Los mitos de la inmortalidad del alma y del infierno

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Descripción

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DE LA SERIE DE ENSEÑANZAS: MITOS CRISTIANOS

LOS MITOS DE LA INMORTALIDAD DEL ALMA Y DEL INFIERNO ___________________________________________________________________________________

Desde la perspectiva de la concepción hebrea del hombre en la Torá y en los profetas y su ampliación con la revelación dada por Yeshua y sus apóstoles

Rav Dr. Williams Pitter Rosh Yeshivat Talmud Torá BESH [email protected]

Maracaibo, Zulia. Venezuela

Rav Dr. Williams Pitter Los mitos de la inmortalidad del alma y del infierno

Contenido

INTRODUCCIÓN GENERAL

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Capítulo 1: LA TANAK Y LAS CULTURAS PAGANAS

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Introducción El argumento de las religiones antiguas El argumento bíblico

Capítulo 2: JUDAISMO Y CRISTIANISMO

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Paganismo y Judaísmo Los creyentes gentiles y Cristianismo Lutero y la inmortalidad del alma

Capítulo 3: LA VIDA Y LA MUERTE EN LA TANAK

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Introducción La constitución del hombre El hombre como “imagen del Eterno” La caída del hombre desde el texto hebreo Entendiendo el hebreo bíblico Las metáforas hebreas para la muerte y la resurrección La muerte como cesación absoluta de la vida Argumentos finales

Capítulo 4: RESOLVIENDO LAS DIFICULTADES

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Parte 1: LA PARÁBOLA DEL RICO Y LÁZARO Las parábolas de Yeshua en su contexto histórico y textual El origen egipcio de la parábola La autoridad de la Torá y los profetas Parte 2: LA FALSA DOCTRINA DEL INFIERNO Infierno y salvación El infierno no existe ni en las Escrituras Sobre el “tormento eterno” El “alma” y el “infierno” Y que Yeshua bajó a los infiernos Parte 3: LA APARICIÓN DEL “ESPIRITU DEL PROFETA SAMUEL”

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INTRODUCCION GENERAL Se dice que un día John Quincy Adams, ex-presidente de los Estados Unidos, ya un anciano de 80 años, caminaba lentamente por una calle de Boston, cuando se le acercó un amigo que le dijo: “¿Cómo se encuentra hoy John Quincy Adams?”. Él le contestó con una sonrisa: “Mire, John Quincy Adams está muy bien; pero la casa en que vive al presente está desmoronándose. Tiembla sus fundamentos, su techo está gastado y sus paredes son muy débiles, por eso se mueve al menor soplo de viento. Esta vieja morada está haciéndose casi inhabitable, y me parece que John Quincy Adams tendrá que mudarse muy pronto; pero en cuanto a si mismo está completamente bien”. Esta anécdota ilustra la creencia popular de la supervivencia del alma o del espíritu a la muerte física. Pero, ¿qué es la muerte?, ¿qué le sucede el hombre al morir?, ¿existe realmente un cuerpo etéreo llamado alma?, es decir, ¿posee el hombre una naturaleza dual de cuerpo y espíritu?¿sobrevive el alma a la disolución del cuerpo físico como afirman antiguas y modernas religiones?, ¿hay vida después de la vida?, si existen las almas, entonces, ¿adónde van las almas de los difuntos al cielo o al infierno, o algún estado intermedio esperando por el juicio final?. ¿Son ciertos los testimonios de mucha gente a quienes se la mostrado el infierno en sueños o visiones? ¿Existe una dualidad cuerpo-alma como afirma el Cristianismo? ¿En verdad existe un alma que se separa del cuerpo cuando ocurre la muerte? ¿Podemos comunicarnos con los espíritus de las personas ya fallecidas como afirma el espiritismo? ¿Son compatibles todas estas creencias del dualismo alma cuerpo con la creencia en la resurrección? ¿O reencarnarán repetidas veces las almas sucesivamente en otros cuerpos hasta que paguen toda la “carga karmática” según afirman las creencias de las filosofías orientales?¿Existe un bardo?, es decir, ¿hay un plano superior de existencia consciente entre una reencarnación y la siguiente? ¿Cuán confiables son los estudios de varias autoridades científicas que han realizado estudios sistemáticos con niños y personas que afirman (y suministran datos que han sido verificados) que ya han vivido vidas anteriores? 1. ¿Enseña la Biblia la doctrina de la inmortalidad del alma y del estado intermedio? ¿Existe un infierno como lugar de castigo para las almas de las personas que rechazaron el evangelio? ¿Cuál es el significado de la doctrina de la resurrección? Demasiadas preguntas, y todas ellas bien difíciles de contestar. En resumen, podemos preguntar cómo una vez lo hizo Job: “¿Si el hombre muriere volverá a vivir?” (Job 14:14). Desde los tiempos más remotos, los hombres, enfrentados ante el enigma de la muerte, han formulado esas preguntas. El asunto de la desaparición física y de la posibilidad de una vida más allá de la tumba o de una vida venidera ha sido motivo de preocupación y reflexión en todas las épocas de la humanidad. Es claro que la muerte ha entristecido a los hombres, pero invariablemente le ha infundido un deseo de inmortalidad, de perpetuarse más allá de los portales del sepulcro. Por alguna razón el instinto natural de supervivencia le induce al hombre a pensar que puede prolongar su vida más allá de la muerte física; de allí que la gran mayoría de las personas han creído en una vida futura. Tal vez esto ha sido el insumo básico para que los hombres, desde la más remota antigüedad, hayan formulado creencias acerca de espíritus que llevan o pueden llevar una vida más allá de las tumbas. Las grandes religiones antiguas y las culturas primitivas tienen en común este tipo creencias. Por otra parte, como ya sabemos, innumerables personas -cristianos, judíos e incrédulos- han testificado sobre experiencias ‘fuera del cuerpo’, ya sea (1) en una experiencia mística llamada 1

Veáse mi libro, Reencarnación: ¿Fraude o Realidad? Editorial Grolier, 1999.

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‘desdoblamiento astral’, (2) que han regresado del más allá después de habérseles declarado muertas, o (3) en visiones. A principios de los 80’s, este asunto alcanzó gran revuelo y difusión en un público más amplio a raíz del libro de Raymond Moody (Moody, 1981) llamado ‘Vida Después de la Vida’. El libro de Moody recoge testimonios de individuos que, al recuperar la conciencia, después de haber estado ‘clínicamente muertos’, informaron que habían visto sus cuerpos en el lugar del accidente o postrados en la cama del hospital, donde han escuchado las conversaciones de médicos y enfermeras. En todos los casos las personas dicen haber visto ‘túneles de luz’, ‘mundos y seres celestiales’ de indescriptible belleza. Estas experiencias, junto con un creciente número de libros escritos por autoridades científicas, sobre posibles casos de reencarnación, parecen sugerir la existencia de un alma o cuerpo espiritual como parte de la naturaleza del hombre, y que sobrevive a su desaparición física. Aparte de estas investigaciones, la creencia en la supervivencia del alma después de la muerte y otra suerte fenómenos paranormales están siendo reavivados en el seno de nuestra cultura occidental por medio de uno de los movimientos espiritualistas más espectaculares de los últimos tiempos conocido como la “Nueva Era”. Para la fe cristiana, en general, cuando alguien fallece es muy común oírles expresar ideas tales como: “ya partió con el Señor” o “ya está en la presencia del Señor”, para referirse a la creencia que el alma del creyente ya se encuentra en el cielo; si es un malvado, su alma va directo al infierno2. Todas estas creencias parecen ser confirmadas por una interpretación de las Escrituras, y recientemente pretende legitimarse por medio de una enorme cantidad de testimonios de personas evangélicas que afirman haber tenidos visiones o experiencias acerca de almas ya sea en el cielo o en el infierno 3. Testimonios que son muy similares a los que aparecen en el libro de Raymond Moody citado más arriba. Preocupado porque estas falsas creencias y sus respectivos testimonios que también se han infiltrado en las filas del judaísmo mesiánico, pues muchos de los creyentes del judaísmo mesiánico vienen del mundo cristiano o del judaísmo tradicional, he tomado la iniciativa de escribir este libro para tratar estos asuntos con el objeto principal de orientar al lector, y especialmente al creyente judío mesiánico; pues estos asuntos, como toda creencia, deben ser examinados desde la perspectiva bíblica-hebrea. En otras palabras, en este libro nos proponemos estudiar la antropología hebrea, o la constitución del hombre según la Tanak y, a la luz de este estudio, nos proponemos a examinar un conjunto de textos y episodios bíblicos del Nuevo Testamento que han sido tomados o interpretados por la tradición cristiana como pruebas de la existencia del dualismo almacuerpo, de la inmortalidad del alma, del infierno y del castigo eterno de las almas de los pecadores. Deseo que tenga presente lo siguiente: que la tesis o doctrina del infierno y del castigo que allí se recibe está fundamentado en otra creencia, la de la inmortalidad del alma. Así que, en los primeros tres capítulos de este libro me dedicaré a demostrar que ni la Torá ni los profetas y mucho menos las enseñanzas de Yeshua y sus apóstoles, contienen alguna afirmación sobre alguna especie de dualismo alma-cuerpo. De hecho, demostraré el contraste agudo entre la constitución del hombre en la Torá y el de las culturas paganas y cristianas. 2

Aunque no todos los teólogos cristianos comparten esta clase de creencias. Véase por ejemplo, la magnífica obra de R. L. Odom,. ¿Es el Alma Inmortal?. Asociación Publicadora Interamericana, 1994. Ver también, A. Ricciardi, El hombre según el Antiguo Testamento. Revista Bíblica, 1972, pp. 195-208. 3 También, ya anda circulando por internet el testimonio de un judío ortodoxo quien narra una experiencia espiritual de almas e infierno muy similar a los testimonios de persona de fe evangélica.

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Tan pronto uno se percata que no hay ninguna entidad espiritual llamada “alma”, como parte del hombre y que sobrevive a la muerte física, la doctrina del infierno y del castigo eterno del alma en ese lugar de fuego ardiente queda invalidada. Pero debido a que existen un número importante de frases en el Nuevo Testamento que han sido traducidas del griego bajo los términos “infierno”, “castigo eterno”, “lago de fuego”, etc., me veo obligado a tratar extensamente aquellas porciones en donde esas frases aparecen. A este examen está dedicado todo el cuarto y último capítulo. Finalmente, me gustaría ilustrar el punto principal de la discusión que estamos a punto de comenzar. En nuestra ciudad hay una compañía dedicada al negocio de la optometría y venta de lentes, y tienen como lema: “ven y verás”. El hecho que, las creencias de la inmortalidad del alma y del castigo eterno en el infierno, sean doctrinas fundamentales en muchos creyentes del cristianismo y aun del judaísmo, es porque todos ellos fueron influenciados por el platonismo; es decir, han examinado estos asuntos bajo la óptica de la filosofía griega. El cristianismo en particular, ha leído las Escrituras desde una óptica greco-latina, es decir, católica, y así también lo hizo la corriente evangélica desde su separación de Roma. Es realmente una pena que el judaísmo del segundo Templo, especialmente por el encuentro con la filosofía griega, se haya dejado seducir por este tipo de creencias4, generando una desviación en la interpretación clásica farisea acerca de la resurrección de los muertos 5. Y lo peor de todo, es que recientemente ha cobrado mucha fuerza la creencia de la reencarnación promocionada y enseñada por importantes rabinos, ya sea abiertamente al público o en las yeshivot o kolelim. En este libro no voy a discutir este asunto de la reencarnación en el judaísmo, pero remito a los lectores a la literatura que suministro al pie de página6. Le invito a Ud. a examinar con detenimiento las discusiones y análisis que aquí presento con el objeto que Ud. pueda llegar a la conclusión, desde la óptica hebrea, que no sólo son falsas las creencias en la inmortalidad del alma y del castigo eterno en el infierno, sino que además que tales creencias constituyen el puente hacia el espiritismo y; además, por si fuera poco desfigura el carácter santo, justo y bueno del Eterno, al hacerle creer que el Eterno va a mantener por los siglos de los siglos a los pecadores retorciéndose de dolor y blasfemando en las llamas del infierno. Y no sólo desfigura el carácter del Eterno también distorsiona las Escrituras cuando ellas declaran llanamente que la “paga del pecado es la muerte” (Rm 6:23). Este libro espero que sirva para que Ud. comprenda e internalice de un modo definitivo que la enseñanza central de la fe hebrea es la resurrección de los muertos; tal como lo señaló y resumió magistralmente Rabbí Shaul en 1 Corintios 15; y como desde la antigüedad lo creyó Abraham cuando llevó su hijo al monte Moriah a ofrecerlo en holocausto, justo como lo enseña también el libro de Hebreos (Hb 11:17-19).

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Entre los rabinos que enseñaron sobre el alma y su inmortalidad se encuentra Filón, de quien se dice transportó al interior del judaísmo estas creencias. Pero el dualismo alma-cuerpo ya se encontraba presente en la mente de los judíos mucho antes, como puede leerse en el libro de los Macabeos y en otros libros apócrifos judíos. 5 De hecho, no es difícil verificar en el Nuevo Testamento, que existían tres tipos de creencias entre los judíos con respecto a una vida futura: la del alma inmortal y su castigo en el infierno ; los fariseos que enseñaban y defendían la resurrección de los muertos en contra de los sacerdotes saduceos, quienes no sólo creían que la Torá no enseñaba la resurrección sino que tampoco creían en espíritus ni en ángeles. 6

D. Ber Pinson, Reencarnación y Judaísmo. Editorial AIS Or Mizrah, 2008

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CAPÍTULO 1: LA TANAK Y LAS CULTURAS PAGANAS Introducción Hace algún tiempo atrás escribí un artículo de investigación sobre antropología de las religiones titulado LA IDEA DEL ALMA EN LAS CULTURAS PRIMITIVAS Y EN LAS RELIGIONES ANTIGUAS7, en cual mostraba que, los antropólogos e historiadores de la religión habían descubierto que el pueblo de Israel, en base a sus Escrituras (Tanaj); poseían dos creencias importantes que lo distinguían de los pueblos paganos circunvecinos y de otras regiones del mundo: (1) el monoteísmo, y (2) el monismo antropológico; es decir, que el hombre es una unidad y que al morir su cuerpo va al sepulcro a la espera de la resurrección del muertos para el juicio final. Estos son los dos paradigmas centrales de la fe hebrea que descubrieron los antropólogos e historiadores de la religión8. En contraste, las tradiciones orales como los registros escritos de los pueblos paganos del mundo (de todas las épocas) muestran que ellos son politeístas; y al mismo tiempo mantienen, aun con ciertas variantes, la creencia en una dualidad cuerpo-espíritu, y que este espíritu o alma era inmortal y que sobrevivía a la muerte física. Por otro lado, religiones antiguas de la India y de la China, etc., la filosofía y vastos sectores de la teología occidental comulgan con el dualismo cuerpo-alma. El dualismo alma-cuerpo que el mundo pagano propone viene acompañada de otra muy importante para la fe católica y evangélica: la existencia de un infierno de fuego, en donde van a sufrir el castigo eterno todos los impíos. El respaldo bíblico para estas creencias viene generalmente de la famosa parábola del rico y Lázaro (Lc 16:19-31), y ciertas afirmaciones tomadas de algunas traducciones tales como: “y el diablo que los engañaba fue lanzado al lado de fuego y azufre, donde estaban la bestia y el falso profeta; y serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos” (Ap 20:10). Estos elementos, le han dado fuerza a amplios sectores del Cristianismo para afirmar su creencia en un alma inmortal. Por ejemplo, ssegún el teólogo evangélico Luis Berkhof, existen por los menos cinco argumentos a favor de la inmortalidad del alma, que están basados en la creencia o postulado de que el hombre posee una naturaleza dual9. Los cinco principales argumentos en favor de la idea del alma y su inmortalidad son los siguientes: (1) el argumento teológico de la racionalidad de las obras de la naturaleza, (2) el argumento filosófico, (3) el argumento parapsíquico o de los fenómenos paranormales, (4) el argumento de las religiones antiguas y (5) el argumento bíblico. Debido a la naturaleza especulativa de los tres primeros argumentos, sólo vamos a discutir los dos últimos a fin de que el lector pueda apreciar que la creencia del alma no sólo es una falsa doctrina, sino que además constituye un peligroso puente hacia el espiritismo en cualquiera de sus variantes. Así que, en este capítulo me voy a limitar a analizar solamente dos de los argumentos en favor de la idea del alma y su inmortalidad: (1) el de las religiones antiguas y (2) el argumento bíblico. 7

En este capítulo presento un resumen de este artículo, pero quienes deseen leer el artículo completo pueden escribirme a mi correo electrónico: [email protected] 8 H. Smith, Religion of man, Ed. Harper & Row Publishers, 1958, pp. 50,51 9 L. Berkhof, Teología Sistemática. Editorial CLIE, 1983, pp. 804-806

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El argumento de las religiones antiguas Este argumento señala el singular hecho de que todas las religiones antiguas, ya sean de tradición oral o escritural, poseen en común la creencia en la inmortalidad del alma. En efecto, las religiones de los pueblos mesopotámicos, como por ejemplo, Babilonia y Siria contienen una rica literatura sobre el mundo de los espíritus. Los poemas épicos religiosos de la diosa Ishtar descendiendo a los infiernos y las aventuras de Gilgamesh en el mundo de los espectros testifican de una creencia de vida después de la muerte. El Libro de los Muertos de los egipcios es también un testigo prominente de la creencia en la supervivencia del alma al ocurrir el deceso. También las grandes religiones orientales como el hinduismo y el budismo enseñan claramente la inmortalidad del alma en sus libros sagrados. En ellos se introduce además la idea la reencarnación y de la transmigración de las almas. De todos modos es importante decir que en esas religiones establecen una forma de panteísmo en donde el alma humana se funde y es absorbida dentro de una “personalidad universal”. En otros pueblos como el de China y el Japón, la creencia en la inmortalidad del alma tomó la forma de culto a los antepasados. Los indios americanos, los pueblos bárbaros de Europa, y todas las tribus africanas y las tribus de civilizaciones antiguas y modernas de centro y suramérica (goajiros, yanomamis, piaroas, etc) también creen en un mundo de espíritus y muchos de sus rituales y concepciones del mundo estaban influenciadas por la creencia en la supervivencia de alma más allá de la tumba. La pregunta es: ¿es suficiente para admitir la creencia en un alma inmortal por el hecho antropológico que todas las culturas primitivas y religiones antiguas posean esta creencia? Pues no. Porque, como ya una vez mostró el antropólogo Houston Smith que los escritos hebreos (Tanaj) no contienen una sola declaración explícita sobre la inmortalidad del alma; lo que si se pueden hallar claras referencias acerca de una vida futura, pero ella estaba postergada hasta el día de la resurrección10. De allí es claro, que Berkhof, y ningún otro teólogo cristiano, puede tomar como bandera el argumento de las religiones antiguas para establecer la creencia en un alma inmortal como parte del cuerpo de doctrinas del Cristianismo; especialmente cuando el propio Berkhof admite que la inmortalidad del alma no es una enseñanza del Antiguo Testamento o Tanak 11, como discutiré más adelante Este agudo contraste entre los pueblos paganos del mundo y lo que establece la Tanaj con respecto a la inmortalidad del alma es una muestra adicional del cuidado que tuvo Hashem al instruir a Israel; que lo salvó de todas las formas de idolatría e espiritismo que tenían los pueblos paganos, pero que cayeron en ella cuando se apartaron de la Torá y de las amonestaciones de los profetas, como una vez lo hizo el rey Saul, a quien se le apareció un demonio imitando al profeta Samuel (1 Sm 28:3-25), lo que estudiaremos en el cuarto capítulo de este libro. El argumento bíblico El antropólogo Houston Smith ha mostrado que el monismo antropológico de las Escrituras hebreas, representa un paradigma singular y extraño a todas las creencias de los pueblos paganos, las cuales, básicamente creen en la dualidad alma-cuerpo. Sin embargo, el teólogo evangélico Luis Berkhof, pretende negar cambio paradigmático sobre la base de que la revelación es progresiva. He aquí su argumento: 10 11

H. Smith, Religion of man, Ed. Harper & Row Publishers, 1958:50,51. L. Berkhof, obra citada, p. 804.

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“Se ha dicho repetidas veces la afirmación de que el Antiguo Testamento, y particularmente el pentateuco (la Torá), no enseñan de ninguna manera la inmortalidad del alma. Pues bien, es perfectamente cierto que esta gran verdad se revela con menos claridad en el Antiguo que en el Nuevo Testamento...siendo razonable que la doctrina de la inmortalidad en el sentido de una bienaventurada vida eterna, pudo revelarse únicamente en todas sus consecuencias después de la resurrección de Jesucristo...”12. Esta cita es importante, porque tenemos a un teólogo importante admitiendo que la Tanak no enseña la inmortalidad del alma, según la investigación de otros teólogos, pero que aun así, pretende disolver tan categórica afirmación opinando que tal enseñanza se “revela con menos claridad en el Antiguo que el Nuevo Testamento”. Pero la objeción que presenta Berkhof tiene al menos una grave falla, su argumento no establece sólidamente que la inmortalidad de la que habla el Nuevo Testamento sea la del alma, que fue justamente lo que intentaba probar. Y en virtud de esta posición teológica, muchos teólogos y pastores se apoyan extensamente en el Nuevo Testamento para probar su particular punto de vista13, particularmente en la parábola del rico y Lázaro, y en un número de frases que han sido traducidas del griego como “infierno”, “castigo eterno”, etc., para mantener la tesis de la existencia del alma y su inmortalidad. Lo peor del caso, es que Berkhof, y otros que siguen su línea de razonamiento, pretenden argumentar que la Biblia “confirma” las creencias de las culturas primitivas y religiones antiguas y aun de las experiencias “paranormales”, que no se atreve a llamar por su verdadero nombre: “espiritismo”. El argumento bíblico a favor del alma y su inmortalidad y también del infierno, serán examinados con detalles en el último capítulo de este libro. Y Uds. verán, como los gentiles católicos de formación y mentalidad griega en cada aspecto de la vida, creyeron ver en los escritos de los apóstoles sus ideas acerca del alma y del infierno.

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L. Berkhof, obra citada, pp. 263,265. A esta forma de interpretar la Biblia se le dice “pre-comprensión”, es decir, ya la persona va condicionada por sus creencias a hacer una lectura del texto bíblico. Y este uno de los graves problemas que enfrentan los traductores, pues con mucha frecuencia le imponen al texto bíblico sus propias creencias, pues así le parece que la Escritura adquiere sentido. Veremos esto mucho más adelante cuando estudiemos los términos hebreos que traducen como “alma” y con los términos griegos que suelen traducir como “infierno” o “tormento en el infierno”. 13

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CAPÍTULO 2: JUDAÍSMO Y CRISTIANISMO Paganismo y Judaísmo Ya he comentado que todas las culturas paganas, antiguas y modernas, estaban contaminadas con la creencia del dualismo alma-cuerpo, pero Israel, gracias a la revelación dada por Hashem en la Tanak no participó de tales creencias y su fe en la vida futura estaba basada en la promesa de la resurrección de los muertos. Esta distinción esencial ha sido reconocida por antropólogos famosos tales como Houston Smith en su libro Religiones del hombre, que ya he citado. En esta oportunidad vamos a comentar sobre la filosofía griega antigua y su influencia en el Judaísmo y el Cristianismo con respecto a la inmortalidad del alma. Los filósofos griegos Sócrates, Platón y Aristóteles, por mencionar los más nombrados, absorbieron las ideas acerca de la inmortalidad y la vida futura del paganismo circundante. Con relación a este punto, es interesante mencionar que algunos investigadores muestran que la filosofía presocrátrica, hacia el siglo VI antes de nuestra era, absorbió la idea del alma y de su inmortalidad de la india, ideas que por primera vez se hacen presente, al menos en su forma escrita, en las mitología de Orfeo, un cantor y taumaturgo originario de Tracia, y sacerdote del dios Dionisio14: “Se han visto en la mitología órfica palmarios elementos de una tradición “oriental”. Concretamente el dualismo alma-cuerpo, mundo de acá y del más allá, y en general una concepción de la vida como fuga de lo terreno, se ha considerado como “una gota de sangre extraña” vertida en el espíritu griego. El suelo originario de estas doctrinas parece ser la lejana India, donde encontramos estas mismas ideas después del año 800 a.C. en los Upanishadas, textos teológicos exegéticos de los Vedas. Aparecen también en la religión de Zoroastro, en la altiplanicie del Irán, como se deduce de los más antiguos Gathas del Zendavesta. En todo caso, estas ideas debieron ser patrimonio del espíritu ario” Por ello, Platón15, por ejemplo, creía que las almas no olvidaban enteramente lo que habían experimentado o aprendido durante el curso de sus diferentes existencias previas, sostenía que sus conquistas intelectuales eran más que nuevos conocimientos, recuerdos de lo que habían aprendido en otro tiempo; y fundaba en estas supuestas ‘reminiscencias, en su dogma de la pre-existencia de las almas. Luego de la muerte de su maestro Platón, Aristóteles, se erigió como verdadero gigante intelectual escribiendo prolíficamente sobre diversas áreas como filosofía, religión, biología, física, etc. Para Aristóteles el alma era el principio de la vida: el alma poseía un elemento pasivo: la potencia de la mente como receptor del objeto del pensamiento, del mismo modo los sentidos son receptores de las impresiones de los objetos) y un elemento activo (que siempre está en acción y de cuya actividad depende todo raciocinio). Los escritos de éstos filósofos y de sus herederos, influenciaron fuertemente al Judaísmo. El sabio judío Filón (25 a.M-50 d.M) se inspiró en Platón para desarrollar sus ideas acerca de Dios y de su relación con el alma humana. Si bien es cierto que Filón admite la Tanak como una 14

J. Hirschberger, Historia de la Filosofía. Editorial Herder (1994), Vol 1, p. 44 Se ha encontrado reflejos de las concepciones órficas sobre el destino de las almas después de la muerte en los diálogos de Platón Gorgias, Fedón y la República. 15

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revelación del Eterno, no obstante para su interpretación se apoya “en el platonismo de su tiempo, la estoa, y sobre todo en la filosofía religiosa del neopitagorismo”16. La concepción o constitución del hombre según la Torá, como mostraremos, es radicalmente distinta a de la antropología religiosa o del paganismo, que es más bien dualista. Este dualismo alma-cuerpo suele estar presente en ciertos escritos llamados apócrifos, cuyo contenido no coincide con el tenor del resto de la Torá y los profetas. En efecto17, “la idea de la inmortalidad del alma en el sentido griego puede sugerirse en algunos pasajes en la literatura de la sabiduría y se haya definidamente en pasajes de los apócrifos. Esta línea del pensamiento fue desarrollado más tarde en el judaísmo helénico de la Escuela Alejandrina, en el período intertestamentario, del cual es ejemplo destacado el filósofo religioso Filón”. Permítanme una rápida evaluación de los llamados apócrifos del Antiguo Testamento en relación con la idea de la inmortalidad del alma presente en ellos. De acuerdo con la tradición atestiguada por Jerónimo, existen 14 ó 15 libros apócrifos. Todos se originaron en el período intertestamentario, que va del siglo II a.M. al siglo I d.M. Todos se escribieron originalmente en hebreo o en arameo, excepto Sabiduría, Oración de Manasés y 2 Macabeos, que se escribieron en griego. Casi todos se incluyeron en la traducción griega de la Tanak llamada Septuaginta. Para el catolicismo, la inclusión de esos libros, llamados por ellos deuterocanónicos, implica que los judíos de aquella época, en cierta forma, los consideraron revestidos de la misma autoridad que los demás libros del Antiguo Testamento 18. Sin embargo, los rabinos que se reunieron en el llamado Concilio de Jamnia en 90 d.C 19. asumieron la tarea de fijar el canon de los libros sagrados hebreos. Los criterios empleados por los rabinos fueron los siguientes: (1) composición del libro en hebreo o arameo; (2) antigüedad (por creerse que la profecía cesó con Esdras); (3) ortodoxia; y (4) calidad literaria. De acuerdo con estos criterios y otros factores, respecto a los cuales solo podemos conjeturar, los libros apócrifos quedaron excluidos del canon hebreo. Sin embargo, la decisión de Jamnia no afectó a los cristianos de los primeros siglos de nuestra era, puesto que su Biblia era el Antiguo Testamento griego, es decir, la Septuaginta. Muchos de los llamados “padres de la iglesia” citaron estos libros sin reconocerlos como parte de la Biblia cristiana. Cirilo de Jerusalén (m. 381) y Jerónimo (m. 420) fueron más explícitos en distinguir los apócrifos de los libros canónicos del Antiguo Testamento. Por ejemplo, Jerónimo, en el prefacio a los Libros de Salomón reporta haber hallado a Eclesiástico en hebreo, y en cuanto al libro de Sabiduría de Salomón menciona que fue compuesto originalmente en griego bajo el influjo de la cultura helénica, y que no es considerado como canónico “de la misma manera como la iglesia lee Judit y Tobías y Macabeos (en la adoración pública) pero no los recibe como Escritura canónica, así debemos permitir leer estos dos libros para edificación de la gente, pero no para el establecimiento de la autoridad de las doctrinas de la Iglesia”20.

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J. Hirschberger, obra citada, p. 255 R. G. Owen, Body and Soul. The Westminster Press, 1956, p. 178 18 “No sólo los católicos romanos y los ortodoxos griegos sostienen la canonicidad de los catorce libros apócrifos (en todo en parte), sino también por algunos eruditos protestantes de raigambre liberal hablan del “Canon Alejandrino”; para el cual reclaman igual validez que la del denominado Canon Palestino (de 22 a 39 libros)”. G. Archer, Reseña crítica de una introducción al Antiguo Testamento. Ed. Portavoz. (1987). p. 78. 19 Para una discusión detallada sobre fecha de la celebración del Concilio de Jamnia y de la agenda del mismo véase G. Archer, obra citada, pp. 45,74,85,542. 20 Citado por G. Archer, obra citada, p. 78. 17

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A pesar del rechazo de Jerónimo del carácter canónico de Sabiduría, Elesiástico, Judit, etc., en el III Concilio de Cartago hacia 397 d. C. se aprobó la canonicidad de estos libros21, bajo la influencia de San Agustín, quien hizo caso omiso de las objeciones presentadas 22. Esta decisión fue confirmada en el Concilio de Trento (1546), desde cuyo seno emanó un anatema contra la Reforma protestante que rehusaba aceptar como canónicos esas obras23. De esta manera, el libro de Sabiduría pasa a ser no sólo un libro canónico; sino fundamental para vincular en una unidad indivisible las nociones católicas de fe y razón, como lo demuestra las decisiones del Concilio Vaticano I (1869-1870)24 y la encíclica Padre Eterno de León XIII 25, que ya hemos comentado sucintamente. Aunque no existe un acuerdo acerca del carácter apócrifo entre teólogos católicos y protestantes; con todo, es un hecho universalmente reconocido que tanto el libro de Sabiduría como IV de Macabeos revelan en sus respectivos contenidos la presencia de elementos estoicos y platónicos. Estos elementos filosóficos, ajenos a la naturaleza y estructura del pensamiento de la fe hebrea, a juicio del presente autor, y de otros muchos autores, constituyen los criterios esenciales para evaluar la canonicidad del libro de Sabiduría26. La mezcla de elementos hebreos con estoicos y platónicos, presentes en el mencionado libro, se bosquejan a continuación: 1. Los elementos estoicos son los siguientes. La personificación de la sabiduría que aparece en este libro es de origen hebreo (Pr. 1:20-23), no obstante, la manera en que describe muestra la presencia de las ideas estoicos sobre el logos (logos). Aunque a diferencia del estoicismo, la sabiduría, y no el logos, es considerada como la fuente de toda razón humana (Sb. 9:1; 12:9,12; 18:15). 2. Los ingredientes platónicos son claramente diferenciados: la idea del cuerpo como corrupto y cárcel del alma (Sb. 9:15), la materia pre-existente a partir de la cual Di_s creó el universo (Sb. 11:17), la pre-existencia de las almas (Sb. 8:19,20; 15:8,11,16). Note sin embargo, que el autor de Sabiduría dice en 8:20: en virtud de que es bueno puede encarnar en un cuerpo no contaminado. Estos elementos, para cualquier que se digne de conocer la fe cristiana, demuestran, sin lugar a dudas, que el libro de Sabiduría no puede ser considerado bajo ninguna circunstancia como parte del canon bíblico. Esto además muestra dos cosas adicionales. La primera, como bien dice Eichrodt en su análisis de este libro y de IV de Macabeos y del método alegórico adoptado por Filón: “en todos esos capítulos estaba triunfando la sabiduría del paganismo”27, es decir, el paganismo de la filosofía griega. Lo cual demuestra el grado de contaminación o de helenización que había experimentado el pensamiento judío en su encuentro con la cultura griega, la cual, de lejos, por su filosofía y por las diversas manifestaciones artísticas, era muy 21

Ver por ejemplo, E. Denzinger, El magisterio de la iglesia. Ed. Herder, (1977). p. 35. “En lo que se refiere a Agustín, su actitud era poco crítica e inconsecuente. Por un lado echó todo el peso de su influencia en el Concilio de Cartago a favor de incluir los catorce libros en el canon; por otro lado cuando un antagonista apeló a un pasaje en 2 de Macabeos, para reforzar un argumento, Agustín le replicó que la causa que defendía era sin débil si tenía que recurrir a un libro que no estaba en la misma categoría que los libros recibidos y aceptados por los judíos”. G. Archer, op. cit., p. 81. 23 E. Denzinger, obra citada, pp. 223,224. 24 E. Denzinger, obra citada., pp. 419-421. 25 Ver por ejemplo, los comentarios de León XIII sobre las Escrituras en E. Denzinger, obra citada, pp. 457-461. 26 Refiriéndose W. Eichrodt a la fe hebrea de los sabios alejandrinos, entre ellos Filón, dice que ello “no impidió que fuera considerable la influencia de corte platónico y estoico, como puede verse en ciertos filosofemas concretos – una cosmovisión dualista, la pre-existencia del alma, el carácter eterno de la materia, la razón cósmica inmanente [logos estoico]- que aparecen en la Sabiduría de Salomón, o en la estructura toda de la ética, como se ve en el libro IV de los Macabeos ...”. W. Eichrodt, Teología del Antiguo Testamento, Ediciones Cristianddad (1975), p. 97. 27 W. Eichrodt, p. 97. 22

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superior a la de los pueblos paganos con los cuales se había encontrado el pueblo judío. De allí, parte del secreto del porqué el pensamiento judío fue seducido por el pensamiento griego. Los creyentes gentiles y Cristianismo Por otro lado, los llamados ‘padres de la iglesia’, de los primeros siglos de nuestra era, creyeron ver en la Biblia las mismas enseñanzas de la inmortalidad del alma, que ellas ya habían asimilado en su entorno cultural. La creencia en la pre-existencia del alma, teniendo a Orígenes como su principal exponente se limitó casi exclusivamente a la Alejandría del siglo III de nuestra era. San Agustín (340-430), enseñó, inclinándose por la concepción platónica, que el hombre poseía una naturaleza dual: cuerpo y alma; pero sostuvo la supremacía del alma. Muy posteriormente, en el siglo XIII, San Tomás de Aquino, se sirve de todas las ideas filosóficas anteriores a su época, y en una mezcla con textos de las Escrituras, propone que el hombre está compuesto por dos principios sustanciales diferentes entre sí: el alma espiritual y racional (la forma) y el cuerpo material (la materia). Según Aquino, el alma es creada en cada caso particular por Dios, se separa del cuerpo al ocurrir la muerte y sigue existiendo eternamente. El Dr. T. A. Kantonen en una documentada investigación sobre este asunto afirma que28: “el platonismo proveyó las formas más sublimes de pensamiento para el período formativo de la teología cristiana, no es sorprendente que muchos de los Padres identificaron a la doctrina cristiana de la vida eterna con la inmortalidad platónica y que el Quinto Concilio de Letrán (1512-1517) la adoptó como dogma de la iglesia”. El Dr. R. G. Owen, también comparte ese punto de vista29: “Platón …y sus seguidores…. son los responsables por imponer la antropología religiosa al pensamiento occidental…y sin duda fueron impresionados por la fuerza de los argumentos presentados por la filosofía griega para probar la inmortalidad del alma”. Es más, como resultado de tratar de entender cómo se originaba el alma en el individuo se engendró una especulación filosófica-teológica dentro del Cristianismo católico que dio origen a las cuestionables enseñanzas conocidas como pre-existencialismo, traducianismo y creacionismo (Berkhof, 1983:803-809). Pero los problemas no terminaron allí. Los teólogos, en un intento de reconciliar la teoría de la inmortalidad del alma con la bien definida doctrina bíblica de la resurrección, se vieron en la imperiosa necesidad de crear una nueva y extraña doctrina: la del estado intermedio, de donde viene la bien conocida idea del ‘purgatorio’(Berkhof, 1983:809-813). El estado intermedio, o “bardo cristiano”30 es “cierto lugar” a donde van las almas de los impíos y de los fieles, hasta el día del juicio final, en donde cada una de esas almas entran en los cuerpos para que se efectúe la resurrección para que empiece el juicio final. De esta manera artificiosa, la 28

T. A. KANTONEN, The Christian Hope. Harvard Divinity School Press, 1954, p. 27. R. G. Owen, Body and Soul, obra citada, p. 178. 30 La palabra “bardo” es parte del léxico de la literatura que habla o defiende la tesis de la reencarnación, y la usan para referirse a un “estado intermedio” en la que se encuentra alma de un muerto hasta su próxima reencarnación. Lo interesante del asunto es que los teólogos católicos llaman a este bardo “purgatorio”, un lugar de purificación de las almas, y los teólogos evangélicos le llaman simplemente “estado intermedio”, un lugar en donde las almas, ya sea de los pecadores o de los santos, están a la espera de la resurrección (es decir, para meterse en los cuerpos) a fin de recibir sus respectivas recompensas. La Escritura no enseña nada sobre este “estado intermedio”. 29

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teología cristiana intenta reconciliar la doctrina de la inmortalidad del alma con la del juicio final que ocurre después de la resurrección de los muertos. Lutero y la inmortalidad del alma Ya hemos comentado brevemente que la enorme influencia que tuvo la filosofía griega antigua sobre el Judaísmo y el Cristianismo, particularmente con respecto a la inmortalidad del alma. En esta oportunidad aportaremos algunos datos históricos acerca de cómo la creencia de la inmortalidad del alma pasó del Catolicismo al mundo evangélico en los tiempos de la Reforma de Lutero. A continuación presentaré cómo la doctrina de la inmortalidad del alma se introdujo de contrabando dentro de la fe evangélica en los tiempos de la Reforma de Martín Lutero, quien la refutó como una falsa doctrina, y la declaró como parte del “estiércol romano”. Sobre los tiempos de la Reforma los historiadores evangélicos han escrito miles de libros y artículos sobre el valor de Lutero, de sus famosas 95 tesis, de su férrea oposición al papado y a sus falsas pretensiones de gobernar a la Europa de entonces, de la protesta de los Príncipes alemanes en la Dieta de Spira en 1529, de la erudición de Calvino y del celo de Guillermo Farel y Ulrico Zwinglio, etc. En el aspecto doctrinal, también se ha escrito extensamente sobre el redescubrimiento luterano de la justificación por la fe sola, del sacerdocio de los creyentes; la sola Scriptura, etc., y la demolición completa del sistema teológico-filosófico construido por Tomás de Aquino. Pero poco o nada dicen los historiadores –seculares o religiosos- acerca del hecho de que Lutero asimiló la creencia de la antropología hebrea que concibe al hombre como una unidad; y, en este sentido Lutero usaba las metáforas de los escritores hebreos como el “dormir” y el “despertar” para referirse a la muerte y a la resurrección respectivamente, lo que se puede ver en su comentario al libro de Eclesiastés. Con esta posición doctrinal, no sólo rechazaba el dualismo cuerpo-alma del platonismo que se había instalado en la mente de los hombres y en el cuerpo de enseñanzas del catolicismo; sino que además, condenó a la doctrina de la inmortalidad del alma y la del castigo eterno en el infierno como “fábulas monstruosas que forma parte del estercolero romano”. Este es uno de los secretos mejor guardado en el mundo evangélico. La pregunta es ahora, si Lutero había rechazado esas dos creencias católicas y dado la poderosa influencia de las enseñanzas de sus escritos y sermones, ¿cómo se puede explicar que el mundo evangélico ahora crea en la doctrina de la inmortalidad del alma y del castigo en el infierno? He aquí la respuesta. La Confesión de Ausburgo de 1530, escrita por Lutero y Felipe Melachthon, que recogió todos los artículos principales de la fe evangélica (sobre Dios, el Hijo de Dios, el bautismo, la santa cena, ect.), y aquellas materias que eran objeto de controversias con los católicos (el culto y la invocación de los santos, el poder de los obispos, etc.) no aparece la doctrina de la inmortalidad del alma y del castigo en el infierno. Tampoco tales doctrinas aparecen en los artículos de la Esmalcada redactados por Lutero en 1537. El asunto es que, en la Confesión de Ausburgo, se trató de redactar un conjunto representativo de creencias evangélicas en las cuales los reformadores alemanes estuvieran de acuerdo, y así presentar un frente unido al papado. Y por esta razón, esas dos doctrinas no aparecen en las confesiones de fe originales de la Reforma aunque Felipe Melachthon y otros líderes evangélicos de la época no estaban de acuerdo con Lutero. Pues bien, Melachton, luego de la muerte de Lutero, dotado de un carácter muy distinto al del recio Lutero; intentó contemporizar con los líderes católicos a fin de disminuir los conflictos con Roma, y, entre otras cosas, introdujo la doctrina de la inmortalidad del alma dentro del 12

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conjunto de las creencias de la fe evangélica. Estos cambios no encontraron oposición dentro de los líderes evangélicos porque muchísimos de ellos, viniendo de la fe católica ya tenían sembradas en sus mentes las ideas del alma inmortal y la del infierno. Por ejemplo, la Fórmula de Concordia de 1577, escrita por cientos de fieles teólogos luteranos, en uno de sus artículos trata sobre la “bajada de Jesús a los infiernos”. Aquí ya se hacía presente las doctrinas que Lutero había condenado como fábulas monstruosas del romanismo. Ya el daño estaba hecho.

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CAPÍTULO 3: LA VIDA Y LA MUERTE EN LA TANAK Introducción Dentro de las filas del cristianismo se ha popularizado la creencia de que todos los convertidos al morir “van a la presencia del Señor”, en donde disfrutan de las recompensas celestiales por sus buenas obras. De allí, que algunos digan, cuando muere un fiel creyente, “fulano partió con el Señor”, y si no lo es, se dice, que su alma ha sido arrojada al infierno. Aun más, algunos han testificado que sus almas se han salido del cuerpo y han visto como los médicos o familiares le asistían cuando habían fallecidos. Incluso, muchos citan que existen grabaciones de voces humanas en sufrimientos cuando se excavaron ciertos pozos profundos, con lo cual infieren de que se trata de las almas de los fallecidos que se encuentran retorciéndose en el infierno. Algunos creyentes han aportado sus testimonios, en cuanto a que han sido llevados al infierno y han visto no sólo a las almas de los muertos quemándose y sufriendo en el infierno sino también las figuras deformes de los demonios y demás seres infernales. En virtud de estas creencias y experiencias, necesitamos contestar las siguientes preguntas: ¿es cierto que cuando una persona muere su alma va algún lugar específico?, al cielo si es creyente o al infierno si es incrédulo. Si es así, si ya cada quien recibe su recompensa al momento de morir, ¿entonces para que la resurrección?, ¿será que las almas son enviadas de nuevo a los cuerpos para el juicio final para recompensar a cada uno según su obra? Pero, esto no tiene sentido, ¿ya las almas no estaban recibiendo sus respectivas recompensas cuando fueron al cielo o al infierno según el caso? Como ven la doctrina de la inmortalidad del alma plantea un conflicto entre la doctrina del juicio y la doctrina de la resurrección, como ya discutimos en el Capítulo anterior. Además, contradice la clara sentencia de 1 Timoteo 6:16, que Dios “es el único que tiene inmortalidad”. La constitución del hombre Cuando Hashem-Elokim crea al hombre, es muy claro que el hombre fue creado mortal, dado que la prolongación de una vida saludable y permanente estaba sujeta a comer del fruto del árbol de la vida; y el acceso a este fruto estaba condicionado a su fiel obediencia de la Palabra del Eterno. De hecho, tan pronto pecó le fue negado el acceso al árbol de la vida (compare Gn 2:15,16 con Gn 3:22); y así, vino el dolor y también la muerte; porque esta es la paga del pecado (Rm 6:23). Y este es el primer punto que debemos darnos cuenta: que el derecho a la inmortalidad sólo estaba garantizado por la obediencia a la Palabra del Eterno. Ahora bien, note que en Gn 2:7 se nos dice que el Eterno formó a Adán de la tierra y en Gn 2:19 también dice que el Eterno formó a los animales de la tierra. Sin embargo, cuando uno lee el texto hebreo al referirse a los animales dice “vayitzer” (“y formó”) pero al referirse al hombre dice “vayiytzer”. ¿Por qué el texto hebreo contiene una letra “yud” extra cuando se refiere a la formación de Adán? Aparte de esto, el texto hebreo, en referencia a la formación del hombre explícitamente añade algo que no lo dice en referencia a la formación de los

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animales: dice el texto hebreo que el Eterno “insufló en su nariz aliento de vida (nishmat jayim”31. Vamos a explicar esto. Esta diferencia que resalta el texto hebreo de la Torá se puede entender si nos detenemos a considerar con detenimiento cómo la Torá nos explica la constitución del hombre. Note la siguiente diferencia en el texto hebreo: que desde Gn 1:26,27 se describe la parte divina del hombre y, desde Gn 2:7 al 17, se describe la parte terrenal del hombre. Esto significa entonces que en la constitución del hombre, o hablando como en términos teológicos, que la antropología bíblica define al hombre original con dos partes: una divina y una terrenal. La pregunta es, si esa parte divina es “el alma pura que viene de Di_s”. Nada que ver, a continuación mostraremos que la parte divina que tenía el hombre original (y que aún retiene el hombre a pesar del pecado) tiene que ver con el carácter del Eterno. El hombre como “imagen del Eterno” (“Tzelem Elokim”). De acuerdo con la Torá el hombre fue creado perfecto, “a imagen y semejanza de Hashem” (Gn 1:26,27). La palabra hebrea que traducimos como “imagen” es “tzelem”, que es una referencia al carácter, y como la Torá dice que el hombre es “tzelem Elokim”, o “imagen de Di_s”, entendemos entonces que el hombre fue creado con los atributos divinos de bondad, justicia y santidad. Es decir, lo divino que hay en el hombre es el carácter, pues él es “tzelem Elokim”, la imagen del Eterno. Esta es la diferencia crucial que desea resaltar el texto hebreo cuando nos dice que tanto los animales como el hombre fueron creados de la tierra, sin embargo, cuando el texto hebreo le coloca una “yud” extra cuando narra la formación del hombre alude que el hombre tiene algo que lo diferencia esencialmente de los animales: un atributo divino, que se manifiesta en bondad, justicia y santidad. Tome en cuenta que, desde esta perspectiva, lo que diferencia entonces al hombre de los animales no es la razón como suele pensar la filosofía occidental, sino más bien una razón gobernada por la bondad, la justicia y la santidad, puesto que, sin estos atributos el hombre simplemente puede ser considerado un “animal superior”, o como bien dice Rav Shaul: “muerto en delitos y pecados” (Ef 2:1). Tan pronto hemos discernido por el texto hebreo el significado que el hombre originalmente fue creado como “tzelem Elokim”, queda también claro, que lo divino en el hombre viene definido por el carácter que el Eterno transfirió al hombre cuando lo formó. Pero esto, y no debe ser una sorpresa, tiene que ver con el Mesías Yeshua. Me explico. Rav Shaul nos informa que Yeshua es “la imagen del Di_s invisible” (Col 1:15), en otras palabras, Yeshua es, por excelencia el “tzelem Elokim”, pues, nadie como Él exhibió el carácter santo, justo y bueno del Eterno. De hecho, al decir la Torá que Adam era “tzelem Elokim”, no sólo tenía la intención a nivel peshat de referirse a los atributos divinos en el carácter de Adam, sino que, a nivel remez era una alusión al Mesías. Y esto lo explica justamente el mismo Rav Shaul cuando nos enseña que Adam era una figura del Mesías Yeshua!! (Rm 5:14).

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Tanaj, Edicion de Katz, editada por Y. Huerin. Editorial Jerusalem de México, 2004.

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Todo esto significa, que el hombre fue creado con una inclinación hacia el bien (yetzer hatov). De modo que, la naturaleza de nuestros primeros padres, Adán y Javá (conocida por Eva, por las traducciones latinas), era santa, justa y buena. Estas características definirían la naturaleza del hombre antes de caída. En un lenguaje más teológico, la antropología bíblica define lo que se llamado un monismo antropológico, la unidad esencial del hombre queda definida en su parte material tomada de la tierra y su parte divina que tiene que ver con el carácter. En otras palabras, cuando el hombre fue creado no se le insufló una entidad espiritual pura llama “alma”, como erróneamente ha pensado vastos sectores del cristianismo, y lastimosamente también muchos rabinos. Para rematar estas ideas, permítanme cita a un teólogo católico que examinó con honestidad los textos hebreos que venimos estudiando, particularmente, Gn 2:7, y que publicó en una revista internacional de teología y que puedo enviárselo a todo el que me lo solicite32: “Es la nismat jayyim que hace del hombre una nefes jayyá, un “alma” o “ser viviente”. No se dice que el hombre recibió un alma, sino que el hombre en su totalidad (cuerpo y alma) se convirtió en un “alma” o “persona viva”. Nos encontramos aquí ante la concepción monista del hombre, distinta a la griega que separa netamente el hombre dos o tres elementos: el cuerpo, el alma y/o el espíritu.”

La caída del hombre desde el texto hebreo Ya hemos estudiado que, antes del pecado, la Torá describe al hombre con atributos en términos absolutamente benignos: santo, justo y bueno. Por lo que, originalmente el hombre tenía comunicación libre y abierta con el Creador y también con los ángeles. En palabras del pensamiento hebreo: el hombre tenía los “ojos abiertos”; expresión hebrea que se usa para señalar una elevada condición y conciencia espiritual que le permitía vivir en armonía no sólo con el mundo espiritual sino también con las criaturas del mundo natural en donde fue creado y vivía. La ruptura de este orden fue provocada por el pecado; y en este sentido podemos decir, que fueron cerrados los “ojos del hombre”, quedando espiritualmente “muerto en delitos y pecados” (Ef 2:1). Y como sabemos por las Escrituras, estos son ocasionalmente abiertos ahora en nuestra actual condición pecaminosa por gracia del Eterno y gracias a la Ruaj Hakodesh. Algunos episodios bíblicos nos ayudará a entender esto mucho más. 2 Ry 6:17. Cuando se capta eso, uno puede captar con mayor profundidad la falsa promesa del enemigo cuando tienta a Javá con la propuesta: “serán abiertos sus ojos” (Gn 3:5), esto es, alcanzaría el nivel espiritual más elevado, similar a Elokim, el cual el propio Elokim le estaba negando de manera injusta. Sin embargo, luego de la caída de nuestros primeros padres a la buena inclinación original vino a ser contrarrestada y hasta llegó a ser dominada por la mala inclinación (yetzer hará) como 32

A. Ricciardi, El hombre según el Antiguo Testamento. Revista Bíblica, 1972, pp. 195-208.

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bien lo dice David cuando por inspiración declara “He aquí, en maldad (avon) he sido formado, Y en pecado (jattat) me concibió mi madre” (Sal 51: 5). Esto no se refiere en ninguna manera que el nacimiento de David haya sido producto de un adulterio, como especulan algunos. Nada que ver. Esta declaración tiene en verdad su fundamento en la revelación que nos da la Torá en cuanto a que, el hombre es pecador desde el mismo momento en que es concebido. Justo esto es lo que dice Gn 8: 21: “la inclinación del corazón del hombre es hacia el mal desde su neudim”. Desafortunadamente, la palabra “neudim” ha sido traducida en el pasuk de Gn 8:21 como “juventud”, que a la verdad puede adquirir ese significado en algunos textos de la Biblia. Pero, la pregunta es, ¿Por qué en estos pesukim si podemos traducir pesukim como “juventud” o “joven” pero no en Gn 8:21”. La respuesta es sencilla: la palabra “neudim”, en su significado esencial, define de manera correcta el carácter inestable del joven o de la juventud. Esto llega a ser más claro cuando nos percatamos que la palabra neudim de Gn 8:21 viene de “naor” que significa “sacudir” o “estremecer” y se refiere a la inestabilidad original con la cual nace cada hombre. Es decir, la Torá nos inofrma de la condición humana que, tan pronto es concebida ya está inclinada hacia el mal, y por lo tanto el pasuk de Gn 8:21 nos está hablando que el pecado (la mala inclinación o yetzer hará) “sacude” o “estremece” la buena inclinación original y la desvía permanente hacia el mal. Por esta razón, el profeta Isaías declara que “los impíos son como el mar en tempestad, que no puede estarse quieto, y sus aguas arrojan cieno y lodo” (Is 57:20). Y por ello termina diciendo que no hay paz para los impíos (Is 51:21). De allí que pecado es transgresión de la Torá (1 Jn 3:4) a causa de la inestabilidad original que acusa cada hombre, es la inclinación al mal o yetzer hará como se dice en el judaísmo, o la naturaleza pecaminosa como lo dice la teología. Por tanto, aparte de la inclinación natural hacia el bien con la cual fue creado el hombre, a causa del pecado, se corrompió la naturaleza humana original (santa, justa y buena), dando así paso al surgimiento de la inclinación al mal. Estas dos tendencias combaten en el ser humano desde el momento de su concepción, como ya mostramos más arriba, pero la mala inclinación es justo lo nos hace pecadores aun antes de cometer el primer pecado intencional, de allí que se dice que tengamos “naturaleza pecaminosa”. Refiriéndose a estas dos tendencias dominantes en el ser humano Yeshua dijo: “pues si vosotros siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, cuanto más….” (Mt 7: 11). La imagen del Dios en el hombre, representada naturalmente por la buena inclinación, también puede ser desfigurada por causa del pecado como lo enseña también en la parábola de la oveja perdida (Lc 15: 8.10). De igual manera, Rav Shaul nos habla en Romanos 7 y 8 del combate entre la carne y del espíritu, y de la necesidad de la Ruaj Hakodesh para colocar en sujeción a la mala inclinación o deseos de la carne. Por otra parte, el pecado anuló la visión espiritual del hombre y canceló la comunicación con el Eterno y sus ángeles; y se encuentra espiritualmente muerto, es decir, un hombre natural totalmente incapaz de discernir lo espiritual (1 Co 2:14); o como lo dice Rav Shaul en otro lugar, que el impío “está muerto en delitos y pecados” (Ef 2:1) sólo sus “ojos pueden ser abiertos” por medio de la acción Ruaj Hakodesh que lo convence de pecado, justicia y juicio (Jn 17

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16:8). Justamente de esto nos habla Rav Shaul cuando afirma que la Ruaj Hakodesh alumbra los ojos del entendimiento a fin de que conozcamos la esperanza a la cual fuimos llamados (Ef 1:18). Esto puede ser entendido mejor si recordamos que la palabra Torá tiene como definición la idea de “instruir al niño en el arte del arco y de la flecha”; ello, por su puesto, con la idea que dé en el blanco. Si volvemos al jardín del Edén y recordamos las palabras con las que le responde Javá al Eterno: “la serpiente me engañó” (Gn 3:13). La palabra que generalmente se traduce como “engaño” es “hishiani” que también aparece usada como “confundir” en 2 Cr 32: 15, contiene la idea de “dar la vuelta”, “devolver” o “volver” a un lugar (Lv 25: 28; 2 Sm 14: 13; 2 Ry 8: 6). Es decir, lo que Javá le dice al Eterno, y de paso nos informa a nosotros, es que el enemigo “le ha volteado su mente”, la ha desviado de la dirección original que le permitía adorar al Creador. Esta es la carga semántica del significado de “hishiani”, la imagen del Eterno, fue así alterada. De aquí aprendemos que el hombre tenía su vida orientada hacia el Eterno, pero el pecado cambió esa dirección y el hombre, metafóricamente hablando, quedó de espaldas a Hashem; de allí el llamado de Hashem al hombre para que vuelva a Él (Zc 1: 3); que es también un llamado al arrepentimiento a Israel hecho por todos los profetas. La idea de “volver” a los caminos del Eterno se encuentra varias veces en la oración del rey Shlomo (1 Ry 8: 33, 47, 48) que nos enseña que el arrepentimiento (“volver”) es la única condición para obtener el perdón y el favor de Hashem. En la literatura judía usamos “teshuva” o “hacer teshuva” (“dar la vuelta” ) con la idea de arrepentimiento particular mente desde Rosh Hashanah hasta Yom Kippur, que son diez días y se conocen como “días de teshuvah”. Ver la paradoja que se presenta entre Zc 1: 3 y Mi 3: 7. Es en este contexto que podemos entender que Yeshua es nuestro reposo (Hb 4:10), pues la inestabilidad original con la cual nacemos, que restringida cuando aceptamos el señorío de Yeshua sobre nuestra vida y la Ruaj Hakodesh se hace presente en nosotros 33, y será anulada en ocasión de la segunda venida. Entendiendo el hebreo bíblico Muchos se confunden con el significado y uso de las palabras hebreas “ruaj” y “nefesh”. En el hebreo bíblico tenemos cuatro términos importantes: ruaj, nefesh, neshamah y basar, para referirse a la constitución del hombre, pero basar significa específicamente “carne” y es empleado también para referirse a los animales. Vamos a examinar las tres primeras palabras a fin de conocer sus significados en el contexto del pensamiento hebreo. Todos conocemos que la función del habla se realiza por medio de cinco órganos que actúan conjuntamente: la boca, la lengua, el paladar, la garganta y los labios. Y tal acción conjunta de estos cinco elementos expresan la unidad que hace posible el habla humana. Sin embargo la Escritura abundan expresiones tales como: (1) “Mi boca publicará tu justicia” (Sal 52:15), (2)

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Romanos 8 está dedicado completamente a explicar la victoria del Espíritu sobre los deseos de la mala inclinación, a contrarrestarla y a incentivar las potencialidades de la buena inclinación que hay en nosotros.

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“Mi lengua hablará de tu justicia” (Sal 35:28), (3) “Mis labios te bendecirán” (Sal 53:4), (4) “Clama a voz en cuello, no te detengas” (Is 53:1). Note que en cada caso, sólo uno de los cinco órganos está mencionado explícitamente, y los otros cuatro quedan implícitos. Esta es una de las peculiaridades del hebreo para expresar las ideas en las Tanak, en la que un acto, que en verdad es realizado por la acción conjunta de varias y diferentes cosas, en ciertas ocasiones expresa tal acto como si fuese realizado por una de ellas, ignorando las demás. Así que, las demás cosas que aparecen ignoradas en el pasuk en cuestión, en verdad se encuentran implícitas. Esta forma de hablar es una forma literaria conocida como sinécdoque en la que se menciona una parte como representativa del todo y en donde además se supone que las demás, aunque no estén mencionadas directamente están también involucradas en la acción mencionada. Igual sucede con la llamada tricotomía de la persona humana: espíritu, alma y cuerpo (1 Ts 5:23), que ha confundido a muchos creyentes. Por ejemplo, Yeshua una vez dijo: “Mi alma está muy triste hasta la muerte” (Mt 26:38). ¿Y qué pasó con el cuerpo y el espíritu? Sencillamente quería decir que todo su ser estaba conmovido. De hecho, el texto dice de 1 Ts 5:23, “todo vuestro ser: espíritu (neuma), alma (psiqué) y cuerpo (soma), sea guardado irreprensible para la venida del Señor”. Otro ejemplo, en Sal 51:17: “los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado”. ¿Y el alma?, ¿permanece ignorante de tales sentimientos? ¿Y el cuerpo? ¿Es que acaso no sabemos que cuando experimentamos una aflicción también nuestro organismo es afectado? En cualquier caso, tanto en el caso del Mesías como en el del salmista la idea principal es sencillamente esta: que el hombre es afectado por alguna situación particular, ya sea que en el lenguaje bíblico aparezca nefesh o ruaj. Y en este caso, vemos otra peculiaridad del pensamiento bíblico: está usando como equivalentes los términos ruaj y nefesh. También la Torá nos dice: “Amarás a Hashem tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma (nefesh) y con toda tus fuerzas” (Dv 6: 5). ¿Y qué pasó con el espíritu, no va amar también a Dios? No, es otra referencia que el ser humano ha de amar integra y totalmente al Eterno. El profeta Ezequiel da la siguiente sentencia: “el alma que pecare morirá” (Ez 18: 4), la cual es similar a la siguiente: “cuando algún alma pecare” (Lv 5:15). Bueno, ¿y no es el cuerpo el que peca y el alma permanece pura según algunas teorías filosóficas y teológicas”. De nuevo, la Torá se está refiriendo a la persona humana; de hecho, como veremos un poco más adelante, la palabra que aquí se ha traducido como “alma” viene del hebreo “nefesh” que también es usada en muchos pesukim bíblicos para referirse a las personas. Mire el siguiente pasuk: “Porque el alma (nefesh) de la carne (basar) están en la sangre” (Vy 17: 11). Veamos ahora un ejemplo en donde sólo se menciona el cuerpo: “Y será que de mes en mes y de shabbat en shabbat vendrá toda carne a adorar a su santo monte” (Is 66: 23). Otro, “Y bendiga toda carne su santo nombre” (Sal 145: 21). ¿Significan estos pasukim que estos adoradores son cuerpos sin almas o especie de zombies espirituales? Por supuesto que no. Simplemente la Escritura está describiendo las acciones de los redimidos, y nada más. Ahora vamos a analizar un conjunto importante de pesukim en donde aparecen los vocablos hebreos “nefesh”, “ruaj” y “neshamaj. Ya hemos afirmado el sentido hebreo de unidad del habla humana, la cual sólo es posible bajo la acción conjunta de varios órganos del cuerpo: los labios, la garganta, etc. También destacamos que en muchas ocasiones, el pensamiento hebreo destaca sólo uno de esos órganos como representativo del todo. Igual pasa con la constitución del hombre, a veces sólo se menciona una parte del mismo; por ejemplo: “Amarás a Hashem tu Dios, con todo tu 19

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corazón, con toda tu alma (nefesh) y con toda tus fuerzas” (Dv 6: 5). En este caso, como en muchos otros, la idea es que la totalidad del ser ama al Eterno. El planteamiento de fondo es que la Tanak propone una concepción antropológica según la cual el hombre es una unidad indivisa, un ser integral. En virtud de esto, muchos eruditos reconocen que el Antiguo Testamento enseña un monismo antropológico, en donde las expectativas de vida después de la muerte están basadas en la resurrección y no en un alma inmortal que abandona el cuerpo al fallecer éste. Con estas ideas en mente, sigamos nuestro estudio. Mire el siguiente pasuk: “Porque el alma (nefesh) de la carne (basar) están en la sangre” (Vy 17: 11). En el marco de las teorías almacuerpo este pasuk señalaría algo impensable: que el asiento del alma está en la sangre, y la sangre es otra parte del cuerpo humano. Es decir, que cuando se sale el alma del cuerpo en verdad lo que se está saliendo es la sangre (o viceversa). Este el absurdo al que se llegaría si los traductores cristianos fueran consistentes en seguir traduciendo nefesh como “alma”. Lo que pasa es aquí en este pasuk, es que en aquellas versiones bíblicas en donde los traductores creen en la doctrina de la inmortalidad del alma no traducen aquí nefesh por “alma” sino como “vida”, lo cual es la traducción correcta, es decir: “La vida de la persona está en la sangre”. Como se ve, nefesh también significa “vida”. Como vemos en este simple examen: la palabra que generalmente se traduce como “alma” no es ningún ser espiritual que se sale del cuerpo en el momento de la muerte sino que tiene varios significados según el contexto: vida, persona, etc. Estudiemos el siguiente pasuk. En Job 32:8 dice: “Ciertamente espíritu (ruaj) hay en el hombre, y la neshamah del Shaday hace que entienda”. Para entender este pasuk necesitamos examinar la constitución del hombre según la Biblia. En Berehit 2:7: “Entonces Hashem Elokim formó al hombre (adam) del polvo de la tierra (adamah), y sopló en su nariz un aliento (neshamah) de vida, y fue el hombre (adam) un ser (nefesh) viviente (jayim)”. Examinemos en detalle los términos nefesh, neshamah y ruaj (1) Nefesh: Debido a la influencia del pensamiento griego sobre el Judaísmo antiguo y sobre el Cristianismo, la palabra “nefesh” ha sido traducida en español como “alma” (soul en inglés) y entendida, en el marco dualista platónico, como una parte del hombre espiritual e inmortal que sobrevive a la disolución del cuerpo físico. Pero los animales son también nefesh vivientes (1: 20), y que en otros pesukim, el término nefesh puede traducirse como, (1) vida (Gn 9: 5; Ex 21: 23; 23: 9; Dt 19:21; 22: 26; 27:25; 1 Sm 18: 1; Job 12: 10; 27: 3; Sal 16: 10; 23: 3, etc); (2) como persona (Gn 12: 5; 46: 15,22,25-27; Ex 1: 5; Lv 4: 27; Nm 6: 6; 15: 27; Dt 10: 22; 19: 11). (Ver Gn 12: 7, en donde dice: “las personas (nefesh) que había hecho”). (2) Neshamah en tanto como aliento vital de vida, puede entenderse y traducirse como “vida” (Dt 20: 16; Js 10: 40; 11: 11,14; 1 Ry 15: 29; 17: 17; Is 57: 16; Dn 5: 23; Sal 150: 6). En otros pesukim aparecen juntas neshamah y ruaj y puede traducirse como aliento de espíritu (Dt 7: 22; Ex 15: 10; 2 Sm 22: 16; Sal 18: 16. En otros se traduce como “aliento” (2 Sm 22: 16; Job 26: 4; 27: 3; 32: 8; 33: 14; 37: 10; Pr 20: 27; Is 2: 22; 30: 33; 42: 5; 57: 16; Dn 10: 17). La relación entre neshamaj, nefesh y ruaj se explica de la siguiente manera: “Aquí [en Gn 2:7] la neshamah es identificada con nefesh, mientras que en otro texto [Gn 28:22] neshamah es igualada con ruaj. ¿Cómo podemos saber que la declaración de un texto es aplicable al otro y viceversa? Porque “hayyah” (vida o viviente) aparece en ambos textos, probando que son análogos”34.

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Bereshit Rabbah XIV: 10.

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Esta explicación de la antigua sabiduría judía ya no es de uso corriente. En cuanto a la vida la Torá dice que el hombre y el animal son similares dado que ambos son “nefesh jayim”, seres vivientes, con la diferencia sustancial, por supuesto, que el hombre fue creado a imagen y semejanza del hombre. Y en cuanto a la muerte la Escritura nos dice: “19

Porque lo que sucede a los hijos de los hombres, y lo que sucede a las bestias, un mismo suceso es: como mueren los unos, así mueren los otros, y una misma respiración tienen todos; ni tiene más el hombre que la bestia; porque todo es vanidad. 20Todo va a un mismo lugar; todo es hecho del polvo, y todo volverá al mismo polvo. 21¿Quién sabe que el espíritu de los hijos de los hombres sube arriba, y que el espíritu del animal desciende abajo a la tierra? 22Así, pues, he visto que no hay cosa mejor para el hombre que alegrarse en su trabajo, porque esta es su parte; porque ¿quién lo llevará para que vea lo que ha de ser después de él?” (Ec 3:19-22). Por tanto, “el polvo vuelve a la tierra, como era, y el espíritu (ruaj) vuelve a Dios que lo dio” (Ec 12: 7). En este pasuk tienen problemas todos los creyentes en el infierno, ya que el “espíritu” del hombre, en particular del impío, no va ese lugar de tormento. A la verdad. Estos pesukim del libro de Eclesiastés muestran, como una vez lo entendió Martín Lutero, cual es verdadera constitución del hombre, tanto en su vida como en su muerte. Las metáforas hebreas para la muerte y la resurrección Esta parte está dedicada a mostrar como el pensamiento hebreo utiliza las palabras “dormir” y “despertar” como metáforas de la muerte y de la resurrección respectivamente. Nótese otra peculiaridad del pensamiento y lenguaje hebreo referente a la muerte y a la resurrección. Cuando Rav Shaul consuela a los creyentes de Tesalónica a causa de los creyentes fallecidos no les dice ni los consuela afirmando: “no se preocupen por sus amigos y familiares muertos porque ellos creyeron y están disfrutando en la presencia del Señor”. No dice nada de eso. Afirma a los creyentes de Tesalónica en la fe del Mesías más bien con la esperanza de la resurrección de los muertos, la cual es una de las enseñanzas centrales del pensamiento bíblico-hebreo. Pero hay detalle que no podemos pasar por alto, Rav Shaul nos dice: “Tampoco queremos, hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen, para que no os entristezcáis como aquellos que no tienen esperanza” (1 Ts 4:13). ¿Qué es esto de “los que duermen”? Se refiere a los que han fallecido. Y entonces habla de la esperanza de la resurrección: “14Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron en él. 15Por lo cual os decimos esto en palabra del Señor: que nosotros que vivimos, que habremos quedado hasta la venida del Señor, no precederemos a los que durmieron. 16Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. 17Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor. 18Por tanto, alentaos los unos a los otros con estas palabras” (1 Ts 4:14-18). Igualmente, Yeshua cuando habla de la muerte de Lázaro le dice a sus discípulos: “Lázaro duerme, más voy para despertarle” (Jn 11: 11). Y la propia Escritura aclara las palabras del Maestro: “Pero Yeshua decía esto de la muerte de Lázaro” (11:13). Esto nos lleva a hacer un 21

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collar con dormir en las Escrituras hebreas (Tanak), y el resultado simple es este: (1) esa palabra se usa a nivel peshat para referirse al sueño humano, y (2) a nivel rémez, como una metáfora de la muerte. Y por eso vemos una multitud de textos bíblicos de la Tanak que dicen que tal o cual rey “durmió con sus padres”. Este uso de la metáfora del “dormir” con referencia a la muerte todavía estaba en uso en tiempos de Yeshua, pues Él mismo la usa para referirse a la muerte de su amigo Lázaro (Jn 11:11-14). Por tanto, el pensamiento hebreo concibe la muerte como un sueño y la resurrección como un despertar del sueño. Un buen ejemplo del uso a nivel rémez del dormir y despertar para referirse a los muertos y a la resurrección está en Dn 12:2: “y muchos de los que duermen en el polvo de la tierra serán despertados, unos para vida eterna, y otros para vergüenza y confusión perpetua”. Esta declaración es similar a la del Mesías en Jn 5:29. En Ap 20: 4-6 distingue la resurrección de los justos, que ocurre cuando venga el Mesías y la llama la “primera resurrección”, de la resurrección de los impíos que ocurre mil años después de la resurrección de los justo, y la llama la “segunda resurrección”. Que la esperanza del creyente sea la resurrección y no la inmortalidad del alma es claro de la enseñanza de Rav en 1 Ts 4:13-18 y 1 Co 15. Por ejemplo, en 1 Co 15: 51,52: “He aquí, os digo un misterio, no todos dormiremos, pero todos seremos transformados, en un momento en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta, porque se tocará trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles y nosotros seremos transformados”. Fue la creencia en la resurrección de los muertos que le permitió a Abraham vislumbrar por la fe que, aunque él ofreciera en sacrificio a su hijo, el Eterno lo resucitaría como bien lo explica en Hb 11:17-19. También los grandes jajamin explican que, habiendo fallecido Abraham, la única manera que se cumpla la Palabra del Eterno es que Abraham resucite para recibir la tierra prometida. Si bien, la enseñanza de la resurrección es una inferencia que se hace de la Torá, ha llegado a ser muy clara con las revelaciones de los profetas. Por ejemplo, Daniel nos habla de los muertos como “los que duermen en el polvo” y para referirse a la resurrección habla de los que “serán despertados” (Dn 12:2). Estas metáforas del “dormir” y “despertar” para referirse a la muerte y a la resurrección también son citadas por Yeshua en ocasión de la muerte de Lázaro (Jn 11). Rav Shaul hace uso de las mismas metáforas cuando le escribe a los creyentes de Tesalónica para consolar a aquellos cuyos familiares y amigos, también creyentes, que han fallecido recientemente no les dice: “ya ellos partieron con el Señor” o “ellos ya están en la presencia del Señor”. No, nada de eso, no les consuela diciendo que el alma de ellos ya está en el cielo disfrutando por allá. El consuelo que les da se basa en la resurrección de los muertos que han creído en Yeshua. Léanlo por Uds. mismos en 1 Ts 4:13-17. Esta enseñanza ha estado allí escrita por dos mil años, pero el dualismo platónico cuerpo-alma se introdujo en el cuerpo de enseñanzas del Cristianismo al punto que la lectura de la Biblia se hizo con lentes greco-latinos distorsionando la percepción de las enseñanzas de la Torá que se encuentran esparcidas y desarrolladas en el Nuevo Testamento. Es necesario y urgente un cambio de óptica. Así que la resurrección de los muertos es la doctrina fundamental de la fe hebrea, y es parte también de la fe judío-mesiánica en el tiempo de los apóstoles; pero debido a la conversión en masa de muchos gentiles de pensamiento pagano greco-romano y bajo la liderazgo de los “padres apostólicos”, ocurrió una nefasta separación de la raíces hebreas, y de esta manera, esta doctrina fue desplazada por el dualismo platónico que ya estaba instalada en la mente de los gentiles que se convirtieron a la fe cristiana; y, de esta manera, la doctrina de la inmortalidad del alma, penetró y se consolidó en el cristianismo hasta el día de hoy. Igual se

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contaminó el judaísmo antiguo en su contacto con culturas poderosas como los caldeos y luego con los griegos. La muerte como cesación absoluta de la vida Una investigación honesta de las Escrituras de las palabras “morir”, “muerte” y “muerto”, en las Escrituras hebreas muestra que la muerte es concebida como una cesación completa y absoluta de la vida como resultado del pecado35. Justo esa es advertencia dada a Adán: “ciertamente morirás” (Gn 2:17), y luego de haberse consumado el pecado, Adán escucha su sentencia: “polvo eres y al polvo volverás” (Gn 3:19). Pero la expresión “ciertamente morirás” de las traducciones españolas no recoge el significado completo de la expresión hebrea de donde proviene. En esa oración hebrea aparece una duplicación de verbos que puede ser literalmente traducida como: “muriendo morirás”, con lo cual se anuncia que, como producto del pecado, el hombre comenzaría a experimentar el lento deterioro de sus facultades físicas y mentales, es decir, el envejecimiento que lleva a la muerte. Véase la metáfora que presenta Ecl 12:1-7 sobre el deterioro paulatino del hombre. Como ven, en ningún caso para el pensamiento hebreo es considerada como una separación del alma de cuerpo. De hecho, la palabra hebrea mut que traducimos como “morir” aparece más de 800 veces en la Tanak, y, en ningún caso deja margen alguna para pensar sobre la sobrevivencia de la personalidad humana; de hecho, esta misma palabra es usada para afirmar que no hay distinción alguna entre la muerte de los animales y la muerte de los hombres: “18Dije en mi corazón: Es así, por causa de los hijos de los hombres, para que Dios los pruebe, y para que vean que ellos mismos son semejantes a las bestias. 19 Porque lo que sucede a los hijos de los hombres, y lo que sucede a las bestias, un mismo suceso es: como mueren los unos, así mueren los otros, y una misma respiración tienen todos; ni tiene más el hombre que la bestia; porque todo es vanidad. 20Todo va a un mismo lugar; todo es hecho del polvo, y todo volverá al mismo polvo. 21¿Quién sabe que el espíritu de los hijos de los hombres sube arriba, y que el espíritu del animal desciende abajo a la tierra? 22Así, pues, he visto que no hay cosa mejor para el hombre que alegrarse en su trabajo, porque esta es su parte; porque ¿quién lo llevará para que vea lo que ha de ser después de él?” (Ecl 3:18-22). Más adelante el libro de Eclesiastés añade: “4Aún hay esperanza para todo aquel que está entre los vivos; porque mejor es perro vivo que león muerto. 5Porque los que viven saben que han de morir; pero los muertos nada saben, ni tienen más paga; porque su memoria es puesta en olvido. 6También su amor y su odio y su envidia fenecieron ya; y nunca más tendrán parte en todo lo que se hace debajo del sol”. (Ecl 9:4-6). La palabra hebrea mut también tiene un uso figurativo (nivel remez) para significar destrucción o eliminación de una nación (Is 65:15, Os 2:3; Am 2:2), de una tribu (Dt 33:6; Os 13:1) o de una ciudad (2 Sm 20:19). Ninguno de estos usos figurativos apoya tampoco la idea de la sobrevivencia de la personalidad humana; por el contrario, podemos ver que la palabra mut (morir) es usada en Dt 2:16 en paralelo con la palabra taman, que significa “ser consumido”, y el paralelismo permite inferir, una vez más, que la la muerte en el pensamiento hebreo significa cesación o extinción completa de la vida. 35

Y sólo se vuelve a la vida por medio de la resurrección en ocasión del juicio final.

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Por otra parte, la palabra hebrea mavet que traducimos como “muerte” aparece más de 150 veces en la Tanak. Veamos un ejemplo: “Porque en la muerte no hay memoria de ti; en el sheol (sepulcro), ¿quién te alabará?” (Sal 6:5). La razón de esto es explicada en otro Salmo: “Pues sale su aliento (rúaj), y vuelve a la tierra; en ese mismo día perecen sus pensamientos” (Sal 146:4). Por ello la sentencia bíblica: “5Porque los que viven saben que han de morir; pero los muertos nada saben, ni tienen más paga; porque su memoria es puesta en olvido. 6También su amor y su odio y su envidia fenecieron ya; y nunca más tendrán parte en todo lo que se hace debajo del sol” (Ecl 9:5,6). Esto es así, porque la paga del pecado es la muerte (Rm 6:23), y de ninguna manera castigo eterno del alma en el infierno como cree y ha creído históricamente grandes sectores del Cristianismo. Argumentos finales El Diccionario de la Biblia de Hasting que examina los textos hebreos de la Tanak donde aparece la palabra nephesh, traducida generalmente como ‘alma’, concluye lo siguiente36: "El alma no es una entidad con una naturaleza separada de la carne, y que posee o que es capaz de tener vida en si misma... Adán fue hecho del polvo, pero cuando Dios le dio aliento, él llegó a ser (no obtuvo) un nephesh vivo. El hombre no ‘tiene’ un alma él es un alma”. Consistente con la anterior interpretación de esa palabra la Nueva Enciclopedia Católica enseña que: "La palabra Nephesh se emplea tanto con respecto a animales como a seres humanos. Si se trata de una vida humana nephesh es equivalente a la persona, el "YO"."37. Esta cita es muy interesante por la sencilla razón de que en el mundo cristiano la enseñanza de un alma inmortal como una entidad que es parte del hombre y que sobrevive a la muerte se encuentra esparcido en la literatura popular y aun teológica. Más claro y concluyente es justo el comentario que sigue a la cita anterior 38: "La síntesis que antecede indica que no existe dicotomía del cuerpo y del alma en el Antiguo Testamento. El israelita veía las cosas concretamente, en su totalidad, y por eso consideraba a los hombres como personas y no como algo compuesto. El término nephesh, si bien está traducido como alma, nunca significa que alma sea algo distinto del cuerpo o la persona individual”.

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Citado por R. L. Odom, obra citada, p. 12

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R. L. Odom, obra citada, p. 12 R. L. Odom, obra citada, p. 12

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CAPÍTULO 4: RESOLVIENDO LAS DIFICULTADES PARTE 1: LA PARÁBOLA DEL RICO Y LÁZARO (Lc 16:17-31) Las parábolas de Yeshua en su contextual histórico y textual Hace algún tiempo atrás, cada shabbat, a lo largo de casi tres meses me senté con los niños de nuestra kehilá contándoles las parábolas de Yeshua con el objeto de enseñarles de manera sencilla los principios del reino de los cielos. En una oportunidad les conté en sucesión las parábolas de la oveja perdida, de la moneda perdida y del hijo pródigo (Lc 15). A ellos les mostré que estas parábolas forman una unidad con un mismo mensaje: la gracia de Hashem que busca al que está alejado de Él. También les enseñé que esas parábolas tienen en común tres cosas: la tristeza por la pérdida, la búsqueda angustiosa y la alegría del encuentro. Digo todo esto para compartir con Uds. el hecho bíblico que muchas de las parábolas de Yeshua están relacionadas bajo un tema común y en ese contexto global deben ser estudiadas, comprendidas y enseñadas. Otro buen ejemplo de esto son las llamadas parábolas de “doble punto culminante”, según las cuales, los justos y los impíos reciben sus respectivas recompensas. La muy famosa parábola del rico y Lázaro es parte de un grupo de cuatro parábolas que tienen la distinción de tener doble punto culminante (las otras 3 son Lc 15:11-32, Lc 1-15 y Mt 22:1-14). Eso por una parte. Por la otra, muchas de las parábolas de Yeshua están inspiradas en un contexto de la vida judía y en tal contexto histórico deben ser estudiadas, comprendidas y enseñadas. Permítanme un (mal) ejemplo, uno de los argumentos que se usa para defender la realidad de la inmortalidad del alma y del castigo en el infierno, que muchos creen encontrar en la parábola del rico y Lázaro, tiene que ver con la idea que “en las parábolas no se utilizan personajes con nombres propios”, dando a entender con esto que Lázaro era el nombre de un personaje real, como también es real el relato que Yeshua cuenta y por lo tanto no es relato ficticio para dar una enseñanza. Quienes así hablan demuestran que ignoran el origen pagano de esta parábola, y la adaptación que los judíos le hicieron. Un texto fuera de contexto es un pretexto…. En este capítulo voy a comenzar a discutir el argumento bíblico que muchos alegan en defensa de la inmortalidad del alma y del castigo eterno en el infierno, naturalmente a la luz de lo que ya hemos aprendido en los capítulos anteriores. A fin de comenzar a desmontar estas falsas creencias, comenzaremos analizando la famosa “parábola del rico y Lázaro”, proporcionando sus orígenes históricos y el uso que le dieron los judíos y también Yeshua como maestro de la Torá. El origen egipcio de la parábola Para aquellos que tengan interés en documentarse sobre el origen histórico de esta parábola y en el contexto de los discursos de Yeshua en que fue contada, consulte por favor la obra Parábolas de Jesús de Joaquím Jeremías, un judío creyente en Yeshua y quien fue Profesor en la Facultad de Teología Evangélica de la Universidad de Gotinga (Alemania). Voy a citar a Jeremías39: “Para la comprensión de esta parábola, tanto en sus detalles como en conjunto, es esencial ver que en su primera parte se refiere a una historia conocida que 39

J. Jeremías, Parábolas de Jesús. Editorial Verbo Divino (2000), p. 206.

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tenía como tema el cambio de suerte en el más allá. Se trata del cuento egipcio del viaje de Si-Osiris y de su padre Seton Jaemwese al imperio de los muertos, que concluye con las palabras: “Quien es bueno en la tierra, para él se es bueno también en el imperio de los muertos; pero quien es malo en la tierra, para él se es malo también allí””. Los egipcios crearon esta parábola, basados en su creencia de la inmortalidad del alma, para dar una lección acerca de que el destino en el mundo de los espíritus depende de la conducta en este mundo. Jeremías nos sigue contando que los judíos de Alejandría importaron esta parábola a Israel y le hicieron algunas adaptaciones y la contaban como la parábola del escriba fiel a la Torá y pobre y del rico publicano llamado Bar Majan, para así también mostrar y aleccionar a los judíos que servían como recolectores de impuestos (publicanos) sobre el lugar a donde irían a parar por traicionar a la fe judía. Según la versión judía que nos cuenta Jeremías, un colega del escriba tuvo un sueño donde ve estos dos hombres 40 “en el más allá” y mira al escriba fiel y pobre disfrutando “en jardines de belleza paradisíaca…Y vio también a Bar Maján, el publicano que estaba a la orilla de un río y quería alcanzar el agua y no podía”. Que en “el más allá” los justos y los impíos se ven entre sí es otro invento judío que introdujeron en la parábola egipcia. Esta versión judía del estado intermedio está en el apócrifo llamado 4 Esdras 7:85-93. Este libro apócrifo lo pueden conseguir como parte de los volúmenes de Apócrifos del Antiguo Testamento publicado por el erudito hebraísta español, ya fallecido, A. Diez Macho41. Si Ud. no se ha percatado de estos hechos bíblicos, Ud. nunca ha conocido la esencia de la fe hebrea ni está completamente informado sobre la historia del judaísmo. Lea por favor lo que nos dice Yeshua sobre la muerte y la vida en Mt 22:23-33. Continuemos. Yeshua ahora toma la versión judía de la parábola egipcia y le hace una adaptación en sus personajes, y da una lección distinta a la que le dieron judíos y egipcios creyentes en la inmortalidad del alma. Yeshua también cambia a los personajes del relato: un judío rico e insensible, y un simple judío pobre y enfermo ahora es el protagonista (no un escriba erudito en Torá como en la versión judía tradicional) con lo cual quiere aniquilar el orgullo de la religión; y cuyo nombre es Eleazar que significa “Hashem ayuda”, no es casual. Al estar enfermo de llagas, según la Torá, la persona quedaba excluida de la sociedad y, muchos en vez de compadecerse y ayudarle, le despreciaban como a perros; por lo que estos enfermos sólo les quedaban recibir la ayuda del Eterno, de allí porque Yeshua usa el nombre de “Eleazar”. Luego, Yeshua usando la adaptación judía del seno de Abraham (el paraíso egipcio) y del hades griego (imperio de los muertos egipcio), muestra que en “el más allá” ha ocurrido un cambio de posición: ahora Lázaro disfruta mientras el rico sufre. En esta parábola de doble punto culminante, Yeshua en ningún momento quiere mostrar que la riqueza arrastra al infierno y la pobreza al cielo, ni mucho menos que exista vida en un estado intermedio. Jeremías nos explica muy bien que lo que Yeshua quiere enseñar es que la piedad (sin ser un erudito en Torá) aun en la extrema pobreza y necesidad serán bien recompensadas, y que la riquezas mal usadas y la insensibilidad ante el dolor ajeno serán 40 41

J. Jeremías, obra citada, p. 206 A. Diez Macho, Apócrifos del Antiguo Testamento. Editorial Cristiandad, 1984. 5 Tomos. El primer tomo

contiene 4 Esdras.

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castigadas por más judíos que aleguemos ser, que es justo lo que explica Jeremías en su obra que hemos venido citando42. En la próxima parte vamos a discutir el porqué en la parábola Yeshua le niega al difunto que se realice un milagro a favor de sus cinco hermanos vivos (que eran tan insensibles como él). La autoridad de la Torá y los profetas Ya hemos mostrado que la famosa parábola del “rico y Lázaro” que tuvo su origen en Egipto y que los judíos la importaron a Israel y la adaptaron a su contexto religioso, también que el mismo Yeshua toma esa parábola y le hace sus propias modificaciones a fin de dar una lección a los judíos de su época. Aquí vamos a seguir discutiendo las enseñanzas de Yeshua en esa parábola. Tomando como guía el libro de Joaquín Jeremías (Parábolas de Jesús), llegamos a las siguientes conclusiones: que no hay tal inmortalidad del alma ni un lugar de castigo, ni mucho menos que exista vida en un estado intermedio. Jeremías nos explica muy bien, y que aquí repito, es que lo que Yeshua quiere enseñar es que la piedad (sin ser un erudito en Torá) aun en la extrema pobreza y necesidad serán bien recompensadas, y que la riquezas mal usadas y la insensibilidad ante el dolor ajeno serán castigadas por más judíos que aleguemos ser. Por otra parte, el rico, un judío rico que alega ser hijo de Abraham (Lc 16:24) clama a Abraham pidiéndole para sus cinco hermanos sean advertidos para que no vayan a parar a ese lugar de tormento. He aquí el comentario de Jeremías a las palabras de Abraham en la parábola (Lc 16:29-31), notando de paso que el énfasis recae no en el milagro de aparición del espíritu de un muerto, sino en la resurrección, y ni aun así sería suficiente para la conversión sino creer a la Torá y a los profetas. Leamos lo que comenta Joaquín Jeremías 43: “Puesto que la primera parte [de la parábola] empalma con una narración bien conocida, recae el acento sobre lo nuevo que Jesús añade, sobre el epílogo [Lc 16:29-31],… Lázaro es, por consiguiente una figura secundaria, una figura de contraste. Se trata de los seis hermanos y no se debería llamar la parábola “del hombre rico y del pobre Lázaro”, sino “la parábola de los seis hermanos”. Los hermanos supervivientes, que hacen juego con los hombres de la generación del diluvio, que gozaban la vida despreocupados, sin oír el mugido del diluvio que se acercaba (Mt 24:37-39), son hombres de este mundo como su hermano difunto. Como éste, viven en un egoísmo sin corazón, sordos a la Palabra de Dios… Jesús quisiera abrirles los ojos, pero cumplir su petición no sería el buen camino. Un milagro no tendría sentido, aun el mayor milagro, una resurrección entre los muertos sería en vano. Pues quien no se inclina ante la Palabra de Dios, tampoco sería llamado a la conversión por un milagro”. El grave error de la teología católica, y también de la evangélica, desconectadas como están de las raíces hebreas y de sus principales doctrinas, es que estudiaron la parábola del rico y Lázaro condicionados ya por una cultura greco-latina que creía en el alma, su inmortalidad y en el infierno. Y, desde esa óptica, creyeron ver en los detalles de la parábola proporcionados por Yeshua una imagen verdadera de un estado intermedio para impíos y para justos. Violentando con ello una regla elemental de exégesis bíblica: que no se puede edificar una doctrina de una parábola, pues la enseñanza doctrinal se encuentra en la lección que la parábola transmite (en nuestro caso: “Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se persuadirán aunque alguno se levantare de los muertos (Lc 16:31)). 42 43

J. Jeremías, obra citada, pp. 208,209. J. Jeremías, obra citada, p. 210

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Además, la falsa creencia de la inmortalidad del alma entra en contradicción con la enseñanza de la resurrección y del juicio; ya que las almas –que supuestamente están en el cielo o en el infierno- ya están recibiendo su recompensa antes de que se lleve a cabo el juicio, y que las almas, tienen que regresar a sus cuerpos para recibir la recompensa del juicio. Este conflicto doctrinal se encuentra en la Enciclopedia Británica, la cual cualquier cristiano debería leer para ver a todo lo que se expone si se aferran a estas falsas doctrinas; las cuales son un puente sutil hacia el espiritismo. Pero la parábola tiene una lección extra que no debemos pasar por alto, de hecho, es la parte más importante de cara al judaísmo del tiempo de Yeshua. Lo que Yeshua le está diciendo a los judíos que le escuchan que la Torá y los profetas hablan de la persona y obra del Mesías, y que Él mismo encarna, pero si no disciernen de la Torá y los profetas que Yeshua es el Mesías, tampoco van a creer cuando escuchen los informes que Él ha resucitado de los muertos, como en efecto sucedió. Como ven, la muy famosa parábola del “rico y Lázaro” no es ningún informe de Yeshua que corrobora la existencia del alma y su inmortalidad, fue usada más bien por Yeshua para confrontar a los judíos de su época que han en muchas instancias han distorsionado las enseñanzas de la Torá y los profetas. No es un milagro, particularmente el de la resurrección de Yeshua, lo que necesitan muchos judíos incrédulos en Yeshua, sino más bien escuchar con atención la Torá y los profetas, sin prejuicios contra Su persona y obra. Parte 2: LA FALSA DOCTRINA DEL INFIERNO Infierno y salvación En cierta oportunidad enseñaba en una de mis yeshivah que la doctrina del infierno no tenía un soporte bíblico sólido y que, por lo tanto era falsa. Uno de mis estudiantes, de fe evangélica me dijo: “¿Y cómo se va a convertir entonces la gente?”. Esta pregunta nace del simple hecho que los predicadores usan esta doctrina como un medio para alertar, y muchas veces para asustar, al incrédulo sobre el tormento eterno que iría a sufrir “sino acepta al Señor como su Salvador personal”. Este método evangelístico, al que prefiero llamar “terrorismo teológico” no es nuevo, de hecho, apareció mucho antes y de manera criminal. Hubo una especie de “terrorismo eclesiástico” aplicado por la reina católica María I Tudor, quien fue reina de Inglaterra entre 1553 y 1558, y quien recibió el apodo de “María la sanguinaria” por mandar a quemar a casi 300 creyentes evangélicos. Según dicen, justificó sus acciones con las siguientes palabras: “Si las almas de los herejes van a arder eternamente en el infierno, no hay nada de malo en que yo imite la venganza divina y los mande a la hoguera aquí en la tierra”. Como vemos, la doctrina del infierno fue usada por algunos católicos para justificar la matanza de evangélicos; y hoy día, los evangélicos la usan para convertir a los católicos. ¿Será una venganza? No creo, pero lo cierto, y es lo que deseo destacar, que una falsa doctrina induce también una conducta errónea, completamente divorciada de la justicia y de la santidad. Además de esto, se profana el Nombre del Eterno (jilul Hashem), ya que en muchos se crea una imagen distorsionada de Di_s, a quien lo ven que se regocija en tener a los hombres sufriendo y gritando por toda la eternidad, mientras que, al mismo tiempo, los cristianos están disfrutando de las “mansiones celestiales” e ignorando a amigos y familiares que están retorciéndose en el fuego del infierno. Yo espero que, con todas las enseñanzas que hemos impartido, nuestra kehilá pueda crecer sana y fuerte, y libre toda falsa enseñanza (rapto de la iglesia, inmortalidad del alma, castigo eterno en el infierno, evangelio de la prosperidad, etc). Y así, sobre la base firme de la Torá y 28

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Yeshua, alcanzar a otros con un mensaje lleno de esperanza y de promesas, que presenta a un Di_s tierno y compasivo, preocupado por nuestro bienestar, que no quiere todos perezcan sino que se arrepientan y le sigan. Ya aclaramos el origen histórico y el significado de la muy famosa parábola del rico y Lázaro. A partir de acá, vamos a desmontar todo el parapeto teológico sobre infierno y el castigo en el fuego del infierno, pero debo hacerles notar que esta doctrina descansa sobre la falsa creencia en la inmortalidad del alma, la cual ya hemos refutado en los capítulos anteriores. El “infierno” no existe ni en las Escrituras Para empezar, en ninguna parte de la Tanak encontramos la más mínima referencia al infierno. Sin embargo, muchos judíos en su encuentro con las culturas paganas, como la griega, asimilaron ideas sobre el alma y el infierno. Por ejemplo, el escritor judío Flavio Josefo (37 al 100 d.M) creía que “las almas impuras… van a parar a un abismo tenebroso agitado por tempestades, lleno de sufrimientos eterno”. En el seno del Cristianismo encontramos creencias similares. El libro apócrifo: El Apocalipsis de Pedro, escrito hacia el siglo II d.M., hablando del castigo de los impíos dice: “Se les prepara un fuego inextinguible…Ezreel, el ángel de la ira, viene con hombres y mujeres con la mitad de sus cuerpos en llamas y los arroja a un lugar oscuro, el infierno de los hombres; y un espíritu de la ira los castiga”. Por la misma época, Téofilo de Antioquía, citando cierta profetisa griega, enseñaba sobre el castigo a los impíos: “Una llama de fuego ha de venir sobre Uds. y por siempre… serán abrasados en su ardor”. Y remataba su enseñanza afirmando que esta doctrina estaba ente lo que era “verdadero y provechoso y justo, y digno de amarse por todos los hombres”. Estas creencias prepararon el terreno para que los teólogos católicos, ya inspirados creencia pagana en el dualismo platónico alma-cuerpo, redactaran la doctrina del castigo eterno en el infierno. Estas creencias condicionaron la traducción de muchas porciones del griego del Nuevo Testamento. Igual hizo teología evangélica; subordinó el texto bíblico a la doctrina. Lo cual ya de entrada es deshonesto. Vamos a examinar un conjunto de porciones bíblicas a partir de la Reyna-Valera de 1960. (1)Yeshua dijo: “43Si tu mano te fuere ocasión de caer, córtala; mejor te es entrar en la vida manco, que teniendo dos manos ir al infierno, al fuego que no puede ser apagado, 44 donde el gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se apaga. 45Y si tu pie te fuere ocasión de caer, córtalo; mejor te es entrar a la vida cojo, que teniendo dos pies ser echado en el infierno, al fuego que no puede ser apagado, 46donde el gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se apaga. 47Y si tu ojo te fuere ocasión de caer, sácalo; mejor te es entrar en el reino de Dios con un ojo, que teniendo dos ojos ser echado al infierno, 48donde el gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se apaga. 49Porque todos serán salados con fuego, y todo sacrificio será salado con sal” (Mr 9:43-48). (2) En otra ocasión, Yeshua también enseñó algo parecido: “41Entonces dirá también a los de la izquierda: Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. 42Porque tuve hambre, y no me 29

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disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber….De cierto os digo que en cuanto no lo hicisteis a uno de estos más pequeños, tampoco a mí lo hicisteis. 46E irán éstos al castigo eterno, y los justos a la vida eterna” (Mt 25:41). (3) Y en el Apocalipsis también dice: “Y el diablo que los engañaba, fue lanzado al lago de fuego y azufre, donde estaban la bestia y el falso profeta; y serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos” (Ap 20:10). Como ven, estas porciones bíblicas son muy impresionantes y parecen comunicar la idea de la existencia de un infierno. Esto lo examinaremos con más detalles más adelante, por ahora, quiero hacer mención de algo que es pasado por alto por los exégetas y predicadores de estas porciones bíblicas. Note que en Mr 9:44,46,48 se enseña que el “gusano de ellos no muere”. ¿Será que los gusanos son inmortales? Examinemos esto último en Mr 9:44,46,48 dice que el “gusano de ellos no muere”, y también que, lamentablemente los exégetas cristianos pasan por alto este detalle de la “inmortalidad del gusano”. Esto, más las expresiones “infierno”, “fuego que nunca se apaga”, “y serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos”, tiene su explicación si se recurre al contexto histórico judío de esas declaraciones y a un estudio detenido de los términos griegos allí empleados. Empecemos. La palabra que ha sido traducida como “infierno” es la palabra griega “gehena”, que en verdad es un término que procede del hebreo “gue-hinóm” que significa “valle de hinón” que es una contracción de la expresión hebrea “begi ben hinón” y cuya traducción es “valle del hijo de Hinóm”, un valle al sur de Jerusalén (Josué 15:8), el cual llegó a ser un lugar de culto idolátrico en donde algunos de los reyes de Israel hicieron pasar por fuego a sus hijos (el rey Acaz: 2 Cr 28:1-3; el rey Manasés: 2 Cr 33:6). Josías, hijo de Manasés, rey de Judá, destruyó ese abominable culto (2 Ry 23:10), y ya en tiempos de Yeshua, el valle de hijo de hinóm era el basurero de Jerusalén, como lo testifica cualquier libro de historia de Israel de esa época. Y este basurero, como cualquier otro, era un lugar de fuego y humo diario; en donde se arrojaban cadáveres y materia en descomposición por lo que había una presencia constante de gusanos y todo tipo de ave carroñera. Ahora bien, Yeshua usa como metáfora este basurero para transmitir la idea que, del mismo modo que se arrojan los desperdicios y cadáveres al “gue-hinóm”, los impíos serán arrojados a la perdición en el sentido de que no disfrutarán de vida eterna, y no para hablar como un lugar real de tormento, como lo pensaron los católicos que usaron la palabra griega “gehena” – ignorando su origen hebreo- para referirse al “infierno”. Que los impíos no sufrirán “castigo eterno” es claro del propio lenguaje griego ya que la palabra que se traduce como “castigo” en Mt 25:46 es “kolasis”, que es el término griego que se usa cuando se habla de “cortar árboles”. Pero Yeshua habló hebreo y el término hebreo para referirse a “cortar” es “karet” que se usa en la Torá (Lv 23:49) para referirse al juicio del Eterno sobre el exterminio de la vida del pecador. Por tanto, Yeshua enseña de un contraste en cuanto al destino de los hombres: los justos van a la vida eterna y los impíos van a la muerte o al “exterminio eterno”. El mismo contraste aparece también en Rm 6:23: “la paga del pecado es la muerte, más la dádiva de Dios es vida eterna en Yeshua”. Sobre el tormento eterno Vamos ahora a dedicar nuestra atención a analizar el asunto del “tormento” y del “lago de fuego” que nos hablan las traducciones españolas. 30

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Tanto la Reyna-Valera de 1960 como la llamada Biblia Textual traduce Ap 20:10 de la siguiente manera: “Y el diablo que los engañaba fue arrojado al lago de fuego y azufre, donde también están la bestia y el falso profeta, y serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos”. Una expresión similar aparece en Ap 14:10. La palabra griega que es traducida como “tormento” o “atormentado” es “basanizo”, y parece ser una traducción correcta si uno considera, por ejemplo, Mt 8:6 en donde se relata que un centurión intercede por su siervo ante Yeshua: “Señor, mi criado está postrado en casa, paralítico, gravemente atormentado”. También, 2 P 2:8, hablando de Lot dice que “afligía cada día su alma justa, viendo y oyendo los hechos inicuos de ellos”. Por otra parte, los ángeles caídos en su encuentro con Yeshua testifican de un tormento para ellos. Los endemoniados gadarenos dicen: “¿Qué tienes con nosotros?.... ¿Has venido acá para atormentarnos antes de tiempo?” (Mt 8:29), Sin embargo, en Hb 2:14 se declara con respecto al satán: “…para destruir (katargeo) por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo”. Si aquí la Escritura nos declara que uno de los objetivos que alcanzaría la muerte de Yeshua era la destrucción o aniquilación del satán, ¿cómo entender entonces las porciones bíblicas antes citadas que hablan de que será atormentado por toda la eternidad? Bueno, un experto en griego alegaría que “katargeo” significa anular o dejar sin efecto (como en Rm 3:3,31), por lo que Hb 2:14 quiere decir que “Yeshua va a anular o dejar sin efecto la obra de engaño del satán cuando la redención sea consumada y, que al final, será arrojado al lago de fuego para ser atormentado eternamente” (Ap 20:10). Muy bien. Pero “katargeo”, tiene un segundo significado como destrucción o eliminación en cuanto al exterminio total de algo o alguien. Veamos el siguiente ejemplo. En 2 Ts 2:8 dice lo siguiente: “Y entonces se manifestará aquel inicuo, a quien el Señor matará (analisko) con el espíritu de su boca, y destruirá (katargeo) con el resplandor de su venida”. Aquí analisko también significa “destruir” o “consumir”. Aunque katargeo admite ambos significados, todavía su primer significado prevalece en cuanto que el satán sería anulado en su obra engañadora y así, esto es coherente con la traducción de Ap 20:10 que nos dice que será atormentado en el lago de fuego por la eternidad. Ante, esto, hemos de seguir anteponiendo el pasuk que dice que “la paga del pecado es la muerte” Rm 6:23. ¿Cómo entender este pasuk? ¿Cómo resolver esta contradicción textual del juicio del Eterno? Vamos al hebreo y luego a la Septuaginta (que es la versión griega del Antiguo Testamento hecha por los sabios judíos). En Ez 28:13-19, toda la teología cristiana entiende que se habla del satán y del juicio que experimentará, el cual leemos en el 28:18: “…yo, pues, saqué fuego en medio de ti, el cual te consumió (ajal), y te puse en ceniza sobre la tierra a los ojos de todos los que te miran”. La palabra hebrea ajal significa comer, tragar, consumir, y todas ellas tienen el sentido de eliminación. En la Septuaginta, katargeo fue la palabra griega usada para sustituir a ajal. De donde es claro, que a la luz del texto hebreo de Ez 28:18 y su versión griega de la Septuaginta que el katargeo que aparece en el texto de Hb 2:14 debe entenderse en su segundo significado de aniquilación total. ¡El diablo será destruido! Si esto es así, ¿cómo entender entonces los “tormentos” que habla Ap 20:10 y Mt 8:29? Lo que pasa es que, como bien saben los expertos en griego, la palabra “basanizo” admite un segundo significado: “encarcelar”. De allí que podemos traducir Mt 8:29 así: “¿Qué tienes con 31

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nosotros?.... ¿Has venido acá para encarcelarnos antes de tiempo?” Pero, ¿cómo entender esta traducción? La clave la encontramos en ciertas declaraciones enigmáticas del libro de Judas. En ese libro, al referirse al destino de los ángeles caídos dice: “Y a los ángeles que no guardaron su estado original, sino que abandonaron su propia morada, los ha guardado bajo oscuridad en prisiones eternas, para el juicio del gran día” (Judas 1:6). En esta traducción, se da la impresión que estos ángeles están encarcelados en ciertas prisiones hasta que llegue el día del juicio. El interlineal griego-español de Samuel Lacueva lo traduce mucho mejor: “para el juicio del gran día, en prisiones perpetuas bajo oscuridad ha guardado”. Es decir, a los ángeles caídos se les ha reservado un destino de prisiones perpetuas de oscuridad cuya sentencia será efectiva en el día del juicio. Que este sea el sentido del texto, lo aclara la propia Reyna-Valera cuando Judas nuevamente habla del destino de estos seres malvados: “…estrellas errantes, para las cuales está reservada eternamente la oscuridad de las tinieblas” (Judas 1:13). Parece que el destino de estos seres del cual habla judas es muy distinto al castigo en el lago de fuego de Ap 20:10. No es cierto, note que en Ap 21:8 a Juan se le revela el significado del lago de fuego: “Pero los cobardes…. y mentirosos, tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda”. La expresión “la muerte segunda” o “segunda muerte”, también aparece en Ap 2:11; 20:6; 20:14, y su significado se encuentra en el contraste con la “primera muerte”, que es la que experimentan todos los hombres. Los justos, que participan de la primera resurrección, la segunda muerte no tiene potestad sobre ellos (Ap 20:6). Los impíos, participan de la segunda resurrección, para ser juzgados ante el Juez del gran trono blanco, y serán arrojados “al lago de fuego” (Ap 20:15), que es la “muerte segunda”, de la cual no hay posibilidad alguna de resucitar y por ello, usando la metáfora del lenguaje hebreo de Judas, estos impíos, al igual que el satán y sus ángeles serán encarcelados a las “prisiones de eterna oscuridad”, ya que “la paga del pecado es la muerte (Rm 6:23)”, la muerte segunda. El concepto de “segunda muerte” usado por Juan proviene de la tradición oral judía y la usa Rabbí Eliezer, contemporáneo de Rav Shaul, quien comentando Dt 32:39, dice que el Eterno juzga a los impíos de la siguiente manera: “A todo gentil que diga que hay un segundo dios, yo le daré muerte con la muerte segunda en la que no hay resurrección” (Los capítulos de Rabbí Eliecer, 34:1). Por tanto, la acción de ser arrojado al lago de fuego es una metáfora de la segunda muerte, sobre la condenación de satán y todos los impíos, ya que serán consumidos por el fuego literal hasta ser exterminados (“descendió fuego del cielo y los devoró”, Ap 20:9). La dificultad que tienen muchos en seguir esta explicación radica en el simple hecho que la creencia sobre la inmortalidad del alma está muy arraigada en la mente, y es por esta causa, los traductores cristianos le dan a las palabras griegas del Nuevo Testamento el sentido de acuerdo a sus creencias, y la gente lo acepta a gusto. Por eso, en muchas porciones del Nuevo Testamento se escucha la voz de Platón y no la de Moisés y los profetas. “A Moisés y a los profetas tienen, óiganlos” (Mt 16:29). El alma y el infierno En esta oportunidad dedicaremos nuestra atención a analizar la declaración de Yeshua sobre el alma y el infierno que se encuentra en Mt 10:28. En el estudio anterior quedó muy claro que, tanto los impíos como el satán y sus ángeles serán completamente destruidos en el juicio final. No hay nada como un “castigo eterno en un 32

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infierno”, todo ha sido un producto de una traducción intencionada de la Escrituras para adaptarlas a las creencias de los traductores. Para rematar esto, examinemos el siguiente pasuk: “Y no temáis a los que (apokteino) matan el cuerpo, mas el (psiké) alma no pueden (apokteino) matar; temed más bien a aquel que puede (apollumi) destruir el (psiké) alma y el cuerpo en el infierno (gehena)” (Mt 10:28.). En primer lugar, note que en este pasuk, en su primera parte parece enseñar el dualismo alma-cuerpo griego; sin embargo, parece contradecir la doctrina de la inmortalidad del alma por cuanto afirma que puede ser destruida en el infierno (gehena). Eso no es ningún problema para cultura evangélica que cree en la inmortalidad del alma y en el castigo en el infierno. ¿Porque? Si uno consulta cualquier diccionario de las palabras griegas del Nuevo Testamento uno encuentra que distorsionan los significados que las palabras griegas tienen y las adaptan a sus creencias del alma y del infierno. La palabra apokteino significa simplemente “destruir, matar”; sin embargo, el diccionario evangélico le añade un nuevo significado: “privar de vida espiritual y sufrir eterna miseria en el infierno”. Igual pasa con la palabra apollumi la cual significa “destruir, abolir, llevar a la ruina”, pero le añaden un nuevo significado: “metáfora para señalar la eterna miseria en el infierno”. Así no se vale. Por ello, cualquiera que consulte alguno de esos diccionarios lo que hace es confirmar lo que siempre se le ha enseñado: que hay un alma inmortal, y el alma de los impíos sufrirá un castigo eterno en el fuego del infierno. En segundo lugar, la cultura occidental influenciada por la cultura greco-latina (léase católica) traduce la palabra griega “psiké” como “alma”, dando entender con ello que se refiere a aquella parte del hombre que se separa del cuerpo cuando el hombre fallece. Sin embargo, cuando uno investiga la Septuaginta, la traducción judía de la Tanak al griego, se encuentra que usaron “psiké” para traducir “nefesh”, y esta última palabra significa “vida” o “ser”, “persona”. Y esta palabra es usada tanto para referirse a los animales como seres vivientes (nefesh hayyá, Gn 1:20) como al hombre (nefesh hayyá, Gn 2:7). Para el hebreo era claro que “psiké” era sinónimo de “vida” (lea por favor, Mt 20:28, Jn 12:27 y Hch 2:43), pero no para el hombre de cultura griega ya sea judío o gentil. Es por ello, que un judío de cultura bíblico-hebrea entiende de manera muy distinta el pasuk de Mt 10:28; pues concuerda con (1) lo que enseña Ez 18:4, “la nefesh (hombre/persona/vida) que pecare, esa morirá”; y (2) porque, como ya vimos, gehena se refiere al valle del Hijo del Hinón, una metáfora hebrea para referirse a la destrucción de la vida del pecador. En tercer lugar, voy a un par de ejemplos de la Reyna-Valera 1960 para que Ud. vea como el dualismo alma-cuerpo católico/evangélica se impone sobre la traducción: “…y clamó [Elías] a Hashem y dijo: Hashem Dios mío, te ruegos que hagas volver el alma (nefesh) de este niño a él. Y Hashem oyó la voz de Elías, y el alma del (nefesh) volvió a él y revivió” (1 R 17:21,22). Aquí tradujeron a propósito “nefesh” como “alma”, dándole a este pasuk un claro dualismo platónico alma-cuerpo. Pero Elías estaba orando por la resurrección del niño, no por el retorno de su alma al cuerpo, ya que la creencia en resurrección de los muertos es central para el pensamiento hebreo en toda la Tanak. Pero lea ahora Lv 17:14: “Porque la vida (nefesh) de toda carne es su sangre”. ¡Ajá! Aquí no les convenía traducir “alma” porque entonces este texto estaría comunicando la extraña idea de que “el alma de toda carne es su sangre”,! identificando así el alma con la sangre humana! La Biblia Textual, hace la misma gracia en esos textos.

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Y que Yeshua bajó a los infiernos Según la traducción española de 1 Pedro 3:18-20, Yeshua, antes de resucitar bajó a los infiernos para predicarles a los espíritus de los muertos que vivieron en la época del diluvio. ¿Es esto así? Vamos a examinar este pasuk en esta Edición. La Reyna-Valera traduce así 1 Pedro 3:18-20: “18Porque también Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios, siendo a la verdad muerto en la carne, pero vivificado en el espíritu; 19en el cual también fue y predicó a los espíritus encarcelados, 20los que en otro tiempo desobedecieron, cuando una vez esperaba la paciencia de Dios en los días de Noé, mientras se preparaba el arca, en la cual pocas personas, es decir, ocho, fueron salvadas por agua”. Una simple lectura muestra lo siguiente: (1) que el “espíritu de Cristo” o del Mesías le predicó a los “espíritus encarcelados”; de aquí tenemos que indagar (derash) si el “alma desencarnada” del Mesías (cuyo cuerpo estaba en la tumba) efectivamente le predicó a los “espíritus de los muertos”; (2) necesitamos precisar además el tiempo en que ocurrió tal predicación. Empecemos por esto último. Si leemos con atención notamos que el tiempo de tal “predicación” ocurrió “cuando una vez esperaba la paciencia de Dios en los días de Noé, mientras se preparaba el arca, en la cual pocas personas, es decir, ocho, fueron salvadas por agua”. Una lectura cuidadosa muestra que el tiempo de tal predicación ocurrió justo en los días de Noé, no durante el tiempo que Yeshua estaba muertoAparte de esto, lo que el texto señala llanamente es que el mismo Espíritu que levantó a Yeshua de los muertos, es el que le predicó a los antidiluvianos por medio de Noé. ! Esto implica de inmediato que, las expresiones “espíritu de Cristo” y “espíritus encarcelados” han sido erróneamente entendidos como refiriéndose a espíritus de los muertos, en el contexto obvio del dualismo platónico. Por otra parte, Pedro no habla de un estado intermedio, más bien declara los dos momentos cumbres de la vida de Yeshua: “muerto en la carne”, en referencia a su muerte vicaria, y “vivificado en el espíritu”, en referencia a su resurrección. Esto concuerda con el propio discurso de Pedro en pentecostés en Hch 2:27-32 el cual habla de la resurrección del Mesías citando el Salmo 16:8-11. En cuanto a la traducción de Hch 2:27: “…no dejarás mi alma en el hades, ni permitirás que tu santo vea corrupción”, podemos decir que el “hades” no es un lugar intermedio, es usada en la Septuaginta para referirse al sepulcro (sheol). Notando que este texto habla de la resurrección y a la luz de lo que ya hemos estudiado, este Salmo profetiza que la vida del Mesías no se dejaría en el sepulcro para ver corrupción como sucede con todos los muertos; sino que el Eterno intervendría, para resucitarlo o “vivificarlo en el espíritu”, esto es, que llegara a ser otra vez un nefesh hayyá, un ser viviente, lo cual en efecto sucedió por medio de la resurrección (Rm 1:4). Por lo que este pasuk de Pedro debe ser entendido que el “Espíritu del Mesías”, esto es, la Ruaj Hakodesh, por medio del ministerio de Noé le predicó a los impíos, los cuales, desde la perspectiva hebrea son vistos como hombres “muertos en delitos y pecados” (Ef 2:1) o como “espíritus encarcelados”, prisioneros del pecado. Esto lo dice además Rabbí Shaul cuando afirma que los impíos son “esclavos del pecado” (Rm 6:21). Que este sea el significado de los “espíritus encarcelados” es muy claro de la obra de liberación que efectúa el evangelio cuando es predicado a los pecadores como justo lo afirma también Rabbí Shaul: “Más ahora habéis sido libertados del pecado”. Hablando de esta obra 34

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de liberación a ser efectuada por el Mesías el profeta nos dice: “El Espíritu de Hashem está sobre mi…. Me ha enviado…. A publicar libertad a los cautivos, y a los presos apertura de cárcel” (Is 61:1). Esta es la obra de la Ruaj Hakodesh por medio de los hombres justos, tanto de Noé en su tiempo, como Yeshua en el suyo. ¿Cuál es el grave error que cometen los traductores con estos pasuk como los de Pedro? Aparte de desconocer la antropología hebro-bíblica, ignoran el poder del lenguaje y del uso de las imágenes del pensamiento hebreo, y con estas carencias, pretenden leer las Escrituras desde el griego y con la óptica dualista platónica alma-cuerpo, lo cual crea una profunda distorsión en la enseñanza y en la construcción de las doctrinas. PARTE 3: LA APARICIÓN DEL ESPÍRITU DEL PROFETA SAMUEL En 1 Sm 28:3-19 se narra el episodio de la consulta que hizo el rey Saúl a la (nigromante) médium espiritista de Endor. El relato parece no dejar lugar a dudas que el espíritu del profeta Samuel se le aparece al rey Saúl ya que la propia Escritura dice: “viendo la mujer a Samuel” (v. 12), la descripción física y la voz también son de Samuel y para rematar la Biblia dice “Samuel dijo a saúl…” (v. 15) y más adelante “Samuel dijo” (v. 16). En el diálogo, “Samuel” le reitera el retiro de las bendiciones (vv. 16-18), y le profetiza su muerte y la de sus hijos, y la derrota de Israel (v. 19), profecía que se cumple certeramente (1 Sm 31). Todo ello apunta a legitimar la creencia en la inmortalidad del alma; pero ya hemos mostrado que no es una doctrina bíblica. ¿Y entonces? Bueno, leamos primero este enigmático relato: “11La mujer entonces dijo: ¿A quién te haré venir? Y él respondió: Hazme venir a Samuel. 12Y viendo la mujer a Samuel, clamó en alta voz, y habló aquella mujer a Saúl, diciendo: 13¿Por qué me has engañado? pues tú eres Saúl. Y el rey le dijo: No temas. ¿Qué has visto? Y la mujer respondió a Saúl: He visto dioses que suben de la tierra. 14El le dijo: ¿Cuál es su forma? Y ella respondió: Un hombre anciano viene, cubierto de un manto. Saúl entonces entendió que era Samuel, y humillando el rostro a tierra, hizo gran reverencia.15Y Samuel dijo a Saúl: ¿Por qué me has inquietado haciéndome venir? …. 16Entonces Samuel dijo: ¿Y para qué me preguntas a mí, si Hashem se ha apartado de ti y es tu enemigo? 17 Hashem te ha hecho como dijo por medio de mí; pues Hashem ha quitado el reino de tu mano, y lo ha dado a tu compañero, David. 18Como tú no obedeciste a la voz de Hashem, ni cumpliste el ardor de su ira contra Amalec, por eso Hashem te ha hecho esto hoy. 19Y Hashem entregará a Israel también contigo en manos de los filisteos; y mañana estaréis conmigo, tú y tus hijos; y Hashem entregará también al ejército de Israel en mano de los filisteos”. Las teologías católica y evangélica afirman que efectivamente se trataba del espíritu del fallecido profeta Samuel. El Judaísmo rabínico tiene una opinión similar, pero vas más lejos. Por ejemplo, la edición de Katz de la Tanaj, que yo promociono tanto, da los siguientes comentarios espantosos. El comentario al pasuk 1 Sm 28:7 la nota de pie de página dice: “El Rav Jaim Ben Atar en su libro “Oraj Jaím” (parashat shofetim, Cap. XVII) explica que Shaúl pensó que, como en la Torá, seguido a la prohibición de consultar a los nigromantes [Dt 18:9-14], está la mitzvá de obedecer a los profetas [Dt 18:15-22]; estaba prohibido consultarlos [a los nigromantes] únicamente cuando se hallaban [presentes] los profetas pero cuando no había ningún profeta estaba permitido consultarlos. Además, [Saúl] no lo hizo por provecho propio sino para salvar al pueblo”. Ahora lea como trata como se interpreta la expresión “estarán conmigo” del v. 19: 35

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“Estarán conmigo significa que ellos iban a fallecer y sus almas irían al Gán Edén (el paraíso) donde se encontraba el alma de Samuel”. Este comentario es inaceptable debido a que Saúl cometió suicidio, lo cual lo excluye de la salvación, pero, ¿sobre qué base opinan los rabinos que el alma del rey Saúl fue directo al paraíso? Pues bien, “los jajamim explican que Shaúl tuvo un mérito muy grande. Él sabía que de presentarse en combate moriría. Sin embargo, no huyó y cumplió con su deber para defender a Israel. Así fue como expió su pecado y su alma quedó limpia”. Descartando estos comentarios rabínicos, enfoquemos nuestra atención en el asunto de que el relato bíblico parece mostrarnos que el “espíritu” de Samuel se apareció en verdad al rey Saúl. Retomemos el enigmático episodio bíblico de la aparición del “espíritu” del profeta Samuel al rey Saul (1 Sm 28:3-19). Veremos que la clave explicativa se encuentra en la prohibición que el Eterno estableció acerca de consultar o invocar a los “espíritus de los muertos” (Lv 20:27 y Dt 18:9-14). Cualquiera que lea el libro de Eclesiastés de manera honesta tiene que llegar a la conclusión que “los muertos nada saben” (Ec 9:5). Además, “está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio” (Hb 9:27). Es decir, todos los que fallecieron, creyentes o impíos, están en sus tumbas hasta que ocurra la resurrección de los muertos en la que cada quien recibirá su recompensa. Ud. decide si lo resucitan en la primera resurrección (¡y será salvo!) o en la segunda (¡y se perderá) (Ap 20:1-7). Si esto es así, ¿cómo explicar entonces que que la bruja de Endor vio al “espíritu de Samuel” (1 Sm 28:12) y que además relate lo siguiente: “15Y Samuel dijo a Saúl: ¿Por qué me has inquietado haciéndome venir? …. 16 Entonces Samuel dijo…”. El relato a nivel peshat está en abierta y grave contradicción con nuestra enseñanza de que es falsa la creencia en la inmortalidad del alma. ¿Cómo disolver esta dificultad? Bueno, hagamos la siguiente pregunta: ¿por qué el Eterno le prohibió a Israel invocar a “espíritus de muertos” que los paganos si hacían siempre? (ver Lv 20:27 y Dt 18:9-14, leer también Lv 19:31). ¿Por qué es una abominación que se castiga con la muerte? Note lo siguiente: De estos dos pesukim de la Torá parece enseñar que “existen espíritu de muertos”, sólo que el Eterno nos ha prohibido invocarlos de cualquier manera. Pero, si “los muertos nada saben” (Ec 9:5) y todos ellos están sujetos a una resurrección y a un juicio, entonces, ¿quiénes son estos “espíritus de muertos” y a quienes el Eterno prohíbe consultar? Estos “espíritus de muertos” son auténticos demonios que asumen la forma y la voz de los que han fallecido, porque la Escritura afirma que el satán se disfraza de ángel de luz (2 Co 11:14), cuanto más no se disfrazará para engañar a los incautos, haciéndoles creer que pueden comunicarse con sus seres queridos que han fallecido. Y este es justo la razón por la cual el Eterno prohíbe a sus hijos consultar o invocar a “espíritus de muertos” porque entran en contacto con el satán y se convierten en presas fácil de engaño, ya que por esta vía se infiltran falsas doctrinas que desfiguran la gracia del Eterno: (1) que el alma están en un lugar hermoso, no importa si fue un creyente o no, o (2) que se están retorciendo de dolor en el fuego del infierno. De estas “experiencias” existen miles de testimonios. En resumen, cuando la Torá habla de “espíritus de muertos” es una referencia a los demonios disfrazados. En este sentido podemos explicar el episodio de 1 Sm 28:3-19; es decir, cuando el relato bíblico dice: (1) que la bruja de Endor vio al “espíritu de Samuel” es una referencia a la aparición de un espíritu maligno, (2) y en cuanto a que “Samuel” “habla” y “profetiza” nos comunica del poder de imitación de estos seres. 36

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Pero hay un detalle muy importante, ninguno de estos seres malignos actúan si no han recibido permiso del Eterno para hacerlo. Es más, la Biblia nos dice que ellos son enviados expresamente por el Eterno para confundir a los impíos. Así lo cuenta la revelación del profeta Micaías al rey apóstata Acab: “Yo vi a Hashem sentado en su trono, y todo el ejército de los cielos estaba junto a él, a su derecha y a su izquierda. 20Y Hashem dijo: ¿Quién inducirá a Acab, para que suba y caiga en Ramot de Galaad? Y uno decía de una manera, y otro decía de otra. 21Y salió un espíritu y se puso delante de Hashem, y dijo: Yo le induciré. Y Hashem le dijo: ¿De qué manera? 22El dijo: Yo saldré, y seré espíritu de mentira en boca de todos sus profetas. Y él dijo: Le inducirás, y aun lo conseguirás; ve, pues, y hazlo así” (1 R 22:19-22). Con esto se decretó el destino fatal del rey Acab (ver 1 R 19:23), como también ocurriría de manera similar con el rey Saúl (1 Sm 28:17-19). Los espíritus malignos ya sean en su aparición imitadora de “espíritus de muertos” o poseyendo a falsos profetas, son instrumentos del Eterno para engañar y condenar a los impíos y (1 R 22:23 compare con 2 Ts 2:8-12) y para probar a su pueblo (Dt 13:1-5). Finalmente, algunos que resisten este tipo de explicación sobre la base que no existe el satán ni espíritus demoníacos, afirman que en ese episodio de 1 Sm 28:3-19, el espíritu de Samuel apareció, ya que la Escritura hace dos afirmaciones al respecto: (1) que la bruja de Endor vio y describió a Samuel (1 Sam 28:12-14) y (2) que el espíritu de Samuel efectivamente habló, pues está escrito dos veces: “Samuel dijo” (1 Sm 28:15,16). Este argumento no tiene peso, en primer lugar, porque el Nuevo Testamento testifica de manera clara sobre la existencia de ese personaje maligno y del resto de los ángeles caídos. Nadie puede negar este testimonio acudiendo al argumento del “silencio escritural”, es decir, que el satán y el resto de los ángeles caídos no aparecen en la Tanak. En cuanto a la existencia de satán, tenemos el testimonio de Yeshua en el desierto (Mt 4:1-11), que fue experiencia privada, y que conocemos gracias a que Él se la contó a sus discípulos. Por tanto, negar que este personaje sea parte de la mitología cristiana o judía y que simplemente no exista, es negar el testimonio de Yeshua. También en la revelación de Apocalipsis se nos habla acerca de la obra de este personaje en varios lugares (Ap 12). En el libro de Judas testifica la actuación de este personaje (Judas 9), pero esto que narra Judas proviene de la tradición oral judía, y quedó registrado en uno de esos libros que llaman “apócrifos del Antiguo Testamento”. De hecho, la tradición oral judía, tanto la aceptada por los rabinos (Talmud, Midrashim, etc), como los apócrifos nos cuenta de manera abundante, entre revelaciones importantes y especulaciones, sobre la persona y obra de satán y sus demonios, al respecto recomiendo la obra de A. Edersheim que contiene dos sendos apéndices sobre la angelología y demonología rabínica44. La enseñanza central que nos proporciona el Nuevo Testamento, es que este ángel caído, desde el jardín del Eden ha venido trabajando de manera encubierta, pero que ahora ha sido desenmascarado (Compare 1 Co 11:3 con Ap 12:9) y sus maquinaciones también ha sido descubiertas (2 Co 2:5-11). En segundo lugar, ningún creyente en su sano juicio va edificar una doctrina ni tampoco puede dar como ejemplo este episodio bíblico como una referencia clara sobre la existencia de la vida 44

A. Edersheim, La vida y los tiempos de Jesús el Mesías. Tomo 2. Editorial CLIE, 1989. Apéndice XIII y XVI.

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más allá de la tumba y de la existencia de los espíritus de muertos, porque sencillamente está basado en experiencias espirituales condenadas por la Torá (Lv 20:27 y Dt 18:9-14). Y esta experiencia espiritual está fundada en el testimonio de una bruja, que afirma que vio a Samuel, y en la aparición de un demonio que finge ser Samuel. El Eterno en su sabiduría condenó este tipo de prácticas (Lv 20:27 y Dt 18:9-14) para evitar que se construyera un puente con el espiritismo en cualquiera de sus manifestaciones. De esta manera el pueblo de Ysrael quedaría a salvo del engaño y de que algunos de sus hijos cayeran presa de la posesión demoníaca, como vemos en varios casos que presenta el Nuevo Testamento con mucha claridad, como por ejemplo, el endemoniado gadareno (Mt 8:28-34) y la niña de la cual Rav Shaul expulsó un espíritu maligno (Hch 16:16-18).

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