Los rasgos prosódicos

May 24, 2017 | Autor: O. de Emilio Alarcos | Categoría: Spanish, Phonology, Phonetics, Linguistics
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Descripción

Emilio Alarcos Llorach «Los rasgos prosódicos» Problemas y principios del estructuralismo lingüístico

Madrid, C.S.I.C., 1967, 1-8.

l. Cuando se estudian los elementos de la segunda articulación, suelen separarse, en la descripción de las lenguas, dos tipos de unidades. Ciertas técnicas les aplican términos diferentes, otras utilizan un solo término, pero con determinativos. Así, solemos distinguir entre fonemas y prosoclemas, o bien entre fonemas segmenta/es y fonemas suprasegmentales. En español, por ejemplo, son fonemas cada una de las cuatro unidades sucesivas de la secuencia /súmo/, y son prosodemas los dos niveles de intensidad que acompañan respectivamente a las unidades /u/ y /o/, la primera con "acento", la segunda sin "acento". Podemos preguntarnos si hay fundamentos objetivos, lingüísticos, para· tal separación en dos tipos de unidades, o si su tratamiento independiente es una pura consecuencia del método descriptivo que se siga. 2. Si consideramos la cuestión desde el punto de vista articulatorio, uno y otro tipo de unidades está producido por variados movimientos del aparato fonador. Movimientos, que, como se sabe hace tiempo, no presentan posiciones fijas ele Jos órganos. Articulatoriamente, según ofrecen bien las películas roentgenográficas, se trata de una secuencia conti-

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nua ele movimientos sin límites diferenciados a lo largo de toda ella, y de movimientos simultáneos de los diferentes órganos. La energía muscular que produce la unidad "con acento" en la /u/ de nuestro ejemplo /súmo/ es tan poco •Jisociable como la retracción del dorso de la lengua y la aproximación de las mandíbulas en la producción ele /u/. Y tan difícil es determinar dónde acaba la energía que llamamos acento y empieza lo que llamamos no acento, como saber dónde empieza el descenso del velo del paladar que consideramos típico de /m/ y no de las unidades que le preceden y siguen. Articulatoriamente, los rasgos que atribuimos a los segmentos /sú/ y /mo/ no coinciden con límites precisos. Los movimientos originadores de los prosodemas son tan continuos como los de los fonemas, y perfectamente simultáneos con los de éstos. No hay, articulatoriamente, fundamento alguno para la distinción entre fonemas y prosodemas. 3. Lo mismo ocurre si examinamos la situación desde el punto de vista físico, acústico. El análisis de la secuencia fónica mediante el espectrógrafo nos ofrece una imagen 1an poco articulada como la obtenida en el examen fisiológico. Los segmentos acústicos del espectrograma presentan 1ambién ese aspecto continuo: no hay límites precisos, aunque se observan zonas muy diferentes. La intensidad y las frecuencias características de cada unidad se prolongan en .las unidades vecinas, y cada una de estas propiedades acústicas no comienzan ni terminan simultáneamente, ni se mantienen con caracteres fijos, sino que se modifican gradualmente. Así, la intensidad que caracteriza a un prosodema es tan poco uniforme y constante como la frecuencia de los formantes de cada fonema. Por ejemplo, el formante bajo característico de la unidad /m/ de nuestro ejemplo comienza y termina dentro de las zonas características ele las dos unidades antecedente y siguiente /u/ y /o/. Acústicamente, pues, los prosodemas y los fonemas no se .comportan diferentemente, y no hay motivo objetivo para considerarlos unidades de tipo diverso.

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4. Sin embargo, el hecho es que, en el nivel auditivo, -percibimos límites entre las unidades sucesivas: / súmo/ qneda descompuesto en /s/ más /u/ más /m/ más /o/, y en Ja unidad /u/ percibimos otro elemento añadido e independiente j' /, el acento. Cabe preguntarse si ello se debe al especial funcionamiento del aparato auditivo y a los com11Jicados procesos neurológicos ulteriores. Si así fuese, que~1;iría fuera de la competencia de la lingüística el responder a Ja pregunta. Desde la lingüística, nos tenemos que conformar con la afirmación de que oímos el continuo ele Ja secuencia fónica como articulado en unidades discretas sucesivas. Podría ocurrir que un continuo se perciba anditivamente en fases disociables que se siguen, parejamente -y al contrario- de como el órgano visual percibe una serie de imágenes fijas sucesivas como un continuo, como un movimiento. Lo esencial es que oímos las secuencias fónicas de manera que nos suenan más o menos diferentes entre sí. Son estas diferencias en la impresión auditiva las que reconocemos como unidades sucesivas en que articulamos la secuenci;i. Porque anotamos una diferencia entre las dos secuencias /máta/ y /náta/, consideramos que en ellas hay dos unidades distintas /m/ y /n/. Si las características fónicas -acústicas y articulatorias- de esas unidades están también parcialmente presentes en la unidad siguiente /á/, es hecho en que no reparamos, pues lo que percibimos como /á/ es su diferencia respecto a otras secuencias como /méta/ y /néta/, /móta/ y /nóta/, etc. Es, pues, la función distintiva lo que permite la segmentación de la secuencia en unidades sucesivas. 5. Pero ¿por qué percibimos los prosodemas como unid;ides separables de Jos fonemas? ¿Por qué en el cotejo de diierencias entre jlabén/ la ven y /láben/ laven, no establecunos por ejemplo un fonema /á/ acentuado y otro /a/ :'1tono, un fonema /é/ acentuado y otro /e/ átono? ¿Por qué percibimos en esos casos un solo fonema /a/ o /e/, acompañado eventualmente de una unidad que llamamos

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"acento''? Naturalmente, en esta cuestión, deben mantenerse aparte los hechos en sí, y la interpretación que la metodología descriptiva nos aconseje. Desde este punto de Yi::;ta, es innegable que la postulación de una doble serie de fonemas acentuados y átonos complicaría inútilmente la descripción, que resulta más clara y simple disociando la serie de fonemas de un lacio, y ele otro el acento como unidad independiente. Según esto, también podríamos, por ejemplo, disociar la /sonoridad/ como un rasgo que se une a veces a ciertos fonemas, y entonces en lugar de aceptar las unidades /p, b; t, el ... /, adoptaríamos la existencia de los fonemas /p, t ... / acompañados o no de la unidad /sonoridad/. Sin embargo, no lo hacemos, y ningún hablante ingenuo afirmaría que /b/ es una /p/ con /sonoridad/, mientras, en cambio, sabe notar que la /a/ de /rnáte/ es la misma /a/ de /maté/ pero "más fuerte", con /acento/. Algo justifica, pues, el tratamiento aparte de los prosoclemas. En efecto, los rasgos fónicos que caracterizan los fonemas son propiedades que están o no están presentes. La diferencia entre /p/ y /t/, por ejemplo, no puede imaginarse como gradual: o es /p/ o es /t/, es decir, o intervienen los labios o interviene el ápice de la lengua. Tampoco cabe dudar entre /p/ y /b/: o hay o no hay sonoridad. Por el contrario, la diferencia entre las dos /a/ de /máte/ y /maté/, el acento, no consiste en que una es acentuada y la otra átona simplemente, sino en que habiendo en ambas una misma propiedad (para simplificar, Ja intensidad), en una es más fuerte que en la otra, y que por tanto caben infinitos grados: hay forzosamente intemi('ad, en una más, en otra menos. Puede argüirse que esta graduación de una misma propiedad en los prosodemas, se da también en algunos fonemas. Por ejemplo, las cinco vocales castellanas podrían considerarse como la combinación de dos fonemas, uno anterior y otro posterior, con un prosodema de abertura, con tres grados, cerrado, medio y abierto (en cuya última circunstancia

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Jos dos fonemas se neutralizarían). Así, en /písa/ y /pésa/ tendríamos el mismo fonema vocálico, pero con distinta abertura. Evidentemente esto complicaría la descripción, pero no falsearía los hechos. 6. ¿Por qué, pues, se justifica la disociación del prosoclema acentual respecto de los fonemas, y parece desacertado el separar la abertura vocálica? Sólo la función explica los hechos lingüísticos. La función de las unidades que reconocemos como fonemas es fundamentalmente distintiva: son unidades que en un contexto dacio se excluyen mutuamente (ara - era - ira - hora hura, pala - bala - tala - dala, etc.). Su aparición, ademús, es independiente del hecho que en la misma secuencia aparezca en otro puesto el mismo fonema o el fonema opuesto. Si /p/ y /b/, /t/ y / d/ se distinguen no es porque uno y otro aparezcan o no en las mismas secuencias (por ejemplo, en pavo, bobo, dado, todo, etc.), sino porque dos secuencias, por lo demás iguales, se distinguen exclusivamente por las diferencias entre uno y otro: /páso/ - /báso/, /áta/ - /ácla/, /bóla/ - /bála/ ... La función, en cambio, de los elementos considerados como prosodemas no es en principio distintiva, pues no pueden alternar en un mismo contexto. La distinción entre dos secuencias como /máte/ y /maté/, /bélen/ y /belén/ etc., viene dada por la diferente situación del prosodema. Lo distintivo es el esquema acentual /-' -/ frente a /- -'/, pero no el acento en sí. O sea, que el prosoclema requiere la presencia contrastante de su opuesto en la misma secuencia. Es el contraste entre las intensidades de /be/ y /len/ en la misma secuencia las que establecen el prosodema acentuado en una sílaba y no en otra. Por lo tanto, los prosoclemas dependen ele la existencia ele otro en la misma secuencia. Otra sería la situación si a los esquemas /-'-/ y /--'/ se opusiesen otros /--/ y /-'J /. Entonces no habría contraste forzoso, y los prosoclemas cumplirían inmediatamente la función distintiva. Se ve, pues, que lo importante, en la separación como unidades diversas entre fonemas y prosoclemas, es la fun-

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c1on que desempeñan. Esto no quiere decir, según se observó en ejemplos como todo y pavo, que los fonemas no µucdan también contrastar. Pero tal contraste no es forzoso en el comportamiento de los fonemas. Podría decirse que en /máyo/ y /báño/ la nasalidad contrasta entre ambas sílabas de igual modo que el acento en /máte/ y /maté/. Pero mientras a /máte/ no puede oponerse un /mate/ átono o un /máté/ doblemente acentuado, vemos que a /máyo/ se oponen un /báyo/ sin nasalidad, y un /maño/ con nasalidad. 7. Ahora bien, la función contrastiva justifica la disociación ele los prosodemas como unidades aparte de hs fonemas en casos como el español en que el acento es culminativo (y lo mismo en las lenguas donde no sea libre su situación en la secuencia). Pero hay lenguas en que el acento (poco importa que lo pertinente sea la frecuencia o la intensidad, o ambas) tiene valor distintivo. Condición precisa para ello es que en un mismo contexto puedan aparecer dos (o más) prosodemas diferentes. En sueco (y análogamente en otras lenguas escandinavas) hay para ciertas secuencias (por ejemplo, los significantes bisílabos con acento en la primera sílaba) dos prosodemas que se oponen distintivamente: buren, tan!?en, kotmna significan 'la jaula', '~! tanque', 'coma' con inflexión descendente, y 'llevado', 'el pensamiento', 'venir' con inflexión ascendente. Tales diferencias funcionan, pues, corno las que existen entre fonemas. Y se podría interpretar el hecho postulando vocales distintas para cada tipo ele inflexión, aumentando así el inventario de fonemas. Resulta, sin embargo, más sencilla Ja descripción considerando Jos dos tipos de acento como unidades independientes. En lenguas extraeuropeas aparecen también unidades simultáneas con los fonemas y caracterizadas por diferencias de la frecuencia fundamental. Así, en lonkundo (Congo), cada sílaba se caracteriza por uno de dos tonos, agudo y grave: una secuencia como bolwngo significa 'espalda' con tres tonos graves, 'arena' con las dos primeras sílabas

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