Los orígenes de un nuevo modelo. Cómo la llegada del Islam transformó las prácticas esclavistas en la Europa de los siglos VIII-XIII, Archivo Storico Italiano, 174/647 (2016/1), p. 3-29

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Descripción

IVAN ARMENTEROS-MARTÍNEZ

LOS ORÍGENES DE UN NUEVO MODELO: CÓMO LA LLEGADA DEL ISLAM TRANSFORMÓ LAS PRÁCTICAS ESCLAVISTAS EN LA EUROPA DE LOS SIGLOS VIII-XIII

ESTRATTO da ARCHIVIO STORICO ITALIANO 2016/1 ~ a. 174 n. 647

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Anno CLXXIV

ARCHIVIO STORICO ITALIANO FONDATO DA G. P. VIEUSSEUX E PUBBLICATO DALLA

DEPUTAZIONE DI STORIA PATRIA PER LA TOSCANA

2 0 1 6 DISP. I

LEO S. OLSCHKI EDITORE FIRENZE

2016

ARCHIVIO STORICO ITALIANO Direttore : Giuliano Pinto Comitato di Redazione : Mario ascheri, eMilio cristiani, riccardo Fubini, rosalia Manno, rita Mazzei, Mauro Moretti, renato Pasta, roberto Pertici, Mauro ronzani, lorenzo tanzini, serGio toGnetti, andrea zorzi Segreteria di Redazione : lorenzo tanzini, serGio toGnetti, claudia triPodi Comitato scientifico : Maria asenjo Gonzalez, Maxine berG, jean boutier, rinaldo coMba, elisabeth crouzet-Pavan, richard a. Goldthwaite, allen Grieco, christiane KlaPisch-zuber, thoMas Kroll, jean-claude Maire viGueur, halina ManiKowsKa, luca Mannori, siMonetta soldani, thoMas szabó Direzione e Redazione: Deputazione di Storia Patria per la Toscana Via dei Ginori n. 7, 50123 Firenze, tel. 055 213251 www.deputazionetoscana.it

INDICE Anno CLXXIV (2016)

N. 647 - Disp. I (gennaio-marzo)

Memorie Ivan armenteros-martínez, Los orígenes de un nuevo modelo: cómo la llegada del Islam transformó las prácticas esclavistas en la Europa de los siglos VIII-XIII

Pag

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vIncenzo D’alessanDro, Società e potere nella Sicilia medievale. Un profilo

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31

luca lo Basso, Il finanziamento dell’armamento marittimo tra società e istituzioni: il caso ligure (secc. XVII-XVIII)

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81

nIna KnIelIng, Pro captu lectoris habent sua fata libelli Collezionismo librario e diffusione delle idee illuminate alla corte di Pietro Leopoldo

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141

marIo marrocchI, Monaci scrittori. San Salvatore al monte Amiata tra Impero e Papato (secoli VIII-XIII) (enrIco FaInI)

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153

Joana Barreto, La majesté en images. Portraits du pouvoir dans la Naples des Aragon (FulvIo Delle Donne)

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Discussioni renzo saBBatInI, La storia è sempre in costruzione: a proposito di Writing History in the Global Era di Lynn Hunt Recensioni

segue nella 3a pagina di copertina

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Anno CLXXIV

ARCHIVIO STORICO ITALIANO FONDATO DA G. P. VIEUSSEUX E PUBBLICATO DALLA

DEPUTAZIONE DI STORIA PATRIA PER LA TOSCANA

2 0 1 6 DISP. I

LEO S. OLSCHKI EDITORE FIRENZE

2016

La rivista adotta per tutti i saggi ricevuti un sistema di Peer review. La redazione valuta preliminarmente la coerenza del saggio con l’impianto e la tradizione della rivista. I contributi che rispondono a tale criterio vengono quindi inviati in forma anonima a due studiosi, parimenti anonimi, esperti della materia. In caso di valutazione positiva la pubblicazione del saggio è comunque vincolata alla correzione del testo sulla base delle raccomandazioni dei referee. Oltre che nei principali cataloghi e bibliografie nazionali, la rivista è presente in ISI Web of Knowledge (Art and Humanities Citations Index); Current Contents, Scopus Bibliographie Database, ERIH. La rivista è stata collocata dall’Anvur in fascia A ai fini della V.Q.R. e dell’Abilitazione nazionale, Area 11.

MEMORIE

Ivan Armenteros-Martínez

Los orígenes de un nuevo modelo: cómo la llegada del Islam transformó las prácticas esclavistas en la Europa de los siglos VIII-XIII 1 En el año 876, Venecia prohibió que sus mercaderes participaran en el comercio de esclavos. La medida, de escasa efectividad, fue repetida en 945 hasta que, en junio de 960, las autoridades volvieron a la carga de una manera bastante más explícita prohibiendo el transporte de hombres y mujeres esclavizados tanto por mar como I. Armenteros-Martínez è assegnista post-doc in storia medievale presso AixMarseille Université-CNRS, LA3M/Telemme, LabexMed. Email: iarmenterosmartinez@ gmail.com Este trabajo se inscribe en el marco del proyecto de investigación financiado por el Ministerio de Economía y Competitividad del estado español «Tripulaciones, armamentos, construcción naval y navegación en el Mediterráneo medieval» (HAR2013-48433) y del grupo de investigación consolidado por la Generalitat de Catalunya «La Corona de Aragón, el Islam y el mundo mediterráneo» (2014 SGR 1559), así como en el marco del laboratorio de excelencia «LabexMed – Les sciences humaines et sociales au cœur de l’interdisciplinarité pour la Méditerranée» (10-LABX-0090). Asimismo, se ha beneficiado de una ayuda concedida por el estado francés, gestionada por la «Agence Nationale de la Recherche» en el marco del proyecto «Investissements d’Avenir A*MIDEX» (ANR11-IDEX-0001-02). Quiero agradecer a Jordi Gibert Rebull su amabilidad al compartir algunos de los documentos que han sido consultados para la redacción de este trabajo. 1   El uso que se hace en este trabajo de los términos sistema y modelo responde a los siguientes criterios: sistema hace referencia al fenómeno de la esclavitud entendido como una realidad compleja de relaciones sociales y económicas, mientras que modelo define las distintas particularidades que han dado lugar a expresiones distintas de la institución desde un punto de vista histórico. De esta manera, la esclavitud desarrollada en la Antigüedad clásica, la desplegada en las ciudades euromediterráneas durante los siglos bajomedievales o la establecida en el Atlántico colonial a partir del siglo XVI son distintos modelos que forman parte, no obstante, de un mismo sistema, el de las relaciones esclavistas.

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de cualquier otra manera.2 Estas tres iniciativas se enmarcan en los acuerdos diplomáticos que, entre 840 y 967, la ciudad italiana firmó con diferentes soberanos occidentales comprometiéndose a no intervenir en el tráfico de esclavos de origen europeo que abastecía los mercados musulmanes,3 y que continuaría, en el año 971, con la firma de un nuevo tratado según el cual Venecia se comprometería a no vender armas a los musulmanes.4 Poco después de que esto sucediera, en el año 1010, los albaceas de Sala, obispo de Urgell, en el norte de Cataluña, publicaron su testamento, probablemente redactado siete años atrás. Entre diversos legados, el religioso dejó a la canóniga de su obispado dos esclavos musulmanes, llamados Caan y Maumad. Además, mandó entregar un tercer cautivo, también musulmán, a la misma institución como compensación por uno que, tiempo atrás, había sido enviado a la abadía de Sainte-Marie de Lagrasse, y donó otro más al monasterio de Sant Pere de Rodes.5 En el año 1005, en la localidad ligur de Noli, un tal Armanno vendió una esclava llamada Erkentruda tras prometer al comprador que esta se encontraba en plenas facultades físicas y mentales. Lo interesante de este tercer documento no es el acto en sí, sino el origen de la esclava: el vendedor aseguró que la joven ‘ancilla’, como la define la carta de venta, era borgoñona.6 2   «Itemque promittimus, ut quicumque in manibus nostris nauclerium fuerit, nullo tenere debeat in nave suo levare mancipia, neque de Venetia, neque de Istria, neque de Dalmatia, neque de nullis aliis locis per nullum ingenium [...]»; S. Romanin, Storia documentata di Venezia, vol. I, Venecia, Pietro Naratovich Tipografo Editore, 1853, doc. VIII, p. 371. 3   El 23 de febrero de 840, el ‘Pactum Lotharii’ rubricó el compromiso veneciano de prohibir la castración y no acudir a territorio franco en busca de esclavos para vender a los infieles, un compromiso que fue necesario ratificar en los años 880 y 888; véase, para los tratados, Ch. Verlinden, L’esclavage dans l’Europe médiévale, II - Italie; Colonies italiennes du Levant; Levant latin; Empire byzantin, Gante, Royal University of Ghent, 1977, pp. 117-118. 4   Romanin, Storia, doc. IX, pp. 373-376. 5   «Et iusit dare ipsos suos sarrazanos, unum nomine Caa[n] et alium Maumad, ad ipsa kanonika de Sede Orgello ut iugiter serviant ibi cunctis diebus illorum. Et alium sarracenum emendare faciatis ad ipsa chanonicha pro ipsum sarrazenum quod ille dedit a sancta Maria Grasa. Et precepti dare alium sarrazenum a sancti Petri Rodas»; C. Baraut, Els documents, dels anys 981-1010, de l’Arxiu Capitular de la Seu d’Urgell, «Urgellia», III, 1980, doc. 314, pp. 144-146. 6   Documento citado en F. Panero, Schiavi, servi e villani nell’Italia medievale, Turín, Paravia Scriptorium, 1999, p. 341.

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Estas tres noticias, que se produjeron a cientos de kilómetros de distancia y en el intervalo de tan solo unos pocos años, simbolizan la frontera entre dos expresiones distintas de un mismo fenómeno. Mientras que la venta acordada en Noli y los tratados firmados por Venecia nos remiten a un tipo de esclavitud que hundía sus raíces en el modelo esclavista desarrollado en la Roma tardorrepublicana y potenciado durante los primeros siglos de la Edad Media, los sarracenos del obispo de Urgell anunciaban el inicio de una nueva fase en la historia de la esclavitud. Una fase que, dicho sea de paso, dejaba atrás las formas arcaicas de una esclavitud antigua cuya existencia ha podido ser documentada, en Europea occidental, hasta mediados del siglo XI.7 Pese a tratarse de una temática sin duda apasionante, no es mi intención adentrarme en el debate que ha enfrentado a medievalistas 7   Así se ha podido constatar en el Lacio, donde las menciones a esclavos de origen europeo trabajando en las haciendas rurales (lo que constituye una de las principales características del modelo esclavista de la Antigüedad tardía) desaparecen hacia el año 1031; en Auvernia, donde tan solo se documenta la existencia de un grupo servil entre 1031 y 1055; o en Charente y Mâconnais, regiones en las que términos como ‘servus’ para designar al hombre, ‘ancilla’ para la mujer y ‘mancipia’ como plural neutro aparecen en el uno por ciento de las actas conservadas entre los años 1000 y 1050 (P. Bonnassie, Supervivencia y extinción del régimen esclavista en el Occidente de la alta Edad Media (siglos IVXI), en Bonnassie, Del esclavismo al feudalismo en Europa occidental, Barcelona, Crítica, 1993 (edición original francesa de 1985), pp. 71-72; G. Bois, La revolución del año mil. Lournand, aldea de Mâconnais, de la Antigüedad al feudalismo, Barcelona, Crítica, 1991 (edición original francesa de 1989), p. 28). En los territorios cristianos de la península ibérica, el panorama es muy similar. En Cataluña, la última noticia corresponde al año 1035 (Bonnassie, La Catalogne du milieu du Xe a la fin du XIe siècle. Croissance et mutations d’une société, 2 vols., Tolosa, Association des Publications de l’Université de Toulouse Le Mirail, 1975, I, p. 301; también en ídem, Supervivencia, cit., p. 71); en Portugal, se constata la presencia de esclavos rurales de origen europeo hasta 1017; en Galicia, todavía se documentan en el año 1038 (C. Sánchez-Albornoz, Orígenes de la nación española: estudios críticos sobre la historia del reino de Asturias, 3 vol., Oviedo, Instituto de Estudios Asturianos, 1974, II, pp. 337-338 y n. 56); en Asturias, la última mención directa corresponde a 1051 (ivi, p. 341, n. 67), mientras que en Castilla y en León, donde la esclavitud rural parece haber sido bastante más residual que en otras zonas alejadas de la frontera islámica, las últimas referencias hay que situarlas en 1006 y 1026, respectivamente (ídem, Despoblación y repoblación del Valle del Duero, Buenos Aires, Instituto de Historia de España, 1966, p. 321, n. 100; Estampas de la vida en León, Madrid, Diputación Provincial de León / Ediciones Leonesas, 1985 (edición original de 1926), p. 133, n. 71). Por otro lado, para Bonnassie la presencia en las fuentes del término ‘mancipium’ es un «indicador inequívoco de una mentalidad esclavista» (Bonnassie, Supervivencia, cit., p. 72), mientras que Dominique Barthélemy critica la vinculación entre ‘mancipium’ y esclavismo y sugiere una mayor plasticidad semántica (D. Barthélemy, La mutation de l’an mil a-t-elle lieu? Servage et chevalerie dans la France des Xe et XIe siècles, París, Fayard, 1997, pp. 111-114).

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y especialistas de la Antigüedad tardía a la hora de fijar la cronología y las razones de la desaparición, o disolución, del modelo esclavista clásico.8 Pero tampoco voy a ocultar mi simpatía por las tesis que defienden la pervivencia de un tipo de esclavitud que experimentó un proceso de hibridación con las prácticas jurídicas germánicas y que se prolongó, cuando menos, hasta las últimas décadas altomedievales.9 E incluso me aventuro a sugerir que el modelo desarrollado en el Mediterráneo bajomedieval está estrechamente relacionado con sus antecedentes tardorrepublicanos y altomedievales. Como trataré de demostrar en este artículo, no existió, pues, una ruptura brusca entre la esclavitud clásica y la esclavitud propiamente medieval, sino un proceso de adaptación en el que la irrupción del Islam en el sur de Europa occidental y el norte de África jugó un papel determinante. Este proceso culminó con una nueva formulación de la institución, fundamentalmente urbana, condicionada por la influencia del pensamiento cristiano, la dialéctica de la guerra y las circulaciones económicas en el Mediterráneo occidental y central, primero, y en el oriental y el mar Negro, después.10 8   Véanse, por ejemplo, M.I. Finley, Esclavitud antigua e ideología moderna, Barcelona, Crítica, 1982 (edición original inglesa de 1980), pp. 181-191; Bonnassie, Supervivencia, cit.; X. Espluga, La decadència de l’esclavisme. Un mite historiogràfic que s’esvaeix, «Butlletí de la Societat Catalana d’Estudis Històrics», IX, 1998, pp. 9-22; J.M. Salrach, Els «servi» de la gran propietat als segles VI-IX. Una panoràmica europea, «Butlletí de la Societat Catalana d’Estudis Històrics», VII, 1996, pp. 9-23; M. Bloch, Comment et pourquoi finit l’esclavage antique, «Annales. Économies, Sociétés, Civilisations», II/1, 1947, pp. 30-44. La mayoría de los autores coinciden en señalar la difusión del cristianismo en el ámbito rural, el progreso tecnológico y la expansión de la economía agraria y la necesidad de movilizar a los trabajadores como los principales factores que favorecieron la disolución del modelo esclavista antiguo en los latifundios europeos; véanse por ejemplo, Bois, La revolución, cit., pp. 44-47; Bonnassie, Supervivencia, cit., pp. 44-46 y 53-55; Espluga, La decadencia, cit., p. 19. 9   Hipótesis que también cuenta con detractores, como Dominique Barthélemy, quien sostiene que, durante aquel período, «l’esclavage est une fiction de référence, le servage, un statut juridique, et la dépendance, un fait social» (Barthélemy, La mutation, cit., p. 22). La esclavitud sería, pues, una abstracción conceptual, un polo de referencia en torno al que se acomodarían los distintos grados de dependencia servil. Barthélemy solo admite la categoría ‘esclavo’ en el tráfico humano, es decir, en los esclavos no instalados en las haciendas rurales; al resto, prosigue, «dès l’Antiquité peut-être, l’historien peut choisir d’appeler serfs»; ivi, p. 21. 10   Cabe señalar, y esta no es una cuestión baladí, que, si bien el análisis de la esclavitud en el ámbito rural altomedieval ha recibido una gran atención, es muy poco lo que conocemos sobre su desarrollo en las ciudades que sobrevivieron a la desintegración de la administración romana. Hay que tener presente que, en la sociedad antigua, la esclavi-

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Así pues, en las páginas que siguen trataré de mostrar en qué medida la llegada del Islam a Europa provocó una serie de adaptaciones en la institución de la esclavitud y forzó una reorientación de las líneas de abastecimiento que, hasta entonces, habían nutrido con mano de obra esclava el territorio europeo. A partir de entonces, las bases sobre las que se desarrollaría la esclavitud durante la baja Edad Media se desplegaron: la guerra de frontera entre cristianos y musulmanes y el tráfico comercial entre los dos extremos del Mediterráneo.11 1. La esclavización del enemigo. – Año 756. Al-Ándalus ha quedado bajo el dominio de la dinastía Omeya. Desde entonces, el sur de la península ibérica se convierte en uno de los principales consumidores de esclavos de Europa occidental. Los conflictos con las poblaciones cristianas del norte, especialmente en las montañas cántabras y en los Pirineos, así como el mercadeo practicado por ‘radhaniyya’ y musulmanes, abastecen los mercados califales con esclavos bretones, irlandeses, francos, eslavos, germánicos e ibéricos.12 tud también estuvo presente en las ciudades, donde los esclavos desempeñaron todo tipo de trabajos. La cuestión, sin embargo, es saber qué ocurrió en los centros urbanos tras la emergencia de los reinos germánicos. Desafortunadamente, el estudio de la esclavitud urbana durante los primeros siglos medievales no ha recibido los delicados cuidados de su homónima rural. Principalmente por una razón: las investigaciones que han analizado la disolución del modelo esclavista lo han hecho desde un posicionamiento no necesariamente interesado por el fenómeno de la esclavitud, sino por el de la servidumbre feudal. En otras palabras, los investigadores de la alta Edad Media europea han tratado de situar la defunción del esclavismo antiguo en un momento más o menos preciso para anunciar, con mayor o menor inmediatez, el nacimiento del régimen feudal. Además, este es un problema que también afecta a los especialistas de la historia de la esclavitud. Sin ir más lejos, en las treinta y cinco páginas que dedica a la esclavitud altomedieval, William D. Phillips despacha, en tan solo un docena de líneas, el análisis de la esclavitud urbana afirmando que «las ciudades y pueblos que quedaban [...] constituían centros de esclavos especializados en actividades tecnológicas, similares a las practicadas por los esclavos industriales romanos. Los productos manufacturados de uso común», prosigue, «se fabricaban en los pequeños talleres artesanales de los pueblos, cuyos propietarios eran hombres libres y cuyos trabajadores eran en ocasiones esclavos». En adelante, lo urbano desaparece de su discurso (W.D. Phillips, La esclavitud desde la época romana hasta los inicios del comercio trasatlántico, Madrid, Siglo XXI, 1989 (edición original inglesa de 1985), pp. 83-84). 11   Para una buena guía bibliográfica sobre la esclavitud (y la servidumbre) en la Europa medieval y moderna, véase S. Cavaciocchi (ed.), Schiavitù e servaggio nell’economia europea, secc. XI-XVIII / Serfdom and Slavery in the European Economy, 11th-18th centuries, Istituto Francesco Datini, Florencia, Firenze University Press, 2014. 12   El término ‘radhaniyya’ define a los mercaderes judíos especializados en el trá-

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Desde principios del siglo IX, comerciantes eslavos y judíos trafican con esclavos en los mercados francos del Danubio, un negocio que dispone de conexiones de larga distancia. Estas rutas parecen ajustarse a las que son frecuentadas por los mercaderes judíos en Europa central, que se dirigen tanto a tierras ibéricas como a Bizancio y Bagdad siguiendo la ruta de Venecia, descritas por ibn Khordaˉdbeh en el Kitab al masaˉlik wa’l mamaˉlik.13 En el norte, desde mediados del siglo VIII, Utrecht ha pasado a ser el principal mercado de distribución de prisioneros de guerra comprados en el Londres anglosajón. Desde la ciudad frisia, los cautivos son conducidos siguiendo dos rutas principales, una que se dirige hacia el sur atravesando los Alpes centrales por el peaje del Walensee, y otra que va hacia el suroeste pasando por Verdún y París, cuya existencia es probable desde fines del siglo VI. Los itinerarios que salen de tierras eslavas hacia Arles y Marsella confluyen, también, en la ciudad de Verdún, una plaza comercial que se ha convertido en un importante centro de producción de eunucos para abastecer los mercados de la península ibérica. Desde las Islas Británicas hasta los puertos francos meridionales, pues, al-Ándalus recibe esclavos europeos para atender su demanda interna y reexportar los excedentes hacia el norte de África y Oriente.14 fico de esclavos, armas y productos de lujo. Sus actividades fueron documentadas por ibn Khordaˉdbeh en el Kitab al masaˉlik wa’l mamaˉlik, escrito probablemente hacia 870. Según ibn Khordaˉdbeh, los ‘radhaniyya’ «parlent l’arabe, le persan, le romain (grecque et latin), les langues franque, espagnole et slave. Ils voyagent de l’Occident en Orient, et de l’Orient en Occident, tantôt par terre, tantôt par mer. Ils apportent de l’Occident des eunuques, des esclaves femelles, des garçons, du brocard, des peaux de castor, des pelisses de martre, et autres pelleteries, et des épées» (M.J. de Goeje, Bibliotheca Geographorum Araborum, vol. VI, Leiden, Brill, 1889, p. 114). La importancia de su participación en las rutas hacia la península ibérica se atestigua en la primera mitad del siglo IX por un privilegio otorgado por Ludovico Pío a un mercader de Zaragoza para traficar con esclavos (825), así como por los escritos de Agobardo de Lyon contra el comercio judío de esclavos cristianos (846), en los que se menciona Lyon y Arles como plazas intermedias en la ruta hacia Córdoba; véase Y. Rotman, Les esclaves et l’esclavage. De la Méditerranée antique à la Méditerranée médiévale. VIe-XIe siècles, París, Les Belles Letres, 2004, pp. 104 y ss. 13   de Goeje, Bibliotheca, cit., pp. 114 y ss. 14   Verlinden, L’esclavage, cit., II, pp. 126-132; O.R. Constable, Trade and traders in Muslim Spain. The comercial realignment of the Iberian peninsula, 900-1500, Cambridge, Cambridge University Press, 1996, p. 205; M. McCormick, Orígenes de la economía europea. Viajeros y comerciantes en la alta Edad Media, Barcelona, Crítica, 2005 (edición original inglesa de 2001), p. 707; Rotman, Les esclaves, cit., p. 112.

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Durante aquel período, la expansión del Islam había provocado un cambio sustancial en la localización geográfica de la demanda de mano de obra esclava. Si hasta mediados del siglo VII los esclavos europeos, fueran o no cristianos, solían acabar en tierras bizantinas,15 desde que los poderes islámicos se consolidaron en el sur de Europa occidental los comerciantes de esclavos europeos tenían un nuevo cliente a quien vender su mercancía. Esta escena, que se prolongó durante más de doscientos años, podría haber seguido su curso de no haber sido por la irrupción de un nuevo factor que, a partir de la segunda mitad del siglo X, reconfiguró la dirección de los flujos de prisioneros-esclavos: la guerra de frontera terrestre y las acciones de corso lanzadas por los poderes cristianos contra los territorios musulmanes. La expansión islámica había hecho variar la dirección del comercio europeo de esclavos, que había basculado de una destinación que normalmente se dirigía hacia Oriente a otra que lo haría hacia Occidente y el norte de África. Pero la expansión islámica también tuvo otro efecto no menos importante en un momento en el que la licitud del tráfico de esclavos europeos (y, en gran medida, también cristianos) comenzaba a estar en tela de juicio. En una Europa en la que la esclavitud siempre había estado presente, la irrupción del Islam, una nueva religión monoteísta que pronto abandonaría la poca precisa categoría de la herejía para ocupar, con firmeza, el paradigma del enemigo de la (verdadera) fe (cristiana), modificaba las cosas. En definitiva, la consolidación de los poderes islámicos hizo emerger un amplio espacio de adquisición de esclavos que, esta vez sí, sería asequible tanto física como moralmente por los mandatarios cristianos en un momento en el que la diplomacia europea se esforzaba por poner fin a un tipo de comercio que hacía tiempo que se revelaba perjudicial para sus propios intereses estratégicos, como ponen de manifiesto los distintos tratados firmados por Venecia entre 840 y 967, anteriormente citados. De hecho, las preocupaciones occidentales son anteriores a estas acciones diplomáticas. O, si se prefiere, las iniciativas para frenar la participación veneciana en el tráfico de esclavos son la consecuencia   Ivi, pp. 94 y ss.

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lógica de una constatación, convertida rápidamente en preocupación, que se hace palpable apenas unas décadas después de la primera expansión islámica. En el año 748, por ejemplo, Zacarías, el último papa griego de Occidente, prohibió la venta de esclavos en Roma y liberó a tantos como pudo. Su arrebato ‘humanitario’ tuvo un contexto y un pretexto. El primero parece haber sido el cambio de coyuntura que supuso la irrupción en el Mediterráneo occidental del Islam, un gran consumidor de esclavos y un potencial enemigo, y la dinamización del mercadeo de hombres y mujeres que trajo consigo. El pretexto se lo brindaron los mercaderes venecianos que, aquel año, acudieron por vez primera a Roma en busca de esclavos para vender «in Africam ad paganam gentem», es decir, a los musulmanes. El enfado de Zacarías no era causado por la venta de esclavos en sí misma, sino por la venta de cristianos a musulmanes.16 Poco después de que esto sucediera, exactamente en el año 775, y con posterioridad, también, a la conquista franca de la Italia lombarda, Carlomagno recibió una carta del monje anglosajón Cathwulf, de la abadía real de Saint-Denis, en la que, además de señalarle cuál era el camino que un buen soberano cristiano debía seguir, le recordaba que los cristianos recién conquistados no debían acabar en manos de los infieles bajo régimen de esclavitud.17 Casi al mismo tiempo, la Historia Langobardorum de Pablo el Diácono insiste en la misma dirección. Hacia finales del siglo VIII, el religioso aseguraba que las bondades climáticas de Europa del norte fortalecían la salud y promovían la fertilidad. Este amplio territorio, encuadrado entre el océano Atlántico y el río Don, merecía ser llamado Germania precisamente por las grandes masas de hombres y mu16  L.M.O. Duchesne, Le ‘Liber Pontificalis’; texte, introduction et commentaire, vol. 1, París, Ernest Thorin Éditeur, 1886, pp. 433, xxii; también en Verlinden, L’origin de sclavus-esclave, «Bulletin Ducange: Archivum Latinitatis Medii Aevi», XVII, 1942, p. 105; Phillips, La esclavitud, cit., p. 93; McCormick, New light on the ‘Dark Ages’: how the slave trade fuelled the carolingian economy, «Past and Present», CXVII, 2002, p. 28; ídem, Orígenes, cit., pp. 584 y 700. 17   «[...] et christianum vendere, nunquam in paganam gentem dimittere»; Monumenta Germanicae Historica (MGH) – Epistolarum, IV (Karolini aevi II), Berlín, 1895, pp. 501-504: 502 para la cita; para un análisis crítico de la carta, J. Story, Cathwulf, Kingship and the Royal Abbey of Saint-Denis, «Speculum», LXXIV/1, 1999, pp. 1-21.

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jeres que su clima saludable hacía ‘germinar’, muchos de los cuales acababan, como esclavos, en los mercados del sur: «Ab hac ergo populosa Germania saepe innumerabiles captivorum turmae abductae meridianis populis (es decir, a los musulmanes) pretio distrahentur».18 Esta misma constatación es la que expresaron, décadas más tarde, los obispos congregados en Meaux, en 845, al ver, con preocupación, las masas de eslavos paganos conducidas por mercaderes francos, cristianos y judíos hacia los mercados infieles. Tal comercio, por lucrativo que fuera, no podía traer buenas consecuencias. La pérdida demográfica para unos se convertía en aumento de brazos para otros, algo que desequilibraba la correlación de fuerzas en un momento en el que la confrontación militar era un hecho.19 La llegada de los musulmanes había distorsionado el modelo de esclavitud que, hasta entonces, se había desarrollado en Europa occidental. Las prácticas esclavistas que se habían estado llevando a cabo desde hacía siglos, y que se habían basado en la captura, la esclavización y la comercialización de hombres y mujeres de origen europeo, debían acabar desde el momento en el que las autoridades civiles y religiosas habían percibido que los musulmanes, además de grandes consumidores de esclavos, también eran enemigos declarados. Ante la llegada de un factor exógeno, pues, el sistema de la esclavitud se vio forzado a adaptarse a una nueva situación. Y lo hizo, en gran medida, utilizando la coyuntura bélica que se anunciaba en el sur de Europa como base desde la que implementar las modificaciones necesarias. En la península ibérica, la recomposición de las fuerzas cristianas tras la consolidación de los poderes islámicos dio paso a una dinámica caracterizada por una conflictividad fronteriza de distintos grados e intensidades. La guerra contra el Islam, se diera a la escala que se 18   MGH – Scriptores, XLVIII, Pauli Historia Langobardorum, Hanover, 1878, p. 52; también en McCormick, Orígenes, cit., p. 709, n. 122. 19   «Ut mercartores huius regni, christiani sive Iudei, mancipia pagana, quae per tot populos et civitates fidelium transeuntes ad manus infidelium et sevissimorum hostium nostrum perducunt, ex quo et ipsi infelices servi, qui, si a christianis emerentur, poterant salvari, miserabiliter pereunt et inimicorum regni maximus numerus augetur, coerceantur a piis principus nostris et intra christianorum fines vendere conpellantur, ne tam horrenda crudelitate et aperta infidelitate et animarum dampnis Deus exasperetur et vires hostibus augeantur»; MGH – Capitularia regum francorum, II, Hanover, 1897, p. 419; también en Verlinden, L’esclavage, cit., II, p. 126; Phillips, La esclavitud, cit., p. 92; McCormick, Orígenes, cit., p. 719.

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diera, reportaba beneficios en forma de botín y demostraba las habilidades marciales de los dirigentes cristianos.20 La esclavización de los prisioneros sarracenos era un hecho. Frente al uso secular que se había hecho de la mano de obra esclava de origen europeo, normalmente destinada al trabajo en los dominios latifundistas, la irrupción del esclavo sarraceno no tenía por qué hacer variar significativamente las cosas, al menos en un primer momento. Salvo en un detalle: los términos para designar a este nuevo tipo de esclavo no serían los que se habían utilizado hasta entonces, como ‘servus’, ‘ancilla’ o ‘mancipium’, sino moro, cautivo, converso y, más significativamente, sarraceno. La aparición del término ‘sarraceno’ para referirse a los esclavos musulmanes es bastante temprana. En territorio catalán, por ejemplo, uno de los primeros documentos en el que se utiliza data del año 951. Se trata del testamento de Guisado, obispo de Urgell. Entre las diversas dejas, nos interesa una en particular, de la que es beneficiaria la catedral de Urgell: Et in comitatu Ausona, in locum ubi dicitur Navarculas, et in Baias, iuxta flumen Lubricato, alode quod ibidem habeo, totum ab integrum; et equas XX, vaccas novem cum illorum vitulos, et asinos sex, et sarrazenos tres, id est, Nazar et Muza et Zulema, [...] et boves quod habeo in Orgello et in Cerdania et in Frontiniano et in Celsona, et in Navarculas, id sunt parilios XIII, et ipsum meum servum nomine Stephano [...], et sarracenos duos, id est, Abdela et Pheto, et servo uno Sesallo, et ancilla una nomine Matrisenda.21

Lo que interesa de este documento es el uso que hace de tres apelativos distintos para definir a los ocho esclavos que cita: ‘sarracenus’, ‘servus’ y ‘ancilla’. Además, los dos últimos términos se asocian a individuos con nombre cristiano, ‘Stephano’, ‘Sesallo’ y ‘Matrisenda’. Pese a que no podamos afirmar que nos encontramos ante un grupo de esclavos formado por musulmanes, probablemente andalusíes, e individuos europeos, la elocuencia del documento permite aventurar que, efectivamente, así fue.22 Pero de lo que no cabe duda es de que 20   S.P. Bensch, From Prizes of War to Domestic Merchandise: The Changing Face of Slavery in Catalonia and Aragon, 1000-1300, «Viator», XXV, 1994, pp. 66-67. 21  A. Benet i Clarà, Diplomatari de la ciutat de Manresa (segles IX-X), Barcelona, Fundació Noguera, 1994, doc. 27, p. 53. 22   Cabe señalar que, cuando se trata de esclavos sarracenos bautizados, normalmen-

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el rol económico asignado a estos cinco esclavos musulmanes es exactamente el mismo que el que se puede leer en los documentos que se refieren a esclavos de origen europeo trabajando en las haciendas rurales. En otras palabras, la irrupción del esclavo musulmán vino a ocupar, en términos económicos, el espacio natural habitado por los ‘mancipia’ altomedievales. Fuese como fuere, lo cierto es que la aparición del término ‘sarraceno’ en la documentación catalana se intensifica tras la campaña de al-Mansuˉr contra Barcelona, en 985, y lo hace indicando un cambio significativo de la manera en la que estos grupos de población son percibidos por las comunidades cristianas. El cautivo sarraceno deja de ser asimilado a los esclavos europeos para pasar a ser identificado como un extranjero cultural, un enemigo de la fe, mientras que los términos que, hasta entonces, habían designado a los esclavos, paganos o cristianos, durante el período altomedieval, como ‘servus’ o ‘ancilla’, en raras ocasiones serán utilizados para mencionar a los musulmanes.23 La irrupción del cautivo musulmán en Europa occidental, un territorio en el que, recordémoslo, el comercio de esclavos se había basado, hasta entonces, en el mercadeo de hombres y mujeres europeos reducidos a cautiverio, y en el que las bases del modelo esclavista de tradición romano-germánica comenzaban a resquebrajarse, era, además, ciertamente oportuna desde una óptica cristiana cada vez más hegemónica. Y lo era, fundamentalmente, por tres razones. En primer lugar, en un contexto de confrontación abierta entre dos sistemas culturales que luchaban por un mismo espacio de dominación, la esclavización del enemigo musulmán hacía posible, desde la perspectiva cristiana, la salvación de algunas almas mediante la conversión. En te la documentación indica esta condición, probablemente para facilitar una mejor identificación de los individuos. En el juramente del testamento de Guisado de Lluçà, hijo de Sunifredo, vicario condal, redactado en el año 1006, por ejemplo, se nombra a los esclavos «Bonefilio, quod mater sua illit dedit», y «Argermiro, que dicunt Mazarefo» (R. Ordeig Mata, Diplomatari de la catedral de Vic, segle XI, 6 vols., Vic, Publicacions del Patronat d’Estudis Osonencs / Publicacions de l’Arxiu i Biblioteca Episcopals, 2000-2010, doc. 693). Compárese esta fórmula con la utilizada en el testamento de Miró II, conde de Cerdaña, redactado en el año 925, en el que se hace mención a un grupo de esclavos utilizando los términos «servos vel ancillas»; P. de Bofarull i Mascaró, Los condes de Barcelona vindicados, Barcelona, Imprenta de J. Oliveres y Monmany, 1836, 2 vols., I, pp. 88-90. 23   Bensch, From Prizes, cit., pp. 65 y 68.

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segundo lugar, hacer prisioneros y venderlos como esclavos debilitaba al enemigo. Y, en tercer lugar, esta dinámica vitalizaba la economía del rescate, estimulaba las circulaciones económicas y hacía accesible un amplio espacio de reserva de potenciales prisioneros cuyas capacidades para el trabajo podían ser explotadas bajo régimen de esclavitud.24 En Cataluña, por ejemplo, las expediciones de redención de cautivos fueron un importante dinamizador económico. De hecho, durante el siglo XII, algunos particulares barceloneses consiguieron aumentar su poder económico y social mediante el transporte e intercambio de prisioneros musulmanes por cautivos cristianos, un lucrativo negocio que confirma, por otro lado, la presencia normalizada de esclavos sarracenos en la ciudad.25 Ya hemos visto que, en el año 1005, el obispo Sala, de Urgell, era propietario de, al menos, cuatro esclavos musulmanes. Si nos fijamos en la ciudad de Barcelona, las noticias que atestiguan su presencia son, también, precoces. En el año 1029, por ejemplo, una mujer llamada Trudgardis era propietaria de, al menos, siete esclavos musulmanes, que legó a sus herederos.26 Pocas décadas más tarde, en 1062, se confirma la existencia de mercaderes barceloneses propietarios de esclavos, también musulmanes.27 Incluso los Usatges de Barcelona, la compilación normativa más antigua que se conoce en tierras catalanas, cuya 24   Si, como se ha visto anteriormente, en el año 748 el papa Zacarías se opuso a los negocios esclavistas de los mercaderes venecianos con los infieles del norte de África, o en 775 el monje Cathwulf advirtió a Carlomagno del peligro que suponía que los lombardos recién conquistados acabaran en manos infieles, en 849 la situación había dado un giro de ciento ochenta grados: tras derrotar a una escuadra norteafricana en Ostia, el papa León IV esclavizó a todos los musulmanes capturados y los puso a trabajar en la construcción de la muralla leonina del Vaticano; véase en McCormick, Orígenes, cit., p. 693. 25   Véase M.T. Ferrer i Mallol, Els redemptors de captius: mostolafs, eixees o alfaquecs (segles XII-XIII), «Medievalia», IX, 1990, pp. 85-106. 26   Balari, Orígenes históricos de Cataluña, Sant Cugat del Vallès, Instituto Internacional de Cultura Románica, 1964 (edición original de 1899), II, p. 536; también en J. Miret i Sans, La esclavitud en Cataluña en los últimos tiempos de la Edad Media, «Revue hispanique: recueil consacré à l’étude des langues, des littératures et de l’histoire des pays castillans, catalans et portugais», XLI/99, 1917, p. 2, y Verlinden, L’esclavage dans l’Europe médiévale I, Péninsule Ibérique-France, Brujas, De Tempel, 1955, pp. 131132. Tanto Balari (pp. 536-537) como Miret i Sans (pp. 2-3) recopilan numerosas noticias sobre la presencia de esclavos musulmanes en tierras catalanas entre 1042 y 1166. 27   Verlinden, L’esclavage, I, cit., pp. 131-132.

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primera formación debe situarse hacia la segunda mitad del siglo XI,28 también recogen tres capítulos referidos, exclusivamente, a esclavos musulmanes, de los que, al menos dos, el xxi y el cxvi, aparecen en las Constitucions i altres drets de Catalunya, recopilación jurídica que arranca en 1283 y se extiende hasta su abolición, en 1714.29 La situación en Génova y Venecia, por citar solo los casos más significativos, es similar, aunque admite algunos matices. Desde mediados del siglo XII, cuando menos, la mayoría de los esclavos que se documentan en ambas ciudades son musulmanes.30 Sin embargo, dos dinámicas particulares hicieron variar las procedencias de los esclavos que llegaron hasta sus costas. El 26 de enero de 1190, el ligur Rubaldus de Molo vendió al notario Wuilielmus Cassinensis, de Génova, una esclava llamada Elena, 28   Véase J. Fernández Viladrich – M.J. Peláez – E.M. Guerra (eds.), Los Usatges de Barcelona. Estudios, comentarios y edición bilingüe del texto, Barcelona, Universidad de Málaga / Promociones Publicaciones Universitarias de Barcelona, 1984 (reedición crítica del trabajo publicado en 1913 por Ferran Valls i Taberner y Ramon d’Abadal i de Vinyals), pp. xi-xxiii. 29   Constitucions i altres drets de Cathalunya compilats en virtut del Capítol de Cort LXXXII. de las Corts per la S.C. y R. Majestat del rey don Phelip IV. Nostre Senyor celebradas en la ciutat de Barcelona. Any M.DCCII. Joan Pau Marti y Joseph Llopis estampers, Barcelona, 1704. Edición facsímil, col. ‘Textos Jurídics Catalans. Lleis i Costums’, IV/2, Barcelona, Generalitat de Catalunya, 1995, pp. 431 y 436, respectivamente. El primero de los capítulos, que sigue el punto de vista de la ley visigoda, establece que los daños que se cometan a un esclavo serán compensados a su propietario; si el cautivo muere, el dueño recibirá el valor del primero, que variará en función del potencial rescate que pudiera haber proporcionado o de las capacidades técnicas de las que dispusiera (cap. xxi: «Malefacta in saracenis captivis emendentur ut servorum dominis suis; eorum vero mors secundum illorum valorem. Ideo dixit quia quidam sunt ex magna redemptione, quidam vero artifices experti ex diverso genere magistrorum»; Fernández et alii, Los Usatges, p. 78; también en Constitucions, cit., p. 431). El segundo fija la recompensa para quien encuentre un sarraceno fugado y lo devuelva a su propietario, que será más o menos elevada en función de la distancia en la que se produzca la captura (cap. cxvi: «Sarracenis in fuga positis, quicunque eos invenerit et retinuerit antequam transeant Lupricatum, reddat eos dominis suis, et pro mercede sua habeat de unoquoque singulos mancucios; a Lupricato usque ad Francolinum, man[cu]cios tres; deinde unciam [unam auri] et ferros et vestimenta»; Fernández et alii, Los Usatges, cit., p. 106; también en Constitucions, cit., p. 436). Finalmente, el tercero ordena a los campesinos que encuentren, de forma azarosa, bienes ajenos de oro y plata, ganado o esclavos musulmanes, la devolución a su legítimo propietario y la aceptación del premio que este último quiera ofrecer (cap. cxvii: «Rusticus vero si invenerit aurum vel argentum, quod vulgo dicitur bonetas, vel equm vel mulum vel ancipitrem, id est austor, vel sarracenum, statim denunciet domino suo et demostret et reddat, et accipiat ab eo qualem mercedem inde ei senior dare voluerit»; Fernández et alii, Los Usatges, cit., p. 106). 30   Verlinden, L’esclavage, II, cit., pp. 427-430 y 550-551.

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por seis libras. El acto de compraventa no es relevante en sí mismo, salvo por un detalle: la mujer en cuestión procedía de la isla de Cerdeña.31 Desde 1164, el comercio de sardos, especialmente activo entre aproximadamente 1170 y 1195, pasó a ser habitual en Génova. Siguiendo los cálculos propuestos por Haverkamp y Verlinden,32 Carlo Livi sostiene que, a fines del siglo XII, Génova contaba con cerca de dos mil esclavos, de los que entre setecientos y un millar procedían de Cerdeña.33 Esta temprana esclavitud sarda, que no hay que confundir con las posteriores esclavizaciones practicadas durante el dominio catalanoaragonés de la isla, también se documenta, a finales del siglo XII, en la ciudad corsa de Bonifacio,34 al igual que se atestigua en Pisa, Savona y Génova una reducida presencia de esclavos corsos,35 lo que nos pone sobre la pista de una dinámica regional centrada en el espacio del Mediterráneo occidental en la que algunas prácticas esclavistas de la etapa precedente todavía mostraban una cierta vitalidad. En Venecia también debemos imaginar una presencia significativa de esclavos musulmanes. Pero, del mismo modo que estaba ocurriendo en la ciudad ligur, las dinámicas particulares de la ciudad de las lagunas, muchas de ellas influenciadas por la política bizantina   Citado en ivi, p. 431.   A. Haverkamp, Zur Sklaverei in Genua während des 12. Jarhunderts, en Geschichte in der Gesellschaft Festschrift für Karl Bosl, Stuttgart, Friedrich Prinz, 1974, pp. 191-199; Verlinden, L’esclavage, II, cit., pp. 445-446. 33  C. Livi, Sardi in schiavitù nei secoli XII-XV, Florencia, Franco Cesati Editore, 2002, p. 19, n. 35 para las citas de Haverkamp y Verlinden. Tras la coronación de Barisono I de Arborea como rey de Cerdeña en la catedral de San Siro de Pavía por el emperador Federico I Barbaroja, en agosto de 1164, el nuevo monarca debió liquidar parte de lo que adeudaba a genoveses mediante la esclavización de un buen número de sus súbditos (ivi, pp. 21-37); para un análisis detallado del mercado de Génova entre 1186 y 1226, véase G. Balbi, La schiavitù a Genova tra i secoli XII e XIII, en P. Gallais – Y.J. Riou (eds.), Mélanges offerts à René Crozet, Poitiers, Société d’études médiévales, 1966, vol. 2, pp. 1025-1029. 34   Livi, Sardi, cit., pp. 37-45. 35   Ivi, pp. 11-12; Panero, L’avvio della tratta degli schiavi a Genova e le sue ripercussioni sul servaggio medievale, «Quaderni Storici», CVII, 2001, pp. 338-339; F. Malard, De l’esclavage et du servage en Corse au XIIIe siècle, «Bulletin Historique et Philologique du Comité des Travaux Historiques et Scientifiques», París, Ernest Leroux Éditeur, 1889, pp. 1-4. 31 32

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en Occidente, allanaron el camino a la llegada de esclavos de otras procedencias. Ya se ha dicho que, entre 840 y 967, Venecia acordó una serie de pactos para poner fin a su participación en el tráfico de esclavos europeos. Pero lo que no se ha comentado es que buena parte de estos acuerdos fueron impulsados por Bizancio. Tras la llegada de los musulmanes a la península itálica y las campañas lanzadas por Carlomagno en 773, Bizancio comenzó a comprender que quedarse de brazos cruzados observando cómo musulmanes y francos campaban a sus anchas por los mercados italianos no era una buena idea. Sin embargo, las alternativas eran escasas: por un lado, aumentar el hostigamiento bélico en el sur de Italia; por el otro, utilizar Venecia (que por aquel entonces se mantenía bajo influencia bizantina) como punta de lanza contra las operaciones musulmanas, sobre todo en lo tocante al tráfico de esclavos. Inevitablemente, esta estrategia chocaba con los intereses de los mercaderes venecianos, que no debían ver con buenos ojos el empecinamiento de su patrón oriental por que cesasen los negocios con quienes eran sus principales clientes, por muy infieles que estos fueran.36 Fuese como fuere, en 814 comenzaron las prohibiciones dictadas por el emperador griego y apoyadas por el dogo veneciano, aunque su alcance fue más bien escaso. La solución definitiva, que precisó un generoso período de tentativas y correcciones, no llegó hasta 992, cuando un edicto imperial promulgado por Basilio II permitió que las naves venecianas se beneficiaran de una rebaja de casi la mitad de lo que debía pagar cualquier otro barco a su paso por la aduana de Abydos, en el estrecho de los Dardanelos. La medida pasaba por un juego de equilibrios en el que Venecia debía abandonar sus negocios con los infieles a cambio de un trato de favor frente a otros competidores, como amalfitanos, judíos y lombardos. No se trataba de una mera concesión de privilegios, sino de un verdadero acuerdo bilateral que reconocía, en la práctica, la plena soberanía a los venecianos, un cambio de actitud que sucedía tras las victorias conseguidas por Venecia en el Adriático durante el siglo X. El edicto subrayaba que el emperador podría utilizar a los venecianos a su servicio, proba  Verlinden, L’esclavage, II, cit., p. 116; Rotman, Les esclaves, cit., pp. 111-112.

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blemente para ayudarle en su proyecto de recuperación de Sicilia. En cualquier caso, la relación inter pares entre Venecia y Bizancio se mantuvo, y la fórmula de las exenciones aduaneras a cambio de buen entendimiento y ayuda militar prosperó. En 1082, con tal de asegurarse su apoyo en la lucha contra los normandos, Alejandro Comneno dio vía libre a las naves venecianas en las aduanas de Siria, Asia Menor, Epiro, Macedonia, Tracia y Constantinopla, y concedió el establecimiento de un asentamiento permanente en la capital imperial, lo que consolidó el acceso veneciano a los puertos del mar Negro.37 Así, pues, la expansión veneciana en la costa oriental adriática, en un primer tiempo, y el establecimiento en el área comercial del mar Negro, después (región que, desde finales del siglo XI, también pasaría a ser un centro de interés comercial nuclear para los genoveses),38 hicieron variar la procedencia geográfica de los esclavos que llegaban a Venecia. Desde 1095, se documentan las ventas de hombres y mujeres procedentes de Croacia y, probablemente también, de regiones más meridionales bajo influencia bizantina, así como de eslavos de Europa oriental.39 En cualquier caso, la irrupción del Islam en Europa occidental forzó un proceso expansionista que sería fundamental para el posterior desarrollo del tráfico de esclavos entre los dos extremos del Mediterráneo. Mientras tanto, sin embargo, buena parte de los esclavos que llegaron tanto a Génova como a Venecia eran musulmanes. Y si tomamos nota de lo que dicen algunos documentos de ámbito ligur, en los que se alude a la intermediación de mercaderes de Narbona, todo parece indicar que estos esclavos procedían de la península ibérica.40   Phillips, La esclavitud, cit., p. 94; Rotman, Les esclaves, cit., pp. 120-122; McCorOrígenes, cit., p. 713. 38   Especialmente tras los éxitos de la primera cruzada (1095) y de la conquista de Jerusalén (1099), a pesar de que Génova no estuvo en condiciones de consolidar su presencia en el espacio póntico hasta mediados del siglo XIII, una vez superado el período de inestabilidad tras la fundación del imperio latino (1204); véase, para esta cuestión, M. Balard, La mer Noire et la Romanie génoise (XIIIe-XVe siècles), Londres, Variorum Reprint, 1989, pp. 467-502. 39   Verlinden, L’esclavage, II, cit., p. 550; para la vinculación del término ‘esclavo’ con la palabra ‘eslavo’, véase ídem, L’origin de sclavus-esclave, «Bulletin Ducagne: Archivum Latinitatis Medii Aevi», XVII, 1942, pp. 97-128. 40   Verlinden, L’esclavage, II, cit., p. 431. 37

mick,

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2. Barcelona, ¿centro exportador de esclavos musulmanes? – La organización del primer tráfico de esclavos musulmanes en Europa occidental continúa siendo un tema mal conocido. Es lógico suponer que, desde el momento en el que pasaron a ser un sustituto válido de los esclavos de origen europeo, ocuparan el espacio económico y social que, hasta entonces, había sido reservado a los ‘servi’ altomedievales. También es lógico pensar que su comercialización regional e interregional se activara relativamente rápido, y que buena parte de los esclavos musulmanes procedieran de la península ibérica, un espacio en el que el conflicto generado por el avance islámico del siglo VIII y la posterior resistencia cristiana apuntalaría un ritmo más o menos constante de capturas y esclavizaciones. Siguiendo este razonamiento, si queremos comprender la lógica de la distribución de la mano de obra esclava musulmana en esta etapa precoz, deberíamos ser capaces de encontrar, siempre en el ámbito ibérico, un centro urbano relativamente desarrollado, con acceso al mar y dentro del espacio de seguridad de la frontera cristiana pero suficientemente próximo de las líneas enemigas, y que fuera capaz de articular dicha distribución tanto a nivel regional como interregional. Y todos los indicios parecen señalar hacia la misma dirección: Barcelona. A día de hoy, conocemos relativamente bien el papel que tuvo Barcelona en el comercio de esclavos durante los dos últimos siglos de la Edad Media. Sabemos que, desde finales del siglo XIV, el número de los esclavos que residían en la ciudad creció exponencialmente hasta llegar a alcanzar, durante la década de 1420, entre el ocho y el catorce por ciento del total de la población urbana.41 También sabemos que, hasta mediados del Cuatrocientos, Barcelona despuntó 41   O, lo que es lo mismo, entre 3.500 y 5.000 individuos sobre una población total que se ha estimado entre los 35.000 y los 40.000 habitantes. Estas cifras han sido propuestas por Roser Salicrú a partir del censo de esclavos varones de la Guarda d’Esclaus de Catalunya del primer semestre del año 1425, donde figuran 1.379 esclavos en la ciudad de Barcelona, y a la ratio mujer/hombre apuntada para toda Cataluña en Verlinden, L’esclavage, I, cit., p. 453, donde se estiman, para la primera mitad del siglo XV, las relaciones 3:1 en 1411, 2,66:1 en 1424, 2,5:1 en 1441, 1:1 en 1442 y 2,5:1 en 1445; R. Salicrú i Lluch, Esclaus i propietaris d’esclaus a la Catalunya del segle XV. L’assegurança contra fugues, Barcelona, Institución Milà i Fontanals – Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1998, pp. 12 i 14, n. 17; Ead., Slaves in the professional and family life of crafstmen in the Late Middle Ages, en S. Cavaciocchi (ed.), La famiglia nell’economia europea secoli XIIIXVIII / The Economic Role of the Family in the European Economy from the 13th to the 18th Centuries, Florencia, Firenze University Press, 2009, p. 326, n. 8.

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como uno de los centros más dinámicos del comercio de esclavos de todo el Mediterráneo occidental cristiano,42 y que, a finales de aquella centuria, aquella posición varió significativamente a causa de los efectos sobre el comercio exterior de la guerra civil catalana (1462-1472) y de la basculación comercial hacia el Atlántico y la organización de la primera trata negrera.43 Ahora bien, al margen de las noticias que certifican la presencia de cautivos musulmanes dentro de las murallas barcelonesas, ¿qué sabemos sobre el papel de esta ciudad durante los siglos XI y XII en el comercio interregional de esclavos? El primer escollo con el que topamos para dar respuesta a esta pregunta es la ausencia de estudios que arrojen algo de luz sobre esta cuestión. Ciertamente, todavía no ha sido analizado en profundidad el papel que tuvo Barcelona en la exportación de mano de obra esclava durante los siglos centrales de la Edad Media. Pero eso no impide sostener, como propuso, hace más de seis décadas, Jaume Vicens Vives, que la ciudad catalana pasara a ser, durante los siglos XI y XII, uno de los principales mercados de esclavos del Mediterráneo occidental cristiano. Vayamos por partes.44 En primer lugar, atendamos a las relaciones político-militares que se desarrollaron durante este período en la península ibérica y a la situación estratégica de la ciudad catalana, bañada por las aguas del Mediterráneo y a tan solo dos jornadas de marcha a pie de la Europa continental. Tomando en consideración estos dos elementos, por vagos que puedan parecer, no es descabellado pensar que, hacia mediados del siglo XI, tras la fragmentación del califato omeya de Córdoba en los reinos de taifa y la instauración del sistema tributario de las parias, Barcelona se hubiera convertido en la puerta de entrada hacia Europa del oro sudanés que atravesaba las rutas transaharianas 42   Para un análisis de la población esclava musulmana en la Barcelona del siglo XIV, véase J. Hernando, Els esclaus islàmics a Barcelona: blancs, negres, llors i turcs. De l’esclavitut a la llibertat (s. XIV), Barcelona, Institución Milà i Fontanals, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 2003. 43   Véase I. Armenteros Martínez, L’esclavitud a la Barcelona del Renaixement (14791516). Un port mediterrani sota la influència del primer tràfic negrer, Barcelona, Fundació Noguera, 2015. 44  J. Vicens Vives, Manual de Historia económica de España, Barcelona, Editorial Vicens-Vives, 1964 (tercera edición; edición original de 1959), p. 139.

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hasta llegar a Denia, Valencia y Tortosa, y de los esclavos sarracenos que eran apresados en las acciones piráticas llevadas a cabo por los marinos catalanes o en las cabalgadas organizadas sobre las fronteras terrestres. Esta hipótesis, que pude adolecer de un cierto espíritu de riesgo, cuenta, sin embargo, con algunos indicios factuales que permiten tomarla en consideración. Al menos desde 1062 se constata documentalmente la existencia de mercaderes barceloneses en posesión de esclavos, como se ha visto anteriormente. Igualmente explícito parece ser el interés mostrado por Ramón Berenguer III, en 1104, por reservar a beneficio de su patrimonio la décima parte sobre los botines y los esclavos que fueran apresados en las campañas contra los infieles, lo que da buena fe de la vitalidad que había adquirido la captura, la reducción en esclavitud y la posterior comercialización de los enemigos musulmanes.45 También es significativo que, un año más tarde, en abril de 1105, el conde de Barcelona cediera a los judíos Mosse, Iafia, Honen y Abotaib el monopolio de la negociación del rescate de prisioneros musulmanes contra un pago de doce libras de plata, para lo que utilizarían su nave y en la que tan solo transportarían cautivos y no otras mercancías, o que dos de los primeros ciudadanos barceloneses de los que se conocen sus actividades marítimas, Arnau Pere d’Arcs, en 1144, y Bernat Marcús, en 1178, se dedicaran, también, a «redimere sarracenos [...] et ducere in terra sarracenorum sine ulla contrarietate».46 También parece relevante que, en 1128, la ciudad de Génova aprobara una tarifa aduanera de cinco sueldos antiguos de Pavía que los barceloneses deberían pagar por cada esclavo sarraceno que vendieran en aquella ciudad,47 lo que confirma la existencia de una relación comercial estable entre ambas ciudades y prueba la capacidad   Ibídem.   Ferrer, Els redemptors, cit., pp. 88-91 y docs. 1-3, doc. 3, p. 99 para la cita. 47   Panero, L’avvio, cit., p. 338. Stephen Bensch sostiene que la tarifa fue consecuencia de un tratado firmado entre la república ligur y el conde de Barcelona, en 1127, que confirmaba la presencia comercial catalana en los puertos de la Provenza y el Languedoc. De este modo, «the possibility that an individual from Barcelona might sell a Saracen slave in Genoa reveals that Catalonia was slowly coming of age as a maritime power». Ahora bien, para Bensch esto no tiene por qué indicar que «an extensive slave trade had developed at this early date between Genoa and Barcelona» (Bensch, From Prizes, cit., pp. 75-76). Sin embargo, que la tarifa mencionara al esclavo sarraceno como mercancía catalana de exportación es un dato por sí solo relevante. 45 46

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de los hombres de negocios catalanes para vender esclavos más allá del estricto ámbito local.48 Si retomamos la lógica del conflicto bélico, deberíamos también preguntarnos cuál fue el interés para que, en 1148, justo antes de consumarse la conquista de Tortosa, los «burguenses barchinonensis» y las naves pisanas decidieran contribuir en la exitosa campaña de Ramón Berenguer IV.49 Más allá del botín material y de los privilegios comerciales que se esperaban tras la conquista, la posibilidad de obtener réditos de las capturas humanas se aventura como una opción asimismo plausible. Y si tenemos que dar crédito a lo que Benjamín de Tudela escribió hacia 1150, pocas dudas caben del lugar que ocupaba la ciudad catalana en el comercio interregional. Decía el viajero judío que Barcelona era una pequeña y hermosa ciudad sobre las orillas del mar a la que vienen con mercadería comerciantes de todas partes: de Grecia (Bizancio), Pisa, Alejandría de Egipto, de la tierra de Israel (Siria y Palestina), África (Magreb e Ifriqiya) y todos sus confines.50

Ahora bien, ¿qué productos podía ofrecer la ciudad para atraer a mercaderes de tan lejanos lugares? O, dicho de otra manera, ¿cómo hacer de Barcelona un atractivo lugar para el negocio? Al margen de los agrícolas, debían ser otros los bienes que garantizaran cierto lucro e hicieran rentables las expediciones marítimas. Y, a mediados del siglo XII, los esclavos sarracenos y el oro sudanés recaudado mediante las parias se perfilan como los mejores candidatos.51 48   Aunque sea cronológicamente posterior, igualmente significativo parece ser el testamento de Guillem de Santa Oliva, redactado el 24 de febrero de 1226, en el que el noble reconoce no haber pagado nada por los esclavos que ese mismo año había comprado «in campo Galearum», en la costa catalana al sur de Barcelona: «Et est sciendum et fateor in veritate que nichil solvi in omnibus sarracenis masclis et feminis, parvis et magnis, quos hoc anno emi in campo Galearum»; J. Rius Serra, Cartulario de Sant Cugat del Vallès, vol. 3, Barcelona, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1945-1947, doc. 1301, p. 414. 49   Vicens, Manual, cit., p. 140. 50  J.R. Magdalena Nom de Déu (ed.), Libro de viajes de Benjamín de Tudela, Barcelona, Riopiedras Ediciones, 1982, p. 54. 51   Vicens, Manual, cit., pp. 139-140, para la Barcelona de los siglos XII y XIII, véase Bensch, Barcelona and its rulers 1096-1291, Cambridge, Cambridge University Press, 1995.

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De nuevo, algunos indicios documentales señalan en esta dirección. La lista tarifaria más antigua que se conserva en Barcelona, redactada hacia 1150, incluye esclavos entre los bienes de exportación. Varios de los primeros contratos comerciales barceloneses mencionan, también, la expedición de esclavos musulmanes hacia Sicilia e, incluso, Levante. Y en la célebre lezda de Mediona, establecida en enero de 1222 tras el acuerdo firmado entre Jaime I de Aragón y Guillem de Mediona para el reparto de la mayor parte de las recaudaciones de los aranceles de las lezdas y peajes de Barcelona,52 los sarracenos son uno más de los productos fiscalizados, lo que da fe del estímulo comercial que estaba produciendo la dinámica del conflicto fronterizo y las capturas de prisioneros-esclavos.53 Aceptando una hipótesis sostenida por evidencias que, a priori, son sólidas, todo parece indicar que, hacia mediados del siglo XII, en plena expansión urbana y económica y con una actividad crediticia contrastada, Barcelona había desarrollado un comercio exterior que giraba, fundamentalmente, en torno al mercadeo del oro sudanés y de los esclavos musulmanes. 3. La consolidación de una primera red comercial del tráfico – Si desde el primer tercio del siglo XI es posible constatar la presencia de esclavos musulmanes en Barcelona y, como se ha visto, todo parece indicar que la ciudad catalana pasó a ser un nodo comercial clave para la distribución de la mano de obra esclava capturada en suelo ibérico, la dispersión de este nuevo tipo de esclavo por el sur de Europa occidental es asimismo temprana. Si nos fijamos en el caso catalanoaragonés, sabemos que, cuando menos desde los últimos años del siglo XII, y gracias a la relativa facilidad para adquirir esclavos musulmanes, el monasterio de Poblet, en Tarragona, optó por la mano de obra esclava como suplemento del trabajo libre y semidependiente ante la falta de alternativas para mantener el rendimiento de su finca de Torredà, situada en Castelló de Farfanya (Lérida). Y lo hizo siguiendo un patrón que se asemeja, en mucho, mediterráneo de esclavos.

52   Véase, para la lezda, Salicrú, El tràfic de mercaderies de Barcelona segons els comptes de la Lleuda de Mediona (febrer de 1434), I, Barcelona, Institución Milà i Fontanals Consejo Superior de Investigaciones Científicas, pp. 5-6. 53   Véase, también, en Bensch, From Prizes, cit., pp. 74-75.

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al uso que, durante los siglos altomedievales, se había hecho de los esclavos en las haciendas rurales europeas. Décadas más tarde volvió a hacerlo, pero de una manera más sistemática y extendida que deja apreciar una apuesta estratégica por la adquisición y el mantenimiento de pequeñas cuadrillas de sarracenos como mano de obra agraria.54 El de Poblet no es un caso aislado. Durante todo el siglo XIII, aunque en un contexto sensiblemente distinto en el que las conquistas cristianas de Mallorca (1229) y Valencia (1239) habían estimulado significativamente el tráfico de esclavos, la orden del Temple aplicó el mismo principio en sus propiedades de Cataluña y Aragón. Gracias a una relación de las encomiendas de la orden en ambos territorios, redactada en 1289,55 y a diversos inventarios de bienes de los primeros años del siglo XIV,56 se sabe cuántos esclavos tuvo cada una de las haciendas de los trescientos diecisiete que fueron registrados globalmente. Los templarios estaban utilizando verdaderas brigadas de musulmanes, que en algunos casos llegaron a alcanzar las cinco decenas, fundamentalmente para el trabajo en el campo o para la realización de tareas ocasionales, como ocurrió en 1290 y 1291, cuando fue movilizado un grupo de unos veinte individuos para la construcción de un molino en los dominios del monasterio de Gardeny, en Lérida.57 También los inventarios muestran perfectamente la apuesta estratégica que había hecho la orden por el trabajo esclavo: con tal de asegurar un reemplazo adecuado, en 1289 el tesorero había destinado poco más de 11.000 sueldos a la compra de nuevos cautivos. Teniendo en cuenta que, a mediados del siglo XIII, el precio de un esclavo musulmán oscilaba entre los cien y los quinientos sueldos,58 podrían haber sido adquiridos entre veintidós y ciento diez trabajadores. Y, al parecer, lo mismo estaba ocurriendo en otros establecimientos monásticos de extenso patrimonio, como el cenobio 54   J.M. Sans i Travé, Els templers catalans, propietaris d’esclaus, en Ferrer – J. Mutgé Vives (eds.), De l’esclavitud a la llibertat. Esclaus i lliberts a l’Edat Mitjana, Barcelona, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 2000, pp. 314-315. 55   Miret, Inventaris de les cases del Temple de la corona d’Aragó en 1289, «Boletín de la Real Academia de Buenas Letras de Barcelona», XLII/2, 1911, pp. 61-75. 56   Sans, Els templers, cit., pp. 319-320. 57   Ivi, p. 318. 58   Véase en ibídem.

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benedictino de Montserrat, donde se ha podido constatar la llegada de esclavos tras la conquista de Menorca, en 1287.59 La lucha contra el Islam, se diera a la intensidad que se diera, se había convertido en una fuente de cautivos nada despreciable. En la península ibérica, el avance cristiano sobre los territorios musulmanes, especialmente intenso durante el siglo XIII, tuvo importantes consecuencias para el suministro de esclavos. Pese a que aún no se conozca el verdadero alcance de las conquistas de Mallorca (1229), Valencia (1239), Murcia (1266) y Menorca (1287) para el comercio de esclavos y la economía del rescate,60 lo cierto es que sus efectos se dejaron notar en los principales mercados de la cuenca mediterránea occidental cristiana. Así, tanto en Génova 61 como en Sicilia,62 Ná59   Miret, La esclavitud, cit., p. 11. Si bien es cierto que, tras la conquista de la isla, se registra la llegada de esclavos, también lo es que la presencia de sarracenos entre las posesiones del monasterio ha sido documentada con anterioridad. Sirva como ejemplo el testamento de Alamany Onofred, del 12 de marzo de 1085, en el que legó a Santa Maria de Montserrat «sarracenum I, et unam sarracinam fiat vendita, et de ipso precio dimitto ad Sanctam Ceciliam de Monte Serrato unciam I»; M.C. Álvarez Márquez, La Baronia de la Conca d’Òdena, Barcelona, Fundació Noguera, 1990, doc. 25, pp. 63-65. Por otro lado, cabe señalar que, en términos generales, el uso de la mano de obra esclava en la explotación de las reservas señoriales no solo se documenta en monasterios y casas templarias y hospitalarias, sino también en ‘domus’ y castillos, donde tuvo una importancia destacada como alternativa al recurso de la mano de obra asalariada y frente a las limitaciones de las corveas aportadas por los siervos. 60   De Valencia sabemos, por ejemplo, que muchos musulmanes fueron esclavizados tras la conquista cristiana de 1239. Es interesante señalar, no obstante, que la esclavización no fue un hecho puntual asociado a la campaña militar, sino que se extendió, cuando menos, hasta la década de 1270, lo que hizo de Valencia un importante espacio de reserva de mano de obra esclava para los mercados occidentales; R.I. Burns, L’Islam sota els croats. Supervivència colonial en el segle XIII al Regne de València, 2 vols., Valencia, Tres i Quatre Editorial, 1990, I, pp. 95 y 198-203; J. Torró i Abad, El naixement d’una colònia. Dominació i resistència a la frontera valenciana (1238-1276), Valencia, Universitat de València, 1999, pp. 73-79. 61   Balard, Remarques sur les esclaves à Gênes dans la seconde moitié du XIIIe siècle, «Mélanges d’Archéologie et d’Histoire publiés par l’Ecole Française de Rome», LXXX, 1968, pp. 635-637; Verlinden, L’esclavage, II, cit., pp. 451-455; Panero, L’avvio, cit., pp. 341-342. 62  M. Gaudioso, La schiavitù domestica in Sicilia dopo il normandi. Legislazione, dottrina, formule, Catania, Creszencio Galàtola Editore, 1926, p. 23, y H. Bresc, Une société esclavagiste médiévale: l’exemple de la Sicilie, en L. d’Arienzo (ed.), Sardegna, Mediterraneo e Atlantico tra Medioevo ed Età Moderna. Studi Storici in memoria di Alberto Boscolo, Cagliari, Bulzoni Editore, 3 vols, II, pp. 298-299, donde se señala la especial importancia que tuvieron la conquista de Menorca, los ataques a las costas norteafricanas y el acceso al mar Negro para lo que Bresc denomina «révolution esclavagiste de la fin du XIIIe siècle».

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poles,63 la Mallorca cristiana 64 o Marsella,65 se puede documentar la afluencia de esclavos musulmanes procedentes de esos lugares. En la Provenza, por ejemplo, la primera mención a este incipiente comercio de data del último cuarto del siglo XII, cuando Alfonso I, conde de Provenza y de Barcelona, asignó a Bertrand Porcellet un derecho de ocho dineros y una libra de pimienta por cada esclavo musulmán que fuera vendido en la localidad de Arles.66 Asimismo, en la ‘inquisitio’ sobre los derechos y los impuestos encargada por Carlos II de Anjou, en 1298, también se hace mención, en Tarascón, de un derecho de peaje de dos sueldos y dos dineros que se debía pagar por cada esclavo sarraceno, hombre o mujer, que fuera conducido por el río hacia el mercado de compraventa.67 En Marsella la situación es parecida. En 1228, las autoridades municipales establecieron una tarifa de seis dineros por cada musulmán que fuera vendido por un valor inferior a las cinco libras, y doce dineros por encima de aquel precio.68 De nuevo en la encuesta de   Verlinden, L’esclavage, II, cit., p. 298.   R. Soto i Company, El primer tràfic esclavista a Mallorca, «L’avenç», XXXV, 1980, pp. 60-65; ídem, La situació dels andalusins (musulmans i batejats) a Mallorca després de la conquesta catalana de 1230, «Mélanges de la Casa de Velázquez. Antiquité – Moyen Âge», XXX/1, 1994, pp. 188-190; ídem, ¿Una oferta sin demanda? La esclavitud rural en Mallorca antes de la Peste Negra (ss. XIII-XIV), «Historia Agraria», XXI, 2000, pp. 13-14 y 19-20. 65   Ph. Bernardi, Esclaves et artisanat: une main d’oeuvre étrangère dans la Provence des XIIIe-XVe siècles, en Actes des congrès de la Société des historiens médiévistes de l’enseignement supérieur public, 30e congres, Göttingen, 1999, pp. 89-90, para quien el hallazgo, en Marsella, de talleres cerámicos cuya datación se remonta a las primeras décadas del siglo XIII y en los que se han podido documentar técnicas «totalement inconnues jusque-là en Provence», puede relacionarse con la llegada de esclavos musulmanes procedentes de la península ibérica. Una llegada que, por otro lado, está sólidamente documentada. En 1249, por ejemplo, un tal Joseph confió a un tal Bonafous, ambos mercaderes judíos de Marsella, una comanda consistente en diversas mercancías valoradas en diez sueldos cuyo rendimiento debería invertir, en Valencia, en la compra de una esclava sarracena. Asimismo, el marsellés Hugues Carruc compró, el mismo año, un esclavo musulmán, también de Valencia, a tres mercaderes catalanes trasladados hasta la ciudad provenzal con la intención de colocar sus mercancías; E. Baratier – F. Reynaud, Histoire du commerce de Marseille. II: De 1291 à 1480, París, Chambre de commerce de Marseille, 1952, pp. 173 y 213. 66   Archives Départementales des Bouches-du-Rhône (ADBdR), B 288, 1173-1176. 67   ADBdR, B 1021, 1298. 68   «D’esclau o d’esclava si si vent mais de V libras, devon penre doze deniers per testa, et se si vent mens de C solidus, sieis deniers per testa»; citado en J.A. Mortreuil, Moeurs et institutions marseillaises au Moyen Âge. L’esclavage, «Revue de Marseille et de Provence», IV, 1858, p. 156, n. 1. 63 64

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Carlos II, se hace mención de un derecho de lezda o peaje que el conde percibía sobre diversas mercancías, entre las que se numeraba a los esclavos sarracenos, hombres o mujeres, por quienes se deberían pagar cinco sueldos.69 La repercusión que debieron tener las campañas ibéricas sobre el comercio de esclavos y su distribución por los territorios cristianos occidentales quedó reflejada, también, en las crónicas coetáneas. En el relato de la conquista de Murcia, de 1266, Ramon Muntaner aseguró que el infante Pedro, hijo de Jaime I y futuro Pedro III de Aragón, envió a su padre «mil catius sarraïns e altres mil catives sarraïnes» con la intención de ofrecerlos «qui al papa, qui als cardenals gran res, e a l’emperador Frederic, e al rei de França, e a comtes e a barons amics seus».70 Si damos crédito a estas cifras que, pese a su probable exageración, debieron ser razonables a ojos de sus contemporáneos, el botín había sido tan generoso que, además de los musulmanes que debieron quedar en tierras catalanas para satisfacer la demanda interna y los que nutrieron los circuitos comerciales exteriores, Jaime I utilizó buen número de ellos para reforzar sus alianzas diplomáticas. 4. Conclusión. – Tras la llegada del Islam a Europa occidental, el modelo de esclavitud desarrollado durante las últimas décadas de la República y potenciado durante los primeros siglos altomedievales se vio forzado a implementar una serie de cambios que garantizaran su adaptación a un nuevo escenario. Desde el siglo VIII, la esclavitud como institución se vio inmersa en un período de transición en el que cohabitaron dos modelos distintos, sin que ello supusiera ningún tipo de ruptura entre la práctica antigua y la que se desarrollaría durante los siglos centrales y finales de la Edad Media. Como se ha visto, durante un primer momento la utilización del esclavo musulmán fue análoga a la del esclavo europeo, como mues69   ADBdR, B 1019, 1298. Este derecho parece haber sido percibido desde el primer cuarto del siglo XIII, como se sostiene en Bernardi, Esclaves, cit., p. 83, n. 23, quien cita a L. Méry – F. Guindon, Histoire analytique et chronologique des actes et des délibérations du corps et du conseil de la municipalité de Marseille, Marseille, Typographie des Hoirs Feissat Ainé et Demonchy, 1842, I, p. 345. 70   F. Soldevila (ed.), Les quatre grans Cròniques. III. Crònica de Ramon Muntaner, Barcelona, Institut d’Estudis Catalans, 2011, p. 43.

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tran los testimonios documentales, en los que se constata o bien una probable cohabitación de estos dos grupos de población, o bien la asignación del rol económico que habían tenido los esclavos europeos altomedievales a los musulmanes. Además, durante este período de transición, que se prolongó hasta entrado el siglo XIII mientras se consolidaba la nueva faceta urbana de la institución, es posible constatar ciertas prácticas que recuerdan al uso que se había hecho de la mano de obra esclava en las haciendas de la Europa altomedieval. Los casos de Poblet y de la orden del Temple son paradigmáticos, como también lo es la reducción a esclavitud de parte de la población sarda a manos de Barisono I de Arborea, una acción que recuerda la dinámica de la esclavización de poblaciones vencidas en acciones de guerra que caracterizaron buena parte del período precedente.71 En cualquier caso, estos ejemplos, a los que podríamos añadir otros asimismo relevantes,72 parecen señalar hacia la existencia de ciertas prácticas antiguas que se prolongaron mientras aparecía en escena un nuevo agente, el enemigo musulmán, cuya esclavización se proyectó como justa y necesaria. La llegada del Islam a Europa occidental asentó las bases para el desarrollo posterior de la esclavitud bajomedieval. Desde un punto de vista ideológico, la irrupción del esclavo musulmán resolvió el dilema planteado durante el proceso de cristianización de la Europa rural sobre la licitud de someter a esclavitud a hombres y mujeres europeos convertidos al cristianismo. La doctrina de la Iglesia, que anteriormente se había opuesto a la esclavización de poblaciones cristianas europeas, podía mirar ahora, desde una posición diametralmente opuesta, la emergencia de un ‘espacio de reserva’ accesible tanto fí71   Como sucedió durante las campañas longobardas en Italia, durante la segunda mitad del siglo VI. Sirva como ejemplo el testimonio recogido por Pablo el Diácono en su Historia Langobardorum al referirse al duque Gisulfo I de Friuli: «Qui Gisulfus tempore Iohannis papae cum omni sua virtute Campaniam venit, incendia et depraedationes faciens, multos captivorum cepit et usque in locum qui Horrea dicitur castrametatus est, nullusque ei resistere potuit»; MGH, Pauli Historia Langobardorum, p. 224. 72   Como el de los años posteriores a la conquista de Mallorca, cuando buena parte de la población musulmana fue esclavizada y dispersada por la isla para garantizar el mantenimiento del rendimiento de las explotaciones agropecuarias, lo que provocó, por un lado, la disgregación de las familias y la extinción de buena parte de la población autóctona en el espacio de una o dos generaciones y, por el otro, la necesidad de importar población esclava foránea a partir de finales del siglo XIII; véase Soto, ¿Una oferta?, cit.

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sica como moralmente.73 Y, desde un punto de vista estratégico, la llegada del Islam a Europa occidental contribuyó al abandono de las prácticas esclavistas de la Antigüedad tardía y puso en marcha una nueva dinámica en la que la esclavización del enemigo pasó a ser una herramienta más del enfrentamiento entre cristianos y musulmanes. Pero la llegada del Islam no solo provocó un cambio en las prácticas esclavistas europeas. También forzó una reorientación de las actividades comerciales de las potencias emergentes italianas, especialmente de Venecia. Y esta reorientación abrió, a la vez, nuevas fuentes de suministro de mano de obra esclava que pasarían a ser prácticamente hegemónicas durante los dos últimos siglos de la Edad Media. Tras una primera expansión por el Adriático y las costas orientales mediterráneas, el establecimiento permanente de genoveses y venecianos en la península de Crimea, hacia finales del siglo XIII, supuso un verdadero punto de inflexión en el desarrollo del comercio interregional de esclavos. Desde allí, los hombres de negocios italianos se introdujeron, con éxito, en unas redes comerciales previamente existentes y en las que el comercio de esclavos jugaba ya un papel destacado. Participaron en el envío de hombres y mujeres esclavizados tanto a los países del Mediterráneo oriental, especialmente al sultanato mameluco de Egipto y Siria, como a las principales ciudades marítimas del Mediterráneo occidental cristiano. Pero este es, sin duda, un asunto que escapa a los contornos de este trabajo.

73   Cuando a mediados del siglo XIII M. Dagrefull, de Alcañiz, vendió una esclava al clérigo A. de Vernet, deán de la catedral de Lérida, precisó que la mujer «nec est demoniacha, seu gutacadens, nec stulta, aut christiana, immo est sarracena et filia sarraceni et sarracene»; citado en Miret, La esclavitud, cit., p. 12.

Direttore: Giuliano P into Redazione: Deputazione di Storia Patria per la Toscana, Via dei Ginori, n. 7 50123 Firenze Registrazione del tribunale di Firenze n. 757 del 27/3/1953 FINITO DI STAMPARE PER CONTO DI LEO S. OLSCHKI EDITORE PRESSO ABC TIPOGRAFIA • SESTO FIORENTINO (FI) NEL MESE DI MARZO 2016

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