Los linchamientos en tiempos de redes virtuales: a propósito de la campaña \"Chapa tu Choro\"

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Descripción

EL LINCHAMIENTO EN TIEMPOS VIRTUALES: A PROPOSITO DE LA CAMPAÑA “CHAPA TU CHORO”

Eduardo Castillo Claudett

Desde hace unas semanas, una simple pero efectista frase se ha convertido en el centro del debate mediático sobre la situación del crimen, la inseguridad y la justicia en el Perú. Lanzada inicialmente por una comunicadora desde la ciudad de Huancayo, la frase “Chapa tu Choro” se convirtió en viral a los pocos días, siendo reproducida en diferentes redes sociales –agregándole en algunos casos adjetivos más violentos1- generando una adhesión social sin precedentes en el país, un aumento visible en el número de linchamientos y una respuesta –igualmente sin precedentes- por parte de diferentes autoridades del Estado, como la Policía Nacional, el Ministerio Público, el Ministerio de Justicia, el Poder Judicial y la Defensoría del Pueblo, entre otros. De esta manera, mientras en años anteriores los linchamientos a delincuentes eran vistos como un fenómeno social que era preferible mantener oculto (y menos aún promover, incluso en sondeos de opinión), hoy la violencia que expresan estos actos se ha convertido en parte de la agenda pública nacional, alimentado no solo por el perceptible aumento de la criminalidad y del temor ciudadano al crimen, sino también por una avalancha diaria de noticias propaladas en los medios de comunicación que dan cuenta tanto del hartazgo ciudadano ante la aparente inactividad de la policía y el sistema de justicia, colocando a la “justicia por mano propia” como una forma más efectiva para hacer frente al crimen, sin importar mucho si bajo dicho rótulo se mezclan rondas campesinas, rondas urbanas y linchadores. Por otro lado, las voces en contra de esta campaña han ido en aumento, resaltando no solo la ilegalidad de estos actos –en tanto implica la comisión de delitos como secuestro, lesiones graves u homicidio, incluyendo instigación y apología de la violencia- sino también su carácter irracional, barbárico, inhumano, autoritario y salvaje, a pesar de lo cual algunas autoridades han señalado su apoyo a la misma, incluyendo recientemente al propio alcalde de Lima Metropolitana2. Por su 1

Por ejemplo: “Chapa tu Choro y Déjalo Paralítico”, “Chapa tu Choro y Déjalo Cuadrapléjico”, “Chapa tu Choro y Has Patria”, “Chapa tu Choro, Masácralo, Echale Gasolina y Préndelo”, entre otras. Asimismo, como efecto de esta campaña, al parecer en múltiples barrios populares tanto de Lima –como Cerro el Pino- como de otras ciudades intermedias del país ha ido proliferando la colocación de banderolas en las calles con frases similares a la de “Chapa tu Choro”, tales como “Te vamos a linchar, porque aquí tenemos lo que ponen las gallinas”, “Ratero, si te agarramos no vas a ir a la comisaría, te vamos a linchar”, etc. 2 Ver “Luis Castañeda: la campaña ´Chapa tu Choro´es un disuasivo”. Diario Perú 21, 17 de setiembre del 2015. En: http://peru21.pe/actualidad/luis-castaneda-lossio-senalo-como-importante-campana-chapa-tuchoro-2227771. Al igual que éste, otras autoridades han señalado estar de acuerdo con esta campaña, como

parte, además de reafirmar que desde el Estado sí se está luchando contra la delincuencia3, el gobierno ha buscado revertir la adhesión popular a esta campaña con algunas medidas dirigidas a tener una respuesta más efectiva contra la criminalidad, como la reciente aprobación del proceso inmediato en casos de flagrancia (Decreto Legislativo No. 1194) o la aplicación de medidas más drásticas contra la corrupción policial, lo cual sin embargo no parece haber tenido el impacto esperado. Ante ello, si bien es clara la necesidad de deslindar contra un incremento de la violencia social, venga de donde venga, no es menos importante analizar cuál es el efecto real que puede estar teniendo una campaña como “Chapa Tu Choro” respecto a la práctica de los linchamientos, así como determinar cuáles son los cambios que la misma puede estar generando en este fenómeno social, por lo menos en la manera en la que se ha venido presentando en los últimos años. El presente ensayo busca justamente aportar a este análisis, partiendo para ello de un análisis de los alcances que esta campaña ha logrado en los últimos días, los mismos que parecen dar cuenta de tres cambios en la dinámica de este fenómeno, cambios que tienen que ver: i) con las colectividades sobre los cuales se sustentan los linchamientos; ii) con la visibilidad social de los mismos, y c) con el significado simbólico que se le da a esta práctica. Sin embargo, el ensayo apunta también a mostrar cuáles son los límites reales de esta campaña, y con ello cuáles pueden ser las medidas que pueden adoptarse para revertir sus riesgos. Los linchamientos como práctica social Si bien la práctica del linchamiento de delincuentes por parte de grupos de pobladores urbanos puede rastrearse hacia los inicios de la formación de los asentamientos en Lima y otras ciudades (esto es, entre la década del cuarenta a sesenta del siglo pasado), los estudios sobre este fenómeno popular recién tomaron cierta fuerza en las dos décadas siguientes (ver DESCO 1977; Iturregui y Price 1982), siendo mencionados en algunos estudios sociales relevantes y convirtiéndose en objeto de algunos ensayos y tesis preliminares que apuntaban a comprender este fenómeno de manera particular (Castillo Claudett 1996 y 2000; Garay 2000). Posteriormente, hechos como el linchamiento del alcalde de Ilave en el 2004 motivaron cierta preocupación en las ciencias sociales hacia esta práctica, lográndose abordajes que permitieron comprenderla desde un contexto social, político y cultural más amplio (Degregori 2004; Ayala 2005; Pajuelo 2009), a los que se sumaron otros ensayos llevados a cabo tanto desde las ciencias sociales (Mujica 2006; Lossio Chávez 2008) como desde las ciencias jurídicas (Meza Bazán 2013), así como contadas iniciativas dirigidas al control de este fenómeno por parte del Estado (Basombrío 2004). Sin embargo, lo cierto es que los linchamientos en nuestro país nunca llegaron

el alcalde de San Juan de Miraflores, Javier Altamirano o el ex congresista José Barba Caballero, todos ellos vinculados además a partidos vinculados a la derecha peruana. 3 Al respecto, el propio Ministro del Interior, José Luis Pérez Guadalupe, ha sido enfático en señalar que la Policía “sí chapa a los choros”, haciéndole sin querer un favor a la nueva campaña pero buscando también deslindar con la responsabilidad que tendría el Poder Judicial en la rápida liberación de delincuentes.

a generar, dentro de las ciencias sociales o sociojurídicas, el interés que alcanzó en otros países4 o que lograron otras expresiones de “justicia popular” en el ámbito nacional, como las rondas campesinas y urbanas5. Partiendo de estos contados estudios y de la experiencia comparada, podemos identificar sin embargo algunos rasgos que han definido a los linchamientos como práctica social hasta la actualidad, rasgos que nos permitirán identificar con mayor claridad los cambios que se están empezando a producir en dicha práctica como consecuencia de la campaña “Chapa tu Choro”. Siendo lo más concisos posible, estos rasgos son los siguientes: a) En primer lugar, la mayor parte de estudios definen al linchamiento como una práctica de violencia colectiva que se activa ante la presencia de ciertos factores, antes que como una forma de “justicia popular” propiamente dicha, por lo menos tal como se define este concepto desde la antropología jurídica6. En realidad, la línea que separa ambas definiciones (violencia o justicia) es muy sutil, como veremos, dado que pueden darse argumentos de peso entre una y otra; sin embargo, nuestra posición se inclina más por entender al linchamiento como una forma colectiva de violencia punitiva, aunque buscando no caer en el sesgo, señalado por Mujica, de reducir el linchamiento al mero castigo al delincuente. b) En segundo lugar, si bien los linchamientos muestran ciertos rasgos de imprevisibilidad, es falso que sea una práctica totalmente “espontánea”, “irracional” o “súbita”. En realidad, los linchamientos muestran cierta estructuración, cierto orden “más o menos reconocible” como lo llama Mujica, que se refleja principalmente en dos aspectos de la misma: de un lado, en el hecho de que el linchamiento generalmente se asienta en una organización, siquiera mínima, de la población que participa en el mismo; y de otro lado en la manera en la que se desenvuelve esta práctica, donde se pueden identificar algunas “etapas” que le otorgan su perfil específico. 4

Para el caso de México pueden revisarse los trabajos de Vilas 2005 y 2007; Rodríguez Guillén y Moa Heredia 2005; Zizumbo-Colunga 2010 y Gamallo 2014; mientras que en el caso de Guatemala pueden consultarse los informes de MINUGUA 2000, 2002 y 2004, así como los estudios de Snodgrass Godoy 2002, Fernández García 2004 e Ixcol Mus 2013. Para una mirada comparada sobre el linchamiento entre ambos países pueden revisarse los trabajos de Mendoza y Torres Rivas 2003; y Fuentes Díaz 2008. Otros países donde el interés por los linchamientos ha generado análisis interesantes son Brasil (Benevides 1982, Sinhoretto 2001 y De Souza Martins 1996, 2015), Bolivia (Goldstein 2005, Mollericona, Tinini y Paredes 2007, Alvarito 2013), Ecuador (Guerrero 2000, Santillán 2008), Venezuela (Romero y Rujano 2007), Argentina (Gonzáles, Ladeiux y Ferreira 2011, CIJUSO 2014) y Colombia (Mahecha Arango 2011). Finalmente, pueden encontrarse también pocos pero importantes estudios que han abordado los linchamientos desde una perspectiva latinoamericana, como Huggins 1991; Clarke 1998; Castillo 2000; Fuentes Díaz 2005; Snodgrass Godoy 2006 y FLACSO Ecuador 2008. 5 Entre los principales estudios realizados sobre las rondas campesinas se encuentran los de Starn 1991; Yrigoyen 1992, 2002; Huber 1995; Degregori, Coronel, Del Pino y Starn 1996; Pérez Mundaca 1996; Instituto de Defensa Legal 2010 y Bazán Cerdán 2011. Cabe resaltar además el estudio de Gitlitz (2013), el cual sistematiza no solo su amplia experiencia en el tema, sino también la dispersa bibliografía de la justicia rondera, publicada tanto desde el derecho como desde las ciencias sociales, 6 Ver al respecto Depew 1996; Nina y Schwikkard 1996; Engle Merry 2004 o Ariza 2010; en el caso peruano, el clásico libro sobre el tema es el de Brandt 1987.

Sobre el primer aspecto, los estudios sobre este fenómeno muestran que las colectividades que llevan a cabo un linchamiento cuentan con diferentes grados de organización social, la que puede ir desde el simple acuerdo para la colocación o pintado de carteles en los barrios que amenacen a los delincuentes con el castigo popular; la formación de sistemas de prevención vecinal (silbatos, alarmas); la constitución de “comités barriales de vigilancia” u otros similares, hasta la conformación de sistemas de vigilancia y castigo mucho más elaborados y formalizados, como el documentado por Garay en el asentamiento humano San Juan de la Cruz de Lima7. Cabe agregar además que esta organización del linchamiento se suele inscribir en espacios sociales donde las relaciones personales son cara-a-cara y donde los acuerdos adoptados son producto de vivencias compartidas respecto de la delincuencia y de los otros factores que conllevan al linchamiento, de modo tal que tampoco puede hablarse de una “masa” que participa “sin mayor freno” en estos hechos8. Más aún, esta organización del linchamiento no está dirigida solamente a hacer más “eficaz” esta práctica, sino también a evitar una posible respuesta punitiva del Estado hacia los promotores y participantes en estos hechos. c) Este nos lleva al segundo aspecto señalado, como es la posibilidad de identificar ciertas “etapas” en el desarrollo de un linchamiento, etapas que indicarían también la existencia de una “lógica práctica” en su ejercicio. En el caso peruano, por ejemplo, Lossio Chávez (2008) identifica tres momentos de un linchamiento: i) lo que él denomina la etapa de alerta y captura (del delincuente); ii) la etapa de marca y reconocimiento, que implica la aplicación del castigo propiamente dicho; y iii) la etapa de expulsión y conflicto con las autoridades, expulsión que puede ser directa o a través del “rescate” del delincuente por parte de la policía de manos de los pobladores. Por su parte, Mujica distingue también tres momentos más o menos similares: i) el “interrogatorio”, mediante el cual se procede a la captura y verificación de los antecedentes locales del delincuente; ii) la aplicación del “castigo” propiamente dicho, y iii) el “desenlace”, 7

En dicho asentamiento, los vecinos contaban con un reglamento donde se establecía no solo un sistema de vigilancia vecinal debidamente formalizado, sino también normas que establecían en qué casos se lincharía a un delincuente; además, cada vez que se producía un linchamiento se levantaba un acta donde se establecía que “toda la población” había aplicado el castigo (2000: 205-206). Nuestras investigaciones también encontraron que los linchamientos en Villa El Salvador estaban sustentados en el modelo de organización vecinal entonces vigente en dicho distrito durante su etapa de formación. 8 Cabe señalar, sin embargo, que autores como Benevides distingue entre dos tipos de linchamiento: los “anónimos” y los “comunitarios”. Como recoge Sinhoretto, los primeros son aquellos donde participan personas que no son directamente afectadas por el presunto delincuente y que se mezclan en el tumulto sin conocer su origen, motivados solo por el deseo de golpear al ladrón. Estos se producirían además en escenarios como calles céntricas o barrios de clase media, mientras que los segundos serían aquellos más característicos de ciudades pequeñas y regiones periféricas de las metrópolis, donde hay una comunidad identificable detrás del hecho que es la afectada por la presencia del criminal (Benevides 1982: 103, citada por Sinhoretto 2001: 12).

que se produce con el llamado a las autoridades del Estado para hacer la entrega del delincuente. Como vemos entonces, ambos autores coinciden en la posibilidad de distinguir cierto orden preexistente en esta práctica, si bien habría que recalcar que estas etapas no siempre se presentan en su totalidad, sea porque en algunas ocasiones se pasa directamente al castigo, sea porque el linchamiento no llega a ser descubierto o informado a las autoridades9. d) En tercer lugar, la cuestión del castigo es un elemento sumamente importante –si bien no el único- para definir cuándo estamos frente a un linchamiento, pero también para entender cómo podemos distinguir ésta práctica de la “justicia popular”, por lo menos tal como se la define desde la antropología jurídica. Al respecto, junto con su carácter colectivo, los estudios sobre el tema suelen resaltar dos rasgos centrales de los castigos que implica un linchamiento, como son de un lado su carácter simbólico, y de otro lado su carácter impredecible. Sobre el primer punto, la mayor parte de –sino todos- los estudios coinciden en que el castigo al delincuente tiene siempre un carácter “ejemplificador”, donde el cuerpo de éste es utilizado como un mero medio para expresar la demanda hacia el Estado por una mayor “orden”, o para restablecer de manera emocional entre los involucrados un sentimiento de “justicia” y “defensa” al interior de la comunidad específica. De esta manera, el castigo se constituye en un “espectáculo ceremonial”, como lo llama Guerrero, buscando consolidar a la comunidad hacia dentro –esto es, devolviéndole su capacidad de establecer orden y seguridad- y hacia fuera –enviando un mensaje a delincuentes y autoridades de lo que ocurrirá en caso de cometerse un nuevo delito (2000: 482)10. Sin embargo, si bien autores como Mujica consideran que esta función simbólica puede otorgarle un aire de “justicia” al linchamiento, el segundo aspecto resaltado –el de la impredicibilidad- es lo que a nuestro entender mantiene a esta práctica como un acto de violencia colectiva, incluso en aquellos casos donde ésta se presenta de manera más organizada. Y es que si bien en algunos casos se ha identificado cierta graduación del castigo que se aplica en el linchamiento11, lo cierto es que no existen “reglas” ciertas que establezcan cuál castigo se va a aplicar finalmente ante determinado hecho, lo que va a depender 9

En tal sentido, coincidimos con De Souza Martins y otros investigadores en que solo cerca de un tercio de los linchamientos efectivamente producidos son conocidos por las autoridades, y muchos menos llegan a ser objeto de difusión por los medios. 10 En igual sentido, Mujica señala que “los castigos dispuestos en la escena (del linchamiento) no responden simplemente al descontrol irracional y sin sentido, sino que llevan consigo una disposición simbólica; la performance del castigo, la actuación de los verdugos y de los torturados en este escenario, configuran un mecanismo que muestra los límites de lo jurídico-formal y la puesta en marcha de modos particulares de pensar-actuar la justicia” (2006: 4). 11 Por ejemplo, varios trabajos de campo señalan que mientras a los delincuentes “menores” se les suele aplicar castigos de tipo infame, como cortes de pelo, paseos al desnudo con carteles o latigazos –el que puede ir aumentando si reincide en delinquir en la zona-, en el caso de violadores de menores o de otros actos considerados “aberrantes” por la colectividad el castigo aplicado suele ser mucho más cruel y definitivo: quemarlo vivo, ahogarlo en agua o arena o golpearlo hasta morir.

finalmente de varios factores, como el mayor o menor malestar de la población, el mayor o menor ejemplo que se busque dar con el hecho, la actitud del delincuente, la postura de los líderes o azuzadores del linchamiento o incluso los medios de castigo que pueden ser aplicados por la población12. e) Este punto nos lleva a un cuarto aspecto a considerar, como es el de los factores que activan la presencia de este fenómeno. Como señala Mendoza, “la explicación más popular que se suele asumir es que los linchamientos son consecuencia directa de la falta de justicia y seguridad, porque debido a esa ausencia institucional estos se convierten en un instrumento alternativo de justicia popular” (2003: 109); sin embargo, los estudios realizados tanto en Perú como en América Latina muestran que la consabida “ausencia del Estado” no es un factor explicativo suficiente de estos hechos, al igual que el solo incremento de la delincuencia13. Por ejemplo, luego de hacer una revisión de diversos estudios sobre el tema realizados tanto en Estados Unidos como en América Latina, Gamallo identifica más de una veintena de factores que estarían envueltos en este fenómeno, factores que van desde la pobreza, la violencia política, la precariedad social, la disolución de costumbres tradicionales, la crisis de valores, el desconocimiento de la ley, la presencia de una cultura de la violencia o de patrones culturales autoritarios, o la complicidad del Estado (2013: 48-50). Ahora bien, ¿cuál de estos factores es el más importante para detonar un linchamiento? A nuestro entender, la hipótesis que parece más adecuada –y que se condice con la idea del linchamiento como violencia colectiva- es que, antes que un solo factor relevante o causal, lo que parece conducir a esta práctica es la acumulación de dos o más de estos factores dentro de un espacio social determinado, factores que llevan a superar el “umbral de tolerancia” que la colectividad puede tener hacia la violencia de la que se siente víctima, y que la llevan a asumir por su cuenta la tarea de restablecer la sensación de orden y justicia necesarios para mantener su vida en común14. 12

Si este argumento no es suficiente para marcar una línea entre la noción de linchamiento como “violencia” o como “justicia”, existen otros dos que remarcan aún más esta diferencia: por un lado, en el linchamiento hay un total desconocimiento de derechos a la víctima del mismo, partiendo más bien de negar incluso su “humanidad” para convertirlo en mero objeto de castigo, a diferencia de lo que ocurre, por ejemplo, en la justicia rondera, donde el castigo es el resultado de un proceso donde sí se le reconocen ciertos derechos al delincuente. Por otro lado, a diferencia de lo que ocurre con la justicia rondera en el caso del linchamiento no hay una lógica o un ánimo de reintegración del delincuente a la comunidad, sino de su mera expulsión, desaparición o eliminación. Ver al respecto Gitlitz 2013. 13 Al respecto, nuestros estudios sobre linchamientos han buscado siempre “darle la vuelta” a esta afirmación, partiendo más bien de la siguiente pregunta: si en la gran mayoría de asentamientos o espacios periféricos de las ciudades puede constatarse la ausencia o vacío de Estado, ¿porqué solo en algunos de estos espacios se lincha a delincuentes y en otros no? Esta pregunta muestra entonces que, si bien la ausencia de Estado es un factor importante, no es el único suficiente para explicar porqué se producen hechos de este tipo en un determinado espacio social. 14 Gamallo comparte esta idea, al señalar que “los linchamientos se asentarían sobre el terrenos inflamable de la frustración social. Las demandas insatisfechas (no solo las vinculadas a la administración efectiva de justicia) provocarían una acumulación de malestar en la población que “estallaría” en estos episodios de violencia”, a lo que añade, citando el informe MINUGUA 2004 sobre este fenómeno, que “la canalización de

f)

Finalmente, los estudios realizados sobre el tema no solo permiten identificar los rasgos de los linchamientos, sino también desmitificar los diversos mitos que se han tejido sobre esta práctica, El primero de ellos, como señalamos arriba, es que el linchamiento es una práctica efectiva para combatir el crimen; al respecto, ningún estudio ha encontrado una correlación entre mayor presencia de linchamientos y menor presencia del crimen. Inclusive en aquellas zonas donde los linchamientos suelen reducir el crimen localmente, ello se debería más a la movilidad del delincuente a otras zonas más “seguras” para él, por lo que el linchamiento solo cambiaría los focos de presencia delictiva, sin disminuirlos realmente. En segundo lugar, el linchamiento tampoco es efectivo contra cualquier tipo de crimen, como suele creerse. En realidad, el linchamiento puede definirse más como una justicia “de pobres” aplicada a otros pobres, dado que sus víctimas suelen ser delincuentes que se dedican al robo menor y, por tanto, que no tienen mayores medios para defenderse ante la presencia de la “turba”. Distinto sería el asunto si los linchadores se enfrentaran, por ejemplo, a una banda de sicarios o de narcotraficantes fuertemente armados, donde los vecinos poco o nada podrían hacer salvo terminar heridos o muertos. Esto refuerza, a su vez, la noción de que los linchamientos tienen un efecto más simbólico que práctico, y de que difícilmente se considere a los colectivos de linchadores como movimientos sociales, dado que sus efectos no suelen trascender más allá de una comunidad, de un momento simbólico y de un tipo de infractores.

“Chapa tu Choro”: los alcances visibles de una campaña Ahora bien, considerando el cuadro descrito arriba, ¿cuál es el impacto que una campaña como “Chapa tu Choro” puede tener sobre la práctica de los linchamientos? O buscando una pregunta más precisa, ¿qué efectos puede acarrear el hecho de que los linchamientos se conviertan en un tema viral en las redes sociales? Para poner los pies en la tierra, una primera cuestión a responder es cuál es el alcance y contenido real que está teniendo esta campaña en las redes sociales, algo de lo que mucho se habla pero no se conoce mucho en realidad. De acuerdo a la información disponible en diversos medios, la campaña “Chapa tu Choro” se habría iniciado a mediados de agosto en la ciudad de Huancayo por iniciativa de una comunicadora que, luego de ver como la policía soltaba al poco tiempo a un delincuente que había sido detenido por los vecinos de su barrio luego de intentar robar una vivienda, decidió colocar una banderola en su cuadra donde anunciaba que no volverían a

esta frustración, que deriva de variadas causas, muchas veces se realiza a través de la agresividad. La expresión violenta de la agresividad es percibida como una manera de desahogar las frustraciones largamente acumuladas por las comunidades”. (MINUGUA 2004: 19, citado en Gamallo 2015:22. El subrayado es nuestro).

entregar a los delincuentes a la policía sino que serían linchados, repartiendo otras similares en barrios cercanos15 y abriendo una página sobre el tema en la red Facebook. Si bien la colocación de un cartel amenazador no es ninguna novedad en esta práctica, como vimos arriba, lo cierto es que en esta oportunidad el lema de la campaña trascendió mucho más allá del espacio meramente barrial para viralizarse rápidamente durante las siguientes semanas, convirtiéndose en “trending” a fines de agosto tanto en Facebook como en otras redes sociales – Youtube, Whatsapp y Twitter- logrando con ello llamar la atención de medios de comunicación, lo que permitió que la campaña lograra aún mayor repercusión de la que se esperaba16. En este marco, los datos recogidos muestran a primera vista que el impacto logrado por la campaña en apenas unas semanas fue importante tanto en términos del número de ciudadanos que se sumaron a la campaña como respecto a la frecuencia de linchamientos que se producían en el país, si bien las cifras concretas sobre dicho impacto no son del todo claras. Con respecto al primer punto, por ejemplo, el 2 de setiembre el blogger Marco Sifuentes señalaba que la página “Chapa tu Choro” original contaba con 12 mil seguidores del “fan page”, 99 mil en el evento y 1,196 miembros del grupo de “coordinaciones”17, si bien la página fue cerrada a los pocos días debido al desborde de inscripciones. Por su parte, el 7 de setiembre el diario Ojo señalaba que la página “Chapa tu Choro y Déjalo Paralítico” había llegado a los 41,255 seguidores en el Facebook, mientras que unos días después una nota difundida a nivel internacional indicaba que la campaña sumaba 60,000 seguidores18. Por nuestra parte, el 6 se setiembre realizamos una búsqueda en Facebook para confirmar estos datos y tener una visión más objetiva del alcance social de la campaña. Ello nos permitió identificar hasta 110 “fan pages” con el nombre “Chapa tu Choro” y sus diversos derivados, todas de origen peruano, de las cuales por lo menos una tercera parte eran grupos cerrados –esto es, requerían del permiso previo del operador para poder visualizarlas por completo-, mientras que el resto eran grupos de acceso abierto. Asimismo, mientras la mayor parte de estos grupos 15

La colocación de estos carteles fue objeto de algunas notas periodísticas; por ejemplo: “Huancayo: vecinos colocan letreros con amenazas contra delincuentes”. RPP, 22 de agosto 2015. (www.rpp.com.pe/2015-0822-huancayo-vecinos-colocan-letreros-con-amenazas-contra-delincuentes-noticia_829121.html). Para entonces, la noticia solo resaltaba la colocación de carteles en la urbanización San Carlos (donde vivía la promotora), los sectores de Chorrillos y Coronel Santivañez, y en Pio Pata y la Florida del distrito de El Tambo, sin señalar entonces que estos carteles formaban parte de una campaña conjunta. 16 En tal sentido, si bien existe una gran posibilidad de que la campaña haya sido iniciada con fines políticos, sea personales o para un partido determinado, o que pueda ser parte incluso de las famosas “cortinas de humo” que tanto pululan hoy por la ciudad como postulan algunos (ver http://curwen.utero.pe/2015/09/08/los-reportajes-de-chapa-tu-choro-son-falsos), ello no deja de lado que el lema de campaña sí “enganchó” bien con el malestar acumulado de buena parte de la población ante la percepción de una crisis de inseguridad. Personalmente, conozco a personas que participan de esta campaña sin tener (ni tendrían jamás) vínculo alguno con el fujimorismo, pero sí la consideran válida. 17 Ver “Chapa tu Choro”, artículo de opinión publicado en la columna “Lo que pasó, pasó” de Marco Sifuentes, diario La República, 2 de setiembre del 2015. 18 Ver al respecto Adam Dubove, “Convocan en Perú una campaña para aplicar ´justicia por mano propia´”. Disponible en:http://es.panampost.com/adam-dubove/2015/09/14/convocan-en-peru-una-campana-paraaplicar-justicia-por-mano-propia/.

mostraban un perfil nacional, algunas páginas hacían referencia a grupos ubicados en ciudades específicas del país, principalmente Arequipa, Tacna, Huancayo, Juliaca, Cusco y Cajamarca, además de algunos distritos de Lima como Santa Anita y San Juan de Lurigancho19. Con respecto al número de seguidores20, mientras algunas páginas captaban un número sorprendente de éstos –como la comunidad “Chapa tu Choro y Déjalo Cuadrapléjico”, con 24,292 seguidores, o “Chapa tu Choro y Déjalo Paralítico”, con 16,635 seguidores- en el resto de casos el número era mucho menor; así, otras páginas con un número respetable de seguidores era “Chapa tu Choro y Déjalo Paralítico Oficial”, con 5,969 miembros; “Chapa tu Choro”, con 6,972 seguidores; y “Chapa tu Choro Perú”, con 3,219 seguidores, mientras que entre las páginas “regionales” la que contaba con mayor número de seguidores era “Chapa tu Choro y Déjalo Paralítico Huancayo” – vinculada a la ciudad de origen de la campaña- con 8,401 seguidores. En otras palabras, solo 2 de 110 páginas identificadas tenían seguidores que superaban las diez mil personas, otras 4 se acercaban o superaban los 5 mil seguidores, mientras que la gran mayoría llegaba apenas a unas decenas21. Si bien esta cifra no llega a la mencionada por Sifuentes, y supera a la señalada por el diario Ojo, lo cierto es que ella apenas refleja los alcances reales de la campaña, para lo cual habría que incluir también datos relativos a la difusión de la misma a través de otras redes sociales, tanto de acceso privado como Whatsapp –la cual ha sido publicitada incluso por algunos medios para que las personas envíen sus videos u opiniones a través de la misma- como de acceso público, como Youtube, donde una búsqueda similar realizada en la misma fecha daba cuenta de más de 300 videos colgados en dicha red con un título relativo a dicha campaña. Por otro lado, junto a la adhesión lograda por la campaña, algunos datos parecen dar cuenta de que la misma sí ha logrado el objetivo (hoy negado por su promotora) de promover un aumento en el número de linchamientos que se producen en el país, por lo menos frente a la frecuencia con las que se estaba presentando este fenómeno en los últimos meses. Como muestra el cuadro No. 1, entre enero y julio del 2015 se registraban cerca de una o dos linchamientos por mes a nivel 19

Curiosamente, el 16 de setiembre volvimos a realizar un búsqueda similar para confirmar los datos obtenidos y si se habían producido cambios en los mismos, pero la búsqueda solo permitió acceder a cuatro páginas de la campaña, que no eran precisamente las de mayor número de seguidores, por lo que no sabemos si el resto de páginas fueron desactivadas por sus promotores o “bloqueadas” por la red debido a su promoción de la violencia. 20 Dado nuestra falta de conocimiento para hacer mayores distinciones sobre el tema, bajo el término “seguidores” incluimos tanto a los que se encuentran inscritos como miembros de la comunidad como a los que hacen un seguimiento de la página a través de la opción “me gusta” que ofrece el Facebook. Tal vez alguien que maneje mejor la estructura de las redes sociales podría ayudar a tener una información más detallada sobre la participación de los ciudadanos en estas campañas, por lo que el dato que presentamos es meramente referencial. 21 En tal sentido, nuestra búsqueda confirma la afirmación hecha por Dubove de que la campaña había logrado superar los 60 mil seguidores. Sumando el total de seguidores identificados estos se acercaban en esa fecha a los 70 mil, si bien hay que considerar la posibilidad de que en algunos casos las páginas compartieran a un porcentaje de sus seguidores, lo que haría que el número total se acerque más a lo señalado por Dubove.

nacional, número que además ya se estaba incrementando producto de la crisis de seguridad generada por el aumento de la delincuencia, pero sobre todo por la creciente percepción de inseguridad entre la población22. Cuadro No. 1 Linchamientos previos a campaña “Chapa tu Choro” Fecha 14/01/2015

Lugar Juliaca, Puno

21/01/2015

Huaral, Lima

26/01/2015

Andahuaylas, Apurímac

24/02/2015

Juliaca, Puno

24/03/2015

Huaura, Lima

02/04/2015

Cajamarca, Cajamarca

29/04/2015

Yurimaguas, Loreto

30/04/2015

Huancayo, Junín

23/05/2015

Chiclayo, Lambayeque

04/06/2015

Puno, Puno

25/06/2015

Puno, Puno

22

Hecho Ladrón es quemado luego de intentar robar un mototaxi, muriendo a causa del hecho Policías rescataron a sujeto a punto de ser linchado por violar a su secretaria Policías rescatan a un adolescente que estaba a punto de ser linchado por vecinos, luego de robar una vivienda Vecinos del centro de la ciudad ataron a un poste a un ladrón de llantas, golpeándolo fuertemente y prendiéndole fuego Pobladores de un A.H. lincharon por más de 2 horas a un delincuente, capturado robando una vivienda de la zona Vecinos incendiaron taxi donde 2 delincuentes llevaban objetos robados, golpeando al chofer Familiares de una víctima de asesinato intentaron linchar al presunto asesino en plena vía pública Vecinos de Orcopilla intentaron linchar a dos jóvenes, capturados luego de robar un celular Pobladores intentaron linchar a 4 ladrones retenidos en una dependencia policial, causando destrozos en un patrullero Vecinos ataron a poste y golpearon a vecino por hacer mucho ruido en la noche Comerciantes de mercado golpearon a delincuente por intentar robar cartera de

Al respecto, cifras oficiales del INEI sí dan cuenta de la existencia de una clara distancia entre la comisión de hechos delictivos y la percepción de inseguridad de la población en las principales ciudades del país. Así, entre octubre del 2014 y marzo del 2015, si en Lima el rango de población de 15 años a más que había sido víctima de algún hecho delictivo llegaba al 33,9%, la percepción de esa misma población de ser víctima de un hecho delictivo en los siguientes 12 meses era de 85,9% (INEI, 2015). Otras ciudades muestran a su vez distancias similares o mayores, como Callao (29,5 vs. 87,8%), Arequipa (35,5 vs. 92,6), Chiclayo (24,9 vs. 88,5%), Trujillo (33,2 vs. 93,6%), Huaraz (46,2 vs. 77,2%), Huánuco 32,5 vs. 87,6%), Ayacucho (29,6 vs. 67,2%) Juliaca (43,8 vs. 91,6), Cusco (32, 1 vs. 97,1%) o Loreto (27,1 vs. 86,0%).

una vendedora Pobladores lincharon a 2 sujetos que intentaron violar a una mujer de 20 años Fuente: Medios de comunicación nacional. Elaboración: propia. 27/07/2015

Juliaca, Puno

Frente a ello, los linchamientos registrados entre el primero y el 16 de setiembre del presente año –tiempo de preparación de este informe y de la mayor difusión de la campaña- dan cuenta de un incremento significativo de esta práctica, superando en varios casos dos o más linchamientos por días, además de incrementarse el número de lugares donde se cometieron estos hechos. Cuadro No. 2 Linchamientos vinculados a la campaña “Chapa tu Choro”, 1 a 16 de setiembre Fecha 01/09/2015 01/09/2015 01/09/2015

01/09/2015

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04/09/2015 06/09/2015

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09/09/2015

Lugar Juliaca (Puno)

Hecho Pobladores golpearon a ladrón de autopartes, siendo rescatado por la policía Mazamari (Junín) Comerciantes linchan a ladrón que intentó robar en una feria de venta de ropa Comas (Lima) Dos jóvenes casi son linchados por vecinos de la zona luego de intentar robar un celular Camaná (Arequipa) Pobladores de un campamento minero golpearon, raparon y quemaron parte del cuerpo de un presunto ladrón Alto de la Alianza (Tacna) Dos presuntos ladrones de autopartes que iban en un mototaxi fueron golpeados por vecinos del lugar Juliaca (Puno) Pobladores lincharon a un ladrón de autopartes en un centro comercial de la ciudad Juliaca (Puno) Pobladores golpearon e intentaron quemar a 4 delincuentes Cercado de Lima Vecinos de la zona golpearon a un delincuente que intentó robar el celular a una joven Yanahuara (Arequipa) Vecinos salieron a golpear a 3 delincuentes que intentaron robar una llanta de repuesto de una camioneta Comas (Lima) Vecinos de la Urb. Planeta “crucificaron” y golpearon a un joven ladrón tras asaltar a una mujer Villa María del Triunfo Vecinos golpearon e intentaron quemar a (Lima) un ladrón que intentó robar el celular de un joven de la zona Orcotuna (Junín) Pobladores amarraron y castigaron con

correazos a ladrón que intentó robar una vivienda 09/09/2015 Puerto Maldonado (Madre Dos ladrones fueron capturados y de Dios) golpeados luego de robar una cartera en un mercado 09/09/2015 Iquitos (Loreto) Pobladores intentaron quemar a dos presuntos ladrones, los que fueron rescatados por la policía 10/09/2015 Cusco (Cusco) Vecinos del distrito de Wanchaq amarraron y golpearon fuertemente a un ladrón 10/09/2015 Piura (Piura) Vecinos amarraron a poste y capturaron a ladrón por asaltar a un poblador del lugar, siendo entregado luego a la policía 14/09/2015 Chiclayo (Lambayeque) Pobladores golpean y dejan semidesnudo a ladrón que intentó robar a una mujer 14/07/2015 Cercado (Lima) Comerciantes de una galería capturaron a un ladrón y lo obligaron a hacer ejercicios 16/09/2015 Huacho (Lima) Dos ladrones que huían en un mototaxi fueron golpeados brutalmente por vecinos en plena vía pública. Asimismo, otro ladrón fue golpeado en la zona de Végueta. Fuente: Medios de comunicación nacional. Elaboración: propia

Sin embargo, ante ambas cifras cabe hacer tres observaciones. En primer lugar, es evidente que antes de la campaña el tema de los linchamientos no generaba mayor interés entre los medios de comunicación, los que si bien recogían algunos de estos casos no le daban la relevancia que sí le brindaron de manera posterior a la campaña. Por ejemplo, solo en el caso de Puno, la Policía Nacional ya tenía registrados 122 linchamientos cometidos contra presuntos delincuentes en esa región durante el primer semestre del 2015, siendo Juliaca la ciudad que concentraba el 90% de estos casos23. Por tanto, una observación que cabe hacer es que el presumible aumento de linchamientos no haya sido tanto resultado de esta campaña como de una mayor visibilización de esta práctica por parte de los medios de comunicación, apoyada en la visibilización que dicha campaña promueve de esta violencia, como veremos seguidamente. En segundo lugar, y vinculado a lo anterior, las noticias revisadas muestran que, a partir del inicio de la campaña, todos los linchamientos registrados han sido vinculados a la misma sin mayor duda ni murmuración, incluyendo aquellos ocurridos en ciudades donde los linchamientos constituyen 23

Ver al respecto, “Campaña ´Chapa tu Choro´ aumenta ajusticiamientos en Juliaca”. Diario La República Sur, 4 de setiembre del 2015. Cabe señalar que ya desde hace algunos años, los linchamientos a cargo de vecinos y comerciantes de esta ciudad se han convertido en una práctica habitual para hacer frente al crimen, lo que muchos lo achacan además a una cuestión cultural, sin que la policía haya sido capaz de revertir dicha situación.

desde mucho antes una práctica recurrente, como Juliaca. Y si bien un análisis más detallado muestra que por lo menos algunos de estos casos sí pueden ser enmarcados en el entorno de esta campaña –si se acepta el dicho de los vecinos entrevistados que habrían participado de estos hechos- hay otros que no parecen tener mayor referencia o vínculo con la misma, como el reciente linchamiento de dos abigeos en una zona rural y alejada de Huánuco24. En tercer lugar, los lugares donde se han registrado los linchamientos no están necesariamente vinculados a las ciudades donde han sido abiertas algunas “fan page” cercanas a la campaña, lo que hace difícil asumir una correlación directa entre la adhesión a la campaña y la realización de linchamientos. En tal sentido, faltaría hacer un análisis más profundo que permita determinar cuáles son los factores que permiten vincular a los linchamientos producidos en las últimas semanas con la campaña “Chapa tu Choro”, más allá del vínculo mediático que los medios de comunicación se han preocupado en crear y mantener. “Chapa tu Choro” o la glorificación virtual de la violencia colectiva Así como los efectos de la campaña “Chapa tu Choro” sobre la práctica efectiva de los linchamientos genera más de una duda cuando se miran fríamente las cifras registradas, sus efectos sobre la opinión pública respecto de estas prácticas tampoco parece ser tan grave como lo vienen presentando los medios. Al respecto, un reciente sondeo de opinión hecho público el pasado 14 de setiembre daba a entender que la campaña estaba teniendo efectos tangibles en la opinión pública nacional, incrementando el porcentaje de ciudadanos que estarían de acuerdo con la realización de acciones de “justicia por mano propia” 25. Así, ante la pregunta “¿Cree Ud. que la población debe hacer justicia por sus propias manos o entregar a los delincuentes a las autoridades?”, un 56% de encuestados señalaba estar a favor de hacer justicia por sus propias manos, frente a un 39% que estaba a favor de entregarlos a la policía. Asimismo, la nota agregaba que el mayor respaldo a la “justicia popular” se registraba en el nivel socioeconómico C –donde llegaba al 56%, a diferencia de los sectores A y B donde solo llegaba al 50,4%- aumentando notablemente tanto en la zona norte del país como en el área rural, donde el apoyo llegaba al 62% y 62,5% respectivamente26.

24

Ver “Chapa tu choro: pobladores queman vivos a dos delincuentes en Huánuco”. Diario Ojo, 16 de setiembre del 2015. Tomado de: http://ojo.pe/impacto/chapa-tu-choro-pobladores-queman-vivos-a-dosdelincuentes-en-huanuco-205336/. 25 “Frente al hampa, 56% está a favor de hacer justicia con sus propias manos”, Encuesta Pulso Perú, Diario Gestión, 14 de setiembre del 2015. 26 Cabe precisar aquí que en nuestra opinión, este mayor porcentaje de aprobación en la zona norte y en el área rural del país se vincula no a una mayor aceptación del linchamiento sino a la aprobación existente sobre la labor de las rondas campesinas en ambas zonas. Y es que la forma de redacción de la pregunta, como puede apreciarse, no hace referencia directa al “linchamiento” sino a “hacer justicia con mano propia”, lo que puede ser entendido en dichas zonas como aplicar la justicia campesina o rondera. En todo caso, una pregunta más específica sobre el tema puede dilucidar mejor este punto.

Sin embargo, que estos porcentajes de aprobación estén vinculados directamente a dicha campaña es algo muy lejano a la verdad, a pesar de lo aseverado por los medios27. En realidad, la aprobación o respaldo social a la “justicia por mano propia” en general, y al linchamiento en particular, cuenta desde hace años con una fuerte aprobación en nuestro país. Por ejemplo, en un sondeo llevado a cabo en Lima en el 2005 por el Grupo Apoyo –esto es, cuando la campaña “Chapa tu Choro” ni siquiera era soñada por sus promotores- el 65% de los encuestados consideraba que la población tenía derecho a tomar la justicia por mano propia (aunque sin llegar a matar), mientras que el 41% se mostraba a favor del linchamiento popular para el caso de algunos delitos28. Por su parte, los resultados obtenidos por el Barómetro de las Américas sobre los linchamientos a delincuentes en América Latina ubica al Perú como el tercer país con mayor aprobación de los linchamientos en el continente, con un porcentaje del 40,6%, muy por encima de otros países donde estos hechos son igualmente recurrentes como México (donde solo tienen el 33,1% de respaldo), Guatemala (30,6%) o Brasil (23,5%), así como del promedio latinoamericano (30,0%) (USAID 2014)29. Esta fuerte aprobación al linchamiento parece estar vinculada, además, al apoyo mayoritario que la población suele tener respecto a la aplicación de castigos severos a los delincuentes. También el 2005, por ejemplo, el Ministerio del Interior aplicó una encuesta sobre victimización a nivel nacional donde se incluyeron algunas interesantes preguntas al respecto. Por ejemplo, ante la pregunta de qué castigo aplicaría a un joven de 20 años que se le encuentra culpable de robar un televisor, el 56% de los encuestados –cifra similar a la de Pulso Perú- señaló que debería ser recluido en prisión, porcentaje que se repetía en forma más o menos similar en el resto de principales ciudades del país (Basombrío 2007: 75). Estos resultados concuerdan nuevamente con el Barómetro de las Américas, donde un consolidado de resultados obtenidos entre el 2004 al 2014 daban cuenta que el 56,3% de la población peruana apoyaba la aplicación de medidas punitivas para hacer frente al crimen frente a un 29,3% que apostaba por medidas de carácter 27

Cabe resaltar que el diario encabeza la presentación de esta nota de la siguiente manera: “La campaña ´chapa tu choro´ parece que no solo tiene activos fanáticos ejecutándola en diversos puntos del país, tal como se ha visto en las últimas semanas, sino una mayoría de peruanos (56%) que se muestra a favor de hacer justicia con sus propias manos”. Como se lee, para este diario habría entonces una suerte de vínculo directo entre la campaña, sus “fanáticos” y los resultados de la encuesta, a pesar de que la pregunta del sondeo no hace alusión alguna al lema de la campaña. 28 Ver “Justicia y linchamientos en el Perú actual”, artículo publicado por Jeffrey Radzinsky en el Diario El Tiempo de Piura, 30 de noviembre del 2007. 29 Asimismo, el estudio resalta algunos factores vinculados a la mayor o menor aprobación de los linchamientos que deberían ser tomados en consideración. Por ejemplo, la variable que parece ser más determinante en el apoyo a los linchamientos es la edad, siendo las personas jóvenes quienes más aprueban este tipo de hechos que las personas adultas. Igualmente, las personas que han sido víctimas de delitos, los que se sienten inseguros en sus barrios o han reportado actividades de pandillas en sus zonas tienden también a mostrar una mayor aprobación de estos hechos. Otros factores que parecen como igualmente relevantes para una opinión aprobatoria de los linchamientos es haber sido víctima de la corrupción policial, estar organizado dentro de su barrio como producto del temor a la delincuencia o cuestionar la política de seguridad del gobierno. Sin embargo, otros factores que se suelen considerar como favorecedores de dicha opinión no aparecen como relevantes en las correlaciones realizadas, entre ellos el nivel de riqueza, el lugar de residencia, la falta de respuesta policial o la percepción de violencia en el barrio.

preventivo. Estos datos expresan entonces que el apoyo social a los linchamientos es algo sostenido en el tiempo y que no varía a pesar de los cambios que pueden darse en el entorno de seguridad ciudadana, incluyendo en ello la presencia de una campaña como la que venimos analizando. Sin embargo, estos datos no pueden llegar a negar que la campaña “Chapa tu Choro” no esté teniendo efecto alguno sobre la manera en que percibimos, entendemos y damos sentido a los linchamientos, especialmente entre aquellos que han optado por participar de una u otra manera en dicha campaña. A partir del análisis preliminar del contenido de la misma –tal como se presenta por lo menos en las páginas de acceso abierto que pudimos revisar- encontramos tres aspectos que, a nuestro entender, implican cambios iniciales en la manera en que se perciben estos hechos, que implican también cambios en la manera en la lógica con la que se llevan a cabo estas prácticas. En primer lugar, un claro efecto que identificamos en esta campaña es que ella ha permitido abrir un espacio virtual (o distintos espacios virtuales) para que miles de ciudadanos expresen abiertamente su apoyo a esta práctica como una medida legítima para combatir la delincuencia en sus barrios, algo que no se había podido hacer hasta entonces de manera tan visible30. Pero más importante que ello, a nuestro entender, es que la apertura de estas páginas bajo la forma de “comunidades virtuales” -donde distintas personas dispersas geográficamente comparten intereses y opiniones e interactúan constantemente sin mayor vínculo físico-, generan un espacio donde los linchamientos pueden pasar de ser una práctica “anónima” para convertirse en una práctica “comunitaria” bajo un nuevo concepto; esto es, en el sentido de ser impulsada, resignificada y difundida dentro de una “colectividad” que asume el castigo aplicado al delincuente como algo propio del “grupo virtual”, colectividad que pasa también a definirse entonces de manera muchísimo más amplia que la del grupo de participantes en el linchamiento propiamente dicho (esto es, los “linchadores” en un sentido más lato). A nuestro entender, este punto constituye precisamente uno de los “atractivos” de la campaña y que la habría llevado a captar tantos seguidores en tan poco tiempo: al poder participar de un acto de linchamiento siquiera en forma virtual –convirtiéndose así en un “linchador virtual”, algo similar a lo que ocurre en los videojuegos donde uno puede convertirse en un “asesino virtual” sin salir de casa- los seguidores de las páginas vinculadas a “Chapa tu Choro” vuelcan la impotencia contenida ante la situación de caos que perciben en sus barrios y ciudades para sentir que aportan, mediante su participación en dicho “colectivo”, en recuperar la sensación de orden social sin moverse de sus hogares. Ello es claro cuando vemos, por ejemplo, cómo la mayor parte de linchamientos llevados a cabo en fecha posterior a la campaña (ver cuadro No. 2) han sido filmados y difundidos públicamente, o cómo las páginas de la campaña están repletas de “posts” donde los miembros difunden estos videos y otras noticias referidas a estos casos, comentan, aprueban y aplauden estas prácticas, e incitan a continuar castigando a los delincuentes, instando 30

En realidad, si uno leía desde unos meses atrás los comentarios del público ante las noticias sobre linchamientos publicadas en Internet, fácilmente podía encontrar un mayor número de comentarios a favor de esta práctica que los que mostraban su rechazo.

incluso a filmar los castigos aplicados para colgarlos en las redes sociales o compartirlos entre los miembros, pero sin señalar expresamente que participaron o participarían de tales hechos en forma directa. En tal sentido, haya sido o no la intención de sus promotores, lo cierto es que la campaña “Chapa tu Choro” genera una “glorificación” virtual de la violencia aplicada en los linchamientos, violencia que a través de las redes sociales se hace más colectiva que nunca. Que de esta situación se pase a aumentar el número de “linchadores” en la vida real –y con ello el número de linchamientos- es algo que puede discutirse en base a los datos presentados arriba, pero a nuestro entender no cabe duda que por lo menos la campaña lleva a que generar un nuevo perfil de “linchadores virtuales” que promueven que la violencia del linchamiento se magnifique, se haga más amplia, más colectiva y con ello más aceptable y “aplaudible”. Ahora bien, esta magnificación de la violencia lleva también a que los linchamientos adquieran una mayor visibilidad social, rompiendo además (aunque sin dejar de vincularse con) el monopolio que sobre la difusión de estos hechos han tenido los medios de comunicación. Como mencionamos arriba, los linchamientos son prácticas que no suelen ser visibilizadas y conocidas, menos aún registradas por las autoridades. Incluso los participantes en estos hechos suelen rechazar ser filmados o que se tomaran fotos de lo ocurrido, ante el temor de que ello pudiera acarrear una respuesta del Estado o la represalia de los mismos delincuentes. Sin embargo, la lógica de la campaña estudiada apunta precisamente a todo lo contrario: “filma el linchamiento”, “descubre al ladrón”, son ideas-fuerza que se repiten contantemente en estas páginas, poniendo en claro que lo que se buscaría ahora no es ocultar el linchamiento, sino reubicarlo y resignificarlo, ya no solo como medida preventiva o como una forma de “marcar el territorio” frente a la delincuencia – como ha señalado sino también como una forma de “marcar territorio” frente al Estado. Finalmente, una revisión de los videos de linchamientos difundidos en el marco de esta campaña muestra también un cambio sobre la “lógica práctica” de los linchamientos que debe ser considerada. Como mencionamos en la primera parte, los linchamientos suelen ser prácticas con un cierto orden en su aplicación, que se desarrollan en un momento determinado y en un espacio determinado, como es el barrial o comunitario. Sin embargo, cuando este espacio local se convierte en virtual y cuando la colectividad que “participa” del linchamiento se amplía a través de las redes sociales haciéndolo más visible, se producen algunos cambios en dicha lógica. En primer lugar, al linchamiento físico del delincuente se suma un “linchamiento mediático” como producto de la búsqueda de una mayor visibilidad social de estos hechos; en otras palabras, al castigo físico se suma una nueva forma de castigo, como es poner al descubierto al delincuente, promoviendo así su exclusión social de manera más efectiva. En segundo lugar, la carga simbólica de “restitución del orden” que genera el linchamiento ya no se dirige solo –gracias a la visibilidad de su filmación en video- hacia los participantes directos del linchamiento, sino también hacia el conjunto del nuevo “colectivo” e incluso a la sociedad en su conjunto, amplificando de esta manera sus efectos; y en tercer lugar, más allá de la etapa de “expulsión” del delincuente del espacio barrial –que ponía fin a esta práctica- el “tiempo” del linchamiento deja de cerrarse para

extenderse y convertirse en algo más permanente, al insertarse en una red que lo perenniza en el tiempo. De esta manera, encontramos que los efectos (y por ende los riesgos) de una campaña como “Chapa tu Choro” sobre la práctica del linchamiento es algo que no puede ser minimizado. El hecho de que una campaña como ésta –o cualquier otra que vincule a estas prácticas con las redes virtuales- facilite la creación de nuevas colectividades que “participen” virtualmente de estos hechos, genere una mayor glorificación de la violencia colectiva y le dé mayor visibilidad a estos hechos –con la posibilidad de incrementar el respaldo social a estas prácticas-, por no mencionar la mayor sensación de impunidad que permite frente al control del Estado, solo puede conducir a que los linchamientos se vayan convirtiendo cada vez más en parte de nuestra vida cotidiana. Y ese es posiblemente el mayor riesgo con este tipo de campañas: que para los ciudadanos el linchamiento de un delincuente se convierta en un tópico más de la realidad virtual con la que convivimos a diario, como un gato que baila o un perro que canta al piano. De esta manera, la violencia del linchamiento no solo se glorifica y amplifica, sino que también se banaliza y se normaliza, haciéndola más difícil de rechazar. “Chapa tu realidad”: buscando nuevas respuestas al linchamiento Frente a los riesgos identificados, cabe finalmente soltar algunas ideas sobre las medidas que podrían adoptarse para hacer frente a una campaña que por lo menos ya muestra cuál es su orientación y sus posibles impactos, pero que también expresa que el Estado no solo está perdiendo la lucha frente a la delincuencia, sino también frente a la violencia colectiva del linchamiento, al mostrar a ojos de la población que la opción por dicha violencia aparece como una respuesta más efectiva y eficaz frente al crimen que la brindada por el Estado, además de garantizar impunidad para sus participantes. Por ello, el objetivo central que debe tener cualquier propuesta al respecto es recuperar para el Estado el manejo y control del tema, en vez de que el mismo permanezca en manos de los medios, de las redes o de la sociedad. Para ello, un primer paso es que el Estado se preocupe por generar un registro más objetivo de los linchamientos que se producen en el país, a fin de evitar la manipulación y parcialidad con que se suele tratar este fenómeno. Mientras no se tenga mayor claridad sobre cuándo, dónde y porqué se producen los linchamientos poco se va a poder hacer para fijar alguna política pública sobre el tema, como lamentablemente ocurre con muchos delitos vinculados a la seguridad ciudadana. Una medida inicial puede ser así incluir este tópico en el cuadro de registros de hechos de violencia que hacen entidades como el Ministerio del Interior, el Observatorio de la Criminalidad del Ministerio Público, la Unidad de Conflictos Sociales de la Defensoría del Pueblo o los diversos observatorios de la criminalidad que se están constituyendo en diferentes instancias públicas, especialmente en aquellos lugares donde estos hechos se presentan con mayor frecuencia. En segundo lugar, es igualmente urgente que el tema de los linchamientos sea incluido en la agenda de discusión y debate de las diversas instancias encargadas de fijar las políticas de seguridad ciudadana en el país, desde el CONASEC hasta sus niveles más locales. Este debate debe

ir permitiendo fijar algunas medidas iniciales para hacer frente a este fenómeno, desde información más precisa y localizada sobre los factores que están promoviendo dichas prácticas en cada ciudad o localidad –factores que, como hemos visto, no son similares o uniformes para todo el país- hasta acciones puntuales que permitan acercarse a los grupos sociales involucrados en los linchamientos, buscando con ellos y de manera participativa nuevas respuestas para hacer frente a la delincuencia que puede existir en sus barrios, pero sobre todo a la percepción que pueden tener sobre la violencia que viven a diario. En tercer lugar, la recuperación del control del Estado sobre el tema de los linchamientos pasa por una acción judicial más decidida frente al tema, a fin de alejar el clima de impunidad que se percibe hoy tanto frente a la práctica de los linchamientos como a la difusión virtual de los mismos. Sin embargo, ello no implica necesariamente la aplicación de fuertes sanciones a los linchadores –sean físicos o virtuales-, porque el efecto que ello puede producir es el contrario al que se buscaría, generando más rechazo y hostilidad hacia el sistema judicial por “proteger” a los delincuentes que hacia los linchamientos. A nuestro entender, ello pasa más bien por dos tipos de medidas: de un lado, buscando implementar una justicia más cercana y eficaz para delitos menores –donde los juzgados de flagrancia o los juzgados en comisarías pueden jugar un papel central, una vez instalados- y de otro lado fijando una política criminal que combine en forma efectiva medidas disuasivas y preventivas con una investigación policial adecuada de estos hechos, junto con medidas penales orientadas por criterios jurisprudenciales que dejen de lado las interpretaciones “culturalistas” o “marginalistas” encontradas por Garay en las sentencias aplicadas en casos de linchamientos, para partir de una comprensión más adecuada de este fenómeno31. En cuarto lugar, y ya desde el lado de la sociedad civil, es necesario ir revirtiendo los efectos simbólicos que la campaña “Chapa tu Choro” viene creando en la conciencia de muchos peruanos, mostrando de diversas maneras que los linchamientos –y de manera general la violencia- no son una respuesta efectiva a la delincuencia. Una ventaja para ellos es que las “colectividades virtuales” sobre las que se sustenta dicha campaña no constituyen, como señala Rey, espacios de construcción de una verdadera opinión pública –esto es, espacios que permitan la argumentación, el libre acceso a diversos puntos en competencia o el debate alturado entre ciudadanos 31

Por ejemplo, en la sentencia de fecha 3 de abril de 1986, respecto a un caso de linchamiento ocurrido en el asentamiento humano Leoncio Prado-Pamplona Alta de Lima, donde el presunto ladrón falleció a causa del castigo aplicado, el juez de la causa disminuyó la pena que correspondía a los acusados con el siguiente argumento: “toda vez que (los acusados) son gente de escasísima cultura, analfabeta, sin facilidad de expresión, y teniendo en cuenta el memorial de los pobladores de varios sectores de Pamplona Alta sobre los continuos robos y la falta de vigilancia policial, así como sobre la venta de drogas; que para la aplicación de la pena se tiene en cuenta que se trata de un delito perpetrado por una multitud, en la que la voluntad individual desaparece ante la influencia de los líderes, resultando imposible que alguien pudiera neutralizar e impedir las acciones tumultarias, de tal manera que por esta causa aparecen comprometidas personas como los acusados sin intencionalidad criminal ni premeditación; asimismo, que no se ha identificado al autor o autores del delito (de homicidio), materia de la acusación fiscal –cuya existencia está acreditada- razón por la cual el tribunal juzgador, con la facultad que tiene en estos casos, establece la responsabilidad de los acusados solo en el delito de lesiones seguidas de muerte” (recogido por Garay 2000: 209; el subrayado es nuestro).

informados- sino espacios donde prima una aproximación emocional a estos hechos, una carencia de análisis más allá de lo visible y una ausencia de densidad en el debate, todo lo cual conduce a una opinión sobresaltada, cínica y temporal (2005: 13-14). Ante ello, la construcción de espacios virtuales que permitan la construcción de dicha opinión tanto sobre los linchamientos como sobre los temas de seguridad ciudadana en general se hacen impostergables, papel que puede ser asumido por organizaciones sociales vinculadas al tema. En quinto lugar, el papel y la postura de los medios frente a estos hechos de violencia colectiva, y frente a campañas como la estudiada, deben ser también debidamente ponderados, a fin de que colaboren en la construcción de una opinión pública más acorde con el Estado de derecho que debe primar en el país. Lo que encontramos hoy, sin embargo, es que si bien los medios tienden más a colocarse del lado de las víctimas de la violencia, lo hacen –como bien resalta Rey- no para exigir “la construcción judicial con todas las garantías judiciales y probatorias para los presuntos delincuentes, sino que reclaman un castigo directo y sumario” (Ibid: 12)32. Eso los coloca así en una postura indecisa ante el linchamiento, ya que si por un lado aprueban implícitamente el castigo que allí se aplica, ayudando a su difusión y visibilidad, de otro lado lo rechazan en tanto implica también una forma de protesta contra el statu quo. Ante ello, los medios pueden asumir algunas acciones que pueden colaborar a asumir una posición más clara sobre el tema, y con ello una visión distinta sobre el problema de la violencia colectiva. Una de ellas puede ser la inclusión de criterios precisos de tratamiento periodístico sobre el tema en los códigos de ética de los medios y/o de las entidades que los asocian; la capacitación de periodistas en el tratamiento y difusión de estos hechos; la difusión de noticias sobre el tema en determinados horarios, así como un mayor énfasis en buenas prácticas frente al delito; o la conformación de sistemas de monitoreo ciudadano de la información sobre violencia y seguridad ciudadana que presenten los medios. Asimismo, dada su fuerte vinculación con las redes sociales, los medios podrían colaborar también con “fan pages” donde se debata –y no solo se exalte o se permita la exaltación- de los linchamientos y otros sucesos violentos asociados a la criminalidad. Finalmente, el papel de la organización vecinal no puede ser dejada de lado, aunque el tema requiere ser trabajado con mayor cuidado del que se ha venido haciendo hasta hoy. En la actualidad, la conformación de comités vecinales para la seguridad ciudadana ha estado solo en manos de la Policía Nacional, la que si bien suele incidir en el carácter meramente preventivo y de apoyo a la vigilancia policial que cumplen estos organismos, no cuenta con los recursos suficientes para atenderlos de manera sostenida y eficiente. En el caso de Lima, por ejemplo, ello ha llevado a que estos comités hayan reducido su cobertura de acción, pasando del 41,1% de hogares en el 32

Citando a Beatriz Sarlo, Rey recoge así una afirmación que parece bastante válida para los medios en el marco de esta campaña: “Frente a una justicia que debe ser invariablemente garantista, los medios audiovisuales son práctica y teóricamente antigarantistas. Se comportan como víctimas, aunque no lo sean. Lo que en las víctimas es comprensible dada su situación de indefensión, en los medios es agitación antiinstitucional. Las víctimas le piden al Estado lo que éste debe dar, seguridad, y lo piden como pueden. Los medios tienden a colocarse en el lugar imaginario de una de las esferas del Estado, la de la justicia, y no pueden ni impartir justicia ni garantizar seguridad, y además no cumplen con su tarea de informar razonadamente” (Rey 2005: 12).

2011 al 31,7% en el 2014, mientras que el porcentaje de alarmas comunitarias pasó del 34,7% al 26,5% en el mismo período (Costa y Romero 2015: 86). Por ello, no es extraño que experiencias de organización vecinal y de colaboración policía-comunidad que aparecían como sumamente exitosas, como es el caso del Cerro El Pino en La Victoria, desaparezcan para dar paso nuevamente a la amenaza del linchamiento en dicho barrio33. Frente a ello es necesario, por un lado, que estas experiencias exitosas sean debidamente rescatadas y mantenidas en vez de ser abandonadas, brindándole a la Policía Nacional los recursos y estrategias necesarias para lograrlo. De otro lado, es necesario que otras organizaciones, especialmente las municipalidades, se involucren con mayor fuerza en el tema, de modo tal que los serenazgos –que hoy parecen tener mayor presencia en las ciudades que la policía- también colaboren y participen en las acciones preventivas de los comités vecinales. Pero a nuestro entender, mucho se podrá revertir desde el momento que los alcaldes asuman un mayor liderazgo en el tema de seguridad ciudadana, promoviendo marchas y otras acciones que articulen a los vecinos en espacios distintos y participativos para enfrentar la criminalidad específica que se presente en cada barrio, distrito o provincia. En resumen, hay mucho aún por andar para revertir la expansión de los linchamientos, dado que campañas como “Chapa tu Choro” parecen mostrar que es más fácil lograr que ellos aumenten – sea real o virtualmente- a que esta práctica se reduzca, lo que parece dejarse solo al paso del tiempo antes que a una política efectiva desde el Estado. Lo que debe quedar en claro, en todo caso, es que campañas como ésta solo son la punta visible (y manipulable) de un problema mucho más profundo, como es la cultura proclive a la violencia colectiva y a la “mano dura” contra la delincuencia, lo que lleva a que el fenómeno del linchamiento se convierta en algo cíclico pero permanente en el tiempo. Por ello, sin una política que aborde el problema de manera integral y con una visión a largo plazo solo cabe esperar que, en el futuro, otras campañas también levanten el tema con similares o distintos intereses, poniendo nuevamente a la sociedad peruana al frente de un espejo en el que miraremos nuestro lado violento una vez más. Bibliografía.ALVARITO, Rodolfo Alejandro (2013), La justicia comunitaria en el Estado plurinacional. Linchamientos y licuación del estado de derecho. Tomado de: http://www.academia.edu/11228910/LA_JUSTICIA_COMUNITARIA_EN_EL_MODELO_DE_ESTADO _PLURINACIONAL. ARIZA, Rosembert (2010), El derecho profano: justicia indígena, justicia informal y otras maneras de realizar lo justo. Bogotá: Universidad Externado de Colombia.

33

Ver al respecto “Cerro El Pino: lo que antes era tierra de nadies”, en Instituto de Defensa Legal 2013: 5971. Cabe señalar que, a pocos días del inicio de la campaña “Chapa tu Choro”, fueron precisamente vecinos de dicho lugar los primeros que colocaron carteles anunciando que retomaban los linchamientos a delincuentes, mostrando incluso el poste donde iban a “crucificarlos”.

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