Los límites del lenguaje como límites del mundo

July 3, 2017 | Autor: Cristina Bosso | Categoría: Wittgenstein, Filosofia Del Lenguaje
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Descripción

Los límites del lenguaje como límites del mundo.

Cristina Bosso

CEW – UNT
(Publicado en el libro "Lenguaje y mundo", Andrés Stisman (compilador),
Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional de Tucumán, 2012)

No habrá nunca una puerta. Estás adentro
Y el alcázar abarca el universo
Y no tiene anverso ni reverso
Ni externo muro ni secreto centro. JL Borges, "Laberinto."



I - Introducción.
Si el lenguaje atraviesa nuestra relación con el mundo, con los
otros, con nosotros, si el mundo humano es un mundo configurado
lingüísticamente, cabe preguntarnos, entonces, por los límites del
lenguaje, ya que estos son, también, los límites de nuestro mundo. Esta
idea aparece claramente planteada en el Tractatus Logico-Philosophicus, y
resulta especialmente interesante, ya que coloca en el centro de la escena
filosófica la reflexión sobre la relación lenguaje/mundo.
Podemos decir que la idea de límite atraviesa la trama del
pensamiento de Wittgenstein: punto de partida de un riguroso planteo
teórico en su primer trabajo, retorna recurrentemente a ella a lo largo de
toda su obra. La pregunta por el límite lo asedia: quiere demarcar límites
para el lenguaje y el pensamiento, entre lo que puede decirse y lo que no
puede decirse, entre sentido y sinsentido.
Al despojado lenguaje del Tractatus lo sucede uno sustancialmente
diferente, que no duda en echar mano de imágenes; el límite se muestra,
así, en ocasiones desde metáforas tomadas de la naturaleza, como la roca
dura en Investigaciones Filosóficas o las márgenes del río en Sobre la
certeza, bajo la forma de prisiones, como la botella cazamoscas o las
rejas contra las que arremetemos en la Conferencia de ética.
Proponemos en este trabajo abordar la idea de lenguaje como límite
desde el pensamiento de Wittgenstein para mostrar la riqueza de matices que
nos ofrece a la hora de pensar nuestra relación con el mundo.

II - La lógica como límite.
El objetivo principal del Tractatus, como Wittgenstein mismo lo
afirma, consiste en trazar límites al pensamiento desde el lenguaje, esto
es, delimitar el espacio de lo que se puede decir con sentido. [1].
Estos límites están claramente demarcados desde dos direcciones: por
un lado, una proposición sólo tiene significado cuando se refiere a un
hecho de naturaleza física, cuando podemos establecer una correlación entre
lenguaje y mundo. Wittgenstein asume que la función esencial del lenguaje
consiste en representar o describir el mundo. Si los objetos no
existieran, las proposiciones elementales consistirían en términos sin
referencia y no tendrían sentido. En consecuencia podemos sostener, con
Fann, que en este aspecto Wittgenstein comparte la creencia de los
filósofos tradicionales de que el significado de un nombre es el objeto que
denota.[2] Sin embargo, es la lógica la que le permite trazar nítidamente
los límites del lenguaje: los límites de la lógica conforman los límites
del lenguaje y también los límites del mundo. El lenguaje puede representar
al mundo porque ambos comparten una estructura en común: la forma lógica.
La correspondencia, en este caso, no es entre objeto/nombre sino entre la
estructura de los hechos y la estructura lógica.
Lenguaje, lógica y mundo están indisolublemente articulados entre
sí de modo tal que podemos conocer la estructura de uno si conocemos la
estructura del otro; significativamente, en Notebooks Wittgenstein afirma
que su trabajo va de la fundamentación de la lógica a la naturaleza del
mundo.
Como podemos ver, nos encontramos con una noción fuerte de límite,
que reduce la esfera de lo expresable al estrecho marco de la lógica. Esta
constituye un límite absoluto, que recorta nítidamente el espacio del
sentido. Las proposiciones de la ética, la metafísica y de la filosofía en
general son sinsentidos a causa de su pretensión de trascender los límites
del lenguaje, y por lo tanto, del mundo. Sus afirmaciones carecen de
significado, son intentos de decir lo que no puede ser dicho porque no
pueden ser comparadas con la realidad; carecen de valor de verdad.
Pretenden hablar de algo que no está en el mundo; son intentos de decir
algo que está más allá de los límites del lenguaje. Pero este recorte deja
fuera lo verdaderamente importante: el sentido está fuera del mundo; no
podemos, por lo tanto, hablar de él. En aras de la claridad y el rigor ha
reducido el espacio de lo pensable.
Rígidamente encorsetado, al lenguaje se le escapan amplias facetas de
lo humano; la ética, la estética, la religión, se recluyen al espacio de
lo indecible. Este recorte impuesto por él mismo lo atormenta; la lógica
tiene poco que decir sobre las cuestiones que verdaderamente nos importan.
Recordemos que él mismo afirma que la parte más importante de este libro
es, justamente, la no dicha. Lo que puede decirse son las proposiciones de
la ciencia natural (T, 5.53); y, como él mismo afirma, aunque se hubiera
dado respuesta a todas las cuestiones científicas posibles, los problemas
de la vida quedarían intactos. (T, 6.52) Esto da cuenta de que poco se ha
hecho cuando se han resuelto estos problemas; hay un ámbito de lo
inexpresable, que sólo puede mostrarse. El problema de la vida no puede ser
penetrado.
Aunque pretenda hacerlo, Wittgenstein no puede liberarse de la
pregunta por el sentido de la existencia; una actitud mística se cuela como
buscando remedio para la angustia que le produce. Tal vez por esto, como
dice Fann, en el Tractatus conviven un lógico y un místico: el primero
recorta el ámbito de lo expresable y más allá de ello ordena callar; el
segundo alude a lo inexpresable, aún a riesgo de que sus expresiones
carezcan de sentido.
El posterior desarrollo de su pensamiento le permitirá superar esta
dicotomía. En Investigaciones Filosóficas ambos personajes, el místico y el
lógico, han desaparecido; Wittgenstein no habla ya desde la lógica: su
pureza, que constituía el modelo ideal del lenguaje en el Tractatus, se
convierte en una aberración intemporal e inespacial (IF & 108). La lógica
es sólo un modelo, un terreno helado donde falta la fricción, y por lo
tanto, tiene un campo muy limitado de aplicación; no nos permite avanzar.
Su pureza cristalina es una exigencia y no un resultado, es un prejuicio
que imponemos a nuestra mirada del mundo y no el ideal que debe orientar
nuestra búsqueda. Ahora centra su mirada en el lenguaje cotidiano, le
interesa indagar sobre el lenguaje en funcionamiento, que se mueve en
terreno enmarañado, dando lugar a una propuesta más amplia, que permite
mostrar al lenguaje en su auténtica complejidad.
La lógica no demarca ahora los límites del lenguaje; es sólo un juego
de lenguaje más, a la par de los otros. El lenguaje no es la unidad que
había concebido antes: lo imagina ahora fragmentado en innumerables juegos,
cada uno con sus reglas propias, que trascienden con creces los
restringidos límites de la lógica. Las jugadas que ella prohíbe pueden
practicarse lícitamente en el marco de otros juegos. Conjura así la barrera
de silencio impuesta en el Tractatus. El ámbito del sentido se ha
ensanchado. Otros lenguajes permiten transgredir los límites antes
impuestos; en ellos resulta posible expresar aquello que estaba vedado y
condenado al silencio. Para Javier Sádaba "Lo que antes era silencio
místico ahora es metáfora religiosa. Lejos, en un caso como en el otro, de
los contenidos de la ciencia. Antes el límite no se decía. Ahora se dirá
con el lenguaje de la metáfora o la poesía". [3] En su nuevo método
Wittgenstein ha encontrado su propia terapia; ahora se puede hablar de lo
que antes estaba vedado.
Esta idea presenta interesantes consecuencias: la estética, la ética,
la religión, antes concebidos como reductos de lo inexpresable, pueden ser
pensados ahora como juegos de lenguaje, cada uno con sus reglas propias, en
los cuales los significados se encuentran intrínsecamente ligados a una
forma de vida en particular, que permiten mostrar diferentes facetas de lo
humano, diferentes modos de relacionarse con el mundo que no son
excluyentes entre sí. Así puede convivir el lenguaje de la ciencia, que
exige rigurosa coherencia lógica y verificación empírica, con el lenguaje
de la religión, que autoriza a creer sin necesidad de buscar fundamentos.
El lenguaje amplía sus márgenes para dar cuenta de otras actitudes
expresivas de los seres humanos.
Podemos decir que los juegos de lenguaje constituyen límites
internos desde donde determinar el sentido. Cabe preguntarnos a partir de
aquí si es posible establecer un límite externo para el lenguaje, desde
donde demarcar un ámbito de sentido.


III - La praxis como límite.
A pesar de haber abandonado la idea de la lógica como límite del
lenguaje y del mundo, Wittgenstein continúa interesado en trazar los
límites del sentido, entre lo que puede decirse y lo que no puede decirse.
Y esta clarificación lingüística sigue siendo, para él, la tarea de la
filosofía. Así dice en Investigaciones Filosóficas: "Los resultados de la
filosofía son el descubrimiento de algún que otro simple sinsentido y de
los chichones que el entendimiento se ha hecho al chocar con los límites
del lenguaje". (IF & 119)
¿Cuál es en este caso el límite del lenguaje? Podemos decir que el
mundo ocupa ahora el lugar que ocupaba anteriormente la lógica: es el
límite del sentido, el fundamento por el cual ya no podemos preguntar. En
Observaciones Filosóficas encontramos argumentos a favor de esta idea: Allí
el mundo aparece como lo incuestionable e indubitable. Dice Wittgenstein:
"Ya no puedo dudar de él, después de él ya no puedo preguntar puesto que
es aquello que posibilita la pregunta. No se puede preguntar por lo
primero, por lo que posibilita la pregunta. Y también: "Todo aquello sobre
lo que podemos decir algo se encuentra en el mundo, pertenece al mundo. El
lenguaje no puede, en absoluto, significar algo diferente al mundo." [4]
Claramente, en este caso los límites del lenguaje coinciden con los del
mundo.
¿Nos enfrentamos nuevamente con un límite absoluto? Creo que no;
tenemos que tener en cuenta algunos elementos.
Retomemos la relación lenguaje/mundo desde el planteo que se hace
en Sobre la Certeza. Allí la imagen del mundo constituye el trasfondo que
nos viene dado, que nos permite distinguir lo verdadero de lo falso. Las
proposiciones que describen esta imagen, dice, podrían pertenecer a una
suerte de mitología; su función es semejante a las reglas del juego. [5]
Probablemente Wittgenstein llama "mitología" a aquello que no puede ser
puesto en duda, a aquello sobre lo que no se puede preguntar, al fundamento
de los fundamentos, el punto donde parar para evitar un regreso al
infinito.
Lo interesante es que en este caso estamos frente a una idea
dinámica de fundamento: no se trata de un fundamento absoluto, sino una
base provisoria donde se asienta una concepción del mundo; esta puede
cambiar con el tiempo, puede ser cuestionada en otro momento. Algunas
proposiciones que describen esa imagen del mundo se solidifican, en tanto
otras fluyen, y esa relación cambia con el tiempo. "La mitología puede
convertirse de nuevo en algo fluido, el lecho del río de los pensamientos
puede desplazarse", dice. [6]
Podemos pensar, entonces, que el límite no es el mundo empírico sino
la descripción del mundo que hacemos desde el lenguaje: el límite es el
mundo interpretado por el hombre. Podemos decir que el mundo humano no es
el natural sino el mundo configurado lingüísticamente. El límite y el
fundamento de nuestro lenguaje están en una forma de interpretar el mundo,
en una forma de vida.
Recordemos que al proponer la idea del significado como uso el único
fundamento que reconoce es la praxis, el conjunto de reglas que se asientan
en las prácticas de una sociedad. En última instancia, el límite del
significado está en la acción humana; su fundamento se arraiga en una
forma de vida, en la roca dura de la vida en sociedad, en la constatación
del modo como suceden las cosas. Dice: "Si he agotado los fundamentos, he
llegado a la roca dura y mi pala se retuerce. Estoy inclinado a decir "así
simplemente es como actúo." (IF & 217) Esto nos muestra que no hay un
basamento más profundo que la convención o la condición humana para generar
reglas de juego. La praxis es el fundamento y el límite del significado.
Para Hans Lenk podríamos incluso modificar un poco esta figura:
propone reemplazar la roca dura del símil por tierra endurecida, en la
cual también podemos seguir cavando, aunque con mayor dificultad; esto
permite mostrar que existe la posibilidad de reinterpretar, también,
nuestras propias costumbres, usos y convenciones.[7] Se trata de un límite
flexible, permeable, móvil. La distancia entre sentido y sinsentido no está
marcada por una rígida frontera; nuevos usos traerán aparejados nuevos
significados. El límite está en la legitimación de un significado a partir
de su uso, que es lo que le da vida. Cualquier intento de ir más allá
supone caer en las ilusiones metafísicas de las que pretende deshacerse.

IV – Conclusión.
Podemos decir que el proyecto de liberar al lenguaje de la carga
metafísica que emprendió en el Tractatus comienza a concretarse después
del viraje que se ha producido en su pensamiento. La mística y la lógica,
de diferentes maneras, pertenecen al ámbito de lo absoluto: ambas operan
como fundamentos que trascienden el ámbito de lo humano. El primer
Wittgenstein se encuentra aún bajo su embrujo. En el segundo período, en
cambio, los absolutos se disuelven; no hay explicación ni fundamentación
última; el único fundamento que nos queda es la forma de vida humana.
Entendido de esta manera el mundo resulta inseparable del lenguaje y
de la vida humana. Gertrude Conway señala que en esta concepción el mundo
no es un conjunto ordenado de estructuras que se distinguen sin la
participación del sujeto; el lenguaje interviene en los juicios y en la
construcción de categorías de objetos. "Se cree seguir una y otra vez la
naturaleza y se va sólo a lo largo de la forma por medio de la cual la
examinamos." (IF, 114), dice Wittgenstein. Podemos decir ahora que el
hombre es un ser lingüístico; su mundo no es el conjunto de objetos
materiales que se le enfrenta sino la totalidad de significados que se
entretejen en los juegos de lenguaje en los que se encuentra inmerso.
De una manera diferente, también en este caso los límites del
lenguaje coinciden con los límites del mundo. Como en los versos de Borges
del acápite, podemos decir que no habrá nunca una puerta, estamos dentro.
El lenguaje es el alcázar que abarca el universo; nos precede y nos
envuelve; impone categorías y configura nuestro trato con el mundo. Nuestro
mundo humano es un mundo configurado lingüísticamente. Todo lo que es
significativo para el ser humano, tarde o temprano ingresa en el plano del
lenguaje.
Si reconocemos, con Wittgenstein, que el fundamento del significado
reside en las formas de vida, entonces podemos pensar que el lenguaje,
como la vida misma, está sujeto a la contingencia y a la temporalidad; es
dinámico, cambiante y creativo. Se transforma constantemente, crece con
nuevos usos, con nuevos juegos de lenguaje que aparecen para dar cuenta de
nuevas prácticas, en tanto otros perecen al caer en el olvido. Sus límites
son móviles como las márgenes de un río. Pueden extenderse, ampliar sus
fronteras con la incorporación de nuevos términos, de nuevas reglas, en
busca de nuevas posibilidades expresivas. El lenguaje nos contiene y da
cuenta de los cambios de dirección de los intereses humanos. Podemos
pensarlo como un complejo sistema compuesto por innumerables subsistemas
que crecen y se desarrollan continuamente a la medida de las necesidades
humanas. Sus límites son flexibles, se van corriendo a la medida de
nuestras necesidades. Incesantemente inventamos nuevos nombres para nuevas
realidades, instituciones, objetos. Así, como dice Wittgenstein: "Podemos
extender nuestro concepto de lenguaje añadiendo e inventando nuevos juegos
de lenguaje, al igual que al hilar trenzamos fibra a fibra." (IF, &67)
Podemos pensar, entonces, que enriquecer nuestro lenguaje implica ampliar
nuestro mundo, incorporar en él sutilezas y matices que sólo podemos
registrar a partir de distinciones linguísticas.


Bibliografía:
- Wittgenstein, Ludwig, Tractatus Logico-Philosophicus, España, Editorial
Tecnos, 2003
- Wittgenstein, Ludwig, Investigaciones Filosóficas, España, Editorial
Crítica, 1988.
- Wittgenstein, Ludwig, Gramática Filosófica, Universidad Autónoma de
Mexico, Mexico 1969.
- Wittgenstein, Ludwig, Sobre la certeza, España, Editorial Gedisa, 1979.
- Wittgenstein, Ludwig, Observaciones a la Rama Dorada de Frazer, España,
Editorial Tramara, 1992.
- Rojo, Roberto, Wittgenstein: Los hechizos del lenguaje, Tucumán, Facultad
de Filosofía y Letras, UNT, 2000.
- Rojo, Roberto, "¿Era religioso Wittgenstein?, en Theoria, Revista del
departamento de Filosofía, Homenaje a Wittgenstein, Tucumán, Facultad de
Filosofía y Letras, UNT, 2006.
- Gerd Brand, Los textos fundamentales de L Wittgenstein, España, Editorial
Alianza, 1981.
- Pierre Hadot, Wittgenstein y los límites del lenguaje, España, Editorial
Pre-Textos, 2007.
- K. T. Fann, El concepto de filosofía en Wittgenstein, España, Editorial
Tecnos, 1992.
- Isidoro Reguera, Wittgenstein, un ensayo a su costa, España, Editorial
Edaf, 2002.
- Javier Sádaba, "Lo místico en Wittgenstein", en El filosofar hoy, Bs.
As., Ed. Biblos, 2003, pag.
- Gertrude Conway, Wittgenstein, on foundation, Humanity Books, EEUU, 1989.
- Hans Lenk- Mirko Skarica, Wittgenstein y el giro pragmático de la
filosofía, Chile, Ediciones del Copista, 2005.
-----------------------
[1] "Este libro quiere trazar unos límites al pensamiento, o mejor, no al
pensamiento sino a la expresión de los pensamientos… Este límite, por lo
tanto, sólo puede ser trazado en el lenguaje, y todo cuanto quede al otro
lado del límite será simplemente un sinsentido."Tractatus Logico
Philosophicus, Editorial Tecnos, España, 2003, Prólogo.
[2] K. T. Fann, El concepto de filosofía en Wittgenstein, Editorial
Alianza, España, 1981, pág. 31.

[3] Javier Sádaba, "Lo místico en Wittgenstein", en El filosofar hoy, Ed.
Biblos, Bs. As., 2003, pag. 55.
[4] Gerd Brand, Los textos fundamentales de Wittgenstein, Editorial
Alianza, España, 1981.
, pág. 29
[5] Wittgenstein, Sobre la Certeza, Editorial Gedisa, España, 1979, & 94 -
95.
[6] L. Wittgenstein, Sobre la Certeza, Editorial Gedisa, España, 1979,& 97
[7] Cfr. Wittgenstein y el giro pragmático en la filosofía, Hans Lenk y
Mirko Skarica, Ediciones del Copista, Chile, 2005, pág. 67.
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