Los materiales constructivos pétreos de Montelirio (2016)

May 25, 2017 | Autor: F. Borja Barrera | Categoría: Archaeology, Material Culture Studies, Arqueología, Material Architecture
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Descripción

CAPÍTULO 5. LOS MATERIALES CONSTRUCTIVOS PÉTREOS DE MONTELIRIO Francisco Borja Barrera1 y César Borja Barrera2

Resumen: Se estudia el material lítico utilizado en la construcción de la cubierta del corredor de acceso a las cámaras funerarias del tholos de Montelirio (Castilleja de Guzmán, Sevilla). En primer lugar se examinan las características litológicas y petrográficas de las 42 cobijas que cubren el largo corredor (de más de 36 m de longitud y una media de 1,8 m de anchura), así como las estructuras sedimentarias y las huellas de origen antrópico que presentan, determinándose que veintiocho de ellas son de arenisca carbonatada de distinta consistencia (66,66%), diez de pizarra grises o verdes (23,82%), y 4 de granito de grano grueso (9,52%). Seguidamente se señalan las posibles áreas de procedencia de las lajas, concluyendo que tanto granitos como pizarras tienen su origen en los afloramientos de la Zona Sur-Portuguesa del Macizo Ibérico (alrededores de Gerena-Aznalcóllar, Sevilla); y que, en el caso de las areniscas carbonatadas, los afloramientos del Mio-Plioceno de la secuencia sedimentaria de El Aljarafe constituyen la procedencia más probable.

Palabras clave: Tholos de Montelirio, Cubierta Pétrea, Geoarqueología, Análisis Petrográfico, Lámina Delgada, Afloramiento, Aljarafe, Sierra Morena.

CHAPTER 5. THE MONTELIRIO BUILDING MATERIALS OF STONE Abstract: Two specific problems concerning to tholos of Montelirio (Castilleja de Guzmán, Seville, Spain), which features a large passage roofed by stone slabs, are investigated. Firstly, we analyse the main geologic features (lithology, petrography, structures...) of the 42 capstones that cover its long corridor (over 36 m in length and an average width of 1.8 m); among these rocks, 29 of them are sandstones (67.4%), 10 are grey or green shale (23.2%) and three are granite (6.9%). Secondly, we locate potential source areas of these materials, concluding that both granites and shales, either grays or green, come from palaeozoic outcrops located on the southern edge of the Iberian Massif (Sierra Morena, around Gerena-Aznalcóllar, Sevilla), while sandstones, most likely, came from of the outcrops of Mio-Pliocene facies of the El Aljarafe marine sequence.

Keywords: Montelirio Tholos, Capstone, Geoarchaeology, Petrological Analysis, Thin Section, Outcrop, Aljarafe, Sierra Morena, Spain.

1 Universidad de Huelva. Facultad de Humanidades. Departamento de Historia, Geografía y Antropología. Campus de El Carmen, Avda. de las Fuerzas Armadas s/n, 21071, Huelva. [[email protected]] 2 Universidad de Sevilla. Facultad de Geografía e Historia. Departamento de Geografía Física y Análisis Geográfico Regional. C/ Doña María de Padilla s/n, 41004, Sevilla. [[email protected]]

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FRANCISCO BORJA BARRERA Y CÉSAR BORJA BARRERA

1. ANTECEDENTES, MÉTODOS Y ALCANCE DE LA INVESTIGACIÓN

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El tholos de Montelirio, uno de los monumentos megalíticos de la Edad del Cobre más importantes de la Península Ibérica, se localiza en la cornisa de El Aljarafe, dentro del municipio de Castilleja de Guzmán, colindante por el Oeste con su actual casco urbano (Figura 1). A pesar de emplazarse cerca de la ladera nororiental de El Ajarafe, esta tumba calcolítica queda a suficiente distancia del escarpe como para no verse afectada de manera directa por los procesos de erosión que amenazan al conjunto de la cornisa (Borja Barrera et al., 2002; Borja Barrera y Borja Barrera, 2010), exponiendo tanto al patrimonio arqueológico como a determinadas infraestructuras viarias y habitacionales, tanto antiguas como de reciente construcción, a un alto riesgo de deterioro (Borja Barrera, 1989; Borja Barrera et al., 2002; Borja Barrera y Borja Barrera, 2001).

Figura 1: Localización del tholos de Montelirio en el marco geológico de la cuenca del Guadalquivir.

De una manera específica, el análisis del monumento de Montelirio en relación con las características y la evolución del medio natural se abordó por primera vez en el año 2007, hace ahora una década. Esta línea de trabajo se puso en marcha con ocasión de la Intervención Arqueológica Preventiva llevada a cabo en el denominado M-2 del Plan Parcial de Ordenación número 4 (“Zona Norte–Dolmen de Montelirio”) de las Normas Subsidiarias Municipales de Castilleja de Guzmán. Dirigida por el arqueólogo fontaniego Álvaro Fernández Flores, dicha actuación vino motivada por la intención del consistorio local de poner en marcha un Parque Arqueológico y Medioambiental, cuyo elemento central sería el propio tholos, reforzando así la idea de que, como ya se sabía a partir de los trabajos de Pérez Mazón y Pérez Paz (1998), este sepulcro constituía un edificio funerario esencial para entender la Prehistoria Reciente del sur de Europa, así como de que su puesta en valor supondría un enorme salto cualitativo en la difusión del singular fenómeno del megalitismo andaluz. Entre los diversos estudios científicos promovidos por la mencionada iniciativa, dedicados a los múltiples pormenores de la compleja estructura funeraria de Castilleja de Guzmán, se incluyó entonces el trabajo titulado Dolmen de Montelirio. Medio Físico y Análisis Geoarqueológico (F. Borja Barrera, septiembre de 2008), al que poco después siguió otro algo más detallado: Estudio Geoarqueológico del Dolmen de Montelirio, Castilleja de Guzmán (Sevilla) (F. Borja Barrera, C. Borja Barrera y J. M. Recio Espejo, abril de 2010). Respondiendo a los requerimientos de

la nueva fase de investigación y valoración patrimonial del monumento, en este último informe se incluyeron dos estudios relativamente independientes entre sí: I: Estudio de formaciones superficiales, en el que se profundizó en el análisis de los suelos y los sedimentos afectados por la construcción, la ocupación y el abandono del tholos, adoptando para ello la perspectiva de una Geoarqueología entendida como la disciplina encargada del estudio de la componente natural del proceso histórico (Borja Barrera, 2014); y II: Estudio de elementos pétreos, planteado más desde la óptica de la aplicación de las técnicas geológicas al estudio de los materiales arqueológicos, tal como suele plantearse desde el campo de la Arqueometría (Montero Ruiz et al., 2007). Abundando en esta última línea de investigación, en concreto en el apartado dedicado al análisis del material pétreo utilizado en la construcción megalítica, se acometió expresamente el estudio de las piedras que cubren la mayor parte del corredor de acceso a las cámaras funerarias. El interés de esta parte de la investigación no sólo radicaba en caracterizar litológicamente las piezas con las que se techó el corredor del sepulcro, en detectar sus afecciones, sus posibles patologías o su nivel de deterioro, o asimismo en plantear potenciales medidas para su conservación, sino que también tenía por objeto la identificación de las posibles áreas de procedencia de las losas, seleccionando los afloramientos geológicos que pudieran haber servido en su día de cantera a los constructores del tholos. Los resultados

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obtenidos a partir del análisis y la reflexión llevados a cabo en torno a estos aspectos concretos son los que se exponen en la presente contribución. Desde esta perspectiva pues, los objetivos generales perseguidos por nuestra investigación se concretan, primeramente, en la descripción morfolitológica de cada una de las 42 piezas que componen la cubierta del corredor del tholos de Montelirio, incluyendo el análisis petrográfico, la identificación de estructuras sedimentarias, etc., y, en segundo término, en la identificación y localización de las posibles áreas de procedencia de las mismas. De manera más específica, se trataría de tipificar, siguiendo las bases de la clasificación petrográfica, las diferentes clases de rocas presentes en la techumbre del corredor del monumento, por un lado; de identificarlas litológicamente, prestando especial atención al reconocimiento de sus estructuras sedimentarias y orgánicas, así como de las huellas derivadas del manejo de las mismas durante las fases de extracción, transporte y construcción, por otro; y, por último (y con el fin de ayudar a contextualizar territorialmente las capacidades técnicas y organizativas de los grupos humanos que vivieron en la época funcional del panteón), de concretar, mediante el uso de la cartografía geológica, los afloramientos rocosos más viables en cuanto a su uso como cantera de cada uno de los tipos litológicos previamente determinados. En lo que atañe al protocolo metodológico seguido en la presente investigación, en primer lugar se llevó a cabo un reconocimiento general de la parte del monumento en estudio, considerando la disposición general de las piezas, su estado de conservación, las posibles afecciones relacionadas con el proceso de excavación y manipulación del material, etc. Seguidamente se procedió a la observación sistemática de cada una de las 42 losas, inventariándolas, fotografiándolas y elaborando una ficha-síntesis para cada elemento en la que se incluyó la siguiente información: tipo litológico, medidas, textura, grado de resistencia, anisotropía, porosidad, presencia y tipo de juntas, estratificación, pátinas, huellas fósiles, nivel de deterioro, menoscabo de origen antrópico e indicios de tratamiento constructivo (Borja Barrera et al., 2010). A continuación, y una vez concluido el análisis de visu, se acometió la caracterización a detalle de los tipos litológicos básicos, contando para ello con la colaboración de geólogos pertenecientes a la empresa Vorsevi, S.A., realizándose al mismo tiempo un muestreo selectivo (representativo) de los mismos, para su posterior

examen en laboratorio mediante microscopio petrográfico sobre lámina delgada. En total fueron seis las muestras destinadas a dicho análisis, las cuales, una vez tratadas, permitieron reducir finalmente a cuatro dichas categorías litológicas elementales (vid. infra). Por su parte, el estudio petrográfico se centró en la identificación y clasificación de las rocas, principalmente a partir de su composición mineralógica. Ésta se determina utilizando el microscopio petrográfico de luz polarizada sobre láminas delgadas de 30 µ. Dicho microscopio incorpora, como así requiere su homologación, dos filtros polarizadores, uno de ellos fijo y otro móvil (llamado analizador); el primero origina luz polarizada plana, mientras que el segundo sólo permite el paso de la luz polarizada cruzada. La eficacia de uno u otro haz en el reconocimiento de los distintos minerales se ve reforzada mediante el uso de tinciones de diferentes colores, como así se ha hecho en el presente análisis, empleando una disolución de agua destilada, ácido clorhídrico y rojo de alizarina (Williams et al., 1982). En general, la microscopía petrográfica informa acerca de las rocas a partir del examen de las propiedades ópticas de los minerales y la relación que se establece entre ellos, así como de las características formales de los granos, las asociaciones entre minerales y su grado de alteración (Domínguez-Bella y Morata-Céspedes, 1995). Lo más laborioso y delicado de este método tal vez sea el tratamiento hasta conseguir las láminas delgadas; primero la muestra ha de perfilarse mediante sucesivos cortes hasta conseguir una tableta de unas dimensiones en torno a 25 x 45 mm y un grosor de 1 mm; posteriormente, la pieza debe protegerse con resina epoxi transparente y, tras un desbaste mecánico y un pulido manual, dejarse en el estándar aproximado de 30 µ de espesor, protegida por un cubreobjetos o simplemente por un barnizado, es cuando puede llevarse al microscopio (Pozo Rodríguez et al., 2005). Siguiendo el procedimiento metodológico, y a la vista de los tipos de rocas (o litotipos) obtenidos mediante el análisis de visu y de laboratorio, por último se acometió el proceso de identificación de sus posibles áreas de procedencia en el entorno más inmediato del yacimiento, afloramientos de los que, en fin, pudieran haber sido extraídos los materiales constructivos del tholos. Para ello se usó, como fuente principal de información, la cartografía geológica de la Serie Magna a escala 1:50.000 publicada por

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el IGME, y en particular las descripciones mineralógicas aportadas por las Memorias de las hojas de Sevilla (984), Alcalá del Río (962) y Aznalcóllar (961). Haciendo valer las coincidencias existentes entre la caracterización contenida en dichas memorias y los datos obtenidos por nosotros en laboratorio para cada litotipo, se identificaron los posibles ámbitos espaciales que cuentan con más probabilidades de ser los lugares de origen de las losas estudiadas. De los resultados obtenidos mediante las pruebas se da cuenta a continuación siguiendo el orden establecido por el procedimiento metodológico. En primer lugar se ofrecen, así pues, los datos referidos a la identificación litológica y la clasificación petrográfica de los litotipos presentes entre las lajas que componen la cubierta del pasillo del tholos; seguidamente se aporta la información concerniente a las estructuras sedimentarias y las huellas de posible procedencia humana que registran cada una de las piezas; y, por último, se consignan las referencias relativas a la procedencia geográfica del material constructivo utilizado para cubrir la galería del tholos guzmareño.

2. ANÁLISIS LITOLÓGICO La primera parte del examen litológico se realizó en campo, a la vista del conjunto de las piezas, una vez que fueron retiradas de la cubierta del corredor del tholos. Su reconocimiento se llevó a cabo sobre el terreno, ayudados de un pequeño equipo instrumental para la toma de datos y muestras, y contando, como ya se ha indicado, con la participación de geólogos especialistas pertenecientes a la empresa Vorsevi, S.A., entidad colaboradora del proyecto general de investigación geoarqueológica. En total fueron 42 las cobijas estudiadas e inventariadas, todas ellas procedentes, según se dijo, de los casi 30 m de techumbre que cubre el corredor del tholos (Figura 2). Atendiendo a la naturaleza de las diferentes piezas, inicialmente se distinguieron seis litotipos: areniscas muy cementadas, areniscas moderadamente cementadas, areniscas poco cementadas, pizarras grises-oscuras, pizarras verdosas y granitos de grano grueso, los cuales fueron categorizados según su composición, aspecto, color, resistencia, textura, estructuras, marcas de golpeo, etc.

Figura 2: Aspecto general de algunos de las losas del techo del corredor del tholos de Montelirio tras haber sido desmontadas durante el proceso de excavación. Fotografía: César Borja Barrera y Francisco Borja Barrera.

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CAPÍTULO 5. LOS MATERIALES CONSTRUCTIVOS PÉTREOS DE MONTELIRIO

Arenisca muy cementada: Roca consistente en un conglomerado beige-amarillento claro, de partículas de naturaleza silícea de tamaño arena o menor, aglutinadas por un cemento carbonatado. Presenta una estructura tableada con capas de espesor variable, relativamente uniforme, con superficies de estratificación muy marcadas. Las juntas son onduladas, lisas y de gran continuidad, presentando a veces pátinas de carbonato y, en menor medida, de óxido. Se aprecian puntualmente estructuras sedimentarias menores del tipo ripples de oscilación, así como laminación cruzada. Contiene, además, numerosas estructuras orgánicas generadas tanto por procesos de bioturbación (e.g. pistas de locomoción) como de bioerosión (e.g. galerías cilíndricas ortogonales y paralelas a las estructuras sedimentarias). En este último caso, hay varias ocasiones en las que, asociados a las huellas aparecen restos de los organismos litófagos que las generaron, especialmente bivalvos. Arenisca moderadamente cementada: Roca muy similar a la anterior, muestra asimismo una tonalidad beige-amarillenta clara con cantos de naturaleza silícea y un cemento carbonatado relativamente escaso. Presenta una estratificación con capas de espesor irregular con superficies de contacto muy marcadas, así como juntas onduladas, algo irregulares, rugosas y de moderada continuidad. De igual modo se reconocen tenues pátinas generalmente de carbonato aunque también de óxido. Puntualmente se aprecian estructuras sedimentarias del tipo ripples de oscilación, así como laminación cruzada y, en menor proporción quizá que en el caso anterior, huellas de origen orgánico procedentes asimismo de procesos de bioturbación y/o bioerosión. Arenisca poco cementada: Al igual que los casos anteriores, esta facies areniscosa poco consistente es también de color beige-amarillenta clara y contiene cantos de naturaleza silícea. El cemento es también de tipo carbonatado aunque relativamente escaso. Muestra una marcada estratificación de capas de espesor variable y juntas onduladas bastante irregulares, rugosas y de baja continuidad, así como pátinas de carbonato y óxido. Contiene algunas huellas producidas por la actividad de organismos vivos, aunque en mucho menor número que en los ejemplos precedentes, presentando una intensa fragmentación y un llamativo agrietamiento, así como intrusiones de material terroso que favorecen la degradación de las piezas que, en este caso, es la máxima que se reconoce.

Pizarra gris oscura: Roca de pizarra de un tono gris muy intenso, de grano fino, con hojosidad (pizarrosidad) muy marcada y gran continuidad, que muestra dos juegos de juntas principales ortogonales entre sí y con la estratificación, cuyo espesor es muy regular medía en torno a 10 cm. Muestra pátinas de óxido y un buen estado de conservación merced a su escaso nivel de meteorización. Sí exhiben, en cambio, rasgos de acondicionamiento de aristas en los flancos laterales, mientras que los límites superior e inferior suelen coincidir con las líneas de pizarrosidad. Pizarra gris verdosa: Roca de pizarra de tonalidad verdosa, de grano fino, con pizarrosidad muy marcada y gran continuidad lateral. Con una estratificación de espesor medio en torno a los 10 cm, incorpora inclusiones terrosas y manchas de óxido, originadas posiblemente por la alteración de la clorita en un medio relativamente ácido. La posición de este filosilicato, intercalado entre las láminas, confiere a la roca una gran fisilidad y, consecuentemente, un alto grado de deterioro por descamación, algo que no ocurría en el caso anterior. En general, presenta también dos juegos de juntas principales ortogonales entre sí y con la estratificación, así como rasgos de haber sufrido un cierto acondicionamiento de las aristas en los flancos laterales para su adecuación a la obra. Los límites superior e inferior de estas piezas suelen coincidir, como en el caso de las pizarras grises, con planos de pizarrosidad. Granito de grano grueso: Roca de granito de grano grueso y textura cristalina isótropa. Presenta juntas onduladas, rugosas e irregulares que condicionan la fracturación de los bloques con formas ovoides y curvilíneas. Las pátinas de óxidos son muy escasas y se circunscriben a las paredes de las juntas. Las piezas correspondientes a este litotipo no muestran por regla general síntomas de deterioro, al menos de manera aparente, ni tampoco pruebas de acondicionamiento de sus flancos para el encaje en la construcción.

3. ANÁLISIS PETROGRÁFICO El análisis petrográfico se llevó a cabo sobre el ejemplar más representativo de cada uno de los seis litotipos identificados mediante el reconocimiento de campo. Esta parte del tratamiento de las muestras se realizo en las instalaciones del Departamento de Geodinámica de la Universidad de Granada, corriendo

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a cargo del Dr. José Miguel Azañón Hernández. De cada uno de los seis especímenes seleccionados, identificados según su referencia arqueológica (UE 23.38: arenisca muy cementada; UE 23.26: arenisca moderadamente cementada; UE 23.32: arenisca poco cementada; UE 23.30: pizarra gris oscura; UE 23.17: pizarra verdosa y UE 23.31: granito de grano grueso), se recolectó una muestra, a partir de la cual se obtuvo la correspondiente lámina delgada. Los resultados obtenidos del análisis de dichas láminas se han resumido en la Tabla 1.

Arenisca muy cementada (UE 23.38): Se trata de una arenisca cuarcítica de matriz calcítica de color amarillento con un tamaño de grano medio-fino muy homogéneo (Figura 3.a), en la que se identifican dominios de coloración más oscura coincidiendo con un tamaño de grano mayor. Presenta textura arenácea y en ella no se identifica ninguna fábrica planar (utilizamos la expresión de “fábrica” en el sentido dado por Foucault y Raoult, 1985, como con-

MUESTRA

MUESTRA UE 23.38

MUESTRA UE 23.26

MUESTRA UE 23.32

MUESTRA UE 23.30

MUESTRA UE 23.17

MUESTRA UE 23.31

TIPO DE ROCA

Arenisca cuarcítica de matriz calcítica

Arenisca cuarcítica de matriz calcítica

Arenisca cuarcítica de matriz calcítica

Pizarra

Pizarra

Granito

junto de caracteres estructurales). El componente mineral predominante es la calcita (60%), seguida de cuarzo (35%), mica (5%) y, finalmente, minerales opacos (5%). La muestra presenta clastos constituidos en su mayor parte por cuarzo y mica detrítica. El cemento, con una composición de carbonato cálcico puro, es de tipo esparítico, es decir, de aspecto cristalino y caras bien definidas. El tamaño de grano medio está entre 125-250 µ, con un grado de madurez intermedio en los clastos (bien seleccionados), los cuales son de carácter predominantemente subanguloso.

Arenisca moderadamente cementada (UE 23.26): Se trata de una arenisca cuarcítica de matriz calcítica, de color amarillento y un tamaño de grano fino muy homogéneo, que presenta una alta porosidad y una textura de tipo arenácea. La composición mineralógica muestra un predominio de calcita (65%) y cuarzo (25%), mientras que en menor proporción también están presentes la biotita (5%) y los minera-

PRINCIPALES CARACTERÍSTICAS Cemento esparítico compuesto por carbonato cálcico puro Clastos subangulosos

Cemento calcítico Clastos subangulosos

Cemento calcítico con gran número de impurezas Clastos subangulosos

Tonalidad gris Tamaño de grano fino o muy fino

Tonalidad verdosa Tamaño de grano fino o muy fino

Tonalidad rosácea Tamaño de grano grueso

COMPOSICIÓN MINERALÓGICA (%) Calcita

60

Cuarzo

30

Biotita

5

Opacos

5

Calcita

65

Cuarzo

25

Biotita

5

Opacos

5

Calcita

50

Cuarzo

40

Opacos

10

Mica

68

Clorita

15

Opacos

8

Cuarzo

5

Feldespatos

4

Mica

65

Clorita

20

Cuarzo

7

Opacos

5

Feldespatos

3

Feldespatos

50

Cuarzo

35

Biotita

8

Opacos

7

TAMAÑO DE GRANO (µ) Fino a Medio 125-250

Fino a Medio 100

Fino 30-50

Muy Fino 85%) y, secundariamente, por cuarzo, feldespatos y minerales opacos. • Granito rosáceo de grano grueso compuesto principalmente por feldespatos y cuarzo y, de manera subsidiaria, por biotita y minerales opacos. Según esta clasificación, en la Tabla 2 se muestra el tipo de roca al que pertenece cada una de las 42 piezas inventariadas. De este resumen se desprende que el tipo litológico más numeroso corresponde con el de arenisca cuarcítica con cemento esparítico y calcítico, con 19 piezas (el 44,1% del total), repartidas entre las areniscas fuertemente cementadas (seis piezas, 13,9% del total) y las areniscas moderadamente cementadas, que son las más abundantes (13 piezas, el 30,2% del total). El segundo grupo más numeroso corresponde con las areniscas cuarcíticas con cemento cálcico con impurezas, con 10 piezas (23,2% del total), correspondientes a las areniscas deleznables o débilmente cementadas. En conjunto, el total de los tipos compuestos por areniscas cuarcíticas alcanza las 29 piezas, es decir, un 67,4% del total. Por su parte, las pizarras están representadas por otras 10 piezas (23,2% del total), tres de las cuales (6,9 % del total) corresponden a la modalidad gris-oscura y siete (16,2% del total) a la variedad más

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LITOTIPO

Arenisca cuarcítica con cemento esparítico y calcítico (42,85%)

Arenisca cuarcítica con cemento calcítico con impurezas (23,80%)

CLASIFICACIÓN

LOSA (UE 23)

Arenisca fuertemente cementada; Cto. esparítico

23.14; 23.13; 23.38; 23.37; 23.11

Arenisca moderadamente cementada; Cto. calcítico

23.16; 23.15; 23.12; 23.38-39; 23.39; 23.36; 23.34; 23.27; 23.26; 23.24; 23.23; 23.22; 23.8

Arenisca débilmente cementada. Cto. calcítico con impurezas

23.32; 23.21; 23.18; 23.7; 23.6; 23.5; 23.4; 23.3; 23.2; 23.1

Gris oscura

23.37-38; 23.29; 23.30

Verdosa

23.35; 23.40; 23.41; 23.20; 23.19; 23.10; 23.9

Granito rosáceo de grano grueso

23.33; 23.31; 23.28; 23.25

Pizarra (23,80%) Granito (9,52%)

Tabla 2: Clasificación litológica de las losas del corredor del tholos de Montelirio.

verdosa. Finalmente, las rocas de granito constituyen sólo el 9,3% del total de piezas, es decir, cuatro de ellas. Desde el punto de vista de la colocación de cada tipo de roca en la cubierta del pasillo del tholos, en la figura 4 se observa la existencia de un cierto patrón de distribución de las mismas, el cual parece estar regido por la naturaleza y la resistencia de los materiales. De este modo, mientras que los litotipos de menor dureza (areniscas con cemento calcítico con impurezas) ocupan el tercio más estrecho de la galería, esto es, el tramo más cercano a la entrada, los tipos litológicos más resistentes (areniscas con cemento esparítico o calcítico de gran pureza, pizarras y granitos) ocupan los dos tercios más anchos dentro de la forma troncopiramidal de base rectan-

gular que presenta el corredor, o sea, la parte de la misma que da a las cámaras fúnebres. Por último, en lo que atañe al grado de conservación que presentan las piezas estudiadas, lo primero que se constata es que, como era de esperar, su estado depende del tipo litológico al que pertenecen, de tal forma que las losas de granito, de arenisca alta o moderadamente cementada, así como de pizarra grisácea presentan un estado de conservación en general aceptable, especialmente cuando se trata de material granítico. En este grupo sólo se registran algunas roturas de las pizarras grises y areniscas debidas a la debilidad que introduce, desde el punto de vista de la estructura sedimentaria, la existencia de juntas. Por su parte, las pizarras verdosas y, sobre todo, las areniscas débilmente cementadas

Arenisca carbonatada con cemento calcítico con impurezas Arenisca carbonatada con cemento esparítico y calcítico de gran pureza Pizarra grisácea o verdosa Granito biotítico Figura 4: Distribución de las losas del techo del corredor según el tipo litológico: 1: Arenisca carbonatada con cemento calcítico con impurezas; 2: Arenisca carbonatada con cemento esparítico y calcítico de gran pureza; 3: Pizarra grisácea o verdosa; 4: Granito biotítico.

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Figura 5: Alto nivel de disgregación de la losa de arenisca carbonatada con cemento calcítico de baja pureza. Losa UE 23.3. Fotografía: César Borja Barrera y Francisco Borja Barrera.

(cemento calcítico escaso y con abundantes impurezas) son las que se encuentran en peor estado de conservación, presentándose algunas de ellas prácticamente desintegradas, siendo muy difícil su recuperación por métodos de restauración (Figura 5).

4. ANÁLISIS DE ESTRUCTURAS SEDIMENTARIAS Y HUELLAS ANTRÓPICAS De acuerdo con Corrales Zarauza et al. (1977), una estructura sedimentaria no es más que “una cierta disposición geométrica de los elementos que constituyen un sedimento”, ya sea causada en exclusiva por procesos físicos, químicos o biológicos, o bien por la combinación de varios de ellos. Su estudio proporciona una valiosa información acerca del ambiente sedimentario en el que se conformaron los sedimentos que luego dan lugar a las rocas (estructuras sedimentarias primarias), así como a las condiciones de la evolución post-sedimentaria de los mismos (estructuras sedimentarias secundarias o diagenéticas), lo que, de cara al establecimiento en

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el apartado siguiente de las posibles áreas fuente en el entorno cercano al monumento megalítico de Montelirio, constituye una cuestión esencial. Ya sean de un tipo o de otro, dentro de las estructuras sedimentarias se distinguen habitualmente entre las denominadas de ordenamiento interno, caracterizadas de forma específica según la laminación de sus materiales (estructuras masivas, de laminación paralela, de estratificación cruzada, con ripples…); las estructuras relacionadas con las superficies de estratificación (grietas de desecación, marcas de corriente…); las estructuras debidas a la deformación de los materiales (estructuras de carga, convolute lamination…); las estructuras diagenéticas sensu stricto (concreciones, estructuras de disolución…); y las estructuras generadas por la actividad de los seres vivos, u orgánicas (estromatolitos, pistas, galerías, perforaciones…). De forma adicional, en este apartado también se han estudiado las marcas provocadas por el manejo antrópico de las losas. A este respecto, no sólo se procedió a la descripción formal de las huellas, sino que se intentó concretar su origen en términos de si éste tenía que ver con

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la fase extractiva (marcas de rotura, astillado…), con la etapa de la construcción del edificio (adecuación de contornos, preparación de dorsos…) o con el momento de la intervención arqueológica (desgarros por desmontaje, marcas de tracción…). En lo que se refiere específicamente al caso de las losas de areniscas estudiadas en el presente trabajo, se distinguieron estructuras sedimentarias de ordenamiento interno, estructuras sedimentarias de superficies de estratificación y estructuras originadas por la actividad de los seres vivos.

4.1. ESTRUCTURAS SEDIMENTARIAS DE ORDENAMIENTO INTERNO Esta clase de estructuras alude, como ya se ha dicho, al dispositivo o configuración interna que adoptan los componentes de las rocas (laminación). Entre ellas se incluyen estructuras de muy diversa consideración, desde masivas hasta otras formadas por ripples (rizaduras) de distinto origen (de corriente, de oscilación…). Algunas de las piezas de arenisca analizadas que techan el corredor del tholos de Montelirio presentan estructuras de carácter masivo; también las hay que, aun presentando algún tipo de estructuras laminadas, éstas son prácticamente imposibles de reconocer, como en el caso de la losa de referencia UE 23.11 (Figura 6). Entre las estructuras de ordenamiento interno que, en cambio, sí pueden ser identificadas es frecuente encontrar laminaciones cruzadas de bajo ángulo, como ocurre, por ejemplo, en el caso de las losas UE 23.16 ó UE 23.40 (Figura 7). En algún otro caso (e.g. losa UE 23.16) incluso se pudieron analizar algunas de las juntas de estratificación de la roca (Figura 8).

Figura 6: Detalle de la losa UE 23.11 en el que se aprecia el carácter masivo de su estructura. Fotografía: César Borja Barrera y Francisco Borja Barrera.

Figura 7: Detalle de la losa UE 23.40 en el que se aprecia un dispositivo de laminación cruzada. Fotografía: César Borja Barrera y Francisco Borja Barrera.

4.2. ESTRUCTURAS SEDIMENTARIAS EN LA SUPERFICIE DEL ESTRATO El techo y muro de cada capa sedimentaria, o estrato, constituyen las superficies de estratificación y en ellas pueden hallarse, según Vera (1994), estructuras de origen físico caracterizadas por una geometría definida que, por regla general, dan lugar a la aparición de entrantes o salientes de dichas superficies. A techo de los estratos es habitual la presencia de ripples, grietas de dese-

Figura 8: Detalle de la losa UE 23.16 en la que se aprecia la junta entre dos estratos. Fotografía: César Borja Barrera y Francisco Borja Barrera.

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Figura 9: Presencia de ripples en el techo de la losa UE 23-37. Vista general y detalle. Fotografía: César Borja Barrera y Francisco Borja Barrera.

cación o marcas de corriente, pudiéndose encontrar, también según este mismo autor, impresiones de gotas de lluvia, huellas de cristales de sal e, incluso, impresiones de espuma. A muro, en cambio, suelen reconocerse estructuras relacionadas, directa o indirectamente con la acción erosiva de las corrientes de tracción; en el primer caso aparecen marcas originadas por el propio flujo (flute cast), y en el segundo, a casusa de la presencia de un objeto que, arrastrado por la corriente, hace de obstáculo ante la misma (crescent cast).

En el caso que nos ocupa se reconoce una abundante presencia de ripples, es decir, de superficies onduladas originadas por la oscilación del oleaje, en el techo de las losas de areniscas (UE 23.37) (Figura 9). Se reconocen, igualmente, algunas marcas de corriente lineales y de cierto desarrollo longitudinal (Figura 10), que posiblemente sean del tipo flute marks en las losas UE 23.15, UE 23.38 y UE 23.40. No obstante, las dificultades de observación de las mismas nos obligan a mantener ciertas reservas en este sentido.

4.3. ESTRUCTURAS ORGÁNICAS

Figura 10: Presencia de marcas de corriente (flute) en el techo de la losa UE 23-38. Fotografía: César Borja Barrera y Francisco Borja Barrera.

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En la categoría de orgánicas, o biogénicas, entran todas aquellas estructuras generadas a consecuencia de la actividad de los seres vivos sobre el substrato (icnitas), de cuyo estudio, en tanto que fósiles e incluyendo su componente etológica, se encarga la Icnología (Buatois y Mángano, 2011). Entre estas estructuras, hay autores que distinguen dos grandes grupos (Corrales Zarauza et al., 1977): por una parte, las derivadas de la labor constructora de rocas llevada a cabo, por ejemplo, por la acción de organismos con esqueletos calcáreos (e.g. corales) –sobre las que no abundaremos por no venir al caso– y, por otra, las relacionadas con la distorsión y/o destrucción de sedimentos o rocas totalmente consolidadas. Dicho sprocesos conducen por regla general a la aparición, en el caso de los materiales no consolidados, de pistas fruto de la locomoción animal (trackways), y madrigueras (burrows) para cobijo, reproducción, etc., así

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como de perforaciones (borings), que pueden abrirse para instalar las madrigueras, o como resultado de la búsqueda de alimento, etc. En general, si la actividad biogénica se desarrolla sobre sedimentos no consolidados o, lo que es más habitual, al mismo tiempo que se está formando el depósito, se habla de estructuras orgánicas generadas por procesos de bioturbación. Si, en caso contrario, la afección de los seres vivos se lleva a cabo sobre un substrato consolidado –lo cual exigiría un contexto sedimentario distinto al que dio origen a la roca en cuestión y, por tanto, puede afectar a cualquier tipo de litología, y no sólo a las de carácter sedimentario–, entonces hablamos de icnitas originadas por procesos de bioerosión. Completando esta última clasificación, y definidas en tanto que estructuras etológicas, Gámez y Liñan (1996) incluyeron icnitas del tipo biodepósitos, que no conllevan la organización en capas, e icnitas del tipo bioordenación que sí suponen, en cambio, una ordenación del sedimento en láminas o estratos de diversa consideración. En las areniscas del techo del corredor del tholos de Montelirio se detectó la presencia tanto de estructuras de bioturbación como de bioerosión, lo que no ocurrió ni en las cobijas de granito ni en las de pizarra. Entre las primeras de estas icnitas se cuentan principalmente estructuras debidas al desplazamiento de organismos vivos (pistas y surcos) que, por regla general, se corresponden con morfologías en resalte, esto es, con los moldes de las huellas situadas a muro de los estratos. Estas pistas de locomoción afectan principalmente a las areniscas moderadamente (82%) o muy cementadas (18%), y se aprecian por ejemplo, además de en otros diez casos más, en la losa UE 23.12 (Figura 11). Mientras que protuberancias y ondulaciones irregulares y surcos, estructuras documentadas en 14 losas (e.g. UE 23.11) (Figuras 12 y 13), se dan preferentemente en rocas de areniscas deleznables (65%). No descartamos que la elevada concentración de este tipo de estructuras sobre las losas peor conservadas sea consecuencia, al menos en parte, de las dificultades para la identificación de las mismas sobre rocas tan degradadas. De acuerdo, entre otros autores, con García et al. (1992), Corrales Zarauza et al. (1977), Vera (1992) y Dabrio y Hernando (2003), el repertorio de este tipo icnitas presente en las losas del tholos de Montelirio permite plantear la existencia de dos agrupaciones, o icnofacies, en función de los ambientes sedimentarios y las batimetrías de referencia en cada caso (Seilacher, 1967; Bromley,

Figura 11: Detalle de pistas de locomoción de organismos vivos en la losa 23.12. Fotografía: César Borja Barrera y Francisco Borja Barrera.

Figura 12: Protuberancias circulares en relieve observable en la losa 23.11. Fotografía: César Borja Barrera y Francisco Borja Barrera

Figura 13: Detalle de surcos en la losa 23.11. Fotografía: César Borja Barrera y Francisco Borja Barrera.

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1996; MacEachern, 2007). Estas dos icnofacies hacen referencia a los tipos representados por las trazas fósiles denominadas skolithos y cruziana. La primera de ellas remite a un ambiente sedimentario marino somero, con sustratos móviles arenosos y/o fangosos bien seleccionados. Constituyen medios de moderada a alta energía, permanentemente agitados por el oleaje donde las perforaciones (burrows) son las estructuras más características. Ámbitos intermareales, así como zonas relacionadas con los mantos arenosos de tormentas o partes altas de las áreas de corrientes de turbidez, donde los organismos deben estar preparados para responder con rapidez a los episodios de estrés, serían los medios litorales más representativos de esta agrupación de huellas. Por su parte, la icnofacies cruziana se vincula con ambientes de baja energía y sustratos areno-limosos sueltos y poco seleccionados, correspondientes a zonas situadas por debajo del nivel del oleaje en la plataforma continental o en zonas submareales (estuario, marisma, lagoon…), que pueden ser afectadas por la actividad de las tormentas. Esta icnofacies se caracteriza por una gran variedad de estructuras entre las que destacan las trazas de reptación, las formas en U y las perforaciones cilíndricas aisladas verticales, horizontales o inclinadas. Por su parte, las estructuras relacionadas con procesos de bioerosión presentes en las cobijas del tholos de Montelirio son fundamentalmente del tipo perforaciones. Estas estructuras afectan principalmente a las losas de areniscas más resistentes, siendo posible establecer diferencias en lo que a dimensión, morfología y disposición se refiere, en comparación a cuando éstas se registran en las areniscas más deleznables. Las mejor conservadas suelen presentarse en paños de aspecto alveolar o formando cámaras de 1 a 2 cm de diámetro y profundidad variable (varios centímetros). A veces estas huellas aparecen concentradas en áreas reducidas de las losas, afectando tanto a la superficie de estratificación como a los frentes de rotura de las mismas, como se aprecia en las piezas UE 23.39, UE 23.15 (Figura 14) ó UE 23.13 (Figura 15). Que estas losas de areniscas presenten marcas de bioerosión significa que el afloramiento del que proceden formó parte en su día (mucho después de que se originaran y antes de que fueran destinadas a techar el corredor del tholos de Montelirio) de un ambiente marino en el que proliferaron las especies litófagas responsables de dichas perforaciones. Como se aprecia en la Figura 15 varios ejemplares

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Figura 14: Perforación cilíndrica vertical rellena de sedimentos presente en la UE 23.15. Fotografía: César Borja Barrera y Francisco Borja Barrera.

Figura 15: Estructuras orgánicas por bioerosión. Madrigueras con presencia de bivalvos litófagos en la losa UE 23.13. Fotografía: César Borja Barrera y Francisco Borja Barrera.

de alguno de estos organismos han sido hallados in situ (losa UE 23.13) incorporados a sus respectivas madrigueras. Por comparación con el estudio realizado de los componentes líticos del cercano tholos de La Pastora (Valencina de la Concepción) por Cáceres Puro et al. (2013 y 2014), los ejemplares identificados en Montelirio podrían corresponder al bivalvo Petricola lithophaga. Por ello, dado que dicha especie es un excelente marcador para establecer la batimetría, es posible concretar con ciertas garantías la posición del área fuente suministradora de areniscas para ambos edificios. A este respecto, según afirman Cáceres Puro et al. (2013 y 2014) basándose en datos

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existentes tanto para la costa de Portugal como para el noreste peninsular, Petricola lithophaga habita en los medios intermareales, desarrollándose preferentemente entre los 0 y los 2 m de profundidad. Ello supondría, teniendo en cuenta las fechas radiocarbónicas obtenidas a partir de los especímenes recogidos en las cobijas del tholos de La Pastora (3510-2350 a.C.), que las areniscas carbonatadas de donde se extrajeron los bloques destinados a la construcción de los citados edificios funerarios debieron estar expuestas a la batiente del mar justo antes de ser convertidas en materiales de construcción. Estas circunstancias conllevan, sin embargo, un importante problema interpretativo, ya que los afloramientos de este litotipo más cercanos a los megalitos de la Zona Arqueológica de Valencia de la Concepción y Castilleja de Guzmán aparecen por encima de los 100 metros de altitud, ajenos por completo a cualquier tipo de influencia marina desde que concluyera su configuración como rocas sedimentarias al final de del Neógeno.

4.4. HUELLAS ANTRÓPICAS En la identificación de las marcas relacionadas con el manejo humano de las losas que cubren el pasillo del tholos de Montelirio, inicialmente, se ha intentado distinguir entre las huellas relativas, por una parte, a la fase extractiva (debidas a la operación de obtención de las piezas en los afloramientos), por otra, a la etapa constructiva (relacionadas con el acondicionamiento de aristas, el desbaste, el tintado, etc.), y, finalmente, al momento de la intervención arqueológica (marcas de arrastre, abrasiones, etc.). Para separar las marcas recientes de las producidas durante las fases extractiva y constructiva, ha sido muy útil el considerar el grado de frescura de las huellas en función de la presencia/ausencia de pátinas de carbonatos y/o óxidos sobre las mismas. Sin embargo, este criterio no ha sido totalmente efectivo a la hora de discriminar entre las marcas que pudieran corresponder a la operación de cantería o a la de construcción del edificio. En este último caso, la razón empleada ha sido comprobar si las lajas han sido desbastadas en sus caras al objeto de su encastre en el hueco correspondiente de la construcción. Entre las huellas antiguas, recubiertas de pátinas superficiales, destacan principalmente rayaduras y picotazos de dispositivo longitudinal, como los que se aprecian en la losa UE 23.04 (Figura 16). Coetáneos del momento constructivo son igualmente los acondicionamientos de

Figura 16: Marcas con dispositivo longitudinal recubiertas de pátina de carbonato en la losa 23.04. Fotografía: César Borja Barrera y Francisco Borja Barrera.

Figura 17: Acondicionamiento de aristas por percusión en la losa 23.34. Fotografía: César Borja Barrera y Francisco Borja Barrera.

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aristas aplicados a algunas losas con el objetivo de adecuar su forma a la de las piezas contiguas, facilitando así su traba y/o ensambladura. Estos efectos se aprecian, entre otras, en la losa UE 23.34 (Figura 17). Las huellas antrópicas recientes resultantes de los trabajos de excavación arqueológica aparecen sin ningún tipo de pátina, presentando, como es lógico, un aspecto extraordinariamente fresco. Se reconocen marcas de este tipo, tanto de dispositivo puntual como longitudinal, en la losa UE 23.26 (Figura 18), y originadas por rozaduras o abrasiones, en la losa UE 23.34 (Figura 19).

5. ÁREA DE PROCEDENCIA DEL MATERIAL LÍTICO CONSTRUCTIVO En la determinación del área fuente de los litotipos presentes en la cubierta del corredor del tholos de Montelirio se han utilizado tanto criterios mineralógicos como de cercanía geográfica (Doyague, 2015). Para ello se parte de la clasificación petrológica de las piezas así como del análisis a detalle de sus estructuras sedimentarias, y se procede confrontando la caracterización de las cobijas obtenida por nosotros, con la descrita para los afloramientos más cercanos de granito, pizarra y arenisca carbonatada por las memorias de la cartografía geológica nacional a escala 1: 50.000 de la Serie Magna del IGME (hojas 962-Alcalá de Río, 961-Aznalcollar y 984-Sevilla) (Figura 20).

5.1. AFLORAMIENTOS DE ARENISCAS CARBONATADAS

Figura 18: Marcas con dispositivo longitudinal sin pátina de carbonato en la losa UE 23.26. Fotografía: César Borja Barrera y Francisco Borja Barrera.

Figura 19: Desbaste/abrasión en uno de los extremos de la losa UE 23.34 Fotografía: César Borja Barrera y Francisco Borja Barrera.

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Tres son los afloramientos de areniscas, de menos a más cercanos al tholos de Montelirio, que pueden ser considerados como potenciales áreas de suministro de material para su construcción, siempre dentro de la provincia de Sevilla. Están, por una parte, las areniscas del Messiniense superior de Alcalá de Guadaira, en la comarca de Los Alcores; por otra, las del Tortoniense superior de la franja Gerena-Guillena; y, finalmente, las correspondientes a las facies del Mioceno superior incluidas en la parte central de la secuencia sedimentaria de El Aljarafe. Los afloramientos de Los Alcores son los más alejados y, en principio, podrían haber proporcionado algunas de las areniscas que cubren la galería del tholos, al menos en el caso de las facies más deleznables. Sin embargo, su textura conglomerática y su elevado contenido en bioclastos aconsejan descartar dicha hipótesis, habida cuenta de que, como se ha señalado con anterioridad, no son estos los rasgos más característicos de las losas utilizadas en la sepultura de Montelirio. Además, estaría el inconveniente de la distancia que separa las posibles canteras de la tumba calcolítica (casi 20 km en línea recta). Si bien se conocen casos de bloques de piedra transportados desde fuentes de aprovisionamiento aún más distantes, en esta ocasión nos encontraríamos con la dificultad añadida de atravesar la amplia desembocadura del Guadalquivir de estos momentos. Otro tanto podría decirse al respecto de las areniscas

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Figura 20: Marco geológico del entorno del tholos de Montelirio, con localización de las posibles áreas fuente de los principales litotipos analizados. Fuente: Modificado de Cáceres Puro et al., 2014. 1: Marismas del Guadalquivir; 2: Depósitos fluviales del Cuaternario del Valle del Guadalquivir (conglomerados, arenas, limos y arcillas); 3: Arenas y limos carbonatados del Plioceno; 4: “Facies de Transición”, arenas, arcillas y areniscas del Mio-Plioceno; 5: Margas azules del Mioceno; 6: Calcarenitas, areniscas y conglomerados del Mioceno; 7: Pizarras, cuarcitas, conglomerados y calizas del Devónico; 8: Granitos; 9: Localidades de referencia; A: Afloramientos de areniscas carbonatadas; P: Afloramientos de pizarras; G: Afloramientos de granitos.

mezcladas con arenas, calizas detríticas organógenas, conglomerados y brechas calcáreas situadas al pie de Sierra Morena, en los municipios de Gerena y Guillena, ya que siguen existiendo serias dificultades a la hora de equiparar los tipos litológicos del afloramiento con los del material constructivo. Pese a ello, esta segunda localización de las posibles canteras de areniscas presenta a su favor dos hechos: primero, que aquí las distancias son algo menores (unos 15 km en línea recta), y, en segundo término, que los constructores del tholos de Montelirio conocían y explotaban (con toda seguridad, como veremos a continuación) canteras de granito y pizarra en este mismo entorno. La última de las potenciales áreas de procedencia de las losas de arenisca del tholos de Montelirio es, teóricamente, la más cercana a la tumba, ya que concierne a las denominadas Facies de Tránsito

que afloran en la cornisa de El Aljarafe, intercaladas entre la formación de Margas Azules (Mioceno superior) y la Unidad de arenas y limos amarillentos del Plioceno inferior, con la que se cierra la serie marina de la cuenca del Guadalquivir en este sector (Civis et al., 1987). Estas facies de paso fueron descritas hace ahora tres décadas por Mayoral y González (1987) en un perfil de los alrededores de la localidad de Valencina de la Concepción, consistiendo, según ellos, en una secuencia rítmica en la que alternan términos arenosos de espesor decimétrico y consistencia variable, con otros de carácter limo-arcillosos profusamente bioturbados. En particular, el tramo superior del citado perfil está “formado por una secuencia rítmica estratodecreciente de arenas y areniscas en bancos de 0,70-0,10 m con arcillas de 0,10-0,30 m de potencia”. Según varios trabajos recientemente publicados (Cáceres Puro et al., 2013; 2014; Vargas Jimémez et al., 2014), este sería el origen de las

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losas de arenisca carbonatada utilizadas en el corredor del tholos de La Pastora, de características muy similares a las del tholos de Montelirio. Aunque esta opción no deja de ser la más plausible, tanto las lajas de arenisca de un edificio como las del otro presentan problemas a la hora de equiparar su composición mineralógica con las del afloramiento de Valencina. De tal modo que, mientras que, por ejemplo, la proporción relativa de cuarzo de los bancos de areniscas del perfil estudiado por Mayoral y González (1987) se sitúa en torno al 32%, en el caso de las cobijas de La Pastora alcanza valores en torno al 60% (Cáceres Puro et al., 2014); o, asimismo, mientras que el porcentaje de calcita en el afloramiento apenas supera el 20%, en las losas de Montelirio dichos valores fluctúan entre el 50% y 65% No obstante, y dando por válido que las variaciones laterales de facies de esta formación sedimentaria pudieran explicar tales diferencias en su caracterización mineralógica, el hecho de que algunas de las losas de arenisca presentes tanto en un sepulcro como en otro aparezcan afectadas por procesos de bioerosión debidos a organismos litófagos marinos (vid. supra), hace pensar que, como ya se indicó, aquéllas no puedan tener su origen en el entorno inmediato de los megalitos, donde la altitud a la que afloran dichos materiales (más de 100 metros) hubiera impedido cualquier contacto con las aguas del mar a partir de este afloramiento. Basándose en la circunstancia de que los términos de la secuencia de El Aljarafe aparecen basculados hacia el Sur, con una inclinación suficiente como para que, a unos 15 kilómetros en esa dirección, las denominadas Facies de Tránsito pudieran enrasar con los 0 m de cota absoluta, así como en el hecho de que durante el Calcolítico el océano Atlántico aún batiría directamente contra los acantilados del interior de la gran ensenada que constituía la desembocadura del Guadalquivir por aquel entonces, Cáceres Puro et al. (2013; 2014) plantean que la zona de aprovisionamiento de las calizas carbonatadas se localizarían en un ámbito intermareal en torno a la localidad rivereña de Coria del Río (Sevilla), siendo aquí donde este tipo de facies hubieran podido verse expuestas, hace unos 5000 años, a la batiente del mar y, consiguientemente, a los efectos de la bioerosión por organismos litófagos marinos. Transportar las losas de arenisca desde dicha localidad hasta el entorno de Castilleja de Guzmán, al parecer de los mencionados autores, no debió ser

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un inconveniente insalvable. De hecho, las pizarras y los granitos que afloran a una distancia similar, pero en dirección Norte, en el reborde de Sierra Morena, también fueron acarreados hasta la posición del tholos para formar parte de la techumbre de su corredor. No obstante, existe una diferencia sustancial, y es que si se requería de bloques de granito o de pizarra, no había más remedio que desplazarse hasta las inmediaciones de la actual población de Gerena, mientras que, en cambio, si lo que se pretendían eran losas de areniscas carbonatadas, bastaba con tomarlas de los alrededores de la tumba, pues las tenían mucho más a mano en la cercana cornisa de El Aljarafe. Por consiguiente, hay que pensar que la decisión de trasladar las piezas desde Coria del Río fue un acto consciente y deliberado, lo cual invita a plantearse por qué se habrían desplazado los constructores de este monumento a más de 15 km para proveerse de un material de construcción con las mismas prestaciones que otro que tenían en las inmediaciones del asentamiento de Valencina. Por el momento, la explicación que se ha dado para el caso del tholos de La Pastora (Cáceres Puro et al., 2013; 2014), alude a que el afloramiento de Coria del Río habría gozado de ciertas propiedades, tales como, por ejemplo, la accesibilidad y la posibilidad de usar transporte acuático hasta las cercanías de la construcción mortuoria, la manejabilidad del material debida a los propios rasgos estructurales del afloramiento, que proporciona lajas de un espesor muy adecuado para la función a la que se destinarían, etc. Pero, ¿acaso los afloramientos del entorno de Valencina, o de Castilleja de Guzmán, no presentaban asimismo de estas propiedades? Realmente, la única diferencia que existe entre unos materiales geológicos y otros es la singularidad que precisamente supone, a favor lógicamente de las lajas que pudieran haber estado localizadas en el paleoacantilado de Coria del Río, el exorno que les proporcionaba la bioerosión. Tal circunstancia lleva a los citados autores a pensar en que precisamente este tipo de marcas podrían haber sido utilizadas como elementos de carácter “simbólico u ornamental”, haciendo que mereciera la pena desplazarse 15 km para proveerse de ellas; más aún, la idea no adecuadamente contrastada de que este tipo de lajas ataviadas por los efectos de la bioerosión, que incluso retienen especímenes tachonando su superficie, sólo se utilizaron en la tumba de La Pastora, les lleva a pensar “that these bioeroded stones were extracted especially for the building of this tholos” (Cáceres Puro et al., 2013:

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444), una afirmación que, después de comprobarse que también se utilizaron cubiertas de este tipo en la galería del tholos de Montelirio, podemos extender a otros monumentos megalitos.

5.2. AFLORAMIENTOS DE PIZARRA El sector más próximo a Castilleja de Guzmán donde afloran pizarras equiparables, desde el punto de vista mineralógico, con las del tholos de Montelirio es el reborde sur de la Sierra Morena, en contacto con la depresión del Guadalquivir. El más significativo de estos afloramientos se localiza al Norte-Noroeste del eje Aznalcóllar-Gerena, donde se identifican dos bandas más o menos paralelas de este litotipo (hojas MAGNA nº 962 de Alcalá del Río y nº 961 de Aznalcóllar). La diferencia entre dichos sectores radica en que, el situado más al Sur, presenta evidencias claras de metamorfismo de contacto, cosa que no ocurre en la parte más septentrional del afloramiento. Las pizarras que afloran en esta última localización, según la descripción de la memoria de la cartografía geológica, difieren notablemente con las identificadas en la techumbre del corredor de Montelirio, por lo que quedan descartadas como origen de las cobijas que estudiamos. En cambio, en la banda meridional sí que afloran pizarras equiparables a las usadas en la construcción de Montelirio. Se trata, en concreto, de los materiales caracterizados como D3q: Pizarras verdes con teñido rojizo, de grano fino y muy fracturadas cuya potencia es de unos 150 m; y como D3: Pizarras negras muy finas, arcillosas con fuerte esquistosidad (S2).

5.3. AFLORAMIENTOS DE GRANITO Finalmente, los afloramientos de granito más próximos al tholos de Castilleja de Guzmán se encuentran muy cercanos a los que acaban de describirse para el caso de las pizarras, destacando el que se dispone en los aledaños de la localidad de Gerena. Se trata, según la memoria de la cartografía geológica (hoja MAGNA nº 962 de Alcalá del Río), de un granito biotítico de textura granoblástica, holocristalina alotriomorfa y pegmatítico, con granulometría de media a fina. Sus componentes minerales principales serían el feldespato potásico, biotita y cuarzo. Las similitudes petrológicas de este afloramiento con las del granito de las losas del tholos sugieren que se trata del mismo material.

6. CONCLUSIONES El análisis del material pétreo empleado para techar el corredor del tholos de Montelirio, indica que, de los seis tipos litológicos identificados en un principio, sólo son cuatro los que verdaderamente introducen variaciones en cuanto a su tratamiento y su posible restauración arqueológica: las areniscas carbonatadas, entre las que cabe distinguir dos variedades dependiendo del tipo y la pureza del cemento que incorporan; las pizarras, ya se presenten en sus versiones gris oscura o verdosa; y, por último, los granitos. Las cobijas de arenisca carbonatada fuerte o moderadamente cementadas con matriz de tipo esparítico o calcítico de gran pureza son las más abundantes, con 18 ejemplares (42,86%); a éstas les siguen, a partes iguales, las 10 losas de areniscas carbonatadas deficientemente cementadas (23,82%), y las 10 piezas de pizarra, ya sean de tonalidad gris o verdosa (23,82%); finalmente, las cubiertas más raras son las de naturaleza granítica, de las que sólo se encuentran 4 (9,52%). En conjunto estas losas se distribuyen en el techo del corredor siguiendo un patrón lógico, según el cual, las piezas del material más deleznable se colocan en la parte más estrecha del corredor, cerca de la entrada, mientras que las más resistentes ocupan la sección más ancha de la misma, en el tramo que da acceso a las cámaras funerarias. Las estructuras sedimentarias han servido para colocar cada roca, en principio y particularmente al grupo de las areniscas, en su contexto paleogeográfico de referencia, lo cual ha ayudado bastante, junto al análisis petrográfico en términos comparados, a la hora de concretar las posibles áreas fuente de los materiales constructivos. En esta tarea ha contribuido de manera decisiva el análisis de las estructuras orgánicas, que han proporcionado una información adicional de suma importancia, no sólo para determinar de manera más fiable la posible localización de las áreas de abastecimiento, sino también para, de algún modo, interpretar las posibles preferencias de los constructores del tholos guzmareño a la hora de seleccionar los elementos pétreos con los que techar sus tumbas.

AGRADECIMIENTOS Contratos Investigación Art. LOU 68/83 celebrados por la Dirección General de Bienes Culturales de la Consejería Cultura (Junta de Andalucía) con la Universidad de Huelva y la Fundación de Investigación

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FRANCISCO BORJA BARRERA Y CÉSAR BORJA BARRERA

de la Universidad de Sevilla (FIUS). Nuestro agradecimiento a D. Miguel Ángel Fernández Vélez (Vorsevi, S.A.) y al Dr. José Miguel Azañón Hernández (Universidad de Granada).

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MONTELIRIO. UN GRAN MONUMENTO MEGALÍTICO DE LA EDAD DEL COBRE // PP. 143-163. ISBN 978-84-9959-236-7 // PARTE SEGUNDA: LA ARQUITECTURA

CAPÍTULO 5. LOS MATERIALES CONSTRUCTIVOS PÉTREOS DE MONTELIRIO

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MONTELIRIO. UN GRAN MONUMENTO MEGALÍTICO DE LA EDAD DEL COBRE // PP. 143-163. ISBN 978-84-9959-236-7 // PARTE SEGUNDA: LA ARQUITECTURA

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