Los norteuropeos residentes en España vistos por los españoles

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Descripción

Los norteuropeos residentes en España vistos por los españoles Klaus Schriewer La localidad murciana de Alhama ha experimentado tiempos convulsos que dividieron a su población. Surgió un conflicto cuando la empresa constructora Polaris World propuso construir un campo de golf con no menos de 35.000 viviendas pensadas para norteuropeos en el territorio de este municipio. Para su realización era necesario un cambio del plan urbanístico local, lo que transformó las sesiones plenarias del pueblo en el escenario público del combate local. Ahí se cruzaron los argumentos a favor y en contra de la propuesta que podían ser formulados en público. Se habló de los aspectos económicos para el ayuntamiento y la economía local, las ventajas de los propietarios de aquellas tierras, sobre el aprovisionamiento del agua como recurso y los efectos para el paisaje. Alhama no es un caso excepcional, más bien es típico entre los municipios del Levante que soñaban con el llamado progreso, no sólo porque al final se aprobó la construcción del campo de golf sino por el sentido, la estructura del discurso que se llevó a cabo. En estos debates sobre nuevas urbanizaciones, los argumentos suelen tratar sobre los impactos económicos (ingresos públicos, economía local, puestos de trabajo etc.) y los impactos ecológicos (medio ambiente, paisaje, agua). Lo sorprendente es que en estos debates nadie ha preguntado nunca sobre los impactos sociales y culturales. Es sorprendente porque en pueblos como Alhama, con sus apenas veinte mil habitantes, el asentamiento de una población de casi igual número tiene que tener efectos en el mismo día a día del pueblo. 71

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En el caso de Alhama no había voluntad política de hablar de los impactos futuros para la vida social del pueblo –ni por parte de los defensores de la propuesta ni por parte de los críticos. Lo afirmo porque en su tiempo propusimos un grupo de antropólogos a todos los partidos representados en el consejo municipal acompañar el debate con un estudio antropológico sobre las perspectivas de la población y no recibimos ninguna contestación de ningún partido en cuanto a la propuesta. Parece que existieron otros intereses en el juego político. Se podría objetar, contra posibles impactos sociales y culturales, que las urbanizaciones nuevas se construyen lejos de los núcleos tradicionales y por eso tienen un efecto muy limitado en la vida de la población. Este argumento se secunda por el hecho de que los promotores aplican cada vez más la estrategia empresarial de crear espacios cerrados que ofrecen toda la gama de servicios a los futuros habitantes. O dicho de otra manera, el modelo que se busca es la guetización de los norteuropeos, no porque se quiera minimizar posibles efectos negativos en las sociedades locales sino porque permite minimizar las inversiones por parte de los promotores. Sin embargo, los ejemplos conocidos en España demuestran que la estrategia de crear urbanizaciones en las periferias no impide las influencias sociales y culturales sobre las sociedades locales. El ejemplo de la influencia en la vida política local -garantizada por parte de la Unión Europea– lo demuestra con claridad. Hay varios municipios en la costa mediterránea en los que el número de europeos no españoles ya supera al de los autóctonos y donde los nuevos conciudadanos se implican en la política local cambiando profundamente el panorama tradicional. No es mi objetivo valorar este hecho –sólo quisiera invitar a tener en cuenta en el debate público que el asentamiento de los norteuropeos cambia el marco social y cultural en las localidades españolas implicadas y que se crean nuevos escenarios para una convivencia internacional y europea que lleva consigo grandes retos. Es una de las tareas de las Ciencias Sociales y Culturales la de investigar cómo se configura la convivencia entre los nuevos conciudadanos norteuropeos y la población española autóctona. Es un 72

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campo complejo que se desarrolla a partir del equipaje cultural que nos lleva a desarrollar ideas sobre quiénes somos nosotros y, con ello, quiénes son los otros, de establecer fronteras sociales y límites, de producir y aplicar estereotipos e identidades, de vivir prácticas cotidianas y costumbres de interacción y comunicación, entre otros factores. Su concepción teórica parte de diferentes inspiraciones. Por una parte recoge la idea del historiador Benedict Anderson (1983), que define las comunidades como imaginadas. Significa que no las ve como algo dado sino como algo que se forma cada vez de nuevo como una construcción social. En cierto modo, la idea de Anderson se ve anticipada por el antropólogo Frederik Barth (1970) que sostiene que es la construcción de los límites lo que define al grupo y no las objetivaciones culturales. Quiere decir, según Barth, que es un proceso permanente de creación de límites y no son diferencias supuestamente objetivas (como la ropa o el idioma) lo que lleva a la gente a dibujar los diferentes grupos sociales. Se trata además de un proceso que se inscribe en lo que llamo -con el antropólogo Thomas Højrup (2003)- la labor de soberanía, entendida como el proceso mutuo permanente de reconocimiento y regeneración de lazos entre la población y el Estado. Este proceso trata sobre los deberes y derechos así como sobre la identidad y los sentidos de pertenencia. Con el presente artículo pretendo esbozar una pequeña parte del inmenso campo dibujado. Intento averiguar el proceso de cómo en el ámbito de la población española se está construyendo el grupo social de lo que llamaría de manera imprecisa los norteuropeos. Investigo las percepciones que existen en la población española en cuanto a estos otros europeos de los países del occidente de la Unión Europea en su conjunto. Intento integrar estas percepciones en sus contextos sociales y me pregunto cómo se han establecido las categorías sobre los norteuropeos en la historia contemporánea. La estructura del artículo parte de dos líneas dominantes en la percepción cotidiana respecto a los norteuropeos: la coexistencia con la inmigración de carácter laboral y la supuesta cercanía conceptual con los turistas.

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La percepción de los norteuropeos en el contexto de la inmigración Desde finales de los años ochenta, España experimenta una doble inmigración. Por una parte se transforma en uno de los países europeos principales receptores de la inmigración laboral. Los protagonistas de este movimiento migratorio son los norteafricanos, especialmente los marroquíes, y los inmigrantes procedentes del sur de América. A partir de mitad de los años noventa se hace notar también la inmigración desde los países subsaharianos y de los países del Este de Europa. Por otra parte, España se transforma en el primer país receptor de un movimiento que llamo movilidad europea de bienestar y que consiste en el asentamiento de ciudadanos de los países más ricos europeos del occidente. Este proceso de doble inmigración se desarrolla en el mismo tiempo. Es una circunstancia que hay que tener en cuenta cuando se habla de la percepción y categorización de los norteuropeos y la creación de la imagen de estos nuevos conciudadanos. La interrelación entre movilidad de bienestar e inmigración laboral se produce a partir de una España que por su trayectoria como país de emigración no contaba hasta entonces con una experiencia importante relacionada con extranjeros que llegaron al país para quedarse (Schriewer 2007). De repente, la población tenía que manejar el cambio de una sociedad que se percibió como más o menos homogénea étnicamente (con la excepción de la etnia gitana históricamente marginada que más bien reforzaba esa ideología) 1 hacia una sociedad extremadamente poliétnica. Esta convivencia de una movilidad europea no-laboral con una inmigración laboral no es una especificidad de la Región de Murcia. Se produce en toda la costa mediterránea desde Barcelona hasta Cádiz, en las Islas Baleares y también en las Islas Canarias. El sociólogo Peré Salvá Tomás habla en este contexto de una "Nueva 1

La idea de una España homogénea se relativiza desde la Transición por las políticas identitarias de algunas Comunidades Autónomas, pero en el contexto de esta investigación, que se ha desarrollado en el Levante español, no es significativa por la “doble identidad” (española/regional) que se puede observar en la población.

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California“ caracterizada por el encuentro de mayores procedentes del norte que buscan un lugar con clima agradable para vivir su vida como pensionistas e inmigrantes procedentes del Sur que llegan a España en busca de trabajo.

La inmigración laboral y la movilidad europea de mayores transforman el sur de España en una “Nueva California”. Las percepciones sociales de los diferentes grupos que vienen a España se producen en este contexto (Foto: Klaus Schriewer).

Ya en esa pequeña descripción del panorama de los flujos de movilidades que se dan en España se puede observar que le ha resultado imposible al autor no establecer categorías. Hablar de no-europeos y europeos, aplicar nacionalidades o regiones geográficas e procedencia en la descripción de las personas que se mueven por el planeta son prácticas que producen realidades sociales. Lo primero que se puede observar en esa creación social de grupos relacionados con los movimientos migratorios es que se subsume bajo una categoría a todas las personas que vienen a España 75

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con el propósito de encontrar trabajo y que, a la vez, proceden de países no europeos o del Este de Europa. Esa categorización se refleja claramente en el habla: La denominación inmigrante se utiliza casi exclusivamente para designar a las personas que tienen estas características. Otros grupos como los norteuropeos o también los españoles que tienen raíces en otras regiones no entran en esa categoría de la conciencia cotidiana. Quizás era así cuando se produjeron las migraciones interregionales dentro de España. Hoy en día, en general, se denomina inmigrante a la persona que viene de otro país. Hablar de inmigrante en su uso general no señala en un primer sentido ninguna discriminación, más bien es neutral en sus connotaciones. Hay que tener en cuenta que la inmigración fue valorada por la población española durante mucho tiempo como algo necesario e imprescindible. No obstante hay que tener en cuenta que la construcción social distingue marcadamente entre las diferentes regiones de procedencia y las nacionalidades. Se habla de los latinoamericanos, los norteafricanos o los subsaharianos y, en caso de una diferenciación más detallada, se aplica el criterio de las nacionalidades. Este mapa social de los inmigrantes trabaja con una escala de aceptación bien diferenciada. Los más aceptados entre los no-europeos son los latinoamericanos; no sólo los argentinos que se perciben como bastante europeos sino también el numeroso grupo de los ecuatorianos. Muchos españoles basan su valoración positiva con el triple argumento de que los latinoamericanos hablan el mismo idioma o por lo menos el portugués, que en toda regla pertenecen a un contexto católico como los mismos españoles y que tienen una cultura en general similar. Este último argumento no sólo está extendido entre la población española, también es uno de los pilares de la relación tradicionalmente estrecha entre España y los países latinoamericanos. Con muchos de estos países, España firmó convenios para la adopción de la doble nacionalidad, lo que vuelve a resaltar la cercanía. Así, dice el tratado sobre la doble nacionalidad entre España y Ecuador del año 1964 que:

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1- los españoles y los ecuatorianos forman parte de una comunidad caracterizada por la identidad de tradiciones, cultura y lengua; 2- esta circunstancia hace que los españoles en Ecuador y los ecuatorianos en España no se sientan extranjeros2.

La aceptación promovida por el Estado y extendida en la población se expresa también en la denominación que utilizan los gitanos para los dos colectivos. En su lenguaje familiar denominan a los españoles payos, a los suramericanos los llaman payos ponys. El añadido se explica fácilmente, pues los gitanos perciben a los suramericanos como personas con una estatura más baja que los españoles payos y, por su gran afición hacia los caballos, es evidente que aplican una palabra de este entorno. El hecho de que los gitanos, que siguen viviendo en el margen de la sociedad española, apliquen el nombre payo a los suramericanos significa que los ven como parte de la sociedad española o por lo menos como un grupo cercano. No obstante, en la corta historia de la inmigración latinoamericana se puede observar un cambio en la aceptación por parte de los españoles. Los acontecimientos en el municipio de Totana, de unos 10.000 habitantes, es sintomático de este proceso: Cuando se asentaron los primeros suramericanos en el pueblo, a mitad de los años noventa, experimentaron un apoyo público muy fuerte en varias manifestaciones. El número de inmigrantes creció rápidamente. Entre los españoles despertó un desencanto sin que sepamos por qué ocurrió y sólo un año después se produjeron manifestaciones en contra la inmigración que en este momento se percibió como masiva. Entretanto el ambiente se ha calmado y españoles conviven con los ecuatorianos sin graves conflictos, pero la euforia ha desaparecido. A pesar de esa tendencia son los suramericanos los que siguen siendo el grupo inmigrante no-europeo con más aceptación en la población española.

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Convenio de Doble Nacionalidad entre la Republica de Ecuador y el Reino de España de 4 de mayo de 1964. Agradezco a Juan Ignacio Rico esa información. Véase además: Rico Becerra, J. Ignacio: El inmigrante “enfermo”. Murcia: Ediciones Isabor (en vías de publicación)

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Es diferente en el caso de los norteafricanos. También en este caso se puede interpretar una demarcación negativa en el uso lingüístico respecto a ese grupo de inmigrantes. Los marroquíes y otros norteafricanos frecuentemente son denominados moros entre los españoles, incluso en capas instruidas de la sociedad. Se trata de un término que enjareta la historia de las relaciones no siempre pacíficas entre los españoles y sus vecinos musulmanes. El apellido Matamoros, común entre españoles, señala el contexto bélico de la relación. El patrón de España, Santiago, que lleva el sobrenombre de Matamoros, simboliza la postura de rechazo y una percepción de diferencias culturales profundas por buena parte de los españoles. Estos ejemplos empíricos demuestran que las construcciones sociales siempre se construyen a partir de imágenes ya existentes y heredadas. Es indicativo de ello que en la construcción de este concepto se maneja el argumento de que moro en la Edad Media era un término técnico, digamos, sin cualidades discriminatorias. Fuera así o no, hoy en día el concepto moro tiene una connotación claramente negativa (González Alcantud, 2002). Los vecinos del cercano norte de África formaron el primer grupo de inmigrantes no-europeos que se acercaron a la Península Ibérica a finales de los años ochenta. Muchos entraron a España sin papeles y trabajaban en la agricultura de la costa del Mediterráneo, que se expandió en estos años gracias a la creación de infraestructuras hidráulicas y la apertura de mercados en los países de la Unión Europea. La competencia entablada con la mano de obra española es relativa porque buena parte de los inmigrantes marroquíes, especialmente los sin papeles, trabaja en sectores no atractivos para españoles, como la agricultura o los servicios domésticos. Cuando consiguen un permiso de residencia entran en sectores como la construcción o la hostelería donde sí existe competencia con la población autóctona. Por el contrario de lo que sucede con los diferentes grupos constituidos como inmigrantes, a los ciudadanos de los países del centro y norte de Europa ni se les percibe ni se les define como inmigrantes. En el contexto de una realidad social marcada por la inmi78

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gración laboral no-europea, los europeos del norte no se subsumen bajo el concepto del inmigrante. Los limites no son exactos –como suele pasar en conceptos cotidianos– pero se puede decir que no se suele denominar inmigrantes a los ciudadanos de los países occidentales y del norte, miembros de la Unión Europea, así como a los noruegos y suizos, mientras que los ciudadanos de los países que entraron a la Unión Europea a partir de 2004 sí son percibidos como inmigrantes, como es el caso de los polacos o los rumanos.

No se vincula a los residentes norteuropeos con la migración económica, por lo que no son denominados inmigrantes sino extranjeros (Foto: Klaus Schriewer).

También esa imagen social del norteeuropeo como no-inmigrante se refleja en el lenguaje. Es común y usual denominar a los norteuropeos como extranjeros, o también –aunque con menos frecuencia– como forasteros. A pesar de la etimología de la palabra, que nos lleva al concepto de lo extraño en el uso cotidiano de la palabra, no hay connotaciones negativas manifiestas. La percepción de los 79

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norteuropeos más bien se alimenta por tres aspectos que se han desarrollado en el último siglo: Primero, los lazos que personas importantes de la vida social, intelectual y científica establecieron entre España y los países del norte, en los que no voy a profundizar aquí. Entre ellos podemos nombrar españoles como Ángel Ganivet, Blanco White u Ortega y Gasset, ingleses como Hemingway o daneses como H. C. Andersen. Segundo, las experiencias vividas por los emigrantes españoles que a partir de los años sesenta iban a los países industrializados en el norte para encontrar trabajo y que vivieron por allí durante periodos más o menos largos. Las narraciones de los que emigraron en su tiempo y en su mayoría han vuelto que se pueden escuchar hoy en día generan imágenes de una vida dura pero también pintan una imagen más bien positiva sobre estos países. El tercer hilo que afecta a la percepción de los noreuropeos se genera con el fenómeno del turismo de masas que se convierte en una realidad a partir de los años sesenta. Es en este marco de la experiencia cotidiana donde se produce el aspecto más importante sobre la construcción social del norteuropeo.

La construcción del norteuropeo como turista Para poder tratar este aspecto es necesario partir de una descripción de las características con que se adscribe al tipo social de turista. Una fuente que hace referencia a documentos tempranos en su definición del turista es el diccionario que comenzaron los hermanos Grimm (más conocidos por sus colecciones de cuentos). Bajo el término turista dice lo siguiente: Se trata de una creación del francés Tour ´Viaje´, que como palabra inglesa (...) fue la forma básica de una serie de nuevas creaciones: turista se documenta en el inglés en 1800, en el francés en 1816; en alemán fue adaptado del inglés en la 3º, 4º década y rápidamente conocida. 1) En el sentido antiguo ´viajero´ que se traslada a países foráneos para estancias alargadas para su diversión y sin objetivo

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fijo; muchas veces con la connotación de un hombre rico, distinguido, independiente. (Grimm, 1935: 922)3

Esta descripción del uso temprano de la denominación de turista contiene algunos elementos que caracterizan a los norteuropeos que vienen a España hoy en día. Cuando la definición en el diccionario de los hermanos Grimm habla del hombre “rico, distinguido e independiente” hace referencia al Grand Tour del siglo XVIII y XIX que era moda entre los nobles y la burguesía, siendo una práctica específica de estas clases. El viaje de Goethe a Italia o la excursión de Hans Christian Andersen por España son sólo dos de los muchos ejemplos para los turistas tempranos que relacionaron sus viajes con el objetivo de conocer paisajes, costumbres y cultura de otros países. Definiciones que versan sobre el turismo más moderno no incluyen el poder adquisitivo de los viajeros. Así, la primera mención del concepto turista en el diccionario de la Real Academia Española en 1914 define turista de la siguiente manera: “(Del ingl. tourist) m. Viajero que recorre un país por distracción y recreo”. Esta definición habla simplemente de personas que se trasladan de un lugar a otro sin necesidad profesional. En este tipo nuevo del turista se refleja la llamada “democratización” de viajar en el siglo XX. No son sólo las capas más ricas las que viajan a otros países, poco a poco se extiende hacia las capas sociales medias y bajas. Nace el turismo de masas. Después de la Segunda Guerra Mundial, cuando se produce el llamado milagro económico, se activa una nueva cultura del viaje. Los norteuropeos descubren las vacaciones de verano y se van en caravanas a Italia. Cuando España se abre para inversiones internacionales a finales de los años cincuenta y fomenta las infraestructuras 3

"letzten endes bildung zu frz. Tour ´Reise´, das schon in me. Zeit ins engl. eingedrungen war, als engl. Wort aber im verlauf des 19. jh.s grundform einer reihe von Neubildungen wurde: tourist ist im engl. zuerst 1800 belegt, im frz. 1816 nachgewiesen; ins deutsche im 3./4. jahrzehnt des 19. jh.s wohl aus dem engl. unmittelbar übernommen und rasch bekannt geworden. 1) in älterer bedeutung ´reisender´, der zu seinem vergnügen, ohne festes ziel, zu einem längeren aufenthalt sich in fremde länder begibt, meist mit dem nebensinn des reichen, vornehmen, unabhängigen mannes ...“

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de turismo, desplaza a Italia como destino turístico más importante. La aparición de los vuelos charter contribuye especialmente a este cambio. Con el turismo de masas comienza el auge económico del país cuyas desventajas apenas se tienen en cuenta. Se desarrolla el sector servicios, crece el de la construcción. Se construyen aeropuertos y autopistas, la costa se urbaniza. En la población se percibe a los turistas como los garantes de la recuperación económica que sacan al país de los años de pobreza y hambre. Por eso son visitantes bienvenidos. Traen divisas que España necesita urgentemente. El número de viajeros crece rápidamente, en 1959 son 4.194.700 personas, en 1970 ya son 24.105.300, y en 1980 38.026.800 turistas visitan España (Bote Gómez, 1998; Moreno Garrido, 2007). El auge económico, impulsado en buena medida por el turismo, esta relacionado con que los españoles, a pesar de la masificación de este fenómeno, perciban al turista norteuropeo como una persona bien situada; siguiendo en esto la definición de los hermanos Grimm. El contexto de esa percepción consiste, por una parte, en la mejora de la situación económica y, por otra, en la diferente valoración de las monedas. La peseta española se cambia con un valor relativamente bajo, lo que causó que España para los norteuropeos fuera un destino muy atractivo. Esa situación no cambia hasta la introducción del euro. Pero la percepción del turista como persona bien situada económicamente sigue. Otro aspecto ya mencionado en el diccionario de los hermanos Grimm tiene importancia para la percepción del turista por los españoles: la diversión. Pero, mientras que la obra de los hermanos Grimm todavía está sujeta al viaje educativo, que era parte de una formación específica de clase social alta, cambian las circunstancias con el surgimiento del turismo de masas. Mientras la idea de los hermanos Grimm se puede denominar con el término ocio, la nueva definición de la diversión parte de la oposición entre trabajo y tiempo libre –es significativo que este último concepto surge en la época de la industrialización. Por eso, en la investigación actual respecto al turismo se ha debatido de manera intensa la cuestión de si el viaje de 82

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vacaciones es una huida de la vida cotidiana con sus exigencias de funcionamiento (Enzensberger, 1964). Esa percepción se produce porque la cultura de diversión y de vacaciones de los norteuropeos produce lo que se pudiera llamar una revolución cultural en una España marcada por el catolicismo. El símbolo más importante de este contacto con la cultura norteuropea de tiempo libre, cuerpo y diversión es el bikini. Una secuencia de la novela satírica y burlesca Los europeos4, escrita por Rafael Azcona sobre 1960, demuestra qué formas de eticidad tropezaron en estos tiempos: Uno de los protagonistas de la novela, Miguel, observa en la playa cómo dos mujeres no muy jóvenes y no muy delgadas (el autor habla de “jamonas”) se escandalizan al ver a una pareja de jóvenes extranjeros que mientras toman el sol en una colchoneta se están besando. Los comentarios de las mujeres despiertan la atención de otra gente en la playa y al final se llama a la policía que acaba con el espectáculo. En la novela, la descripción de lo ocurrido sirve para mostrar el disgusto del protagonista en cuanto a la eticidad de los españoles. Más allá nos documenta sobre cómo el encuentro de la mojigatería española y la permisividad norteuropea ha influido en la imagen del turista y qué irritaciones provocó la cultura de los turistas en la sociedad española. Ahora bien, la novela de Azcona no solo demuestra este encuentro de dos culturas diferentes, también trata de la imagen de la mujer norteuropea. La novela es una de las muchas piezas que han contribuido a la formación del topos de la mujer rubia del norte que se divierte vestida con poca ropa en la playa y que no es reacia a una aventura amorosa (especialmente con un hombre latino). Esa imagen se conoce con términos como el de las suecas de Torremolinos y no parece exagerado decir que ha influido en las fantasías (eróticas) de toda una generación de hombres y además en la conciencia colectiva. Varias películas de los años sesenta versan sobre el tema en cada vez nuevas variaciones consolidando el topoi. La turista tiene aquí la 4 Azcona, Rafael: Los europeos. Paris: Librairie des éditions espagnoles 1960 (p 144).

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función de una provocadora cultural o una liberadora cultural –según la perspectiva que uno aplica. Todos estos aspectos han atribuido a una imagen más bien positiva del turista. El auge económico y la apertura cultural de un país que se percibió cada vez más como estancada se vinculan con el turista del norte. Cuando los españoles en general vinculan a los mayores norteuropeos con el turismo, es, en primera instancia, porque provienen de los mismos países que los turistas. Muchas veces no se puede saber si es un turista que sólo se queda durante un tiempo limitado y vive en un hotel o una persona que se encuentra en España por una estancia larga y posiblemente en su propia casa. Otra perspectiva extendida entre los españoles es que los mayores del norte, tanto como los turistas, se presentan como europeos aparentemente acaudalados. La prueba más fehaciente se da en el mercado inmobiliario donde han podido observar que los norteuropeos en toda regla disponen de los medios económicos necesarios para la compra de inmuebles cada vez más caros. Muchos españoles perciben a los nuevos conciudadanos como turistas porque ven la intención de divertirse. Esa imagen también se refleja en los anuncios publicitarios especialmente de los campos de golf que utilizan fotos e ilustraciones que versan sobre una cultura de vivencias en el ocio. Una valoración parecida se puede observar en la investigación cuando autores como Hall y Williams caracterizan la migración de mayores como “Consumption-led Mobility”, una movilidad encaminada hacia el consumo (Williams y Hall, 2002: 36). No obstante, la cuestión de la diversión (en su acepción moderna) parece ser muy específica en el caso de los mayores. Gran parte de los mayores ya son pensionistas y por lo tanto no se dedican a un trabajo remunerado. La oposición del trabajo que ha destacado la investigación de turismo no se da en este caso porque la vida profesional no sirve como polo contrario en su vida actual. La vida en España no se puede denominar “las mejores semanas del año”, de las cuales se tiene que volver a la rutina del trabajo como hacen los em84

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pleados, aunque la vinculación queda en la memoria. Más bien se trata de vacaciones eternas.

Se vincula a los norteuropeos con el turismo generando así una percepción en general positiva (Foto: Klaus Schriewer).

En la vida cotidiana de la población autóctona en la zona costera, el encuentro con los norteuropeos es rutina; en el interior no es tan frecuente todavía. Pero la manera de percibir a los norteuropeos es muy parecida en los dos sitios e influye de forma profunda en la creación de la imagen de este grupo: cuando hablo con españoles sobre los “guiris” constantemente sale el estereotipo de que ellos se visten de una manera que se nota por su diferencia, especialmente si uno mira hacia los pies. Es un estereotipo, porque no es aplicable a todos los norteuropeos, pero es cierto que el hecho de llevar sandalias con calcetines despierta cierta irritación en los españoles. Se puede objetar que este hecho no supera lo anecdótico pero lo cierto

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es que los rasgos obvios y evidentes tienen su importancia en las formas de percibir al otro. Otro aspecto que influye en la equiparación entre norteuropeos y turistas se puede observar en la política de las empresas del sector inmobiliario y de la construcción. Es evidente que están interesados en fomentar una percepción de sus clientes (los norteuropeos) que no está vinculada con la inmigración sino con el turismo. Por eso, el concepto turismo residencial que se ha desarrollado en la investigación sobre el fenómeno les aporta muchas ventajas. No puede sorprender que la empresa más grande del sector en Murcia, Polaris World, se presente como el “nº 1 en turismo residencial” y no como en “nº 1 en inmigración europea”. Es sólo un ejemplo que ilustra que los medios de comunicación en un sentido amplio forman parte en la creación de los norteuropeos como turistas.

Conclusiones El artículo parte de la idea de que las imágenes sociales se producen y reproducen como un continuum en el lenguaje y en las percepciones cotidianas. Desde esta óptica, versa sobre el hecho de que la población española en general percibe de una manera positiva a los norteuropeos que adquieren un inmueble en España y viven en el país durante más o menos largas etapas del año. Esta hipótesis se discute, por un lado, en el contexto de las percepciones de la inmigración internacional que experimenta España y en cuyo contexto se han generado distinciones entre los que vienen de regiones económicamente menos afortunadas y los que pertenecen a los países centro y norteuropeos. Por otro lado, el artículo llega a la conclusión de que los españoles vinculan a los norteuropeos con el turismo y los efectos tanto económicos como sociales y culturales que éste ha producido en España.

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Ni turistas ni migrantes MOVILIDAD RESIDENCIAL EUROPEA EN ESPAÑA

Modesto García Jiménez y Klaus Schriewer (eds.)

Colección Movilidades, nº 1 EDICIONES ISABOR MURCIA 2008

Ni turistas ni migrantes. Movilidad residencial europea en España. Primera edición, Murcia 2008 © Modesto García Jiménez, Klaus Schriewer y los autores © Ediciones Isabor Edita: Ediciones Isabor

C/ Molina de Segura 5, bloque 7, 4º C

30007 Murcia

[email protected]

ISBN: 978-84-935721-4-3 Depósito legal: MU-3008-2008 Imprime: Sola y Bravo, S.L. Polígono Industrial Saprelorca 30817 Lorca (Murcia)

Índice INTRODUCCIÓN Modesto García y Klaus Schriewer ......................................... 11 RETIRADOS PARA VIVIR EN ESPAÑA: CONDICIONES, SITUACIONES, ESCENARIOS Vicente Rodríguez Rodríguez .................................................. 17 LOS EFECTOS DESIGUALES DE LA GLOBALIZACIÓN DE LA MIGRACIÓN EN EL CONTEXTO DE NUEVAS FORMAS DE MOVILIDAD (ENTRE LA MIGRACIÓN Y EL TURISMO)

Karen O’Reilly ......................................................................... 49 LOS NORTEUROPEOS RESIDENTES EN ESPAÑA VISTOS POR LOS ESPAÑOLES

Klaus Schriewer ....................................................................... 71 ENTRE LA MIGRACIÓN PERMANENTE Y LA MIGRACIÓN TEMPORAL. RESIDENTES COMUNITARIOS OFICIALES Y NO OFICIALES EN LA REGIÓN DE MURCIA

Joaquín Rodes García .............................................................. 89 INMIGRANTES CON DERECHO DE VOTO Y ELECCIONES MUNICIPALES DE 2003 EN ANDALUCÍA Rafael Durán Muñoz .............................................................. 115

ESTRATEGIAS DE PARTICIPACIÓN PÚBLICA EN LA PLANIFICACIÓN DE MUNICIPIOS TURÍSTICO-RESIDENCIALES

Guadalupe Ortiz, Hugo García, Pilar Juan y Antonio Aledo .................................................... 147 LA (IN)MIGRACIÓN DE RETIRO DESDE LA PERSPECTIVA DE LA SALUD/ENFERMEDAD/ATENCIÓN: PROCESOS MIGRATORIOS, CONTEXTOS SOCIALES E INTERESES ACADÉMICOS. Inma Hurtado García .............................................................. 179

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LA ALDEA EUROPEA. LOS CIUDADANOS DEL NORTE DE EUROPA EN UNA URBANIZACIÓN ESPAÑOLA MULTINACIONAL Asle Høgmo ........................................................................... 211 «NUESTRO ESPANA SUEÑO» ESPERANZAS Y EXPERIENCIAS COMPARTIDAS

Lorena Gulino ........................................................................ 247 SOL Y SOMBRAS: BRITÁNICOS RESIDENTES EN ZONAS DE INTERIOR DEL SURESTE ESPAÑOL

Modesto García Jiménez ........................................................ 267 ACTORES Y RELACIONES EN EL SISTEMA TURÍSTICORESIDENCIAL

Alejandro Mantecón ...............................................................311 TURISMO RESIDENCIAL, ¿UN CONCEPTO INSUFICIENTE? Joan Miralles .......................................................................... 329

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Introducción Uno de los debates más significativos de los últimos años en el área de estudios sobre turismo en España, visto desde las Ciencias Sociales y la Antropología, se está produciendo alrededor de recientes movimientos demográficos que indican una derivación desde la figura del turista a la del residente más o menos fijo. Se trata de un proceso/ fenómeno social compuesto por una cantidad muy estimable de personas procedentes de Europa central, de Escandinavia y el Reino Unido que han fijado su residencia en España aunque no siempre de forma oficial. Ello implica una serie de relaciones interpersonales e interculturales que superan sin lugar a dudas las que tradicionalmente caracterizan y definen al turismo. Puede decirse que el contacto cultural adquiere aquí otra dimensión distinta. España es quizá el país europeo en el que más claramente se nota esta tendencia de turistas convertidos en residentes. Y a pesar de la crisis económica mundial actual, que afecta a España de una manera intensa, es evidente que el país ibérico se ha convertido en el destino preferido para retirados y jubilados de la Unión Europea. En las islas Canarias, en las islas Baleares, en la costa mediterránea y también en el interior de la península observamos grandes asentamientos de ciudadanos de los llamados países ricos europeos. Hay algunos municipios donde el número de europeos registrados supera el de la población autóctona, en muchos alcanza casi la mitad. Se puede decir que, en estos lugares, se están produciendo comunidades polinacionales y policulturales, que desde una perspectiva de las Ciencias Culturales son pequeños laboratorios para poder estudiar la convivencia, los ensayos de interculturalidad, la posibilidad de hablar de ‘lo europeo’, y de todos aquellos aspectos socio-culturales que los antropólogos engloban genéricamente bajo la relación entre “el nosotros” y “los otros”, como son los estereotipos, identidades, respuestas xenófobas, guetización, así como los retos sociopolíticos que necesariamente se producen en esa convivencia. 11

Los investigadores comienzan a versar sobre el fenómeno aludido ya en los años 1970, aunque en la literatura (especialmente la inglesa) se ha sostenido que el fenómeno se trató en Europa por primera vez por la autora francesa Françoise Cribier en los años 1980. Posiblemente esa equivocación se debe a un problema que caracteriza la investigación desde sus principios. Porque no se sabe si los patrones de movilidad de los norteuropeos hay que interpretarlos bajo los conceptos teóricos de turismo o migración. Cuando en los años 70 del siglo XX los primeros autores españoles investigan los principios del fenómeno, parten de la idea de que se trata de una variante del turismo. Uno de los protagonistas, Mario Gaviria, habla en su obra España a Go Go (1974) del turismo de invierno. Otro investigador a destacar de esa época, Francisco Jurdao, define el fenómeno, en el libro España en venta (Jurdao, 1979), como turismo residencial. Estos análisis, que se producen todavía en la época de la dictadura y en los primeros años de la democracia, versan sobre los impactos ecológicos y paisajísticos así como los efectos sociales y económicos para la sociedad española y se caracterizan por desarrollar una profunda crítica del fenómeno. La línea de una valoración especialmente negativa en la investigación española continúa durante los años ochenta, y buena muestra de ello es la obra España – asilo de Europa, publicada por Francisco Jurdao y Maria Sánchez (1990). Es en estos años cuando la investigación española oscila en buena medida entre la negación del fenómeno y los intentos de elaborar soluciones técnico-administrativas, trabajando sobre temas de planificación y gestión así como sobre las consecuencias para la población y la economía. De manera paralela, a partir de los años 1980, en Gran Bretaña y el Continente Europeo se genera otro movimiento de investigación que trata el fenómeno bajo el lema de migración. Investigadores como Toni Warnes (1982) hablan de retirement migration (migración de jubilados). Su interés se dirige especialmente hacia la población migrante y versa sobre sus motivaciones o los cambios y dificultades que a nivel personal experimentan. Son jóvenes investigadores los que, en estos años, abren el debate hacia los diferentes patrones 12

de movilidad y la transnacionalidad, hablando, como haría más tarde Karen O´Reilly (2000), de vidas between and betwixt (tanto aquí como allí). A partir de los años noventa se puede observar que los investigadores españoles y los de otros países buscan el intercambio y la colaboración. Se establece la primera red europea de investigación en la que destaca como representante español Vicente Rodríguez. Y en esa reorientación la investigación busca reflexionar cada vez más a cerca del papel de la Unión Europea y de lo europeo. También es la fase en la que varios autores intentan elaborar herramientas conceptuales para clasificar los diferentes patrones y estrategias de los norteuropeos. Aquí las preguntas se dirigen hacia cómo se define el hogar en las condiciones de la posmodernidad (Huber y O´Reilly, 2004), en qué consisten los patrones de movilidad que se encuentran entre la migración y el turismo (Hall y Williams, 2002) o qué significa desarrollar un estilo de vida transnacional (Gustafson, 2001). El objetivo de la colección de artículos que presentamos en este texto es entrar en las diferentes temáticas que impregnan el debate actual para conocer y entender de cerca las comunidades polinacionales y sus impactos en la sociedad española. Nos parece una labor necesaria e importante, no sólo porque guarda relación con un sector importante en la economía española (que en tiempos de crisis necesita, si cabe, más reflexiones para poder elaborar estrategias de futuro) sino porque el asentamiento de los norteuropeos es uno de los causantes del proceso de europeización que experimenta ahora la sociedad española. Este proceso no se ha analizado de manera suficiente ni a nivel europeo ni a nivel nacional y tampoco a nivel regional y local. En este libro hemos puesto en contacto ideas de autores que pertenecen a diversas nacionalidades europeas, diferentes generaciones de investigadores, intentando establecer un equilibrio entre los experimentados en la materia y los que han descubierto el tema en los últimos años. Así se ha conseguido una colección que presenta una gran diversidad en cuanto a las perspectivas y en cuanto a los estilos de trabajo científico. 13

Como punto de partida e introducción a la temática, Vicente Rodríguez, del CSIC, presenta los movimientos europeos con dirección norte-sur y resume el estado de conocimiento respecto a las tipologías que hasta ahora se están proponiendo para abordar el fenómeno. Este texto se complementa por Karen O´Reilly, de la Universidad de Loughborough, que recuerda que el asentamiento de mayores norteuropeos está vinculado con una inmigración de familias e jóvenes compatriotas que, en buena parte, participan en mercados laborales llamados étnicos dirigidos especialmente a las personas de su nacionalidad o comunidad idiomática. El tercer texto introductor, escrito por Klaus Schriewer, de la Universidad de Murcia, reflexiona sobre las diferentes percepciones cotidianas y los conceptos que se aplican respecto a los norteuropeos. El primer capítulo reúne artículos que versan sobre aspectos que en la actualidad han generado preocupación en la sociedad española en general y especialmente en lo que a la gestión política se refiere. Joaquín Rodes, profesor de la UCAM, describe de manera sistemática las estrategias de los norteuropeos en cuanto al registro oficial y fenómenos vinculados, como la credibilidad de los datos oficiales estadísticos o los patrones de movilidad. Un aspecto relacionado con el registro que ha despertado gran interés en las comunidades afectadas y entre los científicos es la participación política. El hecho de que los ciudadanos europeos empadronados en España tengan derecho a participar activamente en la política local ha cambiado el ambiente y la relación de fuerzas en la política de muchas zonas del sur. Rafael Duran, profesor de la Universidad de Malaga, aporta un estudio respecto a la actividad cívica de los norteuropeos y los efectos que puede tener. Guadalupe Ortiz, Hugo García, Pilar Juan y Antonio Aledo, de la Universidad de Alicante, abordan esta última temática y presentan los resultados de un proyecto de investigación que se realiza sobre la participación de los mayores en procesos de planificación en la costa alicantina. Uno de los temas más problemáticos y a la vez más complicados es el de la cobertura sanitaria. En la Unión Europea los servicios sociales son competencias nacionales, pero a la vez es un objetivo político comunitario establecer un mer14

cado libre de servicios. Por una parte esto implica que se ha desarrollado un sistema multidimensional de directrices europeas, acuerdos bilaterales entre los Estados y Regímenes nacionales o regionales. Por otra parte, lo anterior conforma un marco complejo en el que se producen las estrategias de los norteuropeos en busca de una cobertura satisfactoria de sus necesidades. Inmaculada Hurtado García, de la Universidad Rovira i Virgili, de Tarragona, señala la importancia de este campo y presenta un análisis de algunos contextos sociales que tratan sobre la salud, enfermedad y atención. El segundo capítulo reúne tres contribuciones que se acercan a la realidad de los norteuropeos desde descripciones etnográficas y elaboran reflexiones que nos llevan al interior mismo de las comunidades polinacionales. Asle Hogmö, de la Universidad de Tromsö, en Noruega, dibuja cómo los norteuropeos de una urbanización de la costa construyen su vida cotidiana y cómo esto contribuye a crear una comunidad. Lorena Gulino, de la Universidad de Basilea, profundiza en las personas con biografías móviles, independientemente de sus nacionalidades, y su papel de posibles mediadores en las comunidades polinacionales. Modesto García, profesor de la UCAM, se aproxima a experiencias personales y sueños de emprender nuevas vidas que acompañan a estas movilidades de ciudadanos y que a veces se desmoronan antes incluso de llegar a tener significado social. En el capítulo tres presentamos dos artículos que versan sobre cuestiones conceptuales. Alejandro Mantecón, también profesor de la Universidad de Alicante, presenta un análisis de los principales actores sociales implicados y de las relaciones fundamentales que se establecen en la matriz del llamado turismo residencial. Parte de la escasez del suelo como recurso y se pregunta por las relaciones entre los residentes norteuropeos, los empresarios (especialmente del sector de la construcción, la población autóctona y los políticos como agentes principales y sus actuaciones en cuanto a la cultura tecnológica y la cultura no material. Por ora parte, Joan Miralles revisa el concepto de turismo que se utiliza tanto en investigación como por parte de empresas -especialmente las relacionadas con sectores próximos, como los de la hostelería y la construcción-, analiza sus posi15

bilidades y limitaciones, y lo relaciona especialmente con el fenómeno de masas. Los editores Murcia, noviembre 2008 Bibliografía CRIBIER, F., 1980, “A European Assessment of Aged Migration”, en Research on Aging 2 (2), pp.255-270 GAVIRIA, M., 1974, España a Go-Go. Turismo Charter y Neocolonialismo del espacio. Madrid, Ediciones Turner GAVIRIA, M., 1976, Turismo de invierno y asentamiento extranjeros en provincia. Madrid, CSIC GUSTAFSON, P., 2001, “Retirement migration and transnational lifestyles”, en Ageing and Society 21, pp. 371-394. HALL, M. & WILLIAMS, A. M, 2002, “Tourism, migration, circulation and mobility: The contingences of time and place”, en: HALL, M. WILLIAMS, A.M. (eds) Tourism and migration: new relationships between production and consumption, London, Kluwer Academic Publishers, pp.1-53 HUBER, A. & O’REILLY, K., 2004, “The construction of Heimat under conditions of individualised modernity: Swiss and British elderly migrants in Spain”, en, Ageing and Society, 24 (3), pp. 327-351 JURDAO, F., 1979, España en venta. Compra de suelo por extranjeros y colonización de campesinos en la Costa del Sol, Madrid, Editorial Ayuso JURDAO, F y SÁNCHEZ, E., 1990, España. Asilo de Europa. Barcelona, Planeta O’REILLY, K., 2000, The British on the Costa del Sol: transnational identities and local Communities, London, Routledge WARNES, A. (ed), 1982, Geographical Perspectives on the Elderly. Chichester, Sussex: John Wiley and Sons. Miscellaneous.

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