LOS LIBROS Y EL DIALOGO CON UNO MISMO

August 16, 2017 | Autor: F. Álvarez Simán | Categoría: Literature
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Descripción

LOS LIBROS Y EL DIALOGO CON UNO MISMO

Fernando Álvarez Simán*
http://mx.geocities.com/feralvarezsiman/

"Un buen libro es aquel que se abre con expectación y se cierra con fruto"

Si tuviéramos que definir nuestra civilización, el libro tendría la mayor
participación. Y es que ha sido el libro el hecho fundamental de ella, es y
ha sido un instrumento maestro desde sus orígenes hasta hoy. No obstante,
los libros no han sido siempre lo mismo. Desde la más remota forma de
nuestro progreso, los libros, o los que hacían las veces de un libro, que
no estaban hechos ni de papel, ni con papiro, estaban grabados en pequeñas
tabletas de arcilla, incluyéndose la mano del artesano que con esmero
propio y a punta de punzón dejaba grabado para la posteridad el mensaje o
el recuerdo de algún gran hecho, de una acción o de una obra. En la gran
Babilonia, existían los repositarios, es decir, enormes bibliotecas donde
reposaban cuidadosamente las tabletas. Eran unas escrituras en parte
fonética y en parte ideográfica, combinándose habilidosamente para que
personas de lenguas distintas pudiesen comprender el mensaje. Cuando el
hombre comenzó a sentir la necesidad de que las palabras no murieran al
decirlas, surgió la idea de crear alguna forma de permanencia de lo que la
palabra decía, así nació la escritura.
Recordando un tanto los artesanos iniciadores de las pequeñas tabletas
elaboradas con la plasticidad que nos ofrece la arcilla, se pasó luego a
materiales más suaves de manejar, como fueron los papiros egipcios, para
más adelante continuar con la gran invención del papel que hicieron los
chinos. La escritura pasó de la mera inscripción y empezó a ser una
transcripción de la conversación, por lo que se hacían más complejos los
medios de escribir y de conservar la escritura. De esta forma, muy
someramente, nacieron los libros, que eran primitivamente rollos de ligeros
materiales, los papiros que constituían una cuota importante en las
antiguas bibliotecas. Primitivamente el libro se fabricaba en forma
individual, trabajo elaborado por los copistas de la Edad Media. Había
hombres con una paciencia infinita quienes muy profesionalmente copiaban y
recopiaban los libros y este cuidadoso trabajo de meses, a la larga daba
pie a que se introdujera algún error, por mucho cuidado que se tuviera. Las
iglesias, los conventos, los grandes reyes, poseían los libros que
antiguamente significaban una gran riqueza, imposible de alcanzar para los
pueblos.
Más o menos en la Alta Edad Media saber leer y escribir era un arte
reservado a unos pocos, de tal manera que se pensaba que la gente que sabía
leer y escribir tenía poderes sobrenaturales y que era una propiedad de
brujos más no de gente común y corriente. Además de que era muy poca la
gente que sabía leer y escribir, también la costosa forma de reproducir los
libros seguía siendo un lujo inmenso; por lo tanto eran muy escasas las
posibilidades de que el libro llegara a mucha gente. Podemos añadir que a
finales del siglo XV, ocurre la gran revolución, precisamente con el
invento de la imprenta. La imprenta nace con la creación de los caracteres
móviles, gran ventaja de poder componer cualquier texto y de poderlos
imprimir. Con la imprenta nace la posibilidad de reproducir y nace así en
Alemania el libro. El primer libro en la historia fue impreso por Johannes
Gutenberg, cuyo titulo es La Biblia, proceso que inició el 23 de febrero de
1455 y concluyó unos cinco años después; se estima que logró imprimir,
iluminar y encuadernar 180 Biblias de 1282 páginas cada una, a dos columnas
de 42 renglones. Actualmente existen 60 Biblias de Gutenberg, 12 en
pergamino y 48 en papel.

Una prensa podía reproducir una cantidad infinitamente superior a la de
cualquier hábil copista. Como consecuencia el libro se popularizó y
comenzaron a aparecer los primeros libros en el siglo XV, libros realmente
hermosos, compuestos naturalmente por hombres de un inmenso gusto,
verdaderas joyas bibliográficas que todavía se conservan en las bibliotecas
y que hoy día conocemos como los INCUNABLES, ediciones hechas en los
primeros tiempos de la imprenta entre 1436 y 1500.
De esta forma había nace el libro y comienza así una época extraordinaria
de cambio y de progreso en la vida de los hombres. Las ediciones iban
haciéndose más grandes y numerosas; aumentó la necesidad de leer, cosa que
antes no podía satisfacerse. El ideal de que todo el mundo pudiera leer,
por cierto bastante costoso hoy día, lo hizo posible la imprenta, y por lo
tanto, la imprenta se volvió el gran vehículo de la cultura, de la
civilización. Los creadores de pensamientos, los poetas, los grandes sabios
dejaban constancia en los libros de lo que habían dicho o tenían que decir.
Con este invento ya no era tan necesario un maestro, ni hablar con él para
conocer sus pensamientos, o remitirse a los juglares para conocer las
epopeyas y las noticias, ya fueran verdaderas o falsas. Comenzaron a nacer
las grandes Bibliotecas Modernas. Por supuesto, también las hubo en la
antigüedad aunque escasamente, y el número de los manuscritos era muy
difícil de reunir. Con el transcurrir del tiempo nacieron las grandes
bibliotecas modernas, que comenzaron a acumular grandes cantidades de
libros, por ejemplo: La Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos de
Norteamérica, en Washington DC, tiene millones de volúmenes, verdaderamente
grandes depositarios del conocimiento humano. Sin embargo, la escritura y
el libro son limitados. Han sido el medio de comunicación fundamental; pero
han nacido otros medios más modernos para comunicar a las masas, por
ejemplo: la radio, la televisión, la Internet, penetraron al común medio
masivo para suplantar la letra impresa, pues ellos llegan más directa y
fácilmente. Hay quienes afirman que no es lo mismo leer que oír, que no es
lo mismo oír que ver, y que no es lo mismo leer que oír y ver
simultáneamente. Esto trae como consecuencia una transformación y hasta un
desafío. De esas joyas bibliográficas a las que se había llegado en la
imprenta como lo era el arte del libro, en nuestro tiempo se ha pasado como
todos lo sabemos al alcance eficaz de la televisión (bastante desvirtuado
en este modernismo que nos atrapa). Lo que significa que el libro es
principalmente la memoria de la civilización, las bibliotecas son los
grandes depositarios, queda en el medio impreso la memoria de todo lo que
el hombre ha pensado, ha dicho o hecho, ha sabido.
Ahora bien, tenemos un desafío en nuestro tiempo, porque se nos presenta un
problema; ¿qué hacer con ese océano de libros que se publican, para
abarcar, para leer esa pluralidad de libros?, ¿A qué publicación dedicar
nuestro pequeño tiempo?, ¿Cuál será el más significativo, el de mayor peso
para nuestra vida y conocimiento? Por supuesto que puede escogerse según
nuestras preferencias. El papel fundamental, el instrumento, el gran banco
de información, un motivo central de nuestra civilización, lo es y seguirá
siendo el libro, en el que meditamos y dialogamos con el autor; tal vez en
que el personaje central somos nosotros mismos, el libro es y seguirá
siendo el mayor baluarte formativo, la escuela, el vínculo y el vehículo de
la civilización mientras exista la sociedad humana.
No creo ni mucho menos que la palabra escrita esté amenazada de colapsar.
Al contrario, se le ve por todas partes: desde las señalizaciones públicas,
pasando por la prensa gráfica, hasta llegar al reino de las computadoras.
Lo que sí comienza a ceder terreno es el libro como hecho cultural masivo.
Ahora, si en algún momento el libro se viera sustituido en su función de
depositario y transmisor de conocimientos por el desarrollo de medios que
serían, tal vez, los bisnietos de estos que conocemos, no me parecería
justo hablar de desaparición o de muerte. Se trataría más bien de un
perfeccionamiento tecnológico de los mismos principios que un día encarnó
el libro. Y eso ocurriría en el momento en que cualquiera de los medios, o
la suma de ellos, pueda hacer suyas completamente las cualidades del libro
como forma de comunicación social y cumpla con mayor eficacia sus
funciones. ¿Sería eso posible? No lo sé. Hipotéticamente sí, aunque desde
nuestro hoy parezca improbable. Requeriría de un perfeccionamiento capaz de
aliviar la masificación comunicativa que distingue a los actuales medios
masivos, inhabilitados para ofrecer la opción de disfrute individualizado
que el libro sí garantiza.
Porque a lo largo de siglos el libro ha ganado calidad de transacción
cultural única para millones de hombres como yo. Al separar el mensaje de
su emisor, al distinguir el tiempo y el espacio de la emisión del tiempo y
el espacio de la recepción, el libro también independizó el texto, lo
convirtió en algo tan autónomo como para que cada lector lo haga suyo de
las maneras que desee. Quien ha escrito un libro sabe el grado de
independencia que este alcanza una vez publicado. Porque en la realidad del
libro, el lector no intercambia tanto con un supuesto autor cuyo rastro
comenzó a perderse cuando dio inicio el proceso de impresión, sino
directamente con el texto, lo que en el fondo hace de cada lectura un
diálogo solitario que sostenemos con nosotros mismos, un mirarnos por
dentro a que de otra forma no nos atrevemos. Nada sabemos del futuro, salvo
que será distinto al presente, dijo más o menos Jorge Luís Borges… Dejo
pues al futuro la verificación de si ese encuentro con uno mismo puede
producirse de una manera distinta al libro y si los hombres de entonces
alcanzarán a prescindir de él. Yo, que alguna vez me negué con todas las
energías a la lectura, francamente no puedo.
*PROFESOR INVESTIGADOR DE LA UNIVERSIDAD AUTONOMA DE CHIAPAS
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