LUCAS, Gavin_ PERTURBACIONES MODERNAS: SOBRE LAS AMBIGÜEDADES DE LA ARQUEOLOGIA

June 29, 2017 | Autor: Andres Laguens | Categoría: Arqueología, Teoría Arqueológica, Arqueologia, Arqueología Social, Teorias Da Arqueologia
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Descripción

Perturbaciones modernas: acerca de las ambigüedades de la Arqueología Gavin Lucas [Modern Disturbances: On the Ambiguities of Archaeology. En: modernism/modernity, Vol. 11, Nro. 1, pp. 109–120, 2004. Traducción: Andrés Laguens, febrero 2015]

Arqueología y modernidad La arqueología nació de la modernidad. De hecho, ayudó a darle forma. Hay muchas maneras de definir la modernidad, pero la misma palabra indica que el concepto de tiempo es central – la modernidad como un nuevo modo de conceptualizar el tiempo que emergió alrededor del siglo dieciséis; específicamente, la percepción del presente como distinto del pasado: la ruptura con la tradición1. Junto con esta fractura temporal había un nuevo sentido de la historia o conciencia histórica que intentó reparar esta ruptura, la que sin embargo se enfrentó con una paradoja inherente: antes de la modernidad el entendimiento del pasado se había logrado a través de la tradición pero, al romper con la tradición, con el pasado, la modernidad ahora tenía que encontrar otra forma de entenderlo. Este fue un problema que enfrentaron todos los pensadores del Renacimiento en todos los campos, un problema que en última instancia fue resuelto invocando la autoridad de la razón (Descartes) y de los sentidos (Bacon) por sobre la tradición, incluyendo la religión. Entender el pasado, particularmente el pasado humano de la historia, presentaba una instancia aguda de esta paradoja, ya que implicaba romper con la misma cosa que debía ser entendida. La única manera de responder era bien, o estudiando el pasado a través de un análisis crítico de las fuentes tradicionales (la historia) o bien encontrar otras fuentes, otra autoridad; y esto significó, sobre todo, la cultura material (la arqueología). Los anticuarios de los siglos dieciséis, diecisiete, y aún dieciocho, jugaron un rol crítico en la articulación del proyecto de la modernidad, ya que fueron ellos quienes, a través del reconocimiento de una cultura material europea antigua, descubrieron un pasado que era previamente desconocido por la tradición. Es muy fácil olvidar las condiciones sociales e intelectuales específicas que definen a la arqueología. Al venir todo el sentido del pasado de aquello que había sido heredado, debe haber parecido casi imposible hallar un modo de entendimiento independiente y alternativo. Lo significativo acerca del reconocimiento de esa cultura material antigua era que éste se basaba en la observación y comparación con objetos contemporáneos. Así como se comprendió que los fósiles eran los restos de organismos alguna vez vivos, así se comprendió que los objetos prehistóricos eran la cultura material de sociedades alguna vez vivas. El ejemplo de las “piedras de rayo” ilustra esto de manera perfecta. Estos objetos fueron interpretados originalmente como “rayos solidificados” y vistos como objetos naturales; ahora los reconocemos como hachas de piedra, datando hasta en más de cuatro mil años. Solo Jürgen Habermas, The Philosophical Discourse of Modernity, trad.. Frederick G. Lawrence (Cambridge, Mass.: MIT Press, 1987). 1

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recién cuando Europa empezó su expansión global y encontró gente viviendo en condiciones muy distintas y usando una cultura material muy diferente – pero una que incluía objetos que se parecían a aquellos encontrados enterrados en suelo europeo – es que surgió la posibilidad de su origen humano2. Pese a la cantidad creciente de trabajo empírico llevado a cabo en restos antiguos durante los siglos diecisiete y dieciocho, permaneció aguda la contradicción entre romper con el pasado y depender de éste. Al enfrentar este nuevo pasado, que fue abierto por las analogías con el presente, hasta el siglo diecinueve los anticuarios no desarrollaron los medios para entenderlo mucho más. Todo intento o propósito, fueron forzados por lo que decía la tradición – específicamente los textos escritos – y de este modo ajustaron sus nuevos descubrimientos a este marco. Los textos clásicos y bíblicos hablaban de herramientas de piedra, así como que el mundo, de acuerdo a los famosos cálculos del arzobispo Ussher, comenzaba recién en el 4004 a.C. La idea de prehistoria – de un pasado radicalmente anterior a la historia escrita – era inaceptable. La gran antigüedad de la tierra y de la cultura humana fue comprendida solo cuando – usando analogías similares con el presente – la disposición de rocas y suelos en la Tierra (la estratigrafía) reemplazó a las fuentes tradicionales (tales como las genealogías bíblicas) como una guía para la cronología. Combinado con el desarrollo de la tipología – la clasificación de los artefactos prehistóricos – los anticuarios ahora tenían los principios de un método para interrogar a este nuevo pasado; también pudieron dar el último soplo letal a los antimodernistas al sostener un pasado que existía aún antes de la tradición: la prehistoria3. La idea de prehistoria es en muchos sentidos el epítome del proyecto modernista: la creación de un pasado que no tenía conexión con la historia tradicional. Es más, la prehistoria no era sólo un nuevo pasado, también era un pasado perdido – perdido de las formas tradicionales de memoria, fueran orales o escritas. Para la nueva conciencia histórica, la prehistoria fue quizás el desafío más grande y quizás su capital más grande; por un lado, era un pasado que la tradición había olvidado, y ninguna cantidad de análisis crítico de los textos tradicionales lo recuperaría. Por el otro, precisamente por esta razón, era un pasado purificado de toda mancha de tradición. Era un borrón y cuenta nueva. El concepto de prehistoria es increíblemente radical, y aún hoy no le prestamos demasiada atención. La prehistoria era acerca de un tiempo anterior a los textos. Tendemos a pensar a la prehistoria simplemente como el reconocimiento de un período cronológico, un tiempo antes de la historia, donde la historia es el mundo escrito o hablado. Pero el “antes” de la prehistoria no es sólo temporal, también es ontológico (aunque ambos están relacionados). La prehistoria no es solo prioridad cronológica, también es la prioridad ontológica de la cultura material antes del texto. No era simplemente que los arqueólogos estaban forzados a basarse en la cultura material para interpretar a este pasado nuevo – el proyecto modernista lo demandaba. Era una vía alternativa para construir una nueva autoridad y fundamento para comprender el pasado que Bruce G. Trigger, A History of Archaeological Thought (New York: Cambridge University Press, 1989), 52–5. 3 Alain Schnapp, The Discovery of the Past: The Origins of Archaeology (London: British Museum Press, 1996). 2

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no descansaba en la tradición (esto es, textos). Permítaseme ser claro aquí: no estoy proponiendo cierta prioridad absoluta de la cultura material sobre el texto, sino una contingente, de acuerdo al contexto disciplinario. En términos absolutos, si puedo usar esta frase en absoluto, el asunto era hacer a la cultura material el equivalente al texto – y más que su equivalente: independiente de él. Pero en el contexto específico de la arqueología, la cultura material iba a tener la delantera. Si bien las implicancias de este rol de la cultura material en arqueología han sido reconocidas desde hace tiempo, no han sido conectadas al concepto de prehistoria. De hecho, irónicamente, la mayoría de los arqueólogos continúa considerando al concepto de prehistoria como primariamente un concepto cronológico: el tiempo anterior a la escritura4. Pero para apreciar completamente la naturaleza radical del proyecto modernista, se debe considerar adecuadamente el status ontológico de la prehistoria. La palabra prehistoria recién fue inventada a mediados del siglo diecinueve y causó ciertos ecos en ese momento; inclusive fueron consideradas otras palabras para este “nuevo” pasado, tales como antehistoria. Dada la similitud fonética con antihistoria, quizás ésta hubiera sido más apropiada. Pero entonces, quizás esto habría subrayado demasiado a la ruptura entre la historia tradicional y la nueva historia5. Pero esta ruptura siempre fue más que temporal: la prehistoria era, sobre todo, historia estudiada a través de la cultura material, no a través de textos. Esta caracterización diluye de manera deliberada la distinción entre materiales y método. Traslada la división entre prehistoria e historia de la cronología a la ontología. Esto significa que inclusive los arqueólogos que estudian la cultura material del pasado histórico – el medioevo británico o la América colonial – están haciendo prehistoria, no historia. Es problemático que los arqueólogos no piensen de este modo – que la idea de prehistoria se reduce a un concepto cronológico. Para algunos esto puede parecer una mera cuestión de semántica, pero yo creo que señala una subyacente falta de confianza en el proyecto arqueológico. Insistir en la definición limitada de prehistoria como un tiempo anterior a los textos es ignorar el status ontológico de la cultura material en relación a los textos. Se ha señalado que cuando en el siglo diecinueve los arqueólogos repentinamente abrieron el vasto período de la prehistoria, irónicamente trataron de reducirlo a un simulacro del presente a través de analogías etnográficas: la prehistoria estaba poblada de sociedades similares a los salvajes contemporáneos. Para Tim Murray esto es casi una traición al logro inicial del descubrimiento de un nuevo pasado 6. Esto es un asunto importante, inclusive yo creo que la ironía es aún mayor que la que señala Murray: primero, el descubrimiento de este “nuevo pasado” estaba basado exactamente sobre esas analogías – estudios actualísticos informaron el mismo reconocimiento de las piedras de rayo como hachas de piedra, de la estratigrafía profunda como cronologías largas. Sin esas analogías contemporáneas, en primer lugar, no hubiera habido “descubrimiento” de la antigüedad de la cultura humana. Segundo, y más significativamente, el “descubrimiento” de la prehistoria no fue sólo el Ver, por ej., Glyn Edmund Daniel, The Idea of Prehistory (Baltimore: Penguin, 1962). Ver mi artículo “Forgetting the Past,” Anthropology Today 13, no. 1 (1997): 8–14. 6 Tim Murray, “Archaeology and the Threat of the Past: Sir Henry Rider Haggard and the Acquisition of Time,” World Archaeology 25, no. 2 (1993): 175–86. 4 5

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descubrimiento de una larga cronología. Fue el descubrimiento de un nuevo método para entender el pasado: el análisis de la cultura material. Lo que encuentro realmente interesante sobre la historia de la arqueología es cuántos de sus desarrollos claves estuvieron enlazados a la contradicción clave de la modernidad: la necesidad de entender el pasado sin depender de éste como una fuente de autoridad. La arqueología resolvió esta contradicción, por un lado, creando un pasado nuevo o de una clase distinta de aquel establecido por la tradición: la prehistoria; y, por el otro, creando un nuevo modo de entender al pasado: el estudio de la cultura material. Los dos están estrechamente conectados, especialmente a través del contexto social más amplio en los cuales emergieron estos conceptos – particularmente, el capitalismo. A través del capitalismo mercantil, la expansión de la gente europea alrededor del mundo, particularmente el descubrimiento del Nuevo Mundo, produjo analogías materiales para aquellas “curiosidades” del Viejo Mundo tales como las piedras de rayo. A través del capitalismo industrial, el desarrollo de la producción y el consumo en masa brindaron un nuevo modo de entender a la cultura material, a través de la noción de objeto en serie, que cambia a través del tiempo. Las tipologías arqueológicas estaban inspiradas muy explícitamente en las exhibiciones de mitad del siglo diecinueve de esta nueva cultura material, que ordenaba a los objetos de acuerdo a series7. Estas condiciones sociales no solo proveyeron los medios para una solución de la contradicción de la modernidad, también brindaron el contexto para pensar realmente de un modo moderno, en primer lugar. En efecto, realmente no se pueden separar estas cuestiones y, de hecho, se podría definir a la modernidad como la persistencia de esta dialéctica. Esto puede ser visto en el continuo dilema de la arqueología sobre la relación entre el presente y el pasado. Como se dijo antes, hay una pregunta perturbadora que rodea nuestro conocimiento de la prehistoria: por un lado, se definió un nuevo pasado, un tiempo nuevo, pero, por el otro, sólo podía ser entendido (y fue creado) a través de analogías (directas o indirectas) con el presente. El concepto de analogía articula bien esta dialéctica. Sin embargo, los arqueólogos están siempre incómodos con este tipo de ambigüedades y al mismo tiempo desarrollaron un medio para ocultar este dilema, como si la línea entre el pasado y el presente no fuera una barra sino un guión. Si la analogía representa la brecha modernista de pasado/presente, la cronología representa la revisión modernista de una conciencia histórica que enlaza pasado-presente. En breve, la arqueología creó su propio modo de tiempo – una temporalización que no necesariamente es única de la arqueología (excepto en sus detalles), pero que sin embargo sirve para ponerle un yeso a la fractura entre presente y pasado, creando un tiempo específico en el cual reside la cultura material. El modo más antiguo de temporalización arqueológica fue la narrativa de la evolución, que ubicó a toda la cultura material en una secuencia progresiva desde el salvajismo a la civilización. Este modelo ha sido refinado continuamente desde el siglo dieciocho, y aún es empleado hoy por Bertil Almgren, “The Development of the Typological Theory in Connection with the Exhibi tion in the Museum of National Antiquities in Stockholm,” in Oscar Montelius, 150 Years: Proceedings of a Colloquium Held in the Royal Academy of Letters, History, and Antiquities, Stockholm, 13 May 1993, ed. Paul Åström (Stockholm: Kungl. Vitterhets, Historie och Antikvilets Akademien, 1995), 23–39. 7

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muchos arqueólogos, especialmente en Norteamérica, aunque de forma muy modificada. Sin embargo, no siempre se ha estado a favor del evolucionismo y su popularidad varía con el tiempo y los lugares. Por el otro lado, la cronología básica - sea tomada de dataciones radiocarbónicas, de dendrocronología o de tipologías sigue siendo una parte fundamental de la disciplina. La periodización en particular - desde el Paleolítico a la Edad de Hierro - ha permanecido como una herramienta clave para estructurar esta cultura material, y aun cuando muchos arqueólogos pueden haber abandonado las grandes narrativas de la evolución social, es difícil imaginar que la disciplina abandone alguna vez a la cronología de alguna forma. La cronología es lo que brinda la temporalización más exitosa, ya que abraza a toda la cultura material dentro de una temporalidad universal y nos hace creer que el pasado prehistórico está unido al presente a través de un tiempo universal, compartido. Sin embargo, necesitamos ser conscientes de las consecuencias políticas de este tipo de conciencia histórica y de la naturaleza política del tiempo que incorpora 8. Por supuesto que la arqueología ha estado estrechamente ligada al nacionalismo y a la formación de los estados-nación, haya sido usada explícitamente o no para crear relatos de orígenes9: la arqueología – irónicamente – como la invención de las tradiciones. Las políticas del nacionalismo usualmente – aunque no siempre – son muy transparentes. Pero la arqueología siempre ha sido un proyecto modernista, como se ha discutido en este artículo, y uno que investiga el pasado más allá de las fronteras nacionales, como la ciencia de la historia de la humanidad. Las políticas de este humanismo han sido menos transparentes. El problema con esta visión de la arqueología como parte de la modernidad y del proyecto del humanismo reside en su política del tiempo – como lo ha deconstruido tan minuciosamente Foucault en sus genealogías de la historia europea. Porque si la arqueología es vista como uno de los guardianes de nuestra conciencia temporal, manteniendo la continuidad temporal o el lazo con el pasado de la humanidad, ¿qué implicancias tiene esto para la arqueología frente a otras historias, otras estrategias de recordación cultural? La cuestión es si este concepto de conciencia temporal no reclama cierto estatus especial y universal, ya que su visión totalizadora parecería borrar o denigrar otras reclamaciones del pasado. La arqueología, como parte de la hegemonía de un discurso occidental sobre la historia, un colonialismo científico, una mitología blanca10. La analogía y la cronología representan las dos articulaciones de la modernidad de la arqueología como un problema temporal. Mientras la analogía expresa el dilema fundamental, la cronología representa la solución primaria. Pero, ¿qué pasa con la cultura material? Está muy atrapada entre estas dos articulaciones, en tanto por un lado representa algo del pasado y del presente simultáneamente y, por el otro, está capturada dentro del tiempo, perteneciendo a un punto particular o período: el hacha de piedra a la vez como metáfora y concepto. La articulación textual de la cultura material, que se ha convertido en un rasgo dominante de gran parte de la Ver, por ej. Mark P. Leone, “Time in American Archaeology,” in Social Archaeology: Beyond Subsistence and Dating, ed. Charles L. Redman et al. (New York: Academic Press, 1978), 25–36. 9 Margarita Díaz-Andreu and Timothy Champion, eds., Nationalism and Archaeology in Europe (London: UCL Press, 1996). 10 Robert Young, White Mythologies: Writing History and the West (New York: Routledge, 1990). 8

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arqueología desde la década de 1980 11, quizás es un poco irónico dada la asociación entre la cultura material y la prehistoria discutida antes. En verdad, debemos recordarnos a nosotros mismo acerca de un eje clave en el concepto de prehistoria: como un tiempo antes de la escritura – no un “antes” en un sentido temporal o cronológico, sino “antes” en un sentido ontológico. Por supuesto que uno tiene que tener cuidado con las asociaciones con conceptos heideggerianos de primordialidad, ya que la prioridad afirmada aquí – como ya lo he mencionado – no es absoluta sino contingente y relacionada a una estrategia metodológica. Pero, al igual que con la concepción restringida, cronológica, de prehistoria, creo que muchos arqueólogos están trabajando también con una concepción restringida de la cultura material que la convierte en secundaria o suplementaria al lenguaje, o “cultura mental”, si gusta. Para ilustrar esto, quiero ir hacia la arqueología de la modernidad, hacia un análisis arqueológico de la modernidad. Por aquí es posible ver cómo durante mucho tiempo la arqueología ha ignorado o marginalizado a una arqueología del período moderno. Al hacer esto, espero volver a la cuestión de la cultura material con un sentido revitalizado de su significancia para la arqueología. La reja de dientes de metal en el concreto, el golpeteo de un martillo neumático, polvo y ruido – vistas y sonidos típicos de las etapas iniciales de cualquier excavación urbana, a medida que las excavadoras mecánicas desgarran superficies y basamentos modernos. Es una práctica normal en las excavaciones arqueológicas, particularmente aquellas en ciudades y en las áreas llamadas “brownfield” [= áreas industriales abandonadas, N. del T.] (es decir, edificadas), que las capas superiores de un sitio sean removidas con máquinas o excavadas para llegar a lo “arqueológico”. Las superficies asfaltadas, las fundaciones de concreto, o las zanjas de tuberías de servicio, constituyen todas lo que usualmente es denominado “perturbaciones modernas” y, si llegan a ser registradas, lo son como una zona vacía; su única importancia es definida como un área de arqueología truncada – esto es, de no arqueología. Reflexionando, uno podría preguntarse por supuesto por qué estas estructuras son excluidas de su consideración como restos arqueológico, y la respuesta usual es “son muy modernas”. Pero, ¿qué es “muy modernas”? La cuestión es crítica debido a que por default, también surge la cuestión de qué es “lo arqueológico”. De hecho, es como si una importante barrera separase lo moderno de la mirada arqueológica. ¿Por qué los arqueólogos usualmente no están interesados en esos restos materiales – es una cuestión de cronología, de límites disciplinarios, o existe un asunto más oculto de ontología y temporalidad implicado en esta simple frase – “muy modernos”? Irónicamente, la arqueología no le ha prestado mucha atención durante la mayor parte de su historia a la cultura material y a los restos del mismo período en el que nació o creció, su pasado contemporáneo. De hecho, solo recién desde fines del siglo veinte – el “período postmoderno” – es que se ha desarrollado algo parecido a un interés activo de investigación en esta línea. Por supuesto, en diferentes países hay diferentes respuestas a este problema – en Europa, las arqueologías del mundo Ian Hodder, “This is not an Article about Material Culture as Text,” Journal of Anthropological Archaeology 8, no. 3 (1989): 250–69. 11

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moderno están desarrolladas muy pobremente (“muy moderno” es un término aplicado regularmente tan atrás como hasta el siglo dieciocho); 12 pero en Norteamérica, en contraste, la arqueología de los siglos dieciocho, diecinueve y veinte es una disciplina próspera. En efecto, las exploraciones sobre el rol de la cultura material en el desarrollo del capitalismo y la expansión global – los mismos procesos relacionados con el surgimiento de la modernidad – han formado una parte nuclear de algunas de las arqueologías más excitantes que se realizan en los Estados Unidos.13 Las razones de esta disparidad regional se relacionan sin duda con un tema social más amplio acerca del rol de la arqueología en la sociedad. ¿Es coincidencia que los arqueólogos Norteamericanos – la mayoría blancos, de ascendencia europea – deben empezar a usar la arqueología para explorar su “propio” pasado? En efecto, se podría proponer que existe una clara geopolítica postcolonial que opera en este foco de la arqueología del mundo moderno: globalmente, la investigación más activa del período moderno aparece precisamente en esas antiguas colonias donde la población de descendencia europea es o ha sido política o numéricamente dominante (tal como en Norteamérica o Australia) en contraste con aquellas donde la población indígena recuperó el poder (tal como en la India u otros países en el sudeste de Asia). Pero la pregunta más insistente no es quizás por qué la arqueología de los últimos tres siglos es más fuerte en algunas antiguas colonias que en otras, sino por qué es tan débil en la patria colonial de Europa. Esto está cambiando lentamente, pero tardará mucho en llegar y la resistencia no es tanto activa como pasiva: lo que realmente nunca se nos ocurrió es que esto era una importante vía para la arqueología. No es que no haya habido – y sigue habiendo – un poco de resistencia activa, especialmente cuando se enfrentan a problemas de prioridad; no tengo duda que si se le preguntara a diez arqueólogos sobre qué es más importante, un sitio neolítico o uno del siglo diecinueve, nueve de ellos (si no los diez) probablemente dirían que el primero – sin dudarlo. No obstante ¿por qué valoramos los restos del pasado de esta manera? ¿Es simplemente que lo más viejo es mejor? ¿O es quizás algo más – un temor de acercarse demasiado al presente? Existe, supongo, una amenaza de ridículo enlazada a este temor del presente debido a que no importa cuántas arqueologías puedan ser definida por su conjunto de métodos y su interés en la cultura material, se conserva un fuerte sentido que su objeto de estudio es el pasado; de hecho, que en lugar de avanzar en el tiempo, debe estar en movimiento hacia atrás en el tiempo, explorando las profundidades más oscuras de la prehistoria. Pero al mismo tiempo, poner una fecha para los límites de la arqueología también parece ridículo. ¿Por qué detenerse en 1750, 1800, 1900 o 2003? De hecho, dada la variabilidad en respuestas nacionales, locales e individuales a la arqueología de los últimos trescientos años, ya debería estar claro que esto no puede ser una cuestión cronológica. Esto es, no puede haber una fecha o un tiempo después del cual podríamos decir que no es más arqueología, aun pese a que muchos arqueólogos hacen esto rutinariamente en la práctica, si no en principio. Pero si no es una cuestión de cronología, luego ¿qué es Ver Matthew Johnson, An Archaeology of Capitalism (Cambridge, Mass.: Blackwell, 1996); Sarah Tarlow and Susie West, eds., The Familiar Past: Archaeologies of Britain 1550–1950 (London: Routledge, 1998). 13 Por ejemplo, Mark P. Leone and Parker B. Potter, Jr., eds., Historical Archaeologies of Capitalism (New York: Plenum Press, 1999). 12

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lo que crea tal resistencia a una arqueología de la modernidad? Comúnmente una respuesta típica es: “Tenemos cantidades de fuentes testimoniales y textuales desde donde abordar la historia del pasado reciente, entonces ¿por qué molestarse con la arqueología?” He escuchado a mucha gente – arqueólogos y no arqueólogos – usar este argumento, y creo que es una ironía bordeando la tragedia. ¿Qué pasó con el proyecto radical de la modernidad y su intento por poner a la cultura material de manera independiente para entender el pasado? Es como si estas personas no tuvieran idea de qué se trata la arqueología. Si se usa este argumento, luego se acepta que la arqueología siempre estará a la sombra de la historia documental y oral o la etnografía y que efectivamente es la más pobre y más patética de todas las disciplinas históricas o sociales. Si se usa esta línea, no se es un arqueólogo en absoluto. Muchos arqueólogos tuvieron que atravesar esta argumentación a mediados del siglo veinte, si estaban estudiando Bretaña medieval o la América colonial, y esperaría que pocos mantuvieran realmente esta posición hoy. Sin embargo, todavía se escucha, incluso desde dentro de la disciplina. Esto no es negar el valor de usar fuentes textuales u otras en la arqueología histórica. Más bien el punto es el poder de la cultura material. Menciono esto, por otra parte, no tanto para lamentar la posición teóricamente vacua que algunos podrían sostener sino para resaltar la estrecha relación que la cultura material tiene con la textualidad o la discursividad. Quiero explorar la naturaleza de la cultura material y el proyecto de la arqueología a través de esta oposición; para ponerlo en términos más bien negativos – usando la negatividad como un concepto positivo – para explorar a la cultura material como lo no discursivo, lo no textual. El lugar para explorar mejor este asunto creo que es focalizándose en una arqueología de la modernidad como contemporaneidad: la arqueología del presente o, como ha sido llamada en otro lado, el “pasado contemporáneo”. 14 Aun cuando muchos arqueólogos pueden aceptar la importancia de una arqueología del período moderno, incluso de una arqueología del siglo veinte, algunos todavía se detienen cuando se trata de hacer la arqueología del hoy. ¿Es posible hacer este tipo de arqueología? ¿El contexto arqueológico no tiene que estar, por definición, muerto? La arqueología como autopsia. Considérese esto: aún si la arqueología decidiese prestar atención a la misma superficie de un sitio urbano – el asfalto, las cañerías de servicios, el concreto - ¿por qué habría de detenerse allí? ¿Por qué los arqueólogos dejan el sitio una vez que todos los vestigios materiales culturales se han tratado, cuando otros nuevos podrían estar siendo construido en su lugar? ¿Cómo sería como si los arqueólogos se quedaron para analizar la construcción del nuevo edificio que se erigió en esa parcela urbana – y luego se quedaran para examinar su ocupación y uso… y posiblemente su eventual destrucción y reemplazo por otro edificio? Un arqueólogo podría dedicar su vida entre a la historia material de solo un sitio. Ésta es una idea provocadora, pese a que algunos escépticos podrían cuestionar si Ver Victor Buchli and Gavin Lucas, eds., Archaeologies of the Contemporary Past (New York: Routledge, 2001), esp. Laurent Olivier, “The Archaeology of the Contemporary Past,” trad. Vérène Grieshaber, en ibid., 175–88. 14

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un proyecto tal es arqueología. En realidad, no me preocupa. Y no estoy seguro si mucha gente se preocupa por la pureza disciplinaria, la que seguramente es la única razón para engancharse en ese debate. Los arqueólogos han estado tomando prestado por décadas y están explorando de manera creciente espacios interdisciplinarios – sólo fíjense en este volumen. Lo que es más importante aquí es la naturaleza de la cultura material en relación con el método arqueológico. ¿Qué significa hacer arqueología en un contexto viviente en vez que en uno muerto? La arqueología ha estado haciendo esto de manera rutinaria desde la década de 1960, y menos sistemáticamente antes de esa época. Lo que se denomina etnoarqueología es un subcampo establecido de la arqueología donde los arqueólogos estudian sociedades vivas para ayudar a interpretar a las muertas. En tal caso, la etnoarqueología es vista en gran parte como metodológica: nos ayuda a reflexionar sobre nuestros métodos. Pero una arqueología de una sociedad viva también tiene un rol muy diferente. Se refleja no en la disciplina sino en la sociedad contemporánea en general. La arqueología del presente podría ser caracterizada como un espejo de dos vías: por un lado, podríamos verla solo como un espejo, sostenido para nuestra propia disciplina (como en la etnoarqueología); por el otro, podríamos tratar de verla como una ventana a la sociedad en general, aunque una oscura en lugar de transparente. Este uso de la arqueología es mucho más difícil; requiere mucho más esfuerzo, ya que primero tenemos que ignorar sus propiedades reflectoras y, segundo, luchar para ver a través hacia el otro lado. De hecho, irónicamente, es quizás el reflejo de nosotros mismos el obstáculo más difícil para superar en este proceso. ¿Qué clase de arqueología mira a través del espejo? Hay un buen número de ejemplos que se podrían elegir,15 pero permítaseme focalizarme en solo dos: la basurería16 y la arqueología forense. La basurería es el estudio de los desperdicios de la gente, cuyo pionero fue William Rathje, a partir del cual se obtiene la comprensión crítica de los hábitos de consumo y residuos de una comunidad.17 Uno de los aspectos más interesantes de este “proyecto” es la frecuente incongruencia entre lo que la gente dice y piensa sobre sus hábitos de consumo y lo que realmente hicieron, como es revelado a través de un examen de sus tachos de basura. No se trata simplemente de gente mintiendo o engañándose a sí mismos; se trata de la significancia de la conducta no discursiva en las vidas de la gente. Se trata de la cultura material. Y lo que se aplica en un nivel individual se aplica de igual manera en un nivel social, como lo han demostrado estudios similares en rellenos sanitarios. La arqueología forense implica una revelación semejante, pero en el campo de la conducta criminal. Los arqueólogos son convocados cada vez más en casos de crímenes civiles y de guerra, donde sirven como partes de procesos judiciales. Los arqueólogos, por ejemplo, han trabajado con los cuerpos y tumbas de víctimas de asesinos seriales, o han participado en la excavación y análisis de fosas comunes alrededor del mundo. 18 Una vez más, se trata de contextos en los que la discursividad está ausente o intencionalmente Ver, p.ej., Buchli and Lucas, eds., Archaeologies. Garbology, en el original. Se refiere al estudio actualístico de la basura [garbage, en inglés] (N. del T.) 17 Ver, p.ej., William Rathje and Cullen Murphy, Rubbish!: The Archaeology of Garbage (New York: HarperCollins, 1992). 18 John Hunter, Charlotte Roberts, and Anthony Martin, Studies in Crime: An Introduction to Forensic Archaeology (London: Batsford, 1996). 15 16

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suprimida. La naturaleza de la arqueología en estos ejemplos puede ser descripta como haciendo presente una ausencia – o haciendo discursivo lo no discursivo. La arqueología como exploradora de la prehistoria del presente, donde la palabra “prehistoria” invoca el significado ontológico radical dado anteriormente en este artículo. Nuestro mundo no es transparente, no está constituido totalmente: hay huecos, sombras, silencios y ausencias que simplemente no están fuera del discurso sino que usualmente están excluidos estructuralmente del discurso. Y aquí es donde quiero introducir una noción de arqueología como un compromiso con el presente no constituido. Si podemos llamar a este presente no constituido una prehistoria, luego sugeriría aún más, que esto es exactamente lo que es toda la prehistoria, de hecho, todo con lo que se relaciona la arqueología, sea excavando un montículo funerario del Neolítico o rellenos sanitarios del siglo veinte. Los objetos que estudian los arqueólogos son desenterrados y existen en el presente – aún si se puede decir que han sido hechos y enterrados en el pasado. Para dejarlo claro: esto no es negar la edad de los objetos, o su historicidad, sino meramente es un poner entre paréntesis temporal que reduciría la temporalidad de un objeto a otro tiempo – tal como la Edad de Bronce o el Neolítico. Los artefactos prehistóricos son objetos contemporáneos, tanto como el último celular Nokia o un BMW. De hecho, los arqueólogos traen de manera rutinaria nuevas cosas al mundo a través de sus excavaciones, y éstas se agregan a la cultura material de la sociedad contemporánea – aún si están estrechamente contenidas en las cajas de los museos o escondidos en los archivos. Los arqueólogos, sobre todo, se involucran con el presente no constituido e intentan hacerlo parte de un discurso. ¿Cómo se lleva a cabo esta constitución? De manera crítica y la mayoría de manera momentánea, a través del acto del trabajo de campo. La arqueología es una actividad materializante. No trabaja simplemente con cosas materiales, sino que materializa. Trae nuevas cosas al mundo; reconfigura al mundo. El público observa cómo poco a poco durante semanas una casa larga vikinga emerge del suelo. Para el público – incluso los arqueólogos – la retórica de la excavación es sobre exponer, sobre descubrir lo que ha estado enterrado. Pero esto tergiversa seriamente el proceso creativo de excavación. Podría ser igualmente apta una retórica de escultura, de diseño. El sitio arqueológico como una imagen gestáltica: ¿esculpida o enterrada? ¿Podrá ser el transeúnte capaz de afirmarlo? ¿Podrías vos? Por supuesto que en una epistemología platónica, el escultor está solo descubriendo aquello que ya está allí de algún modo, inherente al material; quizás la arqueología no sea diferente. Pero yo creo que el asunto no es tanto acerca del producto final como sobre el proceso; no sobre lo que es hecho, sino sobre el proceso de hacerlo. Por otra parte, la arqueología vista como un acto de materialización también incorpora el acto de traducción, el que usualmente es menos notable. El transeúnte ve ahora a un arqueólogo haciendo un dibujo de los restos esculpidos/excavados, tomando notas, sacando fotos. Es testigo del proceso de traducción del objeto en imagen/texto. Tampoco es simplemente un caso de representación, pese a lo que diría la ortodoxia arqueológica. Más bien es una doble materialización, donde tanto la excavación como la traducción se constituyen una a la otra. El modo en el que es

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excavado el sitio en gran parte es ejecutado en referencia al modo en que será registrado; por ejemplo, secciones de la tierra se recortan sobre papel cuadriculado; se puntúan líneas alrededor capas, a lápiz sobre papel ¿Qué está representando a qué? Las excavaciones y hasta los laboratorios son los sitios donde se consagra este pasado no constituido y hecho discursivo. La naturaleza de esta discursividad no está dada tampoco en la naturaleza de los materiales sino que es algo que tiene que ser ejecutado; la arqueología es solo una ejecución [performance]. Otras son posibles: aun en el mismo sitio pueden tener lugar otras materializaciones. La cuestión es, ¿deberá preocuparse la arqueología por esta posibilidad?

Arqueología Moderna Finalmente, esto nos lleva de vuelta al inicio de este artículo y a las contradicciones de la modernidad. El dilema nuclear de la modernidad era cómo entender el mundo sin recurrir a la tradición – cómo encontrar una nueva autoridad que residiese fuera de la tradición – efectivamente, fuera del tiempo. Como parte de esta búsqueda de una nueva autoridad para estudiar el pasado, la arqueología desarrolló el análisis de la cultura material, el que subsecuentemente produjo en el siglo diecinueve el concepto de un pasado nuevo. La prehistoria era este nuevo pasado, no relacionado a la tradición y, paradójicamente, un pasado muy moderno. Aunque su significado siempre resultó ambiguo a través de la conexión con el presente, a través de la analogía; una ambigüedad que es ocultada por la cronología. Una arqueología del presente, de la modernidad como lo contemporáneo, sin embargo, plantea una nueva concepción de prehistoria. Desordena el rol de la cronología una vez más al focalizarse en la analogía. Sólo que en vez de ver una arqueología del presente como analógica (esto es, etnoarqueología), exige que la veamos como un involucramiento con el presente no constituido. El presente no es más una analogía para el pasado, es el campo en el cual son constituidos los pasados. La prehistoria no debería ser vista más como un nuevo pasado, sino como un nuevo presente – más bien la ejecución de una presencia. La significancia de la cultura material no es más acerca de una nueva autoridad o de las bases para entender el mundo (especialmente el pasado), sino sobre una crítica de cualquier autoridad absoluta o fundacionalismo. Dependiendo de su punto de vista, esta es arqueología como un proyecto antimodernista, postmodernista o simplemente modernista tardío. Las implicancias de esta concepción también explotan la noción restringida de arqueología como la búsqueda de conocimiento. La arqueología usualmente es vista simplemente como una disciplina académica, produciendo conocimiento autorizado sobre el pasado. Pero como sea que se caracterice o desafíe la naturaleza de ese conocimiento (o del pasado), también es importante reconocer que la arqueología es un modo de producción cultural: un trabajo cultural. 19 La arqueología es importante para la mayoría de las sociedades en el mundo actual Michael Shanks and Randall H. McGuire, “The Craft of Archaeology,” American Antiquity 61, no. 1 (1996): 75–88. 19

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debido a que contribuye a un proyecto educativo más amplio sobre identidades nacionales e incluso universales: ¿quiénes somos? Puede ser explotada para sostener ideologías nacionalistas (como fue el caso de la Alemania nazi) 20 o criticarlas. También sirve para funciones más recreativas como el entretenimiento, ya sea de manera directa (por ej., un día en el museo) o indirecta (por ej., asesoramiento técnicos en la última película de Hollywood). Sin duda se podrían citar más roles; sin embargo, el camino desde el trabajo muy específico y altamente especializado de la excavación, digamos una casa vikinga, a la recepción social más amplia del conocimiento arqueológico que afecta a las vidas de la gentes, es largo – usualmente muy largo. De hecho, en la medida que la arqueología mejora la vida de la gente y de la sociedad en general, su impacto más grande podría decirse que reside en la cultura popular más que en cualquier visión noble de mejorar la autoconciencia. Se podría discutir el mérito relativo de estos diferentes roles de la arqueología en sociedad - ¿debería se emancipatoria o es suficiente que sea entretenimiento? No quiero hacer frente a esas preguntas aquí (aunque son enormemente importantes), sino más bien argumentar que no obstante como sea que uno vea su papel cultural, una arqueología del presente abre un foro mucho más amplio para el trabajo cultural, uno cuya relevancia es potencialmente inmediata más que distante. En muchos sentidos, es a través de la exploración de estos espacios intersticiales entre proyectos culturales que la arqueología puede expandirse al máximo; convencionalmente, viéndose a sí misma primariamente como una disciplina académica, la arqueología ha percibido que sus límites residen en el borde de otras disciplinas académicas – historia, antropología o geografía, por ejemplo. Pero los límites de la arqueología van más allá de la academia – también puede explorar su relación con otros campos de producción cultural, tales como el arte o el teatro. De hecho, éstos han sido explorados a través de diálogos entre individuos desde sus respectivos campos, tal como Colin Renfrew y Mar Dion sobre el arte,21 o Michael Shanks y Michael Pearson sobre el teatro.22 Y entonces, ¿por qué no diálogos similares entre arqueólogos e ingenieros de la construcción o arquitectos? (No estoy hablando sobre asuntos prácticos de conservación o mitigación, sino sobre temas teóricos respecto a la significancia del ambiente construido). Las posibilidades son infinitas, como lo es el campo de la arqueología. Además, tal perspectiva deconstruye la jerarquía del conocimiento, que privilegia el rol didáctico de la arqueología. Pero el valor cultural de la arqueología no reside solamente en las grandes narrativas del pasado. No es sólo en obras de síntesis, libros populares, museos o sitios patrimoniales donde la arqueología realiza su trabajo cultural. Cualquier segmento o parte de la práctica arqueológica, aún sus operaciones más científicas, mundanas, es potencialmente capaz de participar en un proyecto cultural más amplio. Los proyectos que discutí más arriba, la basurería y la arqueología forense, tienen implicancias mucho más amplias y algo diferentes, así como relevancia social, que las de la arqueología tradicional. Al extender la noción de arqueología a un concepto más generalizado de crítica cultural y rescate, la arqueología puede enlazarse con un acto de terapia en un nivel social. Puede Bettina Arnold, “The Past as Propaganda: Totalitarian Archaeology in Nazi Germany,” Antiquity 64, no. 244 (1990): 464–78. 21 Mark Dion, Archaeology, ed. Alex Coles and Mark Dion ([London]: Black Dog Publishers, 1999). 22 Michael Shanks and Mike Pearson, Theatre/Archaeology (New York: Routledge, 2001). 20

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ayudar a una comunidad, o aún a una nación entera, a llegar a un acuerdo con y entender los problemas sociales claves, tales como un evento trágico repentino (por ej., crímenes de guerra) o males estructurales, de más largo plazo (por ej., carencias sociales o desigualdad). Esta es la arqueología rompiendo los límites de su rol normal en el trabajo cultural. Es arqueología moderna.

Agradecimientos Me gustaría dar las gracias a Mike Shanks por haberme invitado a contribuir a este número especial de la revista y ofrecerme la oportunidad de presentar algunas de mis ideas a un público más amplio. Muchas de estas ideas se han derivado del trabajo en colaboración con mi colega y amigo Víctor Buchli, y aunque quiero reconocer esto, los puntos de vista expresados aquí debe tomarse sólo como un enunciado de la posición del autor.

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