Los milperos tradicionales de Chiapas en su proceso de transición a la soberanía alimentaria con base agroecológica

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Los milperos tradicionales de Chiapas en su proceso de transición a la soberanía alimentaria con base agroecológica Dr. Emanuel Gómez Martínez1 Ponencia presentada en el 10° CONGRESO de la Asociación Mexicana de Estudios Rurales (AMER) Los Desafíos del México Rural en el siglo XXI Toluca, Estado de México, 23 al 26 de junio de 2015 Eje temático 2. Actores rurales, estrategias y modos de vida Subeje temático: Agroecología y agriculturas alternativas RESUMEN Frente a la coyuntura de 2008 marcada por una crisis agroalimentaria, climática y financiera mundial, los milperos tradicionales de Chiapas se organizan en defensa de las semillas nativas, la agricultura orgánica campesina, el acceso a recursos de programas de política pública, en rechazo de la agricultura industrial, las patentes de la biodiversidad y las semillas transgénicas. En el centro de la organización campesina está el agroecosistema tradicional milpa, que para los milperos es más que un sistema agrícola: es un espacio en el que se reproduce la cultura ancestral, los rituales agrícolas, las lenguas originarias y la relación con la Madre Tierra. Índice Introducción 1. La coyuntura de 2007 por la crisis agroalimentaria mundial 2. Los milperos tradicionales en defensa de la agricultura orgánica campesina 3. La milpa para los milperos tradicionales de Chiapas Conclusiones Fuentes citadas

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Profesor investigador de la Maestría en Ciencias en Desarrollo Rural Regional, sede Chiapas, Universidad Autónoma de Chapingo.

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Introducción A continuación se presenta el proceso de defensa de la agricultura orgánica campesina en Chiapas, con base en las semillas nativas, en rechazo de la agricultura industrial con base en las patentes y los agroquímicos. En la coyuntura de 2007-2008, en un escenario mundial de crisis agroalimentaria, los milperos tradicionales de Chiapas se organizan y abren procesos de incidencia en políticas públicas para iniciar la transición ordenada a la agricultura orgánica y la soberanía alimentaria con base en las semillas nativas y la agroecología. El estado, sin embargo, mantiene el rumbo de fomentar la agricultura industrial, con patentes de la biodiversidad y uso de paquetes tecnológicos propios de la revolución verde. Ante la imposibilidad de cambiar formalmente las políticas públicas, los milperos se mantienen a la expectativa de los programas de gobierno que les permitan continuar reproduciendo el sistema agrícola tradicional milpa, pues en el acto de sembrar maíz en policultivo, está el centro de la economía familiar, de la cultura ancestral y del manejo sustentable de la agrobiodiversidad. El estudio de caso se hizo acompañando el proceso de organización de los milperos tradicionales de la Sierra Madre del Soconusco y Los Altos de Chiapas durante el periodo 2003-2011, y se presentó como tesis de doctorado en desarrollo rural en la UAM Xochimilco (Gómez, 2013). 1. La coyuntura de 2008 por la crisis agroalimentaria mundial En 1993, cuando se firma el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, se acordó un periodo de quince años para que la agricultura mexicana mejorara sus condiciones de producción, industrialización y comercialización. De este modo, según los principios económicos del TLCAN, a partir de enero de 2008 la agricultura de México estaría en condiciones de competir con la de Estados Unidos y Canadá y entraría en vigencia el capítulo agropecuario, por medio del cual se establecerían relaciones comerciales sin aranceles.

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En México, se establecieron una serie de programas de política pública, entre los que destaca el Programa de Apoyos Directos al Campo (PROCAMPO), que consiste en la entrega de recursos en efectivo a los productores agrícolas, según la superficie sembrada y capacidad productiva. Sin embargo, lejos de mejorar las capacidades económicas del campesinado, los subsidios que se operan en el campo mexicano están profundizando la desigualdad. Por paradójico que parezca, el aumento en el gasto público durante los últimos años, es proporcional a la pérdida del empleo rural. Los datos estadísticos en la materia arrojan información sorprendente: el gasto público en el sector agrícola casi se duplicó entre 1991 y 2008, y en el mismo periodo, se perdió el 20% de la fuerza laboral agrícola, al grado que “el peso relativo de la agricultura en la Población Económicamente Activa (PEA) cayó de 23% a 13%” (Fox y Haight, 2010: 7). Considerando la seguridad alimentaria un estado de bienestar en que “las personas tienen en todo momento acceso físico y económico a suficientes alimentos inocuos y nutritivos para satisfacer sus necesidades alimenticias y sus preferencias en cuanto a los alimentos a fin de llevar una vida activa y sana. (FAO, 1996”, está claro que hay por lo menos tres dimensiones implícitas en este concepto: el valor nutricional de los alimentos, la capacidad económica de acceder a éstos, y la preferencia del tipo de alimentos según la cultura propia. En 2008, al iniciarse el capítulo agropecuario del TLCAN, México estaba en serias dificultades de alcanzar la seguridad alimentaria y en alto riesgo de caer en pobreza alimentaria. Ese año, la FAO estimaba que en México la población de menores ingresos destina un 46% de sus ingresos a cubrir sus necesidades alimentarias, mientras la población con mayores ingresos destinan el 18% de sus ingresos a alimentación (FAO, 2008). Unos años antes de la crisis de 2008 las cifras oficiales indicaban que el 18% de la población total de México se encontraba en situación de pobreza alimentaria (CONEVAL, 2005), sin embargo, estudios no oficiales arrojaban información más cruda: "en 1990, sólo 32% de los habitantes se ubicaba en algún grado de 3

inseguridad [alimentaria], mientras que en el 2000 alcanzó cerca de 45%" (Torres, 2002). La contradicción más grande es que los estados con mayor riqueza biológica y cultural son los que tienen la desnutrición más alta: Al 2005 en Chiapas hasta el 47% de la población estaba en pobreza alimentaria, en Guerrero el 42% y en Oaxaca el 38%, muy alejados de los estados urbanizados, industrializados, vecinos de Estados Unidos o simplemente beneficiados de los acuerdos comerciales, como Baja California, Baja California Sur, Coahuila, Colima, Chihuahua, Nuevo León, o Sonora, donde ni siquiera el 10% de su población total padece de pobreza alimentaria (CONEVAL, 2005). El salario mínimo en México es de $57 pesos (menos de 5 dólares al día), lo que resulta insuficiente para comprar alimentos sanos y nutritivos, según Oliver De Shutter, relator de la ONU para el derecho a la alimentación, este ingreso únicamente alcanza en un 25% para cubrir las necesidades alimentarias sin desproteger otras necesidades de gastos básicos como el acceso a salud, educación y vivienda digna (De Shutter, 2011: 5). Aún si calificáramos la propuesta del relator de la ONU como exagerada, que no lo es, y si concediéramos que con 3 salarios mínimos es posible acceder a una alimentación adecuada, resultaría que en Chiapas y Oaxaca la inseguridad alimentaria es una realidad cotidiana para 80% de la población total. Si revisamos los ingresos de la población por estado, tendríamos que Baja California Norte es el único estado en el que 50% de la población percibe hasta 3 salarios mínimos. En síntesis, podemos concluir que en 2008 el sector rural mexicano se encontraba en una crisis estructural por las condiciones de desigualdad en el acceso a recursos, en la generación de riqueza por actividades de producción agrícola y en los altos índices de inseguridad alimentaria en Chiapas, Guerrero y Oaxaca por la incapacidad de la población de acceder en todo momento a los alimentos básicos. Aunado a esta crisis estructural por las condiciones socioeconómicas, el capítulo agropecuario del TLCAN resulta en una crisis estructurante, pues a partir de 2008 4

inicia el régimen de libre comercio de alimentos e insumos agrícolas, lo que favorece más la dependencia alimentaria a las importaciones. 2. Los milperos tradicionales en defensa de la agricultura orgánica campesina En el caso de la producción de maíz, nuestro objeto de estudio, hay una cadena de intermediarios entre la producción bruta de maíz y su venta sin valor agregado a las industrias que lo transforman principalmente en tortilla, harina, alimento para ganado o insumos para otras industrias, y cuando el producto final llega al consumidor, el precio de la mercancía es mucho más alto que lo que pagó el primer comprador de maíz al campesino. Por producción convencional de maíz, incluyo tanto a los productores que aplican paquetes tecnológicos propios de la Revolución Verde, como semillas híbridas, fertilizantes y agroquímicos, y también se incluye a pequeños productores que, por sus condiciones de marginación no aplican estos paquetes de agroquímicos y basan su manejo productivo en sistemas tradicionales, semillas criollas o nativas y prácticas de fertilización tradicional como el sistema Roza-tumba y quema, la diversificación de cultivos y otros como el dejar pudrir las malezas para cubrir con una capa verde que haga la vez de abonos. Por productores orgánicos de maíz, entiendo a los productores certificados por instituciones que proporcionan sellos reconocidos en los circuitos de comercio justo. En México, que se sepa, no hay productores de maíz certificados como orgánicos, básicamente porque los que manejan orgánicamente la producción de maíz y frijol, lo hacen con sistemas agrícolas tradicionales y destinan toda su producción al autoconsumo, dejando pocos o ningún excedente para la comercialización, y si acaso cubriendo nichos de mercado micro regional. Y los productores de maíz con capacidad comercial, están fuertemente arraigados a los paquetes tecnológicos de la Revolución Verde, para financiarse recurren a créditos y entregan su producto en bruto, es decir, sin valor agregado, simplemente en costales (Gallegos, 2011). Retomando datos del último censo 5

agropecuario (INEGI, 2007), el mayor problema del campo en México, es que el 95% de los productores rurales se encuentran en el primer eslabón de la cadena productiva, prácticamente sin posibilidad de capitalizarse, lo que representa un lastre histórico que mantiene estancado al país entero y pone en riesgo a las mismas instituciones de desarrollo. En palabras de quien fuera director de la Financiera Rural: Más allá de la necesaria eficiencia administrativa y la prudencia en el otorgamiento del crédito, la sustentabilidad de Financiera Rural será posible en la medida en que los proyectos de integración económica de los productores rurales sean, así mismo, objetivamente sustentables. Nuestro país requiere enfrentar el hecho urgente de que más del 95% de los productores participa tan sólo en la fase de producción primaria, con unidades productivas histórica y sistemáticamente desvinculadas, sin escalas ni estándares de calidad que les permitan un acceso más justo a los mercados. (...) La posibilidad real de que los productores rurales logren agregar y retener valor, así como acceder a los mercados de manera justa y equitativa, depende no sólo de mejorar la calidad y productividad de la producción primaria sino, primordialmente, de movilizar las capacidades organizativas de los productores para apropiarse de aquellos eslabones de la cadena productiva y de valor, tales como el abasto de insumos y materias primas, servicios de mecanización, servicios

financieros,

desarrollo

de

marcas,

acopio

de

la

producción,

almacenamiento, transporte, mercadeo, beneficio, empaque y comercialización, entre otros (De La Madrid, 2010).

Diagrama 1

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En el caso de la producción del maíz, la "cadena productiva" es de las más largas y complejas, y las empresas intermediarias reportan ganancias mientras en el sector productivo las organizaciones exigen aumentar los subsidios, los programas de capacitación e inversión productiva. En el Diagrama 1 se ilustra la cadena productiva del maíz. En el primer eslabón en realidad no están los productores primarios, sino los proveedores de insumos agrícolas: semillas, fertilizantes, plaguicidas y otros agroquímicos; también incluiría en este primer eslabón a los proveedores de herramientas (áperos de labranza como coas, palas, picos, barretas, etc) y a los fabricantes de maquinaria agrícola (tractores, semilleros, cosechadoras), aunque en el caso de los productores de autoconsumo, generalmente no alcanzan a pagar maquinaria, por lo que dependen

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exclusivamente de su propia fuerza de trabajo, o acaso de subcontratar jornaleros agrícolas para labores de preparación del terreno, fertilización y cosecha. En el segundo eslabón de la cadena productiva, están los productores agrícolas, en México, 2 millones de campesinos milperos, y en Chiapas cerca de 300,000 productores, de los cuales poco más de 292,000 tienen una superficie menor a 20 hectáreas y, más grave aún, el 98% de todos los productores de maíz de Chiapas, grandes y pequeños, no cuenta con sistemas de riego, por lo que sólo puede aprovechar un ciclo agrícola y deja correr el régimen de lluvias más intenso de todo el país, como se explicó anteriormente (SDR, 2005: 193). Después de esta cadena inicial, siguen varios eslabones hasta llegar al consumidor, por lo que en el proceso se benefician industrias de los alimentos, particularmente la industria de la masa y la tortilla, pero también las industrias de alimentos procesados, dulces, botanas y refrescos, la industria de alimentos para animales (ganado mayor y menor) y otras industrias que procesan químicamente el maíz para obtener plásticos, aceites y, recientemente, biocombustibles. La producción de los milperos tradicionales no pasa por toda esta cadena sino que llega directamente al último eslabón, el de la alimentación familiar, en modalidad de tortillas, tamales, pozol y otros alimentos. Así que los productores de autoconsumo en realidad se ahorran toda la cadena, lo que representa un gasto menos en estos alimentos, que son la base alimenticia de México. Los productores de café orgánico han logrado apropiarse de casi todos los eslabones de la cadena productiva, al controlar el manejo de insumos agrícolas, la producción primaria, los procesos de acopio, transformación, envasado, comercialización y, en el caso de los cafetaleros más organizados, incluso en la venta final al público en taza de café, lo que incrementa significativamente las ganancias en comparación con los productores convencionales, libres o no organizados, que simplemente venden el café en grano para su transformación y comercialización por otros agentes económicos (Nájera, 2002).

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En el caso de la producción de maíz, no hay un proceso tan organizado hacia la agricultura sostenible como en el caso del café. Retomando la experiencia de los cafetaleros orgánicos de la Sierra Madre de Chiapas (Vásquez, et al, 2006: 35) podemos identificar tres tipos de agricultores: convencionales, o sea los que aplican agroquímicos; en transición a orgánicos, es decir, los que han iniciado el proceso de producción orgánica, y orgánicos certificados, esto es, los que tienen más de 5 años con sistemas de producción orgánica del agroecosistema, con abonos orgánicos y manejo cultural sin herbicidas ni plaguicidas y participan en circuitos de mercado conocidos como comercio justo por el hecho de ofrecer un mejor precio a los productores que tienen prácticas de agricultura sustentable. El proceso de acompañamiento y sistematización de la experiencia de los milperos tradicionales de Chiapas, entre 2003 y 2013, no nos permitió identificar la existencia de un solo proceso exitoso de comercialización de maíz certificado como orgánico, por el contrario, la situación es de serias dificultades estructurales (socioeconómicas) y estructurantes (jurídicas) para la transición a la agricultura sostenible con base en el maíz. Más aún, el hecho de que este proceso de acompañamiento y sistematización era parte de un proceso de investigación acción participativa, se pudo consultar directamente a una muestra de productores de maíz. En 2008 se reunieron 30 representantes campesinos de las regiones Altos, Norte, Selva, Sierra y Frontera de Chiapas, en un taller de capacitación en manejo de semillas de maíz criollo o nativo. Los facilitadores del taller, técnicos del Instituto Nacional de Ciencias Agrícolas de Cuba (INCA), pidieron a los participantes que discutieran en grupos de trabajo según la región de origen y se definieran los propósitos de mantener activa una red de comunidades campesinas en defensa del maíz, resultando los siguientes planteamientos: •

No se está luchando por la certificación orgánica, sino por el reconocimiento del sistema milpa maya con semillas criollas y manejo orgánico.



Que la Red Maíz sea una instancia que gestione el reconocimiento del sistema milpa maya, producción de semillas, manejo orgánico-biodinámico, conocimientos

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tradicionales y se tenga acceso a recursos económicos para proyectos productivos. •

Que cada grupo de productores tenga un reglamento interno en el que se promueva el uso de semillas criollas con manejo orgánico.



Promover la organización de productores de semillas criollas con manejo orgánico por microrregiones.



Buscar alternativas tecnológicas, económicas regionales que le den continuidad a las propuestas.



Hacer una coordinación regional y formar promotores para seguir impulsando la protección de la diversidad biológica.



Generar un mecanismo de comunicación con el resto de los grupos de productores, pues no es fácil la representatividad (Red Maíz Criollo Chiapas, 2008).

Con este mandato se constituyó la Red Maíz Criollo Chiapas en 2008, aunque sus antecedentes se remontan a 2003 cuando los mismos técnicos del INCA habían coordinado un programa de capacitación a campesinos en fitomejoramiento del sistema milpa (Martínez, et al, 2003). Entre 2007 y 2008 esta organización se definió como espacio de gestión para cumplir con las expectativas de los milperos tradicionales, en particular el reconocimiento del sistema milpa por las instituciones. La coordinación de la Red Maíz quedó integrada por Juan E. Velasco Ortiz, representante de las cañadas de los territorios tseltales de Tenejapa y San Juan Cancuc; Arturo Farrera, representante de las cañadas de los territorios tsotsiles de Zinacantán y San Andrés Larráinzar, y quien esto escribe, Emanuel Gómez, responsable de enlace de las organizaciones campesinas de Los Altos con la región Sierra-Soconusco, así como del trabajo de sistematización de la experiencia y contacto con las organizaciones de la Campaña Nacional Sin Maíz No Hay País. El proceso de acompañamiento a los milperos llevó a un reconocimiento del sistema agrícola milpa como expresión del patrimonio cultural inmaterial vivo, con profundas raíces en la cosmovisión maya y en constante resignificación. El 10

reconocimiento de la cultura campesina es la base para el diálogo intercultural, por lo que se promovió la inclusión del Sistema agrícola tradicional milpa en la lista indicativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de México. En el siguiente apartado, se expone una síntesis de las características culturales de este sistema agrícola. 3. La milpa para los milperos tradicionales de Chiapas El maíz y la milpa son más que un cultivo, son un sentido de pertenencia al territorio y la cultura mesoamericana. Cuando los campesinos-indígenas de Chiapas dicen ser “hijos del maíz”, o cuando dicen que “los primeros hombres y mujeres fueron hechos de maíz”, no sólo se repiten los mitos de creación reproducidos en el Popol Wujh, libro sagrado de los mayas, en realidad es una manera de explicar sintéticamente una larga tradición agroalimentaria y de adaptación climática que nos remonta casi a 10,000 años atrás (7,900 años antes de Cristo), según los restos de polen de maíz y olotes granos, por lo que Vavilov identificó Mesoamérica como centro primario de origen y diversificación del maíz (Boege, 2008). Los milperos tradicionales que entrevistamos en la Sierra Madre del Soconusco saben que cada semilla es específica para los agroecosistemas donde fue encontrada, por lo que después de la cosecha seleccionan las mejores mazorcas por color, tamaño, peso, dureza y de acuerdo a la altura en que fue sembrada, evitando mezclar razas adaptadas a tierra caliente con razas adaptadas a tierra fría. En las labores de separación de los granos de maíz participan principalmente las mujeres y los niños quienes, sin saberlo, reproducen la cultura agrícola mesoamericana: siembran cuatro granos, representando los cuatro puntos cardinales, y un quinto grano para las profundidades de la tierra o para los animales que también se alimentan de la milpa. En Los Altos de Chiapas todavía se utiliza parte del calendario maya, dividido en 13 periodos de veinte días, aunque ciertamente este calendario es muy complejo para las personas pues lo confunden con el calendario gregoriano de 12 meses. 11

Entre los conocimientos que se siguen utilizando está la siembra con los ciclos de la luna llena y la observación del comportamiento de algunos animales como las hormigas chicatanas (tsitsin en tostsil; nukú en zoque), pues estos insectos salen de sus madrigueras unos días antes del primer chubasco de agua. En Los Altos de Chiapas, la producción de maíz es el principal ingreso para la familia aunque no es monetario sino en especie. Se caracteriza por tener pocos o nulos insumos agroquímicos, su manejo es prácticamente manual, sin maquinaria y con muy poca tecnología, por lo que bien podría llamarse agricultura de bajo impacto, sin embargo, por los bajos rendimientos obtenidos se conoce como agricultura de subsistencia o de autoconsumo. El sistema milpa entre los tseltales y tsotsiles de Los Altos de Chiapas tiene un valor multidimensional que incluye usos alimenticios, de organización familiar, identidad cultural e incluso religiosa: en la espiritualidad tseltal y tsotsil, y seguramente entre otros grupos de origen mesoamericano persiste el culto al maíz como un dios. El primer hombre y la primera mujer fueron hechos de maíz, y ellos, a su vez, sembraron el maíz para alimentarse y reproducirse, un ciclo de auto-reproducción en el que el ser humano depende del maíz y éste, a su vez, necesita al ser humano para cultivarse y ser transformado en alimento que se ingiere directamente como elote, o que se transforma en tortilla, tamal, etc. El maíz es objeto ritual, puede ser objeto de artesanía y hasta nombre de persona, de organización o de ejido. En un ejercicio elaborado con estudiantes de la Universidad Intercultural de Chiapas (UNICH) procedentes de diferentes municipios de los territorios tzeltal y tsotsil, se identificaron cerca de 300 palabras que usan los campesinos en los distintos procesos económicos de producción, distribución, circulación y consumo, lo que interpretamos como un vocabulario básico para comunicarse con un milpero tradicional acerca del sistema milpa. Este campo semántico fue traducido a las lenguas de los pueblos tseltales y tsotsiles

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con apoyo de los estudiantes de Chiapas quienes, entusiasmados, tradujeron este vocabulario además al chol y al zoque. La milpa como espacio de reproducción lingüística, cultural, simbólica, espiritual, económica, social, alimenticia es más que una técnica de cultivo, es un agroecosistema en el que los campesinos de origen mesoamericano cultivan decenas de hierbas comestibles y medicinales junto con árboles frutales y maderables, por lo que atrae animales terrestres, aéreos y subterráneos, lo mismo insectos que mamíferos, reptiles o aves. El maíz es un cultivo de polinización abierta, esto es, porque el polen puede fertilizar las mazorcas por efecto del viento, de animales polinizadores (aves, insectos, roedores y mamíferos incluyendo al ser humano) y por el trabajo de fitomejoramiento que hacen los campesinos o los técnicos agrícolas. Así, las semillas de maíz que los campesinos cruzan con otras semillas, podrían llamarse híbridos campesinos, a diferencia de los híbridos comerciales, que son las variedades registradas por algún laboratorio o centro de investigación, patentadas y liberadas al mercado. Aún cuando los campesinos pueden obtener sus propios híbridos, en el campo mexicano se denomina híbridos a las semillas comerciales, también se les conoce como maíz mejorado. Los campesinos no aceptan tan fácilmente la oferta de maíz híbrido comercial, pues muchas variedades comerciales son estériles, esto es, no se pueden almacenar para volverse a sembrar al siguiente año, aunque no todos los híbridos son infértiles, algunos sí se pueden re sembrar, y estas son las variedades preferidas por los campesinos, que cruzan de manera intencional o a través de sus labores culturales, las semillas criollas con los híbridos fértiles. En los últimos 40 años de políticas de reconversión productiva del sistema tradicional de producción de maíz al sistema comercial, infinidad de variedades de maíz nativo han sido sustituidas por híbridos comerciales, proceso que se conoce como erosión genética, un problema que aumenta la inseguridad alimentaria:

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La diversidad fitogenética está amenazada por la “erosión genética”, un término acuñado por los científicos para designar la pérdida de genes individuales y de combinaciones de genes como por ejemplo las encontradas en variedades adaptadas localmente. La causa principal de la erosión genética, de acuerdo con el Estado de los recursos fitogenéticos para la alimentación y la agricultura en el mundo, de la FAO, es la sustitución de las variedades locales por variedades modernas. Dado que en los campos de los agricultores se sustituyen las variedades más antiguas por otras más nuevas, la erosión genética se produce frecuentemente porque los genes encontrados en las variedades de los agricultores no se encuentran presentes en su totalidad en la variedad moderna. Además, con frecuencia el elevado número de variedades existentes se reduce cuando

se

introducen

variedades

comerciales

en

sistemas

de

cultivo

2

tradicionales.

La modernización agrícola es una de las principales causas de pérdida de recursos genéticos, según el Plan de Acción Mundial para la Conservación y la Utilización Sostenible de los Recursos Fitogenéticos para la Alimentación y la Agricultura, conocido como Plan de Leipzig, firmado entre los países partes del TRFAA: “La pérdida de recursos genéticos en los cultivos se produce sobre todo por adopción de nuevos cultivos o de nuevas variedades de cultivos con el consiguiente abandono de los tradicionales, sin adoptar medidas adecuadas de conservación.”3 En México, la erosión genética es más grave en amplias áreas del país en donde “la diversidad nativa del maíz está en serio peligro de extinción debido principalmente a las siguientes causas: Los esfuerzos estatales para modernizar el agro; el proceso de adopción de semillas mejoradas; el abandono del maíz para dedicarse a otros cultivos remunerativos, o bien para emigrar a otras regiones del país o a Estados Unidos; y catástrofes naturales y sociales. (...) Como 2

FAO, s/f, Recursos Fitogenéticos: o se utilizan, o se pierden, Comisión de Recursos Genéticos para la Alimentación y la Agricultura, Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación, [en línea]: www.fao.org/nr/cgrfa/ Capturado el 02/07/2009. 3 FAO, 1996B, Plan de acción mundial para la conservación y la utilización sostenible de los recursos fitogenéticos para la alimentación y la agricultura y la Declaración de Leipzig, Cuarta Conferencia Técnica Internacional sobre los Recursos Fitogenéticos, Leipzig, Alemania, 17–23 de junio de 1996, Capítulo 19, párrafo 279.

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consecuencia, se simplifica la agricultura y se abandona la tradición agrícola, incluyendo las poblaciones locales tradicionales de maíz. A eso contribuye la pérdida de saberes causada por la de la lengua y por la sustitución del proceso de aprendizaje en el seno de la familia y de la comunidad por la educación formal en la escuela” (Ortega, 2003). La erosión genética es, entonces, resultado de un problema más complejo: la erosión cultural, esto es, la pérdida de conocimientos agrícolas ancestrales, de la lengua nativa, de la cosmovisión, de las prácticas y rituales agrícolas, de las técnicas agrícolas y los sistemas comunitarios de manejo de bosques, suelos, cultivos, ríos y biodiversidad; a su vez, la erosión cultural es resultado del deterioro de la estructura económica del campesinado por la sumisión de la agricultura a la economía política neoliberal. En palabras de Pat Mooney, la erosión genética y cultural es un mismo proceso: “Conforme se erosionan los sistemas que sustentan la vida del planeta (las especies, los suelos, la atmósfera, el agua) el saber indígena que entiende estos sistemas de vida también es destruido” (Mooney)” Este problema no ha podido ser resuelto por las ciencias,debido a que no hay acuerdo entre científicos procedentes de distintas disciplinas: “Si bien a los ojos de los especialistas en desarrollo, las comunidades rurales marginadas representan un fracaso del desarrollo económico, para los agroecologistas representan todo un éxito en lo que a conservación de la biodiversidad se refiere, (Altieri, 2003: 7)” en gran medida, por las diferentes maneras de valorar la agricultura tradicional. Así, la organización de los milperos tradicionales de Chiapas en defensa de las semillas nativas y por la agricultura orgánica campesina, aún sin pasar por sistemas de certificación orgánica o circuitos del llamado comercio justo, les representa una salida a la falta de reconocimiento por parte de las instituciones a sus sistemas agrícolas tradicionales, con los que reproducen, además, gran parte de su cultura

Conclusiones 15

En 2008 inició en operaciones el capítulo agropecuario del TLCAN que establece el libre comercio para importar alimentos entre México, Estados Unidos y Canadá. Las condiciones son desfavorables para nuestro país por las desigualdades existentes en la estructura social, particularmente en el sector rural. Este tratado comercial agrega un condicionamiento estructurante al establecer un marco jurídico que favorece la agricultura comercial de cultivos para la exportación y la importación de alimentos e insumos agrícolas. La agricultura comercial se organiza en lo que se llama cadena productiva, ocurriendo que el 95% de los productores rurales se encuentran en el primer eslabón de todo el sistema de producción, transformación y comercialización. Un ejemplo de apropiación de distintos eslabones de la cadena de valor son los productores de café orgánico, que participan en casi todos los procesos de producción, transformación y comercialización. En el caso de los productores de maíz de autoconsumo, en su mayoría se pueden considerar productores convencionales por no tener un proceso de transición a la agricultura sostenible tan organizado como el de los cafetaleros. Aún las organizaciones que reivindican el trabajo agrícola tradicional de los milperos, como la Red Maíz Criollo Chiapas, o su representación legal la Unión de milperos tradicionales, no están interesados en certificar la producción de maíz como orgánica, sino en lograr el reconocimiento institucional de la agricultura tradicional, particularmente del manejo de semillas. El proceso de defensa de las semillas nativas, y las prácticas agroecológicas de producción orgánica, son un salto cualitativo en la cadena de producción del maíz, pero no son un salto hacia adelante, es decir, hacia la comercialización, sino un salto hacia atrás, hacia el dominio y control del proceso de producción primaria.

Fuentes citadas

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Altieri, Miguel A, 2003, Aspectos socioculturales de la diversidad del maíz nativo, Iniciativa del Artículo 13: Maíz y biodiversidad: efectos del maíz transgénico en México, Secretariado de la Comisión para la Cooperación Ambiental de América del Norte - Departamento de Ciencias, Políticas y Gestión del Medio Ambiente, Universidad de California, Berkeley. Boege, Eckart, 2008, El patrimonio biocultural de los pueblos indígenas de México. Hacia la conservación in situ de la biodiversidad y agrodiversidad en los territorios indígenas, México, INAH-CDI [en línea]: http://www.cdi.gob.mx/ Caetano De Oliveira, Alierso, Erick Quesnel Galván y Silvia Valencia Abundiz, 2010, Trabajo aprendizaje en el financiamiento del desarrollo rural. Propuesta didáctica de aplicación, México, Financiera Rural. CONEVAL, (2005), Índice de rezago social por estados y municipios de México. Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social. De La Madrid, Cordero, Enrique, "Mensaje del director general", en Caetano De Oliveira, Alierso, Erick Quesnel Galván y Silvia Valencia Abundiz, 2010, Trabajo aprendizaje en el financiamiento del desarrollo rural. Propuesta didáctica de aplicación, México, Financiera Rural. De Shutter, Oliver, 2011, Declaración final de la misión a México del Relator especial sobre el derecho a la alimentación, Ciudad de México, ONU, 20 de junio de 2011 FAO, (1995), Conservación y utilización sostenible de los recursos fitogenéticos en América Central y México, Informe síntesis subregional, Anexo 2 del Informe de la reunión subregional sobre los recursos fitogenéticos para América Central, México y el Caribe, Conferencia Técnica Internacional de la FAO sobre los Recursos Fitogenéticos, San José, Costa Rica, 21-24 agosto 1995. FAO, (1996), Declaración de Roma sobre la Seguridad Alimentaria Mundial, Cumbre

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