Los retos de la izquierda latinoamericana para permanecer en el poder.

July 8, 2017 | Autor: Giovanny Cardona | Categoría: Hugo Chavez, América Latina, Neoliberalismo, Gobiernos De Izquierda
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Descripción

Retos de la izquierda latinoamericana para preservarse de manera legítima en el poder. Giovanny Cardona Montoya Gerente de Investigaciones de la Universidad CEIPA

Génesis. América Latina ha sido, desde su vinculación a Occidente, un elemento constitutivo del sistema mundial capitalista. De hecho, podría decirse que este continente fue descubierto hace 500 años en una travesía marinera que surgió de la necesidad de Europa de encontrar una nueva ruta hacia Las Indias, entonces conocida como el “cementerio del oro.” América Latina fue descubierta y conquistada como resultado de acciones encaminadas a fortalecer la liquidez del naciente capitalismo mercantilista de los siglos XV y XVI, en Europa.

En este marco, se puede decir que las diferentes etapas de la historia económica del subcontinente latinoamericano están relacionadas con las fases del ciclo económico del capitalismo mundial. Así, el desarrollismo que caracterizó a la economía latinoamericana de gran parte del siglo XX, hizo parte de un modelo dependentista en el que este subcontinente fue responsable de abastecer al mercado mundial de materias primas y de servir de base para la instalación de ciertas industrias contaminantes o de niveles de procesamiento poco complejos (Sader 2009).

Así, de igual manera, la asimilación de un nuevo modelo de desarrollo, inspirado en las directrices del Consenso de Washington, en la última década del siglo pasado, colocó nuevamente al continente en una senda de evolución, a tono con los determinantes financieros que lideraban al capitalismo global (Moreira, Raus y

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Gómez, 2008) después de su crisis estructural de la década de 1970 y del default de la banca mundial acaecido por la explosión de la “bomba” de la deuda externa latinoamericana en el decenio siguiente.

Construyendo identidad regional en un contexto global. Sin embargo, este análisis no puede caer en el determinismo de un capitalismo global, desconociendo las particularidades de una región que ha venido construyendo, no sin recurrentes caídas, una identidad social, económica y política. El posicionamiento del neoliberalismo en la región se dio en el momento en que ésta transitaba de gobiernos dictatoriales hacia una gradual democracia, y se caracterizó, en un primer momento, por la presencia de tecnócratas a la cabeza del Estado en la mayoría de los países latinoamericanos (Castañeda, 2006). En consecuencia, estamos hablando de una etapa particular en la cual la región redefinía, hacia adentro, sus relaciones entre Estado y Sociedad, y hacia afuera entre desarrollo local, regional y global (Garretón, 2006).

En consecuencia, los análisis que se puedan hacer a partir del inicio del siglo XXI sobre el ascenso de nuevos gobiernos de izquierda o progresistas en la región, deben tener en cuenta, tanto las huellas (Garretón 2006) y el desencanto por lo que el neoliberalismo dejó en materia de resultados de crecimiento, reducción de la inequidad y desarrollo sostenible, durante una década de hegemonía indiscutible (Moreira, Raus y Gómez, 2008), como las transformaciones sociales y políticas que emergían del tránsito a la democracia y de la inserción cultural a un proceso globalizador estimulado por el auge de las tecnologías de información y comunicaciones.

Hay elementos comunes entre los gobiernos que a comienzos de este siglo asumieron el control de muchos estados latinoamericanos enarbolando banderas progresistas o de izquierda (Ecuador, Brasil, Venezuela, Uruguay, Paraguay, Bolivia); y estos elementos comunes responden al desencanto por lo que el neoliberalismo ha dejado en la región en materia crecimiento, desarrollo, justicia 2

social y medio ambiente, principalmente. Grandes grupos poblacionales no han sentido los beneficios de las aperturas comerciales y de inversión extranjera, además de que existen movimientos sociales y comunitarios que lideran protestas por el deterioro del medio ambiente y la reivindicación de valores culturales autóctonos (especialmente movimientos indigenistas).

Pero, a pesar de estos elementos comunes, hay claras diferencias en los modelos de desarrollo. Para muchos analistas, gobiernos como el de Venezuela o Bolivia reivindican claramente un giro radical hacia un socialismo, mientras Brasil o Uruguay son gobernados por partidos o alianzas políticas que buscan obtener mayores beneficios del sistema mundial capitalista, además de pretender generar una mejor distribución de la riqueza (Gudynas, 2012).

Ahora, adicional a estas diferencias de interpretación ideológica de los gobernantes y sus partidos o movimientos, las realidades locales también inciden significativamente en la definición de particularidades en los diferentes países. Así los temas indigenistas y de su identidad cultural se discuten en países como Ecuador o Bolivia principalmente, lo que se evidencia en su escenario político, donde hay movimientos que reivindican la identidad cultural autóctona de dichos países.

En el caso de Brasil y Venezuela se descubre un interés por asumir un liderazgo regional. Si bien la posición brasileña ha sido evidente por décadas, asumiendo una postura de potencia regional con peso global1, lo de Venezuela, aunque más nuevo, se manifestó con mucha fuerza a través del caudillismo de Chávez, el cual se apalancó en sus enormes reservas petroleras. Con el fallecimiento del líder, el nuevo gobierno parece haber perdido la iniciativa, lo que se respalda en una crisis de precios internacionales de los combustibles desde finales de 2014.

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Un hecho que recurrentemente se destaca es la consistencia de largo plazo de la política exterior brasilera, liderada por su cancillería (Itamaraty)

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Igualmente, la solidez de los procesos liderados por gobiernos progresistas tiene diferentes niveles. Gobiernos como el de Evo Morales en Bolivia o Lugo en Paraguay, este último destituido en 20122, enfrentaban grandes dificultades de gobernabilidad debido a la fuerza que conservan los partidos de oposición. Implementar reformas sociales, políticas o económicas es relativamente más fácil para la presidente argentina o el gobernante ecuatoriano, quienes gozan de amplias mayorías en el poder legislativo (congresos o parlamentos) que para otros países donde las fuerzas políticas siguen claramente divididas.

Ahora, si bien algunos gobiernos pueden debilitarse, como es el caso del chavismo en Venezuela o de la alianza que ha respaldado a los Kirshner por 12 años, también es cierto que muchos de los logros sociales instaurados no podrán ser desmontados fácilmente si la derecha regresa al poder en dichos países. El hecho que la izquierda haya ascendido por el desencanto con el neoliberalismo, conlleva que algunas medidas de compensación social deban permanecer, a pesar de posibles cambios de gobierno en el mediano plazo.

Sin embargo, hay un tema más complejo que debe ser incluido en el análisis: la solidez de las reformas. Los gobiernos progresistas han sido elegidos como resultado de una clara insatisfacción por lo acaecido en la última década del siglo XX. Si bien, la mayoría de los países incursionaron en procesos democráticos después de una década de gobiernos dictatoriales, la sociedad manifestó un profundo descontento porque el modelo económico que se había establecido traía consigo pauperización de la población, debilitamiento de la clase media y ausencia de espacios políticos de participación. Pero, lo que tiende a denominarse modelo de desarrollo alternativo, no siempre muestra claramente sus características sostenibles en el largo plazo.

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La situación de Lugo era la más compleja ya que su ascenso al poder se hizo en alianza con los liberales, quienes más que partidarios de su proyecto político eran, realmente, socios en el enfrentamiento con el tradicional partido colorado. De hecho, a pesar de su afinidad ideológica, Lugo nunca pudo lograr que el congreso paraguayo avalara el ingreso de Venezuela a Mercosur. Si bien el caso de Morales no es igual, su situación tampoco es la mejor, ya que enfrenta una férrea oposición en diferentes provincias del país.

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Es evidente que se corre el riesgo que las políticas de apoyo que se aplican a los grupos sociales más vulnerables no sean sostenibles en el largo plazo o no se acompasen de medidas que generen capacidades que permitan eleven los niveles de riqueza del país y estimulen empleos sostenibles y dignos. En algunos casos, diversos autores perciben que la inclusión social se estaría dando a través de un asistencialismo que no es sostenible, ya que no se está trabajando sobre la creación de capacidades instaladas o la generación de nuevos empleos productivos, sino que, mitiga el histórico abandono con subsidios que dificultan la estabilidad de los presupuestos públicos.

De hecho, la dependencia de inversión extranjera es una constante que enfrenta a modelos políticos desarrollistas con las aspiraciones de una globalización financiera (Moreira, Raus y Gómez, 2008), que no siempre compagina sus intereses con los de los modelos locales de desarrollo.

Incluso, en casos como el de Ecuador o Bolivia, se nota un renacer de oposición por parte de grupos indigenistas y protectores del medio ambiente, quienes no ven con buenos ojos la política extractiva de estos países (Gudynas, 2012), la cual, consideran ellos, es nociva para la preservación del medio ambiente y, a la vez, es contraria a la identidad indígena cultural de un porcentaje importante de la población.

Adicionalmente, hay que destacar que en algunos países, el régimen económico neoliberal y los modelos de política conservadora siguen teniendo fuerte protagonismo. En materia económica es evidente que para Chile, Colombia, Perú y Paraguay, después de Lugo, las relaciones con Estados Unidos y Europa son preponderantes.

En política exterior, Colombia, México y varias naciones centroamericanas, se han mostrado más cercanas a las posturas lideradas por Estados Unidos en materia de lucha contra el terrorismo y narcotráfico. Incluso, no podríamos decir que hay 5

consenso en los gobiernos de izquierda en la agenda política internacional, lo que se evidencia en frecuentes posturas divididas de gobiernos regionales en lo que respecta a temas de la agenda global.

Reto para los gobiernos de izquierda. Por último, son recurrentes los reclamos de debilitamiento de la democracia. La permanencia de estos gobiernos progresistas en el poder también depende, en gran medida, que logren sostener una clara legitimidad frente a la comunidad internacional y en el plano doméstico, para lo cual es necesario ir más allá de un simple triunfo electoral.

El desarrollo sostenible de sus economías, una efectiva reducción de la pobreza y evidencias de que la oposición cuenta con verdaderos espacios de participación política, son condiciones indispensables para conservar la legitimidad de los gobiernos de izquierda en el poder.

Bibliografía. CASTAÑEDA, Jorge G., “Latin America's Left Turn”, Foreign Affairs, May/June 2006. Disponible en: http://www.chileconsult.com/Castaneda.pdf GARRETÓN, Manuel Antonio, “Modelos y liderazgos en América Latina”, Revista Nueva Sociedad, Nº 205, Caracas, Septiembre/Octubre 2006. Disponible en: http://www.nuso.org/upload/articulos/3385_1.pdf GUDYNAS, Eduardo, “Estado compensador y nuevos extractivismos. Las ambivalencias del progresismo sudamericano”, Nueva Sociedad 237, Caracas, Enero-Febrero 2012.

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MOREIRA, Carlos, RAUS, Diego y GÓMEZ LEYTON, Juan Carlos, "La nueva política en América Latina. Rupturas y Continuidades", en MOREIRA, Carlos, RAUS, Diego y GÓMEZ LEYTON, Juan Carlos (coordinadores), La nueva política en América Latina. Ruptura y Continuidades, Ediciones Trilce, Montevideo, Uruguay, 2008, págs. 7-22.

SADER, Emir, El nuevo topo. Los caminos de la izquierda latinoamericana, Buenos Aires: Siglo Veintiuno Editores y Clacso, 2009, capítulo 2: “La crisis hegemónica en América Latina”, págs. 65-78.

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