajo de Pohl-Valero, Stefan, "Termodinámica, pensamiento social y biopolítica en la España de la Restauración", Universitas  Humanística, Bogotá, núm. 69, enero-junio 2010, p. 35-60. 48 Dr. Levin, "Sobre neurosis traumática (traducción del Dr. del Sol)", El   Progreso   Médico, núm. 2, año 4, Febrero de 1904, p. 37-46. 49 Morus, The  measure  of  man, 251. Véase también Rabinbach, Anson, The  Human  Motor. Energy,   fatigue,   and   the   origins   of   modernity, Los Angeles, University of California Press, 1992. 50 Castillo, Ricardo, Las   Pildoras   Rosadas   del   Dr.   Williams.   Publicidad   de   Fármacos realidad   médico-­social   1870-­1920, Santiago, Academia de Ciencias Farmacéuticas de Chile, 1990. 51 Seltzer, Mark, Bodies  and  Machines, Londres, Routledge, 1992, p. 56. 52 Dr. A.T.Sanden, La Salud en la Naturaleza, Santiago, Imprenta Barcelona, 1902, p. 5. 53 Subercaseaux, Bernardo, "Raza y nación: el caso de Chile", Acontracorriente, vol. 5, núm. 1, Fall 2007, p. 29-63. 54 Dr. A.T.Sanden, La  Salud  en  la  Naturaleza, p. 35-36. 55 Revista  Zig  Zag, 18 de enero de 1913. 56 Dr. A.T. Sanden, La  Salud  en  la  Naturaleza, p. 1. 57 Dr. A.T. Sanden, Vigor.  Su  uso  y  abuso  por  el  hombre, Santiago, 1902, p. 4. 58 Thomas de la Peña, The  Body  Electric, p.  137. 59 La falsificación de marcas y productos era un problema recurrente que daba cuenta no solo de abusos y excesos, sino también del excelente negocio que se escondía tras la comercialización de ciertos productos terapéuticos. La propia Casa Sanden sería acusada de actos fraudulentos, cuando en Estados Unidos se arrestó a su administrador general por cargos de estafa. En Lewiston  Evening  Journal, June 23, 1914, p. 8.

Table  des  illustrations Légende

Cinturón  del  Dr.  Sanden.  En  Dr.  Sanden,  Los  hechos  me  justifican, Santiago,  Imprenta  Barcelona,  1902,  s/n.

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Pour  citer  cet  article Référence  électronique

María  José  Correa  Gómez,  «  Electricidad,  alienismo  y  modernidad:  The  Sanden  Electric Company  y  el  cuerpo  nervioso  en  Santiago  de  Chile,  1900-­1910  »,  Nuevo  Mundo  Mundos Nuevos  [En  ligne],  Colloques,  mis  en  ligne  le  09  juin  2014,  consulté  le  16  juin  2014.  URL  : http://nuevomundo.revues.org/66910  ;;  DOI  :  10.4000/nuevomundo.66910

Auteur María  José  Correa  Gómez Investigadora  Programa  Postdoctoral  Conicyt  3130335  "La  salud  en  venta".  Industria, mercado  y  consumo  en  el  desarrollo  de  la  terapéutica  mental  en  el  Chile  urbano  (1850-­ 1930)". Académica  de  la  Universidad  Andrés  Bello,  Departamento  de  Humanidades. [email protected]

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