Manzanilla 2012 Capítulo 10 Las “casas” nobles de los barrios de Teotihuacan: estructuras excluyentes en un entorno corporativo

July 11, 2017 | Autor: L. Manzanilla Naim | Categoría: Teotihuacan, Neighborhoods
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Capítulo 10 Las “casas” nobles de los barrios de Teotihuacan: estructuras excluyentes en un entorno corporativo Linda R. Manzanilla Instituto de Investigaciones Antropológicas, unam

Introducción Teotihuacan representa la construcción multiétnica de un experimento excepcional.1 La confluencia de pueblos diversos que huyeron de las erupciones del sur de la cuenca de México durante el primer siglo de nuestra era, y que llegaron al valle de Teotihuacan, ya poblado con aldeas formativas, generó una articulación original sobre la cual se insertaron otros de la Costa del Golfo y del Occidente de México. Para organizar contingentes humanos de tantos orígenes, intereses y estrategias, el grupo que le dio forma a la ciudad ortogonal de tiempos Tlamimilolpa (ca. 200-350 d. C.) quizás consideró que el orden podría ser una manera para organizar a la mano de obra multiétnica, así como para atraer a grupos de diversas procedencias en los esfuerzos de construcción, manufactura y movimiento de bienes. El orden, manifiesto en la retícula urbana y en los módulos constructivos (Millon, 1973), el colorido de los murales (De la Fuente, 1995), el esfuerzo por constituirse en el centro del mundo conocido, donde todas las lenguas eran escuchadas y los diversos tipos de juego de pelota desplegados, hizo de Teotihuacan una excepción en el Clásico mesoamericano (Manzanilla Naim, 2006). La organización corporativa de la vida doméstica en conjuntos multifamiliares (Manzanilla Naim, 1996) es una de sus características excepcionales; pero quizás también lo corporativo llegó hasta los niveles del cogobierno central, en los que sugerimos la existencia de cuatro cogobernantes (Manzanilla Naim, 2002, 2006), como la vasija de Las Colinas, publicada por Sigvald Linné (1942: 68), evoca. Al repensar la estructura política de la ciudad de Teotihuacan, tema por demás difícil de abordar sin la profusión de textos, representaciones y contextos de la realeza que abundan en el área maya sobre el mismo tema (Manzanilla Naim, 2002, 2006), a mi modo de ver, salta a la vista una posible contradicción entre la organización 1

Nota de los editores. La autora alude al término propuesto por Esther Pasztory en su libro Teotihuacan, an experiment in living (University of Oklahoma Press, Norman, 1997), que resalta el carácter único de Teotihuacan entre las sociedades del Clásico mesoamericano.

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i­ nterna de los barrios y las élites intermedias que los rigen, por un lado, respecto de la utopía corporativa del cogobierno central. Abordaremos aquí el tema de cómo concebimos la organización de los barrios en la ciudad de Teotihuacan, y la posibilidad de que las élites intermedias que los encabezaban estuviesen organizadas como “casas” (Maisons), en el sentido que Lévi-Strauss (1982) sugirió. Consideramos que los barrios, sede de las élites intermedias (à la Elson y Covey [2006]), son las unidades sociales intermedias más dinámicas de los sitios urbanos, y las que pueden dar luz sobre la organización de base, los procesos de transformación y las tensiones finales de los asentamientos multiétnicos complejos.

El concepto de “casa” à la Lévi-Strauss La maison, como grupo social, es caracterizada por Lévi-Strauss como algo más que un grupo doméstico: es un grupo corporativo grande, organizado por la residencia compartida, la subsistencia, los medios de producción, el origen, las acciones rituales o la esencia metafísica (Gillespie, 2000a: 1). Tiene una propiedad territorial con riqueza material e intangible que se perpetúa a través de la transmisión de su nombre, sus bienes y sus títulos a lo largo de una línea real o imaginaria, considerada legítima mien­tras su continuidad se exprese en el lenguaje del parentesco o la afinidad o ambos (Lévi Strauss, 1982: 174). En términos prácticos, una maison puede representar relaciones sociales, económicas, políticas o rituales entre varios individuos que pueden formar una colectividad temporal o permanente (Gillespie, 2000a: 6), o en términos de Bonte e Izard (1991: 435): la sociedad de “casa” representa la alianza temporal o prolongada entre dos o más linajes para crear unidades sociales de un nuevo tipo con ventajas para todos. Es una persona moral autónoma poseedora de derechos y obligaciones. Según Gillespie (2000a: 2), una de sus estrategias de largo plazo es adquirir, conservar o reemplazar recursos que son la base de su estatus y poder. El grupo social no sólo se representa por la estructura física de la casa, sino también por los objetos que lo acompañan: reliquias, tumbas, emblemas, máscaras, atavíos, etcétera, y territorios de caza, pesca y recolección (Gillespie, 2000a: 3; 2000b: 25-26), además de las tradiciones de migración, los relatos de fundación de asentamientos o santuarios ancestrales; los nombres o títulos; los oficios en las sociedades secretas; las danzas, cantos y representaciones rituales (Gillespie, 2000a: 12).

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La economía de oikos en Mesopotamia Algunos autores, como Susan Pollock (2002: 117 y s.), han llamado la atención sobre la existencia de economías de oikos en la Mesopotamia del tercer milenio a. C. (véase la f­ igura 10.1) que, según Max Weber, son economías orientadas principalmente hacia la satisfacción de necesidades, en las que varias unidades domésticas o unidades de producción son responsables de la manufactura de bienes para su propio uso, almacenamiento de materias primas o bienes, y manufactura de bienes indispensables para el intercambio. Figura 10.1 El oikos en Mesopotamia, según Pollock (2002)

Para Pollock (2002), en el tercer milenio a. C., la concentración de población en villas y ciudades llegó a proporciones sin precedentes. La urbanización trajo consigo la reorganización de la economía, ya que, con menos población rural y mayor población urbana, la extracción del tributo se redujo. La respuesta de las unidades domésticas más grandes y ricas fue emplear una fuerza de trabajo sustancial constituida por gente no emparentada entre sí para producir la mayor parte de lo que se usaba o consumía. Además de las unidades domésticas de parientes, que no desaparecieron del

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todo, hay una compleja red de unidades interdependientes económicamente, cuyos miembros tenían conexiones y obligaciones con más de una unidad doméstica. Así, varios tipos de “unidades domésticas” o de oikoi son citados por Pollock (2002: 117): familias extensas en corresidencia, casas señoriales de oficiales públicos, palacios reales y templos. Los oikoi serían grandes unidades socioeconómicas con una mano de obra dependiente, personal administrativo, manadas de animales, pasturas, campos, huertos, almacenes y talleres artesanales (Pollock, 2002: 118). Su personal incluía agricultores y pastores que vivían parte del año en la ciudad y, a cambio, tenían medios básicos de subsistencia. El oikos controló crecientemente los medios de producción: tierra, herramientas y materias primas (Pollock, 2002: 120). Los miembros del oikos recibían raciones de comida: cebada, lana y aceite, además de dotaciones ocasionales de harina, pan, tela, pescado, lácteos, frutas, carne o cerveza. El tamaño de las raciones dependía de la edad, el género y el tipo de trabajo (Pollock, 2002: 120). Según Pollock (2002: 124), para identificar un oikos, arqueológicamente hay que encontrar la mayoría de los siguientes elementos: una estructura grande o grupo de estructuras relacionadas, con evidencia de una producción variada de subsistencia, almacenamiento de materias primas y bienes, participación en el intercambio y sistemas de contabilidad.

Los barrios de Teotihuacan Dada la estructura corporativa de Teotihuacan, es posible que en los centros de barrio se dieran estructuras tipo oikos, en las que confluyen varios contingentes sociales de diver­so orden en un centro ritual y administrativo que organiza una mano de obra dependiente; añadiríamos que muchas veces, particularmente en la porción sur de Teotihuacan, es posible que dicha mano de obra especializada podría haber sido de carácter multiétnico. Además esta agrupación socioeconómica giraba en torno de una nobleza intermedia que administraba y dirigía el barrio; portaba emblemas y atavíos característicos; tenía tierras y recursos cercanos y lejanos. Ampliando una propuesta original de Sergio Gómez Chávez, Jullie Gazzola y Jaime Núñez Hernández (2004; Gómez Chávez, 2000) sobre los elementos que constituyen los barrios, consideramos ahora que los centros de barrio de Teotihuacan, como cualquiera unidad intermedia de grandes urbes, tienen un centro físico, y éste tiene siete componentes: 1. Un componente ritual, es decir, grandes templos y plazas con altares, adonde los moradores del barrio asisten a las ceremonias.

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2. Un componente administrativo, más difícil de percibir, pero que podría estar representado posiblemente en el Patio de los Glifos de La Ventilla, donde ocurren las audiencias de la administración central con los grupos corporativos y de manufactura. 3. Un componente artesanal muy especializado para hacer frente a las necesidades de las élites intermedias que rigen los barrios, particularmente para la manufactura de atavíos y tocados. 4. Un componente residencial de la “casa” noble del barrio. 5. Un espacio abierto anexo que, según Sergio Gómez Chávez y colaboradores (2004: 175 y s.), estaba destinado al intercambio, a la celebración de festividades y al juego de pelota. Añadimos dos elementos más: un componente militar, que representa la guardia del barrio (Manzanilla Naim, 2009), y una alineación de cocinas para alimentar a los trabajadores. En los barrios cercanos al núcleo cívico de la ciudad y a la Calzada de los Muertos, varios de estos componentes están separados en conjuntos arquitectónicos distintos y contiguos. En barrios de la periferia, al parecer estaban integrados alrededor de la plaza principal del barrio, como módulos constructivos anexos, pero sin un muro perimetral, excepto donde inicia el gran espacio abierto. En Teopancazco (véase la figura 10.2), un centro de barrio de la periferia sureste de la ciudad, hemos podido comprobar la existencia de una gran plaza con altar y tem­plos, más grande que los patios rituales de los conjuntos multifamiliares de ­vi­vienda; algunos indicios de indicadores administrativos, representados por sellos de estampa, y probablemente por otros objetos de contabilidad de los artesanos, como “tejos” y “piezas de juego” (Manzanilla Naim, 2010); la presencia de componentes multiétni­cos para el trabajo artesanal muy especializado de atavíos y tocados y, por ende, materias primas, productos terminados y animales de la costa del Golfo; la existencia de un gran espacio hacia el este, del cual está separado por un gran muro, inexistente como tal hacia el oeste y norte (según muestra la prospección geofísica encabezada por Barba Pingarrón) (Manzanilla Naim, 2006); y, por último, indicios de que a la cabeza de este centro de barrio yacía una “casa” con nobles de la élite intermedia, quizás originalmente de procedencia foránea. Teopancazco carece de cocinas dispersas en los diversos sectores del conjunto, característica que sí vemos en los conjuntos de apartamentos, como Oztoyahualco 15B:N6W3 (Manzanilla Naim, 1993, 1996); sin embargo, cuenta con una alineación de cocinas y almacenes al norte del mismo, que probablemente alimentaban a los contingentes de artesanos (Pecci et al., 2010). Hay sectores (como el suroeste) que

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Figura 10.2 El centro del barrio de Teopancazco

Manzanilla, Barba, Ortiz y Blancas.

seguramente albergaban a los militares del barrio, y que probablemente fungían como guardia de las caravanas de acopio de recursos suntuarios. Los centros de barrio también tienen evidencias de rituales masivos extraordinarios, como el que apareció en Teopancazco en el nivel constructivo de finales de la fase Tlamimilolpa y principios de Xolalpan temprano, y que consiste de más de veinticinco cráneos de individuos, la mayoría masculinos, cada uno en una vasija con cinabrio y tapado por otra vasija (Manzanilla Naim, 2006). 1. El primer componente, el ritual (véase la figura 10.3) tiene como indicadores • la gran plaza de 275 m2; • un gran templo ubicado al este del patio, cuya fachada está al oeste, con un recinto de c. 57 m2; • un altar en la plaza;

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• la traza química del ritual a los cuatro rumbos (Pecci et al., 2010); • el mural principal de Teopancazco, hallado originalmente por el alfarero Barrios y que dio pauta para que Leopoldo Batres excavara por primera vez un conjunto de éstos, en 1884. Este mural fue dibujado por Adela Breton (en Marquina Barredo, 1922, cap. III, tomo I, láms. 34 y 35) y estudiado tam­­bién por Rubén Cabrera Castro (1995: 160). En él destacan dos sacerdotes sem­bradores que tiran líquidos con semillas, que ahora sabemos son de salvia o chía, gracias a las identificaciones de Martínez Yrízar y Adriano Morán (2006), y que se dirigen a un altar, además de otros sacerdotes sembradores y guerreros; • en los márgenes de la plaza central hay fosas con los desechos de grandes banquetes comunales, en los que, entre otras cosas, se consumían peces marinos (identificados por Edmundo Teniente Nivón del ipn [2006] y Bernardo Rodríguez Galicia de la unam [2010]); • como señalamos anteriormente, hay rituales extraordinarios, particularmente las fosas con más de veinticinco individuos, muchos de ellos decapitados, que son cráneos en vasijas, y muchos con cinabrio. Figura 10.3 El componente ritual de Teopancazco

Manzanilla, Martínez Yrízar, Pecci, Barba y Ortiz.

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2. El segundo componente, el administrativo (véase la figura 10.4), podría estar representado por los sellos de estampa, que pudieron ser utilizados por los grupos sociales del barrio para sellar, con pigmentos, bultos y contenedores en los que se almacenaba la producción especializada del centro del barrio. Aparecen sellos con flores de cuatro pétalos (posiblemente el glifo emblema de la ciudad, a decir de López Austin [1989]), símbolos del Dios de las Tormentas (la deidad estatal de Teo­ ­­tihuacan), el Dios del Fuego, el quincunce, e incluso un mono (que quizás esté vinculado con los individuos procedentes de la costa del Golfo de México). Además, están los contenedores que ya mencionamos, y posiblemente un sistema de contadores, materializados en objetos de cerámica de diversas formas: redondos, bicónicos, falangiformes, esféricos, que podrían ser cambiados por raciones de tortillas, agua, tela, etcétera (Manzanilla Naim 2010). 3. El tercer componente, el artesanal especializado, está representado por múltiples instrumentos de hueso (Padró Irizarri, 2002; Padró Irizarri y Manzanilla Naim, 2004) (véase la figura 10.5) para unir mantas de algodón procedentes de la costa del golfo, así como adherirles placas de concha (véase la figura 10.6), cangrejos, tortugas, y otros elementos marinos, que constituían el elemento de identidad de este centro de barrio. La presencia de los múltiples instrumentos y materias primas (sobre todo de origen fáunico) con los cuales se formaban los atavíos y tocados de los nobles de este barrio constituyen una prueba del grado extremo de especialización de los artesanos del barrio, los “sastres”, y de la importancia de los símbolos de identidad del barrio, con elementos iconográficos que no se repiten en otros barrios de la ciudad. Los códigos simbólicos impresos en los trajes de los nobles referían al barrio particular de donde procedían, y podían ser identificados ­incluso por los diversos contingentes étnicos de la ciudad. Figura 10.4 El componente administrativo de Teopancazco

Los sellos de estampa.

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Posibles bultos y contenedores.

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Figura 10.5 El componente artesanal especializado del barrio de Teopancazco

Glifo de los sastres Instrumental

Padró y Péres Roldán

Instrumental

Instrumental

Figura 10.6 Componente artesanal de Teopancazco. Materias primas (Continúa)

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Figura 10.6 Componente artesanal de Teopancazco. Materias primas (Continuación)

En Teopancazco, a diferencia de la mayor parte de los conjuntos multiétnicos de apartamentos, buena parte de los metates están dirigidos a la producción a­ rtesanal, ya que evidencian una mezcla de estuco, pigmento rojo, fibras diversas y lacas, y no fitolitos de maíz (Manzanilla Naim, Reyes García y Zurita Noguera , 2006). En general, consideramos que en los centros de barrio de Teotihuacan se hacían los atavíos y tocados (véase la figura 10.7) que tenían elementos de identidad de las “casas” nobles de Teotihuacan, y que diferían de un barrio a otro. Este nivel de manufacturas sería el tercero (véase la figura 10.8) de cuatro escalas de producción artesanal que propongo para Teotihuacan (Manzanilla Naim et al., 2010). 4. El cuarto componente es el residencial para la “casa” que regía el barrio, y que estaba ubicado hacia el norte de la plaza, para la época Tlamimilolpa (200-350 d. C.) y posiblemente al suroeste, para la época Xolalpan (350-550 d. C.) (véase la figura 10.9). 5. El quinto componente es el espacio abierto que yace al este y que, siguiendo la sugerencia de Gómez Chávez, Gazzola y Núñez Hernández (2004), podría estar dedicado al juego de pelota, a albergar a peregrinos que participaban en las festividades periódicas, y a ciertas actividades de intercambio (véase Manzanilla Naim, 2006). 6. El sexto componente, el militar, aparece referido a las representaciones muralísticas de guardias armados, con tocados que parecen ser peces disecados, y que yacen a los lados del mural principal de los sacerdotes sembradores que caminan hacia el altar. Además, en el mismo sector, tenemos el entierro de un niño acompañado por figurillas, una de las cuales representa a un militar con sus atavíos que se quitan y ponen, además de un incensario tipo teatro miniatura con brasero bicónico. 7. El séptimo componente es una alineación de cocinas y almacenes en la periferia norte del conjunto, disposición anómala para los conjuntos habitacionales. 8. Al parecer hay un octavo componente, ubicado en y cerca de un templo destruido a fines de Tlamimilolpa, en el sector noreste, relacionado con asuntos de higiene y medicina.

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Figura 10.7 Los productos: elaboración de tocados además de atavíos.

Figura 10. 8 Propuesta: diferentes escalas de producción artesanal en Teotihuacan 1. Artesanías para hacer frente alas necesidades cotidianas: Lugares: conjuntos de apartamentos. Tipos: relacionados con la preparación de alimentos: extracción de navajillas de obsidiana para el ritual doméstico y el destazamiento menor; producción eventual de figurillas de molde.

3. Artesanías para hacer frente a las necesidades de las élites intermedias: Lugares: centros de barrio Tipos: producción de atavíos y tocados.

2. Artesanías para hacer frente a las necesidades urbanas: Lugares: aldeas circundantes, villorrios y sectores periféricos. Tipos: producción de cerámica común, procesamiento del estuco,producción de herramientas de obsidiana (NE de Teotihuacan).

4. Artesanías para hacer frente a las necesidades de las élites gobernantes: Lugares: palacios, como Xalla, la Ciudadela, Complejo Calle de los Muertos, Sector oeste de la Pirámide de la Luna. Tipos: incensarios tipo teatro, producción de placas de mica, adornos de jadeíta, excéntricos y puntas de dardos.

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figura 10.9

Debemos resaltar, de manera especial, que además de los barrios claramente foráneos en la periferia de Teotihuacan, a saber: el barrio Oaxaqueño, el barrio de los ­Comerciantes y el pequeño enclave michoacano, los centros de barrio teotihuacanos tienen la presencia de artesanos muy especializados provenientes de otras regiones de Mesoamérica, convocados por las “casas” nobles teotihuacanas. Estos elementos foráneos se pueden detectar:

1. gracias a las proporciones isotópicas dispares de estroncio 87/86 y de isótopos estables en algunos individuos de Teopancazco (informes técnicos para mi pro­ yecto de Peter Schaaf et al., 2007, y Pedro Morales Puente et al., 2007); 2. la presencia de cerámica foránea que se añade a la profusión de animales, par­ ticularmente los marinos, provenientes de Veracruz, que ya citamos; 3. la diferencia en la práctica mortuoria entre los teotihuacanos y los individuos foráneos (entierros parciales de los foráneos, versus entierros completos flexio­nados, sea sedente, sean laterales, de los teotihuacanos, excepto quizás en el caso de los fundadores del barrio).

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Conclusiones La “casa” noble que regía Teopancazco quizás tuvo como emblema al pez (véase la figura 10.10), que aparece representado en el mural de los Animales Mitológicos (véase De la Fuente, 1995). Ningún otro sitio excavado de Teotihuacan tiene la cantidad y variedad de restos de peces marinos como Teopancazco: en el sitio hemos detectado más de doce variedades de peces de las lagunas costeras de Veracruz, entre los cuales podemos enunciar (gracias a la identificación de Edmundo Teniente [ipn] y Bernardo Rodríguez Galicia [unam]): al bagre, la mojarra plateada y la común, el jurel, el ronco, el robalo, el guachinango, la barracuda, el pez loro, el bobo, además de un diente de tiburón (Edmundo Teniente Nivón, ipn, informe técnico para mi proyecto; Rodríguez Galicia, 2006, 2007, 2010). Asimismo, hallamos un fragmento de espina tallada de erizo de mar (Francisco Solís Marín, unam, informe técnico para mi proyecto) y diez fragmentos de pinzas de cangrejo que habitan en pastizales a lo largo de las zonas cos­ teras, además, de placas de carapachos de varios tipos de tortugas (Kinosternon sp. y Pseudemys scripta), placas de armadillo y 30 placas subdérmicas de cocodrilo (­Rodríguez Galicia, 2006, 2010) Figura 10.10 Atributos de la “casa” noble de Teopancazco

chía

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Los peces también podrían haber estado dispuestos en los tocados, como lo sugiere el del segundo tipo de sacerdote sembrador de Teopancazco (véase el dibujo de Adela Breton, en Marquina Barredo, 1922, tomo I, lámina 35; De la Fuente, 1995) y los de los guerreros (Starr, 1894); este emblema aparece reiteradamente en el mural de la Agricultura (Marquina Barredo, 1922, tomo I, lámina 33; De la Fuente, 1995). Los rituales en los que participaban los “sacerdotes del océano” (como Kubler [1967] los denominó) involucraban el sembrar semillas de chía, cuyo aceite era utilizado en el siglo xvi para la elaboración de lacas, según destacan Martínez Yrízar y Adriano Morán (2006), y pienso que lo mismo sucedió en Teopancazco. Estas lacas eran utilizadas para decorar cuencos hechos con arcillas locales y hacerlos parecerse a la cerámica Naranja Laca de Veracruz (Manzanilla Naim, 2006), como la pieza hallada en el entierro 105 de tiempos Tlamimilolpa (200-350 d. C.). La manufactura de mantas de algodón no se hacía en Teotihuacan, sino en Vera­ cruz; sin embargo, en la gran metrópolis fueron elementos cuyo uso estaba destinado a gente de alto estatus, y cuya iconografía refería directamente a barrios particulares. Los nobles que regían los barrios de la mitad sur de la ciudad pudieron haber tenido una relación particular con la Costa del Golfo, y en particular Teopancazco pudo haber traído mantas finas de algodón en grandes cantidades desde la fase Tlamimilolpa (200350 d. C.), hecho que le pudo haber otorgado un poderío económico sin precedentes, dado el consumo de éstas por la nobleza teotihuacana. En la época Xolalpan (350-550 d .C.), después de magnos rituales de terminación hacia 350 d. C. (decapitación de varios individuos foráneos; grandes fogones con desmembramiento de figurillas; el “matar” vasijas policromas y monocromas, además de objetos diversos en una esquina del patio principal del conjunto), es probable que el Estado teotihuacano haya ejercido un control más directo sobre el barrio de Teopancazco, al intentar evitar que élites foráneas tuvieran un poderío desmedido en la ciudad. Planteo la hipótesis de que la fundación del barrio de Teopancazco pudo haber sido atribuida a la llegada de nobles procedentes de otra región de Mesoamérica, trayendo con­ sigo mucho de la cultura culinaria, artesanal y ritual del corredor de sitios teotihuacanos hacia la Costa del Golfo, así como ricas mantas de algodón y recursos suntuarios. Sin embargo, a la larga (en la época Xolalpan), los nobles teotihuacanos podrían haber tomado en sus manos la administración del barrio, y asumido los vínculos, los recursos y la mano de obra foránea para articular relaciones directas con Veracruz, dada la riqueza y prestigio que se obtenía de la distribución de mantas y atavíos en Teotihuacan. En todo caso, parece que los vínculos eran directos y estaban más allá de la supervisión del Estado teotihuacano. Éste pudo ser uno de los elementos que desgajó la estructura corporativa del Estado teotihuacano desde dentro.

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Las élites intermedias que regían los barrios se comportaron posiblemente como señores feudales, con sedes, tierras, recursos, mano de obra, emblemas, atavíos, reliquias, y probablemente mitos de origen que los hacen semejarse a las “casas” nobles, según Lévi-Strauss. Más allá de los barrios, que probablemente eran la unidad básica de la sociedad teotihuacana (en cuanto a estructura, trabajo, ritual, concentración y redistribución de bienes), yacían los cuatro posibles sectores de Teotihuacan, preludio de los campan de Tenochtitlan. Una de las características que parece haber separado Teotihuacan del resto de Mesoamérica es la posibilidad de un cogobierno (Paulinyi, 1981; Manzanilla Naim, 2002); es probable que en éste participaran varias de las “casas” nobles de primera importancia, particularmente los cánidos del suroeste, las serpientes del sureste, los felinos del noreste y las aves de rapiña y animales voladores del noroeste (véase la figura 10.11), tomando como base los emblemas de las figuras representadas en la va­ sija de Las Colinas, hallada por Linné (1942: 77); sin embargo, a la larga, la ­estrategia corporativa de gobierno con la cual Teotihuacan quizás organizó muy eficientemente a una gran población multiétnica en sus inicios, resultó impracticable para hacer frente a la voracidad económica de las “casas” nobles de los barrios. La contradicción entre dos formas de organización, una en el nivel de la autoridad central y de la población en general, y otra, en las sedes de los barrios, no tuvo solución. Figura 10.11 Propuesta: cogobierno de Teotihuacan

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Agradecimientos Agradezco a mis colaboradores del proyecto “Teotihuacan: élite y gobierno” que dirijo, particularmente a: Diana Martínez Yrízar, Cristina Adriano Morán, Emilio Ibarra Morales, Judith Zurita Noguera, Manuel Reyes García, Raúl Valadez Azúa, Bernardo Rodríguez Galicia, Gilberto Pérez Roldán, Johanna Padró Irirarri, Liliana Torres Sanders, Luis Barba Pingarrón, Alessandra Pecci, Agustín Ortiz Butrón, Jorge Blancas Vázquez , Adrián Velázquez Castro, Belem Zúñiga Arellano, Norma Valentín Maldonado, Gerardo Villanueva García, Ana María Soler Arechalda, Avto Gogichaishvili, Jaime Urrutia Fucugauchi, Laura Beramendi Orosco, Galia González Hernández, María Rodríguez Ceja, Peter Schaaf, Becket Lailson Tinoco, Hector Neff, Michael Glascock, Pedro Morales Puente, Edith Cienfuegos Alvarado, Francisco Otero Trujano, José Luis Ruvalcaba Sil, Emiliano Melgar Tisoc, Reyna Solís Ciriaco, Mauro de Ángeles Guzmán, Claudia López Pérez, Claudia Nicolás Careta, Beatriz Maldonado Morales, Marcela Zapata Meza, Sandra Riego Ruíz, Miguel Ángel Pérez Baez, Édgar Rosales de la Rosa, Alejandra Guzmán Tapia Citlali Funes Canizález, Mayra Lazcano Medina, Édgar Gaytán Ramírez, Leila França, Juan Rodolfo Hernández Montes, Laura Bernal Gutiérrez, Nidia Ortiz Gutiérrez, Carolina Bucio Pacheco, Julio César Cruzalta Narváez, Enah Montserrat Fonseca Ibarra, Gabriela Mejía, Berenice Jiménez González, Estíbaliz Aguayo Ortiz, Meztli Hernández Grajales, José Carlos de la Fuente León, Fernando Botas Vera, César Fernández Amaro, Rubén Gómez Jaimes, Rafael Reyes Ojeda, Edmundo Teniente Nivón, Ramiro Román Contreras, Francisco Alonso Solís Marín y muchos otros más. Las excavaciones de Teopancazco fueron posibles gracias al financiamiento del Conacyt y de la unam, y al permiso federal del inah.

Referencias Bonte, Pierre y Michel Izard 1991 Dictionnaire de l’Ethnologie et de l’Anthropologie, París, Presses Universitaires de France. Cabrera Castro, Rubén 1995 “Teopancaxco. Casa Barrios o del Alfarero”, en Beatriz de la Fuente (coord.), La pintura mural prehispánica en México, I. Teotihuacán, tomo 1, Catálogo, México, unam, pp. 157-161.

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