M. Hernando Bollaín, «Catilina: un nuevo enfoque», TEMPVS 39 (2016) 45-55

May 26, 2017 | Autor: T. Ediciones Clás... | Categoría: Greek Literature, Latin Literature, Roman History, Ancient Greek Literature
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Descripción

TEMPVS Revista de actualización científica sobre el Mundo Clásico en España

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TEMPVS Revista de actualización científica sobre el Mundo Clásico en España Directores Antonio Alvar Ezquerra (Universidad de Alcalá) Alfonso Martínez Díez (Universidad Complutense de Madrid) Domingo Plácido Suárez (Universidad Complutense de Madrid) Secretario Antonio López Fonseca (Universidad Complutense de Madrid) Consejo de Redacción Andrés Espinosa Alarcón • Dimitris Filippís • Juan Luis Posadas • José María Requejo Prieto • José Manuel Ruiz Vila • Ramon Torné Teixidó • Javier Viana Reboiro Comité científico Jaime Alvar Ezquerra (Universidad Carlos III de Madrid) Pedro Bádenas de la Peña (CSIC) José Joaquín Caerols Pérez (Universidad Complutense de Madrid) Rodolfo Cardona (Universidad de Boston) Vicente Cristóbal López (Universidad Complutense de Madrid) Luis Alberto de Cuenca Prado (CSIC) Benjamín García-Hernández (Universidad Autónoma de Madrid) Tomás González Rolán (Universidad Complutense de Madrid) Antonio Guzmán Guerra (Universidad Complutense de Madrid) Juan Antonio López Férez (UNED) Santiago López Moreda (Universidad de Cáceres) Jesús Luque Moreno (Universidad de Granada) Marcos Martínez Hernández (Universidad Complutense de Madrid) Julia Mendoza Tuñón (Universidad Complutense de Madrid) Efthimía Pandís Pavlakis (Universidad de Atenas) Aurelio Pérez Jiménez (Universidad de Málaga) Luis Miguel Pino Campos (Universidad de La Laguna) Alberto Prieto Aciniega (Universidad Autónoma de Barcelona) Ángel Sánchez de la Torre (Universidad Complutense de Madrid) Germán Santana Henríquez (Universidad de Las Palmas de Gran Canaria) Liliana Weinberg (Universidad Autónoma de México) Fernando Wulff Alonso (Universidad de Málaga) Antony N. Zahareas (Universidad de Minnesota) © Ediciones Clásicas S. A. y los autores San Máximo 31 28041 Madrid www.edicionesclasicas.com e-mail: [email protected] ISSN 1132-0958 Depósito legal M-2711-1992 Imprime Cimapress

Índice Actualización científica ..................................................................... 5 Nuevas perspectivas sobre el hexámetro dactílico Alejandro ABRITTA ........................................................................ 7 Reseñas bibliográficas ..................................................................... 29 Ángel CARLOS PÉREZ AGUAYO, “Apolo recupera su voz” (M. SCOTT, Delfos. Historia del centro del mundo antiguo (Trad. de Francisco García Lorenzana) ..................................................................................... 31 María Antonia HERNANDO BOLLAÍN, “Catilina: un nuevo enfoque” (Juan José FERRER MAESTRO, Catilina: desigualdad y revolución) 45 Javier VIANA REBOIRO, “Nuevas versiones castellanas de Galeno” (GALENO, Sobre los pulsos para los principiantes, Sobre la utilidad de los pulsos, Estudios introductorios, traducciones, notas e índices de Luis Miguel Pino Campos; GALENO, Arte médica, Introducción, traducción, notas e índices de Pascual Espinosa Espinosa; GALENO, Sobre las facultades de los alimentos, Introducción, traducción, notas e índices de María Joana Zaragoza Gras) ................................... 56 Esteban BÉRCHEZ CASTAÑO, “Reflexiones sobre la religión romana para la actualidad” (Maurizio BETTINI, Elogio del politeísmo. Lo que podemos aprender hoy de las religiones antiguas) ..................... 61 Ángel CARLOS PÉREZ-AGUAYO, “Tú, Roma” (PILAR GONÁLEZ SERRANO, Roma. La ciudad del Tíber) ........................................... 73 María Antonia HERNANDO BOLLAÍN, “Audaces Fortuna Iuvat” (Toni BATLLORI, Pere LED, Josep Manuel UDINA, Hic et nunc. Aquí y ahora... seguimos hablando latín) ........................................ 87 Novedades bibliográficas españolas (coord. J.M. RUIZ VILA) ..... 97 Filología Griega ........................................................................... 99 Ediciones y traducciones ........................................................... 99 Estudios .................................................................................... 102 Obras colectivas ....................................................................... 108 Bizancio .................................................................................... 108 Novedades significativas ......................................................... 109 Filología Latina .......................................................................... 110 Ediciones y traducciones ......................................................... 110 Estudios .................................................................................... 113 Obras colectivas ....................................................................... 115 Edad Media .............................................................................. 116 Humanismo y Renacimiento ................................................... 119

Novedades significativas ......................................................... Historia Antigua y Arqueología ............................................. Historia de Grecia .................................................................... Historia de Roma ..................................................................... Península Ibérica ..................................................................... Religión ..................................................................................... Novedades significativas ......................................................... Otras novedades bibliográficas españolas ..........................

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Revista de revistas españolas (coord. A. LÓPEZ FONSECA) .......... 135 Revistas despojadas ...................................................................... 1. Generalia ................................................................................... 2. Autores y textos ......................................................................... 3. Literatura (historia literaria, teoría y análisis, géneros) ........ 4. Lingüística. Métrica .................................................................. 5. Transmisión de los textos (paleografía, codicología, historia del libro manuscrito y bibliotecas, crítica textual) .................. 6. Epigrafía. Papirología. Numismática. Arte y arqueología ...... 7. Historia, geografía y civilización .............................................. 8. Mitología y religión ................................................................... 9. Filosofía. Ciencias y técnicas. Derecho .................................... 10. Edad media. Bizancio. Humanismo y Renacimiento ............ 11. Pervivencia del mundo clásico ................................................ 12. Estudios clásicos. Metodología y enseñanza de las lenguas clásicas .....................................................................................

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Hoja de suscripción ........................................................................ 159

CATILINA: UN NUEVO ENFOQUE Juan José FERRER MAESTRO, Catilina: desigualdad y revolución, Madrid, Alianza Editorial, 2015, 320 pp. Si es ya un lugar común que cada generación debe traducir a los clásicos a su manera, no lo es menos que también debe leer la historia antigua a su manera. Por este motivo, y a modo de ejemplo, son igualmente necesarias la traducción de Catulo que realizó Joan Petit y la de Joan Manuel Rodríguez Tobal, de tal manera que fue posible dar voz al poeta veronés en el lenguaje de dos generaciones del pasado siglo cuya actitud ante la lectura era considerablemente distinta. Igualmente, pues, se hace necesaria la revisión que en Catilina: desigualdad y revolución hace el catedrático Juan José Ferrer Maestro de un momento de la historia tan asentado en el imaginario clásico como es la conjuración de Catilina, no sin asumir el riesgo de cuestionar relatos prácticamente fosilizados en nuestra tradición. Ya se sabe, en fin, que en muchos casos la historia antigua no consiste sino en el consenso de los propios historiadores. Representa también una verdad innegable a propósito de este tipo de reinterpretaciones históricas (y prácticamente de toda la producción intelectual en su conjunto) el hecho de que son hijas de su tiempo y, como tales, encuentran paralelos en este. Como es natural, esta obra no es una excepción, y así queda sugerido en la propia contracubierta del libro: «el lector puede llegar a sus propias conclusiones, no solo en relación a este episodio concreto del pasado, sino también a los procesos históricos similares que se extienden hasta nuestros días». Si, como decimos, es prácticamente imposible sustraerse a esta influencia del presente sobre el tratamiento del pasado, cuánto más ha de serlo a la hora de aproximarse a los clásicos, cuya trascendencia, por definición, consiste en la perdurabilidad y la universalidad de sus argumentos. Ahora bien, lejos de abandonarse a lo inevitable, el autor se acoge al rigor historiográfico y asume la ineludible falta de certeza sobre muchos puntos para juzgar duramente esta actitud (1415): «una última advertencia: no existe unanimidad entre los historiadores sobre la bondad de las propuestas de aquellos magistrados romanos reformistas, y, naturalmente, esto incluye el gran episodio de Catilina, quien ha sido tildado de villano, demagogo, héroe populista, criminal sin escrú-

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pulos, víctima del poder omnímodo, golpista, defensor del pueblo, oportunista radical, e incluso terrorista, entre otros calificativos. Igualmente, su personaje y su intentona han sido analizados ideológicamente en un amplio espectro que oscila entre el marxismo, el anarquismo y el fascismo; una absurda conclusión, solo propiciada por intereses sectarios». A estos esfuerzos se suma el de llevar adelante esta reinterpretación de un modo accesible para un público tan amplio como el de la prestigiosa colección El libro de bolsillo de Alianza editorial, responsable de la publicación (y que, dicho sea de paso, en el presente año ha acogido también en su sección de historia la monografía Historia de la Hispania romana, escrita conjuntamente por el mismo Ferrer Maestro y Pedro Barceló). Y si hacemos referencia a la dificultad que ha debido de entrañar para el autor tratar este asunto de forma divulgativa es precisamente porque, a lo largo de su trayectoria académica, más de una vez se ha volcado en el estudio de este período. Solo por poner dos ejemplos, destacamos sus artículos Patria, estado y legitimidad religiosa en la teoría política de Cicerón (2011) y Poder económico en Roma: el ‘Ordo Publicanorum’ (1996). Así, con presupuestos de corte tan académico como estos, podemos figurarnos la dificultad de una síntesis rigurosa y llevadera para el aficionado. Al mismo tiempo, y también en la idea de hacer la edición atractiva al lego en la materia, para el diseño de la portada, a cargo de Manuel Estrada (autor de otras cubiertas de la colección, entre las que sin duda sobresale la de la traducción de La Odisea de Carlos García Gual), se ha optado por prescindir del celebérrimo (y acaso manido) cuadro de Cesare Maccari Cicerone denuncia Catilina e incluir la escultura Senador romano del Museo de las Termas de Roma sobre un sobrio fondo negro. Con este mismo espíritu, el libro presenta un volumen perfectamente asumible para el lector ocasional (poco más de trescientas páginas) y se distribuye en ocho partes bien diferenciadas: proemio, primera parte (como tendremos ocasión de ver más adelante, toda una puesta en antecedentes de la cuestión), segunda parte (todo lo relativo a la conjuración de Catilina propiamente dicha), epílogo, glosario, principales fechas de la conspiración, fuentes y referencias bibliográficas utilizadas. Como puede observarse a partir del mismo índice, la aquí reseñada está a la altura del resto de obras ensayísticas de la colección, en tanto en cuanto contiene materiales suficientes para satisfacer al curioso y al estudioso especializado. Después de la dedicatoria, reforzada por una de las referencias que irán adornando el libro (en este caso, el autor se apoya en el poeta Walt Whitman), encontramos un proemio que constituirá la base teórica e historiográfica del libro: la conjuración de Catilina debe verse como un hecho que ganó notoriedad, no por su exclusividad –dado que, en aquel momento de

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la vida romana, muchos habían sido los enfrentamientos políticos de características más o menos semejantes–, sino por cuanta presencia obtuvo en la literatura (en el sentido amplio del término) de la época y, a partir de esta, en la posterior. En palabras del propio autor (13): «Catilina no existiría sin Cicerón, o al menos, no existiría su fama, comparable a muchos de los grandes personajes de la historia romana, a pesar de su negativa calificación moral». Como decimos, esta conjuración se encuentra enmarcada en un contexto de disputa social, que, como el propio autor anuncia, ha de condicionar fuertemente la estructura del libro, y así lo indica Ferrer Maestro cuando advierte que «este reto contra el gobierno de la República romana no debe verse exclusivamente enmarcado en los acontecimientos que lo generaron y en su trágico final» (14). En los últimos párrafos, el autor hace la crítica antes expuesta al uso parcial que se ha llegado a hacer de la conjuración de Catilina desde todas las ideologías, siempre con la misma indiferencia hacia los hechos historiográficos en sí mismos y movidas por los intereses oportunistas de cada momento. Cierra el proemio, en fin, una breve referencia a los hechos posteriores que, a lo largo de las páginas del libro, se desarrollarán con el debido detalle. Tras esta introducción, da comienzo el estudio propiamente dicho. Dentro de la primera parte, que, como dijimos, tiene la misión de poner al lector en antecedentes, el primer capítulo, titulado El desenlace, supone una excepción. Esto milita a favor, una vez más, de la intención divulgativa del libro, pues, como veremos en otros momentos del texto, está dotado de una estructura, por así decirlo, cinematográfica, que facilita la evocación de las diferentes imágenes presentadas por el autor. Así, este primer capítulo aportaría una primera localización que será sucedida por el flashback que supone el resto del libro. También desde este primer capítulo, sin duda el más narrativo de todos, el de menos carga académica, Ferrer Maestro se apoya en las dos obras que vendrán integrando el hilo conductor de la obra. Estas, por supuesto, no pueden ser otras que La conjuración de Catilina de Salustio, y Las Catilinarias de Cicerón. El capítulo concluye con dos preguntas que condicionarán el resto de la primera parte: «¿qué conjuración fue esa? ¿qué propuestas y hechos la alentaron?» (29). El segundo capítulo, Imperialismo y codicia, que, como se ve, sigue la misma línea de títulos provocadores que atraviesa el libro, ya aborda la materia fuera de toda intención introductoria, tratando de aproximar al lector la percepción ideológica que los romanos tenían de su propia trayectoria. De este modo, sostenido por las reflexiones de diversos autores clásicos, el autor demuestra que, a partir de la apreciación de las ventajas obtenidas por el saqueo de Veyes, los romanos comenzaron a ver la guerra más como un lucrativo negocio que como una necesidad. Tras un repaso de la evolución de esta posición ideológica, el autor la da por consolidada en TEMPVS 39 (2016) 45-55

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el siglo III: «ese cambio de mentalidad, provocado por los beneficios de la conquista, quedó definitivamente arraigado en la sociedad romana a partir de la primera de las guerras púnicas, que tuvo lugar entre los años 264241» (33). Después de esta localización de la ideología hegemónica, se presenta una somera relación de los argumentos que, de algún modo, se usaron para justificar –de manera cosmética, diríamos ahora– el desarrollo del imperialismo romano. Así, el autor sabe detectar la base argumental de la política imperialista: la creación de la diferencia y el paternalismo político interesado. En consecuencia con esto, enumera: «unos modelos basados en la ostentación de valores militares unidos al concepto patriótico de ciudadanía y al trabajo de la tierra; todo un compendio de virtudes de sencillez y patriotismo frente a las extendidas extravagancias extranjeras y la ostentación de riquezas» (35). Como vemos, se refiere de modo muy directo al llamado mos maiorum, si bien a continuación sostiene que en la mayoría de la población no caló suficientemente, y lo ejemplifica con la relajación de las costumbres y el abandono al lujo en Roma que siguieron a la caída de Macedonia bajo su dominio, para destacar este gusto por la riqueza como causa principal del apoyo al imperialismo, y esto hasta tal punto que generara sentimientos encontrados incluso en un meteco como Polibio (42): «Polibio admira la dominación romana, pero reconoce que se basa en un impulso agresivo, a la manera de un objetivo perseguido deliberadamente». Finalmente, en las últimas páginas del capítulo deja sugerida, mediante un repaso a los conflictos en que Roma intervino hasta mediados del siglo II, la corrupción hacia la que tendería este planteamiento político. En el tercer capítulo, La expansión, fuente de riqueza y discordia, se refuerza lo dicho anteriormente al tiempo que se explica la organización institucional oligárquica que desempeñó un papel protagonista en la política romana, el Senado y el ordo equester, que se distribuían los poderes político y económico. Para analizar las implicaciones socioculturales de este orden social Ferrer Maestro, de acuerdo con la tradición, se sirve de la figura de Catón, último bastión de la pretendidamente tradicional austeridad romana. Por otra parte, en este capítulo también trata como cierre el papel social de las societates publicanorum, a colación de los poderes económicos procedentes del ordo equester y su implicación en la corrupción general que el autor denuncia. Cabe apuntar a este respecto que uno de los principales valores de la obra consiste precisamente en su agudo e inteligente análisis de la influencia entre política representativa y economía, materia de la especialidad del autor. Igualmente, algunos estudios de Ferrer Maestro han versado sobre el caso de la provincia de Hispania. Sin duda influido por esto y como cesión al público al que se dirige la colección, el cuarto capítulo lleva por título TEMPVS 39 (2016) 45-55

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Hispania: expolio y vergüenza. Centra esta pequeña parte del libro en dos hechos fundamentales: la inoperancia de los romanos a la hora de gestionar la provincia y la masacre promovida por Servio Sulpicio Galba. El propio autor ha explicado este capítulo en una entrevista1 concedida a propósito de la obra: Pregunta – Uno de los capítulos de su libro se llama “Hispania: expolio y vergüenza” ¿puso en práctica Roma sus capacidades para explotar los nuevos territorios en nuestra península? Respuesta – Puse ese título para expresar con claridad el comportamiento de los poderes imperialistas. Expolio, porque fue la codicia hacia los extraordinarios recursos naturales de Hispania lo que instaló en estas tierras, no solo a los romanos, sino también a los cartagineses que, con anterioridad, habían llegado tras su derrota en la primera de las guerras púnicas. Vergüenza, porque la desmedida ambición de dinero y poder de los generales romanos llegó a extremos tan miserables como la felonía cometida por Sulpicio Galba contra los lusitanos. Un asesinato en masa cubierto de engaño y traición, una acción tan vergonzosa que provocó la aprobación en Roma de la primera ley contra los abusos de sus gobernantes en los territorios conquistados. Muy posiblemente el quinto representa uno de los capítulos más interesantes de la obra. Continúa la revisión desde una perspectiva económica, que como aquellas de Kovaliov o Rostovtzeff, ya clásicos de la historiografía romana, acusa la estrecha relación de la política romana con la evolución de su modelo productivo. Si aquel se centraba en el sistema esclavista y este en la administración de las provincias, Ferrer Maestro hace hincapié a lo largo de este capítulo en la cuestión de la reforma agraria, poniendo el acento en el caso de los hermanos Graco y en lo manifiestos que se hicieron en este episodio de la historia de Roma los recursos de los que disponía la élite senatorial para condicionar el desarrollo de la política romana y, en consecuencia, de su economía. El capítulo sexto, dedicado a las tensiones políticas externas e intestinas, abarca el período comprendido entre la guerra de Yugurta y la guerra de los aliados (mejor que el calco «guerra social»). Aprovecha el análisis de este momento para hacer énfasis en la fuerte oposición entre populares, la facción que, no sin cierto anacronismo, podríamos llamar progresista, y optimates, representativa de la aristocracia más tradicional. El autor lo

–––––––––––– 1 https://mediterraneoantiguo.com/2016/03/17/juan-jose-ferrer-maestro-catilinano-fue-ni-mejor-ni-peor-que-el-resto-de-politicos-de-su-epoca/ (consultado el 1 de septiembre de 2016)

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refiere con estas palabras (87): «en las calles de Roma, la oposición entre ambas facciones provocaba un clima de terror permanente. El Senado disolvía por la fuerza las asambleas en las que se discutían proyectos de ley que contrarios a sus intereses, y los populares contraatacaban mediante bandas armadas de matones exaltados». Además de estas cuestiones, el capítulo refiere la cuestión de la progresiva depauperación, las propuestas y el asesinato de Druso, los enfrentamientos con Mitrídates y la guerra civil que se desencadenó tras el golpe de Estado de Sila. Explica el capítulo séptimo, fuera de la excepción que representa la variación de la estructura y el papel del Senado, la dictadura de Sila de forma sintética. Aunque breve, la información que contiene este capítulo resulta de vital importancia para comprender lo que supuso tal dictadura (y, en consecuencia, sus posteriores sucedáneos): un punto de inflexión entre el profundo rechazo al gobierno unipersonal de los primeros tiempos de la República y la tendencia imparable hacia el autoritarismo que estaba surgiendo precisamente en este punto de la historia. Como indica Ferrer Maestro (103-104): «en los años siguientes el Senado tuvo que recurrir a la expedición de mandos extraordinarios para paliar puntualmente los diversos y graves problemas que afectaban al estado. El recurso al “hombre providencial” dejó a la República en manos de la autocracia militar, supuso el fin del tradicional poder aristocrático y facilitó el camino para la concentración del poder absoluto en las manos de un solo hombre». En el capítulo octavo, Pesadumbre y sedición, se resumen las principales acciones de oposición que surgieron tras la dimisión de Sila. Por un lado Lépido, que intentó sacar adelante en Roma un programa progresista, y, por el otro, Sertorio, instigador de la revuelta en Hispania durante el primer cuarto del siglo I y sofocada por Pompeyo, que protagonizará los años siguientes de la vida pública romana. El capítulo noveno, último de esta primera parte, titulado Esclavos, piratas, reyes y negocios, trata, como su propio título indica, las revueltas de esclavos, el juicio contra Verres –representante de la aristocracia romana– y las implicaciones políticas de esta, la intervención de Pompeyo contra los piratas (con todas las cuestiones que rodearon este hecho, como la pérdida de primacía del puerto de Rodas en favor de Delos y la consecuente indignación de los rodios) y la segunda guerra contra Mitrídates. Todo esto, por supuesto, planteado desde el prisma de la vida política de Roma y la influencia que en esta tuvieron tales acontecimientos. Se cierra esta primera parte con el nacimiento de Lucio Sergio Catilina, tras una pormenorizada consideración, como hemos podido observar, de los antecedentes de su conjuración. Retomando el carácter novelístico que ya empleó en el primer capítulo, Ferrer Maestro da comienzo a esta segunda parte con una semblanza de TEMPVS 39 (2016) 45-55

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Catilina. De hecho, significativamente otorga al capítulo el nombre de El personaje (en lugar de La persona, podríamos pensar) con la clara intención de enfatizar el tratamiento que de su identidad dieron los dos principales cronistas de la conjuración, Salustio y Cicerón. Y es con este recurso como el autor pone en cuestión la imagen que ha pervivido de Catilina gracias a los libelos a él dedicados: «incluso aspectos de estricto orden íntimo y familiar, como sus matrimonios, fueron utilizados y tergiversados hasta el extremo de la exageración increíble» (143). En el segundo capítulo de esta parte leemos las primeras actividades de Catilina: su apoyo a la dictadura de Sila (cuya gravedad fue sin lugar a dudas exaltada por Cicerón, a juicio del autor), el proceso al que fue sometido por un caso de violación, el progreso de su cursus honorum como edil, pretor y propretor entre los decenios tercero y cuarto del siglo I, y, finalmente, el surgimiento de sus aspiraciones al consulado. Asimismo, se señala la influencia que las acciones de otros individuos representativos pudieron tener en su trayectoria: Pompeyo en los tiempos de las guerras mitridáticas y la lucha contra los piratas y el mismo Senado o el cónsul Lépido a la hora de presentar su candidatura. El tercer capítulo versa sobre la supuesta primera conjuración tramada por Catilina contra la República, pero hasta tal punto lo pone en duda el autor que el título está entrecomillado. Se pretende que, al habérsele impedido a Catilina concurrir a las elecciones al consulado del año 65 a.C., a su regreso de África, pusiera medios para hacerse con el poder por la fuerza. Su intención habría sido asesinar a los cónsules de ese año, pero el plan habría tenido que abortarse por un error de organización. Habida cuenta de las tensiones políticas del momento y de la tendencia a cargar las tintas contra Catilina, el autor toma con mucho escepticismo esta cuestión, que no parece sino contribuir a desarrollar la imagen de bestia negra que se había confeccionado exclusivamente para él. Aun existiendo la posibilidad de que el revolucionario tuviese alguna participación en los hechos del año 65, a poco que los textos históricos sean sometidos a crítica revelan que los autores estaban demasiado implicados o demasiado influidos por la tradición como para ser imparciales. El breve capítulo cuarto trata de la intriga política que rodeó el juicio por extorsión (de repetundis) celebrado contra Catilina. Se plantea que este proceso pudo haber tenido lugar con el único fin de obstruir la carrera política de Catilina, y el argumento queda reforzado por el hecho de que el propio Cicerón desestimó a Catilina como candidato en su epistolario e incluso llegó a plantearse defenderlo. Ferrer Maestro da por hecho que los jueces habían sido sobornados. Desde el punto de vista político, el capítulo quinto es uno de los más relevantes. Titulado El ideario de Catilina, a partir de la reconstrucción TEMPVS 39 (2016) 45-55

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de una reunión con sus partidarios en la primavera del 64, presentada por fin su candidatura al consulado, va introduciendo por medio de citas, principalmente de Salustio, lo que podríamos llamar el plan político de Catilina: un populismo reformista apoyado fundamentalmente en la lucha contra la desigualdad (abolición de deudas). En este punto, el autor hace dos excursos, a saber: una crítica historiográfica a Salustio a raíz de su amplificación de las palabras de Catilina y de lo dudoso del momento (preelectoral) que propone el historiador para el discurso, pues transmite un desencanto institucional que sería más propio de un momento posterior a la derrota en los comicios; el segundo es sobre el tratamiento de la cuestión de las deudas en la República y su repercusión en la economía. Y en este punto se muestra contundente (171): «la abolición de las deudas (tabulae novae o “nuevas cuentas”, con la anulación de las viejas en las que aparecían las cantidades adeudadas) fue una medida populista incapaz de resolver los graves problemas estructurales y coyunturales de la economía romana, pero también es cierto que sería ingenuo pensar que era esto lo que pretendía». Por último, se analiza el papel de Cicerón en este asunto, desde su gestión del endeudamiento –materia en que se erigió en defensor de los acreedores, oponiéndose, como defensor de la legalidad, a cualquier propuesta relacionada con la idea de las tabulae novae– hasta la observación de cómo se sirvió de esto para criminalizar a parte de los seguidores de Catilina. A partir de todo esto, tiempo después Cicerón se vería a sí mismo rodeado de deudas, con dificultades para conseguir acreedores y, más aún, forzado a rectificar parcialmente en varias de las críticas vertidas contra sus conciudadanos. Se cierra el asunto (y el capítulo) con la noticia de que sería César quien, de forma más bien salomónica, solventara definitivamente el problema de las deudas. El capítulo sexto se ocupa de las elecciones al consulado del año 63. Estas estaban disputadas principalmente por Cicerón, Antonio Hybrida y Catilina. En este momento, los juegos de alianzas son especialmente significativos: el rico Craso apoyaría a un Catilina todavía no radicalizado (cuyo programa, en cambio, era demasiado revolucionario como para que pudiese ser asumido por la facción de los populares) y Cicerón concurría con el favor de Ático y Pompeyo (que entonces era un rival directo de Craso). Se crean, pues, dos bloques: el de los catilinarios y el integrado por Cicerón y Antonio. El cruce de acusaciones y descalificaciones entre Catilina y Cicerón será constante, aquel afeando el origen del Arpinate, este criminalizando a su adversario. A juicio del autor, de estos ataques cruzados habría surgido lo que luego se ha asumido como la «primera conspiración». El capítulo séptimo proporciona una serie de informaciones que serán cruciales a la hora de entender la conspiración de Catilina. Continúan las TEMPVS 39 (2016) 45-55

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intrigas políticas ya introducidas anteriormente: Cicerón induce a Lucio Luceyo a acusar a Catilina del asesinato de Mario Gratidiano, pero Catilina sale absuelto. Esto se debe a la influencia de César, partidario de Catilina en este momento, en los tribunales. Desde este momento, el conspirador se irá apartando progresivamente de los populares. En este tiempo César obtiene el cargo de pontifex maximus y tiene lugar el proceso por perduellio contra Cayo Rabirio. Una vez más, la influencia de César en los tribunales propicia una absolución. Entre tanto, Catilina había decidido concurrir nuevamente a las elecciones consulares del año 62, con la expectativa de atentar contra uno de sus adversarios si quedaba fuera de la magistratura, pues era este un modo de obtenerla. Una vez más, Catilina se presenta con un programa populista que recoge las exigencias de los más desfavorecidos (verbigracia, la condonación de deudas y la redistribución de tierras en Etruria a favor de los colonos). En este punto, y perdida de nuevo la contienda electoral, Ferrer Maestro nos presenta a un Catilina claramente más taimado, aislado de la política institucional (201): «aunque la fallida experiencia electoral había serenado el ímpetu de Catilina y madurado su carácter tornándolo más cauto y precavido, se hallaba ante su última posibilidad de alcanzar el poder, lo sabía bien, y no podía dejarlo todo a la incertidumbre de unas elecciones en las que, además, ya no confiaba, Su apuesta era completa, e incluía la consecución de la totalidad de sus objetivos políticos al precio que fuese; se trataba de vencer o morir». Radicalizada así la situación, se introdujo además en el debate político la cuestión de la reforma agraria, un problema crónico de la política romana. Esto supuso una nueva polarización entre facciones, con Cicerón como representante de los optimates y Publio Servilio Rulo, autor de la rogatio o propuesta de ley, por parte de los populares, si bien en realidad no eran otros que César y Craso quienes estaban detrás de esta iniciativa. Finalmente, en todo caso, el propio Rulo terminó por retirar esta rogatio, lo que para Catilina supuso un nuevo motivo de alejamiento de la política de partidos, y, al mismo tiempo, le llevaría a cosechar mayores simpatías entre los sectores más descontentos de la población, ya una base social suficiente para proponerse una intervención directa. Aunque solo sea por su trascendencia en prácticamente toda la didáctica del latín, no podemos omitir la cita con que se abre este capítulo octavo (Las elecciones del 63: un año aciago): el célebre “Quo usque tandem abutere, Catilina, patientia nostra?”. Más allá de su (gran) valor anecdótico, es esta frase la que mejor refleja hasta qué punto llegó a resultar visceral la aversión que se profesaron Cicerón y Catilina en este momento. Catilina se presentará a las elecciones consulares del año 62, pero con un plan revolucionario ante la posibilidad de que su candidatura fracase. Una vez

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más, el autor denuncia las claras injerencias que hubo a lo largo del proceso electoral: el Senado dictó una suspensión temporal de las elecciones y Cicerón promulgó la lex Tullia de ambitu, que suponía un endurecimiento de cara a la extorsión, algo de que se acusaba a Catilina con relativa frecuencia. Del mismo modo Cicerón favoreció la celebración del triunfo de Lúculo, lo que suponía que sus seis mil legionarios podrían votar (y, naturalmente, lo harían a favor de los optimates). Se celebran al fin las elecciones y Catilina las pierde de nuevo. Es en este momento cuando tiene lugar el juicio contra Lucio Licinio Murena, recién elegido cónsul, lo que generaría una agitación social muy favorable a las intenciones de Catilina. Cicerón, que asume la defensa de Murena, tiene como línea de defensa la necesidad de un cónsul fuerte que reprima la amenaza de Catilina. Simultáneamente, Craso rompe de manera definitiva con Catilina y se hace confidente de Cicerón. El levantamiento de Manlio en Etruria, entonces, fue puesto en conocimiento de Cicerón mediante una carta anónima, que lo denunció públicamente y significó el dictado de un senatusconsultum ultimum (estado de excepción). A partir de este momento las traiciones dentro del bando de los catilinarios y la tensión política marcarán un camino de irreversible conflicto. En El acto final –capítulo noveno– Cicerón hace suyos todos los recursos a su alcance para combatir a Catilina y cosecharse una gran reputación. De hecho, Ferrer Maestro detalla escrupulosamente esta situación a fin de sugerir una imagen del grado de corrupción institucional que, de acuerdo con la tesis planteada en el libro, atravesaba la República de parte a parte. El discurso de Cicerón adopta el de representante casi absoluto del Estado (aunando el elemento institucional con el religioso, que, como es sabido, eran uno y el mismo en Roma) y consigue la absolución de Murena por medio del pánico. Por otro lado, la ambición de Léntulo, revolucionario traidor a Catilina, hizo que, en ausencia del líder, gran parte de la conjuración fuese descubierta, hasta tal punto que el mismo Cicerón (con toda probabilidad para no dejar de avivar el miedo hacia Catilina) reconocerá que de haber estado Catilina en Roma no habría sido posible un avance tal. Así todo, se sigue adelante. Léntulo busca apoyo en el descontento de los galos, si bien finalmente estos se pondrán de lado de Cicerón y actuarán como infiltrados de este. Léntulo será ejecutado y Cicerón, en la cima de su fama, intenta acrecentarla por todos los medios, llegando a irregularidades tales como la falsificación documental. En este momento se celebra una reunión en el Senado para deliberar acerca de la pena que debiera aplicárseles a los conjurados. Las principales intervenciones son las de César, Cicerón y Catón. El primero abogaba por el exilio y la confiscación de bienes, mientras los últimos eran más partidarios de la pena de

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muerte, criterio que finalmente se impuso, pese a suponer una irregularidad. Ante esta situación, el odio de ciertos sectores hacia César fue en aumento y Catilina entendió que no tenía más posibilidad que dar la última batalla, la que, como se cuenta en el primer capítulo, le lleva a la muerte en Pistoya. Hasta aquí el cuerpo del libro, cuyo epílogo retoma el tono académico y abandona parcialmente el estilo narrativo que domina sobre toda la segunda parte de la obra. El grueso de esta conclusión lo dedica a hacer hincapié en los diversos intereses que condicionaron el curso de los acontecimientos anteriormente referidos. El primero de todos es el de las societates publicanorum que, en cuestiones como la de las deudas, llegaban a tener una inmensa influencia, ya que, como señala Ferrer Maestro, frecuentemente tuvieron parte en la financiación de los diversos proyectos políticos de la República, creando así una fuerte relación de clientela que blindaba sus intereses. En segundo lugar, y por parte del bando de Catilina, muchos militares silanos que se vieron depauperados con el curso de los acontecimientos sucedidos entre la dictadura y la conjuración, por una cuestión de oportunismo habían optado por sumarse a la causa de Catilina, y esto coexistía con el citado problema del reparto de tierras en Etruria, que contraponía a los silanos que reclamaban los lotes de tierra y a quienes fueron expropiados a consecuencia de esto. Asimismo, la corrupción estatal en convivencia con las continuas traiciones en el seno de los revolucionarios han de apuntarse como tercera causa así del enconamiento de la violencia como del hecho de que todo proyecto de Catilina se viese truncado. Igualmente, Ferrer Maestro, desde un punto de vista táctico, contrasta el carácter de rebelión de esclavos del movimiento catilinario con el planteamiento militar que llevó a Sila al éxito. Las últimas causas aducidas son la movilidad en el ánimo de la plebe y las ambiciones personales dentro del movimiento revolucionario, en especial en el caso de Léntulo, cuya imprudencia llegó a precipitar el desbaratamiento de la revolución. Acto seguido, el autor repasa los diversos finales que esperaban al resto de protagonistas de la historia: Catón, César y Cicerón, que, aunque vencieron al movimiento catilinario, encontraron sus muertes en circunstancias violentas. Ya por último, se evoca la italiana localidad de Pistoya, donde hoy se puede visitar la Vía de la Tumba de Catilina (287): «la única batalla ganada por este revolucionario fue la del imaginario popular, un logro forjado en gran parte por los sentimientos de benevolencia que los seres humanos mostramos en general hacia los débiles y los perdedores». MARÍA ANTONIA HERNANDO BOLLAÍN

TEMPVS 39 (2016) 45-55

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