Lúmpenes y comunistas en Los errores de José Revueltas

Share Embed


Descripción

Lúmpenes y comunistas en Los errores de José Revueltas. Dos estrategias del narrador. Resumen El propósito de este trabajo es mostrar algunas de las estrategias del narrador de la novela Los errores (1964) de José Revueltas, pues la crítica ha obviado o desatendido que él es la principal fuente de información para el lector. Se trata de mostrar la perspectiva que se construye de los personajes comunistas y lúmpenes, las diferencias y similitudes, las implicaciones ideológicas y cómo sus decisiones definirán sus caminos. Palaras clave: José Revueltas, Los errores, perspectiva del narrador, construcción de personajes, comunistas y lúmpenes. Lúmpenes y comunistas en Los errores de José Revueltas. Dos estrategias del narrador. Esta obra, que cumple cincuenta años de ser publicada, es el regreso de Revueltas para tratar los temas que ya había abordado en 1951 con Los días terrenales, la cual causó un gran disgusto en la izquierda mexicana y sectores estatales, pues mostraba que la organización que tenía por tarea la emancipación de la clase obrera en México, el Partido Comunista Mexicano (PCM), se comportaba como un ápice del Estado Mexicano al seguir las líneas del stalinismo, lo cual tenía otras implicaciones, como la anulación de la democracia interna y una dogmatización de la teoría marxista. Además de ello, se devela una tesis que nuestro autor desarrollará, casi una década después, en su libro Ensayo sobre un proletariado sin cabeza (1962), la inexistencia histórica del PCM. A este respecto, se puede juzgar las primeras décadas de crítica de ambas novelas, en especial aquellas que plantearon que eran

1

una venganza por haber expulsado a nuestro autor, o anticomunistas o de influencias existencialista, con las palabras de Jorge Ruffinelli: “nadie, sin embargo, se atrevió que decir que Revueltas mentía la realidad histórica de su libro, que el estalinismo no había sido cierto o que el espíritu dogmático jamás había existido. No fue, la dedicada a Los errores, propiamente crítica sino queja de dolor" (103). En Los errores hay una continuación de estos temas, pero a la vez hay un tratamiento distinto, pues se nos presentan dos historias simultáneas con personajes marginados en un mismo espacio: la ciudad de México; por un lado tenemos a los lúmpenes cuyo devenir en la trama está marcado por el asalto que cometen Mario Cobián y Elena, al usurero Victorino. Por el otro tenemos a un grupo de comunistas a quienes se les ha encargado una tarea clandestina mientras el resto se concentra en la organización de una huelga de transportistas; dicha tarea es el asalto al cuartel de Liga Mexicana Anticomunista, para robar sus archivos. Cada uno de los asaltos representa para cada personaje algo distinto. Por ejemplo, para algunos de los comunistas, significa el luchar y acertar un gran golpe contra fascismo, pero para otros, tiene el propósito de ejecutar a un miembro incómodo para la dirección del partido, a Eladio Pintos, cuyo crimen para el comunismo internacional es estar relacionado con algunos de los fusilados en la Unión Soviética durante los denominados “Procesos de Moscú” o “La Gran Purga”, que fue el medio por el cual Stalin, a la muerte de Lenin, acusó de traidores y eliminó a la vieja guardia bolchevique que luchó por el triunfo de la Revolución de Octubre. Pintos sabe que la dirección del partido busca asesinarlo, por lo que involucra a otro comunista de su confianza, Olegario Chávez, quien tendrá la responsabilidad de cuidarle la espalda del enviado del Secretariado de partido que pretende ultimarlo durante el asalto al cuartel fascista. A la par de todo esto, otro personaje comunista Jacobo Ponce, amigo de 2

Olegario y profesor universitario que da clases en la escuela de cuadros del partido, será expulsado por llevar a cabo una investigación acerca de la desaparición, en la Unión Soviética, de Emilio Padilla, pues ha escuchado rumores de que se le ha acusado ser parte de una conspiración para asesinar a Stalin, lo cual sabe que es falso, pero ello le ha valido ser encarcelado en un gulag1. Por otra parte, del lado de la historia de los personajes lúmpenes, para Mario Cobián el asalto significa dejar de ser un proxeneta de poca monta, sacar de la prostitución a Lucrecia, llevársela a una ciudad fronteriza y allí poner un burdel donde él sea el patrón y ella quien organice a las prostitutas; todo ello significa para Cobián ser alguien en la vida. Para el enano, quien se mete en un veliz para ser introducido por Mario en el local del prestamista y que al anochecer salga y robe todo el dinero que encuentre, el asalto significa ayudar a Cobián y que de algún modo abandone a Lucrecia y se quede con él. Tangencialmente a ello, tenemos a tres personajes femeninos, Lucrecia, La Magnífica y La Jaiba, que sostienen relaciones sexuales con Cobián, pero sobre todo se subordinan a su voluntad, ya sea violenta o consensualmente. Mi interés es mostrar el comportamiento del narrador ante las acciones de estos dos grupos de personajes y mostrar qué perspectiva construye el narrador. Así, en el capítulo XX, al inicio del primer segmento tiene como escena el despacho del prestamista Victorino, quien está agonizando, desangrándose, tendido en el piso con una herida en el cuello causada por el enano; su asesino no está presente, sólo están allí Olegario Chávez y Eladio Pintos que

1

Campo de concentración de la Unión Soviética.

3

están impresionados por encontrar en esas condiciones al usurero. Al entrar al lugar, el narrador, dentro de la conciencia de Olegario, expone los pensamientos del personaje: “Ólenka, Ólenka”, pensó. (Era idiota en estas circunstancias, y de igual modo sorprendente y desconsolador, aunque acaso nada más de un egoísmo nauseabundo: con el pobre viejo ahí tirado.) La cantidad inmensa de sangre que puede brotar del cuerpo de un solo hombre. Pero el complejo mecanismo de su pensamiento insistía, como un motor autónomo, libre e irreal. Ólenka: estaba ahí en la sangre. La sangre abstracta. (Revueltas, 178).

No se trata de una mera exposición, sino que al interrumpir la psiconarración2 alterna su modo participación y realiza un juicio que refiere a la acción mental del personaje que califica como: idiota, sorprendente y desconsoladora (Pimentel, Constelaciones I 79-80). No aprueba la actitud tomada por el personaje. Veamos otra táctica similar cuando cavila acerca de la muerte: La prisa se adueña siempre de los criminales y es lo que termina por perderlos. Lógico, de los criminales del fuero común; los suyos son crímenes concretos, privados, inamorosos: ninguno de nosotros, en cambio —comunistas, anarquistas, revolucionarios, asesinos políticos, en suma— llegado el caso se altera. Frialdad, cuidado, firmeza, calma hasta sus posibilidades máximas de acción, puesto que amamos. Crímenes —cuando es necesario— éticos, si así puede decirse, que no nos pertenecen: supresiones, liquidaciones abstractas. (Aquí, como en un violento aleteo de sentimientos casi no asimilables por su rapidez, Olegario sintió horror por las palabras, por ese pudoroso argot de partido, por esa curiosa variedad de "Circuncoloquios morales": liquidación física, muerte prematura y otras expresiones parecidas. Exactamente pensó en el lenguaje de los procesos de Moscú donde el fiscal acusaba a ciertos procesados de haber urdido la muerte prematura de Lenin. Muerte prematura, igual a homicidio; supresión administrativa, igual a fusilamiento sin proceso público. Cuestiones de semántica, se dijo como si sonriera por dentro. Algo que será de lo más endemoniadamente jocoso para las generaciones futuras que estudien nuestra época). El carácter impersonal, angélico, del asesinato político. (Revueltas, 179-180).

Nuevamente podemos ver cómo la psiconarración cambia, se detiene el proceso de pensamiento por medio del paréntesis y se introduce aún más en la psique del personaje para

“…el narrador da cuenta de los procesos mentales de su personaje aunque las palabras, como tales, no sean necesariamente atribuibles al personaje sino al narrador […].Las marcas discursivas de la psiconarración son, esencialmente, lo que podríamos llamar psicoverbos, es decir, verbos que señalan la interioridad de la acción referida: sintió, pensó, imaginó, temía, deseaba, le repugnaba”. 2

4

centrar su atención en el horror que siente Olegario hacia sus propias palabras, respecto su cavilación sobre la diferencia de los crímenes del fuero común y los políticos. No sólo se trata de una mayor profundidad sino de una focalización y conducción de la narración a los puntos que desea mostrar, de manera que aprovecha las ideas del personaje para brindarnos su propia perspectiva; ese es el sentido de la frase: “cuestiones de semántica […]. Algo que será de lo más endemoniadamente jocoso para las generaciones futuras que estudien nuestra época”. Esta idea invita al lector a realizar una valoración de la época del stalinismo y el papel en la historia de los Procesos de Moscú; la idea de que a este lector le resulte endemoniadamente jocoso, contiene un poderoso oxímoron que, a la vez que macera el impacto, fija la tragedia que vivieron los comunistas de la década de los treinta en nuestro país. Olegario es consciente del dogmatismo causado por el stalinismo, pero sabe también que no es capaz de librarse del él, es decir, lo que le preocupa al narrador es mostrar la alienación concreta que vive este personaje, así como su lucha contra ella, en su actividad particular de militante del Partido Comunista Mexicano, no de su ser individual, sino de un individuo en la praxis de una ideología específica; por medio de esa táctica el narrador realiza una caracterización de las concepciones del partido, lo que conduce a evidenciar que en el seno de esa organización se reproduce el carácter alienado del hombre en vez de combatirlo. La forma como lucha del PCM, en lugar de ayudar a crear el nuevo hombre, perpetúa el estado alienado de la humanidad. Entonces el lector percibe que este Prometeo que debiese ser el partido, es en realidad un Edipo que se ha sacado los ojos para no ver el horror de sus acciones, y por ello deambula ciego por la tierra, a tientas golpeándose con la misma piedra

5

y con la intuición como única guía, con todas las consecuencias que ello implica3 (Revueltas, Ensayo... 234). Otro personaje comunista que aparece es Eladio Pintos; al igual que Olegario, es un comunista de la duda4, a los cuales podemos caracterizar por compartir ciertas características e ideas que develan el singular procedimiento como se realiza una crítica al dogmatismo, pero también, muestra que cada uno vive su propio infierno y su propia alienación, de manera que nadie escapa a la espiral de la enajenación. La idea de nombrarlos como "los comunistas de la duda" nace de la reflexión de que cada uno tiene su modo de realizar la crítica al partido pues, ya sea de forma concreta o en la reflexión, lo que los une a todos es el cuestionar la praxis de su organización. Lo que destaca de las intervenciones de Eladio es que todas son en estilo directo, a diferencia de la inmersión a la que asistimos, por medio del narrador, en la mente de Chávez, cuya mente deambula en torno diversas cavilaciones; veamos de nuevo el inicio del capítulo XX de la novela: “― ¿Volviste a saber algo de Ólenka?― […] ― Se supone que nada en absoluto― dijo […] ―Bien― repuso Eladio―, si quieres saber ese algo se condensa en una palabra: desaparecida―” (Revueltas, Los errores 178-179). Este diálogo que se suscita entre los personajes antes de que abran la puerta del despacho del prestamista y descubran su cuerpo casi sin vida,muestra cómo el narrador selecciona aquellos materiales que dirijan la historia hacia donde él desea, pues, si nos hubiese presentado los pensamientos de Pintos al momento en que abren la puerta, ellos no nos llevarían por los mismos senderos por los que

3

En este ensayo, plantea que uno de los males que acarrea el caminar ciego es el dogmatismo, en el cual estaba sumergido el PCM, así como su nulo estudio de la teoría marxista para la elaboración de una estrategia revolucionaria; otro es la práctica aventurera, es decir la radicalización per se de las luchas, pues se piensa que entré más radical, entre más violenta, estas son más revolucionarias. 4 Consideraremos dentro de "los comunistas de la duda" a Olegario Chávez, Jacobo Ponce, Eladio Pintos, Vittorio Amino y Emilio Padilla.

6

el narrador a conducido la historia, lo que derivaría en la apertura de opciones que después tendría que retomar. La perspectiva del narrador, de este modo, ata a lo concreto la intervención de Pintos respecto a la desaparición-muerte de Ólenka y le deja el camino de las conjeturas a Olegario. Lo mismo sucederá más adelante en este capítulo, cuando Mario después de asesinar a Elena, se encuentre con Pintos y Chávez, los confunda con agentes de la policía secreta y les deja el dinero que el enano había tomado del prestamista. — ¡El muy imbécil! —se escuchó la voz de Eladio Pintos, que encendía en esos momentos una lamparilla de mano en forma de lapicero. Se adivinaba su expresión irónica a contraluz de la lamparilla cuyo círculo luminoso alumbraba el maletín despanzurrado lleno de billetes y monedas de plata—. Se ve que es una cantidad impresionante —dijo. Permanecieron en silencio, víctimas de un cierto grado de fascinación—. ¡Vámonos! —añadió Eladio—. No es problema que nos pertenezca ni, por desgracia, dinero del que podamos disponer. El tipo ése ha de ser alguno de los asesinos de tu prestamista. Pero en este género de luchas entre el bien y el mal —reía abiertamente con una desenvuelta carcajada— nosotros no podemos ser sino neutrales. El mal y el bien de nuestras vidas pertenecen a otro rango; no sé si por debajo o más arriba que éste —bromeó una vez más—. La divina providencia será la que en definitiva decida. (Revueltas, Los errores 186-187).

La actitud del narrador es distinta a la que asume con Olegario, pues con Eladio describe las sensaciones desde una distancia, de manera que la enunciación corre a cargo del personaje sin filtro alguno; es en ese punto que encontramos la idea de la neutralidad de los comunistas entre el bien y el mal, entre policías y ladrones comunes. Sabe que los delitos del fuero común y los cometidos por comunistas están en distintos rangos, aunque dice no saber si eso los hace superiores o inferiores a los delincuentes del fuero común. Todo esto se enmarca dentro de la reflexión que hace Olegario más adelante respecto al léxico de los Procesos de Moscú en torno al asesinato político; la gran diferencia es que pareciera que Pintos tiene este conflicto más resuelto, lo que concuerda con la construcción general del personaje, pues su lucha contra el stalinismo y dogmatismo general del comunismo mexicano e internacional es frontal, no basta para ellos con una expulsión sino que debe morir; sólo así le podrá considerar

7

un héroe del comunismo, pero Pintos no está dispuesto a ello, ha decidido luchar frontalmente, lo que significa también no dejarse morir ni enjuiciar falsamente. Ahora pasaré a mostrar la forma como el narrador trata a los personajes de la otra historia. En el segundo segmento del capítulo XX tenemos a dos personajes: Mario Cobián y Elena. La narración inicia con el enano situado dentro del veliz ,después de que lleguen Eladio Pintos y Olegario Chávez al local del usurero; El Muñeco, cargando a Elena, se dirige rumbo al supuesto sitio de encuentro donde escaparían, pero que en realidad será el lugar donde le de muerte al enano. En el lapso de esta caminata, el narrador, por medio de la psiconarración describe los sentimientos de Elena: El enano experimentaba la plena sensación de una libertad feliz, irrestricta, que podía expresar al modo que le viniera en gana, a gritos. Lo hizo: un alarido rasposo, ululante, salvaje, de mexicano borracho. Libertad absoluta, agresiva, sin mácula. Sintió entonces que descendía, y cuando estuvo quieto, inmediatamente, en una de las paredes del veliz, por el lado de afuera, el golpear impaciente aunque moderado ―sin embargo, con la punta del pie, patadas, como quiera que fuese―, de Mario Cobián, que reclamaba con sobresalto, pero en un tono misericordioso y abatido, desde muy lejos. (Revueltas, Los errores 181).

El narrador se empeña por describir la gran felicidad que inunda a Elena después de haber asesinado y robado; no hay un juicio negativo ni reflexión alguna acerca de darle muerte a alguien, ni por parte del personaje, ni del narrador. Del personaje sería entendible, pues concuerda con la construcción que se ha hecho de él, no obstante, el narrador, en el primer segmento de este capítulo, tiene una actitud distinta frente a Olegario; Las descripciones que se hacen de la felicidad del enano buscan que el lector se sienta identificado con la alegría del personaje. Cuando relata que grita de emoción, lo hace de tal forma, que el gentilicio “mexicano” sitúa un referente en el lector, trata de acercarlo a los sentimientos del personaje. En ningún momento el narrador sale de la perspectiva del enano y esto es así porque cambiará su situación drásticamente; Elena nunca sospechará que El Muñeco lo asesinará, lo cual

8

permite que al momento de su muerte el lector quede impresionado por la acción y sienta lástima por el personaje. Esto también es apreciable en el mismo segundo segmento del capítulo XX, cuando el narrador cambia el foco hacia Mario Cobián, momentos antes de que aviente al enano, que se encuentra dentro del veliz, al drenaje; aquí nuevamente no hay un juicio del narrador y se repite la misma estrategia utilizada con Elena, pues ahora se trata de describir la sensación de violencia antes de aventarlo: “Mario Cobián era presa de un violento temblor que lo cimbraba de pies a cabeza. Quiso tragar saliva pero tenía la boca seca por completo, un paladar y una lengua de piedra pómez” (Revueltas. Los errores 185). Más adelante así es como describe el asesinato: “Apoyó la pierna, desde el pie hasta parte del muslo, a todo lo alto del veliz, por uno de sus lados y empujó con un vigoroso impulso uniforme. El veliz se precipitó al vacío y luego fue arrastrado por las infames aguas, llenas de inmundicias y excrementos, del canal” (Revueltas. Los errores). Incluso, después del asesinato, prefiere someternos a la angustia de Cobián que a la terrible muerte de Elena, exponiendo que sintió alivio sin hacer comentarios al respecto: Era su segundo crimen en este día. Ahora ignoraba qué sería de él, de su vida. Le pediría a la Jaiba que lo protegiera, o incluso a La Magnífica…, algo podría hacer, la pobre. Resguardaba contra la caja del cuerpo, bajo los brazos rígidamente entrecruzados, el maletín con el dinero robado al prestamista. Imaginó la agonía de Elena, ahogándose dentro del veliz invadido de porquería y esto tuvo la virtud de comenzar a tranquilizarlo hasta casi sentirse bien. Buscó los cigarrillos en las bolsas de su saco, tenía una necesidad casi irreprimible de fumar. Lo mejor de todo este asunto era haber podido suprimir al maldito enano, al vil engendro de puerca madre. (Revueltas. Los errores 185).

Hay otros dos personajes lúmpenes que aparecen en este capítulo: La Jaiba y La Magnífica. La Jaiba cuenta entre sus características un conocimiento de los obreros, de su forma de vestir, de comportarse, de padecer, pues alguna vez ubicó su puesto de comida cerca de una zona fabril: 9

La Jaiba conocía a los obreros muy bien, del tiempo en que tuvo su puesto de comidas por la Garita de Peralvillo y daba asistencia como abonados a trabajadores de La Consolidada y La Palmolive. Había en ellos algo de muy peculiar e inconfundible. En medio de sus divertidas chanzas —pero también distintas a las de otra gente—, una cierta cosa que no podría expresar con palabras, una como seriedad muy tranquila y decidida por dentro, algo como de mucho respeto que daban a sentir, en particular los más conocedores de su trabajo o los que estaban encargados de labores peligrosas en la fábrica. (Revueltas, Los errores 119)

Por éste conocimiento del mundo de los marginados es capaz de reconocer a los agentes de la policía que andan encubiertos, como muestra en las suposiciones que hace cuando cree que Olegario, y luego Eusebio, son agentes. Si al principio creía que Chávez era un obrero más, al verlo detenidamente observa que, aunque lleva prendas muy desgastadas, hay dos nuevas que lo delatan: "El tipo es de la policía. Míralo bien, trae un pantalón de casimir viejo y parchado, pero la chamarra de mezclilla y la cachucha de camionero son nuevas, acabaditas de comprar. Anda disfrazado, como también andas tú". (Revueltas, Los errores 113). El narrador, además de estas características, describe su irremediable subordinación a El Muñeco, pues aunque ella ni siquiera planeaba su vida a su lado, cuando se le presenta la posibilidad, deja todo para estar a su lado y salvarlo de la policía: "Ora tendré que irme contigo para siempre, ora tendré que irme contigo para siempre, para siempre, para siempre, para siempre —parecía en realidad haberse vuelto loca y estar sufriendo como una bestia". (Revueltas, Los errores 114). Aunque cela a Mario cuando se va tener relaciones con La Magnífica, y sabe que ella está enamorada de él, no vacila en hacer lo posible para tenerlo sólo para ella, como se muestra en el capítulo XX, en el tercer apartado, cuando ella y La Magnífica discuten por ver a quién escogerá Mario para escapar: " —Yo estoy dispuesta a poner todo mi dinero con tal de que se salve. Nos iremos él y yo a esconder por ahí, donde sea. […] La lucha de voluntades era más desnuda, más cruel y obscena en la oscuridad. La Jaiba lanzó una carcajada de odio repentino". (Revueltas, Los errores 189). La sujeción de La Jaiba por Mario no es por medio de la violencia sino por elección, por consenso, pero no por ello se puede decir que no es una relación de poder, pues Mario al momento de ver amenazada su hegemonía piensa en restablecerla por medio de la violencia, como sucede cuando La Jaiba le dice que Lucrecia ya no quiere estar con él, entonces reacciona violentamente; al calmarse decide irse a acostar con ella, para luego golpearla: "Bueno, ¿y

10

por qué no? ¿Qué más le daba? La revolcaría en la cama para después entrarle a golpes, a puntapiés, a puñetazos, hasta dejarla hecha mierda". (Revueltas, Los errores 111). Si bien el narrador construye a La Jaiba como un ser misericordioso, con conocimiento de los espacios alienados en los cuales se desarrolla, muestra también cómo aliena su ser voluntariamente a los deseos de Cobián, como la fe ciega que ejercen los comunistas a su partido, sin cuestionarse el rumbo que tomarán o las consecuencias de ello, no obstante, el narrador sólo describe el proceso con La Jaiba, más no cavila sobre él como lo hace con los personajes comunistas. Por otra parte, a La Magnífica, de quien sabemos por vez primera a través de La Jaiba, en el capítulo XII, cuando le comenta a Mario que ella está tan enamorada de él, como él lo está de Lucrecia, lo cual será un guiño para que el lector vislumbre la obsesión de La Magnífica, que llega al grado de pensar que, si Cobián no era suyo, lo prefiere muerto o encarcelado. Más adelante, en el capítulo XV, aparece ella con un discurso directo que le servirá al narrador para explicar el porqué de su mote: — ¡Felices los ojos que te ven, Muñeco! ¡Glorifica mi alma al Señor y mi espíritu se llena de gozo! —En la voz de la mujer cascabeleaba, traicionándola, una falsa naturalidad y desenvoltura desfallecientes, a punto de romperse y de resultar la cosa más imprevista. Debía su sobrenombre, La Magnífica, a la costumbre de repetir como muletilla, en todas las circunstancias, a guisa de asombro, de parabienes, de apuro y aun de burla maliciosamente incrédula y pasmada, las primeras frases del rezo católico. (Revueltas, Los errores 117).

Además de ello nos muestra su angustia y necesidad de agradarle a Mario el haber tenido sexo con ella: …en su actitud se denunciaba una absoluta fragilidad, una falta de apoyo, donde el exagerado aire de no dar importancia al encuentro, […] revelaban con lamentable, patética claridad, la zozobra, el apremio, la secreta súplica de que Mario no fuese a rechazarla de inmediato, a darla de lado desde el primer momento, a disgustarse con su sola presencia, y en esos contados minutos que le concedería de estar junto a él, le permitiera nada más mirarlo, quererlo, aspirar la misma atmósfera, sentir que él estaba allí, ante sus ojos, viviente, tangible, enamorada con todo el cuerpo, unánimemente hasta las uñas, enamorada como un bloque de piedra. (Revueltas, Los errores).

El narrador se afana en mostrar cómo La Magnífica aliena su voluntad a Mario, del mismo modo que Ludwig Feuerbach expone cómo el hombre se aliena ante la idea de Dios, al ser

11

despojado de su humanidad y voluntad5. Eso es lo que ocurre con el personaje que, al estar frente a Mario, siente recuperada esa humanidad perdida y objetivada fuera de sí. Mario es su Dios, "su cínico dios lleno de hastío" (Revueltas, Los errores 118), es decir, en él objetiva su amor, sus anhelos, la satisfacción de la carencia que la conduzca hacia la plenitud; cabe destacar que la valoración de la relación entre La Magnífica y Cobián la realiza el narrador, no los personajes; aunado a ello, el narrador nos dice que el Dios de La Magnífica, es uno lleno de hastío, como se muestra en el capítulo XVI, cuando después de haber copulado, La Magnífica le dice a Mario que todavía puede alcanzar a Luque en su apartamento. Antes de ello, el narrador, por medio de la psiconarración muestra cómo para ella Mario es un ser divino: La Magnífica giró sobre su propio cuerpo para contemplar desde la cama al hombre adorado, a ese sueño inverosímil, los ojos enternecidos por una nostalgia suplicante. Sentía una dulzura tranquila, un apacible agradecimiento al mirarlo vestirse, al mirar cómo se transformaba, al revés de Adán cuando fue expulsado del paraíso (Revueltas, Los errores 128).

Momentos más tarde, La Magnífica se lanza a sus pies implorando que se quede, mientras Mario la patea para alejarla: "Mario retiró el pie de entre las manos de La Magnífica como un sonámbulo. La punta del zapato pegó en corto, con seca brutalidad, sobre el rostro humillado de la mujer, haciéndola dar al sesgo y sin ruido, crispada, contra el piso de madera" (Revueltas, Los errores 129). El procedimiento de mostrar las relaciones alienadas en el lado de la historia de los comunistas, entre el Partido y sus militantes, aquí se repite pero por medio de la descripción de las sensaciones del personaje y no por medio de una actividad reflexiva, como lo hacen los comunistas y el narrador en ese lado de la trama, no obstante aquí se interrumpe por un instante cuando dice que Mario es su Dios lleno de hastío. Se trata de una incitación al lector para que atienda al modo como estos personajes se relacionan.

5

La herencia teórica de Feuerbach sobre Marx (y a su vez en Revueltas), para los fines de mi investigación y para este apartado en particular, tiene base en el desarrollo de la teoría de la alienación. Feuerbach en su texto La esencia del cristianismo, muestra que la forma como la religión afirma la existencia de Dios, es por medio del "sentimiento religioso", es decir, que es a través de los sentidos como podemos sentir y ser conscientes de su presencia. Empero, "la conciencia del objeto, es para el hombre, la conciencia de sí mismo", de este modo, la conciencia de Dios y la idea que tiene de lo divino, son percepciones del hombre mismo pero que las hace ajenas a su ser. Con ello, se pone en centro de la reflexión al hombre y al proceso por el cual el aliena su consciencia y cualidades a Dios.

12

El modo como el narrador construye al personaje es por medio de una acumulación de factores que culminan cuando al lector se le planta enfrente el hecho de que La Magnífica es una prostituta, cuestión que si bien se va desarrollando en el relato, el modo como esto sucede es por medio del ataque de un violador. Inmovilizada por la espalda, le ruega a su atacante que no le haga daño: “—Espérate, no seas pendejo. Por la buena todo lo que quieras, si al cabo soy puta —dijo con calma” (Revueltas, Los errores 188). Frente a estas palabras, el narrador no hace juicios, las presenta sin más, le deja esa tarea al lector para que cavile todas las terribles implicaciones de la concepción que tiene de su propia vida el personaje, de su miseria y condiciones de sobrevivencia. Ya vimos que el narrador trata de forma distinta a Olegario, Eladio, Elena, Mario, La Jaiba y a La Magnífica; con el primero la estrategia es mostrar las contradicciones internas que vive y que no puede solucionar, por lo que lo dota de una capacidad reflexionar acerca de su entorno y su persona. Con Eladio no se trata de que el personaje no sea reflexivo, sino que es por medio de él que esas cavilaciones y contradicciones se materializan en los avatares que enfrentará para mantenerse con vida, por lo que su actitud debe ser más pragmática, es por ello que con él el narrador si cede la enunciación; sí el narrador no tiene una actitud tan juiciosa con Pintos, es porque el mismo es capaz de realizar una crítica a sus propios posicionamientos, además de que su función en la dirección que le imprime el narrador es la de ser lo concreto que desate las cavilaciones de Olegario. Con Elena y Cobián no utiliza esas estrategias, pues resultaría artificial que tuviesen consciencia de la condición alienada que viven, o que utilizaran un discurso muy elaborado, entonces, se afana en describir sus sensaciones y causar empatía al lector; en términos generales la intención del narrador es que el lector supere ambas estrategias y cree su propia perspectiva. Lo mismo ocurre con La Jaiba y La Magnífica, donde el narrador abona más en una actitud descriptiva y no juiciosa, pues

13

la piedad de la que busca impregnar al lector tiene la intención de suscitar la reflexión en muchas direcciones. En resumen, la perspectiva del narrador, es que los comunistas, por su dogmatismo, no pueden cambiar su forma de actuar y en vez de ser artífices de la emancipación del hombre, preservan su explotación y la enajenación, es decir que al fin de al cabo son presas de la enajenación así como el lumpenproletariado, masa social que actúa en favor del mejor postor, pues su forma vivir es sobrevivir en una sociedad que los mantiene en condiciones de miseria y exclusión; en esas condiciones tratan de realizar su vida diaria en un contexto propicio para la alienación de todas sus relaciones. Comunistas y lúmpenes son los marginados de este mundo que está sujeto a la espiral descendente de la enajenación.

Bibliografía. Pimentel, Luz Aurora. El relato en perspectiva. México: Siglo XXI Editores. 2005. Pimentel, Luz Aurora. Constelaciones I. Ensayos de teoría narrativa y literatura comparada. México: Boniga Ortiga Editores-UNAM-FFyL, 2012. Revueltas, José. Los errores. México: ERA, 1979. Revueltas, José. Ensayo sobre un proletariado sin cabeza. México: ERA, 1987. Ruffinelli, Jorge. José Revueltas. Ficción política y verdad. México: Veracruz, CILLUniversidad Veracruzana, 1977.

14

Lihat lebih banyak...

Comentarios

Copyright © 2017 DATOSPDF Inc.