LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN Y LA GUERRA CONTRA LAS MIGRACIONES

June 13, 2017 | Autor: Marcello Maneri | Categoría: Racism, Racism and Media, Criminalization
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Descripción

CRIMINALIZACIÓN RACISTA DE LOS MIGRANTES EN EUROPA Salvatore Palidda José Ángel Brandariz García (directores) Agustina Iglesias Skulj José Antonio Ramos Vázquez (coordinadores)

Marcelo Aebi, Hans Jörg Albrecht, Marco Aparicio Wilhelmi, Edoardo Bazzaco, Mary Bosworth, José Ángel Brandariz García, Fabienne Brion, Natalia Delgrande, Alessandro De Giorgi, Mhairi Guild, Cristina Fernández Bessa, Bernard Harcourt, Agustina Iglesias Skulj, Yasha Maccanico, Marcello Maneri, Giuseppe Mosconi, Laurent Mucchielli, Sophie Nevanen, Salvatore Palidda, Federico Rahola, Lucia Re, José Antonio Ramos Vázquez, Nando Sigona, Jérôme Valluy (autores)

Granada, 2010

biblioteca comares de ciencia jurídica Director de publicaciones: Miguel Ángel del Arco Torres

COLECCIÓN: ESTUDIOS DE DERECHO PENAL Y CRIMINOLOGÍA

XX Director de la colección Carlos María Romeo Casabona

La mayoría de los artículos de este libro han sido presentados en una primera versión en el Congreso del Proyecto CRIMPREV (Criminalization and victimization of immigrants in Europe, red de excelencia europea f6), organizado por S. Palidda en el Dipartimento di Scienze Antropologiche de la Universidad de Genova (Italia). En diversas versiones y con diversas selecciones, han sido publicados en italiano por Agenzia X, y están en prensa en inglés con Ashgate y en francés con Karthala. Se agradece la contribución de todos los autores, así como de todos las personas que durante estos años han colaborado directa o indirectamente en este Proyecto. El libro está dedicado a los migrantes víctimas del prohibicionismo y de la criminalización racista.

© Los autores Editorial Comares S.L: C/ Gran capitán, 10 - bajo 18002 Granada Tlf: 958 46 53 82 Fax: 958 27 27 36 E-mail: [email protected] http://www.comares.com ISBN: 978-84-9836-XXX-X Depósito legal: GR. XXX-2010 Fotocomposición, impresión y encuadernación: Editorial Comares S.L.

SUMARIO

«Prólogo: retos de las políticas de control y persecución de los migrantes», José Ángel Brandariz García/Agustina Iglesias Skulj/José Antonio Ramos Vázquez . . . . . . . . . . . . «Introducción», Salvatore Palidda . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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I.   Discurso y tematización de la criminalización racista «Los medios de comunicación y la guerra contra las migraciones», Marcello Maneri . . . «Desde los márgenes. Diversidad cultural, democracia e inclusión social», Marco Aparicio Wilhelmi . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . «¿Utilizar el género para hacer la diferencia? La doctrina de los delitos culturales y de la defensa cultural», Fabienne Brion . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . «La máquina de captura», Federico Rahola . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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II.   El marco europeo y estadounidense «Los gitanos en la Europa neoliberal. Antigitanismo, pobreza y límites de la etnopolítica», Nando Sigona . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . «La metamorfosis del asilo en Europa: de los orígenes históricos del «falso refugiado» hasta su internamiento», Jérôme Valluy . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . «Las estadísticas sobre los reclusos extranjeros en Europa (1989-2006)», Natalie Delgrande/Marcelo F. Aebi . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . «El experimento penal americano», Alessandro De Giorgi . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . «El camino hacia el profiling racial está pavimentado con migrantes», Bernard E. Harcourt . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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III.   Estudios de ámbito nacional «Delincuencia, victimización, criminalización y tratamiento penal de los extranjeros en Francia», Laurent Mucchielli/Sophie Nevanen . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . «Criminalización y victimización de inmigrantes en Alemania», Hans-Jörg Albrecht. . .

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«Gobernando mediante el control de las migraciones en Gran Bretaña», Mary Bosworth/Mhairi Guild . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . «La actuación penal sobre los menores: el caso inglés como paradigma», Yasha Maccanico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . «La construcción de los migrantes como categoría de riesgo para el sistema penal español», José Ángel Brandariz García/Cristina Fernández Bessa . . . . . . . . . . . . . . . «Minorías e inmigración en España en los discursos de los medios de comunicación y la política», Edoardo Bazzaco . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . «El crime deal italiano», Salvatore Palidda . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . «La seguridad de la inseguridad. Retóricas y giros de la legislación italiana», Giuseppe Mosconi . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ««Extranjeros menores». Los jóvenes migrantes en los establecimientos penales italianos», Lucia Re . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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Nota de clausura . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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Autores . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN Y LA GUERRA CONTRA LAS MIGRACIONES 1 Marcello Maneri Università Milano-Bicocca

En este trabajo, tomando como ejemplo la forma en que se construye el tema de la inmigración en Italia dentro del discurso público, trataremos de razonar sobre el papel de los medios de comunicación en los procesos de criminalización de los inmigrantes. En primer lugar ofreceremos una síntesis de las características de este discurso, mostrando cómo identifica una clase peligrosa «por naturaleza». En segundo lugar discutiremos brevemente las lógicas que lo hacen posible y los efectos que produce, considerando la interacción provista de sentido entre los principales representantes del discurso público. Por último nos detendremos en las prácticas de control de la inmigración, evidenciando cómo la «Europa fortaleza» genera sentido y produce objetivaciones que «hablan» inmigración y nos indican cómo «hablarla». Una criminalización «racializada» 2 El modo en que la inmigración se ha construido como objeto dotado de sentido por los medios de comunicación italianos ha sido descrito por distintas investigaciones en los últimos veinte años (Ter Wal, 1997; 2002: 239 ss; Dal Lago,

1   Traducción de Patricia Faraldo Cabana y Carlos Suárez-Mira Rodríguez, Universidad de A Coruña. 2   Uso esta expresión para indicar la forma en que el discurso sobre la inmigración, el de la desviación y el de la seguridad construyen una idea de la amenaza (criminal) indisolublemente unida a la inmigración, portadora, por así decir, «en esencia» de un carácter desviado. De esta forma características adscritas se convierten inevitablemente en categorías morales y parecen gobernar el comportamiento, de manera similar a las pertenencias «raciales» decimonónicas, de los individuos que son portadores de ellas. Al mismo tiempo aludo a las políticas que tratan la inmigración sobre la base de este estatus desviado.

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1999a; Maneri, 1995; 1998; 2001: 5 ss; 2003: 95 ss; Binotto/Martino, 2005). Estas investigaciones reconstruyen un cuadro coherente, que pone de manifiesto analogías con las representaciones en otros países europeos pero también algunas llamativas diferencias o, mejor dicho, acentuaciones. Un elemento común radica en que la inmigración se ha representado principalmente por medio de la mirada del país de acogida 3. Se trata de un discurso monofónico, en el cual la voz de una parte considerable de la población activa está prácticamente ausente. La perspectiva es siempre la de un «nosotros» que define el «ellos» como problema, hasta el punto de que en los medios de comunicación de todas las tendencias políticas el complejo de fenomenologías reconducibles a la presencia migratoria se comprende habitualmente bajo una única locución, una frase nominal extensa: el «problema inmigración». La negatividad del fenómeno se da por descontada hasta el punto de que denomina directamente el propio objeto del discurso: sobre la inmigración se proyectan los malestares de una sociedad en profunda desestructuración 4. El margen interpretativo de lo que se escribe y se dice en público sobre los inmigrantes se sustancia en precisas formas gramaticales que describen los actos que les afectan: son sujetos activos, agentes, de acciones negativas o problemáticas (desembarcan, violan, embisten, presionan en las fronteras, etc.) o bien sujetos pasivos, pacientes, de actos de filantropía de nuestras instituciones (admitidos en el curso de «alfabetización» 5, destinatarios del vademécum multilingüe, rescatados en el mar, atendidos después del desembarco), o bien incluso —cada vez más a menudo y en los últimos años casi exclusivamente— sujetos pacientes de operaciones, actos administrativos, políticas de control (identificados, desalojados, expulsados, susceptibles de detención). Este último conjunto de acciones, sin embargo, se enmarca invariablemente dentro del mismo frame, que interpreta su naturaleza y proporciona una explicación causal: son los problemas que comporta la inmigración los que exigen estos actos, necesarios y no obstante siempre insuficientes, con los cuales la sociedad se defiende. En verdad no es raro un repertorio de noticias que representan al inmigrante en calidad de agente activo, implicado en acciones positivas. Se trata de aquellas noticias, informaciones, recuadros de profundidad que rotan en torno a los temas de las segundas generaciones, de la capacidad empresarial étnica, de las iniciati-

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Sayad (2002: 161) destaca cómo incluso en los países de emigración el discurso «trata de los emigrados sólo en tanto en cuanto inmigrantes en otras sociedades, esto es, a grandes rasgos en los mismos términos en los que hablan de ellos los otros, preocupados por la inmigración». 4   Compactando al mismo tiempo a la «comunidad» respecto al enemigo de turno. Vid. Sayad, 2002; Dal Lago, 2006: 45 ss; Palidda, 2008a. 5   Para una crítica iluminadora del uso de esta palabra vid. Faso, 2008.

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vas en el territorio promovidas por los inmigrantes. Presentes sobre todo en las páginas internas, o dentro de las secciones dedicadas al espectáculo, a la cultura o en el género de las historias positivas, estas noticias no dejan huella particular alguna en la representación general y mucho menos en el debate público. No se consideran hechos importantes, no provocan declaraciones políticas y debates, no orientan, como se verá, el comportamiento de las instituciones. Estas últimas reaccionan, por el contrario, rápida y exclusivamente a aquellos episodios de crisis que determinan el tono de voz de la información sobre la inmigración: el de la emergencia y la alarma. Con ello se ha introducido la primera característica exquisitamente italiana de esta información. Se lleva a cabo por ciclos de atención que toman como punto de partida hechos de la crónica de sucesos en los que se ven involucrados (y sólo se ven involucrados) ciudadanos extranjeros (sobre los dos últimos casos más tratados, los actos violentos de Guidonia y del parque de la Caffarella, 23 de enero y 14 de febrero de 2009, sólo el periódico «la Repubblica» ha publicado 82 artículos en la primera semana posterior a la violencia y 176 en un mes) 6 y asumen velozmente las características del pánico moral (Cohen, 1972), dejando en escena consecuencias extremadamente relevantes para la criminalización del extranjero: una acción focalizada de las policías en términos de actividad investigadora y de jefatura del territorio (Palidda, 2000), una activación de la producción administrativa 7 y del Derecho de tipo especial 8. Quien habla de la inmigración en Italia es muy a menudo el cronista de sucesos y tribunales. En una prensa nacional que se sitúa en la intersección entre

6  

Haciendo una búsqueda por palabras clave en el archivo del periódico disponible online. Los artículos que no contienen el topónimo en el texto no han sido seleccionados. 7  

Durante los seis meses siguientes a la aprobación de la ley 125/2008 que amplía las facultades de los alcaldes en materia de seguridad urbana han sido aprobadas, con gran publicidad mediática, al menos 510 ordenanzas que tienen como objetivo privilegiado segmentos de las poblaciones de origen extranjero (Cittalia-Fondazione Anci, 2009). 8   No sólo las leyes marco sobre la inmigración prevén dispositivos de detención y control de tipo especial, sino también la producción normativa de los últimos dos años en materia de seguridad, hecha posible por las campañas mediáticas a que se aludió supra, son gravemente discriminatorias frente a los ciudadanos extranjeros, empezando por la agravante común incluida en el art. 61 del Código Penal que aumenta la pena en un tercio en el caso de que el delito sea cometido por un extranjero ilegalmente presente en el territorio nacional. Muchas instituciones internacionales han condenado las políticas italianas sobre inmigración de estos últimos años. Las dos últimas en orden temporal han sido la Agencia del trabajo de la ONU (www.ilo.org/global/What_we_do/Officialmeetings/ilc/ ILCSessions/98thSession/ReportssubmittedtotheConference/lang-en/docName-WCMS_103484/ index.htm y el Consejo de Europa www.cittadinolex.kataweb.it/Note.jsp?id=88197&idCat=26#1) y por último en abril de 2009 el informe europeo Hammarberg.

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la prensa seria y la popular, con una televisión muy inclinada a tonos populistas, que tiende al infotainment pero a menudo acaba convirtiéndose en pasarela de la clase política y voz del gobierno, el ámbito en el que se habla de inmigración es exclusivamente el de la política interna y sobre todo de la crónica, habitualmente de sucesos. El resultado es un espectro temático extremadamente reducido, que se inscribe en los frame de la invasión (los desembarcos, la superpoblación de los centros de detención, las medidas de expulsión), del terrorismo islamista (alarmas, investigaciones, procesos) y, con obstinación muy italiana, en el de la seguridad (un modo sugerente de llamar a la obsesión por la criminalidad de los inmigrantes, que puede incluir cualquier cosa, prevea delitos o no: de la violencia al tráfico de drogas, del homicidio a la prostitución, del conductor temerario al vendedor de mercancía falsificada). Esta insistencia temática, por así decir, se manifiesta en formas recurrentes de condensación, esto es, en categorías estereotípicas que resumen en ellas los rasgos característicos de la representación, llevando a un núcleo rígido de rasgos negativos junto a amplios y a menudo muy diversificados grupos de sujetos (el «vu cumprà», el «limpiacristales», el «extracomunitario», el «clandestino», el «fundamentalista islámico», los «nómadas» del «campamento», la «baby gang»). En los demás países europeos esto sucede normalmente en la prensa popular con vocación populista, que individualiza los folk devils, los califica con epítetos y los contrapone retóricamente al prototipo hipertípico del ciudadano respetable. En Italia, si bien con matices diversos, estos estereotipos estigmatizados tienen sin embargo apariciones regulares en los noticiarios televisivos y en las páginas locales de la prensa mainstream y se promueven en las páginas nacionales y en primera página, o en la apertura de un telediario, con ocasión de episodios recurrentes de pánico moral o cuando la polémica política dirige los reflectores hacia el tema. La consecuencia de todo ello es la adhesión casi literal de las políticas, de las disposiciones y de las ordenanzas a que se aludía supra —respuestas simbólicas e inmediatas a las emergencias igualmente simbólicas del día anterior— a estos protagonistas del discurso público: justamente sobre la base de las características que se les atribuyen se han prometido o aprobado durante años políticas y disposiciones que han contribuido a reproducir el estigma y a plasmarlo sobre sus portadores. El proceso se completa poniendo junto a estos iconos negativos del mito popular un proceso de tematización que etnitiza todo lo que es problemático, negativo y amenazador empleando diversas estrategias de generalización. El autor de un delito es invariablemente calificado, casi siempre incluso en los titulares, con un apelativo de nacionalidad o que explicita la condición de extranjero. Procedimiento que, además de censurado por casi todos los códigos deontológicos dedicados a la información sobre minorías, se utiliza mucho más raramente cuando el extranjero

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se encuentra en la posición de víctima 9. En ocasiones la generalización se hace más explícita («los rumanos de siempre», «una vez más», etc.). En cualquier caso, categorías colectivas carentes de toda precisión y coherencia descriptiva 10, pero en compensación cargadas de connotaciones y sobrentendidos son la materia prima del discurso sobre la inmigración: «clandestinos», «nómadas», «extracomunitarios», «islámicos». Estas tipificaciones, que en el discurso público se conectan indefectiblemente a fenómenos problemáticos o desviados, por medio de la cadena de connotaciones que activan, constituyen un ejemplo perfecto de desviación putativa: cuando el exponente político o el relato periodístico nombran la categoría (en especial asociándola a otras categorías afines, que potencian su efecto tautológico), aluden automáticamente al universo de comportamientos desviados asociado a ella connotativamente 11. A este punto resulta natural exigir el control y el alejamiento de los nómadas 12; para los ilegales «es necesario» prever la contienda y la reclusión

9   En una investigación llevada a cabo por quien escribe (Maneri, 1998) ya en 1993 los inmigrantes involucrados en episodios de crónica de sucesos eran designados con un apelativo «etnitizado» el 99% de las veces tratándose de los autores del delito y el 72% de las veces cuando se encontraban en la posición de víctima. 10   Carentes de coherencia en cuanto categorías colectivas utilizadas para episodios individuales y porque casi nunca son pertinentes para la comprensión de la noticia. Carentes de precisión en tanto son demasiado amplias y diversificadas para que puedan tener una cierta utilidad descriptiva. Para una discusión relativa a alguna de estas palabras vid. el tercer parágrafo. 11   Un ejemplo muy común de estos reenvíos cruzados se da en la declaración del Alcalde de Roma ante los micrófonos de la Rai al día siguiente de la noticia de los actos de violencia supra citados del parque della Caffarella/Roma (que aparecerá en las noticias del 15 de febrero de 2009). Se acusa de ellos a dos ciudadanos rumanos, puestos en libertad después de varias semanas de detención y de estar en la picota mediática. El 16 de febrero comienza una operación de desalojo de todos los microasentamientos de Castel Fusano, cercano a Ostia/ Roma: «Merodean tantas personas desesperadas que hasta pueden ser fuente de crímenes, incluso graves […] se trata de la intervención de más importancia que se puede llevar a cabo para mejorar la calidad de vida y la seguridad de las periferias romanas […] éste es el paso fundamental, que es el inicio del plan contra la emergencia de los nómadas que había sido confiado al gobernador civil y que de hecho comienza hoy con esta operación anticlandest [farfulla]». Una violencia que se cree ejercida por dos ciudadanos rumanos se vincula a una «operación de desalojo e identificación de personas sin domicilio fijo, la operación se denomina «antiemergencia nómadas» (en otros momentos «emergencia gitana») pero, para concluir, se califica como una operación anticlandestinos (aquí, sin embargo, el alcalde se come las palabras, inmerso en su propio exceso de palabrería). 12   Estos alejamientos se parecen en muchos aspectos a las deportaciones: son coactivos, a menudo sin que haya soluciones alternativas o para campos frecuentemente dentro de un recinto y sometidos a controles de ingreso, que se llaman «provisionales» pero que pronto se revelan como «definitivamente temporales» (tomando en préstamo el título de Rahola, 2003).

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en los CIE 13 (antes CPT); «el ambiente de los extracomunitarios», de manera similar al «mundo de la mala vida», explica el contexto de un crimen o su probable necesidad o atribución; los «islamistas» son todos «fundamentalistas», y por tanto probablemente «terroristas». Una vez generalizados, esencializados (en el momento en que las categorías que los describen parecen también «prescribir» su comportamiento), estigmatizados, deshumanizados (a los inmigrantes en las noticias les falta la voz, un vocabulario de los sentimientos e, implícitamente, la razón —en virtud justamente de la esencialización—, en definitiva el estatus de «persona») (Sayad, 2002 y Dal Lago, 1999a), los inmigrantes aparecen como nueva «raza sin raza» 14, seres que en virtud de características adscritas son «naturalmente» distintos, de forma rígida y permanente. Un poco como los «atávicos», los delincuentes natos de Lombroso. Tenemos aquí, bajo otro disfraz (a menudo el del determinismo cultural, raramente el del biológico), todo el bagaje del racismo colonial y clasista del siglo XIX. Explicaciones y efectos. El riesgo del reduccionismo Este conjunto de características del discurso sobre la inmigración ha sido explicado recurriendo a diversas interpretaciones. Una clave de lectura corriente tiende a atribuir esta criminalización «racializada» al típico modo de operar de los medios de información, que en virtud de las prácticas organizativas propias del sector dependen productivamente de fuentes oficiales (por ejemplo, las policías, los centros de decisión y acción política) dejando al margen las voces y los puntos de vista no oficiales y no organizados. A consecuencia de su naturaleza de masas los medios animarían estereotipos, poniendo en escena una comedia moral en la cual los papeles de víctima y verdugo pueden ser claramente identificables. Además, y quizás sobre todo, periódicos y televisiones aumentarían la capacidad de venta de la noticia enfatizando la desviación y la amenaza y usando el frame de la emergencia. Este tipo de explicaciones capta seguramente algunos aspectos importantes del fenómeno. Pero no está en grado de explicar ni las fases, de naturaleza más

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CIE hace referencia a los llamados «centri di identificazione ed espulsione», esto es, centros de identificación y expulsión, estructuras creadas en cumplimiento de lo dispuesto en el art. 12 de la Ley Turco-Napolitano (L. 40/1998) para acoger a los extranjeros «sometidos a procedimiento de expulsión o de rechazo con acompañamiento coactivo a la frontera» en el caso de que el procedimiento no sea inmediatamente ejecutable. Antes se denominaban centros de permanencia temporal (CPT, «centri di permanenza temporanea») [N. de T.]. 14   Parafraseo aquí el «racismo sin razas» del que habla Balibar, 1991, y en otros términos antes que él Barker, 1981; Taguieff, 1987.

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bien diversa, que el discurso ha conocido en Italia 15, ni lo que distingue el discurso italiano del de otros países, ni sobre todo las lógicas y la capacidad de penetración de este discurso, su capacidad de convertirse en sentido común, de constituir un régimen de verdad 16 unido a los sistemas de poder que lo producen y sobre los cuales ejerce sus efectos. Una clave de lectura diversa, pero especularmente reduccionista, atribuye a la política —y de modo especial a la acción de los empresarios políticos del racismo, que han conseguido hacer del issue de la inmigración un arma importantísima en la lucha electoral— la responsabilidad de haber sido complaciente, de haber «atizado el fuego» de los humores populares y de haber sugerido —o al menos legitimado— un discurso criminalizador del que los medios de información se han apropiado rápidamente. Es difícil negar que en Italia haya tenido lugar todo esto. Pero también este tipo de explicación pierde de vista la naturaleza coral, participada, interactiva del discurso, la capacidad de penetración del cortocircuito que produce efectos de distintos tipos y a varios niveles, que configuran, como se verá más adelante, una gestión política difusa de la sociedad. De muchos modos y con los ajustes oportunos, un modelo más apto para comprender lo que ha sucedido, en particular en las continuas «emergencias criminalidad» que han constelado la historia italiana de los últimos quince años, es el del pánico moral (Cohen, 1972) 17. Los medios tienen un papel imprescindible a la hora de lanzar la alarma, pero son otros actores —a menudo institucionales y casi siempre políticos— quienes, deseosos de montar una amenaza simbólica para proponer soluciones igualmente simbólicas, certifican la entidad de la amenaza, confirmando y sosteniendo las alarmas y eventualmente redirigiéndolas a oponentes más oportunos. Sin la legitimación política, los diagnósticos y las soluciones —esto es, declaraciones e intervenciones que constituyen los hard facts que alimentan la propia alarma—, las emergencias mediáticas se apagarían más bien rápidamente. Ahora bien, esta canalización de las emergencias no es el único fruto de la relación privilegiada entre los medios y la política, una relación particularmente

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Para una discusión sobre las primeras fases del discurso sobre la inmigración vid. Maneri, 1998. Aquí la referencia se hace obviamente a toda la obra de Foucault. 17   Con esta expresión se alude a las oleadas emocionales en las que un episodio o un grupo de personas es definido, en las sociedades actuales por los «mass media», de forma estereotípica como amenaza para los valores de una sociedad y donde comentaristas, políticos y otras autoridades erigen barricadas morales y se pronuncian sobre diagnósticos y remedios hasta que el episodio vuelve a ocupar la posición anteriormente cubierta en las preocupaciones colectivas. Vid. también Goode/ Ben-Yehuda, 1994. 16  

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estrecha en Italia, que explica la particular frecuencia y centralidad de los episodios de pánico moral en el discurso público 18. La típica volatilidad de los episodios de pánico moral se ve acompañada en Italia de una pertinaz, constante y planificada estrategia que ha visto en el acompañamiento y en la llamada a una reacción social contra la «degradación urbana» (mercados ilegales, asentamientos irregulares, lugares con alta concentración de población inmigrante) el instrumento para rediseñar la geografía del conflicto social, sustituyendo las moribundas formaciones sobre la base de la clase por líneas de fractura más «modernas». Lo que promete el político que baja al mercado para protestar contra los vendedores ambulantes o los distribuidores inmigrantes (pero también contra los «call center» y las tiendecitas «étnicas»), lo que promete la alcaldía contra el campamento rumano organizado por los empresarios políticos del miedo o bien lo que la vieja propuesta de las «rondas» diseña —por medio de los medios y en respuesta a la representación esbozada por estos— es una nueva representación que refleja las necesidades, los intereses y las preocupaciones de los incluidos (la población autóctona, sobre todo de sus estratos populares) y que ve en los excluidos de la ciudadanía (la nueva clase inferior) el enemigo simbólico y político sobre el que proyectar todos los males de la sociedad. Esta estrategia ha sido perseguida más explícita e insistentemente por la Lega, pero a lo largo de los años ha convencido cada vez más todo el despliegue de centro derecha, acorralando en la esquina a los otros partidos, incapaces de elaborar un discurso alternativo y tentados, sin demora alguna a partir del caso Reggiani, de acreditarse a su vez como fiables paladines de la seguridad 19.

18   El control directo o indirecto de las televisiones y de una cuota importante de la prensa diaria y periódica permite a los partidos de la coalición que más se ha convertido en empresario político de la seguridad dictar la agenda, definir muchas líneas editoriales y la propia composición de las secciones que componen el telediario (en las televisiones, en particular, la crónica de sucesos ha aumentado muchísimo su presencia, sobre todo en las fases en que, a menudo estando cercana una contienda electoral, han sido más frecuentes verdaderas campañas de seguridad – vid. Observatorio de Pavía, (www.osservatorio. it/download/criminalita.pdf ). 19   Desde la mitad de los años noventa era posible rastrear en los medios de comunicación declaraciones de representantes de cualquier partido que seguían el esquema nosotros/ellos al hablar de la «degradación urbana», microcriminalidad, seguridad. Pero desde la campaña emprendida por el diario «la Repubblica» el 7 de mayo de 2007 (con la carta de un ciudadano «cualquiera» con el título «Socorro, soy de izquierdas pero me estoy convirtiendo en un racista», seguida por una carta abierta del secretario del recién nacido Partido Democrático, Veltroni, que lo blandía) pasando por el Consejo de ministros con el que, al día siguiente del homicidio Reggiani a manos de un individuo de nacionalidad rumana en el otoño de 2007, se aprueba un decreto ley que hacía más fáciles (si bien eran ilegales de acuerdo con la normativa europea) las expulsiones de los ciudadanos rumanos, la estrategia del recién nacido Partido Democrático ha sido: «la seguridad no es de derechas ni de izquierdas».

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Si de las lógicas que han llevado a la criminalización mediática de los inmigrantes se pasa a considerar los efectos que han producido, el riesgo del reduccionismo sigue estando presente. Pensando en los medios de comunicación, se habla a menudo de la difusión de representaciones sociales de la inmigración que alimentan la diseminación de prejuicios que pueden desembocar en la promoción de comportamientos discriminatorios y xenófobos. Los que aparecen como los hechos destacados de un fenómeno, las expectativas, las imágenes y los argumentos disponibles acaban por constituir un marco de significado utilizado para dar sentido a las interacciones de la vida cotidiana y para determinar la disposición mental con la cual se interpreta el fenómeno migratorio. Todo ello también puede influenciar el paso a la acción. Las frecuentísimas agresiones a ciudadanos extranjeros que han tenido lugar en la provincia de Roma después del homicidio Reggiani y después de otros episodios muy mediatizados de violencia proporcionan la prueba del hecho de que los medios pueden producir, más que lo que se conoce como efecto copycat —meros comportamientos de imitación favorecidos por la publicidad mediática dada a un acto particularmente dramático—, una legitimación de hecho de la justicia de propia mano, subrepticiamente sugerida por los empresarios políticos de la seguridad. Los mencionados son efectos muy plausibles, si bien difíciles de «medir» por varias razones 20. El problema principal de este enfoque es, sin embargo, que tiende a considerar solamente los efectos directos de la recepción del «mensaje» por parte del «público» 21. Lo que la construcción discursiva de la inmigración muestra mejor que muchos otros fenómenos es que los efectos de los medios son muy potentes porque no se limitan a modificar la definición de la situación de un conjunto de destinatarios que ocupan posiciones análogas de rol, sino que actúan sobre una serie de actores que a su vez tienen el poder de redefinir públicamente los sucesos. Lo que proporcionan los medios de información es un foro para la elaboración del consenso dominante. El modo en que es codificado en esta sede —por medio de la selección de los «problemas» más importantes, su definición, la asignación de los roles narrativos de víctima y verdugo, la movilización de los valores morales

20   Entre las más importantes se encuentran la imposibilidad de estudiar individuos que no hayan sido expuestos de alguna forma a la influencia mediática y la dificultad de aislar el efecto de la exposición a los medios de otros múltiples efectos a los cuales todos están sometidos. Para una valoración de los resultados de la investigación sobre la cuestión vid. Surette, 1998; Reiner, 1997: 189 ss. 21   El modelo implícito ve a los individuos como átomos sociales que pueden o no ser influenciados por la exposición al estímulo. Cosa distinta es considerar un tipo diferente de actor social, que no se limita a consumir sino que interactúa con los medios. La investigación sobre las comunicaciones de masa lo lleva a cabo desde hace tiempo, pero casi siempre dentro de la idea de «público», más activo y crítico pero siempre destinatario y sustancialmente concebido horizontalmente como una platea.

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a los que se apela— constituye la configuración básica dentro de la cual los otros actores dotados de poder de acceso al discurso público serán llamados a insertarse, ateniéndose sustancialmente a la configuración dada, relanzándola y legitimándola en un proceso circular. El juez, el jefe de policía, el experto, el líder del comité local de ciudadanos, la clase política a nivel local o nacional son, por tanto, los primeros y más importantes destinatarios de los efectos de los medios, adoptan su lenguaje, las categorías, las prioridades, en parte incluso los conocimientos (Maneri, 1998; Palidda, 2000). No por esto no contribuyen a su vez a moldear su discurso, antes al contrario. En muchos casos y en muchos aspectos son justamente ellos los que actúan como «definidores primarios» 22. En cualquier caso, lo que para ellos es más importante es usar los medios de comunicación para aquellos que, en la «democracia de la seguridad» 23, parecen los objetivos estratégicos de quien aspire a tener un público: en primer lugar para conocer el estado de ese singular producto cultural llamado «opinión pública»; en segundo lugar para conciliarse con ella. ¿Cómo conocer la opinión pública? Ésta está presente en los medios de comunicación bajo la forma de al menos tres simulacros. La voz de la cabecera, que por medio de la adopción de las características lingüísticas del discurso cotidiano también se presenta como voz de la sociedad civil 24. La voz de la «gente», esto es, en realidad de aquellos sectores de la ciudadanía que logran acreditarse ante los medios de comunicación y que son construidos por los medios como opinión pública por medio del uso de categorías universalizadoras —el «barrio», los «residentes», los «habitantes», la «ciudad»—. Por último, el sondeo, como certificación científica del estado de opinión. Este instrumento ha obtenido una visibilidad creciente en los medios de comunicación y parece reproducir cada vez más su discurso, proporcionándoles legitimación (no sólo la legitimación de la Ciencia, sino también aquella, estrechamente ligada a ella, de los números, de la verdad sagrada

22  

Con la expresión «definidores primarios» se han designado los miembros de aquellas organizaciones —policías, tribunales, agencias, entes y aparatos gubernamentales, partidos políticos— que en calidad de fuentes más utilizadas por los medios de información proporcionan en muchos casos una primera definición de los sucesos (Hall et Al., 1978). Hay quien considera que su papel se ha sobrestimado y que sus definiciones frecuentemente se discuten o se negocian, a menudo también por parte de grupos marginales: Schlesinger, 1990; Manning, 2001. Los propios medios pueden a menudo actuar como definidores primarios más que secundarios. Se trata en cada ocasión de considerar las respectivas relaciones de fuerza y qué se considera como «definición primaria»: el frame que selecciona los aspectos destacados de un suceso, las narrativas que lo dan a conocer al público, las categorías dentro de las cuales se define, etc. 23   S. Palidda, comunicación personal. 24   En relación al uso de un idioma público por parte de la prensa vid. Hall et Al., 1978. Para una interesante teorización sobre el uso de un «modo oral» vid. Fowler, 1991.

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de las opiniones en cifras). Las peticiones, a menudo provenientes del propio mundo de los medios, la búsqueda de visibilidad, que favorece la publicación de los resultados acordes con las expectativas del público y en sintonía con el marco de la emergencia, y la compleja trama de relaciones entre los medios, la política y los prospectores 25 hacen que la investigación de opinión, más que «registrar» las opiniones (que no están allí esperando ser recogidas sino que los individuos las conforman, a menudo en el momento de la entrevista, «tomándolas» de las posiciones disponibles públicamente), reproduzca «narrativas públicas», esto es, el modo en que las opiniones se representan en el discurso mediático 26. La segunda forma en la que los distintos actores sociales mencionados supra usan los medios de comunicación está estrechamente ligada a la primera. No sólo sirven para «conocer» lo que en un momento dado o en una época dada «pasa» por opinión pública, sino que son utilizados como instrumento para acercarse a la opinión pública representada, acogiendo y relanzando la emergencia del momento, usando su lenguaje, adoptando la misma perspectiva y facilitando interpretaciones y soluciones listas para usar, en términos congruentes con aquéllos a través de los cuales se ha definido el «problema». Todo ello es particularmente rentable para quien actúa en el campo de la política. Perseguir la emergencia, confirmar y aludir continuamente a la amenaza, dedicarse a la «política del miedo» (como la llama la propia Amnistía Internacional en su informe 2007) no sólo proporciona legitimidad también a las políticas más liberticidas, no sólo distrae de otros problemas que la política no quiere o no es capaz de afrontar, sino que desarrolla una función de control social: garantiza consenso a los líderes políticos, marginaliza el disenso, favorece la identificación entre el soberano y sus súbditos. Cuando una amenaza externa ataca a la «comunidad moral» el poder puede ser visto como protector y encargado de individualizar y eliminar el mal. Se aproxima al soberano absoluto hobbesiano, que garantiza seguridad a cambio de libertad (incluida la de establecer de dónde provienen las amenazas). Pero se llega también velozmente a un «gobierno del miedo» (Simon,

25  

Los partner que financian muchas investigaciones de opinión también proceden del mundo de la banca y los seguros. Es difícil no pensar que diez años de sondeos sobre la extensión de la inseguridad no tengan nada que ver con el negocio del sector de la seguridad, a menudo directamente mencionado en las propias presentaciones de los datos. 26   Para una crítica radical del modo en que los sondeos construyen los problemas sociales sigue siendo actual Bourdieu, 1976: 71 ss; Blondiaux, 1999; Champagne, 1990. Como observa Ginsberg, los sondeos también han contribuido a domesticar a la opinión pública (que antes tenía formas expresivas espontáneas de diversa naturaleza), transformándola de fuerza potencialmente destructiva en términos políticos en un fenómeno dócil y plebiscitario. Vid. Ginsberg, 1986. El hecho de que los sondeos se limiten a reproducir narrativas públicas todavía está en buena medida inexplorado.

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2007), a una estrategia de governance que pone el énfasis en la exasperación, la individualización y la eliminación de las amenazas como ingrediente esencial de la acción de gobierno a todos los niveles. Este círculo cerrado en torno a la «gente» (a lo que ha sido construido como gente) coagula, reúne, sobrepone: recrea continuamente un Nosotros e inevitablemente un Ellos. Cuando el ministro del interior, tras haber decidido el envío de soldados a cuatro ciudades italianas, declara en las primeras páginas «Es la hora de la firmeza, liberémonos del miedo» (corrieredellasera.it, 16 de mayo de 2008), construye súbditos y soberano como una unidad («liberémonos»), reúne a la comunidad, reservándose sin embargo al mismo tiempo el rol de protector (quien enuncia este tipo de discurso parece haber estudiado con atención la afirmación de Mead (1918: 591): «el grito «al ladrón» nos une a todos en cuanto propietarios contra el ladrón»). Es evidente que este tipo de circuito se traduce en un generador de procesos de criminalización de los «extranjeros». Son ellos (esto es, de tanto en tanto y según el enunciante, todos «los extracomunitarios», sólo «los ilegales», o bien por turnos «los albaneses», «los rumanos», «los gitanos») quienes en primer lugar son objetivados como categoría homogénea y esencializada; en segundo lugar son construidos en los episodios recurrentes de «pánico moral» como amenaza y contrapuestos a «nosotros», las víctimas; en tercer lugar pasan a constituir el target privilegiado de las políticas de seguridad propuestas, aprobadas e implementadas a lo largo de estos años. La extrema visibilidad que las políticas del miedo han conseguido en los últimos años ha hecho que sus lógicas y efectos hayan sido recientemente objeto de distintas reflexiones 27. Un efecto mucho más profundo de esta circularidad de la producción del discurso sobre la inmigración ha sido, sin embargo, mucho menos investigado. Se trata de un efecto más indirecto, mediato, y al mismo tiempo tan invasivo que resulta difícilmente acogido en su especificidad. Ello tiene que ver con el hecho de que, por lo menos considerando determinados aspectos del lenguaje, los distintos actores sociales, más que enunciar un discurso sobre la inmigración, al revés, son «hablados». Las categorías, los argumentos, las imágenes mentales que estamos en cierta medida «constreñidos» a emplear al hablar de inmigración se construyen en otro lugar. Nunca neutrales, «nos hablan» y nos dicen cómo hablar. ¿Pero de dónde provienen?

27   En antropología el trabajo de Douglas (1996) ya se había centrado en el papel político de la amenaza de «insidia». En los últimos años el tema ha sido tratado desde distintas perspectivas. Vid. Simon, 2007; Altheide, 2002; Dal Lago, 1999b: 5 ss; Escobar, 2007.

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La objetivación lingüística de las prácticas y la enunciación originaria Aproximadamente veinte años de prácticas y discursos sobre la inmigración han producido un legado que se ha objetivado en el lenguaje. De todas las formas imaginables para contarla, sólo algunas narrativas son recurrentes como esquemas fijos. Entre las distintas imágenes que la acompañan, la describen y la cuentan, pocas se recuerdan y son rápidamente reconocidas por todos. De todos los términos reales o potenciales que pueden usarse para nombrar la inmigración y los fenómenos relacionados con ella sólo algunos se usan en el lenguaje corriente, cargando con las connotaciones, el bagaje conceptual, los «retazos» que son suyos. De esta forma las categorías con las que construimos y reconstruimos continuamente la realidad, jamás neutras, nos dicen cómo verla, legitiman ciertas prácticas en detrimento de otras, pasan a formar parte de la realidad misma. Las imágenes, las narrativas, los conceptos empleados en el discurso sobre la inmigración prevalecen sobre sus posibles alternativas en una competición entre discursos que, al contrario de lo que sugiere el término, ha tenido en muchas ocasiones un resultado predeterminado. No se ha producido, para abandonar enseguida una expresión de moda, una «negociación» entre significados opuestos, cuyo resultado sanciona el estado de las relaciones de fuerza entre los distintos componentes de la sociedad. Y esto no sólo porque uno de estos componentes, el nombrado, goza, junto a sus eventuales aliados, de un poder de palabra infinitamente menor que los otros. La razón principal de este resultado, y de su naturaleza más profunda, se encuentra más bien en el hecho de que desde su constitución en el discurso público la inmigración ha sido objeto de políticas especiales, que han recibido una atención especial y que han construido en distintos ámbitos el vocabulario con el que hoy hablamos de ella. Estas políticas, que en muchos casos se reducen a meras prácticas de control, y el discurso que las ha acompañado, interpretado, apoyado y justificado han llevado a la estratificación de un conjunto de categorías, argumentos, imágenes y narrativas que reflejaban los imperativos organizativos de las instituciones encargadas del control de la inmigración (con sus prioridades, miradas, definiciones, objetos). Los medios de comunicación han traducido este discurso y sus prioridades a un lenguaje público 28, a los constructos y las tipificaciones que usamos en la vida diaria (Schutz, 1979). 28  

Aparatos productivos que precisan un aprovisionamiento diario de informaciones ya trabajadas, las burocracias de la información, por un principio de «afinidad burocrática» (Fishman, 1980) dependen de otras burocracias (instituciones y grandes organizaciones, las llamadas «fuentes oficiales», de las cuales proviene la gran mayoría de las noticias) para los «input» sobre los que trabajan, terminando por reproducir su discurso.

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La primera palabra 29 «con estatuto especial» aparecida en el discurso público en Italia ha sido «extracomunitario». Al principio fue usada en los debates parlamentarios cuando, en 1986, se discutía la primera normativa sobre la inmigración (después Ley 943/86). La preocupación, en aquella sede, era establecer criterios para reglamentar la presencia de quien no era ciudadano de un país de la entonces Comunidad europea. La no pertenencia, la exclusión de los derechos, ha sido desde entonces la marca distintiva de la categoría. Introducida por los medios en el circuito de la comunicación diaria, de vocablo usado para indicar los países no pertenecientes a la Comunidad europea y de adjetivo que calificaba a los «trabajadores extracomunitarios», con el debate (1989) y posteriormente la llamada ley Martelli (39/90), la palabra «extracomunitario» se ha convertido en un sustantivo, indicativo de una categoría de personas que reúne los rasgos de un tipo antropológico (los «extracomunitarios» tienen determinadas características, se comportan de un cierto modo, etc.). Habiéndose hecho constructo del sentido común, la palabra ha sufrido una serie de ajustes que la han investido de relevancia práctica excluyendo de su campo a todos aquéllos (ciudadanos norteamericanos, suizos, japoneses, etc.) que no eran los oponentes reales de las políticas de control, que no se correspondían con el modelo del excluido de los derechos, especularmente respecto al cual el ciudadano de un país incluido en el club de los poderosos elevaba su propio estatus, adquiría su nueva ciudadanía europea negándola al excluido. La fuente más relevante de las formas lingüísticas dentro de las cuales percibimos, interpretamos y comunicamos la inmigración está constituida, no obstante, por las políticas de control que han nombrado, descrito y aportado los lugares de visibilidad de la inmigración. Allí donde los inmigrantes han sido tratados institucionalmente, se han convertido en objeto de procedimientos burocráticos, se han hecho visibles a la observación y decibles al discurso, en aquellos lugares, en aquellos ámbitos, con aquellos términos se ha producido una buena parte del material verbal e iconográfico que constituye el archivo a nuestra disposición (Foucault, 1996). Es necesario, pues, tener en consideración las instituciones, las prácticas, un lenguaje que construye los objetos que tratan, con su perspectiva y según sus competencias y prioridades. En Italia es posible identificar tres núcleos en los que instituciones, prácticas y lenguajes producen aglomerados reconocibles. Los frentes de tratamiento y control de la inmigración con mayor visibilidad pública son desde siempre el externo (la patrulla de las fronteras, la gestión de los Cpt/Cie) y el interno (las operaciones

29   A propósito de palabras, para un riquísimo análisis del léxico del discurso sobre la inmigración entendido como objeto cultural vid. Faso, 2008.

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de policía —desalojos, registros, patrullas, controles— en las áreas urbanas), a las que se ha añadido desde 2001 el internacional (que no proporciona tanto lugares cuanto más bien prácticas que dan visibilidad: las investigaciones sobre terrorismo internacional). La gran mayoría de las noticias sobre la inmigración puestas más en evidencia es reconducible a uno de estos tres frentes, en los que el Estado reproduce su propia soberanía, confirma sus prerrogativas, reafirma y al mismo tiempo redefine sus propios confines materiales y simbólicos, y por tanto a sí mismo (Sayad, 2002). Partimos del último de estos frentes. Si se examinan los titulares aparecidos en las noticias tras septiembre de 2001 30 se ve que giran en torno a unos pocos elementos recurrentes. El primero de ellos es la enunciación de un problema. Los términos más frecuentes («alarmas», «riesgo», «la sombra de al-Qaeda», «peligro terrorista», «amenaza de ataques», «atención a», «sospechosos») nos repiten de forma insistente que algo nos amenaza, pero también que alguien está dispuesto a protegernos. El segundo ingrediente es aportado de hecho por dos entidades opuestas, los «terroristas islámicos» («ellos») pero también «nuestras» instituciones (ministerio del interior y policía, servicios secretos nacionales e internacionales, magistratura). El tercer ingrediente alude a las acciones en las que las dos entidades recién mencionadas se embarcan: por un lado una serie de procesos del hacer que ven a «los nuestros» constantemente en alerta y trabajando en la eliminación del problema, dentro de una narrativa dominante en la que un héroe nos defiende de un enemigo amenazador. Por otro lado el enemigo: los procesos en los que se embarca aparecen como puro hacer pero en realidad son la atribución de un querer («querían», «organizaban», «se estaban preparando»). Se trata, por tanto, de una desviación putativa que después se traspone, por medio de continuas asociaciones y sustituciones, repeticiones y aproximaciones, de la figura del terrorista a la del «fundamentalista», y después de ésta al Islam en general 31. Lo del Islam-fundamentalismo-terrorismo-al-Qaeda es un conjunto de palabras que condensan de forma tautológica, dando por descontado, todo el discurso. Operaciones de investigación, de inteligencia y de policía se convierten, pues, en noticias, se traducen a un lenguaje de sentido común que construye un problema preinterpretado. Éste se caracteriza por una cadena de connotaciones, que

30  

He analizado los artículos sobre terrorismo internacional aparecidos en los diarios «Corriere della Sera», «la Repubblica», «La Stampa» entre 2002 y 2006. 31   Un ejemplo entre otros muchos posibles: con ocasión de la ocultación de cuatro blogs que «enviaban proclamas de al-Qaeda» el artículo de «Repubblica», del 22 de febrero de 2008, se titulaba «Apagados 4 blogs filoislámicos». La misma expresión usaba el «Corriere» y otros y con ella empezaba el despacho del Ansa.

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representa el tema de las diferencias religiosas como un problema que afecta sólo a un Islam amenazador, fundamentalista 32, que se infiltra, cuando no invade, cuya naturaleza es en buena parte criminal. Este tipo de connotación caracteriza obviamente también toda una serie de temas relacionados, desde el de la integración (los musulmanes como portadores de costumbres que violan las normas aceptadas) al de la libertad de culto (las mezquitas como nidos de fundamentalismo). El segundo frente de tratamiento de la inmigración, el de las patrullas y los controles en las fronteras, de las llegadas, de los Centros de identificación y expulsión, donde se regula la relación entre interno y externo, ha producido el primer gran marco del discurso sobre la inmigración: el de la «invasión» 33. Su protagonista es el «clandestino» (por tanto, una infiltración, más que una invasión): sea un refugiado político, un solicitante de asilo, un migrante en busca de trabajo, o bien únicamente una persona que ha perdido el derecho a tener el permiso de residencia o que espera su renovación, este es el término que describe invariablemente su condición. Objeto de esta denominación no es, como sin embargo sí sucede en otros países europeos, un estatus internacionalmente reconocido (como en «refugiado político», que hace referencia también al resultado de hechos históricos), y tampoco una condición administrativa (como en «solicitante de asilo», que evidencia también una estrategia de fuga), sino lo que, como precisa el Diccionario De Mauro, está «hecho a escondidas, en secreto, especialmente lo que viola las leyes vigentes o no tiene la aprobación de una autoridad» 34. En esta palabra se encuentran todas las preocupaciones de las agencias que se proponen controlar los movimientos migratorios: ciertamente no tener en consideración mil historias distintas y condiciones individuales y menos aún valorar, reconocer o negar (el asilo, la entrada, la tutela), sino localizar, bloquear, expulsar sin más a quien pretende entrar y no puede recorrer improbables canales legales. El clandestino es, con un acto de nombramiento, irremediablemente ilegal, por no decir criminal, un acto que abre la puerta al eslogan político «fuera los clandestinos» y a la competencia por ver quién,

32  

El tema del fundamentalismo/terrorismo ha sido con diferencia el más tratado del 2001 en adelante cuando se habla de Islam en los medios italianos; vid. Bruno, 2008 y Sanna, 2006. 33   Las consideraciones que siguen se basan en una muestra (la primera semana de cada mes en los años 2000 y 2005) de los diarios «Corriere della Sera», «la Repubblica», «La Stampa», «il Giornale», «L’Avvenire», «il manifesto». Me he basado, como antes, también en una observación no sistemática. 34   En contra del uso de la palabra «clandestino» se ha lanzado después de muchos años en julio de 2008 una campaña por parte de un grupo de periodistas, acogida por el momento por una agencia de información (Redattore Sociale), por el Colegio de periodistas de Emilia-Romagna y apoyada por la Presidencia de la Región Toscana.

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entre mayoría y oposición, consigue «llevar a cabo más expulsiones» 35. Convertida en sentido común, la tipificación del clandestino lleva a su naturalización. Ya no categoría administrativa (en el sentido de personas definidas en un cierto modo a partir de prácticas administrativas que les confieren un cierto estatus) sino, al igual y peor que el «extracomunitario», categoría antropológica que «habita» ya las costas de origen de las ruedas migratorias o las aguas internacionales 36, y que se caracteriza, tanto de acuerdo con el sentido común como en el discurso político y en buena parte del científico, por una «alta propensión a la desviación» 37. Por otra parte, como apunta Sayad (2002: 372-376), las categorías nacionales, por no decir nacionalistas, que caracterizan el «pensamiento de estado» y nuestro entendimiento social, económico, cultural, ético, en definitiva político, y con las que pensamos la inmigración y más en general nuestro mundo social, ven al inmigrante como un «intruso», que perturba el orden nacional, confundiendo la separación entre lo que es nacional y lo que no lo es y haciendo mella en la integridad, la pureza y la perfección mítica de tal orden. La «doble pena» del migrante se encuentra justamente en su delincuencia ontológica, en su no ser un elemento neutro sino una presencia que constituye un delito latente, camuflado, que el delito eventualmente cometido, sancionado por la magistratura, saca a la luz. Llevando a sus últimas consecuencias el razonamiento de Sayad, el «clandestino» se ve conminado por una pena triple, puesto que además de inmigrante que a menudo se hace visible en tanto que delincuente, además de desviado ontológico que pone en cuestión la disposición mítica del orden nacional, es migrante ilegal, o presentado como tal (la agravante común que aumenta un tercio la pena a los «clandestinos» que cometen delitos aparece por tanto como el reconocimiento jurídico de la triple pena, de una condena expresada ya de hecho por el «pensamiento de estado»).

35  

Las críticas que las oposiciones de centro-izquierda han dirigido a la política de inmigración de este gobierno y del anterior son a menudo similares a la declaración de 16 de abril de 2009 de la ex ministra Turco: «Tras un año de gobierno de la derecha han aumentado los clandestinos» o hacen referencia al hecho de que con la ley Bossi-Fini se han «llevado a cabo menos expulsiones». 36   «Dos millones de clandestinos listos para partir desde Libia» es una declaración que ha pasado por la boca de casi todos los ministros del interior, con la que se atribuye el estatus de clandestino también a quien todavía no ha cruzado las fronteras italianas. 37   Prescindiendo de las condiciones muy distintas que describe y del hecho de que la mayor parte de los inmigrantes «regulares», con menor «propensión a la desviación», se nos dice, han sido antes o después también «irregulares», por tanto «clandestinos». Por una parte, pues, se sostiene que los «clandestinos» tienen una naturaleza distinta, en su mayoría desviada, quizá también por la precariedad de la propia condición; por otra la pérdida de esa condición, su regularización, es lo último que quiere quien vocea la «peligrosidad de los clandestinos».

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No es necesario pensar, no obstante, en dar sentido a la inmigración como puro reflejo de la mentalidad común. Es más bien el punto de encuentro entre el punto de vista del poder y las tipificaciones del sentido común más adecuadas a la hora de traducirlo al pensamiento práctico. El «lenguaje de llegada» refleja su origen. Ya se trate de Frontex, de la policía aduanera o costera, de la policía o de la marina de guerra, las operaciones de patrulla y control (a veces de socorro), convirtiéndose en noticia, hacen visibles migrantes, refugiados y solicitantes de asilo, no sólo con las habituales imágenes de repertorio (pateras en el mar, largas filas de personas bajo la mirada de las fuerzas del orden, masas bajo control tras los muros de un Centro de Lampedusa) sino también por medio de las narraciones de los «viajes de la desesperación»). La narrativa dominante es menos unívoca que en el caso del terrorismo. ¿Quién desempeña el papel de verdugo y quién el de víctima? Los clandestinos son protagonistas de una «invasión», una vez encerrados en los Cpt/Cie se abandonan al «desorden», pero al final de todo su «odisea» conmueve, en los reportajes las víctimas son ellos. Ciertamente, sin embargo, no de políticas de asilo inexistentes, de una aproximación militar a las migraciones, de relaciones desequilibradas entre el norte y el sur del mundo (en fin, de un «nosotros») pero, con una operación de externalización de las responsabilidades, víctimas de otro «ellos»: los «patrones sin escrúpulos», los «traficantes de seres humanos», en suma «las carretas del mar» 38. Lo que pone en primer plano a estos agentes, excluyendo al mismo tiempo la agency de las políticas de control o de explotación, se encuentra una narración completamente centrada en el presente 39. Las noticias sobre desembarcos tienen un punto de origen que puede llegar hasta los lugares de embarque pero que omite sistemáticamente todo aquello que sucede antes, y terminan con el naufragio, el desembarco o a veces la repatriación sin llegar nunca a cubrir lo que sigue (las reclusiones en los campos, las deportaciones en masa, las innumerables «odiseas» que lo siguen). Este presente lo da la mirada de las agencias de control: lo que vemos es lo que ellos ven o dicen ver, la cámara de televisión se confunde con su ojo, a través de la cámara su ojo se convierte en el nuestro. Los objetos que tratan son los que nosotros podemos observar. El hecho de que los procesos migratorios se cuenten desde la perspectiva de quien los debe detener interponiendo una barrera, y se

38  

Esta última expresión ha hecho su aparición literalmente el 28 de marzo de 1997 tras el hundimiento, en el cual murieron 89 personas, de la Kater I Rades, debido al abordaje efectuado por una corbeta de la marina italiana. En ese caso fue evidente el intento de los medios italianos de descargar la responsabilidad sobre un agente inanimado, precisamente las «carretas del mar», que desde ese momento en adelante serán protagonistas de las noticias sobre desembarcos. 39   En la misma línea también Bruno, 2004.

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hagan visibles allí donde su representación es más dramatizable, en el mar, en la costa, es una de las probables razones de las metáforas hidráulicas con las que el lenguaje de sentido común, pero muy a menudo también el científico, describe las migraciones: «flujos», «presión migratoria», «oleadas», «marea», metáforas que acogen y preparan el frame de la invasión. El tercer frente de tratamiento de la inmigración, desde mi punto de vista en buena medida el más importante por su capacidad de producción simbólica, es el interno. Sería demasiado fácil individualizar en la imagen de la sirena de la policía que acompaña los cada vez más numerosos episodios de sucesos situados en la primera página de los periódicos y telediarios el símbolo del puesto asignado a la inmigración cuando ésta es representada en el territorio. Con la condición de que el reo sea extranjero y la víctima italiana, una agresión sexual, un homicidio  40, un «robo en un chalet» no escapa a la atención morbosa de los medios, que con una serie impresionante de aparentes «oleadas de criminalidad» 41 ha situado en el centro de la atención, como una especie de «raza criminal», por turnos magrebíes, albaneses, rumanos/ gitanos 42. Si estos ciclos de atención mediática tienen profundos efectos en cuanto a la criminalización y se emplean para legitimar, por medio de la construcción de una «emergencia seguridad», una legislación discriminatoria y vejatoria respecto a los extranjeros, no se debe tanto a ellos la sedimentación de las imágenes, de las narrativas y de las categorías que gobiernan el discurso sobre el extranjero. Desde el inicio de los años noventa han sido más bien los conflictos de barrio (contra los campamentos nómadas, centros para inmigrantes, mercados ilegales) y las operaciones de policía que los han acompañado 43 (desalojos, registros, patrullas, fichajes) los que han estructurado, vía representación mediática, buena parte del campo semántico de la inmigración. Estas intervenciones —y las protestas, las campañas mediáticas y políticas que las han invocado— han proporcionado los lugares de visibilidad gracias a los cuales la inmigración podía decirse 44.

40  

Son muchos los casos en los que, sobre la base de indicios lábiles o falsos testimonios, un extranjero (o una nacionalidad al completo, como en el caso de Novi Ligure) ha sido zarandeado en primera página como «monstruo» hasta el descubrimiento de una realidad bien distinta. 41   Sobre cómo los medios pueden producir aparentes oleadas de criminalidad por medio de procesos de tematización vid. Fishman, 1978: 531 ss. 42   En medio del entusiasmo de la caza del hombre, los ciudadanos rumanos y las personas de lengua romaní se confunden con sorprendente facilonería. 43   Debido a que se acordaron en respuesta o para prevenir solicitudes de ciudadanos movilizados en ese sentido. 44   Se podría pensar que la visibilidad existiese en los fenómenos en cuanto tales, más que en su transformación en objeto de intervención. Pero dejando a un lado los pocos centros para inmigrantes,

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Un discurso 45 que nos habla sobre todo de desviación (los «fortines de la droga», los «supermercados de la heroína», las «calles de luces rojas», los «brutos extracomunitarios», el «tesoro de los cíngaros»). La connotación transversal de todas estas expresiones es que la ilegalidad y la amenaza campan por sus fueros, «a la vista de todos», «a la luz del sol», «a cielo abierto». Un discurso que tematiza también la violencia («agitados», «violentos», «agresivos», «crueles»). Estamos en las antípodas de la imagen un tanto romántica de la «mala vida», fenómeno social antes que criminal: aquí, nos parece entender, el problema está en la naturaleza de estas personas. Un discurso que nos habla de marginalidad («desesperados», «cloaca», «sucios»): falto de empatía, nos quiere decir que la marginación es sobre todo peligrosidad social. Junto a ella, y sintetizando el conjunto, la irregularidad: «clandestinos», «ilegales», por tanto ilegítimos. Por último la representación de la alteridad («gueto», «chinatown», «de todo color», «casbah», «faida»): alejada, si bien no siempre, del imaginario exótico de las agencias de viajes, esta alteridad aparece como sinónimo de degeneración y peligrosidad y reenvía a una no sólo implícitamente sugerida «guerra de razas». Es aquí donde nace el tema de la «degradación»: marginalidad, violencia, desviación, irregularidad ya no son fenómenos dotados de una causalidad contingente o alargada, debidos a circunstancias puntuales y específicas; asumen por el contrario una naturalidad que el sentido común reenvía, por medio de una constatación y no una explicación, a la esencia de la cosa misma, a la «degeneración» general del lugar (nótese la continuidad entre degradación-degeneración-pureza-raza). La narrativa dominante 46 nos cuenta cómo la degradación se ha extendido por el barrio, de manera descarada, «a la vista de todos», constituyendo una ofensa para el «decoro» de la ciudad, además de una amenaza, incluso sanitaria, para los «residentes». El discurso sobre la «degradación» asocia inmigración, marginalidad y criminalidad en un único universo de reenvíos cruzados. Ya no se trata de explicar sino de recetar. La solución no puede ser recuperar (políticas sociales, habitacionales, de integración), sino quitar, borrar. La demonización y la naturalización de los agentes de la degradación son funcionales a la desresponsabilización de las instituciones. Una vez representado el mal, puede ser eliminado sin sentimiento de culpabilidad.

tanto los mercados ilegales como los campamentos de gitanos existen desde hace décadas y no tenían antes una visibilidad ni siquiera lejanamente comparable en el discurso público. 45   Los análisis que siguen se han hecho sobre una muestra de artículos (la primera semana de cada mes del 1 de julio de 1992 al 30 de junio de 1993) de los diarios «Corriere della Sera», «la Repubblica», «La Stampa», «il Giornale», «l’indipendente», «l’Unità, «il manifesto». 46   Un análisis detallado en Maneri, 1995.

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Las noticias que han construido la idea de la degradación son objetos mucho más complejos que los reportajes sobre los desembarcos o las noticias judiciales sobre el terrorismo. A diferencia de las otras dos, este género se caracteriza por una soldadura perfectamente conseguida entre alto y bajo, entre lenguaje popular y el habla del poder. La perspectiva elegida es la del «ciudadano» que protesta: su palabra es el ingrediente principal de muchos account sobre lo ocurrido, suyos son los ojos con los que miramos esta realidad (piénsese un momento qué ocurriría si se hiciese una elección similar en el tema de las huelgas, dando a los huelguistas la palabra y adoptando su punto de vista). El lenguaje es conscientemente popular, lleno de metáforas, con rasgos incluso dialectales. Incluso cuando quien habla es la institución —por ejemplo en los miles de declaraciones de alcaldes y asesores y en los centenares de ordenanzas dirigidas a «limpiacristales», vendedores ambulantes, prostitutas callejeras—, todos se cuidan mucho de usar un vocabulario técnico, formal, sacrificado de buena gana en el altar de la legitimación popular. Pese a esto, miles de operaciones de control del territorio, de desalojo, de registro, de fichaje e identificación han dejado sus rastros lingüísticos. Las noticias que han dado cuenta de ellas se basan por regla general en el sumario de la policía, reproduciendo sus contenidos, funciones y categorías. Obviamente de estos documentos se extraen sólo los «hechos», cuya especificidad y la de cualificar los «casos» tratados, proporcionarles una contabilidad y producir una justificación de la entrada de estos casos en la jurisprudencia de las instituciones (generalmente la policía). Ésta los calificará de abusivos, irregulares, clandestinos, violentos, distribuidores de droga, individualizando características, reales o presuntas, que la institución tiene el poder de tratar. Se atribuye a la noticia la tarea de recontextualizar estos «hechos» en una historia, dándoles un mínimo de estructura narrativa y traduciendo las expresiones demasiado especializadas en las tipificaciones del sentido común, en aquellas tipificaciones que en buena parte se forman o se modifican precisamente en este proceso. El léxico de la desviación, de la irregularidad y de la violencia que ocupa las noticias de la «degradación» no refleja nada más que la imputación a una cierta población de aquellas características que la policía está llamada a tratar. Si ésta se dedicase, como a veces ha hecho, a otros ambientes, serían estos los que estarían públicamente investidos de sus definiciones (dejando al margen la capacidad de negociación de significados que los actores sociales poderosos pueden poner en juego). Si otras instituciones se ocuparan de la inmigración, serían otras las categorías empleadas, pues serían distintos los mandatos, los procedimientos, los objetos, las prioridades. Los tres frentes de tratamiento de la inmigración aquí aludidos tienen, pues, la característica común de proporcionar estos eventos, y los account dedicados a ellos, gracias a los cuales, en virtud de la constante dependencia de los medios respecto de sus fuentes oficiales, el control de la inmigración y sus exigencias se objetivan

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en el lenguaje con el cual se habla de ésta. Por decirlo así, se «reunifican» por un registro cuya peculiaridad más evidente es la de hablar el lenguaje de la guerra, o en todo caso de usar un léxico agonal. En las investigaciones sobre terrorismo internacional encontramos entre las palabras más usadas «blitz», «derrotado», «lucha», «ejercicio», «caza del hombre», un lenguaje que no sorprende a quien conoce la escritura periodística, que de esta forma pretende hacer más cautivadora la lucha entre el bien y el mal. En el frente de las llegadas, expresiones como «invasión», «asedio de los clandestinos», «desembarco de clandestinos tras semanas de tregua», «patrulla», «situación fuera de control» (Bruno, 2004), por el contrario, han representado una novedad. Antes, y fuera de la «fortaleza europea», la boat people vietnamita, los balseros cubanos, por no hablar de los refugiados de Europa del Este, no se representaban como invasores, sino como héroes que huyen hacia la libertad. El frente que presenta, no obstante, el empleo más abundante de un lenguaje de guerra es el interno. También aquí, los desalojos de las instalaciones «ilegales», las operaciones de identificación y registro (ambos instrumentos de las políticas de control y de «no acogimiento»), y las propias protestas de los comités ciudadanos contra varias formas y lugares de presencia extranjera son narrados como una guerra entre un pueblo invasor y un pueblo invadido que al final, con apoyo de un ayudante (la policía), consigue la victoria (figura 2: los círculos representan los lugares, los recuadros las personas) 47. Como ilustra Simon (2007), gobernar por medio de la criminalidad, a todos los niveles, significa hablar de «guerra contra», a todos los niveles. La identificación de una amenaza no redimible, que representa el mal absoluto (la criminalidad en los EE.UU., la inmigración —«criminal»— en Italia), comporta el uso de un lenguaje de la aniquilación, o por lo menos de la confrontación militar. El que se recoge en la figura 2 es, sin embargo, un léxico que ya se utilizaba plenamente al inicio de los años noventa (y hoy es muy similar), cuando la lógica del gobierno del miedo todavía no se había consolidado en Italia. Ello se debe en parte al modo en que entonces las noticias locales, desde siempre mucho más que las nacionales, han dado expresión a una reacción «desde lo más bajo» (representada como una intolerancia popular pero siempre más animada, organizada y provocada por «empresarios políticos» de la intolerancia) animándola con un léxico agonal y traduciéndola a las coordenadas del pensamiento de estado (que no son extrañas a aquellas con las que los propios ciudadanos italianos piensan la inmigración): el

47   Las palabras recogidas en la imagen se han tomado de los diarios analizados. Naturalmente, la representación espacial es una transposición gráfica mía de la estructura narrativa que caracteriza a los artículos (vid. Maneri, 1995).

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periodista, por una parte, recoge las protestas y el lenguaje de los ciudadanos movilizados («defendemos», «invasión»), por otra, textualiza su narración animándola (los inmigrantes son «ejército», «orden», y por parte de los ciudadanos tenemos una «revuelta», «cruzada», «tregua») y la pasa por el filtro de este pensamiento (la «avanzadilla», la «base», la «ciudadela», el «fortín» han sido «expugnados»). Los inmigrantes constituyen aquí un cuerpo extraño, atrincherado, sustraído a la soberanía del Estado que debe retomar su control. Se trata de nuevo de un lenguaje de la invasión: este «ejército», esta «tropa» han «conquistado» un territorio que pertenece al estado, que debe ser «liberado». Su presencia es una intrusión, que ataca la integridad del orden nacional, étnicamente puro 48. Lo que mantiene la «belicización» de estos tres frentes tan diversos (el internacional, el externo, el interno) es de todas formas el prohibicionismo policiacomilitar que gobierna las migraciones. El continuum entre estas guerras y las guerras guerreadas verdaderas junto a la hibridación militar-policial de las actividades de seguridad (Palidda, 2007; 2008) no es más que el éxito de la asimetría que gobierna las relaciones entre países ricos (libres de deslocalizar, controlar recursos, gobernar a distancia, en sustancia de ejercitar un poder neocolonial) y pobres, a cuyos ciudadanos se les niega la libertad de movimiento, consecuencia necesaria de este orden. El acceso a los países ricos se concede únicamente al precio de una ciudadanía perennemente cuestionada, vejada, susceptible de revocación por medio de los instrumentos del control policial y militar. Resumiendo lo que muestra esta breve exposición de los tres frentes principales de tratamiento de la inmigración, las prácticas de control y de exclusión (en las salas del tribunal, en las costas, en los campos, en los cuarteles, en las áreas abandonadas) se objetivan, pues, por medio de su representación mediática, en discurso, categorías, imágenes y narraciones que enmarcan porciones de la realidad a la que aluden estas prácticas en cuadros unitarios, estereotípicos y tautológicos que garantizan su legitimación. Si el papel, no sólo de mediación sino en muchos aspectos de construcción autónoma, de los medios de comunicación ha sido extremadamente importante en la criminalización de la inmigración; si las políticas del miedo, por un lado, y la búsqueda de visibilidad y de consenso por parte de los

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Como he escrito supra, las coordenadas nacionales del pensamiento de Estado son las de los ciudadanos movilizados. Por ejemplo, en las protestas recurrentes contra los denominados «campamentos nómadas», y no sólo ahí, se dice a menudo que «deben irse a sus casas», frases repetidas constantemente incluso cuando se pone de relieve que el campamento está ocupado por cíngaros que son ciudadanos italianos. Evidentemente, en cuanto cíngaros parecen atacar la pureza de la identidad nacional. Para un ejemplo elocuente vid. el episodio del 22 de febrero de 2009 de la transmisión de Iacona por la Rai Presa Diretta ().

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empresarios del sentido común, por otro, han proporcionado un carburante irrenunciable a la «emergencia inmigración», tras la materia prima del discurso sobre la inmigración se encuentran sobre todo las prácticas de la «fortaleza europea» en su versión italiana, particularmente radical. El cierre de fronteras, la retirada de las políticas de acogida y asistencia y la obsesión por el control dejan sus sedimentos: en expulsar, arrestar, desalojar, registrar, identificar, alejar, se encuentra la enunciación originaria del discurso sobre la inmigración.

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