Marechal, o la realización de un destino, reseña de Megafón o la guerra

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Descripción

Marechal, o la realización de un destino "... y la Patria es un animal viviente que se desenrosca en expansión y exaltación.” (Leopoldo Marechal, Megafón o la guerra, 1970)

¿Por qué reseñar una novela escrita hace más de cuatro décadas? Me refiero a Megafón o la Guerra, (Sudamericana, 1970), última novela de Leopoldo Marechal, publicada después de la muerte de su autor. ¿Por qué volver, entonces, a esta obra? ¿Tal vez por aquello de no dejarnos enceguecer por "las luces del siglo" (Agamben, 2009), aguantar las tinieblas del presente de ver en medio de ellas...? Creo que Marechal fue un escritor perfectamente acorde a esa definición de lo contemporáneo de Agamben, capaz del desfajase y la distancia imprescindible con su tiempo como para comprenderlo, incluso más allá de sus luces. Y ser, en virtud de esa capacidad de distanciarse, de no coincidir exactamente con su presente, de recorrer y recurrir a la historia, lo suficientemente contemporáneo como para

parecer, incluso para sus coetáneos, algo anacrónico en su estilo narrativo y su

expresión teológica de la literatura como epopeya. Por esa misma capacidad de ver más allá de las luces que enceguecen comprende que debe, como cualquiera de sus héroes, involucrarse en el barro de sus viajes por los arrabales argentinos y contarnos las historias de los héroes que habitan en los márgenes, los que vemos cada día, los que son hijos de nuestro pueblo, ahora, ya. Narrar, con su estilo paródico y lúcido, sus recorridos hacia la periferia, al centro, las batallas entre el Bien y el Mal (así, con mayúsculas) que se libran cada día, en las guerras de los megafones de Villa Crespo, que en lugar de emprender el contrariado regreso de Troya (con sus aventuras iniciáticas, pruebas y tentaciones que exige la epopeya), recorren la zafra de Tucumán, los algodonales del Chaco, las vendimias de Cuyo, los yacimientos petrolíferos de Comodoro Rivadavia, las cosechas de Santa Fe y las ganaderías de Buenos Aires para buscar "un alegrón de esperanza" antes del combate. Megafón (así llamado porque dirigía los matches de box del club del barrio con un enorme megafón) deberá librar dos batallas: una en el plano terrestre (después de los fusilamientos de José León Suárez y del General Valle) y otra en el plano celeste. En sus "Claves de Adán Buenosayres", Marechal señala que: "la novela es, no una 'corrupción' sino un 'sucedáneo' de la epopeya." ¿Y qué caracteriza a la epopeya? Que en ella hay una realización espiritual, una experiencia metafísica de los héroes. En sus obras, los héroes, argentinos de carne y hueso, trabajadores, obreros, porteños de lenguajes floridos, arquetípicos por momentos, cumplen con los rituales de cualquier obra clásica. Macedonio Fernández le había dicho a Marechal que la novela era "la realización de un destino completo". ¿Hay algo de eso en Megafón, en Adán Buenosayres? "una vida humana suele comportar, no sólo un destino, sino varios que se dan en

sucesión cronológica y a la vez lógica, y se traducirá en una cadena de muertes y resurrecciones obradas en la posibilidad del mismo individuo.", argumenta Marechal. Comprometido con el peronismo como el autor, el narrador (personaje y protagonista) sigue a Megafón en su batallas, mediante las cuales, y en clave de parodia, intentan desenmascarar esas posiciones socio-discursivas que configuraron los proyectos opuestos de país, la visión política y metafísica de la patria que confrontó al justicialismo con la oligarquía nacional, "que usufructúa el poder en su beneficio", la misma que una y otra vez traiciona a su pueblo. La misma que promoverá, uno años después de la muerte del autor, el trágico exterminio genocida, en nombre de sus valores patricios. Tal vez eso responda la pregunta formulada al comienzo. Creo que vale releer a este escritor, sobre quien pende aún cierta injusticia, ¿acaso no tenemos una pátina de prejuicios heredados de largos años de ninguneo? Megafón es el guerrero de todas esas batallas. Releerlo nos lleva inevitablemente a la pregunta acerca de quién escribirá las epopeyas de esta década, quién pintará a los héroes de carne y hueso que la literatura requiere para ser verosímil, las historias que nos hagan reír, que nos conmuevan, en las cuales podamos sumergirnos como quien emprende su propio viaje a un mundo que no existía hasta que el poeta lo iluminó, incluso, en medio de las penumbras que por momentos oscurecen nuestras esperanzas y anuncian algunos infiernos. Sino luchamos.

Cintia Rogovsky, noviembre 2013

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