Manuel María Contreras. Breve biografía científica y educativa

July 22, 2017 | Autor: Mar Estrada | Categoría: History of Education, History of Science, History of civil engineering
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Descripción



López de Escalera, Juan, El Diccionario Biográfico y de Historia de México, Editorial del Magisterio, México, 1964.
El 12 de noviembre de 1901, meses antes de la muerte de Contreras, Eben Erskine Olcott, presidente del Instituto Americano de Ingenieros de Minas, de visita en México con ocasión de una importante excursión técnica, propuso que Manuel María Contreras fuera admitido como miembro honorario del Instituto, haciendo una excepción a su reglamento, en reconocimiento de sus méritos personales y de los servicios que había prestado a la juventud, a la minería y a la patria.
Discurso pronunciado por el Ingeniero Andrés Aldasoro en la velada que la Sociedad de Ingenieros y Arquitectos dedicó en el Salón de Actos de Minería, para honrar la memoria del distinguido Ingeniero de Minas D. Manuel María Contreras, en la noche del 22 de Abril de 1902. Anales de la Sociedad de Ingenieros y Arquitectos, México, 1903, pp 38-58.
Aldasoro, ibid.
Solana, Cardiel y Bolaños, coordinadores, Historia de la educación pública en México, Secretaría de Educación Pública y Fondo de Cultura Económica, México, 1981, p. 73.
En 1890, en el Diario Oficial del Supremo Gobierno de los Estados Unidos Mexicanos, Tomo XXII, Núm. 77 del lunes 31 de marzo de 1890, págs. 3-4, apareció un documento en donde, en base a la ley de 23 de mayo de 1888 "que tiene por principal objeto uniformar la enseñanza primaria y hacer efectivo el precepto que la declara obligatoria y gratuita", dispuso que se hiciera un estudio de la fundación e historia de la Compañía Lancasteriana, de donde resultaron las siguientes conclusiones: a) Aunque en su momento tuvo buenos resultados, el método ya no es compatible con "los métodos modernos, discutidos y aceptados en todos los pueblos cultos, como los más eficaces", b) Tienen pocos alumnos y c) Se cesa la compañía y se nacionalizan las escuelas. Deloya, Luz María y Calderón, Concepción, Maestros de primeras letras. Cien años de su formación. Estudio histórico pedagógico, Costa-Amic, México, D.F., 1987, pp. 22 y ss.
"Por lo que toca a los estudios impartidos en el antiguo colegio de Minas, sea el propio Barreda quien nos dé su punto de vista. Por su fundación y por los fondos que los sostenían era una institución retrógrada, de carácter teocrático y hereditario, en la práctica abierto sólo a los hijos de los mineros, "prueba inconcusa de la afinidad natural que existe entre la educación especialista desde su origen, y la institución teocrática de la herencia de los cargos y de las profesionales" en Gabino Barreda, "Instrucción pública", 1901, pp. 286-287. Citado por Alvarado, Lourdes, La polémica en torno a la idea de universidad, IISUE, UNAM, México, 2009 [1994], p. 87.
Aldasoro cuenta que cuando Contreras debía continuar sus estudios en la recién fundada Escuela Práctica de Minas y Metalurgia en Fresnillo, pensó en desistir para quedarse con su familia durante la fase terminal de la enfermedad de su padre, pero "El Sr. D. José María, profundamente conmovido por los nobles sentimientos de su hijo, consideró, con la rectitud de miras que le era habitual, los inconvenientes de ese sacrificio, que privaría a su familia de los abundantes recursos que pudiera proporcionarle en un futuro próximo, el útil Ingeniero de Minas", Aldasoro, op. cit.
Alvarado, op. cit., p. 24.
Azuela, Luz Fernanda, "La ciencia positiva en el silgo XIX Mexicano" en Ruiz, Argueta y Zamudio, coordinadores, Otras armas para la Independencia y la Revolución, Ciencias y humanidades en México, Fondo de Cultura Económica, México, 2010, p. 179.
Ibidem.
Anuarios del Colegio Nacional de Minería. 1845, 1848, 1859, 1863. Edición facsimilar con estudio preliminar de Clementina Díaz y de Ovando, Universidad Nacional Autónoma de México, México, 1994. Ver el Programa de Estudios de 1860 anexo.
Ibid, p. X.
Reseña del año escolar del 1859 Leída por el director D. Joaquín Velázquez de León, en la solemne distribución de premios del día 29 de noviembre, Ibid, sin paginación.
Ibid, p. XXXVII.
Aldasoro, Op. cit.
Ibidem.
González, Luis, "El liberalismo triunfante", en Historia general de México, Colmex, México, versión 2000, p. 664.
Ibid, p. 704.
Domínguez Martínez, José Raúl, Historia de la ingeniería civil en México 1900-1940, Tesis para optar por el grado de Doctor en Historia, Universidad Nacional Autónoma de México, México D.F., 2010, p. 318.
En los registros de asistencia de maestros de la Escuela Nacional Preparatoria que se conservan en el Archivo Histórico de la UNAM, constan la asistencia y puntualidad casi perfectas de Contreras a sus clases, excepto en caso de enfermedad, o como sucedía a menudo, faltas con previo aviso por ocupaciones oficiales.
Bazant, Milada, Historia de la educación durante el porfiriato, COLMEX, México, 1993, p. 17.
Actas de juntas habidas en esta Escuela por los CC Profesores en los años de 1868-1885. Libro núm 1 ENP 2.2.1/1288
"… en comprobación de esto", detalla Aldasoro, "nos bastará citar: el dictamen enviado al a Junta Directiva de Instrucción Pública por los notables profesores D. Manuel Fernández Leal, D. Rafael Angel de la Peña y D. Manuel Ramírez; y el hecho de haber obtenido medallas de plata en las últimas Exposiciones Internacionales de Paris y de Buffalo", Aldasoro, op cit.
López de Escalera, op. cit.
Solana, Cardiel y Bolaños, op. cit, pp. 67-68.
Deloya, Luz María y Calderón, Concepción, op. cit., pp. 53-54.
Oficio escrito por Joaquín Baranda el 31 de marzo de 1892. México, D.F, incluido en los "Oficios, informes y anexos enviados por Manuel María Contreras al secretario de Estado y del Despacho de Justicia e Instrucción Pública, sobre la Escuela Nacional de Ingenieros y la parte material del edificio, el orden en el establecimiento, el plan de estudios, los programas de los cursos y las proposiciones del director y los profesores (manuscritos, mecanoescritos, impreso)". Escuela Nacional de Ingenieros. Dirección, Informes y reglamentos. Caja 7, Exp. 10, fo. 105-398. 1892. Archivo Histórico de la UNAM. La especulación sobre el punto de vista de Del Castillo aquí presentada está reconstruida a partir de varios oficios que ahí se conservan, escritos por los diversos actores involucrados.
Anexos:
Resultado de los exámenes de la Escuela Nacional de Ingenieros, en los años de 1890-1891.
Dictamen que presenta a la Sociedad de Ingenieros y arquitectos, la Comisión nombrada al efecto, relativo a su proyecto de estudios preparatorios y profesionales para las diversas especialidades de la Ingeniería.
Programas de los cursos para el año escolar de 1891. (Libro editado por Fomento: Programas de los cursos para el año escolar de 1891. De las escuelas dependientes de la Secretaría de fomento. México. Oficina Tip. de la Secretaría de fomento. Calle de San Andrés número 15. 1891))
Reglamento de la Escuela Nacional de Ingenieros.
Reglamento interior de la Biblioteca de la Escuela Nacional de Ingenieros.
Reglamento interior de la Escuela Práctica de Minas de Pachuca.
Presupuesto de la Escuela Nacional de Ingenieros.
Expediente de las comunicaciones dirigidas al Director, Empleados y Profesores de la Escuela, y sus contestaciones originales.
Apuntes relativos al Instituto Geológico Nacional.

Justo Sierra, a cargo de la educación pública en el periodo siguiente al que aquí tratamos, fue un detractor del "cienticismo". "Las autoridades educativas a cuya cabeza estaba Sierra pusieron manos en el asunto, sobre todo a partir de 1902, cuando se creó el Consejo Superior de Educación Pública, se procuró que la instrucción profesional se redujera a las materias indispensables para cada carrera y que el tiempo de escolaridad fuese más breve. Se alivió la parte teórica y se aumentó la práctica…" Bazant, op. cit, p. 223. Sin embargo, Bazant es escéptica con respecto al logro de los objetivos de estas medidas, que Sierra consideró alcanzados.
Luis Gonzáez, op. cit, p. 686.
El Imparcial, 1 de abril de 1902.
El imparcial, 3 de abril de 1902.
El Imparcial, 22 de febrero de 1908.
Contreras perteneció a quince sociedades científicas y mutualistas, según Aldasoro.


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María del Mar Estrada Rebull
Historia de la Ciencia I
Enero de 2012

Manuel María Contreras. Breve biografía científica y educativa

El Ingeniero de Minas Manuel María Contreras (Ciudad de México, 1833-1902) fue plenamente porfiriano. Descolló en tres ámbitos muy propios del régimen: la función pública, el proyecto educativo encabezado por Barreda y, como ingeniero, en las filas de los "artífices de la modernidad" porfiriana en la minería y las obras públicas. El impresionante catálogo y nivel de sus actividades, y los honores inusitados que se le rindieron tras su muerte, contrastan con la falta de noticias suyas que parece haber en la historiografía, excepto menciones puntuales. Aparte de los célebres libros de texto de Contreras, es difícil dar con textos o discursos suyos. El Diccionario Biográfico y de Historia de México - una de las pocas fuentes que brindan algún detalle sobre su vida – afirma que Contreras "fue faro guiador de numerosas sociedades científicas de aquende y allende el Bravo; las sociedades Mexicana de Geografía y Estadística, la de Historia Natural, la Academia Mexicana de Ciencias, así como el Instituto Americano de Ingenieros de Minas, guardan en sus registros, como otras muchas, el nombre de Manuel María Contreras", y sin embargo, no parece haber publicado nada, por ejemplo, en el Boletín de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística.
Durante la velada con que la Sociedad de Ingenieros y Arquitectos honró la memoria de Contreras el 22 de Abril de 1902 poco después de su muerte; su amigo el Ingeniero Andrés Aldasoro le dedicó un discurso en el que ya advertía, a propósito de las obras del Desagüe del Valle de México, que Contreras, "Como en varios documentos, procuró con la modestia del verdadero mérito, ocultar la influencia que tuvo en la realización de esos grandiosos trabajos", por lo cual, en dicho discurso se da a la tarea de la "rectificación histórica" y presenta un detallado recuento de la vida y obra de Contreras. Ese discurso fue, de hecho, la mayor fuente de información que encontramos al respecto, y que nos ha servido de guía para articular esta breve biografía científica y educativa.
El Porfiriato ha sido etiquetado y a menudo estigmatizado historiográficamente, en los dos aspectos que aquí nos interesan – ciencia y educación – bajo la categoría general del positivismo, muchas veces asociado a los entrecomillados científicos que circundaron a Díaz en el poder. El relato de la vida de Manuel María Contreras nos dará ocasión para aclarar y matizar muchos de los supuestos que acompañan las etiquetas y los estigmas, por dos razones. La primera, porque al ser Contreras tan ajeno a la palestra y tan poco visitado por la historiografía, es más fácil considerar sus actividades desde una óptica descontaminada de ideologías e interpretaciones. La segunda razón es que, si bien gran parte de sus hazañas las realizó durante el Porfiriato, su formación científica, así como su consolidación profesional y pública, ya las había logrado antes de la llegada de Díaz a la presidencia. Esto nos permitirá una interesante visión que atiende a las continuidades, a pesar de las innegables novedades que el régimen porfirista trajo consigo en materia científica y educativa.
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La educación primaria de Manuel María Contreras estuvo a cargo del Colegio Científico Hispano-Mexicano. A decir de su amigo Aldasoro, el brillante joven Manuel María recibió "diversos premios de manos del Excelentísimo R. Gral. Don José María Tornel, en ese entonces Presidente de la Compañía Lancasteriana". Por entonces, la Compañía Lancasteriana gozaba del auspicio oficial para regentear escuelas. Décadas más tarde, bajo la ola renovadora de Barreda, el método lancasteriano se volvería epítome, junto con el método memorístico, de lo que había que eliminar. Durante el Segundo Congreso de Instrucción Pública (1890-1891), se dijo que debía desterrarse el método lancasteriano sustituyéndolo por el simultáneo, y "fue definida cuidadosamente la metodología, y se dio preferencia a los procedimientos inductivos y a los principios de la Enseñanza Objetiva". En 1890 se emitió el decreto por el cual se cesaba la Compañía y se nacionalizaban sus escuelas.
Cualesquiera que hayan sido los vicios de la educación lancasteriana mexicana de la primera mitad del siglo diecinueve, ésta bastó a alguien como Contreras – brillante y con una familia de clase media que valoraba el conocimiento – como preámbulo para entrar al Colegio de Minería en 1846, superando las dificultades que para ello experimentaban quienes no eran hijos de mineros (esta exclusividad contaba entre los imperdonables defectos de dicho Colegio a juicio de Barreda). Aún en tiempos difíciles, la familia Contreras privilegió que Manuel María concluyera ahí sus estudios, pues sabían de las prometedoras perspectivas económicas para un Ingeniero de Minas.
El Colegio de Minería era una institución de larga tradición: El Real Seminario de Minas (1972), su antecedente, fue una de las escuelas que sustituyeron a la Real y Pontificia Universidad de México. "Si bien en sus inicios la universidad pudo responder a los requerimientos de la sociedad que la sustentaba, poco a poco fue superada por otras instancias educativas, más abiertas a las nuevas corrientes de pensamiento que, como la Compañía de Jesús a partir del último tercio del siglo XVI y, al final del periodo colonial, la cátedra de anatomía práctica (1768), la Real Academia de San Carlos (1784), el Real Seminario de Minas (1792) y el Real Estudio Botánico (1799), la fueron suplantando en su función docente".
De forma más general, el Colegio de Minería era parte de una tradición de conocimiento empirista, secular y utilitario cuyo origen Luz Fernanda Azuela ubica en la Ilustración novohispana, desde el siglo dieciocho, mucho antes de que se institucionalizara la ciencia positivista a finales del diecinueve. Ya a mediados de siglo, a decir de Azuela, "el positivismo fue ganando adeptos en el ejercicio de la ciencia mexicana" . El Colegio de Minería relacionaba las ciencias básicas y su aplicación práctica, "impulsó la modernización de sus cátedras y el establecimiento de gabinetes de física, química y mineralogía. La investigación empírica que efectuaban catedráticos y alumnos quedó plasmada en numerosos artículos científicos, así como en los registros de sus respectivos observatorios".
En los anuarios del Colegio de Minería, figuran algunas de las disertaciones que los profesores tenían que hacer cada seis meses. Según José Manuel Covarrubias Solís, autor de la presentación al volumen, en esas disertaciones "se puede conocer por una parte la erudición de los profesores y el grado de actualización en su materia, constatando por otra parte, cómo se encontraban al tanto de los avances de su disciplina por su estrecha comunicación, principalmente con sus colegas de Europa", aunque para el gusto de Don Antonio del Castillo en 1848 muchas de ellas ya habían decaído; resultaban más literarias que científicas. Más adelante Del Castillo reaparecerá en este recuento de la vida de Contreras.
Los altos estándares del Colegio salen a relucir en muchos detalles que los anuarios revelan, como la decisión, en 1858, de haber obligatorios los cursos preparatorios, ante el problema de la mala preparación de los estudiantes de nuevo ingreso. Existía una autoconciencia, por parte de estos educadores de ingenieros, de estar aportando algo único y necesario; de ser "el primer centro radiante para las ciencias exactas y las de observación en nuestro país, saliendo de aquí y propagándose los conocimientos en Matemáticas, Física esperimental, Química, Mineralogía, Metalurgia y otros que hoy se aplican en diversas instituciones de esta capital, y de fuera, á tantos objetos de utilidad general", y por otro lado, de contribuir al mejoramiento de las prácticas de minería tan cruciales en la generación de riqueza del país y del gobierno – y por ello el gobierno, a su vez, debía auspiciar las actividades del Colegio. Contra la práctica "empírica" de la minería, el gobierno tenía que hacer su parte al exigir el cumplimiento de las ordenanzas del ramo, y el Colegio, la suya de preparar a los profesionales. Como veremos más adelante, Contreras hizo suyos estos ideales. La vocación utilitaria del Colegio, en términos pedagógicos, se traducía en una preocupación por enfatizar la parte práctica de la enseñanza como requisito para formar verdaderos ingenieros de minas. Es lógico suponer que Contreras adoptara esta visión de su alma mater, sin necesidad de esperar a que el positivismo oficial se la prescribiera para su labor educadora.
Así parece indicarlo la descripción que Aldasoro hace del periodo práctico de su aprendizaje:
En los dos años de práctica de Metalurgia, Explotación de Minas y Mecánica, redobló sus esfuerzos para aplicar sus conocimientos al arte del laboreo de minas, sobrepasando los deseos de sus profesores y demostrando que su espíritu cultivado poseía ese instrumento poderoso para juzgar y resolver las dificultades de la vida, que se llama los "métodos científicos". Así se dedicó en los ratos perdidos a determinar la potencia necesaria en los aparatos de molienda y sus rendimientos, a estudiar las condiciones económicas de la concentración de minerales y al levantamiento del plano minero de los distritos de Plateros y del Fresnillo, estudios que comprobaron su competencia, le hicieron acreedor a honrosos certificados y demostraban desde luego que reunía las condiciones necesarias para llevar a la práctica, con buen éxito, las aplicaciones de los principios científicos.
El desempeño de Contreras en este periodo le valió no solamente ser aprobado por unanimidad como Ingeniero de Minas y Metalurgista en 1856, a sus 23 años, sino también recibir ofertas de trabajo tanto en la iniciativa privada como en el ámbito público. Ese mismo año se convirtió en Interventor de la Compañía de Real del Monte – a la cual seguiría asesorando hasta su muerte –, y poco después Inspector de las minas de Santa Inés, Director de la Mina de Negrilla, la de Guadalupe y la Hacienda de Beneficio "La Purísima grande". Fue Diputado de Minería en Pachuca.
La experiencia de su siguiente periodo, de 1862 a 1864, como director de la Negociación de los herederos de Don Juan de Dios Pérez Gálvez en Guanajuato (donde también fue Diputado de Minería), es testimonio de la insuficiente inversión en minería antes de la década de 1880: Contreras terminó aconsejando paralizar las obras por ese motivo, pues consideró imposible seguir explotando unas minas arruinadas sin mayores inversiones. Después, ya establecido en Loreto como Ingeniero metalurgista de la Compañía de Real del Monte, siguiendo la línea aprendida en su Colegio, se dio a la tarea de sustituir "las reglas empíricas de los azogueros, para marcar el avance y término conveniente de la amalgamación, por los procedimientos científicos de los ensayes de pella y de residuos que dan bases precisas para juzgar esos fenómenos". A través de los años Contreras se dio de topes al intentar cuidar los intereses de la Compañía de Real del Monte, que a menudo desperdiciaba sus recursos porque sus dueños solían guiarse por la avaricia, por el "empirismo más grosero" y por la ignorancia, a decir de Aldasoro.
El panorama minero cambiaría en la década de 1880, con inversiones extranjeras; con producción creciente de cobre, carbón – metales industriales para uso externo y cuyo valor aumentaba; con mayor uso de máquinas de vapor y abandono paulatino de los hornos castellanos. En ese contexto, Manuel María Contreras participó en la elaboración del Código de Minería – parte de la ola de regulaciones legales que se dieron en el Porfiriato. Aldasoro explica que "por renuncia y ausencias de varios miembros de esta Comisión [encargada de elaborar el Código] se puede considerar, en justicia, que la mayor parte del proyecto que formó la ley de 22 de Noviembre de 1884 y su reglamento respectivo fueron obras del Sr. Contreras". También participó, junto con Aldasoro, en un estudio que el gobierno les encargara sobre los efectos que produciría la depreciación de la plata – llegaron a la conclusión de que, a pesar de la depreciación, mantener la industria platera en marcha traería beneficios económicos en otros rubros.
Culminaremos este recuento de las labores públicas e ingenieriles de Contreras refiriéndonos a las obras del Desagüe del Valle de México, que nuestro personaje impulsó y tuteló hasta su culminación en 1900, ya cerca del final de su vida, – técnica, política y presupuestalmente – siendo Regidor de Obras Públicas del Distrito Federal, y después Presidente del Ayuntamiento. Según Luis González, la importancia del desagüe radicó en "acoquetar" la ciudad, objeto y centro de todos los mimos y maravillas. Para González, las obras del desagüe son una instancia de que, durante el Porfiriato, el progreso material únicamente fue visible en las ciudades. Para Contreras, sin embargo, su sentido iba mucho más allá de eso. El 25 de abril de 1900, en un homenaje que la Asociación de Ingenieros y Arquitectos hizo a Luis Espinosa, dijo que con el desagüe terminaban
las molestias y los perjuicios ocasionados por las inundaciones, que fue el anhelo de nuestros antepasados; es la base de diversas mejoras sobre irrigación y canalización que sucesivamente irán realizándose con notable provecho, y es el cimiento de la obra de Saneamiento de la Ciudad de México, coronación de la del Desagüe del Valle, y la cual ya está ejecutándose bajo la dirección y conforme al proyecto formado por mi distinguido discípulo el Sr. Igeniero D. Roberto Gayol.
Como decíamos al principio, Manuel María Contreras alternó durante su vida la función pública, el ejercicio ingenieril y con la empresa educadora. Así como el Porfiriato fue un periodo de institucionalización de las ciencias, también fue un período de institucionalización y conceptualización de la educación pública, si bien su implementación sólo alcanzó entonces a una minoría. "La era de paz permitió que un verdadero fervor educativo invadiera lo mismo a intelectuales y "científicos" que a pedagogos y maestros. En los diferentes campos de acción, en el periódico, en la tribuna parlamentaria, en el puesto público, en la escuela directamente con maestros, todos se comprometieron para construir la educación nacional".
La legislación de 1867, todavía con Juárez en poder, fue emblemática y fundacional para el periodo de educación positivista a cargo de Barreda, como emblemático fue el inicio de operaciones de la Escuela Nacional Preparatoria en 1868. Contreras estuvo presente en ese inicio: desde un principio enseñó matemáticas, "eligiéndose por una junta de los profesores científicos de esta Escuela a aquel que de entre ellos debe desempeñar este encargo" según lo estipulaba el reglamento interno. El acta de su designación detalla: "Se procedió inmediatamente a la votación por medio de cédula, y resultaron cuatro votos en favor del C. Chavero y cuatro por el Señor Contreras, por cuya razón se repitió la votación, y obtuvo tres votos el C. Chavero y cinco el C. Contreras, quien quedó nombrado como profesor de 1er curso de Matemáticas…".
Pareciera inaugurada una rivalidad entre Chavero y Contreras reflejada en las recurrentes discusiones sobre la conveniencia del libro de texto de uno o de otro autor, que constan en actas y folletos de la Escuela Nacional Preparatoria, incluso tras haber dejado Contreras el plantel. El asunto de los libros de texto no era menor: recordemos que la decisión de Porfirio Díaz de cambiar el libro de texto de Lógica de Bain por el de Tiberghien en 1880 representó un verdadero golpe al positivismo y desencadenó álgida polémica. Pero si en efecto algo se jugaba entre Chavero y Contreras en del destino de sus respectivos textos, parece claro que Contreras llevaría la victoria: sus tratados de Aritmética, Álgebra, Geometría y Trigonometría fueron "declarados como libros de texto en casi todos los Estados de la República, y el gran consumo que tienen ha hecho que los dos primeros alcancen ya la novena edición, y el tercero la séptima y el cuarto la sexta. Sus condiciones como obras didácticas han sido juzgadas favorablemente por personas peritas, tanto en nuestro país como en el extranjero". Todavía en 1964, el Diccionario Biográfico y de Historia de México afirmaba que los libros de texto de Contreras "no han sido igualados y menos superados; su aritmética, su álgebra, su geometría y su trigonometría, los que son consultados hasta nuestros días". Contreras también fungió como profesor de Física Experimental en la ENP a partir de 1874, y además daba conferencias dominicales de divulgación sobre este tema.
La ENP, aunque emblemática de la educación positivista, fue un caso excepcional dentro de la de por sí excepcional (por su limitado alcance respecto a la población general) educación pública del periodo. Algunos de los pilares del proyecto educativo positivista más global, que informan nuestra idea de educación pública hasta hoy, quedaron consensados y plasmados en el Primer y Segundo Congreso de Instrucción Pública (1889-1891): "Es posible y conveniente un sistema nacional de educación popular, teniendo por principio la uniformidad de la instrucción primaria obligatoria, gratuita y laica". Los congresistas dispusieron que la educación científica formara parte de la educación primaria en todas sus modalidades, incluyendo educación rural y educación para adultos. Esta educación científica no tenía la intención de ser propedéutico para futuros profesionistas y científicos – eso correspondería a las escuelas preparatorias y a las superiores – sino que se consideró parte de la formación integral de cualquier ciudadano.
La creencia en una ciencia para todos se reflejó también en los proyectos para la formación de maestros de primaria, como veremos enseguida. El magisterio fue otro de los gremios que se nacionalizó y reguló durante el Porfiriato. Ya veíamos que en 1900 se le dio la estocada final a la Compañía Lancasteriana, y fue en 1885 cuando Altamirano proyectó la Escuela Normal para Profesores y se emitió el decreto de su creación. Las escuelas normales primarias habrían de perfeccionar la instrucción de los futuros maestros y capacitarlos en el arte de educar, y para lograrlo "se les enseñarán con más amplitud que en las escuelas primarias superiores; pero con métodos íntimamente relacionados a los de las escuela primarias, elementos de: lengua nacional, aritmética, geometría, física, química y mineralogía, botánica práctica y cultivo de plantas, zoología anatomía y fisiología humanas y principios de higiene, geografía y cosmografía, historia patria e historia general, solfeo (…) álgebra hasta ecuaciones de segundo grado, lógica, moral, obras maestras de la literatura, música…".
Tal como había sucedido con la Escuela Nacional Preparatoria, la Escuela Normal para Profesores fue un proyecto pionero, replicable, modelo, que contó con una planilla docente ilustre – comenzando por el mismo Ignacio Manuel Altamirano. Así, Contreras fue solicitado para enseñar en ella, desde su fundación en 1887, Aritmética, Álgebra, Geometría, y Elementos de Mecánica; y también ocupó varias veces la dirección en periodos de ausencia de Altamirano.
***
En 1892, cuando Contreras era Presidente del Ayuntamiento de la Ciudad de México, y a su probada competencia como Ingeniero de Minas sumaba la amplia y variada experiencia como pedagogo, fue nombrado en comisión por Joaquín Baranda, ministro de Justicia e Instrucción Pública, "para que practique una visita a la Escuela Nacional de Ingenieros, informe acerca del estado que guarda y proponga las reformas que juzgue necesarias, a fin de organizar dicha Escuela de la manera más conveniente y en armonía con los progresos de la ciencia, en un ramo que tanto afecta a la prosperidad del país".
Contreras inmediatamente acepta la misión, y cita al entonces director de la Escuela, su antiguo maestro Antonio del Castillo, para el día siguiente a las 9 de la mañana. Del Castillo, aunque manifiesta estar contento con la comisión encargada a su exalumno, debió sentir una invasión a sus dominios: el citatorio de Contreras le llegó antes que la notificación por parte del Ministerio. Además, el propio Del Castillo ya había entregado un paquete de sus propias propuestas al Ministerio, que éste no sólo ignoró, sino que Del Castillo tuvo que insistir para que lo hicieran llegar a Contreras. El informe que termina entregando Contreras meses después incluye, efectivamente, respuesta a las propuestas del director – respuesta más bien negativa, lo cual no cayó en gracia a este último, como veremos.
El informe de Contreras, disponible en microfilm en el expediente de la ENI del Archivo Histórico de la UNAM, constituye un documento muy rico en información. Los puntos que abarca son: I. Parte material del edificio, II. Orden del Establecimiento, III Plan de estudios, IV Programa de los cursos, V Proposiciones del Director y VI Proposiciones de los profesores; además de una serie de interesantes anexos. Por si fuera poco, el informe de Contreras está lleno de notas manuscritas por Del Castillo al margen, como veremos enseguida.
Una buena parte de las recomendaciones de Contreras tiene que ver con reducir y simplificar los programas, con restar todo lo teórico que no fuera indispensable para el ejercicio práctico de las respectivas profesiones, con atender a la especialización diferenciada de Ingenieros Industriales, en Construcción, en Minas, etcétera. El objetivo es que el alumno "pueda hacerse especialista en poco tiempo y relativamente con facilidad; pero procurando formar hombres prácticos en la especialidad que hayan escogido, con provecho propio, y con utilidad del país". Así, Contreras no tiene empacho en recomendar dejar de lado cursos de matemáticas superiores y mecánica analítica, en favor de más mecánica aplicada e industrial. Enfatizar la práctica es, además, el remedio para devolver su atractivo a carreras que, a juzgar por el bajo número de alumnos examinados (y seguramente debido a su excesiva carga teórica, científica, meramente especulativa) habían perdido su aliciente, como las de Mecánica Industrial y Química Industrial.
Para cada carrera, Contreras especifica la manera de aumentar y mejorar la parte práctica. En el caso de su propia carrera, recomienda "Hacer que los ingenieros de minas bajen a éstas y practiquen en las vacaciones, desde el segundo año de sus estudios profesionales; pues siendo el ejercicio de esta carrera demasiado rudo, y exigiendo que el Ingeniero tenga buena salud y otras cualidades físicas, es conveniente que desde el principio el alumno conozca si es o no apto para ejercerla; y en caso de serlo, que en el periodo de la juventud ejercite y mejore las facultades que necesita tener".
Con todo esto, Del Castillo está de acuerdo, a juzgar por sus notas al margen. Son recomendaciones en la línea de la tradición utilitarista ya presente desde mucho antes en el Colegio de Minería, como veíamos. El esfuerzo por aumentar la práctica y aligerar la teoría fue generalizado en el pensamiento pedagógico de la época. Provocó de hecho críticas sostenidas a la Escuela Nacional Preparatoria. (Resulta interesante que semejante crítica de espíritu práctico se hiciera oír por encima de otro precepto positivista, más dogmático, que recetaba el aprendizaje de las diferentes ciencias, a profundidad y en un orden determinado, simplemente para la formación general de las personas).
A diferencia de lo que sucedió con este tipo de recomendaciones del informe de Contreras, Del Castillo se molestó con otras que se referían más a la organización interna de la escuela (al margen anotaba: "no sabe lo que dice"). En otro lugar, anota que el nepotismo existente en la Escuela resulta en la anomalía de que "en los exámenes profesionales sirven los jurados, que van a dar el título, que ellos no tienen", lo cual Contreras no podía saber a partir de unas simples visitas y entrevistas. Le molestó sobre todo a Del Castillo la reacción de Contreras ante algunas de las propuestas que había sometido al Ministerio. Por ejemplo, Del Castillo proponía subdividir el curso de Mineralogía en tres clases, con sus respectivos profesores: Mineralogía, Geología y Paleontología. Ante la respuesta de Contreras en el sentido de que eso dificultaría aún más la carrera de Ingeniero de Minas, Del Castillo se queja en sus notas: "En todas las escuelas análogas de Europa estas tres ciencias se dan en cursos separados…"
También resultan interesantes algunas de las consideraciones presentes en la sección de propuestas de los profesores. Por poner sólo un ejemplo: "El Profesor de Matemáticas Superiores, tomando en consideración los conocimientos que han adquirido los alumnos en la Escuela Nacional Preparatoria, y los que necesitan para hacer los cursos de Mecánica Analítica, Topografía y Cálculo de Probabilidades, propone suprimir el estudio de las propiedades de la elipse, de la hipérbola y de la parábola, así como el de las ecuaciones de las curvas de segundo grado referentes a coordenadas polares, y que se aumente el estudio de los cinco puntos que marca en su comunicación de 29 de Octubre". Contreras aprueba la propuesta, y no debe haberlo hecho sin cierto orgullo de que su cátedra de matemáticas en la EPN siguiera brindando a los alumnos buena formación de tan alto nivel.
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Manuel María Contreras murió de enfermedad el 29 de marzo de 1902, a la edad de 69 años, siendo Senador segundo propietario por el Estado de Tlaxcala. La edad promedio de ministros, senadores y gobernadores era, justamente, de 70 años: Contreras perteneció a una clase gobernante añejamente porfirista, y murió antes de que empezara a cuestionarse el régimen. Murió, entonces, tras una vida plenamente realizada y brillante en el marco de las instituciones y los proyectos porfirianos, por lo cual mereció el reconocimiento y la estima de cuantos los compartieron con él. El Imparcial, diario oficial, fue generoso en homenajes y en notas sobre homenajes a Contreras, tanto a su muerte en 1902, como en 1908, a la develación del monumento erigido en su honor.
El mismo diario reportó que la Cámara de Senadores suspendió la sesión en su honor al lunes siguiente de su muerte, tras acordar que se le levantaría el mencionado monumento. Una semana después, la Sociedad Alzate tuvo una sesión para honrar su memoria, con un elogio fúnebre a cargo del Ingeniero Geógrafo Joaquín Mendizábal Tamborrell, y la presentación de algunos trabajos mineros de Contreras a cargo del Ingeniero S. Ramírez. La Asociación de Ingenieros y Arquitectos, por su parte, tuvo una solemnísima velada el 22 de abril, en el emblemático Salón de Actos de Minería, con discursos (entre los cuales está el del Ingeniero Andrés Aldasoro ya citado en este trabajo), música y hasta una poesía de Juan de Dios Peza que exalta la faceta de Contreras como maestro. Los Anales de 1903 de dicha Asociación dedican casi 40 páginas a registrar la velada, y la Secretaría de Fomento hizo su propia edición del mismo contenido en 1902. Leopoldo Salazar, en los Anales de 1903, aclara que la Asociación de Ingenieros y Arquitectos suele ser parca en ese tipo de manifestaciones, y que hacía trece años, cuando había muerto Díaz Covarrubias, que no se celebraba una velada fúnebre.
Seis años después, el Imparcial cubrió a profundidad el evento en que se develó el monumento a Contreras y enumeró el impresionante abanico de personas, asociaciones y instituciones – educativas, científicas y gubernamentales – que una vez más acudían a rendirle homenaje.
Finalmente, parece tener sentido que la vida y obra de Manuel María Contreras haya sido conocida, comprendida y apreciada en su propia época y su propio contexto; y no tanto en épocas posteriores – y no sólo por su modestia. Pocos años después de su muerte advendrían la Revolución y los gobiernos revolucionarios, que buscarían nuevas instauraciones nacionales lejos de la dictadura porfirista. Vendría también una historiografía crítica que señalaría que los proyectos educativos y científicos del régimen, a pesar de la excelencia que hubieran podido lograr, habrían tenido un carácter minoritario, urbano, elitista, con pretensiones homogeneizantes; limitadas e inadecuadas en un país tan grande, tan diverso y tan pobre, que las mayorías no participaron de lo que unos pocos, desde el centro, calificaban como progreso.
Lo que sorprende en el examen directo de esos proyectos porfirianos, en que se hizo un esfuerzo por regular, institucionalizar y generalizar la educación y la ciencia (no con ideas enteramente nuevas, sino a partir de una tradición existente); es la semejanza con la forma en que hoy, en otro orden y en otro siglo, seguimos pensando dichas empresas. Si la visión oficial de la cultura, de la educación y de la ciencia durante el Porfiriato fue inadecuada para el México de entonces; en parte tendría que admirarnos su pervivencia y pertinencia relativa a través de las crisis y los cambios; y en parte, tendría que preocuparnos lo poco que nuestra imaginación ha aportado a dicha a visión a la luz de nuevas realidades, necesidades y sensibilidades.










Bibliografía

Fuentes primarias
Anales de la Sociedad de Ingenieros y Arquitectos, México, 1903. Consultados en microfilm en la Hemeroteca Nacional.
Anuarios del Colegio Nacional de Minería. 1845, 1848, 1859, 1863. Edición facsimilar con estudio preliminar de Clementina Díaz y de Ovando, Universidad Nacional Autónoma de México, México, 1994.
El Imparcial, Periódico.
Escuela Nacional de Ingenieros. Dirección, Informes y reglamentos. Archivo Histórico de la UNAM.
Escuela Nacional Preparatoria. Actas de juntas habidas en esta Escuela por los CC Profesores en los años de 1868-1885. Libro núm 1 Escuela Nacional Preparatoria 2.2.1/1288. Archivo Histórico de la UNAM.
Fuentes secundarias
Alvarado, Lourdes, La polémica en torno a la idea de universidad, IISUE, UNAM, México, 2009 [1994].
Bazant, Milada, Historia de la educación durante el porfiriato, COLMEX, México, 1993.
Deloya, Luz María y Calderón, Concepción, Maestros de primeras letras. Cien años de su formación. Estudio histórico pedagógico, Costa-Amic, México, D.F., 1987.
Domínguez Martínez, José Raúl, Historia de la ingeniería civil en México 1900-1940, Tesis para optar por el grado de Doctor en Historia, Universidad Nacional Autónoma de México, México D.F., 2010.
Historia general de México, Colmex, México, versión 2000.
López de Escalera, Juan, El Diccionario Biográfico y de Historia de México, Editorial del Magisterio, México, 1964.
Ruiz, Argueta y Zamudio, coordinadores, Otras armas para la Independencia y la Revolución, Ciencias y humanidades en México, Fondo de Cultura Económica, México, 2010.
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