Manuel Olascoaga, un geógrafo en el desierto patagónico. Conquista militar y legitimación de las reivindicaciones territoriales del Estado Argentino entre 1879 y 1910

September 28, 2017 | Autor: Dany Borrás Teruzzi | Categoría: History of Cartography, Cartografia, Topografia
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Descripción

MANUEL OLASCOAGA, UN GEÓGRAFO EN EL DESIERTO PATAGÓNICO. CONQUISTA MILITAR Y LEGITIMACIÓN DE LAS REIVINDICACIONES TERRITORIALES DEL ESTADO ARGENTINO ENTRE 1879 Y 1910. Daniela Borrás Teruzzi - UBA [email protected]

LA REPRESENTACIÓN DEL DESIERTO Y LOS REPRESENTANTES DE LA CONQUISTA A lo largo del siglo

XIX

–y especialmente durante la segunda mitad la centuria- las

cuestiones del indio1 y de las fronteras2 estuvieron estrechamente ligadas a las prácticas, los discursos y las políticas del proyecto argentino de construcción nacional. Problemáticas tales como la seguridad de la nación frente a los malones3 y la construcción de un referente territorial de la soberanía argentina ocuparon un lugar central en las acciones de los gobiernos. Entre las primeras expediciones realizadas sobre los territorios indígenas correspondientes a la actual provincia de Buenos Aires, se destacan la de Martín Rodríguez (1820 - 1824) y la de Juan Manuel de Rosas (1833 - 1834).4 En principio se trataba de asuntos puntuales y locales: los malones eran un problema policial y de seguridad en la frontera interior.5 No obstante, durante la Organización Nacional (1852 – 1880), estas cuestiones fueron revistiendo asuntos de mayor importancia, abarcando y definiendo prácticas institucionales del Estado Nacional. Desde esta perspectiva, la expedición comandada por el General Julio Argentino Roca en 1879 ocupa un lugar emblemático en la historiografía nacional.6 Las tropas, pertenecientes al Ejército Nacional7, tenían una amplia superioridad tecnológica sobre los indígenas, ya que habían incorporado el uso de fusiles de repetición y del telégrafo. Por otra parte, se había llegado a un punto sin retorno en la lucha contra el indio, por lo que la determinación de someter a las poblaciones aborígenes de una vez por todas, y de efectivizar el tan debatido establecimiento de la frontera en el Río Negro8, cobró un ímpetu muy particular. La expedición envolvió la dimensión territorial del programa de construcción de la Nación y tuvo un éxito rotundo, debido a las acciones militares pero también a las acciones políticas y públicas de sus protagonistas. En sentido -1-

territorial, la Conquista del Desierto9 significó la organización de expediciones científicas abocadas a los relevamientos topográficos, el estudio de la flora y la fauna, y la planificación de sistemas de distribución de tierras y de poblaciones.10 La sociedad indígena no era homogénea ni estaba armoniosamente unida. Las tribus muchas veces peleaban ente sí y “las alianzas presentaban múltiples cruzamientos: los indígenas buscaban protección de los blancos, los blancos el apoyo de los indios” (Quijada, 2002: 112). Los tratos con los indios no siempre estuvieron marcados por enfrentamientos armados, sino que también se firmaron tratados, pactos y acuerdos de cooperación mutua sobre cuestiones bélicas y comerciales. Poco a poco se fue construyendo cierto consenso en torno de la necesidad de incorporar al indígena, sometiéndolo al proceso civilizatorio de la sociedad occidental. De este modo, la Conquista se fue construyendo como un hecho indispensable dentro del proceso de modernización que el Estado-Nación encaró durante el siglo

XIX.

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En orden de cumplir con el programa civilizatorio era necesario homogeneizar

la imagen del indio como un representante de la barbarie y del entorno que la engendraba: el desierto. En cuanto al primer aspecto, muchas de las tribus indígenas habían participado en las luchas de independencia y formaban parte del Ejército de Línea. Incluso hubo indios que participaron en la expedición de 1879. Además, los cacicazgos muchas veces estaban presentes en las luchas de poder de Buenos Aires (Torre, 2010). Pese a esta “convivencia”, los indios fueron siendo convertidos en la figura del enemigo, en bárbaros invasores que no formaban parte -ni podían formar- de lo que constituía la identidad nacional argentina. Con este tipo de imágenes se buscaba legitimar el sometimiento del indio, a fin de afianzar el establecimiento del Estado Nacional y “soberanizar” el territorio (Torre, 2010: 28). El segundo aspecto del andamiaje ideológico del programa civilizatorio era la noción de desierto. El término remite al espacio que se encuentra más allá de la línea interior de fronteras, habitado por aborígenes nómades. En tanto tal, se caracterizaba por no estar al alcance de “la capacidad centralizadora del poder”, por ser un espacio sobre el cual pudiera -y debiera- expandirse el dominio de las instituciones nacionales y por poseer “una densidad de población inexistente o indigna de tal denominación” (Quijada 2000: 379-380). Era necesario construir la ausencia simbólica de pueblos en orden de justificar el avance -2-

colonizador de la civilización. El desierto era algo externo, ajeno a lo que entonces se consideraba civilizado, “un espacio pensado como límite y a la vez como ámbito de posibilidades infinitas” (Torre, 2010: 13).12 La frontera que separaba a la civilización y lo europeo del desierto y la barbarie también fue una construcción ideológica con cierta carga simbólica dentro del programa civilizatorio. Esta frontera interior era un territorio producido de un modo muy complejo a partir de la interacción entre dos culturas, marcada por la violencia, el intercambio, la política, la reciprocidad étnica y el mestizaje (Quijada, 2002). El complejo fronterizo13 era una franja “porosa y permeable”, un escenario de procesos de aculturación a la vez que separaba formas de vida, valores colectivos, sistemas políticos y formas de sujeción a la autoridad (Quijada, 2002: 108). Si bien la Conquista del Desierto dio un cierre definitivo a algunos problemas, había ciertas cuestiones que seguían sin resolver. En este trabajo propongo examinar dos folletos que dan cuenta de algunas de aquellas cuestiones. Olascoaga tuvo una vida pública muy activa, y su interés por la realización del proyecto nacional se ve claramente en toda su obra. Como protagonista de las expediciones militares y científicas, hizo contribuciones muy valiosas para los fines del gobierno nacional. A continuación veremos brevemente el perfil profesional de Olascoaga. Luego se analizarán dos de sus trabajos a la luz de la situación política y territorial del país hacia finales del siglo XIX. Por último, se esbozarán algunas reflexiones sobre las cuestiones que Olascoaga sintetizó en sus obras.

EL PERFIL DE UN GEÓGRAFO AL SERVICIO DE LA NACIÓN El Coronel Manuel José Olascoaga (1835-1911)14 ingresó al ejército en 185215 y participó en casi todos los conflictos bélicos desatados durante la Organización Nacional, a excepción de la Guerra del Paraguay ya que, desde 1864 hasta 1871, estuvo exiliado en Chile.16 Luego de su regreso a la Argentina, fue reincorporado al Ejército en 1877 y designado Jefe de la Secretaría Militar del Ministerio de Guerra y Marina en 1878. Coincidía con Roca en la necesidad de una acción ofensiva que avanzara sobre el territorio ocupado por comunidades indígenas y que estableciera definitivamente fuertes, -3-

asentamientos y pasos en la región.17 Junto a Roca, elaboró la planificación del itinerario de las columnas, su composición y equipamiento, abastecimiento y distribución de recursos previstos para la realización de la campaña. Efectivamente, la de la Conquista resultó ser una estrategia ofensiva y arrasadora. Durante la expedición de 1879, Olascoaga figuró como Jefe del Gabinete Militar, formando parte de la primera columna comandada por el General Roca. Su participación en la Campaña fue el punto de partida de una vastísima serie de expediciones, relevamientos, reflexiones y publicaciones escritas, donde despliega sus conocimientos de geografía, geología, botánica, biología, topografía y cartografía. Una vez concluida la empresa, por propia motivación se dedicó a realizar una memoria militar de la Campaña en una obra de dos volúmenes titulada “Estudio topográfico de la Pampa y Río Negro” y publicada en 1880.18 A fines de 1879, se creó la Oficina Topográfica Militar19 y Olascoaga fue designado Jefe. En 1880 pasó a ser Jefe de la “Comisión Científica de Exploración, Relevamiento y Estudios Militares en la Región de los Andes del Sud”. Mientras estuvo a cargo de esa comisión realizó dos expediciones científicas: la primera desde enero de 1881 a junio de 1882 y la segunda desde octubre de 1883 a mediados de 1884. Ambas expediciones tuvieron como objeto las regiones australes y andinas, y fueron encaradas con el objetivo de relevar la topografía para determinar si era viable el establecimiento de colonias. Insistía en la importancia de los relevamientos ordenados y propuso la creación de cuerpos de ingenieros militares que se entreguen a la ejecución de obras de valor práctico, tales como puentes, carreteras y desecación de pantanos. En 1884, una vez organizado el Estado Mayor General del Ejército, Olascoaga fue nombrado Jefe de la IV Sección de Ingenieros Militares, Topografía y Cartografía20. Sin embargo, al poco tiempo fue reemplazado por

Juan Czetz y en 1885, creados los territorios nacionales, le fue asignada la gobernación del Neuquén, y fundó allí su capital, Chos Malal, en 1887. Tomó a su cargo la organización de la administración pública, creó una escuela, instaló la primera imprenta y fundó el primer periódico titulado “La Estrella de Chos Malal”. También delineó canales de riego estimulando la agricultura y la instalación del telégrafo y otros medios de comunicación. Creó cargos delegando y generando responsabilidades ya sea como maestros de escuela, administradores de correos, jueces de paz, relevadores de censos, etc. En 1894 el presidente Sáenz Peña lo designó Perito en la cuestión de límites con Bolivia hasta 1902 y, como tal, -4-

practicó trabajos geodésicos y de relevamiento en toda la zona del límite. Asimismo fue nombrado Jefe de la Comisión de Límites, cargo que mantuvo hasta 1906. El ejercicio de aquellas funciones centró su atención en la realización de obras de infraestructura y de ordenamiento territorial, por lo que hacia la primera década del siglo XX

publicó dos obras cuya temática se centra en dichas cuestiones. En primer lugar, en

1901 publicó Topografía Andina, y luego, en 1908, publicó Aguas Perdidas.21 Ambas obras presentan descripciones geográficas muy precisas y detalladas para luego proponer obras de infraestructura consideradas por el autor como necesarias para garantizar la ocupación exitosa de parte de los territorios recientemente anexados al territorio nacional. Estas fuentes, que serán analizadas en el próximo apartado, permiten examinar la relación entre las reflexiones y propuestas allí registradas y las acciones e intereses políticos y territoriales del gobierno nacional argentino.

FRONTERAS

NACIONALES, CONOCIMIENTOS TOPOGRÁFICOS Y LEGITIMIDAD EN LAS OBRAS DE OLASCOAGA

Ambos escritos están atravesados por tres tópicos: la cuestión del afianzamiento de la frontera con Chile en la región de los Andes norpatagónicos, el desconocimiento y el abandono del gobierno nacional –y de los gobiernos provinciales- hacia sus propios territorios, y la necesidad de legitimar las pretensiones territoriales del Estado Nacional. Para Olascoaga era menester difundir estas problemáticas y resolverlas de modo que la nación pueda seguir creciendo y prosperando. A continuación analizaré cómo las fuentes abordan, abarcan y en cierto sentido quizás hasta exceden estas cuestiones.

Las cien leguas de carbón

El título completo de la obra es Topografía andina. Ferrocarril paralelo a los Andes como fomento de la población y seguridad de la frontera. Complemento indispensable de la campaña de 1879. Publicada en 1901, consta de 141 páginas y está dividida en 7 capítulos. En líneas generales se trata de una descripción geográfica de la región andina de la Patagonia norte, con mucho detalle y tono anecdótico. Asimismo -5-

Olascoaga denuncia la pésima gestión del Gobierno sobre los territorios descriptos y propone el establecimiento de un ferrocarril que una Mendoza con Ñorquín a fin de afianzar la frontera con Chile. (Figura 1)

Figura 1 Ferrocarril proyectado desde Mendoza hasta Ñorquín. Fuente: Topografía Andina.

El establecimiento de un límite internacional que separara a la Argentina de Chile fue una cuestión tratada diplomáticamente y discutida con constancia en diversos ámbitos. Este conflicto limítrofe con Chile dilató el establecimiento definitivo de dicha frontera, requiriendo una larga serie de argumentaciones justificatorias, acuerdos y tratados. -6-

Olascoaga, como muchos hombres de su época, temía un conflicto armado con la nación vecina y veía que el peligro se cernía sobre los territorios en disputa22. Olascoaga proponía que “tratemos, pues, de asegurar la paz, nosotros que podemos, nosotros que tenemos la voluntad. Y esa obra es práctica, es fácil y provechosa: llevar a toda la región de los Andes, en peligro, el ferrocarril y la población” ([1901] 1935: 24). Entre otros problemas fronterizos, denunciaba el tráfico ilegal de ganado y la existencia de “explotaciones clandestinas de los vecinos de ultracordillera” ([1901] 1935: 34). Por ello era “indispensable, es urgente inaugurar un sistema general de fomento de las poblaciones por medio de las vías rápidas, proveyendo a su seguridad. (…) Una vía férrea (…) proporcionaría la conservación y vigilancia eficaz” ([1901] 1935: 83). Cuando compara la zona norte de la Patagonia andina con la más austral sostiene que allí “el aliento de nuestra civilización se hace sentir decididamente, y sus altos fines no serán frustrados como en el norte, accesible a las razzias seculares de la vecindad. Ahí sólo hay indios que ya no estorban. ¡Y parece increíble que aquellos salvajes perjudiquen menos el progreso de nuestro país que estos cristianos!” ([1901] 1935: 89). Más adelante agrega: “Estos males de vecindad internacional deben concluir de una vez por todas. No es honor del país ni es estratégico mantener dilatadísima frontera desamparada cuando se está habilitado para defenderla” (Olascoaga, [1901] 1935: 93). La expansión territorial que significó la Conquista del Desierto trajo aparejada una nueva realidad geopolítica cuya resolución tenía claras implicancias internacionales. La frontera chileno-argentina era un foco estratégico que había que asegurar. Las incursiones indígenas y la presencia de asentamientos chilenos sobre territorios argentinos eran símbolo de una frontera móvil y difusa, a la vez que dejaban traslucir la debilidad, el abandono y el desconocimiento del gobierno argentino hacia sus propios territorios. Este desamparo en que, según Olascoaga, habían caído los nuevos territorios “no ha sido remediado hasta ahora por nuestro gobierno porque no es conocido en toda la extensión que debe determinar su importancia” ([1901] 1935: 18. Cursivas mías). Este pensamiento es la razón principal que lo impele a poner por escrito sus vastos conocimientos topográficos y a proponer proyectos de infraestructura: “El propósito principal que persigo en este trabajo es propender, con los datos topográficos que suministra, al fomento de la población regular en las haya hoy desamparadas comarcas -7-

andinas, donde, a la vez que se retarda lastimosamente un gran progreso (…) subsisten los peligros y los augurios siniestros que tal estado de abandono prepara.”([1901] 1935: 20. Cursivas mías). Más adelante también fundamenta del mismo modo: “Por el contexto de la descripción que he venido haciendo de esas regiones de faldas, se habrá comprendido la necesidad imperiosa de un ferrocarril…” ([1901] 1935: 127. Cursivas mías). Los conocimientos topográficos y las descripciones geográficas del territorio nacional eran, según Olascoaga, los insumos básicos de la legitimidad de las pretensiones territoriales a la vez que eran demandados a fin de realizar obras públicas de circulación. A su vez, este mecanismo de legitimar acciones políticas sobre conocimientos topográficos –y justificar el abandono por el desconocimiento- es causado por el ejercicio de una soberanía reprochable en términos territoriales. Para Olascoaga, la reivindicación de los territorios sobre los cuales marchó la expedición de 1879 despejó “la campaña del porvenir, y definió su suerte en la misma controversia internacional.” ([1901] 1935: 24). Olascoaga se lamenta: “No debimos detenernos en la consecución de los trabajos que eran el complemento obligado de la referida campaña. Debimos proceder inmediatamente a cubrir con población regular o con colonias militares la dilatada y rica faja de territorio andino que había sido guarida de indios y especuladores del pillaje anterior. Nuestras primeras vías férreas debieron lanzarse desde Mendoza a lo largo de las preciosas faldas, llevando, sin pérdida de tiempo aquellas ocupaciones que, no solo eran indispensables por razones de seguridad general, sino que eran llamadas a las tierras más generosas y a los más deliciosos climas que tiene nuestro país” ([1901] 1935: 126). ¿De Aguas perdidas a aguas recobradas? 23

Aguas perdidas. Saneamiento de terrenos. Indicaciones de canales navegables, es un folleto de 100 páginas sin divisiones internas, publicado en 1908. En primer término, detalla la cantidad y la calidad de recursos hídricos del país, luego denuncia el mal manejo que se hace de ellos, los males y perjuicios que acarrea su abandono 24. En segundo término, propone el saneamiento de lagos y la realización de canales navegables para facilitar la comunicación y recuperar suelos fértiles anegados. Si bien habla de varios ríos, hace

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hincapié en el tratamiento de la cuenca del Chadileuvu. Al final de la obra hay un mapa que representa como quedaría el canal proyectado (Figura 2).

Figura 2 Canal proyectado al oeste del Rio Desaguadero. Fuente: Aguas Perdidas

Para Olascoaga los cursos hídricos deben ser objeto de planificación y usarse apropiadamente como vías de comunicación, canales de riego y fuente de recursos y

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energía.25 Nuevamente, le atribuye al Gobierno la responsabilidad de actuar en favor del desarrollo territorial.

La cuestión del afianzamiento de las fronteras aparece con menos fuerza en este escrito. Sin embargo, la escasa referencia resulta ser de lo más elocuente: “muy poco se han interesado los gobiernos y para opinión en esa región del país. Nadie posee ni ha solicitado campos en ella, ni habría por ahora el más infeliz campesino que allí quisiera ubicarse. Es la que había dado paso hasta los tiempos más recientes a las invasiones de los indios que llegaban hasta la misma ciudad de San Luis [hasta que] los campos se pusieron intransitables hasta para los indios. Estaba ya entonces asegurada contra los malones por la defensa natural que oponía el aumento de pantanos salados extendidos por el Chadileuvu. Es una de las pocas veces en que la ruina trae la paz...” ([1908] 1935: 194. Cursivas mías). De nuevo recurre a justificar el abandono con el desconocimiento: “lo muy poco que se ha visitado o estudiado esos lugares en nuestro país, por lo mismo que se encuentran en regiones desamparadas, es la razón de que no nos preocupen.” ([1908] 1935: 159). Y más adelante agrega: “las líneas de nuestras fronteras internacionales se hallan totalmente descuidadas, porque están lejos” ([1908] 1935: 173). Asimismo, sigue pensando que “el canal debe ser construido y administrado invariablemente por el Gobierno, o, si se quiere, administrado por los gobiernos en las jurisdicciones territoriales respectivas que el canal cruce. Construido por el gobierno de la nación costaría la tercera parte: sería tarea del ejército”

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([1908] 1935: 200). En cuanto a la realización del canal y de los trabajos de

saneamiento en los poblamientos que este estimularía, presume que “no puede negarse la subsistencia del deber urgente de la Administración pública, a falta de empresas particulares, de atender siquiera con trabajos de sanidad pequeños núcleos de pobladores a los principales núcleos fluviales” ([1908] 1935: 146. Cursivas mías).

Olascoaga tenía bien claro el hecho de que el único responsable de establecer los límites de la nación y hacerse cargo del desarrollo territorial era el Estado, a costa de quedar en una posición vulnerable y susceptible a reclamos territoriales de naciones vecinas. Él ejemplifica este punto con el límite con Bolivia: “como el pacto de límites con - 10 -

el Paraguay y Bolivia establece el deslinde internacional en el curso del río Pilcomayo, el desvío de este río al sur en la dirección que se supone, dejaría discutible nuestro derecho territorial en unas ochocientas mil hectáreas de campo con frente al Paraguay y Paraná, si antes no se asegurase la estabilidad del límite sobre la línea virtual que señala hoy el río Pilcomayo” ([1908] 1935: 151. Cursivas mías). Más aún, Olascoaga se preocupa y se pregunta por la impresión que el comportamiento displicente del Gobierno puede causar en los propios ciudadanos argentinos: “¿Para quién trabajamos, pensará alguna vez, si nos hacemos ricos, y dejamos indefensa y despoblada toda la orla del país como asidero fácil y cómodo para la codicia exterior? ¿Si hasta el despoblado estimula la discusión de la soberanía entre los profesores de la conquista? ([1908] 1935: 180. Cursivas mías). La cuestión de la legitimidad territorial para Olascoaga atraviesa transversalmente la esfera pública nacional tanto como la internacional.

Como se aprecia, Olascoaga no se conformó con las campañas militares y científicas que comandó sino que dedicó buena parte de su vida a pensar en cómo legitimar las conquistas en beneficio de su patria. Para él, la ocupación de la Pampa y Río Negro definió la suerte de la controversia internacional pero no era suficiente, puesto que la región andina aún estaba en conflicto. Las riendas debían ser tomadas por el gobierno nacional, del cual el mismo Olascoaga fue funcionario varias veces.

CONCLUSIONES Durante este período las cuestiones de las fronteras y de la ocupación efectiva pasaron a ser centrales en la agenda gubernamental. En un primer momento, el relevamiento topográfico del territorio fue pensado en términos económicos, ideológicos y culturales. Se pensaba en ganar tierras fértiles y productivas, en triunfar en la lucha contra el indio, en civilizar, conquistar y colonizar. Con el advenimiento del temor al estallido de una guerra con Chile a raíz del litigio territorial, pasó a pensarse en términos de argumentación estratégica a fin de defender las pretensiones territoriales y exponer fehacientemente las razones por las cuales el gobierno nacional argentino reclamaba la

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soberanía sobre dichos territorios. En este sentido, las obras escritas por Manuel Olascoaga analizadas en este trabajo revisten una síntesis de estas cuestiones. Olascoaga puso el conocimiento topográfico que él mismo había relevado e informado al servicio de la construcción de una infraestructura que permita realizar y legitimar los reclamos soberanos sobre el territorio. En los trabajos analizados, el conocimiento topográfico era importante porque, en primer lugar, legitimaba la relación Estado-Nación/Territorio. En segundo lugar, era un conocimiento en demanda por ser un insumo básico para el desarrollo de obras de infraestructura. Por último, era importante porque en un contexto de conflicto internacional es necesario acreditar el conocimiento y la ocupación del territorio.

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En las últimas décadas se han revisado los usos de los términos “indio”, “indígena” y “aborigen” en orden de establecer con más claridad la distinción semántica. En las fuentes analizadas y en otras producciones de la época, las tres palabras eran utilizadas indistintamente para referirse a los habitantes del desierto, y también se utilizaba el adjetivo gentilicio correspondiente. En este trabajo se utilizarán estos términos indistintamente. 2

Usaremos la forma plural para referirnos a “la frontera” en sus múltiples acepciones. Es posible distinguir, en una primera instancia, entre la noción genérica de frontera como el límite, lineal y cartografiable, del control estatal sobre un espacio geográfico determinado, y el concepto de frontera como área territorial de encuentro con el otro por medio de intercambios comerciales y culturales, muchas veces marcados por prácticas de violencia (Lois, 2010a; Quijada, 2000; 2002). 3

El malón era una táctica militar muy arraigada en algunas culturas indígenas. Se trataba de un ataque rápido, que no daba tiempo a organizar una defensa, cuyo objetivo era saquear haciendas y tomar

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cautivos, en especial mujeres jóvenes. Era vista como una práctica no solo legítima sino necesaria para la reproducción de los valores de la sociedad indígena. Una ocasión que originaba hazañas, gloria, honor y renombre para sus protagonistas victoriosos. No se trataba de una reacción defensiva ante los “invasores blancos”, sino de una práctica cultural que no discriminaba a sus víctimas según la etnia a la que pertenecieran (Quijada, 2002). 4

Dicha expedición constó de tres columnas y llegó al Rio Negro con el objetivo de establecer allí la frontera, pero no tuvo éxito, y las regiones pampeana y andina continuaron bajo el dominio de los indios. Todo el período rosista es reconocido por llevar a cabo una política de acuerdos de paz con los indígenas. A este respecto véase Ratto, 2003. 5

La diferencia entre “frontera interior” y “frontera exterior” radica en la ocupación efectiva del territorio más que en la autenticidad de la pretensión soberana. La frontera exterior solía ser identificada con los limites heredados del Virreinato del Río de la Plata, enmarcando un vasto territorio que histórica y legítimamente pertenecía a la Nación Argentina pero que, a causa de los sucesivos procesos de formación de los distintos Estados-Nación, fue siendo “desmembrado”. La frontera interior era la que marcaba el alcance del poder estatal y la ocupación efectiva de territorios que eran argentinos pero que nunca habían sido ocupados, como el desierto patagónico o el chaqueño. (Lois, 2012, Quijada, 2002) 6

El plan de la Campaña consistía en hacer incursiones rápidas por el territorio ocupado parcialmente por los indios a fin de debilitarlos y, cuando se adquirió la certeza de haber escarmentado a los lanceros aborígenes, dio inicio, en gran escala, el avance del ejército por cinco vías distintas. 7

El Ejército Nacional, que protagonizó la Conquista del Desierto y otros enfrentamientos bélicos de escala nacional, estaba conformado por dos cuerpos entre los que se repartía el poder militar: la Guardia Nacional y el Ejército de Línea, aunque también había indios aliados que participaron en la campaña. La primera estaba conformada por las viejas milicias provinciales y se asociaba a la figura del ciudadano, quien tenía el derecho, el deber y el privilegio de portar armas y levantarse en defensa de su patria. Eran la soberanía popular en acto. El segundo, en cambio, gravitaba bajo la órbita del poder central, y se presumía como un cuerpo de soldados profesionales y pagos, frecuentemente asociados a la figura del mercenario. Si bien la convivencia era muy conflictiva y muchas veces se traslapaban sus funciones, ambos cuerpos conformaban el Ejército Nacinal. La Campaña fortaleció a la institución al permitir un “ejercito más centralizado, modernizado y disciplinado” a la vez que le otorgó gran visibilidad y prestigio como actor político. Para un análisis más detallado de la estructura militar, las reformas y su relación con la vida política así como su participación en los procesos de ocupación de la Pampa y la Patagonia véanse Sábato, 2010; De Privitellio, 2010; Fazio, 2005 y Ratto, 2010. 8

Luego de largos debates, en 1867 se promulgó la ley 215, que establecía el Rio Negro como frontera con el indio. Por diversas causas, el presupuesto para llevar a cabo esa empresa fue aprobado once años después, en 1878, cuando se promulgó la ley 947. Para un análisis detallado del tratamiento dado a estos asuntos en las sesiones del Congreso durante todos esos años véase Navarro Floria 2001, 2002. 9

Tanto en las fuentes como en obras historiográficas posteriores, la expresión “Conquista del Desierto” hace referencia tanto a la expedición militar de 1879 como al conjunto de campañas al desierto que tuvieron como objeto la lucha contra el indio y la expansión territorial del Estado Nacional. Para diferenciar estas acepciones, en este trabajo utilizaré el término “expedición” o “campaña” para referirme a los hechos de 1879, mientras que la expresión “Conquista del Desierto” o “la Conquista” hará referencia a la política de estado que configuró las prácticas territoriales durante todo aquel proceso. 10

A este respecto pueden consultarse Navarro Floria, 2004, 2007

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Debido a los métodos utilizados, algunos autores han valorado al conjunto de Campañas al Desierto como una práctica genocida. Sin embargo, aplicar el concepto de genocidio (elaborado en el marco del Derecho Internacional a mediados del siglo XX) a la Conquista del Desierto resulta en un análisis anacrónico. La utopía civilizatoria en la que creían quienes llevaron adelante la Conquista abrevaba en el sometimiento más que en la eliminación de una etnia, y fue una obra de carácter público. Por otra parte, la producción de saberes literarios y científicos, la cooperación e integración de criollos e indios y la

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implementación de políticas territoriales exceden a la práctica genocida (Torre, 2010). Para entrar en el debate, pueden consultarse las obras de David Viñas, 1982 y Delrio, Lenton y otros, 2010. 12

La autora también señala que “la frontera y el desierto -espacios productores y agentes, no inertes, en el proceso de construcción del estado nación- serán concebidos pura y exclusivamente como espacios salvajes, tal como habían sido presentados por las expediciones anteriores [a la de 1879]” (2010: 110). Citando a Botana, agrega que “el desierto traducía en clave literaria y política dos mitos renovados por el lenguaje del romanticismo: el mito de una geografía salvaje sin pueblos afincados y el mito de la barbarie” (Torre, 2010: 110, nota 141). 13

Guillaume Boccara sugiere hablar de “complejo fronterizo” en vez de “frontera” ya que, a fin de evitar el etnocentrismo, “se hace necesario restituir el conjunto de los puntos de vista y de los lugares a partir de los cuales se construye el actuar indígena” (2005: 41). Sostiene que fue “gracias a la combinación de actividades diversas (guerra, pillaje, diplomacia, comercio) en espacios fronterizos distintos que los indígenas logran mantener su soberanía y autonomía” y define al complejo fronterizo como amplias franjas caracterizadas por “la interpenetración de varios espacios políticos”, y la existencia de “varias fronteras y sus hinterlands” donde interactúan diversos actores (2005: 42, 46). 14

Nació en Mendoza, el 26 de octubre de 1835. Durante sus últimos años se retiró a su ciudad natal, Mendoza, donde falleció el 27 de junio de 1911. Para una visión biográfica más amplia y detallada véanse Bustos Dávila, 1974, Dragui, 1935, Lascaray 1935 y Minolfi, 1935. 15

Según Hilda Sábato, la mayor parte de los “jefes y oficiales tenían, además de su historia militar, actuación política y publica, como hombres de partido, legisladores y periodistas, entre otros. Por lo tanto, identificarlos –como se ha hecho con frecuencia- simplemente como “militares” puede dar lugar a confusiones y anacronismos” (2010: 88). En este sentido, Olascoaga no es la excepción. Como se verá, su carrera militar queda empequeñecida frente a otros rasgos de su vida pública y política como su estrecha amistad con Julio Roca, su vocación periodística, su labor científica o la variedad de cargos gubernamentales que ocupó. Para referirse a él se ha elegido el término “geógrafo” porque creemos que, en el imaginario colectivo, abarca ampliamente las funciones específicas desarrolladas por él al englobar prácticas como la cartografía, la exploración y el ordenamiento territorial. 16

Mucha de su experiencia en cuestiones del indio y la frontera había sido adquirida estando al servicio de esta nación, cuando participó en las campañas chilenas contra los araucanos entre 1869 y 1871 junto a Cornelio Saavedra –nieto del presidente de la Primera Junta de Gobierno. En 1868 elaboró un mapa de la República de Chile que, con la aprobación de Barros Arana, fue adoptado para uso oficial en colegios y escuelas. 17

En Topografía Andina, 22 años después de los sucesos de la Campaña, Olascoaga comenta: “El criterio predominante en nuestros centros, era el del avance paulatino, la morigeración piadosa, el socorro de alimentos, en la inteligencia de que los pobres salvajes y sus aliados robaban por hambre…Pero es una evidencia que la civilización transigente, delante de la barbarie o del abuso, nada edifica; al contrario, estimula la perversidad. (…) Así fue como la Republica Argentina demoró tanto en adoptar y poner en ejecución la forma de proceder que correspondía a su dignidad de país culto” ([1901]1935: 22). 18

El título completo del mapa es: “Plano del territorio de la Pampa y Río Negro y las once provincias chilenas que lo avencindan por el oeste. Comprende el trazo de la batida y exploración (sic) general hecha últimamente en el desierto hasta la ocupación definitiva y establecimiento de la línea militar del Río Negro y Neuquén por el Ejército Nacional a órdenes del Sr. Gral. D. Julio A. Roca. Construido en vista de planos, croquis parciales, itinerarios de los gefes (sic) de las divisiones y cuerpos espedicionarios (sic) de los injenieros (sic) militares que los acompañaron y según esploraciones (sic)y estudios propios por el Tte. Cnel. Manuel J. Olascoaga, Gefe (sic) de la Oficina Topográfica Militar.” Para un análisis detallado sobre este mapa y otros en circulación véase Lois 2007, 2010b. 19

La oficina estuvo funcionando desde 1879 hasta 1885. Sus objetivos eran: realizar trabajos trigonométricos, ““reunir bajo una dirección los trabajos geográficos, topográficos y cartográficos que hasta

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[entonces] se realizaban en forma aislada” (IGM, 1950:4), realizar dibujos de perfiles en los horizontes, investigar la historia natural de los territorios por sonde avanzaban las comisiones, y tomar notas para el diario general y los libros de contabilidad de la Comisión” (Lois y Mazzitelli Mastricchio, 2009: 64). 20

La Oficina Topográfica Militar fue absorbida por el Estado Mayor General del Ejército. Éste se organizó en VII secciones, de las cuales la IV era la sección de Ingenieros Militares, Topografía y Cartografía. La sección constaba de cinco subdivisiones: la Oficina Topográfica Militar; la Oficina de Fortificaciones Militares; la Oficina de Construcciones Militares; la Oficina de Puentes, Ferrocarriles y Telégrafos Militares y, por último, la Secretaría. Los organigramas de las instituciones militares continuaron reformándose como parte del proceso de modernización y consolidación nacional, lo cual también fue modificando las formas de relevar, conocer y representar el territorio. Al respecto véase Lois, 2004, Mazzitelli Mastricchio, 2008, y Lois y Mazzitelli Mastricchio, 2009. 21

En la bibliografía existente sobre la vida y obra de Olascoaga citada previamente no hay acuerdo sobre las fechas de publicación de estas obras. Algunos autores dicen que Topografía Andina fue publicada en 1892, otros en 1901. En el caso de Aguas Perdidas algunas de las fechas esbozadas son 1901, 1903 y 1909. Lo cierto es que en las mismas fuentes Olascoaga fecha sus escritos en 1901 y 1908 respectivamente, por lo que, en este trabajo, consideraré a tales años como fechas de publicación. 22

Basándose en los conocimientos topográficos adquiridos durante sus expediciones, Olascoaga sostenía que las cordilleras ofrecen un “camino oculto que una fuerza enemiga podría seguir desde, más o menos, la altura de Ñorquín hasta Mendoza, si el ferrocarril longitudinal no fomentase las poblaciones y no corriese allí para ejercer la vigilancia indispensable sobre ese peligro” ([1901] 1935: 129). 23

Al iniciar el folleto, Olascoaga aclara que “las aguas, precisamente, no se pierden; y si decimos así al verlas desaparecer de sus corrientes o vertederos normales es cuando evolucionan desordenadamente, empantanando los campos o soterrándose para hacerse sentir más dañina, siendo su acción más desastrosa en los terrenos de gran permeabilidad y fertilidad.” ([1908] 1935: 145). Esta pérdida no refiere a la cantidad de los recursos sino a su calidad. Recobrar esas aguas, o mejorar la gestión de los recursos hídricos es el objetivo de la propuesta de Olascoaga, aunque nunca se llevó a cabo. Al respecto de la viabilidad de los proyectos véase Cavallaro y Sanchez de Llinás, 1987. 24

Cuando refiere a los males y perjuicios, se refiere a la relación entre las ciénagas y pantanos abandonados por un lado, y los focos infecciosos y las plagas por el otro. 25

Es posible advertir cierto viraje en el pensamiento de Olascoaga con respecto al mejor modo de satisfacer las necesidades de la movilidad. Para él, es un derecho fundamental: “No es lícito negociar con los caminos que son de derecho universal, como no se puede negociar con la Justicia, con la Religión, con la Libertad” ([1908] 1935: 201) y si bien en un principio abogó por la construcción de ferrocarriles, luego la condena: “Nuestras administraciones modernas vieron la necesidad de dominar grandes distancias, y adoptaron los ferrocarriles. (…) Los ferrocarriles van a las ciudades, pero hacen puente sobre dilatadísimas extensiones de territorio útil, a donde no hay acceso posible para el labrador. (…) Si hubiéramos aceptado el sistema de viabilidad por canales tan prácticos en todo nuestro territorio por la abundancia de agua y la blandura del suelo, tendríamos hoy centuplicados la población, la seguridad nacional y el valor de la tierra en todas las distancias. ” ([1908] 1935: 153-4) 26

Es interesante el hecho de que no exponga la realización del proyecto del canal en términos políticos o científicos sino en términos militares. Evidentemente, los límites del carácter multiprofesional de los miembros del Ejército, y en tanto actores políticos, aun no estaban claramente definidos.

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