Maquiavelo frente al ideal humanista del gobierno principesco

May 24, 2017 | Autor: J. Ortega Madroñal | Categoría: History, Modern History, Philosophy, Political Philosophy, Classics, Literature, Renaissance Humanism, Renaissance, Cicero, Early Modern Political Thought, Machiavelli, Modern Political Philosophy, Niccolò Machiavelli, Filosofía Política, Historia, Humanismo, Filosofía, Roman Philosophy, Historia Antigua Clásica, Renacimiento, Filosofía Moral, Castiglione Baldassarre, Historia Antigua, Historia Moderna, Francesco Patrizi, Florencia, Reinassance philosophy, Filosofía Moral Y Política, Humanismo y Renacimiento, Cicerón, Cinquecento, Nicolas Maquiavelo, Espejo, Mirrors-of-Princes Literature, Tito Livio, Maquiavelo, History of Political Thought (Ancient and Modern), El Principe Nicolas Maquiavelo, Modern Moral Philosophy, Greco-Roman Moral Philosophy, De Principatibus, Renacimiento italiano, Filosofia del Renacimiento, Literature, Renaissance Humanism, Renaissance, Cicero, Early Modern Political Thought, Machiavelli, Modern Political Philosophy, Niccolò Machiavelli, Filosofía Política, Historia, Humanismo, Filosofía, Roman Philosophy, Historia Antigua Clásica, Renacimiento, Filosofía Moral, Castiglione Baldassarre, Historia Antigua, Historia Moderna, Francesco Patrizi, Florencia, Reinassance philosophy, Filosofía Moral Y Política, Humanismo y Renacimiento, Cicerón, Cinquecento, Nicolas Maquiavelo, Espejo, Mirrors-of-Princes Literature, Tito Livio, Maquiavelo, History of Political Thought (Ancient and Modern), El Principe Nicolas Maquiavelo, Modern Moral Philosophy, Greco-Roman Moral Philosophy, De Principatibus, Renacimiento italiano, Filosofia del Renacimiento
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Descripción

Nicolás Maquiavelo Frente al ideal humanista del Gobierno Principesco

Juan Manuel Ortega Madroñal Universidad de Sevilla

Índice de contenidos Objetivo del trabajo.....................................................................................................2 Hipótesis e ideas fundamentales.................................................................................2 Introducción: El auge del gobierno principesco en Italia........................................3 I. El concepto de “virtus” en el Renacimiento Florentino.......................................3 1. La recuperación de los valores clásicos..........................................................4 2. El “vir virtutis” y su relación con la Fortuna..................................................5 3. La contribución de Maquiavelo......................................................................7 II. El “vir virtutis” en el Espejo de Príncipes renacentista.......................................8 1. Los convencionalismos del pensamiento renacentista...................................8 2. Las innovaciones del Cinquecento.................................................................9 III. Il Principe: los ideales principescos del pensamiento maquiaveliano............10 1. Los principados y el papel de los príncipes..................................................11 2. Fundamentos del Espejo de Maquiavelo......................................................12 3. Las disensiones entre Maquiavelo y el pensamiento humanista...................13 4. La virtú según Maquiavelo............................................................................15 5. La nueva moralidad.......................................................................................16 Conclusión..................................................................................................................20 Bibliografía.................................................................................................................20

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Ojetivo del trabajo El presente trabajo académico pretende analizar las cuestiones tratadas en el ensayo Il Principe (1513), del teórico político florentino Nicolás Maquiavelo, acerca de sus ideales referentes a los gobiernos principescos, así como los diversos aspectos que diferencian su obra del convencional pensamiento político humanista, cuyos representantes habían abordado igualmente este tema, así como de los moralistas de la Antigüedad Clásica, fuente de inspiración para los anteriormente mencionados. Para ello, serán utilizados los datos ofrecidos por el historiador británico Quentin Skinner en sus publicaciones Los Fundamentos del Pensamiento Político Moderno Vol. I: El Renacimiento (1978) y Maquiavelo (1981), además de la propia obra de Maquiavelo a modo de fuente primaria.

Hipótesis e ideas fundamentales •

Analizar el contexto histórico y cultural de la Italia del Siglo XVI: Orígenes del triunfo de los principados y del Renacimiento florentino (progresión desde el Quattrocento al Cinquecento).



Establecer las comparaciones entre los diferentes puntos de vista ofrecidos por los moralistas clásicos y sus sucesores humanistas con las innovaciones de Nicolás Maquiavelo acerca de los conceptos de Fortuna y Virtus.



Contrastar los estilos literarios de Il Principe y los libros convencionales de consejos para príncipes.



Confrontar la aplicación del concepto de Virtus a la figura del príncipe por parte de ambas posturas, analizando las diferencias y semejanzas.



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Considerar los nuevos valores morales establecidos por Maquiavelo.

Introducción: El auge del gobierno principesco en Italia El siglo XV en Italia es definido como una etapa de numerosas convulsiones dadas por los conflictos entre las Monarquías francesa e hispánica, los cuales se desarrollaron en el Regnum Italicum. Francesco Guicciardini estableció una división del Renacimiento tardío en dos períodos de desarrollo político trágicamente opuestos, siendo 1494, cuando Carlos VIII de Francia invadió el país y sometió a Florencia y Milán abriéndose paso hacia el sur, el punto de escisión entre ambos 1. Aún así, la caótica situación no fue óbice para interrumpir la propagación y consolidación de formas políticas cada vez más despóticas: los gobiernos principescos2. Tal fue lo ocurrido en el Papado de Roma, como detalló Nicolás Maquiavelo en el capítulo “De los principados eclesiásticos” en su magistral obra Il Principe. Sixto IV fue el impulsor de tal empresa, pues empezó a consolidar su poder temporal en los Estados Pontificios 3; a este le sucedió Alejandro VI, cuya actuación demostró como nunca antes hasta qué punto un pontífice era capaz de imponerse usando su fuerza y riqueza, para dejar una Iglesia engrandecida y libre de rivalidades a su sucesor Julio II, con quien pudo alcanzar su máximo apogeo al proseguir y acrecentar la labor de sus predecesores4. El Pontificado se convirtió así en en un principado despótico y una formidable potencia militar, fórmula que el propio Maquiavelo consideraba la más eficaz para erradicar la corrupción del ámbito político5. De forma similar ocurrió en Florencia. Los primeros intentos de aplicar estas fórmulas tiránicas sucedieron en 1434, de la mano de Cosme de Médici, quien al regresar del exilio, reunió una poderosa oligarquía política liderada por él mismo6. No obstante, el hecho determinante que marcó las pautas del despotismo mediceano sucedió en 1480, cuando su nieto Lorenzo el Magnífico estableció un nuevo Consejo de los Setenta, compuesto en su mayoría por sus partidarios, asignándole el control casi completo de los asuntos de la República 7. Tras su muerte en 1492, sucedieron intentos de restaurar las antiguas tradiciones de libertad, logrando en 1494 expulsar a su hijo Piero de la ciudad. Sucedió, sin embargo, un nuevo cambio de Fortuna en 1512, cuando las tropas españolas de Fernando II de Aragón ayudaron a los Médici a adueñarse una vez más de Florencia. Hubo, empero, un nuevo intento de restablecer el régimen popular en 1527, el cual pronto se vería truncado una vez más, al firmarse un tratado entre el Papa Clemente VII Médici y el Emperador Carlos V en 1529, por el cual este último se comprometía a neutralizar por medio de sus 1 SKINNER, Q. (1978): Los Fundamentos del Pensamiento Político Moderno I. El Renacimiento, 1985, Fondo de Cultura Económica, México D.F. pag. 137. 2 Idem. 3 Ibid, pag 138. 4 MAQUIAVELO, N. (1513): El Príncipe, 2003, Editorial Planeta, Barcelona, pag. 55. 5 SKINNER, Q.: Los Fundamentos del Pensamiento Político Moderno I. El Renacimiento, pag.138. 6 Idem. 7 Idem.

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armas a los rebeldes florentinos, hecho que obligó a la República a capitular después de un año de resistencia8. El Papa se encargó de estabilizar la situación nombrando a Alejandro de Médici gonfaloniere vitalicio de Florencia, e invistiendo en 1532 a sus herederos y sucesores con el señorío de la ciudad a perpetuidad, disolviéndose así la antigua República en el Gran Ducado de Toscana9. El triunfo de los principados despóticos en Italia conllevó un cambio generalizado en el carácter del pensamiento político renacentista. Mientras los humanistas en los albores del Renacimiento habían dirigido sus consejos a todo el cuerpo ciudadano en favor del ideal republicano, en esta última etapa tienden a centrar su atención en la imponente y poderosa figura del príncipe10. Y fue en este contexto, concretamente 1513, en el cual el antes mencionado Nicolás Maquiavelo (1469 – 1527), oriundo de Florencia, basándose en las experiencias adquiridas tras su actividad diplomática mientras ocupaba la segunda cancillería de su ciudad, redactó la que Quentin Skinner considera más célebre entre todas las obras dedicadas al consejo de los caudillos, Il Principe11, que dos años más tarde dedicaría a Lorenzo de Médici. A pesar de mostrarse durante toda su carrera como partidario de los ideales republicanos, fue movido por un especial propósito para llevar a cabo esta tarea: la vuelta al poder de los Médici conllevó la retirada de Maquiavelo de su cargo público y consecuente medio de subsistencia; por tanto se vio impelido a persuadir a los nuevos amos de la ciudad, con la esperanza de volver a su añorada dedicación política12.

I. El concepto de “virtus” en el Renacimiento florentino 1. La recuperación de los valores clásicos Los cambios culturales acaecidos en la Italia del siglo XV, en el período conocido como Quattrocento (los cuales venían gestándose desde la Plena Edad Media, bajo el monopolio cultural del clero), tuvieron como pilar fundamental el estudio e imitación de la Historia, la Poesía y la Filosofía Moral de los clásicos, siendo protagonizados por los humanistas, quienes emprendieron compulsivas búsquedas, especialmente en los scriptoria monásticos, de los textos de sus autores favoritos, entre los cuales destacaba Cicerón, a quien consideraban, como dijo el mismo Petrarca, el gran genio de la Antigüedad13. La Europa medieval no era consciente de una discontinuidad drástica respecto a las ancestrales culturas de Grecia y Roma; por el contrario, persistía el sentimiento de seguir perteneciendo a una misma civilización, especialmente en Italia, donde el Codex Iustinianorum permanecía vigente en el ámbito jurídico, se seguía empleando el latín como lengua 8 9 10 11 12 13

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SKINNER, Q.: Los Fundamentos del Pensamiento Político Moderno I. El Renacimiento, pag. 139. Idem. Ibid, pag. 140. Ibid, pag 141. Ibid, pag 142. Ibid, pag. 107.

culta en los eventos oficiales, y cuyas ciudades ocupaban en su mayoría los emplazamientos de las antiguas oppida romanas; no obstante, Panofsky señala una disyunción entre el uso de las formas clásicas y las pretensiones de interpretar mensajes de significado contemporáneo14. No fue, sin embargo, hasta finales del Trecento cuando esta visión presentista comenzó a disiparse, alcanzándose un “nuevo sentido de la distancia histórica” 15, el cual resultó en una concepción de la antigua civilización romana como una cultura totalmente separada, que debía ser reconstruida y apreciada en sus términos distintivos 16. Esta nueva idea se materializó en la creación de estilos clásicos no anacrónicos, objetivo que fue alcanzado por primera vez en las manifestaciones artísticas (fundamentalmente en literatura y arquitectura) de Florencia a principios del Quattrocento, junto a un profundo estudio de la retórica y la filosofía de la Antigüedad, destacando en este último aspecto la labor de Petrarca 17, quien redescubrió el sentido ciceroniano de los objetivos a los cuales había de encaminarse la educación. Cicerón afirmó en sus Disputas Tusculanas que estos no iban exclusivamente encaminados a formar hombres con cierta gama de capacidades técnicas, ni siquiera capaces de alcanzar todas las virtudes; así pues, “la ambición debe ser cultivar la virtud única (virtus) que, según se ha descubierto, opaca todas las demás”18. Cicerón afirma que la palabra varón (vir), deriva la palabra virtud (virtus), siendo pues el vir virtutis el hombre de verdadera virilidad, tal y como postula en su obra El Orador19.

2. El “vir virtutis” y su relación con la Fortuna Cuando los humanistas se vieron impulsados a considerar la enorme fuerza que ejercía la Fortuna en los asuntos humanos, se volvieron igualmente hacia los moralistas e historiadores romanos para analizar detalladamente su carácter; estos aseguraron que si un caudillo debía su posición a la Fortuna, lo primero que debía aprender era temer a la diosa 20. Tito Livio ejemplifica este postulado en el Libro XXX de su Historia, donde recoge el discurso de rendición de Aníbal, quien afirma que Escipión nunca ha sido defraudado por la Fortuna, hecho que induce a formular una grave advertencia sobre el lugar esta ocupa en los asuntos humanos 21. Asegura que su poder no solo es inmenso, sino que “la mayor fortuna es siempre muy pequeña como para fiarse de ella”, puesto que al depender de la misma para alzarse, se está expuesto a “caer de la forma más trágica”22. Esto no quiere decir que los moralistas clásicos vieran a la Fortuna como una fuerza 14 15 16 17 18 19 20 21 22

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SKINNER, Q.: Los Fundamentos del Pensamiento Político Moderno I. El Renacimiento, pag. 108. Idem. Idem. Ibid pag. 109. Ibid, pag. 110. Idem. SKINNER, Q. (1981): Maquiavelo, 2008, Alianza Editorial, Madrid, pag 39. Idem. Ibid, pag. 40.

pérfida e ineluctable, al contrario, la veían como un formidable aliado, cuyo favor merecía ser alcanzado, pues era quien podía dotar a los hombres de los bienes que más deseaban: el honor personal y la gloria23. Todos estos escritores trataron acerca de cómo persuadir a la Fortuna para que favorezca a uno mismo por encima de los demás. Estaban de acuerdo en que la Fortuna, además de diosa, también es mujer, y como tal, se siente atraída por el vir, el hombre de verdadera hombría, siendo la virtus la cualidad que más admira en este24. Este análisis clásico fue abandonado en su totalidad tras la imposición del Cristianismo, cuyo punto de vista niega que la Fortuna esté dispuesta a dejarse influir, quedando como un poder ciego, el cual se muestra imparcial en el reparto de sus dones 25. Con esta nueva visión, los bienes de Fortuna, el honor y la gloria mundanos, se tornan en aspectos superfluos que el hombre debe apartar de su camino para centrarse en la búsqueda de la salvación26. No obstante, la Fortuna actúa al servicio de la benevolente providencia divina, encargándose de mantener en sus volubles manos los bienes terrenales, para así demostrar a los hombres que “la satisfacción no puede obtenerse a través de la riqueza, ni el poder a través de la realeza, ni la fama a través de la gloria” 27. Durante el Medievo, igualmente, dejó de mencionarse la posibilidad de alcanzar la virtus, pues como dijo San Agustín en De Civitate Dei, esta idea se basaba en un concepto presuntuoso y erróneo de lo que el hombre podía alcanzar por sus propios esfuerzos, puesto que si un caudillo moral lograba gobernar virtuosamente, no deberían atribuirse sus méritos a sus poderes, sino a la gracia de Dios 28. Se supone, según las enseñanzas de San Pablo en su primera epístola a los corintios, que tal virtus generalis sólo está en posesión de Dios, ergo sólo se ha personificado en Cristo29. No sería hasta el Renacimiento, con el redescubrimiento de los valores clásicos, cuando esta concepción de la Fortuna al servicio de la Providencia volviera a ser rebatida por la imagen original de su papel en los asuntos humanos, como consecuencia de adoptar una nueva actitud ante la libertad de la voluntad. Se tenía la sensación de que la libertad del hombre quedaba amenazada por la concepción de la Fortuna como una fuerza inexorable30, tendiéndose igualmente a negar su representación como agente de la Providencia31. Incluso aparecen visiones más optimistas, como en las obras de Shakespeare, donde se refleja que la causa del fracaso no se halla en el destino, sino en 23 24 25 26 27 28 29 30 31

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SKINNER, Q.: Maquiavelo, pag. 40. Idem. Ibid, pag. 41. Idem. Ibid, pag. 42. SKINNER, Q.: Los Fundamentos del Pensamiento Político Moderno I. El Renacimiento, pag. 114. Idem. SKINNER, Q.: Maquiavelo, pag. 42. Ibid, pag. 43.

uno mismo32. Eneas Silvio Piccolomini, expone en su ensayo de 1444 Sueño de Fortuna la idea de que es posible ganarse el favor de la Fortuna, pues esta premia a los audaces, mientras que es propensa a odiar a aquellos faltos de valor33. Pese a todo esto, esta perspectiva clásica de los humanistas no ha de confundirse con un retorno a la Weltanschauung puramente pagana, pues todos estos seguían insistiendo en la doctrina cristiana primordial de evitar los vicios sólo porque son malos, y perseguir las virtudes porque son buenas en sí mismas34. Pero al mismo tiempo, entre estas cláusulas se entreve cierto grado de hipocresía, puesto que contribuyen al desarrollo de la idea humanista sobre el verdadero objetivo del hombre de virtus así como la razón de serlo: los deseos de engrandecer la fama, el honor y la gloria personales35.

3. La contribución de Maquiavelo Cuando a Nicolás Maquiavelo le llega el turno de analizar “el papel de la Fortuna en los asuntos humanos” en el Capítulo XXV de Il Principe, se muestra como un típico representante de las actitudes humanísticas36. Comienza evocando la postura cristiana que prevalece aún en el grueso de la mentalidad de su tiempo, la cual afirma que los asuntos del hombre son controlados por Dios y la Fortuna, y por tanto, de ser así, sería inútil esforzarse para cambiar las cosas al estar todo providencialmente preordenado37. Esta premisa cristiana es inmediatamente puesta en comparación con un análisis clásico de la libertad humana. Pese a no ser absoluta, al ejercer la Fortuna un descomunal poder que condiciona la mitad de las acciones humanas, insiste en que suponer que el destino está totalmente predestinado significaría anular por completo la libertad 38. Al compartir la visión humanista de la no intervención de Dios en el ejercicio del libre albedrío, deduce que aproximadamente la mitad de las acciones del ser humano pueden quedar perfectamente bajo su propio domino, fuera del control de la Fortuna39. Inspirándose una vez más en los postulados clásicos, define a la Fortuna como una mujer, y como tal, siente atracción por las cualidades viriles. Es posible, pues, hacerse aliado de la misma y neutralizar su constante variabilidad 40. Llega a deducir que el factor determinante es, obviamente, la virtus presente en el individuo; y allí donde no esté presente esta virtú41, la Fortuna lanzará su furia sin compasión, mientras que la presencia de 32 SKINNER, Q.: Maquiavelo, pag. 43. 33 Idem. 34 SKINNER, Q.: Los Fundamentos del Pensamiento Político Moderno I. El Renacimiento, pag. 123. 35 Ibid, pag. 124. 36 SKINNER, Q.: Maquiavelo, pag. 44. 37 MAQUIAVELO, N: El Príncipe, pag. 115. 38 SKINNER, Q.: Maquiavelo, pag. 44. 39 Idem. 40 Idem. 41 De ahora en adelante, el concepto virtus se enunciará en la lengua vernácula de Maquiavelo.

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virtú actúa como un dique que desvía su embestida42. A estos supuestos clásicos, Maquiavelo les añade una inclinación erótica 43, al afirmar, desde la mentalidad de la época, que al ser la Fortuna una mujer, “si se quiere dominarla, hay que maltratarla y tenerla a freno”44; asegura, asimismo, que “gusta de los jóvenes, que tienen menos miramientos, son más brutales y la someten con más audacia” 45. Esta idea, lejos de ser propias de Maquiavelo, ya había sido tratada a priori por Séneca, e incluso en el Renacimiento por Piccolomini en su Sueño de Fortuna46.

II. El “vir virtutis” en el Espejo de Príncipes renacentista. Pese a todo lo que pueda pensarse, la literatura dedicada al consejo de príncipes y cortesanos está muy lejos de ser una invención del Renacimiento tardío, hundiendo sus raíces en un profundo calado47. Es posible encontrar multitud de ejemplos de antecedentes en una tradición anterior de libros de consejos a los podestá, así como a otros magistrados del gobierno urbano, estando esta a su vez inspirada en un antiguo concepto simbólico de sostener un espejo ante los príncipes, en el cual debían buscar su imagen ideal48.

1. Los convencionalismos del pensamiento renacentista. Al igual que los humanistas cívicos de principios del Quattrocento, los teóricos del espejo seguían centrando su atención en el ideal del vir virtutis, cuyo propósito seguía siendo el de obtener para sí mismo el mayor grado de honor, gloria y fama que le fuera posible 49. Estimaban al príncipe como el hombre capaz de alcanzar la virtú en toda su extensión, como se aprecia en la obra de Patrizi50. Castiglione, siguiendo esta línea, se dirige al cortesano en su obra homónima, alegando que su propósito consiste en aconsejar a su príncipe para que este encuentre la forma de hallar las virtudes antes mencionadas51. Continúa de la misma manera la preocupación por el estudio de las fuerzas que se oponen al vir virtutis en la consecución de sus propósitos, culpando a la caprichosa Fortuna de que incluso los planes mejor trazados puedan fallar52. Este postulado es puesto de manifiesto por Giovanni Pontano en su ensayo De la Fortuna, en el cual expone que la diosa es causante de la felicidad de los

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SKINNER, Q.: Maquiavelo, pag. 45. Idem. MAQUIAVELO, N.: El Príncipe, pag.118. Idem. SKINNER, Q.: Maquiavelo, pag. 45. SKINNER, Q.: Los Fundamentos del Pensamiento Político Moderno I. El Renacimiento, pag. 142. Idem. Ibid, pag. 143. Idem. Idem. Ibid, pag. 144.

hombres, así como de los daños más inesperados e incluso irreparables53. Una vez ha quedado claro el inmenso papel que ejerce la Fortuna en los asuntos humanos, todos los redactores de Espejos para Príncipes se plantean las cualidades que han de definir a un caudillo capaz de domeñar a la diosa54. Siguiendo las pautas del pensamiento cuatrocentista, un príncipe puede hacer frente a los vaivenes de la Fortuna únicamente a través de la virtú para alcanzar así sus máximas: honor, gloria y fama55. El último aspecto de la tradición humanista encontrado en este género literario es el referente a la importancia decisiva de una educación adecuada para formar a un verdadero vir virtutis, habiendo de estar educación y consejo político intrínsecamente conectados56. Argumentan que no debe establecerse ningún cisma entre la educación apropiada para caballeros y la educación apropiada para los clérigos 57. Un buen ejemplo de esto puede ser encontrado una vez más en El Cortesano de Castiglione, donde expone que todo cortesano debe complementar su dedicación a las armas con el propio enriquecimiento cultural, siendo conocedor de las lenguas griega y latina, además de estar familiarizado con los Studia Humanitatis58. Estos postulados fueron en su mayor medida respetados por Maquiavelo en su obra Il Principe, por ello, se hará más hincapié en las disensiones del pensamiento maquiaveliano respecto a los ideales humanistas en los apartados siguientes, especialmente en el tema de la moralidad.

2. Las innovaciones del Cinquecento. El cambiante carácter del público en la nueva centuria, motivó a los humanistas a innovar en ciertos aspectos de su filosofía política y moral59. Difirieron profundamente de sus predecesores en sus ideas acerca de los propósitos del gobierno: •

Mientras los escritores de libros de consejos para podestá y magistrados de las ciudades mantuvieron la conservación de la libertad y la justicia como eje principal de la vida política, los nuevos teóricos sostenían que el asunto fundamental del gobierno era mantener la paz y la seguridad del pueblo, mermando las libertades de este si fuera necesario 60. A partir de esta idea, los autores de espejos consideraron a la Monarquía como la mejor forma de gobierno; no obstante, Maquiavelo y Patrizzi se opusieron a esta contemplación, siendo para el primero el poder enérgico de un solo hombre necesario (tanto para un Principado

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SKINNER, Q.: Los Fundamentos del Pensamiento Político Moderno I. El Renacimiento, pag. 144. Ibid, pag. 145. Idem. Ibid, pag. 146. Idem. Idem. Ibid, pag.147. Idem.

como para una República) únicamente en casos de extrema corrupción política, con el fin restaurar la virtú primigenia de la comunidad61. •

Al concepto clave de virtus se le incorporaron dos nuevas cualidades que se complementaban con su anterior significado: •

En primer lugar, siguiendo los postulados de Aristóteles en su Política, intuyeron que las cualidades dignas de admiración en un príncipe no tenían por qué ser iguales a las de un ciudadano al uso62.



Su significado tiende a ser explicado a través de una serie de cualidades morales particulares de un carácter cada vez más heroico 63. Así, sólo podrá ser considerado “hombre de verdadera virtus” aquel que manifieste todas las virtudes propias del buen cristiano, así como las virtudes cardinales que proponían los moralistas de la Antigüedad (tal y como propusieron Petrarca y los humanistas de la anterior centuria), sumadas a las virtudes que los nuevos teóricos consideraron especialmente apropiadas para príncipes y reyes64. Estas últimas eran aquellas relacionadas con la liberalidad y la magnificencia, como ejemplifica Pontano en su tratado De la Liberalidad65.



En último lugar, los nuevos moralistas trataron de inducir a los príncipes a mostrarse en todo momento como el arquetipo de Honor. Según Pontano, “nada es más lamentable que un soberano que no cumpla con su palabra”66.

III.Il Principe: los ideales principescos del pensamiento maquiaveliano Tradicionalmente se ha considerado al célebre ensayo de Nicolás Maquiavelo, Il Principe, como una obra sui generis, difícil de englobar dentro de un género literario concreto, pues se ha visto como una obra destinada a ridiculizar el pensamiento político de su tiempo 67. No obstante, habiendo sido esclarecidas (en el apartado anterior) las hipótesis fundamentales que trataron los autores de espejos para príncipes al uso, tendremos un mayor campo de visión para determinar hasta qué punto tuvo Maquiavelo las intenciones de cuestionar, o bien denostar estos valores. El florentino se consideró a sí mismo como un crítico consciente de aquellos elementos clave presentes en los libros de consejos para príncipes de su tiempo68. 61 62 63 64 65 66 67 68

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SKINNER, Q.: Los Fundamentos del Pensamiento Político Moderno I. El Renacimiento, pag. 148. Ibid, pag. 149. Ibid, pag. 150. Ibid, pag. 151. Idem. Ibid, pag. 152. Ibid, pag. 153. Idem.

1.Los Principados y el papel de los Príncipes En el primer capítulo, Maquiavelo establece una división entre Principados hereditarios y de nueva creación69. Centra su atención aquellos de nueva creación, y distingue entre aquellos adquiridos y mantenidos a través de las propias armas y la propia virtú, de los que son procurados por medio de las fuerzas de otro, o gracias a la Fortuna 70. Maquiavelo considera a aquellos que consiguieron tomar el poder gracias a su propia virtú como los gobernantes más dignos de admiración, pero duda que pueda existir un hombre de tales cualidades en la Italia corrupta de la época moderna; es por ello que su obra va dirigida a aquellos príncipes que llegaron al poder gracias a la Fortuna o las armas extranjeras, pues son ellos quienes necesitan urgentemente ser aconsejados por un experto71. Además, en la Italia del siglo XVI estaban presentes numerosos ejemplos de este tipo, como eran César Borgia (duque de la Romagna) o Lorenzo de Médici, a quien este tratado iba dirigido. Habiendo dejado claro que el ser humano es capaz de domeñar a la Fortuna 72, Maquiavelo propone al nuevo caudillo una condición mínima a cumplir: conservar el estado actual de los asuntos (Mantenere lo stato), y sobretodo procurar no alterar el sistema de gobierno vigente73. Considera que todos los hombres ansían por encima de todo los bienes más preciados que la Fortuna puede otorgarles, la gloria y las riquezas. Por ello, todo príncipe “prudente y virtuoso ha de introducir un sistema de gobierno que sea capaz de procurarle honor y hacerle glorioso 74. Además de poder iniciar un nuevo Principado, los gobernantes noveles tienen la oportunidad de fortalecerlo con “buenas leyes, buenos ejércitos y buenos ejemplos”, según las palabras del propio Maquiavelo75. Alcanzar honor y gloria eral el más alto de los fines, no sólo para Maquiavelo, sino también para Cicerón y Tito Livio76. El teórico florentino situaba estos objetivos lejos del alcance de los nuevos príncipes, sobretodo si estos debían su posición a un golpe de buena Fortuna, pues estaban expuestos a que la misma diosa los derribara en cualquier momento; es por este motivo que no debían confiar en su benevolencia77. Por todo ello, Maquiavelo dedicará sus páginas a dilucidar las máximas y preceptos que han de presentarse a un nuevo príncipe para que, después de estudiarlas detalladamente, pueda 69 70 71 72 73 74 75 76 77

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MAQUIAVELO, N.: El Príncipe, pag. 5. SKINNER, Q.: Maquiavelo, pag. 38. Idem. Como se ha visto en el apartado I – 3. SKINNER, Q.: Maquiavelo, pag. 46. Ibid, pag. 47. Idem. Idem. Idem.

presentarse como un príncipe veterano78.

2. Fundamentos del Espejo de Maquiavelo El consejo de Maquiavelo a los príncipes noveles se distribuye en dos tesis fundamentales: •

La base fundamental de todos los Estados se encuentra en los buenos ejércitos y en las buenas leyes, teniendo el primer elemento mayor preponderancia, puesto que su presencia condiciona el cumplimiento del segundo. Por ende, todo príncipe prudente debe centrar sus intereses en la guerra, así como su legislación y disciplina 79. En el capítulo XII explica que un Estado puede contar bien con ejércitos mercenarios a sueldo, bien con milicias ciudadanas propias; Maquiavelo repudia a las armas mercenarias, explicando que es la búsqueda del beneficio propio, y no el del Estado, su única motivación para acudir al campo de batalla, y por este motivo permanecen desunidas y desleales, siendo un grave perjuicio para el Principado80, además de la principal causa de la decadencia de Italia81. Después de lanzar su feroz crítica contra el mercenariado, exhorta a los nuevos príncipes a dejar de encomendarse a la Fortuna y las fuerzas foráneas, para formar sus propias milicias, que únicamente deben ser dirigidas por ellos mismos, quienes han de combatir al frente de su ejército, tal y como hizo César Borgia. Para Maquiavelo, fue este, sin ninguna duda, el motivo que dotó a Roma y Esparta durante siglos de libertad plena 82. Renombrados autores clásicos como Livio, Polibio o Aristóteles, pusieron de manifiesto la relación directa entre poseer ejércitos y ejercer una verdadera soberanía, tradición que fue continuada por varias generaciones de humanistas florentinos; no obstante, Quentin Skinner piensa que al hacer tales declaraciones, Maquiavelo pensaba únicamente en las desgracias que habían estado ocurriendo en su ciudad natal, humillada por sus lugartenientes mercenarios durante la guerra contra Pisa en 150083, y por ello, aseguró a los Médici que lo primero que debían hacer, ante todo, era dotar a Florencia de su propio ejército84.



Una vez asegurado un sólido ejército, si el príncipe quiere alcanzar la gloria en su plenitud, deberá instruirse en las aptitudes propias de los gobiernos principescos, que ya habían sido examinadas por los moralistas romanos 85. Según estos, los grandes

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SKINNER, Q.: Maquiavelo, pag. 48. Idem. MAQUIAVELO, N.: El Príncipe, pag. 57. Ibid, pag. 58 Ibid, pag. 59. SKINNER, Q.: Maquiavelo, pag. 49. Ibid, pag. 50. Ibid, pag.52.

caudillos necesitan del favor de la Fortuna, el cual ha de ser atraído por medio de las cualidades propias del vir, la virtus, quedando casi garantizada la consecución del honor, la gloria y la fama. Los autores de espejos para príncipes asumieron íntegramente el análisis que hizo Cicerón en sus Tusculanas, donde argumenta que el actuar únicamente por ansia de virtus, sin pensar en la gloria que pueda obtenerse por ello, hará que la Fortuna se muestre favorable. Así pues, todos los tratados destinados a aconsejar a los príncipes se fundamentaron en un mismo principio: la posesión de virtus como clave del éxito86. Al volver la vista hacia las ideas de Maquiavelo, sorprendentemente se muestra leal a las tradiciones humanísticas al insistir en la relación directa existente entre la virtú, la Fortuna y la conquista de los propios fines del príncipe87. Hace hincapié en que no se debe culpar a la Fortuna de los fracasos debidos únicamente a la propia ineptitud, pues la diosa muestra su poder cuando los hombres de virtú se disponen a rehusar de ella, y concluye afirmando que las únicas defensas que resultan seguras y verdaderas son las que dependen de uno mismo y de la propia virtú, nunca las prestadas por terceros88, y afirma que sólo al combinar las excepcionales capacidades de grandes líderes a la altura de Moisés, Ciro o Teseo con la más favorable Fortuna, Italia podrá ser liberada de la barbarie89.

3. Las disensiones entre Maquiavelo y el pensamiento humanista. Desgraciadamente, Maquiavelo no ofreció en sus escritos una definición exacta del concepto de virtú, llegando a mostrarse reacio a dotar el vocablo de un significado arbitrario90. En la linea de sus autoridades clásicas y humanistas, en la virtú confluyen las cualidades capaces de hacer frente a los vaivenes de la Fortuna y atraer su favor para lograr los más altos grados de la fama principesca, y por consiguiente, asegurar su dominio91. Los moralistas romanos fijaron las características que definirían a un hombre verdaderamente virtuoso: a las cuatro virtudes cardinales (prudencia, fortaleza, justicia y templanza), les sumaron una serie de cualidades que los humanistas consejeros de príncipes considerarían como las particularmente principescas, siendo, según Cicerón, la primera, la “honestidad” descrita en Los Deberes, complementada con otras dos, las cuales fueron consideradas por Séneca, la “magnanimidad” desarrollada en De la Compasión, y la “liberalidad” que analiza en De los Beneficios92. Estos postulados ponían de manifiesto que los objetivos 86 87 88 89 90 91 92

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SKINNER, Q.: Maquiavelo, pag. 52. Ibid, pag. 53. MAQUIAVELO, N.: El Príncipe, pag. 114. SKINNER, Q.: Maquiavelo, pag. 53. Ibid, pag. 54. Idem. Idem.

deseados únicamente pueden ser alcanzados por medio de la rectitud moral, y por ello, esta no ha de entrar nunca en conflicto con la conveniencia93. Siguiendo estos dictados, los teóricos del espejo dictaminaron que el único sendero que debía tomar la actuación del príncipe había de ser únicamente el moral94, pero esta visión fue adoptada desde un punto de vista cristiano, negando cualquier tipo de desvinculación entre la conveniencia y el imperio de la moral, debido a que las injusticias cometidas en la vida terrenal serán justamente sancionadas por los dictados del Iudex en la vida futura95. Una vez aclarado el significado clásico de la virtus, el cual se repite de forma insistente en los tratados morales del Cinquecento, toca volver la vista hacia Il Principe, donde este aspecto de la moralidad humanística se encuentra radicalmente trastocado. En el capítulo XV, donde trata acerca de las virtudes y vicios de los príncipes, el propio Maquiavelo admite apartarse de los convencionalismos seguidos por todos aquellos que han tratado este asunto 96. Considera válida, dentro de la tradición humanista, la existencia de las virtudes principescas, así como la obligación por parte de todos los gobernantes de desarrollar dichas cualidades, e incluso admite que un príncipe capaz de actuar en todo momento con tal rectitud moral sería digno de su admiración 97. Pero es justo a continuación cuando rechaza tajantemente la idea de que tales virtudes sean absolutamente necesarias para que un líder pueda alcanzar sus mayores propósitos, considerándola además como un error catastrófico, pues, aunque esté de acuerdo con el común de los humanistas en la naturaleza de los fines perseguidos (mantener su Estado y alcanzar la gloria personal), replica que para lograr tales objetivos, ningún príncipe sería capaz de poseer o practicar de forma completa todas aquellas cualidades que usualmente han sido consideradas moralmente correctas 98. Esto se debe a que el príncipe tiene la misión de proteger sus intereses en un mundo en el cual escasea la bondad, por ello, fracasará en sus propósitos si trata de hacer que sus acciones sean éticas en medio de tantas personas que no lo son, siendo inclusive destruido99. Maquiavelo arguye que si un gobernante quiere realmente alcanzar sus aspiraciones más deseadas, deberá comprender que actuar bajo los dictados de la moral no supondrá siempre actuar de forma racional100. Por el contrario, si realmente quiere mantener su autoridad, considera impres aprender a no ser bueno, y utilizar o no ese poder según los preceptos de la necesidad en el momento en cuestión101. Asimismo, declara que un príncipe prudente defenderá la bondad si está en 93 SKINNER, Q.: Maquiavelo, pag. 55. 94 Idem. 95 Ibid, pag. 56. 96 Idem. 97 Idem. 98 Idem. 99 Ibid, pag. 57. 100 Idem. 101 MAQUIAVELO, N.: El Príncipe, pag. 72.

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su mano, pero al mismo tiempo sabrá como hacer el mal si la necesidad le obliga a ello, debiendo ser consciente de que con frecuencia se verá en situaciones que le obliguen a actuar “en contra de la verdad, en contra de la caridad, en contra de la humanidad, en contra de la religión” 102. Esta es la tesis fundamental de la crítica de Maquiavelo al Humanismo clásico y contemporáneo. Tales ideas fueron forjadas por el florentino como resultado de las observaciones hechas durante su etapa como diplomático, las cuales le impulsaron a formular su pensamiento político central: el quid de una célebre administración residía en ser consciente de la fuerza ejercida por las circunstancias, aceptando en todo momento los dictados de la necesidad, y adaptando la personalidad y el comportamiento de uno mismo a los tiempos actuales, para que de esta manera la Fortuna siempre actúe de forma favorable103.

4. La virtú según Maquiavelo Una vez ha sido analizada la crítica de Maquiavelo al humanismo, parece plausible afirmar que la revolución ocasionada por Il Principe dentro del género del Espejo se fundamenta en una redefinición de la idea principal de virtú104. Es posible apreciar en sus escritos cómo respaldaba el significado convencional de virtú como el conjunto de cualidades que permiten a un príncipe aliarse con la Fortuna y alcanzar fama, honor y gloria. El cisma, empero, radica en la separación que establece del sentido del término respecto a cualquier conexión indispensable con las virtudes cardinales y principescas105. Por el contrario, infiere que la particularidad definitoria de un príncipe verdaderamente virtuoso es únicamente la disposición a hacer en todo momento lo que requiera la necesidad, siempre con el objetivo de alcanzar sus fines más altos. Así pues, según Maquiavelo, la virtú denota de manera específica la flexibilidad moral en un príncipe, es decir, ser capaz de volverse en cualquier dirección que indiquen tanto la Fortuna como la variabilidad de los asuntos106. Para el Humanismo clásico, la virtud moral fue la característica que definía por encima de todo al vir virtutis, por ende, desde esta perspectiva, las ideas de Maquiavelo suponían no sólo obrar de forma irracional, sino también anular el status de hombre y descender hasta el nivel de las “bestias”107. Cicerón declaró en Los Deberes que existían dos formas de hacer el mal: a través de la fuerza (típica del león), o por medio del engaño (representativo de la zorra)108. Para Maquiavelo, en cambio, la virilidad no es suficiente, siendo con frecuencia obrar como 102 SKINNER, Q.: Maquiavelo, pag. 58. 103 Idem. 104 Ibid, pag. 59. 105 Idem. 106 Idem. 107 Ibid, pag.60. 108 Idem.

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los animales. El príncipe, entonces, ha de saber qué animales debe emular, a lo que Maquiavelo, en su estilo más rábidamente irónico, aconseja elegir entre estos a la zorra y el león, pudiendo complementar así los ideales de caballerosidad y las artes esenciales de la fuerza y el engaño 109. Encuentra el ejemplo más adecuado de este paradigma en el Emperador romano Septimio Severo, a quien describe en el capítulo XIX como hombre de gran virtú, con las cualidades propias “de un ferocísimo león y una astutísima zorra”, que le permitieron ser temido y respetado por todos110. Prosigue su postulado manifestando que un gobernante de tales características no debe, por contra, hacer nada digno de desprecio, debiendo tener en todo momento cuidado impedir cualquier cosa que le haga odioso, pues el odio y el menosprecio será una causa segura de su fracaso 111. Si un príncipe pretende ser estimado, debe actuar sin duplicidades, mostrándose como amigo leal y enemigo verdadero frente a quien corresponda, es decir, favorable un bando y contrario al otro, afirmando que esta táctica resulta siempre más útil que permanecer neutral, puesto que el vencedor rehúsa de amigos sospechosos que no se decidan a ayudarle frente a sus adversarios, mientras que el vencido no acogerá a quien no le ayudó durante la contienda 112. Advierte además que ningún príncipe deberá aliarse con otro más poderoso que él, dado que esta táctica únicamente lo situaría bajo su vasallaje113. Por último, para no caer en el desprecio, el príncipe deberá igualmente mostrarse amante de las virtudes, acogiendo en su corte a hombres virtuosos que sobresalgan en cualquier arte, ofrecer a su pueblo en los períodos adecuados del año fiestas y espectáculos, y dar ejemplo de cordialidad y munificencia, pero si dejar de manifestar en ningún momento la dignidad de su cargo, presentándose con la mayor majestad posible114.

5. La nueva moralidad. El novedoso análisis de la virtú principesca ofrecido por Maquiavelo ocasiona ciertas dificultades, pues mientras que por un lado el príncipe debe procurarse el poder de “no ser bueno” y aprender a utilizarlo si la ocasión lo requiere, por otro, debe evitar la reputación de hombre perverso, la cual, lejos de consolidar su posición, la arruinaría por completo. Ergo el problema radica en evitar presentarse como un hombre perverso aun cuando sea inevitable comportarse como tal. Pero este dilema se agudiza aún más, pues el propósito de un príncipe no es únicamente el de afianzar su dominio, sino alcanzar para sí los mayores grados de honor y gloria 115. Maquiavelo pone como un ejemplo a repudiar al tirano de Sicilia, Agatocles, quien es bien conocido por su feroz crueldad e inhumanidad que le aseguraron el sometimiento de Siracusa sin oposición alguna; no 109 SKINNER, Q.: Maquiavelo, pag. 60. 110 Idem. 111 Ibid, pag.61. 112 MAQUIAVELO, N.: El Príncipe, pag. 105. 113 Ibid, pag. 106. 114 Ibid, pag. 107. 115 SKINNER, Q.: Maquiavelo, pag. 62.

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obstante, según el teórico florentino, tales atrocidades únicamente pueden asegurar el poder, pero nunca la gloria, ya que, al no ser virtú, no le permitirán ser honrado entre los hombres más nobles116. Pero Maquiavelo se muestra en todo momento reacio a admitir que la resolución de esta paradoja resida en limitar estrictamente la maldad principesca y, por consiguiente, comportarse de forma honrada con súbditos y aliados, pues esto es exactamente lo que debe evitar a toda costa, pues, como ya se mencionó anteriormente, en este mundo donde la maldad y la codicia acechan por doquier, un príncipe que se apoye únicamente en su palabra y carezca de otras aptitudes, fracasará. Un príncipe, y más aún un príncipe nuevo, debe en todo momento sentirse forzado a actuar de forma inmoral si quiere asegurar su dominio y evitar ser engañado117. La clave, según explica Maquiavelo, está en que a pesar de no ser necesario detentar todas las cualidades comúnmente consideradas como buenas, es imprescindible aparentar tenerlas 118. Aprender a confundir las mentes de los hombres con engaños haciendo que crean en estos es la correcta solución al problema, siendo un buen ejemplo la forma en que el Papa Julio II disimuló su odio hacia César Borgia para que este último le apoyara en la elección pontificia, y tras haberla ganado, se volvió contra el duque mostrando sus verdaderas intenciones y causándole su total ruina. Fue este acontecimiento el que indujo a Maquiavelo a afirmar que el talento para confundir las mentes de los hombres es parte del arsenal de un príncipe afortunado119. Los moralistas ortodoxos proponían la hipocresía como un camino fácil hacia la gloria, para finalmente acabar rechazando tal posibilidad, a modo de tópico literario. Un ejemplo claro está presente en Los Deberes de Cicerón, donde indagó explícitamente en dicha cuestión para finalmente desecharla como un completo absurdo, admitiendo que la gloria duradera no puede ser alcanzada por el engaño al ser fáciles de ver las intenciones ocultas tras estos 120. Maquiavelo, lejos de mostrarse indiferente ante este tipo de propuestas, rechaza estos primitivos sentimientos volviendo a embriagar su crítica en su más característica ironía, replicando que la hipocresía, además de ser indispensable para el gobierno de un príncipe, puede sostenerse sin dificultades durante todo el tiempo que sea necesario121. Es la propensión de los hombres al autoengaño y al juicio según las apariencias lo que justifica, a ojos de Maquiavelo, esta conclusión tan provocativa122. El último de los asuntos analizados en Il Principe es la postura que se ha de tomar ante las nuevas normas que el humanismo idealista ha pretendido inculcar. El autor no niega en ningún momento su admiración hacia aquel caudillo que sea capaz de actuar con sinceridad antes que por 116 SKINNER, Q.: Maquiavelo, pag. 63. 117 Idem. 118 Idem. 119 Ibid, pag. 64. 120 Ibid, pag. 65. 121 Idem. 122 Idem.

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medio del engaño, insistiendo en que un príncipe no sólo ha de parecer virtuoso de acuerdo a los convencionalismos, sino que ha de serlo cuando la necesidad así lo dicte, pero igualmente deberá abandonar tales virtudes si se ve obligado a ello 123. Maquiavelo se cuestiona si, efectivamente, aquellas cualidades que son consideradas de forma consensual como “buenas”, pero que en la praxis sólo llevan a una completa ruina, merecen en verdad ser llamadas virtudes; por este motivo, ve más correcto afirmar que tales cualidades más bien “parecen virtudes”, al tiempo que para aquellas otras que, a pesar de tener una apariencia totalmente opuesta, contribuyen a aportar bienestar y seguridad al principado, admite que “parecen vicios”124. Esta cuestión es abordada en los capítulos XVI y XVII de su obra. El capítulo XVI, sobre la liberalidad y la mezquindad, es una respuesta a la declaración que hace Cicerón en Los Deberes al definir la liberalidad como un anhelo de evitar cualquier sospecha de ignominia, el vicio más nocivo para un líder político 125. Para Maquiavelo, esta definición de liberalidad es más propia de un vicio que de una virtud, pues para dotarse de tal reputación de magnificencia, es necesario costear los gastos de todos los servicios ofrecidos a sus súbditos a través de un aumento de la presión fiscal gravando nuevos impuestos, lo cual únicamente acabará cediéndole un grave desprestigio126. Por esto mismo, el príncipe prudente no debe preocuparse de que juzguen su avaricia, pues, con el tiempo, los beneficios conseguidos gracias a su política de austeridad le otorgarán la reputación de un hombre verdaderamente liberal127. En el capítulo siguiente, acerca de la crueldad y la misericordia, puede apreciarse una contradicción similar. Séneca había tratado este tema en su ensayo De la Compasión, donde afirma que un príncipe misericordioso es aquel que recurre al castigo sólo en casos extremos en los que su paciencia haya sido colmada debido a una onerosa y repetitiva injuria, y este será infligido mostrando la mayor clemencia posible128. Maquiavelo, como es de esperar, expresa su desacuerdo con esta postura ortodoxa insistiendo en que no es más que otra falsa concepción de dicha virtud. Al estar sus dominios plagados de peligros, el príncipe no puede evitar ser tachado de cruel, pues una excesiva piedad hará que los desórdenes se propaguen causando daños a toda una comunidad, los cuales no podrán ser frenados con represalias posteriores, mientras que adelantarse a estos acontecimientos con unos cuantos de ejemplos de crueldad, será un daño que afecte sólo a unos pocos y garantizará la estabilidad gracias al temor infundado en la figura del caudillo 129. Ejemplifica con una contraposición entre la cruel política de César Borgia, capaz de mantener unida y 123 SKINNER, Q.: Maquiavelo, pag. 66. 124 Idem. 125 Idem. 126 MAQUIAVELO, N.: El Príncipe, pag. 74. 127 Idem. 128 SKINNER, Q.: Maquiavelo, pag. 67. 129 MAQUIAVELO, N.: El Principe, pag. 77.

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pacificada a la Romaña, y la actitud piadosa de los florentinos, la cual tuvo como consecuencia la destrucción de la ciudad de Pistoya130. Acto seguido, Maquiavelo se plantea su gran conocido dilema acerca de si es mejor ser amado que ser temido o viceversa 131. Para el florentino, la respuesta ideal abarcaría ambas situaciones, pero, siendo consciente de la dificultad que supone reunir los dos status, considera mucho más seguro el ser temido que ser amado 132. Con esto, vuelve a rechazar una vez más la postura moral clásica arraigada en las ideas ofrecidas por el pensamiento ciceroniano, el cual afirmaba que “el miedo es una débil salvaguarda de un poder duradero, en tanto que el amor puede dar seguridad de mantenerlo a salvo para siempre” 133. Maquiavelo, por contra, afirma que los hombres son más propensos a ofender a aquellos que se hacen amar, pues el amor se fundamenta en lazos de obligación que tienden a romperse cuando se interpone la posibilidad de obtener un beneficio, mientras que el temor se mantiene gracias al miedo al castigo, gracias al cual, nadie osará ofender al príncipe, siendo así más fácil afianzar su domino134. Con todo esto, Maquiavelo trata de hacer ver los nuevos dirigentes que, si son prudentes, no han de lamentarse por recibir reproches a causa de esos vicios que, sin duda, son esenciales para mantener enérgicamente su Estado135. La disposición a actuar con severidad ejemplar es sumamente trascendental para el mantenimiento del orden y la seguridad tanto en los asuntos militares como civiles, ergo, sin tal reputación de hombre cruel, un príncipe jamás podrá esperar que sus tropas permanezcan unidas o listas para la acción en ningún momento136. Por último, Maquiavelo se plantea si realmente los vicios menores de la carne menoscaban de alguna manera en la capacidad de un líder para dirigir correctamente su Estado, pues todos los autores de espejos abordaron dicha cuestión desde una perspectiva considerablemente moralista, siguiendo una vez mas los dictados de Cicerón en Los Deberes, donde se relaciona el decoro directamente con la rectitud moral137. Maquiavelo, en cambio, se muestra indiferente ante esta afirmación, alegando que si no le es posible protegerse de estos vicios, un príncipe prudente no tiene por qué verse afectado negativamente por este tipo de asuntos superfluos138.

130 MAQUIAVELO, N.: El Principe, pag. 77. 131 Ibid, pag. 78. 132 Idem. 133 SKINNER, Q.: Maquiavelo, pag. 68. 134 MAQUIAVELO, N.: Il Principe, pag. 79. 135 SKINNER, Q.: Maquiavelo, pag. 69. 136 Idem. 137 Idem. 138 Ibid, pag. 70.

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Conclusión Las ideas de Nicolás Maquiavelo supusieron, sin lugar a dudas, una auténtica revolución en el pensamiento político de su tiempo. Lejos de mostrar, como hicieron sus contemporáneos, postulados utópicos con el único fin de adular a los emergentes poderes principescos, se centró en destapar la verdadera naturaleza del poder, cuya única finalidad es la de afianzarse y perpetuarse en el tiempo, y, para lograr tal propósito, necesita dejar de lado la rectitud moral y desarrollar mecanismos de coacción efectivos, basados en el temor y el respeto. A pesar de todo esto, resulta evidente que Maquiavelo (al igual que Patrizi) se mostraba defensor de los ideales republicanos, como muestra en su posterior obra Discursos sobre la Primera Década de Tito Livio. Los motivos, empero, que le empujaron a convertirse en un teórico del espejo, fueron únicamente las pretensiones de atraerse el favor del por entonces caudillo de Florencia, Lorenzo de Médici, mostrándole los caminos a seguir si realmente quería consolidar su posición, gracias a los conocimientos adquiridos durante sus años de actividad diplomática y el profundo estudio de los clásicos, dándole a conocer, sin vacilaciones, la verdadera esencia del poder, como nunca antes nadie lo hizo, para que, gracias a él, pudiera llegar a ser Il Principe en todo su esplendor.

Bibliografía •

SKINNER, Q. (1978): Los Fundamentos del Pensamiento Político Moderno I. El Renacimiento, 1985, Fondo de Cultura Económica, México D.F.

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SKINNER, Q. (1981): Maquiavelo, 2008, Alianza Editorial, Madrid.



MAQUIAVELO, N.(1513): El Príncipe, 2003, Editorial Planeta, Barcelona.

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