Los molinos harineros de Navalagamella en los documentos históricos.

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Descripción

Paisaje berroqueño modelado por el río Perales y sus afluentes

LOS MOLINOS HARINEROS DE NAVALAGAMELLA EN LOS DOCUMENTOS HISTÓRICOS M.ª del Mar Escalante Fernández, Arqueóloga / Miembro de MCyP y AMTTA M.ª Luisa García García-Saavedra, Arqueóloga / Secretaria MCyP / Presidenta AMTTA

Las ruinas de los molinos hidráulicos son elementos que nos recuerdan modos de vida ya desaparecidos que permitían obtener, entre otras cosas, la harina base de nuestra alimentación. Los molinos harineros de Navalagamella son un buen ejemplo de ello. Estas industrias se integraban perfectamente en el espacio natural donde se levantaban y fue ese mismo espacio natural el que condicionó las características arquitectónicas y mecánicas de estos molinos.

La vida económica y social de este municipio estuvo muy ligada a estas industrias, plasmándose en un sinnúmero de noticias recogidas en distintos documentos históricos que nos muestran la importancia que estas industrias han tenido en el desarrollo de esta población y de las de sus alrededores. Desde el nacimiento de la agricultura, el cereal se convirtió en base fundamental de nuestra alimentación. Los 54 Madrid Histórico

mecanismos para obtener harina, básicos en un principio, evolucionaron hasta convertirse en grandes edificios industriales. En sus inicios eran accionados por el hombre y/o animales y poco a poco fueron surgiendo, al compás de los nuevos avances tecnológicos y científicos, ingenios que posibilitaron un trabajo más óptimo. (ESCALERA y VILLEGAS, 1983). Los molinos hidráulicos fueron usados para todo tipo

agricultura, produciendo harinas y paños, que fueron muy apreciados por todas las gentes de las cercanías. En relación con esta industria, se aprovechó también la fuerza del caballo y del burro como medio de transporte, lo que favoreció el desarrollo económico de la zona a tra-

Molineta, uno de los molinos más básicos accionados manualmente

de actividades, desde la más común y extendida, la obtención de harina, hasta el procesado de telas. Ambos tipos de industria, la alimentaria y la textil, se encuentran representadas en una localidad del noroeste de la provincia de Madrid llamada Navalagamella, en la que hubo, al menos, seis molinos harineros y un batán, que aún hoy podemos contemplar en las ruinas de sus edificaciones. Este municipio, situado en el piedemonte de la sierra del Guadarrama, se asienta en suelos graníticos, que determinan los recursos vegetales de la zona, como la encina y el enebro (REGUILÓN, 2007: 6), cuya madera, posiblemente se empleó para la construcción de la techumbre de las casas molinares y de su maquinaria (CÓRDOBA DE LA LLAVE, 1995). Asimismo, la piedra berroqueña sería el material utilizado en la construcción de estos ingenios hidráulicos. Estos suelos son modelados por el río Perales y sus afluentes, que generan de tanto en tanto quebradas y saltos a lo largo de su recorrido, dotando a la zona de una gran belleza paisajística, siendo el hábitat ideal para numerosas especies de animales salvajes como el jabalí, el buitre o el águila, en la actualidad, y el oso, en tiempos pasados. También posibilitaron el desarrollo agrícola por medio de explotaciones de trigo, cebada, garbanzo y lino. El río principal de esta zona, el Perales o Peralejos como era conocido en otros tiempos, es un río de escaso caudal, que condicionó la elección del tipo de molino que mejor se adaptaba a sus características como es el de rueda horizontal o rodezno. Esta rueda, en origen, se instalaba directamente en el cauce del río y con posterioridad se introdujeron mejoras que aumentaron su rendimiento por medio de la incorporación de una rampa o un cubo, que eran alimentados a través de un caz o canal que desviaba parte del agua del río hacia el molino. Este tipo de molino de rodezno es el que encontramos en Navalagamella. Ubicados en la zona noreste de su término municipal, se localizan el Molino de Baltasar, el Alto, el Carretero, el Serrano, el de El Escorial y el de Navarredonda. Todos ellos son molinos de cubo, a excepción del Molino Carretero que es de rampa. La estacionalidad que caracteriza al río Perales limitaba la actividad molinar a los meses de invierno, durante los cuales se transformaban los recursos procedentes de la

La red de comunicaciones está vertebrada por la Cañada Real Leonesa que hizo de Navalagamella lugar de paso, contribuyendo a su bonanza económica durante varios siglos, sobre todo durante la construcción del monasterio de El Escorial, con quien se comunica de manera directa a través de este camino y al que proporcionaban todo tipo de productos y mano de obra. vés de las vías de comunicación que se establecen desde y hacia estos ingenios hidráulicos, vertebrados a través de la Cañada Real Leonesa. El origen de estos edificios es incierto, surgiendo y usándose según las necesidades de producción y la capacidad de mantenimiento de los mismos por parte de sus propietarios, siendo escasas las ocasiones en las que los siete ingenios estuvieron en funcionamiento a la vez. La primera referencia a alguno de estos molinos se encuentra en el Libro de la Montería de Alfonso XI, escrito a mediados del siglo xiv: Val de Infierno et Val de Morillo es muy buen monte de oso en ivierno. Et son las vocerías, la una en el camino que va de Val de Morillo a Iliercas: et la otra en el camino que va de Nava la Gamella a Perales. Et ha menester que esté renuevo en el Guijo. Et son las armadas, la una en el camino que va de Val de Morillo a Nava la Gamella, et la otra al Molino. (Libro de la Montería: 161). Esquema de un molino de rampa. En la web, servicios.laverdad.es

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lino, que es complicado situar dado los cambios sufridos en la toponimia desde que este pasaje se redactó. El Pinarejo que es cabo Nava la Gamella es buen monte de puerco en ivierno, et algunas veces hay oso. Et son las vocerías, la una desde el molino a Nava la Gamella, et la otra el cerro arriba sobre el Pinarejo. Et es el armada entre el Pinarejo, et la Cabeza de la Ferrería. (Libro de la Montería: 161).

Molino de Navarredonda

La toponimia recogida en este pasaje se puede rastrear hasta la actualidad a través de la cartografía histórica. Los caminos mencionados que delimitan la antigua montería se pueden identificar actualmente con la Cañada Real Segoviana («de Val de Morillo a Iliercas»), la carretera de Navalagamella a Quijorna, M-521, («de Nava la Gamella a Perales»), y la carretera de Navalagamella a Valdemorillo, M-510, («de Val de Morillo a Nava la Gamella») y el arroyo Valdeyerno, («Val de Infierno»). Los estudios que diferentes autores han realizado sobre esta fuente no aportan una visión común sobre cuál era el molino mencionado en este fragmento del Libro de la Montería. Mientras que Gregorio de Andrés lo identifica con el Molino de Navarredonda (DE ANDRÉS, 2000: 38), otros autores lo han identificado con el Molino Serrano (VV. AA., 1999: 426). En el área delimitada por estos caminos se localizan cuatro molinos: el de Navarredonda, el de El Escorial, el Serrano y el de Manuel Carretero. De todos los que se sitúan en este entorno el Molino de Manuel Carretero es el que presenta menos complejidad técnica ya que la fuerza hidráulica llega al molino a través de una rampa en lugar de un cubo, lo que podría ser un indicativo de su antigüedad. No obstante, no se puede descartar que sea el Molino de Navarredonda el que es mencionado en esta fuente, como indica Gregorio de Andrés, ya que es una zona en la que abundan los topónimos relacionados con la montería como camino de los Monteros o Los Monteros. En otra de las monterías descritas en este libro del Medievo se alude a un mo56 Madrid Histórico

No obstante, De Andrés indica en su estudio que las vocerías que en este pasaje se describen estarían ubicadas en la zona que actualmente se denomina El Romeral y otra cercana a los molinos aguas arriba del puente Pasadero, mientras que las armadas lo harían en el nacimiento del arroyo de la Dehesa, situado entre el pico de Minga y la Cabeza de la Ferrería (DE ANDRÉS, 2000: 40). Actualmente, el lugar conocido popularmente como «Mingarabás» se localiza a los pies del cerro de El Romeral, al sur del núcleo urbano, y siguiendo su hipótesis, podríamos deducir que una de esas vocerías se situaría en el camino del Molino Serrano o de El Escorial a Navalagamella. Sea como fuere, en el Libro de la Montería ya se mencionaba la existencia de al menos un molino en el entorno de Navalagamella a mediados del siglo xiv, y que era usado como referencia topográfica. Las siguientes referencias históricas a estos molinos hidráulicos las encontramos en un documento fechado en 1510, referido a las disputas con los pueblos vecinos surgidas en relación a la delimitación del Ejido de Navalagamella, en el que se nombra el molino de Gramedal, Restos del puente del Pasadero sobre el río Perales

telas, requieren de un proceso de bateo que se realizaba en molinos bataneros impulsados por la fuerza hidráulica.

Catastro de la Ensenada, 1752: «A la Diez y siete que hay seis Molinos Arineros de Cubo a la Orilla del Río llamado Peralexos».

Extracto de las comprobaciones del Catastro del marqués de la Ensenada de 1761

que Antonio Laborda identifica con el actual molino de Navarredonda (LABORDA, 2003: 23). Posteriormente, en una revisión que se realizó de esta mojonera en 1561, se describe la existencia de al menos tres molinos en este municipio: el Molino de Martín González, en desuso en LARRUGA, 1791: «En la villa de Navalagamella existía en buen pie, en tiempo del Señor Don Carlos II fábrica de paños 14nos [catorcenos] Fue decayendo esta manufactura hasta el reynado del Señor Fernando VI». este momento, y que Antonio Laborda identifica con el actual Molino Alto, y otros dos molinos, situados aguas abajo pertenecientes a vecinos de Quijorna (LABORDA, 2003: 34). Se vislumbra así la importancia que los molinos tenían para todo el entorno y no solo para el municipio en el que se asientan, siendo muy dinámica la interacción entre gentes de uno y otro lugar. Las conclusiones de Laborda apuntan a que el Molino de Navarredonda es el más antiguo. Con la construcción del real monasterio de El Escorial, a partir de 1563, se desarrolló mucho la actividad textil relacionada con el lino, la lana y el cuero. La importancia de la fábrica de paños a finales del siglo xvii queda recogida en la obra de Larruga al indicar que «en la villa de Navalagamella existía en buen pie, en tiempo del Señor Don Carlos II fábrica de paños 14nos [catorcenos] Fue decayendo esta manufactura hasta el reynado del Señor Fernando VI» (LARRUGA, 1791: T. xiii-136). Tanto el encurtido como el tratamiento de las

Aunque hasta épocas posteriores no se documenta expresamente la existencia de un batán en el río Perales, sí tenemos noticias indirectas sobre el trabajo de un batanero en un pleito fechado en 1633-34 en el que un vecino de Valdemorillo, Pedro González, reclama a Gabriel Alonso, batanero, por los daños provocados en un paño que le dio para que lo tratara en el batán (LABORDA, 2003: 64). Es probable, por tanto, que existiera un molino batanero en el siglo xvii; quedaría por averiguar si este molino surge como molino batanero o se reutiliza uno de los molinos harineros asentados y documentados en siglos anteriores. Sin duda, la mayor fuente de conocimiento sobre los molinos del río Perales a su paso por el municipio de Navalagamella la tenemos en la documentación generada por el Catastro de Ensenada de 1752 que se complementa con la Comprobación de dicho Catastro realizada en 1761. Estos manuscritos permiten conocer un momento puntual de su historia, aportando información sobre los nombres de los propietarios de los molinos, su administración y la renta que le reporta, así como el tamaño de los edificios molinares, su ubicación, toponimia, el coste de su mantenimiento, además de los procesos de uso y desuso por los que pasan los molinos en apenas diez años. En ambos Libros se indica la existencia de seis molinos de cubo en el curso del río Perales, uno de ellos de dos piedras, y un batán. Mientras que en 1752 los seis molinos de cubo estaban en uso, diez años después tan solo funcionaban cinco de ellos. Asimismo, podemos observar que la Molino conocido como Serrano

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Molino Baltasar

mayoría de los molinos han cambiado de titular, permaneciendo bajo la misma propiedad el del real monasterio de El Escorial y el de Navarredonda, que cuenta, como ya hemos visto, con dos piedras. Según esta documentación, los molinos estuvieron vinculados con los grupos privilegiados probablemente debido a su importancia socioeconómica así como al coste que supone su construcción y conservación. Ejemplos de ello lo tenemos en que los propietarios fueran alcaldes, Miguel Rodríguez y Francisco Collado (LABORDA, 2003: 112113); miembros de la nobleza, don Joaquín de Sobremonte, señor de Chapinería, y de la Iglesia, como es el caso del real monasterio de San Lorenzo de El Escorial. En ocasiones la propiedad del molino o el batán es compartida por dos o más personas, como ocurre con el batán, cuyos propietarios, Juan Corral, Bartolomé Salobral el Menor y Francisco Hernández, comparten el molino a partes iguales; o con el molino de Gregorio Collado que pasa a ser de sus herederos Sebastián Collado y María Palomo de Alfaro, repartidos en tres cuartas partes del mismo para el primero y una cuarta parte para la segunda. Por norma, los molinos eran arrendados durante seis meses al año, cuando 58 Madrid Histórico

el río llevaba caudal suficiente para ponerlos en funcionamiento, como es el caso de Miguel Rodríguez que «le tiene arrendado […] en treinta fanegas de trigo […] a precio cada una de diez y siete reales». Asimismo, estos molineros complementaban su economía trabajando en otras actividades como la de carretero o labrador, como Juan Serrano que es «labrador, molinero» y tiene una carreta que «por ocho viajes al mismo respecto, se le consideran doszientos y quarenta reales de vellón». En ocasiones, el propietario era también el molinero, como ocurre con Francisco Casado o Gregorio Collado Mayor. En definitiva estos documentos nos indican que en el siglo xviii existían en funcionamiento seis molinos en 1752, cinco en 1761, y un batán en ambos momentos, siendo centros rectores de la vida económica y social de la zona. A finales de este siglo, Antonio de Lorenzana, sin dar una cifra exacta de los molinos que están en funcionamiento, menciona que uno de ellos «está situado junto al puente de piedra del camino de Quijorna, es del monasterio de El Escorial» (LABORDA, 2003: 84). Desde este momento las noticias sobre la existencia de molinos en el municipio comienzan a ser escasas, ya que los censos del siglo xix apenas aportan datos relevantes sobre estos ingenios hidráulicos, tales como su propietaMolino Alto

rio o su localización. A principios de siglo parece que, de los siete ingenios que habían estado activos en el siglo anterior, tan solo estaba en uso un molino harinero (MIÑANO, 1826: 431), aunque a mediados de siglo se vuelve a conocer el funcionamiento de cuatro (MADOZ, 1849: 51), que posiblemente sean los mismos molinos que aparecen mencionados en el Nomenclátor de 1877: Alto, Baltasar, Manuel Carretero y Antonio Lafuente y se encuentran cartografiados en la primera edición del Mapa Topográfico Nacional del mismo año. Estos mismos nombres se indican en el Censo de 1887. Debemos apuntar que el molino de Antonio Lafuente es el que perteneció al real monasterio de El Escorial y que pasaría a manos particulares con las desamortizaciones llevadas a cabo a mediados de siglo. Ya en el siglo xx, en el Diccionario del movimiento de 1957 se indica que existen en uso dos molinos de pienso (VV. AA., 1999: 411). Actualmente toda esta industria tradicional se encuentra en desuso y presentan diferentes grados de deterioro. El Molino Alto, el Serrano y el de El Escorial presentan un buen estado de conservación, mientras que el Molino Baltasar no conserva la sala de molienda y el Molino de Carretero ha perdido su edificio molinar. Por su parte, el Molino de Navarredonda ha sido transformado en una finca de recreo, lo que ha alterado mucho su apariencia primigenia. Ninguno de ellos conserva la maquinaria industrial. Los molinos hidráulicos localizados en la zona noreste del municipio de Navalagamella y diseminados por el río

Perales tuvieron un origen incierto pero al menos uno de ellos pudo tener un origen medieval, que por sus características constructivas, pudo ser el de Manuel Carretero. A pesar de las escasas noticias que tenemos de estos edificios industriales en los siglos xvi y xvii, debemos suponer que esta industria era pujante y que estuvo relacionada con la construcción del monasterio de El Escorial. Será ya en el siglo xviii cuando las fuentes nos detallen con más rigor la existencia de cinco molinos harineros y un batán en este municipio, apuntando al momento de mayor desarrollo de esta industria, que implicará no solo a los vecinos de Navalagamella, sino a los de otros pueblos cercanos. Su decadencia se producirá a lo largo del siglo xix con continuos vaivenes, funcionando en ocasiones uno de estos molinos y en otras, cuatro, hasta llegar al siglo xx, cuando solo dos ingenios industriales estarán en funcionamiento como molinos de pienso, hasta caer en desuso. Durante amplias generaciones, estos ingenios han sido no solo centros económicos, sino también sociales y culturales. A ellos se acercaban los propios y extraños a intercambiar productos y noticias, convirtiéndose en lugares de referencia para las gentes de estos parajes. Los restos constructivos de estos ingenios nos hacen añorar ritmos y modos de relacionarse con el entorno que, si bien no es posible retomar, sí debería ser posible de integrar en la sociedad actual como vestigios de una forma de vida sostenible y no contaminante potenciando su valor histórico que nos vinculan con nuestros antepasados.

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