Los tres primeros Primero de Mayo en La Coruña. 1890-1891-1892

June 14, 2017 | Autor: Gérard Brey | Categoría: Galician Studies, Trade unionism, Trade unions, Galicia, Strikes, Strike, A Coruña, Strike, A Coruña
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Descripción

Gérard Brey // [email protected] Los tres primeros Primero de Mayo en La Coruña. 1890-1891-1892 Este artículo ha sido publicado en Santiago Castillo y otros (coords.), Estudios de historia de España. Homenaje al profesor Manuel Tuñón de Lara, Madrid, Publicaciones de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, t. 1, 1981, pp.413-428. La paginación de la edición original se indica en bastardilla (ej.: 413-414) . ***** Es de todos conocido el eco que encontró en España la huelga por la jornada de ocho horas sostenida a partir de mayo de 1886 por los trabajadores estadounidenses, así como la emoción que suscito la ejecución en Chicago de cinco anarquistas el 11 de noviembre de 1887. Este factor psicológico influyó no poco en el proletariado español a la hora de secundar o no el acuerdo tomado en París por el Congreso fundacional de la Segunda Internacional en julio de 1889, de hacer del Primero de Mayo una jornada de conmemoración y de lucha para conquistar la jornada legal de 8 horas. Sobre los conflictos protagonizados por trabajadores de diferentes tendencias en numerosas localidades españolas con motivo del 1.° de Mayo de 1890 y 1891, se ha escrito hasta ahora muy poco, y la atención de los historiadores se ha centrado casi exclusivamente en lo que aconteció en Madrid, Barcelona y Bilbao.1 Esta falta de estudios monográficos se explica, en parte, por la dispersión de las fuentes necesarias para llevar a cabo un estudio global de aquellos 413-414 conflictos, que afectaron a millares de personas. En efecto, semejante trabajo debe hacerse a base de la prensa local, diseminada por todo el territorio de la nación, ya que 1os principales diarios madrileños o barceloneses sólo relataron lo ocurrido en ambas capitales. Por otra parte, la prensa obrera, de consulta indispensable en este caso, sufrió denuncias o suspensiones en aquellos meses y la mayor parte de la que se llegó a editar, o bien se encuentra fuera de España (I.I.S.G. de Ámsterdam) o bien ha sido victima del desinterés, de la incuria o de las destrucciones sistemáticas y voluntarias. El breve estudio que escribimos para este homenaje al profesor Tuñón de Lara pretende mostrar lo que puede aportar la utilización de la prensa local (obrera o no) para reconstituir el comportamiento de los huelguistas, patronos y autoridades, incluso en el caso de una capital de provincia donde se ha destruido o perdido buena parte de sus periódicos antiguos. Deseamos que otros investigadores realicen monografías de este tipo, para que algún día (¿en 1990?) sea posible conocer a fondo esta etapa clave de la historia del movimiento obrero español.                                                                                                                 1

El libro básico sigue siendo el de Maurice Dommanget, Histoire du Premier Mai, publicado en París en 1953 y traducido al español en América Latina, antes de aparecer en las Ediciones de Bolsillo de Barcelona. Los orígenes del 1.° de Mayo en los Estados Unidos y en España han sido evocados por la revista madrileña Tiempo de Historia, respectivamente por Eduardo de Guzmán (“Significación del 1.° de Mayo. La huelga general de 1886 en Chicago”, núm. 6, mayo 1975, pp.19-32) y por Juan Hernández Les (“En los inicios del Primero de Mayo. La cuestión de las ocho horas”, núm. 30, mayo l977, pp.22-32). El caso español ha sido muy brevemente estudiado por José Álvarez Junco en La ideología política del anarquismo español (1868-1910) (Madrid, Siglo XXI, 1976, pp.547 y ss.) y por Diego Abad de Santillán en su Contribución a la historia del movimiento obrero español, tomo 1 Desde los orígenes hasta 1905, Puebla-México, 1962, pp.418-423. A los sucesos de 1890 en Barcelona, Madrid y Bilbao dedicó algunas páginas Manuel Tuñón de Lara en El movimiento obrero en la historia de España (Madrid, Taurus, 1972, pp.345-352). Para el caso de Bilbao remitimos también al artículo de Eugenio Lasa Ayestarán, “Socialismo en Vizcaya: La huelga general de mayo de 1890”, en Tiempo de Historia, núm. 7, junio 1975, pp.14-25 y al libro de Juan Pablo Fusi, Política obrera en el País Vasco (18801913) (Madrid, Turner, 1975, pp.81-94).

Para que se entienda mejor lo que sucedió en La Coruña en 1890 y 1891 evocaremos muy brevemente el panorama económico de la ciudad en vísperas de los conflictos, así como las luchas anteriores por la jornada de trabajo que llevaron a cabo algunos de los gremios de la Federación Coruñesa de Trabajadores, después de su creación en marzo de 1882. Debemos advertir que, por falta de espacio, silenciaremos voluntariamente lo que pasó en las demás localidades de Galicia, aunque es cierto que las huelgas coruñesas repercutieron en el comportamiento de otros trabajadores de la región; excepcionalmente aludiremos al contexto ferrolano en alguna ocasión, ya que este influyo en cierta medida en la evolución posterior del obrerismo coruñés. A) LA CORUÑA A FINALES DEL SIGLO XIX A.1) Demografía Durante la segunda mitad del siglo XIX, diversos factores provocan un crecimiento demográfico de la ciudad, cuya “población de hecho” pasa de 30.132 habitantes en 1860 a 37.241 en 1887 (+ 23,6 por 100). Esta tendencia va acelerándose posteriormente y, en un lapso dos veces más corto, la población aumenta un 18 por 100, para alcanzar los 44.000 habitantes en 1900. Este aumento se debía al crecimiento vegetativo, pero también a los movimientos migratorios que afectaban Galicia. Sin embargo, si las mujeres que procedían de las villas y aldeas del norte de Galicia solían quedarse en La Coruña para trabajar, muchísimos hombres solo permanecían allí unos cuantos meses antes de emigrar (definitivamente o no) al Nuevo Mundo: en 1887, el elemento masculino solo totalizaba el 45 por 100 de la población coruñesa de hecho, mientras el 92 por 100 de los 4.196 habitantes “de derecho” que residían fuera de la ciudad al efectuarse el censo 414-415 eran varones. Tendremos la ocasión de subrayar el papel “invisible” de estas mujeres cuyo jornal era un ingreso indispensable cuando los hombres querían promover huelgas prolongadas. A.2) Industrialización y clase obrera Dado el escasísimo número de estudios sobre el desarrollo económico de las ciudades gallegas en el siglo XIX, solo podemos ofrecer una descripción muy incompleta de las fábricas y talleres de La Coruña preindustrial de la época.2 Entre las fábricas, la más antigua era la de Tabacos; creada en 1808 y posteriormente ampliada, constaba en 1890 de siete talleres donde trabajaban 3.823 mujeres, siendo el personal de empleados muy escaso y exclusivamente masculino. Según un diario coruñés de junio de 1891, las pitilleras ganaban de 7 a 8 duros mensuales, las obreras de primera de 10 a 12, y las empaquetadoras 14. En los años 1873-1875 un industrial de origen vasco, Zaragüeta, montó una fábrica de cerillas fosfóricas, La Vasco-Galaica, que, con otras dos fábricas del mismo tipo, empleaba a no pocas muchachas de trece a veinte años, que en su mayoría solían ser hijas de cigarreras y hacían el turno de noche. La fábrica de gas se fundo en 1854; no solo suministraba este producto, sino que también se dedicaba a la construcción de faroles y demás aparatos para el alumbrado y calefacción. Nada sabemos del personal que ocupaba, y pasa lo mismo con la industria de refinado de petróleo que, con la de Vigo, abastecía a las regiones de Galicia, León y Castilla. Uno de sus                                                                                                                 2

Además de la prensa local, cuya consulta proporciona a veces datos interesantes sobre el particular, dos suelen ser las fuentes básicas para conocer la economía coruñesa en la segunda mitad del siglo XIX. Se trata de la GuíaIndicador de La Coruña y de Galicia para 1890-91(año I) por R. Facinas Arcuaz (La Coruña, 1890) y de los Apuntes para la historia comercial de La Coruña (La Coruña, 1900), de Francisco Tettamancy y Gastón.

dueños era José Marchesi Dalmau, que entre enero de 1890 y julio de 1891 fue alcalde de 1a ciudad. En el sector de la metalurgia, además de unos nueve talleres de herrería, existían dos fundiciones (la de Miguel Ortiz y la Catalana de Manuel Solórzano, en el barrio de Monelos); ambas elaboraban “planchas comunes y de vapor, cañerías, cocinas económicas, tubos en las formas que se pidan, camas de hierro, columnas, balconaje y otra multitud de objetos” (Faginas, p.200). Tras distintas huelgas, la jornada de muchos obreros del metal (fundidores, herreros, constructores de carruajes) había pasado de once horas en 1882-83 a 9 1/2 en verano y 9 en invierno hacia 1890. Entre las siete hojalaterías que había, la más importante debía de ser La Artística, que se estableció poco antes de 1890; disponía de calderas que alimentaban la turbina y de distintos hornos y talleres de herrería y carpintería. De los hojalateros y “linterneros” coruñeses en general, nos dice La Voz de Galicia del 19.VI.1891: “trabajan actualmente once horas y media, 415-416 y cobran el salario de la semana el domingo al mediodía, no recibiendo más que el importe del jornal de los días laborables, pues el medio día festivo no se les paga”. El sector alimenticio se componía de un conjunto de pequeñas fábricas de conservas y salazón, harinas, aguardientes y alcoholes, cervezas y gaseosas, pastas y chocolates. Dentro de esta última categoría, habría que destacar La Española, propiedad de Fernando Rubine e Hijos, en la que además del chocolate a vapor se hacían “puntas de las llamadas de París, muelles para muebles, harinas de trigo del país y refinación de azúcar”. (Faginas, p.198). Además de los establecimientos ya enumerados, este autor señala, en una lista de “Profesiones e industrias comprendidas en la matrícula del subsidio industrial de La Coruña” la existencia de once zapateros, diecisiete carreteros con bueyes y carretas, dos marmolistas, ocho carpinteros, cuatro fábricas de velas, tres de jabón, siete horchaterías, siete sombrereros, tres silleros de paja, diez impresores y editores, doce sastres, etc., que, en algunos casos, serán afectados por las huelgas de 1890-91. En cuanto a los 150 operarios empleados en las 25 tahonas, nos dice de ellos La Voz de Galicia del 9 de mayo de 1890: “trabajan doce horas de noche, y cobran 3 pesetas el maestro de pala, 2,50 el maestro de artesa, y los demás obreros disfrutan de un jornal que varía de 2,25 a 1,50 pesetas, según su disposición para el trabajo”. Esta división en tres categorías, y 1a diferencia de condiciones de manutención según las tahonas, hicieron difícil la cohesión de este gremio durante las susodichas huelgas. No evocaremos hache los servicios (enseñanza, transportes, aduana, banca), ni la pesca y navegación ni los jornaleros campo, que no desempeñaron ningún papel en aquellos momentos. Terminaremos con el sector de la construcción, que, en años anteriores, había sido uno de los más conflictivos como veremos a continuación. Además de algunos talleres ya aludidos, se concentraba en tres fábricas fundamentalmente. La vidriería La Coruñesa, creada hacia 1830, había suministrado a lo largo del siglo el material necesario para las típicas galerías acristaladas ciudad. En 1890, podía proporcionar trabajo a 250 personas, pero por falta exportación de sus productos y a consecuencia del declive progresivo de la galería como elemento arquitectónico, tuvo que reducir la plantilla y desapareció en los últimos años del siglo. No tenemos noticia de la participación de sus obreros en los conflictos de 1890-91, lo cual quizá pueda atribuirse a la situación precaria de dicho establecimiento. En cambio, La Progresiva, de Luis Puig y Marceli, constituya una próspera fábrica y de aserrar y labrar maderas; disponía de “un taller mecánico de ebanistería, carpintería y torcería, listonería dorada a brazo e imitación de maderas finas” (Faginas, 198). Su dueño supo aprovecharse del auge urbanístico, que conoció la ciudad en el último tercio del siglo fabricando galerías, maderas para construcción y carpintería, muebles de rejilla, etc. Tanto su actitud como la de sus obreros influirá en el desarrollo de los conflictos. Otra fábrica de idéntica índole era la de Cervigón, que poseía “máquina de vapor de fuerza de doce caballos”. 416-417

La industrialización lenta y todavía limitada de la ciudad atrajo a numerosos trabajadores forasteros de ambos sexos. Al convertirse La Coruña en uno de los principales puntos de emigración hacia América también se desarrollaron los servicios portuarios, las agencias de las compañías de navegación y consignatarios, con la consiguiente aparición de nuevos puestos de trabajo, incidiendo también en ello la inauguración del ferrocarril Madrid-Coruña en 1883. Se transformo la fisonomía de la antigua plaza fuerte; derribadas las murallas, se construyeron nuevas plazas, calles, manzanas y edificios públicos. La necesidad de viviendas para un proletariado cada día más numeroso, para los empleados y miembros de la pequeña burguesía supuso, a partir de 1885, la realización de un Plan de Ensanche de la Población. Así que, no obstante el declive de la vidriería, el sector de la construcción era uno de los más prósperos en los años ochenta y en 1890 se dedicaban a esta actividad unos treinta y seis maestros de obras. Por eso, no es ninguna casualidad si los carpinteros, canteros y albañiles constituyan los gremios más numerosos y dinámicos. B) ORGANIZACION OBRERA Y HUELGAS EN LA CORUÑA ENTRE 1882 Y 1887 Son precisamente los carpinteros los que suscitan en marzo de 1882 la creación de la Federación Coruñesa de Trabajadores, adherida a la Federación de los Trabajadores de la Región Española. La preeminencia de este gremio se confirma en la lista de las Secciones que componen dicha asociación en vísperas del Congreso que celebra la F.T.R.E. en septiembre de 1882. De los 636 federados coruñeses, 298 son carpinteros, 182 canteros, 36 pintores, 67 obreros del hierro, 15 constructores de carruajes, 20 “constructores de calzado”, 8 tipógrafos, y 40 componen una sección de oficios varios.3 En diciembre la sección de carpinteros tiene 440 afiliados, pero poco después el periódico mensual de la F.T.R.E. nos indica que algunas secciones de la sociedad coruñesa han sufrido, en mayo de 1883, bajas de importancia: “La Federación Coruñesa se compone de 390 carpinteros, 190 obreros en hierro, 9 canteros y 12 pintores”.4 Numerosos indicios confirman que los obreros carpinteros desempeñaron en la segunda mitad del siglo XIX un papel de vanguardia en las luchas obreras coruñesas. Entre 1881 y 1885, esta sección (con la de los obreros del metal) fue la más activa de toda Galicia y una de las más combativas de la Unión de Constructores de Edificios de la F.T.R.E.4bis Teniendo que 417-418 trabajar 12 o 13 horas diarias por un jornal de 10 reales durante 6 o 9 meses al año, los carpinteros coruñeses, estimulados por el éxito de los ladrilleros del Llano de Barcelona y albañiles de Olot (Gerona), que habían conseguido respectivamente las 8 y 9 horas, exigieron a mediados de 1883 las nueve horas. Tras una serie de peripecias, la mayoría de ellos obtuvo en octubre la jornada de 10 horas en verano y 8 y media en los seis meses de invierno; sin embargo el conflicto se reanudó en abril de 1884, pues, al parecer, los patronos no respetaron lo pactado.5 Entre las distintas iniciativas de los carpinteros coruñeses, cabe señalar especialmente la publicación del primer órgano de la Federación Coruñesa, La Lucha Obrera, que conoció dos breves etapas entre julio de 1883 y enero de 1887, y el apoyo                                                                                                                 3

Congreso de la Federación de Trabajadores de la Región Española. celebrado en Sevilla los días 24, 25 y 26 de septiembre de 1882, Barcelona, 1ª edición, 1882, p.90. Existía otra sección de 8 federados en Lugo y una federación de 270 socios en Vigo; pronto se organizaría una activa federación ferrolana y otra, más efímera, en Santiago. 4 Crónica de los Trabajadores de la Región Española, Barcelona, Libro 1, entrega 20.ª, septiembre de 1883, p.126: “Comisión Federal. Extracto de la sesión celebrada el 28 de mayo de 1883”. 4bis Nota de enero de 2016. Ver G. Brey, “El movimiento obrero en La Coruña entre 1881 y 1889”, Cuadernos de estudios gallegos, Madrid, C.S.I.C. y Santiago de Compostela, Instituto P.Sarmiento, t.XXXIII, 1982, fasc.98, pp.345-372. 5 Crónica..., Libro 1, pp.104, 146, 153, 164 y 178; y p.35 del “Libro de avisos, correspondencias administrativas y anuncios”; Libro 2, p.36 y p.11 de la “Sección de avisos y correspondencia”.

solidario que prestan a los carpinteros ferrolanos que, entre agosto y octubre de 1885, sostienen una huelga pidiendo “diez horas de jornada en verano y nueve en invierno”.6 A partir de 1887, son escasísimas las alusiones de la prensa obrera española a la Federación Coruñesa. Las huelgas de 1890-91 van a demostrar que, a pesar de un silencio de tres años, los obreros coruñeses no estaban tan retraídos como lo parecían y que la jornada de ocho horas seguía siendo uno de sus mayores anhelos. C) LA HUELGA DEL PRIMERO DE MAYO DE 1890 Empezó en realidad el lunes 5, porque así los huelguistas evitaron la pérdida de los jornales de la semana anterior. El día 4, se celebro una asamblea pública convocada por la Federación, en la que tomaron parte sobre todo los carpinteros y canteros, pero también los panaderos; el secretario de la Federación, el carpintero Antonio Vidal, destacado militante de la década anterior, fue el único orador. El que se iba a convertir pronto en cerebro de la huelga preconizo la hue1ga general hasta conseguir las ocho horas y propuso la celebración de otro mitin al día siguiente. El 5, los carpinteros y canteros se encuentran a la cabeza del conflicto. Los obreros de la fábrica de Puig, presionados pacíficamente por los primeros huelguistas, abandonan sus faenas; los imitan los carpinteros de la fábrica de gas, mientras se niegan a hacerlo los trabajadores de las fábricas de Rubine y Zaragüeta, así como los empleados por el Ayuntamiento en las obras de explanación y desmonte del futuro Palacio Municipal. En el mitin, se discuten las propuestas entusiastas y ofensivas que surgen por todas partes y que conocemos gracias a las informaciones detalladas de dos diarios republicanos: La Voz de Galicia y El Telegrama. Se designa una “Comisión directiva de la huelga”, integrada por un representante de los gremios en 418-419 huelga (18 en total) y por el presidente y secretario de la Federación. También se elige una “Comisión de vigilancia” de 16 miembros, encargada de convencer los trabajadores a que se unan al movimiento. Por la tarde, 800 obreros celebran otro mitin y adoptan la idea del mitin diario para mantener la cohesión y movilización, rechazándose tanto la manifestación callejera como la “agremiación para organizar la resistencia y el amparo mutuo” (La Voz de Galicia, 6.V.1890). Al día siguiente se comunica a los patronos las reivindicaciones: “la petición de los trabajadores se concreta en la jornada de ocho horas, supresión del trabajo extraordinario mientras existan obreros sin él, y abolición completa del trabajo nocturno (…). Por la Comisión, A. Vidal”. Ya se sabe que, como lo afirmaron los huelguistas en la exposición de sus móviles, la jornada de ocho horas debía contribuir a mitigar el paro, e incluso a suprimirlo, y a sostener “altos los jornales, matando las competencias entre los que trabajan y los desocupados”. En La Coruña concretamente, e! desempleo afectaba por lo menos a 500 personas desde hacia varios meses; se trataba de las 220 tejedoras y 46 obreros de la fábrica Coruñesa de Hilados y Tejidos, destruida por un incendio en 1889, y de unos 200 carpinteros. Por eso, los huelguistas insistieron en la segunda demanda pidiendo la supresión del trabajo extraordinario, mientras existan obreros sin ocupación, y en caso contrario doble jornal” (La Voz de Galicia, 9.V.1890; el subrayado es nuestro). A lo mejor pensaron los huelguistas que esta cláusula del “doble jornal” incitaría a los patronos a contratar a los parados, en vez de aumentar los jornales. En realidad aquellos aceptaron sin dificultad alguna esta medida, porque esto les convenía más que correr el riesgo de no tener a disposición de sus intereses ningún parado. En realidad, estas tres exigencias obreras distaban mucho del catálogo de reivindicaciones de las sociedades obreras de Barcelona, publicado íntegramente por El Telegrama del día 5 de mayo. En particular se silenciaba por completo la situación de las                                                                                                                 6

Bandera Social, Madrid, 9.VIII.1885, 23.VIII.1885 y 2.X.1885. De las 441,40 pesetas recibidas por los huelguistas ferrolanos, una cuarta parte fue entregada por los trabajadores coruñeses (Bandera Social, 10.VI.1886).

trabajadoras de la Fábrica de Tabacos y la de Cerillas de Zaragüeta. Por cierto, éstas se quedaron al margen de la huelga y sólo algunas “misteras” tomaron parte en algún mitin. Pero es de suponer que, además de otros factores disuasivos, pocos obreros hubieran optado por una huelga prolongada sin contar con el jornal de su esposa o hija para sustentar a sus familias. En los primeros días de la huelga, la “Comisión directiva de la huelga” entregó al gobernador civil, el liberal Sarthou, una solicitud pidiendo al Gobierno y a las Cortes la aprobación de una ley que reconociera sus tres reivindicaciones. Inmediatamente La Voz de Galicia comento que el movimiento no tenía “ni el más leve carácter anarquista” . En realidad, a pesar de la abstención o cavilaciones de ciertos oficios, algunos gremios sostenían una huelga general solidaria muy parecida a las preconizadas por la F.T.R.E. Vidal había afirmado que los maestros cederían al cabo de una semana; para conseguirlo los huelguistas tenían que extender rápidamente el movimiento a otros talleres y obras, interviniendo en los mismos lugares 419-420 donde seguían trabajando sus compañeros. Ni las medidas coactivas del gobernador civil pudieron intimidarlos o impedírselo. Al contrario, se unieron los carreteros del muelle, exigiendo nuevas tarifas de los comerciantes; “algunas sastras, pintores, zapateros y sastres” se adhirieron también, así como los tipógrafos, lo cual afectó a todos los diarios, excepto La Voz de Galicia, que había otorgado las 8 horas a sus obreros a partir del día 4. El día 8, la Comisión de la huelga solicita la intervención del gobernador para que se entablen discusiones y negociaciones por su intermedio con los maestros. Para presionar, los obreros panaderos amenazan con ir a la huelga si los tahoneros no les aumentan en dos reales diarios su jornal y no suprimen el trabajo los domingos. En seguida se reúnen “los maestros de canteros, carpinteros, pintores, herreros, hojalateros, albañiles y ebanistas (...). Están dispuestos –añade La Voz del 9– a conceder a los obreros diez horas y media de trabajo en el verano y ocho en el invierno, y a pagar a doble precio las extraordinarias”. Al día siguiente, el mismo diario rectifica anunciando que en dicha reunión prevaleció el criterio de los más transigentes, esto es el de las diez horas, y así se consignó en el acta". Y así lo anunció el gobernador a los huelguistas. El 9, estos se reúnen en mitin y deliberan durante cuatro horas. Los pintores opinan que es preciso exigir las nueve horas, que es lo que ellos trabajan; Vidal no da su criterio, pero el delegado del influyente gremio de carpinteros (al que aquel también pertenecía) preconiza la aceptación. Finalmente, se efectúa una votación secreta que da el siguiente resultado: “Votantes que se conforman con las bases de patronos y por consiguiente con que la jornada diaria en verano sea de 10 horas, 382. Votantes que no quieren la transacción si dicha jornada no se reduce a nueve horas, 87. Votantes que se empeñan en mantener para todo el año la jornada de ocho horas, 12”.7 Sin embargo, surgieron nuevas dificultades, pretendiendo luego la mayoría de los maestros que lo propuesto eran 10 horas y media (y no 10). Se prolongó el conflicto hasta el día 13, y por fin se partió la diferencia estableciéndose la jornada de 10 y cuarto... Los demás gremios negociaron separadamente. Se evitó la huelga de panaderos aumentándoseles el jornal en dos reales, sin suprimir el trabajo de los domingos. En adelante, los sastres y sastras tendrían hora y media para almorzar (en vez de una) y se les pagaría los remates, es decir, el trabajo que hacen los domingos en los talleres y que hasta la fecha no se les ha satisfecho” (La                                                                                                                 7

La Voz de Galicia, 10.V.1890. No podemos deducir de esta votación el número exacto de huelguistas. En efecto, comenta el diario republicano: “son muchísimos más que los 382 citados los huelguistas que aceptaron la jornada de diez horas, (...). Por la mañana, antes de comenzar la votación, declararon ya terminantemente que eran partidarios de la solución en ese sentido los cerrajeros, hojalateros, operarios de la fábrica de Puig y otros, absteniéndose de votar, bien porque se retiraron, bien porque hecha esta declaración no consideraron necesario emitir sus sufragios”.

Voz, 10.V). 420-421 Los dependientes de comercio, que trabajaban 13 horas en invierno y 15 o 16 en verano incluso los domingos, no se declararon en huelga pero aprovecharon la oportunidad para formular sus demandas; en adelante los comercios y almacenes cerrarían a las 9 en verano y a las 8 en invierno, y los domingos al mediodía o a las 4, según los casos. Balance de la huelga Los patronos no habían accedido a todas las pretensiones de los obreros, y estos solo habían alcanzado una parte de sus objetivos; incluso habían obtenido algo que en el fondo no deseaban, como el pago doble de las horas extras. Sin embargo, y a pesar de la humillante y súbita media vuelta de los maestros tras la votación obrera, la huelga sostenida del 5 al 12 de mayo les había enseñado otra vez a los trabajadores la necesidad de unirse en la perspectiva probable de otros conflictos. Apenas finalizada la huelga, la Federación Coruñesa intentó organizar a los obreros “por oficios separados” y constituir una caja de resistencia alimentada por una pequeña cuota mensual. Pero, en vísperas de la huelga de 1891, los únicos gremios federados seguían siendo los mismos: obreros del metal, canteros y carpinteros, cuya sección tenía en caja más de 600 pesetas; mientras tanto, varios zapateros, sastres y hojalateros procuraban a duras penas resucitar sus respectivas secciones de oficio. De modo que, a pesar de los 1.300 afiliados que generosamente le atribuía La Voz de Galicia de 5 de abril de 1891, la Federación era todavía bastante frágil; incluso en algunos casos, los obreros coruñeses “vieron insensiblemente aumentada la jornada sin que formulasen la menor protesta”, comentaba el mismo número de La Voz. Por otra parte, la huelga de 1890 dio por resultado la aparición de uno de los principales semanarios ácratas finiseculares: El Corsario. A partir del 18 de mayo salió como “Órgano de la Federación Coruñesa”, y no desapareció hasta 1896. D) LA HUELGA DEL 1.° DE MAYO DE 1891 D.1) Primera fase hasta las elecciones del domingo 10 de mayo La huelga de 1891 se verificó en un contexto muy distinto. Desde julio de 1890, los conservadores de Cánovas eran gobierno; en febrero obtuvieron la mayoría en las primeras elecciones generales por “sufragio universal masculino” y en mayo se iban a celebrar elecciones municipales, lo cual no dejó de influir en el comportamiento de los protagonistas. Además, una gran parte de la clase obrera española, estimulada por la movilización de 1890, intentó coordinar la huelga a escala nacional, celebrando en Madrid un “Congreso Amplio” en marzo de 1891, en el 421-422 cual 122 delegados (de los 135 que asistieron) proclamaron que la mejor manera de “alcanzar como máximo por todos los oficios las ocho horas de jornada el l.° de mayo próximo, es la huelga en todas sus formas y con todas sus consecuencias”.8 Ante esto, el ministro de Gobernación actúo con mayor firmeza que su antecesor liberal: si bien autorizó las reuniones en lugares cerrados, en cambio se prohibió la formación de grupos de más de 20 personas en la vía pública, lo cual imposibilitaba las manifestaciones públicas o la aparición de piquetes de huelga. En La Coruña, el gobernador civil conservador, Maximiliano Linares Rivas, que había sustituido a Sarthou, procuró desanimar a los trabajadores con una maniobra de diversión, denunciando y recogiendo los ejemplares de El Corsario del 29 de marzo, so pretexto de “injurias y calumnias al jefe de la Fábrica de Tabacos”; el 30 fueron detenidos el director de1 periódico y secretario de la Federación,                                                                                                                 8

El Productor, Barcelona, 2.IV.1891, reproduce las dos resoluciones y el “Manifiesto a los trabajadores”, adoptados por el “Congreso Amplio”; en estos textos se especificaba el concepto de huelga general

Antonio Vidal, que había desempeñado un papel clave en la huelga del mayo anterior, así como otro líder local de tendencia ácrata, Juan Antelo. Así y todo, los obreros no estaban dispuestos a retroceder, ni a abandonar sus objetivos fundamentales. El día 5 de abril, ante más de 800 obreros, el delegado de la Federación enviado al Congreso Amplio dio cuenta de las resoluciones del mismo, “quedando definitivamente acordado declararse en huelga el día 1.° de mayo y continuar en ella hasta obtener la reducción de la jornada diaria” (según La Voz de Galicia del 7). Este era el resultado de un compromiso, en el mismo seno de la Federación, entre los simpatizantes del P.S.O.E. y los partidarios del anarcocolectivismo. Unos y otros habían allanado sus diferencias tácticas para realizar la unidad de los trabajadores durante el conflicto, aunque esto les obligaba a apartarse de las consignas de las organizaciones nacionales. Por un lado los federados de tendencia socialista irían a una huelga prolongada, a pesar de que El Socialista no dejaba de censurar los acuerdos del Congreso Amplio declarando que “la tal huelga es perniciosa a los intereses de los trabajadores” (3.IV.1891). En cambio, los anarquistas coruñeses renunciaban a las manifestaciones callejeras, evitando así las detenciones previas y clausura del local de la Federación, como les ocurrió en Cádiz a Fermín Salvochea y otros lideres.9 Esta vez, la Federación se preocupó de conservar el control de la huelga, eligiendo de su propio seno una “Comisión superior directiva de la huelga”. Esta designó luego varias subcomisiones encargadas de determinar el número de huelguistas e intervenir para generalizar el paro. En un mitin celebrado el 26 de abril con asistencia de 3.000 obreros y un número considerable de obreras”, se aprobó un “Reglamento de la huelga” que decía: “Las reuniones que se celebren tendrán lugar en local cerrado, 422-423 y no se llevara a cabo ninguna manifestación en la vía pública.” Otro artículo indicaba que “la Comisión se entenderá con los propietarios y patronos que soliciten trabajadores huelguistas accediendo a su demanda” de las ocho horas; la “Asamblea de oficios reunidos” debía ratificar este tipo de acuerdo para que sea firme y definitivo.10 Al cabo de una semana, El Corsario afirmaba que 6 gremios observaban un paro casi general: “los canteros, albañiles y peones, que componen el número de 2.000; los carpinteros que se componen de 1.600; los pintores, que se componen de 165; los de metales, que son los 260; los constructores de calzado, que son 300; los hojalateros y linterneros, que son 70, y otro número considerable de diferentes oficios, en resumen serán 5.000 y pico; de esto no llegan a trabajar el 5 por 100” (7.V.1891). La Voz de Galicia del 10 matizaba esta cifra, pero admitía que “por lo menos, han suspendido el trabajo en La Coruña y sus inmediaciones desde el 1.° de mayo 4.000 obreros”. ¿Cuál fue la reacción de la patronal? Para ella, había que atenerse a las 10 horas y media propuestas en 1890. Pero algunos maestros opinaban que se podía transigir con 9 horas; incluso los hubo que, individualmente, informaron que estaban dispuestos a aceptar la jornada de 8 horas, con tal que los otros maestros de su gremio hicieran lo mismo. Es difícil saber si esta última postura revelaba una buena voluntad sincera o al contrario ocultaba una manera hipócrita de no acceder a la de los petición obreros, entreteniéndolos con vagas promesas. De todas formas, semejante actitud puso en un aprieto a los huelguistas, ya que esto podía acabar con la cohesión y solidaridad gremial. Para evitarlo, en los mítines del 2 y 3 de mayo se acordó que “en tanto todos los patronos no acepten la jornada diaria de 8 horas, ningún obrero debe concurrir al taller” (La Voz de Galicia, 3.V.1891). Al cabo de una semana de huelga, el                                                                                                                 9

El entierro de tres obreros y una obrera durante la huelga les ofrecerá a los huelguistas la oportunidad de hacer alarde de su determinación por las calles de la ciudad cuatro veces, sin que pudieran intervenir las fuerzas represivas. 10  “El meeting del domingo en el Circo Coruñés”, en El Corsario suplemento al número 49, s.f. (1.° de mayo de 1891) ; también en La Voz de Galicia del 2 de mayo. Al parecer, los huelguistas querían que la jornada fuese de 8 a 12 y de 2 a 6 de mayo a octubre, y de 8 a l2 y de 1 a 5 el resto del año.  

gobernador convocó a los maestros y se confirmó que sólo una escasa minoría estaba dispuesta a transigir con las 9 horas. En cuanto a los fabricantes de fundición y maquinaria, maestros de cerrajería y talleres de coches, no solo se negaron a tener en cuenta la petición de sus obreros (que a la sazón trabajaban 9 horas en invierno y 9 cuarto en verano), sino que pretendieron quitarles un cuarto de hora de descanso al mediodía en verano. Es “un insulto o una guasa”, comento El Corsario. Es una “provocación”, titulaba el editorial de La Voz de Galicia del 9, que al mismo tiempo censuraba duramente la actitud “estéril, infecunda, negativa” del gobernador: “Entre los obreros circula muy válida la creencia de que el señor Linares deja hacer a los maestros porque quiere tenerlos de su parte en las elecciones de mañana”, concluía el diario. Era obvio que la complacencia del gobernador hacia la intransigencia de los maestros no estaba exenta de electoralismo. En 423-424 efecto, el 10 de mayo los coruñeses tenían que designar a 16 nuevos concejales. Las aprensiones del gobernador en cuanto al resultado del escrutinio estaban justificadas: en febrero, Aureliano Linares Rivas había sido nombrado diputado conservador a Cortes por la circunscripción de La Coruña, a pesar del triunfo aplastante de los dos candidatos republicanos en las secciones urbanas y únicamente gracias a un vergonzoso pucherazo en las secciones rurales y a la anulación de la elección del candidato liberal-fusionista... En 1as elecciones del 10 de mayo, el partido conservador sabía que difícilmente podía contar con el fraude y que numerosísimos obreros votarían a favor de los candidatos republicanos. Por supuesto, la indignación de La Voz de Galicia, cuyo director y era propietario el diputado por Ortigueira J. Fernández Latorre, tampoco estaba desprovista de intenciones electoralistas. El caso es que en el mitin del 9, el secretario de la “Comisión directiva de la huelga” leyó públicamente el editorial aludido, sin duda con la idea de incitar a los huelguistas a que votasen la candidatura republicana. El triunfo de la coalición fue rotundo: entre posibilistas, centralistas y federales se presentaron 12 candidatos y salieron indiscutiblemente elegidos 11 de ellos. D.2) Segunda fase. disminuye la cohesión y se prolonga el conflicto Al día siguiente, se inició una segunda etapa, caracterizada por la reincorporación al trabajo de algunos gremios tradicionalmente más combativos y conflictivos. Por la mañana, “los obreros de varias fábricas, entre ellas la de Puig, Cervigón y Rubine, han vuelto al trabajo”, anuncia La Voz de Galicia del 12. Al día siguiente los imitan 1os trabajadores de dos obras y sobre todo “1os fundidores de Ortiz y de la fábrica catalana de Monelos”, que precisamente habían conseguido en luchas anteriores la jornada más reducida de la ciudad. Pero la mayor parte de los carpinteros, canteros, albañiles y zapateros (que exigían un aumento del destajo), así como los hojalateros, permanecían en huelga, gracias a los donativos de las cigarreras, empleados de la fábrica de gas, guardias de consumo, peones de la cuadrilla municipal, trabajadores del arsenal ferrolano, y a las suscripciones abiertas por El Obrero de Ferrol y por la Federación de Vigo. Mientras tanto, algunos grupos de huelguistas conseguían las ocho horas y reanudaban sus faenas con el visto bueno de la Federación y de la Asamblea de huelguistas. Este fue el caso de no pocos carpinteros, pintores y canteros; el 17 de mayo El Corsario afirmaba que “el número de huelguistas que están trabajando con la jornada de ocho horas asciende al número de 70” (sic). Pero, para los 500 “numantinos” que persistían en huelga, el hecho de que estos trabajadores volvieran al trabajo constituya una especie de infracción, si no al reglamento de la huelga, sí al carácter general y gremial de la misma. Son estas condiciones distintas de un taller a otro para un mismo gremio y estas negociaciones parciales, las que iban a suscitar los choques de la tercera etapa de la huelga. 424-425

D.3) Tercera fase: radicalización del conflicto, incidentes y detenciones, últimos colapsos Varios incidentes iban a instaurar un clima más tenso a partir del 12. Ese mismo día, el delegado del gobernador interrumpe el mitin y son detenidos en la calle tres huelguistas por pretextos baladíes. Una mediación, que provoca polémicas en la prensa republicana y discrepancias entre los huelguistas, es intentada por el maestro de obras Ramón Pérez Costales, del partido republicano federal y ex ministro de Fomento de la Primera República. El fracaso de estas negociaciones provoca el endurecimiento del conflicto. En el mitin del domingo 24, “el compañero secretario propuso no volver al trabajo el lunes, tanto los obreros que trabajan por las mismas horas que antes de la huelga, como aquellos otros a quienes han concedido los maestros las ocho horas” (V.G., 26.V.1891). Los demás líderes de la Federación adoptan la misma postura, pero los se huelguistas niegan a exigir a los que habían vuelto con las ocho horas que se declaren otra vez en huelga; en cambio, se designan varias comisiones para convencer a los que habían reanudado sus faenas sin conseguir nada de que tenían que dejarlas de nuevo. El lunes 25, distintos grupos recorren la ciudad yendo de una obra a otra y de un taller a otro, para presionar a sus compañeros. Algunos se unen otra vez al movimiento huelguístico; otros no. Las fuerzas represivas disuelven los piquetes y detienen a 12 trabajadores; esto obliga a los directivos de la Federación a esconderse. Por intermedio del alcalde conservador se intenta una última negociación colectiva sobre la base de nueve horas; negáronse de nuevo los maestros, pero es verdad que aquel individuo no era la persona más apta para convencerles, ya que él mismo se oponía a que los obreros del Municipio trabajasen con las ocho horas... Una parte del último reducto consiguió las nueve horas (especialmente los operarios de varios talleres de carruajes), e incluso las ocho en algunos talleres u obras cuyos dueños eran republicanos. Finalmente, los que asisten al mitin poco concurrido del 3 de junio deciden que “en vista de los decaídos que se hallan en la actualidad los huelguistas y de la tenaz resistencia que hacen los maestros (...) vuelvan al trabajo todos aquellos que lo deseen” (V.G., 4.VI.1891). Poco después fueron puestos en libertad los doce presos. Juan Antelo y Antonio Vidal fueron condenados a 4 y 7 años de destierro a más de 25 kilómetros de La Coruña, mientras los maestros no quisieron readmitir a “los que figuran o pasan como principales promovedores del movimiento obrero” (La Voz de Galicia). El balance no era muy positivo. Colectivamente los patronos se habían negado a ceder sobre la única reivindicación obrera y ni siquiera habían admitido la rebaja de la jornada en nueve horas o nueve y media. Es cierto que algunos maestros, a veces republicanismo, se habían desolidarizado de su gremio, (otorgando las 8 o 9 horas, pero a finales de mayo sólo se habían beneficiado de ello 200 trabajadores, según La Voz de Galicia, o 300, según El Corsario, o sea ni siquiera la décima parte de los 4 o 5.000 huelguistas. 425-426 Al mismo tiempo esto había quebrantado la cohesión obrera. Tampoco habían faltado las clásicas provocaciones por parte de las autoridades; el 25, por poco se había evitado una tragedia al intervenir la tropa para disolver un grupo de huelguistas. No sin razón escribía El Corsario el 14 de junio: “consentimos perder de nuestro derecho antes que derramar una gota de nuestra preciosísima sangre”. El comportamiento del gobernador civil había sido determinante: tratando con habilidad a los maestros antes de las elecciones municipales, castigando después de ellas a los obreros que habían contribuido al triunfo de la candidatura republicana, su intransigencia distaba mucho de la actitud conciliadora de su antecesor liberal de 1890.

E) EPILOGO. LA DESUNION DEL OBRERISMO CORUÑÉS Se hubiera podido pensar que el proletariado coruñés aprovecharía los meses siguientes para fortalecer la Federación, suscitando la asociación de otros gremios. Todo esfuerzo fue inútil: solo siguieron existiendo las secciones de antes (carpinteros, canteros y albañiles, zapateros y sastres); en septiembre de 1891, se disolvió la de obreros del metal y hojalateros. En octubre, al mitin convocado por la Federación no asistió casi nadie y en adelante hubo que limitarse a organizar veladas “literarias e instructivas”. En realidad el desenlace de la huelga había sido sentido como un verdadero fracaso, provocando un desánimo casi general de los trabajadores. Pero algo más grave estaba sucediendo: a la hora de sacar el balance de la huelga y de explicar “la apatía” e “indiferencia” obrera, se evidenciaron las discrepancias ideológicas y se instauraron en la prensa obrera largas polémicas, a veces personalistas, acerca de las responsabilidades del “fracaso”. Otros dos factores incidieron también en el porvenir inmediato de la Federación: los éxitos electorales del republicanismo y la evolución del núcleo obrero ferrolano y su semanario, El Obrero. En efecto, los buenos resultados obtenidos por la coalición republicana gracias al voto obrero, tanto en La Coruña como en Ferrol (donde el nuevo Ayuntamiento quedó constituido por 14 republicanos y 13 conservadores), convencieron a los miembros de la Federación simpatizantes del socialismo de que en adelante seria posible hacer triunfar una candidatura genuinamente “obrera”. Por otro lado, en Ferrol se había constituido una agrupación del P.S.O.E. y un Centro Socialista Obrero, “sociedad instructiva de recreo” que deseaba organizar sesiones de instrucción y clases de 1.ª y 2.ª enseñanza nocturna" para los afiliados al partido.11 Poco a poco los militantes fomentaron la creación de una Sociedad de Trabajadores en hierro y demás metales y una Sociedad de Canteros que al cabo de unos meses ingresarían 426-427 en la U.G.T. El Obrero, aparecido en mayo de 1890, se fue convirtiendo a la larga en portavoz del socialismo ferrolano. Durante la huelga de mayo de 1891, varios militantes socialistas se trasladaron de Ferrol a Coruña para asistir a los mítines, y aprovecharon sin duda estas circunstancias para hacer proselitismo entre los socios de la Federación Coruñesa. En julio, se anunció la fundación de la Agrupación socialista coruñesa, a cuyo Comité pertenecían algunos destacados militantes de la Federación. A partir de ese momento se entabló en El Socialista, El Obrero y El Corsario una agria polémica que había de prolongarse varios meses. Los tres estaban de acuerdo para denunciar las repercusiones de la crisis económica sobre la condición del obrero coruñés: agravación del paro forzoso, rebaja de jornales y hasta tentativa patronal para aumentar en una hora la jornada de 10 horas y cuarto conseguida en 1890. Pero, mientras El Corsario insistía en que la “asociación” y “unión” habían de “acabar con esa odiosa explotación” (22.XI.1891), las cartas del “corresponsal” coruñés de El Socialista achacaban la responsabilidad de ello no sólo a1 “régimen burgués”, sino también a la huelga general de mayo: “desanimados los obreros por dicho fiasco (...) encuéntrase la mayoría en una actitud pasiva que permite a los patronos realizar multitud de atropellos”.12 Al mismo tiempo, socialistas y anarquistas se dedicaban a una lucha de influencias por el control de cada una de las secciones de la Federación.

                                                                                                                11

La Voz de Galicia, 5.IV.1891. El gobernador tardó en aprobar el reglamento de dicho Círculo, según carta del corresponsal coruñés publicada en El Socialista del 11.XII.1891. Finalmente no fue legalizado hasta principios de marzo de 1892 (La Monarquía, diario ferrolano, 5.III.1892). 12 El Socialista, Madrid, 2 de octubre de 1891. “El corresponsal” era en realidad el presidente de la Agrupación y antiguo miembro destacado de la Federación, José Rodríguez.  

El Primero de Mayo de 1892 Estas controversias, chanchullos y polémicas no mejoraron la situación y al llegar el 1.° de mayo cada bando quedo atrincherado en sus posturas. En estas condiciones, ni la Federación tenía la posibilidad de lanzar sus escasas huestes a otra huelga general (ni siquiera la de los gremios cuya combatividad no se había desmentido desde 1882), ni los socialistas pudieron llevar a cabo la manifestación pacífica preconizada por el partido de Iglesias, a causa de la prohibición dictada por el ministro de Gobernación. Por fin la terrible represión de los sucesos de Jerez de enero constituía un factor disuasivo enorme. Los socialistas repartieron un largo manifiesto “A los trabajadores” en el que se aludía a “los fracasos” de 1890 y 1891 y a la necesidad de conseguir legalmente la jornada de ocho horas. En el mitin celebraron, el que presidente de la Agrupación defendió el criterio de su partido ante un público compuesto en mayor parte por afiliados a la Federación que le escucharon con un escepticismo socarrón. En el local de la Federación, unos 500 trabajadores se reunieron para escuchar a los oradores anarquistas y cantar himnos revolucionarios. 427-428 Se trataba, ni más ni menos, de una velada más, semejante a las organizadas poco antes para homenajear a los mártires de Chicago (noviembre de 1891), solidarizarse con Fermín Salvochea, perseguido por las autoridades en Cádiz, o conmemorar la Comuna de París (marzo de 1892). El Primero de Mayo de aquel año, pues, se celebró en la desunión total y se pareció más a una conmemoración” que a “una jornada de lucha”. Para colmo de ironía aquel día caía en domingo y nadie tuvo que plantearse el dilema de declararse o no en huelga durante 24 horas. El asociacionismo coruñés no se mostró capaz de superar luego la crisis y se confiaron las tendencias escisionistas. Poco después, la Federación solo se componía de tres secciones (carpinteros, hoja1ateros; oficios varios), mientras los zapateros y tipógrafos eran atraídos hacia la U.G.T. Habría que esperar los años 1899-1901 para que las sociedades de resistencia de La Coruña volvieran a recobrar el dinamismo de los años 1891.13 *****

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Quiero agradecer a las personas sin cuya ayuda no se hubiera redactado esta contribución: doña Isabel Martínez-Barbeito, directora del Archivo y Biblioteca Municipal de La Coruña; Rudolf de Jong y Thea Duijker, del Instituto Internacional de Historia Social de Ámsterdam; el director y redactores de La Voz de Galicia. Este trabajo fue realizado también gracias a una beca de un mes otorgada por la Casa Velázquez de Madrid.

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