\"Los manuales de literatura clásica grecolatina. Entre la Ilustración y el Liberalismo\", en F. García Jurado, R. González Delgado y M. González González, La historia de la Literatura Grecolatina en España: de la Ilustración al Liberalismo (1778-1850), Málaga,, 2013 , pp. 27-54

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Descripción

Francisco García Jurado, Ramiro González Delgado y Marta González González (eds.)

La historia de la Literatura Grecolatina en España: de la Ilustración al Liberalismo (1778-1850)

Prólogo de Joaquín Álvarez Barrientos

Universidad de Málaga

2013

ANALECTA MALACITANA (AnMal)

NÚMERO EXTRAORDINARIO ANEJO XC DE LA REVISTA DE LA SECCIÓN DE FILOLOGÍA DE LA FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS

www.anmal.uma.es [email protected] consejo de dirección

Director: José Lara Garrido Editor adjunto: Gaspar Garrote Bernal Coordinadores de edición: Belén Molina Huete Cristóbal Macías Villalobos Secretaria: Blanca Torres Bitter Administradora: Mª José Blanco Rodríguez

Este libro es uno de los resultados del Proyecto de Investigación «Historiografía de la literatura grecolatina en España, de la Ilustración al Liberalismo (HLGE0)». Su publicación ha sido patrocinada por la Dirección General de Investigación del Ministerio de Economía y Competitividad (FFI2010-14963).

Todos los derechos reservados. Queda prohibida la reproducción total o parcial de este número extraordinario por cualquier método o procedimiento (reprográfico, mecánico o electrónico) sin la debida autorización por escrito de los titulares del «Copyright». © Analecta Malacitana

Campus de Teatinos / Universidad de Málaga E-29071 Málaga /telf. 952 134121 © F. García Jurado, R. González Delgado y M. González González (eds.) ISSN: 0211-934-X

Depósito Legal: MA-512-1978 Fotocomposición: Analecta Malacitana Impreso en España — Printed in Spain Imprime: Publidisa

ÍNDICE Prólogo, por Joaquín Álvarez Barrientos ..................................................... Introducción, por Francisco García Jurado ..................................................

9 13

La enseñanza de la literatura y las lenguas clásicas Francisco García Jurado, Los manuales de literatura clásica grecolatina: entre la Ilustración y el Liberalismo .............................................................

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selectos latinos y castellanos .........................................................................

55 79

Ramiro González Delgado, Antologías escolares: la Colección de autores Felipe González Alcázar, De la Poética normativa a la Poética educativa ..... Javier Espino Martín, Las gramáticas latinas: de Port Royal al sensismo .....

99

Las traducciones de autores clásicos Óscar Martínez García, Clasicismo frente a Romanticismo en las versiones

de la Ilíada al castellano .............................................................................. de Castro, El Virgilio isabelino de Eugenio de Ochoa: el triunfo de la prosa ........................................................................................ Salomé Blanco López, La comedia latina y su nueva lectura romántica ....... José-Ignacio García Armendáriz, Latín y utilidad pública: Columela y la Agronomía ....................................................................................................

J. David Castro

123 137 155 171

La erudición Antonio Barnés Vázquez, Cervantes y Virgilio: de Mayans a Schlegel ......... Marta González González, Aproximaciones al estudio de la mitología en la España del xviii y comienzos del xix .............................................................

[7]

191 211

Bernd Marizzi, Friedrich August Wolf y España ............................................ Mª del Rosario Hernando Sobrino, El Rey Carlos III (1759-1788) y la epigrafía latina ..................................................................................................

225 241

El espacio literario: la Antigüedad en la literatura moderna Pilar Hualde Pascual, Ecos filohelénicos en la época del primer Romanticismo español (1821-1840) ................................................................

259

España. El diálogo entre Edward Young y José Cadalso ...............................

283

Comella» ......................................................................................................

311

relatos de viaje del siglo xviii ........................................................................

327

melancolía ....................................................................................................

363

Ana González-Rivas Fernández, Los clásicos y la estética de lo sublime en Cristina Martín Puente, Ideología, teatro e historia de Roma: la «escuela de

Mª José Barrios Castro, Turismo y textos clásicos: citas grecolatinas en los Mirella Romero Recio, Viajeros españoles en Pompeya: del gozo a la

Proyección política y social de la literatura grecolatina Xosé Antonio López Silva, Lucano y Virgilio. Su recepción y estatus en la Ilustración .....................................................................................................

375

españoles exiliados en Italia .........................................................................

395

siglos xviii y xix ............................................................................................

415 443

Josep Lluis Teodoro Peris, Literatura latina y erudición entre los jesuitas

Pablo Asencio Sánchez, Marchena: clasicismo e historicismo entre los Ramiro González Delgado, Literatura grecolatina e Iberoamérica ..............

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LOS MANUALES DE LITERATURA CLÁSICA GRECOLATINA ENTRE LA ILUSTRACIÓN Y EL LIBERALISMO

Francisco García Jurado

Universidad Complutense de Madrid 1.

Introducción: jesuitas expulsos, absolutismo ilustrado y liberalismo moderado La manualística española dedicada a la literatura clásica grecolatina en el paso del pensamiento ilustrado al liberal implica diferentes problemas, a cada cual más interesante. Para empezar, están los problemas de índole política, pues la etapa dieciochesca de nuestra historiografía se divide necesariamente entre la que desarrollaron los jesuitas expulsos en Italia y los humanistas ligados al círculo de Campomanes en España. Asimismo, también tiene carácter político la suspensión de los planteamientos históricos en la enseñanza de la literatura durante los tiempos de Fernando VII, o su resurgir, si bien ya dentro de otras claves, al calor del liberalismo moderado bajo el reinado de Isabel II. Hay otro tipo de problema que podemos denominar «conceptual». La idea de una historia de la literatura griega o romana, o de un nuevo discurso que supere el de la poética para concebir el hecho literario como histórico, es fruto de los planteamientos que desarrolla el filólogo F. A. Wolf hacia 1787. Hasta ese momento, lo más parecido a una historia de la literatura griega o romana lo constituían las obras de compilación bibliográfica al estilo de las Bibliothecae Graeca y Latina de J. A. Fabricius1, o la llamada Historia critica Latinae 1 J. A. Fabricius, Bibliotheca Graeca sive notitia scriptorum veterum graecorum quorumcumque monumenta integra aut fragmenta edita extant tum plerorumque e mss. deperditis ab auctore tertium recognita et plurimis locis aucta editio quarta variorum curis emendatior atque auctior curante Gottlieb Christophoro Harles, i, Hamburgo, 1790.

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linguae de J. G. Walchius2. Estas obras responden perfectamente al modelo de compilación erudita que Wolf denomina «historia externa», dentro de su nuevo concepto de historia de la literatura romana3. Será su formulación de «historia interna», entendida como una biografía del pueblo romano4, la que articule el nuevo planteamiento para el estudio de la literatura, que cristalizará sobre todo a partir de 1815, precisamente tras la caída de Napoleón. En España, como ya propuse en otro lugar5, es la Vida de Virgilio, publicada por Gregorio Mayans en 1778, la que instaura los fundamentos de una incipiente y malograda historiografía de la literatura grecolatina, dado que en esta obra se supera la tópica y estéril polémica entre Lucano y Virgilio, donde terciaron algunos de los más eminentes eruditos dieciochescos, como el Padre Feijoo. La expulsión de los jesuitas, por su parte, conlleva que algunos eruditos, como Mateo Aymerich o Antonio Torres, desarrollen su actividad en Italia, lo que da lugar, respectivamente, a monografías como el Specimen veteris Romanae litteraturae deperditae o la Letteratura dei Numidi. Mientras Aymerich se encarga de completar la Bibliotheca Latina de Fabricius, Torres se inspira en el modelo historiográfico de Juan Andrés6. Al mismo tiempo que los jesuitas desarrollaban sus eruditas labores en Italia, en la España del Absolutismo ilustrado el llamado círculo de Campomanes desarrolla la idea de un «latín neoclásico», basado en el modelo ciceroniano y enemigo acérrimo de todo aquello que no suene a «pura latinidad». Si bien la gran aportación de este grupo es la traducción del Salustio de Ibarra (1772), verdadero escaparate propagandístico del modelo de la nueva educación7, también se favorece ciertas obras más discretas de carácter didáctico, como las Compendiariae viae de Casto González Emeritense (su verdadero nombre era Fray Vicente Navas), que en realidad son una recopilación bibliográfica donde se adapta las Bibliothecae de Fabricius y la Historia critica de Walchius a España8. Efímero fue este tímido intento de 2 J. G. Walchius, Historia critica Latinae linguae. Editio nova multis accessionibus auctior, Leipzig, 1729 (segunda edición ampliada a partir de la primera de 1716). 3 F. García Jurado – B. Marizzi, «La primera historia de la literatura romana: el programa de curso de F. A. Wolf (1787)», Cuadernos de Filología Clásica. Estudios Latinos, 29, 2009, págs. 145-177. 4 G. F. Gianotti, «Per una storia delle storie della letteratura latina. i Parte», Aufidus, 5, 1988, 47-81, págs. 58-59. 5 F. García Jurado, «Virgilio y la Ilustración. Mayans, o los fundamentos críticos de la Historiografía Literaria en España», Revista de Historiografía, 7, 2007, págs. 96-110, y «La incipiente conciencia de la tradición clásica en España: La vida de Virgilio de Mayans», en F. L. Lisi Bereterbide (ed.), Tradición clásica y universidad, Madrid, 2010, págs. 143-153. 6 M. Menéndez Pelayo, Bibliografía hispano-latina, x, Santander, 1953, pág. 120. 7 F. García Jurado, «La Conjuración de Catilina y la Guerra de Yugurta por Cayo Salustio Crispo», en Corona y Arqueología en el siglo de las luces, Madrid, 2010, págs. 359-360. 8 F. García Jurado, «La efímera existencia de la Historia Latinae linguae en España: Casto González Emeritense y el absolutismo ilustrado de Carlos IV», Estudios clásicos, 141, 2012, págs. 93-123.

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renovación, pues la Guerra de la Independencia y el absolutismo de Fernando VII dieron al traste con la incipiente historiografía literaria. Tras este largo paréntesis, ya entrado el decenio de los años 40 del siglo xix, aparecen los primeros manuales modernos de literatura latina y griega en España, que reúnen una serie de rasgos que podemos considerar románticos9. El marco social que los motiva es el de la reforma educativa de Gil de Zárate. Estos manuales, como el de Ángel María Terradillos para la literatura latina, o el de Braulio Foz para la griega, cumplen ya con los requisitos básicos de una obra historiográfica moderna, dado que representan la evolución conceptual que se ha producido en el seno de los estudios clásicos desde las claves eruditas y preceptivas del siglo xviii a las históricas del xix. La influencia foránea, en particular las ideas de la obra de Friedrich Schlegel, cuya Literatura antigua y moderna se había traducido al español en 1843, y la propia impronta del mundo académico francés se hacen notar claramente. El paso a las lenguas modernas para hablar de la literatura antigua es, por lo demás, una de las características más notables del nuevo período, aunque Alfredo Adolfo Camús, el catedrático de literatura griega y latina más influyente  y brillante de la época, todavía intentará volver a los criterios de la dieciochesca Historia Latinae linguae con el uso del latín en dos programas de curso (1848 y 1850) y una obra inconclusa: sus Litterarum Latinarum institutiones (1852). Los documentos básicos que componen esta historiografía están siendo estudiados de manera sistemática en nuestro Catálogo razonado de manuales de literatura griega y latina en España (1784-1935), actualmente en fase de preparación. El presente capítulo ofrece un estado de la cuestión, tanto de la investigación llevada a cabo expresamente para el catálogo como aquella investigación asociada que ha dado lugar a trabajos concretos. Por razones de espacio, salvo en un caso puntual, prescindiremos de los programas de curso, cuyo estudio bien merece también una atención detenida. 2.

El siglo xviii: entre los jesuitas expulsos y el absolutismo ilustrado Tras su expulsión de España y las colonias en 1767, los jesuitas emprendieron una incesante actividad erudita en Italia. Merece la pena que nos detengamos brevemente en las referidas obras de Aymerich y Torres para que nos hagamos una sucinta idea de cómo era la erudición jesuítica de la época. Publicado en Ferrara en 1784, Aymerich estructura su Specimen10 de manera alfabética F. García Jurado, «Los manuales románticos de literatura latina en lengua española de Estudios Latinos, 11, 2011, págs. 207-235. 10 M. Aymerich, Specimen Veteris Romanae Litteraturae Deperditae, vel adhuc Latentis: seu Syllabus Historicus, et Criticus Veterum olim notae eruditionis Romanorum ab Urbe Condita ad Honorii Augusti excessum: eorum in primis, quorum latina opera, vel omnino vel ex parte desiderantur. Accedunt opportunae adnotationes, multa corollaria, et nonnullae dissertationes. Contenta in hoc opere, quibus Bibliotheca Vetus Latina Fabricii, etiam ab Ernesto aucta, et emendata, in multis commodior, uberior et expeditior reddi potest, post Praefationem indicantur, Ferrara, 1784. 9

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para recoger más de 1700 autores latinos, tanto paganos como cristianos, cuyas obras se hallaban perdidas completamente o en parte. Asimismo, el catálogo se enriquece con algunas disertaciones, como aquella donde se defiende al poeta Lucano frente a Virgilio con argumentos muy cercanos a los del Padre Feijoo. A diferencia de estos argumentos propios de una erudición tradicional, resulta curioso que Aymerich utilizara ya en 1784 la expresión Vetus Romana litteratura y no la todavía esperable de Latinae litterae dentro de su Specimen. Conviene hacer notar que el gentilicio «Romana» implica un nuevo sentido nacional que contrasta con la universalidad del término «Latina». De hecho, el propio autor tiene que justificar en el prefacio de su obra por qué recurre al término «romanos» a la hora de hablar sobre los escritores: Eos autem Romanos litteratos appellat Auctor, de quibus constat, vel Romae, aut in Latio, ac educatos, aut origine Romanos fuisse, (quod ex eorum nominibus dignosci potest,) vel qui, quamvis exteri, aut Romae, aut in provinciis Romanis Imperio subjectis, honorifica obiere munia, aut familiaritate, amicitia, vel litterario commercio cum Romanis floruerunt11.

El uso de «romanos» para los autores antiguos que han escrito en latín responde a diversas causas, bien geográficas, educativas, políticas o incluso meramente literarias. En todo caso, ya vemos en Aymerich una caracterización nacional de la antigua literatura latina, y en eso comienza a presentar puntos en común con el filólogo F. A. Wolf, que poco después publicará en Halle su programa de curso titulado Geschichte der Römischen Litteratur (1787). Asimismo, Aymerich se caracteriza por su interpretación divergente de lo que podemos considerar la historia oficial de la lengua latina, basada sobre todo en la configuración de un período áureo al que subviene la decadencia. Lejos de entender los períodos tardíos como decadentes, Aymerich trata de invertir este asentado juicio de valor y defiende, entre otras cosas, que la lengua latina no es una «lengua muerta», al contrario de lo que ya algunos humanistas quisieron hacer ver12. La historia de la lengua latina no se vio interrumpida por la Edad Media, y los autores cristianos revitalizaron esta lengua con nuevas voces, frente a las interpretaciones que apuntan a la decadencia (y que tanto recuerdan a Gibbon y Montesquieu). Las propuestas de Aymerich resultan en este sentido muy poco clásicas, y conectan con la sensibilidad de lo que luego serán algunas de las ideas motrices sobre el latín cristiano y medieval durante 11 M. Aymerich, loc. cit., págs. iii-iv. Traducción de F. García Jurado: «El autor llama “romanos” a los hombres de letras de los que consta bien que fueron educados en Roma o en el Lacio, o que fueron romanos por su origen (lo que puede dilucidarse a tenor de sus nombres), o bien quienes, aunque foráneos, desempeñaron cargos honorables en Roma o en las provincias sujetas a su poder, o quienes florecieron bien por familiaridad, amistad o contacto literario con los romanos». 12 Esta idea ha recibido el admirable estudio de J. L. Teodoro Peris, Vida i mort de la llengua llatina: una polémica lingüística al segle xviii, Valencia, 2004.

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el siglo xix. El hecho en sí cobra mayor importancia cuando, como veremos, la historiografía del siglo xix bascule entre dos grandes paradigmas: el de la Edad Media, que marca en cierta medida una continuidad histórica con la Antigüedad, y el del Renacimiento, que implica la ruptura con la precedente Edad Media. Por su parte, La Letteratura dei Numidi13 es una obra erudita de compilación, del mismo estilo que el resto de obras que llevan a cabo los otros jesuitas expulsos en Italia. En este caso, Torres parte de un aserto de Juan Andrés en su Origen, progresos y estado actual de toda la literatura, quien afirma que no se va a extender más sobre los etíopes ni demás naciones africanas por resultar imposible recoger ninguna «noticia honorífica de su cultura que estuviera apoyada en fundamentos sólidos, á excepcion del Egipto». Torres elige, al igual que Andrés, la lengua italiana para redactar la monografía, frente al latín que acostumbraban a utilizar otros eruditos de la misma orden. Así pues, Torres traza lo que en sus tiempos se entendía como la historia literaria de una «nación», Numidia, comenzando por su geografía, siguiendo por la historia de sus reyes, y centrándose luego de manera particular en los escritores latinoafricanos (Apuleyo, Frontón, Lactancio, Optato Milevitano, San Agustín). No es difícil ver que se trata de un criterio eminentemente geográfico, mucho menos elaborado que el utilizado por Aymerich para denominar «romanos» a autores de diferente procedencia. La monografía, si bien parte de los tiempos remotos, recorre preferentemente los siglos v, vi y vii de la cronología de Roma, es decir, los siglos iii a i a.C. Torres observa que ya en el primer siglo de la era cristiana «la nación numida no tenía que envidiar á las más cultas de Africa». La obra termina en el siglo vi de nuestra era, según un criterio cronológico de ordenación de los autores. En suma, las monografías jesuíticas se adscriben a los modelos dieciochescos de erudición, si bien en ellas pueden observarse algunos rasgos que apuntan a la moderna historiografía del siglo siguiente, en especial el carácter nacional de la literatura. El mismo año que Antonio de Torres publica su obra en Venecia, en España, casi recién inaugurado el reinado de Carlos IV, aparece en el Espíritu de los mejores diarios literarios que se publican en Europa del nueve de febrero un artículo anónimo titulado «De la literatura romana», procedente de un diario de Dublín. Este discreto artículo constituye, probablemente, el primer relato moderno de la historia de la literatura romana que se publica en España, y no se trata en ningún sentido de un trabajo inocente. Afín a los ideales propios del absolutismo ilustrado que inspiran esta publicación periódica española, es muy interesante observar cómo, al hablar de la «decadencia» de la literatura, se dice que «no puede atribuirse á la mutación del gobierno o al establecimiento del poder monárquico». Como es sabido, pocos meses más tarde, el 14 de julio de ese mismo año de 1789, se produce la toma de la Bastilla en París, hecho que da comienzo a un cambio sin retorno 13

A. Torres, Letteratura dei Numidi. Memoria dell’ab. Antonio de Torres, Venecia, 1789.

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en la historia de Europa. En España, Carlos IV prosigue en parte los empeños reformistas de su predecesor, si bien ahora los modelos ideológicos van a decantarse más bien hacia autores italianos como Luis Antonio Muratori, que encarnan una Ilustración católica y no sospechosa de revolucionaria14. En este contexto, Fray Vicente Navas publica en 1792 bajo el pseudónimo de Casto González Emeritense su Compendiaria in Graeciam via y su Compendiaria in Latium via15. Se trata, como ya hemos apuntado más arriba, de obras inspiradas en el paradigma de la bibliografía ilustrada y de la Historia critica de Walchius, destinadas a la enseñanza de la nobleza. Podemos decir que tales libros constituyen, «avant la lettre», los primeros manuales de literatura griega y latina publicados en España. Por lo demás, el aprendizaje de la lengua latina había discurrido tradicionalmente desde los rudimentos de la gramática hasta el perfeccionamiento estilístico, encaminado a lograr un conocimiento apto para la traducción y el correcto uso de la propia lengua. A lo largo del siglo xviii este conocimiento fue adquiriendo una doble dimensión, acorde con el propio pensamiento ilustrado: de una parte, el interés que podemos considerar «histórico puro» y, de otra, el interés práctico, ligado al concepto de utilidad y modernización16. Así las cosas, el conocimiento de las «lenguas sabias» revestía un interés de carácter histórico puro para la buena inteligencia de los autores clásicos, entendidos a partir de entonces como la llave para conocer las fuentes de la historia antigua y, por otra parte, este conocimiento debía constituir un saber útil que permitiera a un grupo selecto el perfecto uso de la lengua latina para ciertos fines políticos y propagandísticos. Entre estos fines podemos señalar, por ejemplo, la confección de textos epigráficos como elementos legitimadores de la política de un monarca absoluto (es el caso de la moderna epigrafía del reinado de Carlos III en España)17. Se fue así configurando una materia que conocemos en latín como Historia Latinae 14 F. García Jurado, «Latín, Ilustración y Liberalismo. Una revisión de las humanidades», Nueva Revista de política, cultura y arte, 126, 2009, págs. 140-147. 15 C. González Emeritense, Compendiaria in Graeciam via, sive praestantiorum linguae graecae scriptorum notitia, ad usum Hispanae iuuentutis, Madrid, 1792, y Compendiaria in Latium via, sive praestantiorum linguae latinae scriptorum notitia, ad usum Hispanae iuventutis, Madrid, 1792. 16 A. Juárez Medina, Las reediciones de obras de erudición de los siglos xvi y xvii durante el siglo xviii español. Estudio realizado a partir de los fondos antiguos de la Biblioteca Nacional, de las Hemerotecas Municipal y Nacional de Madrid, Frankfurt – Berna – Nueva York – París, 1988, págs. 272-282, hace algunas oportunas reflexiones acerca de las claves que movían a los pensadores ilustrados a leer libros señeros de los siglos anteriores. Señala, inspirado precisamente en José Antonio Maravall («Mentalidad burguesa e idea de la historia en el siglo xviii», Revista de Occidente, 107, 1972, págs. 250-286), un doble interés a la hora de reeditar obras del pasado: por un lado, el estrictamente cultural, o histórico «puro», y, por otro, como instrumento de modernización. 17 F. García Jurado, «Latín y léxico de la Ilustración hispana. La obra epigráfica de Tomás de Iriarte», Boletín de la Real Academia de la lengua (en prensa).

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linguae, englobada dentro del marco más general de la «historia literaria»18. La materia en cuestión no es fácil de delimitar, al menos tal como hoy lo hacemos con nuestras disciplinas o asignaturas (entre otras cosas, todavía no había creado Wolf su propuesta de una Ciencia de la Antigüedad ramificada en diversas disciplinas19, pero podía advertirse en ella la doble faceta ya señalada: la histórica, bien representada por Walchius, y la práctica, cuyos contenidos aparecen perfectamente en los Fundamenta stili cultioris de Heinecio. Ambos autores gozaron de diversas ediciones a lo largo del siglo xviii y tuvieron un tardío pero notable eco en la España ilustrada, tras la expulsión de los jesuitas. De esta forma, mientras la obra de Walchius encontró su eco en González Emeritense, los Fundamenta de Heinecio fueron impresos en Madrid por el prestigioso editor Joaquín Ibarra20. Sin embrago, los diferentes sucesos bélicos y políticos acaecidos a partir del segundo decenio del siglo xix interrumpieron el desarrollo de tales enseñanzas. Casto González Emeritense es el pseudónimo de Fray Vicente Navas, dominico que nació en Mérida (España) en 1741 y falleció en Comayagua (entonces Guatemala, ahora Honduras) en 1809. Aguilar Piñal encontró la justificación documental de esta identificación en una censura relativa a las Compendiariae Viae21, si bien la desconexión entre nombre real y pseudónimo ha provocado que algunos autores consideraran que se trataba de personas distintas. La Compendiaria in Graeciam via consiste en una bibliografía de los autores griegos, divididos en profanos, Santos Padres y autores bizantinos22. El criterio cronológico le sirve al autor para ordenar los autores, dentro 18 F. García Jurado, «De la Historia Latinae linguae a la “Historia de la lengua latina”: literatura frente a lingüística. De Walchius a Stolz», Ágora. Estudos Clássicos em Debate, 15, 2013, págs. 171-194. 19 F. A. Wolf, Esposicione della scienza dell’Antichità, S. Cerasuolo (ed.), Nápoles, 1999. 20 J. G. Heineccius, Fundamenta stili cultioris. Notis et animadversionibus Io. Matthiae Gesneri et Io. Nicolai Niclasii locupletata. Nova exemplorum sylloge hac edicione aucta, Madrid, 1776. 21 F. Aguilar Piñal, Bibliografía de autores españoles del siglo xviii, vi, Madrid, 1991, pág. 49 ficha 260: «Exp. en ahn, con censura de Pérez Bayer (Estado, 3243-6) y de Manuel Lardizábal y Uribe, donde se desvela el nombre del traductor, que no quiere publicarlo con su nombre “porque como regular necesita el permiso de sus superiores, y será necesario presentarles los originales, cosa que no le acomoda”». La censura concierne a las Compendiariae y no a las Instituciones anticuario-lapidarias, como parece deducirse de la ficha de Aguilar Piñal, acaso por error, ya que el dictamen sobre esta segunda obra, encargado a la Real Academia, aparece más tarde en la misma carpeta de legajos (ahn Estado Leg. 3243-12). 22 La Compendiaria in Graeciam via se divide en los apartados siguientes: « i. Scriptores aliquot de Historia Ling. Graecae / ii. De Literat. Graecar. Origine, figura, pronuntiatione, et accentu Scriptores aliquot / iii. Scriptores de Dialectis Graecorum / iv. De Grammatica Graeca Scriptores veteres et recentiores –Hispani / v. Lexicographi Graeci veteres et recentiores / vi. Scriptores, qui Eclogas collegerunt in usum Scholarum / vii. De Antiquitatibus Graecis Scriptores aliquot / viii. Critici recentiores qui emendationes et observationes in veteres AA. Graecos scripserunt / ix. Scriptores praestantiores Ling. Graec. qui ab Homero usque ad Alexandrum M. floruerunt / x. Ab Alexand. M. usque ad Augusti tempora / xi. Ab Augusto usque ad Constatinum M. / xii. A Constantino M. usque ad C[onstantino]Polin a Turcis

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de una división en cuatro etapas o periodos que Hernando23 todavía considera válida de manera general y que muestra una clara dependencia de la cronología articulada por Fabricius en su Bibliotheca Graeca. Por su parte, la obra dedicada a los autores latinos comienza, al igual que la de los autores griegos, con una cuidada bibliografía de los estudios sobre Historia Latinae linguae, aspectos concretos de ésta y una exposición cronológica de los autores que han escrito en latín desde los orígenes hasta el siglo xiv24. El final marcado por Vicente Navas a la historia literaria en el siglo xiv implica, de manera implícita, que a partir del siglo xv comienza una nueva vida para la lengua latina que él ya no estudia. Entre los estudiosos contemplados dentro del apartado titulado «De historia Latinae linguae scriptores» no falta Walchius junto a otros importantes eruditos de la época. Por otra parte, es interesante el capítulo dedicado a los Scriptores antiquarii, pues da cuenta de cómo el material epigráfico está perfectamente asociado a los contenidos propios de la historia literaria. El propio autor tradujo del italiano una obra citada en esta sección, precisamente las Instituciones anticuario-lapidarias25, instrumento clave para el buen conocimiento de la epigrafía en la España de finales del xviii. Por su propia naturaleza de obras eruditas y didácticas, las Compendiariae no crean, simplemente transfieren unas ideas filológicas venidas del norte de Europa a través de Italia al panorama educativo español. Esta es realmente su gran aportación, por efímera que haya resultado. Vicente Navas murió en la remota Comayagua al tiempo que José Bonaparte reinaba en España y las colonias españolas de América hervían ya con los nuevos tiempos de la independencia.

expurgatam / xiii. Scriptorum profanorum Collectiones / xiv. Corpus Historiae Byzantinae / xv. Bibliorum celebriores editiones / xvi. Catenae Patrum Graecor. in Sacr. Scripturam / xvii. Sancti Patres Graeci et alii Scriptores Ecclesiastici / xviii. Collectiones Patrum et aliorum Sriptorum Ecclesiasticorum». 23 C. Hernando, Helenismo e Ilustración (El griego en el siglo xviii español), Madrid, 1975, pág. 422. 24 La obra se divide en los apartados siguientes: « i. De Historia Latinae Linguae Scriptores / ii. De Romanarum literarum origine, figura, numero, et pronuntatione Scriptores aliquot / iii. De Orthographia Latina Sriptores aliquot / iv. Lexicorum, Etymologicorum, et Glossarior. Scriptores / v. Grammatici Latini / vi. Scriptores, qui de comparanda Latinae Linguae cognitione consilia dederunt / vii. De imitatione et stilo Scriptores aliquot / viii. Scriptores Antiquarii: De Re Lapidaria; De Re Numaria; Antiquitat. Romanarum Compendia et Thesaur.; Antiquitat. Christianarum Scriptores aliquot / ix. Critici, qui emendationes et observationes in veteres AA. Latinos ediderunt / x. Sriptores Latini praestantiores, qui ante et post vulgatam Aeram Christianam floruerunt usque ad Saec. xiv / xi. Collectiones Profanae: Classicor. typ. Elzevirian. edit.; Classicor. edit. a Maittaire; Classicor. edit. a Barbou; Classicor. et alior. Scriptor. / xii. Collectiones Sacrae: Sacr. Bibliorum celebriores editiones Latinae; SS. Patrum et aliorum Scriptor». 25 C. González Emeritense, Instituciones anticuario-lapidarias traducidas de la lengua toscana, Madrid, 1794.

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3.

El cambio de siglo. Napoleón y los nuevos sentimientos nacionales Mientras España se sume en una guerra devastadora, Madame de Staël intenta publicar un libro a todas luces improcedente en la Francia imperial de 1810, su obra titulada De l’Allemagne, llena de admiración hacia un pueblo enemigo del invasor galo. El libro de Madame de Staël, famosísimo entonces, suponía una predilección decidida por el incipiente Romanticismo, que aún en ese momento tenía una adscripción nacional alemana. Napoleón, como no podía ser menos, prohibió la obra, que sí pudo ser publicada en Inglaterra ya en el año de 1813. Tras la primera gran derrota de Napoleón, en 1814, el libro se difundió con gran éxito también en la misma Francia. En enero de 1815 fechó Friedrich Schöll el prefacio a su Histoire Abrégée de la Littérature Romaine26, precisamente antes de que Napoleón volviera al poder por unos meses para ser derrotado ya definitivamente en Waterloo. Es interesante comprobar los ecos más que evidentes de la lectura de Madame de Staël ya en las propias páginas iniciales de la obra de Schöll, en especial cuando éste declara su admiración y preferencia por los estudiosos alemanes y lamenta las desgracias sufridas por Francia poco antes27. Resulta curioso el hecho de que fuera precisamente Schöll quien hubiera editado el Fragmentum Petronii compuesto por un español, el abate Marchena, cuya falsificación fue considerada como un texto auténtico por los sabios de la época28 y a la que Schöll se refiere en su mismo manual. Mientras este erudito prusiano publica sus monografías literarias en una Francia humillada, el panorama español se caracteriza por la total ausencia de monografías dedicadas a la historia de la literatura griega y latina. Debemos referirnos, sin embargo, a un raro manual publicado en lengua española con el título de Abreviado histórico de la literatura griega (1841), compuesto por Fléury de Lécluse29. Está publicado en París y destinado a su difusión entre las jóvenes repúblicas americanas. Hasta el decenio de los sesenta no volverá a traducirse al español otra obra dedicada a la literatura griega, que en este caso será el manual de literatura griega de Alexis Pierron. La obra original de Lécluse aparece con el título de Résumé de l’histoire de la littérature grecque (París, 1837), en paralelo a un Résumé de l’histoire de la littérature latine (París, 1837). Lécluse, profesor de lengua griega en la Universidad de Toulouse, es un buen representante de lo que entendemos como erudito romántico. Entre otras cosas, tales eruditos se caracterizan por algunos intereses nuevos, como el cultivo de las historias nacionales de la literatura, el gusto por autores arcaicos, especialmente Plauto, o el uso de las lenguas modernas como vehículos de comunicación del conocimiento relativo a la Antigüedad 26 F. Schöll, Histoire Abrégée de la Littérature Romaine, i-vi, París, 1815. Asimismo, tenemos del mismo autor una Histoire Abrégée de la Littérature Grecque (París, 1813) y un Répertoire de Littérature Ancienne (París, 1808). 27 F. García Jurado, «Revolución francesa y humanidades. La nueva consideración nacional de la literatura romana: de Wolf a Schöll», Euphrosyne, 40, 2012, págs. 381-392. 28 J. Marchena, Fragmentum Petronii, J. Álvarez Barrientos (ed.), Sevilla, 2007. 29 F. de Lécluse, Abreviado histórico de la literatura griega, París, 1841.

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clásica. De manera concreta, el renovado interés por la comedia latina, en especial la de Plauto, es ya de por sí un rasgo característico de la historiografía de la literatura latina durante la época romántica, pues este autor se convierte en fiel exponente del lenguaje popular. La costumbre de firmar mediante iniciales, como ocurre en el caso del traductor de la obra de Lécluse, dificulta saber de quién se trata realmente. Sin embargo, gracias al cotejo de otras obras publicadas por la imprenta de Bruneau, hemos comprobado que las siglas «R. de A. y L.» se corresponden con Rafael de Ayala y Lozano, exvicecónsul de Colombia en París, quien ya había traducido alguna que otra obra para esta imprenta parisina de clara proyección editorial en Hispanoamérica. Prueba de ello es que Bruneau publicó en París algunas de las obras de Andrés Bello, uno de los grandes intelectuales de América, no en vano autor también de una monografía, si bien incompleta, dedicada a la literaturas griega y latina30. El mismo año que Fléury de Lécluse publica sus historias de la literatura aparece en Francia uno de los manuales más influyentes para el estudio de las literaturas clásicas, la Histoire abrégée de la Littérature Classique ancienne, traduite de l’Allemand (París, 1837) de F. Ficker, entonces profesor de la Universidad de Viena. Será, como veremos, un libro muy presente en la historiografía de la literatura publicada en España. De manera particular, se trata de la obra que transfirió la moderna consideración de la historia externa e interna de la literatura, inspirada por Wolf, desde el ámbito germano a otras lenguas y, ya de manera particular, a algunos autores españoles, como Pérez Martín, sobre quien trataremos más adelante. 4.

La reforma de Gil de Zárate (1845) y las tensiones académicas Ya mediado el siglo xix, y bajo el reinado de Isabel II, la reforma de los estudios que conocemos como «Plan Pidal» (1845), cuyo inspirador más importante fue Antonio Gil de Zárate, creó una asignatura concreta, denominada primeramente «Perfección del latín». Esta materia heredó sólo en parte el carácter de la antigua Historia Latinae linguae del siglo xviii, que iba a evolucionar de acuerdo a los cambios característicos de la nueva etapa liberal y, muy en particular, la propia voluntad de Gil de Zárate. De manera oficial, el Gobierno había establecido las dos partes ya comentadas para articular la asignatura, a saber: una «parte histórico-crítica» y una «parte práctica»31. La primera se dividía aún mediante criterios propios de la poética en tres secciones: «poesía latina», «elocuencia latina» e «historiadores latinos». En un principio, la disciplina fue impartida por un experto humanista llamado Luis de Mata i Araujo y un joven profesor meritorio, Ángel María Terradillos. Ambos docentes, el F. García Jurado, «Los manuales románticos», págs. 229-232. Así consta en los Programas para las asignaturas de filosofía, publicados por la Dirección General de Instrucción Pública, Madrid, 1846; véase P. Hualde Pascual – F. García Jurado, «El nacimiento de una asignatura. Legislación, manuales y programa de curso», en F. García Jurado (comp.), La historia de la Literatura Grecolatina en el siglo xix español: espacio social y literario, Málaga, 2005, 67-83, pág. 69. 30 31

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primero propietario de la cátedra de Perfección del latín en la Universidad Central y el segundo agregado, simbolizan dos maneras dispares de concebir la incipiente enseñanza de la literatura latina. Mata responde todavía a los modelos de la última Ilustración hispana, que tiene puestas todas sus miras en una esmerada educación para aristócratas, mientras Terradillos obedece a los dictados de la nueva educación liberal abanderada por Gil de Zárate, y más interesada en ofrecer un barniz clásico a los nuevos ciudadanos que un verdadero conocimiento de la lengua latina. Este divorcio entre la enseñanza de una literatura clásica y la de su lengua bien puede simbolizar la derrota oficial del humanismo en la España moderna. Los manuales publicados durante este primer período presentan de manera desigual características que reflejan la nueva lectura romántica de las literaturas clásicas a la que ya nos hemos referido parcialmente. De manera más concreta, nos referimos al gusto por los textos fragmentarios y el descubrimiento de obras perdidas, el uso del nuevo relato historiográfico de Wolf, donde se considera la historia de la literatura como biografía de un pueblo, el gusto por el período arcaico de la literatura latina (donde se ve el peso de las ideas del historiador B. G. Niebuhr), el uso de la lengua moderna frente al latín y la manida cuestión de la originalidad de la literatura latina con respecto a la griega. Los manuales de literatura griega muestran, por su parte, algunos hechos específicos, como el de la discutida cuestión homérica32 o el de los orígenes míticos de la literatura griega. En su faceta de regente agregado a la Facultad de Filosofía y Letras de la entonces flamante Universidad Central de Madrid, se da la circunstancia de que, por enfermedad del propietario de la cátedra de Perfección del latín, Mata i Araujo, Terradillos debe sustituirlo con cierta premura. Mata i Araujo representaba un tipo de enseñanza propio del antiguo régimen, no conforme con los nuevos tiempos que traen los planteamientos predominantemente históricos para las disciplinas. Es así como, por encargo gubernativo, Terradillos debe componer en pocos días, casi improvisar, un manual para la parte histórica de la asignatura, y será en tales circunstancias precipitadas como aparezca el Manual histórico-crítico de la literatura latina33. El libro de Terradillos va encaminado a desarrollar uno de los aspectos de la asignatura de Perfección del latín (también llamada de Literatura y composición latina). Terradillos ha tenido que ordenar como ha podido sus apuntes según las tres secciones prescritas de poesía, elocuencia e historia. La parte dedicada a los oradores viene a ser, en la práctica, una suerte de cajón de sastre donde entran otros autores que no caben entre los poetas e historiadores. En algún caso, como cuando habla acerca del novelista Petronio, admite haberlo insertado entre los historiadores 32 Ó. Martínez García, «La cuestión homérica en el siglo xix español», en F. García Jurado (comp.), La historia de la Literatura Grecolatina en el siglo xix español: espacio social y literario, Málaga, 2005, págs. 247-266 y P. Hualde Pascual, «La cuestión homérica en los manuales de literatura griega del siglo xix en España», Myrtia, 21, 2006, págs. 297-313. 33 A. M. Terradillos, Manual histórico-crítico de literatura latina, Madrid, 1848.

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al no poder hacerlo en las dos secciones anteriores34. Terradillos, más partidario de la ordenación cronológica que de las tres secciones prescritas, admite, sin embargo, que: Cualquiera de las dos clasificaciones puede seguirse, y aun las dos hermanarse para estudiar cronológicamente, sin distinción de géneros, la literatura latina y observar filosóficamente la marcha, progresos y vicisitudes de la lengua romana. Trazando, empero, otro rumbo el programa dado por el gobierno para esta asignatura, forzoso nos será marchar por sus huellas, sin dejar por eso de seguir, en cuanto sea posible, el orden cronológico35.

De manera significativa, el autor no utiliza el esperable gentilicio «latina» para hablar de la lengua, sino «romana», en la idea ya propiamente romántica de ligar lengua y nación. El manual llega significativamente hasta la Edad Media. A este periodo dedica un apartado titulado «Conclusión. Aspectos literarios de la Edad Media», donde exalta las cruzadas como un verdadero acontecimiento de la época. Esta actitud se muestra muy afín al gusto medievalizante del romanticismo alemán. El de Terradillos fue el primer manual oficial de literatura latina publicado en España y su segunda edición, como luego veremos, va a diferir sensiblemente de la primera no sólo en los datos nuevos, sino en el propio carácter historiográfico. Al mismo tiempo, Alfredo Adolfo Camús36 se estrena como tratadista en calidad de profesor de retórica y poética. Su obra Preceptistas latinos37 no es, por tanto, un libro destinado a la enseñanza de la historia de la literatura, sino a los principios de retórica y poética y la traducción de autores latinos. La tensión entre la tradicional retórica y poética y la moderna historia literaria es una de las características que definen la enseñanza de la literatura a lo largo del siglo xix. La obra contiene una selección de tratados romanos sobre preceptiva tomada de los autores latinos más importantes a este respecto, a saber: Cicerón, Quintiliano, Tácito, Séneca el retórico y Horacio. Es, además, un hecho reseñable que Camús decidiera incorporar la traducción que Martínez de la Rosa compuso del Arte Poética de Horacio. En las «Vicisitudes de la filosofía platónica en España», al tiempo que Menéndez Pelayo rinde póstumo homenaje a los dos maestros fallecidos en 1889, Camús y el hebraísta García Blanco, comenta oportunamente las virtudes de la obra aquí referida: A. M. Terradillos, loc. cit., pág. 202. A. M. Terradillos, loc. cit., pág. 4. 36 Para las cuestiones biográficas véase F. García Jurado, Alfredo Adolfo Camús (17971889). Humanismo en el Madrid del siglo xix, Madrid, 2002 y la nueva revisión en F. García Jurado, «Un anacronismo ilustrado en la España del siglo xix: las Litterarum Latinarum institutiones (1852) de Alfredo Adolfo Camús», Myrtia, 27, 2012, págs. 313-344. 37 A. A. Camús, Preceptistas latinos para el uso de las clases de principios de retórica y poética, Madrid, 1846. 34 35

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A conjurar tanto mal, cuyo solo temor bastaba para cubrir de tristeza aquella alma, habitualmente tan risueña, procuró atender Camús, no sólo con la colección citada, sino con otra muy original e ingeniosa de Preceptistas latinos (1846), donde presentó, reunidos en un solo cuerpo y muy doctamente ilustrados y concordados, para que juntos formasen una especie de teoría literaria, o compendio razonado y doctrinal de las reglas del arte de la oratoria y de la poesía, los diálogos retóricos de Cicerón, la Epístola de Horacio a los Pisones, las Instituciones oratorias de Quintiliano, el diálogo sobre las causas de la corrupción de la elocuencia, y algunas muestras de las Controversias y Suasorias que coleccionó Séneca el Retórico. La utilidad práctica de este libro es inapreciable, y ojalá su estudio sustituyese al de tantas vaguedades seudo-estéticas, que sin provecho alguno han venido a injertarse en el árbol de la retórica tradicional, formando una enseñanza híbrida y monstruosa, ni verdaderamente práctica, ni verdaderamente filosófica, y en la mayor parte de los casos rematadamente inútil, cuando no perjudicial, útil tan sólo para formar copleros y pedantes38.

No dejará Camús de representar de aquí en adelante esta faceta de defensor del buen gusto literario en el nuevo contexto del romanticismo. 5.

La nueva idea histórica y nacional de la literatura: entre el español y el latín La segunda edición del primer manual oficial de literatura latina publicado en España, el de Terradillos, se produce dos años después de la publicación de la primera y tras la muerte del catedrático de la asignatura, el propio Mata i Araujo. Ahora el manual cambia su título por el de Curso elemental de literatura latina39. Si bien Terradillos se sigue moviendo, al igual que en la primera edición de su obra, entre los tradicionales esquemas de la poética y las nuevas trazas de la llamada «historia filosófica», esta segunda edición de 1848 presenta notables cambios con respecto a la primera. En este sentido, incluye unos apartados dedicados a consideraciones generales, donde se razona sobre las causas de la evolución de la literatura latina a lo largo de su historia, y supone una mejora notable con respecto a la improvisación de la primera, como puede apreciarse incluso en la presentación tipográfica, a la vez que incorpora numerosos comentarios críticos. Dentro del eclecticismo de las fuentes y los planteamientos, se deja notar ahora claramente la influencia de la Historia de la literatura antigua y moderna de Friedrich Schlegel, cuya versión castellana se había publicado precisamente en 1843. Es oportuno que citemos un texto de esta obra:

38 M. Menéndez Pelayo, «Discurso leído en la Universidad Central en la solemne inauguración del curso académico de 1889 a 1890, sobre Las vicisitudes de la filosofía platónica en España», en Obras Completas de Menéndez Pelayo, xliii. Ensayos de crítica filosófica, Santander, 1948, págs. 14-15. 39 A. M. Terradillos, Curso elemental de literatura latina: arreglado al programa del Gobierno con presencia de los críticos más notables, tanto antiguos como modernos, Madrid, 1848.

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Se ha efectuado durante el último siglo, mayormente en Alemania, un cambio notable en la civilización, que á lo menos bajo cierto aspecto, debe reputarse feliz; pues si bien, separadamente, las diferentes producciones ó los varios ensayos notables hechos en las artes y en las ciencias, no han sido todos dignos de elogio, ni han tenido siempre un éxito completo; considerado este cambio bajo el punto de vista del estado de la literatura, de su accion sobre la sociedad, del interes de que es objeto y de la influencia que debe ejercer sobre las costumbres y sobre las naciones, se reconoce fácilmente que todo él ha redundado en ventaja de nuestra época, cual esta lo requería. La separacion absoluta de los sabios, de las personas distinguidas de la sociedad, y del pueblo, es el mayor obstáculo que puede hallar el progreso intelectual de una nacion40.

Inspirado claramente en la ideas de Schlegel, Terradillos nos ofrece ya un manual que podemos calificar con total propiedad de romántico. Fruto de ello es la visión de Virgilio como poeta culto que no ha logrado su propósito, es decir, el arraigo de las tradiciones heroicas en su patria, al no seguir en su composición un esquema más libre: ¿Por qué pues carece el genio de Virgilio de la gloria de la originalidad? Porque el poeta debia sucumbir á la influencia de su siglo y reproducir, no aquella naturaleza antigua, la candidez del Lacio, sino la naturaleza culta, la elegancia del siglo de Augusto: así que su gloria imperecedera es haber, en medio de esta concesión inevitable, conservado á los sentimientos su eterna verdad. Virgilio, pues, no fue, no pudo ser como Homero, la expresión exacta y pura de una sencillez, de un heroísmo, del que no tenia ya modelo en sus dias: debia ser y fue la expresión admirable de la civilización41.

Muy interesante es, asimismo, la encendida defensa y digresión que Terradillos hace del poeta «español» Lucano no tanto en lo que concierne a su estilo (ya parece olvidada la vieja polémica de si Lucano supera o no al autor de la Eneida), sino con respecto a la antigua acusación que se hace al poeta de haber delatado a su madre. Reproducimos el final de la digresión: Reclamamos la indulgencia de nuestros lectores a favor de esta especie de digresion, en que ciertamente no se trata del mérito de la Farsalia, pero sí del honor de su autor, cuya defensa, aparte de lo español, de que tampoco queremos prescindir, no puede mirarse como absolutamente estraña a nuestro objeto; porque en verdad seria lástima, y á todo el mundo se le resistiria, encontrar nada bueno en el delator de su madre42. F. Schlegel, Literatura antigua y moderna, i, Madrid, 1843, págs. 9-10. A. M. Terradillos, Curso elemental de literatura latina, págs. 66-67. 42 A. M. Terradillos, loc. cit., pág. 116. 40 41

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Conviene hacer notar cómo la cuestión de los autores hispano-latinos cobra nuevos bríos en el novedoso contexto de la construcción nacional. Asimismo, puede parecernos hoy sorprendente que todavía en el siglo xix se dudara acerca de incluir a Lucano entre los autores romanos o los autores españoles. En definitiva, Terradillos, de la mano de las ideas románticas de Schlegel, se convierte en el discreto exponente de la «historia filosófica» de la literatura y emprende en España (quizá sin ser muy consciente de ello) la reconversión de la literatura latina en una «literatura nacional», de igual manera que ocurre con las modernas. Van quedándose atrás y trasnochados los ideales universalistas de la Ilustración. Al igual que ocurría con su primera edición, la conclusión de este nuevo libro, si bien ya no está dedicada de manera exclusiva a la Edad Media, termina refiriéndose a ella: Mas despues de esta existencia tuvo la literatura y lengua latina otra que perpetuó el nombre del pueblo rey: por largo tiempo fué el idioma del Lacio el intérprete de la edad media que reemplazó al mundo romano: estendido por todas partes y mezclándose á los idiomas de los pueblos bárbaros del norte, se conservó, aunque degenerando, en las Galias, en España, y sobre todo, en la Italia. Esta segunda historia del lenguaje, que es la de la mayor parte de las lenguas modernas, sus hijas, encierra tambien un grande interés: historia, que, si bien no está preceptuada por el programa, no debe desconocer quien aspira á llevar con justicia el honroso nombre de literato43.

Consideramos que el desinterés de Terradillos por hablarnos del «renacimiento» de la lengua latina y del «Renacimiento» en general viene inducido por el propio espíritu del pensamiento literario de Schlegel, quien consideraba el neolatín renacentista como una verdadera amenaza para las incipientes lenguas vernáculas. Muy diferente va a ser, a este respecto, la actitud de Camús, como veremos a continuación. También en 1848 publica Camús su programa de literatura latina para la Universidad Central: Synopsis lectionum44, que se volverá a editar en 1850. Camús estaba entonces dedicado a otras cátedras, como la de historia y la de retórica y poética, y no asumirá hasta unos años más tarde la de literatura clásica griega y latina. El programa está, de manera significativa, redactado en lengua latina, lo que no constituye ya un uso común, y es igualmente curioso que no respete las tres secciones prescritas por el gobierno, a saber, poesía, elocuencia e historia. Inspirándose Camús sobre todo en las formulaciones de Funccius, hace una dilatada división cronológica de lo que llama, muy al gusto del siglo xviii, la Latina lingua en nueve edades, a la manera de un ser vivo: A. M. Terradillos, loc. cit., pág. 303. A. A. Camús, Synopsis lectionum, quarum explicationi apud litterarum latinarum studio operam dantes in hoc Generali Matritensi Gymnasio, praesenti curriculo vacare intendit Doct. Alfredus Adolphus Camus, Madrid, 1848. 43

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Quibus expositis, ducibus inclytis magistris, Io. Georgio Walchio, Marburgensi Ioh. Nicolao Funccio, et Vienensi professore Fickerio, tota Romanarum Litterarum aetas in novem secciones [sic] tribuetur; videlicet: i. De origine et quasi nativitate l[atinae] l[inguae]; ii. De pueritiā, linguā adhuc incultā sub regibus et senatorio regimine ad usque bellum Punicum secundum; iii. De adolescentiā seu juvenili aetate, inde ad L. Cornelio Syllae tempora, et annum u. c. circiter dclxx; iv. De stabili vel adulta aetate, quam Graeci ἀκμήν vocant, usque ad obitum Octavii Augusti Imperatoris, quod temoris spatium l[atinae] l[inguae] perfectionem ac robur virile continet; v. De inminente illius senectute ab anno Christi xiv, quo diem supremum obiit Augustus, ad excessum Trajani, qui contigit anno cxvii; vi. De senectute vegeta, ab obitu Trajani, ad Honorium Imperatorem et Romam ā Gothis expugnatam anno Christi cccx ; vii. De senectute inerte vel decrepita ad obitum Caroli Magni; viii. De Latinitate decumbente, et quasi in agone versante, ad seculum Christi xv; ix. De restaurata uel ex orco revocata Latinitate, inde ad nostra usque tempora, quibus vulgares sermones post Rom. Imperii interitum ad altum perfectionis gradum perventi sunt.

Asimismo, la Historia critica Latinae linguae de Walchius resulta fundamental para la configuración del pensamiento historiográfico de Camús, como veremos, sobre todo, al analizar sus Litterarum Latinarum institutiones. La erudición dieciochesca de Walchius se completa con la moderna concepción historiográfica de Ficker, ya muy influyente en este momento. Pero lo que resulta más característico del programa de Camús es la inclusión del «Renacimiento» de la literatura latina como colofón de su historia: De restaurata vel ex orco revocata Latinitate. Al final del programa de curso hay un curioso texto que narra el resurgir de la literatura latina en los tiempos modernos (respetamos la grafía de la época): Exeunte media aetate, in Italia Dantes Aligerius, Boccaccius ac Petrarcha, floruerunt, qui l[atinae] l[inguae] culturae summa diligentia ac honore dediti, aliam viam humano ingenio indixerunt. Tunc temporis Litterae, ut ita dicam, renascuntur; iis excolendis homines viribus suis impendunt: hicque Litterarum amor ad summum crevit, cum Byzantio à novis barbarorum gentibus capto, Graecisque per Europam effussis, classici latinitatis fontes omnibus patefacti sunt 45. 45 A. A. Camús, loc. cit., págs. 19-20. Traducción de F. García Jurado: «Al final de la Edad Media florecieron en Italia Dante Alighieri, Boccaccio y Petrarca, quienes, entregados con la mayor diligencia al cultivo de la lengua latina, le confirieron otro camino gracias a su humano ingenio. Entonces las letras renacieron, por así decirlo, y los hombres invirtieron sus propias

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Con el uso del término «renascuntur» nos encontramos ante la vieja metáfora de los primeros humanistas que se va perfilando ya como el moderno término para la acuñación historiográfica de «Renacimiento» en la segunda mitad del siglo xix, y que marca claramente la discontinuidad con la Edad Media. A este respecto, es necesario partir de los dos grandes monumentos historiográficos que han configurado nuestra moderna idea del Renacimiento: Renaissance et Réforme (1855) de Jules Michelet y Die Kultur der Renaissance in Italien (1860) de Jacob Burckhardt. Conviene observar cómo, lejos de la fascinación que siente Terradillos, Camús considera la Edad Media un período de interrupción en la historia de las letras latinas, lo que en ese momento constituye un punto de vista claramente liberal. También es relevante la importancia del programa de Camús en lo que respecta al Derecho romano, dado que presenta un appendix cuyo subtítulo, «De clarioribus ll. jurisconsultis», muestra que la asignatura también la cursaban obligatoriamente los alumnos de leyes. En este punto, debemos referirnos a la importancia que el profesor confería al estudio de la Ley de la xii tablas, a cuyo conocimiento tanto contribuyó el ya citado historiador Niebuhr, por el que Camús sentía verdadera devoción. Tampoco debemos olvidar que Camús, junto con Amador de los Ríos, prepara los cinco tomos de la Colección de autores selectos latinos y castellanos, que pretenden claramente el establecimiento de un «canon humanístico» de la literatura española a partir de la producción del siglo xvi, atendiendo sobre todo a su relación con la literatura latina46. Esto supone la herencia ilustrada, particularmente de Mayans, en el pensamiento literario de Camús, y un intento post-ilustrado, inmerso plenamente en el romanticismo, de restauración del buen gusto, pero unido ahora al nuevo paradigma liberal del Renacimiento. Galdós no es ajeno a ello, como declara él mismo en sus recuerdos sobre el profesor, lo que en buena medida condiciona su propio canon literario47. 6. La reacción ante la historia de la literatura: Luis de Mata y Jacinto Díaz

Poco antes de fallecer, Mata i Araujo se hallaba componiendo su Guía del perfecto latino48. El título de la obra vendría a ser, parafraseado, «el perfecto

fuerzas para favorecer su cultivo; el amor por las letras creció al grado más alto cuando, al caer Bizancio en manos de nuevas hordas de bárbaros y diseminarse por Europa los griegos, las fuentes de la latinidad clásica quedaron abiertas para todos». 46 Véanse los trabajos de T. Barjau – J. Parellada, «El canon educativo en el siglo xix: los ‘autores selectos’ del gobierno (1849)», La escondida senda. Estudios en homenaje a Alberto Blecua, Madrid, 2012, págs. 449-493 y de R. González Delgado, «Antologías escolares: la Colección de autores selectos latinos y castellanos» en esta misma monografía. 47 F. García Jurado, Alfredo Adolfo Camús, págs. 36-40. 48 L. de Mata i Araujo, Guía del perfecto latino, Madrid, 1848. Hemos estudiado de manera pormenorizada la obra en F. García Jurado, «La Guía del perfecto latino (1848) de Luis de Mata i Araujo, o la derrota del humanismo en España», Cuadernos de Filología Clásica. Estudios Latinos, 33, 2013, págs. 127-150.

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conocedor de la lengua latina»49, y se referiría claramente al nombre de la asignatura de «Perfección del latín», aunque en 1847 se había reformulado ya como «Literatura y composición latinas». El título de la obra no es original, pues, como el mismo Mata i Araujo reconoce en la introducción a su obra, ya existía un libro con el título de El perfecto latino y otro con el de El latino instruido: Llegó pues el mejoramiento de las letras en tiempo de Fernando VI, i mucho mas aun en el reinado del Señor Carlos III, protector de las letras en España. Reapareció entonces el buen gusto por las humanidades, i el P. Alcázar primero, i despues el Señor Heredero y Mayoral, catedrático de retórica en la universidad de Alcalá, publicaron el primero el perfecto latino, el segundo el latino instruido: uno i otro son rarísimos, aunque calcados sobre la obra de Heinecio de stilo cultiori, i al que he seguido en lo posible en esta Guía del perfecto latino50.

Con respecto a la primera obra referida, El perfecto latino en prosa, y verso, hay un problema cronológico, pues a pesar de lo que podría parecer por las propias palabras de Mata i Araujo, su autor, Bartolomé Alcázar (1648-1721), vivió mucho antes de los tiempos de Carlos III y era, curiosamente, un jesuita, pero asimismo uno de los miembros fundacionales de la Academia de la Lengua durante los tiempos de Felipe V. Por otra parte, desde el punto de vista cronológico, Alcázar es anterior a Heinecio y publica su obra antes de que aparecieran los Fundamenta stili cultioris (probablemente en 1719, según la fecha que figura al final de la Praefatio auctoris, reproducida en diversas ediciones51), por lo que Alcázar no pudo basarse en esta obra, según afirma Mata, sino en alguna precedente. La obra de Mata no estaba ni mucho menos terminada del todo, dado que se imprime sin índice alguno y hay epígrafes que no responden exactamente al contenido que encierran (así ocurre en lo relativo al «Estilo sencillo ó llano»52 , donde se habla de otros estilos que hubieran merecido epígrafes propios). Asimismo, hemos encontrado la sospechosa repetición de un mismo párrafo en dos lugares distintos de la obra, en particular la frase «A tres clases pueden reducirse todas las obras traducibles, á saber: la Historia, la Oratoria i la Poesía», que cierra de manera abrupta y sin mucho sentido el largo apartado titulado «De la traduccion»53, y que luego abre también el apartado «Reglas para traducir»54. Este hecho sugiere, como luego hemos tenido ocasión de comprobar, 49 «Latino» ha de entenderse como el «que sabe latín», según una acepción ya desusada (cf. drae, s.v. «latino»). 50 L. de Mata i Araujo, op. cit., pág. 4. 51 J. G. Heineccius, op. cit., pág. iv. 52 L. de Mata i Araujo, op. cit., pág. 30. 53 L. de Mata i Araujo, loc. cit., pág. 26. 54 L. de Mata i Araujo, loc. cit., pág. 110. A esta repetición debe añadirse un texto intermedio, donde vuelve a referirse a los tres géneros: «Hay además que considerar otras cualidades particulares para conservar el estilo, la energía, las bellezas i otros caracteres con que se distinguen la Historia, la Elocuencia i la Poesía: de estas nada diré, pues pertenecen al curso

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que el autor había realizado una labor de readaptación tanto de textos propios como ajenos, en particular a partir de materiales de su apéndice a la Nueva gramática latina (hemos cotejado la séptima edición, de 1840). Más allá de estos errores o deslices, la guía constituye una curiosa obra póstuma donde el preceptor pretende ofrecer una alternativa real de libro de texto, a partir de lo que él entiende que es la mejor manera de aprender la historia literatura latina: El conocimiento profundo i completo de la lengua latina en sus partes teórica i práctica es el objeto de la asignatura de Perfección de Latin: esto es el conocimiento posible mas perfecto en la historia de la Literatura, i la inteligencia en traducir i componer el idioma del Lacio. La literatura latina abraza las épocas que desde la invencion de la lengua latina ha corrido aquella hasta su total decadencia en los siglos bárbaros. Deberá formarse un tratado que comprenda todos los autores que han descollado en cada género, hablando, aunque sea ligeramente, hasta de los de menos mérito en cada época, i se notará también la biografia de cada uno; pero esta sola parte no pasará de una mera erudicion, i sin el análisis de las obras, que deberá ser muy rápido en aquellas de poco mérito, pero muy detenido en las clásicas, no servirá mas que para formar parleros i literatos de diario55.

Este texto expresa perfectamente cómo Mata i Araujo hace depender la historia de la literatura latina del análisis de las correspondientes obras, y no al revés, que es lo que podría interpretarse del texto legislativo de Gil de Zárate: Destinado este curso a conocer todos los escritores que han ilustrado la lengua del Lacio, desde el origen de la república romana hasta la edad media, como igualmente a perfeccionarse en su traducción 56.

De esta forma, la historia de la literatura latina como simple materia teórica no supone, al menos para Mata, más que una «mera erudición» propia de «parleros de diario». Si bien Mata reconoce que para la parte histórica «deberá formarse un tratado que comprenda todos los autores que han descollado en cada género», su planteamiento docente, llevado hasta sus últimas consecuencias, hace difícil que pueda ofrecerse en forma de «libro de testo»: El análisis de que hablamos no puede presentarse completo en libro de testo: porque aunque no fuera mas que el de una obra de cada A[utor] ocuparía muchos volúmenes. Este análisis ha de hacerse sobre los textos para traducir, i debe estenderse á la clase de composicion, de Literatura elemental, en el que estoy trabajando» (pág. 16). Este texto ha sido tomado de L. de Mata i Araujo, Nueva gramática latina, Madrid, 18407, pág. 28. 55 L. de Mata i Araujo, Guía del perfecto latino, pág. 1. 56 A. Gil de Zárate, De la instrucción pública en España, Oviedo, 1995, pág. 117 (ed. facs., 1855).

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su argumento i artificio, bellezas de moral, descripciones ó imágenes, sistema político i religioso de la época, &c.57.

Cabe sospechar que tanto la crítica relativa a una erudición de parleros de diario como, en suma, la imposibilidad de recoger en una sola obra el carácter de la asignatura vayan dirigidas especialmente contra Terradillos, y que la intención de la Guía del perfecto latino no fuera otra que ofrecer un libro alternativo al manual de literatura latina compuesto por aquél, pero planteado desde la prioridad de la lectura y traducción de las obras originales. Sin embargo, la muerte vino a dar al traste con este contraataque del catedrático en propiedad de la asignatura. En realidad, Mata i Araujo no llegó a vislumbrar el nuevo carácter que terminaría teniendo la enseñanza de la literatura latina, cuyos fundamentos apuntaban ya a unos tiempos diferentes, marcados no tanto por la mejora del buen gusto de la literatura como por la formación de una conciencia nacional. El mayor seguidor de Mata i Araujo fue Jacinto Díaz, quien en 1848 publica sus Lecciones de literatura latina58. Se trata del autor de mayor éxito editorial a la hora de publicar manuales de literatura latina en España y buen exponente de la soterrada tensión que se plantea entre los partidarios de la vieja poética dieciochesca y la moderna historia de las literaturas. Paradójicamente, el autor que escribe el manual de literatura latina más reeditado en España no cree en la eficacia pedagógica del contenido histórico y divulgativo de esta materia. El autor, ciertamente, no tiene más que una noción acumulativa y superficial de la novedosa disciplina que viene a imponer el gobierno. Desconoce las diferencias esenciales entre historia externa e historia interna (filosófica) y no asume los nuevos planteamientos historiográficos que, en definitiva, vienen a plantear un estudio alternativo del ya marcado por la poética: la historicidad frente a la atemporalidad. Es por ello por lo que Díaz recomienda que se lea la Guía del perfecto latino de Mata i Araujo, de cuyas ideas es fiel seguidor: El trabajo empleado hasta aquí se reduce á presentar la biografía de la mayor parte de los escritores antiguos latinos, una reseña de sus obras, el análisis en globo de las principales, y la esposicion de alguna que otra de las doctrinas vertidas en las mismas. A fin de que este conocimiento produzca algun resultado positivo, y no sirva solo para formar parleros y literatos de diario, como dice sabiamente el célebre latinista y humanista Sr. Araujo en su obra Guía del perfecto latino, que recomendamos muy particularmente, ¿no sería bueno concluir trazando el camino que debe seguir el que desee aprovechar en este estudio, y perfeccionarse en la lengua del Lacio?59

L. de Mata y Araujo, Guía del perfecto latino, págs. 1-2. J. Díaz, Lecciones de literatura latina, Barcelona, 1848. 59 J. Díaz, loc. cit., pág. 278. 57

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Tales afirmaciones aparecen dentro de una lección final, titulada «Medios para perfeccionarse en la lengua latina», que no deja de ser una nostálgica mirada a los planteamientos tradicionales de la disciplina conocida como «Perfección del latín», donde hemos visto que el conocimiento de la literatura se deducía del de la lengua. Sin embargo, va a terminar produciéndose de facto la escisión entre la enseñanza de la lengua latina y la de su literatura. El manual de Díaz está escrito según un peculiar sistema de preguntas y respuestas que desaparecerá en las ediciones siguientes. En atención a las disposiciones legales, divide la materia en las tres secciones consabidas: poesía, elocuencia e historia, disposición que no será alterada en las posteriores ediciones. Asimismo, divide la historia de la literatura latina en cinco etapas (según las edades de Funccius) que representan la partición más común en los manuales: - Infancia, desde la fundación de Roma hasta la segunda guerra púnica60. - Adolescencia, hasta los tiempos de Sila. - Virilidad, hasta la muerte de Augusto. - Vejez, hasta Adriano o los Antoninos, según otros. - Decrepitud, hasta finales del siglo v de la era cristiana. Añade al autor: Los tiempos que mediaron desde esta época hasta el renacimiento de las letras empezado en el siglo xiii se llaman de ignorancia ó edad de hierro. Esta podría llamarse la 6ª época, dividiendo en dos como dividimos la bárbara.

Llama la atención que, frente a autores de tendencia liberal, como Camús, Díaz adelante los tiempos del Renacimiento al siglo xiii, es decir, a la época de la escolástica, con San Buenaventura y Santo Tomás61. El libro se estructura en 110 lecciones más una final. Destaca, dentro de lo que es la propia idiosincrasia del autor, que se destinen diecisiete lecciones (de la liv a la lxi) a los Padres de la Iglesia. A este respecto, Fernández Corte hace notar la importancia que se le concede a la literatura cristiana62. Comienza, por tanto, a perfilarse una polarización política en la propia visión de la historia de la literatura latina: de un lado, la que la adscribe al paradigma de su continuidad en la Edad Media, de otro, la que se orienta más bien hacia su renacimiento en los tiempos modernos. El problema subyacente a todo esto está en la cuestión del paganismo y, muy en especial, de la Reforma En ediciones posteriores, hasta el fin de la primera guerra púnica. J. Díaz, op. cit., págs. 179-184. 62 J. C. Fernández Corte, «La invención de la historia de la literatura latina en España (y una breve reflexión sobre Europa)», Cuadernos de Filología Clásica. Estudios Latinos, 24, 2004, 95-113, pág. 104, n. 26: «ofrece una amplia selección de la literatura cristiana medieval que abarca desde los Padres de la Iglesia (p. 123), hasta Sto. Tomás de Aquino (p. 184). Si se tiene en cuenta que la totalidad del Manual son cerca de 300 páginas notaremos la importancia que concede a lo cristiano». 60 61

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protestante, que suscita el recelo de los sectores conservadores. Por ello, el interés por la lectura de la literatura latina renacentista, ya vigente en algunos eruditos ilustrados españoles, como Mayans, viene ahora a recubrirse de aspectos ideológicos propios del nuevo pensamiento liberal. 7.

Nuevos manuales y horizontes: Braulio Foz y Félix Pérez Martín Braulio Foz es conocido sobre todo por su faceta de escritor y periodista, aunque también ha pasado a los discretos anales del humanismo español, entre otras cosas, como el primer autor de una historia de la literatura griega en España, si exceptuamos la Compendiaria via in Graeciam de Casto González Emeritense. La Literatura griega de Foz se publica en 184963. En el prólogo encontramos una crítica a los «intrusos» que escriben sobre literatura griega sin haber leído el texto en lengua original. Asimismo, alude a la impartición de la asignatura de literatura griega dentro del nuevo plan de estudios, con la consiguiente necesidad de manuales. Foz se refiere también en su prólogo a una cuestión que va a convertirse en un verdadero tópico dentro de este tipo de obras: la falta de originalidad de tales manuales. Para disipar las sospechas, el autor señala las fuentes que ha utilizado, especialmente el casi inevitable manual de Ficker. Hace constar, además, la ausencia de obras notables en España acerca de este asunto hasta ese momento. En lo que respecta a la estructura de la obra, Foz dedica un apartado concreto a las épocas de la literatura griega, que divide en seis: religiosa, homérica, clásica, alejandrina, greco-romana y bizantina. Las siguientes ediciones de este manual guardan una hermosa historia de honestidad intelectual. Es destacable la huella que ha quedado de la curiosa y admirable relación epistolar mantenida por Alexis Pierron, autor francés de uno de los manuales más conocidos de literatura griega, y por el propio Foz. Cabría pensar tópicamente que la relación entre las ideas historiográficas foráneas y el mundo hispano fue precaria, cuando no inexistente. Curiosamente, las ideas llegaban, y se transferían al ámbito hispano, y hasta en algunos momentos puntuales la relación entre franceses y españoles fue recíproca. En este sentido, Foz refiere en una nota de la segunda edición de su manual el conocimiento que el mismo Pierron había tenido de su libro, a tenor de una carta que el francés le había enviado a propósito de un juicio bien distinto al suyo acerca de los poetas alejandrinos Bión y Mosco: M. Pierron cuando vió este párrafo me escribió al punto, y parece que en adelante distaremos ya menos en nuestra opinión acerca de mérito de estos poetas. Está preparando una nueva edicion de su obra, y en ella (dice) se hará cargo de mi juicio y de otras cosas que ha encontrado en mi libro. Todo esto sin ofenderse de mi censura, antes bien dándome elogios que no hubiera creido merecer aun á los amigos mas 63 B. Foz, Literatura griega: esto es su historia, escritores, juicio de sus principales obras, y contestación a las críticas falsas o incompetentes que se han hecho de ellas, Zaragoza, 1849.

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apasionados. «Muy noble debe ser M. Pierron (dijo un amigo á quien enseñé su carta): muy noble y un verdadero sabio»64.

Pierron, en efecto, se hizo eco de tal intercambio de juicios con el autor español acerca de Bión y Mosco en sucesivas ediciones de su obra, como podemos ver incluso en la propia versión castellana: Nos alegramos de haber cedido á las finas objecciones (sic) que nos dirige el erudito D. Braulio Foz en su Literatura griega, y de habernos puesto de acuerdo con él sobre el único punto quizá en que sus opiniones y las nuestras diferían al parecer esencialmente, en el fondo y sobre todo en la forma65.

Se trata de un caso de honestidad intelectual no muy frecuente en nuestros ámbitos académicos. Por su parte, Félix Pérez Martín publica en 1851 su Curso completo de literatura latina66, uno de los ejemplares más interesantes en lo que a aportaciones científicas respecta. Este catedrático de literatura y composición latinas en la Universidad de Valladolid expresa muy claramente su planteamiento historiográfico ya en el mismo prólogo de la obra: En lo demás, he procurado ajustar la historia literaria á la política, mostrando su mútua influencia en toda la duracion de la antigua Roma y su imperio: he tocado, aunque ligeramente, la edad media y los siglos siguientes hasta el último pasado; y por fin he añadido un cuadro sinóptico, como también una breve noticia de las mejores colecciones de los Clásicos, y de las traducciones hechas al castellano, de que tengo noticia67.

Tales circunstancias invitan a revisar con mucho interés el manual de Pérez Martín, editado en Valladolid en 1851 y vuelto a editar en 1882 por su yerno, el historiador Juan Ortega Rubio. Todavía queda hacer un análisis detallado de ambas ediciones, pero no debe olvidarse que desde la primera fecha hasta la segunda el pensamiento historiográfico ha ido evolucionando notablemente, sobre todo desde los años sesenta, donde aparecen los primeros manuales de literatura ordenados ya de una manera cronológica y no por géneros, y cuando la enseñanza de la literatura latina se disgrega de la del latín. Una característica 64 B. Foz, Literatura griega, esto es, su historia, sus escritores y juicio crítico de sus principales obras, Zaragoza, 18543, pág. 92, nota 1. 65 A. Pierron, Historia de la literatura griega; traducida de la segunda edición revista, corregida y aumentada por Marcial Busquets, Madrid-Habana, 1861, pág. 249. 66 F. Pérez Martín, Curso completo de literatura latina, dispuesto con arreglo al programa del Gobierno: con exactitud y correccion, asi en las fechas, noticias y juicios criticos, como en los pasages de los autores: con un cuadro sinoptico y con un apéndice de las colecciones de los clasicos y traducciones al castellano, Burgos, 1951. 67 F. Pérez Martín, loc. cit., «Prólogo».

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relevante de este manual es la incorporación que se lleva a cabo de autores del Renacimiento hispano al final del libro, concretamente en la lección 137, enunciada como sigue: «Resúmen general de la literatura latina y su restauración en España»68. Esta lección supone un compendio temprano del panorama de la literatura latino-renacentista en España, expresamente deudora de la labor de ilustrados como Mayans y Francisco Cerdá y Rico en el siglo anterior. Nótese, además, el regusto ilustrado del término «restauración», que todavía no se enuncia como «Renacimiento». Naturalmente, estas obras del humanismo hispano irán encontrando con el tiempo su lugar propio dentro del estudio literario, cuando acaben desgajadas de la historia de la literatura latina como tal, aunque no consigan, como quería Menéndez Pelayo en su «Programa de literatura española», incorporarse a la propia historia (plurilingüe) de la literatura española: Pero no solo ha gallardeado el ingenio español en los tres dialectos castellano, catalán y portugués y en alguna lengua extraña aunque afín, como el provenzal, sino en la madre de todos los romances, en la latina. ¿Cómo dejar de comprender en nuestra historia literaria a los humanistas, poetas e historiadores latinos que desde fines del siglo xv florecieron? Españoles eran como nosotros, pensaban y sentían al modo de los demás españoles de su tiempo y por la gloria de nuestras letras se afanaban69.

En todo caso, volviendo a la reflexión del comienzo, se trata de un manual que muestra perfectamente el estado del pensamiento historiográfico, a caballo entre la vieja poética y la nueva historia, dos discursos en conflicto, pero que se ven «condenados» a convivir incluso en los mismos libros escolares. En el manual se habla, además, de los conceptos de «historia interna» e «historia externa» desarrollados por F. A. Wolf y sus seguidores para la historiografía de la literatura griega y latina. Como ya adelantamos más arriba, hemos descubierto que los conceptos se transfirieron a la lengua francesa por medio del manual de F. Ficker, y de ahí al castellano: El objeto de esta asignatura es conocer y apreciar las bellezas de los escritores latinos, y la influencia que sus obras han tenido en el desarrollo del ingenio humano y en la civilización de los pueblos. Para esto se divide en dos ramas principales: la una exterior o sea historia literaria, y la otra interior o sea historia de la literatura. La interior examina la faz intrínseca de las ciencias de las letras, asiste a su nacimiento y nos hace ver las diversas vicisitudes por que han pasado, ya elevándose al más alto grado de esplendor, ya decayendo hasta sumirse en la barbarie. La exterior trata de las obras escritas, de sus autores y F. Pérez Martín, loc. cit., págs. 421-442. M. Menéndez Pelayo, «Programa de literatura española», en Estudios y discursos de crítica histórica y literatura, i, Santander, 1941, pág. 8. 68 69

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de la vida de estos, del argumento, plan, estilo, lenguaje, bellezas de moral, sistema político y religioso de la época, y aun de las ediciones, comentarios y traducciones70.

El libro se divide en 140 lecciones repartidas según las secciones establecidas por el gobierno y destaca, finalmente el «Cuadro sinóptico general de prosa y poesía», que resulta de la influencia de los cuadros que aparecen en el manual de Ficker, y la sucinta bibliografía de traductores españoles de los clásicos, como herencia hispana de lo ya hecho por Juan Antonio Pellicer en el siglo xviii para su Biblioteca de traductores. 8. Una síntesis entre dos mundos: las Litterarum latinarum institutiones de

Camús Las Litterarum latinarum institutiones71 de Camús no dejan de ser una rara avis en el panorama académico español. Menéndez Pelayo no cita jamás esta obra, y llama la atención que esté escrita íntegramente en latín. Su planteamiento historiográfico se basa en los tratadistas del siglo xviii que ya aparecen citados en el mismo título, en especial la Historia critica Latinae linguae de Walchius, aunque no desprecia tampoco a los autores del xix: Schöll, Bähr, Bernhardy y Ficker, entre otros. El libro, según reza en su portada, es el «Tomus primus» de una obra que no tuvo después continuación. De manera significativa, la obra cuenta con una larga cita inicial de Luis Vives acerca de la eruditio, si bien le precede otra de San Basilio Magno que aparece precisamente en la portada. Esta nueva cita de San Basilio Magno, autor que defendió vivamente en su Carta a los jóvenes la enseñanza de los autores paganos en el nuevo contexto cristiano, no deja de constituir una clara referencia a una obra que se acababa de publicar en Francia en 1851 a cargo de Jean-Joseph Gaume, Vicario General de Nevers72. Por ello, hay una estrecha conexión entre la cita del San Basilio y la propia fecha de publicación del libro que ahora estudiamos, es decir, el año de 185273. El gran crítico e historiador de la literatura José Amador de los Ríos, paisano y amigo de Camús, publicó en La España del jueves 16 de diciembre de 1852 una notable reseña sobre las Litterarum Latinarum institutiones de Camús. En ella, no pudo dejar de referirse a la cuestión que motivaba la cita de San Basilio Magno, y que era precisamente el ataque furibundo que F. Pérez Martín, op. cit., págs. 2-3. A. A. Camús, Litterarum Latinarum Institutiones quas e celeberrimis Fabricii, Funccii, Walchii, Christoph[ori]. Harlessii tractatibus exaravit, in unum corpus digessit, innumeris in locis correxit, a quamplurimis mendis purgavit, animadversionibus notisque permultis auxit, e recentioribus excerptis vestigationibus illustravit; indicemque auctorum et rerum adjecit, in usum scholarum recensuit Alfredus Adolphus Camus, Phil[osophiae]. D[octo]r. et in Reg[ia]. Univers[itate]. Litterar[ia]. Matrit[ensi]. Hisp[anarum]. Prim[ati]. P[rofessor].O[rdinarius], i, Madrid, 1852. 72 J. J. Gaume, Le ver rongeur des sociétés modernes ou Le paganisme dans l’education, París, 1851. 73 F. García Jurado, «Un anacronismo ilustrado en la España del siglo xix ». 70 71

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el abate Gaume había acometido en Francia contra la enseñanza de los clásicos. Gaume es un heredero del pensamiento reaccionario de Chateaubriand, si bien mucho menos conocido y romántico que éste. La nostalgia del pasado católico y medieval se abre paso ante la nueva cultura post-ilustrada. El libro se publica en una época de auge de los estados liberales y laicos, así como de la pérdida del poder temporal del Estado Vaticano. La tesis fundamental del libro de Gaume puede resumirse de la manera siguiente: cuatro siglos de ruptura con la enseñanza católica, desde el siglo xvi, época de la Reforma, hacen necesario que el cristianismo vuelva a sustituir al paganismo en el ámbito de la educación74. El libro de Gaume, por lo demás, ofrece una completa perspectiva histórica sobre el avance del paganismo en los diferentes órdenes de la vida cultural, artística y social desde el Renacimiento. Concretamente, se aborda la literatura, la lengua, las artes, la filosofía, las ciencias, la religión, la familia y la sociedad. A pesar de su sesgado carácter apologético de la religión, se trata de un libro muy documentado que supone a su manera una suerte de historia de la enseñanza de las humanidades en Europa. El propio Camús acometerá una admirable traducción de la Carta a los jóvenes de San Basilio para contrarrestar en España la influencia de Gaume75. Volviendo a las Litterarum Latinarum institutiones de Camús, el comienzo de la obra se inspira en el teólogo salmantino Melchor Cano, concretamente en su libro más importante, su De locis teologicis (Salamanca, 1563), donde estableció las diez fuentes para la demostración teológica. La continuación del texto camusiano es ya copia del comienzo de la Historia critica Latinae linguae de Walchius76. Se cierra la obra con una bibliografía que contiene tanto autores del siglo xviii como del xix. Camús ofrece los prolegómenos de una academia práctica donde adentrarse en los fundamentos de la filología, tomados y copiados casi literalmente de la obra de Walchius. El metalenguaje utilizado es, ya de manera anacrónica, el latín. El mismo autor sale al paso en J. J. Gaume, op. cit., págs. 3 y 10. La Dra. Barrios Castro y quien escribe estas líneas preparan actualmente una edición de esta obra. 76 La estructura de la obra de Camús es la siguiente: « Prolegomena / Quae eruditionis sit ratio / Quae sint eruditionis partes / Quid sit philologia / Quae disciplinae ad philologiam pertineant. De grammatica / De subsidiis grammaticis / De arte rhetorica /De arte poetica / De philologia stricte sic dicta / De praecipuis philologiae regulis / De arte critica / De historia litteraria / De cultura litterarum / De regulis in cultura litterarum observandis / De studio linguae latinae necessario / De cultura latinae linguae istamque discendi ratione / Enarrantur latini sermones virtutes, ita ut primum disseratur de puritate / De archaismis et vocabulis obsoletis in sermone latino notandis / De peregrinitate in sermone latino vitanda / De neoterismo / De perspicuitate latinae linguae / De suavitate latini stili / De dignitate latini stili / Veterum romanorum exercitia stili illustrantur / De recitatione publica apud veteres romanos / De bibliothecarum notitia apud romanos / De codicibus manuscriptis et palimpsestis / De subsidiis ad culturam latinae linguae necesssariis / De grammaticorum munere apud veteres romanos / De lexicis latinis / De recta latinae linguae pronuntiatione / De recta latine scribendi ratione / De origine, numero et figura litterarum in scriptura latina / De origine et fatis latinae linguae / De variis litterarum latinarum aetatibus / litterarum latinarum index historicus». 74

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su prólogo con respecto a esta circunstancia, ante la posibilidad de que pueda ser objeto de crítica por ello: Nec fortasse deerunt, qui in meum laborem acrem censuram exerceant, quod in sermone latino sit concinnatum his praesertim temporibus, quibus Latina lingua paene oblita ac sepulta77.

Frente a las posibles críticas, apela a la tradición de autores hispanos que cultivaron la lengua de Virgilio, como Antonio Agustín, Nebrija, Arias Montano, Sánchez de las Brozas, Luis Vives, García Matamoros, Nicolás Antonio, La Cerda o Ginés de Sepúlveda. Tres capítulos inciden de manera directa en la historia literaria. En uno previo, el titulado «De historia litteraria»78, se entiende ésta como la parte última de la filología, y se van estableciendo las diferentes especies, hasta llegar a la historia «a gentibus, quo spectat historia litteraria graecorum, romanorum, hispanorum, gallorum, germanorum», o las modernas historias nacionales. Ya al final, el autor ofrece un apartado titulado «De variis litterarum latinarum aetatibus» donde ofrece seis períodos literarios (los cinco que ya hemos visto regularmente reproducidos, más uno añadido) basados, según dice Camús, en la obra de T. Ch. Harles79. Por su parte, el «Litterarum latinarum index historicus» se basa en G. Bernhardy80. Hay, por tanto, una interesante mezcla de antigua erudición, propia del siglo xviii, y de moderna filología decimonónica, si bien toda ella vertida a la lengua latina. Conviene apreciar cómo ya conceptualmente el uso de una lengua moderna o del latín supone un brusco salto, pues lo que en una lengua moderna se formula como literatura nacional, a saber, la «Geschichte der Römischen Literatur», en latín sigue siendo «Litterarum latinarum historia», de acuerdo a una formulación propia del antiguo humanismo, de vocación universal. Aymerich, como vimos, había intentado encontrar un punto intermedio con el uso de «Romana litteratura». 9.

Conclusiones Al comienzo de este capítulo nos referíamos a los dos interesantes problemas que afectaban al estudio de la manualística, de un lado el político y, de otro, el conceptual. Con respecto al primero, constatamos que se produce un salto sin continuidad desde la manualística de la Ilustración a la del Liberalismo. Entre la 77 A. A. Camús, Litterarum Latinarum Institutiones, pág. viii. Traducción de F. García Jurado: «Y no faltarán acaso quienes censuren con acritud mi trabajo, porque lo haya dispuesto en lengua latina, sobre todo en estos tiempos en que el latín está casi olvidado y enterrado». 78 A. A. Camús, loc. cit., págs. 12-15. 79 T. Ch. Harles, Brevior notitia litteraturae romanae imprimis script. Lat. ordini temp. adcomm. in usum scholarum, Leipzig, 1803. 80 G. Bernhardy, Grundiss der Römischen Literatur. Chronologische Uebersicht, Halle, 1850.

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concepción ilustrada de la «historia literaria» y la nueva concepción liberal de la «historia de la literatura» hay un tránsito que no se muestra siempre lineal, al menos a tenor de lo que hemos podido analizar mediante el estudio de los documentos aquí aducidos. Entre el absolutismo ilustrado de Carlos IV y el liberalismo moderado de Isabel II, con la Guerra de la Independencia y el reinado de Fernando VII de por medio, hay una insalvable discontinuidad a la hora de establecer un proceso histórico que marque realmente una transición. En buena manera, desde 1792, fecha de las Compendiariae viae de Casto González Emeritense, saltamos a 1846, que es cuando Terradillos publica el primer manual moderno de una literatura clásica en España. Desde los jesuitas expulsos (Aymerich, Torres) y humanistas del círculo de Campomanes (Mayans, González Emeritense) hasta los profesores de la nueva etapa liberal (Camús, Terradillos, Díaz, Foz, Pérez Martín), solamente Mata i Araujo, podría encarnar con su biografía la accidentada transición que va desde un estado de cosas al otro. De manera consecuente con los bruscos cambios políticos y sus discontinuidades, el paso desde una historiografía de carácter compilatorio y erudito a un nuevo concepto de historia nacional de la literatura concebida como biografía de un pueblo tampoco supone un fácil tránsito. Es Camús quien con el uso del latín y su recurso a la manualística tanto del siglo xviii (Walchius, Fabricius…) como del xix (Ficker, Bernhardy…) trata de establecer un puente entre ambas formas de conocimiento. Aún así, como hemos podido ver, hay autores que no van a aceptar los nuevos criterios históricos del aprendizaje de la literatura latina, como Jacinto Díaz, o incluso quienes se empeñan en restaurar el latín como el vehículo de la filología. Pero en estos casos la política educativa es la que manda. La posterior reforma de Claudio Moyano sancionará ya de hecho lo que en Gil de Zárate era una orientación, a saber, que se potenciara un cierto conocimiento de la literatura griega y latina sin necesidad de recurrir al aprendizaje de sus respectivas lenguas. Así las cosas, cabe señalar en el tímido desarrollo de una historiografía de las literaturas clásicas en España tres características que la definen: 1) Convivencia de la antigua erudición del siglo xviii con las nuevas concepciones historiográficas. 2) Relación de la historia de la literatura clásica, especialmente la latina, con los paradigmas historiográficos de la Edad Media (postura conservadora) y del Renacimiento (postura liberal). 3) Impronta desigual de la manualística foránea en la historiografía hispana. La siguiente etapa, correspondiente ya a la segunda mitad del siglo xix, supondrá un enriquecimiento sustancial con respecto a lo hasta aquí estudiado.

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