Los pueblos bárbaros como protagonistas de la historiografía occidental, siglos III a VIII.

June 14, 2017 | Autor: Luis Burset | Categoría: European History, Historiografia, Historiografia Medieval
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Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe












Ensayos de grado
Historiografía Europea y Americana.

Los pueblos bárbaros como protagonistas de la historiografía occidental,
siglos III a VIII.



























Luis Rafael Burset Flores
1 de diciembre de 2014
Henri Pirenne afirma que "no basta imponerse por la fuerza para imponerse
al propio tiempo por medio de la civilización". [1] A pesar de su poder
militar y su impacto en la historia de la Humanidad, los bárbaros no son
considerados una civilización. La diversidad de culturas que quedaban
recogidas bajo el etnónimo de "bárbaros" sólo tenía en común una naturaleza
diferenciada y opuesta a la de los pueblos civilizados que habían escrito
sus historias. Reconocidos como peligrosamente fuertes, los bárbaros
habían sido vistos y proyectados como "otro" en Occidente desde la
antigüedad. Tras la caída de Roma, sus historias fueron manejadas para
justificar el nuevo orden vigente.
En el presente ensayo elaboraremos la tesis de que los bárbaros fueron
utilizados para promover soluciones a necesidades políticas inmediatas que
enfrentaban los representantes del poder en los territorios ocupados o
amenazados por aquéllos. La escritura de sus historias cumplió,
principalmente, con este propósito. En la ejecución de nuestro cometido,
nos detendremos a analizar el impacto de los pueblos bárbaros en la
historiografía occidental. Cubriremos las corrientes historiográficas
representativas de los siglos de contacto con los bárbaros, antes y después
del surgimiento de las historias nacionales, sus características
definitorias y sus principales exponentes.
James Shotwell postula que las historiografías de diferentes pueblos
son muy similares entre sí porque las sociedades que producen la historia
tienen una evolución similar. [2] A pesar de esto, intentaremos identificar
las diferencias entre las corrientes historiográficas que se vieron
afectadas y afectaron la construcción del imaginario del bárbaro.
Finalmente, reseñaremos algunos autores medulares que insertaron y
legitimaron a los pueblos bárbaros en las historias de los reinos europeos
surgidos en el territorio del antiguo imperio romano.
¿Quiénes eran los bárbaros? Santiago Castellanos advierte que los
bárbaros "no representan un mundo unívoco, ni son una realidad monolítica".
Cualquier diferenciación que pudo existir entre ellos fue borrada por los
antiguos historiadores griegos. El imaginario que hoy predomina sobre
estos pueblos germanos del norte de Europa fue creado desde la antigüedad.
Castellanos sostiene que Heródoto y Tucídides construyeron "la barbarie"
como elemento de referencia ideológica y cultural. El elemento común que
los griegos identificaron entre los pueblos que fueron categorizados como
bárbaros era su incapacidad para vivir en comunidad política, en polis.
Castellanos califica este elemento como "alternidad discriminatoria,
peyorativa a la imagen del bárbaro: 'nosotros' somos los buenos, y 'ellos'
son inútiles". [3]
A muy grandes rasgos, los inicios de su contacto con el mundo romano
se remontan a las incursiones de los cimbrios y los teutones, pueblos
germanos, en el periodo tardo-republicano (siglo II a.C.). Esta
interacción aumentó según creció el imperio. En el siglo II d.C., Marco
Aurelio integró a los bárbaros al imperio con objetivos económicos y
militares. En el siglo III, esta relación se transformó como producto de
las crisis que sufría el imperio. En el siglo IV, el emperador Treboniano
Galo fue forzado a comprar la paz pagando una indemnización anual a los
godos, otro pueblo bárbaro. [4]
Encontrando una primera coyuntura asociada a nuestra tesis, Marcus
Cruz propone que ante la inevitable permanencia de godos y francos, su
incorporación al mundo cultural romano-helenístico se logró a través de la
historiografía. Ésta les construyó una memoria que respondía a las
narrativas y formas tradicionales de los pueblos receptores. [5] El
especialista en el estudio de los pueblos bárbaros, Walter Goffart,
advierte que para que los romanos se llegaran a interesar en documentar las
historias de estos pueblos, se tuvieron que dar dos condiciones: que
alcanzaran un cierto nivel de civilización – algo totalmente subjetivo – y
que se establecieran estados políticos en el territorio imperial. [6]
De este contacto entre bárbaros y civilizados, en los primeros tres
siglos de la era cristiana se generaron obras históricas. Algunas de éstas
fueron Comentarios sobre la guerra de las Galias, de Julio César, escrita
entre los años 50 y 40 a.C.; Sobre el origen y territorio de los germanos,
también conocida como Germania, de Cornelio Tácito, publicada alrededor del
año 98 d.C.; e Historia del Imperio romano después de Marco Aurelio, de
Herodiano, publicada alrededor del año 250. En este periodo, se fue
compilando información sobre los bárbaros en grado ascendente por parte de
los escritores romanos. Las percepciones sobre ellos reflejaban las
circunstancias sociales y políticas en las que fueron producidas. Además,
fueron dando forma a la imagen que los griegos habían construido sobre los
bárbaros originalmente, actualizada a partir de la experiencia romana.
Castellanos advierte que "en esencia, no nos engañemos, viene a ser mutatis
mutandis, la herencia de aquélla". [7]
¿Para qué se escribía sobre los bárbaros? Según Castellanos, la razón
que tuvo Tácito para escribir el tratado de la Germania era "en cierto modo
… informar a la nobilitias imperial sobre los germanos"; sin poder hacerlo
abiertamente, añade, utilizaba su historia para criticar a la sociedad
romana. Castellanos matiza al autor, señalando que "bebía de los tópicos
de la tradición grecorromana sobre los bárbaros", y de paso nos presenta la
imagen construida: "si incluso los bárbaros, melenudos, malolientes, que
visten pieles y no saben vivir en ciudad, son leales a sus jefes y se
ayudan entre sí, ¿qué estamos haciendo nosotros?" [8] Sobre esta obra,
Beatriz Antón Martínez señala que está escrita en un estilo oratorio, más
que en un estilo narrativo, "porque ese tipo era tradicionalmente el más
adecuado para las disquisiciones etnográfivas". [9]
Goffart contradice al historiador británico Beryl Smalley sobre su
opinión de que en la antigüedad clásica no existían precedentes sobre la
historia de los pueblos bárbaros. Propone que ya existían modelos
historiográficos para hacerlo, y utiliza dos ejemplos. El primero sería la
Historia de los judíos que escribió Josefo en la era de los Flavios (siglo
I d.C.). El otro, la Crónica de Eusebio de Cesaréa (cambio de siglos IV al
V d.C.). Para poder registrar la historia de los pueblos que coexistían en
el Imperio, Eusebio trabajó una cronología que incluía hasta nueve reinos
simultáneamente. [10] Más adelante entraremos en detalle en la obra de
Eusebio.
En este punto del esbozo de nuestra tesis, cabe preguntarse si la
irrupción de los bárbaros en el mundo grecorromano supuso una fractura o
una transición a nivel historiográfico. No encontramos respuesta
fácilmente, pues entre los estudiosos de la historiografía occidental no se
ha llegado a un acuerdo. Para poder contestar esta pregunta, necesitamos
conocer las corrientes historiográficas vigentes en el periodo de estudio,
que se asocia con el establecimiento de los pueblos bárbaros en el antiguo
territorio imperial romano. Se reconocen las siguientes para este periodo:
la historiografía romana (llamada por algunos autores consultados o
laica), la cristiana, la pagana y finalmente, la historiografía nacional.
[11]
Hemos consultado las obras de varios estudiosos sobre la
historiografía occidental para conocer sus características. Josep Fontana
señala que para los romanos, "la historia … servía, sobre todo, como
compendio de acontecimientos y anécdotas usadas como ejemplos de moral".
[12] Coincidiendo con Fontana, Enrique Moradiellos subraya que "los dos
rasgos definitorios de la historiografía clásica [son] su acentuado
moralismo y su nítido carácter retórico…". El primero constituye un prisma
bajo el cual se presentan los fenómenos históricos, y el segundo aporta
orden, claridad y efectividad dramática en la narración. [13] En este caso,
el estilo era tan importante como el contenido. Beatriz Antón Martínez
añade que "en la historiografía romana es imposible separar la vocación de
historiador del sentido de las crisis: crisis de costumbres en Salustio,
de las instituciones en Tito Livio, y de la libertad en Tácito". [14]
El siglo IV fue determinante para la escritura de la historia en el
mundo romano. El paganismo dio paso al cristianismo como religión oficial
del Estado, y muchos pueblos bárbaros se integraron a la sociedad romana.
Sobre la periodización de las corrientes historiográficas, Goffart asocia
el fin de la que califica como "no cristiana" con la publicación de la
Historia Augusta, cuya fecha se desconoce, pero se localiza cerca de la
última década de ese siglo. Desde entonces, sostiene, la mirada a la
historiografía latina fue uniformemente cristiana, aun en temas que no
tenían relación directa con la Iglesia. En rol de la Iglesia en el
surgimiento de la historiografía cristiana fue esencial. Arnaldo
Momigliano subraya que "la revolución del siglo cuarto, que llevaba consigo
una nueva historiografía, no se entendería si no damos peso a la
determinación, casi la furia, con que los cristianos apreciaban y
explotaban el milagro que transformó a Constantino en un apoyador,
protector y más tarde, legislador de la Iglesia Cristiana." [15]
Ofreciendo una posible respuesta a la pregunta sobre si hubo ruptura o
continuidad entre las corrientes historiográficas, para Moradiellos "la
tradición historiográfica clásica sufrió una ruptura radical a medida que
se acentuó la desintegración política del Imperio romano en el siglo IV y a
la par que el monoteísmo cristiano alcanzaba el rango de religión oficial
del moribundo Estado Romano". [16] Considerándola como la más importante
para la cultura occidental, Pablo Hernández Aparicio periodiza la llamada
historiografía cristiana desde la caída de Roma – más tarde de lo que
propone Goffart – hasta la misma Edad Media. [17] Moradiellos añade que
ésta representó una nueva forma de ver y de escribir historia. En la
manera romana de escribir, la Historia era regida por inmanencia y por una
causal explicativa. En la cristiana, los eventos se abordaban como "la
contemplación alegórica de la voluntad divina", ya no como la investigación
causal y racionalista de los hechos humanos. [18]
Con diferencias en el periodo de separación de las corrientes
historiográficas, Fontana propone que la llamada historiografía cristiana
se desarrolló en paralelo con la laica, o en "coexistencia", por algún
tiempo después de la crisis romana. No es hasta el siglo VI que Fontana
identifica una ruptura historiográfica. [19] Defiende su propuesta de la
larga coexistencia de tendencias sostenido en Tácito y san Agustín. Lo que
podemos concebir como una dualidad de pensamientos que representó la
avenencia historiográfica también se manifestó en las instituciones
políticas; a saber, las administrativas del Imperio en decadencia
irreversible frente a las de la Iglesia, que "va ocupando progresivamente
el lugar de la 'marchita organización estatal romana'". [20] En apoyo esta
tesis, Castellanos reconoce que la historiografía cristiana no representaba
un conflicto de identidades nacionales, sino religiosas. [21] Propone que
la tradición grecorromana logró una simbiosis con el cristianismo en la
obra Historia Cristiana, declarando que "mientras el Imperio romano de
Occidente desaparece en el siglo V, la historiografía cristiana pervive
como sistema narrativo durante siglos". [22]
Peter Schreiner establece el inicio de la historiografía cristiana en
la obra de Eusebio de Cesarea en el siglo IV. Resaltando su relevancia,
declara que "no se puede prescindir a partir de ese momento, y en mayor o
menor medida, del espíritu del cristianismo". [23] Los rasgos definitorios
de la historiografía medieval–cristiana son el entendimiento y la
proyección de la historia como la realización de un plan divino. El
concepto del tiempo es lineal cubriendo la creación del mundo, la
encarnación del Mesías, y la segunda venida de Cristo, que representaría el
fin del mundo. Bajo el concepto de plan divino, la Divina Providencia
determinaría todos los sucesos tras la muerte de Cristo. La Iglesia y los
santos serían una parte en la lucha de la fe contra Satanás y los suyos.
[24]
Separándose de la definición defendida por Moradiellos, Fontana define
las características de la historiografía cristiana de la siguiente manera:

Lo que distingue mayormente el esquema de la historiografía cristiana
del de la clásica no es, como suele decirse, la contraposición entre
un planteamiento cíclico y otro lineal – de la creación del mundo al
fin de los tiempos – sino el hecho de que la grecorromana buscaba la
explicación de los fenómenos históricos en el interior de la propia
sociedad, haciendo uso de una causalidad fundamentalmente terrena,
mientras que la cristiana supone que existe un esquema determinado
desde fuera de la sociedad humana, por designio divino…[25]


La pesca de almas dictó la metodología de la historia cristiana.
Momigliano señala que como los paganos desconocían la historia judía o la
cristiana, la manera de conocerla sería por medio de la conversión al
judaísmo o al cristianismo. Por esto, el cristianismo necesitaba
construirse una historia que fuera relevante para los paganos, algo que se
lograría a través de la creación de una cronología que la pusiera a la par,
o le diera cualidades de una historia universal. Los historiadores
cristianos tomaron las cronografías griegas y les añadieron listados de los
obispos de los centros más importantes a las listas de reyes y magistrados
del mundo pagano. En la opinión de Momigliano, presentaban así la historia
de tal manera que el esquema de redención era fácil de percibir por los
paganos. [26]
Momigliano presenta uno de los casos mejor sustentados a favor de la
vertiente de la convivencia de las tendencias. Señala que en el siglo IV
no hubo conflicto directo entre cristianos y paganos a nivel de
historiografía porque los cristianos generaron nuevos tipos de historia y
de biografías a partir del siglo V que duraría hasta el XVI: la historia
eclesiástica y la hagiografía. Sin embargo, no se cristianizó la historia
política ordinaria, la historia militar ni la historia diplomática. [27]
Mario Cancel identifica las semejanzas en la manera en que paganos y
cristianos abordaban la historia o en el proceso de interpretación del rol
del individuo en ella. Con particular atención en el género de biografías,
cultivado por ambos grupos, sostiene que la diferencia estaba en las
virtudes que se destacaban: la historiografía pagana enfatizaban el
liderato civil, militar e intelectual, mientras que la cristiana lo hacía
en la moral, la santidad y la capacidad de sacrificio personal por una
causa. [28]
Castellanos plantea que para el año 476 la historiografía de la Roma
cristianizada se encontraba en plena ebullición. En línea con nuestra
tesis, cuestiona, "cómo la Historia hegemónica del final del mundo romano,
y después, se enfrenta al problema de los bárbaros?" Contesta la pregunta
estableciendo que las referencias que se utilizaron para explicar los
hechos fueron de tipo apocalíptico. En ello encuentra ya influencias del
cristianismo partiendo del libro del Apocalipsis: "casaba muy bien la idea
del final del mundo con la entrada de los bárbaros". [29]
El cristianismo no era un movimiento uniforme. Fue desarrollándose en
comunidades importantes con matizaciones sobre diferentes aspectos
disciplinares, de tipo social o de tipo organizativo. Con la conversión de
Constantino, los cristianos asumieron una posición de influencia en el
mundo grecorromano; la declaración de religión oficial por Teodosio la puso
en una posición de poder. Por tales razones, Castellanos cataloga a la
Historia cristiana como heredera de la tradición grecorromana, donde se
entrelazan los mundos bárbaro y cristiano. La historia cristiana asume la
tradición greco-romana de escribir historia, "porque el cristianismo, a
esta altura, ya se ha constituido en un elemento de hegemonía, en el
sentido propio del término helénico…Y en este punto, va a tener que
enfrentar el tema de los 'bárbaros'". [30]
Shotwell sostiene que la exigencia de métodos más rígidos de
cronología comparativa surgió de los apologistas cristianos que se
enfrentaron a la crítica del mundo incrédulo. La intención era "probar" la
antigüedad y descendencia del cristianismo. Es por esto que se asumió el
formato de la cronología, puesto que la cronología cristiana buscaba
sincronizar el Antiguo Testamento con la historia de los gentiles. [31] Por
otro lado, Cruz aborda la "universalización" del cristianismo y el primer
problema que esto representó. Expone que una vez los bárbaros fueron
cristianizados, pasaron a ser uno con los cristianos. [32] De ahí surge un
dilema para la Iglesia y su escritura de la historia. Con el saqueo de
Roma de 410, los paganos señalaron a los cristianos como responsables de la
debilidad del Imperio. Castellanos señala que "Cuando los partidarios de
los cultos tradicionales… plantearon un combate ideológico con la
intelectualidad crtistiana, deslizaron que el saqueo del 410 había
acontecido por abandonar la pax deorum, la pietas, la veneración de los
dioses tradicionales, y por abrazar el cristianismo". [33]
La historiografía cristiana tiene tres grandes exponentes: Eusebio de
Cesarea, Agustín de Hipona y Orosio. Brian Croke añade al listado de
historiadores cristianos a Casiodoro, a quien atribuye un mayor impacto en
la historiografía cristiana que Agustín mismo, y [34] James O'Donnell añade
a Jerónimo. [35] Eusebio es considerado el primer gran historiador
cristiano. [36] Para Hernández Aparicio, su mayor originalidad está en
convertir a la nación cristiana en principal protagonista de la historia.
[37] Momigliano atribuye a Eusebio el pensar que al escribir historia
eclesiástica, escribía historia nacional, pues los cristianos eran una
nación. [38] Hernández Aparicio añade que para Eusebio, la finalidad de la
historia era mostrar los designios de Dios, y con ello, organizar a los
pueblos en torno a la Iglesia de Roma, incluyendo a los bárbaros. Para
esto, realiza una historia universal que abarca tanto la historia pagana y
la cristiana, "que será unificada con Cristo". [39]
Momigliano advierte que la historia eclesiástica era diferente de la
ordinaria porque era la historia de la lucha de la Iglesia contra demonios.
Eusebio combinó los métodos de la historiografía filosófica con el
abordamiento de la judeo-helenística. Además, utilizó documentación "que
era claramente diferente a la de los historiadores paganos". Cultivó
además las biografías de santos y obispos, contrario a las de generales,
propias de la historiografía romana; también trabajó en hagiografías. [40]
Para Shotwell, la fortaleza de la obra de Eusebio radica en que no se
limitó a hacer historia de los obispos, sino que de paso registró la
presencia y el peso de una religión y de una iglesia. [41] La excepción a
los sujetos de sus biografías sería la de Constantino. En ella, Eusebio
refleja las obras de una gran mente imperial dadas por Dios mismo; esto
convertía la lectura del libro en algo edificante para los cristianos,
acercándola al objeto de la historia romana. Así, al ser el instrumento de
Dios, Constantino fue el más grande de todos los emperadores. [42]
O'Donnell asocia estas nuevas formas de escribir historia, que llama
"otro tipo de historia romana", con la necesidad cristiana de prevalecer.
Establece el surgimiento de las biografías papales con la creación de esta
institución en los siglos V y VI y las biografías tituladas Liber
pontificalis. Sin embargo, cuestiona su veracidad, y las cataloga como
novelas históricas. Sobre las hagiografías, compuestas por biografías de
santos locales, que opina eran "tan poderosos como los orientales",
destacando a Sulspicius Severus como autor. [43]
Brian Croke exalta la obra Crónica, afirmando que en ella está
representada la historia universal. En ella, Eusebio presentó una forma
sencilla y compuesta de los anales de toda la antigüedad. Enfatiza en que
"Hay una diferencia entre los libros 'sobre los tiempos', y arreglar los
tiempos uno al lado del otro desde un punto de origen con el registro de
todo tipo de eventos en él". [44] La obra consiste en tablas cronológicas
con comentarios al margen. Todos los sistemas de cronología, caldeos,
griegos, romanos, se presentan en columnas unas al lado de las otras con la
cronología bíblica que comienza en la creación, aunque los anales sólo
comienzan con el nacimiento de Abrahán. [45] ¿Por qué hasta Abrahán y no
Adán? Porque así evitaba el problema de enfrentarse a las cronologías
erradas del Pentateuco. [46] Croke coincide con Shotwell en considerar La
Crónica de Eusebio como uno de los libros más influentes de todos los
tiempos. Estableció la tradición historiográfica que seguirían los
cronistas de Europa Occidental y Bizancio. [47]
Sobre la Historia eclesiástica, Shotwell señala que Eusebio incorporó
porciones completas de otros textos, por lo que es más una recopilación o
colección de documentos que otra cosa. [48] En ella, presentaba el
sufrimiento de los mártires como tema de una página gloriosa de la
historia: "ésa de la lucha pacífica en la que el reino del Mesías tomaría
su lugar entre las potencias del mundo". Sin embargo, el autor opina que
le tocaría a un intelecto mayor que el de Eusebio llevar este concepto a su
forma final: Agustín de Hipona. [49] Considerado uno de los padres de la
Iglesia cristiana, Agustín vivió el colapso del imperio romano, convertido
al cristianismo. Tenía que explicar las razones por las cuales Dios
abandonó a su pueblo al permitirle caer ante la amenaza de los bárbaros.
Castellanos sostiene que Agustín se basó en el respeto que los invasores
godos cristianizados – aunque al arrianismo – mostraron a los lugares de
culto durante el saqueo a Roma para concluir que "el cristianismo podía ser
un puente entre los bárbaros y la Romanidad". [50]
Castellanos añade que Agustín reconoció que los bárbaros eran parte de
una nueva realidad, por lo que se da un cambio en la historiografía romana,
que este autor identifica como mayormente cristiana. [51] Sobre este
particular, Momigliano opina que Agustín sabía dónde buscar el enemigo real
de la historiografía cristiana, que no era la pagana. No obstante, le
preocupaba la idealización del pasado romano prevaleciente en el siglo IV,
y vio en ellos una nueva resistencia contra el cristianismo. [52] O'Donnell
destaca que, contrario a Jerónimo, Agustín no se enfocó en el enemigo o el
bárbaro; su gran aportación a la historiografía universal fue el mantener
una visión de largo plazo que tendría vigencia más allá de los problemas
inmediatos. [53]
Discípulo de Agustín y cercano a Jerónimo, Orosio, hispano de la zona
de la Gallaecia romana, es el tercero de los autores cristianos que
destacaremos en este trabajo. Su obra más conocida es Historiae adversus
Paganos, calificada por Castellanos como "un intento de refutación a través
de la historia del mundo romano contra las tesis paganas sobre la caída de
Roma y una demostración de que [era] el cristianismo el que ha triunfado".
En el mismo espíritu de Agustín, proponía que los bárbaros no habían
llegado a destruir Roma; se le atribuye la siguiente cita: "Ataúlfo… solía
insistir en que al principio quiso que todo el Imperio romano fuera de los
godos, pero lo más conveniente era impulsar al propio Imperio precisamente
con la fuerza de los godos". [54] Orosio presenta a Ataúlfo, a partir de su
conversión, como el restaurador de Roma, ignorando la convicción de que los
godos eran incapaces de regirse por la ley. O'Donnell añade que "El siglo
cinco continuará dando forma y cogiendo forma por estas visiones
construidas del barbarismo". [55]
Estos escritos fueron generando un discurso narrativo que tomó forma
inicialmente en las llamadas historiae. En los años siguientes a Orosio,
sin embargo, se dio paso especialmente a las crónicas. Los cronistas de la
época presentaban una imagen de un mundo en crisis. Sobre estas crónicas,
Castellanos declara que tras la estabilización política que seguirá la
desaparición de Roma como Imperio, las historias que se escribirán "serán
textos escritos en tiempo político 'bárbaro'". Enfatiza que en los siglos
VI a VIII ya el tema de los bárbaros era parte de la historia política de
los nuevos reinos. [56]
Llegamos al momento de abordar el surgimiento de las historias
nacionales. En el siglo V se materializaron los asentamientos de bárbaros
en el territorio: los vándalos, ostrogodos y suevos en la península
itálica; los vándalos y alanos en Galia y el norte de la península ibérica.
Tras la firma de un tratado, se asienta un estado visigodo al sudoeste de
las Galias. Cruz elabora los aspectos sociales y religiosos de los pueblos
bárbaros que fueron destruidos tras su integración al Imperio, y advierte,
sin embargo, que como consecuencia de estos contactos, los bárbaros no
aportarían su cultura. Por el contrario, asumirían la romano-helenística.
[57]
Sobre el contacto de las culturas romanizadas con los bárbaros, J.G.A.
Pocock le reconoce mucho peso al impacto de la presencia de la Iglesia en
Occidente. Entre los factores de mayor influencia en la formación de los
nuevos reinos se encuentra la utilización del latín y la obediencia a Roma.
[58] Para Ian Wood, la coexistencia de los pueblos bárbaros con el poder
hegemónico romano fue posible porque aquéllos vivían independientemente del
mundo administrativo romano. Las fronteras del imperio variaban
continuamente. Sobre esto, afirma: "estar dentro o fuera de la
jurisdicción imperial dependía del resultado de las campañas militares".
[59]
Un producto inesperado de esa integración de pueblos y de clases
sociales – la nueva élite dirigente bárbara, compuesta por militares
naturales de las provincias y la aristocracia tradicional romana – fue la
producción de Breviarias. Éstas intentaban recopilar datos y fechas
históricas que mantuvieran vivo el conocimiento del pasado, un elemento
esencial de la formación y la identidad de la nobleza romana. [60]
O'Donnell relaciona las Brevarias con la necesidad de una nueva narrativa
en el siglo IV producto del surgimiento de una nueva aristocracia en las
provincias. [61] Por su parte, Momigliano lo atribuye a que mientras los
cristianos intentaban validar su historia, legitimarse como grupo, los
paganos buscaban mantener vivo el conocimiento del pasado romano, borroso
entre la nueva clase dirigente. Para ello, el emperador Valens comisionó a
Eutropio y a Festo para que escribieran las breviarias. Éstas carecían de
contenido religioso, por lo que no representaban peligro para los
cristianos. [62]
La aparición de historias nacionales representaba ya una nueva manera
de hacer historia. Ignorados previamente, una de las condiciones que
motivó el registro de las historias de los pueblos bárbaros fue, como ya
hemos señalado, el establecimiento de estados políticos en el territorio
imperial romano. [63] De invasores, los bárbaros cobraron diversas
identidades – godos, francos, lombardos, entre otros – y se convirtieron en
gobernantes de territorios ocupados por ciudadanos del antiguo imperio
romano. Cruz reconoce que la historiografía romano-helenística también
tuvo que enfrentarse a los retos que representaron el establecimiento de
reinos bárbaros en la realidad occidental. Fue por esto que se fue
"colocando la cuestión de la construcción de una memoria bárbara dentro de
los parámetros del universo cultural y simbólico tardo antiguo". [64]
Sobre las historias nacionales, Castellanos advierte que
En el futuro, en el mundo de Gregorio de Tours a finales del siglo VI
en los espacios merovingios, o de Isidoro en la Hispania visigoda del
siglo VII, o de Beda el venerable en los reinos anglosajones del siglo
XIII, o de Paulo Diácono en la Italia de los longobardos, irá
asistiendo a la construcción de nuestras historiae pero partiendo de
estas ideas generadas en los siglos IV y V. [65]


Cruz sostiene que Gregorio y Jordanes, a través de la redacción de
"historias", aportarían a la construcción de una memoria para los estados
bárbaros nacientes en territorio romano. Identifica a los discursos que
redactarán con los parámetros de la historiografía del mundo antiguo;
concretamente, se producía un discurso persuasivo con la intención de
convencer a la audiencia. Para Cruz, estas estrategias narrativas eran
instrumentos para la construcción de una memoria dentro de los moldes y
patrones establecidos por la Paideia romano-helenística, tanto para francos
como para godos. A traves de la forma, además del contenido, se
"romanizaban" estos pueblos. [66] Moradiellos define estas narrativas como
"más terrenal, político, y vagamente inspirado por los clásicos". Además,
se generó "una serie de obras que narraban los avatares de las nuevas
monarquías en el marco de una interpretación cristiana y providencialista
de la Historia". [67]
Aunque Jordanes y los demás autores posteriores al siglo V se
consideran historiadores medievales, Goffart nos advierte que la
historiografía latina llevó la veta cristiana de la manera de escribir
historia hasta los siglos VI, VII y VIII. Basado particularmente en las
dos tendencias hagiográficas – la que representaba una forma de ficción
popular y la que incluía las vidas de los obispos santos – junto con las
crónicas, refuerza su noción de que la escritura histórica siguió
ininterrumpidamente desde la Antigüedad hasta la Edad Media. [68] Coincide
con Castellanos en que para los historiadores cristianos, la Iglesia
constituía el denominador de continuidad entre Roma y los reinos bárbaros.
Asímismo, nos recuerda que Gregorio de Tours, Beda y Pablo el Diácono,
autores que recogeran las historias de algunos pueblos bárbaros, eran
religiosos ordenados.
Goffart presenta las obras de Jordanes, Gregorio, Beda y Pablo el
Diácono en el marco de la "civilización de inseguridad" en la que vivió la
Edad Media. En ella, "la creencia en los milagros era indispensable para
asegurar la supervivencia sicológica del individuo y de la colectividad".
[69] Cruz reconoce el reto que comprendía la tarea de recoger y relatar lo
que ellos harían. Para ello, utilizaron el recuerdo de determinados hechos
y actos considerados gloriosos, a manera de referentes. [70] Castellanos da
particular importancia al rol que tuvieron las iglesias locales a través de
los obispos en cada uno de los espacios que ocuparon nuestros historiadores
en la simbiosis entre la romanidad y la barbarie: visigodos, francos,
ostrogodos, anglos y sajones. Sobre ello, sostiene que "tales vectores
forman la base de la construcción de las Historiae occidentales que suelen
ser conocidas como altomedievales". [71]
Sobre las obras de Gregorio y de Jordanes, Cruz insiste en que están
escritas usando los modelos cristianos de Eusebio y de Agustín. Las
diferencias entre la élite romana y los bárbaros pobladores se habrían
minimizado con el tiempo; concretamente, las dicotomías Iglesia/Estado,
Romano/Bárbaro, Sagrado/Profano. Como resultado de esta integración, se
logró la constitución de los reinos romano-bárbaros que habitaron nuestros
autores, la consolidación de la expansión del cristianismo por ellos y la
hegemonía de la Iglesia. Para Cruz, estos factores establecen la
posibilidad de la configuración de nuevos ángulos para la historia romana.
[72] Finalmente, Goffart confirma que así fue que surgieron las llamadas
"historias nacionales", y el volksgeschichte (historia étnica) alemán.
[73]
Dentro de la corriente de historias nacionales, donde los bárbaros ya
están subsumidos, dirigimos nuestra atención a Gregorio, obispo de Tours
(c. 538-594). Earnest Brehaut, editor de Historia de los francos, la
considera un registro histórico de gran importancia porque los eventos que
relata contienen detalles de la extinción del imperio romano y el comienzo
de un gran estado moderno. Por ello, considera a Gregorio una autoridad
única en este aspecto. Añade que la historia que relataba era
contemporánea, pues los eventos los estaba viviendo al momento de redactar,
o los había vivido personalmente. En consecuencia, su punto de vista
reflejaría sus prejuicios y errores. Considera que el valor de esta obra
radica en su "revelación inconsciente", que considera un hito de la cultura
europea. [74]
En cuanto a su categorización, Brehaut advierte que este libro no debe
ser considerado historia secular. Considera el título original de Historia
eclesiástica de los francos representa un mejor descriptor de su contenido.
Apoya su argumento en el hecho que la narrativa está desarrollada desde el
punto de vista de un religioso cristiano, "casi la de un obispo". Asocia
el carácter religioso en el tono de la obra con el tono frío que Gregorio
utiliza hacia los francos, a menos que sus personajes hayan apoyado a la
Iglesia. Cuando se refiere a sus guerras civiles, lo hace con disgusto,
pues le parecían una nimiedad en vista del conflicto mayor entre las
fuerzas sobrenaturales del Bien y el Mal. [75]
El concepto de historia en Historia de los francos está visiblemente
influenciado por otros autores cristianos, señala Cruz. El autor no se
limita a redactar crónicas, sino que comenta y ofrece descripciones de
acontecimientos que considera importantes, "algo incompatible con el
género cronístico". Utiliza fuentes variadas, incluyendo los testamentos
antiguo y nuevo, y algunas crónicas, desde Eusebio y Jerónimo hasta Paulo
Orosio y Sulpicio Severo. [76] Peter Gay aclara que a pesar de las
debilidades estilísticas de la obra, es decir, su pobre redacción, la
presencia de credulidad y superstición y sus prejuicios al momento de
valorar los roles de la Iglesia y del estado, la obra puede reclamar
estatus de historiografía. [77]
Gregorio equipara a los bárbaros con los demás ciudadanos del antiguo
Imperio a través de su cristianización. Reflejando la integración social,
y poniendo la mira en la diferencia que representa el ser cristiano o no
serlo, Castellanos enfatiza el hecho que Gregorio "apenas se plantea
siquiera la dicotomía entre romanos y bárbaros. Es el catolicismo, así
como la idea del buen o el mal soberano, la preocupación sobre la que teje
su obra histórica". [78] El tener al verdadero Dios de su parte ofrecía a
los francos, en su lucha contra los godos en el sur de Galia, contar con el
apoyo de un ser supernatural. Con esta visión y referencia cultural,
Gregorio nos presenta que en la mentalidad gala del siglo seis, nada era
puramente secular. Señala Brehaut que "Los hombres no se enfrentaban a las
realidades objetivas de la sociedad y la naturaleza tal y como eran; había
una interpretación supersticiosa para todo. [79]
El segundo autor de las llamadas historias nacionales es un individuo
conocido como Jordanes. Este hombre de origen godo conocía la lengua
gótica. Su intención inicial era redactar unas crónicas "sobre el origen y
la historia de los godos desde la antigüedad hasta nuestros tiempos",
describiendo la sucesión de generaciones y de los reyes. Se basó en el
modelo de Paulo Orosio, de quien tomó los orígenes geográficos de los
pueblos godos. Según Cruz, Jordanes buscaba establecer las bases de unión
entre los romanos y los godos. [80]
Castellanos coincide y subraya que Jordanes no podía usar la
conversión al cristianismo como elemento narrativo porque éstos lo hicieron
a través del arrianismo. [81] Nos parece interesante que el británico Peter
Brown identifique las herejías, un elemento identatario del surgimiento de
lo que llama nacionalismo provincial, como una de las causas inmediatas
para la caída del imperio romano. Las otras dos serían la reducción de la
población y la barbarización del ejército. No responsabiliza totalmente a
los pueblos bárbaros por la caída de Roma, y trae la atención al hecho de
que el imperio presentaba condiciones que facilitaron su caída: en el
ámbito económico, la producción de alimentos había sufrido, con muy pocos
productores para demasiadas bocas. También añade cambios actitudinales del
romano hacia el bárbaro, y la incapacidad de ajustar el modelo económico y
cultural a la presencia de estos pueblos. [82]
Cruz propone que es por esto que Jordanes recurrió a lo militar para
legitimar el pasado godo, y para incorporarlos a la sociedad imperial.
Así, construyó la memoria de los godos partiendo de la batalla de los
Campos Catalaunicos, en la que se aliaron con Roma frente a un enemigo
común: los hunos. Al hacerlo, Jordanes "imbrica a la historia de los
Godos en el pasado Imperial un sentido de amalgamar la memoria de los
bárbaros a la de los romanos, dotándoles de una tradición prestigiosa y
honrada". [83] Goffart afirma que "Jordanes redactó su pequeña biblioteca
histórica para familiarizar a la Italia reconquistada con un pasado y un
presente, romano al igual que godo, que la audiencia prospectiva no
sospecharía de otra manera, pero que … impulsó la fusión amigable de ambos
grupos étnicos". [84]
Considerado por Goffart como el más celebrado de los historiadores
medievales a quienes prestamos particular atención, [85] Beda, un monje del
convento de Jarrow, puede ser llamado el historiador medieval más conocido
que escribió en Gran Bretaña. Para Judy McClure y Roger Collins, el suyo
fue el primer intento de redactar una historia nacional; es por esto que lo
consideran el padre fundador de la historiografía nacional inglesa. [86]
Goffart destaca su esfuerzo por recrear el nacimiento de la iglesia de
Northumbria "proponiendo un plan de acción evangélica para la naciente
metrópoli de York". [87]
Su escrito provee material para compilar una historia narrativa de los
primitivos reinos anglosajones desde el siglo V hasta mediados del VIII.
En su tesis, el establecimiento de los pueblos bárbaros en el territorio
imperial reflejaba un plan divino. Sumado a su conocimiento e interés en
la Biblia, en su narrativa tomó modelos del Antiguo Testamento para la
descripción de eventos seculares como batallas y asuntos de reyes,
proyectando cómo los propósitos divinos estaban trabajando en hechos
aparentemente desconectados en la historia de la humanidad. Es quizás por
esto que en su prefacio relata las conversiones de varios reinos
británicos. [88]
Paulo el Diácono, por otra parte, era miembro de una noble familia
bárbara lombarda. Tras la caída del estado lombardo, escribió unas
Historiae longobardum. En opinión de Fontana, con Paulo "se cierra, en
cierto modo, este ciclo de recomposición del relato histórico en función de
la necesidad de legitimar un nuevo orden político en el que el papel de la
Iglesia resultaba decisivo". [89] Karl Leyser atribuye a Paulo una visión
mayor que la del maestro Stéfano, quien había alabado los orígenes de la
casa real lombarda en los confines de Europa. [90] Goffart caracteriza a
Paulo como un consejero, pues en la mayoría de sus obras, no promueve una
causa sino que ofrece consejos, utilizando el pasado como una guía para el
futuro. [91]
Paulo relacionó los orígenes lombardos con las migraciones de tribus
germánicas, señalando a Alemania como la patria de todas las "gentes" que
habían afectado a Europa. Arguía que sus migraciones se debieron a una
explosión poblacional. [92] Goffart sostiene que Paulo intentó ofrecer una
visión cristiana del pasado. A manera de ejemplo, señala "En Historiae
Longobardum, la migración lombarda no fue motivada por la búsqueda de poder
y ricas tierras, sino como producto de la irónica condición humana y hacia
los valores encarnados por Justiniano y San Benedicto". [93]
Fuera del grupo de historiadores que trabaja Goffart como narradores
de la historia de los bárbaros, se encuentra Isidoro de Sevilla. Sobre él,
Emilio Mitre opina que cultivó el género de historia universal al estilo de
San Agustín u Orosio. [94] Por su parte, Leyser identifica a Isidoro como
uno de "los tres pilares de la sabiduría" que impactaron el sentido de
pertenencia europeo en la Edad Media, aportando un "pasado" a su presente
político y militar. [95] Aunque lo considera como el intelectual más
completo después de la era patricia hasta Beda, Goffart opina que su
Historia de los godos, vándalos y suevos consiste en un montaje de
extractos de crónicas. Favorece sus Etimologías por lo intersante de su
pensamiento histórico. [96] Fontana, por su parte, valora a su Historia
como menor en interés que la de Gregorio, a la que se asemeja en su función
política. [97]
Juan Ramón Carbó García destaca las obras de Isidoro entre la
producción para la aceptación y legitimación historiográfica de los
visigodos. Considera a Isidoro un gran conservador de la cultura clásica y
conocedor de sus autores. Sin embargo, en una tendencia opuesta a la de
los anteriores autores, Carbó afirma que "Frente a estos esfuerzos por
conservar la cultura y lengua romanas, Isidoro tiene una actitud
completamente distinta en el orden político, mostrando en su obra histórica
su dedicación a la destrucción de este mundo romano, que amenazaba la nueva
nación visigoda en la Península…". [98]
La fascinación que han ejercido los pueblos bárbaros sobre las
culturas occidentales, desde los griegos hasta los romanos, llevó a que sus
historias fueran registradas. Siempre, empero, en función de una necesidad
particular de quien escribía la historia, y escrita dentro de los
parámetros que ayudaban a promover metas políticas o religiosas. Algunos
países europeos han buscado en las invasiones bárbaras sus orígenes. Es
por esto que las percepciones de los bárbaros recogidas en la literatura
histórica reflejan las circunstancias en las que fueron producidas y las
necesidades políticas a las que respondían.
En palabras de Norman Cantor, los ángulos desde los que el historiador
aborda los eventos del pasado están determinados por las circunstancias de
su presente. [99] Esta máxima se materializa en los trabajos de los
escritores de los periodos romano, cristiano y medieval que hemos reseñado.
La construcción de sus imaginarios dependía de la continuidad subyacente
de la cultura romana. Así, hemos visto a los pueblos bárbaros a través de
una variedad de miradas: inicialmente como salvajes, como ejemplo
moralizante, como parte del plan divino, y finalmente como la continuidad
romana entre el imperio y los nacientes reinos occidentales. Regresando a
la frase inicial de Pirenne en este ensayo, lo que los bárbaros no
consiguieron inicialmente por la fuerza, lo lograron tiempo después al
asimiliarse y ayudar a dar forma a nuestro conocimiento histórico de la
civilización occidental.

Bibliografía
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[1] Henri Pirenne. Historia de Europa. Desde las invasiones hasta el siglo
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[2] James T. Shotwell. "Christianity and History: III. Chronology and
Church History". The Journal of Philosophy, Psychology and Scientific
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[3] Santiago Castellanos. "Bárbaros y cristianos en el final del Imperio
Romano (siglos IV y V)". De Rebus Antiquis. Año III, Núm. 3 (2013): 135.
[4] Marcus Cruz. "Gregorio de Tours e Jordanès: a construção da memória dos
"bárbaros" no VI século". Acta Scientiarum. Education. Vol 36, Núm. 1 (ene-
jun 2014): 15.
[5] Cruz, 17 y 26.
[6] Walter Goffart. The Narrators of Barbarian History (A.D. 550-800)
(Princeton: Princeton University Press, 1988), 3.
[7] Castellanos, 137. Esta expresión Latina significa "habiendo realizado
los debidos cambios" (http://www.merriam-
webster.com/dictionary/mutatis%20mutandis).
[8] Castellanos, 137.
[9] Tácito. Vida de Julio Agrícola. Germania, Diálogo de los oradores.
Beatriz Antón Martínez, editora (Madrid: Ediciones Akal, S.A., 1999), 89.
[10] Goffart, 5.
[11] También existió la historiografía bizantina. Sin embargo, el autor
Peter Schreiner cuestiona si ésta fue una corriente en sí, o si solamente
representó una vertiente de la clásica.
[12] Josep Fontana. Historia: análisis del pasado y proyecto social
(Barcelona: Editorial Crítica, 1999), 29.
[13] Enrique Moradiellos. Las caras de Clío. Una introducción a la Historia
(Madrid: Siglo XXI, 2009), 111.
[14] Tácito, 68.
[15] Arnaldo Momigliano. "Pagan and Christian Historiography in the Fourth
Century A.D." The Conflict Between Paganism and Christianity in the Fourth
Century (Oxford: The Clarendon Press, 1963, 1-2.
[16] Moradiellos, 108-114.
[17] Pablo Hernández Aparicio. "Eusebio Obispo de Cesárea, Vida de
Constantino. Historiografía cristiana y la creación del Emperador
cristiano". Pensar Historia. Núm. 3 (julio-diciembre 2013): 67. Como
características de la historiografía cristiana, Hernández Aparicio
identifica primordialmente la visión providencialista: Dios es el motor de
la historia. Argumenta que "de la unión entre historiografía y
cristianismo, surgió la idea de progreso, una historia de carácter lineal
que tiene un principio en la creación de Adán y Eva, tendrá un fin con el
regreso de Cristo". (p. 71)
[18] Moradiellos, 108-114.
[19] Fontana, 28-33. Fontana apunta a que la historiografía cristiana
presenta una interpretación figural de los eventos; es decir, algo del
pasado anuncia o repite otro episodio. También se impone el
providencialismo como explicación de los eventos después de la venida de
Cristo. La periodización también se altera. El nacimiento de Cristo se
establece como el comienzo de una era, y marca el principio del tiempo.
Después de Cristo, el tiempo asciende progresivamente hasta encontrar la
Segunda Venida. Antes de Cristo, el tiempo va en retroceso.
[20] Fontana, 28-29.
[21] Castellanos, 139.
[22] Ibid, 140.
[23] Peter Schreiner. "La historiografía bizantina en el contexto de la
historiografía occidental y eslava". Erytheia. Núm. 11-12 (1990-1991): 56.
[24] Moradiellos, 114-115.
[25] Fontana, 29.
[26] Momigliano, 3-4.
[27] Ibid, 7 y 11.
[28] Mario Cancel. La biografía latina en la historiografía occidental.
http://mariocancel.wordpress.com/category/historiografia-cristiana-2/
(capturado el 29 de septiembre de 2014).
[29] Castellanos, 142.
[30] Ibid, 139-140.
[31] James T. Shotwell. "Christianity and History: III. Chronology and
Church History". The Journal of Philosophy, Psychology and Scientific
Methods. Vol. 17, Núm. 6 (Marzo 1920): 142. Shotwell reseña algunos
cronistas cristianos, como Justo de Tiberio, Julio Africano y Origen.
[32] Cruz, 24.
[33] Castellanos, 142-143.
[34] Brian Croke. "The Originality of Eusebius´ Chronicle". The American
Journal of Philology. Vol. 103, Núm. 2 (Verano 1982): 198.
[35] James J. O'Donnell. "Late Antiquity: Before and After". Transactions
of the American Philological Association (1974-). Vol. 134, Núm. 2 (Otoño
2004): 208.
[36] Agustín. Concerning the City of God against the Pagans (Londres:
Penguin Classics, 1982), 14.
[37] Hernández Aparicio, 72.
[38] Momigliano, 8.
[39] Hernández Aparicio, 81.
[40] Momigliano, 8-10.
[41] Shotwell, 143.
[42] Agustín, 14.
[43] O'Donnell, 205-206.
[44] Croke, 198.
[45] Shotwell, 145.
[46] Momigliano, 4.
[47] Croke, 195. Reconoce la obras de Africano y señala la distinción con
la de Eusebio: mientras Africano estaba preocupado por montar material
cronográfico, Eusebio trabajó su material en múltiples historias,
proveyendo un modelo que atrajo muchos imitadores. El trabajo de Eusebio
era más complejo, arreglando material dispar en una forma coherente y
secuencial, montada en una escala sencilla de tiempo. Fue Eusebio, y no
Africano, quien inventó la crónica mundial cristiana. El formato de
Eusebio sirvió para ilustrar la visión cristiana de la historia mundial
desde un punto de origen definitivo en el que todos los eventos y reinos
conocidos se podrían fijar en una sencilla medida de tiempo. (Croke pp.
199-200)
[48] Hernández Aparicio, 75. Detalla que "tanto en la Historia eclesiástica
como en la Vida de Constantino, Eusebio utilizó cartas, edictos y textos
bíblicos para corroborar los acontecimientos históricos".
[49] Shotwell, 148-150.
[50] Castellanos, 143.
[51] Ibid.
[52] Momigliano, 14.
[53] O'Donnell, 208. Añade que aunque pocos compartirían su teoría de la
historia hoy día, Agustín es un ejemplo salubre de los beneficios del
pensamiento a largo y más grande plazo.
[54] Castellanos, 143-144.
[55] O'Donnell, 144.
[56] Castellanos, 145. Uno de ellos, Hidacio, se refería a la
desarticulación de las fronteras imperiales a mediados del siglo V.
Identifica otros dos autores: el cronista anónimo del 452 y Próspero de
Aquitania, colaborador del papa León Magno.
[57] Cruz, 16.
[58] Pocock, 4.
[59] Ian Wood. "The Fall of the Western Empire and the End of Roman
Britain". Bittania. Vol 18 (1987): 260.
[60] Goffart, 18.
[61] O'Donnell, 204.
[62] Momigliano, 5.
[63] Goffart, 3 y 7.
[64] Cruz, 18.
[65] Castellanos, 144.
[66] Cruz, 23. Paideia traduce a algo así como patrimonio cultural. Es el
tema central del trabajo de Cruz.
[67] Moradiellos, 120.
[68] Goffart, 8 y 11.
[69] Goffart, 13. Añade breves datos biográficos de nuestros cuatro
autores: Jordanes vivió en la Constantinopla de Justiniano en uno de los
mejores momentos de la antigüedad. Gregorio de Tours se desplazó por Galia
con mayor libertad y seguridad de la que Sidonius Apollinaris había
experimentado un siglo antes. Bede, monje de Jarrow, vivió en el fin del
mundo, pero la institución a la que pertenecía tenía libros, pinturas y
otras finezas de un mundo más desarrollado, siendo el outpost de la
modernidad material e ideológica. Pablo el Diácono, monje de Monte Casino,
vivió en la corte de Carlomagno y en otras partes de Italia.
[70] Cruz, 19.
[71] Castellanos, 146.
[72] Cruz, 22.
[73] Goffart, 8-9.
[74] Gregor of Tours. A History of the Franks (Sin ciudad: Digireads.com
Publishing, 2009), 5. La obra está escrita en tres partes. En la primera
(libros 1 a 4), se detalla la introducción del cristianismo a Galia; la
aparición de los francos en la historia, su conversión y conquista de
Galia bajo Clovis, con el detalle de la historia de los reyes francos
hasta la muerte de Sigiberto en 575. La segunda parte (libros 5 y 6)
termina con la muerte de Chilperic en 584. Gregorio vivió bajo este rey,
con quien mantuvo relaciones tirantes, siendo él obispo de Tours. La
tercera parte (libros 7 a 10) llega hasta el año 591, con un epílogo de
594, año de la muerte de Gregorio. (p. 10)
[75] Gregor, 11.
[76] Cruz, 20 y 22. Para Cruz, Gregorio de Tours es un ejemplo típico de
los obispos en las Galias del siglo VI. Su obispado poseía gran
importancia política y religiosa, por lo que mantenía una relación
estrecha y frecuente con las cortes reales merovingias y con los
personajes importantes de este reino.
[77] Peter Gay y Gerald J. Cavanaugh, editores. Historians At Work. Vol. 1.
Herodotus to Froissart. (Nueva York: Harper & Row, 1972), 337.
[78] Castellanos, 145.
[79] Gregorio, 15-16.
[80] Cruz, 21-23. Señala que Decem libris historiarum es la única obra
histórica que relata los acontecimientos entre la desaparición de la
autoridad romana hasta final del siglo VI, mientras que Origine actibusque
Getarum es la narración de los orígenes de los godos y su relación con los
romanos.
[81] Castellanos, 141. El arrianismo fue una herejía condenada por Roma.
[82] Peter Brown. "The Later Roman Empire". The Economic History Review,
New Series. Vol. 20, Núm. 2 (ago 1967): 328 y 330.
[83] Cruz, 24-25.
[84] Goffart, 432.
[85] Ibid, 12.
[86] Bede. The Ecclesiastical History of the English People. Editada con
una introducción y notas por Judith McClure y Roger Collins (Oxford:
Oxford University Press, 2008), ix y xiii.
[87] Goffart, 432.
[88] Bede, ix, xiii, y 4
[89] Fontana, 34.
[90] Karl J. Leyser. "Concepts of Europe in the Early and High Middle
Ages". Past & Present. Núm. 137, The Cultural and Political Construction
of Europe (Nov 1992): 28.
[91] Goffart, 433.
[92] Leyser, 28.
[93] Goffart, 429.
[94] Emilio Mitre. Historia y pensamiento histórico: estudio y antología
(Madrid: Edición Cátedra, 1997), 37.
[95] Leyser, 26. Los otros dos "pilares" serían Agustín y Orosio.
[96] Goffart, 11.
[97] Fontana, 34.
[98] Juan Ramón Carbó García. "Godos y Getas en la historiografía de la
tardoantigüedad y del Medioevo". Stud. Hist. Historia Antigua. Núm. 22
(2004): 189, 192 y 199. Sostiene que en su empeño por encontrar lazos
bíblicos para los visigodos, Isidoro identificó a los getas-godos con Gog
y Magog.
[99] Norman F Cantor. "Medieval Historiography as Modern Political and
Social Thought". Journal of Contemporary History. Vol 3, Núm. 2 (Abril
1968): 70.
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