“Los mismos tránsfugas. Unos son pobres y otros son ricos” Relatos desde la alienación y complicidades en la reproducción del “hábitat” urbano. En: XII Congreso Nacional de Ciencia Política. Mendoza. 12-15 de agosto 2015

July 4, 2017 | Autor: Desirée D´Amico | Categoría: Henri Lefebvre, Habitar, Barrios, Organizaciones Sociales, Antropología De Las Moralidades
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Descripción

"Ponencia preparada para el XII Congreso Nacional de Ciencia Política, organizado por la Sociedad Argentina de Análisis Político y la Universidad Nacional de Cuyo, Mendoza, 12 al 15 de agosto de 2015". “Los mismos tránsfugas. Unos son pobres y otros son ricos” Relatos desde la alienación y complicidades en la reproducción del “hábitat” urbano

Desirée Alda D´Amico

Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales. Universidad Católica de Córdoba. Colectivo de Investigación El Llano en Llamas.

Mail: [email protected]

Área temática: Teoría política y Filosofía Política

Subárea temática: Problemas y tensiones entre Derecho y Política. Ciudadanía, participación e identidad.

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“Ha llegado el tiempo 'en que todo aquello que los hombres habían considerado como inalienable se convierte en objeto de cambio, de tráfico y puede alienarse'. La virtud y la conciencia, el amor y la ciencia que hasta aquí se comunicaban, que eran la ocasión de una generosidad y de un don, son objetos de comercio. 'Es el tiempo de la corrupción general, de la venalidad universal' (Miseria de la Filosofía)” (Marx, citado por Lefebvre: 1999:115).

1. Marco introductorio para una interpretación teórica

Al leer el texto de Henri Lefebvre (1999) en el que se reflexiona sobre el materialismo dialéctico de Marx, el primero recupera un concepto fundamental de su predecesor, como es el de alienación. Al igual que Marx, Lefebvre manifiesta una especial preocupación ante la creciente “cosificación” de la vida humana. Esta situación se expresa a partir del “fetichismo” en tanto negación de los hombres vivos y su reemplazo a través de apariencias sobre la realidad que adquieren una entidad propia u objetiva (Núñez, 2009), relegando en un segundo plano la verdadera naturaleza del hombre. De acuerdo a la interpretación de Lefebvre, este ser del hombre en Marx encuentra sustento en un “materialismo humanista” que se preocupa en la constitución de un “hombre total” (Ob.cit,1999). Como trasfondo ético de esta propuesta, según Vargas Machuca (2004) existe una fuerte añoranza en la virtud clásica en tanto posibilidad de los hombres de cambiar por dentro y por fuera, dotándolo de los mejores hábitos para elegir las mejores preferencias y acciones que compatibilicen los intereses individuales y generales. Desde este planteo cabe preguntarnos qué relaciones encuentran con el análisis del espacio urbano capitalista y en particular de una de sus formas de producción como es el hábitat. Si retomamos el planteo de Henri Lefebvre, la originalidad del autor reside en su traducción del planteo marxista al análisis del espacio urbano. Según su exposición asistimos a una “crisis de la realidad urbana” (Lefebvre, 1976). Esto encuentra sentido ante la violenta dispersión de la ciudad tradicional, derivada sobre todo el intercambio del suelo como mercancía. En este sentido, el autor señala: “El espacio imprescindible para la vida cotidiana se vende y se compra. Todo cuanto constituyó la vitalidad de la ciudad, en tanto que obra, ha desaparecido ante la generalización del producto” (Ob.cit, 1976:68). 2

La potenciación del “valor de cambio” del espacio urbano antes que su “valor de uso” encuentra su más clara evidencia en el “hábitat”, en tanto expresión de una racionalidad estatal cómplice con un “urbanismo de clase”. A diferencia de su concepción de “habitar” en tanto capacidad de apropiación del espacio urbano, de creación, el “hábitat” se constituye como una estrategia de clase que oculta, según Núñez (2009:41) un doble fetichismo: “a) el de la satisfacción, sobre la falsa hipótesis que es posible conocer y clasificar las necesidades y proporcionarles un objeto; y b) el del espacio, no nogrando resolver conflicto entre el uso y el intercambio (…) El urbanismo obstruye la vía del conocimiento y la práctica urbana, imponiendo la coherencia y la lógica del Estado, impidiendo que el pensamiento se convierta en estudio de lo posible, imagen del porvenir”. Esto refuerza la alienación en tanto adormecimiento de la conciencia de la ciudad y por lo tanto de la praxis. Una praxis pensada como recuperación del “valor de uso” de la ciudad donde cobre sentido lo lúdico, la apropiación por encima de la dominación, y en consecuencia el valor de la autogestión urbana (Núñez, 2009).

2. Extrañamiento y fuentes de este análisis

La alienación como problemática emergente en las organizaciones sociales nació como parte un proceso personal de extrañamiento (Guber, 1991) ante los relatos de mis entrevistados al realizar una investigación en el barrio Villa El Libertador de la ciudad de Córdoba, Argentina. Podría decirse que muchas de las cuestiones naturalizadas en mis propias prácticas se “objetivaron” a partir del choque reflexivo (Ob.cit, 1991) que supuso escuchar distintas intervenciones sobre las causas que dificultaban su acceso a la tierra, la vivienda, a la infraestructura y distintos servicios públicos. Al sumergirme en el campo una de las primeras cuestiones que llamó mi atención fue el predominio de la lógica del “derecho” frente a la “necesidad” en tanto pares de una relación que no siempre iban de la mano. Las exigencias urbanas de los gobiernos muchas veces eran incompatibles con las posibilidades reales de cumplirlas, o en el mejor de los casos, los tiempos burocráticos para el reconocimiento de ciertos derechos no daban cuenta sobre las urgencias de las necesidades de los propios vecinos. Esta primera contradicción preocupante pero más previsible de lo que nos gustaría, encontró un choque mayor en mi reflexividad al momento de escuchar el relato de uno de los entrevistados 3

sobre los causantes del estado de situación barrial en torno al “hábitat”. Según Juan 1, integrante de una de las primeras cooperativas de vivienda, había que tener en cuenta que no sólo los gobiernos eran responsables de lo que les sucedía, sino también los propios “pobres”, colectivo en el cual se incluía. Más precisamente me recalcó que muchos de los problemas en torno al hábitat tenían que ver con los “negocios” que se hacían, cuyos responsables siempre eran: “Los mismos tránsfugas. Unos son pobres y otros son ricos”. Con esto intentó aclararme que era necesario desmitificar a los “pobres” y saber que todas las clases sociales eran cómplices o partes involucradas en los múltiples engaños, avivadas y estafas que regularmente se ponen en juego en la construcción del hábitat. Si bien su afirmación quedó inicialmente resonando en mi cabeza como un testimonio particular, encontró otros múltiples relatos que adherían a esta afirmación. Según los otros entrevistados, el engaño por parte de los actores públicos o privados, aparecía como una práctica indistinta que había erosionado los lazos de confianza y participación entre los propios vecinos. Lejos de querer plantear un juicio ético sobre los discursos-acciones de mis entrevistados, me llamó la atención que varios de ellos manifestaban haber tenido alguna experiencia “ilegal” que los contrariaba, sin embargo muchas veces señalaban no disponer de otras formas de atender sus necesidades para acceder a la tierra o un lugar donde vivir. Según sus testimonios estas prácticas eran reproducidas también por distintos niveles de gobierno y ciudadanos de clases sociales consideradas más altas, todo lo cual llevó a preguntarme sobre las lógicas e intereses subyacentes en la reproducción de todas estas prácticas. Como lo anticipamos, el hilo conductor de este análisis parte centralmente del planteo de Lefebvre al momento de pensar el espacio urbano en tanto producto del “sistema burocrático de consumo dirigido”2 que ha tejido una telaraña casi perfecta al momento de construir el espacio urbano capitalista, tanto en sus dimensiones objetivas como subjetivas. Desandar algunos aspectos que constituyen las subjetividades de los vecinos entrevistados y cómo estas contribuyen o no a reproducir espacios urbanos funcionales a un urbanismo capitalista, es el objetivo inicial del artículo, y a partir del mismo contribuir a una reflexión que revitalice algunas discusiones políticas significativamente vigentes hasta la actualidad. A los fines de contextualizar el contexto donde se sitúan nuestros sujetos de estudio, en el próximo apartado haré una breve presentación del barrio Villa El Libertador.

1 Los nombres de los entrevistados han sido modificados para preservar su anonimato. 2 Al trasladar el planteo de Henri Lefebvre al contexto urbano, Núñez manifiesta las múltiples maneras en que éste se visibiliza en el espacio. En este sentido, señala: “En otras palabras, unos harán entrar la sociedad de consumo dirigida en la práctica; otros construirán centros decisionales, concentrando los medios de poder, pero todos se reúnen en una refinada explotación de la gente, como productores, como consumidores de productos y de espacio” (Ob.cit, 2009: 41).

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3. Villa El Libertador: cartografía histórica para comprender el barrio hoy3

3.1 El barrio en los comienzos

El barrio Villa El Libertador -inicialmente denominado Villa Forestieri y rebautizado en la década de mil novecientos cincuenta con el nombre actual en conmemoración del Libertador San Martín- encuentra sus orígenes hacia la década del treinta, a comienzos de siglo XX, como resultado de la iniciativa de un sastre italiano y como parte de una estrategia comercial para hacer frente a la crisis económica. Según el documento firmado ante escribano público denominado “Referencia de un título de inmuebles del Señor Vicente Forestieri” de octubre de 1932, Vicente Forestieri adquirió tres fracciones de tierra sobre lo que se consideraba la zona de “Suburbios Sud” del municipio en camino a Alta Gracia y próximos al Canal Maestro Sur recientemente construido hacia fines de siglo XIX. Tras la adquisición de estas tierras, y a los fines de promocionar su sastrería hacia el año 1932 -según las publicidades de la época-, decidió fundar “Villa Forestieri4”, regalando cerca de tres mil terrenos y más mil ladrillos a quienes compraban un traje de 49 pesos en su sastrería “Sastres Unidos”. Es decir, la tierra fue un “valor de cambio” (Lefebvre, 1978) directo que encontró su equivalente en los trajes, aunque la historia más pintoresca que circula entre algunos vecinos se niegue a reconocerlo. Con respecto al proceso de loteo y urbanización, este se produjo tras la aprobación del decreto 1040, el 9 de noviembre de 1932, en el que se autorizaba la división de lotes ubicados en el kilómetro 5 y ½ (Decreto 1040, citado por Machuca, 2006) dando así nacimiento a la Villa. De acuerdo a este Decreto, se aprobaba la urbanización de la zona estando sujeto a la responsabilidad del fundador el pago de estudio de aguas y de algunos impuestos cuanto su escrituración; en contrapartida la Municipalidad se comprometía -dependiendo de ciertas contingencias administrativas e institucionales- a aprobar “ad-referendum” los terrenos cedidos a favor del municipio para su uso público cuanto “tomar la participación correspondiente” en el trazado de

Parte de este apartado fue trabajado en otra publicación propia titulada: “El tiempo pasa, la historia se repite…Segregación y resistencias en barrio Villa El Libertador, Córdoba. Argentina” en revista Studia Politicae (30), julio de 2013. 4 De acuerdo al contexto de la época, y a diferencia de la connotación negativa que adoptó hacia mediados de siglo XX en Argentina el término “villa miseria”; repárese sobre la clara connotación positiva del término de “Villa” en este caso. Presuponemos que a principios de siglo XX la designación de villa respondió a la intención del fundador de transmitir una idea burguesa de edificar una vivienda o casa de campo próxima a la ciudad. 3

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calles, nivelación y desagües etc., por parte del Departamento de Obras Públicas5. Como se puede observar la participación incipiente del Municipio como contralor garantizaría la adecuada “urbanización” del barrio, según los patrones de regulación técnicos mínimos para garantizar el “hábitat”6 (Ob.cit, 1978), aunque no necesariamente esto supusiera un protagonismo real en la satisfacción de las necesidades más básicas de los vecinos que iban a vivir en el lugar. A pesar de los beneficios publicitados por el fundador para promocionar la Villa, según el documento elaborado por el Programa de Historia Oral Municipal (2006) al principio costó poblarla, ya que la gente inicialmente descreía de esta proposición. Como consecuencia, Forestieri alquiló un ómnibus para llevar a los compradores al lugar para que “conocieran las tierras y pudieran escriturar en el mismo lote” (Ob.cit, 2006:2). A pesar de estas estrategias y del poder económico que presumimos podían tener las personas que por esas épocas llegaban a comprar un traje de tal valor, según Salamone y López (1987) no todos decidieron tomar posesión y escriturar su terreno en lo que se aspiraba fuera una “villa”. Esto en parte habría derivado en los problemas de escrituración futura de muchos terrenos y en el incumplimiento del sueño del fundador de consolidar este perfil territorial. Por nuestra parte hipotetizamos que las dificultades en la posesión pueden haberse debido también a algún requisito interpuesto por Forestieri a los compradores, a pesar de que las publicidades de la época indiquen lo contrario e insistieran sobre la importancia de tener confianza y no hacer caso a los “comentarios callejeros”. Afirmamos esto, aún a riesgo de equivocarnos, ya que parece llamativo que alguien que estaba queriendo hacer frente a la crisis de su negocio incurriera en semejantes gastos para promocionar los terrenos y cumplir los trámites administrativos, sin obtener prácticamente nada a cambio. Sobre las razones adicionales que pueden justificar esta situación podemos presuponer que la falta de servicios públicos, de equipamiento y de infraestructura pudo haber sido un freno para asentarse en el lugar. Esto se justifica en que hasta avanzada la década del ochenta y noventa, la Villa experimentaba problemas -con diferentes niveles de criticidad- en el acceso la infraestructura y servicios públicos mínimos. Esto se observa en los testimonios de algunos vecinos participantes en el taller de Historia Oral del barrio quienes relatan que aunque la “luz” o electricidad domiciliaria llegó al barrio hacia 5 “Art 2º.- El Dpto. de Obras Públicas tomará la participación correspondiente en cuanto se relacione con el trazado de calles (…), nivelación y desagües, reservas para plazas y futuros edificios públicos (art. 4º y 7º de la Ordenanza 3044)” (Municipalidad de Córdoba, 1932: s/n, la cursiva es nuestra). 6 De la lectura del artículo N°2 observamos la preocupación del Municipio por garantizar el hábitat, en el sentido criticado por Lefebvre (1978), de allí el énfasis puesto en velar por el trazado de calles (fundamentales para la circulación de mercaderías e inserción del Estado), la delimitación de espacios públicos como plazas (conforme a la idea sanitarista de cuidado de la salud y de la mano de obra obrera) y de edificios públicos (para garantizar la inserción estatal-territorial).

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el año 1938 en principio, su servicio estuvo limitado a unas pocas familias. En este sentido no es llamativo que aún hacia la década de 1960 aún hubiera familias que no tenían acceso a este servicio. “Unas pocas familias tenían luz, el resto seguíamos utilizando lámparas a kerosén, carburo y luego los Sol de Noche. La luz no llega a todos, había sólo dos extensiones: una a la casa de los Fontana, a los Rossi y también a los Sahman, pero incluso en la década del '60 muchas familias seguían sin luz” (Ob.cit, 2006:3).

Algo semejante se plantean Salamone y López (1987) para el caso del alumbrado quienes sostienen que los problemas de en ese servicio continuaron al menos hasta la década del ochenta. Estas deficiencias en parte se reproducen en el caso del transporte, el cual además de su irregularidad en la frecuencia durante los primeros años, antes de que se paralizara el servicio, sólo transitaba por la ruta o -en el mejor de los casos- por unas pocas cuadras céntricas próximas a la plaza de Villa El Libertador y hasta el barrio aledaño de Comercial. “[Íbamos] A la ruta a tomar el colectivo que venía de Alta Gracia, si teníamos suerte y los pescábamos justo, sino todos los días sabíamos que venía un camión de Alta Gracia que no recordamos bien qué cargaba en Córdoba, pero que todos los días levantaba de la ruta como a cuarenta que éramos, y de ahí nos llevaba y nos dejaba en la Plaza La Paz” (Relato de Mirta Mercado, citado por Machuca, 2006: 11, la cursiva es nuestra).

En línea con este planteo, según Salamone y López (1987), las malezas, zanjones y calles de tierra fueron una constante que aquejó durante muchos años al barrio Villa El Libertador, manteniéndose sin pavimentación muchas calles -sobre todo periféricas- inclusive hasta el presente. Una distinción aparte merece el tema del agua, el cual es presentado por los testimonios documentales disponibles como una problemática reiterada hasta al menos la década del setenta, siendo por lo tanto una de las temáticas más recurrentes debido a que motivó una lucha vecinal a gran escala. Si consultamos los relatos de los vecinos, compilados por el Programa de Historia Oral (2006), señalan que al principio, las principales fuentes de agua eran provistas por algunos aljibes o cisternas y fundamentalmente por los carros aguateros, el tanque del barrio o las propias aguas del Canal Maestro Sur. A pesar de esto, el agua era escasa, de sabor salado y sumamente cara, de allí que

sólo algunas familias podían acceder a este recurso, reproduciendo las situaciones de 7

segregación intra-barrio según las posibilidades socioeconómicas de las familias. Esta segregación podría decirse que se vio profundizada por la escasa penetración territorial del gobierno municipal y provincial al momento de garantizar el servicio del agua. Por el contrario, su presencia se manifestó sólo a partir de la regulación normativa y aprobación de la comercialización de agua hacia estos sectores ciudadanos, a pesar que hacía tiempo integraban su territorio. Todo lo cual refleja el corrimiento del gobierno en el cumplimiento de algunas competencias propias en relación a sus ciudadanos y su funcionalidad en la reproducción de los intereses de proveedores privados, situación que criticó también Lefebvre (1976). “El camión aparece y carga agua frente a los cuarteles de la calle Richieri y la plaza La Paz (Plaza de Las Américas) ahí estuvo durante muchísimos años una bomba, como le llamábamos nosotros, pero en realidad era un caño puesto en las cañerías de Obras Sanitarias que otorgaba un permiso y los camiones cargaban de ahí y eso era agua de red. Y se la vendía a la gente de Villa El Libertador y la descargaban en aljibes porque el tambor era grande, de 6000 litros” (Relato de Rubén Loss, citado por Machuca, 2006: 5). Frente a esta situación, según la revista del Centro Cultural del barrio “Viento Sur” (2005 a: s/n), “los vecinos de Villa El Libertador y Comercial que ya se habían organizado en torno a otras dificultades como el transporte y la salud” comenzaron a organizarse por este tema, a pesar del golpe de estado a nivel nacional que llevó a la presidencia de facto de Juan Carlos Onganía (19661970) y la intervención militar del Centro Vecinal. Así fue como tras el análisis de una muestra de agua llevada por una vecina quien fuera aconsejada por una médica, lograron evidenciar que el agua del barrio contenía grandes cantidades de arsénico. De allí en más y con la llegada de los [sacerdotes] “tercermundistas con el Padre Vasco”7 (Viento Sur, 2005 c:6) hacia 1970 se inició una fuerte campaña de concientización de los vecinos sobre los riesgos para la salud que esto implicaba, lo cual progresivamente estimuló la realización de asambleas y luego de negociaciones con autoridades municipales e inclusive nacionales, con el objeto de que les dieran respuesta al problema. Como consecuencia de esta acción frente a la falta de provisión de agua, que tuvo su punto de tensión más fuerte hacia fines del año 1970 a partir de la toma del tanque cuadrado, se logró llegar a un acuerdo provisorio con el municipio y, luego, a una serie de acuerdos con Obras

7 Esto se vio posibilitado frente la edificación de un pequeño templo que devendría después en la década del ochenta como la Parroquia Nuestra Señora del Trabajo, cuyos sacerdotes fueron protagonistas importantes en la reivindicación por el problema del agua y entre otras.

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Sanitarias de la Nación e Hidráulica de la provincia de Córdoba. Si bien los funcionarios de dichos ámbitos no cumplieron en primera instancia, con el tiempo y tras concretar el objetivo, se amplió la lucha integrando a muchos más barrios y, de este modo, se fue consolidando una identidad territorial como “zona sur” que ya se encontraba subyacente desde la fundación del barrio y su reconocimiento externo como parte de los “Suburbios sud”8. Como resultado de estas acciones se logró la licitación de la obra, pero cabe advertir la persistencia de este problema aún en la década del ochenta, e inclusive según el testimonio de algunos de nuestros entrevistados, hasta la actualidad. Esto se fundamenta en que, a pesar de la licitación, la empresa ganadora (Messio S.R.L) estafó a muchos frentistas, al tiempo que el gobierno no cumplió plenamente el acuerdo que habían realizado para resolver el problema, existiendo juicios hasta el presente por este tema. La participación activa que caracterizó la década del setenta, sin embargo sufrió un fuerte embate tras la profundización de la violencia que se vivenció desde el último gobierno de Perón y su sucesora María Estela Martínez de Perón (1973-1976) cuanto los sucesivos regímenes militares (1976-1982) hasta el retorno de la democracia en 1983. De acuerdo al artículo bajo análisis titulado “Por qué los cristianos fueron reprimidos” (Viento Sur, 2005 c), entre las razones que justificaron la represión de los vecinos y sacerdotes del barrio cabe señalar el temor que generaban los vecinos organizados a las autoridades de la época. En palabras textuales de la revista se señala que: “…‘Los negros’9 organizados eran un riesgo y había que atropellarlos…” (s/n). A pesar de la resistencia, tal como lo anticipa el relato, la represión fue inevitable. Como consecuencia de las luchas vecinales, muchos vecinos y sacerdotes fueron secuestrados y asesinados. De allí que esta historia de persecuciones y asesinatos fuera un factor explicativo de la fragmentación y dificultades para que los vecinos volvieran a participar en defensa de “sus 8 “Una vez logrado el objetivo de comprometer a las autoridades para realizar la obra, se intenta integrar todos los barrios de la ciudad que podrían ser beneficiarios del servicio para presionar juntos en el control de los acuerdos con el Estado. Se forma así la COMISIÓN PRO-AGUA ZONA SUR-CÓRDOBA. La integraban comisiones vecinales de Comercial, Santa Cruz, Mirizzi, Villa El Libertador, Santa Rosa, Vícor, Santa Isabel 1ª Sección, Alejandro Carbó, Residencial Sud, Estación Flores, San Roque, Villa Adela, ATE, entre otros” (Viento Sur, 2005 b: 4). 9 Cabe recordar que en ese momento predominaban aquellos discursos modernizantes que entendían a la pobreza como sinónimo de atraso, la que era relacionada con el carácter provinciano de los pobres que habían venido a trabajar desde el campo a la ciudad. Esta discriminación se tradujo en el apelativo de “negros” o “cabecitas negras” en el caso de los migrantes de las provincias hacia Buenos Aires, subestimando las situaciones de pobreza que padecían y concentrándose en sus rasgos fenotípicos, supuestamente inferiores o poco civilizados con relación al paradigma moderno-industrial (Ratier, 1971). En la frase cita, el término negro aparece como una ironía. Es decir frente a un interlocutor externo negativo que los discriminaba, si bien el enunciatario autoadscribe irónicamente a este colectivo de identificación propio de la narrativa de la época, plantea como contrapeso la importancia que había adquirido la lucha vecinal. Esto lo lleva a resignificar en el presente el valor de las luchas históricas del barrio, lo que es remarcado en el relato.

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derechos” mínimos, sobre todo durante los primeros años de retorno a la vida democrática, al igual que sucedió en todo el país. 3.2 El barrio en el último cuarto de siglo XX hasta el presente10

Hacia las década de mil novecientos ochenta y noventa podemos observar que, con el retorno a la democracia, el barrio experimentó una serie de cambios tanto a nivel demográfico como en materia socio-habitacional, profundizando las situaciones de segregación socioeconómica. La sucesión de malas administraciones nacionales hasta la década de mil novecientos ochenta junto con la hiperinflación, decantaron en las reformas estructurales de la década siguiente y la progresiva acentuación de las situaciones de pobreza en el barrio. En este contexto, según el estudio de Etchegorry et.al (2007?), fueron emergiendo progresivamente múltiples experiencias organizativas novedosas en el barrio para hacer frente a la crisis tales como: ferias, cooperativas y emprendimientos asociativos, muchas de las cuales perduran hasta la actualidad. En el plano habitacional, la falta de trabajo hizo cada vez más lejano el acceso al suelo y el sueño de la vivienda propia. En este contexto en muchos casos se generaron cooperativas de vivienda para hacer frente a dicha problemática propiciadas por los vecinos, entre ellas podemos mencionar las que surgieron en Villa El Libertador: La Décima, Joyson, Complejo Don Aníbal, etc., al tiempo que se produjo la emergencia de organizaciones no gubernamentales (ONG’s) de carácter más bien técnico, tal como fue el caso del Centro de Comunicación Popular y Asistencia Legal (CECOPAL) (Rodríguez y Taborda, 2010), ampliando las clásicas formas asociativas en torno a los partidos y Centros Vecinales. De esta manera, el territorio barrial se fue complejizando debido a la creciente heterogeneidad de actores no gubernamentales y a las iniciativas vecinales que además de estar orientadas a lograr ciertas mejoras barriales, exigían acciones adicionales para dar sustento a la propia vida, conseguir trabajo, tener una vivienda donde vivir. Respecto al plano de las políticas públicas, tal como lo advertimos al comenzar este apartado, los cambios poblacionales desencadenaron un mayor protagonismo del municipio que se evidenció en el año 1995 a partir de la aplicación del enfoque de planificación participativa y mediante el proceso de descentralización y desconcentración administrativa estimulada por el intendente de ese momento, Rubén Martí. Conforme a estos propósitos, el municipio amplió su territorialidad a partir de la expansión 10 El relato se aborda hasta el año 2010, período de gestión del ex-intendente Daniel Giacomino, momento en que se concentró el análisis.

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de su presencia física y regular en la zona sur, con la edificación del Centro de Participación Comunitario o CPC de Villa El Libertador-Residencial Sud (Municipalidad de Córdoba, 2004 a). Esto tuvo como objetivo acercar este nivel de gobierno a los vecinos de la zona para dar respuesta sobre todo a diversos problemas administrativos y controlar el crecimiento que éste y otros barrios estaban experimentando. En 1992, también se generó una instancia de articulación denominada Mesa de Concertación de Políticas Sociales11 que funcionó por varios años hasta 1995, la que fue retomada luego en 1996. Si avanzamos en el tiempo, con el inicio del segundo milenio el barrio experimentó ciertos cambios en materia asociativa, así como ciertas continuidades respecto a la profundización de las situaciones de segregación residencial socioeconómica y étnica. Llegado el año 2001, durante la presidencia de Fernando De la Rúa (1999-2001) se vivió el punto más álgido de la crisis que venía decantándose desde al menos la década del noventa momento en el que se implementaron diversas medidas de recorte y achicamiento del estado, las cuales fueron continuadas durante su gestión. En este contexto, al igual que en otras partes del país, en Villa El Libertador también se produjo el recrudecimiento de las situaciones de pobreza y múltiples saqueos12. Como respuesta a la crisis, progresivamente comenzaron a consolidarse las experiencias de movimientos sociales que venían emergiendo al menos desde hacía dos décadas atrás como estrategias frente a la crisis. Así, a diferencia de las primeras experiencias de las cooperativas que se articulaban principalmente en torno a la vivienda, estas asociaciones incorporaron las problemáticas de desempleo; articulándose alrededor de una nueva identidad en cuanto desempleados. En este sentido, para esa época se asentaron en Villa El Libertador el Movimiento Central de Trabajadores Desocupados(CTD)- Aníbal Verón y el Polo Obrero, por nombrar los más significativos (Santillán Pizarro, 2008).

11 A partir de esta instancia el municipio promovió la articulación interactoral, sobre todo de organizaciones no gubernamentales con un perfil más bien técnico muchas de las cuales pertenecía a la Unión de Organizaciones de Base por los Derechos Sociales (UODBS) desde 1992. Entre ellas cabe resaltar la presencia de CECOPAL y su radio FM Sur en cuanto organizaciones con bases en la Villa, quienes conjuntamente a muchas otras, tuvieron como objetivo formular colectivamente algunas líneas de políticas sociales y proyectos, gestionarlos y evaluarlos, entre otras cuestiones. 12 En base a nuestro análisis de los datos del Censo Nacional de Población, Hogares y Vivienda de 2001 tomados por el Observatorio Urbano de la Ciudad de Córdoba, al comparar las variables vinculadas a la segregación residencial socioeconómica del barrio con respecto al promedio de la ciudad, pudimos constatar que el barrio se encontraba por encima de la media poblacional respecto a: el nivel de jefes de hogar sin instrucción escolar, el porcentaje de viviendas tipo rancho y de hogares que residían en tipo pensiones u hoteles. También el barrio bajo análisis estaba por encima de la media de la ciudad de Córdoba con respecto a la precariedad de la calidad de materiales de vivienda y a la terminación de las viviendas, y su población presentaba altos niveles de hacinamiento y de Necesidades Básicas Insatisfechas (NBI) en materia de hacinamiento y problemas de instalaciones sanitarias, por nombrar sólo algunas cuestiones (Barberis Rami et. al, 2011).

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En el caso de Villa El Libertador, la acción del Municipio se orientó a la remodelación de la histórica plaza barrial en el año 2000 y se iniciaron algunas obras de desagües (Centro Vecinal, 2010), así como se reforzaron el alumbrado público y la iluminación del barrio (La Voz del Interior, 13 de noviembre de 2001). Sin embargo, no llegaron a considerarse las específicas necesidades socio-habitacionales de la zona. Así llegamos al período de la gestión de Luis Juez (2003-2007), antecesor del intendente Daniel Giacomino. Respecto a los datos que disponemos sobre la acción del municipio en este período en materia socio-habitacional cabe mencionar que durante los años 2004 y 2005 se concretó la construcción de otro edificio para el dispensario UPA Nº 23 (Centro Vecinal, 2010), se concluyeron la obra de desagües y el pavimento de la calle Río Negro (Municipalidad de Córdoba, 2004 b) y en 2006 se logró la remodelación de la plaza principal. Durante el año 2006 también se reforzaron las antiguas luchas por tener un hospital de la zona sur. Así desde diversas organizaciones de la zona, entre ellas el Centro Cultural de Villa El Libertador, la Parroquia Nuestra Señora del Trabajo y su Centro de Capacitación Laboral para Jóvenes, conjuntamente a otras organizaciones se exigió a los distintos niveles de gobierno que se concretara este proyecto que de más de treinta años (Indymedia, 1 de septiembre de 2006). “En el 2005, solo existía el Dispensario 41, ubicado en la zona de las cooperativas La Décima, Joison, Don Aníbal y Emanuel; por otra parte también estaba el UPA 23 (…) con domicilio en calle Río Negro, en una casa alquilada y con un reducido espacio físico. En la actualidad dispone de un edificio propio, cercano a las cooperativas Pilcomayo, Arpeboch, la cual cuenta en la atención con especialidades tales como odontología, pediatría, ginecología, medicina generalista. En el año 2010, se inaugurará el muy esperado Hospital Zonal (…) que será de mucha utilidad para todos los barrios que se encuentran más allá de la circunvalación. Esto cubrirá las necesidades de todas aquellas familias que no tienen cobertura social, ya sea por no tener un trabajo digno, o por vivir de changas o simplemente ser desocupados, ayudando también a los demás Dispensarios y/o hospitales públicos los cuales están saturados” (Centro Vecinal, s/n).

La disputa de territorialidades (Sack, 1996), por esos momentos entre el gobierno municipal de Luis Juez y el gobierno provincial de José Manuel De la Sota, llevó a que los gobiernos se enfrentaran en la concreción de la obra como un tesoro a ganar, aumentando su intervención de distintas maneras en el barrio. Esto se sustentaría en la cantidad de población de la zona, y su 12

importancia implícita en términos electorales, la cual llegaría a 200.000 personas. Finalmente si continuamos analizando la construcción del territorio barrial, llegamos al último período de gobierno en el que concentra este artículo: la gestión de Daniel Giacomino durante los años 2006-2010. Durante este período de gobierno aunque no se desarrollaron iniciativas de construcción de vivienda, predominaron instancias de regulación a partir del desarrollo de normativas, asistencia técnica y atención del déficit cualitativo habitacional, preservando las tendencias de planificación previamente señaladas. En el contexto del barrio, si tomamos en cuenta la documentación provista por la comisión directiva del Centro Vecinal del año 2010, así como cierta información proporcionada por funcionarios municipales, durante este período se concretó la inauguración del Hospital de la Zona Sur, la recuperación de la sede del Centro Vecinal y la llegada al barrio del Trolebús A, por citar algunas de las principales iniciativas (Centro Vecinal, 2010). Desde nuestra perspectiva, si bien no podemos desconocer algunos cambios en el barrio, creemos necesario diferenciar las necesidades barriales según las situaciones socio-habitacionales de distintos sectores, aún cuando todos se caractericen por patrones semejantes de segregación residencial socioeconómica a escala barrial. Por caso, si analizamos el Periódico zonal “La Décima” en el período 2010-201113, aunque también destacaba los mismos logros barriales, bajo una línea editorial más crítica señalaba algunas problemáticas pendientes. Entre ellas se insistía sobre los problemas vinculados con el acceso a la tierra y a la vivienda y cuestiones que tienen que ver con la infraestructura14.

13 Cabe aclarar que las temáticas seleccionadas fueron elegidas en base a un relevamiento de 138 artículos del periódico zonal La Décima durante el período de 2010-2011. A partir del análisis de todos los archivos disponibles on line se seleccionaron aquellas que entendíamos estaban relacionados a cuestiones socio-habitacionales del barrio. 14 En este sentido, en el período bajo estudio dicho periódico refería de manera recurrente a una heterogeneidad de situaciones y problemáticas vinculadas a la temática tales como: -la instalación definitiva del basural en Hogar III que afectaría a toda la zona sur, en la cual está inserta Villa El Libertador (Periódico La Décima, abril de 2010). -la iniciativa de toma de tierras de predios privados protagonizadas por organizaciones y movimientos sociales tales como: Tupac Amaru y la CTD-Aníbal Verón puntualizando además sobre las negociaciones mantenidas por el movimiento Tupac Amaru con el gobierno municipal y nacional para conseguir fondos para la construcción de viviendas. En otros artículos, se señalaba el logro de la CTD-Aníbal Verón respecto a la “urbanización” del asentamiento en referencia a la visita del párroco al lugar (Periódico La Décima, abril, junio y septiembre de 2010); -los importantes cortes de luz que se producían en la zona (Periódico La Décima, junio y agosto de 2010) y el faltante de gas (Periódico La Décima, septiembre, 2010); -las reivindicaciones realizadas por el Centro Vecinal para lograr la autonomía del barrio Villa El Libertador respecto a la ciudad debido a cierto interés de los integrantes en lograr un “crecimiento habitacional y territorial más equitativo y más eficacia en los servicios que les prestan a la gente” (Periódico La Décima,

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Del recorrido por este apartado podemos identificar que aunque el barrio fue cambiando a lo largo de su historia existen situaciones recurrentes, que hemos tratado de resaltar en este relato como son: a) la segregación residencial socioeconómica del barrio b) el predominio de un rol regulador de los gobiernos (municipal y provincial) antes que promotor en la resolución de las necesidades vecinales c) la complicidad de ciertos actores públicos y privados a lo largo de su historia (por acción u omisión) en la estafa a la buena fe de los vecinos/as d) la falta de un política que privilegie la función social de la propiedad y regulación del mercado de suelos, así como la provisión continua de servicios públicos e infraestructura mínima e) la lucha continua y autogestiva de los vecinos organizados. Estos aspectos que tuvieron distintos niveles de protagonismo en este relato, se retoman en el siguiente apartado a partir del análisis de las entrevistas a distintos integrantes de algunas de las organizaciones sociales15, involucradas de diversas maneras en las problemáticas sociohabitacionales.

4. Relatos desde el barrio: subjetividades de vecinos/as que integran algunas organizaciones de la Villa

4.1 Tierra, propiedad e identidades

Al caminar por las calles del barrio durante el período que hicimos el trabajo de campo, algo que nos pareció fuertemente llamativo fue la diversidad de situaciones coexistentes en torno al acceso a la tierra, la vivienda y a la infraestructura y servicios públicos. A partir del recorrido por algunas pocas manzanas pudimos observar una heterogeneidad de situaciones y procesos organizativos. Mientras que por ejemplo en una manzana estaban organizados en torno a una cooperativa, al frente había otra que nucleaba a otras tantas cuadras diferentes. Esto llevó a complejizar nuestros supuestos iniciales sobre la configuración del territorio y las distintas territorialidades que se superponían en el sector según procesos organizativos e identidades diferentes. Decimos esto pues aunque la mayoría reconocía su pertenencia al barrio

febrero de 2011), por citar algunas cuestiones. 15 Nota metodológica: A los fines de esta presentación hemos seleccionado para el análisis cuatro organizaciones sociales vinculadas directamente a problemáticas socio-habitacionales del barrio: dos de ellas fueron seleccionadas por ser cooperativas con distinta trayectoria histórica y procesos de acceso a la tierra y la vivienda y las otras dos por ser movimientos sociales con distintas lógicas organizativas y experiencias en la toma de tierras.

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Villa El Libertador, al preguntar por los nombres de los sectores, las indicaciones tenían que ver con el nombre de las cooperativas. Al indagar por las razones que originaban esta heterogeneidad, los entrevistados señalaron como determinantes las diferentes formas que habían tenido al momento de acceder a la tierra. Mientras que algunos lo habían logrado a través de la toma de tierra organizados informalmente o a través de un movimiento sin reconocimiento de los gobiernos, otros habían sido estafados o tomado tierras y en ambos casos el gobierno había intervenido comprando las tierras y elaborando un plan de cuotas. Esta primera distinción hizo que las concepciones sobre la tierra y la propiedad también fueran diferentes. Mientras que la cooperativa que se organizó luego de la toma de tierras a algunas manzanas que pertenecían a una propietaria norteamericana que había abandonado las tierras hacía más de 25 años, legitimaba la acción “frente a la necesidad de no tener donde vivir” (Juan); por el contrario, quienes habían sido estafados rechazaban la posibilidad de ser equiparados a las otras cooperativas. Esta diferencia se sustentaba según una de las entrevistadas en que: “nosotros pagamos los terrenos y fuimos estafados, los otros usurparon las tierras, se las compró el gobierno, son distintas situaciones” (Magdalena). Si leemos estos testimonios desde el marco dado por Lefebvre (1978) podemos distinguir dos concepciones diferentes sobre el espacio, mientras que en el primer caso se priorizaba en la argumentación el “valor de uso”, en el segundo apareció la importancia de pagar como un elemento vinculado al “valor de cambio” que tiene la tierra de acuerdo a las reglas de mercado vigentes y normativa urbana hegemónica. Esta diferencia se constituyó por lo tanto en un primer condicionante que no sólo dificultaba la articulación entre las diferentes organizaciones, sino también la construcción de identidades en torno al territorio. De este modo, mientras que algunos de los entrevistados aceptaban su pertenencia inicial a un asentamiento, otros valoraban negativamente esta posibilidad debido a las subjetividades discriminatorias construidas en torno este tipo de territorio. Esta connotación se explicitó en diferentes testimonios. Veamos. Al preguntarle a Magdalena sobre cómo se había enterado que las tierras donde vivían no estaban registradas y habían sido estafados, me contó que se había dado cuenta cuando fue a hacer los trámites para lograr acceder al servicio eléctrico. Allí le indicaron que el plano que le había provisto la cooperativa a la que le abonaba las cuotas no tenía valor legal por lo que el sector aparecía como un campo. Fue entonces cuando con una fuerte expresión de indignación me dijo: “Ni siquiera aparecía como barrio o cooperativa sino ¡un asentamiento! ¡¿Vos podés creer?!”. Algo semejante ocurrió al entrevistar a los integrantes de un movimiento social del barrio quienes, aunque valoraron de una manera más positiva la condición de asentamiento, señalaron que 15

al momento de tomar las tierras existió una clara intencionalidad de no ser una villa: “Nosotros cuando tomamos las tierras teníamos bien en claro que no queríamos ser una villa, por eso vos fijate que hemos respetado las calles, hemos marcado bien los terrenos, todo...” (Martín). Como podemos ver, a pesar de las diferencias, ambos testimonios coinciden en su preocupación por la integración con el entorno próximo, ya sea por el reconocimiento positivo que supone ser parte de un barrio o en su defecto una cooperativa, o el hecho de no ser una villa. Esta preocupación aunque parece razonable si se piensa desde las condiciones necesarias para acceder a la infraestructura y servicios públicos mínimos desde los marcos regulatorios urbanos vigentes, desde el planteo de Lefebvre interpretamos que las modalidades de “urbanización” como las villas o asentamientos no necesariamente deberían ser vistas como algo bueno o malo en sí mismas. En otras palabras, aunque estos espacios pueden reprocharse en cuanto expresión de las desigualdades propias del sistema de producción, no deberíamos descartarlas si se piensa en su “valor de uso”. O lo que es lo mismo, en el sentido de apropiación y significados que se (re)producen en torno a estos espacios para sus habitantes. Para muchas personas el vivir en una villa o un asentamiento implica más que un techo donde dormir. Supone una multiplicidad de relaciones sociales que actúan como formas de contención afectiva, material y social en general. De lo contrario, no se explicaría por qué en otros momentos históricos aún cuando los seres humanos disponían de suficientes tierras, ensayaron múltiples formas de organización del espacio, las cuales no necesariamente tendrían que ver con las formas actuales que adquieren las ciudades capitalistas. Si se piensa en la multiplicidad de proyectos políticos urbanos que quedaron en el tintero de la historia frente al carácter modernizante de la ciudad actual, la pregunta que emerge es cómo se ha reproducido esta hegemonía.

4.2 Los gobiernos en el proceso de construcción de la concepción hegemónica de urbanización actual En línea con lo que ya venimos planteando, podemos argumentar que las “representaciones del espacio” cada vez se han ido emparentando más con el “espacio de representación” de los técnicos de la planificación, los cuales según Lefebvre (1976) reproducirían la ideología capitalista. Esto se observó claramente por ejemplo en el testimonio de uno de los entrevistados quien resaltó la importancia de la acción estatal a partir del Programa de Mejoramiento Barrial (PROMEBA) en cuanto a su poder organizador. “Juan: El PROMEBA no quiere un mejoramiento del barrio. Viene a hacer urbanización. Aníbal: Te cambia todo. Te cambia la comisión, te cambia todo. Porque el juez ordena dar de baja y te cambia todo y entonces ahí empieza a trabajar como es debido”. 16

Este “trabajar como es debido” tiene que ver fundamentalmente con la demarcación de calles, delimitación de lotes y de espacios públicos, por señalar algunos criterios técnicos-urbanos hegemónicos. Frente a este testimonio nos surgió como pregunta si predominaba una concepción algo ingenua sobre el Estado, los gobiernos de turno y los intereses latentes en la planificación del “hábitat”. Contrariamente a lo que pensamos aunque varios de los entrevistados mostraron cierta dualidad sustentada en cierto desconocimiento respecto a algunas cuestiones técnicas y normativas propias que hacen a la construcción del hábitat, no necesariamente desconocieron los intereses o intencionalidades detrás de ciertas políticas urbanas. “Juan: ¿Qué le pasa a la gente humilde, con pocos recursos o con poca intelectualidad, sería la palabra justa? No es intelectual, no piensa. Dice, le prometen la escritura y ¿qué es lo primero que hace? Le entregan un recibo, usted me tiene que pagar tanto de cuota ¿Se da cuenta? Y los tuvieron enganchados, como dos o tres años con este tema.”

Por el contrario, más adelante Juan aclaró que los gobernantes no serían partes desinteresadas en este proceso. A modo de ejemplificación nos contó cómo la obra de asfaltado de calles del barrio se vio demorada según los intereses que el gobierno tenía por cierta empresa para la licitación.

Juan: El constructor y asociado acá, el que hizo los asfaltos acá en Villa El Libertador, el dueño es De la Sota pero es un testaferro...¿Sabés cuánto tuvimos que esperar nosotros para...? Cuatro años para que hicieran el asfalto de Villa El Libertador. Para que empezaran la obra con la empresa que vino ¿sabés cuántas empresas se presentaron?

Por otro lado, Magdalena manifestó cómo el hábitat formaba parte de disputas entre distintos niveles de gobierno (municipal o provincial): “Estoy un poco molesta con [apellido del ex Director de Hábitat] porque no me quiere pavimentar mi calle. Yo veo que hay disputas entre la provincia y el municipio”. O cómo venían a ofrecerles beneficios en tiempos electorales: “Porque ellos nos buscan. Ellos nos buscan a nosotros cuando necesitan votos. Eso hay que saber (…) Sí ese es el problema, prometen pero no cumplen” (Juan). De los testimonios planteados aunque hubo un reconocimiento significativo sobre los 17

intereses más o menos latentes por parte de los actores de gobierno al momento de intervenir en el “hábitat”, la pregunta que sigue pendiente es: ¿qué otros factores estarían incidiendo en la construcción de esta hegemonía? Desde nuestro punto de vida, una parte de la respuesta tendría que ver con la lógica de la “necesidad” y los impedimentos objetivos interpuestos por los gobiernos hacia quienes se alejan de esta concepción de planificación. Esto se manifestó explícitamente en los testimonios ante los esfuerzos depositados para lograr la “regularización” frente a la multiplicidad de trabas y pérdida de beneficios que tiene el hecho de no adaptarse al sistema. Por ejemplo, Martín y Fabián nos comentaban las dificultades que supone la falta de reconocimiento formal del asentamiento. Señalaban que aún cuando las calles se han delimitado “los problemas que tenemos es que no pasa el camión de la basura” (Martín) o “tenemos el problema de la luz, que estamos enganchados porque E.P.E.C todavía no nos da la autorización porque todavía no están reconocidas las tierras” (Fabián). Algo semejante planteó Magdalena quien señalaba su intención de pago de la electricidad y dificultades para hacerlo actualmente ante la quita de la tarifa social. Otra parte de la respuesta a este interrogante consideramos que tiene que ver con la desconfianza y atomización misma existente entre los propios vecinos y organizaciones del barrio. Veamos.

4.3 No creo en vos, me arreglo como puedo

Más allá de los múltiples condicionamientos planteados por los gobiernos al momento de urbanizar los territorios, la pregunta que emergía era por qué las organizaciones no lograban articular sus prácticas en conjunto mejorando su correlación de fuerza e incidencia. Si bien la respuesta ha ido decantando en parte a partir de los testimonios históricos y vivencias de los entrevistados/as en los que se señalaba la pérdida de confianza por los engaños sucesivos o “tranfugueadas”, esto mismo se manifestó en el plano de las organizaciones. Al preguntarle a Magdalena si había pensado en articular relaciones con otras organizaciones que tienen problemas semejantes, nos contestó que no lo había hecho por la desconfianza que tiene hacia algunas de ellas. “Magdalena: Mirá, dejáme pensar. Algo hicimos con [nombra otra cooperativa], sobre todo por el tema de la luz, pero tampoco le tengo plena confianza porque también es una cooperativa que ha tenido distintos problemas”. 18

Algo semejante respecto a la desconfianza, en este caso intraorganizativa, se manifestó en una de las ex integrantes de uno de los movimientos entrevistados quien señaló que en muchas ocasiones dentro de la propia organización se había faltado a la palabra al momento de organizar la urbanización de los terrenos tomados y sobre todo administrar el dinero de la cooperativa organizada por el mismo movimiento. Todo esto habría generado un desgaste que le llevó a dejar el movimiento. “Marcela: El viernes pasado se abrió una cuenta en el banco a nombre de la Cooperativa. Desde el 2008 ellos vienen cobrando $35, no sé si por la tierra o la vivienda, pero desde esa época [momento en que se constituye la cooperativa] nunca se pidió rendición de cuentas. Vos decime ¿qué se hizo con la plata? Inclusive nos hicieron comprar herramientas. Yo compré herramientas, se perdían las plalas y no tienen libro de balances donde el socio pregunte si compraron lanzas, picos o qué...Además nunca nos dejaron entrar a los cursos de cooperativismo que se hacían. (…) Se elige el presidente a mano, no por votación de los socios.”

Para concluir este apartado cabe advertir que si bien no podemos generalizar estos relatos a las problemáticas que pueden tener todo el heterogéneo campo de las organizaciones sociales, los testimonios brindados nos llevan a pensar de lleno en cómo existen ciertas prácticas desde las propias organizaciones que pueden ser funcionales a la reproducción de la hegemonía urbanizadora. Tal como lo advertía Núñez (2009) al referir al planteo de Lefebvre el riesgo de la alienación no sería sólo un problema susceptible de reducirse a ciertos actores -más o menos progresistas-, sino que todos podrían estar desarrollando prácticas que contribuyen a la alienación y reproducción del sistema capitalista. La fetichización de la tierra como mercancía o “bien de consumo” prioritario antes que el bienestar o “bien de uso” de los propios miembros de las organizaciones, en este caso nos hace pensar sobre la vigencia del problema de alienación en tanto situación que sigue reproduciéndose de distintas maneras de modo cotidiana en los territorios tanto por los vecinos, las organizaciones y por supuesto, los propios gobiernos.

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5. A modo de reflexión

Al iniciar este artículo nos propusimos como objetivo comprender el sentido latente en el provocativo testimonio de un entrevistado que dio origen a esta ponencia como fue: “Los mismos tránsfugas. Unos son pobres y otros son ricos”. A partir del recorrido por este trabajo intentamos desentrañar los argumentos históricos y actuales que sustentaban este testimonio, compartido de diferentes maneras por otros entrevistados y sus implicancias prácticas en la construcción de la concepción actual de “hábitat” y urbanización. Al abordar la primera parte del artículo pudimos apreciar cómo más allá del pintoresco relato del acceso a la tierra en el barrio a través del “regalo” de un sastre a sus clientes, al igual que en otros barrios, el acceso a la tierra formó parte de un “valor de cambio”. Esto se constituyó a partir del intercambio de una mercancía por otra (traje por tierra), sumado a otros requisitos legales que se privilegiaron desde el primer momento, más allá de las urgencias en materia de infraestructura y servicios públicos subyacentes desde su fundación. La complicidad del municipio al momento de regular y controlar la propiedad y el “hábitat” en general, se evidenció a partir de múltiples regulaciones que tuvieron que ver con priorizar los usos de suelo, delimitación de espacios, condiciones de regularidad en la tenencia del suelo y no por apoyar los procesos autogestivos y de apropiación del espacio urbano desde su “valor de uso”, en el sentido propuesto por Lefebvre. Esta complicidad en la reproducción del “valor de cambio” del espacio urbano y los intereses de ciertos actores se visibilizó por ejemplo ante la inacción del propio gobierno frente a algunos engaños de ciertas empresas comprometidas en la provisión de agua. Desde los testimonios de los propios vecinos pudimos reflexionar sobre cómo en muchos casos la alienación es reproducida por ellos mismos, a partir de distintas representaciones y prácticas que tienen que ver con: la concepción sobre la tierra, la propiedad y la forma “adecuada” de planificar el espacio para lograr su reconocimiento formal. Estas representaciones y prácticas no necesariamente son inconscientes o irracionales, sino que responden a la racionalidad hegemónica y las “necesidades” instaurada por el propio sistema. Esto es igualmente preocupante si se piensa en las representaciones y prácticas subyacentes en algunas organizaciones sociales, sobre todo algunos movimientos, que aunque en el discurso se plantean como alternativas siguen presentando desafíos al momento de construir alternativas al modelo vigente de urbanización y ciudad. Para terminar cabe aclarar que si bien a partir de los casos analizados no podemos generalizar estos desafíos a la totalidad de experiencias existentes al momento de acceder a la tierra, la vivienda y mejores condiciones en general de “habitar” la ciudad, el ejercicio de extrañamiento 20

(Ob.cit, 1991) puede servirnos como un puntapié para activar algunos pequeños cambios. En esta dirección, un interrogante que emerge de la aplicación de este ejercicio es si el concepto de “tránsfugas” no podría entenderse como sinónimo de una traición que nos estamos haciendo la mayoría a nosotros mismos. Siguiendo el planteo de Lefebvre (1999) comenzar a pensarnos como individuos en una comunidad que compartimos una misma naturaleza humana y en consecuencia finitud, tal vez sean las bases para comenzar a despertar nuestra conciencia en tanto base fundamental para construir la “revolución urbana” augurada también por nuestro autor.

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